AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Signs of life [Privado]
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Signs of life [Privado]
Perséfone era una inmortal bastante peculiar, una que había hecho ciertas locuras para encontrarse nuevamente con su vástago, quien sorprendido de la presencia de su creadora no pudo hacer más que ayudarle y darle a su manera la bienvenida nuevamente a París. La vampiresa conocía bastante bien aquella ciudad, después de todo al lado de Desmond siempre vivieron ahí, seguros de que la inquisición no les dañaría pues su vástago era parte de ellos; de hecho, debido a la seguridad que le brindaba Desmond era que ella había decidió aventurarse y dejarle por una temporada y visitar ella sola otros lugares, en los que conoció a un sin número de seres interesantes pero como siempre, ninguno de ellos se igualaba a su creación. Así pues esa noche, pese a conocer París y recordarlo perfectamente se sentía como una novata en la ciudad, una recién llegada incapaz de encontrar lo que buscaba.
Llevaba siguiendo una presencia conocida por los callejones de París quizás demasiado tiempo ya para alguien que como ella, conocía la zona. Probablemente aquello era una señal de que lo mejor era detenerse, ignorar aquella presencia y regresar a donde se encontraba su vástago y el hijo de este, pero Perséfone era una inmortal bastante terca que siempre tenía que obtener lo que deseaba y en ese caso, era no quedarse con la duda de si aquella presencia pertenecía a una de sus viejas conocidas. Así que usando sus habilidades, avanzaba entre las callejuelas ignorando por completo a humanos e inmortales que se topaba en el camino, todo hasta que llego a una pequeña plazoleta donde sus ojos se posaron sobre una cabellera rubia que le era imposible olvidar, así que una sonrisa de satisfacción apareció en sus labios.
– Nunca pensé que nos encontraríamos aquí en París – dijo en voz alta a la otra vampira, una mujer que conoció durante su desaparición del radar de Desmond y con quien misteriosamente se habían llevado bastante bien, algo poco usual para Perséfone y su personalidad – ¿Sabes cuánto llevo siguiéndote? Es de mala educación hacer correr a las amigas Regina y mucho más descortés no saludarlas – aquellas palabras fueron acompañadas por una mala cara que parecía más infantil que adulta, algo que siempre solía engañar a todos respecto a Perséfone, quien siendo tomada por una chiquilla era subestimada y eso costaba caro; Regina era de las pocas que no le tomaban como un simple juego y quizás por eso era que a Perséfone le caía tan bien.
Llevaba siguiendo una presencia conocida por los callejones de París quizás demasiado tiempo ya para alguien que como ella, conocía la zona. Probablemente aquello era una señal de que lo mejor era detenerse, ignorar aquella presencia y regresar a donde se encontraba su vástago y el hijo de este, pero Perséfone era una inmortal bastante terca que siempre tenía que obtener lo que deseaba y en ese caso, era no quedarse con la duda de si aquella presencia pertenecía a una de sus viejas conocidas. Así que usando sus habilidades, avanzaba entre las callejuelas ignorando por completo a humanos e inmortales que se topaba en el camino, todo hasta que llego a una pequeña plazoleta donde sus ojos se posaron sobre una cabellera rubia que le era imposible olvidar, así que una sonrisa de satisfacción apareció en sus labios.
– Nunca pensé que nos encontraríamos aquí en París – dijo en voz alta a la otra vampira, una mujer que conoció durante su desaparición del radar de Desmond y con quien misteriosamente se habían llevado bastante bien, algo poco usual para Perséfone y su personalidad – ¿Sabes cuánto llevo siguiéndote? Es de mala educación hacer correr a las amigas Regina y mucho más descortés no saludarlas – aquellas palabras fueron acompañadas por una mala cara que parecía más infantil que adulta, algo que siempre solía engañar a todos respecto a Perséfone, quien siendo tomada por una chiquilla era subestimada y eso costaba caro; Regina era de las pocas que no le tomaban como un simple juego y quizás por eso era que a Perséfone le caía tan bien.
Zenevieva Nikoláievich- Vampiro Clase Alta
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Re: Signs of life [Privado]
Regina caminaba por las calles de París, dejando que el frío de la noche acariciara su rostro. Era una ciudad hermosa, por supuesto, nadie pondría en tela de juicio su belleza. Sin embargo, algo hacía que la vampiresa no pudiera disfrutar de las calles parisinas, de sus paisajes, como le gustaría. Desde hacía ya tiempo se había vuelto todavía más recelosa de lo que ya era de por sí, pero no podía ser de otra forma. Los sentimientos engañaban, hacían que la vista se te nublara y ella era muy consciente de lo que eso podría conllevar. Era lo poco que la ataba a su pasado lo que había hecho que la atraparan, pero eso no volvería a ocurrir. Caminaba con mil ojos sobre su propia espalda. No se fiaba de nada ni de nadie, pero imaginaba que eso se debía a que hacía relativamente poco que había conseguido escapar. Fuera como fuera, tampoco pensaba dejar que lo que había ocurrido condicionara su vida. El tiempo solucionaba todo y ella, si fuera necesario, le echaría una mano. Ventajas de disponer de la eternidad, no le importaba esperar si la situación así lo requería.
