AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Dead love couldn't go no further || Gael Luzt
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Dead love couldn't go no further || Gael Luzt
Estoy aquí, entre el bullicio de la multitud y el dorado de las copas, entre los vestidos de seda y el aroma a puro, con los pies clavados en el suelo y la sonrisa muerta en los labios. Inspiro rogando paciencia a la parte de mi que necesita salir corriendo, esa que obligo a quedarse dormida cuando lo único que se me permite es hacer acto de presencia. La mirada inquisitiva de mi tía Lenna se posa en mí más veces de las necesarias estudiando mis gestos y mi lenguaje corporal. Ha tenido años para aprender a leer y yo otros tantos para hacerla creer que puede. Miro mi copa cuando la conversación de mis compañeras se centra en sus hijos y lo adorables y perfectos que son, como si el resto del mundo no supiéramos que a esa edad resultan agotadores. Cuando el camarero pasa cerca cambio mi copa medio vacía por una llena, las burbujas del champán juegan sobre mi lengua y temo que este sea el momento más divertido que tendré esta noche.
-Jane, querida, te ves pálida ¿Te encuentras bien?
La respuesta es no, pero sonrío igualmente para restarle importancia. Me excuso con que no pude descansar en condiciones la noche anterior y al momento todas y cada una de ellas se miran cómplices. Los nervios de conocer por fin a su pretendiente, pensarán. Y aunque no es mentira que no he podido dormir la verdad es otra bien distinta. Llevo semanas sin conciliar el sueño y pese a que no lo admitiré en voz alta sé muy bien el motivo, me quema el pecho cada vez que pienso en ello y se me acelera el pulso de pura frustración. Quisiera poder fingir que todo sigue igual, pero desde aquel fatídico encuentro no soy la misma, desde entonces todo a mi alrededor parece ir a una velocidad estratosférica mientras dentro de mí mis sentimientos se cuecen a fuego lento. Me gustaría poder decir que solo se trata de mi orgullo herido, pero eso solo es la capa visible del iceberg. Tengo grabada la mirada de Naitiri y la voz de Gael en mi cabeza, la inquietud de
aquella noche aún me acompaña. Desde entonces han pasado tres semanas, tres largas, vacía e insípidas semanas sin volverlos a ver, en las que apenas intercambié una carta con ella para pedirle tiempo.
-Es lógico, cielo, no todos los días se conoce al hombre de tu vida-la voz es dulce y todas concuerdan con ella, pese a que yo estoy en otro lugar ellas me mantienen presente con su palabrería-Tu tía se ha encargado de encontrarte el mejor partido, ya quisiera volver a tener tu edad para casarme con alguien como el señor Medley- no me molesto en fingir que las escucho y desconecto por completo ya que no parecen darle importancia a mi inmutable silencio, están ensimismadas en los posibles futuros no muy lejanos que estoy cerca de vivir con el que se supone debe ser mi futuro marido. Halagan a mi tía porque sin ella yo habría caído en la temida pero escasa lista de mujeres solteras de París. Qué tragedia habría sido-Y hablando del susodicho…
La mano de mi tía pasa por mi brazo y me obliga a acompañarla, apuro el último trago ante su desaprobación y caminamos a paso lento, como todas las damas deben hacer, “tu mente no debe ir por delante de tus pies”. Puedo sentir el nerviosismo de ella a través de su simple agarre y es que lleva tanto tiempo esperando este momento que casi podría ser yo quien los presente. Los últimos intentos de mi ilusa tía por encontrarme un buen partido y completarme como mujer han sido un penoso desastre. Yo no hago nada, lo juro, me dedico a escucharlos, atender sus gestos, aceptar sus halagos y sonreír como toda señorita debe hacer. Al terminar nuestro encuentro me despido y jamás vuelvo a verlos pese a sus intentos por llamar mi atención, pero no puedo compartir mi vida con alguien sin alma.
-Esta vez es el adecuado, mi dulce niña, será una noche perfecta-susurra a medida que nos acercamos al grupo de caballeros que entre risas cómplices y apretones de manos saluda al recién llegado. Mi tía pensará que no admiro sus esfuerzos pero en realidad entiendo con creces que solo trata de hacerme feliz y encajar piezas que obviamente están rotas dentro de mi. El problema es que no tengo solución.
Cuando por fin nos presentan su mano toma la mía para posar un leve beso, todo en este hombre es digno de un caballero, sonrisa amplia y mirada cálida, voz madura y porte altivo. Sí, para mi desgracia es un buen partido. No sé qué esperaba él de mí pero halaga con deleite todo de mí sin resultar empalagoso como los pretendientes anteriores a él. El pecho de mi tía se infla de orgullo ya que ha sido ella la encargada de dejarme radiante para este momento, el encaje de mi vestido se adhiere a mis formas y cae en un ligero vuelo, no es voluptuoso pero tampoco vulgar, de un azul marino profundo. La conversación y el ambiente entre ambas familias es agradable y hasta me permito sonreír más de la cuenta, casi podría dejarme llevar y callar para siempre la parte de mi que suele salir corriendo. No tardan en dejarnos solos con el poco disimulo de los que ya saben lo que va a pasar, es casi como un ritual que he repetido ya varias veces. El vuelo de mi vestido ondea al ritmo de mis pasos mientras permito que me guíe hasta la zona de baile donde decenas de parejas lucen sus mejores pasos. Parece algo nervioso aunque se esfuerza por mostrarse todo lo seguro de sí mismo que debe, no me mira más de lo políticamente correcto y mantiene un baile lento que le permite seguir hablando. Al final me veo a mi misma conversando con él e incluso riéndo, y no sé si se trata de mi desesperado intento por desprenderme de todo el dolor de los recuerdos, no sé si es mi subconsciente que está harto de sentirse cada día triste y solo, que me anima a dejarme llevar al menos por una vez. Casi podría perdonarle que no tenga los ojos azules o que su barba esté perfectamente afeitada, casi podría obviar el hecho de que no huele a bosque lluvioso y canela o que sus manos no tienen cayos del arduo trabajo en la caza. Casi podría perdonarlo, pero no se llama Gael.
-Jane, querida, te ves pálida ¿Te encuentras bien?
La respuesta es no, pero sonrío igualmente para restarle importancia. Me excuso con que no pude descansar en condiciones la noche anterior y al momento todas y cada una de ellas se miran cómplices. Los nervios de conocer por fin a su pretendiente, pensarán. Y aunque no es mentira que no he podido dormir la verdad es otra bien distinta. Llevo semanas sin conciliar el sueño y pese a que no lo admitiré en voz alta sé muy bien el motivo, me quema el pecho cada vez que pienso en ello y se me acelera el pulso de pura frustración. Quisiera poder fingir que todo sigue igual, pero desde aquel fatídico encuentro no soy la misma, desde entonces todo a mi alrededor parece ir a una velocidad estratosférica mientras dentro de mí mis sentimientos se cuecen a fuego lento. Me gustaría poder decir que solo se trata de mi orgullo herido, pero eso solo es la capa visible del iceberg. Tengo grabada la mirada de Naitiri y la voz de Gael en mi cabeza, la inquietud de
aquella noche aún me acompaña. Desde entonces han pasado tres semanas, tres largas, vacía e insípidas semanas sin volverlos a ver, en las que apenas intercambié una carta con ella para pedirle tiempo.
-Es lógico, cielo, no todos los días se conoce al hombre de tu vida-la voz es dulce y todas concuerdan con ella, pese a que yo estoy en otro lugar ellas me mantienen presente con su palabrería-Tu tía se ha encargado de encontrarte el mejor partido, ya quisiera volver a tener tu edad para casarme con alguien como el señor Medley- no me molesto en fingir que las escucho y desconecto por completo ya que no parecen darle importancia a mi inmutable silencio, están ensimismadas en los posibles futuros no muy lejanos que estoy cerca de vivir con el que se supone debe ser mi futuro marido. Halagan a mi tía porque sin ella yo habría caído en la temida pero escasa lista de mujeres solteras de París. Qué tragedia habría sido-Y hablando del susodicho…
La mano de mi tía pasa por mi brazo y me obliga a acompañarla, apuro el último trago ante su desaprobación y caminamos a paso lento, como todas las damas deben hacer, “tu mente no debe ir por delante de tus pies”. Puedo sentir el nerviosismo de ella a través de su simple agarre y es que lleva tanto tiempo esperando este momento que casi podría ser yo quien los presente. Los últimos intentos de mi ilusa tía por encontrarme un buen partido y completarme como mujer han sido un penoso desastre. Yo no hago nada, lo juro, me dedico a escucharlos, atender sus gestos, aceptar sus halagos y sonreír como toda señorita debe hacer. Al terminar nuestro encuentro me despido y jamás vuelvo a verlos pese a sus intentos por llamar mi atención, pero no puedo compartir mi vida con alguien sin alma.
-Esta vez es el adecuado, mi dulce niña, será una noche perfecta-susurra a medida que nos acercamos al grupo de caballeros que entre risas cómplices y apretones de manos saluda al recién llegado. Mi tía pensará que no admiro sus esfuerzos pero en realidad entiendo con creces que solo trata de hacerme feliz y encajar piezas que obviamente están rotas dentro de mi. El problema es que no tengo solución.
Cuando por fin nos presentan su mano toma la mía para posar un leve beso, todo en este hombre es digno de un caballero, sonrisa amplia y mirada cálida, voz madura y porte altivo. Sí, para mi desgracia es un buen partido. No sé qué esperaba él de mí pero halaga con deleite todo de mí sin resultar empalagoso como los pretendientes anteriores a él. El pecho de mi tía se infla de orgullo ya que ha sido ella la encargada de dejarme radiante para este momento, el encaje de mi vestido se adhiere a mis formas y cae en un ligero vuelo, no es voluptuoso pero tampoco vulgar, de un azul marino profundo. La conversación y el ambiente entre ambas familias es agradable y hasta me permito sonreír más de la cuenta, casi podría dejarme llevar y callar para siempre la parte de mi que suele salir corriendo. No tardan en dejarnos solos con el poco disimulo de los que ya saben lo que va a pasar, es casi como un ritual que he repetido ya varias veces. El vuelo de mi vestido ondea al ritmo de mis pasos mientras permito que me guíe hasta la zona de baile donde decenas de parejas lucen sus mejores pasos. Parece algo nervioso aunque se esfuerza por mostrarse todo lo seguro de sí mismo que debe, no me mira más de lo políticamente correcto y mantiene un baile lento que le permite seguir hablando. Al final me veo a mi misma conversando con él e incluso riéndo, y no sé si se trata de mi desesperado intento por desprenderme de todo el dolor de los recuerdos, no sé si es mi subconsciente que está harto de sentirse cada día triste y solo, que me anima a dejarme llevar al menos por una vez. Casi podría perdonarle que no tenga los ojos azules o que su barba esté perfectamente afeitada, casi podría obviar el hecho de que no huele a bosque lluvioso y canela o que sus manos no tienen cayos del arduo trabajo en la caza. Casi podría perdonarlo, pero no se llama Gael.
Astrid J. Bergès- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 01/01/2016
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Re: Dead love couldn't go no further || Gael Luzt
No tengo ganas de fiesta. Ni ganas de salir a cazar. Solamente tengo ganas de tumbarme en la cama y buscar por la almohada el último resquicio del olor de Jane. Llevo muchos días sin verla, han pasado tres semanas desde que nos encontramos en el burdel y Naitiri estaba con ella. Fue una de las peores noches para mí. Y el no saber de ella hace todo mucho más cuesta arriba. ¿Donde estará? ¿Estará bien? ¿No quiere verme nunca más? Solo pensar en estas preguntas hace que me rompa más por dentro. Necesito saber de ella, necesito encontrarla. Me he visto a mí mismo recorriendo los bosques, pero en vez de buscar lobos o vampiros, solo la busco a ella. Pero no está. Tampoco la he encontrado en los sitios habituales en los que suele ir con su tía o a esconderse de ella. Incluso he estado tentado de presentarme en su casa. Pero he sido cobarde. Necesita tiempo. Y quiero dárselo aunque me consuma por dentro. Esta vez el pájaro a volado, en busca de un lugar más cálido. Aprieto la mandíbula, necesita recordar veranos para superar este invierno.
Para cuando me quiero dar cuenta, ya estoy atravesando las puertas del Palacio Royal con un traje de color negro, acompañado por un Thomas que no cabe más en sí mismo de alegría. Lleva sin parar de hablar todo el camino, diciendo que aquí podrá encontrar buenos compradores para los potros que acaba de tener, e incluso me insta a que corteje alguna mujer, que me ve muy solo dice. ¿Solo? Solo no es la palabra para explicar como me siento ahora mismo, pero se le acerca bastante. Entramos en el salón donde la fiesta ya ha comenzado. Muchas mujeres y hombres están formando pequeños grupos mientras charlan sin parar, beben, ríen y un pequeño grupo, en el centro, baila.
Cojo una copa de champán y me quedo bebiéndola mientras Thomas entabla conversación con una mujer grande, con un vestido que ni siquiera es de su talla. Hago una mueca y sigo bebiendo, no quiero participar en la conversación pero la mujer pone su mano en mi muñeca, captando mi atención. Mis ojos se clavan en ella, y ella comienza a hablar. Tiene una sobrina. De veinte años, guapa, rubia. ¿Cuándo quiero una cita con ella? Dejo escapar un suspiro. - No soy un buen partido para su sobrina.- Digo con voz cansada y alzo la cabeza en dirección a la zona donde la gente baila. Podría decir que he escuchado su risa. ¿Está aquí? Mi corazón se acelera por momentos. -Disculpadme.- Me aparto de la señora y de Thomas, camino hasta el baile y la busco con la mirada. Siento que se me va a parar el corazón.
Y realmente se me para. No por el hecho de que esté bailando con un hombre. Si no porque está preciosa. Un vestido de encaje que se adapta a su cuerpo. Está radiante, como el Sol en verano. Pero se acercan nubes de tormenta. Podría darme la vuelta y escuchar realmente a la señora hablarme de su sobrina, pero la estaría engañando. Podría dejar que Jane disfrutase de esta noche como parece que lo está haciendo. Pero no quiero. Quizá esta sea mi última oportunidad de verla. O de hablar con ella. Voy a ser egoísta por esta vez. Solo respira me digo y cojo el aire que sin pensar he soltado al verla. Me abro paso entre la multitud, esquivándolos y llego hasta ella, está girando sobre sí misma y sin evitarlo, entrelazo mi mano con la suya, tirando de ella para que suelte al caballero. -Cambio de pareja.- Le digo al caballero quien me mira con enfado. La has soltado demasiado rápido, campeón. Pongo mi mano izquierda en la cintura de ella, mientras la derecha sujeta su mano con fuerza. Puede huir en cualquier momento, salir corriendo y recuperar el Sol que acaba de perder. Se avecina tormenta. - No te vayas... Por favor.- Le suplico, soy capaz de ponerme de rodillas con tal de que no se vaya. Soy capaz de hacer cualquier cosa absurda que se me pasa por la cabeza simplemente para que se quede conmigo. Llevo tres semanas pensando qué poder decirle. Pero las palabras se me han esfumado del cerebro y se han atascado en mi garganta. La pego más a mi cuerpo en un movimiento rápido, por suerte la música es lenta y no se verá inapropiado. -Te echo de menos, Jane.- Es lo único que acierto a decir y espero a que conteste, puede que esta noche, si decide marcharse, sea la peor en mucho tiempo... Y yo no estoy preparado para eso.
Para cuando me quiero dar cuenta, ya estoy atravesando las puertas del Palacio Royal con un traje de color negro, acompañado por un Thomas que no cabe más en sí mismo de alegría. Lleva sin parar de hablar todo el camino, diciendo que aquí podrá encontrar buenos compradores para los potros que acaba de tener, e incluso me insta a que corteje alguna mujer, que me ve muy solo dice. ¿Solo? Solo no es la palabra para explicar como me siento ahora mismo, pero se le acerca bastante. Entramos en el salón donde la fiesta ya ha comenzado. Muchas mujeres y hombres están formando pequeños grupos mientras charlan sin parar, beben, ríen y un pequeño grupo, en el centro, baila.
Cojo una copa de champán y me quedo bebiéndola mientras Thomas entabla conversación con una mujer grande, con un vestido que ni siquiera es de su talla. Hago una mueca y sigo bebiendo, no quiero participar en la conversación pero la mujer pone su mano en mi muñeca, captando mi atención. Mis ojos se clavan en ella, y ella comienza a hablar. Tiene una sobrina. De veinte años, guapa, rubia. ¿Cuándo quiero una cita con ella? Dejo escapar un suspiro. - No soy un buen partido para su sobrina.- Digo con voz cansada y alzo la cabeza en dirección a la zona donde la gente baila. Podría decir que he escuchado su risa. ¿Está aquí? Mi corazón se acelera por momentos. -Disculpadme.- Me aparto de la señora y de Thomas, camino hasta el baile y la busco con la mirada. Siento que se me va a parar el corazón.
