AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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A Heart That I Thought Was Gold [Privado]
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A Heart That I Thought Was Gold [Privado]
Percibió el aroma del aire y apresuro el paso para poder llegar antes que anocheciera por completo, a pesar de todo, su mente no cesaba de pensar una y otra vez en aquel día cuando sus padres desaparecieron en altamar ¿Dónde podrían estar ahora? No paró de caminar pues la noche se avecinaba y de vez en cuando se detenía ligeramente a divisar a las personas, el gentío que se marchaba a sus hogares, era obvio que la oscuridad estaba por caer, derramando ese manto tibio sobre la lúgubre París. Siguió su marcha, con el bolso de cuero sobre su hombro izquierdo y la fragancia embotellada en una diminuta pero elegante pompa de cristal.
Empezó a andar por el camino, la luz diurna empezaba a ocultarse ya entre las nubes rollizas que desfilaban lentamente por el cielo, aun así el sendero lucía perfecto con todas sus curvas y ondulaciones, los colores tan brillantes que pintaban las tiendas y los edificios, enormes vigías, algunos tan viejos que sus muros parecían derrumbarse en cualquier instante. Las palabras que cruzaban las personas, flotaban de un lado a otro, creando un ligero bullicio, vio un par de niños corriendo por la acera y por unos segundos se remontó a su niñez. Caminaba rápido y con vigor, apenas perturbado por sus recuerdos.
Habían pasado aproximadamente treinta minutos de hora cuando aflojo el paso, esta vez se quedó inmóvil y respiro profundamente para recobrar el aliento. Su camino se trazó hacia los engranes de enormes mansiones y jardines que solo en los relatos de Marie-Anne había imaginado, las tonalidades diversas que cada ejemplar le mostraban eran un tanto desconocidas para él, pues a pesar de ser francés, algunas zonas estaban vetadas para los de su clase social. Se topó con un par de inocentes, niños que mostraban en sus rostros el buen cuidado que sus padres legaban hacía ellos con mimos y bienes materiales. Se vio reflejado momentáneamente en esos ojos. Miradas que brindaban un desplante al joven pero que en su interior seguramente un abrazo cálido a tiempo hubiese cambiado la perspectiva de su mundo de cristal.
Un par de semanas atrás había recibido la visita de una mujer de alta cuna en el modesto local. Las instrucciones eran precisas y no perdió el tiempo ni lo dudó dos veces al verse abordado por una petición tan estricta. Invirtió todo lo ahorrado pero pudo conseguir un resultado excelso en su obra. Acomodó sus cabellos cenizos antes de erguir su anatomía frente al portón, la algarabía de una celebración sobria tomaba lugar en el jardín. Aprovechando que la verja estaba abierta se adentró sin reparar en las posibles consecuencias.
–Bonsoir Monsieur– se dirigió de forma recatada a la servidumbre que atendía el festín –Busco a Madame Furtwängler, tengo un encargo para ella–
Empezó a andar por el camino, la luz diurna empezaba a ocultarse ya entre las nubes rollizas que desfilaban lentamente por el cielo, aun así el sendero lucía perfecto con todas sus curvas y ondulaciones, los colores tan brillantes que pintaban las tiendas y los edificios, enormes vigías, algunos tan viejos que sus muros parecían derrumbarse en cualquier instante. Las palabras que cruzaban las personas, flotaban de un lado a otro, creando un ligero bullicio, vio un par de niños corriendo por la acera y por unos segundos se remontó a su niñez. Caminaba rápido y con vigor, apenas perturbado por sus recuerdos.
Habían pasado aproximadamente treinta minutos de hora cuando aflojo el paso, esta vez se quedó inmóvil y respiro profundamente para recobrar el aliento. Su camino se trazó hacia los engranes de enormes mansiones y jardines que solo en los relatos de Marie-Anne había imaginado, las tonalidades diversas que cada ejemplar le mostraban eran un tanto desconocidas para él, pues a pesar de ser francés, algunas zonas estaban vetadas para los de su clase social. Se topó con un par de inocentes, niños que mostraban en sus rostros el buen cuidado que sus padres legaban hacía ellos con mimos y bienes materiales. Se vio reflejado momentáneamente en esos ojos. Miradas que brindaban un desplante al joven pero que en su interior seguramente un abrazo cálido a tiempo hubiese cambiado la perspectiva de su mundo de cristal.