Quizás solo necesitaba volver a ver a Lucern. Con él se podía relajar, ser ella misma y abandonar esa máscara que solía llevar, pero llevaba años sin estar al lado de su creador. Parpadeó un par de veces y sacudió la cabeza. Fue justo en ese momento cuando le pareció intuir una presencia cerca de ella. Inmediatamente se tensó, pero no podía ser aquellos que la habían apresado. Había puesto no solo kilómetros de por medio, sino también un mar. Nadie sabía que estaba en París, al menos no nadie que ella considerara peligroso. Tendría que aprender a relajarse, aunque eso, tratándose de Regina, resultara casi imposible. Sin embargo, la voz que procedía de esa persona hizo que se tranquilizara, incluso que sonriera levemente.
-Dicen que el mundo es un pañuelo, querida-comentó cuando la mujer se posicionó a su lado-Aunque sigue siendo una sorpresa. Acabo de llegar a la ciudad, no esperaba encontrarme a ningún conocido-la miró de reojo y ladeó la cabeza. Se rió con ganas ante su comentario.-No suelo dejar que nadie me atrape, querida. Una costumbre que arrastro desde hace algún tiempo-comentó y se giró para mirarla directamente a los ojos.-Pero quizás pueda solucionar mi agravio invitándote a tomar algo-miró a su alrededor-Aunque quizás sea más conveniente que me digas tú un lugar apropiado. Esta ciudad todavía guarda demasiados secretos para mí-añadió.
Quizás solo necesitaba volver a ver a Lucern. Con él se podía relajar, ser ella misma y abandonar esa máscara que solía llevar, pero llevaba años sin estar al lado de su creador. Parpadeó un par de veces y sacudió la cabeza. Fue justo en ese momento cuando le pareció intuir una presencia cerca de ella. Inmediatamente se tensó, pero no podía ser aquellos que la habían apresado. Había puesto no solo kilómetros de por medio, sino también un mar. Nadie sabía que estaba en París, al menos no nadie que ella considerara peligroso. Tendría que aprender a relajarse, aunque eso, tratándose de Regina, resultara casi imposible. Sin embargo, la voz que procedía de esa persona hizo que se tranquilizara, incluso que sonriera levemente.
-Dicen que el mundo es un pañuelo, querida-comentó cuando la mujer se posicionó a su lado-Aunque sigue siendo una sorpresa. Acabo de llegar a la ciudad, no esperaba encontrarme a ningún conocido-la miró de reojo y ladeó la cabeza. Se rió con ganas ante su comentario.-No suelo dejar que nadie me atrape, querida. Una costumbre que arrastro desde hace algún tiempo-comentó y se giró para mirarla directamente a los ojos.-Pero quizás pueda solucionar mi agravio invitándote a tomar algo-miró a su alrededor-Aunque quizás sea más conveniente que me digas tú un lugar apropiado. Esta ciudad todavía guarda demasiados secretos para mí-añadió.
Regina M. Colville- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/12/2015
Re: Signs of life [Privado]
Dar alcance a Regina llevó a Perséfone a sonreír triunfal. Una vez más, la inmortal lograba su cometido, algo de que lo disfrutaba significativamente.
– Un pañuelo para los mortales Regina, para nosotros es algo mucho más pequeño. Siempre estando en movimiento de un lugar a otro para nuestra seguridad – fingió un suspiro – Con demasiado tiempo para nuestras cosas – miró a su conocida – eso nos lleva a encontrarnos más de lo que muchas veces deseamos con nuestros congéneres – Respondió a su amiga cuando finalmente se ponía a su lado, sin detener la marcha que llevaban – Pero poder verte es una sorpresa agradable para mi, así que espero para ti no signifique inconveniente.
Ambas inmortales eran diferentes y tal vez en eso radicaba el que se soportaran tan bien; ya que mientras a Regina aseguraba no dejar que nadie le atrapara, Perséfone creía que eso era divertido. En más de una ocasión la vampiresa se había expuesto a si misma solo por el simple hecho de creerse por sobre todo y para su fortuna, hasta aquellos días, sus peligrosas jugarretas no le salían mal. Así pues, chasqueo la lengua y una expresión de desilusión le inundo las facciones.
– No siempre es tan malo dejar que te atrapen – una risita escapo de sus labios al recordar algunas de sus aventuras – mis mejores comidas las he tenido de esa manera – los suaves pasos de ambas, así como sus voces eran ya casi lo único que podía oírse entre aquellas solitarias callejuelas que recorrían, lugares donde definitivo, no encontrarían alguien decente de quien beber, hecho que llevó a Perséfone a detenerse.
– Todo un placer poderte indicar los mejores sitios en París para obtener alimento – Esos conocimientos básicos eran de lo poco que la inmortal sabía, permanecería en su mente por siempre – Paris es una de las ciudades que más conozco, por lo que puede revelar sus secretos para ti – con ese ánimo un tanto infantil y la sonrisa bondadosa que tan fácilmente lograba engañar a los mortales, Perséfone cambio el rumbo de sus pasos en dirección a calles más aglomeradas – En esta ciudad, si buscas alimento decente lo mejor es manipular a los humanos de clase alta, así como tampoco hay mejor lugar para encontrarlos que las zonas de recreación como el teatro o alguna mansión en la que se lleve a cabo una fiesta – comentaba aquello a Regina con completa naturalidad, mientras que las solitarias calles cambiaban y las personas comenzaban a habitarlas, llenando de esa manera los sentidos de la vampiresas con la fragilidad de los corazones mortales.