Y realmente se me para. No por el hecho de que esté bailando con un hombre. Si no porque está preciosa. Un vestido de encaje que se adapta a su cuerpo. Está radiante, como el Sol en verano. Pero se acercan nubes de tormenta. Podría darme la vuelta y escuchar realmente a la señora hablarme de su sobrina, pero la estaría engañando. Podría dejar que Jane disfrutase de esta noche como parece que lo está haciendo. Pero no quiero. Quizá esta sea mi última oportunidad de verla. O de hablar con ella. Voy a ser egoísta por esta vez. Solo respira me digo y cojo el aire que sin pensar he soltado al verla. Me abro paso entre la multitud, esquivándolos y llego hasta ella, está girando sobre sí misma y sin evitarlo, entrelazo mi mano con la suya, tirando de ella para que suelte al caballero. -Cambio de pareja.- Le digo al caballero quien me mira con enfado. La has soltado demasiado rápido, campeón. Pongo mi mano izquierda en la cintura de ella, mientras la derecha sujeta su mano con fuerza. Puede huir en cualquier momento, salir corriendo y recuperar el Sol que acaba de perder. Se avecina tormenta. - No te vayas... Por favor.- Le suplico, soy capaz de ponerme de rodillas con tal de que no se vaya. Soy capaz de hacer cualquier cosa absurda que se me pasa por la cabeza simplemente para que se quede conmigo. Llevo tres semanas pensando qué poder decirle. Pero las palabras se me han esfumado del cerebro y se han atascado en mi garganta. La pego más a mi cuerpo en un movimiento rápido, por suerte la música es lenta y no se verá inapropiado. -Te echo de menos, Jane.- Es lo único que acierto a decir y espero a que conteste, puede que esta noche, si decide marcharse, sea la peor en mucho tiempo... Y yo no estoy preparado para eso.
Gael Lutz- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 23/12/2015
Edad : 32
Localización : Detrás de ti
Re: Dead love couldn't go no further || Gael Luzt
Ahora es cuando el tiempo se detiene y puedo huir. Sé que son las manos de Gael las que me toman al vuelo incluso antes de sentirlas, su aroma rompe el aire. Necesito huir, cuanto más tarde en abrir los ojos más tiempo podré evitar mirarle, no puedo, simplemente no puedo. Mis pasos siguen el compás como si nada hubiese cambiado, mi pareja de baile debe estar observándome en este instante con el orgullo de un hombre herido mientras Gael nos aleja probablemente de él. ¿Cuánto hace que no cruzamos miradas? ¿Habíamos bailado juntos alguna vez? Me doy cuenta en este instante de que es la primera vez que estoy junto a él sin ropa de caza, en una situación fuera de nuesto día a día. ¿Nuestro? Quizás solo me acostumbré demasiado rápido a esa palabra. El baile se convierte en un duelo silencioso, la dama siempre debe permitir que el caballero la guíe pero todos parecen haber olvidado que soy una tormenta, incluso aquel que era mi calma busca una tregua. La banda interpreta una melodía demasiado pasiva para la guerra entre nuestros pasos pero, pese a todo, no necesito abrir los ojos para saber que no me dejaría caer. Sus palabras consiguen que mis párpados se abran, pero en ellos solo hay fuego. Me echa de menos, dice, han pasado tres eternas semanas y considera que hoy es el mejor momento para echarme de menos. Casi podría haber sido una noche perfecta, pero claro, yo no estoy destinada a cosas como esas.
-Déjeme ir-es lo único que puedo decir, mi voz es tan solo un susurro, una respiración sobre su rostro. Siento la mano que posa sobre mi cintura más firme, más cerca- Monsieur Luzt, asaltar a damas en medio de un baile con el que puede ser su futuro prometido es de muy mala educación.-casi me falla la voz, ¿realmente te has atrevido a decir eso, Astrid? Eres una Bergès, no cabe duda. No puedo mirarlo, ambs sabemos que mis mentiras nunca traspasan sus ojos. Pero, en realidad, no hay engaño en mis palabras, el hombre que nos observa a lo lejos podría ser uno de mis posibles futuros, ese que mi tía tanto añora-Déjeme ir-repito, esta vez con más ímpetu, pero ello hace que su agarre se reafirme y sé lo interminable que puede llegar a ser este tira y afloja. Todas las damas giran al unísono menos yo, estamos fuera del baile grupal y nos movemos según nos convenga para evitar chocar con los demás, el vuelo de mi vestido acaricia sus zapatos y mis guantes no me permiten rozar su piel. Veo ojeras bajo sus párpados y una expresión cansada, barba de tres días. Para otros es un hombre apuesto, para mí es un hombre roto. Necesito que sea él quien me suelte o de lo contrario será demasiado evidente y tendré que montar una escenita, siento la mirada de mi tía y sus acompañantes sobre nosotros en una clara demostración de incomprensión, so sobrina bailando con un hombre que ella no ha escogido previamente, toda una locura-Este no es el mejor momento, lo que tengas que decir puede esperar. Aunque quizás no quiera escucharlo-mi expresión es tan neutra que no podría decirse qué intención tienen mis palabras, pese a ello mi ojos solo huyen. ¿Qué es lo que pretende? Todo quedó claro aquella noche, entre sangre, vicio y un burdel. Cada uno de nosotros tiene una vida lejos de la caza, Gael, Naitiri, Naxel, incluso Sean. El hombre que tengo ante mi amaba a otra. La mujer a la que considero mi hermana lo amaba a él. Aún recuerdo el cruce de nuestras miradas cuando ambas comprendimo que "aquel hombre" era él. Me muerdo el labio tan fuerte que podría quebrar la piel de éstos, termino por desviar mi vista hacia mis pies como si pudiera encontrar el aire que me falta entre ellos. Han pasado días y aún no sé qué es lo que me lleva a sentirme así, tal vez la culpa es realmente mía ya que soy una cobarde, puedo matar a un sobrenatural y no besar a Gael mientras es consciente de ello-No deberías haber aparecido.
-Déjeme ir-es lo único que puedo decir, mi voz es tan solo un susurro, una respiración sobre su rostro. Siento la mano que posa sobre mi cintura más firme, más cerca- Monsieur Luzt, asaltar a damas en medio de un baile con el que puede ser su futuro prometido es de muy mala educación.-casi me falla la voz, ¿realmente te has atrevido a decir eso, Astrid? Eres una Bergès, no cabe duda. No puedo mirarlo, ambs sabemos que mis mentiras nunca traspasan sus ojos. Pero, en realidad, no hay engaño en mis palabras, el hombre que nos observa a lo lejos podría ser uno de mis posibles futuros, ese que mi tía tanto añora-Déjeme ir-repito, esta vez con más ímpetu, pero ello hace que su agarre se reafirme y sé lo interminable que puede llegar a ser este tira y afloja. Todas las damas giran al unísono menos yo, estamos fuera del baile grupal y nos movemos según nos convenga para evitar chocar con los demás, el vuelo de mi vestido acaricia sus zapatos y mis guantes no me permiten rozar su piel. Veo ojeras bajo sus párpados y una expresión cansada, barba de tres días. Para otros es un hombre apuesto, para mí es un hombre roto. Necesito que sea él quien me suelte o de lo contrario será demasiado evidente y tendré que montar una escenita, siento la mirada de mi tía y sus acompañantes sobre nosotros en una clara demostración de incomprensión, so sobrina bailando con un hombre que ella no ha escogido previamente, toda una locura-Este no es el mejor momento, lo que tengas que decir puede esperar. Aunque quizás no quiera escucharlo-mi expresión es tan neutra que no podría decirse qué intención tienen mis palabras, pese a ello mi ojos solo huyen. ¿Qué es lo que pretende? Todo quedó claro aquella noche, entre sangre, vicio y un burdel. Cada uno de nosotros tiene una vida lejos de la caza, Gael, Naitiri, Naxel, incluso Sean. El hombre que tengo ante mi amaba a otra. La mujer a la que considero mi hermana lo amaba a él. Aún recuerdo el cruce de nuestras miradas cuando ambas comprendimo que "aquel hombre" era él. Me muerdo el labio tan fuerte que podría quebrar la piel de éstos, termino por desviar mi vista hacia mis pies como si pudiera encontrar el aire que me falta entre ellos. Han pasado días y aún no sé qué es lo que me lleva a sentirme así, tal vez la culpa es realmente mía ya que soy una cobarde, puedo matar a un sobrenatural y no besar a Gael mientras es consciente de ello-No deberías haber aparecido.
Astrid J. Bergès- Cazador Clase Media
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Re: Dead love couldn't go no further || Gael Luzt
Siento frío. Para mí, la sala acaba de dejar de tener calidez, no noto el calor que emanan los otros bailarines, ni siquiera las velas que hay encendidas me proporcionan calor. La frialdad con la que Jane me recibe me cae encima, un jarro de agua fría que sabía que podía recibir, pero aún así, eso no significa que no duela. Ella está herida en su interior por culpa de mi pasado… Como muchos otros, solo que ella es la que menos se lo merece. Ni siquiera me mira. Sus párpados están cerrados mientras se deja guiar por mis pasos a un sitio alejado del hombre que la tenía en sus brazos… ¿Hombre? ¿Qué clase de hombre deja marchar tan fácil a alguien como ella? Jane es alguien a la que nunca hay que dejar marchar. Tras escuchar mis palabras desesperadas, termina por abrir los ojos y en su mirada solo recibo una bofetada, una bofetada que duele muchísimo más que si me la hubiera dado de verdad. Si su mirada parda matase, estaría muerto. Me tenso más de lo que ya estoy al escuchar que quiere que la deje ir. No se va a marchar a ninguna parte hasta que no deje explicarme. Ambos sabemos que los dos somos cabezotas y que esto no acabará bien si empezamos un tira y afloja.
Muerdo mi labio a la par que alzo mi ceja izquierda, todo para no romper a reír por su frase. ¿Futuro prometido? La agarro más fuerte y me acerco a su oído derecho, para que pueda escucharme bien. –Si yo fuese tu futuro prometido, no te hubiera soltado tan rápido como lo ha hecho él. No eres alguien a la que hay que dejar escapar, Jane.- Por eso estoy aquí. Continuaría la frase, pero lo dejo como un simple pensamiento. Vuelve a decirme que la deje ir, con algo más de convicción en sus palabras, pero vuelvo a ignorarla y la sujeto con más fuerza. Si la suelto no va a volver. Y yo la quiero de vuelta. Continúo moviéndola por toda la sala de baile como si fuésemos una pareja feliz que se está conociendo. Ella demasiado tímida como para hablar cuatro frases seguidas y para mirarme a los ojos y yo concentrado en ser agradable con ella y que al final se venga a mi cama con un anillo y muchas promesas banales. Sus constantes rechazos duelen, pero sé que lo dice solamente para librarse de mí, para no escuchar unas palabras que no quiere oír. No puede huir de mi vida como si nada solamente porque esté enfadada. Las cosas se arreglan hablando y no hay mejor momento que este. –Vas a callarte y me vas a escuchar, Jane. Yo también podría estar enfadado contigo, pero aquí estoy. Aquí me tienes. Todo tuyo.- Digo y levanto mi brazo para que gire sobre sí misma y al menos la gente piense que seguimos bailando un baile que poco tiene que ver con nosotros.
Sus últimas palabras casi hacen que me caiga y pierda el equilibrio. No me las esperaba. No esperaba recibir por su parte tales muestras de desprecio, pero aún así, no me separo, no la suelto. La sujeto con más fuerza por la espalda, tanta que puedo sentir su piel arder a través del vestido. Mi mirada entonces se endurece con ella, frunzo el ceño y levanto su cara con mi mano, cogiéndole la barbilla. –Hacemos una cosa. Me voy si me lo dices mirándome a los ojos y consigues que te crea, que es cierto que quieres que me marche y que te deje en paz con tu futuro prometido. Pero antes de eso, me vas a escuchar y quiero que lo hagas bien, porque no creo que lo vuelva a repetir. ¿Entendido?- Le estaba hablando de la misma forma en la que le explicaba cómo funcionaba una ballesta o como debía de darme cuando estuvimos entrenando junto con los caballos aquel día en el bosque. Suelto su cuerpo y mantengo mi mano entrelazada con la suya. Basta ya de bailes, basta ya de distracciones. Necesito de toda su capacidad de concentración. Quizá así, pueda perdonarme.
La llevo hasta una zona apartada, entre unas columnas, donde hay cerca pequeños grupos de hombres y mujeres hablando a un tono normal. Es un buen sitio, pues la música no llegaba a molestar. Me quedo mirándola mientras paso una mano por mi pelo. ¿Cómo puedo empezar? Solo queda empezar desde el principio. –Nunca creí que Naitiri fuese amiga tuya ¿Vale? Ninguna de las dos me habíais hablado de la otra. Lo mío con Naitiri fue algo fugaz. Pero ya terminó, hace bastante tiempo. Siento que te sentara tan mal, pero ya no es a ella a quien quiero. - Me acerco un poco hasta ella. – Llevo tres semanas casi sin dormir. Pensando donde estarás, si estás bien… Te he buscado por todas partes. Créeme cuando te digo que te he echado de menos como a nadie en toda mi vida, Jane. Te lo dije hace mucho tiempo y te lo vuelvo a decir ahora. Sin ti, yo no. - Muerdo mi labio y espero a que crea mis palabras. Podría decirle muchas más cosas, que si no me cree, no hay nada que hacer. –Si quieres no vuelvas conmigo a casa hoy. Pero dime que volverás algún día. Cuando estés lista. - Vuelvo a morder mi labio, esta vez con más fuerza. Hasta me contento con eso, con que algún día vuelva a dormir en mi casa y volvamos a ser los que éramos antes de que todo esto pasase.
Muerdo mi labio a la par que alzo mi ceja izquierda, todo para no romper a reír por su frase. ¿Futuro prometido? La agarro más fuerte y me acerco a su oído derecho, para que pueda escucharme bien. –Si yo fuese tu futuro prometido, no te hubiera soltado tan rápido como lo ha hecho él. No eres alguien a la que hay que dejar escapar, Jane.- Por eso estoy aquí. Continuaría la frase, pero lo dejo como un simple pensamiento. Vuelve a decirme que la deje ir, con algo más de convicción en sus palabras, pero vuelvo a ignorarla y la sujeto con más fuerza. Si la suelto no va a volver. Y yo la quiero de vuelta. Continúo moviéndola por toda la sala de baile como si fuésemos una pareja feliz que se está conociendo. Ella demasiado tímida como para hablar cuatro frases seguidas y para mirarme a los ojos y yo concentrado en ser agradable con ella y que al final se venga a mi cama con un anillo y muchas promesas banales. Sus constantes rechazos duelen, pero sé que lo dice solamente para librarse de mí, para no escuchar unas palabras que no quiere oír. No puede huir de mi vida como si nada solamente porque esté enfadada. Las cosas se arreglan hablando y no hay mejor momento que este. –Vas a callarte y me vas a escuchar, Jane. Yo también podría estar enfadado contigo, pero aquí estoy. Aquí me tienes. Todo tuyo.- Digo y levanto mi brazo para que gire sobre sí misma y al menos la gente piense que seguimos bailando un baile que poco tiene que ver con nosotros.
Sus últimas palabras casi hacen que me caiga y pierda el equilibrio. No me las esperaba. No esperaba recibir por su parte tales muestras de desprecio, pero aún así, no me separo, no la suelto. La sujeto con más fuerza por la espalda, tanta que puedo sentir su piel arder a través del vestido. Mi mirada entonces se endurece con ella, frunzo el ceño y levanto su cara con mi mano, cogiéndole la barbilla. –Hacemos una cosa. Me voy si me lo dices mirándome a los ojos y consigues que te crea, que es cierto que quieres que me marche y que te deje en paz con tu futuro prometido. Pero antes de eso, me vas a escuchar y quiero que lo hagas bien, porque no creo que lo vuelva a repetir. ¿Entendido?- Le estaba hablando de la misma forma en la que le explicaba cómo funcionaba una ballesta o como debía de darme cuando estuvimos entrenando junto con los caballos aquel día en el bosque. Suelto su cuerpo y mantengo mi mano entrelazada con la suya. Basta ya de bailes, basta ya de distracciones. Necesito de toda su capacidad de concentración. Quizá así, pueda perdonarme.
La llevo hasta una zona apartada, entre unas columnas, donde hay cerca pequeños grupos de hombres y mujeres hablando a un tono normal. Es un buen sitio, pues la música no llegaba a molestar. Me quedo mirándola mientras paso una mano por mi pelo. ¿Cómo puedo empezar? Solo queda empezar desde el principio. –Nunca creí que Naitiri fuese amiga tuya ¿Vale? Ninguna de las dos me habíais hablado de la otra. Lo mío con Naitiri fue algo fugaz. Pero ya terminó, hace bastante tiempo. Siento que te sentara tan mal, pero ya no es a ella a quien quiero. - Me acerco un poco hasta ella. – Llevo tres semanas casi sin dormir. Pensando donde estarás, si estás bien… Te he buscado por todas partes. Créeme cuando te digo que te he echado de menos como a nadie en toda mi vida, Jane. Te lo dije hace mucho tiempo y te lo vuelvo a decir ahora. Sin ti, yo no. - Muerdo mi labio y espero a que crea mis palabras. Podría decirle muchas más cosas, que si no me cree, no hay nada que hacer. –Si quieres no vuelvas conmigo a casa hoy. Pero dime que volverás algún día. Cuando estés lista. - Vuelvo a morder mi labio, esta vez con más fuerza. Hasta me contento con eso, con que algún día vuelva a dormir en mi casa y volvamos a ser los que éramos antes de que todo esto pasase.