Un par de semanas atrás había recibido la visita de una mujer de alta cuna en el modesto local. Las instrucciones eran precisas y no perdió el tiempo ni lo dudó dos veces al verse abordado por una petición tan estricta. Invirtió todo lo ahorrado pero pudo conseguir un resultado excelso en su obra. Acomodó sus cabellos cenizos antes de erguir su anatomía frente al portón, la algarabía de una celebración sobria tomaba lugar en el jardín. Aprovechando que la verja estaba abierta se adentró sin reparar en las posibles consecuencias.
–Bonsoir Monsieur– se dirigió de forma recatada a la servidumbre que atendía el festín –Busco a Madame Furtwängler, tengo un encargo para ella–
Última edición por Fabrice Fournier el Mar Ene 26, 2016 12:34 pm, editado 1 vez
Kaled Fayolle- Prostituto Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/05/2013
Edad : 36
Re: A Heart That I Thought Was Gold [Privado]
“No thief, however skillful,
can rob one of knowledge,
and that is why knowledge is
the best and safest treasure to acquire.”
― L. Frank Baum, The Lost Princess of Oz
can rob one of knowledge,
and that is why knowledge is
the best and safest treasure to acquire.”
― L. Frank Baum, The Lost Princess of Oz
Estaba sola en la casa, y al decir sola, se refería a que ni su marido ni Novalie estaban con ella, desde que Kaspar decidió darle entrada a esa joven, mujer, o lo que fuera que era, pasaba menos tiempo en la casa; probablemente no debería si quiera inmutarse, pero comenzó a sentir un vacío en el pecho cada que se giraba y no encontraba al vampiro que era dueño de su mal genio ¿acaso esto era lo que Kaspar sentía cuando ella lo abandonaba sin decir palabra?
De cualquier manera, el carácter de Silke no le permitía mirarse como la mujer desvalida que se lamenta haber perdido algo, no, ella simplemente mantenía la frente en alto y hacia sentir a los demás que quienes habían cometido un error, eran ellos.
La música resonaba por toda la casa, y es que una mansión así de grande, con tanto espacio y pocas almas habitándola, era un lugar perfecto para que el eco del cello recorriera libre el aire entre ellos, era el lugar perfecto para estar sola aunque estuviera encerrada entre las mismas cuatro paredes y los mismos pasos de los sirvientes.
La voz temblorosa de una de las mucamas de servicio a penas si se levó lo suficiente por sobre la melodía que Silke producía al rasgar las cuerdas del instrumento ―Ma-madame Fürtwangler - se atrevió a repetir con mayor volumen, logrando que la cellista abriera los ojos y detuviera en seco la melodía ―Sabes que no me gusta que me interrumpan mientras practico - tocar el cello había sido, desde su infancia, una especie de terapia, un escape de la realidad en donde podía ser tan salvaje o sumisa como quisiera sin que eso repercutiera en su reputación ―L-lo lamento madame, pero... la busca un joven, dice que trae un encargo - la pobre chica desvió la vista incapaz de sostener la mirada de Silke, estaba a punto de reprocharle, de amedrentarla por interrumpirla basada en una visita que no esperaba, hasta que recordó que no hacía mucho, fue al centro de París a uno de los locales escondidos y nada llamativos de perfumes esperando encontrar allí algo único e irrepetible.
Se puso de pie dejando que el vestido de algodón verde olivo cayera nuevamente hasta cubrirle las piernas, acomodó su instrumento de cuerda y salió de la habitación.
Bajó las escalinatas principales de la mansión, encontrándose de frente con la puerta principal y en ella, a Maurice, el mayordomo de la familia ―Gracias Maurice, yo me encargo desde aquí - el hombre le dedicó una reverencia y salió de escena ―Monsieur Fournier, pase por favor - con un además de la mano le indicó el interior de la casa invitándolo a entrar ―Me alegra volver a saber de usted, no creí que fuera a tener mi pedido tan rápido - lo dirigió hacia una de las salas de estar, aquella de muebles color crema con detalles en ocre y turquesa ―¿Le ofrezco algo? - alzó la mirada buscando a una de las sirvientas que, sin esperar a que la llamara, ya se encontraba dentro del campo visual de la dama.