– Un pañuelo para los mortales Regina, para nosotros es algo mucho más pequeño. Siempre estando en movimiento de un lugar a otro para nuestra seguridad – fingió un suspiro – Con demasiado tiempo para nuestras cosas – miró a su conocida – eso nos lleva a encontrarnos más de lo que muchas veces deseamos con nuestros congéneres – Respondió a su amiga cuando finalmente se ponía a su lado, sin detener la marcha que llevaban – Pero poder verte es una sorpresa agradable para mi, así que espero para ti no signifique inconveniente.
Ambas inmortales eran diferentes y tal vez en eso radicaba el que se soportaran tan bien; ya que mientras a Regina aseguraba no dejar que nadie le atrapara, Perséfone creía que eso era divertido. En más de una ocasión la vampiresa se había expuesto a si misma solo por el simple hecho de creerse por sobre todo y para su fortuna, hasta aquellos días, sus peligrosas jugarretas no le salían mal. Así pues, chasqueo la lengua y una expresión de desilusión le inundo las facciones.
– No siempre es tan malo dejar que te atrapen – una risita escapo de sus labios al recordar algunas de sus aventuras – mis mejores comidas las he tenido de esa manera – los suaves pasos de ambas, así como sus voces eran ya casi lo único que podía oírse entre aquellas solitarias callejuelas que recorrían, lugares donde definitivo, no encontrarían alguien decente de quien beber, hecho que llevó a Perséfone a detenerse.
– Todo un placer poderte indicar los mejores sitios en París para obtener alimento – Esos conocimientos básicos eran de lo poco que la inmortal sabía, permanecería en su mente por siempre – Paris es una de las ciudades que más conozco, por lo que puede revelar sus secretos para ti – con ese ánimo un tanto infantil y la sonrisa bondadosa que tan fácilmente lograba engañar a los mortales, Perséfone cambio el rumbo de sus pasos en dirección a calles más aglomeradas – En esta ciudad, si buscas alimento decente lo mejor es manipular a los humanos de clase alta, así como tampoco hay mejor lugar para encontrarlos que las zonas de recreación como el teatro o alguna mansión en la que se lleve a cabo una fiesta – comentaba aquello a Regina con completa naturalidad, mientras que las solitarias calles cambiaban y las personas comenzaban a habitarlas, llenando de esa manera los sentidos de la vampiresas con la fragilidad de los corazones mortales.
Zenevieva Nikoláievich- Vampiro Clase Alta
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Re: Signs of life [Privado]
Escuchó con atención las palabras de la chica mientras continuaban caminando. Tenía razón, lo sabía, aunque a veces deseaba que ese mundo tan pequeño del que hablaban y en el que se movían le permitiera volver a ver a Lucern. Hacía demasiado que había perdido su pista y aunque no se lo diría a nadie más que a él…lo echaba de menos. ─No solemos echar raíces en una ciudad, al menos no por mucho tiempo ─comentó, encogiéndose de hombros ─Aunque lo cierto es que yo no lo hacía ni cuando todavía era humana ─añadió, sonriendo de forma triste. Simplemente una ligera curvatura de las comisuras de sus labios. ─Nunca significa un inconveniente encontrarse con una cara amiga entre tanta hostilidad, querida ─le contestó, mirándola directamente a los ojos.
Y no podía haber nada más cierto. Llevaba demasiado sin encontrarse con alguien con el que no tuviera que mantenerse alerta, con el que no tuviera que medir sus palabras o sus pensamientos o que, sencillamente, no intentara utilizarla para conseguir algo de información, utilizando su propio cuerpo contra ella, como un arma, dejando que el dolor se fuera haciendo, poco a poco, más intenso. Sí, había dejado eso atrás, las cicatrices de la piel se habían curado, pero no así como las que se abrieron en su interior. Se había vuelto más hermética, más desconfiada…más altiva.
No pudo evitar reírse ante el comentario de su amiga. ─No podría estar más de acuerdo contigo, encanto ─dijo─ Es muy divertido hacerle pensar a tu adversario que eres una presa fácil, que te tiene acorralada y en ese preciso momento en el que ves el triunfo pintado en sus ojos dar tú la última estocada, cambiar las reglas del juego y ver como esa arrogancia se transforma en miedo cuando tus colmillos desgarran su piel.
─Será un placer dejar que me descubras todos los secretos de esta ciudad, estoy segura de que me gustarán─ comentó. Al escucharla, se le ocurrió una idea. Una que hizo que una sonrisa traviesa iluminara su cara. ─¿Y si nos colamos en una de esas fiestas? ─rió─ Vayamos a por nuestros mejores vestidos de gala, hagamos que la noche sea nuestra, disfrutemos de una buena copa de vino y engañemos a alguno de esos nobles. Hagámosles creer que han logrado seducirnos y acabemos con ellos en sus aposentos, desapareciendo antes de que nadie más se dé cuenta de que dos de sus más importantes asistentes han muerto, sirviendo de alimento a dos damiselas en apuros como nosotras ─volvió a reír, mientras esperaba la respuesta de su amiga.
