De la mano junto... al Obispo (Libre)

por **Armand Duchamp** Dom Ene 10, 2016 5:14 pm

No tengo mucho que decir, más que recitar unas palabras en el conjuro de las politiquerías baratas de la realeza reunida...

Nunca entendí como un conjunto de matacanes podía dividir la vida misma, de la pobreza y las palabras de Dios, de lo que decían predicaban y de lo que en sus costumbrosas reuniones derrumbaban practicando lo contrario...
¡No me importaba! ¿Que más daba?, solo quedaba beber la copa de la discordia con estas serpientes de Adán, quienes desposaron de la inocencia al hombre de su Edén.
Aquella muchedumbre insaciable condecoraba esta reunión con trajes dorados y telas caricaturescas, con bífidas mascaras llenas de la perversión que nunca se dice de esta realeza morbosa y de la oscuridad artistocratica, pero que sepan ellos que un maestro inquisidor goza de tanta realeza como lo harían ellos y que en mi mano esta el poder de una Iglesia y de poder hacer lo que nazca de mi voluntad divina si así lo quisiera.

- Hey tu, trae a tu honorable servidor un trago del mejor vino que tengan... -

Verlos danzar entre risas podridas me repugnaba y si bien era un Obispo de nuestra Santa Iglesia Católica venia comúnmente a estas pocilgas adineradas a ver como entre tanta ociosidad las orgías burlescas se apoderaban de cuadros familiares y pelucas blancas como el traje que me vestía, como mencioné alguna vez la fragilidad del pecado humano, me gustaba rodearme de serpientes en un mar perverso de deseos reprimidos, aunque esta gentuza de reprimidos no tenían francamente nada...

Todo seria completo... ¡Si! completo si alguien me acompañase a beber un poco de Merlot o de Champagne si gustase pero, ¿es que tanto temor infundaba mi presencia en estas reuniones sociales?
Veía jovencitas en plena flor de la vida y otros viriles jóvenes dispuestos a soltar su sed y su libido en estas vírgenes de la realeza, lo bueno era que habían aprendido a no tener negros entre la servidumbre o de primer salto caerían los gritos del infierno en este lugar
Necesitaba compañía, no bastardos que por ver mi anillo corrieran a besarlo... necesitaba algo de acción.

- Esa persona... que se encuentra allá... ¿quien es? -

- No lo se su excelencia...-

- Da igual, que venga... -

por **Erkki Aliranta** Jue Ene 14, 2016 3:56 am

Erkki no era el tipo de hombre que se moviera entre los altos círculos de la sociedad, de hecho las fiestas nunca habían sido parte de su repertorio ni siquiera aún cuando estaba vivo. Una vez vampiro había mantenido en gran parte su personalidad apacible, le gustaban los lugares tranquilos para pasar una velada y a la par disfrutaba de su profesión como médico, del ajetreado ambiente del hospital, inclusive cuando este no era para nada tranquilo. Había sido un chico tímido y ensimismado en su juventud, asustadizo inclusive, pero ahora luego de 400 años de trasegar por ese mundo, Erkki era todo menos tímido, ahora gozaba de una actitud mucho más firme y segura.

¿Que hacía entonces en el palacio Royal? se preguntaba así mismo meneando la cabeza mientras observaba a uno de sus pacientes, el señor Fariello, hombre distinguido por sus negocios en el mercado de telas, quien sufría de una constante molestia en el pecho gracias a lo que parecía ser un problema en las arterías del corazón. El señor Fariello le había pedido personalmente que lo acompañase al evento, pues su esposa (preocupada por su salud) le había insistido que si no iba a con el médico, no se quedaría tranquila, y es que el hombre había tenido ya 3 pre infartos y sin embargo de alguna manera milagrosa salía bien librado de ellos.

Erkki no había tenido otra opción que asistir al baile y estar al pendiente del paciente en caso tal de que lo necesitase. Estaba sentado en una de las mesas cuando le mandaron a llamar, no se había fijado en los demás invitados, él no era alguien que se moviera entre esa clase adinerada por lo que no esperaba reconocer a nadie. Se levantó de la mesa y caminó hacía donde le habían indicado, un hombre de una edad aproximada a la suya estaba sentado en una de las mesas.