De cualquier manera, el carácter de Silke no le permitía mirarse como la mujer desvalida que se lamenta haber perdido algo, no, ella simplemente mantenía la frente en alto y hacia sentir a los demás que quienes habían cometido un error, eran ellos.
La música resonaba por toda la casa, y es que una mansión así de grande, con tanto espacio y pocas almas habitándola, era un lugar perfecto para que el eco del cello recorriera libre el aire entre ellos, era el lugar perfecto para estar sola aunque estuviera encerrada entre las mismas cuatro paredes y los mismos pasos de los sirvientes.
La voz temblorosa de una de las mucamas de servicio a penas si se levó lo suficiente por sobre la melodía que Silke producía al rasgar las cuerdas del instrumento ―Ma-madame Fürtwangler - se atrevió a repetir con mayor volumen, logrando que la cellista abriera los ojos y detuviera en seco la melodía ―Sabes que no me gusta que me interrumpan mientras practico - tocar el cello había sido, desde su infancia, una especie de terapia, un escape de la realidad en donde podía ser tan salvaje o sumisa como quisiera sin que eso repercutiera en su reputación ―L-lo lamento madame, pero... la busca un joven, dice que trae un encargo - la pobre chica desvió la vista incapaz de sostener la mirada de Silke, estaba a punto de reprocharle, de amedrentarla por interrumpirla basada en una visita que no esperaba, hasta que recordó que no hacía mucho, fue al centro de París a uno de los locales escondidos y nada llamativos de perfumes esperando encontrar allí algo único e irrepetible.
Se puso de pie dejando que el vestido de algodón verde olivo cayera nuevamente hasta cubrirle las piernas, acomodó su instrumento de cuerda y salió de la habitación.
Bajó las escalinatas principales de la mansión, encontrándose de frente con la puerta principal y en ella, a Maurice, el mayordomo de la familia ―Gracias Maurice, yo me encargo desde aquí - el hombre le dedicó una reverencia y salió de escena ―Monsieur Fournier, pase por favor - con un además de la mano le indicó el interior de la casa invitándolo a entrar ―Me alegra volver a saber de usted, no creí que fuera a tener mi pedido tan rápido - lo dirigió hacia una de las salas de estar, aquella de muebles color crema con detalles en ocre y turquesa ―¿Le ofrezco algo? - alzó la mirada buscando a una de las sirvientas que, sin esperar a que la llamara, ya se encontraba dentro del campo visual de la dama.
Silke Novaček- Realeza Rumana
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Fecha de inscripción : 17/10/2015
Localización : París, Francia
Re: A Heart That I Thought Was Gold [Privado]
El hombre de servicio le pidió aguardar un par de minutos mientras se internaba en la portentosa mansión. Un par de miradas inquisidoras no tardaron en darle la bienvenida recorriéndole de arriba abajo por su sencilla vestimenta, pero a Fabrice no le importó, pues estaba absorto en sus recuerdos y se sintió extrañamente familiarizado con aquella atmosfera repleta de elegantes iconografías y suaves tonalidades que daban vida a un mundo distinto al conocido en las calles. Resultaba casi imposible obtener un retrato fiel de las tertulias que sus padres solían ofrecer a distinguidas personalidades cuando Fabrice solo tenía 5 años. Su abuela se había encargado de describirle con lujo de detalle la forma pueril en la cual él corría de un lado a otro por el jardín. No había mayor dicha en la familia que ver al pequeño vástago divertirse como potrillo salvaje en las tardes de dicha y solaz. El francés suspiro añorando que esos momentos no se escapasen de su memoria cuando tuviera mayor edad, añoraba que aquellas vivencias perduraran por mucho más tiempo.
