AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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The Dying of the Light → Privado
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The Dying of the Light → Privado
“Do not go gentle into that good night,
Old age should burn and rave at close of day;
Rage, rage against the dying of the light.”
― Dylan Thomas, Do Not Go Gentle Into That Good Night
Old age should burn and rave at close of day;
Rage, rage against the dying of the light.”
― Dylan Thomas, Do Not Go Gentle Into That Good Night
Qué hermosa puesta en escena había montado esta vez. Se felicitó para sus adentros mientras acomodaba la camisa alba, prístina y perfectamente ceñida a su señorial figura. Sonrió, complacido; no por lo que había sido, sino por lo que seria. «Es hora del show» se dijo en voz baja el momento previo a que tocaran a su puerta. Era uno de los mozos de su mansión, sitio donde se llevaría a cabo la ceremonia y la recepción. Caprichos que los Oblónsky le complacieron, familia a la que deslumbró fácil con piedras preciosas… el más viejo truco, tanto que incluso le avergonzaba, pero había funcionado.
—Todo está listo, señor —habló el joven mayordomo sin titubear. Aleksandr odiaba que la gente tartamudeara en su presencia y su servidumbre lo había aprendido a la mala.
Su amo le dedicó una mirada desdeñosa, como si lo estuviera instando a hablar más. Disfrutó de aquellos ojos llenos de pánico en el muchacho, como preguntándose si olvidaba algo. Y por la mirada del señor de la casa, debía ser algo importante. Aleksandr suspiró. Durante el tiempo que duró el compromiso se portó relativamente más amable con todo mundo, sobre todo frente a su prometida y supuso que sus ayudantes lo agradecían. Bendecían la presencia de aquella mujer. Quizá incluso creían que su compañía había ablandado a su amo. Y Aleksandr no podía esperar para ver la expresión de todos cuando se dieran cuenta que era sólo otro de sus juegos. Una treta para conseguir un cometido turbio, como era siempre.
—¡Ah! —El mozo pareció recordar—, el sol se ha ocultado por completo —anunció y se quedó muy quieto, con la vista gacha. Otra de las peticiones de Aleksandr; que todo se llevara a cabo durante la noche. Era un misterioso caballero, con más dinero del que iba a poder gastar en toda su vida —de tener una vida mortal, claro—, así que las excentricidades se tomaban sólo como eso. Extravagancias de un hombre que se ha aburrido del poder.
—Largo —espetó al fin y sin mediar más palabras, el chico se marchó.
Una vez solo de nuevo, Aleksandr volvió a cerciorarse que todo estuviera en orden. Más temprano había tenido ayuda de un par de mayordomos y el sastre del traje, pero no era alguien que tuviera pegado a un sirviente a todas horas.
Salió y se dirigió al jardín donde se había preparado todo para la ceremonia. Había dejado que su prometida y sus damas se encargaran de esos asuntos. A él no le interesaba. Era una noche sin nubes y con la luna apenas siendo una argolla plateada en el firmamento. Tan pronto se acomodó en su puesto en el altar, junto al padre que oficiaría la ceremonia, porque a ese grado llegaba su descaro, sintió de inmediato todas las miradas dirigidas a él y un repentino suspiro ahogado por parte de los presentes. Dio la señal y el cuarteto de cuerdas comenzó a tocar para que la novia hiciera su entrada.
Y ahí estaba, Vesper. Una mujer hermosa y pura. Aleksandr sonrió como el diablo mismo, gesto que a simple vista pudo haber sido confundido con la alegría de ver a la novia vestida de blanco, caminando hacia él. La realidad era más terrible, más oscura. Se había portado manso durante días para convencerla de que era el marido ideal, pero tan pronto dijera «acepto» eso se iba a terminar.
Última edición por Aleksandr Mussorgsky el Dom Ene 17, 2016 1:46 am, editado 2 veces
Aleksandr Mussorgsky- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 60
Fecha de inscripción : 29/10/2015
Localización : París
Re: The Dying of the Light → Privado
Vaya acontecimiento el que se había formado por el enlace de aquel par de jóvenes. La familia Oblónsky y la Mussorgsky eran ambas bien reconocidas en su país natal y por tanto los comentarios sobre el casamiento numerosos. Muchos alababan el buen gusto del hombre al escoger a Vesper como compañera, bien educada y hermosa, la mayoría la envidiaban a ella por haber conseguido a uno de los solteros más cotizados y ricos de Rusia. De cualquier manera fuera bien o mal la gente hablaba de ellos aunque eso a la novia poco le importaba. Sólo era capaz de pensar en lo que le esperaba junto al único hombre que había logrado conquistarla, estaba prendada de él totalmente y no podía pensar en otro con quien pasar el resto de sus días. En Aleksandr había encontrado la mezcla ideal entre galán y hombre serio y respetable. Muchas eran las ocasiones en que lo sentía distante y frío pero, ¿acaso no eran así todos los hombres rusos? Los detalles durante su noviazgo no fueron escasos, el vampiro colmó de presentes tanto a la novia como a los familiares de esta llegando a ser sofocante tal despliegue de ostentosidad. Quizás ese era el detalle que más le podía llegar a incomodar de su futuro esposo, no tenía control alguno sobre su fortuna y si bien esta era extensa -al haber estudiado Vesper finanzas- siempre mantenía un control de su dinero y en qué y cómo se invertía.
La mansión estaba decorada por completo, el olor de las flores bailaba en el ambiente haciendo sonreír a una nerviosa Vesper, los invitados estaban ya tomando asiento en la zona trasera de la casa que se había preparado para oficiar la ceremonia. Los últimos detalles y estaría lista para bajar. El pelo recorrido dejaba al aire el primer regalo que Aleksandr le hizo, una fina gargantilla de zafiros y diamantes que daba una única vuelta a su cuello. No obstante, el velo que caía por su rostro la cubría por el momento. El vestido blanco impoluto con labrados en la parte baja de la falta y el escote completaban el vestuario de la novia. Junto a las damas de honor bajó las escaleras hasta situarse en el punto exacto desde el que haría la entrada en escena. Uno de los sirvientes las condujo hasta allí y sólo tuvieron que esperar a que la música empezara a sonar para avanzar por el pasillo. Los rostros de los presentes se giraron hacia ella logrando que se sonrojara por tanta atención repentina, pero trató de calmarse mirando al frente donde la esperaba su hasta ese día prometido. Dejó que su padre besara su mejilla sobre el velo cuanto entregó su mano al vampiro y sonrió a este antes de tomar asiento a su lado.
La ceremonia fue simplemente preciosa, no estaba segura de si se debía al emplazamiento, la decoración, al cura o a lo enamorada que creía estar… Pero de verdad sentía que su boda era la más hermosa de todas las que había presenciado, que no eran pocas. Llegado el momento dejó a Aleksandr retirar el velo quedando ahora sí su rostro libre para él. Nerviosa colocó la alianza en el anular de la diestra ajena y cedió después su mano para que este hiciera lo mismo. En ese momento dejaba de ser la menor de los Oblónsky para ser Vesper Mussorgskaya, una mujer casada que empezaba su vida. El beso tras el oficio le pareció más duro de lo que acostumbraba a recibir de él pero no le dio más importancia pues se podía deber a nervios o ansias de acabar con aquella representación frente a un público que ahora aplaudía feliz por la pareja. El banquete no tardó en servirse y todos se desplazaron al interior de la casa para ello, dejando a los novios en la mesa central. Ahí fue donde la recién casada empezó a valorar la idea de que algo malo le ocurriera a su esposo, -¿te encuentras mal?-, alzó la mano para acariciar con el pulgar su mejilla mientras dejaba la palma reposada sobre ella. Estaba acostumbrada a esa temperatura en él pero no estaba probando bocado y el menú era exquisito, no era normal ese comportamiento en él. Parecía disgustado e incluso enfadado y por más vueltas que le daba a la cabeza no encontraba razón posible para ello desde que le vio sonreír al verla desde el altar.
La mansión estaba decorada por completo, el olor de las flores bailaba en el ambiente haciendo sonreír a una nerviosa Vesper, los invitados estaban ya tomando asiento en la zona trasera de la casa que se había preparado para oficiar la ceremonia. Los últimos detalles y estaría lista para bajar. El pelo recorrido dejaba al aire el primer regalo que Aleksandr le hizo, una fina gargantilla de zafiros y diamantes que daba una única vuelta a su cuello. No obstante, el velo que caía por su rostro la cubría por el momento. El vestido blanco impoluto con labrados en la parte baja de la falta y el escote completaban el vestuario de la novia. Junto a las damas de honor bajó las escaleras hasta situarse en el punto exacto desde el que haría la entrada en escena. Uno de los sirvientes las condujo hasta allí y sólo tuvieron que esperar a que la música empezara a sonar para avanzar por el pasillo. Los rostros de los presentes se giraron hacia ella logrando que se sonrojara por tanta atención repentina, pero trató de calmarse mirando al frente donde la esperaba su hasta ese día prometido. Dejó que su padre besara su mejilla sobre el velo cuanto entregó su mano al vampiro y sonrió a este antes de tomar asiento a su lado.
