Dead Inside || Gael Lutz

Mantengo mi dedo en el gatillo y mi respiración en la garganta cuando observo cómo la sombra se convierte en hombre. Aún con sangre ajena en mi piel, me debato entre disparar o rematar por segunda vez el cuerpo inerte a mis pies. Frunzo el ceño ante sus palabras y ladeo levemente la cabeza.

Cazador.

Mi mandívula se tensa al instante y mi brazo se mantene firme en vez de bajar la guardia, si cazamos en solitario es por razones más que evidentes. Sopeso qué debería decir a continuación y, sin embargo, lo único que se me ocurre hacer es morderme el labio, sacarlo del blanco de la mira de mi Colt 45 Peace Maker, y tragarme los improperios oportunos, por supuesto nada convenientes en una dama. Como es de esperar, recalca mi error. Ya sé que debería haberle dado a la primera.

-Estaba todo calculado- dice mi orgullo, le lanzo una mirada que duele-Solo jugaba un poco.

Ni siquiera puedo creerme mi propia mentira. En esta ocasión casi no lo cuento y solo ha sido la primera caza de la noche. Me agacho para arrancar la daga del cuello de la bestia, limpio la sangre en su abrigo y la guardo en la funda de mi muslo agradeciendo una vez más haber optado por pantalones como vestimenta indispensable para cazar. Quisiera extirpar del cuerpo las dos balas de plata que he utilizado pero es un trabajo que exige paciencia y un tiempo que no tengo.

Cuando me incorporo cruzo los brazos y alzo una ceja, una postura fuera de mi.

-¿Debería agradecerle el cumplido?

Es curioso cómo la noche afecta a los sentidos y la propia personalidad, la noche me hace ágil e indefensa, poderosa y despreocupada, totalmente contradictoria. Examino al hombre que tengo ante mi bajo la luminiscencia de este callejón que crea claroscuros en su rostro, su postura imponente me hace sentir minúscula pero mantengo mi barbilla alta. Una parte de mi intenta imaginárselo en un escenario distinto con las ropas de caballero adecuadas, lo busco entre las miles de caras de un gran salón pero no lo encuentro, lo logro reconocerlo.

-Y tú eres...

Me permito el tuteo puntualizando que él no ha tenido la cortesía de mantener las distancias lingüísticas conmigo. Qué irónico que la sangre, lo oscuro, no entienda de modales y convencionalismos.

Mientras espero su respuesta, a lo lejos se escuchan voces graves de embriaguez y me pregunto si debería seguir perdiendo el tiempo en presentaciones en vez de esconder el cuerpo en el primer callejón, aún más, debería quemarlo. Miro a mis pies calculando el peso y la dificultad... si casi me aplasta no quiero imaginar lo que me costará arrastarlo. Con una mueca vuelvo la vista hacia él esperando no tener que pedirle ayuda después de mi momento de orgullo, por otro lado, la herida de mi brazo comienza a arder.

Gael, de origen generoso.

Ante su primera pregunta me limito a alzar una ceja, dejando claro que no es de su incumbencia. De los cinco años que llevo como cazadora solo dos cuentan como  válidos en la práctica, ya que han habido espacios prolongados de tiempo entre cazas. Ser cazadora fue la primera opción que tuve en mis manos cuando todo comenzó a derrumbarse, pero no mi prioridad. Aun así, es lo único que realmente me pertenece. Morgan Fizgerad, mi tío durante el día y cazador cuando cae la noche, me ha enseñado todo lo que sé, sabe de qué pie cogeo, cuales son mis puntos fuertes y cuando ayudarme a decir basta. El pensamiento de verlo postrado en su lecho después de su última caza me congela el pecho, es por eso que me encuentro aquí, con una luna desvergonzada observando y sangre a mis pies. Pese a mi afán por entrenar él siempre puso una barrera para mantenerme fuera del horror.

Sin decir nada, ambos nos movemos, por mi parte lanzo una piedra hacia la farola más cercana para hacer desaparecer toda luz sobre nosotros y darnos un pequeño margen para permanecer ocultos. Observo como el hombre hecho de sombras arrastra el cuerpo sin vida de la bestia y es entonces cuando me paro un segundo a meditar sus palabras. Tiene razón, ha sido una carnicería. Bajo la vista hacia mi brazo herido y suelto la primera palabrota que se me ocurre. Si mi madre me escuchase, pienso al instante. Mientras camino para ponerme a su altura limpio mi rostro como puedo con la manga de mi abrigo y lo abrocho hasta el cuello para ocultar la sangre que comienza a secarse sobre mi piel. Los dueños de las voces aparecen al pie de la calle justo en el momento en el que el cuerpo queda oculto en las sombras. El asesino y la víctima muertos el uno junto al otro.

-No me toques-murmuro en cuanto roza mi mano. Ni caso. Veo lo que petrende y me resigno a mantener la cabeza gacha y una fingida sonrisa en los labios cuando pasamos cerca de los borrachos, demasiado atentos a nosotros para mi gusto. Pese a mis esfuerzos por ocultar lo evidente mi rubor aumenta a medina que avanzamos, su mano presiona mi cintura contra él sin ningún reparo en el espacio personal - ¿Qué te crees que estás haciendo?

A modo de respuesta, su mano dibuja un sendero hasta donde no debe y me toca sin ninguna clase de verguenza. Sus carcajadas son el colmo. Sin pensarlo, mi puño impacta contra su rostro y se hace el silencio.

-Soy Jane, por cierto-me muerdo el labio ante el dolor naciente en mis nudillos unido al latido constante de la herida del brazo. Ha valido la pena, jamás ningún hombre ha osado tocarme así sin mi consentimiento. Hace años que no escucho mi sengundo nombre en boca de nadie, y mucho menos en mis propios labios, lo cual quiebra los puntos de sutura de una vieja herida. Respiro profundamente consciente de lo que acabo de hacer.