Gael Lutz- Cazador Clase Media
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Re: Dead love couldn't go no further || Gael Luzt
Como si una vida al lado de Gael fuese posible. Para nosotros no existen las promesas, los anillos o los finales felices, no somos los protagonistas del cuento, somos los personajes secundarios, esos que se sacrifican y simplemente mueren. Aún con la mirada puesta en nuestros pies me doy cuenta de cómo incluso en un simple baile podemos estar tan sincronizados, mi mente exige llevarle la contraria y mi cuerpo se adapta a la situación. Soy muy consciente de la presión de su mano sobre mi cintura y la cercanía de sus palabras en mi piel, la voz de Gael es ronca y sin armonía. ¿De verdad se cree con el derecho de silenciarme? Me muerdo el interior del labio mientras dejo que me gire sobre mi misma, el vuelo de mi vestido acaricia el aire y seguimos el compás de la música. Dicen que el tiempo pasa lento cuando lo disfrutas, pero este instante se está convirtiendo en una eternidad y no es precisamente placer lo que siento. Se me van a caer las piezas del pecho y no voy a saber recomponerme. No lo mires, Astrid, ni lo mires a los ojos. "Aquí me tienes" dice, "Todo tuyo". Normalmente, cuando Gael se sientre frustrado su rostro suele mostrar más de lo que él cree que puede esconder, suelen brillarle las pupilas y una vena en el cuello se marca, a veces si se siente demasiado impotente se muerde el labio con tanta insistencia que en ocasiones he tenido que posar mi mano sobre los mismos para aliviar su propio martirio. Probablemente lleve la misma mirada que viste cuando siente que su presa se va a escapar. Me aprieta tan fuerte a él que por un momento temo que mis tíos y sus acompañantes nos estén observando, pero parece que entre los cuerpos y telas a nuestro alrededor estamos a resguardo. Ante todo, no debo permitir que se sobrepase, esto no es nuestro ámbito de caza, no es el salón de su casa, el refugio bajos sus sábanas. Voy a decir cualquier cosa para que me deje ir, cualquier cosa hiriente que pueda hacer que me suelte, que me odie, pero sus actos se adelantan. El agarre de su mano sobre mi barbilla me recuerda la fuerza que posee. No le mires, Astrid. ¿Qué Gael me habla ahora, el entrenador, el cazador o la persona? Opongo resistencia por un momento, al final cedo y lo dejo giarme entre la multitud hasta una columnas, muchas parejas y grupos mantienen sus conversaciones en tono neutro, lejos del gentío la música parece ir apagándose a mi alrededor. Esto es mucho peor, tenerlo cerca sin excusas es nefasto para mi fuerza de voluntad.
Aún con sus dedos entrelazados luchando por aferrarse a los míos, lo escucho. ¿Cómo puede decir el nombre de Naitiri con tanta facilidad cuando a mi me arde la garganta cuando la pienso? ¿Por qué me siento tan culpable?
-¿Por qué tendría que haber hablado de ella?-me arrepiento al instante de la pregunta, no es como si no tuviera mejores cosas que decir, me arde la cara-¿Qué habría cambiado, habrías sido más discreto? ¿Qué podría haber hecho yo contra alguien como ella?-y ahora sí, mis ojos están en los suyos, voy a acabar perdida. No entiendo cómo después de tanto tiempo es esto lo que increpo, soy escoria y ni siquiera sé de donde salen estos pensamientos. Podría decirle que entiendo su desesperación, que su dolor es el mío propio, que conozco la sensación esquizofrénica cuando no estoy a su lado. Pero me quedo callada aún con mis labios rogando estar sobre los suyos. Ver como se pasa un mano por el cabello deshaciendo el pulcro peinado, la expresión en su rostro y los intentos de su mirada por encontrarme, hace que quiera salvarlo. Ya no es ella a quien quiere, ¿debería eso consolarme? Sé que en el fondo no es eso lo que me oprime.
-No sé nada de ti, Gael-susurro, como si no quisiera que me escuchara- Puedo decir con seguridad que la avellana es tu sabor preferido, que los días de lluvia caminas más lento y los soleados prefieres vivirlos en la sombra. Sé que tomas té solo cuando yo lo preparo y que lo prefieres con gotas de vainilla, que te duermes siempre el último y despiertas el primero-mi voz se alza y con ello la intensidad de mis palabras- Sé que cuando tienes pesadillas te sientas al borde mi cama y me acaricias el pelo pero nunca encuentras lo que andas buscando en mi sueño. Normalmente crees que mientes bien pero te tocas el puente de la nariz cuando lo haces, y susurras cuando no sabes qué decir. Cuando crees que nadie te observa pareces el hombre más triste sobre la faz de la tierra - lo miro como quien sabe que acaba de leer el final de un libro sin haber terminado los primeros capítulos, me tiembla la voz, me tiembla todo- Aun así no sé quién es Gael Lutz. No me importa a quien amaste o quien está en tu corazón ahora, no puedo dirigir tus sentimientos, no tengo ese poder. Solo... solo ha sido destructivo comprobar que ambos vivimos en un engaño. No sé nada de ti fuera de la vida de cazador que compartimos.
Guardo silencio por fin, es lo más cierto que he podido decir hasta ahora. No sé a qué se dedica Gael, nada de su pasado salvo la devastación que se llevó a su familia, con quien pasaba las noches cuando no cazaba conmigo, si después de haber besado a una mujer era mi calor el que buscaba. Nada. El hombre que tengo ante mi esconde más de lo que muestra. Y yo no soy más que una pobre copia, somos igual y a la vez totalmente diferentes. No sé cómo pero mi mano está posada sobre su rostro casi como si intentara consolar a un niño, intentando hacerle entender que su juguete roto no puede arreglarse. Lo siento cerca de mi y muy lejos a la vez, tan típico, tan doloroso. ¿Qué ve cuando me mira?
-¿Por qué no puedes verme?
Susurro, tan bajo que parezco de cristal.
Aún con sus dedos entrelazados luchando por aferrarse a los míos, lo escucho. ¿Cómo puede decir el nombre de Naitiri con tanta facilidad cuando a mi me arde la garganta cuando la pienso? ¿Por qué me siento tan culpable?
-¿Por qué tendría que haber hablado de ella?-me arrepiento al instante de la pregunta, no es como si no tuviera mejores cosas que decir, me arde la cara-¿Qué habría cambiado, habrías sido más discreto? ¿Qué podría haber hecho yo contra alguien como ella?-y ahora sí, mis ojos están en los suyos, voy a acabar perdida. No entiendo cómo después de tanto tiempo es esto lo que increpo, soy escoria y ni siquiera sé de donde salen estos pensamientos. Podría decirle que entiendo su desesperación, que su dolor es el mío propio, que conozco la sensación esquizofrénica cuando no estoy a su lado. Pero me quedo callada aún con mis labios rogando estar sobre los suyos. Ver como se pasa un mano por el cabello deshaciendo el pulcro peinado, la expresión en su rostro y los intentos de su mirada por encontrarme, hace que quiera salvarlo. Ya no es ella a quien quiere, ¿debería eso consolarme? Sé que en el fondo no es eso lo que me oprime.
-No sé nada de ti, Gael-susurro, como si no quisiera que me escuchara- Puedo decir con seguridad que la avellana es tu sabor preferido, que los días de lluvia caminas más lento y los soleados prefieres vivirlos en la sombra. Sé que tomas té solo cuando yo lo preparo y que lo prefieres con gotas de vainilla, que te duermes siempre el último y despiertas el primero-mi voz se alza y con ello la intensidad de mis palabras- Sé que cuando tienes pesadillas te sientas al borde mi cama y me acaricias el pelo pero nunca encuentras lo que andas buscando en mi sueño. Normalmente crees que mientes bien pero te tocas el puente de la nariz cuando lo haces, y susurras cuando no sabes qué decir. Cuando crees que nadie te observa pareces el hombre más triste sobre la faz de la tierra - lo miro como quien sabe que acaba de leer el final de un libro sin haber terminado los primeros capítulos, me tiembla la voz, me tiembla todo- Aun así no sé quién es Gael Lutz. No me importa a quien amaste o quien está en tu corazón ahora, no puedo dirigir tus sentimientos, no tengo ese poder. Solo... solo ha sido destructivo comprobar que ambos vivimos en un engaño. No sé nada de ti fuera de la vida de cazador que compartimos.
Guardo silencio por fin, es lo más cierto que he podido decir hasta ahora. No sé a qué se dedica Gael, nada de su pasado salvo la devastación que se llevó a su familia, con quien pasaba las noches cuando no cazaba conmigo, si después de haber besado a una mujer era mi calor el que buscaba. Nada. El hombre que tengo ante mi esconde más de lo que muestra. Y yo no soy más que una pobre copia, somos igual y a la vez totalmente diferentes. No sé cómo pero mi mano está posada sobre su rostro casi como si intentara consolar a un niño, intentando hacerle entender que su juguete roto no puede arreglarse. Lo siento cerca de mi y muy lejos a la vez, tan típico, tan doloroso. ¿Qué ve cuando me mira?
-¿Por qué no puedes verme?
Susurro, tan bajo que parezco de cristal.
Astrid J. Bergès- Cazador Clase Media
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Re: Dead love couldn't go no further || Gael Luzt
Me quedo mirándola de la misma forma en la que un hombre que va a perderlo todo se despide de la última puesta de sol. Se muy bien que está aquí en contra de su voluntad, de que si fuese por ella esta noche la hubiera pasado con el que dice que va a ser su futuro prometido, por eso mis dedos luchan por entrelazarse con los suyos, necesito volver a acariciarla, a sentir que somos uno al igual que hacemos en los bosques. Siempre se nos ha dado mejor cazar que mostrar nuestros sentimientos. Pero hoy sé, que si quiero que vuelva, voy a tener que mostrarle un Gael que no conoce, uno que quizá ni siquiera yo conozca. Aprieto un poco su mano, y escucho las preguntas en correlación a Naitiri. Su última frase me hace fruncir el ceño e incluso, llega a enfadarme. ¿Por qué se ve tan inferior? Está claro que ni ella misma se ve como yo realmente la veo.
Mi mano libre deshace el peinado que tan estrictamente colocado estaba. No quiero fiestas. Voy a contestarle cuando ella clava sus ojos en los míos y vuelvo a cerrar la boca, porque ella vuelve a hablar. Y lo hace con fiereza. Su voz y su cuerpo tiembla y la agarro con más fuerza, dejando a centímetros nuestros cuerpos. Y entonces me siento desdichado. Jane tiene razón en todo lo que acaba de decir. Hemos vivido ambos una mentira. No conozco a la mujer que tengo al lado, hasta hace poco pensaba que sí, pero hizo falta que llegase Naitiri para desmentirlo, para quitarnos a ambos una venda que teníamos invisible sobre los ojos, que solo nos permitía ver aquello que queríamos ver. Somos sombras y luces... Su mano se posa sobre mi mejilla y mis ojos se cierran al contacto. Dejo que mi barba raspe con delicadeza la suavidad de su palma. Y sé que no me importan las mentiras. Que se puede llamar Astrid, Jane o Cleopolda. Que puede haber tormenta todos los días, que si está ella, nada importa. -Que me lo quiten todo, pero tú no te vayas.- Susurro en voz baja, desconociendo si me ha escuchado o no.
"¿Por qué no puedes verme?" Dice y mis ojos se abren para poder verla. Sí que la veo. Es ella quién no se ve a sí misma. -Te veo, Jane. Y lo que veo es tan maravilloso que da miedo. - Aparto su mano de mi mejilla y para cuando me quiero dar cuenta, mi cuerpo ya está pegado al suyo y mis manos la sujetan, como si tuviera miedo que se deshiciera entre mis brazos. -Nunca he conocido a alguien que me afecte tanto como lo haces tú. Muchas veces he querido salir corriendo de esto, pero sabes convertir mis ganas de huir en ganas de quedarse contigo. ¿Dices que no puedes dirigir mis sentimientos? Los diriges como si fuesen una hoja en el viento. Porque eso es lo que eres, viento. - Respiro poco a poco e intento bajar una voz que se ha alzado más de lo debido. - Eres un huracán, Jane. Quizá ahora el pájaro sea yo. Y se me ha olvidado volar. - Me acerco a ella y mis labios se quedan a centímetros de su oído. -Tienes más poder sobre mí del que te piensas. - Digo y me apoyo en su hombro. Ella puede destruirme sin articular una sola palabra.
Quisiera quedarme en su hombro durante mucho rato, empapándome del olor de su cuerpo, pero empiezo a escuchar susurros de las personas que nos rodean y me separo. Se me ha olvidado donde estamos y que estamos rodeados de gente. Trago saliva y la miro. Es la primera vez que me desnudo así con ella y desconozco lo que está pasando por su cabeza en estos momentos. Me siento como si hubiera estado toda la noche sin dormir. Agotado. Voy a decir algo cuando escucho unos tacones que se acercan. Mi cabeza se desvía y veo a su tía y al séquito de señoras detrás. Seguramente están enfadadas, sin entender porqué su sobrina está con un hombre que no ha sido el que ella le ha asignado. Por suerte, Thomas ve lo que pasa y se interpone en medio, dándonos unos segundos. Pero no es la tía y las señoras quién me preocupa. Hay un vampiro en la sala.Puedo oler a sangre, pero es un olor demasiado débil como para que alguien que no esté familiarizado con él, lo note. Miro a Jane de reojo. -Jane... Espero que debajo de ese precioso vestido lleves algún arma. - No digo más y me separo de ella, yéndome a la derecha. Espero que lo haya entendido, siempre nos entendemos bien cuando se trata de trabajo. Al parecer, nuestra desnudez de alma, tiene que esperar.
Mi mano libre deshace el peinado que tan estrictamente colocado estaba. No quiero fiestas. Voy a contestarle cuando ella clava sus ojos en los míos y vuelvo a cerrar la boca, porque ella vuelve a hablar. Y lo hace con fiereza. Su voz y su cuerpo tiembla y la agarro con más fuerza, dejando a centímetros nuestros cuerpos. Y entonces me siento desdichado. Jane tiene razón en todo lo que acaba de decir. Hemos vivido ambos una mentira. No conozco a la mujer que tengo al lado, hasta hace poco pensaba que sí, pero hizo falta que llegase Naitiri para desmentirlo, para quitarnos a ambos una venda que teníamos invisible sobre los ojos, que solo nos permitía ver aquello que queríamos ver. Somos sombras y luces... Su mano se posa sobre mi mejilla y mis ojos se cierran al contacto. Dejo que mi barba raspe con delicadeza la suavidad de su palma. Y sé que no me importan las mentiras. Que se puede llamar Astrid, Jane o Cleopolda. Que puede haber tormenta todos los días, que si está ella, nada importa. -Que me lo quiten todo, pero tú no te vayas.- Susurro en voz baja, desconociendo si me ha escuchado o no.
"¿Por qué no puedes verme?" Dice y mis ojos se abren para poder verla. Sí que la veo. Es ella quién no se ve a sí misma. -Te veo, Jane. Y lo que veo es tan maravilloso que da miedo. - Aparto su mano de mi mejilla y para cuando me quiero dar cuenta, mi cuerpo ya está pegado al suyo y mis manos la sujetan, como si tuviera miedo que se deshiciera entre mis brazos. -Nunca he conocido a alguien que me afecte tanto como lo haces tú. Muchas veces he querido salir corriendo de esto, pero sabes convertir mis ganas de huir en ganas de quedarse contigo. ¿Dices que no puedes dirigir mis sentimientos? Los diriges como si fuesen una hoja en el viento. Porque eso es lo que eres, viento. - Respiro poco a poco e intento bajar una voz que se ha alzado más de lo debido. - Eres un huracán, Jane. Quizá ahora el pájaro sea yo. Y se me ha olvidado volar. - Me acerco a ella y mis labios se quedan a centímetros de su oído. -Tienes más poder sobre mí del que te piensas. - Digo y me apoyo en su hombro. Ella puede destruirme sin articular una sola palabra.
Quisiera quedarme en su hombro durante mucho rato, empapándome del olor de su cuerpo, pero empiezo a escuchar susurros de las personas que nos rodean y me separo. Se me ha olvidado donde estamos y que estamos rodeados de gente. Trago saliva y la miro. Es la primera vez que me desnudo así con ella y desconozco lo que está pasando por su cabeza en estos momentos. Me siento como si hubiera estado toda la noche sin dormir. Agotado. Voy a decir algo cuando escucho unos tacones que se acercan. Mi cabeza se desvía y veo a su tía y al séquito de señoras detrás. Seguramente están enfadadas, sin entender porqué su sobrina está con un hombre que no ha sido el que ella le ha asignado. Por suerte, Thomas ve lo que pasa y se interpone en medio, dándonos unos segundos. Pero no es la tía y las señoras quién me preocupa. Hay un vampiro en la sala.Puedo oler a sangre, pero es un olor demasiado débil como para que alguien que no esté familiarizado con él, lo note. Miro a Jane de reojo. -Jane... Espero que debajo de ese precioso vestido lleves algún arma. - No digo más y me separo de ella, yéndome a la derecha. Espero que lo haya entendido, siempre nos entendemos bien cuando se trata de trabajo. Al parecer, nuestra desnudez de alma, tiene que esperar.
Gael Lutz- Cazador Clase Media
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Re: Dead love couldn't go no further || Gael Luzt
Vamos a arder. Todo en Gael es demasiado intenso para comprender cómo debo controlarlo, sus palabras se escapan de mis manos y hay tanto peso en lo que dice que temo perder mi propia sombra. La multitud, la música, el vals y el aroma del champán dejan de tener color o sentido mientras él habla. Sus manos sobre mi rostro y su respiración siendo la mía, ¿por qué tengo la imperiosa necesidad de negar lo que escucho? Siento la garganta seca, las manos me tiemblan. ¿Sus manos siempre han sido tan grandes o soy yo que de pronto me he vuelto pequeña? Todos mis esfuerzos por apartarlo de mi lado son en vano, por más que empujo más se acerca él, en una insistencia que no habría esperado. Podría dejarme llevar y aceptar el resguardo de sus brazos, cerrar los ojos y despertar en otro lugar a salvo, solo con él. Podría, pero los finales felices no están hechos para nosotros. Cuando su rostro se aproxima al mío el aire abandona mis pulmones y las miradas indiscretas me atraviesan como puñales, ¿no es consciente de la situación en la que nos encontramos? Gael no tiene filtro ni frenos, ahora mismo está desbocado, lo puedo sentir en la intensidad de sus movimientos y los pocos centímetros que nos separan, mis manos sobre su pecho en una advertencia. No cruces la línea, no lo hagas, le imploro con la mirada. Hazlo, por favor, le suplico sin embargo. Sus labios en el borde de los míos y mi pulso luchando por desprenderse de mis venas. Me pregunto si esta sed de él se asemeja a la sed de sangre, si duele el cuerpo de deseo tanto como me duele ahora, si se puede alcanzar lo inevitable.