No lo reconoció al instante pues Erkki recién había llegado desde Finlandia y la gente importante de la ciudad (con ecepción de sus pacientes, claro) le tenía sin cuidado.

- Me mandó a llamar ¿Monsieur? - Preguntó cortésmente, el hombre lucía bastante elegante y su mirada era profunda, Erkki tenía la impresión de estar mirando a alguien que había visto cientos de horrores y que vivía para contarlo.

por **Armand Duchamp** Dom Ene 17, 2016 1:52 am

Servidumbre... ineficiente, incapaz... escombro de la sociedad, ni eso podían hacer bien, avisar a una persona que su humilde servidor lo esperaba...
¡¿Es que acaso debía hacer todo yo?!
¡¿Es que nadie sabia quien era, el Obispo Duchamp de nuestra Sagrada Iglesia Católica?!
Nuestra élite... tenia tan poca decencia que ni entrenar a sus lacayos podían hacer bien. Era el hazme reír de toda Francia y lo peor, es que venia la aristocracia Europea a contagiarse de tan mala clase...
A quien habia llamado, mmm... tenia una curiosidad por conocer, parecía un hombre apuesto, algo distinguido y no se comportaba como la escoria de esta fiesta, debías saber mi querido lector, no había persona que rechazara en el mundo una invitación a sentarse junto al humilde Obispo Duchamp, creación divina de nuestro señor y quien por voluntad divina se bañaba en los aposentos sagrados de la gloria del Todopoderoso...

- Hey... tu... nunca te había visto, ven... siéntate junto a mi, ¿como te llamas hijo? -

Parecía un hombre callado, tranquilo, excelente para una confesión nocturna en el mismo infierno...
Puse mi mano frente a su persona, debía saber quien era... todos conocían mi excelsa presencia, el anillo de los apóstoles que brillaba con mágica plenitud debía ser besado por cada ser humano cosa u animal que osara enfrentarse a su servidor o siquiera, gozar de su prestigiosa compañía.

- Supongo sabes quien soy... no necesito presentación alguna, una persona de mi clase no la necesita... -

El mundo debía conocerme, mis palabras, fruto bendito del mensaje de Dios debía ser oído y quien lo escuchara sentirse bendecido por mi sola presencia.. Te cuento más, durante la misa en el Notre Dame muchos niños se acercaban a mi a orden de sus padres, ellos sabían la gloria que gozarían sus familias si dejaban que sus retoños fuesen benditos por mis manos... y una que otra parte de mi cuerpo... es por eso que protagonizaba personalmente las catequesis juveniles y como no... toda tarea administrativa que requería de mi hermosa firma... junto a una visita en mi oficina.

- Esta... gente, no merece de manera alguna el perdón de Dios, solo míralos... sus danzas ridículas, ¡cuando en el fondo quieren gozar del placer de la carne!... y se limitar a la cortesía, el cortejo romántico y las risas cínicas... no pareces ese tipo de gente... ¿quieres algo para beber?... yo invito... -

Me sorprendía escuchase con tanta devoción, parecía un hombre cauto y silencioso... aunque claramente no era francés y podía notarlo...
¡Yo conocía a cada hombre, mujer y niño en este inmundo país!
Y el... no era de estas tierras...

¿De donde eres... hijo mio?...

por **Erkki Aliranta** Mar Ene 19, 2016 1:02 am

Se sentó en la mesa cuando fue invitado y se acomodó la solapa del traje que traía. No vestía las ropas más caras ni tampoco las telas más finas, sin embargo llevaba su traje pulcro y limpio, con cada detalle cuidado perfectamente, su trabajo como doctor en el quirógrafo se veía reflejado también en su estilo de vida y por supuesto, en su apariencia. Él hombre frente a él había colocado la mano sobre la mesa dejando en evidencia un enorme anillo.

Por unos instantes Erkki no le prestó en atención pero cuando el hombre había dicho que debía de conocerlo, el Vampiro tragó saliva y reconoció el símbolo en el anillo. Aquel hombre no podía ser otra persona que el Obispo. No le había visto en persona antes, pero estaba al tanto de la organización de la iglesia Católica, especialmente desde que la Inquisición había estado pisándole la cola a las criaturas sobrenaturales. Era mejor estar informado para poder evitar problemas.

