AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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C'est la mort [Logan Tisdale]
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C'est la mort [Logan Tisdale]
Compasiva rozando lo idiota. Era lo que podía definirla una vez la conocías bien, pues su curiosidad por el conocimiento la llevaba aveces a limites de los cuales jamás habría pensando cruzar; pero en ella existía un deseo latente de entender a la perfección o lo más cerca a eso, lo que la rodeaba y si por eso debía exponerse a situaciones impensadas, luego justificaría los medios a través del resultado del fin. Nada pudo detenerla ese día y que aquella acción, se repitiera al menos dos veces por mes en el mismo lugar.
Había conocido a una criatura de la noche y con sus propios ojos, había podido comprobar la verdad sobre su belleza casi inhumana, sobre todo, los hermosos ojos que poseían muy parecidos a los de la muerte. No sabía de que manera tomar aquel encuentro, pues solo parecía un infortunio ya que su intención al recorrer el cementerio de noche era el de regresar a su casa luego de una agotadora tarde de cuidados a un "paciente". Su pasión por curar a los esclavos y personas de clases bajas, la había llevado a tomar riesgos aveces innecesarios como el de tener que ocultar su apariencia y en ese momento, toparse con presencias como aquellas. Se apresuro a protegerse de aquel individuo con toda clase de conjuros conocidos, pero en el procedimiento pudo notar como este se desplomaba a mitad de camino con un peso de plomo que la hacia dudar de que se encontraba en excelente condiciones de hacerle algo. Su instinto le grito que se marchara pero fue su naturaleza curiosa que la llevo a acercarse a él para comprobar que estaba en lo cierto.
La criatura no poseía los ojos abiertos mientras se encontraba tendida boca a bajo en el suelo, de hecho parecía que no deseaba moverse del lugar. Con su mirada recorrió su cuerpo buscando alguna herida visible pero lo encontró en perfectas condiciones físicas que la hizo dudar seriamente de que aquello era una trampa. Cuando estaba preparada para retirarse, fue él mismo hombre quien la tomo de su muñeca y la halo hasta la altura de la misma boca de este y comenzó a morder y succionar con fuerza, mientras ella con horror observaba su nívea piel mancharse con el rojo oscuro de su sangre. Sabía que podía morir ahí sola a mitad de la nada, pero trataba de luchar en vano con lo que ella sabía era una pelea perdida. Un par de gimoteos escaparon de su boca cuando ya no se sentía en sus cincos sentidos y fue ahí cuando este se detuvo y solo se atrevió a sonreír para ella luego de pararse agradeciendo lo que había obtenido para retirarse tan de improvisto como había llegado... En ese preciso momento fue cuando consiguió entender lo que era "besar la muerte" y tener una segunda oportunidad como otras oportunidades, pues el mismo hombre la esperaba al menos unas dos o tres veces al mes en el mismo lugar o aveces la seguía a otros para obtener de ella la poca sangre que necesitaba para luego retirarse.
- Basta, ya es suficiente.-Gimió ella una vez empezó a notar como su cuerpo cedía con cada gota de sangre que este retiraba de su cuerpo. La criatura se retiro de su muñeca para observarla y luego dejo salir la misma sonrisa que la primera vez. Ya estaba complacido.
- No me gusta escucharte gimotear, niña. Le quitas la emoción a lo consensuado.-Se limpio la boca con sus mangas para lego pararse por completo y comenzar a retirarse del lugar.- Espero verte en una nueva oportunidad, 'Le Petit Chaperon rouge' .-Dejo salir una carcajada que a ella no le pareció agradable en lo absoluto, de hecho, estaba cerca de lo tétrica.- Ya habrá una nueva oportunidad en la que el lobo te jugué una mala pasada.-Se escucho como eco en el lugar pues ya no estaba en su rango de vista. Como pudo, se paro del suelo y se sentó en la tumba más cercana tratando de recuperar la energía que había perdido. Podía sentir que alguien más se encontraba en el lugar justo cuando le sugirió al vampiro que se detuviera, pero no se encontraba acta para enfrentarlo y prefería esperar a que por propia decisión de la persona se retirara.
