AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Delicioso chocolate...+18//Privado: Logan Tisdale
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Delicioso chocolate...+18//Privado: Logan Tisdale
El día iba pasando tan rápido que la noche no tardó en hacer su aparición. La temperatura bajó considerablemente, las calles cada vez más vacías pues todo el mundo volvía a su hogar. Un hogar. Algo de lo que ya carecía, lo dejó atrás y su único y verdadero hogar, ahora mismo…eran las sinuosas calles de París.
Calles con un sinfín de misterios por curiosear y conocer. Lugares prohibidos a los que aún no había tenido acceso y estaba deseando probar, perderse en cada rincón y conocer París como la palma de su mano, como todas esas especias que no escapaban de sus sentidos.
Si le preguntaban de algo que echase de menos, no habría duda en responder que el chocolate de su nana, su abuela a la que tanto echaba en falta. Lo que más le fastidió era tenerla que dejar allí, con todos esos lunáticos de los libros. No había libros que entretuviesen a esta chica como los que tuviesen que ver con la cocina y muchos…no había, solo de remedios y trucos que alguien a escondidas había escrito, tan difíciles de encontrar que no se lo pensó mucho en pensar crear uno para ayudar a futuras lenguas expertas.
-Café…y vainilla, una pizca –murmuró por lo bajo, para sí misma, hacía días que no probaba el café puro e intenso. En el mercado había granos pidiendo a gritos que los moliesen, hacer tu propio café pero ni tenía dinero suficiente ni dónde hacerlo. Su cabeza daba tantas vueltas a las maneras que tendría de hacerlo y lo mejor, de compartirlo.
Apoyada en el borde del escaparate en donde exponían los mejores dulces de París, se imaginaba solo con la vista qué sabores se compenetrarían juntos, cómo se desharía en sus labios, el placer de comerse un dulce era muy parecido a ciertas cosas que aún no había experimentado…eso decía su hermano mayor, tampoco se había puesto a averiguarlo.
-Nata y chocolate….bizcocho de limón y…me estás tapando la vista –sus ojos azules se entrecerraron, frunciendo un tanto el ceño al notar como la silueta de alguien se colocaba justo en medio, tapándole la vista-Si pretende que me fije en algo que no sea esa deliciosa tarta de chocolate… va a ser que no-negó varias veces con la cabeza, apartándole de no muy buenas maneras, como si se proclamase la dueña de todo y cambiar el ceño fruncido a morderse el labio inferior y cerrar un instante los ojos solo con volver a imaginárselo.
-Tiene que ser un pecado probarte, sentirte y deleitarme en cada sabor que me ofrezcas…tienes que estar delicioso…-unas palabras que tenían dueño: el delicioso pastel de chocolate, apenas había mirado a aquel joven que se cruzó en su camino, tenía tanta hambre… - Tú tan solo y yo tan dispuesta-parpadeó, mirando de reojo a aquel que se encontraba a su lado-¿Tengo algo pintado en la cara o te gusta lo que ves? Sea lo que sea que vendas, quiera o me ofrezcas no me interesa a no ser que sea un pastel de chocolate o seas uno que dudo…-le miró de arriba abajo, sin descaro, sonriendo de medio lado con suficiencia-No lo eres…¿puedo ayudarte? ¿te has perdido? –estaba enfadada y mucho, su paladar estaba listo para lo que fuese y no, no podía catar nada, estaba vetada…maldito dinero, maldita sea todo lo que rodease…
Calles con un sinfín de misterios por curiosear y conocer. Lugares prohibidos a los que aún no había tenido acceso y estaba deseando probar, perderse en cada rincón y conocer París como la palma de su mano, como todas esas especias que no escapaban de sus sentidos.
Si le preguntaban de algo que echase de menos, no habría duda en responder que el chocolate de su nana, su abuela a la que tanto echaba en falta. Lo que más le fastidió era tenerla que dejar allí, con todos esos lunáticos de los libros. No había libros que entretuviesen a esta chica como los que tuviesen que ver con la cocina y muchos…no había, solo de remedios y trucos que alguien a escondidas había escrito, tan difíciles de encontrar que no se lo pensó mucho en pensar crear uno para ayudar a futuras lenguas expertas.
-Café…y vainilla, una pizca –murmuró por lo bajo, para sí misma, hacía días que no probaba el café puro e intenso. En el mercado había granos pidiendo a gritos que los moliesen, hacer tu propio café pero ni tenía dinero suficiente ni dónde hacerlo. Su cabeza daba tantas vueltas a las maneras que tendría de hacerlo y lo mejor, de compartirlo.
Apoyada en el borde del escaparate en donde exponían los mejores dulces de París, se imaginaba solo con la vista qué sabores se compenetrarían juntos, cómo se desharía en sus labios, el placer de comerse un dulce era muy parecido a ciertas cosas que aún no había experimentado…eso decía su hermano mayor, tampoco se había puesto a averiguarlo.
-Nata y chocolate….bizcocho de limón y…me estás tapando la vista –sus ojos azules se entrecerraron, frunciendo un tanto el ceño al notar como la silueta de alguien se colocaba justo en medio, tapándole la vista-Si pretende que me fije en algo que no sea esa deliciosa tarta de chocolate… va a ser que no-negó varias veces con la cabeza, apartándole de no muy buenas maneras, como si se proclamase la dueña de todo y cambiar el ceño fruncido a morderse el labio inferior y cerrar un instante los ojos solo con volver a imaginárselo.
-Tiene que ser un pecado probarte, sentirte y deleitarme en cada sabor que me ofrezcas…tienes que estar delicioso…-unas palabras que tenían dueño: el delicioso pastel de chocolate, apenas había mirado a aquel joven que se cruzó en su camino, tenía tanta hambre… - Tú tan solo y yo tan dispuesta-parpadeó, mirando de reojo a aquel que se encontraba a su lado-¿Tengo algo pintado en la cara o te gusta lo que ves? Sea lo que sea que vendas, quiera o me ofrezcas no me interesa a no ser que sea un pastel de chocolate o seas uno que dudo…-le miró de arriba abajo, sin descaro, sonriendo de medio lado con suficiencia-No lo eres…¿puedo ayudarte? ¿te has perdido? –estaba enfadada y mucho, su paladar estaba listo para lo que fuese y no, no podía catar nada, estaba vetada…maldito dinero, maldita sea todo lo que rodease…
Última edición por Gaïa Goncourt el Vie Abr 01, 2016 5:24 am, editado 1 vez
Gaïa Goncourt- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 112
Fecha de inscripción : 13/01/2016
Re: Delicioso chocolate...+18//Privado: Logan Tisdale
No era muy común que saliera a la capital Francesa durante el día, era algo que pocas veces había echo en los ocho años que llevaba allí en París. Me gustaba mucho más la noche que el día y prefería salir amparado bajo la oscuridad de la noche, donde podría encontrar mayor información que en cualquier otro momento. Era normalmente cuando los hombres, ebrios de alcohol, sacaban a relucir sus trapos sucios con una inmensa facilidad… y no sólo los trapos sucios, era el momento perfecto para hacer las preguntas adecuadas, a las respuestas necesarias. Por supuesto, ninguna de aquellas preguntas era algo normal y cotidiano… en el mundillo donde solía moverme, en los bajos fondos, la mayoría de las cosas que se movían eran ilegales. Y era ahí donde la mayor fuente de información se juntaba, todos eran tipos de tratos sospechosos.
-Fritz –dije llamando al mayordomo que, desde que había decidido salir de Escocia, me había seguido fielmente… como a todos los miembros de mí familia desde que él, hacía muchos años, trabaja en ella. El hombre con un esmoquin negro apareció por la puerta llevando una bandeja vacía.
-¿Sí, señor? –ni siquiera le miré mientras revisaba unos manuscritos que, hacía un par de noches, había conseguido obtener de un mercante que había metido aquel libro ilegalmente.
-Prepare el carruaje, voy a salir a comprobar unas cosas –el hombre salió de la habitación dejándome a solas de nuevo y me preparé para salir. Media hora más tarde Fritz ya tenía todo listo y me esperaba bajo con el carruaje. Tardamos poco más de diez minutos en llegar a al centro de París y dejó allí el carruaje, esperando mientras yo hacía lo que había ido a buscar.
Necesitaba un par de ingredientes para hacer un hechizo, y lo necesitaba para esa misma mañana. ¿Razón? Por la noche había quedado con un cliente para hacer… bueno, algo que claramente estaba prohibido. Solía utilizar los poderes que tenía de nigromancia para ayudar a la gente en ciertos temas… todo, claro está, bajo una cuestión de “Quid pro quo” en la que el cliente me entregaba algo a cambio. No era dinero, de eso tenía de sobra por la condición de Conde que poseía… No, lo que busco son objetos, raros, antiguos… toda clase de objetos que en un mercado normal jamás llegarías a ver.
Y eso era lo que me había llevado hasta la capital, había entrado en un herbolario donde de vez en cuando acudía para ciertas cosas. Sabía, de sobra, que aquella mujer joven tras el mostrador era una hechicera… pero de magia blanca, algo muy contrario a lo que yo hacía. Cada vez que iba a comprar algo una sonrisa asomaba en su rostro cada vez que posaba sus ojos en mí, sentía como me recorría lentamente hasta parar en mí ojos, justo cuando ya estaba delante de ella para pedirle lo que quería.
Había notado sus coqueteos, y había pasado de ellos. No porque no fuera guapa o su cuerpo no me llamara… todo lo contrario. Pero prefería desahogar mis impulsos sexuales con gente que no conocía, y no quería involucrarla a ella en ninguna de las cosas.
Al final había resultado que había comprado todo lo necesario y había vuelto de nuevo para terminar los preparativos. Debía tener todo preparado para cuando cayera la noche, pues era el momento en el que el cliente llamaría a la puerta para comenzar con todo aquello… Y así fue, tras casi dos horas en las que estuvimos encerrados en la habitación cumplí con lo que aquel cliente me había pedido, dándome como pago un ejemplar de un libro muy antiguo, que quizás me ayudaría en lo que estaba buscando.
Decidí ir de vuelta a la ciudad a celebrarlo tomando alguna copa, no era muy normal en mí hacerlo pero… aquel día sentía que lo necesitaba. También necesitaba buscar alguna mujer, meterme entre sus piernas y aliviar la tensión y el dolor que recorría mi cuerpo. Practicar la nigromancia tenía un coste, y había aprendido con el paso del tiempo que una buena mujer, proporcionándome placer mientras la penetraba, ayudaba a calmar los dolores.
Y ahí estaba, paseando tranquilamente por las calles sin mirar a nadie, viendo el aura de cada uno de ellos que me decía mucho más de lo que ellos mismos quisieran. Ni siquiera sabía hacía dónde me dirigía cuando oí a una mujer hablando… con ella misma, enfrente de un escaparate. La escena era cómica al mismo tiempo que algo demente, ya que le estaba hablando a las tartas que había en el escaparate. Me acerqué con una sonrisa en los labios parándome detrás de ella mientras la seguía escuchando… era muy gracioso oírla hablar de esa forma, parecía que si no supieras realmente de lo que estaba hablando sonaba algo mucho más sucio y… perverso. Para darle un poco más de diversión al asunto me coloqué, como quien no quiere la cosa, al lado de ella pero desde detrás haciendo que el espejo reflejara mi imagen en vez de los pasteles del interior.
Evidentemente aquello no le gustó en absoluto, haciendo que una risa entre dientes saliera de mis labios sin moverme, ni un milímetro, de donde estaba parado.
-Concuerdo contigo en que es, totalmente, un pecado el probarme… pero si estás tan dispuesta ello, quizás me deje probar –oh, iba a ser tan divertido aquello. No por lo que había dicho, sino el hecho en sí de joderla un rato… adoraba aquel tipo de diversión- Ver como contemplas esas tartas y les hablas de cosas pecaminosas es una diversión para mí, pequeña. Aunque… –hice una pequeña pausa, recorriéndola con la mirada- Sí que estoy viendo algo que me gusta –ladeé el rostro levemente sin dejar de mirarla y luego me reí, cruzado de brazos todavía, cuando dijo si me había perdido- En realidad no, solo quería comprobar a qué grado de locura estabas dispuesta a llegar por… -lancé una mirada al escaparate- un poco de chocolate.
-Fritz –dije llamando al mayordomo que, desde que había decidido salir de Escocia, me había seguido fielmente… como a todos los miembros de mí familia desde que él, hacía muchos años, trabaja en ella. El hombre con un esmoquin negro apareció por la puerta llevando una bandeja vacía.
-¿Sí, señor? –ni siquiera le miré mientras revisaba unos manuscritos que, hacía un par de noches, había conseguido obtener de un mercante que había metido aquel libro ilegalmente.
-Prepare el carruaje, voy a salir a comprobar unas cosas –el hombre salió de la habitación dejándome a solas de nuevo y me preparé para salir. Media hora más tarde Fritz ya tenía todo listo y me esperaba bajo con el carruaje. Tardamos poco más de diez minutos en llegar a al centro de París y dejó allí el carruaje, esperando mientras yo hacía lo que había ido a buscar.
Necesitaba un par de ingredientes para hacer un hechizo, y lo necesitaba para esa misma mañana. ¿Razón? Por la noche había quedado con un cliente para hacer… bueno, algo que claramente estaba prohibido. Solía utilizar los poderes que tenía de nigromancia para ayudar a la gente en ciertos temas… todo, claro está, bajo una cuestión de “Quid pro quo” en la que el cliente me entregaba algo a cambio. No era dinero, de eso tenía de sobra por la condición de Conde que poseía… No, lo que busco son objetos, raros, antiguos… toda clase de objetos que en un mercado normal jamás llegarías a ver.
Y eso era lo que me había llevado hasta la capital, había entrado en un herbolario donde de vez en cuando acudía para ciertas cosas. Sabía, de sobra, que aquella mujer joven tras el mostrador era una hechicera… pero de magia blanca, algo muy contrario a lo que yo hacía. Cada vez que iba a comprar algo una sonrisa asomaba en su rostro cada vez que posaba sus ojos en mí, sentía como me recorría lentamente hasta parar en mí ojos, justo cuando ya estaba delante de ella para pedirle lo que quería.
Había notado sus coqueteos, y había pasado de ellos. No porque no fuera guapa o su cuerpo no me llamara… todo lo contrario. Pero prefería desahogar mis impulsos sexuales con gente que no conocía, y no quería involucrarla a ella en ninguna de las cosas.
Al final había resultado que había comprado todo lo necesario y había vuelto de nuevo para terminar los preparativos. Debía tener todo preparado para cuando cayera la noche, pues era el momento en el que el cliente llamaría a la puerta para comenzar con todo aquello… Y así fue, tras casi dos horas en las que estuvimos encerrados en la habitación cumplí con lo que aquel cliente me había pedido, dándome como pago un ejemplar de un libro muy antiguo, que quizás me ayudaría en lo que estaba buscando.
Decidí ir de vuelta a la ciudad a celebrarlo tomando alguna copa, no era muy normal en mí hacerlo pero… aquel día sentía que lo necesitaba. También necesitaba buscar alguna mujer, meterme entre sus piernas y aliviar la tensión y el dolor que recorría mi cuerpo. Practicar la nigromancia tenía un coste, y había aprendido con el paso del tiempo que una buena mujer, proporcionándome placer mientras la penetraba, ayudaba a calmar los dolores.
Y ahí estaba, paseando tranquilamente por las calles sin mirar a nadie, viendo el aura de cada uno de ellos que me decía mucho más de lo que ellos mismos quisieran. Ni siquiera sabía hacía dónde me dirigía cuando oí a una mujer hablando… con ella misma, enfrente de un escaparate. La escena era cómica al mismo tiempo que algo demente, ya que le estaba hablando a las tartas que había en el escaparate. Me acerqué con una sonrisa en los labios parándome detrás de ella mientras la seguía escuchando… era muy gracioso oírla hablar de esa forma, parecía que si no supieras realmente de lo que estaba hablando sonaba algo mucho más sucio y… perverso. Para darle un poco más de diversión al asunto me coloqué, como quien no quiere la cosa, al lado de ella pero desde detrás haciendo que el espejo reflejara mi imagen en vez de los pasteles del interior.
Evidentemente aquello no le gustó en absoluto, haciendo que una risa entre dientes saliera de mis labios sin moverme, ni un milímetro, de donde estaba parado.
-Concuerdo contigo en que es, totalmente, un pecado el probarme… pero si estás tan dispuesta ello, quizás me deje probar –oh, iba a ser tan divertido aquello. No por lo que había dicho, sino el hecho en sí de joderla un rato… adoraba aquel tipo de diversión- Ver como contemplas esas tartas y les hablas de cosas pecaminosas es una diversión para mí, pequeña. Aunque… –hice una pequeña pausa, recorriéndola con la mirada- Sí que estoy viendo algo que me gusta –ladeé el rostro levemente sin dejar de mirarla y luego me reí, cruzado de brazos todavía, cuando dijo si me había perdido- En realidad no, solo quería comprobar a qué grado de locura estabas dispuesta a llegar por… -lancé una mirada al escaparate- un poco de chocolate.
Logan Tisdale- Hechicero/Realeza
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Fecha de inscripción : 16/12/2015
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Re: Delicioso chocolate...+18//Privado: Logan Tisdale
La imagen de aquel joven, la devolvió a la realidad, una sin dulces, sin un bocado que llevarse a la boca. Frunció el ceño de lo más ofuscada, por ello, ese enfado monumental por no llenar el estómago crecía por segundos y los comentarios del desconocido no ayudaban lo más mínimo. Resopló, más nerviosa que nunca ¿ni un franco? ¿cómo se había quedado sin nada de dinero con lo que trajo de casa? Las especias, claro. Se gastó todo en comprar especias que no tenía para no poder ni siquiera usarlas, si al menos tuviese un techo donde quedarse y poder llevar a cabo sus sentidos culinarios.
Negó con la cabeza, mordiéndose el labio inferior de pura impotencia ¿y si pedía algo? una chica joven y medio… bien vestida, por caridad nada más pero ¿Desde cuándo daban las cosas gratis? Demasiadas preguntas sin respuesta y todas en su mente. Y lo que no esperó fue esa especie de propuesta, venida de la nada, a algo que no se podía quedar callada y dejarlo pasar.
-¿Y si lo hiciera? Probar.-sonrió de medio lado, recorriéndole con la mirada, despacio y sin prisa , siguiéndole el juego de alguna manera – Yo también veo algo que me gusta y está…justo… -se acercó a él un par de pasos, los suficientes para quedar a escasos milímetros de su rostro – Tras ese escaparate.-sonrió divertida, encogiéndose de hombros como si de alguna manera se la hubiese devuelto y cuanto se equivocaba.
Demasiado expresiva, tanto que el joven se dio cuenta de su afición no solo por el chocolate, si no llevarse al menos un trozo a los labios para probarlo ¿qué estaba dispuesta a hacer? Lo que fuese no porque ya sería caer muy bajo pero si no comía… no, ahora solo tenía en la cabeza una sola cosa…un trozo de esa tarta.
-¿Sería tan amable de cederme solo un trozo? Me conformo con las migajas claro que…me encantaría comerme la tarta entera y no dejar…absolutamente nada-se relamió, mirando al cristal pero esta vez, iban de la tarta a los ojos del joven, sonriendo de la misma manera, juguetona y rebelde al mismo tiempo –Bien… ¿qué tengo que hacer para que me dé un poco …para probar? Solo será apenas un bocado , si está aquí es por alguna razón y… si se ha perdido yo acabo de encontrarle-
Gaîa y su manía de hablarle a las cosas, como si cobrasen vida propia.. Suspiró, no estaba muy segura de que ese joven le quisiese ayudar así que simplemente, optó por lo más sensato: ofrecer sus queridas especias
-Tengo muchas, incluso de fuera de Paris, valen mucho …pero no creo que las aprecie como yo-eso le enfadaba y mucho, el hambre pesaba más que cualquier otra cosa-Las uso para remedios caseros medicinales, soy una experta en esas cosas pero solo lo practico si es necesario y vale, eso no le importa…¿le interesa? Puede …puede utilizarlo para lo que desee y a cambio… me dé a probar esa deliciosa tarta que tengo delante de mí– él estaba ante ella, esos ojos suplicantes le pedían un favor a gritos. ¿Aceptaría?-O siempre y cuando me lo puedo comer…a usted- para qué iba a andarse con rodeos.
Negó con la cabeza, mordiéndose el labio inferior de pura impotencia ¿y si pedía algo? una chica joven y medio… bien vestida, por caridad nada más pero ¿Desde cuándo daban las cosas gratis? Demasiadas preguntas sin respuesta y todas en su mente. Y lo que no esperó fue esa especie de propuesta, venida de la nada, a algo que no se podía quedar callada y dejarlo pasar.
-¿Y si lo hiciera? Probar.-sonrió de medio lado, recorriéndole con la mirada, despacio y sin prisa , siguiéndole el juego de alguna manera – Yo también veo algo que me gusta y está…justo… -se acercó a él un par de pasos, los suficientes para quedar a escasos milímetros de su rostro – Tras ese escaparate.-sonrió divertida, encogiéndose de hombros como si de alguna manera se la hubiese devuelto y cuanto se equivocaba.
Demasiado expresiva, tanto que el joven se dio cuenta de su afición no solo por el chocolate, si no llevarse al menos un trozo a los labios para probarlo ¿qué estaba dispuesta a hacer? Lo que fuese no porque ya sería caer muy bajo pero si no comía… no, ahora solo tenía en la cabeza una sola cosa…un trozo de esa tarta.
-¿Sería tan amable de cederme solo un trozo? Me conformo con las migajas claro que…me encantaría comerme la tarta entera y no dejar…absolutamente nada-se relamió, mirando al cristal pero esta vez, iban de la tarta a los ojos del joven, sonriendo de la misma manera, juguetona y rebelde al mismo tiempo –Bien… ¿qué tengo que hacer para que me dé un poco …para probar? Solo será apenas un bocado , si está aquí es por alguna razón y… si se ha perdido yo acabo de encontrarle-
Gaîa y su manía de hablarle a las cosas, como si cobrasen vida propia.. Suspiró, no estaba muy segura de que ese joven le quisiese ayudar así que simplemente, optó por lo más sensato: ofrecer sus queridas especias
-Tengo muchas, incluso de fuera de Paris, valen mucho …pero no creo que las aprecie como yo-eso le enfadaba y mucho, el hambre pesaba más que cualquier otra cosa-Las uso para remedios caseros medicinales, soy una experta en esas cosas pero solo lo practico si es necesario y vale, eso no le importa…¿le interesa? Puede …puede utilizarlo para lo que desee y a cambio… me dé a probar esa deliciosa tarta que tengo delante de mí– él estaba ante ella, esos ojos suplicantes le pedían un favor a gritos. ¿Aceptaría?-O siempre y cuando me lo puedo comer…a usted- para qué iba a andarse con rodeos.