Cuando se le pidió internarse en la mansión, asintió de inmediato esperando que su visita no resultara del todo imprudente a su anfitriona y nueva clienta. Caminó despacio admirado por los acabados de los muebles y las piezas de colección que decoraban cada una de las habitaciones. El sonido tenue de un instrumento de cuerdas inundaba el interior de una de ellas, sonrió amable al hombre cuando le pidió esperar nuevamente a que madame Furtwängler le recibiera y cuando esto sucedió acomodó disimuladamente el ya común flequillo alborotado que le coronaba la frente, juntó sus pies e irguió un poco más su anatomía, podría no poseer muchas pertenencias pero si algo había de sobra en él eran modales. De inmediato se movió de su lugar para adentrarse en un espacio con ornamentados más tenues.
–Gracias madame Furtwängler–
Sonrió apenas, pues temía mostrarse demasiado torpe con una extraña. Silke exudaba elegancia, incluso en la tonalidad de su voz cuando articulaba peticiones a la servidumbre.
–Sí, verá…debo confesar que no fue nada fácil, pero finalmente pude logar una esencia digna de usted madame, estoy seguro que le fascinará–
No era el mejor perfumista en Paris, eso lo sabía, no obstante confiaba en sus habilidades. De inmediato sacó de su pequeño morral la burbuja que contenía la fragancia y la entregó a la mujer.
–Si…es decir, un vaso de agua está bien–
Cuando se le pidió internarse en la mansión, asintió de inmediato esperando que su visita no resultara del todo imprudente a su anfitriona y nueva clienta. Caminó despacio admirado por los acabados de los muebles y las piezas de colección que decoraban cada una de las habitaciones. El sonido tenue de un instrumento de cuerdas inundaba el interior de una de ellas, sonrió amable al hombre cuando le pidió esperar nuevamente a que madame Furtwängler le recibiera y cuando esto sucedió acomodó disimuladamente el ya común flequillo alborotado que le coronaba la frente, juntó sus pies e irguió un poco más su anatomía, podría no poseer muchas pertenencias pero si algo había de sobra en él eran modales. De inmediato se movió de su lugar para adentrarse en un espacio con ornamentados más tenues.
–Gracias madame Furtwängler–
Sonrió apenas, pues temía mostrarse demasiado torpe con una extraña. Silke exudaba elegancia, incluso en la tonalidad de su voz cuando articulaba peticiones a la servidumbre.
–Sí, verá…debo confesar que no fue nada fácil, pero finalmente pude logar una esencia digna de usted madame, estoy seguro que le fascinará–
No era el mejor perfumista en Paris, eso lo sabía, no obstante confiaba en sus habilidades. De inmediato sacó de su pequeño morral la burbuja que contenía la fragancia y la entregó a la mujer.
–Si…es decir, un vaso de agua está bien–
Kaled Fayolle- Prostituto Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/05/2013
Edad : 36
Re: A Heart That I Thought Was Gold [Privado]
“Your fantasies define you,
so dream carefully.
A man with no imagination
is a man with no future in today’s world
—and no past in tomorrow’s.”
― Jarod Kintz, This Book is Not FOR SALE
so dream carefully.
A man with no imagination
is a man with no future in today’s world
—and no past in tomorrow’s.”
― Jarod Kintz, This Book is Not FOR SALE
Silke era una mujer de gustos incomparables, sencillos pero inigualables, únicos en su clase, es por eso que complacerla era tan difícil, dentro de la simpleza de sus gustos se encontraba la mas complicada de las decisiones ¿que entregarle? a ella no le gustaba lo repetible, lo común, podían regalarle la flor mas simple, sin colores llamativos ni nada que la hiciera resaltar a simple vista... pero mientras fuera única, algo que comúnmente no se entregaría, con eso bastaba.
Si había ido a dar con aquel perfumista de nombre Fabrice, fue por que estaba harta de percibir el mismo aroma de su piel en las habitaciones concurridas al momento de alguna reunion, ella no se guiaba por las modas, se guiaba por la peculiaridad.