- Monseñor... disculpe mi torpeza - Dijo al fin, ocultando la creciente sensación que se revolcaba en su estómago ¿Era miedo lo que sentía?, se preguntó así mismo mientras colocaba su mejor expresión serena - No soy Frances... he llegado al país hace poco transferido desde un hospital en Finlandia, pero reconozco el anillo por supuesto... - Le explicó manteniendo un tono cortés - Soy el Doctor Aliranta - Se presentó con simpleza y ante el comentario del Obispo, el vampiro desvió la mirada hacía el baile que se llevaba a cabo en la sala.

- Es parte de la naturaleza humana intentar ocultar nuestras verdaderas intenciones y deseos - Comentó ante las palabras de su interlocutor - Yo lo llamaría instinto de supervivencia - Agregó con una media sonrisa que ocultabas muy bien sus colmillos - Pero estoy de acuerdo con usted Monsieur, No soy de este 'tipo' de gente y no he venido a este evento para gozar del baile o los cortejos - Le explicó volviendo su vista hacía él - He venido ejerciendo mi labor profesional ¿Ve usted a Monsieur Fariello? Es uno de mis pacientes, estoy aquí por él -

por **Armand Duchamp** Vie Ene 22, 2016 1:38 pm

Muy bien... que pensaba de la dulce inocencia con la que las hijas de la realeza se tomaban las manos mientras nadie sabia, más que en confesión que eran lesbianas y ya no vírgenes, su risa picaresca mientras jugaban con dulces falicos dejaban entrever que ya conocían el pecado... o el placer de la carne, dependiendo de quien lo mire y que más daba, eran hijas de la incestuosa realeza, podían hacer lo que les entrara en gusto...
El palacio Royal tenia ese delicioso detalle, cada habitación daba paso a los más preciados instintos de la raza humana, las otras malditas razas como los hijos de Lilith habían traído el pecado original a nuestra sangre mientras los hechiceros, las putas o los licantropos que a fin de cuentas eran lo mismo, parecían marionetas en su afán por parecerse a nuestra raza o los que quedábamos de ella.

- La otra noche había tenido una reunión con un bastardo del clan Capadocia, se parece a quien ud. me dice es su cliente... no, la verdad es que entre un vampiro y la aristocracia europea me parecían igual de petulantes y desastrosos. -

Era costumbre agitara el vaso con alcohol mientras hablaba de lo maravilloso que era el mundo aristocratico, un delicioso y pérfido mundo que aun los más pobres anhelaban tener y convivir.

- Hey tu... como se encuentra la sala de menesteres, supongo que esta listo como lo había pedido... -

- Si su excelencia, tal como ud. lo pidió. -

- Excelente, como es nuevo en estas asquerosas fiestas, ¿Quiere dar una vuelta? Tómelo como un regalo de bienvenida a nuestras tierras, al país de las libertades... -

Me levanté de ese haciendo calcinante, el cuero de toro no era tan agradable como uno pensase y la verdad me estaba aburriendo de observar la fanfarronería aristocrática, todos aquí en Francia sabían, que yo era la fuente de sus más deliciosos secretos, estaba por supuesto sobre ellos y me agradaba esa cómoda posición.
- Vamos joven Aliranta, no querrá perderse la entretención, más si viene a conocer Francia. -

El palacio Royal tenia una serie de escalafones, cada uno más bizarro. En estas fiestas se preparaban todos los placeres que podía imaginar el hombre, el emperador Caligula en lo personal seria el hazme reír si comprendiera en que podía gastar el dinero de un país la realeza europea, sobre todo cuando se trata de placeres mundanos...
Pero ya tendríamos tiempo de explicar como conocer el palacio Royal... si eres un ricachon y no sabes donde entretenerte...

Bienvenido al infierno... joven lector...

por **Erkki Aliranta** Lun Ene 25, 2016 2:20 am

La respuesta del Obispo le dejó desconcertado, había mencionado a un vampiro y Erkki no estaba seguro de lo que estaba hablando, sabía de ante mano que la iglesia sabía de la existencia de las criaturas de la noche y por supuesto era de esperar que el más alto representante de dicha institución estuviera al tanto, sin embargo no estaba seguro de que el obispo supiera que él era un vampiro. Después de todo Erkki sabía ocultarlo bien, no iba por ahí alardeando de sus poderes mentales, usándolos para acostarse con doncellas, ni tampoco atraía la atención vistiendo de forma siniestra.