La ceremonia fue simplemente preciosa, no estaba segura de si se debía al emplazamiento, la decoración, al cura o a lo enamorada que creía estar… Pero de verdad sentía que su boda era la más hermosa de todas las que había presenciado, que no eran pocas. Llegado el momento dejó a Aleksandr retirar el velo quedando ahora sí su rostro libre para él. Nerviosa colocó la alianza en el anular de la diestra ajena y cedió después su mano para que este hiciera lo mismo. En ese momento dejaba de ser la menor de los Oblónsky para ser Vesper Mussorgskaya, una mujer casada que empezaba su vida. El beso tras el oficio le pareció más duro de lo que acostumbraba a recibir de él pero no le dio más importancia pues se podía deber a nervios o ansias de acabar con aquella representación frente a un público que ahora aplaudía feliz por la pareja. El banquete no tardó en servirse y todos se desplazaron al interior de la casa para ello, dejando a los novios en la mesa central. Ahí fue donde la recién casada empezó a valorar la idea de que algo malo le ocurriera a su esposo, -¿te encuentras mal?-, alzó la mano para acariciar con el pulgar su mejilla mientras dejaba la palma reposada sobre ella. Estaba acostumbrada a esa temperatura en él pero no estaba probando bocado y el menú era exquisito, no era normal ese comportamiento en él. Parecía disgustado e incluso enfadado y por más vueltas que le daba a la cabeza no encontraba razón posible para ello desde que le vio sonreír al verla desde el altar.
Marla Van Driesten- Vampiro/Realeza
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Fecha de inscripción : 30/12/2015
Re: The Dying of the Light → Privado
“As a breath on glass, -
As witch-fires that burn,
The gods and monsters pass,
Are dust, and return.”
― George Sterling, The Face of the Skies
As witch-fires that burn,
The gods and monsters pass,
Are dust, and return.”
― George Sterling, The Face of the Skies
Vaya ceremonia. Sería recordada por varios años, estuvo seguro y le complació. Todo lo que él hacía debía perdurar perenne por lo siglos de los siglos. La muerte, la destrucción, y ahora, su boda. Qué extraño vocablo para él, para si quiera pensarlo. Pero comenzaba a desesperarse, todo aquello llevaba más tiempo del que le gustaría y aunque se mantuvo más bien ausente, actuando en automático, sin meditar demasiado sus movimientos, no se le notó el mal humor. No de manera evidente para el resto, pero Vesper había convivido con él lo suficiente, supuso y pudo notarlo. Entonces comprendió que la cercanía era una debilidad.
Argolla, lazo, votos… todo pasó frente a sus ojos como quien mira cambiar las estaciones. Sin más, ni menos. Pero supo contener su enojo, su falta de paciencia. Y cuando volvió a poner atención, Vesper ya era su esposa, fue entonces y sólo entonces, que volvió a actuar consciente para besarla y dejar el altar convertidos en marido y mujer. Aún quedaba un banquete al cuál debían atender, sin embargo pronto podrían estar a solas y develarse frente a ella. Hacerle ver con qué monstruo se había casado. La idea le sirvió de aliciente para poder soportar la noche.
Miraba a todos lados y ninguno cuando la voz de su mujer llamó su atención. La observó con detenimiento. Tan pura, tan ingenua, perfecta para divertirse como planeaba hacerlo. No apartó la mano, tampoco le dijo lo que cruzaba por su cabeza. Era una fortuna que aquella forma tan fría de ser suya fuera tomada como algo que simplemente era común en los hombres de su helada nación.
—No es nada —le dijo con voz calmada—. Es sólo que quiero estar a solas contigo —no mentía. Sin embargo, la dulzura con la que había pronunciado aquellas palabras era peor que si hubiera soltado falacias. Así disfrazaba la cruel realidad, el oscuro futuro cercano que le deparaba a Vesper.
Con habilidad, cambió la posición de sus manos y tomó entre la suya de largos dedos la ajena. Depositó un beso en su dorso y le sonrió. Aquel gesto lo cometió sólo para tranquilizarla, no valía la pena alarmarla antes de tiempo, aquello provocaría que todo resultara menos encantador llegado el momento.
—Y estoy un poco cansado —agregó. Sí, estaba cansado, de toda la estupidez que había tenido que montar con tal de llevar a cabo su más grandiosa obra. Porque todo lo que Aleksandr hacía era arte. En cada muerte que propinaba había algo bello y horrible por igual. Y esto, este evento era el más grande de sus hitos. Dejaba ver hasta dónde era capaz de llevar las cosas con tal de conseguir sus cometidos.
—Espero que todo haya sido como te lo imaginabas. Fue una boda que dará de qué hablar por generaciones —entonces alzó la mano y acarició la mejilla de su nueva esposa, dejando un rastro gélido ahí donde sus dedos pasaron. Por supuesto que quería que estuviera contenta y satisfecha. Entre más alto se colocara como el marido ideal, más horrible sería para ella saber la realidad y si algo le gustaba más Aleksandr que la tortura física, era la tortura emocional.
Había maquinado cada detalle para poder llegar hasta ese punto, no podía ahora cometer un error. No podía dejar ver sus verdaderas intenciones. Todavía no. Y por los mil demonios que la paciencia se le estaba agotando, pero debía aguantar. Estaba muy cerca y él era una bestia que acecha en las sombras, como tal, sabía aguardar y de ese modo llevarse el premio. Se inclinó al frente para besarle una mejilla y una vez que estuvo cerca, le habló al oído.
—No me dirás que tú no deseas que ya estemos solos —le susurró con un tono de bajo barítono, seductor mientras acariciaba la pierna de Vesper por encima de las mil enaguas del vestido de novia.
Aleksandr Mussorgsky- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 60
Fecha de inscripción : 29/10/2015
Localización : París
Re: The Dying of the Light → Privado
Le podía comprender. Esa celebración concurrió tan faustuosa como podría haber sido una boda de miembros de la realeza, no habían escatimado en gastos. Las flores se amontonaban en cada mesa y rincón del comedor, los músicos tocaban sin cesar, el banquete no constaba sino de manjares y exquisiteces. Todos los invitados vestían sus mejores galas, las damas con vestidos suntuosos e imponentes joyas, sus maridos con trajes hechos a medida de las mejores calidades… Quizás ese podía ser el sueño de una mujer, conseguir una boda así pero no lo era para Aleksandr que parecía estar pasando realmente un mal trago con tanta gente a su alrededor. Le miró con devoción por el esfuerzo que estaba haciendo por ella y aún más por su familia y sonrió, -gracias por darnos esto-, contestó a sus palabras. Para ella todo aquello también pecaba de alguna manera en exceso, es cierto que a Vesper le gustaban los lujos y había sido criada entre ellos pero la demostración de poder que había hecho su familia era un tanto abrumadora. Besó la mano del vampiro cuando se posó en su mejilla y asintió. -No podrías haber sido más generoso ni ellos más felices porque te tenga en mi vida-. Señaló la mesa en la que se encontraban sus padres brindando hacia la pareja de recién casados.
Enrojeció levemente por la declaración de Aleksandr. Era consciente de la noche que les esperaba y era cierto que ella también lo deseaba, pero no dejaba de estar nerviosa por ello. Notó el cuerpo tensarse por el contacto de su marido sobre la falda y miró a su alrededor temiendo que alguien pudiera verlo, pero la falda de la mesa era demasiado larga como para que los presentes atisbaran lo que pasaba bajo ella. Tragó saliva y alzó los ojos hacia los ajenos perdida en él, esa era la capacidad que Aleksandr tenía en ella, podía jugar con ella como si de una Matrioska se tratase. -Claro que tengo ganas-. Pero antes de eso estaba la hora del baile, quizás después de hacer la apertura de la pista pudieran retirarse a sus nuevos aposentos.
Tomó la mano que su marido le ofrecía para salir a bailar el vals inicial, su primer baile como casados. El silencio sólo fue interrumpido por el sonido de los instrumentos marcando el ritmo a seguir. Que Aleksandr no estaba cómodo era algo que no se escapaba a la percepción de Vesper, pero como él mismo había dicho se trataba del cansancio por el día que habían compartido. Fueron las caricias de este en su espalda las que la hicieron sonreír una vez más y dejar ver ese rostro de mujer enamorada que tan solo él había conocido. Una vez la melodía se detuvo ambos agradecieron a los músicos y dejaron que fueran los invitados quienes coparan la pista de baile. Con la mirada de su marido no la hizo falta palabra alguna para saber que se retirarían ya de la celebración. Vesper se despidió de cada miembro de su familia y se excusó junto a Aleksandr en el cansancio de ambos. No sabría cuándo volvería a verles y realmente notaba un vacío en el estómago al separarse de ellos, sobre todo de su padre.
Su marido había salido de la gran sala antes que ella, posiblemente para preparar el cuarto para cuando llegara. Ella, sin embargo, debía acudir al dormitorio en el que se había preparado para la ceremonia. Allí la asearían de nuevo y la vestirían con el camisón con que se presentaría ante su esposo. Un camisón de seda blanco a juego con la bata, anudada en la cintura, y unas zapatillas era toda la ropa que Vesper llevaba cuando entró en la habitación conyugal. El pelo suelto era una señal de intimidad, pues rara vez las damas de alta cuna lo llevaban de esa manera en público. Al verle de espalda a ella sintió ganas de ir a abrazarle, a quitarle la camisa que llevaba, pero sus pasos se detuvieron en el centro de la habitación, a los pies de la cama.
Enrojeció levemente por la declaración de Aleksandr. Era consciente de la noche que les esperaba y era cierto que ella también lo deseaba, pero no dejaba de estar nerviosa por ello. Notó el cuerpo tensarse por el contacto de su marido sobre la falda y miró a su alrededor temiendo que alguien pudiera verlo, pero la falda de la mesa era demasiado larga como para que los presentes atisbaran lo que pasaba bajo ella. Tragó saliva y alzó los ojos hacia los ajenos perdida en él, esa era la capacidad que Aleksandr tenía en ella, podía jugar con ella como si de una Matrioska se tratase. -Claro que tengo ganas-. Pero antes de eso estaba la hora del baile, quizás después de hacer la apertura de la pista pudieran retirarse a sus nuevos aposentos.