Cuando alzo la vista encuentro una expresión que no sabría describir, una expresión desconocida en un rostro apuesto e impasible. Gael podría facilmente rondar la treintena y haber vivido mil vidas. Y es que hay algo particular en los ojos de todos los cazadores que conozco, mi tío lo tiene, Gael también; la pérdida. Todas las mañanas mi reflejo me recuerda lo que he perdido y lo que puedo perder.

-Ahora que hemos pasado las presentaciones-digo abruptamente, espantando así a los fantasmas en mi cabeza-¿Vas a decirme porqué me has seguido?

Siento inquietud en la noche, un frío inhumano se adentra bajo mi abrigo y cala en los huesos. Huelo a sangre ajena y las voces ebrias ya no se escuchan a lo lejos. Mi mirada sigue clavada en Gael y la marca roja que he dejado en su rostro. Comienzo a arrepentirme, pero solo un poco.

Unos labios desconocidos a milímetros de los míos y el vaho de nuestras respiraciones jugando en el frío aire parisino. Me debato entre la furia y la indignación. ¿Qué clase de recursos evasivos son éstos? Mi cuerpo permanece tenso ante este tipo de acercamiento, no puedo evitar la inquietud que me produce no llevar las riendas de la situación. Sin darme cuenta contengo la respiración mientras la sensación de sus pestañas casi rozando mi mejilla se me antoja dulce solo el instante que dura. Cuando los transeúntes se marchan el contacto entre nosotros desaparece con ellos. No había tenido tiempo de dejar ir el rubor anterior así que procuro que mi rostro quede oculto bajo mi pelo mientras me aclaro.

En el fondo me siento hasta insultada por su propuesta.

-¿Mi maestro?-casi me río.

Mi tío suele decir que todos los cazadores hacemos lo que hacemos por una misma razón individualista, estamos perdidos, con lo cual cada uno es dueño de encontrarse a sí mismo. Existen reglas básicas, de esas que no hace falta pronunciar en alto, el toque justo de lealtad entre el gremio, pero trabajamos solos. Todo lo que sé es gracias a mi tío y muy profundamente comprendo que sus técnicas no se ajustan a un estilo de caza para mi persona. Aún así, jamás podría admitirlo en voz alta, primero me mordería la lengua antes de manchar el orgullo de uno de los cazadores más reconocidos.

-¿Qué lleva a alguien cómo tu a proponer algo como eso?-pregunto sin más, porque no comprendo qué te lleva a querer entrenar a una total desconocida. Aburrimiento, quizás, soledad, tal vez.

Tendiendo la manzana ante mi, deja sus palabras en el aire y comienza a andar con parsimonia. Es curioso cómo las decisiones que realmente marcan nuestras vidas se presentan de una forma tan insignificante, y aún más si cabe, cómo nosotros agarramos el instante sin pestañear. Observo la espalda de Gael, de hombros anchos y postura altiva, mientras las manecillas del reloj suenan en mi cabeza. "Decide", susurran.

Antes de que mis labios se despeguen para formar palabra, una sombra pisa la mía y se cierne sobre mi. El golpe me deja sin aliento y caigo al menos dos metros desde donde me encontraba, jadeante. ¿Qué ha ocurrido? Alzo la vista y encuentro una figura ante nosotros.

-Chica mala...-dice la bestia vestida de caballero. Estaba claro que el olor de la sangre poco tardaría en hacerse notar y nos ha sorprendido con las defensas bajas. Al menos a mi.- Te has cargado a Dex, eso esta muy...

Ni si quiera lo dejo terminar de hablar, me enferman los monólogos y, por encima de todo, haber sido sorprendida. Lanzo una de mis dagas en dirección a él y éste, en vez de clavarse en su pecho, acaba en su mano. La jodida bestia a cogido el cuchillo al vuelo. Incorporándome, busco a Gael al instante pero, entre las sombras y la conmoción del golpe, no lo visualizo.

-¿Te crees muy lista, cazadora?-comienza a dar pasos hacia mi, bajo sus labios asoman los colmillos de la muerte-¿Has salido sola a jugar?

Respiro, arma en mano, y me preparo para el siguiente paso. Mi pie derecho arde y prefiero no concentrarme en el dolor para mantener mis ojos fijos en la bestia. Gael debe estar cerca, muy cerca.

Escucho atento su pregunta y me quedo pensativo. ¿Qué me ha llevado a proponerle trabajar juntos, como un equipo? O más bien ¿Que me ha llevado a seguirla esta noche y perder mi tiempo en enseñarle? Ni si quiera yo mismo lo sé... Quizás en mi fuero interno si que sepa la verdadera razón, pero aún no ha salido una respuesta lógica, simplemente que la he seguido, he visto sus errores y me ha parecido oportuno ofrecerle algo de mis conocimientos y de mi ayuda, pues si no nos ayudamos entre compañeros de gremio, estamos jodidos. —No lo sé, Jane. Te he visto ahí con la bestia, cometiendo esos errores y he creído oportuno ofrecerte mi ayuda. ¿Te molesta que quiera perder mi tiempo en enseñarte?— La miro con algo de dureza, no quiero perder el tiempo, si ella no acepta mi ayuda, me marcharé a otro lado donde sí la quieran.