Y no podía haber nada más cierto. Llevaba demasiado sin encontrarse con alguien con el que no tuviera que mantenerse alerta, con el que no tuviera que medir sus palabras o sus pensamientos o que, sencillamente, no intentara utilizarla para conseguir algo de información, utilizando su propio cuerpo contra ella, como un arma, dejando que el dolor se fuera haciendo, poco a poco, más intenso. Sí, había dejado eso atrás, las cicatrices de la piel se habían curado, pero no así como las que se abrieron en su interior. Se había vuelto más hermética, más desconfiada…más altiva.
No pudo evitar reírse ante el comentario de su amiga. ─No podría estar más de acuerdo contigo, encanto ─dijo─ Es muy divertido hacerle pensar a tu adversario que eres una presa fácil, que te tiene acorralada y en ese preciso momento en el que ves el triunfo pintado en sus ojos dar tú la última estocada, cambiar las reglas del juego y ver como esa arrogancia se transforma en miedo cuando tus colmillos desgarran su piel.
─Será un placer dejar que me descubras todos los secretos de esta ciudad, estoy segura de que me gustarán─ comentó. Al escucharla, se le ocurrió una idea. Una que hizo que una sonrisa traviesa iluminara su cara. ─¿Y si nos colamos en una de esas fiestas? ─rió─ Vayamos a por nuestros mejores vestidos de gala, hagamos que la noche sea nuestra, disfrutemos de una buena copa de vino y engañemos a alguno de esos nobles. Hagámosles creer que han logrado seducirnos y acabemos con ellos en sus aposentos, desapareciendo antes de que nadie más se dé cuenta de que dos de sus más importantes asistentes han muerto, sirviendo de alimento a dos damiselas en apuros como nosotras ─volvió a reír, mientras esperaba la respuesta de su amiga.
Regina M. Colville- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/12/2015
Re: Signs of life [Privado]
Humana. Perséfone no podía recordar como era ser humana y claro, tampoco recordaba como era permanecer en un sitio mucho tiempo. La vida de los inmortales era una vida errante, de despedidas y cambios constantes que era imposible evitar.
– Yo ni siquiera puedo recordar como era de humana – aseguró sin mirar a su compañera – pero no me extraña – sonrió – hace tanto que deje de serlo que lo olvide por completo – y eso no simbolizaba un pesar para ella. Estaba acostumbrada a su vida y a obtener tanto como quería, algo que seguramente de ser mortal, no podría haber hecho. La sonrisa que estaba en su rostro se mantuvo cuando Regina le aseguro que su presencia no era un inconveniente – No dejes que la hostilidad de París te altere. La gente y los sobre naturales están muy sensibles. La inquisición ha capturado a varios sobrenaturales últimamente – rió – y a varios mortales comunes claro, así que todos están nerviosos, desconfían hasta de su sombra – le contaba aquello a su amiga para explicar un poco la situación y además, para advertirle que igual debía tener un poco de cuidado. Perséfone no sabía del todo lo que Regina vivió durante sus años como humana, solo sabía que fue una vida algo complicada que termino por volverle la inmortal que era ahora.
– Los mortales siempre subestiman a sus adversarios, por eso les ocurren tantas desgracias – dijo al tiempo que se le escapaba una risita. Era definitivamente hermoso ver como los humanos se dejaban engatusar por rostros bonitos, descubriendo al final que las personas más bellas, ocultaban los peores monstruos.
Asegurando a Regina que la llevaría a los mejores lugares de caza, Perséfone avanzó entre las calles, llegando a las más concurridas.
– Para mi será un enorme placer mostrarte París, nada mejor que dar un tour a una excelente amiga – y aunque ella pensaba seguir caminando, detuvo sus pasos al escuchar la pregunta de Regina. Girando entonces el rostro para toparse con la risa traviesa de la otra vampiro, Perséfone enarco la ceja – ¿Colarnos a una fiesta? – preguntaba no porque la idea no le gustará, sino como una manera de cerciorarse de que eso era lo que Regina de verdad quería. La respuesta a su pregunta llegó pronto, a manera ya de un elaborado plan para pasar una noche entretenida y poder al mismo tiempo alimentarse de la mejor sangre que encontrarían en París – ¿Te he dicho alguna vez que me encanta como piensas? – preguntó, sonriendo segundos después – Por supuesto que haremos que la noche sea nuestra, solo es necesario que vayamos por los vestidos indicados y – le guiño el ojo a Regina – yo sé donde se llevara a cabo una fiesta de la realeza, así que ¿Vamos juntas por los vestidos? O ¿Nos vemos en algún lugar? – la diversión de la noche, estaba por comenzar.
– Yo ni siquiera puedo recordar como era de humana – aseguró sin mirar a su compañera – pero no me extraña – sonrió – hace tanto que deje de serlo que lo olvide por completo – y eso no simbolizaba un pesar para ella. Estaba acostumbrada a su vida y a obtener tanto como quería, algo que seguramente de ser mortal, no podría haber hecho. La sonrisa que estaba en su rostro se mantuvo cuando Regina le aseguro que su presencia no era un inconveniente – No dejes que la hostilidad de París te altere. La gente y los sobre naturales están muy sensibles. La inquisición ha capturado a varios sobrenaturales últimamente – rió – y a varios mortales comunes claro, así que todos están nerviosos, desconfían hasta de su sombra – le contaba aquello a su amiga para explicar un poco la situación y además, para advertirle que igual debía tener un poco de cuidado. Perséfone no sabía del todo lo que Regina vivió durante sus años como humana, solo sabía que fue una vida algo complicada que termino por volverle la inmortal que era ahora.
