Stigmata [Privado]

Hacia un par de noches que no podía dormir, el cansancio empezaba a acumularse en sus ojos y su mente estaba desorientada. Odette no comprendía del todo que estaba ocurriendo con ella. Es como si de la noche a la mañana todo cuanto creía o pensaba hubiera cambiado. ¿Qué le estaba ocurriendo? No se sentía parte de sí misma y era extraño, porque siempre se caracterizó por ser una mujer fuerte, independiente y muy segura de sí misma y ahora todo eso empezaba a desmoronarse. Su prima Lana se había quedado al pendiente de ella, ya que, en las condiciones en las que estaba, no era buena idea dejarla sola.

Habían momentos en que perdía la lucidez por completo y empezaba a recitar palabras en otro idioma, daba la impresión de que estuviera poseída. Por suerte, la única que presenciaba esas escenas, era Lana y tampoco se fiaba de contárselo a alguien más, porque así se lo pidió Odette. Su orgullo no le permitía que otros se encargaran de averiguar que era lo que estaba ocurriendo con su mente. Era como si no fuese ella, como si alguien más habitara en su cuerpo. Se estaba volviendo loca, pero seguía luchando por mantener la cordura entre el caos de su espíritu.

Pero eso no era lo único que empezaba a preocuparle.

Luego de repetidas alucinaciones y sueños extraños con escenarios apocalípticos, la calma, aparentemente regresó. Se repetía a sí misma, que quizás, todo aquel incidente había sido producto de la vez que se golpeó la cabeza al caer de uno de sus caballos. Odette se aferró a esa posibilidad y eso no hizo más que alimentar el rencor hacia Kirian Stendhal. Al parecer, el cambiante, estaba logrando su objetivo. Sí, el de volverla loca. Sin embargo, hubo otra cosa con la que no contaba y que terminó alimentando su incertidumbre. La marca de nacimiento que poseía en su hombro derecho comenzó a arderle hasta el punto de volverse un dolor insoportable, como si le estuvieran quemando la piel. Fueron días de tortura hasta que finalmente aquella cicatriz tomó una forma geométrica definida, como una especie de sello. Odette se alarmó, pues, esa misma marca era la que había visto en sus anteriores sueños. Necesitaba ayuda cuanto antes y nadie más en su familia tenía que ser testigo de ello.

Su búsqueda por saber la verdad la llevó hasta Notre Dame. ¿Por qué justo ahí? No entendía. Sus pies la guiaron hacia el interior. Algo la atraía en ese lugar y no sabía que era. Incluso, el templo se hallaba prácticamente desolado a esas horas, cosa que era poco común. La cazadora sólo se sentó frente al altar y se quedó observando detenidamente los vitrales, las excelsas imágenes de los santos y todo lo que la rodeaba; estuvo así bastante tiempo hasta que una punzada en el interior de su mano izquierda, la hizo saltar. Al mirar su mano, admiró con horror como ésta sangraba, parecía que la hubieran perforado justo en el centro.

Odette echó un vistazo a su alrededor, empezó a desesperarse, mientras la sangre brotaba. Intentó cubrirse la herida, pero ésta seguía sangrando.

—Ayuda... Alguien ayúdeme, por favor —dijo prácticamente sollozando, dejándose caer de rodillas en el suelo.