No tuvo mas que dirigir la mirada a la joven mucama y mover la cabeza para que esta fuera a la cocina por agua. El rostro de la mujer, tan frío e inclemente como era, nunca reflejaba desprecio y, extrañamente, se mostraba apacible para con los demás -mientras no hicieran nada que la sacara de quicio- daba miedo, si, pero también atraía. ―¿Ah si? puedo preguntar el porque - le dedicó una ligera pero cálida sonrisa a la par que se acercaba a la entrada de la sala para tomar la jarra de vidrio llena de agua que la joven traía, le hizo una seña para que se fuera ―Soy una mujer difícil, eso lo se, mi marido me lo dice a diario, pero... ¿en que consistió la dificultad de la fragancia? - caminó pausada hasta la credenza alargada y de patas estilizadas, de madera de tono crema con las agarraderas ocre, sobre la cual se encontraba un florero, dos botellas de vidrio y una charola con cuatro vasos; vertió el líquido cristalino en dos de ellos.
Tomó ambos vasos y se acercó a su invitado entregandole uno de ellos ―Realmente me entusiasma conocer el resultado, quedé fascinada por la pequeña muestra que me ofreció de su trabajo cuando nos conocimos - ¿como había ido a dar a ese lugar? Lucrezia, su ama de llaves, la única mujer en la que confiaba, le comentó sobre ese lugar y sin mas, Silke fue a comprobar y a afirmar lo que le habían dicho ―Los trabajos son buenos, sabe mezclar fragancias y darles el toque personal que se busca, son sencillas pero elaboradas con cuidado... algo que sin duda será digno de que usted porte madame - la mujer nunca la había decepcionado, esperaba no fuera la primera vez.
Si había ido a dar con aquel perfumista de nombre Fabrice, fue por que estaba harta de percibir el mismo aroma de su piel en las habitaciones concurridas al momento de alguna reunion, ella no se guiaba por las modas, se guiaba por la peculiaridad.
No tuvo mas que dirigir la mirada a la joven mucama y mover la cabeza para que esta fuera a la cocina por agua. El rostro de la mujer, tan frío e inclemente como era, nunca reflejaba desprecio y, extrañamente, se mostraba apacible para con los demás -mientras no hicieran nada que la sacara de quicio- daba miedo, si, pero también atraía. ―¿Ah si? puedo preguntar el porque - le dedicó una ligera pero cálida sonrisa a la par que se acercaba a la entrada de la sala para tomar la jarra de vidrio llena de agua que la joven traía, le hizo una seña para que se fuera ―Soy una mujer difícil, eso lo se, mi marido me lo dice a diario, pero... ¿en que consistió la dificultad de la fragancia? - caminó pausada hasta la credenza alargada y de patas estilizadas, de madera de tono crema con las agarraderas ocre, sobre la cual se encontraba un florero, dos botellas de vidrio y una charola con cuatro vasos; vertió el líquido cristalino en dos de ellos.
Tomó ambos vasos y se acercó a su invitado entregandole uno de ellos ―Realmente me entusiasma conocer el resultado, quedé fascinada por la pequeña muestra que me ofreció de su trabajo cuando nos conocimos - ¿como había ido a dar a ese lugar? Lucrezia, su ama de llaves, la única mujer en la que confiaba, le comentó sobre ese lugar y sin mas, Silke fue a comprobar y a afirmar lo que le habían dicho ―Los trabajos son buenos, sabe mezclar fragancias y darles el toque personal que se busca, son sencillas pero elaboradas con cuidado... algo que sin duda será digno de que usted porte madame - la mujer nunca la había decepcionado, esperaba no fuera la primera vez.
Silke Novaček- Realeza Rumana
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Fecha de inscripción : 17/10/2015
Localización : París, Francia
Re: A Heart That I Thought Was Gold [Privado]
Se quedó perplejo. Atónito ante la presencia ajena. Había algo su manera de ser que le recordaba involuntariamente algunos detalles de Sophie, su madre. Aunque pocas eran las veces que se permitía retroceder en su rutina para refugiarse en algún recuerdo, estar dentro de aquella mansión cimbró sus defensas. Carraspeó ligeramente la voz para no doblegarse ante un recuerdo aun doliente. Trataba de sonreír siempre, pues tenía la firme convicción que nadie tenía que pasar un mal rato por sus demonios de antaño. La voz suave de su anfitriona le hizo despertar de esa especie de ensueño. Le miró con recato, sin mostrarse demasiado invasivo, pues los cánones por los cuales se regía la pomposa capital dictaminaban claramente una brecha impalpable con los residentes que poseían distintos status sociales.