– Los mortales siempre subestiman a sus adversarios, por eso les ocurren tantas desgracias – dijo al tiempo que se le escapaba una risita. Era definitivamente hermoso ver como los humanos se dejaban engatusar por rostros bonitos, descubriendo al final que las personas más bellas, ocultaban los peores monstruos.
Asegurando a Regina que la llevaría a los mejores lugares de caza, Perséfone avanzó entre las calles, llegando a las más concurridas.
– Para mi será un enorme placer mostrarte París, nada mejor que dar un tour a una excelente amiga – y aunque ella pensaba seguir caminando, detuvo sus pasos al escuchar la pregunta de Regina. Girando entonces el rostro para toparse con la risa traviesa de la otra vampiro, Perséfone enarco la ceja – ¿Colarnos a una fiesta? – preguntaba no porque la idea no le gustará, sino como una manera de cerciorarse de que eso era lo que Regina de verdad quería. La respuesta a su pregunta llegó pronto, a manera ya de un elaborado plan para pasar una noche entretenida y poder al mismo tiempo alimentarse de la mejor sangre que encontrarían en París – ¿Te he dicho alguna vez que me encanta como piensas? – preguntó, sonriendo segundos después – Por supuesto que haremos que la noche sea nuestra, solo es necesario que vayamos por los vestidos indicados y – le guiño el ojo a Regina – yo sé donde se llevara a cabo una fiesta de la realeza, así que ¿Vamos juntas por los vestidos? O ¿Nos vemos en algún lugar? – la diversión de la noche, estaba por comenzar.
Zenevieva Nikoláievich- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/11/2014
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Re: Signs of life [Privado]
Su vida como humana, aunque hacía ya años de eso, seguía pesando sobre los hombros de Regina, aunque no solía dedicarle demasiado tiempo a pensar en ese tipo de cosas. Era una pérdida de tiempo, más bien se limitaba a disfrutar de la eternidad que Lucern le había regalado. Ahora más que nunca.
─No merece la pena recordarlo, no cuando tenemos un abanico inmenso de posibilidades ante nosotras, querida. La vida, ahora que la eternidad es nuestro mejor aliado y la noche nos protege, es nuestra. Las cadenas que atan a los humanos, la moral o el qué dirán poco o nada nos importan a nosotras. Las reglas del juego han cambiado, la partida está marcada por aquello que nos apetece en cada momento─comentó. Hizo una mueca cuando su amiga dijo que la inquisición estaba capturando a varios sobrenaturales. Recordó la tortura a la que había sido sometida, de la cual había logrado escapar no hacía demasiado. Lo suyo había sido más bien una venganza personal, alguien con el que tenía cuentas pendientes. Uno de los últimos vestigios de su pasado. Tendría que ser discreta, pero eso no significaba que ni fuera a disfrutar de los placeres que París quisiera regalarle. ─La situación es complicada, aquí en París y en todos lados. Tendremos que ir con pies de plomo─se limitó a responder. No quería pensar en lo que había ocurrido, ni en el tiempo que hacía que no veía a Lucern por culpa de eso. Tan solo esperaba que estuviera bien, allá donde se encontrara.
Se rió con ganas ante las palabras de la chica. Sí, los humanos eran demasiado previsibles. Solían pensar que ellos solos podrían salir airosos de cualquier situación y acababan metiéndose en la boca del lobo. O de la loba, en este caso.─Precisamente eso es lo que les hace tan divertidos. Demasiado orgullosos, demasiado confiados…Es muy fácil manipularlos, y extremadamente entretenido.
No tenía ninguna idea para pasar la noche, pero colarse en una fiesta era algo que se le acababa de pasar por la cabeza y prometía ser demasiado interesante como para no llevarlo a cabo. Además, las palabras de su amiga sobre que conocía un lugar en el que se iba a celebrar una fiesta de la realeza hizo que terminara de convencerse. Codearse con la creme de la creme de la sociedad parisina, beber un buen vino, quizás tantear a alguna posible víctima…Sí, prometía mucho. Y tenía muchas ganas de comprobar lo que la noche les deparaba. ─Oh, la diversión comienza por encontrar unos vestidos que hagan temblar al más frío de los invitados ¿no te parece? Sería un desperdicio no compartir ese momento. ¿Qué te parece si vamos a buscar un par y luego acudimos a la celebración? Promete ser tan divertido que no puedo esperar─sonrió, y le guiñó un ojo mientras le hacía un gesto con la mano, para volver a caminar.
─No merece la pena recordarlo, no cuando tenemos un abanico inmenso de posibilidades ante nosotras, querida. La vida, ahora que la eternidad es nuestro mejor aliado y la noche nos protege, es nuestra. Las cadenas que atan a los humanos, la moral o el qué dirán poco o nada nos importan a nosotras. Las reglas del juego han cambiado, la partida está marcada por aquello que nos apetece en cada momento─comentó. Hizo una mueca cuando su amiga dijo que la inquisición estaba capturando a varios sobrenaturales. Recordó la tortura a la que había sido sometida, de la cual había logrado escapar no hacía demasiado. Lo suyo había sido más bien una venganza personal, alguien con el que tenía cuentas pendientes. Uno de los últimos vestigios de su pasado. Tendría que ser discreta, pero eso no significaba que ni fuera a disfrutar de los placeres que París quisiera regalarle. ─La situación es complicada, aquí en París y en todos lados. Tendremos que ir con pies de plomo─se limitó a responder. No quería pensar en lo que había ocurrido, ni en el tiempo que hacía que no veía a Lucern por culpa de eso. Tan solo esperaba que estuviera bien, allá donde se encontrara.