Gaïa Goncourt- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 13/01/2016
Re: Delicioso chocolate...+18//Privado: Logan Tisdale
Cruzado de brazos todavía observando a aquella peculiar joven no pude evitar reírme entre dientes cuando se acercó hasta quedar justo delante de mí, para luego hacer referencia a la tarta que había tras el cristal, haciendo que mi cabeza se echase un poco hacía atrás, divirtiéndome realmente lo que estaba haciendo. Como si fuera una niña pequeña y tuviera que vengarse, realmente, de algo que yo le había echo. Bueno, hacerle estaba claro que no le había echo nada… tan sólo había dicho un par de cosas, pero de momento nada grave.
Enarqué una ceja cuando me pidió que le cediera un trozo, amablemente. Eso fue lo que más me hizo gracia, el que pidiera que le diera algo gratis… cuando yo no daba nada gratis en absoluto. Tenía un lema al respecto y lo cumplía siempre; Quid Pro Quo. Yo no daba, ni cedía, nada si no obtenía algo de beneficio por ello. Solía intercambiar objetos extraños, muchos de ellos procedentes del mercado negro, ya que el dinero era algo que tenía de sobra. No me preocupaba el dinero y por eso prefería realizar los intercambios con objetos valiosos, cualquier cosa que pudiera ayudarme en la búsqueda que estaba haciendo.
Tampoco pasé por alto que al igual que miraba a los pasteles detrás del cristal me lanzaba miradas, jugando conmigo como si fuera un niño pequeño. ¿Quería jugar? Bien, jugaríamos los dos. Era algo que me encantaba y que no podía evitar de ninguna forma… era demasiado divertido.
-No estoy muy seguro de que te deje probarlo… quién sabe, puede que te enganches y quieras más de… ya sabes –hice una leve pausa en la que me recorrí con la mirada, sonriendo de lado –Pequeña, las casualidades no existen… lo que hacemos es provocar las casualidades, que es muy diferente. Dices que entonces tú me has encontrado, por lo que, ¿pedías a un hombre que quisiera devorarte? De otra forma, creo que la que anda perdida eres tú. –Me reí divertido por aquello- Jamás doy nada gratis, a no ser que sea beneficioso para mí… si es así, puede que incluso me lo piense. Después de saber que tienes para ofrecerme que me interese, claro.
Me crucé de brazos riéndome entre dientes mientras la observaba, no esperaba encontrarme con aquella joven, ni mucho menos el tener aquella conversación. Pero me había resultado gracioso la forma en la que miraba a los pasteles, como si estuviera pidiendo el deseo de poder comérselos a todos. Hasta que dijo aquellas palabras que hicieron que la observara más detenidamente; su tez algo pálida, su cabello dorado cual rayo de sol que caía en melena, hacían resaltar sus ojos azules, claros como el cielo. Me di el lujo de recorrerla de arriba abajo ahora que la tenía más de cerca, y sí, no podía negar que de las dos ofertas que había lanzado, me interesaba más el que me comiera a mí… que verla comer una tarta. Ladeé mi rostro durante unos segundos, mirándola de forma fija, estudiando las posibilidades de lo que podría hacer con ella.
Por su aura sabía que no era ninguna clase de hechicera, y lo que decía saber de medicina o curandera quizás lo había aprendido de algún familiar. Normalmente no entraba en combate a no ser que fuera realmente necesario, pero, ¿me serviría de algo? Quizás su conocimiento de las especias y las plantas me podría servir para los hechizos, aunque no sabía realmente si quería que supiera lo que era. No era un hechicero normal y corriente, al fin y al cabo me había especializado en la magia negra.
Sin embargo, cuando utilizaba la magia negra necesitaba que mi cuerpo se recuperara de su uso, ya que era una magia que tenía un precio, y afectaba a mí cuerpo durante días. Y dado que ella había confesado que no le era indiferente tampoco… quizás pudiera ser de ayuda para paliar el dolor con su el pago de su cuerpo.
Me acerqué a ella observándola durante unos segundos, estando tan cerca que apenas había un espacio entre su cuerpo y el mío. Llevé una de mis manos a su rostro, levantándolo del mentón, para que me mirara a los ojos.
-No sé realmente cuál de las dos opciones escoger –comenté con ironía, puesto que sabía muy bien cuál era la respuesta- Y tampoco sé realmente si me serás de utilidad en lo que dices, o será perder totalmente el tiempo –hice una pausa- Pero podríamos intentarlo a ver lo bueno que eres. Sin embargo… eso de que te deje comer tarta lo veo algo menos… probable. –Sonreí de lado, divertido con aquello inclinándome hacia sus labios, pero sin llegar a rozarlos- Me gusta más la idea de que me comas –mordí su labio inferior y me alejé de ella- ¿Alguna pregunta? –pregunté alzando una ceja, pensando en si declinaría la oferta, o la aceptaría. Si era así, debía de explicarle un par de cosas.
Enarqué una ceja cuando me pidió que le cediera un trozo, amablemente. Eso fue lo que más me hizo gracia, el que pidiera que le diera algo gratis… cuando yo no daba nada gratis en absoluto. Tenía un lema al respecto y lo cumplía siempre; Quid Pro Quo. Yo no daba, ni cedía, nada si no obtenía algo de beneficio por ello. Solía intercambiar objetos extraños, muchos de ellos procedentes del mercado negro, ya que el dinero era algo que tenía de sobra. No me preocupaba el dinero y por eso prefería realizar los intercambios con objetos valiosos, cualquier cosa que pudiera ayudarme en la búsqueda que estaba haciendo.
Tampoco pasé por alto que al igual que miraba a los pasteles detrás del cristal me lanzaba miradas, jugando conmigo como si fuera un niño pequeño. ¿Quería jugar? Bien, jugaríamos los dos. Era algo que me encantaba y que no podía evitar de ninguna forma… era demasiado divertido.
-No estoy muy seguro de que te deje probarlo… quién sabe, puede que te enganches y quieras más de… ya sabes –hice una leve pausa en la que me recorrí con la mirada, sonriendo de lado –Pequeña, las casualidades no existen… lo que hacemos es provocar las casualidades, que es muy diferente. Dices que entonces tú me has encontrado, por lo que, ¿pedías a un hombre que quisiera devorarte? De otra forma, creo que la que anda perdida eres tú. –Me reí divertido por aquello- Jamás doy nada gratis, a no ser que sea beneficioso para mí… si es así, puede que incluso me lo piense. Después de saber que tienes para ofrecerme que me interese, claro.
Me crucé de brazos riéndome entre dientes mientras la observaba, no esperaba encontrarme con aquella joven, ni mucho menos el tener aquella conversación. Pero me había resultado gracioso la forma en la que miraba a los pasteles, como si estuviera pidiendo el deseo de poder comérselos a todos. Hasta que dijo aquellas palabras que hicieron que la observara más detenidamente; su tez algo pálida, su cabello dorado cual rayo de sol que caía en melena, hacían resaltar sus ojos azules, claros como el cielo. Me di el lujo de recorrerla de arriba abajo ahora que la tenía más de cerca, y sí, no podía negar que de las dos ofertas que había lanzado, me interesaba más el que me comiera a mí… que verla comer una tarta. Ladeé mi rostro durante unos segundos, mirándola de forma fija, estudiando las posibilidades de lo que podría hacer con ella.
Por su aura sabía que no era ninguna clase de hechicera, y lo que decía saber de medicina o curandera quizás lo había aprendido de algún familiar. Normalmente no entraba en combate a no ser que fuera realmente necesario, pero, ¿me serviría de algo? Quizás su conocimiento de las especias y las plantas me podría servir para los hechizos, aunque no sabía realmente si quería que supiera lo que era. No era un hechicero normal y corriente, al fin y al cabo me había especializado en la magia negra.
Sin embargo, cuando utilizaba la magia negra necesitaba que mi cuerpo se recuperara de su uso, ya que era una magia que tenía un precio, y afectaba a mí cuerpo durante días. Y dado que ella había confesado que no le era indiferente tampoco… quizás pudiera ser de ayuda para paliar el dolor con su el pago de su cuerpo.
Me acerqué a ella observándola durante unos segundos, estando tan cerca que apenas había un espacio entre su cuerpo y el mío. Llevé una de mis manos a su rostro, levantándolo del mentón, para que me mirara a los ojos.
-No sé realmente cuál de las dos opciones escoger –comenté con ironía, puesto que sabía muy bien cuál era la respuesta- Y tampoco sé realmente si me serás de utilidad en lo que dices, o será perder totalmente el tiempo –hice una pausa- Pero podríamos intentarlo a ver lo bueno que eres. Sin embargo… eso de que te deje comer tarta lo veo algo menos… probable. –Sonreí de lado, divertido con aquello inclinándome hacia sus labios, pero sin llegar a rozarlos- Me gusta más la idea de que me comas –mordí su labio inferior y me alejé de ella- ¿Alguna pregunta? –pregunté alzando una ceja, pensando en si declinaría la oferta, o la aceptaría. Si era así, debía de explicarle un par de cosas.
Logan Tisdale- Hechicero/Realeza
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Re: Delicioso chocolate...+18//Privado: Logan Tisdale
La primera y única pregunta que se hacía ahora mismo no era otra que ¿de dónde había salido semejante hombre? Uno con el ego por las nubes, muy decidido y seguro de sí mismo. ¿A quién le recordaba? A ella misma. Él le superaba con creces, alguien que no sabía otra que alimentar su ego y dar por hecho algunas cosas…todo un caso.
-Me habla en serio-más a él, se lo estaba diciendo en alto hacia su propia persona. Parpadeó sin creerse que acababa de ofrecerse para ¿probarlo? Más quisiera su persona el tan solo ponerle un dedo encima y no es que estuviese mal, todo lo contrario. Atractivo y con ese carácter fresco podría encandilar a cualquiera, seguro que no era la única a la que había insinuado “probar”.
Chasqueó la lengua, cruzándose de brazos y esperar que diese su discurso de lo más ensayado, si así pretendía cautivar a cualquier joven, iba mal desencaminado. Rió de lo más divertida al oír ese “pequeña”, recordándole demasiado a su hermano mayor… por ser la menor tenía que bromear con ese diminutivo que ya como bien decía la palabra, le venía de lo más pequeño.
-Quizás se lo piense, ¡qué amable! Y eso de probar ya veremos porque será muy cautivador pero conmigo no será tan fácil, seguro que está acostumbrado a que se lo den todo hecho y caigan rendidas a sus pies pero…yo no soy así -dependía todo de él, si accedía a lo de las especias podría tener al menos una comida al día después de varios días sin probar bocado ¿Y si iba por ese camino? La pobrecita niña que no tiene nada que llevarse a la boca…pero no colaría, no cuando se lo estaba pensando a conciencia.
-¡No le defraudaré! Pero… -no esperó que se acercase tanto, demasiado y se atreviese a morderle. ¿Su reacción? Devolvérselo de la misma manera, alzarse de puntillas y mordérselo con cierta fuerza, tirando de él, succionando y de paso, darle un buen golpe con la bolsa en donde llevaba todas las especias y demás -¿Y me tengo que conformar con un simple bocado? Quiero una porción…-decidida, se acercó a él, tomándole del mentón y dejar un roce, el suficiente para que quisiera más…-Es una especia de pacto, se supone que ahora soy una especie de …¿su ayudante? Y ya si va a probar , hágalo en condiciones porque ¿qué es eso de tantear la mercancía? No sea listo que lo soy más ¿por dónde empezamos? Si no quiere escucharme hablar solo tiene que comprarme ese delicioso trozo de chocolate y me pone a prueba, no le defraudaré pero ahora la pregunta es otra….¿estará dispuesto a lidiar con semejante ayudante? Ya sabe que muerdo y… no le pasaré ni una -
Le hizo un gesto con la cabeza para que entrasen en la tienda y antes de que se negase o cualquier historia, le tomó de la ropa hacia sí y se lo advirtió una sola vez…con eso debería de quedarle más que avisado.
-Vine a aprender a Paris, como me haga perder el tiempo…le castigaré -esos ojos azules le miraban con una intensidad nata, una fiera a punto de comerse a su presa.
-Me habla en serio-más a él, se lo estaba diciendo en alto hacia su propia persona. Parpadeó sin creerse que acababa de ofrecerse para ¿probarlo? Más quisiera su persona el tan solo ponerle un dedo encima y no es que estuviese mal, todo lo contrario. Atractivo y con ese carácter fresco podría encandilar a cualquiera, seguro que no era la única a la que había insinuado “probar”.
Chasqueó la lengua, cruzándose de brazos y esperar que diese su discurso de lo más ensayado, si así pretendía cautivar a cualquier joven, iba mal desencaminado. Rió de lo más divertida al oír ese “pequeña”, recordándole demasiado a su hermano mayor… por ser la menor tenía que bromear con ese diminutivo que ya como bien decía la palabra, le venía de lo más pequeño.
-Quizás se lo piense, ¡qué amable! Y eso de probar ya veremos porque será muy cautivador pero conmigo no será tan fácil, seguro que está acostumbrado a que se lo den todo hecho y caigan rendidas a sus pies pero…yo no soy así -dependía todo de él, si accedía a lo de las especias podría tener al menos una comida al día después de varios días sin probar bocado ¿Y si iba por ese camino? La pobrecita niña que no tiene nada que llevarse a la boca…pero no colaría, no cuando se lo estaba pensando a conciencia.
-¡No le defraudaré! Pero… -no esperó que se acercase tanto, demasiado y se atreviese a morderle. ¿Su reacción? Devolvérselo de la misma manera, alzarse de puntillas y mordérselo con cierta fuerza, tirando de él, succionando y de paso, darle un buen golpe con la bolsa en donde llevaba todas las especias y demás -¿Y me tengo que conformar con un simple bocado? Quiero una porción…-decidida, se acercó a él, tomándole del mentón y dejar un roce, el suficiente para que quisiera más…-Es una especia de pacto, se supone que ahora soy una especie de …¿su ayudante? Y ya si va a probar , hágalo en condiciones porque ¿qué es eso de tantear la mercancía? No sea listo que lo soy más ¿por dónde empezamos? Si no quiere escucharme hablar solo tiene que comprarme ese delicioso trozo de chocolate y me pone a prueba, no le defraudaré pero ahora la pregunta es otra….¿estará dispuesto a lidiar con semejante ayudante? Ya sabe que muerdo y… no le pasaré ni una -
Le hizo un gesto con la cabeza para que entrasen en la tienda y antes de que se negase o cualquier historia, le tomó de la ropa hacia sí y se lo advirtió una sola vez…con eso debería de quedarle más que avisado.
-Vine a aprender a Paris, como me haga perder el tiempo…le castigaré -esos ojos azules le miraban con una intensidad nata, una fiera a punto de comerse a su presa.
Gaïa Goncourt- Hechicero Clase Media
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Re: Delicioso chocolate...+18//Privado: Logan Tisdale
Me la quedé mirando mientras esperaba para ver qué era lo que me respondía, no me gustaba que me hicieran perder el tiempo, así que si pensaba que iba a coña o todavía seguía pensando que no estaba hablando en serio, por sus palabras, iba muy desencaminada. Tenía poca paciencia, y la poca que tenía no la iba a perder en intentar convencerla, porque no iba a perder un tiempo tan valioso. Realmente no necesitaba a nadie puesto que estaba Fritz, pero había sido ella quien se había ofrecido ¿quién no aprovecharía esa oportunidad? Alguien que era rematadamente estúpido, seguramente.
Me tuve que reír todavía cruzado de brazos cuando soltó aquellas palabras que hicieron que negara con la cabeza mientras me seguía riéndome, sin dejar de observarla. Era la cosa más graciosa que había dicho hasta el momento, ¿pensaba que estaba… flirteando con ella? Ni por asomo, tan sólo le había seguido el juego que ella misma había empezado. Si se trataba de que fuera cautivador, si la situación lo requería, lo sería.
Así que cuando vi que se acercaba a mí para morderme el labio inferior, tirar de el y succionarlo… le dejé hacer, sonriendo de lado. Vaya vaya, así que luego era yo el que quería cautivar. Pero ella tampoco se quedaba muy atrás, ya que lo estaba intentando con sus acciones mientras hablaba del pacto que todavía no habíamos establecido, pero que si la cosa seguía así, saldría para adelante. Ahora que se había separado era mí turno para poner las cartas sobre la mesa.
-En ningún momento he pretendido ser cautivador contigo, pequeña. De hecho –me acerqué más a ella, llevando una de mis manos a su nuca y la otra a su pelo, haciendo que su cabeza quedara hacia atrás- Si quisiera serlo, créeme… notarías la diferencia. –Llevé la mano de su nuca a sus labios, recorriéndolos con mi pulgar- Creo que no has entendido una cosa de todo esto… soy yo el que no debo pasarte ni una, y no al revés. Parece que te olvidas que eres tú la que trabaja para mí, y no al contrario. ¿Lidiar contigo? –me reí divertido por aquello, sin soltar todavía de mí puño su pelo- Más bien me parece que no sé si tú podrás soportarme… aunque bueno, eso es algo de lo que realmente no me importa. Puedo despedirte siempre y cuando me plazca, es algo que deberías de recordar. En cuanto a probar… -jugueteé con sus labios al igual que había echo ella, recorrí su cuello con mis labios, subiendo y perfilando su mentón hasta acabar en el lóbulo de su oreja, donde dejé en pequeño mordisco para reírme entre dientes, divertido con todo aquello. Finalmente la solté para alejarme y analizarla una vez más- Soy yo el que no quiere perder el tiempo, así que será mejor que seas tan buena como dices porque, de lo contrario, querrás no haber tenido nada que ver conmigo. Y yo también puedo morder, incluso más fuerte que ahora y… en sitios mucho más placenteros para ti.
Antes de entrar a aquella dichosa tienda para que cerrara la boca, antes de que me arrepintiera, sentí como me cogía de la ropa y me pegaba a ella, notando su gesto serio, sintiendo en sus ojos una promesa velada que sus labios no habían dicho. Parecían el de un felino contemplando a su presa, y no pude dejar de pensar en cómo sería siendo una fiera… literalmente. Me reí por aquella acción pareciéndome divertida más que otra cosa y la miré durante unos segundos para luego chasquear la lengua.
-Seré yo el que te castigue a ti como me hagas perder el tiempo. Has dicho que tienes dotes y que serías de utilidad… ha quedado claro que ninguno quiere perder el tiempo, pero ¿en cuanto a castigar? Creo que seré yo el que te castigue si no resultas ser lo que dices, y mi castigo no será placentero, te lo garantizo –entrecerré mis ojos dándole seriedad a mis palabras, me solté sin problema de su agarre y abrí la puerta de la tienda para que entrara- Entra antes de que me arrepienta.
Me tuve que reír todavía cruzado de brazos cuando soltó aquellas palabras que hicieron que negara con la cabeza mientras me seguía riéndome, sin dejar de observarla. Era la cosa más graciosa que había dicho hasta el momento, ¿pensaba que estaba… flirteando con ella? Ni por asomo, tan sólo le había seguido el juego que ella misma había empezado. Si se trataba de que fuera cautivador, si la situación lo requería, lo sería.
Así que cuando vi que se acercaba a mí para morderme el labio inferior, tirar de el y succionarlo… le dejé hacer, sonriendo de lado. Vaya vaya, así que luego era yo el que quería cautivar. Pero ella tampoco se quedaba muy atrás, ya que lo estaba intentando con sus acciones mientras hablaba del pacto que todavía no habíamos establecido, pero que si la cosa seguía así, saldría para adelante. Ahora que se había separado era mí turno para poner las cartas sobre la mesa.
-En ningún momento he pretendido ser cautivador contigo, pequeña. De hecho –me acerqué más a ella, llevando una de mis manos a su nuca y la otra a su pelo, haciendo que su cabeza quedara hacia atrás- Si quisiera serlo, créeme… notarías la diferencia. –Llevé la mano de su nuca a sus labios, recorriéndolos con mi pulgar- Creo que no has entendido una cosa de todo esto… soy yo el que no debo pasarte ni una, y no al revés. Parece que te olvidas que eres tú la que trabaja para mí, y no al contrario. ¿Lidiar contigo? –me reí divertido por aquello, sin soltar todavía de mí puño su pelo- Más bien me parece que no sé si tú podrás soportarme… aunque bueno, eso es algo de lo que realmente no me importa. Puedo despedirte siempre y cuando me plazca, es algo que deberías de recordar. En cuanto a probar… -jugueteé con sus labios al igual que había echo ella, recorrí su cuello con mis labios, subiendo y perfilando su mentón hasta acabar en el lóbulo de su oreja, donde dejé en pequeño mordisco para reírme entre dientes, divertido con todo aquello. Finalmente la solté para alejarme y analizarla una vez más- Soy yo el que no quiere perder el tiempo, así que será mejor que seas tan buena como dices porque, de lo contrario, querrás no haber tenido nada que ver conmigo. Y yo también puedo morder, incluso más fuerte que ahora y… en sitios mucho más placenteros para ti.
Antes de entrar a aquella dichosa tienda para que cerrara la boca, antes de que me arrepintiera, sentí como me cogía de la ropa y me pegaba a ella, notando su gesto serio, sintiendo en sus ojos una promesa velada que sus labios no habían dicho. Parecían el de un felino contemplando a su presa, y no pude dejar de pensar en cómo sería siendo una fiera… literalmente. Me reí por aquella acción pareciéndome divertida más que otra cosa y la miré durante unos segundos para luego chasquear la lengua.
-Seré yo el que te castigue a ti como me hagas perder el tiempo. Has dicho que tienes dotes y que serías de utilidad… ha quedado claro que ninguno quiere perder el tiempo, pero ¿en cuanto a castigar? Creo que seré yo el que te castigue si no resultas ser lo que dices, y mi castigo no será placentero, te lo garantizo –entrecerré mis ojos dándole seriedad a mis palabras, me solté sin problema de su agarre y abrí la puerta de la tienda para que entrara- Entra antes de que me arrepienta.
Logan Tisdale- Hechicero/Realeza
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Re: Delicioso chocolate...+18//Privado: Logan Tisdale
Cara de chiste, otra cosa no se le ocurría para que aquel joven se riese. ¿Qué dijo tan divertido? no era consciente de las expresiones que ponía sin darse cuenta, demasiado efusiva, hablaba en alto con todo lo que no podía responderle y es que no tenía la culpa. No estaba acostumbrada a tratar con gente ajena a su casa, su abuela y hermanos así que la situación en sí . ¿Se le había escapado de las manos ser tan directa? No se arrepentía, no dejaba de sonreír aún así, devolviéndole cada palabra, cada gesto y demostrarle que no era ninguna joven asustadiza, tenía mucho que aprender y dar a cambio…solo quedaba que él estuviese de acuerdo pero no, fácil no iba a ser.
-¿Ah sí? ¿Qué diferencia habría? ¿Me llevaría a un callejón para hacerme cualquier cosa? La diferencia es que por mucho que intente embaucarme, no lo conseguirá -mantuvo su mirada, esos ojos azules claros podía transmitir esa seguridad única en la joven Goncourt y no solo eso, un despiste, el justo para pasar la lengua por el pulgar del joven y sin que lo esperase, morderlo con cierta fuerza y reír, lejos de achantarse ¿le intentaba asustar? Qué equivocado estaba -No me da miedo, no se me olvida que trabajaría para usted pero le diré una cosa… quizás sea la única persona que le soporte, he liado con hombres peores y no es una excepción ¿intenta impresionarme? Ya no hace falta -rió divertida, moviendo un tanto la cabeza, provocando un roce de su cabello con la mano del joven, pura táctica.