Tomó la mano que su marido le ofrecía para salir a bailar el vals inicial, su primer baile como casados. El silencio sólo fue interrumpido por el sonido de los instrumentos marcando el ritmo a seguir. Que Aleksandr no estaba cómodo era algo que no se escapaba a la percepción de Vesper, pero como él mismo había dicho se trataba del cansancio por el día que habían compartido. Fueron las caricias de este en su espalda las que la hicieron sonreír una vez más y dejar ver ese rostro de mujer enamorada que tan solo él había conocido. Una vez la melodía se detuvo ambos agradecieron a los músicos y dejaron que fueran los invitados quienes coparan la pista de baile. Con la mirada de su marido no la hizo falta palabra alguna para saber que se retirarían ya de la celebración. Vesper se despidió de cada miembro de su familia y se excusó junto a Aleksandr en el cansancio de ambos. No sabría cuándo volvería a verles y realmente notaba un vacío en el estómago al separarse de ellos, sobre todo de su padre.
Su marido había salido de la gran sala antes que ella, posiblemente para preparar el cuarto para cuando llegara. Ella, sin embargo, debía acudir al dormitorio en el que se había preparado para la ceremonia. Allí la asearían de nuevo y la vestirían con el camisón con que se presentaría ante su esposo. Un camisón de seda blanco a juego con la bata, anudada en la cintura, y unas zapatillas era toda la ropa que Vesper llevaba cuando entró en la habitación conyugal. El pelo suelto era una señal de intimidad, pues rara vez las damas de alta cuna lo llevaban de esa manera en público. Al verle de espalda a ella sintió ganas de ir a abrazarle, a quitarle la camisa que llevaba, pero sus pasos se detuvieron en el centro de la habitación, a los pies de la cama.
Marla Van Driesten- Vampiro/Realeza
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Fecha de inscripción : 30/12/2015
Re: The Dying of the Light → Privado
“Spiral and pulsating,
His eyes are enthralling,
His eyes like a vortex,
a well in which you're falling.”
— Ghost, Depth Of Satan's Eyes
His eyes are enthralling,
His eyes like a vortex,
a well in which you're falling.”
— Ghost, Depth Of Satan's Eyes
La capacidad que tenía Aleksandr de fingir una sonrisa era aterradora. Casi tanto o más que su capacidad destructora, porque mientras ésta era algo que podías ver, una zozobra tangible, lo otro era traicionero, un velo que oculta verdades demasiado desgraciadas como para ponerlas en palabras. Brindó con su nuevo suegro a la distancia, luego ya se haría cargo de ellos y se deleitó con las reacciones de Vesper cuando la tocaba. Había deseado, hace algunas noches, ser el primero en la cama de aquella puta de nombre Amparo, misma que visitó incluso cuando ya sabía que este día llegaría (¿cuándo algo así lo había detenido?), sin embargo, se llevó tremendo chasco cuando supo que no lo era. Al menos, con su nueva esposa, esperaba ser quien le arrebatara su inocencia. La arruinaría, para siempre.
Bailó con tremenda elegancia aun cuando todos esos protocolos sólo estaban entorpeciendo sus planes. Pero se mantenía indemne, afable, accesible y cariñoso ante ojos ajenos, no obstante sabía que su rictus no pasaba desapercibido para Vesper. Escuchaba con ese oído de vampiro suyo a las mujeres decir cuán afortunada era ella de haberse casado con un caballero como él. Oh, si supieran…
Y apenas tuvo oportunidad, la sacó de la pista de baile que ahora se veía poblada por las parejas de invitados que se movían al ritmo del conjunto de cuerdas. Echó un último vistazo a la fiesta. La algarada y la música ahogarían el llanto de la novia. Sonrió, pero esta vez, su gesto fue muy distinto. La oscuridad, al fin, delineaba sus facciones que tantos halagos le habían merecido al pasar de los siglos. Separaron caminos y fue directo a la habitación nupcial, donde un fuego crepitaba en la chimenea y una botella de vino se enfriaba en una cubitera, a un lado, dos copas esperaban por los recién casados. Se deshizo del saco, el chaleco y la corbata, se quedó sólo con la camisa blanca y el pantalón negro. Escuchó con claridad los pasos tímidos de Vesper al ingresar, pero no se giró, mantuvo los ojos verdes, esos que su madre siempre le dijo que eran como los de su abuelo Ilya, clavados en el fuego que devoraba la leña en el hogar. Sólo se giró cuando ella no siguió avanzando.
Con movimientos parsimoniosos, medidos y sutiles, destapó la botella de vino y vertió el líquido carmesí en ambas copas. Las tomó y extendió una hacia su nueva esposa. Hizo un amago de brindis.
—Quisiera brindar… por nosotros. Porque esta unión dure muchos años —pero en su voz ya no existía la contenida tranquilidad con la que se había estado dirigiendo a ella desde que comenzó a cortejarla y durante toda esa velada. No, ahora sonaba con un sarcasmo apenas distinguible en medio del educado sosiego. Pero una cosa quedaba clara, se le notaba considerablemente más relajado.
Dio un sorbo a la copa tan pequeño que ni siquiera bajó el nivel del vino en la misma y luego dejó el trasto donde pudo. Se acercó más, tanto que pudo sentir los latidos nerviosos del corazón de Vesper contra su propio pecho. Se veía hermosa, tampoco se iba a mentir al respecto. Retiró un mechón de cabello suelto y se inclinó, pareció que iba a besarla, pero en cambio, la olió en el cuello. Aspiró profundamente la yugular, donde la sangre bombeaba con fuerza, alimentaba por la ansiedad que significaba su noche de bodas.
—Vesper… —le susurró al oído—. ¿Has visto al demonio a los ojos? —De todas las cosas que pudo haber dicho en ese instante, sin duda alguna, esa era la más inesperada. Se separó apenas, para poder verla de nuevo y clavó su mirada en la ajena—. Si no lo has hecho, velo ahora —y sonrió, sin temer mostrar los blancos colmillos que desgarraron la penumbra.
Aleksandr Mussorgsky- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/10/2015
Localización : París
Re: The Dying of the Light → Privado
Tratando de controlar el pulso de su mano asió la copa e imitó el gesto de Aleksandr llevando el fino a sus labios para tomar un sorbo. Todo hubiera sido perfecto de no ser por el escalofrío, que por su manera de decirlo, había recorrido su espalda. No sabía cuál era el motivo por el que se sentía nerviosa, pero tenía claro que había dejado de ser el sexo. Había un aura diferente en su marido, como si se hubiera retirado un velo y ahora apareciera algo totalmente distinto. Acostumbrada a sentirse protegida cuando estaba en su compañía, ahora la sensación había cambiado totalmente; ni su mirada, ni su forma de hablar eran las que ella reconocía y eso generaba en ella un desasosiego en aumento. -Sea así pues…- de igual manera contestó al brindis pues bien podía ser que él estuviera nervioso o cansado como bien le había comentado hacía un rato. Nunca había hecho nada aquel hombre para dañarla y por tanto debía mantener la confianza que había depositado en él. Aún con la copa en la mano, pues no se había atrevido a moverse del sitio, recibió gustosa la cercanía del vampiro. Puede que Vesper fuera una inexperta en esos temas pero no por ello una mojigata y ella también deseaba continuar, dejarse llevar y disfrutar del primer encuentro sexual con él. Encogió el cuello al notar el aliento de Aleksandr sobre este y se mordió el labio ahora sí nerviosa por la cercanía. En el instante en que era ella quien pensaba alzarse en puntillas para alcanzar los labios ajenos, comenzó a hablar de nuevo.
El bloqueo que tuvo su mente por esa pregunta impidió que pudiera reaccionar siquiera. ¿A qué venía ese comentario? La noche de bodas, después de un día como el que habían vivido y de estar a solas por fin en la habitación, pegados el uno al otro… eso era lo que se le ocurría decir. Se separó lo suficiente como para poder mirarle a los ojos de manera inquisitiva, buscando una respuesta, quizás un gesto de broma. Seguramente el silencio de la joven fue suficiente respuesta para él pues finalizó con otra sentencia igualmente confusa y temible. La atención que Vesper había depositado en los orbes ajenos, caía ahora poco a poco por su rostro hasta asentarse en su dentadura. Su propia boca quedó levemente abierta, no hubo reacción, no movió un solo músculo de su cuerpo, pues tan solo buscaba una razón –en silencio- para ese momento. Algo estaba escapando a su control y a sus conocimientos, el cambio en la manera de actuar de su marido era como un salto al vacío y esos colmillos solo le auguraban el mal en sí mismo. Había oído historias, claro que sí, como todo el mundo fueran de la tierra que fueran. Historias de los seres que vagaban en la noche y huían de la luz, seres que se alimentaban de la vida de los mortales… Tragó saliva y dio un paso hacia atrás temiendo que fueran algo más que historias, temiendo que Aleks fuera un vampiro.