Quien lo viera, pensaría simplemente que se trataba de un doctor, Erkki no tenía intenciones de ser ese estereotipo de vampiro malvado que asecha en las sombras, tampoco era que tuviera una personalidad que combinara bien con esa imagen.

Prefirió quedarse callado, atento al próximo movimiento del Obispo, no sabía porqué pero sentía un creciénte miedo crepitar dentro de su cuerpo, al fin y al cabo estaba frente a un inquisidor ¿verdad? y él sabía de primera mano lo peligrosos y crueles que podían llegar a ser. Cuando le ofreció mostrarle el palacio, tragó saliva deseando que la confusión no se notara en su rostro ¿Quería alejarlo del salón principal para poder tomarle desprevenido en alguna habitación alejada?

- Agradezco mucho su cortesía - Respondió poniéndose de pie, no tenía otra opción que aceptar la invitación, sería mucho más sospechoso si la rechazaba, y estaba seguro de que ese hombre no aceptaría un no por respuesta - Me temo que no puedo alejarme por mucho tiempo del salón principal, puesto que debo estar pendiente de mi paciente - Le indicó con una venia caballerosa.

por **Armand Duchamp** Mar Ene 26, 2016 5:41 pm

Bueno... la situación era de la siguiente forma, la realeza no era lo que aparentaba ni este inmundo palacio era lo que decía ser, todos mentían y se cobijaban en un manto de mascaras monstruosas y teatrales como si fuese un maldito concierto de juglares, de la más asquerosa calidad.

Como le había prometido a mi querido lector, explicaríamos un poco, como conocer el palacio Royal... "La maison des rêves"... o la casa de los sueños... yo prefería decir que era el puterío de la realeza, donde podías contagiarte de sifilis si no visitabas el salón correcto o de herpes si besabas a la hija de algún conde poco educado, aquí debías saber donde pisabas o podías terminar en una orgía vampiresca donde seas tu el festín y no tendrías escapatoria.

- Despreocúpese querido Doctor, su paciente no se moverá de este palacio... nadie lo hace hasta la madrugada. -

Caminamos desde las escaleras mientras en un costado se podía observar a través de una puerta como la hija del Conde de Souchaux follaba con un asqueroso negro sin alma, mientras la mesa de fino roble inmutada dejaba caer el vino a cada embestida de esos animales, sobre la hija pequeña y deseosa de placer de un hombre "honorable"...
¿Como pensarías que una jovencita de 16 años desearía gozar de los placeres carnales a tan corta edad siendo su padre miembro de la Corte de justicia francesa?
Te dejaba pensando que la realeza no era más morbosa porque la vida era corta, pero en parte tenia un motivo de fuerza... la vida era demasiado corta y debía disfrutarse...

- Debe cuidar donde pisa su honorable doctor, sabrá diferenciar entre una mancha de vino y otra... de sangre. -

Debía aceptar que era bastante sarcástico con todos mis invitados, era lo que merecía y era un regalo divino, del cual no se me podía culpar por reivindicarlo, era mio porque Dios así lo quiso...

El primer piso, del cual comenzaba todo, era el de fiestas, generalmente se celebraban fiestas de disfraces y de mascaras, todo dentro de lo que debía respetarse y los más nuevos debían aprender.
Ciertos salones... como de costumbre, se utilizaban para orgías de todo tipo, como donde acabamos de pasar.
El segundo piso, mucho más amplio, se agrupaban una fila de salones en un pasillo que parecía casi infinito, en ellos las tres primeras salas eran prohibidas y solo afiliadas a los amigos de la realeza francesa, dentro encontrabas mujeres árabes que leían todo el día libros como el Kamasutra o Las mil y una noches, eran concubinas que dedicaban su vida al placer carnal y a los actos inimaginables para cualquier mortal. Las siguientes salas comprendían el salón Vouyerista donde podías mirar parejas teniendo sexo, escondido claro desde la oscuridad... habían ciertos salones que procuraba cierto cuidado, como el salón Pandora donde gran parte de las putas y putos tenían alguna enfermedad, era una verdadera caja de sorpresas... de ahí su nombre, normalmente caían los desprevenidos y se utilizaba como venganza a los infieles, todo esto amparado por la realeza...
Finalmente estaba la sala de menesteres; un gran salón donde podías sentarte y beber lo que quisieras, obtener lo que quisieras y de la manera que quisieras, no era extraño ver las orgías monumentales, relaciones homosexuales y porque no los gritos y gemidos de algún pobre idiota que haya provocado el deseo de algún adinerado bastardo y llevado a los pequeños salones oscuros... donde generalmente se practicaban las violaciones.