-Gael... -susurro, porque lo único que consigo decir es su nombre cuando siento su frente sobre mi hombro con el porte de un hombre desdichado. Acaricio la piel que queda a la vista de su nuca y lo respiro de la misma forma en la que lo hago cuando se deja caer sobre el sofá de su salón, como cuando tiene el pelo húmedo tras el baño y las gotas caen sobre mi regazo, como cuando se acomoda a mi lado y soy yo la que cae en las redes de Morfeo primero. Me muerdo el labio controlando todos y cada uno de mis impulsos. Necesito distancia, y aire, y siglos entre nosotros para encontrarme en este océano de contradicciones. Quisiera poder decir algo a lo que podamos aferrarnos pero toda palabra se queda muda cuando siento su postura cambiar, su rostro se tensa y antes de poder comprobar a qué se debe su comentario se escucha claramente. No hay descanso para personas como nosotros. El recordatorio de nuestra condición como cazadores es palpable. Se marcha como si de una sombra se tratase mientras observo de reojo la presencia de mi tía, hay un hombre junto a ella y sus acompañantes y parece demasiado ocupada como para fijarse en mi por el momento. Es ahora cuando debo huir, podría salir corriendo y dejarlo todo atrás.
Mis manos aferran la daga consciente de que mi vida depende de ello. Han pasado largos minutos desde que perdí de vista a Gael entre la multitud y, si bien nuestras miradas siempre están conectadas mientras cazamos, esta noche dicha conexión parece vacía. El lugar no resulta el más adecuado para una caza limpia, demasiada gente, demasiadas víctimas. La sangre desciende caliente por mis dedos latentes a la espera del momento. El corte sobre mi piel ha sido limpio, lo suficiente como para captar la atención del lobo vestido de cordero, el vampiro que pronto se convertirá en nuestra presa. La herida duele pero no lo suficiente como para desconcentrarme, recuerdo de improvisto una de las lecciones en nuestros entrenamientos, allá por la época en la que solo era una aprendiz, utilizarnos a nosotros mismos de señuelo es una de las prohibiciones impuestas por el gremio a no ser de que sea estrictamente necesario. ¿Esta ocasión lo requiere? Demasiado tarde para reconsiderarlo. La única manera eficaz y rápida de atraer al vampiro era esta, lejos del bullicio de la gala y las personas presentes, lejos de mis tíos. Sin tacones y con un repuesto de dagas en las fundas de los muslos, me encaro al causante de lo que probablemente será una noche de pesadillas. El corredor en el que nos encontramos es el más alejado del centro, tan modesto e intransitado que nuestras respiraciones casi podrían hacer eco. El rostro del vampiro está impregnado en sangre y tiene la mirada colérica, pero mantiene una calma impropia. No es un neófito, de eso estoy segura, se ha tomado con demasiada parsimonia mi persecución hasta aquí, pero está claro que su sed de sangre es más fuerte que su cordura. Sé que susurra algo, que sus labios se mueven, pero solo estoy pendiente de sus movimientos, cada vez más cerca de mi, paso a paso. ¿Dónde está Gael? La primera de mis dagas impacta contra el pecho del sobrenatural y de no ser por su mirada de suficiencia habría jurado que mi lanzada fue certera en el corazón. Con un movimiento empuño mi otra daga y muy a mi pesar una risa lejana desvía mi mirada en busca de la causante, si hay personas por los alrededores pueden resultar heridas. Es ese espacio de incertidumbre el que aprovecha el vampiro. Para cuando me quiero dar cuenta sus manos como garras apresan mi cuello. ¿Dónde está Gael? La legua del vampiro recorre mi rostro. Gael.
-Gael... -susurro, porque lo único que consigo decir es su nombre cuando siento su frente sobre mi hombro con el porte de un hombre desdichado. Acaricio la piel que queda a la vista de su nuca y lo respiro de la misma forma en la que lo hago cuando se deja caer sobre el sofá de su salón, como cuando tiene el pelo húmedo tras el baño y las gotas caen sobre mi regazo, como cuando se acomoda a mi lado y soy yo la que cae en las redes de Morfeo primero. Me muerdo el labio controlando todos y cada uno de mis impulsos. Necesito distancia, y aire, y siglos entre nosotros para encontrarme en este océano de contradicciones. Quisiera poder decir algo a lo que podamos aferrarnos pero toda palabra se queda muda cuando siento su postura cambiar, su rostro se tensa y antes de poder comprobar a qué se debe su comentario se escucha claramente. No hay descanso para personas como nosotros. El recordatorio de nuestra condición como cazadores es palpable. Se marcha como si de una sombra se tratase mientras observo de reojo la presencia de mi tía, hay un hombre junto a ella y sus acompañantes y parece demasiado ocupada como para fijarse en mi por el momento. Es ahora cuando debo huir, podría salir corriendo y dejarlo todo atrás.
Mis manos aferran la daga consciente de que mi vida depende de ello. Han pasado largos minutos desde que perdí de vista a Gael entre la multitud y, si bien nuestras miradas siempre están conectadas mientras cazamos, esta noche dicha conexión parece vacía. El lugar no resulta el más adecuado para una caza limpia, demasiada gente, demasiadas víctimas. La sangre desciende caliente por mis dedos latentes a la espera del momento. El corte sobre mi piel ha sido limpio, lo suficiente como para captar la atención del lobo vestido de cordero, el vampiro que pronto se convertirá en nuestra presa. La herida duele pero no lo suficiente como para desconcentrarme, recuerdo de improvisto una de las lecciones en nuestros entrenamientos, allá por la época en la que solo era una aprendiz, utilizarnos a nosotros mismos de señuelo es una de las prohibiciones impuestas por el gremio a no ser de que sea estrictamente necesario. ¿Esta ocasión lo requiere? Demasiado tarde para reconsiderarlo. La única manera eficaz y rápida de atraer al vampiro era esta, lejos del bullicio de la gala y las personas presentes, lejos de mis tíos. Sin tacones y con un repuesto de dagas en las fundas de los muslos, me encaro al causante de lo que probablemente será una noche de pesadillas. El corredor en el que nos encontramos es el más alejado del centro, tan modesto e intransitado que nuestras respiraciones casi podrían hacer eco. El rostro del vampiro está impregnado en sangre y tiene la mirada colérica, pero mantiene una calma impropia. No es un neófito, de eso estoy segura, se ha tomado con demasiada parsimonia mi persecución hasta aquí, pero está claro que su sed de sangre es más fuerte que su cordura. Sé que susurra algo, que sus labios se mueven, pero solo estoy pendiente de sus movimientos, cada vez más cerca de mi, paso a paso. ¿Dónde está Gael? La primera de mis dagas impacta contra el pecho del sobrenatural y de no ser por su mirada de suficiencia habría jurado que mi lanzada fue certera en el corazón. Con un movimiento empuño mi otra daga y muy a mi pesar una risa lejana desvía mi mirada en busca de la causante, si hay personas por los alrededores pueden resultar heridas. Es ese espacio de incertidumbre el que aprovecha el vampiro. Para cuando me quiero dar cuenta sus manos como garras apresan mi cuello. ¿Dónde está Gael? La legua del vampiro recorre mi rostro. Gael.
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Re: Dead love couldn't go no further || Gael Luzt
Yo respiro y ella me invade. No hay espacio suficiente para que entre nuestros cuerpos pase una mísera mota de aire, ni de polvo. Pero esta proximidad me parece insuficiente. No la noto cerca, no la noto ni siquiera a metros. Su corazón del mío se encuentra a kilómetros y es lo que realmente me está matando. Sé que físicamente está aquí, acariciando mi nuca, pero eso no me es suficiente. Quiero más. Siempre voy a querer más de ella. Siempre voy a quererla cada día más y más. Susurra mi nombre y sé que no va a añadir nada más. Nunca lo hace. Mi nombre es lo único que sabe decir cuando no sabe que decir o qué hacer cuando estamos en esta situación. Y yo me hago el tonto. Como si no supiera que nuestros labios se mueren por rozarse. Hemos trazado líneas invisibles que no podemos pasar, por más que queramos... Esta noche no. Esto es tan intenso que creo que estoy sudando, así que decido levantar mi cabeza de su hombro y romper la pequeña conexión, muy a mi pesar. -Astrid...- Es la primera vez que ese nombre sale de mis labios. Estrella. No sabe lo bien que le queda ese nombre. Tampoco sabe que en mi cielo ella es la que más brilla.
La presa está cerca. Camino entre la multitud intentando encontrarla. Sé que Thomas también lo ha notado y se ha llevado a la tía de Jane a otra sala. No quiero que Jane pierda a nadie esta noche. Voy esquivando gente despacio, el vampiro no se va a atrever a herir a nadie aquí, rodeado de tantas personas. No sabe quién puede ser un cazador y quién no. Llego hasta el extremo de la sala y giro sobre mis propios talones. No hay rastro del vampiro. Y tampoco alcanzo a ver a Jane. Una punzada me recorre entero. ¿Y sí el vampiro la ha encontrado? Siempre he sido alguien muy pesimista y en esta ocasión no cambio. Me temo lo peor. Decido que debo salir de la sala cuanto antes y comenzar a recorrer los rincones del palacio uno por uno, rezando todo lo que sé para que no le haya pasado nada malo.
En las salas en las que he mirado no me he encontrado a nadie. Ni rastro. Me estoy desesperando y me estoy empezando a enfadar. Nunca habíamos estado tanto rato sin saber el uno del otro mientras cazamos. No es una de nuestras normas, siempre hay aunque sea pequeños contactos visuales. Echo a correr hasta un corredor que está más que apartado de la sala central. ¿Por qué no he mirado antes aquí? Aprieto la mandíbula y veo al vampiro sujetando a Jane por el cuello. Esto no hace más que recordarme aquella vez en la laguna. Ella me salvó. Hoy debo devolverle el favor. -¡Suéltala!- Mi voz rompe el silencio que los envuelve, quitando el aura de intimidad que se había formado. El suelo está manchado de sangre por la herida que tiene Jane en el brazo. Me dan ganas de decirle que eso no está permitido, pero yo también lo hice aquella vez y no fue la primera. Sé que ha hecho bien. Ha salvado a mucha gente, poniéndose en peligro ella. El vampiro deja de chuparle la cara para girarse a ver quién es el que le ha gritado. Sonríe al verme y en un solo parpadeo, se coloca detrás de Jane sin soltarle el cuello. Como siga apretando la va a matar. Doy unos cuantos pasos más y veo como se tensa. Me amenaza con los ojos y aprieta levemente más su agarre. -Vas a morir esta noche, pero creéme que si le haces daño a ella, desearás haber muerto cuando te transformaron en la escoria que ahora eres.- Mis palabras suenan fuertes por el pequeño corredor, pero tengo el corazón en un puño. No tengo la ballesta y el muy cabrón se está tapando sus partes vitales con el cuerpo de ella. Aprieto la mandíbula y veo como los ojos del vampiro brillan de deseo. La desea. Se está frenando el morderla solamente para hacerme sufrir a mí más. Saco una daga y la lanzo a sus piernas, Jane las tiene delgadas como para taparle entero. La daga se impacta en la pared, pero sé que le he rozado, porque el vampiro hace una mueca de dolor. Y es entonces cuando deseo no habérsela lanzado.
La presa está cerca. Camino entre la multitud intentando encontrarla. Sé que Thomas también lo ha notado y se ha llevado a la tía de Jane a otra sala. No quiero que Jane pierda a nadie esta noche. Voy esquivando gente despacio, el vampiro no se va a atrever a herir a nadie aquí, rodeado de tantas personas. No sabe quién puede ser un cazador y quién no. Llego hasta el extremo de la sala y giro sobre mis propios talones. No hay rastro del vampiro. Y tampoco alcanzo a ver a Jane. Una punzada me recorre entero. ¿Y sí el vampiro la ha encontrado? Siempre he sido alguien muy pesimista y en esta ocasión no cambio. Me temo lo peor. Decido que debo salir de la sala cuanto antes y comenzar a recorrer los rincones del palacio uno por uno, rezando todo lo que sé para que no le haya pasado nada malo.
En las salas en las que he mirado no me he encontrado a nadie. Ni rastro. Me estoy desesperando y me estoy empezando a enfadar. Nunca habíamos estado tanto rato sin saber el uno del otro mientras cazamos. No es una de nuestras normas, siempre hay aunque sea pequeños contactos visuales. Echo a correr hasta un corredor que está más que apartado de la sala central. ¿Por qué no he mirado antes aquí? Aprieto la mandíbula y veo al vampiro sujetando a Jane por el cuello. Esto no hace más que recordarme aquella vez en la laguna. Ella me salvó. Hoy debo devolverle el favor. -¡Suéltala!- Mi voz rompe el silencio que los envuelve, quitando el aura de intimidad que se había formado. El suelo está manchado de sangre por la herida que tiene Jane en el brazo. Me dan ganas de decirle que eso no está permitido, pero yo también lo hice aquella vez y no fue la primera. Sé que ha hecho bien. Ha salvado a mucha gente, poniéndose en peligro ella. El vampiro deja de chuparle la cara para girarse a ver quién es el que le ha gritado. Sonríe al verme y en un solo parpadeo, se coloca detrás de Jane sin soltarle el cuello. Como siga apretando la va a matar. Doy unos cuantos pasos más y veo como se tensa. Me amenaza con los ojos y aprieta levemente más su agarre. -Vas a morir esta noche, pero creéme que si le haces daño a ella, desearás haber muerto cuando te transformaron en la escoria que ahora eres.- Mis palabras suenan fuertes por el pequeño corredor, pero tengo el corazón en un puño. No tengo la ballesta y el muy cabrón se está tapando sus partes vitales con el cuerpo de ella. Aprieto la mandíbula y veo como los ojos del vampiro brillan de deseo. La desea. Se está frenando el morderla solamente para hacerme sufrir a mí más. Saco una daga y la lanzo a sus piernas, Jane las tiene delgadas como para taparle entero. La daga se impacta en la pared, pero sé que le he rozado, porque el vampiro hace una mueca de dolor. Y es entonces cuando deseo no habérsela lanzado.
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Re: Dead love couldn't go no further || Gael Luzt
Había olvidado qué se siente cuando te perforan el cuello. Qué se siente mientras te desgarran la piel. El dolor es agudo y paraliza mis sentidos, me deja rota ante el agarre del monstruo que me mantiene presa. No puede ser verdad, me digo, pero es lo más real que he sentido en mucho tiempo. Dejo de ver todo cuanto me rodea, no soy nadie, no tengo nada, las imágenes se interponen tras mi pupilas y recuerdos que creía olvidados se colapsan sobre mi. Necesito aire y océanos de fuego para acabar con este dolor, escucho a Gael pero su voz es difusa y lejana como un susurro, si lucha o grita, si se rinde o huye, ya no puedo saberlo. Pronto descubro que es mi grito desamparado el que camufla todo sonido, ese mismo que se apaga ahogado en sangre. No, por favor. Basta. ¡Basta! Pero jamás se acaba.
La habitación siempre permanece en penumbra y mis ropas elegantes y pulcras para una gala que nunca llega. Suelen empolvarme el rostro y perfumarme con esencia de vainilla en las muñecas, el vestido suele ser azul marino ya que ese es el color con el que le gusta verme, ajustado y ligero, el corsé suele adherirse a mis costillas contando mis respiraciones. Las heridas han curado lo suficiente para pasar desapercibidas, pero jamás lo suficiente para que desaparezcan, mi reflejo es opaco, no me reconozco. Me sientan sobre la cama ajena, tomo la leche de amapola y cierro los párpados. El efecto nunca dura tanto como para aplacar la angustia, suelo despertar con sus manos sobre mi rostro y su boca en mi cuello, mi sangre, por algún motivo, suele sentirse fría sobre mi piel. Me arranca la vida.
Pero logré escapar.
Mis manos forcejean en busca de alguna de mis dagas pero si ésta aún sigue en su sitio yo no consigo encontrarla, mi rostro está congestionado y siento la mandíbula tan tensa que temo quedarme sin dientes. No puedo pensar con claridad aunque sé que la humedad me mi piel se debe a las lágrimas y la sangre. Tampoco siento los pies en el suelo y descubro que son solo sus garras las que me mantienen en pie, una punzada en el costado me indica que es ahí donde me sujeta. Aún con la vista borrosa encuentro al hombre de ojos azules más tristes sobre la faz de la tierra. Lo siento, quiero decir, perdóname. Sabemos que un vampiro es más vulnerable mientras se alimenta, si algo tengo claro es que éste solo me está utilizando para remarcar su poder, pero parece haber perdido el control de si mismo. Dicen que un humano que ya ha sido mordido antes siempre es más apetecible. No soy capaz de hablar, ni siquiera puedo gesticular o hacer una seña para expresar a Gael lo que necesito que sepa. Me muevo como puedo, me retuerzo, pierdo las fuerzas y vuelvo a intentarlo, me voy dejando caer hasta que el cuerpo del vampiro está practicamente sobre mi, a la vista del cazador. Siento un cosquilleo familiar recorriendo mis extremidades y, entre jadeos, comienzo a perder el conocimiento. Si cierro los ojos no creo que pueda volver a despertar.