Todo empezaba a cobrar sentido. Las veladas junto a él siempre habían sido nocturnas, supuestamente era porque la noche le parecía más romántica e íntima, pero ¿y si todo eran patrañas? Ahora se sentía utilizada y engañada, como una muñeca de trapo movida por unos hilos invisibles que parecía controlar él mismo. El miedo, el dolor y la culpabilidad se mezclaban en su pecho sin darle apenas tregua para respirar. Miedo por la idea de tener delante a alguien a quien no conocía, o algo. Dolor por la manera en que parecía haberla engañado y jugado con ella. Culpabilidad por el amor que le tenía, por si su intuición fallaba y estaba acusando mentalmente a su esposo de algo de lo que no era culpable. -Me da igual que seas demonio o santo, permaneceré a tu lado-, por el momento ganaba el amor a todos los demás sentimientos que le estaba comenzando a despertar el vampiro. Quería demostrarle que podía confiar en ella y en su fidelidad, que le había escogido para compartir sus vidas y no se arrepentía, lo amaba y lo seguiría haciendo aunque tuviera oscuros secretos que contarle.
El bloqueo que tuvo su mente por esa pregunta impidió que pudiera reaccionar siquiera. ¿A qué venía ese comentario? La noche de bodas, después de un día como el que habían vivido y de estar a solas por fin en la habitación, pegados el uno al otro… eso era lo que se le ocurría decir. Se separó lo suficiente como para poder mirarle a los ojos de manera inquisitiva, buscando una respuesta, quizás un gesto de broma. Seguramente el silencio de la joven fue suficiente respuesta para él pues finalizó con otra sentencia igualmente confusa y temible. La atención que Vesper había depositado en los orbes ajenos, caía ahora poco a poco por su rostro hasta asentarse en su dentadura. Su propia boca quedó levemente abierta, no hubo reacción, no movió un solo músculo de su cuerpo, pues tan solo buscaba una razón –en silencio- para ese momento. Algo estaba escapando a su control y a sus conocimientos, el cambio en la manera de actuar de su marido era como un salto al vacío y esos colmillos solo le auguraban el mal en sí mismo. Había oído historias, claro que sí, como todo el mundo fueran de la tierra que fueran. Historias de los seres que vagaban en la noche y huían de la luz, seres que se alimentaban de la vida de los mortales… Tragó saliva y dio un paso hacia atrás temiendo que fueran algo más que historias, temiendo que Aleks fuera un vampiro.
Todo empezaba a cobrar sentido. Las veladas junto a él siempre habían sido nocturnas, supuestamente era porque la noche le parecía más romántica e íntima, pero ¿y si todo eran patrañas? Ahora se sentía utilizada y engañada, como una muñeca de trapo movida por unos hilos invisibles que parecía controlar él mismo. El miedo, el dolor y la culpabilidad se mezclaban en su pecho sin darle apenas tregua para respirar. Miedo por la idea de tener delante a alguien a quien no conocía, o algo. Dolor por la manera en que parecía haberla engañado y jugado con ella. Culpabilidad por el amor que le tenía, por si su intuición fallaba y estaba acusando mentalmente a su esposo de algo de lo que no era culpable. -Me da igual que seas demonio o santo, permaneceré a tu lado-, por el momento ganaba el amor a todos los demás sentimientos que le estaba comenzando a despertar el vampiro. Quería demostrarle que podía confiar en ella y en su fidelidad, que le había escogido para compartir sus vidas y no se arrepentía, lo amaba y lo seguiría haciendo aunque tuviera oscuros secretos que contarle.
Marla Van Driesten- Vampiro/Realeza
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Re: The Dying of the Light → Privado
“I love the thrill of impending, weightless doom...”
― Jennifer Niven, All the Bright Places
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Meticuloso. Aleksandr era sumamente minucioso cuando creaba una obra de muerte. Construía escaleras que parecían conducir al Paraíso y resultaba que sólo dirigían a las profundidades del averno. Era engañoso, por supuesto, pero en sus trampas había poesía. En sus ejecuciones existía arte. La belleza de la maldad que sólo él podía entender y apreciar. Al ver el rostro de Vesper, su nueva esposa, sonrió más ampliamente, porque ahí estaban los frutos de sus esfuerzos. El desconcierto, el temor… y eso que todavía no se develaba en toda su oscuridad.
Borró fugazmente el gesto de su rostro al escuchar su respuesta. Sin duda no era lo que se esperaba, pero le servía. La devoción que Vesper sentía por él llegaba a ese grado y él la utilizaría para hundirla, para destruirla, para darle un destino peor que el de la muerte. Rio, soltó una carcajada que retumbó como las trompetas de los arcángeles que anuncian el apocalipsis. Como templos consagrados a Dios cayéndose a pedazos. Tomó la mano de su mujer, todavía existía delicadeza en su tacto, pero eso era porque había una elegancia inherente a él. La haló hasta la cama, donde, una vez que estuvieron cerca, la empujó con fuerza suficiente para hacer que se sentara, pero no lo bastante como para herirla.
—Dime, Vesper… ¿acaso no tienes miedo? —Su voz fue baja, sensual y sombría a partes iguales—. ¿O es que aún no me crees? —Se inclinó al frente hasta que su rostro quedó a un palmo de distancia del ajeno—. Piénsalo, querida. Siempre de noche, mi tacto helado —abrió los ojos más de lo que ameritaba, y de ese modo, lucía como el desquiciado que era. Se irguió de nuevo y la empujó para recostarla en la cama.
Aprisionó las manos de la mujer con las suyas, sosteniéndola con fuerza de las muñecas y colocó sus rodillas a los costados, a la altura de las caderas de Vesper. El cabello le caía sobre el rostro en mechones desiguales y clavó los ojos en los ajenos, ensombrecidos por la penumbra reinante, donde el fuego en la chimenea era insuficiente como para iluminarlo todo.
—Me alegra que no te importe lo que soy o deje de ser —le dijo entre dientes como si contuviera un odio que luchaba por salir, ya no existía ternura alguna en su voz—. Sin embargo, me gusta que me teman, no te preocupes, ya aprenderás a hacerlo —se escoró más hacía ella y la besó con fuerza, posesivo y demandante, no quería demostrar su amor (¿es que acaso era capaz de tal sentimiento?), en cambio, se notaba un deseo real de querer herirla. De dejarla marcada. Al separarse, la miró de nuevo, sonriente y triunfal.
—Dijimos hace tan sólo unas horas que estaríamos en salud y en enfermedad; pues bien, esta es mi enfermedad —logró sostenerla de ambas muñecas con una mano y la levantó con facilidad, quitándose primero. La hincó en el colchón y él hizo lo mismo, pero antes de dejar que ella lograra tener apoyo de algún modo, la empujó. Unos milímetros más y se hubiera golpeado la cabeza con la intrincada y bella cabecera de madera tallada—. Pronto te darás cuenta que los momentos de sanidad no existen —fue una amenaza vaga. Sonó más como si profetizara la ruina que deparaba a Vesper.
La observó como si mirara a la más bella de las aves morir en cautiverio. De a poco, una agonía larga, injusta y hermosa. Aguardó desde su posición a que se recuperara, a que dijera algo. No sabía si eso sería suficiente para arrancar el fervor que le profesaba o iba a necesitar más noches a su lado. Cualquiera de las dos opciones le parecía atrayente. Por un lado, si desde ese instante Vesper se daba cuenta del monstruo con el que se había casado, su martirio comenzaría ya. Por otro, romperla de a poco, lentamente, le agradaba también. Como fuera, esa era su noche de bodas, ¿no? La iba a dejar tan desgraciada, que no importaba qué camino tomara después, esa velada quería saborear el gusto de sus lágrimas.
Aleksandr Mussorgsky- Vampiro Clase Alta
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Re: The Dying of the Light → Privado
Que si tenía miedo… Esa parecía ser la única preocupación de su marido. Absolutamente nada de lo compartido durante su noviazgo tenía importancia para Aleksandr y así se lo estaba haciendo saber. En silencio continuó mirando los ojos ajenos, pero los desconocía… No quedaba rastro del hombre con quien había compartido momentos tan deliciosos y románticos, momentos que la hicieron enamorarse como una chiquilla. ¿De verdad había caído en un juego? En el juego de un sádico y enfermo vampiro que deseaba verla rota, como una muñeca de porcelana ajada. Ni siquiera en el momento en que se encontró bajo el peso ajeno fue capaz de articular palabra, sus entrañas estaban congeladas y su pecho clamaba por un momento de tregua. Sentía su corazón romperse por momentos, sin entender cómo el hombre a quien veneraba y a quien pretendía entregarle todo tan sólo la veía como un juguete, como alguien a quien usar para su mera diversión. Su mente no lograba encontrar el cauce adecuado para lidiar con lo que estaba ocurriendo en esa habitación, simplemente no podía asimilarlo, no todavía.
En su fuero interno deseaba besarle, hacerle callar con esa muestra de amor y rezar porque volviera a ser quien le había demostrado todo ese tiempo, pero cada palabra y cada acción del vampiro alejaban más ese pensamiento de la mente de Vesper y la acercaba más a la aceptación de que había contraído matrimonio con un desequilibrado mental. En ese momento fue cuando recibió el beso de Aleksandr, tan distinto a todos los anteriores. La fuerza con que la sujetaba y la misma fuerza que empleó en el beso en sí mismo la aterraron finalmente. No había rastro de amor, siquiera de cariño en ese gesto. Las lagrimas corrieron por las mejillas de la rubia acabando por comprender que había perdido todo lo que tenía, su familia ya no era su familia y su marido nunca fue quien creyó.