–Verá madame, como seres humanos poseemos algo único. Un gesto, un detalle que nos diferencia de los demás– susurró.
Su mirada estaba llena de tranquilidad cuando se dedicaba a dar explicaciones sobre su trabajo.
–Así mismo sucede con las fragancias, cada una está elaborada con elementos que creo pueden hablar por la persona que la utiliza y si me permite agregar siempre es un gusto personal añadir un toque distinto en cada uno de mis productos–
Fabrice no poseía una colección magnánima, pero los pocos frascos que descansaban en la repisa de su modesto local habían sido fabricados con mucho esmero.
Respondió nuevamente al segundo cuestionamiento, sin detenerse mucho tiempo.
–Dos de esas substancias, no se consiguen tan fácilmente en la capital madame Furtwängler, me disculpo de antemano por el retraso–
Se arrojó a explicar. Habían sido días difíciles, pensando la manera en la cual conseguir lo que estaba buscando para esa fragancia. Un par de favores y trabajo extra por dos noches con un hombre mal encarado del local adjunto para que este le proporcionara el nombre de un conocido mercader de especias exóticas. Había invertido más que tiempo en aquella bombilla, pero confiaba en sus habilidades para que la mujer no le arrojara la misma al suelo.
–Merci madame Furtwängler–
Sujetó el vaso de agua y bebió un poco, posteriormente colocó el utensilio de cristal sobre la mesa y se apresuró a entregar la bombilla en manos de la mujer.
–Por favor madame, sea usted misma quien compruebe ese resultado, una aplicación sobre su muñeca bastará–
Indicó con un dejo de nerviosismo en su voz.
Pasó su diestra por el flequillo alborotado, ademán que solo hacía cuando se hallaba en dificultades o nervioso, siendo este último el adjetivo que calificaba a la perfección su estado de ánimo en aquella suntuosa atmósfera ajena a su realidad.
–Verá madame, como seres humanos poseemos algo único. Un gesto, un detalle que nos diferencia de los demás– susurró.
Su mirada estaba llena de tranquilidad cuando se dedicaba a dar explicaciones sobre su trabajo.
–Así mismo sucede con las fragancias, cada una está elaborada con elementos que creo pueden hablar por la persona que la utiliza y si me permite agregar siempre es un gusto personal añadir un toque distinto en cada uno de mis productos–
Fabrice no poseía una colección magnánima, pero los pocos frascos que descansaban en la repisa de su modesto local habían sido fabricados con mucho esmero.
Respondió nuevamente al segundo cuestionamiento, sin detenerse mucho tiempo.
–Dos de esas substancias, no se consiguen tan fácilmente en la capital madame Furtwängler, me disculpo de antemano por el retraso–
Se arrojó a explicar. Habían sido días difíciles, pensando la manera en la cual conseguir lo que estaba buscando para esa fragancia. Un par de favores y trabajo extra por dos noches con un hombre mal encarado del local adjunto para que este le proporcionara el nombre de un conocido mercader de especias exóticas. Había invertido más que tiempo en aquella bombilla, pero confiaba en sus habilidades para que la mujer no le arrojara la misma al suelo.
–Merci madame Furtwängler–
Sujetó el vaso de agua y bebió un poco, posteriormente colocó el utensilio de cristal sobre la mesa y se apresuró a entregar la bombilla en manos de la mujer.
–Por favor madame, sea usted misma quien compruebe ese resultado, una aplicación sobre su muñeca bastará–
Indicó con un dejo de nerviosismo en su voz.
Pasó su diestra por el flequillo alborotado, ademán que solo hacía cuando se hallaba en dificultades o nervioso, siendo este último el adjetivo que calificaba a la perfección su estado de ánimo en aquella suntuosa atmósfera ajena a su realidad.
Kaled Fayolle- Prostituto Clase Alta
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Re: A Heart That I Thought Was Gold [Privado]
“Every person that you meet
knows something you don't;
learn from them.”
― H. Jackson Brown Jr.
knows something you don't;
learn from them.”