Comienzo a andar con lentitud, esperando a oír sus pasos detrás mía, pero eso no ocurre así que giro mi cuerpo para observar el motivo por el cual, la joven no me sigue. Ha sido lanzada por los aires dos metros más alante de donde se encontraba cuando estaba hablando conmigo. Acercándose a ella, hay un vampiro, el cual estoy seguro de que va a disfrutar cuando la mate. Me quedo mirando en las sombras, exactamente como he hecho con la bestia anterior. Ruedo los ojos con desesperación cuando Jane le lanza una daga y este la coge con sus propias manos, como si se tratase de una pelota. ¿Esta mujer no sabe hacer nada bien? Menos mal que estoy con ella... Y acepte mi ayuda o no, le pienso dar unas lecciones, tiene mucho que aprender.

Saco una de mis dagas y apunto al vampiro, el cual esta quieto mirando a Jane y juraría que está salivando mirando a la joven. Lanzo la daga, dándole en la muñeca en la cual tiene la daga de la joven y esta cae al suelo. Con suerte, espero a que ella la coja y la sujete bien fuerte, lo único que nos falta es un vampiro armado con nuestras propias armas. —No está sola, como puedes ver.— Digo acercándome de nuevo a ella y al vampiro.

El vampiro se gira en mi dirección aferrándose con fuerza la mano, pues le duele. —¡Oh, si la damisela tiene alguien que le ayude... Que bien.— Asiento y sonrío en su dirección. —Sí, para ti, hoy es tu día de suerte.— Saco de mi espalda la ballesta que siempre llevo cuando salgo a cazar, un arma de mis armas favoritas, por delante de los cuchillos y dagas. La fabricaron expresamente para mí, con tonos negros y plateados y el dibujo de un lobo en uno de sus costados, también en plateado. Apunto al vampiro y suelto la primera flecha, dándole en su abdomen. —Jane, levanta del suelo... Te vas a ensuciar.— Le advierto al ver que el vampiro comienza a sangrar, manchando el suelo con su putrefacta sangre.  

Oigo como el vampiro gruñe ante la herida y se lanza sobre el cuerpo tumbado de Jane, la cual aún no consigue levantarse. ¿Porqué no se levanta? Parece que le gusta ponerse en peligro. Corro hasta el vampiro y le doy un golpe con mi hombro derecho, lo que hace que se aleje de Jane un tanto. —Hoy es tu último día, espero que lo hayas disfrutado.— Escucho un ruido tras mi espalda y me giro, momento que aprovecha el vampiro para abalanzarse sobre mí y caemos los dos al suelo, junto con mi ballesta, la cual me ha dado tiempo de apartarla unos metros antes de caer. Noto su asqueroso aliento demasiado cerca de mi cuello. —¡Jane! Haz algo— Digo sujetando la cabeza del vampiro con mis manos, ahora es su momento de que demuestre porqué es cazadora, de que vale para este trabajo.

Se rompe el tiempo, todo pasa a una velocidad palpable, como si no estuviera aquí. Un sonido constante en mi oído me impide concentrarme y no consigo definir las siluetas ante mí. Existe una ira descontrolada en la mirada del vampiro, en sus ojos podría encontrar la sed de la guerra. Cuando habla sólo puedo leerle los labios, y sin pensar me paso una mano por la sien y descubro sangre al tacto. El golpe ha sido fuerte. Sigo armada con mi Colt 45 Peace Maker pero no apunto como debería. Es entonces cuando Gael sale de la oscuridad, ballesta en mano y marcando con sus pasos la sentencia mientras las sombras crean rasgos duros en su rostro. Hay cierta inquietud en él que me pone los pelos de punta, como si este efímero encuentro fuese el detonante de algo que se me escapa de las manos. No estoy sola, dice, y creo que ya no recuerdo la última vez que escuché esas palabras.

Me apremia a incorporarme pero por un momento mi cuerpo no responde, el daño del tobillo es insoportable y la presión en el oído no hace más que aumentar, me requiere tanto esfuerzo ponerme en pie que no puedo evitar jadear de dolor. Vuelvo a alzar la vista pero Gael ya no está a mi lado sino forcejeando con la bestia a pocos metros de mi, parecen medir fuerzas y la bestia tiene las de ganar, su colmillos poco tardarán en desgarrar su piel. Recojo mi daga del suelo ensangrentado y corro hacia ellos mientras guardo de nuevo la pistola, ya que sin un blanco seguro me arriesgo demasiado, ignoro toda queja de mis músculos y me lanzo sobre el vampiro haciendo que su agarre sobre Gael se quiebre. Encima de la bestia, entre golpes y con Gael aún debajo, clavo la daga en su espalda justo en el punto neutro, su putrefacto corazón. En este momento existe los que algunos cazadores llamamos “segundos vacíos”, con el golpe el corazón sufre un ataque y el ser se paraliza antes de que su habilidad de regeneración se active. Retuerzo la daga hasta el fondo y casi podría decir que ha perforado también su pecho. La escena se convierte en un acto de sangre. Sin pensarlo si quiera, me deslizo hasta la ballesta de matices plateados, cargo la flecha, apunto y disparo dejando escabar un grito de rabia. Un sonido frío y veloz atraviesa el aire y un pestañeo después el craneo del vampiro, que comenzaba a debatirse en busca de libertad en los brazos prisioneros de Gael.

Me quedo un instante quieta escuchando mi respiración entrecortada junto con los jadeos gorgoteantes del vampiro, cuya sangre se desliza por las manos del cazador. Cuando se hace el silencio y el cuerpo de la bestia exhala su último aliento, me atrevo a pronunciar palabra.

-Gael-digo, mi voz suena ronca y débil-¿Estás bien?-observo cómo el cuerpo del vampiro se queda en un peso muerto. Lo he hecho.

Mi vista comienza a nublarse, veo que se mueve ante mi pero el peso de la ballesta puede conmigo asi que me dejo caer lentamente hasta el suelo sin importarme el charco de sangre en el que estoy. Dejo el arma en mi regazo y la observo como lo haría con un tesoro. Jamás había probado una ballesta y ésta, hoy, nos ha salvado la vida.

