Dead Inside || Gael Lutz

On the outside you're ablaze and alive
But you're dead inside

Media noche hambrienta.

Camino con mi sombra lamiendo los adoquines y el eco de mis pasos marcando el compás. Sé que está aquí, sé que me observa e, irónicamente, yo sigo a otra presa.
Los rumores de desapariciones en la Rue des Rosiers no han hecho más que incrementar en las últimas tres semanas y esto atrae a los más curiosos, incluida yo. Avanzo con el borde de mi abrigo casi rozando el húmedo suelo, mis ojos buscan, mis sentidos alerta. Ahí está. La figura sale del callejón más próximo a mi izquierda y sigue su camino calle abajo sin mirar atrás. Casi puedo oler el repugnante olor a sangre en su aliento. Cuando paso frente al callejón la oscuridad mantiene el cuerpo inerte oculto, probablemente de mujer, pero un río de sangre se escapa de las sombras hasta mis pies.

Solo he avanzado dos metros cuando me dejo caer sin gracia y de mi monedero se escapan las pocas monedas que llevo, que repiquetean en el suelo. Con un lastimero quejido quedo a la espera de un rescate que tarda en llegar, delante de mi parece que la bestia se debate. Con movimientos lentos comienzo a recoger mis pertenencias.

-Disculpe, Mademoiselle- se acerca a mi - ¿se encuentra bien?

Me tomo un momento para saborear lo que vendrá a continuación, Caperucita ha cazado al Lobo Feroz. Su voz es un pozo de entonación grave, su mano tiembla ante el ansia y, cuando nuestros ojos se cruzan, el brillo que desprenden es inhumano. Dos presas en una noche, vaya suerte para él.

-Me temo que no Monsieur- hago ademán de levantarme pero tragicamente me es imposible-Creo que me he torcido el tobillo.

Casi puedo notar cómo se contiene para no relamerse. Mientras, yo procuro mantener la calma y una respiración pasiva ya que, pese a haber vivido este deja vú antes, siempre estoy al borde de perder el control de mi misma.

-Oh, permítame ayudarla- me tiende su mano. Una vez me incorporo en sus labios se dibuja una sonrisa que nada tiene que ver con un gesto amable, es la mueca de la muerte y yo, sin dudarlo, le correspondo-Qué gran noche- celebra, su mano es una garra que aferra mi muñeca.

-Tiene usted razón- y con estas palabras, mi sentencia.

Para cuando se quiere dar cuenta, la bala ya ha atravesado su pecho y una nube de plomo nos envuelve. El gemido gutural que sale de su garganta me deja sorda los mismo segundos que tardo en zafarme de su agarre. La sangre brota de mi brazo y eso, pese a estar herido, lo hace volverse loco de sed, una rabia descontrolada lo mantiene vivo. Yo contengo un grito frustrado. He fallado, lo tenía a menos de veinte centímetros de mi y he fallado.

-Asquerosssa..matarrrte...- balbucea, mientras se mueve hacia mi con una rapidez inesperada después de la herida que, si bien no ha atravesado el corazón, estoy segura que lo ha rozado.

Lanzo una de las tres dagas que llevo bajo mi abrigo y acierto en la garganta agradeciendo no tener que escuchar sus delirios. Él arranca de su cuello el arma al tiempo que yo disparo de nuevo. La balas de plata son un bien muy preciado y escasean las de verdad, debo ser precisa. La bestia se lanza sobre mi en un ataque mortal y yo exprimo hasta el último segundo para dar con el momento adecuado. Mi dedo aprieta el gatillo y la bala lo atraviesa en el aire. Durante un instante efímero se detiene el tiempo, com si éste estuviese debatiendo quién ganará o perderá esta vez. Entonces su cuerpo cae seco sobre el mío y algo en mi se apaga. Poco dura el sabor de la victoria, presa del pánico, comienzo retorcerme debajo, la herida abierta de su garganta gotea sobre mi frente. Intento respirar con calma y centrarme, solo entonces soy capaz de librarme la trampa de carne.

Alguien se aproxima y en mi interior sé que tarde o temprano aparecería, su sombra lleva siguiendo a la mía toda la noche. Me pongo en pie jadeando, arma en mano, y me giro ante el recién llegado.

Esta es la noche en la que todos vienen a morir.

¿Cuántas piezas puede tener un puzzle? Depende del grado de dificultad que busques. Hay de dos piezas, de cuatro hasta llegar a piezas tan pequeñas que parece imposible juntarlas todas. Ese es mi caso. Tengo en mi interior tantas piezas que incluso yo creo que es imposible unirlas todas y que quede algo perfecto, único, frágil que en cualquier momento se puede destrozar por un golpe, pero de repente, hoy, ha aparecido la mujer que tengo delante y ha ido uniendo alguna de las piezas que me conforman al igual que yo he hecho con su propio puzzle interior. Ambos somos algo más libres de lo que éramos hasta esta noche y algo más esclavos.

¿Pasar desapercibida? A veces es lo mejor, así puedes observar todo desde la distancia, sin que nadie se percate de tu presencia. La miro con una sonrisa —Es un beneficio el pasar desapercibida.— Acaricio un mecho de su pelo y lo suelto al instante. ¿Dónde estaba su tío? Tengo muchas preguntas que hacerle sobre él, sobre ella, sobre nosotros... Pero eso tendrá que ser otro día. Miro su cara, sus ojos y sonrío, está igual de cansada que yo, al parecer, esta noche ha llegado a su fin. El fin de un principio juntos.

Sol. Si ella quiere ser Sol lo será, aunque yo mismo tenga que quemarme en su fuego por hacerla brillar, por enseñarle quién verdaderamente es. Lo he prometido y así lo haré, pase lo que pase. Gato sube a su regazo y me recuesto en el sofá, dejando que el cansancio de todo el día llegue a mi cuerpo, volviendo mis párpados pesados, pero aún no quiero dormir, hay una cosa que le quiero decir antes de que ambos nos quedemos dormidos aquí mismo, pero ella se me adelante medio dormida apoyada en mi hombro. El calor y el crepitar de la chimenea no ayudan a que nos despejemos, pero ya es tarde, así que simplemente hay que dejarse llevar al mundo de los sueños. Sonrío al escucharla, ya dormida. —Tu también tienes ese poder sobre mí... Jane.— Beso su sien con cariño, como se besa a algo demasiado valioso para evitar romperlo.

Me espero unos instantes, luchando contra mi propio cuerpo, el cual grita por una cama mullida en la que tumbarme y dormir, pero primero quiero comprobar que está dormida del todo. La muevo levemente y me cercioro que efectivamente, está dormida tan profundamente que no se va a enterar si la muevo, si le hablo o si le bailo. —Pronto comenzará todo Jane, pero no será un camino de rosas, habrá caídas y palos, pero hay que ganar... Ganaremos. Somos ganadores.—

Me levanto del sofá con cuidado para no molestarla, la cojo en brazos tras apartar a Gato de su regazo y la subo a la habitación de arriba, a la de invitados. Aquí podrá dormir esta noche y todas las que quiera. La dejo despacio en la cama y le tapo con una de las mantas para que no pase frío. Me arrodillo al borde de la cama y la contemplo dormir. Está dormida y se ve tan feliz... Esta noche ninguno de los dos tendrá pesadillas. Acaricio su cara con la yema de los dedos y sonrío, antes de salir de la habitación y dirigirme a la mía. —Buenas noches, pajarito.—