Había conocido a una criatura de la noche y con sus propios ojos, había podido comprobar la verdad sobre su belleza casi inhumana, sobre todo, los hermosos ojos que poseían muy parecidos a los de la muerte. No sabía de que manera tomar aquel encuentro, pues solo parecía un infortunio ya que su intención al recorrer el cementerio de noche era el de regresar a su casa luego de una agotadora tarde de cuidados a un "paciente". Su pasión por curar a los esclavos y personas de clases bajas, la había llevado a tomar riesgos aveces innecesarios como el de tener que ocultar su apariencia y en ese momento, toparse con presencias como aquellas. Se apresuro a protegerse de aquel individuo con toda clase de conjuros conocidos, pero en el procedimiento pudo notar como este se desplomaba a mitad de camino con un peso de plomo que la hacia dudar de que se encontraba en excelente condiciones de hacerle algo. Su instinto le grito que se marchara pero fue su naturaleza curiosa que la llevo a acercarse a él para comprobar que estaba en lo cierto.
La criatura no poseía los ojos abiertos mientras se encontraba tendida boca a bajo en el suelo, de hecho parecía que no deseaba moverse del lugar. Con su mirada recorrió su cuerpo buscando alguna herida visible pero lo encontró en perfectas condiciones físicas que la hizo dudar seriamente de que aquello era una trampa. Cuando estaba preparada para retirarse, fue él mismo hombre quien la tomo de su muñeca y la halo hasta la altura de la misma boca de este y comenzó a morder y succionar con fuerza, mientras ella con horror observaba su nívea piel mancharse con el rojo oscuro de su sangre. Sabía que podía morir ahí sola a mitad de la nada, pero trataba de luchar en vano con lo que ella sabía era una pelea perdida. Un par de gimoteos escaparon de su boca cuando ya no se sentía en sus cincos sentidos y fue ahí cuando este se detuvo y solo se atrevió a sonreír para ella luego de pararse agradeciendo lo que había obtenido para retirarse tan de improvisto como había llegado... En ese preciso momento fue cuando consiguió entender lo que era "besar la muerte" y tener una segunda oportunidad como otras oportunidades, pues el mismo hombre la esperaba al menos unas dos o tres veces al mes en el mismo lugar o aveces la seguía a otros para obtener de ella la poca sangre que necesitaba para luego retirarse.
- Basta, ya es suficiente.-Gimió ella una vez empezó a notar como su cuerpo cedía con cada gota de sangre que este retiraba de su cuerpo. La criatura se retiro de su muñeca para observarla y luego dejo salir la misma sonrisa que la primera vez. Ya estaba complacido.
- No me gusta escucharte gimotear, niña. Le quitas la emoción a lo consensuado.-Se limpio la boca con sus mangas para lego pararse por completo y comenzar a retirarse del lugar.- Espero verte en una nueva oportunidad, 'Le Petit Chaperon rouge' .-Dejo salir una carcajada que a ella no le pareció agradable en lo absoluto, de hecho, estaba cerca de lo tétrica.- Ya habrá una nueva oportunidad en la que el lobo te jugué una mala pasada.-Se escucho como eco en el lugar pues ya no estaba en su rango de vista. Como pudo, se paro del suelo y se sentó en la tumba más cercana tratando de recuperar la energía que había perdido. Podía sentir que alguien más se encontraba en el lugar justo cuando le sugirió al vampiro que se detuviera, pero no se encontraba acta para enfrentarlo y prefería esperar a que por propia decisión de la persona se retirara.
Nymphea Von Mühlenbrock- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/12/2015
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Re: C'est la mort [Logan Tisdale]
De nuevo caía la noche en la ciudad de París, en aquella época del año la oscuridad se cernía más pronto y el sol se escondía para dar un nuevo comienzo a la vida nocturna, a aquellos seres que moraban por la noche, amparados bajo la luz de la luna, intentando vivir una vida condenada a la inmortalidad.
No era muy difícil reconocer a la muerte tras aquellas máscaras que portaban, máscaras con las que se podían camuflar perfectamente entre los humanos, haciendo parecer que eran uno más. Realmente, si te fijabas bien, había algo en sus ojos que los delataba con bastante facilidad. También ayudaba la magia, por supuesto, sobre todo cuando se trataba de magia negra. Algo que nunca pensé que utilizaría en mí vida, pero que a día de hoy, sabía más de magia negra que de magia blanca.
La memoria eidética que tenía había contribuido en gran parte a ello, solo tenía que escuchar o leer una cosa, para que se me quedara de por vida. Algo que para algunos hechizos era de lo más práctico.