Nos iríamos a divertir un rato, junto a maese Aliranta quien debía estar aburrido en una ciudad tan puritana y detestable como París, un poco de la calidez francesa no le haría mal... quizás hasta lo disfrutaría.

- Y dígame... ¿Es casado, soltero o comprometido? Aquí olvídese de aquello, es un hombre libre y podrá disfrutar de lo que guste, pero no se asome por las diferentes salas en este enorme pasillo... no me hago responsable de lo que vea o pase... -

Las reglas eran simples... nadie decía ni miraba nada que no le incumbiese, a menos que estuviese seguro de querer participar en aquello, era un palacio peligroso si no se caminaba con cuidado o no se anduviese con alguien de confianza... como su excelentísimo servidor.

¿Les comenté que había un tercer piso en este palacio?...

por **Erkki Aliranta** Jue Ene 28, 2016 5:37 am

Siguió al Obispo a través del castillo con sus sentidos en alerta, sin perder detalle de todo lo que ocurría a su alrededor, una de las enseñanzas más valiosas que le había dado la vida a lo largo del tiempo era que debía ser muy cuidadoso y atento de sus alrededores, especialmente si se caminaba con el enemigo. No había sobrevivido 400 años por pura suerte, Erkki era un hombre metódico y observador. Los gemidos de las mujeres y hombres en los cuartos cuyas puertas entre abiertas dejaban vislumbrar los pecaminosos encuentros, retumbaban en sus oídos gracias a su condición vampírica.

Notó las manchas mucho antes de que el Obispo lo dijera en voz alta, el olor de sangre seca le llegaba desde diferentes direcciones, en ese lugar se habían cometido asesinatos, pensaba o quizás algún vampiro se había alimentado descuidadamente dejando la evidencia desperdigada. ¿Que pensaría de todo aquello el más alto representante de la Sacro-Santa iglesia Católica?.

Finalmente en el cuarto de menesteres, el ofrecimiento de su interlocutor le hizo sentir bastante incómodo, era como si el mismo Obispo le estuviera ofreciendo el pecado, cuando se suponía que debía aconsejarle para evitarlo. ¿O es que acaso la iglesia había cambiado sus tácticas en los últimos años?.

- Estuve casado hace tiempo, soy viudo - Le explicó tomando asiento, la sala ostentaba unos preciosos óleos de marcos de roble bordados y Erkki deseó que su hijo Soren, amante del arte, estuviera allí para apreciarlo - Pero... aún si mi esposa estuviera con vida... no me atrevería a cometer el pecado del adulterio- Continuó volviendo su mirada hacía el Obispo - Cuando un hombre se enamora de verdad... no hay tentación que logre destruir el lazo matrimonial - Continuó y luego se le ocurrió que el Obispo no sabría de que estaba hablando pues por su trabajo en la iglesia no podría experimentar la comunión en matrimonio - ¿Ha estado usted enamorado? - La pregunta le salió sincera y de repente Erkki pareció caer en cuenta de que, era una pregunta demasiado personal - Si no es una molestia que le pregunte este tipo de cosas su excelencia - Agregó con expresión humilde.