Sus manos dejaron la bolsa en el suelo, deslizándose por sus costados y no una caricia efímera, se aferraba a él como si le advirtiese de que no siguiese jugando. Le imitó, llevando la mano a su nuca y obligarle a mirarla a los ojos, los labios de la rubia se entreabrieron por las sensaciones, no estaba acostumbrada a ciertas cosas y el acercamiento provocó, cosas desconocidas…que no estaba dispuesta a que ese hombre se jactase de ello, si iba a jugar, jugarían los dos.
-Bien…pues si conoces esos sitios tan placenteros para mí ¿por qué no lo intenta? -enarcó una ceja, apoyando su frente en la ajena, mirándole intensamente, desafiante -Esa clase de amenazas se pueden volver en su contra, tenga cuidado y… -se inclinó a él, mordiendo de nuevo su labio inferior, esperando a que sangrase y sisear porque quería mostrarle algo. buscó en uno de los bolsillos de su vestido un pequeño frasco. Lo llevó a los labios del joven, dejando un par de gotas sobre la herida, dejando de sangrar casi al instante -¿Le vale?-sonrió con suficiencia, lamiendo la herida y soltarle…había algo más, quería que supiese a qué sabía y la pimienta rosa sería el claro ejemplo de ello.
Buscó una de las pequeñas bolitas, color rosado, se llevó un par a los labios pero… una de ellas se la dejó en los labios para que la probase, no era nada en especial pero le mostraba que así al menos tenía algo que llevarse a la boca.
-Tengo muchas más, parece pequeña pero…puedo llegar a sorprenderle -¿se refería a la bolsa o a ella misma? La pimienta rosa, picante pero dulce por dentro, dejaba un claro sabor de boca agradable, fresco…-Quiero que me enseñe…muchas cosas y será lo mismo por mi parte -enarcó una ceja, sin soltarle… la tensión seguía palpable en el ambiente.
-¿Ah sí? ¿Qué diferencia habría? ¿Me llevaría a un callejón para hacerme cualquier cosa? La diferencia es que por mucho que intente embaucarme, no lo conseguirá -mantuvo su mirada, esos ojos azules claros podía transmitir esa seguridad única en la joven Goncourt y no solo eso, un despiste, el justo para pasar la lengua por el pulgar del joven y sin que lo esperase, morderlo con cierta fuerza y reír, lejos de achantarse ¿le intentaba asustar? Qué equivocado estaba -No me da miedo, no se me olvida que trabajaría para usted pero le diré una cosa… quizás sea la única persona que le soporte, he liado con hombres peores y no es una excepción ¿intenta impresionarme? Ya no hace falta -rió divertida, moviendo un tanto la cabeza, provocando un roce de su cabello con la mano del joven, pura táctica.
Sus manos dejaron la bolsa en el suelo, deslizándose por sus costados y no una caricia efímera, se aferraba a él como si le advirtiese de que no siguiese jugando. Le imitó, llevando la mano a su nuca y obligarle a mirarla a los ojos, los labios de la rubia se entreabrieron por las sensaciones, no estaba acostumbrada a ciertas cosas y el acercamiento provocó, cosas desconocidas…que no estaba dispuesta a que ese hombre se jactase de ello, si iba a jugar, jugarían los dos.
-Bien…pues si conoces esos sitios tan placenteros para mí ¿por qué no lo intenta? -enarcó una ceja, apoyando su frente en la ajena, mirándole intensamente, desafiante -Esa clase de amenazas se pueden volver en su contra, tenga cuidado y… -se inclinó a él, mordiendo de nuevo su labio inferior, esperando a que sangrase y sisear porque quería mostrarle algo. buscó en uno de los bolsillos de su vestido un pequeño frasco. Lo llevó a los labios del joven, dejando un par de gotas sobre la herida, dejando de sangrar casi al instante -¿Le vale?-sonrió con suficiencia, lamiendo la herida y soltarle…había algo más, quería que supiese a qué sabía y la pimienta rosa sería el claro ejemplo de ello.
Buscó una de las pequeñas bolitas, color rosado, se llevó un par a los labios pero… una de ellas se la dejó en los labios para que la probase, no era nada en especial pero le mostraba que así al menos tenía algo que llevarse a la boca.
-Tengo muchas más, parece pequeña pero…puedo llegar a sorprenderle -¿se refería a la bolsa o a ella misma? La pimienta rosa, picante pero dulce por dentro, dejaba un claro sabor de boca agradable, fresco…-Quiero que me enseñe…muchas cosas y será lo mismo por mi parte -enarcó una ceja, sin soltarle… la tensión seguía palpable en el ambiente.
Gaïa Goncourt- Hechicero Clase Media
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Re: Delicioso chocolate...+18//Privado: Logan Tisdale
Enarqué una ceja cuando comenzó a decir aquellas palabras sobre la diferencia que habría y me hizo pensar, durante unos segundos, con qué clase de hombres se habría podido juntar. ¿Qué mierda era esa de llevarla a un callejón? ¿Se pensaba que quería llevarla a un callejón para demostrarle… que no estaba siendo cautivador con ella? Por favor, ¿de dónde demonios había sacado esa idea? Era ridícula. Además, ¿aquello era un reto… velado en sus palabras? Me tuve que volver a reír de nuevo por aquello, adoraba los retos. Y mejor para ella que no me retase… porque de lo contrario, podría llevarse una grata sorpresa.
-Desconozco con qué clases de hombres has estado, y tampoco tengo ganas de saberlo pero… ¿de verdad? ¿Llevarte a un callejón? –me tuve que volver a reír de nuevo, había que reconocerlo… sabía contar chistes muy buenos. Si lo decía en serio como realmente pensaba que lo hacía… Señor, ¿seguía pensando que quería embaucarla? Me reí algo más fuerte tras ese pensamiento- Si quisiera embaucarte, como tú dices… no elegiría un callejón precisamente para demostrártelo –todavía tenía sujeto parte de su pelo en mí puño, el tacto contra mi mano era muy suave- Sigue diciéndote eso, pequeña. Quizás algún día incluso llegues a creértelo –Noté que cuando pasé mi dedo por su labio lo mordió con algo de fuerza, pero ni siquiera moví el dedo. –Quizás deberías de temerme, no me conoces de nada y no sabes lo que soy capaz de hacer… o hacerte. Confías demasiado rápido, me parece. Y muchas veces el diablo llega oculto bajo el rostro de un ángel, jamás olvides eso. –Lo había visto muchas veces, moverse por los bajos fondos de la ciudad era como un aprendizaje continuo. Nunca debías de fiarte de la apariencia de nadie, puesto que el más inocente de todos podía ocultar bajo su rostro la pura maldad. Debías desconfiar de todos, incluso de quienes jamás pensarías que fueran sospechosos… el mundo estaba lleno de engaños, y había que aprender a diferenciarlos.
Noté cómo dejaba la bolsa en el suelo y no pasó desapercibido el roce de sus manos en mis costados, mientras yo todavía la tenía sujeta por su pelo en uno de mis puños, y su nuca contra mi otra mano. Sabía perfectamente lo que estaba pasando y sus emociones quedaban al descubierto, como si intentase advertirme de que parara… consiguiendo que sonriera de lado, divertido por aquello. Sentí su mano en mí nuca y su mirada, azul cielo, clavada en la mía. Me daba a entender que no se achantaría por nada, y no quería que lo hiciera. De hacerlo la soltaría, me giraría, y me largaría de allí sin decirle nada. Si iba a trabajar para mí necesita de gente que no tuviera miedo a nada, de lo contrario, podrían largarse sin siquiera decirme nada… y era algo que no estaba dispuesto a permitir. Me reí por sus palabras, así que… quería que le enseñase aquellas cosas.
-¿Y piensas que te voy a llevar al paraíso así porque sí? No, estás muy equivocada. Puedo hacerte perder la cabeza si así lo deseo… otra cosa muy diferente es que quiera hacerlo ahora. Y no, creo que todavía no mereces ese privilegio. Gánatelo. –Apoyó su frente con la mía y me relamí los labios, pensando en las cosas que podría hacerle y sonreí por sus palabras- ¿Es una amenaza lo que oigo? –me reí- Siempre que haya placer de por medio no puede ser nada malo así que… bueno, disfrutaré cuando seas tú la que me muerdas –Parecía que había leído sus pensamientos porque, dicho esto, me mordió el labio hasta que sentí que la sangre manaba de el. Pude oler ese olor ferroso tan particular de la sangre, uno que conocía muy bien. Y enarqué una ceja cuando vi aquel frasco diminuto de donde dejó caer un par de gotas donde me había mordido… notando como el corte desaparecía en cuestión de segundos. Luego se llevó una bolita rosa a la boca, y me lamió los labios… dejando un sabor agradable y fresco en ellos.
Me quedé mirando durante unos segundos aquel frasco que había sacado y las bolitas rosas. Con solo un par de gotas había echo que dejara de sangrar el labio, y aquella bolita del cual conocía su utilidad, dejaba un sabor agradable y fresco. Vaya vaya, aquello podía ser muy interesante. Jamás había visto nada igual y, sí, podría serme de utilidad.
La miré a los ojos unos momentos y ladeé mi cabeza un poco, estudiándola otra vez.
-Está bien, creo que podrás serme de utilidad. Te enseñaré aquello que esté a mí alcance –que, sobra decir, que era bastante- y a cambio me enseñarás para qué sirven todas esas cosas, y como puedo aplicarlas. –Ahora era cuando tenía que decirle… ciertas cosas- Pero antes de nada, deberíamos de hablar. Hay muchas cosas que no conoces y, si no te las explico, jamás podrás entender… lo que hago –no creía que supiera de los hechizos y mucho menos de la magia negra. Campo que era mi especialidad… en mí cabeza ya comenzaba a pensar cómo podía serme útil aquel tipo de cosas.
-Desconozco con qué clases de hombres has estado, y tampoco tengo ganas de saberlo pero… ¿de verdad? ¿Llevarte a un callejón? –me tuve que volver a reír de nuevo, había que reconocerlo… sabía contar chistes muy buenos. Si lo decía en serio como realmente pensaba que lo hacía… Señor, ¿seguía pensando que quería embaucarla? Me reí algo más fuerte tras ese pensamiento- Si quisiera embaucarte, como tú dices… no elegiría un callejón precisamente para demostrártelo –todavía tenía sujeto parte de su pelo en mí puño, el tacto contra mi mano era muy suave- Sigue diciéndote eso, pequeña. Quizás algún día incluso llegues a creértelo –Noté que cuando pasé mi dedo por su labio lo mordió con algo de fuerza, pero ni siquiera moví el dedo. –Quizás deberías de temerme, no me conoces de nada y no sabes lo que soy capaz de hacer… o hacerte. Confías demasiado rápido, me parece. Y muchas veces el diablo llega oculto bajo el rostro de un ángel, jamás olvides eso. –Lo había visto muchas veces, moverse por los bajos fondos de la ciudad era como un aprendizaje continuo. Nunca debías de fiarte de la apariencia de nadie, puesto que el más inocente de todos podía ocultar bajo su rostro la pura maldad. Debías desconfiar de todos, incluso de quienes jamás pensarías que fueran sospechosos… el mundo estaba lleno de engaños, y había que aprender a diferenciarlos.
Noté cómo dejaba la bolsa en el suelo y no pasó desapercibido el roce de sus manos en mis costados, mientras yo todavía la tenía sujeta por su pelo en uno de mis puños, y su nuca contra mi otra mano. Sabía perfectamente lo que estaba pasando y sus emociones quedaban al descubierto, como si intentase advertirme de que parara… consiguiendo que sonriera de lado, divertido por aquello. Sentí su mano en mí nuca y su mirada, azul cielo, clavada en la mía. Me daba a entender que no se achantaría por nada, y no quería que lo hiciera. De hacerlo la soltaría, me giraría, y me largaría de allí sin decirle nada. Si iba a trabajar para mí necesita de gente que no tuviera miedo a nada, de lo contrario, podrían largarse sin siquiera decirme nada… y era algo que no estaba dispuesto a permitir. Me reí por sus palabras, así que… quería que le enseñase aquellas cosas.
-¿Y piensas que te voy a llevar al paraíso así porque sí? No, estás muy equivocada. Puedo hacerte perder la cabeza si así lo deseo… otra cosa muy diferente es que quiera hacerlo ahora. Y no, creo que todavía no mereces ese privilegio. Gánatelo. –Apoyó su frente con la mía y me relamí los labios, pensando en las cosas que podría hacerle y sonreí por sus palabras- ¿Es una amenaza lo que oigo? –me reí- Siempre que haya placer de por medio no puede ser nada malo así que… bueno, disfrutaré cuando seas tú la que me muerdas –Parecía que había leído sus pensamientos porque, dicho esto, me mordió el labio hasta que sentí que la sangre manaba de el. Pude oler ese olor ferroso tan particular de la sangre, uno que conocía muy bien. Y enarqué una ceja cuando vi aquel frasco diminuto de donde dejó caer un par de gotas donde me había mordido… notando como el corte desaparecía en cuestión de segundos. Luego se llevó una bolita rosa a la boca, y me lamió los labios… dejando un sabor agradable y fresco en ellos.
Me quedé mirando durante unos segundos aquel frasco que había sacado y las bolitas rosas. Con solo un par de gotas había echo que dejara de sangrar el labio, y aquella bolita del cual conocía su utilidad, dejaba un sabor agradable y fresco. Vaya vaya, aquello podía ser muy interesante. Jamás había visto nada igual y, sí, podría serme de utilidad.
La miré a los ojos unos momentos y ladeé mi cabeza un poco, estudiándola otra vez.
-Está bien, creo que podrás serme de utilidad. Te enseñaré aquello que esté a mí alcance –que, sobra decir, que era bastante- y a cambio me enseñarás para qué sirven todas esas cosas, y como puedo aplicarlas. –Ahora era cuando tenía que decirle… ciertas cosas- Pero antes de nada, deberíamos de hablar. Hay muchas cosas que no conoces y, si no te las explico, jamás podrás entender… lo que hago –no creía que supiera de los hechizos y mucho menos de la magia negra. Campo que era mi especialidad… en mí cabeza ya comenzaba a pensar cómo podía serme útil aquel tipo de cosas.
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Re: Delicioso chocolate...+18//Privado: Logan Tisdale
Su risa le estaba llevando a un estado en el que comenzaba a traspasar los límites de su paciencia. Tenía mucha , demasiada y ese hombre acababa de conseguir que la perdiera. No perdió ni un instante los ojos ajenos de vista, tampoco ninguno de sus movimientos. Seguían muy cerca, tanto que podía sentir el calor que emanaba de su cuerpo, ambas respiraciones mezclándose sin control y aquella extraña tensión que no se disipaba, incrementaba a cada segundo y de la que dudaba se quedase frente a ese escaparate.
Cualquier chica se habría hecho añicos en aquella situación pero ella no. Seguía allí, sin perder contacto con su mirada y su cuerpo. Inevitable sentirse atraída por la situación en sí al igual de cabreada por la forma en la que aquel joven le estaba avisando. Así que era eso, le estaba advirtiendo que no la conocía, podría hacer cualquier cosa con ella y no le quitaba razón. Por su vestuario, dedujo que era de alta cuna pero no alguien cualquiera. Mucho más lanzado y seguro de lo que quería, en ese terreno muy pocos estaban dispuestos a indagar, a conocer y averiguar ciertas cosas que en esos tiempos , simplemente…era una locura.
-No te lo he pedido. Solo te muestro el pastel de chocolate que no vas a tomar… al menos, no ahora . ¿Si me asusta? No conozco el miedo, ni el temor. Siempre me arriesgo, sé perfectamente cuál es mi posición, mi ficha en este juego. No compito, tampoco tengo interés en quedar por encima…solo quiero jugar. -lo soltó, riendo sobre sus labios, dejando un roce en un movimiento rápido y sentir no solo la suavidad de sus labios, también la calidez -No tengo tal privilegio, es cierto, alguien como tú…tendría que volver a llamarle de usted porque no tiene nada que ver conmigo. Ambos sabemos que provenimos de clases diferentes pero nos mueve algo más… no me pregunte porqué lo sé. Lo siento
Entrecerró los ojos, mirándole intensamente. Riendo por lo de morder y no dudar en volver a hacerlo, tirando de su labio inferior y lograr que ambos se rozasen cuando la joven hablase. No quería que perdiese ni un mínimo detalle. Le iba a dejar claro sus intenciones y lo que esperaba de aquello. Se relamió, provocando volver a probar su libertad, si le ayudaba tendría al menos gran parte del tiempo un techo, puede hasta comida…
-Shhhh, ¿morder? Depende de cómo, podría mostrarte muchas cosas pero… mejor, te muestro para qué sirven cada una de esas hierbas, información que muy pocas personas poseen… venenos mortales, curaciones que se podían tachar como mágicas, dolencias que se disipan sin más… ¿qué me ofreces…tú? y no quiero tu paraíso, no es tan valioso…si quisiera esa clase de placeres podía tenerlos sin dar nada a cambio y no sé qué clase de cosas puedes enseñarme… -apoyó ambas manos en su pecho y lo apartó sin más. ¿Hablar? Ya lo estaban haciendo -No me has dicho tu nombre ¿tengo que adivinarlo? No tengo poderes, me gustarían pero …no tuve ese privilegio pero una cosa si sé
Aceleró el paso, mirándole de reojo y sonreír traviesa por sus palabras. Dejó escapar una risa de lo más divertida, volviendo a colocarse frente a él y no dejar la conversación a medias. Podían hacer muchas cosas, la complicidad no se solía tener con cualquiera y aunque en algunas palabras fuese un completo idiota, entre medias pudo leer la curiosidad que le despertaba al igual que ella a él.
-No entiendo muchas cosas pero sé de muchas otras ¿qué tengo que saber? -no le dejó que se expresase, volvió a alzar la mano para pedir el turno de palabra, esa chica no se cansaba nunca de jugar con el destino, con su propia vida pero ¿cómo no arriesgarse cuando podía ganar mucho más? -Albergas algo prohibido, algo que muy pocas personas saben ¿no es eso? y quiero…saber qué es -apoyó una mano en su pecho, deteniendo su paso, no iba a dejarle avanzar, ni se fuese hasta saberlo. Aquellos ojos azules seguían mirándole fijamente, prometiéndoselo todo y negándoselo al mismo tiempo.
-Me llamo Gaîa. Es todo lo que tienes que saber
Cualquier chica se habría hecho añicos en aquella situación pero ella no. Seguía allí, sin perder contacto con su mirada y su cuerpo. Inevitable sentirse atraída por la situación en sí al igual de cabreada por la forma en la que aquel joven le estaba avisando. Así que era eso, le estaba advirtiendo que no la conocía, podría hacer cualquier cosa con ella y no le quitaba razón. Por su vestuario, dedujo que era de alta cuna pero no alguien cualquiera. Mucho más lanzado y seguro de lo que quería, en ese terreno muy pocos estaban dispuestos a indagar, a conocer y averiguar ciertas cosas que en esos tiempos , simplemente…era una locura.
-No te lo he pedido. Solo te muestro el pastel de chocolate que no vas a tomar… al menos, no ahora . ¿Si me asusta? No conozco el miedo, ni el temor. Siempre me arriesgo, sé perfectamente cuál es mi posición, mi ficha en este juego. No compito, tampoco tengo interés en quedar por encima…solo quiero jugar. -lo soltó, riendo sobre sus labios, dejando un roce en un movimiento rápido y sentir no solo la suavidad de sus labios, también la calidez -No tengo tal privilegio, es cierto, alguien como tú…tendría que volver a llamarle de usted porque no tiene nada que ver conmigo. Ambos sabemos que provenimos de clases diferentes pero nos mueve algo más… no me pregunte porqué lo sé. Lo siento
Entrecerró los ojos, mirándole intensamente. Riendo por lo de morder y no dudar en volver a hacerlo, tirando de su labio inferior y lograr que ambos se rozasen cuando la joven hablase. No quería que perdiese ni un mínimo detalle. Le iba a dejar claro sus intenciones y lo que esperaba de aquello. Se relamió, provocando volver a probar su libertad, si le ayudaba tendría al menos gran parte del tiempo un techo, puede hasta comida…
-Shhhh, ¿morder? Depende de cómo, podría mostrarte muchas cosas pero… mejor, te muestro para qué sirven cada una de esas hierbas, información que muy pocas personas poseen… venenos mortales, curaciones que se podían tachar como mágicas, dolencias que se disipan sin más… ¿qué me ofreces…tú? y no quiero tu paraíso, no es tan valioso…si quisiera esa clase de placeres podía tenerlos sin dar nada a cambio y no sé qué clase de cosas puedes enseñarme… -apoyó ambas manos en su pecho y lo apartó sin más. ¿Hablar? Ya lo estaban haciendo -No me has dicho tu nombre ¿tengo que adivinarlo? No tengo poderes, me gustarían pero …no tuve ese privilegio pero una cosa si sé
Aceleró el paso, mirándole de reojo y sonreír traviesa por sus palabras. Dejó escapar una risa de lo más divertida, volviendo a colocarse frente a él y no dejar la conversación a medias. Podían hacer muchas cosas, la complicidad no se solía tener con cualquiera y aunque en algunas palabras fuese un completo idiota, entre medias pudo leer la curiosidad que le despertaba al igual que ella a él.
-No entiendo muchas cosas pero sé de muchas otras ¿qué tengo que saber? -no le dejó que se expresase, volvió a alzar la mano para pedir el turno de palabra, esa chica no se cansaba nunca de jugar con el destino, con su propia vida pero ¿cómo no arriesgarse cuando podía ganar mucho más? -Albergas algo prohibido, algo que muy pocas personas saben ¿no es eso? y quiero…saber qué es -apoyó una mano en su pecho, deteniendo su paso, no iba a dejarle avanzar, ni se fuese hasta saberlo. Aquellos ojos azules seguían mirándole fijamente, prometiéndoselo todo y negándoselo al mismo tiempo.
-Me llamo Gaîa. Es todo lo que tienes que saber
Gaïa Goncourt- Hechicero Clase Media
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Re: Delicioso chocolate...+18//Privado: Logan Tisdale
Podías notar perfectamente la determinación desbordante que ondeaba a su alrededor en aquellos momentos, no hacía falta la habilidad para percibir sus emociones en todo momento… era algo que a simple vista se dejaba notar. Bastante con verla directamente a los ojos para darte cuenta de ello, si alguien no era capaz de verlo de esa forma… estaba demasiado ciego.
Era algo que me gustaba, quería a gente que fuera capaz de todo y que no se largara a la primera de cambio. Me movía en arenas movedizas y necesita gente con determinación, arrojo y… algo de temeridad.