― H. Jackson Brown Jr.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de la mujer, aquello solo la hacía ver aún mas perfecta, Silke no sonreía a menudo, pero su rostro, lejos de verse duro y sin emociones, atrofiado e imperfecto, se veía sereno, inmaculado, casi virginal, como si lo hubiesen hecho en mármol con el mayo cuidado. La curvatura de sus labios únicamente acentuaba aquellos finos detalles.
La húngara no era fácil de complacer, pero aquel chico ya iba por buen camino al haberse tomado la molestia de dar tales explicaciones, la pasión y empeño que Fabrice sentía por su trabajo, era algo que Silke compartía con la música, era un detalle, una virtud que le llamaba la atención y que podía hacer que te colocaras en buen peldaño frente a ella.
―Escucharte hablar de esa manera, me entusiasma, y lejos de sentirme mal por haberte causado problemas encontrando lo que necesitabas; me halaga que te hayas tomado la molestia de buscarlo. La perseverancia y detalle que uno pone en su trabajo, es la mejor carta de presentación que se puede tener, abre mas puertas que el dinero, quizá con mayor lentitud, pero se mantienen de esta forma por mas tiempo - los ademanes de aquel muchacho lograron relajarla, el nerviosismo ajeno era algo con lo que no se contagiaba y que tenía un efecto contrario en ella, le gustaba tener el control, Kaspar siempre se lo decía.
―Bien, no se diga mas ¿me dejará el creador conocer su legado? - extendió la diestra, delicada y sutil, con la palma pronada, flexionada hasta dejar expuesta la muñeca ―El aroma no se aprecia de la misma forma en el envase que sobre la piel ¿me equivoco? y no planeo ser quien te reste importancia, es tu creación, tú debes compartirla - enarcó una ceja e inclinó levemente la cabeza hacia la izquierda, señalando la mesa circular y alta sobre la cual descansaba la burbuja que momentos antes Fabrice le había entregado.
La húngara no era fácil de complacer, pero aquel chico ya iba por buen camino al haberse tomado la molestia de dar tales explicaciones, la pasión y empeño que Fabrice sentía por su trabajo, era algo que Silke compartía con la música, era un detalle, una virtud que le llamaba la atención y que podía hacer que te colocaras en buen peldaño frente a ella.
―Escucharte hablar de esa manera, me entusiasma, y lejos de sentirme mal por haberte causado problemas encontrando lo que necesitabas; me halaga que te hayas tomado la molestia de buscarlo. La perseverancia y detalle que uno pone en su trabajo, es la mejor carta de presentación que se puede tener, abre mas puertas que el dinero, quizá con mayor lentitud, pero se mantienen de esta forma por mas tiempo - los ademanes de aquel muchacho lograron relajarla, el nerviosismo ajeno era algo con lo que no se contagiaba y que tenía un efecto contrario en ella, le gustaba tener el control, Kaspar siempre se lo decía.
―Bien, no se diga mas ¿me dejará el creador conocer su legado? - extendió la diestra, delicada y sutil, con la palma pronada, flexionada hasta dejar expuesta la muñeca ―El aroma no se aprecia de la misma forma en el envase que sobre la piel ¿me equivoco? y no planeo ser quien te reste importancia, es tu creación, tú debes compartirla - enarcó una ceja e inclinó levemente la cabeza hacia la izquierda, señalando la mesa circular y alta sobre la cual descansaba la burbuja que momentos antes Fabrice le había entregado.
Silke Novaček- Realeza Rumana
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Re: A Heart That I Thought Was Gold [Privado]
Su cuerpo se mostraba ligeramente tenso. Aunque Silke le mostraba su lado más amable quizás, Fabrice no dejaba de mostrarse extrañado por no ser mal visto o echado al mínimo chasquido de los dedos de aquella mujer, era bien sabido que los protocolos difícilmente aceptarían una escena como aquella, a no ser que uno fuese el empleado del otro. El francés a pesar de dar réplica de la mayor forma educada posible, seguía siendo un extraño en la mansión exorbitante. No obstante cuando aquella línea efímera se plasmó sobre los labios delgados el panorama cambió por completo. Respiró con más serenidad y los latidos salvajes en su pecho disminuyeron su ritmo considerablemente. Llevó ambas manos hacia atrás entrelazando los dedos, como un pequeño que aguarda recibir instrucciones o una lección por parte de algún superior. Admiró entonces por completo, ese cambio en el semblante ajeno. Ella irradiaba elegancia y porte.