Se rió con ganas ante las palabras de la chica. Sí, los humanos eran demasiado previsibles. Solían pensar que ellos solos podrían salir airosos de cualquier situación y acababan metiéndose en la boca del lobo. O de la loba, en este caso.─Precisamente eso es lo que les hace tan divertidos. Demasiado orgullosos, demasiado confiados…Es muy fácil manipularlos, y extremadamente entretenido.
No tenía ninguna idea para pasar la noche, pero colarse en una fiesta era algo que se le acababa de pasar por la cabeza y prometía ser demasiado interesante como para no llevarlo a cabo. Además, las palabras de su amiga sobre que conocía un lugar en el que se iba a celebrar una fiesta de la realeza hizo que terminara de convencerse. Codearse con la creme de la creme de la sociedad parisina, beber un buen vino, quizás tantear a alguna posible víctima…Sí, prometía mucho. Y tenía muchas ganas de comprobar lo que la noche les deparaba. ─Oh, la diversión comienza por encontrar unos vestidos que hagan temblar al más frío de los invitados ¿no te parece? Sería un desperdicio no compartir ese momento. ¿Qué te parece si vamos a buscar un par y luego acudimos a la celebración? Promete ser tan divertido que no puedo esperar─sonrió, y le guiñó un ojo mientras le hacía un gesto con la mano, para volver a caminar.
Regina M. Colville- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/12/2015
Re: Signs of life [Privado]
Las palabras de Regina estaban cargadas de sabiduría. Ninguna de ellas debía lamentarse o sufrir por las vidas humanas que ya no tenían. Ellas eran las dueñas de la noche y de todo lo que quisieran siempre que supieran como jugar sus cartas, algo que ambas inmortales sabían hacer a la perfección. Si bien ambas eran opuestas, cada una perfecciono sus propias armas para enfrentarse a ese mundo lleno de oscuridad en que debían vivir.
Cuando el tema de la inquisición salió a flote, Regina menciono algo que Perséfone había querido no decir. La situación era igual en todos lados. De una manera inesperada el temor de los humanos por lo desconocido los llevaba a actuar contra los sobrenaturales, detalle que animaba a la inquisición a movilizarse no solamente por París, sino por todas las ciudades y países donde existiera una cede.
– Lo sé, ser cuidadosas será lo mejor – sonrió – aun así no dejemos que la noche se arruine – ella al menos tenía la certeza de que si era capturada, su vástago la defendería, aunque fuera de mala gana. Desmond era un terco, un perfeccionista y alguien que detestaba a mujeres como Perséfone, aún así, estaban unidos por algo sumamente fuerte aunque claro, él le negara ese hecho constantemente.
Jugar con los mortales era algo que a la vampiro le encantaba, por eso fue que cuando Regina expresó disfrutar de lo mismo que ella, Perséfone rió encantada. No podía pedir nada más que la compañía de alguien como Regina en una noche como aquella o al menos eso fue lo que pensó, pues cuando la brillante idea de la fiesta atacó la mente de su amiga, la inmortal se dio verdaderamente cuenta de que la noche apenas y estaba dando inicio para ellas.
– Encontrar vestidos será de lo más sencillo pero divertido – hizo una pausa – de hecho, conozco un par de lugares donde algunas veces he comprado vestidos hermosos – ladeo el rostro – aunque también sé de un lugar del cual robe uno y te lo aseguro, si vamos a esa tienda dejaremos sin aliento no solo a los mortales que asistan sino que hasta podríamos hacer latir nuevamente el corazón de algunos de nuestra especie – señaló con diversión antes de comenzar a andar – Vamos que te llevó, la noche nos aguarda y la diversión también.
Con pasos decididos y veloces, Perséfone guiaba a su amiga entre diversas callejuelas, todo hasta llegar a una callejuela aledaña a una de las calles comerciales más importantes de París y con emoción, la inmortal se detuvo frente a un enorme aparador que lucía un par de vestidos elegantes y seductores.
– Este es el lugar, claro que… – se encogió de hombros, pues aquel negocio se cerraba antes del anochecer – tendremos que entrar por la fuerza – mencionó con naturalidad, esperando para saber si Regina aceptaba el que robaran vestidos aunque algo en su interior le decía que a aquella mujer no le afectaría para nada el hacerlo.
Cuando el tema de la inquisición salió a flote, Regina menciono algo que Perséfone había querido no decir. La situación era igual en todos lados. De una manera inesperada el temor de los humanos por lo desconocido los llevaba a actuar contra los sobrenaturales, detalle que animaba a la inquisición a movilizarse no solamente por París, sino por todas las ciudades y países donde existiera una cede.
– Lo sé, ser cuidadosas será lo mejor – sonrió – aun así no dejemos que la noche se arruine – ella al menos tenía la certeza de que si era capturada, su vástago la defendería, aunque fuera de mala gana. Desmond era un terco, un perfeccionista y alguien que detestaba a mujeres como Perséfone, aún así, estaban unidos por algo sumamente fuerte aunque claro, él le negara ese hecho constantemente.