Desvió la mirada a un lado cuando el contacto finalizó y se lamió los labios adoloridos. Ojalá tuviera la fuerza necesaria para controlar el dolor que sentía, para poder reprimir esas lágrimas y no darle el gusto de verla como deseaba, rota ante él. Pero cada mínimo gesto de Mussorgsky empeoraba la situación para ella. La fuerza que tenía le daba la posibilidad de jugar con ella como si de una muñeca de trapo se tratase y así lo hacía. La manejaba y movía sin preocupación ni cuidado ninguno y realmente en algún momento Vesper deseó morir antes que continuar con esa mentira.
-¿Por qué haces esto?¿Qué he hecho más que amarte?- una parte de sí necesitaba entender cuál había sido el motivo para que se decantara por ella, para que decidiera arruinar su felicidad de una manera tan cruenta. -Por favor Aleksandr…- las mejillas seguían húmedas por las lágrimas vertidas, por la desolación que atacaba su pecho descubriendo que tan solo ella estaba enamorada. Poco o nada le importaba que fuera vampiro o demonio, o las dos cosas, lo que le producía ese dolor era su corazón roto, un primer y gran amor truncado por su propio marido. -Si no me amas aléjate pero no me hagas permanecer a tu lado sabiendo que no significo nada para ti. Permíteme volver con mi familia- pidió en una última súplica a su moral y humanidad, su mirada entonces adquirió el brillo temeroso que él seguro había estado buscando, -mi familia…- por un momento dejó de respirar. Si a ella era capaz de hacerla todo eso, ¿qué no haría a sus padres o hermanos? Entonces comprendió que estaba atada al destino que él le quisiera otorgar, que le pertenecía en cuerpo y alma, no tenía más opción que permanecer a su lado hasta que él lo considerase. Ejercer el papel de esposa feliz y sufrir a su marido a solas y en silencio.
En su fuero interno deseaba besarle, hacerle callar con esa muestra de amor y rezar porque volviera a ser quien le había demostrado todo ese tiempo, pero cada palabra y cada acción del vampiro alejaban más ese pensamiento de la mente de Vesper y la acercaba más a la aceptación de que había contraído matrimonio con un desequilibrado mental. En ese momento fue cuando recibió el beso de Aleksandr, tan distinto a todos los anteriores. La fuerza con que la sujetaba y la misma fuerza que empleó en el beso en sí mismo la aterraron finalmente. No había rastro de amor, siquiera de cariño en ese gesto. Las lagrimas corrieron por las mejillas de la rubia acabando por comprender que había perdido todo lo que tenía, su familia ya no era su familia y su marido nunca fue quien creyó.
Desvió la mirada a un lado cuando el contacto finalizó y se lamió los labios adoloridos. Ojalá tuviera la fuerza necesaria para controlar el dolor que sentía, para poder reprimir esas lágrimas y no darle el gusto de verla como deseaba, rota ante él. Pero cada mínimo gesto de Mussorgsky empeoraba la situación para ella. La fuerza que tenía le daba la posibilidad de jugar con ella como si de una muñeca de trapo se tratase y así lo hacía. La manejaba y movía sin preocupación ni cuidado ninguno y realmente en algún momento Vesper deseó morir antes que continuar con esa mentira.
-¿Por qué haces esto?¿Qué he hecho más que amarte?- una parte de sí necesitaba entender cuál había sido el motivo para que se decantara por ella, para que decidiera arruinar su felicidad de una manera tan cruenta. -Por favor Aleksandr…- las mejillas seguían húmedas por las lágrimas vertidas, por la desolación que atacaba su pecho descubriendo que tan solo ella estaba enamorada. Poco o nada le importaba que fuera vampiro o demonio, o las dos cosas, lo que le producía ese dolor era su corazón roto, un primer y gran amor truncado por su propio marido. -Si no me amas aléjate pero no me hagas permanecer a tu lado sabiendo que no significo nada para ti. Permíteme volver con mi familia- pidió en una última súplica a su moral y humanidad, su mirada entonces adquirió el brillo temeroso que él seguro había estado buscando, -mi familia…- por un momento dejó de respirar. Si a ella era capaz de hacerla todo eso, ¿qué no haría a sus padres o hermanos? Entonces comprendió que estaba atada al destino que él le quisiera otorgar, que le pertenecía en cuerpo y alma, no tenía más opción que permanecer a su lado hasta que él lo considerase. Ejercer el papel de esposa feliz y sufrir a su marido a solas y en silencio.
Marla Van Driesten- Vampiro/Realeza
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Re: The Dying of the Light → Privado
“In Nomine Dei Nostri Satanas Luciferi Esxcelsi.”
— Rotting Christ, In Nomine Dei Nostri
— Rotting Christ, In Nomine Dei Nostri
Cuando finalmente las lagrimas escaparon de esos bellísimos ojos, Aleksandr se dio por satisfecho. Pero eso aún no terminaba, oh no, apenas empezaba. Siguió observándola, tan frágil, a su merced. Ella no lo veía, y él no pretendía mostrarle, sin embargo, era precisamente porque no había cometido ningún pecado que él más disfrutaba con su ruina. Era divertido destruir a un asesino, pero nada se comparaba con el éxtasis de hacerlo con una persona inocente. Hacerles ver que el mundo era un lugar hostil, injusto, aleatorio donde las buenas acciones no son recompensadas. Donde Dios los abandonó hace mucho. Se relamió los labios y sonrió.
—Exacto —estiró un brazo y con la mano la sostuvo con fuerza del rostro. En ese instante decidió que dejaría intacto tan hermosa faz—. Aprenderás bien a decir esas mismas palabras, «por favor». Me rogarás todos los días por piedad y quizá, algún día, te la de —abría la posibilidad porque la promesa era más destructiva que la aseveración que jamás dejaría la crueldad.
—Oh, no, querida… eres mía, ¿lo recuerdas? Hasta que la muerte nos separe, y tengo malas noticias para ti, la muerte no es un tema que me quite el sueño —se inclinó al frente para poder verla de cerca—. ¿Quién ha dicho que no significas nada para mí? Eres un trofeo. Y soy muy envidioso, no me gusta compartir. Estarás aquí, bajo mi yugo, hasta que me harte, o tu cuerpo diga basta —la soltó y se quitó de encima al fin, bajándose de la cama en un par de movimientos raudos.
—Sabes que estás condenada, ¿verdad? —Le daba la espalda y la miró sobre su hombro. Se alejó para apagar el fuego que ardía en la chimenea; para luego regresar sobre sus pasos—. Si te atreves alguna vez a querer huir, me encargaré de matarlos a todos, y te aseguro que no será bonito, ni rápido. Me encargaré, también, de que tú lo veas. Pero no temas, no llores —dulcificó su voz y volvió a acercarse para acariciar su rostro, mojarse las manos con aquellas preciosas lágrimas—. Si te portas bien, ellos no tendrán por qué sufrir —dijo a modo de consuelo. De un consuelo inicuo y terrible.
En ese instante se remangó las mangas de la camisa y luego extendió los brazos como si esperara un abrazo.
—Ven, ven querida. Ven a los brazos de tu esposo —obviamente no esperó que obedeciera. La tomó con fuerza y él mismo la estrechó contra su cuerpo. Le acarició y besó el cabello, todavía perfumado para hacer juego con los ajuares matrimoniales—. ¿Por qué? Preguntas —continuó muy quedo contra el oído ajeno—, porque puedo, porque pude, porque podré. Porque no hay nadie capaz de interponerse en mi camino. Porque después de tantos años, me aburro con facilidad y sólo encuentro entretenimiento en destruirlos a ustedes, los mortales —su discurso fue siendo cada vez más fuerte, su voz se fue tornando más áspera.
Tomó el suave cabello de Vesper y lo retiró de su cuelo. Olió profundamente la yugular. Detrás de la fragancia que vestía para la ocasión, estaba su aroma natural y lo volvía loco. Que su esposa no se confundiera, en verdad lograba seducirlo y conquistarlo. Tal vez no como ella hubiera deseado. Deslizó la punta de la nariz a lo largo de la arteria. Luego dejó un rastro de besos. Podía sentirla temblar en sus brazos y eso le provocaba mas deseo, más ansiedad.
—Es nuestra noche de bodas, Vesper. La gente espera que compartamos el lecho —continuó con aquellas macabras caricias y finalmente, de entre la insondable oscuridad, un destello se produjo como el filo de una daga. Los colmillos de Aleksandr estaban listos para atacar.
Última edición por Aleksandr Mussorgsky el Mar Mayo 17, 2016 9:54 pm, editado 1 vez
Aleksandr Mussorgsky- Vampiro Clase Alta
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Re: The Dying of the Light → Privado
Parecía estar viviendo la peor de las pesadillas posibles. No, aquello era peor que una pesadilla pues jamás despertaría. Pasaron por su mente las clases de caza que le dio su padre, como experta en el uso de las armas blancas pensó en tratar de matarlo pero, ¿cómo iba a hacer eso? Hasta hacía un momento ni sabía de la existencia de los vampiros y a pesar de todo seguía amándolo. Rogaba a Dios el momento en que él se diera cuenta de la locura que cometía y la pidiera perdón, el momento en que de verdad pudiera empezar su vida de casados como la planearon… De momento lo único que quería y anhelaba es que se cansara de jugar con ella y saliera de la habitación pero nada más lejos de la realidad, su gesto se tornaba cada vez más oscuro cuando ella demostraba estar sufriendo en sus manos. -Te casaste conmigo para aparentar la vida perfecta, para presumir de una mujer hermosa en las fiestas…-, costaba imaginar algo más humillante para Vesper. La ceguera del amor la había llevado a ese punto, incluso sintió una punzada de rencor hacia sus padres por tampoco haberse dado cuenta del monstruo que era realmente Aleksandr. Ahora llevaba su apellido y él tenía razón, le pertenecía por completo. Si se divorciaba sería ella la perjudicada y repudiada tanto por la sociedad como por su familia; si huía casi a ciencia cierta se quedaría sin ellos; así como si le denunciaba a la Santa Inquisición. No tenía vía de escape, al menos no de momento. Las palabras de su marido se lo confirmaron, prometió firmar la sentencia de muerte de cada miembro de su familia si intentaba algo contra él.