La habitación siempre permanece en penumbra y mis ropas elegantes y pulcras para una gala que nunca llega. Suelen empolvarme el rostro y perfumarme con esencia de vainilla en las muñecas, el vestido suele ser azul marino ya que ese es el color con el que le gusta verme, ajustado y ligero, el corsé suele adherirse a mis costillas contando mis respiraciones. Las heridas han curado lo suficiente para pasar desapercibidas, pero jamás lo suficiente para que desaparezcan, mi reflejo es opaco, no me reconozco. Me sientan sobre la cama ajena, tomo la leche de amapola y cierro los párpados. El efecto nunca dura tanto como para aplacar la angustia, suelo despertar con sus manos sobre mi rostro y su boca en mi cuello, mi sangre, por algún motivo, suele sentirse fría sobre mi piel. Me arranca la vida.
Pero logré escapar.
Mis manos forcejean en busca de alguna de mis dagas pero si ésta aún sigue en su sitio yo no consigo encontrarla, mi rostro está congestionado y siento la mandíbula tan tensa que temo quedarme sin dientes. No puedo pensar con claridad aunque sé que la humedad me mi piel se debe a las lágrimas y la sangre. Tampoco siento los pies en el suelo y descubro que son solo sus garras las que me mantienen en pie, una punzada en el costado me indica que es ahí donde me sujeta. Aún con la vista borrosa encuentro al hombre de ojos azules más tristes sobre la faz de la tierra. Lo siento, quiero decir, perdóname. Sabemos que un vampiro es más vulnerable mientras se alimenta, si algo tengo claro es que éste solo me está utilizando para remarcar su poder, pero parece haber perdido el control de si mismo. Dicen que un humano que ya ha sido mordido antes siempre es más apetecible. No soy capaz de hablar, ni siquiera puedo gesticular o hacer una seña para expresar a Gael lo que necesito que sepa. Me muevo como puedo, me retuerzo, pierdo las fuerzas y vuelvo a intentarlo, me voy dejando caer hasta que el cuerpo del vampiro está practicamente sobre mi, a la vista del cazador. Siento un cosquilleo familiar recorriendo mis extremidades y, entre jadeos, comienzo a perder el conocimiento. Si cierro los ojos no creo que pueda volver a despertar.
Astrid J. Bergès- Cazador Clase Media
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Re: Dead love couldn't go no further || Gael Luzt
El mundo deja de tener sentido cuando mis retinas captan lo que está sucediendo a escasos metros de donde me encuentro. Mi corazón se acelera por momentos y noto como todo mi cuerpo tiembla. Ya no sé si estoy del revés, si es el suelo el que me sostiene. Mis manos se han formado un puño, tan apretadas que mis nudillos se vuelven por completo de color blanco. Igual que el color de sus dientes, los que aún no están manchados de sangre, de la sangre de ella. Un grito cruza la sala, y me hace apretar tanto la mandíbula que creo que se me va a romper. No puedo permitir que ella pase por esto. Ella no. Su grito se va apagando conforme las fuerzas la abandonan. Puede que todo la abandone, su fuerza, su control, sus ganas de vivir, pero yo no. Me obligo a reaccionar. Cuanto más tiempo me quede mirando, menos tiempo le queda a ella. Y si ella muere, todo dejará de tener sentido.
Veo como la luz de sus ojos se va apagando, hasta que el vampiro se queda sobre ella, alimentándose con ansias, olvidándose de que yo sigo aquí, dándome una oportunidad única. Me muevo rápido del sitio que ha sido una cárcel unos segundos atrás, el vampiro está demasiado ocupado para darse cuenta de que su larga vida va a llegar a su fin. Quito de la pared la daga que le he lanzado. Arrugo el gesto, el olor a sangre es demasiado intenso y los sollozos de Jane cada vez más débiles. Un maldito vampiro no va a acabar con su vida. No de esta manera. Jane no merece una muerte tan horrible. No merece morir antes que yo. -No vas a arrebatarme lo que más quiero.- Digo con fiereza y le clavo la daga, por la espalda, hundiéndola con fuerza, escuchando como esta desgarra su dura piel, rompiendo músculos y huesos. El vampiro la suelta por fin y la deja tendida en un suelo cubierto de sangre. Se gira para mirarme y se lanza contra mí. El colgante de mi cuello actúa y en un movimiento demasiado rápido como para un humano normal, hace que esté de nuevo de espaldas a él, lo que me facilita quitarle la daga de la espalda y tenerla de nuevo entre mis manos. -Desearás no haber probado su sangre.- La rabia me consume, mi adrenalina está más dispara de lo normal y creo que dejo de ver por unos momentos, cegado por un odio que creía que jamás iba a volver a sentir. La daga se clava en el corazón del vampiro una y otra y otra vez, sin descanso, haciendo pedazos un corazón ya muerto. Sé que está muerto y cuando el cuerpo empieza a descomponerse no ceso. Solamente paro cuando la daga choca contra el suelo. Ahí me doy cuenta de que estoy sudando, pero las gotas que cubren mis mejillas no son de sudor.
Llego arrastrándome hasta ella, manchando mi traje de su sangre, de su esencia. Tapo la herida con una de mis manos y acurruco su cuerpo contra el mío, elevando su cabeza. -Te lo he dicho antes, pueden quitármelo todo, pero tu no te vayas. Así que sigue conmigo, Astrid.- Quito mechones de su pelo de su cara, para que nada pueda molestarla, beso su frente, desesperado. -No te duermas, no me dejes aquí. - Miro a mi alrededor, buscando qué poder hacer para salvarla. No tengo medicinas, no tengo nada. Ahora mismo soy el hombre más perdido de la faz de la tierra. Quito mi colgante del cuello y se lo doy a ella en la mano. -Agárralo fuerte ¿Vale? No lo sueltes. Así no te dormirás.- Si se centra en lo que le he podido, se concentrará en eso y no en el sueño devastador que debe de tener por la pérdida de sangre. Estiro mi mano libre hasta la daga. Voy a hacer algo que hice una vez, que he hecho con Thomas y que ahora va a hacer ella. Por poco que me guste. Paso mis dedos por el filo, llenando estos de sangre del vampiro. -Chupa. - Coloco mis dedos cerca de sus labios para que pueda hacerlo. Es la única manera si quiero que siga conmigo.
Veo como la luz de sus ojos se va apagando, hasta que el vampiro se queda sobre ella, alimentándose con ansias, olvidándose de que yo sigo aquí, dándome una oportunidad única. Me muevo rápido del sitio que ha sido una cárcel unos segundos atrás, el vampiro está demasiado ocupado para darse cuenta de que su larga vida va a llegar a su fin. Quito de la pared la daga que le he lanzado. Arrugo el gesto, el olor a sangre es demasiado intenso y los sollozos de Jane cada vez más débiles. Un maldito vampiro no va a acabar con su vida. No de esta manera. Jane no merece una muerte tan horrible. No merece morir antes que yo. -No vas a arrebatarme lo que más quiero.- Digo con fiereza y le clavo la daga, por la espalda, hundiéndola con fuerza, escuchando como esta desgarra su dura piel, rompiendo músculos y huesos. El vampiro la suelta por fin y la deja tendida en un suelo cubierto de sangre. Se gira para mirarme y se lanza contra mí. El colgante de mi cuello actúa y en un movimiento demasiado rápido como para un humano normal, hace que esté de nuevo de espaldas a él, lo que me facilita quitarle la daga de la espalda y tenerla de nuevo entre mis manos. -Desearás no haber probado su sangre.- La rabia me consume, mi adrenalina está más dispara de lo normal y creo que dejo de ver por unos momentos, cegado por un odio que creía que jamás iba a volver a sentir. La daga se clava en el corazón del vampiro una y otra y otra vez, sin descanso, haciendo pedazos un corazón ya muerto. Sé que está muerto y cuando el cuerpo empieza a descomponerse no ceso. Solamente paro cuando la daga choca contra el suelo. Ahí me doy cuenta de que estoy sudando, pero las gotas que cubren mis mejillas no son de sudor.
Llego arrastrándome hasta ella, manchando mi traje de su sangre, de su esencia. Tapo la herida con una de mis manos y acurruco su cuerpo contra el mío, elevando su cabeza. -Te lo he dicho antes, pueden quitármelo todo, pero tu no te vayas. Así que sigue conmigo, Astrid.- Quito mechones de su pelo de su cara, para que nada pueda molestarla, beso su frente, desesperado. -No te duermas, no me dejes aquí. - Miro a mi alrededor, buscando qué poder hacer para salvarla. No tengo medicinas, no tengo nada. Ahora mismo soy el hombre más perdido de la faz de la tierra. Quito mi colgante del cuello y se lo doy a ella en la mano. -Agárralo fuerte ¿Vale? No lo sueltes. Así no te dormirás.- Si se centra en lo que le he podido, se concentrará en eso y no en el sueño devastador que debe de tener por la pérdida de sangre. Estiro mi mano libre hasta la daga. Voy a hacer algo que hice una vez, que he hecho con Thomas y que ahora va a hacer ella. Por poco que me guste. Paso mis dedos por el filo, llenando estos de sangre del vampiro. -Chupa. - Coloco mis dedos cerca de sus labios para que pueda hacerlo. Es la única manera si quiero que siga conmigo.
Gael Lutz- Cazador Clase Media
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Re: Dead love couldn't go no further || Gael Luzt
Parece que pasan cien años hasta que mi cuerpo choca contra el suelo. No siento el vértigo ni el golpe, solo un desgarro en la garganta, me invade el temor irracional de perder la voz por completo y vivir con la garganta abierta el resto de mis días. Si es que aún me quedan días a los que aferrarme. Un sonido agudo y sin pausa se instala en mis oídos colapsando todo ruido ajeno, mi vista se nubla, dejo de estar en el pasillo para perderme sin despedirme. De alguna manera sé que he llevado las manos a mi cuello varias veces con la intención de parar el sangrado, pero el esfuerzo ha sido vano ya que he perdido el tacto en los dedos, la fortaleza en los brazos. Muevo el rostro de un lado a otro con la esperanza de encontrar a Gael pero si está cerca no lo siento, si me habla no lo escucho.
Todo se queda negro, una noche improvisada me engulle. No recuerdo la última vez que sentí tanto miedo e indiferencia a la vez, como si eso fuera posible. Quizás debería quedarme aquí, inerte sobre la pulcra moqueta del pasillo más horrendo del Palacio Royal, podría dejarme morir y cerrar los ojos por fin. No necesito seguir adelante cuando todo está perdido.
Un susurro rompe el cristal en mi pecho, sé que mis párpados luchan por mantenerse abiertos y que mi mente quiere hacerle saber que sigo con él pese a que mi cuerpo sucumbe al dolor. Siento mi pulso descontrolado, roto y perdido dentro de mis venas, la sensación que me invade es tan contradictoria que comienzo a hiperventilar, sin embargo sé que ante los ojos de cualquiera estoy al borde del abismo. Quizás estoy es lo que ocurre al morir, tal vez la intensidad dentro de mi se debe a la última batalla de mi ser por resistir. Otro susurro y con ello mi nombre, su voz deshace lagunas en mi mente y me lleva de nuevo a su lado, a una realidad en la que además de morir no estoy sola. No quiero marcharme, no aún, pero la idea de desconectar del mundo por fin es tan tentadora que me obligo a aferrarme a sus palabras, solo para no caer. Gael. No soy un pájaro. Nunca lo he sido.
- Me... duele...-murmuro ahogada. Eso no es lo que quiero decir, todo menos lamentarme. Necesito pronunciar las palabras que he mantenido encerradas, la última vez que observe sus ojos no puede ser en completo silencio, no puedo irme así. Abro la boca, la cierro, intento respirar, no puedo, quiero hablar, me resisto. Su mano se extiende sobre mi rostro y descubro el carmesí en sus dedos, solo comprendo lo que dice cuando ato cabos y acerca sus dedos a mis labios. Me rebelo al instante, todo menos eso. ¿Sangre del vampiro que me está llevando a la tumba? Es tan repugnante, tan sumamente despreciable que la sola idea me da arcadas. Una parte de mi se niega en rotundo y abraza al orgullo ¿Cómo puedo negarme aún cuando sé que en el fondo es la solución más factible? Giro el rostro en un movimiento torpe para evitarlo, estoy tan débil que él mismo podría obligarme pero no lo hace. Yo en su lugar ya lo habría hecho beber, todo antes de perderlo.
Es entonces cuando mi lengua roza sus dedos y el sabor de la sangre invade mi boca. Férreo, sólido, desconocido. La sola idea de dejarlo solo en el mundo me deja desamparada, no puedo abandonarlo. Gael no se merece estar solo. Con lágrimas beso sus yemas y limpio hasta la última gota de sangre, como si de alguna forma pudiera quitar así la impureza del vampiro sobre su piel. Jamás en mi sano juicio imaginé que algún día tendría que probar la sangre ajena, ni en mis peores pesadillas habría predicho que beber el líquido proveniente de un vampiro sería mi salvación. Jadeo y respiro como si lo hiciera por primera vez, me arden los pulmones y sé que el leve alivio que siento es una mera ilusión, aún puedo sentir la sangre fluir por mi cuello y descansar sobre su mano.
-Gael...-susurro, casi como una plegaria, un presagio o una oración. Poso una de mis manos sobre la suya como si así pudiera calmar la desesperación en sus ojos -Gael... Perdóname-no sé cuantas veces lo murmuro, pero parece que es lo único que sé decir, como un niño que aprende una palabra nueva-Perdóname-El sonido que creía instalado dentro de mi cabeza resulta ajeno, se escuchan pasos a lo lejos y voces cautelosas. Mi mano aprieta la suya en advertencia pero sé que él ya se habrá dado cuenta, lo veo en la forma en la que sus hombros se tensan-De...debes irte-si me deja atrás todo será más sencillo. Un intento de asesinato y un único culpable-Vete.
Todo se queda negro, una noche improvisada me engulle. No recuerdo la última vez que sentí tanto miedo e indiferencia a la vez, como si eso fuera posible. Quizás debería quedarme aquí, inerte sobre la pulcra moqueta del pasillo más horrendo del Palacio Royal, podría dejarme morir y cerrar los ojos por fin. No necesito seguir adelante cuando todo está perdido.
Un susurro rompe el cristal en mi pecho, sé que mis párpados luchan por mantenerse abiertos y que mi mente quiere hacerle saber que sigo con él pese a que mi cuerpo sucumbe al dolor. Siento mi pulso descontrolado, roto y perdido dentro de mis venas, la sensación que me invade es tan contradictoria que comienzo a hiperventilar, sin embargo sé que ante los ojos de cualquiera estoy al borde del abismo. Quizás estoy es lo que ocurre al morir, tal vez la intensidad dentro de mi se debe a la última batalla de mi ser por resistir. Otro susurro y con ello mi nombre, su voz deshace lagunas en mi mente y me lleva de nuevo a su lado, a una realidad en la que además de morir no estoy sola. No quiero marcharme, no aún, pero la idea de desconectar del mundo por fin es tan tentadora que me obligo a aferrarme a sus palabras, solo para no caer. Gael. No soy un pájaro. Nunca lo he sido.
- Me... duele...-murmuro ahogada. Eso no es lo que quiero decir, todo menos lamentarme. Necesito pronunciar las palabras que he mantenido encerradas, la última vez que observe sus ojos no puede ser en completo silencio, no puedo irme así. Abro la boca, la cierro, intento respirar, no puedo, quiero hablar, me resisto. Su mano se extiende sobre mi rostro y descubro el carmesí en sus dedos, solo comprendo lo que dice cuando ato cabos y acerca sus dedos a mis labios. Me rebelo al instante, todo menos eso. ¿Sangre del vampiro que me está llevando a la tumba? Es tan repugnante, tan sumamente despreciable que la sola idea me da arcadas. Una parte de mi se niega en rotundo y abraza al orgullo ¿Cómo puedo negarme aún cuando sé que en el fondo es la solución más factible? Giro el rostro en un movimiento torpe para evitarlo, estoy tan débil que él mismo podría obligarme pero no lo hace. Yo en su lugar ya lo habría hecho beber, todo antes de perderlo.
Es entonces cuando mi lengua roza sus dedos y el sabor de la sangre invade mi boca. Férreo, sólido, desconocido. La sola idea de dejarlo solo en el mundo me deja desamparada, no puedo abandonarlo. Gael no se merece estar solo. Con lágrimas beso sus yemas y limpio hasta la última gota de sangre, como si de alguna forma pudiera quitar así la impureza del vampiro sobre su piel. Jamás en mi sano juicio imaginé que algún día tendría que probar la sangre ajena, ni en mis peores pesadillas habría predicho que beber el líquido proveniente de un vampiro sería mi salvación. Jadeo y respiro como si lo hiciera por primera vez, me arden los pulmones y sé que el leve alivio que siento es una mera ilusión, aún puedo sentir la sangre fluir por mi cuello y descansar sobre su mano.
-Gael...-susurro, casi como una plegaria, un presagio o una oración. Poso una de mis manos sobre la suya como si así pudiera calmar la desesperación en sus ojos -Gael... Perdóname-no sé cuantas veces lo murmuro, pero parece que es lo único que sé decir, como un niño que aprende una palabra nueva-Perdóname-El sonido que creía instalado dentro de mi cabeza resulta ajeno, se escuchan pasos a lo lejos y voces cautelosas. Mi mano aprieta la suya en advertencia pero sé que él ya se habrá dado cuenta, lo veo en la forma en la que sus hombros se tensan-De...debes irte-si me deja atrás todo será más sencillo. Un intento de asesinato y un único culpable-Vete.