-Vendrán los siguientes-digo más bien para mi, y comprendo que no seré capaz de hacer frente a lo que nos espera, no por esta noche-No puedo más...-susurro mientras acaricio la ballesta. Suelo pensar a menudo qué habría pasado si mi familia no hubiese sido masacrada, qué habría sido de mi misma, cuales habrían sido mis metas, mi vida, y entonces caigo en la cuenta de que éstos pensamientos poco tienen que hacer contra la realidad, no sé qué habría sido de mi, pero sí estoy segura de lo que no podría haber conseguido: ser dueña de mi misma. El suspiro que sale de mi pecho es una mezcla de dolor y nostalgia.

Miro a Gael, a poca distancia de mi. No sé quién es este hombre, no sé qué intentiones tiene, qué busca, qué o a quién perdió. Mi mirada lo atraviesa aceptando su propuesta, recorro su rostro, sus rojas sucias por la batalla.

-¿Cuándo empezamos?-quiero decir algo más pero mi voz se apaga, se niega a dejarme hablar. Me duele el cuerpo, estoy temblando. La caza con mi tío siempre fue diferente, jamás tuve que darlo todo con él. Bajo la vista de nuevo y percibo que comienzan a nublarse mis sentidos. La luna sale por fin de su manto de nubes y tiñe la noche de un blanquecino matiz.

Contemplo como en tercera persona, totalmente arrancada de mi misma, cómo Gael se acerca a hasta donde estoy y posa su abrigo sobre mis hombros, a pesar del calor corporal que conserva la tela mi cuerpo se ha convertido en una barrera, por dentro me atraviesan estalactitas. Sin poder reaccionar, me dejo llevar en sus brazos convertida en un saco vacío y sangriento, un pájaro con el ala rota. No soporto el olor que impregna mis ropas y lucho por no perder la consciencia. Podría haberme reído también ante su comentario ya que no entiendo cómo después de este momento puede tener un sentido del humor intacto, de hecho siento como tiembla mi pecho ante lo absurdo de sus palabras, pero mis labios se niegan a separarse. Tras unos minutos que se hacen eternos su voz vuelve a cortar la quietud de la noche y hago lo que dice, hago malabares para evitar que la pesada ballesta se escape de mis manos mientras me aferro a su cuello frío y palpitante. No presto atención a lo que ocurre a mi alrededor, solo deseo desaparecer, cerrar los ojos y volver al principio de todo, a aquellos tiempos de dientes de león. Es en estos momentos cuando el cuerpo me dice basta, en el que me planteo seriamente qué o cómo debo hacer las cosas, quién soy y cuáles son mis límites frente a la realidad.

Escucho un maullido en la oscuridad cálida del lugar, entreabro los ojos y paseo la mirada por el rostro de Gael, frunzo el ceño y desvío la vista al techo del pasillo. Una alarma se enciende en mi pecho y me debato mentalmente entre buscar la forma de huir de aquí o permanecer sumisa y cauta. Al fin y al cabo, hemos hecho un pacto. Me agarro a la silla y le observo mientras asiento ante sus palabras. Cuando se marcha me permito respirar por fin y gemir de dolor. Comienzo a quitar capas de ropa, dejo el abrigo de Gael colgado de la silla y comienzo a desatar mi corpiño de cuero mientras lucho por deshacerme los pantalones en un ataque desesperado por arrancar de mi piel todo lo vivido esta noche. Desato mi cabello del recogido ya sin forma y me quedo unos instantes así, semi desnuda en la habitación de un extraño observando las prendas de ropa femenina y ajenas que tengo ante mi. Limpio mis manos hasta la saciedad en mi antigua blusa y acontinuación acaricio el pijama y pido permiso mentalmente a su dueña ya que siento que estoy profanando su intimidad. Sonrío al tacto del pijama que se adapta a mis formas, estoy curiosa ante la clase de persona que debe ser la llamada Adaline para tener el valor de utilizar prendas tan finas y delicadas. Sintiéndome desprotegida me atrevo a pasear con un leve cojeo por la habitación hasta el ventanal desde donde se puede observar la entrada principal de la vivienda y las palles del Paris durmiente. Creo que comienzo a recuperar mi cuerpo y el color en el rostro, y es que no me acostumbro a todo lo que me rodea, siempre siento que me pierdo cuando finaliza una batalla y no soy capaz de asimilar que lo que ha sucedido es real. Paso una mano por la herida abierta de mi brazo, no es muy profunda pero la piel dañana palpita dolorida entre la sangre seca.

-Adelante-susurro cuando la presencia de Gael se hace notar de nuevo. El olor en el ambiene me recuerda a la lavanda. Me siento culpable teniendo que darle permiso de entrar en una estancia de su propiedad. Con la mirada aún en el exterior respiro profundamente antes de atreverme a dirigirme a él, en pijama como estoy frente a un hombre que no conozco las mujeres del gremio medio con el que mi tía pasa largas horas podrían estar montando un escándalo en sus diarios- Aún no te he agradecido como corresponde tu ayuda, muy a mi pesar me cuesta admitirlo-digo entonces cuando decido acercarme a él y tomar el vaso de agua que acepto con ganas-Gracias...- digo sin mirarlo, por ambas cosas. No sé hasta qué punto puedo confiar en sus ojos, así que decido evitarlos. Creo que entre ambos hay muchas explicaciones que dar y decido dar pie a las respuestas- Sé tu nombre pero no sé nada de tu apellido, tu clase o posición. Si vamos a formar una alianza sería apropiado conocer detalles del otro-vuelvo a acercarme a la ventana, me apoyo en la pared y tomo un trago eludiendo que yo he evitado decirle mi nombre directamente. Por más que lo intento, no consigo ponerle rostro a Gael, no recuerdo haberlo encontrado en otro lugar que no fuesen las sombras y sí, París es inmenso, pero las galas y citas en sociedad son comunes y cotidianas. Me atrevo a recorrer con ojos interrogantes al hombre que tengo frente a mi, su vestimenta cómoda y hogareña nada tiene que ver con la primera impresión que recibí de él, aún así, sigue manteniendo un porte masculino que impone y me hace sentir pequeña, el pecho me aletea nervioso.