De nuevo las lágrimas escaparon de sus ojos una tras otra en silencio, tenía tal mezcla de sentimientos que se sentía completamente mareada. Estuvo tentada de retirarse cuando este aparentemente diligente recogió las lágrimas que caían por sus mejillas, mas no tardó ni un momento en retirar las manos. Se encontraba ahora acorralada entre esos brazos que durante tanto tiempo deseó encontrarse, ¡cómo se tornaban los deseos en contra de uno mismo! Mantuvo el cuerpo tenso sin imitar el gesto de él al abrazarla, se había convertido en un cuerpo inmóvil en apariencia carente de vida, pues él se la estaba arrancando poco a poco. Apretó los ojos con fuerza tratando de reprimir el pavor y aversión que le producía que la besara en ese momento. -Yo no traté de interponerme en tu camino-, fue lo único que alcanzó a contestarle tras su explicación, aunque estaba segura de que de ninguna manera iba a conseguir ablandar aquel corazón inexistente. Sin embargo quizás usando el poder femenino que él apenas conocía de ella pudiera conseguir salir no tan mal parada, era una idea suicida y Vesper lo sabía pero, ¿qué más opciones tenía? -¿No hay nada que verdaderamente te gustara de mi?-, preguntó ladeando la cabeza por las maniobras que él realizaba en su cuello. De nuevo sintió su propio cuerpo temblar de miedo por la manera en que besaba su cuello y las manos vagaban por la cintura. Le miró con los labios entreabiertos y los ojos rogando su indulgencia. Nada bueno podía salir de yacer junto a él esa noche, Aleksandr no tenía control sobre sí mismo y parecía estar excitado y ansioso a partes iguales.
Retrocedió, no supo cómo, en cuanto vio los dientes del vampiro. El cabecero le impidió alejarse más de él pero encogió las piernas deseando hacerse pequeña e invisible para sus ojos, le temía… ¡oh, vaya que si lo hacía! Por el gesto que adornó el rostro de Aleksandr supo que había cometido un error, primero vio enfado pero luego fue sustituido por una sonrisa que era mil veces más aterradora, pues presagiaba un desastre inminente. -Por favor… Haré lo que quieras pero no me hagas daño-, sólo con mover un dedo ella estaría muerta, o quizás la dejara desangrándose. Jamás la mente de Vesper había tenido tales imágenes de ese tipo, y hasta ahora estaba sufriendo más por el mero miedo, que porque él le hubiera hecho algo físicamente. Sollozó de miedo cuando le vio acercarse nuevamente y escondió el rostro entre los brazos que abrazaban a su vez las rodillas de la joven. -Aleksandr…-.
De nuevo las lágrimas escaparon de sus ojos una tras otra en silencio, tenía tal mezcla de sentimientos que se sentía completamente mareada. Estuvo tentada de retirarse cuando este aparentemente diligente recogió las lágrimas que caían por sus mejillas, mas no tardó ni un momento en retirar las manos. Se encontraba ahora acorralada entre esos brazos que durante tanto tiempo deseó encontrarse, ¡cómo se tornaban los deseos en contra de uno mismo! Mantuvo el cuerpo tenso sin imitar el gesto de él al abrazarla, se había convertido en un cuerpo inmóvil en apariencia carente de vida, pues él se la estaba arrancando poco a poco. Apretó los ojos con fuerza tratando de reprimir el pavor y aversión que le producía que la besara en ese momento. -Yo no traté de interponerme en tu camino-, fue lo único que alcanzó a contestarle tras su explicación, aunque estaba segura de que de ninguna manera iba a conseguir ablandar aquel corazón inexistente. Sin embargo quizás usando el poder femenino que él apenas conocía de ella pudiera conseguir salir no tan mal parada, era una idea suicida y Vesper lo sabía pero, ¿qué más opciones tenía? -¿No hay nada que verdaderamente te gustara de mi?-, preguntó ladeando la cabeza por las maniobras que él realizaba en su cuello. De nuevo sintió su propio cuerpo temblar de miedo por la manera en que besaba su cuello y las manos vagaban por la cintura. Le miró con los labios entreabiertos y los ojos rogando su indulgencia. Nada bueno podía salir de yacer junto a él esa noche, Aleksandr no tenía control sobre sí mismo y parecía estar excitado y ansioso a partes iguales.
Retrocedió, no supo cómo, en cuanto vio los dientes del vampiro. El cabecero le impidió alejarse más de él pero encogió las piernas deseando hacerse pequeña e invisible para sus ojos, le temía… ¡oh, vaya que si lo hacía! Por el gesto que adornó el rostro de Aleksandr supo que había cometido un error, primero vio enfado pero luego fue sustituido por una sonrisa que era mil veces más aterradora, pues presagiaba un desastre inminente. -Por favor… Haré lo que quieras pero no me hagas daño-, sólo con mover un dedo ella estaría muerta, o quizás la dejara desangrándose. Jamás la mente de Vesper había tenido tales imágenes de ese tipo, y hasta ahora estaba sufriendo más por el mero miedo, que porque él le hubiera hecho algo físicamente. Sollozó de miedo cuando le vio acercarse nuevamente y escondió el rostro entre los brazos que abrazaban a su vez las rodillas de la joven. -Aleksandr…-.
Marla Van Driesten- Vampiro/Realeza
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Re: The Dying of the Light → Privado
“Insanity and fear
overwhelm the humans,
outnumbered and inferior.”
— 1349, From the Deeps
overwhelm the humans,
outnumbered and inferior.”
— 1349, From the Deeps
Vesper era una mujer inteligente. Aleksandr tenía la mala costumbre de subestimar a los demás, de tildarlos de inferiores sin haberlos enfrentado realmente, era su gran error, quizá, a la larga, esa sería su perdición; sin embargo, con la que era ahora su esposa había sido distinto. Había tenido tiempo para conocerla, y no lo desperdició. Debilidades y alegrías, manías y tristezas, todo le servía para su gran juego de manipulación, y en ese periodo, quiso o no, se dio cuenta de aquello, era una mujer inteligente a pesar de la velada ingenuidad y del devoto amor. Esa noche, sus palabras, se lo confirmaron. Sonrió, satisfecho. Los humanos, ese género taxonómico del que ya no se sentía parte, no dejaban de sorprenderle. La mayoría de las veces, signos pequeños e insignificantes, pero en esa ocasión, en la frágil naturaleza humana, reafirmaba su propia vileza.
Le enternecieron los esfuerzos de Vesper. Le enternecieron todo lo que se podía, tratándose de él. Lo que sucedía era que, con Aleksandr todo se retorcía de maneras casi irreales. Aquel sentimiento, otrora sutil, era para el vampiro un aliciente. Un llamado macabro a destruir, ¿cómo podía existir la pureza? Pues él era podredumbre que lo devora todo. Rio bajo y roncamente, apenas audible, fue más notorio en el movimiento de sus hombros.
—Umh —gruñó contra la piel de su mujer—. Hay muchas cosas que me gustan de ti —y no mentía—. Eres hermosa, digna de mí. Eres frágil, fácil de romper. Me amas… ¿no es así? Ese es el poder más absoluto que podría pedir —reafirmó. Y así era, algo tan lozano como el amor mutaba al más abyecto de los sentimientos.
Antes de que se diera cuenta, Vesper logró escaparse ante el inminente peligro. Suspiró, más divertido que cansado. ¿A dónde iba a ir? No tenía escapatoria y él estaba dispuesto a jugar su juego, porque eso era lo que Aleksandr hacía, divertirse con la gente y con el mundo, y una vez aburrido, desecharlos como si cualquier cosa. Chasqueó y negó con la cabeza como un padre que ríe y juzga algún comportamiento inapropiado por parte de su hijo. Por una brevedad borró la expresión satisfecha y la seriedad fue más producto del impacto, pronto volvió a esa sonrisa socarrona de quien se sabe ganador incluso antes del enfrentamiento.
—Ah —se detuvo y soltó con teatralidad—. Aleksandr, me encanta cómo pronuncias mi nombre. Lo dices como si rezaras, como si imploraras, como si le temieras; así debe ser pronunciado. Aunque le hace falta algo… algo vital —entonces finalmente reanudó su actuar, estiró una mano y tomó una de las ajenas, asida a las rodillas. Vesper hecha un ovillo en la cama. La haló con fuerza, aunque no la suficiente como para hacerle daño realmente—. Hace falta desesperación —abrió los ojos verdes como esmeraldas fundidas. Oscuros en rabia y deseo. La miró con la intensidad con la que estallan las galaxias. Con un fuego fatuo que hipnotiza.
—Esto es lo que quiero, Vesper. ¿No lo ves? Quiero tu alma, quiero tu corazón, tu voluntad, tus deseos de vivir. Los quiero para luego aplastarlos frente a tus ojos —conforme hablaba, su voz sonaba más y más álgida, excitada incluso. Se relamió los labios y la volvió a jalar hacia sí, hasta que ambos pechos quedaron uno enfrentado con el otro.
