Paseos de Intrigas — Libre

por **Fiorella Gøσdẅiŋ** Mar Ene 12, 2016 11:54 pm

Cielo ennegrecido sin un solo momento de luz, la luna y las estrellas se han ocultado por la gravedad de los acontecimientos; sangre que viaja pausadamente por los suelos, cuerpos de jovencitas que yacen sin vida recreando los aposentos del causante de semejante atraco. El cuerpo fino y curvilínea de una mujer se levanta del lecho de muerte pasando encima de los cuerpos de sus víctimas, como si fuera tan normal aquello.

Al salir de su ducha habitual, los cuerpos han desaparecido, todo el desastre de la noche anterior fue limpiado, ahora la habitación tiene una presencia limpia y pura, aunque su dueña sea lo opuesto a ello. Se apresura a colocarse un vestido rojo, uno de sus colores favoritos, sale de su mansión lujosa y siniestra dispuesta a alimentarse aquella noche, pero, su apetito, no es tan devastador como otras noches.

Ojos centellantes buscan entre las calles parisinas alguna alma que pueda satisfacer su apetito, moderado, por aquel momento; anhela una cena diferente y muy atractiva, quizás una jovencita o quizás un jovencito, aunque el segundo no terminará en la habitación, pero podría llegar al ático o al sótano de su propiedad como un mejor accesorio.

Sonrisa traslucida que se dibuja en su rostro junto al resonar de sus zapatos finos que avanza por la calzada empedrada, observa sigilosamente a cada uno de los que se encuentran, sopesándolo. Suave risita que aflora, se siente como si estuviera en una confitería y aquella fuera una niña sopesando a que dulce hincarle los dientes, pero en su caso, los dulces que ansía deben superar lo ordinario de la vida. Tener un sabor exquisito.

Un paseo que se finge de sus verdaderas intenciones.

por **Catalina De Aragón** Jue Ene 14, 2016 1:00 pm

Para lo que unos era la noche, para mi no dejaba de ser el día. En el fondo, todo eran punto de vistas dispares de un mismo hecho: La realidad. Yo vivía de noche, me movía de noche... ¿Acaso no era para mi el día?

Aquella noche había salido sin más pretensiones que dar un paseo, observar la noche y quizás alimentarme si surgía la oportunidad. Aunque, ciertamente, no sentía necesidad alguna de hacerlo pues estaba bastante servida de días anteriores y encuentros aleatorios.

Hacía frio, podía notarlo en mi rostro. Pero no tiritaba ni nada por el estilo. "Los muertos no tiritan" era una de esas frases que alguien me dijo alguna vez y que sólo recuerdas el hecho de que te lo han dicho sin más, sin rostros y sin nombres.

Llevaba un tiempo sin encontrarme con hermanos de sangre. Con vampiros que compartieran gustos y aficiones conmigo. Me había rodeado de humanos con la intención de sentir, de volver a revivir partes de mi vida perdida, de cuando latía mi corazón. Había conseguido, con mucho esfuerzo, revivir alguna de esas partes. El problema era que: si no se mantenía el lazo, las sensaciones acababan perdiéndose.

Una capa de rocío humedecía el asfalto donde, durante el día, había caído una lluvia que se evidenciaba en los charcos que dominaban parte de las piedras que delimitaban los caminos por la ciudad.

Iba bastante arreglada, con un vestido de vuelos amarillo, ajustado arriba y añadiéndole una chaqueta de color gris que cubría hasta la cintura. Además llevaba unos zapatos de medio tacón que luchaban por meterse en cualquier imperfección que surgiera en el terreno.

Llegué al puente que gobernaba por lo alto el rio que pasaba por Paris. Al llegar a la mitad del mismo decidí contemplar la negrura del mismo desde ese puente majestuoso y me apoyé sobre la barandilla con el infortunio de que un coche de caballos pasó por detrás y hizo saltar agua mezclada con barro sobre los bajos de mi vestido.

- No puede ser... - dije enfadada mientras comprobaba el daño que había hecho el barro en mi ropa.

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