-¿Habrán secretos entre nosotros, Gael?-pregunto, en mi manía me muerdo el labio expectante ante las respuestas que espero. Estoy en su territorio y, en realidad, tengo todas las que perder. Me pregunto si en casa Debby estará esperandome, no sabría decir cuan lejos estoy de mi hogar y si esta noche acabará.

Quizás sean estas cuatro paredes, pero la tranquilidad que trasmite Gael me hace sopesar qué tan difícil es para él desprenderse de lo acontecido esta noche. Yo aún no he borrado de mi piel la sangre ni los jadeos gorgoteantes del vampiro, mientras que él mantiene una postura estable y despreocupada. Sus ojos brillan. ¿Qué cruzará por su mente? Me pregunto mientras observo cómo una sonrisa aparece en sus labios al mirarme.  Asiento ante sus palabras de agradecimiento, en cierto modo me halaga el reconocimiento, pero no añado nada más, solo devuelvo la sonrisa y miro al suelo. Tengo que practicar la pose de chica dura porque, por el momento, todos mis esfuerzos por mantenerme firme se han desvanecido. Demasiado acostumbrada a los modales del día a día.

Dice que no hay secretos, pero no sé qué esconden las paredes de esto que él llama su casa. Cuando sale por la puerta con mis ropas un pequeño signo de alerta me eriza la piel, el momento me apremia que salga corriendo por donde he venido. Asomo mi cabeza por el marco de la puerta y lo veo entrar en lo que debe ser el cuarto de baño, una vez cierra tras de sí, salgo de donde estoy y comienzo a bajar las escaleras camino a la puerta de entrada mientras el dolor del tobillo me hace cogear. Qué huída más patética. Cuando mi mano roza el pomo de la puerta me detengo un segundo a observar un cuadro en la pared, una fotografía familiar y en ella un Gael mucho más joven que el hombre que hoy ha salvado mi vida. Siento cómo la falta de aire me oprime el pecho y me permito respirar ante los recuerdos que afloran tras mis párpados. Sin darme cuenta estoy de nuevo en la habitación esperando a que Gael termine su ducha y tras sus indicaciones sigo mi turno. Cierro la puerta con llave y procedo a desvestirme, obervo el cuerpo de una desconocida en el espejo frente a mi, sangre ajena y propia, cicatrices y y hematomas. El agua caliente arrastra el malestar y relaja mis músculos pero mi cabeza sigue dando vuelvas en círculos ante lo que puede ocurrir acontinuación.

Vuelvo a vestirme con el pijama y me tomo la libertad de tomar una bata de seda golgada detrás de la puerta suponiendo que también sea de la tal Adaline. Me siento una intrusa. La herida del brazo tiene mejor pinta una vez limpia asi que por fin me relajo ante el asunto, supongo que se curará en cuestión de días. Toalla en mano y secándome el cabello, bajo hasta la sala de estar donde encuentro a Gael recostado junto a un gato. La bola de pelo ronronea bajo sus caricias.

-Una casa acogedora-comento cuando entro en la estancia, huele a lavanda y a limpio y siento que comienzo a entrar en calor. Paseo mi mano por la estantería de la chimenea y contemplo las fotos y figuras decorativas- La he tomado prestada, espero que a su dueña no le importe-digo señalando la bata. Me quedo quieta donde estoy porque no sé qué debería hacer a continuación, la cercanía de Gael me resulta contradictoria, estoy aquí en su casa sintiéndome completamente ajena y fuera de lugar y, pese a que debería sentirme tranquila y a salvo, no consigo encontrar un punto medio. Cruzo una mirada con él y me tomo la libertad de tomar asiento en el sofá contiguo. El gato se acerca a mi y se contonea-¿Cuál es tu historia?-digo entonces mientras acaricio al animal como si se lo preguntara a él-Realmente crees que quieres entrenarme, a cambio de qué?

Lo miro entonces y mis ojos lo recorren, Gael tiene ese tipo de mirada que traspasa barreras y leen dentro de ti. No sé qué esperar de este encuentro, qué palabras saldrán de sus labios y si alguna de ellas contarán la verdad.

Entre nosotros se colapsa una tensión que no sabría descifrar. Gael mantiene sus ojos en los míos y yo solo puedo luchar por no apartar la mirada, hay algo que lo corrompe, algo en él quiere abrirse paso a través de su pecho. Mi sonrisa es tensa cuando intenta bromear pero no digo nada, no puedo, y no tiene que ver con la escasa falta de decoro que estamos teniendo el uno con el otro o la poca ropa que llevo ante él, se trata del nerviosismo que me abrasa. Ante sus primeras palabras me quedo quieta esperando a que exponga ese trato que tanto ansía y lo que me queda totalmente claro es que todo lo que nos espera esta noche jamás debe salir de aquí, es el silencio o la muerte. Inspiro y el aire no llega hasta mis pulmones, se queda en mi garganta amenazando con asfixiarme mientras me debato entre seguir acariciando al gato o esconderme.