—Quiero tu sangre —habló con un tono lejano y profético, de arcángel anunciando el final de los tiempos. Con violencia la tomó de los hombros; se notaba un deseo real de hacer daño, de marcar, de imprimir su sello en el cuerpo delicado de Vesper.
La llevó contra la cama, ahí la acorraló. Su expresión era la de un desquiciado que por las noches sin luna busca víctimas para matar sin razón. No había descripción más fiel de Aleksandr. Tardó unos segundos mirando a su esposa. No sonreía, su rostro era todo furia y anhelo. Entonces, en un movimiento imperceptible para el ojo humano, se fue contra el cuello ajeno, enterrando las fauces en la suave y final piel, yendo hasta el músculo, abriéndose paso hasta la arteria. Su rostro desleído entre la perfumada cabellera ajena. Su fuerza la suficiente como para someterla, aunque conforme extraía de ella la vida, su lucha se volvía más débil.
Última edición por Aleksandr Mussorgsky el Lun Ago 22, 2016 10:18 pm, editado 1 vez
Aleksandr Mussorgsky- Vampiro Clase Alta
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Re: The Dying of the Light → Privado
No conseguía encontrarle sentido a la situación por la que estaba pasando. Cuanto más hablaba su marido más claro dejaba que no era una persona en sus cabales, sino más bien un hombre cansado de sí mismo y de la sociedad que le rodeaba, alguien tan hastiado e iracundo que quería destruir toda posibilidad de belleza y bondad, incluso si estuviera cerca de él y le pudiera hacer algún bien. Tuvo que dejar la postura en que se encontraba debido al tirón de Aleksandr, parecía disfrutar del temor que se reflejaba en los ojos de Vesper, se alimentaba de ello. -¿Qué ganarás tú cuando hayas acabado con todo lo que soy? Si me destruyes no quedará nada de lo que puedas presumir ante nadie, nada de lo que dices que te gusta de mi. ¿Tan solo te gusta cómo soy porque crees que lo puedes devastar a tu paso?-. No soportaba ya estar en aquella cama con él, las ganas y el nerviosismo de compartir el lecho conyugal, habían tornado miedo y repulsión por haber caído en las garras de alguien tan desequilibrado como Aleksandr.
Igual la daría gritar, pelear o tratar de huir, cerró los ojos ante ese nuevo tirón de su esposo y se quedó totalmente quieta. Era él quien la movía a su antojo como si se tratara de una muñeca rusa y finalmente el dolor. Ahí abrió los ojos de golpe e interpuso las manos entre ambos pechos, luchando por separarle de ella, sobra decir que sin éxito. Jamás había experimentado nada similar a aquella sensación, literalmente pareciera que Aleksandr estuviera chupándole la vida. Cuanto más tiempo permanecía este bebiendo de la Vesper, menos fuerza se notaba ella, las piernas le fallaban y era él quien la sostenía en la posición necesaria para seguir bebiendo, acabó por marearse y perder el control total de su cuerpo. No tenía opción de moverse, tan solo veía lo que pasaba a su alrededor y lo escuchaba. La boca de Aleks estaba cubierta de sangre y su gesto de triunfo era palpable, la sonrisa le daba un aire macabro y más aún su risa; esa que antes amaba y ahora la aterraba.
¿Qué vendría a continuación? ¿Sería capaz de tomarla en ese estado y hacerla su esposa en todos los sentidos? Sabía que estaba nuevamente tumbada en la cama pues sentía en las palmas de las manos la suavidad de las sábanas, mas él había desaparecido de su campo de visión. -Aleksandr, ayúdame…-, qué súplica más inútil. Temía por su vida, el frío se adueñaba de ella y sus sentidos fallaban, la visión estaba borrosa y la cama por la zona de la almohada cada vez estaba más roja por lo que al haberse retirado este de beber en su cuello la herida no se había cerrado sino que seguía vertiendo ese líquido vital y perdiendo fuerza. Si Aleksandr no hacía nada acabaría muriendo el día mismo de su boda, pero en ese momento recordó las palabras del vampiro, pretendía ir jugando con su vida poco a poco, no de una sola vez, eso le resultaría aburrido por lo que se limitó a taponar la herida con los dedos y esperar.
Las horas habían pasado y se encontraba en el mismo lugar pero sola. En el cuello ahora tenía una gasa que había cubierto la herida. La despertó una de las criadas de la casa Mussorgsky y le dedicó una mirada triste antes de salir por la puerta pero sin dirigirle la palabra. Se levantó de la cama y comprobó que se encontraba mucho mejor que antes de quedarse dormida la noche anterior, agradeció ver la bandeja llena de comida y un buen zumo recién exprimido, devoró todo con ganas y pasó al baño para asearse, pues quien hubiera cuidado su herida no había limpiado toda la sangre. Más tarde debería ir al banco por lo que más le valía estar presentable cuando tuviera que salir de casa.
Igual la daría gritar, pelear o tratar de huir, cerró los ojos ante ese nuevo tirón de su esposo y se quedó totalmente quieta. Era él quien la movía a su antojo como si se tratara de una muñeca rusa y finalmente el dolor. Ahí abrió los ojos de golpe e interpuso las manos entre ambos pechos, luchando por separarle de ella, sobra decir que sin éxito. Jamás había experimentado nada similar a aquella sensación, literalmente pareciera que Aleksandr estuviera chupándole la vida. Cuanto más tiempo permanecía este bebiendo de la Vesper, menos fuerza se notaba ella, las piernas le fallaban y era él quien la sostenía en la posición necesaria para seguir bebiendo, acabó por marearse y perder el control total de su cuerpo. No tenía opción de moverse, tan solo veía lo que pasaba a su alrededor y lo escuchaba. La boca de Aleks estaba cubierta de sangre y su gesto de triunfo era palpable, la sonrisa le daba un aire macabro y más aún su risa; esa que antes amaba y ahora la aterraba.
¿Qué vendría a continuación? ¿Sería capaz de tomarla en ese estado y hacerla su esposa en todos los sentidos? Sabía que estaba nuevamente tumbada en la cama pues sentía en las palmas de las manos la suavidad de las sábanas, mas él había desaparecido de su campo de visión. -Aleksandr, ayúdame…-, qué súplica más inútil. Temía por su vida, el frío se adueñaba de ella y sus sentidos fallaban, la visión estaba borrosa y la cama por la zona de la almohada cada vez estaba más roja por lo que al haberse retirado este de beber en su cuello la herida no se había cerrado sino que seguía vertiendo ese líquido vital y perdiendo fuerza. Si Aleksandr no hacía nada acabaría muriendo el día mismo de su boda, pero en ese momento recordó las palabras del vampiro, pretendía ir jugando con su vida poco a poco, no de una sola vez, eso le resultaría aburrido por lo que se limitó a taponar la herida con los dedos y esperar.
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Las horas habían pasado y se encontraba en el mismo lugar pero sola. En el cuello ahora tenía una gasa que había cubierto la herida. La despertó una de las criadas de la casa Mussorgsky y le dedicó una mirada triste antes de salir por la puerta pero sin dirigirle la palabra. Se levantó de la cama y comprobó que se encontraba mucho mejor que antes de quedarse dormida la noche anterior, agradeció ver la bandeja llena de comida y un buen zumo recién exprimido, devoró todo con ganas y pasó al baño para asearse, pues quien hubiera cuidado su herida no había limpiado toda la sangre. Más tarde debería ir al banco por lo que más le valía estar presentable cuando tuviera que salir de casa.
Marla Van Driesten- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 53
Fecha de inscripción : 30/12/2015
Re: The Dying of the Light → Privado
“Chained in torment, till the end of hell and heaven's reign,
suffering in your damnation forever and a day,
tribulation, destiny, the verge of your demise,
memories of all you've done, to haunt your afterlife.
Hell, coming to fast to repel, into the pit of dispel,
leaving the body and soul, into the darkness you go.”
— Deicide, Into The Darkness You Go
suffering in your damnation forever and a day,
tribulation, destiny, the verge of your demise,
memories of all you've done, to haunt your afterlife.
Hell, coming to fast to repel, into the pit of dispel,
leaving the body and soul, into the darkness you go.”
— Deicide, Into The Darkness You Go
Lo entendía. Ella lo entendía. Hacía preguntas porque comprendía de mejor modo lo que intentaba que la mayoría de la gente. Sonrió sin soltarla, sólo hasta que fue débil en sus brazos, dejó de beber de ella, sólo para alejarse y observarla rodeada de ese halo escarlata que, con la poca luz, parecía negro. Su plegaria, tonta e inútil le supo casi tan bien como su sangre. Cuando la estaba cortejando, la había olido un par de veces, se había contenido de beber de ella, porque el aroma que desprendía era exquisito y ahora sólo lo comprobaba.
La observó impasible mientras ella se desvanecía. La imagen de ambos extinguiéndose como una carta devorada por el fuego, cuyo contenido nadie fue capaz de leer. Cualquier historia o confesión que hubiera estado plasmada ahí, se había ido, para siempre.