Astrid J. Bergès- Cazador Clase Media
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Re: Dead love couldn't go no further || Gael Luzt
Me dan ganas de arrancarme el corazón ahí mismo. El hecho de que ella esté así es solamente culpa mía. No estábamos preparados para un ataque, el enfado entre los dos ha deteriorado la coordinación y debería de haberme dado cuenta antes de haber dado todo por sentado. He sido un estúpido y he arriesgado su vida. Si muere, no quedarán balas en su revolver, porque estarán todas en mi cuerpo. Insisto un poco más, incluso a las puertas de la muerte es tan cabezota como siempre. - Tienes que beber. - Digo, pero mi voz suena desesperada, a punto de romperse en mil trozos. Sigo observándola, deseando que sea a mí a quien escoja y no a frío manto de la muerte.
Noto en mi cuerpo una sensación de alivio que incluso se me escapa una leve sonrisa. Ha decidido quedarse conmigo. Limpia mis dedos cubiertos de la sangre del vampiro y los retiro cuando ya no queda ni una gota. No es suficiente como para que se cure del todo, pero sí para que no muera. Esta noche no. Su voz parece buscarme desesperada y me encuentra. Niego con la cabeza. No es ella la que debe de pedir perdón. - Shh calla. Necesitas guardar energías.- Continúo con su cabeza en mi regazo, frotando sus brazos para que coja algo del calor que ha perdido. Mis manos se detienen en el mismo instante en el que escucho pasos y voces.
La sujeto con fuerza, dando mi espalda hacia la puerta. ¿Qué podría pensar la persona que cruce la sala? Me pienso lo peor. Por suerte, la cosa está de nuestra parte. Thomas entra en escena, mira con ojo inquisidor todo y frunce el ceño. Se esperaba otra cosa de nosotros, sobre todo de mi. - Debes sacarla de aquí. A bajo te espera un carro. He despejado el camino hasta allí. Yo me ocupo de esto. Vete. Ya. - Asiento a la orden de mi maestro y cubro a Jane con mi americana. Fuera puede que tenga frío. La coloco sobre mis brazos y la llevo en volandas, lejos de este lugar que se ha convertido en una pesadilla.
Tras unos minutos que se me hacen eternos, volvemos a estar en la misma situación, pero con los papeles cambiados. Ahora no es ella la que me obliga a entrar en casa y me cuida hasta que me quedo dormido. Sigo llevándola en mis brazos, pero no voy al salón. No se merece un sitio así. La subo hasta mi habitación, donde la coloco en mi lado de la cama.- Tengo que desnudarte. ¿Me oyes? - Tengo que comprobar que no tiene ninguna costilla rota o heridas peores. Empiezo quitándole los zapatos y los tiro lejos. No quiero que mañana lo primero que vea sean los restos de una noche horrible. Estiro de la punta de su medias y estas van saliendo poco a poco, hasta que también las tiro. Queda lo peor y esto no se parece en nada a como tenía pensado desnudarla por primera vez. - ¿Quieres quitarte tú el vestido?- Pregunto en voz baja, dubitativo. No quiero molestarla con todo esto, pero es necesario. Por mucho que sea molesto para ambos.
Noto en mi cuerpo una sensación de alivio que incluso se me escapa una leve sonrisa. Ha decidido quedarse conmigo. Limpia mis dedos cubiertos de la sangre del vampiro y los retiro cuando ya no queda ni una gota. No es suficiente como para que se cure del todo, pero sí para que no muera. Esta noche no. Su voz parece buscarme desesperada y me encuentra. Niego con la cabeza. No es ella la que debe de pedir perdón. - Shh calla. Necesitas guardar energías.- Continúo con su cabeza en mi regazo, frotando sus brazos para que coja algo del calor que ha perdido. Mis manos se detienen en el mismo instante en el que escucho pasos y voces.
La sujeto con fuerza, dando mi espalda hacia la puerta. ¿Qué podría pensar la persona que cruce la sala? Me pienso lo peor. Por suerte, la cosa está de nuestra parte. Thomas entra en escena, mira con ojo inquisidor todo y frunce el ceño. Se esperaba otra cosa de nosotros, sobre todo de mi. - Debes sacarla de aquí. A bajo te espera un carro. He despejado el camino hasta allí. Yo me ocupo de esto. Vete. Ya. - Asiento a la orden de mi maestro y cubro a Jane con mi americana. Fuera puede que tenga frío. La coloco sobre mis brazos y la llevo en volandas, lejos de este lugar que se ha convertido en una pesadilla.
Tras unos minutos que se me hacen eternos, volvemos a estar en la misma situación, pero con los papeles cambiados. Ahora no es ella la que me obliga a entrar en casa y me cuida hasta que me quedo dormido. Sigo llevándola en mis brazos, pero no voy al salón. No se merece un sitio así. La subo hasta mi habitación, donde la coloco en mi lado de la cama.- Tengo que desnudarte. ¿Me oyes? - Tengo que comprobar que no tiene ninguna costilla rota o heridas peores. Empiezo quitándole los zapatos y los tiro lejos. No quiero que mañana lo primero que vea sean los restos de una noche horrible. Estiro de la punta de su medias y estas van saliendo poco a poco, hasta que también las tiro. Queda lo peor y esto no se parece en nada a como tenía pensado desnudarla por primera vez. - ¿Quieres quitarte tú el vestido?- Pregunto en voz baja, dubitativo. No quiero molestarla con todo esto, pero es necesario. Por mucho que sea molesto para ambos.
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Re: Dead love couldn't go no further || Gael Luzt
Todo cuanto me rodea son luces y sombras.
Me dejo llevar por las lagunas que ahogan mi mente, escucho voces muy lejanas, siento los pasos de Gael mientras avanza y su pulso muy cerca. En algún momento descubro que salimos al exterior pero todo está en calma, quizás todos los invitados se han ido ya y somos los últimos asistentes, tal vez la fiesta sigue en el interior y hemos salido por alguna puerta trasera. Sea como sea, hemos huido de la devastación. La presión me destroza, ¿están mis tíos a salvo? Solo de pensar en sus rostros desencajados al no verme volver me inquieta, puede que mi tía piense que me he escabullido con mi inesperado acompañante, pero al fin y al cabo mi tío fue cazador. Si alguien sospecha, es él, y tendré que dar muchas explicaciones de regreso a mi hogar.
¿Cuándo fue la última vez que perdí la consciencia? ¿Ya hemos llegado? Solo quiero meterme entre mis sábanas y borrar este mal sueño ¿Qué hora es? Hace tanto que no me siento tan pequeña. Cuando vuelvo a abrir los párpados estoy en una cama ajena que desprende un perfume muy familiar. Mi cuerpo se tensa sin previo aviso e intento levantarme sin éxito, sé que pronuncio palabras incoherentes y toso de forma descontrolada, el dolor sobre el cuello es tirante y muy reciente, cualquier movimiento brusco hará que termine sangrando de nuevo. Busco a Gael entre la oscuridad y la incertidumbre sintiendo movimiento muy cerca de mi, me cuesta mantenerme despierta pero consigo escuchar sus palabras y negar levemente con la cabeza. He estado a punto de morir, poco me importa mi cuerpo. Me sitúo de lado no sólo para facilitarle la tarea de desabrochar los delicados botones de mi vestido, más oscuro allí donde la sangre lo ha empapado, si no para evitar así cruzarme con su mirada. No puedo enfrentarme a él, no así. Un latigazo agudo me recorre y llevo una mano a la herida en acto reflejo, solo para descubrir que el dolor proviene del costado. El calor de sus manos sobre mi cuerpo resulta asfixiante, brasas sobre la piel quemando la tela y cubriéndome de cenizas. Cuando la prenda no es más que un bulto en el suelo el fino corsé y mi modesta lencería es lo único que me cubre, mi pálido cuerpo magullado, la tela teñida de rojo.
-Está mal aprovecharse de damiselas en apuros, señor Lutz-lo que pretendía ser una risa se queda en un ataque de tos, debería guardar silencio y dejar de fingir. Fingir que no duele, que no me quiebra. Qué situación tan patética-Necesito asearme... -antes de sopesar siquiera de qué forma me pondré en pie compruebo que sus brazos ya se encargan de sostenerme. Una vez en el cuarto de baño me apoyo en la pared mientras escucho el agua brotar del grifo, el vaho no tarda en aparecer-Deberías haberme llevado a casa...-comento entre gemidos molestos, como si hubiese caído en la cuenta de que no estoy en el lugar correcto-Alfred lo habría comprendido... él suele cubrir mis escapadas y curar mis heridas. Debería estar en casa-me cuesta distinguir mi voz, tan grave y rasgada que parece cortar el aire. Observo a Gael, su expresión apagada y casi neutra, sin atisbo de sentimiento alguno, sus pupilas vacías, tan fuera de sí-Sólo por esta noche... nunca más-oh Astrid, ¿cómo puedes ser tan egoísta? Me miro las manos solo para no tener que mostrar la humedad de mis ojos, no quiero destruirlo, no quiero hacerle daño. Jamás había considerado que estar juntos era un error. Quizás todo se ha escapado de nuestro alcance y ya nada nos pertenece, ni nuestras palabras, ni nuestras almas.
Me dejo llevar por las lagunas que ahogan mi mente, escucho voces muy lejanas, siento los pasos de Gael mientras avanza y su pulso muy cerca. En algún momento descubro que salimos al exterior pero todo está en calma, quizás todos los invitados se han ido ya y somos los últimos asistentes, tal vez la fiesta sigue en el interior y hemos salido por alguna puerta trasera. Sea como sea, hemos huido de la devastación. La presión me destroza, ¿están mis tíos a salvo? Solo de pensar en sus rostros desencajados al no verme volver me inquieta, puede que mi tía piense que me he escabullido con mi inesperado acompañante, pero al fin y al cabo mi tío fue cazador. Si alguien sospecha, es él, y tendré que dar muchas explicaciones de regreso a mi hogar.
¿Cuándo fue la última vez que perdí la consciencia? ¿Ya hemos llegado? Solo quiero meterme entre mis sábanas y borrar este mal sueño ¿Qué hora es? Hace tanto que no me siento tan pequeña. Cuando vuelvo a abrir los párpados estoy en una cama ajena que desprende un perfume muy familiar. Mi cuerpo se tensa sin previo aviso e intento levantarme sin éxito, sé que pronuncio palabras incoherentes y toso de forma descontrolada, el dolor sobre el cuello es tirante y muy reciente, cualquier movimiento brusco hará que termine sangrando de nuevo. Busco a Gael entre la oscuridad y la incertidumbre sintiendo movimiento muy cerca de mi, me cuesta mantenerme despierta pero consigo escuchar sus palabras y negar levemente con la cabeza. He estado a punto de morir, poco me importa mi cuerpo. Me sitúo de lado no sólo para facilitarle la tarea de desabrochar los delicados botones de mi vestido, más oscuro allí donde la sangre lo ha empapado, si no para evitar así cruzarme con su mirada. No puedo enfrentarme a él, no así. Un latigazo agudo me recorre y llevo una mano a la herida en acto reflejo, solo para descubrir que el dolor proviene del costado. El calor de sus manos sobre mi cuerpo resulta asfixiante, brasas sobre la piel quemando la tela y cubriéndome de cenizas. Cuando la prenda no es más que un bulto en el suelo el fino corsé y mi modesta lencería es lo único que me cubre, mi pálido cuerpo magullado, la tela teñida de rojo.
-Está mal aprovecharse de damiselas en apuros, señor Lutz-lo que pretendía ser una risa se queda en un ataque de tos, debería guardar silencio y dejar de fingir. Fingir que no duele, que no me quiebra. Qué situación tan patética-Necesito asearme... -antes de sopesar siquiera de qué forma me pondré en pie compruebo que sus brazos ya se encargan de sostenerme. Una vez en el cuarto de baño me apoyo en la pared mientras escucho el agua brotar del grifo, el vaho no tarda en aparecer-Deberías haberme llevado a casa...-comento entre gemidos molestos, como si hubiese caído en la cuenta de que no estoy en el lugar correcto-Alfred lo habría comprendido... él suele cubrir mis escapadas y curar mis heridas. Debería estar en casa-me cuesta distinguir mi voz, tan grave y rasgada que parece cortar el aire. Observo a Gael, su expresión apagada y casi neutra, sin atisbo de sentimiento alguno, sus pupilas vacías, tan fuera de sí-Sólo por esta noche... nunca más-oh Astrid, ¿cómo puedes ser tan egoísta? Me miro las manos solo para no tener que mostrar la humedad de mis ojos, no quiero destruirlo, no quiero hacerle daño. Jamás había considerado que estar juntos era un error. Quizás todo se ha escapado de nuestro alcance y ya nada nos pertenece, ni nuestras palabras, ni nuestras almas.
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Re: Dead love couldn't go no further || Gael Luzt
Jane está entre dos mundos. El acogedor y suave de los sueños y la inconsciencia y la cruda y dura realidad. Sé que se esta mejor en el primer mundo, allí nada duele, todo se olvida por unos minutos, unas horas. Pero yo la necesito aquí. Y ella parece saberlo, porque poco le dura ese estado de letargo, en el que su mente necesita y debe estar, pero mejor pos ponerlo para unos minutos más tarde. Se gira sobre su cuerpo con dificultad, dejando a la vista los diminutos bonotes que anudan su vestido. Los voy quitando poco a poco, concienzudamente y con cuidado de que mis manos o mis brazos la toquen o siquiera la rocen, debe de tener algo roto o si no, demasiado magullado. Tiro del vestido y lo dejo en el suelo, junto con la demás ropa que le he arrebatado.
No es así como quiero verla, por eso nuestros ojos apenas se cruzan cuando hace un intento de broma. Me alegra saber que está mejor como para bromear con esto, pero no es un tema del que poder hacerlo, así que permanezco callado, con un gesto serio, hasta que parece leerme el pensamiento y sugerir un pequeño aseo. La alzo de nuevo, no quiero que se ponga de pie y se caiga. La llevo hasta el baño y una vez allí la dejo apoyada contra la pared mientras me encargo de llenarle la bañera con agua caliente. El calor que empieza a hacer en la estancia es abrumador y me separo de la bañera. De espaldas a ella, comienza a hablar y mi gesto ni se inmuta. No cambio de expresión, aunque me gustaría replicarle. Decirle que este es el lugar donde debe estar, junto a mí. No hay Alfred que valgan en esta historia, solamente ella y yo. No tendrá lugar más seguro que este, además, se lo debo. Pero las palabras se quedan en mi garganta. No puedo recriminarle nada. Hoy casi muere por mi culpa y está en su derecho de no querer tener ya nada que ver conmigo. Por mucho que duela y por mucho que me destroce por dentro. Nunca más.
Meto la mano dentro del agua y tras comprobar que está caliente me giro, pero mis ojos no suben del suelo. -Ya está caliente. ¿Puedes acabar de desnudarte tú? - Pregunto de nuevo, pero esta vez, no necesito su respuesta. No quiero ser yo quien la desnude. Nunca más. Salgo del baño y voy a mi habitación, donde está toda la ropa y el olor a sangre impregna la estancia. Miro con asco el vestido lleno de sangre. La rabia vuelve a invadirme, y golpeo con fuerza la pared, haciendo que mis nudillos y mi mano crujan. El dolor es punzante. Pero no está rota, por desgracia. Me merezco esto y mucho más por la mierda de noche que le he hecho pasar a la chica que está en el baño.
Demasiado tiempo para pensar. Demasiado tiempo para sentir el dolor retorcer cada uno de mis nervios. Tiempo para pensar en todo lo que he perdido y en lo que estoy a punto de perder. Abro la ventana de la habitación para que la brisa entre y no quede nada del fétido olor a sangre. Nunca más. Sus palabras me atraviesan una y otra vez. Se clavan como estacas en el corazón. Ahora sé lo que sienten los vampiros al morir.
No es así como quiero verla, por eso nuestros ojos apenas se cruzan cuando hace un intento de broma. Me alegra saber que está mejor como para bromear con esto, pero no es un tema del que poder hacerlo, así que permanezco callado, con un gesto serio, hasta que parece leerme el pensamiento y sugerir un pequeño aseo. La alzo de nuevo, no quiero que se ponga de pie y se caiga. La llevo hasta el baño y una vez allí la dejo apoyada contra la pared mientras me encargo de llenarle la bañera con agua caliente. El calor que empieza a hacer en la estancia es abrumador y me separo de la bañera. De espaldas a ella, comienza a hablar y mi gesto ni se inmuta. No cambio de expresión, aunque me gustaría replicarle. Decirle que este es el lugar donde debe estar, junto a mí. No hay Alfred que valgan en esta historia, solamente ella y yo. No tendrá lugar más seguro que este, además, se lo debo. Pero las palabras se quedan en mi garganta. No puedo recriminarle nada. Hoy casi muere por mi culpa y está en su derecho de no querer tener ya nada que ver conmigo. Por mucho que duela y por mucho que me destroce por dentro. Nunca más.
Meto la mano dentro del agua y tras comprobar que está caliente me giro, pero mis ojos no suben del suelo. -Ya está caliente. ¿Puedes acabar de desnudarte tú? - Pregunto de nuevo, pero esta vez, no necesito su respuesta. No quiero ser yo quien la desnude. Nunca más. Salgo del baño y voy a mi habitación, donde está toda la ropa y el olor a sangre impregna la estancia. Miro con asco el vestido lleno de sangre. La rabia vuelve a invadirme, y golpeo con fuerza la pared, haciendo que mis nudillos y mi mano crujan. El dolor es punzante. Pero no está rota, por desgracia. Me merezco esto y mucho más por la mierda de noche que le he hecho pasar a la chica que está en el baño.