Nos necesitamos, dice. Procuro mantener mi expresión intacta pero sus palabras han despertado mi curiosidad, mientras él se sirve una copa yo sopeso las mil posibilidades que se nos presentan. ¿Por qué iba a necesitarle? Sí, mi entrenamiento hasta ahora se ha basado en uno que no corresponde con lo que necesito para ser una gran cazadora pero, ¿realmente quiero serlo? ¿Se esconde algo más detrás de esta indefensa proposición? Sin darme cuenta tengo el ceño fruncido y mis labios apretados en una fina línea, el gato que hasta ahora había estado lamiendo mi herida comienza a tensarse y clavar sus uñas en mis muslos. Sigo los movimientos de Gael en el salón, observo sus pasos mientras se acerca de nuevo al sofá y, cuando vuelve a mirarme, en su rostro han pasado cien años y toneladas de dolor han caído sobre él.

Había una vez un niño que deshojaba sus sueños con sus propias manos. Este no, esté sí, este no, no, no. En torno la historia de Gael va tomando forma, su voz se vuele grave y despectiva, suelta las palabras como quien abre un cajón lleno de polvo. Me mira, mira su copa y de pronto ya no está aquí, está en un pasado de sangre y pérdida, quizás deseando traer al presente a ese padre que dejó de serlo cuando exhaló su último aliento. Es como si la habitación fuese a arder de un momento a otro, su cuerpo tiembla y no sabría decir si se trata de miedo, ira o una mezcla de ambas, tal es la intensidad de su odio que bajo la mirada hacia el gato y me quedo ahí buscando un remanso de paz que no aparece. Cuando vuelve a alzar su voz ésta cruza los miles de kilómetros que nos separan e impacta contra mi, algo se rompe y renace en mi pecho.

“Te necesito para mantenerme cuerdo”. Gael está solo, dentro de él solo hay soledad, y yo no sé si seré capaz de mantenerme firme cuando llegue el momento en el que cumpla su objetivo, no sé cómo espera que una total desconocida lo traiga de vuelta cuando ya no sea dueño de sí mismo. El gato sale corriendo cuando el vaso estalla contra las llamas de la chimenea y sus uñas deja marcas en mi piel, el fino pijama se ha descosido un poco. Si pudiese coser el corazón de Gael con la misma facilidad con la que se arregla una prenda no harían falta más palabras. Ahora mismo ni siquiera tengo el valor de posar mi mano sobre su hombro de abrazarlo como cabría esperar en situaciones así.

-No puedo llenar el dolor de la pérdida que llevas contigo-digo, mi voz falla en la última sílaba, hablo como si me temiese romper su momento, su historia-Pero estaré contigo cuando llegue el momento- susurro, ni siquiera sé porqué he dicho esto. Acabo de aceptar el trato, que más que tratarse de un intercambio de conocimientos de supervivencia se trata de una promesa. Tengo que tener su fuerza para borrar su dolor. Siento la determinación de querer ayudarle aún sabiendo que puedo no ser capaz. Solo soy un pájaro en su tormenta.

-¿Mi historia?-me miro las mano unos segundo. ¿Cómo voy a contarle mi historia sin ni siquiera he sido capaz de confiarle mi nombre, mi verdadera identidad. Jane solo es el nombre que siempre quiero ocultar. Sus ojos quieren atravesar los míos y podría abrir la puerta de decirle “toma lo que quieras” pero no es así, me tragué la llave hace mucho tiempo-Solo es una más.

Mal, Astrid. Me muerdo el labio y ahora sí es mi cuerpo el que tiembla, tengo dentro una bomba de relojería que no creo poder desactivar. Gael ha dejado sus demonios en mis manos y éstos luchan contra los míos. No puedo… no puedo contarle…

-El hombre que sería mi prometido masacró a mi familia. Era un vampiro-las palabras se escapan de mi boca aunque yo hago todo lo posible para contenerlas. Hace tanto tiempo que llevo enterrada mi historia que, aunque cada noche leo un capítulo en mi mente, decirlo en voz alta me desgarra. Ni siquiera mis tíos la han escuchado completa-Todo pasó muy rápido... A veces me digo que debería haber aceptado su pedida pero no lo hice. Su cólera fue tal que los asesinó para vengarse, yo solo era una cría, no sabía cómo salvar sus vidas, no sabía que algo así podría ocurrir-inspiro como sumergida en agua, me escuece la garganta y mis manos son presas de un temblor que no puedo controlar-Me convirtió en su esclava de sangre y durante las semanas…o meses que duró mi cautiverio no fui consciente de nada. Un día, sin más, me dejó ir. Por años creí que yo misma había sido capaz de librarme de él, me escapé, incendié el lugar, ¡fingí mi propia muerte! –comienzo a hiperventilar y me doy cuenta de que estoy de pie frente a la chimenea observando el fuego como en un recuerdo. Casi puedo ver la mansión donde estuve cautiva dentro de las llamas-Pero con el tiempo he comprendido que aún soy presa de su juego. Solo está alargando mi esperanza e incrementando mis miedos.

Hago una pausa para asimilar todo lo que he contado porque tiene que ser una broma muy pesada lo que acabo de hacerme a mi misma. He confesado haber sido esclava de sangre y eso absolutamente nadie lo sabe. No sé si lo acontecido anteriormente ha puesto mis sentidos a flor de piel, si mañana abriré los ojos y me arrepentiré de haberle contado mis temores, pero está hecho y eso, ni la muerte puede remediarlo.

-¿Quién eres, Gael? –digo entonces, queriendo restarle importancia a mi confesión anterior, queriendo borrar mis huellas y centrándome en él- Ahora conozco tu historia pero no al hombre que tengo ante mi.

