El encuentro un poco inesperado. || Privado

por **Ahmet Arlovskaya** Vie Feb 26, 2016 9:55 pm

9:30 de la mañana, era un día perfecto con el canto de los árboles, con el Astro Rey en todo su resplandor, las personas que le gustaba un poco de calor en estos precisos momento por la temporada invernal era maravilloso salir y estar un rato, pero para otro, para otro no tanto, precisamente: Antoline Sebasthian Beethoven. Ex Duque de Italia. Salió de la tina, anoche no tuvo oportunidad de tomar un baño como a él le gusta. Tuvo que salir a una pequeña finca, era de su sobrina, al ser la única heredera de sus fallecidos padres, ella quedo como dueña de todas las tierras y de más, pero al ser menor de edad, pasa a manos de su tutor, por ende. Antoline es dueño absuelto de todo, hasta que Narcissa cumpla la mayoría de edad y reclamé; quería saber cómo estaba la hacienda, para mandarla arreglar y condicionar para que una niña vaya una temporada, no siempre la mantendrá junto con él, el vampiro no está acostumbrado que un infante esté con él, aunque sea muy familiar.

La finca estaba hecha ruinas, se notaba que hace mucho tiempo nadie iba al lugar. Vaya, tendría que rehacer todo, de todos modos no le costaba, dinero es lo que se sobraba, así que comenzó a notar todo las cosas que hacía falta y cuanto antes comenzaría dejarla como nueva. Pero había llegado casi cuando el sol estaba saliendo y apenas pudo ingresar a su casa sin ser dañado por los rayos mortales de la gran estrella de lumbre. Gritó para que le tuviera la tina lista, mientras mandaría con la hoja de las cosas que necesitaba para la propiedad de Narcissa, y ahora estaba enfrente del espejo, acomodando su ropa. Iba a recibiría una visita, mejor dicho la institutriz que se haría cargo de los estudios de su pequeña y traviesa sobrina. No sabía nada de la mujer que aceptó el trabajo. Solo sabía su nombre Martha cuyo apellido no sabía, Antoline esperaba que fuera una señora anciana, no deseaba una mujer joven, porque ahí tuviera problemas, iba a seducirla, para después meterla a su cama y por ultimo matarla y no deseaba volver a buscar. Esperando que sea una anciana gorda y lo único que quiera era trabajar, sí, espero que sí sea así, pensó, con una sonrisa, dejándose los tres primero botones de su fina camisa abierta.

Por obvias razón él no iba atender a nadie. Si no su nana, cuya anciana fue trasformada gracias al vampiro era la única persona que permitía que estuviera a su lado, ahora, por obligación era su sobrina pero como siempre: Desea que crezca y se largue de su mansión. El tiempo pasó tan lento para Beethoven que solo contaba las horas para que se dieran la hora que la noche reinara París, a veces se exasperaba de estar solamente en la mansión sin hacer nada. Como este día, era tan aburrido que si pudiera dormiría, pero como no puede, ni modo tiene que ver cómo pasan las horas ante sus ojos. Finalmente la noche dio señales de vida, haciendo que el ex duque saltara de su asiento para saltar por la ventana como si fuera un vil ladrón. Rápidamente corrió por todo parís hasta alejarse de esa ruidosa ciudad, era la peor pero a la vez la más cotilleada entre los parisinos y ciudades vecinas, necesitaba un cambio, otra vez, tal vez se iría de Paris y dominar tierras Italia de nuevo o Alemanas o quien sabe Romanas, en fin, no sabía pero ahora necesitaba un poco de respiro, tantos humanos lo hacían débiles, necesitaba pelear pero la de ya. Llego a un lugar asqueroso y donde casi nadie venia, el pantano. Un lugar asquerosamente repugnante para algunos para él, era un sitio donde deseaba descargar su ira hacia la humanidad. Al llegar, subió de un salto a un árbol, ni muy alto pero tampoco muy bajo observando, en esos momentos su sentido del oído se percató que no estaba solo, sonrío un poco.

-¿Qué hace una dama como usted en estos lugares peligrosos? –Gritó a todo pulmón desde arriba de la rama del árbol, sin saber en realdad como era, solo por el olor a mujer que desprendía adivino que sexo era, pero también era otros aromas que se mezclaban entre ella. Pero estaba cien por ciento que era mujer, sí señor, tal vez diversión tendrá. Solo esperaría a que vinera. -¡Apúrese, que la estoy esperando!- Volvió a sonar su voz grave y ronca en todo el pantano.