Sus ojos dejaron de parpadear unos segundos cuando Silke tomaba el ritmo de la charla una vez más. Con atención escuchaba lo expresado por ella. Explicado de diferente manera, los adjetivos que recaían sobre él siempre habían hablado del esmero y dedicación en su trabajo. No poseía muchos clientes, pocos realmente regresaban a buscar sus fragancias. Debido al hecho de situarse en un lugar poco privilegiado de la ciudad, así que los elogios por parte de la bella mujer eran más que bien recibidos, dejando momentáneamente a un lado la retribución material o monetaria. Fabrice asintió con un sutil rubor en las mejillas, su trabajo había hablado por el joven de fachada sencilla y modales sobrios, siempre lo hacía. Entreabrió ligeramente los labios antes de iniciar su discurse breve de agradecimiento.
–Mercy beaocup. No tiene que decirlo madame, para mí es un honor trabajar con dedicación cada aroma, cada esencia, hasta que el producto deseado cobre forma–
Hizo una reverencia y atendió a la nueva petición de Silke.
–Eh…por su supuesto madame, permítame por favor–
Asintió y de inmediato se aproximó a la mesa para tomar la pequeña burbuja de cristal. Con sumo cuidado la tomó entre sus manos para presionar ligeramente y así liberar un tenue rocío sobre la muñeca expuesta. En cuestión de segundos esa parte reducida de la habitación fue cubierta por el aroma sutil de aquella amalgama única de especias.
–Así es madame, cada fragancia reacciona de forma distinta en la piel de las personas–
El entrecejo de Fabrice se arrugó apenas buscando en el semblante ajeno una respuesta positiva. Sabía que era una oportunidad única para abrirse paso entre el resto de perfumistas reconocidos en la capital y si este regalo venía de la mano de una mujer como Silke su labor y tantos años de esfuerzo habrían rendido frutos.
Sus ojos dejaron de parpadear unos segundos cuando Silke tomaba el ritmo de la charla una vez más. Con atención escuchaba lo expresado por ella. Explicado de diferente manera, los adjetivos que recaían sobre él siempre habían hablado del esmero y dedicación en su trabajo. No poseía muchos clientes, pocos realmente regresaban a buscar sus fragancias. Debido al hecho de situarse en un lugar poco privilegiado de la ciudad, así que los elogios por parte de la bella mujer eran más que bien recibidos, dejando momentáneamente a un lado la retribución material o monetaria. Fabrice asintió con un sutil rubor en las mejillas, su trabajo había hablado por el joven de fachada sencilla y modales sobrios, siempre lo hacía. Entreabrió ligeramente los labios antes de iniciar su discurse breve de agradecimiento.
–Mercy beaocup. No tiene que decirlo madame, para mí es un honor trabajar con dedicación cada aroma, cada esencia, hasta que el producto deseado cobre forma–
Hizo una reverencia y atendió a la nueva petición de Silke.
–Eh…por su supuesto madame, permítame por favor–
Asintió y de inmediato se aproximó a la mesa para tomar la pequeña burbuja de cristal. Con sumo cuidado la tomó entre sus manos para presionar ligeramente y así liberar un tenue rocío sobre la muñeca expuesta. En cuestión de segundos esa parte reducida de la habitación fue cubierta por el aroma sutil de aquella amalgama única de especias.
–Así es madame, cada fragancia reacciona de forma distinta en la piel de las personas–
El entrecejo de Fabrice se arrugó apenas buscando en el semblante ajeno una respuesta positiva. Sabía que era una oportunidad única para abrirse paso entre el resto de perfumistas reconocidos en la capital y si este regalo venía de la mano de una mujer como Silke su labor y tantos años de esfuerzo habrían rendido frutos.
Kaled Fayolle- Prostituto Clase Alta
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