Dejé el libro que tenía entre las manos, un tomo antiguo de magia negra, y miré por la ventana como el cielo ya estaba oscuro por completo, incluso parecía que algunos copos de nieve podrían caer aquella noche. Me reí entre dientes, en Escocia a aquellas alturas… estaría todo más que nevado.
Recordar Escocia hacía que un dolor me oprimiese en el pecho, hacía que frunciera el ceño y una oleada de rabia, y maldad, me recorriera por completo. Llevaba en París ya 8 años, había venido en principio a por un libro que pudiera ayudarme con lo que pasó hacía tiempo con mí padre… pero de momento, no lo había encontrado. Tenía férreas pistas de que estaba en París, lo sabía… de algún modo hasta lo intuía. Pero todavía no había dado con el.
La puerta de aquella especie de ‘mazmorra’ sonó haciendo que mis pensamientos se alejaran y se centraran en el hombre que había tras la puerta. Vivía en una especie de mansión a las afueras de la ciudad, y tenía una habitación entera dedicada a la magia donde mayormente practicaba. A esta sólo podía entrar yo, en parte porque había puesto un hechizo protector que, dudaba, que alguien pudiera cruzar. Me alejé de la ventana y dije un seco ‘adelante’ volviendo al escritorio.
-Señor Tisdale –el hombre se asomó un poco por la puerta hasta abrirla finalmente y me miró- El señor Leblond me ha enviado un telegrama, solicita de sus servicios de nuevo –ni siquiera me paré a mirarlo mientras recogía algo del escritorio.
-Dígale que dentro de dos días le esperaré aquí. Que traiga el dinero y algún objeto de la persona con la que quiere contactar. –Oí como la puerta se cerraba- Y, Señor Fritz –el hombre se detuvo y me miró- Prepare todo, voy a partir en un rato –asintió con la cabeza y se alejó dejándome solo.
El señor Fritz llevaba conmigo desde que, prácticamente, era pequeño. Había trabajado bajo el servicio de mí padre cuando este era Conde, y ahora tras su muerte y haberme nombrado como el nuevo Conde de Escocia… no se separó de mí en ningún momento. Era de los pocos que sabía que la familia Tisdale era una de las mejores en hechicería de toda Escocia, y había trabajo incluso con mí abuelo, cuando el señor Fritz no era más que un niño. Cuando decidí irme de allí y buscar respuestas a lo que había pasado él no dudó ni por un segundo en seguirme. Fue él quién se había encargado de encontrar una casa, más bien casi una mansión, procurando tener todos los requisitos necesarios. Ente ellos, una mazmorra donde poder dejar todas las hierbas y libros. Aunque en secreto también tenía una habitación oculta, donde guardaba los libros más peligros que, en herencia, tenía.
Más tarde cuando ya tenía todo preparado salí de allí encontrándome con el Señor Fritz que ya tenía todo preparado. Tenía una capa negra preparada y lista, junto con un macuto donde guardaría todas las cosas que necesitaba. Salí de allí y comencé a andar en dirección al cementerio. Iba totalmente vestido de negro y solía acercarme por allí para seguir practicando con la magia negra. Y aquella noche no iba a ser muy distinta de las demás… o eso pensé, pero me equivocaba completamente.
Cuando me acerqué al cementerio sentí dos presencias dentro que aquel cementerio. Una de ellas tenía un aura muy parecido al mío, salvo que el suyo era más… blanco. Seguramente fuera alguna hechicera de magia blanca, pero el otro aura… lo reconocí al instante. No era la primera vez que me topaba con un aura así, ni tampoco con el ser que la portaba. Vampiro. Me reí entre dientes, una hechicera y un vampiro… nada bueno podría salir de aquello.
Son sigilo y cautela me acerqué hasta donde procedían aquel par de auras, poniendo un encantamiento de ocultación para que ninguno de los dos pudiera sentirme. Me acerqué y me quedé observando lo que pasaba enfrente de mí; Un vampiro se estaba alimentando de la muñeca de una hechicera… y, al parecer, no era la primera vez que pasaba. ¿Qué clase de locura había echo que aquella joven aceptase darle su sangre? Tampoco me importaba en demasía, conmigo no iba la cosa y no me preocupaba mucho el juicio de aquella joven. Negué con la cabeza, si un vampiro me pidiera alimentarme de su sangre… le lanzaría una bola de fuego que acabara con su vil e inmunda existencia. Oh, ahora estaba deseando que algo así pasara.