por **Armand Duchamp** Dom Ene 31, 2016 2:39 am

El amor... ya se había puesto sentimental el idiota... el amor era una emoción superflua, metafísica, asqueante... vomitiva... el amor era el sedante que tenia una pareja de esclavos que sabían serian separados por amarse... el amor era esa sensación inmunda que sentía una pareja irlandesa cuando sabían que al casarse un terrateniente cumpliría la prime nocte y follaria toda la noche a una doncella virgen que no sentía más que asco por ese hombre.
El amor era un sentimiento para pobres engreídos y pobres imbéciles, la aristocracia no amaba, procuraba llegar los Domingo a sus iglesias dominicanas donde la muchedumbre no podía llegar, a recibir la hostia mientras se golpeaban en el pecho porque la noche anterior habían follado con el negro sirviente o con la campesina que encontraban atractiva...
¿Me preguntaba de amor después de estar unos instantes en el Palacio Royal?
Claramente era un extranjero bastardo hijo de algún país donde los reyes se siguen acostando con sus hermanas para preguntarme semejante estupidez... el amor... ¡Ja!

- Me decepcionas jovencito... pensaba que un hombre de su categoría sabia perfectamente al lugar que venia... -

Unas mujeres desnudas y con unas mascaras brillantes danzaban alrededor de su majestad, mientras que en una esquina unas concubinas se masturbaban frente a la imagen del Dios Todopoderoso con un juguete falico parecido a una cruz, ¿no era magnifica tal blasfemia?

- No no no... aquí no se habla de amor, aquí se habla de placer... de sexo y lujuria... y de todo lo que puedas consumir... el amor déjalo para la gente pobre, ellos tienen la ilusión de que algún día podrán vivir del sembradío y cosechar si es que el rey no les chupa hasta la ultima moneda de lo recaudado... -

No eran palabradurias las que su servidor les decía, solo recordar la jocosa y morbosa confesión de la condesa de Austria y de como tuvo sexo con un grupo de esclavos eslavos que había traído directamente de la fría Rusia habían excitado a su divina excelencia, debía aceptar que durante muchas confesiones procuré tocarme en el confesionario... mientras escuchaba atento cada palabra de sus morbosos servidores, era humano también y la virilidad que Dios me había entregado era por algo... si el Todopoderoso nos hubiese querido para ser castos, no hubiese nacido con... tan impresionante cualidad.

- No haga me arrepienta de haberlo traído a este paraíso maese Aliranta... si no consumirá nada de este agradable paraíso persa, al menos beba algo con su servidor... aunque aquí... se bebe ajenjo... directamente de Rumanía, el licor de los Dioses... ¡Ja! -

Era claro, si querías sentir al máximo los placeres mundanos, debías subir al Olimpo y para eso se disponía de muchos alucinógenos y bebestibles que te hacían creer que estabas sentado junto al maldito de Zeus mientras follabas con la prostituta de Atheneas, todo tenia un porqué... y lo mejor que podías hacer era disfrutarlo...

¡Salud malditos pecadores!

por **Erkki Aliranta** Miér Feb 24, 2016 12:07 am

Mientras escuchaba al Obispo notó que habían otras personas en la sala de menesteres, había estado demasiado atento a lo que decía su acompañante que había ignorado las siluetas de otros humanos al fondo. De repente Erkki pareció comprender el sitio en el que se encontraba, parecía más un burdel que el mismo palacio Royal y las palabras del Obispo sólo provocaron que su desconcierto fuera en aumento. Realmente había asumido que acompañaría a su cliente rico a un simple baile, pero lo que estaba presenciando distaba mucho de la idea original que traía en mente.

-La verdad es que no... no me lo esperaba – Comentó con franqueza – Como le dije antes, es la primera vez que asisto a un evento de... este tipo, no sabía cuales eran las preferencias de mi paciente – Le explicó y entonces se pregunto, como era que la más alta figura de la iglesia estaba en ese tipo de evento.

¡El obispo literalmente le estaba ofreciendo el pecado! ¿Estaba jugando con él? ¿Era aquella una prueba para medir su compostura y sus principios morales?. Iba a negar el trago, pues se suponía que estaba en servicio ¿Qué tipo de doctor se embriaga mientras está de turno cuidando de un paciente?.

-Recibiré un trago su excelencia – Comentó desviando la mirada hacía la enorme puerta con decoraciones barrocas, por la cual estaban entrando unos sirvientes – Por cortesía... soy médico y estoy de turno – Agregó para dejar claro que no podía excederse.