Me tuve que volver a reír entre dientes tras sus palabras, apenas llevábamos unos minutos y estaba descubriendo que era una caja de chistes andante. Cada cosa que decía hacía que me riera, y no porque contara algún chiste o algo parecido… sino porque estaba describiendo totalmente lo opuesto a mí personalidad. ¿Qué no podría comerme aquel trozo de pastel? Gracioso totalmente. No necesitaba que me diera permiso, no solía pedir permiso… simplemente lo tomaba.
-Si quisiera tomar ese pastel de… chocolate –acerqué mis labios a los suyos, ya que ella también era algo que estaba haciendo, hasta dejar apenas un espacio rozándolos levemente- lo tomaría sin preguntar. No acostumbro a pedir las cosas, lo que quiero lo tomo. Fin. – dando una pruebo de ello teniendo todavía su pelo en mí puño, y mi otra mano en su nuca sabiendo que no se iba a alejar, le di un beso que no era para nada casto, que fue breve y en el que mordí su labio inferior. Me separé para mirarla a los ojos- En cuanto a las cartas, pequeña… soy mi propio juego y yo las barajo. No me importa tu condición social, no es lo que preciso de ti exactamente.
Sus siguientes palabras demostraron lo que acababa de decir, eso era exactamente lo que más me interesaba de todo aquello. Había visto lo que podía hacer con aquel líquido y esa botella que había sacado. Si sabía de eso, y suponía que era lo más básico… ¿qué más podría saber de peligroso? Sí, sonreí cuando se soltó un poco y empezó a decir aquellas cosas. Eso era lo que estaba persiguiendo. Iba a ser un intercambio equivalente, puesto que sabiendo lo que sabía y en lo que estaría especializada… iba a serle de mucha utilidad. El hecho de que fuera hechicero es lo que hacía todo mucho más interesante.
-Dices que no quieres mí paraíso… pero es simplemente porque todavía no lo has probado. No sé que clase de relación has tenido, pero sí sé que puedo llevarte a cotas que ni tú jamás habrías soñado, y de muchas formas diferentes. –Aproveché para cogerla por una de sus muñecas y pegarla a mí cuerpo totalmente, haciendo que sintiera también el calor que recorría tanto mí cuerpo, como el suyo y soltar mi aliento sobre sus labios- O acaso es que, ¿no lo notas? Puedes engañarte a ti misma tanto como quieras de boca para fuera, pero internamente lo sabes, y tú cuerpo es el que te lo dice. Pero según tú –la solté mirándola divertido- no lo quieres, así que es algo que te perderás. En cuanto a enseñarte, tengo mucho más de lo que crees por enseñarte. –Fue entonces cuando terminó de soltarme aquello diciendo que se llamaba Gaîa y que albergaba algo prohibido, poniéndome la mano en el pecho en señal de que era mi turno de palabras. –Me llamo Logan, y sí como has dicho albergo algo prohibido; soy hechicero. De magia negra –puntualicé para que supiera realmente lo que le estaba diciendo. Que no se pensara que solamente hacía pócimas y me encargaba de curar a la gente… era algo, mucho más que todo eso. –Y a diferencia de ti, yo sí tengo poderes –sonreí de lado, no iba a darle toda la información de golpe- En cambio, ¿qué puedo ofrecerte? Bueno, creo que con decirte que soy hechicero es suficiente pero… si quieres algo más; te diré que tengo libros prohibidos a mi disposición y de los cuales estoy seguro que saldrán muchas más plantas de las que hayas podido leer en cualquier otro lado. Plantas de las cuales, tú, podrías… digamos hacer uso si las encuentras. Y más cosas que conocerás con el tiempo, no voy a desvelártelo todo de golpe. ¿Te parece suficiente, o quieres que siga enumerando cosas? No tengo todo el día así que, el tiempo es oro.
Era algo que me gustaba, quería a gente que fuera capaz de todo y que no se largara a la primera de cambio. Me movía en arenas movedizas y necesita gente con determinación, arrojo y… algo de temeridad.
Me tuve que volver a reír entre dientes tras sus palabras, apenas llevábamos unos minutos y estaba descubriendo que era una caja de chistes andante. Cada cosa que decía hacía que me riera, y no porque contara algún chiste o algo parecido… sino porque estaba describiendo totalmente lo opuesto a mí personalidad. ¿Qué no podría comerme aquel trozo de pastel? Gracioso totalmente. No necesitaba que me diera permiso, no solía pedir permiso… simplemente lo tomaba.
-Si quisiera tomar ese pastel de… chocolate –acerqué mis labios a los suyos, ya que ella también era algo que estaba haciendo, hasta dejar apenas un espacio rozándolos levemente- lo tomaría sin preguntar. No acostumbro a pedir las cosas, lo que quiero lo tomo. Fin. – dando una pruebo de ello teniendo todavía su pelo en mí puño, y mi otra mano en su nuca sabiendo que no se iba a alejar, le di un beso que no era para nada casto, que fue breve y en el que mordí su labio inferior. Me separé para mirarla a los ojos- En cuanto a las cartas, pequeña… soy mi propio juego y yo las barajo. No me importa tu condición social, no es lo que preciso de ti exactamente.
Sus siguientes palabras demostraron lo que acababa de decir, eso era exactamente lo que más me interesaba de todo aquello. Había visto lo que podía hacer con aquel líquido y esa botella que había sacado. Si sabía de eso, y suponía que era lo más básico… ¿qué más podría saber de peligroso? Sí, sonreí cuando se soltó un poco y empezó a decir aquellas cosas. Eso era lo que estaba persiguiendo. Iba a ser un intercambio equivalente, puesto que sabiendo lo que sabía y en lo que estaría especializada… iba a serle de mucha utilidad. El hecho de que fuera hechicero es lo que hacía todo mucho más interesante.
-Dices que no quieres mí paraíso… pero es simplemente porque todavía no lo has probado. No sé que clase de relación has tenido, pero sí sé que puedo llevarte a cotas que ni tú jamás habrías soñado, y de muchas formas diferentes. –Aproveché para cogerla por una de sus muñecas y pegarla a mí cuerpo totalmente, haciendo que sintiera también el calor que recorría tanto mí cuerpo, como el suyo y soltar mi aliento sobre sus labios- O acaso es que, ¿no lo notas? Puedes engañarte a ti misma tanto como quieras de boca para fuera, pero internamente lo sabes, y tú cuerpo es el que te lo dice. Pero según tú –la solté mirándola divertido- no lo quieres, así que es algo que te perderás. En cuanto a enseñarte, tengo mucho más de lo que crees por enseñarte. –Fue entonces cuando terminó de soltarme aquello diciendo que se llamaba Gaîa y que albergaba algo prohibido, poniéndome la mano en el pecho en señal de que era mi turno de palabras. –Me llamo Logan, y sí como has dicho albergo algo prohibido; soy hechicero. De magia negra –puntualicé para que supiera realmente lo que le estaba diciendo. Que no se pensara que solamente hacía pócimas y me encargaba de curar a la gente… era algo, mucho más que todo eso. –Y a diferencia de ti, yo sí tengo poderes –sonreí de lado, no iba a darle toda la información de golpe- En cambio, ¿qué puedo ofrecerte? Bueno, creo que con decirte que soy hechicero es suficiente pero… si quieres algo más; te diré que tengo libros prohibidos a mi disposición y de los cuales estoy seguro que saldrán muchas más plantas de las que hayas podido leer en cualquier otro lado. Plantas de las cuales, tú, podrías… digamos hacer uso si las encuentras. Y más cosas que conocerás con el tiempo, no voy a desvelártelo todo de golpe. ¿Te parece suficiente, o quieres que siga enumerando cosas? No tengo todo el día así que, el tiempo es oro.
Logan Tisdale- Hechicero/Realeza
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Re: Delicioso chocolate...+18//Privado: Logan Tisdale
Rió contra sus labios, sin dejar de mirar otra cosa que aquellos ojos fieros y peligrosos, justo como los propios. Ambas miradas chocaban irremediablemente, al igual que sus cuerpos intentaban por todos los medios, buscar un mínimo contacto. Así que tomar lo que desease, estaría acostumbrado a siempre salirse con la suya pero esa vez se había topado con alguien diferente. No iba a dejarle ni tan siquiera intentarlo, por encima de su cadáver. Se crió con chicos y sabía manejarlos a la perfección, ese…era el más subido de ego de todos los que se cruzó a lo largo de su vida.
La presión de sus labios, se convirtió en un beso atrayente, cálido y necesitado al mismo tiempo. No cerró los ojos, lo siguió mirando a los ojos durante el beso sin achantarse, devolviéndole el mordisco, seguido de una risa y terminar por lamiéndose los labios. Con ese gesto, le daba a entender que no solo él había tomado ese trozo de pastel. Negar que estaba delicioso sería mentira así que tan solo, enarcó una ceja, examinándole con atención…observándole detenidamente. Sus ojos azules le recorrieron sin ningún pudor, muy agradable a la vista aunque su forma de ser fuese tan orgullosa.
-¿Ah sí? Perfecto. Pues…ya te enseñaré ese paraíso del que presumes, tengo mucho que ofrecerte pero… ya se verá en otra ocasión. Me lo perderé…perdí mi ocasión ¿no ¡qué pena! -se relamió de nuevo, reanudando el paso, caminando a su lado y negar con la cabeza entre risas, le hacía gracia la forma que tenía aquel joven de arrastrar las palabras -Albergas demasiadas cosas, señor Logan -le miró de reojo con una leve sonrisa, una que se congeló cuando nombró la magina negra.
Todo se disipó en un segundo, solo estaban ellos dos en aquel callejón y esas palabras que no paraban de resonar en su mente. ¿Hablaba en serio? Quería conocer todo lo que conllevase esas condenadas palabras. Si alguien los escuchase, serían castigados y no llevados al paraíso precisamente. Tomó aire, soltándolo de golpe, tenía que pensar con claridad…se acababa de enterar que ese joven podía ser alguien quién lo cambiase todo , eso si…decía la verdad. Entrecerró los ojos, sin soltarle de la muñeca y si no fue suficiente, lo terminó tomando de la chaqueta con ambas manos y apoyar la espalda del joven en una de las paredes, bajando un tanto la voz para que él solo oyese.
-No vuelva a decir esas dos palabras, menos en la calle. No quiero morir aún, acabo de llegar a Paris. ¿Solo libros? No, si le intereso no es solo porque una señorita joven sea su ayudante…ha visto algo más en mi persona. Conozco la magia sin poderes pero ¿y si me enseñases algo más? soy alguien sin poderes pero…¿y si solo necesito buscar algo más? quién sabe si la alumna supere al maestro -no le soltó, le seguía mirando intensamente…ahora la curiosidad se había convertido en una necesidad de buscar más, conocer más de aquel desconocido.
Se le hacía de lo más interesante, no parecía albergar más de su orgullo y sus aires de grandeza pero se equivocaba, ambos lo hacían. Sonrió de medio lado, totalmente satisfecha por la conversación, una que había tomado un camino de lo más distinto.
-El tiempo es oro. Lléveme a ese paraíso negro, ese en el que nadie es capaz de desear entrar… -sus ojos azules brillaban con una intensidad muy diferente a como seguramente ninguna mujer le había mirado antes. Curiosidad, ganas de aprender, de ver lo que era capaz de hacer -Quizás lo que he probado de tu pastel de chocolate, no estuviese tan mal como para probar otro trozo
Se apartó, deslizando las manos por su pecho y apartarse, siguiendo el camino…ese que seguramente, cambiaría su vida para siempre. Conocería algo de lo que tantas veces se había preguntado…de su existencia y él sería capaz de comprobarlo ¿o no?.
La presión de sus labios, se convirtió en un beso atrayente, cálido y necesitado al mismo tiempo. No cerró los ojos, lo siguió mirando a los ojos durante el beso sin achantarse, devolviéndole el mordisco, seguido de una risa y terminar por lamiéndose los labios. Con ese gesto, le daba a entender que no solo él había tomado ese trozo de pastel. Negar que estaba delicioso sería mentira así que tan solo, enarcó una ceja, examinándole con atención…observándole detenidamente. Sus ojos azules le recorrieron sin ningún pudor, muy agradable a la vista aunque su forma de ser fuese tan orgullosa.
-¿Ah sí? Perfecto. Pues…ya te enseñaré ese paraíso del que presumes, tengo mucho que ofrecerte pero… ya se verá en otra ocasión. Me lo perderé…perdí mi ocasión ¿no ¡qué pena! -se relamió de nuevo, reanudando el paso, caminando a su lado y negar con la cabeza entre risas, le hacía gracia la forma que tenía aquel joven de arrastrar las palabras -Albergas demasiadas cosas, señor Logan -le miró de reojo con una leve sonrisa, una que se congeló cuando nombró la magina negra.
Todo se disipó en un segundo, solo estaban ellos dos en aquel callejón y esas palabras que no paraban de resonar en su mente. ¿Hablaba en serio? Quería conocer todo lo que conllevase esas condenadas palabras. Si alguien los escuchase, serían castigados y no llevados al paraíso precisamente. Tomó aire, soltándolo de golpe, tenía que pensar con claridad…se acababa de enterar que ese joven podía ser alguien quién lo cambiase todo , eso si…decía la verdad. Entrecerró los ojos, sin soltarle de la muñeca y si no fue suficiente, lo terminó tomando de la chaqueta con ambas manos y apoyar la espalda del joven en una de las paredes, bajando un tanto la voz para que él solo oyese.
-No vuelva a decir esas dos palabras, menos en la calle. No quiero morir aún, acabo de llegar a Paris. ¿Solo libros? No, si le intereso no es solo porque una señorita joven sea su ayudante…ha visto algo más en mi persona. Conozco la magia sin poderes pero ¿y si me enseñases algo más? soy alguien sin poderes pero…¿y si solo necesito buscar algo más? quién sabe si la alumna supere al maestro -no le soltó, le seguía mirando intensamente…ahora la curiosidad se había convertido en una necesidad de buscar más, conocer más de aquel desconocido.
Se le hacía de lo más interesante, no parecía albergar más de su orgullo y sus aires de grandeza pero se equivocaba, ambos lo hacían. Sonrió de medio lado, totalmente satisfecha por la conversación, una que había tomado un camino de lo más distinto.
-El tiempo es oro. Lléveme a ese paraíso negro, ese en el que nadie es capaz de desear entrar… -sus ojos azules brillaban con una intensidad muy diferente a como seguramente ninguna mujer le había mirado antes. Curiosidad, ganas de aprender, de ver lo que era capaz de hacer -Quizás lo que he probado de tu pastel de chocolate, no estuviese tan mal como para probar otro trozo
Se apartó, deslizando las manos por su pecho y apartarse, siguiendo el camino…ese que seguramente, cambiaría su vida para siempre. Conocería algo de lo que tantas veces se había preguntado…de su existencia y él sería capaz de comprobarlo ¿o no?.
Gaïa Goncourt- Hechicero Clase Media
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Re: Delicioso chocolate...+18//Privado: Logan Tisdale
Si había algo que me gustaba de aquella joven era que no le tenía miedo a nada, su temeridad, su valentía y su arrojo. Tenía que reconocerlo. Y era algo que me incentivaba a que pudiera serme de ayuda. Precisaba de gente que no se atemorizara a la primera de cambio, sobre todo cuando supieran a lo que me dedicaba realmente y con la gente que trataba. No era gente amigable, precisamente. Los bajos fondos eran peligros si no sabías por donde moverte, e incluso podía resultar atrapado entre arenas movedizas si no llevabas el suficiente cuidado. Y ella en todo ese corto plazo de tiempo me había demostrado que, realmente, poseía esa cualidad que siempre había buscado en la gente que me rodeaba.
Tema aparte era que me siguiera aquel juego y que, como yo, se atreviera a morderme y pegarse a mí cuerpo. Lo que le había dicho era totalmente cierto, podía engañarse las veces que quisiera mintiéndose de boca para fuera, pero por dentro sentía al igual que sentía yo, esa… atracción que había entre nosotros. Se notaba a la legua la tensión que desprendían nuestros cuerpos y era algo interesante. Era sin duda una mujer de armas tomar, y era una cualidad que adoraba en las mujeres. Obtener las cosas tan fácilmente podría llegar a ser aburrido y tedioso… era mucho más divertido cuando te plantaban cara y no te lo ponían nada fácil. Ahí era cuando el juego comenzaba, y el nuestro ya había comenzado hacía unos minutos.
Era atrevida, se atrevía a desafiarme con sus ojos azules como el cielo, sin apartar la mirada de la mía como si quisiera decirme que estaba preparada para lo que pudiera darle… y eso, realmente, me hacía preguntar si estaría preparada para lo que tenía para ella. La magia no era algo que estuviera bien visto, de hecho estaba seguro de que nos condenarían al castigo eterno, y no sabría realmente lo que nos podrían llegar a hacer. Aunque no era algo que temiera, y ella debía de saber dónde se estaba metiendo de lleno. Debía de saber con qué clase de hombre estaba tratando. Porque mis asuntos distaban mucho de que fueran o estuvieran limpios.
-¿Piensas mostrarme tú… el paraíso? Pequeña, no hagas promesas que quizás luego no puedas cumplir. Porque te tomaré la palabra y créeme, cuando luego llegue el momento y no me lleves al paraíso que tú dices… tendrás consecuencias. Y no, no será nada parecido al paraíso. –Aunque me había dicho que se llamaba Gaïa me gusta más llamarla por aquel apelativo, ya que la veía realmente pequeña y diminuta, pero todos sabíamos que los mejores venenos se encontraban en frascos pequeños. Y estaba seguro que, de querer envenenar, no tendría ningún tipo de problema. –Quizás es que tú no albergas nada y por eso dices que yo lo hago demasiado. Albergo aquello que sé que voy a tener, señorita Gaïa, es algo a lo que puedo permitirme aspirar.
Vi como comenzaba de nuevo a andar hasta que se paró de golpe, cuando le comenté lo que realmente era. Sabía que la mención de aquellas palabras iba a llevarla a un estado en el que quizás me tachara de incrédulo… pero parecía que me había equivocado, porque se giró después de unos segundos en los que estaría analizando mis palabras, se acercó hasta donde estaba y me cogió por la ropa hasta hacer que mi espalda se estampara contra una de las paredes, mientras se acercaba más a mí y me hablaba en voz baja, para que nadie pudiera escucharnos. Suspiré y dejé que terminara de hablar para hacerlo yo, mientras miraba hacia otro lado como si aquello me cansase.
-Eras tú la que querías saber lo que albergaba, ¿no es así? Pues ya lo sabes. Si no quieres saber la respuesta, o no estás preparada para escucharla… es tan fácil como que no lo preguntes. –la miré durante unos segundos, preguntándome qué me había echo llegar a pedirle que fuera mi ayudante…algo que no sabía muy bien responder- Bueno, quizás es cierto que haya visto algo en ti, aunque sabía desde el momento en que te vi mirando aquella tarde como si fuera tu mayor anhelo, que no poseías magia. –Era un “don” que todo hechicero poseía, ver el aura de las personas ayudaba más de lo que se pudiera explicar con palabras. Con el tiempo podías saber cómo se encontraba de humor una persona y poder llevarla por donde tú querías. También era útil a la hora de identificar a los seres sobrenaturales, de los cuales me preguntaba si Gaïa sabría de su existencia, o no. Pero, si se había quedado así cuando le había dicho lo de la magia… era muy probable que no supiera que existían esos seres. –La magia no es algo para lo que todo el mundo esté preparado, y utilizarla conlleva un precio. Pero, ¿pasarme? –me reí divertido por ello- No, dudo mucho que puedas algún día llegar a pasarme. Llevo desde que era un crío practicando con la magia, y no es algo que se pueda tomar a la ligera. Además –hice una leve pausa- no sé realmente si tú podrías utilizar la magia. Tus nociones sobre herbolaria y demás me sería muy útil, pero estoy seguro de que aprenderás conmigo más de lo que jamás hayas pensado saber. –Vi como se alejaba y dejando que estuviera a unos pasos de mí sonreí de lado, ¿pensaba que iba a ser tan fácil? Oh, por supuesto que no. –Alto –fue lo único que dije antes de hacer que su cuerpo se quedara completamente quieto, estático. Me acerqué a ella y me puse delante para que me mirara mientras portaba una sonrisa ladina- Tengo que advertirte algo, pequeña. Una vez que entres en ese paraíso negro como dices… ya no podrás salir. Así que, ¿estás segura? Si es así entonces no hay ningún problema –la había paralizado el cuerpo para que no se moviera, para que viera realmente que no iba en broma- Estoy es serio, así que si estás dispuesta… -comencé a andar dando unos pasos para luego deshacer aquel hechizo, mirándola de soslayo- Vamos, madre tierra. El tiempo es oro.
Tema aparte era que me siguiera aquel juego y que, como yo, se atreviera a morderme y pegarse a mí cuerpo. Lo que le había dicho era totalmente cierto, podía engañarse las veces que quisiera mintiéndose de boca para fuera, pero por dentro sentía al igual que sentía yo, esa… atracción que había entre nosotros. Se notaba a la legua la tensión que desprendían nuestros cuerpos y era algo interesante. Era sin duda una mujer de armas tomar, y era una cualidad que adoraba en las mujeres. Obtener las cosas tan fácilmente podría llegar a ser aburrido y tedioso… era mucho más divertido cuando te plantaban cara y no te lo ponían nada fácil. Ahí era cuando el juego comenzaba, y el nuestro ya había comenzado hacía unos minutos.
Era atrevida, se atrevía a desafiarme con sus ojos azules como el cielo, sin apartar la mirada de la mía como si quisiera decirme que estaba preparada para lo que pudiera darle… y eso, realmente, me hacía preguntar si estaría preparada para lo que tenía para ella. La magia no era algo que estuviera bien visto, de hecho estaba seguro de que nos condenarían al castigo eterno, y no sabría realmente lo que nos podrían llegar a hacer. Aunque no era algo que temiera, y ella debía de saber dónde se estaba metiendo de lleno. Debía de saber con qué clase de hombre estaba tratando. Porque mis asuntos distaban mucho de que fueran o estuvieran limpios.
-¿Piensas mostrarme tú… el paraíso? Pequeña, no hagas promesas que quizás luego no puedas cumplir. Porque te tomaré la palabra y créeme, cuando luego llegue el momento y no me lleves al paraíso que tú dices… tendrás consecuencias. Y no, no será nada parecido al paraíso. –Aunque me había dicho que se llamaba Gaïa me gusta más llamarla por aquel apelativo, ya que la veía realmente pequeña y diminuta, pero todos sabíamos que los mejores venenos se encontraban en frascos pequeños. Y estaba seguro que, de querer envenenar, no tendría ningún tipo de problema. –Quizás es que tú no albergas nada y por eso dices que yo lo hago demasiado. Albergo aquello que sé que voy a tener, señorita Gaïa, es algo a lo que puedo permitirme aspirar.