El vampiro se alejó, saciado de su necesidad de sangre, y dejó a aquella joven sola y desamparada, con la herida todavía reciente y fresca. Salí de donde estaba cuando supe que el vampiro estaba fuera de rango y no me molesté en ocultar que había visto todo, y quité el hechizo de ocultación. Miré a la joven que estaba sentada en una de las lápidas y sonreí de lado dándole a entender que sabía todo… parecía tan frágil, tan débil ahí sentada después de haber entregado su sangre…
No me molesté en acercarme para ver cómo estaba, anduve cerca de donde estaba ella y comencé a buscar lo que andaba necesitando. Algunas veces podías encontrar un tipo de planta en específico que, no sabía porqué, sólo se encontraba en el cementerio.
-No deberías de jugar con vampiros, niña –no la miré mientras buscaba aquella planta que necesitaba para uno de los conjuros. La miré de reojo, parecía que era algo más joven que yo- Nunca se puede confiar en un vampiro… mucho menos confiar tu vida –seguí buscando hasta que finalmente encontré la planta, me agaché para coger un puñado y lo guardé en la bolsa. Me giré para mirarla y ladeé mí rostro, sonriendo de lado- No sé qué clase de locura te ha llevado a darle tu sangre, sangre mágica, a un vampiro… de ser yo –me levanté y me reí entre dientes- Le habría pegado fuego.
No era muy difícil reconocer a la muerte tras aquellas máscaras que portaban, máscaras con las que se podían camuflar perfectamente entre los humanos, haciendo parecer que eran uno más. Realmente, si te fijabas bien, había algo en sus ojos que los delataba con bastante facilidad. También ayudaba la magia, por supuesto, sobre todo cuando se trataba de magia negra. Algo que nunca pensé que utilizaría en mí vida, pero que a día de hoy, sabía más de magia negra que de magia blanca.
La memoria eidética que tenía había contribuido en gran parte a ello, solo tenía que escuchar o leer una cosa, para que se me quedara de por vida. Algo que para algunos hechizos era de lo más práctico.
Dejé el libro que tenía entre las manos, un tomo antiguo de magia negra, y miré por la ventana como el cielo ya estaba oscuro por completo, incluso parecía que algunos copos de nieve podrían caer aquella noche. Me reí entre dientes, en Escocia a aquellas alturas… estaría todo más que nevado.
Recordar Escocia hacía que un dolor me oprimiese en el pecho, hacía que frunciera el ceño y una oleada de rabia, y maldad, me recorriera por completo. Llevaba en París ya 8 años, había venido en principio a por un libro que pudiera ayudarme con lo que pasó hacía tiempo con mí padre… pero de momento, no lo había encontrado. Tenía férreas pistas de que estaba en París, lo sabía… de algún modo hasta lo intuía. Pero todavía no había dado con el.
La puerta de aquella especie de ‘mazmorra’ sonó haciendo que mis pensamientos se alejaran y se centraran en el hombre que había tras la puerta. Vivía en una especie de mansión a las afueras de la ciudad, y tenía una habitación entera dedicada a la magia donde mayormente practicaba. A esta sólo podía entrar yo, en parte porque había puesto un hechizo protector que, dudaba, que alguien pudiera cruzar. Me alejé de la ventana y dije un seco ‘adelante’ volviendo al escritorio.
-Señor Tisdale –el hombre se asomó un poco por la puerta hasta abrirla finalmente y me miró- El señor Leblond me ha enviado un telegrama, solicita de sus servicios de nuevo –ni siquiera me paré a mirarlo mientras recogía algo del escritorio.
-Dígale que dentro de dos días le esperaré aquí. Que traiga el dinero y algún objeto de la persona con la que quiere contactar. –Oí como la puerta se cerraba- Y, Señor Fritz –el hombre se detuvo y me miró- Prepare todo, voy a partir en un rato –asintió con la cabeza y se alejó dejándome solo.
El señor Fritz llevaba conmigo desde que, prácticamente, era pequeño. Había trabajado bajo el servicio de mí padre cuando este era Conde, y ahora tras su muerte y haberme nombrado como el nuevo Conde de Escocia… no se separó de mí en ningún momento. Era de los pocos que sabía que la familia Tisdale era una de las mejores en hechicería de toda Escocia, y había trabajo incluso con mí abuelo, cuando el señor Fritz no era más que un niño. Cuando decidí irme de allí y buscar respuestas a lo que había pasado él no dudó ni por un segundo en seguirme. Fue él quién se había encargado de encontrar una casa, más bien casi una mansión, procurando tener todos los requisitos necesarios. Ente ellos, una mazmorra donde poder dejar todas las hierbas y libros. Aunque en secreto también tenía una habitación oculta, donde guardaba los libros más peligros que, en herencia, tenía.