Jugar con los mortales era algo que a la vampiro le encantaba, por eso fue que cuando Regina expresó disfrutar de lo mismo que ella, Perséfone rió encantada. No podía pedir nada más que la compañía de alguien como Regina en una noche como aquella o al menos eso fue lo que pensó, pues cuando la brillante idea de la fiesta atacó la mente de su amiga, la inmortal se dio verdaderamente cuenta de que la noche apenas y estaba dando inicio para ellas.
– Encontrar vestidos será de lo más sencillo pero divertido – hizo una pausa – de hecho, conozco un par de lugares donde algunas veces he comprado vestidos hermosos – ladeo el rostro – aunque también sé de un lugar del cual robe uno y te lo aseguro, si vamos a esa tienda dejaremos sin aliento no solo a los mortales que asistan sino que hasta podríamos hacer latir nuevamente el corazón de algunos de nuestra especie – señaló con diversión antes de comenzar a andar – Vamos que te llevó, la noche nos aguarda y la diversión también.
Con pasos decididos y veloces, Perséfone guiaba a su amiga entre diversas callejuelas, todo hasta llegar a una callejuela aledaña a una de las calles comerciales más importantes de París y con emoción, la inmortal se detuvo frente a un enorme aparador que lucía un par de vestidos elegantes y seductores.
– Este es el lugar, claro que… – se encogió de hombros, pues aquel negocio se cerraba antes del anochecer – tendremos que entrar por la fuerza – mencionó con naturalidad, esperando para saber si Regina aceptaba el que robaran vestidos aunque algo en su interior le decía que a aquella mujer no le afectaría para nada el hacerlo.
Zenevieva Nikoláievich- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/11/2014
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Re: Signs of life [Privado]
El pasado no es más que una sombra que se cierne sobre nosotros, pero cuya existencia no hay que dejar que se apodere de las noches que están por llegar. Regina huía de su pasado, aunque este solía encontrarla en el momento menos indicado. Sin embargo, no iba a permitir que su anterior vida le robara ni un segundo más, por mucha eternidad que tuviera al alcance de su mano.
Le había costado bastante llegar a ser lo que era, convertirse en una hija de la noche, dejar atrás una vida en la que no era más que un cero a la izquierda, puede que ni siquiera eso. Se había valido de su inteligencia y de su valía para salir adelante y había acabado bajo el amparo de Lucern, aunque llevaba demasiado tiempo sin verlo. La mujer se mordió el interior de la mejilla y suspiró. Lo echaba de menos, más que a nada, pero aunque no sabía nada de él, estaba a salvo. De eso se había encargado ella, aunque hubiera tenido que pasar por las torturas a las que la sometieron. -No-comentó-No hay que dejar que eso nos arruine la noche. Disfrutemos, mañana será otro día y, quizás, ese sea el momento indicado para dejarnos llevar por las preocupaciones.
Eso era lo que pensaba hacer. Olvidar todo lo que había ocurrido y todo lo que estaba pasando dentro del mundo sobrenatural, para divertirse con cualquier trivialidad que el París nocturno estuviera dispuesto a propocionarles. Y no había mejor compañía que la de Perséfone, al menos en cuanto al ámbito femenino de sus amistades se refería.
-Me dejo guiar por ti, querida-le susurró, guiñándole un ojo de manera cómplice. Regina no conocía los secretos de París, puesto que no hacía demasiado que estaba en la ciudad, por lo que su amiga sabría perfectamente la tienda que visitar. Sonrió de medio lado cuando la chica comentó que conocía el sitio perfecto para dejar sin aliento a los pobres mortales que asistieran al evento al que iban a ir ellas.-Eso suena estupendamente-añadió, mientras le hacía un gesto para que caminara, para que le indicara dónde ir.
Recorrieron las calles entre risas y gestos cómplices hasta llegar al lugar al que se refería su amiga.-París está a nuestros pies-comentó, a modo de respuesta-Seguro que no nos cuesta demasiado entrar en la tienda-rió-Y utilizar nuestros encantos para hacerlo será mucho más divertido.¿Qué tiene de emocionante comprar unos vestidos? Nada, absolutamente nada. Entremos, este almacen está deseando que nos probemos los ropajes que alberga. Será divertido. Y nadie, absolutamente nadie, se percatará de ello-rió de nuevo, como si fuera una niña pequeña a punto de realizar una travesura.
Le había costado bastante llegar a ser lo que era, convertirse en una hija de la noche, dejar atrás una vida en la que no era más que un cero a la izquierda, puede que ni siquiera eso. Se había valido de su inteligencia y de su valía para salir adelante y había acabado bajo el amparo de Lucern, aunque llevaba demasiado tiempo sin verlo. La mujer se mordió el interior de la mejilla y suspiró. Lo echaba de menos, más que a nada, pero aunque no sabía nada de él, estaba a salvo. De eso se había encargado ella, aunque hubiera tenido que pasar por las torturas a las que la sometieron. -No-comentó-No hay que dejar que eso nos arruine la noche. Disfrutemos, mañana será otro día y, quizás, ese sea el momento indicado para dejarnos llevar por las preocupaciones.
Eso era lo que pensaba hacer. Olvidar todo lo que había ocurrido y todo lo que estaba pasando dentro del mundo sobrenatural, para divertirse con cualquier trivialidad que el París nocturno estuviera dispuesto a propocionarles. Y no había mejor compañía que la de Perséfone, al menos en cuanto al ámbito femenino de sus amistades se refería.