Por un instante Aleksandr consideró dejarla ahí, a su suerte. Que muriera, que al día siguiente una de sus mucamas encontrara el cuerpo de Vesper, trágica, muerta en su noche de bodas. Pero eso implicaba demasiadas molestias para él; para empezar, debía buscar una nueva residencia, hasta que el triste relato de la novia asesinada por su propio marido, un monstruo más allá de lo decible, fuera tan sólo una leyenda que se contara en las calles de París. Además, existía el augurio de seguir jugando con Vesper, la tenía ahora en su poder como para simplemente desecharla. Se relamió la boca, con aquel gusto a hierro, pero también, con un dejo dulce, como un vino afrutado. Ese era el sabor particular de su esposa, jamás iba a olvidarlo. Se acercó sólo cuando estuvo seguro que había perdido el conocimiento y la curó. Sus dedos se mancharon de sangre y los relamió una vez que hubo terminado, sólo para dejarla ahí, al borde de la muerte, pero sin terminar de empujarla. Era más terrible eso, que abriera los ojos y que se diera cuenta que la pesadilla apenas estaba comenzando,
***
Había dado la orden de que lo llamaran cuando Vesper despertara. Y así fue informado. Mandó de regreso a la criada, asustadiza con justa razón, a que se asegurara que todas las ventanas estuvieran cerradas en la habitación nupcial. Una vez que la sirvienta se marchó de vuelta, Aleksandr se puso de pie, alto, altísimo y con maldad renovada.
Llegó hasta la habitación donde encontró a la mujer terminando de correr las gruesas cortinas, aunque éstas ya estaba acomodadas para no dejar que ningún rayo solar se filtrara. Aleksandr jamás había dicho nada de su condición a sus lacayos domésticos, pero, después de tanto tiempo y excentricidades, seguro ya habrían sumado uno más uno. Con un ademán de la mano le dijo a la mujer que se marchara y ella se apresuró a hacerlo; la furia de su amo era algo que todos en esa casa evitaban a toda costa.
Una vez que escuchó la puerta cerrarse a sus espaldas, atravesó la habitación hasta el baño, donde Vesper estaba. Podía escucharla, pero sobre todo, olerla… la herida abierta como una flor que saluda a la luna. Abrió sin anunciarse y la observó a través de espejo, donde él mismo no proyectaba reflejo alguno. Sonrió satisfecho de su obra, aunque ésta estaba lejos de estar concluida. Se acercó hasta ella, quiso ver de cerca esos preciosos y enormes ojos, asustados, confundidos, destrozados.
—¿Cómo dormiste, mi amor? —Era una cuestión tan sencilla, y en voz de Aleksandr, soñaba como una maldición, como un conjuro emponzoñado que deja todo pútrido a su paso. Veneno del más puro y el más vil. Terminó de salvar la distancia y con el dorso de su helada mano, retiró el cabello del cuello de Vesper, para ver la herida que él mismo había curado precariamente—. Ouch, debe dolerte, ¿no es así? Es una herida muy fea —la acarició con lascivia, ternura y crueldad, todo al mismo tiempo, todo remarcado para hacer más daño.
—¿Es que acaso tienes planeado salir? —Preguntó entonces, su gesto relajado, pero algo en él daba a entender la verdad, que en cualquier momento podría atacarte. Matarte. Desvanecerte. Consumirte hasta la última gota. Era una amenaza constante, como un cuchillo bien afilado, o una espada tan cerca del cuello que, a cada respiración, te corta de a poco.
Aleksandr Mussorgsky- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/10/2015
Localización : París
Re: The Dying of the Light → Privado
Desprovista de su ropa y a punto de meterse en la tina para darse un baño la encontró Aleksandr. La mirada del vampiro se clavaba en los ojos de la rubia como si de fuego se tratara, era difícil aceptar que te habías convertido en el juguete de un hombre cuyo único propósito en el mundo era hacer sufrir a los demás, destruir y devastar todo a su paso. Quería ver a Vesper doblegada y postrada a sus pies y lo peor es que con solo mentar a su familia lo conseguría, al menos hasta que desistiera en su empeño por seguir con vida. Instintivamente se llevó la mano al cuello, para cubrirse la herida que le había hecho la noche anterior. De nada sirvió pues fue lo primero a lo que el vampiro prestó atención y obligó a Vesper a dejar caer la mano nuevamente.
-Ya sabes cómo he dormido, así como conoces de sobra el estado de esa herida, no fue un error por tu parte-, espetó. Le tenía miedo y eso no iba a desaparecer de un día para otro, posiblemente se iría a la tumba temiendo a su marido y lo que pudiera hacer; pero hasta el día anterior el único sentimiento que había albergado hacia él era amor por lo que cuando la hacía enfadar su primer impulso era reaccionar como cualquier mujer haría con su marido, olvidando que aquella no era una relación al uso.
Se obligó a cerrar la boca y soportó el contacto con él con la mayor calma que pudo dada su situación. Estar desnuda frente a un hombre del que se podía esperar cualquier reacción no sería cómodo para ninguna mujer pero si a ello le sumamos que se trataba de una virgen y él un vampiro milenario, se podía imaginar uno los nervios de la joven rusa. Tragó saliva y cerró los ojos con fuerza luchando por no huir de sus manos, pues sabía que sería peor para ella resistirse. -Ahora no por favor, tengo que ir a trabajar-, se giró para evitar sentir el aliento de Aleksandr sobre su nuca y poder ver la mirada del vampiro y valorar su humor ese día. -Soy la directora del banco aquí en Francia, no puedo faltar al trabajo-, explicó, aunque se trataba de una vil mentira. Siendo la directora y habiéndose casado lo que menos esperaban en el banco es que fuera esa mañana a trabajar pero la necesidad por alejarse de él y aquella cárcel era superior a sus fuerzas. No tenía idea de denunciarlo de manera alguna, era demasiado peligroso, por lo que el vampiro bien podía estar tranquilo hasta el momento en que ella regresara… -Ahora me gustaría darme un baño y limpiarme la herida. No estaría bien que alguien lo viera y se preocupara por mi seguridad-, susurró con toda la suavidad que pudo. Necesitaba aprender a manejar a la bestia con que se había casado, debería esforzarse hasta la saciedad para ello.
Maldijo en su interior cuando Aleksandr puso aquella sonrisa, suspiró y evitó mirarle. No sabía si lo había hecho conscientemente o no, pero era la mueca que acabó por conquistar a la rubia cuando estaban en proceso de conocerse. Ahora no sabía cómo había pasado por alto los pronunciados colmillos del vampiro cuando charlaban o se reían juntos. Pero al fin y al cabo todo había sido una cruel mentira, por lo que ocultar una parte de él no le debió resultar muy complicado. -¿No me vas a dejar sola verdad?-, decidió romper ese momento –falso- de intimidad que se había creado y se sentó en la tina para enjabonarse y al menos entirse limpia. Saber que su marido y opresor estaba observando lo hizo claramente incómodo pero fingió que no le perturbaba su presencia, al menos hasta que salió y tuvo que ponerse a curar la herida de su cuello. -No llego bien, ¿puedes llamar a alguien para que me ayude?-
-Ya sabes cómo he dormido, así como conoces de sobra el estado de esa herida, no fue un error por tu parte-, espetó. Le tenía miedo y eso no iba a desaparecer de un día para otro, posiblemente se iría a la tumba temiendo a su marido y lo que pudiera hacer; pero hasta el día anterior el único sentimiento que había albergado hacia él era amor por lo que cuando la hacía enfadar su primer impulso era reaccionar como cualquier mujer haría con su marido, olvidando que aquella no era una relación al uso.
Se obligó a cerrar la boca y soportó el contacto con él con la mayor calma que pudo dada su situación. Estar desnuda frente a un hombre del que se podía esperar cualquier reacción no sería cómodo para ninguna mujer pero si a ello le sumamos que se trataba de una virgen y él un vampiro milenario, se podía imaginar uno los nervios de la joven rusa. Tragó saliva y cerró los ojos con fuerza luchando por no huir de sus manos, pues sabía que sería peor para ella resistirse. -Ahora no por favor, tengo que ir a trabajar-, se giró para evitar sentir el aliento de Aleksandr sobre su nuca y poder ver la mirada del vampiro y valorar su humor ese día. -Soy la directora del banco aquí en Francia, no puedo faltar al trabajo-, explicó, aunque se trataba de una vil mentira. Siendo la directora y habiéndose casado lo que menos esperaban en el banco es que fuera esa mañana a trabajar pero la necesidad por alejarse de él y aquella cárcel era superior a sus fuerzas. No tenía idea de denunciarlo de manera alguna, era demasiado peligroso, por lo que el vampiro bien podía estar tranquilo hasta el momento en que ella regresara… -Ahora me gustaría darme un baño y limpiarme la herida. No estaría bien que alguien lo viera y se preocupara por mi seguridad-, susurró con toda la suavidad que pudo. Necesitaba aprender a manejar a la bestia con que se había casado, debería esforzarse hasta la saciedad para ello.
Maldijo en su interior cuando Aleksandr puso aquella sonrisa, suspiró y evitó mirarle. No sabía si lo había hecho conscientemente o no, pero era la mueca que acabó por conquistar a la rubia cuando estaban en proceso de conocerse. Ahora no sabía cómo había pasado por alto los pronunciados colmillos del vampiro cuando charlaban o se reían juntos. Pero al fin y al cabo todo había sido una cruel mentira, por lo que ocultar una parte de él no le debió resultar muy complicado. -¿No me vas a dejar sola verdad?-, decidió romper ese momento –falso- de intimidad que se había creado y se sentó en la tina para enjabonarse y al menos entirse limpia. Saber que su marido y opresor estaba observando lo hizo claramente incómodo pero fingió que no le perturbaba su presencia, al menos hasta que salió y tuvo que ponerse a curar la herida de su cuello. -No llego bien, ¿puedes llamar a alguien para que me ayude?-
Marla Van Driesten- Vampiro/Realeza
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