Más tarde cuando ya tenía todo preparado salí de allí encontrándome con el Señor Fritz que ya tenía todo preparado. Tenía una capa negra preparada y lista, junto con un macuto donde guardaría todas las cosas que necesitaba. Salí de allí y comencé a andar en dirección al cementerio. Iba totalmente vestido de negro y solía acercarme por allí para seguir practicando con la magia negra. Y aquella noche no iba a ser muy distinta de las demás… o eso pensé, pero me equivocaba completamente.
Cuando me acerqué al cementerio sentí dos presencias dentro que aquel cementerio. Una de ellas tenía un aura muy parecido al mío, salvo que el suyo era más… blanco. Seguramente fuera alguna hechicera de magia blanca, pero el otro aura… lo reconocí al instante. No era la primera vez que me topaba con un aura así, ni tampoco con el ser que la portaba. Vampiro. Me reí entre dientes, una hechicera y un vampiro… nada bueno podría salir de aquello.
Son sigilo y cautela me acerqué hasta donde procedían aquel par de auras, poniendo un encantamiento de ocultación para que ninguno de los dos pudiera sentirme. Me acerqué y me quedé observando lo que pasaba enfrente de mí; Un vampiro se estaba alimentando de la muñeca de una hechicera… y, al parecer, no era la primera vez que pasaba. ¿Qué clase de locura había echo que aquella joven aceptase darle su sangre? Tampoco me importaba en demasía, conmigo no iba la cosa y no me preocupaba mucho el juicio de aquella joven. Negué con la cabeza, si un vampiro me pidiera alimentarme de su sangre… le lanzaría una bola de fuego que acabara con su vil e inmunda existencia. Oh, ahora estaba deseando que algo así pasara.
El vampiro se alejó, saciado de su necesidad de sangre, y dejó a aquella joven sola y desamparada, con la herida todavía reciente y fresca. Salí de donde estaba cuando supe que el vampiro estaba fuera de rango y no me molesté en ocultar que había visto todo, y quité el hechizo de ocultación. Miré a la joven que estaba sentada en una de las lápidas y sonreí de lado dándole a entender que sabía todo… parecía tan frágil, tan débil ahí sentada después de haber entregado su sangre…
No me molesté en acercarme para ver cómo estaba, anduve cerca de donde estaba ella y comencé a buscar lo que andaba necesitando. Algunas veces podías encontrar un tipo de planta en específico que, no sabía porqué, sólo se encontraba en el cementerio.
-No deberías de jugar con vampiros, niña –no la miré mientras buscaba aquella planta que necesitaba para uno de los conjuros. La miré de reojo, parecía que era algo más joven que yo- Nunca se puede confiar en un vampiro… mucho menos confiar tu vida –seguí buscando hasta que finalmente encontré la planta, me agaché para coger un puñado y lo guardé en la bolsa. Me giré para mirarla y ladeé mí rostro, sonriendo de lado- No sé qué clase de locura te ha llevado a darle tu sangre, sangre mágica, a un vampiro… de ser yo –me levanté y me reí entre dientes- Le habría pegado fuego.
Logan Tisdale- Hechicero/Realeza
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Re: C'est la mort [Logan Tisdale]
Lo observo realizar cada uno de los movimientos un poco desorientada. Una parte era por la sangre que estaba perdiendo por la herida y la otra, pero no menos importante, se estaba esforzando en sanarse realizando conjuros no verbales con la intención de que al menos el sangrado se detuviera puesto que ella sabía muy bien como cerrarla. Cuando poco a poco fue cediendo la sangre y dando pasó a que recuperara energías y color, se esforzó en detallar disimuladamente lo que el joven había recogido.
No ignoraba su función, pero lo que sí no comprendía, es como alguien de su misma edad quería empezar a… ¿Jugar? ¿Practicar? No, mejor dicho seria arriesgarse en dicho propósito debía ser igual de mal intencionado como su preparación. Si juzgaba por las apariencias, debía ser muy cercano a un Conde o algún ducado, pues no era la primera vez que veía esa clase de costura, tela e hilos.