Vi como comenzaba de nuevo a andar hasta que se paró de golpe, cuando le comenté lo que realmente era. Sabía que la mención de aquellas palabras iba a llevarla a un estado en el que quizás me tachara de incrédulo… pero parecía que me había equivocado, porque se giró después de unos segundos en los que estaría analizando mis palabras, se acercó hasta donde estaba y me cogió por la ropa hasta hacer que mi espalda se estampara contra una de las paredes, mientras se acercaba más a mí y me hablaba en voz baja, para que nadie pudiera escucharnos. Suspiré y dejé que terminara de hablar para hacerlo yo, mientras miraba hacia otro lado como si aquello me cansase.
-Eras tú la que querías saber lo que albergaba, ¿no es así? Pues ya lo sabes. Si no quieres saber la respuesta, o no estás preparada para escucharla… es tan fácil como que no lo preguntes. –la miré durante unos segundos, preguntándome qué me había echo llegar a pedirle que fuera mi ayudante…algo que no sabía muy bien responder- Bueno, quizás es cierto que haya visto algo en ti, aunque sabía desde el momento en que te vi mirando aquella tarde como si fuera tu mayor anhelo, que no poseías magia. –Era un “don” que todo hechicero poseía, ver el aura de las personas ayudaba más de lo que se pudiera explicar con palabras. Con el tiempo podías saber cómo se encontraba de humor una persona y poder llevarla por donde tú querías. También era útil a la hora de identificar a los seres sobrenaturales, de los cuales me preguntaba si Gaïa sabría de su existencia, o no. Pero, si se había quedado así cuando le había dicho lo de la magia… era muy probable que no supiera que existían esos seres. –La magia no es algo para lo que todo el mundo esté preparado, y utilizarla conlleva un precio. Pero, ¿pasarme? –me reí divertido por ello- No, dudo mucho que puedas algún día llegar a pasarme. Llevo desde que era un crío practicando con la magia, y no es algo que se pueda tomar a la ligera. Además –hice una leve pausa- no sé realmente si tú podrías utilizar la magia. Tus nociones sobre herbolaria y demás me sería muy útil, pero estoy seguro de que aprenderás conmigo más de lo que jamás hayas pensado saber. –Vi como se alejaba y dejando que estuviera a unos pasos de mí sonreí de lado, ¿pensaba que iba a ser tan fácil? Oh, por supuesto que no. –Alto –fue lo único que dije antes de hacer que su cuerpo se quedara completamente quieto, estático. Me acerqué a ella y me puse delante para que me mirara mientras portaba una sonrisa ladina- Tengo que advertirte algo, pequeña. Una vez que entres en ese paraíso negro como dices… ya no podrás salir. Así que, ¿estás segura? Si es así entonces no hay ningún problema –la había paralizado el cuerpo para que no se moviera, para que viera realmente que no iba en broma- Estoy es serio, así que si estás dispuesta… -comencé a andar dando unos pasos para luego deshacer aquel hechizo, mirándola de soslayo- Vamos, madre tierra. El tiempo es oro.
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Re: Delicioso chocolate...+18//Privado: Logan Tisdale
Inevitable echarse a reír al oírle hablar del paraíso. Prometer algo así, no era hablar por hablar, al menos por su parte pero las cosas ya se verían. Arrugó la nariz, dedicándole un guiño de lo más gracioso a la par que despectivo ¿pequeña? ODIABA que la odiasen así pero si se lo revelaba una vez más, le seguiría llamando de esa manera así que se rindió, alzando las manos y dejar que se explicase, lo que tenía que decirle era de su interés. Imposible callarse ante esas palabras, ¿cómo que no albergaba nada? Chasqueó la lengua, mirándole fijamente a los ojos, sin achantarse ni lo más mínimo y mucho menos quedarse en silencio ante eso, si estaba acostumbrado a tener a mujeres que le diesen lo que quisiesen, tomar lo que desease y siempre salirse con la suya pero en este caso…lo sentía por él porque no sería así si no era ella quien le dejase hacerlo.
-Eso mismo, ahora delante de mí tengo algo a lo que albergo tener y… no eres tú, aunque tengas que ver, ya sabes a lo que me refiero, pequeño. La magia -Lo importante ahora mismo era el tema de la magia y no cualquiera, la “magia negra”. Entrecerró los ojos atendiendo a cualquier palabra que saliese de sus labios, más que dolerle, le fastidiaba y de qué manera no poseer aquel poder. Practicó la magia blanca pero no fue suficiente quería más y él era la clave, lo que necesitaba para dar un paso más en sus conocimientos, ser mejor… y espera,, ser la única.
-Un precio que estoy dispuesta a pagar. Hablo completamente en serio, quiero seguir adelante y puedo ofrecerte más que el conocimiento de mis hierbas -sonrió de medio lado, coqueta , riendo por lo bajo, quizás parecía que no hablaba tan en serio como acababa de alardear. Se miró a sí misma y a él, como si tan solo con eso le dejase claro lo que pretendía que entendiese, tener algo más que esa relación de maestro-alumna podía ser pero… como siempre, sorprendía -No se te ocurra jamás poner en duda mi entrega y dedicación, te estoy ofreciendo lealtad a cambio de lo que sabes y…
No pudo decir nada, tampoco moverse, su cuerpo se paralizó por entero. Sus orbes azules lo miraban intensamente, reflejando esa rabia e impotencia por no poder hacer nada. Soltó todo el aire retenido cuando volvió a sentir que podía moverse. Ese maldito brujo le acababa de advertir, dejado con la palabra en la boca y seguía preguntando que si estaba dispuesta ¿es que no le entraba en esa cabezota? Le siguió, acelerando el paso y quedar a su altura, aún no explotó, se quedó a medias de hablar y su semblante, seguía enfurruñado. Tampoco iban a estar discutiendo o poniendo en duda todo el tiempo.
-Mucho hablar y poca tarta de chocolate, al final no me has dado el trozo. Y me quedaré en tu casa esta noche, ¡qué menos! Necesitas una ayudante descansada ¿no? y no tengo donde hacerlo así que…lo haré en tu casa, en tu cama solo para fastidiarte -le miró de reojo, alzando la barbilla, sin perder esa sonrisa traviesa, observándole en silencio. Una pena que fuese un total imbécil, era atractivo y no lo escondió, le recorrió con la mirada de arriba abajo, riendo lo por bajo e incluso relamiéndose. -Hablas mucho, demasiado pero aparte de la paralización no me has mostrado nada… -sonrió con suficiencia, volviendo la mirada hacia el frente, dejándose llevar sin preguntar …al menos de momento.
Gaîa era una experta en buscar las cosquillas a cualquiera pero a ese hombre, se las buscaba de un modo muy diferente. Lo tentaba, lo alejaba, le buscaba…al mismo tiempo que estaba dispuesta a aprender y ayudar en todo lo que estuviese en su mano.
-Tengo hambre, mucha, así que sé bueno y dame algo de comer…algo que esté rico… tú no me sirves, me quedaría con más hambre, no sabrías ni por dónde empezar -un nuevo reto, no podía evitarlo, no con él…alguien que le seguía el juego. Un juego peligroso y totalmente prohibido con magia de por medio.
-Me gusta que me llames madre tierra, Logan -murmuró su nombre por lo bajo, deteniéndose a medio camino y dejar que él avanzase lo suficiente para aprovechar quitarse uno de sus zapatos y lanzarlo con tanta fuerza que impactase contra la espalda del joven. Del esfuerzo, su respiración se entrecortó un tanto, señalándolo con el dedo de manera acusadora -Y no vuelvas a paralizarme que la próxima te doy tal sopapo que serás tú quién se quede como un palo de escoba ¿entendido? Ahora mejor se sacudió el vestido y siguió caminando, como si tal cosa...
-Eso mismo, ahora delante de mí tengo algo a lo que albergo tener y… no eres tú, aunque tengas que ver, ya sabes a lo que me refiero, pequeño. La magia -Lo importante ahora mismo era el tema de la magia y no cualquiera, la “magia negra”. Entrecerró los ojos atendiendo a cualquier palabra que saliese de sus labios, más que dolerle, le fastidiaba y de qué manera no poseer aquel poder. Practicó la magia blanca pero no fue suficiente quería más y él era la clave, lo que necesitaba para dar un paso más en sus conocimientos, ser mejor… y espera,, ser la única.
-Un precio que estoy dispuesta a pagar. Hablo completamente en serio, quiero seguir adelante y puedo ofrecerte más que el conocimiento de mis hierbas -sonrió de medio lado, coqueta , riendo por lo bajo, quizás parecía que no hablaba tan en serio como acababa de alardear. Se miró a sí misma y a él, como si tan solo con eso le dejase claro lo que pretendía que entendiese, tener algo más que esa relación de maestro-alumna podía ser pero… como siempre, sorprendía -No se te ocurra jamás poner en duda mi entrega y dedicación, te estoy ofreciendo lealtad a cambio de lo que sabes y…
No pudo decir nada, tampoco moverse, su cuerpo se paralizó por entero. Sus orbes azules lo miraban intensamente, reflejando esa rabia e impotencia por no poder hacer nada. Soltó todo el aire retenido cuando volvió a sentir que podía moverse. Ese maldito brujo le acababa de advertir, dejado con la palabra en la boca y seguía preguntando que si estaba dispuesta ¿es que no le entraba en esa cabezota? Le siguió, acelerando el paso y quedar a su altura, aún no explotó, se quedó a medias de hablar y su semblante, seguía enfurruñado. Tampoco iban a estar discutiendo o poniendo en duda todo el tiempo.
-Mucho hablar y poca tarta de chocolate, al final no me has dado el trozo. Y me quedaré en tu casa esta noche, ¡qué menos! Necesitas una ayudante descansada ¿no? y no tengo donde hacerlo así que…lo haré en tu casa, en tu cama solo para fastidiarte -le miró de reojo, alzando la barbilla, sin perder esa sonrisa traviesa, observándole en silencio. Una pena que fuese un total imbécil, era atractivo y no lo escondió, le recorrió con la mirada de arriba abajo, riendo lo por bajo e incluso relamiéndose. -Hablas mucho, demasiado pero aparte de la paralización no me has mostrado nada… -sonrió con suficiencia, volviendo la mirada hacia el frente, dejándose llevar sin preguntar …al menos de momento.
Gaîa era una experta en buscar las cosquillas a cualquiera pero a ese hombre, se las buscaba de un modo muy diferente. Lo tentaba, lo alejaba, le buscaba…al mismo tiempo que estaba dispuesta a aprender y ayudar en todo lo que estuviese en su mano.
-Tengo hambre, mucha, así que sé bueno y dame algo de comer…algo que esté rico… tú no me sirves, me quedaría con más hambre, no sabrías ni por dónde empezar -un nuevo reto, no podía evitarlo, no con él…alguien que le seguía el juego. Un juego peligroso y totalmente prohibido con magia de por medio.
-Me gusta que me llames madre tierra, Logan -murmuró su nombre por lo bajo, deteniéndose a medio camino y dejar que él avanzase lo suficiente para aprovechar quitarse uno de sus zapatos y lanzarlo con tanta fuerza que impactase contra la espalda del joven. Del esfuerzo, su respiración se entrecortó un tanto, señalándolo con el dedo de manera acusadora -Y no vuelvas a paralizarme que la próxima te doy tal sopapo que serás tú quién se quede como un palo de escoba ¿entendido? Ahora mejor se sacudió el vestido y siguió caminando, como si tal cosa...
Gaïa Goncourt- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 13/01/2016
Re: Delicioso chocolate...+18//Privado: Logan Tisdale
Enarqué una ceja ante sus palabras de que delante de ella había algo que albergaba, ¿se había sentido ofendida por eso, quizás? Poco me importaba, lo único que ella tenía que tener claro era lo que conllevaba entrar en su mundo. Había una gran diferencia entre la magia blanca y la negra; mientras que la blanca se centraba en curar, hacer pociones y ayudar a la gente a un coste bajo… la negra, sin embargo, se utilizaba para fines menos solidarios. La gente que utilizaba la magia negra no solía ayudar a la gente sin obtener nada a cambio, eran muchos los que pedían mayores barbaridades de las que yo pudiera pedir. Yo me centraba en la idea de obtener un objeto que pudiera servirme.
La mayoría de la gente que utilizaba la magia negra podía, también, hacer magia blanca. Pero era como traspasar una puerta hacia lo oscuro, donde luego la luz no tenía cabida en aquel lugar. Los hechiceros negros solían olvidar que también podían utilizar la magia blanca, o bien no querían recordarlo. Se pagaba un precio por la magia negra, y para cada uno era algo totalmente diferente al anterior. Jamás se podía saber qué era para cada uno, era un paso que se debía de tomar con conciencia. Y siempre tenías que pagar un precio. La magia no era algo que se pudiera utilizar al libre albedrío… tenía sus consecuencias, y mayormente eran negativas.
-Sólo me estoy asegurando de que es lo que quieres, sabes que toda magia conlleva su precio. Toma algo de ti que ni tú misma siquiera podrías adivinar, no quería que luego pudieras echarme nada en cara. Te estoy advirtiendo, Gaïa, de las consecuencias que podría traerte si decides dar… el paso. No es que me importe, en absoluto, pero odiaría que lo reprocharas. Tú boquita podría servirme mejor que para darle ese tipo de… usos. –me reí de lado divertido con aquello. La observé durante unos segundos cuando comenzó a mirarme a mi y a ella, como dándome a entender lo que pretendía decir sin apenas utilizar ninguna palabra. ¿Me entregaba su cuerpo?- Tú cuerpo no formará parte del trato, pequeña. Eso es algo para lo que tengo reservado en… otro momento. Como ya te dije, lo que quiero lo tomo. No tengo por costumbre preguntar ni tampoco negociar con algo que espero tomar, así que… -me encogí de hombros como quien no quiere la cosa, escuchando sus palabras mientras ella seguía hablando sin dejarme opción alguna a decirle nada. ¿Es qué nunca se callaba? ¿Siempre tenía que tener la última palabra?
Por suerte para mí en el momento en que la paralicé para cerciorarme completamente de que estaba segura con todo aquello, su boca dejó de moverse y sus palabras se quedaron tal cual estaba ella: paralizada. Maldición, era todo un placer tenerla de esa forma sin que pudiera rebatirme nada, sin que pudiera hacerme nada… solamente estaba ahí, expuesta completamente para mí, a merced de lo que quisiera decirle o, simplemente hacerle. La repasé durante unos segundos y me reí de lado, divertido con aquel silencio que ahora, estando callada, reinaba en el lugar.
-Creo que hablas demasiado, y tu boca puede dar mejores usos que para tocarme las narices. Puede que para ti el confiar en alguien requiera solamente de estar unos minutos con la persona en cuestión, pero en lo que a mí concierne, la confianza no la vas a obtener tan rápido. Me muevo en círculos que para cualquiera que se precie es sumamente peligroso y toda precaución es poca. Este mundo no es fácil y los enemigos se esconden detrás de cada esquina, ¿quién me dice que tú no lo seas? De nuevo, tú confianza ciega en los demás podrá traerte consecuencias negativas. Sino, mírate ahora –ya que ella no podía hacerlo, me di el lujo de hacerlo yo mismo- está aquí, parada en mitad de la calle sin poder moverte, ni hablar nada, a merced de lo que la otra persona quiera hacerte. ¿Y si no soy bueno, pequeña? ¿Y si lo que quisiera sea… utilizarte para fines que jamás llegarás a comprender? Podría llevarte detrás de un callejón y hacer aquello que más quisiera contigo –para demostrárselo, me pegué completamente a ella, observando su rostro y sus ojos del mismo color del cielo que me observaban, desafiantes, temerarios… imprudentes incluso- Podría hacer aquello que más quisiera conmigo y tú, querida Gaïa, no podrías mas que observar sin poder evitarlo. –Llevé una de mis manos a su cintura y fui subiendo por el costado de su cuerpo, rozando levemente uno de sus pechos, hasta llegar a su rostro- Y debo decirte que ganas muchísimo más así, calladita… -mordí su labio divertido y la contemplé alejándome.
Sus palabras no hicieron otra cosa que divertirme, no tenía objeción en que se quedara en mí casa. Era demasiado grande y estaba seguro que, de querer, ni la vería en lo que duraba un día. Pero, ¿dormir en mí cama? No, era algo que no estaba dispuesto a permitir que pasase. Tenía que ponerle límites a aquella joven si quería seguir como mi aprendiz. Me mordí el labio ante aquella palabra, era la primera vez en toda mi vida que alguien ajeno totalmente a mí iba a estar a mi lado ayudándome. Todavía no sabía si había tomado la decisión correcta o no, pero todo se vería con el tiempo.
-Punto número uno; nada de dormir en mí cama. Tendrás tu propia cama ya que la casa es bastante grande como para… acoger a muchas personas. Solo estarás en mí cama el día que yo así lo desee, no lo olvides –tenía que dejar ciertas cosas claras antes de llegar- Punto número dos; no quiero que me comas todavía. Pero, en el caso de hacerlo pequeña, ten por segura que te sobrará conmigo. Si intentas picarme para demostrarte que realmente quedarías más que satisfecha conmigo… no lo estás consiguiendo. Te repito que lo que quiero lo tomo cuando yo quiero. –Me reí entre dientes mientras seguía andando, cuando dijo que le gustaba que le llamara madre tierra. Ni siquiera sé porqué lo había echo, quizás porque realmente era lo que significaba su nombre. Lo que no me esperaba, para nada, es que se parara y me lanzara ¿una zapatilla? Que impactó contra mi espalda, que hizo que frunciera el ceño y me girara a mirarla, con una voz más profunda, como si me estuviera controlando de… hacerle algo en público- Punto número tres; no vuelvas a desafiarme. Créeme, no saldrás ganando madre tierra, porque ni incluso con todo tú poder natural podrás ser capaz de frenarme. Sería tan fácil acabar con tú vida que deberías de estar agradecida porque te deje seguir respirando –para afianzar mis palabras, me acerqué a ella cogiéndola del cuello, sin apretar demasiado, lo justo para que notara mi poder, el mío, no el mágico, y que supiera con quién se estaba metiendo- No me conoces en absoluto, no des por sentado que por ser mi ayudante vaya a ser benevolente contigo. Mi paciencia es escasa y estás a punto de cruzar la raya –agarré su pelo con fuerza, haciendo que su rostro se hiciera hacia atrás, para besarla con la furia que me había provocado aquel pequeño incidente. Me separé soltándola y seguí andando, pasando olímpicamente de mirar si me seguía o no- Yo te daría un castigo mucho peor que ese, pequeña, te mostraré todo mi poder cuando esté convencido de que eres merecedora de conocerlo.
La mayoría de la gente que utilizaba la magia negra podía, también, hacer magia blanca. Pero era como traspasar una puerta hacia lo oscuro, donde luego la luz no tenía cabida en aquel lugar. Los hechiceros negros solían olvidar que también podían utilizar la magia blanca, o bien no querían recordarlo. Se pagaba un precio por la magia negra, y para cada uno era algo totalmente diferente al anterior. Jamás se podía saber qué era para cada uno, era un paso que se debía de tomar con conciencia. Y siempre tenías que pagar un precio. La magia no era algo que se pudiera utilizar al libre albedrío… tenía sus consecuencias, y mayormente eran negativas.
-Sólo me estoy asegurando de que es lo que quieres, sabes que toda magia conlleva su precio. Toma algo de ti que ni tú misma siquiera podrías adivinar, no quería que luego pudieras echarme nada en cara. Te estoy advirtiendo, Gaïa, de las consecuencias que podría traerte si decides dar… el paso. No es que me importe, en absoluto, pero odiaría que lo reprocharas. Tú boquita podría servirme mejor que para darle ese tipo de… usos. –me reí de lado divertido con aquello. La observé durante unos segundos cuando comenzó a mirarme a mi y a ella, como dándome a entender lo que pretendía decir sin apenas utilizar ninguna palabra. ¿Me entregaba su cuerpo?- Tú cuerpo no formará parte del trato, pequeña. Eso es algo para lo que tengo reservado en… otro momento. Como ya te dije, lo que quiero lo tomo. No tengo por costumbre preguntar ni tampoco negociar con algo que espero tomar, así que… -me encogí de hombros como quien no quiere la cosa, escuchando sus palabras mientras ella seguía hablando sin dejarme opción alguna a decirle nada. ¿Es qué nunca se callaba? ¿Siempre tenía que tener la última palabra?
Por suerte para mí en el momento en que la paralicé para cerciorarme completamente de que estaba segura con todo aquello, su boca dejó de moverse y sus palabras se quedaron tal cual estaba ella: paralizada. Maldición, era todo un placer tenerla de esa forma sin que pudiera rebatirme nada, sin que pudiera hacerme nada… solamente estaba ahí, expuesta completamente para mí, a merced de lo que quisiera decirle o, simplemente hacerle. La repasé durante unos segundos y me reí de lado, divertido con aquel silencio que ahora, estando callada, reinaba en el lugar.
-Creo que hablas demasiado, y tu boca puede dar mejores usos que para tocarme las narices. Puede que para ti el confiar en alguien requiera solamente de estar unos minutos con la persona en cuestión, pero en lo que a mí concierne, la confianza no la vas a obtener tan rápido. Me muevo en círculos que para cualquiera que se precie es sumamente peligroso y toda precaución es poca. Este mundo no es fácil y los enemigos se esconden detrás de cada esquina, ¿quién me dice que tú no lo seas? De nuevo, tú confianza ciega en los demás podrá traerte consecuencias negativas. Sino, mírate ahora –ya que ella no podía hacerlo, me di el lujo de hacerlo yo mismo- está aquí, parada en mitad de la calle sin poder moverte, ni hablar nada, a merced de lo que la otra persona quiera hacerte. ¿Y si no soy bueno, pequeña? ¿Y si lo que quisiera sea… utilizarte para fines que jamás llegarás a comprender? Podría llevarte detrás de un callejón y hacer aquello que más quisiera contigo –para demostrárselo, me pegué completamente a ella, observando su rostro y sus ojos del mismo color del cielo que me observaban, desafiantes, temerarios… imprudentes incluso- Podría hacer aquello que más quisiera conmigo y tú, querida Gaïa, no podrías mas que observar sin poder evitarlo. –Llevé una de mis manos a su cintura y fui subiendo por el costado de su cuerpo, rozando levemente uno de sus pechos, hasta llegar a su rostro- Y debo decirte que ganas muchísimo más así, calladita… -mordí su labio divertido y la contemplé alejándome.
Sus palabras no hicieron otra cosa que divertirme, no tenía objeción en que se quedara en mí casa. Era demasiado grande y estaba seguro que, de querer, ni la vería en lo que duraba un día. Pero, ¿dormir en mí cama? No, era algo que no estaba dispuesto a permitir que pasase. Tenía que ponerle límites a aquella joven si quería seguir como mi aprendiz. Me mordí el labio ante aquella palabra, era la primera vez en toda mi vida que alguien ajeno totalmente a mí iba a estar a mi lado ayudándome. Todavía no sabía si había tomado la decisión correcta o no, pero todo se vería con el tiempo.