Me giro y lo observo, las llamas hacen que mi sombra se proyecte en él como un manto oscuro, sus ojos brillan cuando se cruzan con los míos y yo procuro mantener a raya las lágrimas que amenazan con aparecer. Estoy al borde del precipicio.

Cada paso que Gael da hacia mi es un muro que cae. Me siento minúscula y desorientada, nada parece encajar y a la vez todo resulta estar en su sitio por fin, se ha abierto la puerta de un hogar que creía perdido. Encuentro en él una protección que ni siquiera mis tíos han podido trasmitirme pese a sus incanSables intentos por hacerme sentir acogida. Su cercanía nada tiene que ver con el descaro que mostró en nuestro encuentro en las calles, la persona que tengo ante mi es humana y tiene fallos, es una persona rota que lucha por encontrarse. Mientras traspasa mi mirada yo me quedo al borde de sus pupilas y me acurruco ahí dentro. Busca venganza, dice, y yo no sé hasta qué punto esas palabras pueden acabar en su beneficio.

-Jamás le había dicho a nadie que fui esclava de sangre, no lo aceptarían-digo en voz baja, temiendo irracionalmente que alguien pueda escucharme. Me siento aliviada porque ambos estamos indagando en el otro y conociendo partes que nosotros mismos creíamos olvidadas. Sus gestos frustrados, ese sí pero no que lo tiene preso me pone nerviosa, es como si quisiera soltar las palabras y a la vez estuviese reacio a hacerlo. No puedo evitar la mirada de asombro ante esas cuatro palabras y me pesa todo el cuerpo tratando de asimilarlas, me tiemblan las manos y siento la necesidad de querer salir corriendo de aqui. Es demasiado, yo no puedo luchar contra los demonios de Gael y mucho menos protegerlo. Ahora es mío ha dicho, la parte de él que es débil y sufre. Su ser más oscuro me pertenece. ¿Cómo hago frente a esto? -No quieres mentiras... pero yo nunca he sido alguien transparente, Gael, no sé cómo ser la guerrera que esperas que sea-le digo, otra confesión. Cuando creo que el pánico se está apoderando de mi, su mano sujeta la mía y miro hacia abajo. El tacto es cálido y firme-Sin duda acepto el trato, aunque no busco venganza, no es eso lo que me mueve-inspiro profundamente y lo suelto-No quiero perderme a mi misma, ser lo que soy es la primera y única decisión que me pertenece realmente.

Tan rápido como llega, su tacto desaparece y yo me quedo plantada sobre el alfrombra con el calor del fuego a mi espalda. Me sujeto los brazos por miedo a hacerme pedazos mientras lo observo volver sobre sus pasos, ese gesto suyo no lo abandona, su mueca seria y el rostro cansado. Ha luchado demasiado. Me acerco lentamente hacia él y me agacho hasta quedar a su altura, con una decisión que me sorprende sujeto sus manos y pego mi frente a la suya.

-Estás aquí...-susurro en un intento de hacerle creer sus propias palabras. Me quedo un instante así sin importarme egoístamente si mi presencia le resulta incómoda o inoportuna, necesito este momento porque es todo lo que tengo. Mi respiración se mezcla con la suya y aunque lo unico que quiero es petrificarme así como estoy, lucho por mantener mis pulsaciones estables y vuelvo a incorporarme.

Suspiro y salgo por la puerta, me quedo quieta intentanto organizar mis pensamientos pero al instante me rindo y decido que lo mejor es preparar algo caliente para relajar el alma. Por incercia descubro donde está la cocina y me niego a encender la luz, dejo que mis ojos se acostumbren a la poca iluminación que entra por el ventanal y busco dos tazas con manos temblorosas.

-¿Hay té en esta casa?-pregunto en voz alta, una pregunta tan normal se me hace extraña después de todo lo que ha pasado hace un momento-Oh, ya lo he encontrado.

Caliento agua en un cazo, la sirvo en cada taza y pongo las bolsitas de té esperando que sea tila. Vuelvo al salón donde el calor de la chimenea mantiene los huesos en calma y me siento junto a él dejando espacio suficiente entre ambos como para respectar su burbúja, cosa que no hice antes.

-Creo que te hará bien, mi madre solía decir que un té equilibra la tristeza-comento al darle la taza hirviendo, no siento los dedos pero es casi mejor que tenerlo tullidos por los nervios. Doy un trago y me quemo la garganta, no me importa, necesito sentir algo-Vives con Adaline, ¿es ella tu esposa? ¿A qué te dedicas cuando no cazas? Todos tenemos una doble vida-sujeto la taza con ambas manos y lo observo, yo responderé a sus preguntas pero antes necesito las suyas. No sería grato que la nombrada apareciese ahora, no sabría qué decir o qué hacer, este comportamiento entre ambos no tiene ni pies ni cabeza. Recorro las luces y sombras que se dibujan en el rostro de Gael y espero los detalles de su historia.

Aún evito responder a su pregunta, esa que susurró a centímetros de mi rostro hace a penas unos minutos ¿Dónde he estado todo este tiempo? Perdida. ¿Dónde voy a estar ahora? Perdida con él. Coloco los mechones sueltos de mi cabello detrás de mis orejas y, en un acto nervioso, vuelvo a deshacer mis movimientos y mi pelo vuelve a rozarme las mejillas. Inspiro profundamente y tomo un trago de té ardiente mientras un corto silencio se impone entre nosotros. No sé qué decir ni cómo debo actuar, jamás me he sentido tan fuera de lugar y tan acogida al mismo tiempo. Cuando pronuncia mi nombre de nuevo reprimo una leve mueca de culpa. No estoy lista para confesarle que Jane, mi segundo nombre, solo es el que utilizo cuando quiero ocultarme y fingir que no existo, Jane es la otra cara de la moneda, el reflejo de Astrid en el espejo. Solo mi madre solía llamarme así y yo lo odiaba. Quizás en mi fuero interno sé que Jane murió junto con mi familia y aún intento revivirla.