Aspiro aire lo más que pudo y retuvo alrededor de unos veinte segundos para luego soltarlo sonoramente y se incorporo en la lápida un poco más erguida que su posición anterior y con mucha más vitalidad.- Buenas noches, Señor.-Comenzó por el saludo por el simple motivo que aunque pudiera moverse, no estaba todavía en su máximo grado de lucidez.- No deberías guardarlas en esa bolsa, pierden gran parte de lo fresco de su corte y pueden acarrear posibles efectos secundarios.-Aspiro aire de nuevo y cerró los ojos.- Nada grave o de que temer, pero si te harán pasar un mal rato.-Mantuvo los ojos cerrados mientras se elevaba cada vez más de donde se mantenía en reposo.- Mis motivos puede que para ti sean irracionales, pero me reservó el derecho de objeción al respecto de lo que has dicho.-Abrió los ojos tratando de enfocar en la oscuridad hasta que lo logro mientras elevaba un poco más el mentón en un esfuerzo de no parecer indefensa.- Creo has de tener al menos una gran parte de la razón, pero te hacen falta mis motivos para llevarte la victoria y no estoy dispuesta a contarlos por mi estado, la historia es más larga de lo que cree y sé no está interesado en pasar lo que queda de noche discutiendo lo astuto o equivoca que fue la decisión de una doncella pelirroja a medio morir.-Finalizo con un poco de humor para tratar de aligerar el ambiente entre ambos pues aun no se habían presentando, pero justo cuando quería parecer firme, tambaleo una de sus piernas por lo que tuvo que recostarse nuevamente en la lápida como por ahora su muro de contención.
No ignoraba su función, pero lo que sí no comprendía, es como alguien de su misma edad quería empezar a… ¿Jugar? ¿Practicar? No, mejor dicho seria arriesgarse en dicho propósito debía ser igual de mal intencionado como su preparación. Si juzgaba por las apariencias, debía ser muy cercano a un Conde o algún ducado, pues no era la primera vez que veía esa clase de costura, tela e hilos.
Aspiro aire lo más que pudo y retuvo alrededor de unos veinte segundos para luego soltarlo sonoramente y se incorporo en la lápida un poco más erguida que su posición anterior y con mucha más vitalidad.- Buenas noches, Señor.-Comenzó por el saludo por el simple motivo que aunque pudiera moverse, no estaba todavía en su máximo grado de lucidez.- No deberías guardarlas en esa bolsa, pierden gran parte de lo fresco de su corte y pueden acarrear posibles efectos secundarios.-Aspiro aire de nuevo y cerró los ojos.- Nada grave o de que temer, pero si te harán pasar un mal rato.-Mantuvo los ojos cerrados mientras se elevaba cada vez más de donde se mantenía en reposo.- Mis motivos puede que para ti sean irracionales, pero me reservó el derecho de objeción al respecto de lo que has dicho.-Abrió los ojos tratando de enfocar en la oscuridad hasta que lo logro mientras elevaba un poco más el mentón en un esfuerzo de no parecer indefensa.- Creo has de tener al menos una gran parte de la razón, pero te hacen falta mis motivos para llevarte la victoria y no estoy dispuesta a contarlos por mi estado, la historia es más larga de lo que cree y sé no está interesado en pasar lo que queda de noche discutiendo lo astuto o equivoca que fue la decisión de una doncella pelirroja a medio morir.-Finalizo con un poco de humor para tratar de aligerar el ambiente entre ambos pues aun no se habían presentando, pero justo cuando quería parecer firme, tambaleo una de sus piernas por lo que tuvo que recostarse nuevamente en la lápida como por ahora su muro de contención.
Nymphea Von Mühlenbrock- Hechicero Clase Alta
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Re: C'est la mort [Logan Tisdale]
Seguí mirando aquellas plantas buscando lo que necesitaba para dentro de un par de días, sabía bien lo que debía de coger y mientras, de fondo, escuchaba a la joven que seguía aún un poco débil por lo que acababa de hacer. Desde luego no me iba a meter en sus asuntos, para nada, porque estos no me interesaban. Pero, ¿en qué cabeza cabía darle tu sangre a un vampiro? Jamás se me ocurriría hacer algo como aquello por muy desesperante que fuera mí situación y por mucho que me dieran por ello, era algo impensable.