-Punto número uno; nada de dormir en mí cama. Tendrás tu propia cama ya que la casa es bastante grande como para… acoger a muchas personas. Solo estarás en mí cama el día que yo así lo desee, no lo olvides –tenía que dejar ciertas cosas claras antes de llegar- Punto número dos; no quiero que me comas todavía. Pero, en el caso de hacerlo pequeña, ten por segura que te sobrará conmigo. Si intentas picarme para demostrarte que realmente quedarías más que satisfecha conmigo… no lo estás consiguiendo. Te repito que lo que quiero lo tomo cuando yo quiero. –Me reí entre dientes mientras seguía andando, cuando dijo que le gustaba que le llamara madre tierra. Ni siquiera sé porqué lo había echo, quizás porque realmente era lo que significaba su nombre. Lo que no me esperaba, para nada, es que se parara y me lanzara ¿una zapatilla? Que impactó contra mi espalda, que hizo que frunciera el ceño y me girara a mirarla, con una voz más profunda, como si me estuviera controlando de… hacerle algo en público- Punto número tres; no vuelvas a desafiarme. Créeme, no saldrás ganando madre tierra, porque ni incluso con todo tú poder natural podrás ser capaz de frenarme. Sería tan fácil acabar con tú vida que deberías de estar agradecida porque te deje seguir respirando –para afianzar mis palabras, me acerqué a ella cogiéndola del cuello, sin apretar demasiado, lo justo para que notara mi poder, el mío, no el mágico, y que supiera con quién se estaba metiendo- No me conoces en absoluto, no des por sentado que por ser mi ayudante vaya a ser benevolente contigo. Mi paciencia es escasa y estás a punto de cruzar la raya –agarré su pelo con fuerza, haciendo que su rostro se hiciera hacia atrás, para besarla con la furia que me había provocado aquel pequeño incidente. Me separé soltándola y seguí andando, pasando olímpicamente de mirar si me seguía o no- Yo te daría un castigo mucho peor que ese, pequeña, te mostraré todo mi poder cuando esté convencido de que eres merecedora de conocerlo.
Logan Tisdale- Hechicero/Realeza
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DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Delicioso chocolate...+18//Privado: Logan Tisdale
¿Es que acaso no le dejó claro que ella no estaba en venta? Su cuerpo no le pertenecía a cualquiera y no iba a hacer ciertos “tratos”, con respecto a su cuerpo, a su persona. Aceptó ser su ayudante porque podía aprender mucho más, más de lo que su abuela le enseñó. Un terreno de arenas movedizas, ese ambiente en el que por todos los medios, la abuela de la rubia intentó apartarla, sin éxito. Se sentía tan atraída por aquello, pensar que podía haber algo más que simples curaciones y él era la clave de ello, eso sí decía la verdad, cosa que le dejó bien clara cuando le mostró parte de lo que era capaz.
Sus orbes azules, incapaz de mirar otra cosa que al joven. De esa manera intensa, penetrante, vivaz y la más importante de todas: con valentía. Ella también le dejó claro que no era como cualquier muchachita, estaba allí, mostrándoselo de la única manera que sabía y no era otra que mostrarse tal y como era, sin paños calientes. Fingir no estaba en su lista y tampoco es que pudiese hacerlo cuando se dio el gusto de tocarla. La fiereza con la que sus ojos azules lo miraban no tenía precio, en el caso de no estar paralizada…hasta le hubiese cortado la mano con tal de no volver a sentir aquel tacto cálido y jodidamente atrayente, ¿qué le causaba más enfado? ¿qué la tocase o que la dejase a medias?
Rió, de lo más irónica, ese hombre no tenía arreglo pero es que ella tampoco. Se parecían demasiado, ambos orgullosos, con el ego por las nubes y ante todo mostrarse que eran mejor que el otro, una guerra absurda en la que si firmaban la paz podían llegar a mostrarse todo lo que ambos necesitaban. Y en algo llevaba razón, se confiaba demasiado. La criaron así, ver lo mejor de cada persona y darlo todo de su parte para ser correspondido. En este caso, la igualdad de caracteres le impulsó a seguir con aquello, aceptar…tampoco tenía nada mejor.
-No te voy a decir cómo estarías mejor que estar alardeando tanto, espero que tus artes en la cama sean igual de factibles como alardeas tanto de tus poderes, en todo caso, serás buen amante -se rió entre dientes, esperando, lo estaba esperando de verás y allí estaba. Cuando la tomó del cuello, su única reacción fue arquear su cuerpo, buscar el ajeno y sonreír luchando por no dejar de respirar. Le divertía la situación, tanto que una leve risa salió de sus labios antes de que apretase más…-Hazlo -susurró apenas sin voz, entreabriendo los labios, esperando aquello que le devolvió no solo el aire, un fuego interno que él acababa de prender.
Fuego, intenso y arrebatador. Así sabían aquellos labios prohibidos, esos que acababan de tacharla como charlatana y confiada. Entre el esfuerzo de no perder el aire y aquel ardiente beso, su respiración se desbocó como si acabasen de bailar juntos y no en un baile precisamente. Lo miraba, como si acabase de descubrir algo insólito. Ese hombre…ese maldito hombre se las haría pagar. Y… sin más, comenzó a aplaudir, como si acabase de ver el mayor de los espectáculos ¿en serio volvía a prometerle tal cosa?
-Logan…Logan…Logan…-susurró bajito, con cierto tono provocativo. Le bastó un par de pasos para ser ella quien traspasase todos los límites de distancia y no dudar en tomarle de la nuca y girarlo, cuando lo tuvo contra la pared donde ella misma había estado, sus dos manos lo tomaron de las muñecas… colocándolas a cada lado de su cabeza. Podía escapar fácilmente, lo sabía por eso, su pierna se deslizó por la pared, entre las del joven…un movimiento en falso y atacaría ese lugar-Quiero ver tu castigo, ese del que tanto presumes pero antes…
Se inclinó a él, dejando que las palabras acariciasen sus labios. Mordió su labio inferior, tirando de él y pasar la lengua por el lugar. No bastó con eso, su frente se apoyó en la suya, tanteándolo, estudiándole… quería comprobar cosas.
-Es que quiero eso, cruzar la raya -sonrió de medio lado, soltándole una de las muñecas para…sin más, cruzarle la cara de un tortazo. La misma mano , le tomó del mentón, mirándole intensamente a los ojos… no perder ni un ápice su mirada -Castígame -rió antes de devolverle aquel beso, con furia, rabia y deseo. Le mordió la lengua, causándole más placer que dolor al contrario que sus ojos, lo miraban con un desconcierto impresionante… ese maldito hombre había sacado lo peor de ella -Yo también tengo castigos, así que no empecemos por ahí… porque puede que te guste, nos guste y sea peligroso -sonrió de medio lado, deslizando la mano libre por sus costados, deteniéndose antes de llegar más debajo de su cintura y …apartarse, riendo como una niña que acababa de hacer una travesura.
Sus orbes azules, incapaz de mirar otra cosa que al joven. De esa manera intensa, penetrante, vivaz y la más importante de todas: con valentía. Ella también le dejó claro que no era como cualquier muchachita, estaba allí, mostrándoselo de la única manera que sabía y no era otra que mostrarse tal y como era, sin paños calientes. Fingir no estaba en su lista y tampoco es que pudiese hacerlo cuando se dio el gusto de tocarla. La fiereza con la que sus ojos azules lo miraban no tenía precio, en el caso de no estar paralizada…hasta le hubiese cortado la mano con tal de no volver a sentir aquel tacto cálido y jodidamente atrayente, ¿qué le causaba más enfado? ¿qué la tocase o que la dejase a medias?
Rió, de lo más irónica, ese hombre no tenía arreglo pero es que ella tampoco. Se parecían demasiado, ambos orgullosos, con el ego por las nubes y ante todo mostrarse que eran mejor que el otro, una guerra absurda en la que si firmaban la paz podían llegar a mostrarse todo lo que ambos necesitaban. Y en algo llevaba razón, se confiaba demasiado. La criaron así, ver lo mejor de cada persona y darlo todo de su parte para ser correspondido. En este caso, la igualdad de caracteres le impulsó a seguir con aquello, aceptar…tampoco tenía nada mejor.
-No te voy a decir cómo estarías mejor que estar alardeando tanto, espero que tus artes en la cama sean igual de factibles como alardeas tanto de tus poderes, en todo caso, serás buen amante -se rió entre dientes, esperando, lo estaba esperando de verás y allí estaba. Cuando la tomó del cuello, su única reacción fue arquear su cuerpo, buscar el ajeno y sonreír luchando por no dejar de respirar. Le divertía la situación, tanto que una leve risa salió de sus labios antes de que apretase más…-Hazlo -susurró apenas sin voz, entreabriendo los labios, esperando aquello que le devolvió no solo el aire, un fuego interno que él acababa de prender.
Fuego, intenso y arrebatador. Así sabían aquellos labios prohibidos, esos que acababan de tacharla como charlatana y confiada. Entre el esfuerzo de no perder el aire y aquel ardiente beso, su respiración se desbocó como si acabasen de bailar juntos y no en un baile precisamente. Lo miraba, como si acabase de descubrir algo insólito. Ese hombre…ese maldito hombre se las haría pagar. Y… sin más, comenzó a aplaudir, como si acabase de ver el mayor de los espectáculos ¿en serio volvía a prometerle tal cosa?
-Logan…Logan…Logan…-susurró bajito, con cierto tono provocativo. Le bastó un par de pasos para ser ella quien traspasase todos los límites de distancia y no dudar en tomarle de la nuca y girarlo, cuando lo tuvo contra la pared donde ella misma había estado, sus dos manos lo tomaron de las muñecas… colocándolas a cada lado de su cabeza. Podía escapar fácilmente, lo sabía por eso, su pierna se deslizó por la pared, entre las del joven…un movimiento en falso y atacaría ese lugar-Quiero ver tu castigo, ese del que tanto presumes pero antes…
Se inclinó a él, dejando que las palabras acariciasen sus labios. Mordió su labio inferior, tirando de él y pasar la lengua por el lugar. No bastó con eso, su frente se apoyó en la suya, tanteándolo, estudiándole… quería comprobar cosas.
-Es que quiero eso, cruzar la raya -sonrió de medio lado, soltándole una de las muñecas para…sin más, cruzarle la cara de un tortazo. La misma mano , le tomó del mentón, mirándole intensamente a los ojos… no perder ni un ápice su mirada -Castígame -rió antes de devolverle aquel beso, con furia, rabia y deseo. Le mordió la lengua, causándole más placer que dolor al contrario que sus ojos, lo miraban con un desconcierto impresionante… ese maldito hombre había sacado lo peor de ella -Yo también tengo castigos, así que no empecemos por ahí… porque puede que te guste, nos guste y sea peligroso -sonrió de medio lado, deslizando la mano libre por sus costados, deteniéndose antes de llegar más debajo de su cintura y …apartarse, riendo como una niña que acababa de hacer una travesura.
Gaïa Goncourt- Hechicero Clase Media
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Re: Delicioso chocolate...+18//Privado: Logan Tisdale
Sentía la incesante necesidad de dejarle claro con qué tipo de hombre se estaba metiendo, y con quién estaba jugando. No me gustaba tomarme las cosas a la ligera y odiaba que la gente hiciera, precisamente, eso conmigo. Era algo que no podía evitar hacer, algo que siempre había llevado por delante en el camino que había tomado hacía ya muchos años atrás… cuando descubrí realmente lo que era mi familia, y cuando descubrí que al igual que ellos también albergaba magia en mí interior.
Tenía que advertirle de todo lo que podría pasarle a partir de que entrara en aquel mundo, luego era mucho más difícil salir de lo que uno se pensaba, y si te dejas atrapar por el estabas jodidamente perdido. Debías de ir con pies de plomo, de ahí que no me tomara nada a la ligera como solía hacerlo. Algo que quizás podía chocar enormemente con mi carácter y personalidad, pero cuando se trataba de magia… y magia negra, las tornas cambiaban.
Por eso mi insistencia, había visto a gente estar decididos a entrar a aquel mundo y luego ver como se dejaban sucumbir por el, hasta finalmente acabar muertos por ello. No me preocupaba en absoluto lo que pudiera pasarle a ella, pero era algo que quería dejar claro para que luego no me lo echara en cara. Tenía carácter y eso era algo que me gustaba, decía mucho más de ella de lo que ella siquiera se pensara, sus emociones se podían ver como si se tratase de un libro abierto. Y necesitaba gente así, con ese tipo de carácter, con valentía y arrojo. De otra forma, jamás le habría propuesto algo como aquello.
Y, si lo pensaba detenidamente, ni siquiera sabía por qué le había propuesto aquello. ¿Qué podría realmente ofrecerme esa mujer? Sí, sus conocimientos sobre herbolaria y demás me podrían ser de utilidad. Quizás se pensara que con fines… “buenos”, pero debía de sospechar que no lo haría para tales fines, sino para otros totalmente diferentes. Había dicho que había probado la magia blanca pero que no había tenido resultado. Albergaba poder, pero no sabía realmente si aquel poder que poseía interiormente saldría alguna vez a la luz. Sería interesante ver cómo lo intentaba.
Y sin duda, era también cabezota. Cualquier otra persona se habría echado hacia atrás o hubiera guardado las formas cuando la cogí del cuello. Quería hacerle ver que no solamente con mi magia iba a poder por ella, era un hombre, y por tanto mi fuerza física superaba la suya. Aunque Gaïa no era una mujer débil para nada, pero debía de entender que no debía de llevarme a esos extremos, pues ni yo mismo era capaz de saber cómo iba a actuar o a responder por ello. Como había dicho me era muy fácil matarla, así se lo había demostrado también, mi mano se cernía alrededor de su cuello y solamente bastaba para hacer más presión hasta que comenzara a sentir como sus pulmones rogaban por aire, como su tráquea se cerraba y no dejaba pasar el aire tan ansiado.
Incluso así no perdía aquel carácter y esa determinación que brillaban en sus ojos azules, me miraba desafiándome como si quisiera decirme que no le daba miedo, haciendo que pensara que, o bien era valiente… o demasiado estúpida. Independientemente de aquel pique nos traíamos ente manos, no lograba discernir si también poseía algo de locura.
-Uno no alardea sin conocimiento de causa, pequeña. Cuando llegue el momento en que pruebes realmente lo que estoy hablando… deberás de darme la razón. Y no querrás que nadie te toque salvo yo, porque por mucho que te hagan jamás llegarían a darte tales placeres como los que yo te daré. –me reí entre dientes- Pero ya te lo mostraré y será un verdadero placer hacer que… retires tus palabras. –Y ahí estaba, esos ojos, esos sentimientos que se expresaban y podían ver a través de ellos, esa locura que no sabía si podría traerle algo bueno o algo malo. Su cuerpo se pegó al mío dándome a entender que no me temía, y tras aquel beso que había sido rápido, salvaje, y ardiente… me separé para comenzar a andar. Me giré para mirarla cuando comenzó a aplaudir por aquello, ¿quería mofarse por lo que acababa de pasar… en vez de reconsiderar que debía de llevar cuidado?
La observé acercarse hasta llegar a mi altura, cogerme por el cuello y estampar mi espalda contra el mismo muro donde momentos antes la había estampado yo. Cogió mis manos y las llevó a cada lado de mi rostro, para luego poner una pierna entre las mías, como una intimidación propia de cualquier hombre que quisiera propasarse con alguna mujer. Y me hizo que me riera por ello, podría fácilmente hacer que soltara mis manos y ser yo quien la tuviera así contra la pared, resultándome mucho más difícil a ella escaparse de mí agarre. Pero debía de admitir que resultaba hasta divertido ver como intentaba intimidarme. ¿Quería que la castigara? No sabía lo que estaba diciendo, y mucho menos iba a hacerlo en un lugar público donde la gente pasaba tan de seguido.
Sentí cómo se inclinaba hasta morderme el labio para luego pasar su lengua por el sitio donde había mordido, apoyar su frente quedando mucho más cerca de donde estaba sin que perdiera en ningún momento la sonrisa. Lo que no esperé, es que me cruzara la cara con una de sus manos, haciendo que mi rostro se girara hacia un lado, frunciendo el ceño mientras sentía el calor de haber estampado su mano contra mi rostro, aquel picor que era típico de cuando te daban un guantazo, como aquel. Si quería cruzar la raya, lo estaba consiguiendo a la perfección. Mí paciencia tenía un límite y aquella mujer estaba haciendo que comenzara a perderlo… algo que, sin duda, no era bueno para ella. No sabía con quién se estaba metiendo.
Giró mi rostro para que la mirara mientras sentía como la ira poco a poco crecía en mí interior, me estaba desafiando y estaba llegando al límite de mi paciencia… una vez que llegara al tope, no sabría por dónde podía salir ni lo que podría hacerle. Luego pasó de nuevo a besarme y no me quedé quieto, le devolví el beso con la misma furia que sentía en aquel momento, sintiendo la suya propia y el deseo de ambos. Fue un beso rudo, cargado de furia y de deseo, que terminó cuando me mordió la lengua. Así que… quería jugar. Bien, a aquel juego yo también quería sumarme. Y oh si, claro que nos iba a gustar a ambos… pero no era el momento, todavía no.
Cuando se separó y me libre de toda atadura, no pude contenerme y agarré su muñeca con fuerza metiéndome en uno de los callejones que había cerca de la calle, lejos de la vista de los transeúntes. La estampé sin delicadeza contra la pared, cogí sus muñecas con una de mis manos y las puse encima de su cabeza, y al igual que ella, metí una de mis piernas entre las suyas.
-¿Te gusta intimidar, Gaïa? Porque es algo que a mí también me encanta. Salvo que, la única diferencia que encuentro con tu intimidación es que carece de… realismo. ¿Quieres que te castigue por tu osadía? Oh, créeme que lo haré. Pero no estoy tan loco como para hacerlo en medio de una calle –mis ojos la miraban con furia, frialdad y determinación- Creí haberte dejado claro que no debes de cruzar la línea, pero al parecer veo que quieres demasiado morir… así que, ¿por qué no? Quizás es la lección que deberías de aprender –no precisaba más que un hechizo para darle una verdadera lección. Las palabras comenzaron a salir de mis labios en un pequeño susurro, sin dejar de mirarla a los ojos. Al finalizar sonreí, esperando a que aquello comenzara a surtir efecto mientras la liberaba riéndome entre dientes. Y no tardó en llegar, podía escuchar cómo su corazón comenzaba a latirle con más rapidez de lo normal, comenzando a bombear más sangre de la que debería, mientras no perdía la sonrisa y me apoyaba en la pared de enfrente, observándola divertido- ¿Empiezas a notarlo? Es uno de los hechizos que más me gustan… dictamina muerte por causa natural y nadie sabría realmente que es un conjuro. ¿Notas cómo tu corazón late acelerado? ¿El entumecimiento de tu brazo? Sí… claro que lo notas, puedo oírlo hasta aquí –Sonreí de forma ladina, disfrutando viendo como a aquella joven le empezaba a faltar la sangre, mientras el dolor en su pecho comenzaba a crecer por segundos- No me mires así, has sido tú quién ha pedido que la castigara, y debo de mostrarte realmente a quién te enfrentas. ¿Suficiente, quieres que pare? Esto puede ir a peor si no hago nada para evitarlo –me reí divertido observándola. Como tan sólo quería asustarla y darle una lección, comencé de nuevo a susurrar otro hechizo para detener todo aquello. Su corazón comenzó de nuevo a bombear al ritmo normal, cesando los dolores y lo que podría sentir por aquello. Me acerqué hasta quedar a escasos centímetros de su rostro, y sonreí- Y ahora puedes llamarme monstruo y todo lo que quieras, solamente te he dado un ejemplo de lo que podría pasarte. No juegues conmigo Gaïa, y podrás conservar tú vida –y sin decirle nada más, me alejé de aquel callejón para salir de nuevo a la calle- Vamos, tengo más cosas que enseñarte.
Tenía que advertirle de todo lo que podría pasarle a partir de que entrara en aquel mundo, luego era mucho más difícil salir de lo que uno se pensaba, y si te dejas atrapar por el estabas jodidamente perdido. Debías de ir con pies de plomo, de ahí que no me tomara nada a la ligera como solía hacerlo. Algo que quizás podía chocar enormemente con mi carácter y personalidad, pero cuando se trataba de magia… y magia negra, las tornas cambiaban.
Por eso mi insistencia, había visto a gente estar decididos a entrar a aquel mundo y luego ver como se dejaban sucumbir por el, hasta finalmente acabar muertos por ello. No me preocupaba en absoluto lo que pudiera pasarle a ella, pero era algo que quería dejar claro para que luego no me lo echara en cara. Tenía carácter y eso era algo que me gustaba, decía mucho más de ella de lo que ella siquiera se pensara, sus emociones se podían ver como si se tratase de un libro abierto. Y necesitaba gente así, con ese tipo de carácter, con valentía y arrojo. De otra forma, jamás le habría propuesto algo como aquello.
Y, si lo pensaba detenidamente, ni siquiera sabía por qué le había propuesto aquello. ¿Qué podría realmente ofrecerme esa mujer? Sí, sus conocimientos sobre herbolaria y demás me podrían ser de utilidad. Quizás se pensara que con fines… “buenos”, pero debía de sospechar que no lo haría para tales fines, sino para otros totalmente diferentes. Había dicho que había probado la magia blanca pero que no había tenido resultado. Albergaba poder, pero no sabía realmente si aquel poder que poseía interiormente saldría alguna vez a la luz. Sería interesante ver cómo lo intentaba.
Y sin duda, era también cabezota. Cualquier otra persona se habría echado hacia atrás o hubiera guardado las formas cuando la cogí del cuello. Quería hacerle ver que no solamente con mi magia iba a poder por ella, era un hombre, y por tanto mi fuerza física superaba la suya. Aunque Gaïa no era una mujer débil para nada, pero debía de entender que no debía de llevarme a esos extremos, pues ni yo mismo era capaz de saber cómo iba a actuar o a responder por ello. Como había dicho me era muy fácil matarla, así se lo había demostrado también, mi mano se cernía alrededor de su cuello y solamente bastaba para hacer más presión hasta que comenzara a sentir como sus pulmones rogaban por aire, como su tráquea se cerraba y no dejaba pasar el aire tan ansiado.
Incluso así no perdía aquel carácter y esa determinación que brillaban en sus ojos azules, me miraba desafiándome como si quisiera decirme que no le daba miedo, haciendo que pensara que, o bien era valiente… o demasiado estúpida. Independientemente de aquel pique nos traíamos ente manos, no lograba discernir si también poseía algo de locura.
-Uno no alardea sin conocimiento de causa, pequeña. Cuando llegue el momento en que pruebes realmente lo que estoy hablando… deberás de darme la razón. Y no querrás que nadie te toque salvo yo, porque por mucho que te hagan jamás llegarían a darte tales placeres como los que yo te daré. –me reí entre dientes- Pero ya te lo mostraré y será un verdadero placer hacer que… retires tus palabras. –Y ahí estaba, esos ojos, esos sentimientos que se expresaban y podían ver a través de ellos, esa locura que no sabía si podría traerle algo bueno o algo malo. Su cuerpo se pegó al mío dándome a entender que no me temía, y tras aquel beso que había sido rápido, salvaje, y ardiente… me separé para comenzar a andar. Me giré para mirarla cuando comenzó a aplaudir por aquello, ¿quería mofarse por lo que acababa de pasar… en vez de reconsiderar que debía de llevar cuidado?