Demasiado tiempo para pensar. Demasiado tiempo para sentir el dolor retorcer cada uno de mis nervios. Tiempo para pensar en todo lo que he perdido y en lo que estoy a punto de perder. Abro la ventana de la habitación para que la brisa entre y no quede nada del fétido olor a sangre. Nunca más. Sus palabras me atraviesan una y otra vez. Se clavan como estacas en el corazón. Ahora sé lo que sienten los vampiros al morir.
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Re: Dead love couldn't go no further || Gael Luzt
La puerta se cierra tras él y todo enmudece. El bajo y la humedad se convierten en mi nuevo refugio, mientras intento deshacer los nudos tendía del corsé ahogo los alaridos de dolor, cada mínimo movimiento requiere un gran esfuerzo. Sin Gael delante, sin nadie que pueda verme, las lágrimas salen solas, traicioneras y sin permiso. La idea de observar mi reflejo en el pequeño espejo sobre el lavabo me repugna. Hace tiempo que he dejado de verme, ya no reconozco a la mujer al otro lado del cristal. Observo mis manos magulladas y sucias, mis piernas pálidas, el hematoma que comienza a colorear la piel del costado. Ríos de sangre seca se quedaron a medio camino sobre mi pecho, el cuello aún latente y sensible parece a punto de desgarrarse de nuevo, esta vez por voluntad propia. No sé cómo he podido ser tan estúpida como para permitir lo que ha ocurrido. Sí, fue el cebo, la distracción pero ¿A qué precio? No sé hasta qué punto ha valido la pena pero me repito que ha sido por un bien mayor. Evitar la desgracia ajena antes de que ocurra. Tampoco sé en cuanta medida me creo eso.
Lentamente me sumerjo en la calidez de la bañera y el agua limpia no tarda en teñirse, siento el cuerpo casi externo, como si nada en él me perteneciera, sólo una cárcel de la que sólo yo puedo desprenderme. Me paso los minutos frotando cada parte de mi piel, cada poro y resquicio, arranco de cuajo el mal que he traído conmigo. Me deslizo hasta perderme dentro del agua y sólo entonces me atrevo a gritar. Podría ahogarme pero sólo puedo chillar, agudo y opaco, un sonido sin melodía. Sólo cuando estoy al límite vuelvo a la superficie entre jadeos, buscando aire, y me quedo aquí durante la siguien hora sintiendo cómo el agua se va enfriando y la punta de mis dedos arrugando.
Desnuda y con el cabello chorreando hacia el suelo abro la tercera gaveta de la comoda y busco las vendas y los utensilios de primeros auxilios. No sé de quien fue la idea de tenerlos aquí pero siempre nos ha resuelto. Tener la herida limpia sólo la hacer parecer peor, la tapo sin darle demasiada importancia al aspecto y rodeo mi cuello varias veces con la gasa buscando una mejor protección. Tomo la toalla y me dirijo a la habitación ajena. Él está aquí aún, de algún modo me espera sin hacerlo y mira por la ventana como si hubiese perdido su sombra.
-No te gires- indico mientras abro las puertas del armario. No queda nada mío en esta casa salvo mis armas de repuesto o libros a medio leer, toda mi ropa se fue conmigo así que rebusco entre sus pertenencias para tomar un pijama sencillo. La tela está impregnada con su olor y me invade la acogedora sensación de tenerlo cerca pese a que él está ahora mismo alejado a kilómetros y años de mi -Espero que no te importe... No tengo nada más- si Ada aún viviese aquí podría haber tomado prestado algo suyo- Gael- lo llamo casi en un susurro, porque aún sigue de espaldas, porque no parece respirar- Dormiré en el salón, deberías descansar- me siento mecánica y analfabeta. Y tampoco me veo con fuerzas de pasar la noche en la que hasta hace algunas semanas fue mi habitación, siento que si sigo dejando marcas allá donde voy jamás podré marcharme, pero irónicamente me descubro a mi misma rozando las paredes y memorizando los aromas. A punto estoy de tropezar escaleras abajo, a cada paso la sensación de vértigo me consume y dudo poder soportar el peso de mi propio cuerpo por mucho más tiempo. Descubro a Gato en el mismo rincon de siemre en el sofá y me tumbo a su lado, mi pelo húmedo no parece gustarle pero me tolera lo suficiente como para no moverse. Le doy pena, me digo, por supuesto que sí. Tomo una de las mantas y me torpemente me cubro pese a que me siento arder en fiebre. Cuanto antes me duerma antes podré olvidar, pero una parte de mi teme cerrar los ojos y comprobar que estar aquí está noche no es real. No puedo esconder que echaba de menos la forma de este sofá o el olor de la chimenea , la luz tenue que siempre a compaña la estancia y los pasos de Gael en el piso superior. Me llevo una mano al costado para contener el dolor mientras acarició a Gato con la otra.
Lentamente me sumerjo en la calidez de la bañera y el agua limpia no tarda en teñirse, siento el cuerpo casi externo, como si nada en él me perteneciera, sólo una cárcel de la que sólo yo puedo desprenderme. Me paso los minutos frotando cada parte de mi piel, cada poro y resquicio, arranco de cuajo el mal que he traído conmigo. Me deslizo hasta perderme dentro del agua y sólo entonces me atrevo a gritar. Podría ahogarme pero sólo puedo chillar, agudo y opaco, un sonido sin melodía. Sólo cuando estoy al límite vuelvo a la superficie entre jadeos, buscando aire, y me quedo aquí durante la siguien hora sintiendo cómo el agua se va enfriando y la punta de mis dedos arrugando.
Desnuda y con el cabello chorreando hacia el suelo abro la tercera gaveta de la comoda y busco las vendas y los utensilios de primeros auxilios. No sé de quien fue la idea de tenerlos aquí pero siempre nos ha resuelto. Tener la herida limpia sólo la hacer parecer peor, la tapo sin darle demasiada importancia al aspecto y rodeo mi cuello varias veces con la gasa buscando una mejor protección. Tomo la toalla y me dirijo a la habitación ajena. Él está aquí aún, de algún modo me espera sin hacerlo y mira por la ventana como si hubiese perdido su sombra.
-No te gires- indico mientras abro las puertas del armario. No queda nada mío en esta casa salvo mis armas de repuesto o libros a medio leer, toda mi ropa se fue conmigo así que rebusco entre sus pertenencias para tomar un pijama sencillo. La tela está impregnada con su olor y me invade la acogedora sensación de tenerlo cerca pese a que él está ahora mismo alejado a kilómetros y años de mi -Espero que no te importe... No tengo nada más- si Ada aún viviese aquí podría haber tomado prestado algo suyo- Gael- lo llamo casi en un susurro, porque aún sigue de espaldas, porque no parece respirar- Dormiré en el salón, deberías descansar- me siento mecánica y analfabeta. Y tampoco me veo con fuerzas de pasar la noche en la que hasta hace algunas semanas fue mi habitación, siento que si sigo dejando marcas allá donde voy jamás podré marcharme, pero irónicamente me descubro a mi misma rozando las paredes y memorizando los aromas. A punto estoy de tropezar escaleras abajo, a cada paso la sensación de vértigo me consume y dudo poder soportar el peso de mi propio cuerpo por mucho más tiempo. Descubro a Gato en el mismo rincon de siemre en el sofá y me tumbo a su lado, mi pelo húmedo no parece gustarle pero me tolera lo suficiente como para no moverse. Le doy pena, me digo, por supuesto que sí. Tomo una de las mantas y me torpemente me cubro pese a que me siento arder en fiebre. Cuanto antes me duerma antes podré olvidar, pero una parte de mi teme cerrar los ojos y comprobar que estar aquí está noche no es real. No puedo esconder que echaba de menos la forma de este sofá o el olor de la chimenea , la luz tenue que siempre a compaña la estancia y los pasos de Gael en el piso superior. Me llevo una mano al costado para contener el dolor mientras acarició a Gato con la otra.
Astrid J. Bergès- Cazador Clase Media
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Re: Dead love couldn't go no further || Gael Luzt
Lo que veo a través de la ventana me fascina y a la vez me asusta. Carros de caballos yendo de un lado a otro, despacio. Llevando a gente desconocida a sus sitios de destino, sin percatarse que ahí fuera hay criaturas que desean su muerte y su destrucción. No se dan cuenta de que los de nuestro gremio les protegen. Hoy Jane ha protegido a muchísima gente. Y nadie se lo va a agradecer. Ni siquiera yo mismo. El increíble lo lento y lo rápido que pasa el tiempo. Pensaba que el tiempo se iba a detener en el instante en el que el vampiro había clavado sus colmillos en el fino cuello de ella. Pero no fue así. Afuera de estas cuatro paredes, el tiempo sigue corriendo, como si nada de esta noche hubiera existido.
Escucho sus pasos mucho antes de escuchar su voz, que me insta a que no me gire. Debe de estar desnuda. Pero tampoco tenía intención de girarme. ¿Cómo voy a poder mirarla? Debía de haberla protegido, por muy preparada que esté o creyésemos que estaba. Oigo como abre los cajones de los armarios hasta dar con alguna prenda que le sirva de pijama. Ella se llevó todo cuando se marchó, al igual que Adaline. De sus labios sale mi nombre, pero ya no lo siento mío. No lo siento igual que antes, cuando me nombraba porque no sabía que decir. Suena distinto. A miles de kilómetros, como si estuviese en otro idioma. Está loca si cree que voy a dejarla dormir en el sofá, pero le dejo que lo crea por unos segundos. Si la cojo ahora, se pondrá a patalear y podríamos tener problemas. Mejor cuando esté adormilada.
La escucho bajar las escaleras y entonces me muevo. Me aparto de la ventana y recojo su ropa sucia. No se lo va a volver a poner. Al menos, no en mi presencia. Lanzo todo por la ventana y después la cierro. Mañana ya le daré algo para con lo que vestirse. Enciendo un par de velas aromáticas que tengo sobre la mesilla y deshago la cama. El recuerdo de la noche en la que dormimos juntos me viene a la mente y sonrío melancólico. Nunca más. Fue una de las mejores noches para mí, mucho antes de toda esta tormenta. Cuadro los hombros antes de bajar la escalera y enfrentarme a ella.
Está en el sofá, tapada hasta arriba con una manta y con Gato cerca de ella. Siempre me abandonan a mí pero no a él. Es el único Lutz con suerte. Me quedo en el umbral de la puerta con los brazos cruzados. -Debes de ser una necia si crees que vas a dormir aquí.- Mis palabras suenan neutras, sin un ánimo de emoción, sin malicia, sin tono de broma. Nada. Le hablo como se le hablo a un desconocido. Camino hasta el borde del sofá y paso mis brazos por debajo del cuerpo. -Ya no huele mal.- Le informo sobre el olor de la habitación. Con la ventana abierta durante una hora y ahora las velas, debe de oler a lavanda. Miro a Gato, quien me mira con los ojos entrecerrados. -Duerme con ella si quieres.- Sé que a veces dormían juntos en el pasado, así que le permito subir.
No me importa que se queje, que me grite, que intente golpearme o que me insulte mientras subimos las escaleras, se que lo hace porque es una orgullosa, porque no quiere estar aquí y mucho menos estar conmigo, pero el sofá no es un lugar adecuado para dormir tras una herida tan grave. La dejo tumbada sobre la cama y la arropo, para que no tenga frío. Me siento en un sillón al lado de la cama y la observo. Está más pálida de lo normal, sus ojeras están más moradas y sus labios han perdido el color rosáceo que le caracteriza. Dejo escapar un suspiro largo y apoyo los codos en mis rodillas. -Tenemos que hablar.- No se de que tenemos que hablar, pero sé que no quiero que sea mañana y se marche sin haberlo hecho. No podría vivir más.
Escucho sus pasos mucho antes de escuchar su voz, que me insta a que no me gire. Debe de estar desnuda. Pero tampoco tenía intención de girarme. ¿Cómo voy a poder mirarla? Debía de haberla protegido, por muy preparada que esté o creyésemos que estaba. Oigo como abre los cajones de los armarios hasta dar con alguna prenda que le sirva de pijama. Ella se llevó todo cuando se marchó, al igual que Adaline. De sus labios sale mi nombre, pero ya no lo siento mío. No lo siento igual que antes, cuando me nombraba porque no sabía que decir. Suena distinto. A miles de kilómetros, como si estuviese en otro idioma. Está loca si cree que voy a dejarla dormir en el sofá, pero le dejo que lo crea por unos segundos. Si la cojo ahora, se pondrá a patalear y podríamos tener problemas. Mejor cuando esté adormilada.
La escucho bajar las escaleras y entonces me muevo. Me aparto de la ventana y recojo su ropa sucia. No se lo va a volver a poner. Al menos, no en mi presencia. Lanzo todo por la ventana y después la cierro. Mañana ya le daré algo para con lo que vestirse. Enciendo un par de velas aromáticas que tengo sobre la mesilla y deshago la cama. El recuerdo de la noche en la que dormimos juntos me viene a la mente y sonrío melancólico. Nunca más. Fue una de las mejores noches para mí, mucho antes de toda esta tormenta. Cuadro los hombros antes de bajar la escalera y enfrentarme a ella.
Está en el sofá, tapada hasta arriba con una manta y con Gato cerca de ella. Siempre me abandonan a mí pero no a él. Es el único Lutz con suerte. Me quedo en el umbral de la puerta con los brazos cruzados. -Debes de ser una necia si crees que vas a dormir aquí.- Mis palabras suenan neutras, sin un ánimo de emoción, sin malicia, sin tono de broma. Nada. Le hablo como se le hablo a un desconocido. Camino hasta el borde del sofá y paso mis brazos por debajo del cuerpo. -Ya no huele mal.- Le informo sobre el olor de la habitación. Con la ventana abierta durante una hora y ahora las velas, debe de oler a lavanda. Miro a Gato, quien me mira con los ojos entrecerrados. -Duerme con ella si quieres.- Sé que a veces dormían juntos en el pasado, así que le permito subir.
No me importa que se queje, que me grite, que intente golpearme o que me insulte mientras subimos las escaleras, se que lo hace porque es una orgullosa, porque no quiere estar aquí y mucho menos estar conmigo, pero el sofá no es un lugar adecuado para dormir tras una herida tan grave. La dejo tumbada sobre la cama y la arropo, para que no tenga frío. Me siento en un sillón al lado de la cama y la observo. Está más pálida de lo normal, sus ojeras están más moradas y sus labios han perdido el color rosáceo que le caracteriza. Dejo escapar un suspiro largo y apoyo los codos en mis rodillas. -Tenemos que hablar.- No se de que tenemos que hablar, pero sé que no quiero que sea mañana y se marche sin haberlo hecho. No podría vivir más.
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Re: Dead love couldn't go no further || Gael Luzt
Herida o no, tampoco podría haberme resistido. Pienso en el esfuerzo que he tenido que hacer para lograr bajar las escaleras ahora que las estamos subiendo de nuevo, mi ceño se frunce y la mueca de dolor no puede disimularse fácilmente. Gael aún viste sus ropas de gala y un manto desconocido sobre él, jamás lo había contemplado tan desprovisto de vida. Guardo silencio mientras me sitúa sobre las sabanas mientras me digo que podría haberme dejado en la que fue mi habitación, que no tiene porqué extender más la angustia. La manta pronto comienza a ofrecerme el calor que me fue arrebatado y aunque no consigo encontrar la postura para poder dejarme llevar por el descanso, comienzo a sentir los dedos de Morfeo en mi mente. Por un momento el pánico me envuelve, quizás cerrar los ojos signifique no volver a despertar, tal vez estoy muriendo y ninguno nos hemos dado cuenta. Me muerdo el labio concentrándome por mantener los párpados cerrados, fingiendo que no escucho su respiración, que no sé que sigue a mi lado. Cuando su voz vuelve a hacerse notar tardo largos instantes en responder, luchando entre el sueño y la realidad.
-¿Qué esperas escuchar?-susurro, tan bajo que quizás no me haya oído, ojalá no me haya oído-Podría contarte qué se siente con el cuello desgarrado, disculparme por haber fallado o culparte por haber aparecido-solo pronunciar las palabras me calcina la voz. Debería guardar silencio-Dime que es lo que quieres oír-la luz de las velas no es suficiente para poder observarlo con claridad, las sombras se arremolinan sobre él y sus pupilas parecen perderse para siempre. No puedo evitar la culpa que me invade por muchos intentos por mantenerme firme. Sus secretos. Los míos. Demasiadas mentiras para digerirlas todas juntas. Ya no sé cómo quiero que me llamen, cómo espero que me miren. Siento la piel arder y cómo la prenda que llevo puesta comienza a humedecerse debido a sudor frío que impregna mi cuerpo, si embargo compruebo que estoy temblando-Ya está todo dicho, Gael. Algunas heridas solo se curan con tiempo.
-¿Qué esperas escuchar?-susurro, tan bajo que quizás no me haya oído, ojalá no me haya oído-Podría contarte qué se siente con el cuello desgarrado, disculparme por haber fallado o culparte por haber aparecido-solo pronunciar las palabras me calcina la voz. Debería guardar silencio-Dime que es lo que quieres oír-la luz de las velas no es suficiente para poder observarlo con claridad, las sombras se arremolinan sobre él y sus pupilas parecen perderse para siempre. No puedo evitar la culpa que me invade por muchos intentos por mantenerme firme. Sus secretos. Los míos. Demasiadas mentiras para digerirlas todas juntas. Ya no sé cómo quiero que me llamen, cómo espero que me miren. Siento la piel arder y cómo la prenda que llevo puesta comienza a humedecerse debido a sudor frío que impregna mi cuerpo, si embargo compruebo que estoy temblando-Ya está todo dicho, Gael. Algunas heridas solo se curan con tiempo.