La miré de reojo con una sonrisa torcida cuando dijo aquello de la bolsa, miré unos segundos la bolsa que llevaba, y me encogí de hombros. Jamás se habían quejado de lo que hacía y no iba a cambiar aquello porque ella me lo dijera. Volví a coger la pequeña hoz, cortando unos tallos más que necesitaba y volviendo a guardarlos en la bolsa, mientras ella seguía hablando.
-Simplemente es un comentario que he hecho, no era mí intención que me hicierais caso. Solo he comentado lo que he visto que ha pasado, cada cual es libre de hacer lo que quiere con su vida y con su sangre. De ser yo le habría prendido fuego a ese vampiro… pero claro, tú no eres yo –me levanté con una sonrisa torcida y la contemplé, intentando incorporarse pero no pudiendo hacer, teniendo que apoyarse de nuevo en la lápida- ¿Ves a lo que te ha llevado? Ni siquiera curándote has podido recuperar parte de tú energía –me acerqué a ella con pasos lentos y decididos, sabiendo que no podría irse de aquel lugar puesto que no tenía las fuerzas necesarias. Me quedé de pie delante de ella y finalmente me agaché quedando a su altura. El mordisco del vampiro todavía era visible y ni siquiera se había cerrado del todo- Cada cual es libre de hacer lo que quiera, señorita, y yo no voy a ser quien te diga lo que debes de hacer. Tampoco me interesa tú historia ni el por qué dejas que un chupa sangres te muerda, son cosas tuyas y no pienso meterme en ellas. –Enarqué una ceja, no me importaba en absoluto sus motivos o sus razones… era una joven que sabía lo que estaba haciendo y sino… bueno, todos tropezábamos en algún momento de nuestra vida- Si al final resulta que no sale como deseáis, y caéis… bueno, todos caemos en nuestra vida. Será una lección para ti sin duda. Yo no permitiría darle mí sangre a nadie porque jamás alimentaría o alargaría la vida de un vampiro. Tú puedes hacer con la tuya lo que quieras, pero simplemente, mira cómo te ha dejado. –Miré alrededor- Además, un cementerio no es el mejor lugar para hacerlo, si os pasara algo, ¿quién acudiría en vuestra ayuda? A mí no miradme, no salvo a nadie de forma gratuita.
La miré de reojo con una sonrisa torcida cuando dijo aquello de la bolsa, miré unos segundos la bolsa que llevaba, y me encogí de hombros. Jamás se habían quejado de lo que hacía y no iba a cambiar aquello porque ella me lo dijera. Volví a coger la pequeña hoz, cortando unos tallos más que necesitaba y volviendo a guardarlos en la bolsa, mientras ella seguía hablando.
-Simplemente es un comentario que he hecho, no era mí intención que me hicierais caso. Solo he comentado lo que he visto que ha pasado, cada cual es libre de hacer lo que quiere con su vida y con su sangre. De ser yo le habría prendido fuego a ese vampiro… pero claro, tú no eres yo –me levanté con una sonrisa torcida y la contemplé, intentando incorporarse pero no pudiendo hacer, teniendo que apoyarse de nuevo en la lápida- ¿Ves a lo que te ha llevado? Ni siquiera curándote has podido recuperar parte de tú energía –me acerqué a ella con pasos lentos y decididos, sabiendo que no podría irse de aquel lugar puesto que no tenía las fuerzas necesarias. Me quedé de pie delante de ella y finalmente me agaché quedando a su altura. El mordisco del vampiro todavía era visible y ni siquiera se había cerrado del todo- Cada cual es libre de hacer lo que quiera, señorita, y yo no voy a ser quien te diga lo que debes de hacer. Tampoco me interesa tú historia ni el por qué dejas que un chupa sangres te muerda, son cosas tuyas y no pienso meterme en ellas. –Enarqué una ceja, no me importaba en absoluto sus motivos o sus razones… era una joven que sabía lo que estaba haciendo y sino… bueno, todos tropezábamos en algún momento de nuestra vida- Si al final resulta que no sale como deseáis, y caéis… bueno, todos caemos en nuestra vida. Será una lección para ti sin duda. Yo no permitiría darle mí sangre a nadie porque jamás alimentaría o alargaría la vida de un vampiro. Tú puedes hacer con la tuya lo que quieras, pero simplemente, mira cómo te ha dejado. –Miré alrededor- Además, un cementerio no es el mejor lugar para hacerlo, si os pasara algo, ¿quién acudiría en vuestra ayuda? A mí no miradme, no salvo a nadie de forma gratuita.
Logan Tisdale- Hechicero/Realeza
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