La observé acercarse hasta llegar a mi altura, cogerme por el cuello y estampar mi espalda contra el mismo muro donde momentos antes la había estampado yo. Cogió mis manos y las llevó a cada lado de mi rostro, para luego poner una pierna entre las mías, como una intimidación propia de cualquier hombre que quisiera propasarse con alguna mujer. Y me hizo que me riera por ello, podría fácilmente hacer que soltara mis manos y ser yo quien la tuviera así contra la pared, resultándome mucho más difícil a ella escaparse de mí agarre. Pero debía de admitir que resultaba hasta divertido ver como intentaba intimidarme. ¿Quería que la castigara? No sabía lo que estaba diciendo, y mucho menos iba a hacerlo en un lugar público donde la gente pasaba tan de seguido.
Sentí cómo se inclinaba hasta morderme el labio para luego pasar su lengua por el sitio donde había mordido, apoyar su frente quedando mucho más cerca de donde estaba sin que perdiera en ningún momento la sonrisa. Lo que no esperé, es que me cruzara la cara con una de sus manos, haciendo que mi rostro se girara hacia un lado, frunciendo el ceño mientras sentía el calor de haber estampado su mano contra mi rostro, aquel picor que era típico de cuando te daban un guantazo, como aquel. Si quería cruzar la raya, lo estaba consiguiendo a la perfección. Mí paciencia tenía un límite y aquella mujer estaba haciendo que comenzara a perderlo… algo que, sin duda, no era bueno para ella. No sabía con quién se estaba metiendo.
Giró mi rostro para que la mirara mientras sentía como la ira poco a poco crecía en mí interior, me estaba desafiando y estaba llegando al límite de mi paciencia… una vez que llegara al tope, no sabría por dónde podía salir ni lo que podría hacerle. Luego pasó de nuevo a besarme y no me quedé quieto, le devolví el beso con la misma furia que sentía en aquel momento, sintiendo la suya propia y el deseo de ambos. Fue un beso rudo, cargado de furia y de deseo, que terminó cuando me mordió la lengua. Así que… quería jugar. Bien, a aquel juego yo también quería sumarme. Y oh si, claro que nos iba a gustar a ambos… pero no era el momento, todavía no.
Cuando se separó y me libre de toda atadura, no pude contenerme y agarré su muñeca con fuerza metiéndome en uno de los callejones que había cerca de la calle, lejos de la vista de los transeúntes. La estampé sin delicadeza contra la pared, cogí sus muñecas con una de mis manos y las puse encima de su cabeza, y al igual que ella, metí una de mis piernas entre las suyas.
-¿Te gusta intimidar, Gaïa? Porque es algo que a mí también me encanta. Salvo que, la única diferencia que encuentro con tu intimidación es que carece de… realismo. ¿Quieres que te castigue por tu osadía? Oh, créeme que lo haré. Pero no estoy tan loco como para hacerlo en medio de una calle –mis ojos la miraban con furia, frialdad y determinación- Creí haberte dejado claro que no debes de cruzar la línea, pero al parecer veo que quieres demasiado morir… así que, ¿por qué no? Quizás es la lección que deberías de aprender –no precisaba más que un hechizo para darle una verdadera lección. Las palabras comenzaron a salir de mis labios en un pequeño susurro, sin dejar de mirarla a los ojos. Al finalizar sonreí, esperando a que aquello comenzara a surtir efecto mientras la liberaba riéndome entre dientes. Y no tardó en llegar, podía escuchar cómo su corazón comenzaba a latirle con más rapidez de lo normal, comenzando a bombear más sangre de la que debería, mientras no perdía la sonrisa y me apoyaba en la pared de enfrente, observándola divertido- ¿Empiezas a notarlo? Es uno de los hechizos que más me gustan… dictamina muerte por causa natural y nadie sabría realmente que es un conjuro. ¿Notas cómo tu corazón late acelerado? ¿El entumecimiento de tu brazo? Sí… claro que lo notas, puedo oírlo hasta aquí –Sonreí de forma ladina, disfrutando viendo como a aquella joven le empezaba a faltar la sangre, mientras el dolor en su pecho comenzaba a crecer por segundos- No me mires así, has sido tú quién ha pedido que la castigara, y debo de mostrarte realmente a quién te enfrentas. ¿Suficiente, quieres que pare? Esto puede ir a peor si no hago nada para evitarlo –me reí divertido observándola. Como tan sólo quería asustarla y darle una lección, comencé de nuevo a susurrar otro hechizo para detener todo aquello. Su corazón comenzó de nuevo a bombear al ritmo normal, cesando los dolores y lo que podría sentir por aquello. Me acerqué hasta quedar a escasos centímetros de su rostro, y sonreí- Y ahora puedes llamarme monstruo y todo lo que quieras, solamente te he dado un ejemplo de lo que podría pasarte. No juegues conmigo Gaïa, y podrás conservar tú vida –y sin decirle nada más, me alejé de aquel callejón para salir de nuevo a la calle- Vamos, tengo más cosas que enseñarte.
Logan Tisdale- Hechicero/Realeza
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Fecha de inscripción : 16/12/2015
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: Delicioso chocolate...+18//Privado: Logan Tisdale
Ese hombre, ese maldito brujo, hechicero o mejor…charlatán, le empezaba a encontrar de un modo que desconocía. Nadie había sacado lo peor de ella hasta el momento, y él, tenía todas las de perder cuando se trataba de tan siquiera pensar en encararse con ella. ¿Un hombre? Ni aunque tuviese más fuerza, más poder y no poder quedarse callado…Jamás, de los jamases, la callaría y mucho menos la achantaría ¿qué se había creído? Podía llegar a sorprender a cualquiera, nadie había visto hasta ahora de lo que era capaz y ella de él, sí, lo suficiente para saber que podía cambiarle la vida, sacar de ella esa energía…ese poder oculto que aún fue imposible descubrir ni mostrar a nadie.
La risa de aquel joven, le erizó la piel y no de otra cosa que de rabia, furia e impotencia. Lo último esperaba que no le jugase una mala pasada, la hiciese aún más fuerte contra digno rival. Hasta ese mismo momento, no encontró a nadie que se hubiese puesto a su altura, desafiándola, sacando lo peor de ella, aquel carácter fuerte, prepotente y orgulloso que poseía la rubia. Ambos se estaban desafiando como dos gatos que marcan su territorio, se buscaban y se encontraban jugando las mismas cartas. Y él, había ganado por tener esos poderes de los que presumía, sin poder dejar de alardear sobre ello y nadie sabía cuánto le enfadaba aquello.
¿Por qué gente como esa tenía tanta suerte? y ella… no. Y el beso. El beso supo a fuego, ardiente y apasionado, se transmitían mutuamente un deseo irrefrenable, mezclado con rabia, furia…igual a la que se miraban. Sus orbes azules no le perdían de vista ni un segundo, midiendo cada movimiento, cada mirada y gesto de aquel misterioso hombre que le había mostrado aquello que tanto ansiaba probar, ver y experimentar en su propia persona…magia.
Oír la palabra “morir”, le hizo reír por lo bajo…risa, que se congeló cuando sintió como su cuerpo dejaba de responderle. Su corazón latía tan deprisa…como si estuviese en medio de un baile prohibido, entregándose al deseo y sí, podía compararse al hecho de que en vez de provocarle aquello… estuviesen en plena batalla, en una cama en donde se demostrasen más que palabras. Tuvo que aferrarse a una de las paredes, el aire le faltaba y sentía como en cualquier momento, se desvanecería… se postraría ante él de rodillas y habría ganado.
Sacó las fuerzas de no supo dónde, sin caer. Saboreaba la muerte, le supo hasta rica…pues en cuanto soltó su corazón, una risa de lo más maliciosa, se hizo eco en el callejón…esa chica apenas acababa de casi morir y seguía ahí, desafiándole como el primer segundo. Primero, tenía que recomponerse, llenar sus pulmones de aire, el suficiente para poder hablar, decirle lo que tanto deseaba. Le costó volver a la normalidad, sin parar de reírse por lo bajo como si aquello le hubiese divertido más incluso que a él. Negó con la cabeza suavemente para no marearse…
-¿Más cosas? ¿Qué enseñarme? -murmuró, apenas un susurro pero audible a los oídos del brujo. Su mirada, buscó la ajena, aún no podía caminar y aún así, volvía a desafiarle con la mirada….esos ojos azules eran capaces de traspasarlo, de mostrarle algo inusual después de aquel ataque. Otra persona, quizás se vengase pero ella… no lo miraba con venganza, si no, con deseo.
Sí, sus ojos azules no se fijaban en otra cosa que no fuese aquel hombre. Le había mostrado lo más parecido a un intenso orgasmo que casi le cuesta la vida y… seguramente lo que dijese, descuadraría al hechicero, solo una frase salió de su boca… una que podía cambiarlo o estropearlo todo pero necesitaba decirlo y quería que él supiese de qué modo, las ganas de saber… y él fuese el culpable de ello.
-Quiero más, no es suficiente. Quiero…más y tú puedes dármelo -esa rabia, ese deseo no desaparecía, realmente le había gustado aquella tortura y sí, le había pedido más…mucho más.
La risa de aquel joven, le erizó la piel y no de otra cosa que de rabia, furia e impotencia. Lo último esperaba que no le jugase una mala pasada, la hiciese aún más fuerte contra digno rival. Hasta ese mismo momento, no encontró a nadie que se hubiese puesto a su altura, desafiándola, sacando lo peor de ella, aquel carácter fuerte, prepotente y orgulloso que poseía la rubia. Ambos se estaban desafiando como dos gatos que marcan su territorio, se buscaban y se encontraban jugando las mismas cartas. Y él, había ganado por tener esos poderes de los que presumía, sin poder dejar de alardear sobre ello y nadie sabía cuánto le enfadaba aquello.
¿Por qué gente como esa tenía tanta suerte? y ella… no. Y el beso. El beso supo a fuego, ardiente y apasionado, se transmitían mutuamente un deseo irrefrenable, mezclado con rabia, furia…igual a la que se miraban. Sus orbes azules no le perdían de vista ni un segundo, midiendo cada movimiento, cada mirada y gesto de aquel misterioso hombre que le había mostrado aquello que tanto ansiaba probar, ver y experimentar en su propia persona…magia.
Oír la palabra “morir”, le hizo reír por lo bajo…risa, que se congeló cuando sintió como su cuerpo dejaba de responderle. Su corazón latía tan deprisa…como si estuviese en medio de un baile prohibido, entregándose al deseo y sí, podía compararse al hecho de que en vez de provocarle aquello… estuviesen en plena batalla, en una cama en donde se demostrasen más que palabras. Tuvo que aferrarse a una de las paredes, el aire le faltaba y sentía como en cualquier momento, se desvanecería… se postraría ante él de rodillas y habría ganado.
Sacó las fuerzas de no supo dónde, sin caer. Saboreaba la muerte, le supo hasta rica…pues en cuanto soltó su corazón, una risa de lo más maliciosa, se hizo eco en el callejón…esa chica apenas acababa de casi morir y seguía ahí, desafiándole como el primer segundo. Primero, tenía que recomponerse, llenar sus pulmones de aire, el suficiente para poder hablar, decirle lo que tanto deseaba. Le costó volver a la normalidad, sin parar de reírse por lo bajo como si aquello le hubiese divertido más incluso que a él. Negó con la cabeza suavemente para no marearse…
-¿Más cosas? ¿Qué enseñarme? -murmuró, apenas un susurro pero audible a los oídos del brujo. Su mirada, buscó la ajena, aún no podía caminar y aún así, volvía a desafiarle con la mirada….esos ojos azules eran capaces de traspasarlo, de mostrarle algo inusual después de aquel ataque. Otra persona, quizás se vengase pero ella… no lo miraba con venganza, si no, con deseo.
Sí, sus ojos azules no se fijaban en otra cosa que no fuese aquel hombre. Le había mostrado lo más parecido a un intenso orgasmo que casi le cuesta la vida y… seguramente lo que dijese, descuadraría al hechicero, solo una frase salió de su boca… una que podía cambiarlo o estropearlo todo pero necesitaba decirlo y quería que él supiese de qué modo, las ganas de saber… y él fuese el culpable de ello.
-Quiero más, no es suficiente. Quiero…más y tú puedes dármelo -esa rabia, ese deseo no desaparecía, realmente le había gustado aquella tortura y sí, le había pedido más…mucho más.
Gaïa Goncourt- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 112
Fecha de inscripción : 13/01/2016
Re: Delicioso chocolate...+18//Privado: Logan Tisdale
Aquella mujer no sabía realmente con quién se estaba metiendo, ni lo peligroso que podría llegar a ser para ella. No estaba hablando solamente de aquel desafío implícito en su mirada, dándome a entender que no estaba acostumbrada a que alguien le impusiera tanto… sino de que cada vez que intentaba que entendiera realmente todos los peligros que conllevaba estar cerca de mí… parecía que le entrase por un lado y le saliera por otro. ¿No era capaz de escuchar lo que estaba diciéndole?
Estaba claro que quería saber mucho más sobre la magia y, seguramente, querría aprender a utilizarla. No la culpaba por ello, aunque no sabía realmente si ella podría sacar ese tipo de poder de su interior. Quizás con mucha práctica y paciencia, de la cual yo no era portador, podría en algún momento canalizar el poder y sacarla fuera de su cuerpo.
Hasta ahí quizás todo estaba en orden, pero lo que me traía mosqueado, es que se revelara de esa forma. Hacía que me enervara porque no había topado con persona más cabezota que ella.
No tenía por costumbre que se revelaran tanto contra mí, era una persona que le gustaba tener todo bajo control y el hecho de que aquella mujer me plantara tanta cara… me enfurecía. A la par que me gustaba esa parte de ella. La iba a necesitar si quería seguir a mi lado como mi ayudante, para tratar con los bajos fondos y todo lo que se movía a su alrededor. Era un juego peligroso en el que no había margen de error, un movimiento en falso y podría terminar con su vida.
Por eso me vi obligado a hacer aquel tipo de conjuro, y no iba a negar que había disfrutado como un hijo de puta con ello. Era la única forma de que entendiera realmente lo peligroso que era, lo que podría pasarle si no llevaba cuidado. Y realmente fui muy sutil con ello. Cuando comencé a reírme tras susurrar aquellas palabras su mirada y su rostro me decían que no tenía ningún tipo de miedo… hasta que comenzó a sentir los acelerados latidos de su corazón.
Era una de las cosas que más me gustaban, si sabías hacerlo bien, podrías dar con muchos hechizos valiosos y peligros por los que la gente pagaría una suma cuantiosa. Aunque el dinero era la menor de mis preocupaciones, tenía dinero suficiente como para estar malgastándolo durante el resto de mí vida. Lo que de verdad quería hallar era aquel maldito libro que me había llevado a la perdición.
Sacudí mi cabeza quitando esos pensamientos y me centré en regodearme en las sensaciones que le producían aquel infarto que le había provocado. Podía escuchar apoyado contra la pared, con los brazos cruzados sobre el pecho, y una pierna contra la pared apoya cómo comenzaban cada vez a latirle con más rapidez. La sangre comenzando a bombear con fuerza, el entumecimiento que sin duda estaría sintiendo por el brazo… y esa falta de aire, mientras se llevaba la mano al corazón…. Oh si, estaba disfrutando como un verdadero cabrón con eso. Más bien, como lo que realmente era.
Había tenido que llegar a esos extremos para que entendiera realmente que me valía cualquier cosa para matarla, que no iba a tolerar que se rebelara de aquella forma y me tomara como alguien de su igual… porque no lo era. Mi paciencia tenía un límite y aquella mujer estaba haciendo que la linera se quedara muy atrás. El resultado de ello había sido provocarle un infarto. Si después de aquello no se daba por enterada, es que era demasiado estúpida para su bien.
Me quedé observando esperando a ver qué era lo que hacía, si se caería de rodillas por la falta de oxígeno mientras su corazón bombeaba más sangre de la que debía al resto de su organismo. Pero, incluso así, no dejé de sentir aquella mirada como si me estuviera diciendo sin palabras que no tenía miedo, que no le importaba que le provocara un infarto porque jamás cedería ante mí. Y así fue como lo entendí, porque después de que pasara todo… su risa me confirmó lo que pensaba.
Aquella risa era lo que menos había esperado que hiciera cuando el conjuro terminó, haciendo que me girara a mirarla parado en la calle mientras oía su risa resonar por el callejón al tiempo que se incorporaba. Había estado a punto de morir y lo primero que hace es reírse, de forma algo siniestra, como si estuviera pensando en algún diabólico plan y solamente lo supiera ella.
Enarqué una ceja por sus palabras dándome a entender que realmente estaba loca, era estúpida y tremendamente loca. No sabía si aquello era algo bueno o, por el contrario, algo totalmente malo. No para mí, sin duda. Aquella mujer tenía muchos más matices de los que a simple vista se podían apreciar… y en unos momentos, lo estaba comprobando de primera mano. Tras sus palabras no me pasó desapercibido su mirada y lo que transmitía con ellos. Esperaba ver miedo, temor e incertidumbre… sin embargo, me encontré de nuevo con su temeridad y con… deseo. Su aura brillaba con intensidad dándome a entender que por su cuerpo la llama del deseo la recorría.
-Esto solo ha sido una pequeña muestra de todo lo que puedo hacer, sí. Te dije que te demostraría realmente mis poderes cuando llegara el momento oportuno. ¿Piensas que te he enseñado… todo lo que sé? –Me reí entre dientes- No, pequeña. Aún guardo muchos más trucos bajo la manga… muchos de los que ni siquiera habrías podido imaginar. Pero no es el lugar, ni el momento. Así que muévete. –la última palabra la dije con tono cortante, queriendo que comenzara a moverse porque no iba a permanecer ahí por mucho más tiempo.
Tras sus palabras me quedé observándola de forma fija, seguía parada apoyada contra la pared recomponiéndose de aquello que le había causado… y lo único que hice, fue reírme de forma siniestra, al igual que lo había echo ella. Llevando mi cabeza hacia atrás unos segundos para luego mirarla. El deseo brillaba en su mirada y danzaba por su cuerpo, un deseo que se podía notar perfectamente en su aura, inundando todo su cuerpo. Yo casi la mataba, ¿y lo único que quería… era más? Chasqueé la lengua tras eso, sintiendo como parte de ese deseo que ella sentía se manifestaba en mi propio cuerpo, haciendo que me lamiera los labios divertido con aquel pensamiento.
-¿Ya estás rogando… pequeña? Y eso que ni siquiera te he tocado, cuando lo haga pedirás por mucho más. Pero no pienso darte nada aquí, en medio de una calle transitada en pleno día. Muévete, y te daré mucho más si es lo que quieres. ¿Castigo, o placer? –me reí sin poder evitarlo, me acerqué de nuevo a ella y la besé estampándola contra la pared del callejón, callándola con mis labios, sintiendo ese deseo que la recorría por dentro y que, poco a poco, se iba trasladando a mi cuerpo. Me separé y seguí andando saliendo a la calle. Había sido suficiente en aquel lugar, y no pensaba darle más hasta estar en un lugar mucho mejor. –Vamos madre tierra, no voy a propiciar un escándalo público. Ese tipo de cosas me gustan que se quede en… privado. –Eché una mirada hacia atrás para comprobar que me seguía y comencé a andar- Espero que te hayas repuesto, porque mi casa no es que quede cerca, precisamente. –Aquella mujer me desconcertaba, y no sabía de qué formas y hasta qué punto
Estaba claro que quería saber mucho más sobre la magia y, seguramente, querría aprender a utilizarla. No la culpaba por ello, aunque no sabía realmente si ella podría sacar ese tipo de poder de su interior. Quizás con mucha práctica y paciencia, de la cual yo no era portador, podría en algún momento canalizar el poder y sacarla fuera de su cuerpo.
Hasta ahí quizás todo estaba en orden, pero lo que me traía mosqueado, es que se revelara de esa forma. Hacía que me enervara porque no había topado con persona más cabezota que ella.
No tenía por costumbre que se revelaran tanto contra mí, era una persona que le gustaba tener todo bajo control y el hecho de que aquella mujer me plantara tanta cara… me enfurecía. A la par que me gustaba esa parte de ella. La iba a necesitar si quería seguir a mi lado como mi ayudante, para tratar con los bajos fondos y todo lo que se movía a su alrededor. Era un juego peligroso en el que no había margen de error, un movimiento en falso y podría terminar con su vida.
Por eso me vi obligado a hacer aquel tipo de conjuro, y no iba a negar que había disfrutado como un hijo de puta con ello. Era la única forma de que entendiera realmente lo peligroso que era, lo que podría pasarle si no llevaba cuidado. Y realmente fui muy sutil con ello. Cuando comencé a reírme tras susurrar aquellas palabras su mirada y su rostro me decían que no tenía ningún tipo de miedo… hasta que comenzó a sentir los acelerados latidos de su corazón.
Era una de las cosas que más me gustaban, si sabías hacerlo bien, podrías dar con muchos hechizos valiosos y peligros por los que la gente pagaría una suma cuantiosa. Aunque el dinero era la menor de mis preocupaciones, tenía dinero suficiente como para estar malgastándolo durante el resto de mí vida. Lo que de verdad quería hallar era aquel maldito libro que me había llevado a la perdición.
Sacudí mi cabeza quitando esos pensamientos y me centré en regodearme en las sensaciones que le producían aquel infarto que le había provocado. Podía escuchar apoyado contra la pared, con los brazos cruzados sobre el pecho, y una pierna contra la pared apoya cómo comenzaban cada vez a latirle con más rapidez. La sangre comenzando a bombear con fuerza, el entumecimiento que sin duda estaría sintiendo por el brazo… y esa falta de aire, mientras se llevaba la mano al corazón…. Oh si, estaba disfrutando como un verdadero cabrón con eso. Más bien, como lo que realmente era.
Había tenido que llegar a esos extremos para que entendiera realmente que me valía cualquier cosa para matarla, que no iba a tolerar que se rebelara de aquella forma y me tomara como alguien de su igual… porque no lo era. Mi paciencia tenía un límite y aquella mujer estaba haciendo que la linera se quedara muy atrás. El resultado de ello había sido provocarle un infarto. Si después de aquello no se daba por enterada, es que era demasiado estúpida para su bien.
Me quedé observando esperando a ver qué era lo que hacía, si se caería de rodillas por la falta de oxígeno mientras su corazón bombeaba más sangre de la que debía al resto de su organismo. Pero, incluso así, no dejé de sentir aquella mirada como si me estuviera diciendo sin palabras que no tenía miedo, que no le importaba que le provocara un infarto porque jamás cedería ante mí. Y así fue como lo entendí, porque después de que pasara todo… su risa me confirmó lo que pensaba.