-Es imposible no sentir nada-digo calmada y convencida de mis palabras. Yo siento el calor de esta taza, siento que me ahogo con mis palabras, siento que me pierdo y me encuentro, todo en un bucle, siento su dolor casi como el mío propio-Dejarás de sentir cuando estés muerto.

Todo el flujo de mis pensamientos se frena de golpe ante lo que dice y me pilla tan de sorpresa que no puedo evitar una risa nerviosa. ¿Su esposa? Cuando le pregunté no lo decía en serio, estoy entrando en pánico solo de imaginarme la escena. La mujer entra en cólera y empieza a romper los platos, uno me da y acabo de patitas en la calle. O eso o huyo por la ventana. Relájate Astrid, estás empezando a desvariar. No me relaja mucho descubrir que Adaline se trata de su hermana, así como tampoco el roce de su piel sobre la mía.

-No sé qué es peor… Una esposa histérica o una hermana el doble de histérica-le sonrío y niego con la cabeza, sea quien sea la persona que entre por esa puerta verá a una mujer en la casa ajena de un hombre al que acaba de conocer. Mi madre se revuelve en su tumba y tengo claro que mi tía tendrá pesadillas esta noche. Me pregunto si Adaline me juzgaría ya que también ella está ausente en su propia casa a altas horas de la noche-¿Tu hermana está prometida?-bajo mi mirada hacia la bola de pelo y suspiro, la presencia del animal me trae recuerdos y acerco mi mano para tocar una de sus patas mientras empieza a ronronear bajo las caricias de Gael- Jamás lo habría adivinado, no pareces un cocinero. De hecho pareces de todo menos eso-lo observo entonces con más detenimiento, ahora que las capas de distancia han desaparecido del rostro del cazador, solo veo en él una mirada sincera y torturada. La línea de sus labios y el mentón parecen tensos, vive en una incertidumbre constante. Intento alargar este pequeño oasis de diálogo desenfadado que ha surgido entre nosotros, las palabras anteriormente dichas pesan demasiado. Nuestra historia está marcada por el horror-Aún no he encontrado el crèpe perfecto y ya puedes ser el mejor cocinero de Paris o romperé nuestro trato ahora mismo-alzo una ceja divertida y aunque pretendo restar tensión intuyo que está siendo todo un desastre, ¿cómo se actúa con normalidad cuando la sombra de nuestros miedos baila sobre nosotros?

Gael se toma demasiadas molestias por saber de mi. Me tomo una pausa antes de responder y sopeso mis palabras, quiero ser sincera pero no sé si estaré a la altura. Gael me ha abierto las puertas de su hogar y  no solo eso, también su alma, a pesar de que yo le he desvelado mi pasado el presente es algo que ni siquiera yo soy capaz de controlar. Mi presente está plagado de mentiras.

-A los ojos de los demás soy una señorita digna de clase media, algo rebelde para el gusto de mi tía y sus incansables intentos por encontrarme marido-acaricio al gato y éste parece volverse loco con tantas atenciones, no puedo evitar la risa al recordar su cara cuando rechacé al que ella supuso que sería el hombre perfecto-Asisto a los actos de sociedad, sonrío siempre y procuro ser el orgullo que desean publicitar. Por suerte o desgracia mi tío, sir Pierre Contrier, también vive esa farsa-cuando digo su nombre me pellizca el arrepentimiento, quizás no debería haberlo dicho pero supongo que entre cazadores el gremio debe conocerse- Si tengo algún conocimiento sobre la caza es gracias a él… aunque está claro que sus formas no se aplican a las mías-me encojo de hombros aún sin mirarlo, todo lo que digo me sale natural y no quiero perder la templanza que llevo conmigo ahora-Aprendro a ser costurera a la fuerza y asisto a clases musicales por voluntad, creo que sin música no sería nada-me ruborizo al confesar esto ya que la música es mi más preciado tesoro-También creo que…

La habitación se queda muda. Un escalofrío me recorre y todas mis defensas y mi actitud casual se vienen abajo cuando los labios de Gael se separan en esas cuatro palabras. Espero con mil pensamientos taladrándome la cabeza a que él termine su frase, a que diga algo que aporte un poco de cordura a todo lo que está ocurriendo. Pero lo único que obtengo como respuesta es su mirada buscando la mía mientras me controlo para no acariciar demasiado fuerte al gato. Sin ser dueña de mi mano abandono el tacto del suave pelaje y rozo sus dedos hasta acabar acariciando la palma de su mano como quien espera encontrar constelaciones.

-Sin ti, yo no…-repito lentamente, deseando que mis palabras lo animen a terminar lo que sea que estaba a punto de decir. Al final me rindo y termino cediendo ante sus ojos, el fuego le arranca destellos al azul de sus pupilas y nada de lo que pueda decir ahora podría hacerme dudar de él. Quizás todo esto solo sea la gran mentira que hemos decidido vivir, tal vez mañana todo acabe y esta noche se convierta en un espejismo-Gael… dime algo-susurro. Casi no puedo respirar cuando poso mi mano en su rostro e intento traerlo de vuelta. Con el ceño fruncido muerdo la comisura derecha de mi labio y espero impaciente mientras muevo el pulgar sobre su pómulo. Siento el calor de una lágrima corriendo por mi mejilla, daría todo lo que fuera por hacer desaparecer las gotas que salen de mis ojos pero ya estoy fuera de control y él lo sabe-Gael- vuelvo a susurrar, pensando ilusa que cuantas mas veces pronuncie su nombre mas a salvo estaré de mi misma.