- Y sobre el amor... - Continuó con la conversación mientras se cruzaba de piernas – Lamento contradecirlo pero creo que es un sentimiento que no perdona la clase social, es como la muerte... nos llega a todos eventualmente, no hay escape – Comentó, una sirvienta de cabello rizado y pecas con un vestido blanco cuya tela translucida dejaba entrever unos delicados pero generosos senos bajo ella se acercó con una bandeja y una sonrisa.

-¿Que desean tomar – Preguntó con voz tímida, era claro que se sentía intimidada ante la presencia del obispo. Erkki notó que al caminar se le notaban las piernas desnudas y adivinó que no traía nada más por debajo. ¿Le habrían obligado a vestir así para servir a los invitados?

Spoiler:

por **Armand Duchamp** Vie Feb 26, 2016 1:10 am

El azúcar caer en el ajenjo como un elixir de los dioses, nos hacia más divinos que los hijos del Olimpo, Zeus envidiaría nuestros placeres si existiera y Jesús no hubiese querido convertir el agua en vino si hubiese conocido los placeres alucinógenos del Ajenjo...
La verdad era, que tanto placer no cabía solamente en dos hombres mortales y que quería extasiar y conocer hasta que punto nuestro invitado era un puritano adicto al amor.

-...la muerte, la muerte no es más que el suspiro de no haber vivido lo suficiente, mueren los que yacen olvidados en el paraíso, mueren los que son perdonados de todo pecado pues no serán recordados... solo se perderán en el tiempo... -

Le susurraba al doctor que parecía sacerdote, mientras una sensual concubina danzaba semidesnuda a vista y paciencia de mis bajos instintos, era claro que al doctor ni se le erectaría con tener unos senos firmes frente a sus ojos, ni menos aun un trasero el cual tocar... odiaba a esos bastardos morales.

- Y bien, vera ud. que el amor puede ser de muchas formas... -

Solo un gesto me basto para que trajeran a las posaderas del gran salón a un maldito acusado de pederastia, había violado a su hija de 10 años y la había embarazado, que desgracia, que hijo de puta... no merecía perdón y me repugnaban los malnacidos como este adefesio de la naturaleza, nuestra naturaleza... la humana, aquella que nos demuestra que la maldad es nata de nosotros.

- Vera señor Aliranta, el amor también puede ser demostrado junto al trabajo que uno hace, este maldito violo a su hija y sera condenado por mi santo poder sobre los terrenos humanos... ¿Qué piensa ud. que se le debe hacer a un violador?... Destriparlo... descuartizarlo... o quizás, castrarlo...o no, espere, espere... tanta moralidad suya me recuerda, quizás... dejarlo libre... -

- ¡Por favor, suéltenme, soy inocente, no hice nada! -

- ¡Maldito hijo de perra, pagaras por cada abominación que has hecho al poner tu maldito y asqueroso pene en tu hija, desgraciado infeliz, te entrometiste con el peor! ¡Amárrenlo! -

Note al doctor algo ajetreado, quizás tanta violencia no le parecía digna de un hombre de fe, o quizás la ciencia y el positivismo ordenaban que fuese condenado en un juzgado ordinario junto a gordos bastardos que practicaban la sodomía en estas mismas fiestas violando niños y sodomizando esclavos solo por gusto.

- No hay justicia que el humano pueda hacer frente a los pecados capitales doctor... -

- ¡Auxilio! -

Las risas maquiavélicas en nuestro salón me enternecían y me dejaban respirar profundo, pensando tranquilamente la mejor forma de castigar a un bastardo que violaba niños, aunque todos sabíamos cual era el castigo... quizás solo quería jugar con el, solo un rato...

« Un látigo sale de la sotana del obispo, golpea con brutalidad el cuerpo del individuo »

Un grito escalofriante... musica para mis oídos...

- Entonces... buscaremos entre ambos la forma de divertirnos y pasar un rato juntos, quizás encontremos el amor en lo que hacemos... ¿No le parece? -

Saque todo un arsenal inquisitorial, un set de lo mejor para asuntos de tortura y confesiones forzosas, entre ellas había una hermosa guadaña corta, un gancho de plata, ah... la famosa turca también, o porque no la horquilla del hereje... y mira, mira, mira... mi favorita, la pera...