Aquella risa era lo que menos había esperado que hiciera cuando el conjuro terminó, haciendo que me girara a mirarla parado en la calle mientras oía su risa resonar por el callejón al tiempo que se incorporaba. Había estado a punto de morir y lo primero que hace es reírse, de forma algo siniestra, como si estuviera pensando en algún diabólico plan y solamente lo supiera ella.
Enarqué una ceja por sus palabras dándome a entender que realmente estaba loca, era estúpida y tremendamente loca. No sabía si aquello era algo bueno o, por el contrario, algo totalmente malo. No para mí, sin duda. Aquella mujer tenía muchos más matices de los que a simple vista se podían apreciar… y en unos momentos, lo estaba comprobando de primera mano. Tras sus palabras no me pasó desapercibido su mirada y lo que transmitía con ellos. Esperaba ver miedo, temor e incertidumbre… sin embargo, me encontré de nuevo con su temeridad y con… deseo. Su aura brillaba con intensidad dándome a entender que por su cuerpo la llama del deseo la recorría.
-Esto solo ha sido una pequeña muestra de todo lo que puedo hacer, sí. Te dije que te demostraría realmente mis poderes cuando llegara el momento oportuno. ¿Piensas que te he enseñado… todo lo que sé? –Me reí entre dientes- No, pequeña. Aún guardo muchos más trucos bajo la manga… muchos de los que ni siquiera habrías podido imaginar. Pero no es el lugar, ni el momento. Así que muévete. –la última palabra la dije con tono cortante, queriendo que comenzara a moverse porque no iba a permanecer ahí por mucho más tiempo.
Tras sus palabras me quedé observándola de forma fija, seguía parada apoyada contra la pared recomponiéndose de aquello que le había causado… y lo único que hice, fue reírme de forma siniestra, al igual que lo había echo ella. Llevando mi cabeza hacia atrás unos segundos para luego mirarla. El deseo brillaba en su mirada y danzaba por su cuerpo, un deseo que se podía notar perfectamente en su aura, inundando todo su cuerpo. Yo casi la mataba, ¿y lo único que quería… era más? Chasqueé la lengua tras eso, sintiendo como parte de ese deseo que ella sentía se manifestaba en mi propio cuerpo, haciendo que me lamiera los labios divertido con aquel pensamiento.
-¿Ya estás rogando… pequeña? Y eso que ni siquiera te he tocado, cuando lo haga pedirás por mucho más. Pero no pienso darte nada aquí, en medio de una calle transitada en pleno día. Muévete, y te daré mucho más si es lo que quieres. ¿Castigo, o placer? –me reí sin poder evitarlo, me acerqué de nuevo a ella y la besé estampándola contra la pared del callejón, callándola con mis labios, sintiendo ese deseo que la recorría por dentro y que, poco a poco, se iba trasladando a mi cuerpo. Me separé y seguí andando saliendo a la calle. Había sido suficiente en aquel lugar, y no pensaba darle más hasta estar en un lugar mucho mejor. –Vamos madre tierra, no voy a propiciar un escándalo público. Ese tipo de cosas me gustan que se quede en… privado. –Eché una mirada hacia atrás para comprobar que me seguía y comencé a andar- Espero que te hayas repuesto, porque mi casa no es que quede cerca, precisamente. –Aquella mujer me desconcertaba, y no sabía de qué formas y hasta qué punto
Logan Tisdale- Hechicero/Realeza
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Re: Delicioso chocolate...+18//Privado: Logan Tisdale
¡Odiaba a ese hombre como jamás había odiado a nadie! ¿Por qué? apenas se acababan de conocer y entre ambos, esa batalla la cual ninguno había salido vencedor, aún. Lo que provocó en ella, simplemente era indescriptible. Casi la mata, acaba con su vida con tan solo susurrar unas palabras, se regodeó de ello, la estuvo observando casi morir y perder la inconsciencia y ¿ella que hizo? Pedir más. ¿Acaso podía ser más inconsciente? Le dio igual, lo sentía, necesitaba más, su cuerpo había entrado en una especie de trance del que no podía desprenderse ahora que lo saboreó. Y él tenía la culpa, por mostrarle no solo de lo que era capaz y le podía dar, entre los dos había surgido esa tensión y provocación continúa, tan tentadora por ambas partes.
Frente a frente, desafiándose, cada uno apoyado en cada pared y mirándose intensamente, transmitiéndose mucho más con palabras. Gaîa no se movió, aunque quería le fue imposible, aún se sentía abrumada por aquel ataque y lo peor…lo que estaba sintiendo, ese deseo enfermizo que la traía de cabeza. Aún en sus labios, conservaba su sabor, salvaje y adictivo del que pudo probar un poco más. Gimió contra su boca, antes de que él la besase , al notar como su cuerpo chocaba contra la pared, provocándole, buscándola de nuevo y volver a luchar, una lucha en aquellos besos que decían todo lo contrario a las palabras y las acciones de ambos. Un momento que podía ser tachado como tregua, una que no duró demasiado.
-Maldito brujo del mal -murmuró relamiéndose, recorriendo su espalda al ver cómo se alejaba de ella. No podía controlarlo, el aura de la chica, la delataba a conciencia, el deseo no paraba de crecer tan solo, con su sola presencia. Tuvo que hacer verdaderos esfuerzos en no buscarlo con la mirada, perdiendo sus ojos en cualquier cosa que no fuese ese endemoniado hombre y recordar lo que había pasado. ¿Cómo causaba eso en ella si era un completo desconocido? Y no uno cualquiera, uno malvado, despiadado y sin corazón…y eso, le llamaba jodidamente la atención, la atrapó en una tela de araña creada por ella misma.
Caminar no suponía ningún problema, estaba hecha a ello. No tenía techo en esa ciudad y la mayor parte del tiempo se la pasaba caminando de un lado a otro, ofreciendo sus remedios, hierbas y demás. Esperó a que llegasen a la susodicha casa, mantenía la distancia durante el camino, apenas habían cruzado palabra o mirada, cosa que agradeció pues lo que menos necesitaba era una nueva lucha. Frente a las puertas, examinó la fachada y los alrededores, una casa grande, muy grande…al menos no mentía en que era alguien importante, con suerte podía llevarse algo de comer a la boca y darse un baño.
-¿Dónde tienes tu guarida….pequeño-rió por lo bajo, enarcando una ceja y esperar a que le diese paso dentro. Y solo con entrar en aquella entrada, el frío pareció desaparecer de golpe, acogedora a pesar de ser enorme. No le faltaría detalle alguno, tan elegante y distinguido, como una de esas casas a las que sus hermanos iban a ejercer de profesores privados. Resopló, sin creer que aquel hombre fuese el dueño de aquello, encima tenía suerte y por ello, lo odió más.
Frunció el ceño, arrugando la nariz como si le desagradase la sola idea de que no solo fuese importante, si no el único que de verdad pudiese enseñarle todo eso que anhelaba. Empezaba a tener demasiada suerte en ese aspecto y solo con sus remedios, era poco el precio…al final tendría que trabajar para él como una criada más y no negarse a la hora de hacer ciertas tareas que ya sería el colmo de la humillación extrema. Ella ya se estaba montando sus propias historias.
-Muy bonita… -dijo en voz alta, solo que en vez de mirar la casa, sus ojos azules estaban fijos en él, como si la casa…fuese un segundo plano y solo estuviese él , nada más excepto por la intervención de su estómago, el cual…rugió de tal manera que la hizo sonrojarse. Sí, la rubia sonrojada y de vergüenza, pero ¡tenía tanta hambre! -Tengo hambre, hace …no sé cuántos días que me alimento a base de té e hierbas…¿me das algo de comer? ¿o empiezo por ti? Y… un baño, sé perfectamente en lo que estás pensando ahora y estoy segura que una de las cosas es que lo necesito ¿no? -enarcó ambas cejas, aún sonrojada, mirándolo intensamente.
Tal como iba vestida, no es que fuese muy acorde con aquel ambiente distinguido, era una chica normal y corriente… eso al menos, creía ella.
Frente a frente, desafiándose, cada uno apoyado en cada pared y mirándose intensamente, transmitiéndose mucho más con palabras. Gaîa no se movió, aunque quería le fue imposible, aún se sentía abrumada por aquel ataque y lo peor…lo que estaba sintiendo, ese deseo enfermizo que la traía de cabeza. Aún en sus labios, conservaba su sabor, salvaje y adictivo del que pudo probar un poco más. Gimió contra su boca, antes de que él la besase , al notar como su cuerpo chocaba contra la pared, provocándole, buscándola de nuevo y volver a luchar, una lucha en aquellos besos que decían todo lo contrario a las palabras y las acciones de ambos. Un momento que podía ser tachado como tregua, una que no duró demasiado.
-Maldito brujo del mal -murmuró relamiéndose, recorriendo su espalda al ver cómo se alejaba de ella. No podía controlarlo, el aura de la chica, la delataba a conciencia, el deseo no paraba de crecer tan solo, con su sola presencia. Tuvo que hacer verdaderos esfuerzos en no buscarlo con la mirada, perdiendo sus ojos en cualquier cosa que no fuese ese endemoniado hombre y recordar lo que había pasado. ¿Cómo causaba eso en ella si era un completo desconocido? Y no uno cualquiera, uno malvado, despiadado y sin corazón…y eso, le llamaba jodidamente la atención, la atrapó en una tela de araña creada por ella misma.
Caminar no suponía ningún problema, estaba hecha a ello. No tenía techo en esa ciudad y la mayor parte del tiempo se la pasaba caminando de un lado a otro, ofreciendo sus remedios, hierbas y demás. Esperó a que llegasen a la susodicha casa, mantenía la distancia durante el camino, apenas habían cruzado palabra o mirada, cosa que agradeció pues lo que menos necesitaba era una nueva lucha. Frente a las puertas, examinó la fachada y los alrededores, una casa grande, muy grande…al menos no mentía en que era alguien importante, con suerte podía llevarse algo de comer a la boca y darse un baño.
-¿Dónde tienes tu guarida….pequeño-rió por lo bajo, enarcando una ceja y esperar a que le diese paso dentro. Y solo con entrar en aquella entrada, el frío pareció desaparecer de golpe, acogedora a pesar de ser enorme. No le faltaría detalle alguno, tan elegante y distinguido, como una de esas casas a las que sus hermanos iban a ejercer de profesores privados. Resopló, sin creer que aquel hombre fuese el dueño de aquello, encima tenía suerte y por ello, lo odió más.
Frunció el ceño, arrugando la nariz como si le desagradase la sola idea de que no solo fuese importante, si no el único que de verdad pudiese enseñarle todo eso que anhelaba. Empezaba a tener demasiada suerte en ese aspecto y solo con sus remedios, era poco el precio…al final tendría que trabajar para él como una criada más y no negarse a la hora de hacer ciertas tareas que ya sería el colmo de la humillación extrema. Ella ya se estaba montando sus propias historias.
-Muy bonita… -dijo en voz alta, solo que en vez de mirar la casa, sus ojos azules estaban fijos en él, como si la casa…fuese un segundo plano y solo estuviese él , nada más excepto por la intervención de su estómago, el cual…rugió de tal manera que la hizo sonrojarse. Sí, la rubia sonrojada y de vergüenza, pero ¡tenía tanta hambre! -Tengo hambre, hace …no sé cuántos días que me alimento a base de té e hierbas…¿me das algo de comer? ¿o empiezo por ti? Y… un baño, sé perfectamente en lo que estás pensando ahora y estoy segura que una de las cosas es que lo necesito ¿no? -enarcó ambas cejas, aún sonrojada, mirándolo intensamente.
Tal como iba vestida, no es que fuese muy acorde con aquel ambiente distinguido, era una chica normal y corriente… eso al menos, creía ella.
Gaïa Goncourt- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 13/01/2016
Re: Delicioso chocolate...+18//Privado: Logan Tisdale
Tuve que esperar unos minutos hasta que la chica se repusiera del todo ante el hechizo que le había lanzado, mientras su corazón bombeaba de nuevo a la normalidad y su respiración se hacía mucho más pausada. Había disfrutado como un maldito cabrón con aquello, era algo que no iba a negar, había disfrutado observándola mientras ella sentía todo aquello que el conjuro le provocaba en su cuerpo. Y, sin embargo, no se doblegaba ni se rendía pese al estado en el que estaba.
Al contrario, tras medio reponerse me había pedido más de aquello, como si no hubiera sido suficiente con ella y quisiera mucho más de lo que le había mostrado. ¿Más placer… o más castigo? La respuesta llegó en cuanto puse mis ojos en los suyos. Brillaban con excitación y deseo, y no sólo eso, su aura de por sí brillaba con ese matiz tan característico del deseo. Así que… había disfrutado con el castigo. ¿Quién lo iba a decir? Yo le castigaba intentando que viera lo realmente peligroso que podía ser, y ella se excitaba haciendo que el deseo bailara en su interior.
Deseo que yo mismo sentí cuando la miré observarme de aquella forma, y no pude contenerme, me acerqué hasta estamparla contra la pared y besarla reclamando sus labios, en un beso lleno de furia, pasión y deseo. Mucho deseo. Podía sentirlo por su cuerpo a la vez que el suyo me lo decía sin necesidad de palabras. Era algo tan obvio que no hacía falta mirarlo en su aura, el cuerpo hablaba por si solo y el suyo parecía como un libro abierto.
Me separé de ella mirándola con una sonrisa ladeada y me alejé para salir del callejón y volver de nuevo a la calle, donde esperé un momento a que me siguiera antes de escuchar sus palabras y reírme, con fuerza, ante ellas. Mirándola de reojo mientras me cruzaba de brazos y le decía si quería castigo o placer, y… visto lo visto, no tenía muy claro cual elegiría. Quizás ambas, viendo que le había gustado demasiado aquello del hechizo. Sin duda, era una mujer que estaba loca, cualquiera habría salido corriendo en dirección opuesta pero, ella, corría en mi dirección sin importarle las consecuencias.
-Exacto, soy un brujo y soy un maldito del mal –me reí divertido por sus palabras y la miré mientras se acercaba para comenzar a andar, de camino a casa. Comencé a hacerlo delante de ella sabiendo en todo momento que me estaba siguiendo, y en el trayecto que duró hasta llegar a la casa pensé en lo que estaba haciendo. ¿Qué demonios estaba haciendo? No sabía si de verdad era una buena idea el llevarla conmigo o era la peor idea que se me había ocurrido… pero ahora ya estaba hecho, ya nos dirigíamos hacia mi casa y tenía curiosidad por saber cómo terminaba todo.
Comencé a andar para salir de la ciudad y adentrarme en las zonas más alejadas a esta, era algo que me gustaba de donde vivía y así lo había pedido expresamente. Odiaba la multitud de la ciudad y lo abarrotada que era esta durante el día, por ello había decidido optar por una casa más alejada de la ciudad pero que, en sí, no estaba a mucha distancia de esta.
Llegamos ante las puertas y enarqué una ceja ante su pregunta ¿mi guarida? Claro, ahora mismo iba a enseñarle donde guardaba todo aquello que llevaba en secreto… no, todavía no. Demasiado pronto, aún no confiaba realmente en ella. Por lo que me reí cruzándome de brazos, mirándola de soslayo.
-¿Mi guarida? No pequeña, es demasiado pronto para que te diga donde está. Todavía no confío en ti así que, por el momento, te quedarás con la duda. Más adelante si resultas realmente alguien digno de mi confianza… te enseñaré donde está –no por nada, ahí es donde guardado todos los libros ocultos, prohibidos, plantas que estaban catalogadas como uso del mal y… más cosas que, de momento, no iba a enseñarle- Ya llegará el día en que te enseñe donde tengo esa… guarida –me volví a reír y me adentré sabiendo que Fritz aparecería en unos momentos de mi llegada, sin necesidad de llamarlo. Nos adentramos en ella y rodé los ojos ante su comentario mientras sentía sus ojos fijos en mí- ¿El qué, la casa… o yo mismo? –reí entre dientes girándome para mirarla cuando oí cómo su estómago rugía por comida, y la miré durante unos segundos. Así que lo había dicho en serio, ¿cómo no podía tener un sitio donde ir? Me reí, con fuerza, cuando dijo de comenzar por mí- Sí, ya sé que quieres comerme pero… no todavía. Lo bueno se hace esperar –aunque era algo que me jodiese a mí, primero atendería sus necesidades primarias- Te prepararán algo de comer y un baño, después –me acerqué a ella, afianzando mis manos en su cadera, apretando con algo de fuerza, e inclinarme sobre su rostro- Puedes comerme lo que quieras –mordí su labio y me separé cuando oí los pasos de Fritz.
-¿Señor Tisdale? Bienvenido, señor –Fritz se quedó mirando a la joven que tenía al lado para luego mirarme a mí.
-Fritz, te presento a la señorita Gaïa –remarqué su nombre ya que no sabía su apellido, y vi como Fritz le hacía una reverencia- Se va a quedar con nosotros una temporada, será mi ayudante –no tenía que darle explicaciones, ya sabría más delante de lo que se trataba- Tiene hambre así que prepárale algo de comer y habilita una habitación para ella –me giré a mirarla- Vete con él y que te enseñe dónde te vas a instalar.
-Sí, señor Tisdale –sin decir nada más me alejé dejándoles solos a ellos, sabía que Fritz le proporcionaría comida y una habitación, mientras yo me iba a mi guarida, como había dicho ella, a mirar un par de libros a consultar unas cosas. Un tiempo más tarde bajé al salón donde le expliqué a Fritz lo que haría ella, y que cuando terminara de su baño, la llevara al salón mientras me sentaba en aquel sillón cerca de la chimenea, leyendo un libro de magia.
Al contrario, tras medio reponerse me había pedido más de aquello, como si no hubiera sido suficiente con ella y quisiera mucho más de lo que le había mostrado. ¿Más placer… o más castigo? La respuesta llegó en cuanto puse mis ojos en los suyos. Brillaban con excitación y deseo, y no sólo eso, su aura de por sí brillaba con ese matiz tan característico del deseo. Así que… había disfrutado con el castigo. ¿Quién lo iba a decir? Yo le castigaba intentando que viera lo realmente peligroso que podía ser, y ella se excitaba haciendo que el deseo bailara en su interior.
Deseo que yo mismo sentí cuando la miré observarme de aquella forma, y no pude contenerme, me acerqué hasta estamparla contra la pared y besarla reclamando sus labios, en un beso lleno de furia, pasión y deseo. Mucho deseo. Podía sentirlo por su cuerpo a la vez que el suyo me lo decía sin necesidad de palabras. Era algo tan obvio que no hacía falta mirarlo en su aura, el cuerpo hablaba por si solo y el suyo parecía como un libro abierto.
Me separé de ella mirándola con una sonrisa ladeada y me alejé para salir del callejón y volver de nuevo a la calle, donde esperé un momento a que me siguiera antes de escuchar sus palabras y reírme, con fuerza, ante ellas. Mirándola de reojo mientras me cruzaba de brazos y le decía si quería castigo o placer, y… visto lo visto, no tenía muy claro cual elegiría. Quizás ambas, viendo que le había gustado demasiado aquello del hechizo. Sin duda, era una mujer que estaba loca, cualquiera habría salido corriendo en dirección opuesta pero, ella, corría en mi dirección sin importarle las consecuencias.
-Exacto, soy un brujo y soy un maldito del mal –me reí divertido por sus palabras y la miré mientras se acercaba para comenzar a andar, de camino a casa. Comencé a hacerlo delante de ella sabiendo en todo momento que me estaba siguiendo, y en el trayecto que duró hasta llegar a la casa pensé en lo que estaba haciendo. ¿Qué demonios estaba haciendo? No sabía si de verdad era una buena idea el llevarla conmigo o era la peor idea que se me había ocurrido… pero ahora ya estaba hecho, ya nos dirigíamos hacia mi casa y tenía curiosidad por saber cómo terminaba todo.
Comencé a andar para salir de la ciudad y adentrarme en las zonas más alejadas a esta, era algo que me gustaba de donde vivía y así lo había pedido expresamente. Odiaba la multitud de la ciudad y lo abarrotada que era esta durante el día, por ello había decidido optar por una casa más alejada de la ciudad pero que, en sí, no estaba a mucha distancia de esta.
Llegamos ante las puertas y enarqué una ceja ante su pregunta ¿mi guarida? Claro, ahora mismo iba a enseñarle donde guardaba todo aquello que llevaba en secreto… no, todavía no. Demasiado pronto, aún no confiaba realmente en ella. Por lo que me reí cruzándome de brazos, mirándola de soslayo.
-¿Mi guarida? No pequeña, es demasiado pronto para que te diga donde está. Todavía no confío en ti así que, por el momento, te quedarás con la duda. Más adelante si resultas realmente alguien digno de mi confianza… te enseñaré donde está –no por nada, ahí es donde guardado todos los libros ocultos, prohibidos, plantas que estaban catalogadas como uso del mal y… más cosas que, de momento, no iba a enseñarle- Ya llegará el día en que te enseñe donde tengo esa… guarida –me volví a reír y me adentré sabiendo que Fritz aparecería en unos momentos de mi llegada, sin necesidad de llamarlo. Nos adentramos en ella y rodé los ojos ante su comentario mientras sentía sus ojos fijos en mí- ¿El qué, la casa… o yo mismo? –reí entre dientes girándome para mirarla cuando oí cómo su estómago rugía por comida, y la miré durante unos segundos. Así que lo había dicho en serio, ¿cómo no podía tener un sitio donde ir? Me reí, con fuerza, cuando dijo de comenzar por mí- Sí, ya sé que quieres comerme pero… no todavía. Lo bueno se hace esperar –aunque era algo que me jodiese a mí, primero atendería sus necesidades primarias- Te prepararán algo de comer y un baño, después –me acerqué a ella, afianzando mis manos en su cadera, apretando con algo de fuerza, e inclinarme sobre su rostro- Puedes comerme lo que quieras –mordí su labio y me separé cuando oí los pasos de Fritz.
-¿Señor Tisdale? Bienvenido, señor –Fritz se quedó mirando a la joven que tenía al lado para luego mirarme a mí.
-Fritz, te presento a la señorita Gaïa –remarqué su nombre ya que no sabía su apellido, y vi como Fritz le hacía una reverencia- Se va a quedar con nosotros una temporada, será mi ayudante –no tenía que darle explicaciones, ya sabría más delante de lo que se trataba- Tiene hambre así que prepárale algo de comer y habilita una habitación para ella –me giré a mirarla- Vete con él y que te enseñe dónde te vas a instalar.
-Sí, señor Tisdale –sin decir nada más me alejé dejándoles solos a ellos, sabía que Fritz le proporcionaría comida y una habitación, mientras yo me iba a mi guarida, como había dicho ella, a mirar un par de libros a consultar unas cosas. Un tiempo más tarde bajé al salón donde le expliqué a Fritz lo que haría ella, y que cuando terminara de su baño, la llevara al salón mientras me sentaba en aquel sillón cerca de la chimenea, leyendo un libro de magia.
Logan Tisdale- Hechicero/Realeza
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