-Me dejo guiar por ti, querida-le susurró, guiñándole un ojo de manera cómplice. Regina no conocía los secretos de París, puesto que no hacía demasiado que estaba en la ciudad, por lo que su amiga sabría perfectamente la tienda que visitar. Sonrió de medio lado cuando la chica comentó que conocía el sitio perfecto para dejar sin aliento a los pobres mortales que asistieran al evento al que iban a ir ellas.-Eso suena estupendamente-añadió, mientras le hacía un gesto para que caminara, para que le indicara dónde ir.
Recorrieron las calles entre risas y gestos cómplices hasta llegar al lugar al que se refería su amiga.-París está a nuestros pies-comentó, a modo de respuesta-Seguro que no nos cuesta demasiado entrar en la tienda-rió-Y utilizar nuestros encantos para hacerlo será mucho más divertido.¿Qué tiene de emocionante comprar unos vestidos? Nada, absolutamente nada. Entremos, este almacen está deseando que nos probemos los ropajes que alberga. Será divertido. Y nadie, absolutamente nadie, se percatará de ello-rió de nuevo, como si fuera una niña pequeña a punto de realizar una travesura.
Regina M. Colville- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 23
Fecha de inscripción : 12/12/2015
Re: Signs of life [Privado]
Los mortales decían que el tiempo curaba cualquier herida y quizá las heridas que ellas tuvieran fueran más profundas que las de los mortales, pero su vida era mucho más larga, así que al igual que para las frágiles existencias humanas, el tiempo también curaría sus heridas. Además que cuanto menos se enfocaran en rememorar el pasado, más pronto se sentirían mejor y más disfrutarían de lo que la existencia tenía por ofrecerles, aunque esa noche fuera una simple fiesta con mortales de los cuales alimentarse.
Con una enorme sonrisa surcándole el rostro, Perséfone guió a Regina hasta el local donde con certeza encontrarían vestidos apropiados para ambas, claro que, había omitido hasta ese momento el pequeño detalle de que deberían robar.
Una vez que confeso lo que sería necesario hacer para conseguir la vestimenta de la fiesta, la vampiro observo fijamente a Regina, esperando porque ella aceptara a entrar.
– Y te aseguro que no te arrepentirás, en esta tienda tienen diseños sumamente hermosos – respondió con alegría antes de reanudar su andar, guiando esta vez a su amiga hasta la parte trasera de la tienda – Este es mi sitio favorito para obtener ropa, tienen tantos vestidos que realmente no se darían cuenta de lo que les hace o no falta – rió después de asegurar aquello – Ahora bien, tendremos que entrar por esa ventana – mencionó al tiempo de que señalaba una ventana varios metros por encima de donde ellas se encontraban – Aunque seguro es algo muy fácil para ti ¿o no? – y tras retar a su amiga, Perséfone clavo las uñas en la pared y comenzó a escalar sin dificultad o esfuerzo alguno.
La vampiro no se detuvo a ver si Regina la seguía porque estaba segura de que su amiga lo hacía, de hecho, solo se detuvo cuando llegó hasta la ventana y lo hizo solo para empujarla con suficiente fuerza como para romper el frágil cerrojo que impedía que la ventana se abriese. Una vez que la ventana cedió, Perséfone ingreso en el paraíso de vestidos de aquella tienda.
– Momento de elegir ropa adecuada – aquello iba más para si que para Regina, que ingreso apenas unos segundos después de que Perséfone lo hiciera.
Con una enorme sonrisa surcándole el rostro, Perséfone guió a Regina hasta el local donde con certeza encontrarían vestidos apropiados para ambas, claro que, había omitido hasta ese momento el pequeño detalle de que deberían robar.
Una vez que confeso lo que sería necesario hacer para conseguir la vestimenta de la fiesta, la vampiro observo fijamente a Regina, esperando porque ella aceptara a entrar.
– Y te aseguro que no te arrepentirás, en esta tienda tienen diseños sumamente hermosos – respondió con alegría antes de reanudar su andar, guiando esta vez a su amiga hasta la parte trasera de la tienda – Este es mi sitio favorito para obtener ropa, tienen tantos vestidos que realmente no se darían cuenta de lo que les hace o no falta – rió después de asegurar aquello – Ahora bien, tendremos que entrar por esa ventana – mencionó al tiempo de que señalaba una ventana varios metros por encima de donde ellas se encontraban – Aunque seguro es algo muy fácil para ti ¿o no? – y tras retar a su amiga, Perséfone clavo las uñas en la pared y comenzó a escalar sin dificultad o esfuerzo alguno.
La vampiro no se detuvo a ver si Regina la seguía porque estaba segura de que su amiga lo hacía, de hecho, solo se detuvo cuando llegó hasta la ventana y lo hizo solo para empujarla con suficiente fuerza como para romper el frágil cerrojo que impedía que la ventana se abriese. Una vez que la ventana cedió, Perséfone ingreso en el paraíso de vestidos de aquella tienda.
– Momento de elegir ropa adecuada – aquello iba más para si que para Regina, que ingreso apenas unos segundos después de que Perséfone lo hiciera.
Zenevieva Nikoláievich- Vampiro Clase Alta
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