- Muy bien, empezaremos con esto, la horquilla del hereje... -

El maldito había sido inmovilizado, la horquilla del hereje era un instrumento que se colocaba en el cuello, junto a unas puntas que afirmaban la cara de la víctima junto al final del cuello, cosa de que si el maldito quería decir palabra alguna, sufriera por pedir perdón, pues las puntas se enterraban dolorosamente en la cara del desgraciado o en su cuello... ¿no era hermoso?
Mis concubinas, mis fieles ayudantes, se daban un festín al saborear el sudor y la sangre que caía de las heridas de mi víctima, era curioso verlas masturbarse mientras los ojos de mi pequeño pedofilo demostraban el terror de querer huir y saber que no saldría vivo de esta.

- Dígame doctor, que le puede pasar al cuerpo humano una vez enterradas las puntas en la barbilla y hacia la traquea, digo yo... para que mi querido amigo sepa que le pasara si dice palabra alguna. -

¡Vamos! quería hacer participe de la fiesta al doctor Aliranta, no iba a ser cosa de que se aburriera ante tantos placeres, si el sexo no era de su agrado, quizás la tortura y la sangre si...

- Ayúdeme doctor, dígame alguna herramienta para jugar con este pequeño y suculento villano por violar a su pequeña de 10 añitos, recuerde que la dejo embarazada, no sea aburrido, la noche recién empieza... -

♫ Juguemos en el bosque ahora que el lobo no esta... ♫

por **Erkki Aliranta** Dom Feb 28, 2016 8:15 pm

Le habían servido en la copa en ajenjo, bebida que podía hacer que hasta el más correcto de los hombres perdiera la cabeza. Como vampiro sabía que no le haría efecto directo ya que sólo la sangre podía tener ese efecto en él, la única forma de poder experimentar el poder de tal alucinógeno sería bebiendo sangre de alguien ebrio. En ese momento los sirvientes habían traído a un hombre arrastrado, acusado de pedofília, debatiéndose y gritando clemencia como si eso le importara al Obispo.

Observó con cierta fascinación como el sitio se transformaba, como la energía cargada de lujuria que previamente dominaba el ambiente se convertía en sadismo. Existía una línea muy fina entre el placer y el dolor o quizás para el Obispo, esa línea no existía, era obvio que disfrutaba con la agonía del desgraciado, con sus súplicas y gemidos ¿Era esta la verdadera cara de la Sacro Santa iglesia Católica? Se cuestionaba con una mezcla de curiosidad y horror.

-La punta puede perforar la tráquea o la vena orta y el paciente puede morir desangrado o por la infección, de cualquier forma es una muerte lenta y desagradable – Respondió a la pregunta sin pardear ni levantarse de su asiento. No dejaba de repetirse en la cabeza que aquello era una prueba, que l Obispo intentaba tomarlo desprevenido. ¿A que quería jugar ofreciéndole una tentación de ese tipo a un vampiro?. Erkki sabía que el Obispo lo tenía todo bajo control, un movimiento en falso y un escuadrón de Inquisidores saldrían hasta debajo de las alfombras dispuestos a empalarlo con estacas.

No, no podía bajar la guardia, no podía confiar en el Obispo y sus invitaciones al pecado. ¿Que pasaría si sucumbía a la tentación? El Obispo mismo podría considerarlo culpable de blasfemia, herejía o quien sabe que cosa justificada con la Biblia y en menos de lo que cantaba un gallo estaría recibiendo un juicio en la plaza principal. No, Erkki había vivido 400 años, los suficientes como para saber que no se podía confiar fácilmente en un humano y mucho menos en un Inquisidor.

- Sugiero que sea castrado – Dijo al fin, cuidando muy bien sus palabras, manteniendo un temple digno y sin mostrar lascivia – Yo mismo puedo efectuar el procedimiento de ser necesario – Agregó colocándose de pie y dirigiéndose hacía las herramientas del obispo – La muerte sería demasiado condescendiente para la gravedad de su pecado... pero vivir sin poder experimentar el placer, con la vergüenza de tener su hombría destirpada por el resto de su vida... sería un castigo justo -

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