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Re: Dead love couldn't go no further || Gael Luzt
Su respuesta se hace esperar. Está luchando contra el cálido manto de los sueños. Yo espero, aparentemente tranquilo y taciturno, con una paciencia que no tengo, no al menos en lo que es relacionado con ella. Sus labios se entre abren y comienza a hablar, pero sus palabras están tan vacías que es como si no hubiera dicho nada. Paso una de mis manos por el pelo, nervioso. Ahora soy yo quien ensucia el aire de la habitación con el olor a sangre. No me había percatado de ello antes. Me levanto del sofá mientras ella sigue hablando, diciendo nada. Voy desabrochándome la camisa lentamente, hasta que termino por tirarla en el pasillo, así como los zapatos, los calcetines y los pantalones. Vuelvo a entrar semi desnudo a la habitación y me coloco unos pequeños pantalones cortos, que me llegan hasta las rodillas. Hace demasiado calor aquí, pese a que ella está temblando.
Las pequeñas motas de luz que despliegan las velas no son suficientes, pero sí lo bastante como para que pueda ver el leve brillo en sus ojos. Me siento en el sillón donde segundos antes había estado y la miro. -Se que se siente cuando te muerde un vampiro. Tú me salvaste en la Laguna ¿Recuerdas? Me trajiste a casa como pudiste y dormimos en el sofá.- Argumento, no es aquel incidente de lo que quiero hablar. Quiero sumergirme en ella, nadar en ella y conocer mayores secretos y que ella conozca los míos. Quizá no es la noche más acertada, pero es la última. Lo noto en cada poro de mi piel.
Acerco el sillón lo suficiente como para que mis rodillas choquen contra el borde de la cama y acaricio su mano con las mías. El contacto me relaja un poco, haciendo que mis hombros y los músculos de la espalda se destensen. -Hay heridas que ni el tiempo puede curar, Jane. Y no quiero que lo nuestro se convierta en una herida sin curar. Ni siquiera quiero que sea una herida. - Humedezco mis labios con la lengua levemente. -No hagas de esta noche la última. Sé que debería dejarte marchar, sé que estás en tu derecho de hacerlo. Pero no puedo, Jane. Eso me convierte en un egoísta y lo acepto.- Aprieto su mano un poco más fuerte. -Hoy no he actuado bien. Quizá si no me hubiera entrometido entre tú y tu futuro esposo, esto no hubiera pasado, ha sido todo culpa mía. Pero... Lo significas todo para mí. - Mi voz comienza a temblar levemente. -Pensaba que hoy ibas a morir. Y si ese vampiro te llega a matar, hubiera dejado que también me matase a mí. - Le muestro la poca alma que me queda, para que intente entenderme, pero no sé si me está escuchando. Ojalá que sí.
Las pequeñas motas de luz que despliegan las velas no son suficientes, pero sí lo bastante como para que pueda ver el leve brillo en sus ojos. Me siento en el sillón donde segundos antes había estado y la miro. -Se que se siente cuando te muerde un vampiro. Tú me salvaste en la Laguna ¿Recuerdas? Me trajiste a casa como pudiste y dormimos en el sofá.- Argumento, no es aquel incidente de lo que quiero hablar. Quiero sumergirme en ella, nadar en ella y conocer mayores secretos y que ella conozca los míos. Quizá no es la noche más acertada, pero es la última. Lo noto en cada poro de mi piel.
Acerco el sillón lo suficiente como para que mis rodillas choquen contra el borde de la cama y acaricio su mano con las mías. El contacto me relaja un poco, haciendo que mis hombros y los músculos de la espalda se destensen. -Hay heridas que ni el tiempo puede curar, Jane. Y no quiero que lo nuestro se convierta en una herida sin curar. Ni siquiera quiero que sea una herida. - Humedezco mis labios con la lengua levemente. -No hagas de esta noche la última. Sé que debería dejarte marchar, sé que estás en tu derecho de hacerlo. Pero no puedo, Jane. Eso me convierte en un egoísta y lo acepto.- Aprieto su mano un poco más fuerte. -Hoy no he actuado bien. Quizá si no me hubiera entrometido entre tú y tu futuro esposo, esto no hubiera pasado, ha sido todo culpa mía. Pero... Lo significas todo para mí. - Mi voz comienza a temblar levemente. -Pensaba que hoy ibas a morir. Y si ese vampiro te llega a matar, hubiera dejado que también me matase a mí. - Le muestro la poca alma que me queda, para que intente entenderme, pero no sé si me está escuchando. Ojalá que sí.
Gael Lutz- Cazador Clase Media
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Localización : Detrás de ti
Re: Dead love couldn't go no further || Gael Luzt
Siento la fuerza muda en cada una de sus palabras, y quizás eso es lo que me mantiene aún en la consciencia. Debería desprenderme y olvidar todo cuanto me rodea, dejar a Gael atrás, muy hondo en el pasado, pero sé de primera mano que los recuerdos siempre vuelven y su nombre es demasiado inmenso para enterrarlo. Observo cada uno de sus actos, cómo va y viene, la forma frustrada en la que se desprende de su ropa, y descubro que tengo miedo. Miedo de perder la línea de su espalda a contraluz, perder las ganas de recolocar la maraña que tiene por cabello, de olvidar sus gestos.
Estoy tan cansada de luchar.
Recordar aquella noche en la Laguna me deja casi sin aliento, tantos meses, años, siglos atrás. Gael pudo haber perdido la vida, ni siquiera recuerdo el rostro de aquel vampiro, solo tengo grabado en la memoria el tono pálido en la piel de Gael, la sangre y el temblor, su respiración desvaneciendose como lo hace la mía ahora. Aquella noche le susurré un te quiero mientras dormía, de manera tan cobarde que aún me atraganto al pensarlo.
Vuelve a mi lado y sujeta mi mano, no sé en qué momento tener a un hombre semidesnudo frente a mi se conviertió en algo normal, sin duda una situación inaudita tratándose de una mujer en edad de casarse y un hombre sin compromiso. Suspiro en acto reflejo, como si el simple roce me diese la calma, hundo medio rostro bajo el calor de la manta y simplemente lo observo. No sé qué más puedo decir para apartarlo de mi lado. Gael se empeña en aferrarse, en no dejarme. Por suerte. Por desgracia.
Sabe que me llamo Astrid, pero sigue llamando a Jane. Sé que soy las dos personas y sin embargo sólo soy una frente a él. Me siento tan dividida, tan rota, que todo duele. A penas puedo prestar atención plena en sus palabras, entre las sábanas todo mi cuerpo tiembla y desprende sudor, el ardor en la garganta no hace más que aumentar. ¿Cómo es que se convierten los vampiros? Debo morir para que ocurra, eso lo tengo claro. ¿Estoy muriendo? Se escapa algún jadeo de mis labios, siento mi propia respiración quemando mi lengua. Tengo tanto frío. No puede estar diciendo todo eso, no puede ser tan egoísta de poner el peso de su vide sobre mí. Si yo muero, si yo caigo, él debe seguir adelante. Al menos, eso es lo que me gustaría poder decirle, sin aceptar si quiera que yo haría lo mismo por él. No sé en qué momento nuestras manos se han soltado, quizás sea el hecho de que no puedo dejar de moverme por la quemazón, pero vuelvo a posar una de mano ardiende sobre la suya, el sudor impregnando mi frente, la venda de mi cuello empapada. Me incorporo como puedo y de repente la manta parece pesar una tonelada, no recuerdo la última vez que me sentí tan débil.
-Quizás, lo único que nos diferencia de los demás... es que siempre le... siempre le pedimos más a las puestas de sol-susurro entrecortada, mi voz completamente ajena. Casi puedo escuchar al Gael que conocí por primera vez diciendo estas mismas palabras. Poso mis manos sobre su rostro magullado, demacrado, casi desconocido. Debería parar ahora, debería ser firme en mi decisión-Dime, Gael-mi frente contra la suya-¿Nos nublamos o nos hacemos sol?
Mi boca sobre la suya rompen años de soledad. Lento, muy lento, acaricio sus labios con los míos encontrando todo aquello que esperaba descubrir. Son ásperos y suaves al mismo tiempo, me limito a respirarlo, sentirlo y abrazarlo con el simple roce de nuestros labios en este casi beso que nos tiene presos.
-Deberías dejarme volar-susurro, tan frágil que podría coserme las palabras en la punta de los dedos. El temblor de mi cuerpo no se detiene y, de no ser porque me sujeto en su rostro, podría caer en cualquier momento. Termino por romper esta duda entre nosotros y fundir mis labios con los suyos, desesperada y anhelante. Tan Jane. Tan Astrid. Tan suya.
Estoy tan cansada de luchar.
Recordar aquella noche en la Laguna me deja casi sin aliento, tantos meses, años, siglos atrás. Gael pudo haber perdido la vida, ni siquiera recuerdo el rostro de aquel vampiro, solo tengo grabado en la memoria el tono pálido en la piel de Gael, la sangre y el temblor, su respiración desvaneciendose como lo hace la mía ahora. Aquella noche le susurré un te quiero mientras dormía, de manera tan cobarde que aún me atraganto al pensarlo.
Vuelve a mi lado y sujeta mi mano, no sé en qué momento tener a un hombre semidesnudo frente a mi se conviertió en algo normal, sin duda una situación inaudita tratándose de una mujer en edad de casarse y un hombre sin compromiso. Suspiro en acto reflejo, como si el simple roce me diese la calma, hundo medio rostro bajo el calor de la manta y simplemente lo observo. No sé qué más puedo decir para apartarlo de mi lado. Gael se empeña en aferrarse, en no dejarme. Por suerte. Por desgracia.
Sabe que me llamo Astrid, pero sigue llamando a Jane. Sé que soy las dos personas y sin embargo sólo soy una frente a él. Me siento tan dividida, tan rota, que todo duele. A penas puedo prestar atención plena en sus palabras, entre las sábanas todo mi cuerpo tiembla y desprende sudor, el ardor en la garganta no hace más que aumentar. ¿Cómo es que se convierten los vampiros? Debo morir para que ocurra, eso lo tengo claro. ¿Estoy muriendo? Se escapa algún jadeo de mis labios, siento mi propia respiración quemando mi lengua. Tengo tanto frío. No puede estar diciendo todo eso, no puede ser tan egoísta de poner el peso de su vide sobre mí. Si yo muero, si yo caigo, él debe seguir adelante. Al menos, eso es lo que me gustaría poder decirle, sin aceptar si quiera que yo haría lo mismo por él. No sé en qué momento nuestras manos se han soltado, quizás sea el hecho de que no puedo dejar de moverme por la quemazón, pero vuelvo a posar una de mano ardiende sobre la suya, el sudor impregnando mi frente, la venda de mi cuello empapada. Me incorporo como puedo y de repente la manta parece pesar una tonelada, no recuerdo la última vez que me sentí tan débil.
-Quizás, lo único que nos diferencia de los demás... es que siempre le... siempre le pedimos más a las puestas de sol-susurro entrecortada, mi voz completamente ajena. Casi puedo escuchar al Gael que conocí por primera vez diciendo estas mismas palabras. Poso mis manos sobre su rostro magullado, demacrado, casi desconocido. Debería parar ahora, debería ser firme en mi decisión-Dime, Gael-mi frente contra la suya-¿Nos nublamos o nos hacemos sol?
Mi boca sobre la suya rompen años de soledad. Lento, muy lento, acaricio sus labios con los míos encontrando todo aquello que esperaba descubrir. Son ásperos y suaves al mismo tiempo, me limito a respirarlo, sentirlo y abrazarlo con el simple roce de nuestros labios en este casi beso que nos tiene presos.
-Deberías dejarme volar-susurro, tan frágil que podría coserme las palabras en la punta de los dedos. El temblor de mi cuerpo no se detiene y, de no ser porque me sujeto en su rostro, podría caer en cualquier momento. Termino por romper esta duda entre nosotros y fundir mis labios con los suyos, desesperada y anhelante. Tan Jane. Tan Astrid. Tan suya.
Astrid J. Bergès- Cazador Clase Media
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Re: Dead love couldn't go no further || Gael Luzt
Su cuerpo sigue temblando, la manta es insuficiente, también lo son las velas, las ventanas cerradas. Quizá hasta yo mismo sea insuficiente para ella. Quizá, siempre lo he sido. Soy un cobarde. Le digo todo esto ahora, que ella está entre los sueños y el mundo real. Cuando está más vulnerable, más débil para no poder plantarme cara. ¿Por qué he tardado tanto en decirle como me siento con respecto a ella? ¿Por qué hay tanto miedo en estos sentimientos? Suspiro un poco cuando nuestras manos se separan. Sé la razón. La vida del cazador es peligrosa, un segundo podemos estar riendo, clavando un cuchillo sobre nuestras víctimas y al siguiente, podemos estar muertos. Es mejor no tener a nadie a quien abandonar. A nadie a quién destruir o a nadie que nos destruya. Ahora mismo, la estoy destruyendo por dentro. Puedo notarlo en la forma en la que jadea. Estoy dejando nuestras vidas en sus manos y es un peso que no se merece cargar, al menos, no ahora. ¿Por qué Gael? Ni siquiera has empezado a quererla y ya la estás destruyendo con la verdad. Ninguno de los dos puede vivir en un mundo en el que el otro no exista. Ambos lo sabemos, desde el primer día en el que nuestras miradas se cruzaron.
Alzo la mirada de nuestras manos a sus ojos. Se ha incorporado un poco. Tiene mucha más fuerza que yo cuando pasó lo de la Laguna. Está luchando contra el sueño, contra la fiebre, contra mí. Por nosotros. Sus siguientes palabras me hacen mirarla como si fuese una criatura extraña. Mi mente viaja hasta aquella noche hambrienta. Donde todo empezó, donde mi mundo empezó a cobrar sentido desde cero. Mis palabras en sus labios son tan suyas... Apoya sus manos sobre mi rostro. Un rostro que ha cambiado desde la desesperación, hasta un halo de esperanza. Quizá sí que haya un nosotros. El corazón me late demasiado rápido que estoy seguro de que ella puede escucharlo, de que es lo único que se oye en la habitación a parte de sus palabras. Nuestras frentes se juntan y puedo notar su respiración mezclándose con la mía. Siempre he querido tenerla así de cerca. Pero no pensaba que fuese en un momento así. Su pregunta me hace sonreír, con cariño, con calidez y ternura. Ella es Sol. Siempre ha sido Sol. Y seré Sol con ella.
El roce de sus labios sobre los míos hace que mis manos la envuelvan. Todo se remueve en mi interior, hasta los demonios. Deberías dejarme volar dice y sonrío de nuevo. Vamos a volar, pero lo haremos juntos si quiere. Al final, ella se rinde. Deja de luchar contra todo lo que la detiene. Sus labios se pegan a los míos y reacciono. Correspondo a su beso y casi me creo estar en un sueño. He debido de quedarme dormido en el sillón. Pero no. Esto es real. Me separo despacio, mirándola a los ojos casi con adoración. -No te imaginas cuantas veces he soñado con esto...- Susurro y me muevo del sillón, doy la vuelta a la cama y me meto dentro, al otro lado. Con mi cuerpo debe de tener más calor y dejar de temblar, si es que tiembla de frío. La envuelvo entre mis brazos y vuelvo a cubrirla con besos suaves y lentos. -Dime que esto es real. Dime que no es un sueño.- Le susurro a escasos centímetros de sus labios. No hace ni dos segundos que me he separado de ellos y ya los echo de menos.
Alzo la mirada de nuestras manos a sus ojos. Se ha incorporado un poco. Tiene mucha más fuerza que yo cuando pasó lo de la Laguna. Está luchando contra el sueño, contra la fiebre, contra mí. Por nosotros. Sus siguientes palabras me hacen mirarla como si fuese una criatura extraña. Mi mente viaja hasta aquella noche hambrienta. Donde todo empezó, donde mi mundo empezó a cobrar sentido desde cero. Mis palabras en sus labios son tan suyas... Apoya sus manos sobre mi rostro. Un rostro que ha cambiado desde la desesperación, hasta un halo de esperanza. Quizá sí que haya un nosotros. El corazón me late demasiado rápido que estoy seguro de que ella puede escucharlo, de que es lo único que se oye en la habitación a parte de sus palabras. Nuestras frentes se juntan y puedo notar su respiración mezclándose con la mía. Siempre he querido tenerla así de cerca. Pero no pensaba que fuese en un momento así. Su pregunta me hace sonreír, con cariño, con calidez y ternura. Ella es Sol. Siempre ha sido Sol. Y seré Sol con ella.
El roce de sus labios sobre los míos hace que mis manos la envuelvan. Todo se remueve en mi interior, hasta los demonios. Deberías dejarme volar dice y sonrío de nuevo. Vamos a volar, pero lo haremos juntos si quiere. Al final, ella se rinde. Deja de luchar contra todo lo que la detiene. Sus labios se pegan a los míos y reacciono. Correspondo a su beso y casi me creo estar en un sueño. He debido de quedarme dormido en el sillón. Pero no. Esto es real. Me separo despacio, mirándola a los ojos casi con adoración. -No te imaginas cuantas veces he soñado con esto...- Susurro y me muevo del sillón, doy la vuelta a la cama y me meto dentro, al otro lado. Con mi cuerpo debe de tener más calor y dejar de temblar, si es que tiembla de frío. La envuelvo entre mis brazos y vuelvo a cubrirla con besos suaves y lentos. -Dime que esto es real. Dime que no es un sueño.- Le susurro a escasos centímetros de sus labios. No hace ni dos segundos que me he separado de ellos y ya los echo de menos.
Gael Lutz- Cazador Clase Media
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