AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La piedra angular (Edmond, Dabria, Scorpius y Graco) (Los "Eternos" C. de Le due maschere della notte)
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La piedra angular (Edmond, Dabria, Scorpius y Graco) (Los "Eternos" C. de Le due maschere della notte)
Una carta le había llegado hasta la ventana de su habitación en la mansión Severaux una fría madrugada de un fin de semana completamente ordinario. Darkness y Montserrat habían salido como cada noche a cazar y tener un espacio para los dos puesto que su privacia parecía mermada por su presencia una vez que se instaló en aquella fortaleza, sin embargo nadie parecía recordare nada al respecto, el vampiro parecía un poco menos hostil con él que con cualquier otro extraño y la mujer parecía quererlo y aceptarlo casi como a un hijo. Había noches que ella regresaba temprano para charlar con él o jugar ajedrez, Aramis le había enseñado y además le había dado un par de consejos para que su debilidad visual no fuera un problema en el momento de una buena y desafiante partida que a veces resultaba reñida ya que Darkness ayudaba a Montserrat con ahínco para obtener la victoria de manera “limpia”.
Él sabía que esta noche no sería así y por tanto debía ocuparse de la extraña correspondencia, un sobre amarillento, sellado con cera roja y una calavera en el centro reposaba en sus manos temblorosas y lucía ante sus ojos rebosantes de una extraña luz que a veces reflejaba ausentismo y en otras tantas un análisis interno de lo que veía, estudiaba o repasaba en su interior en profundo silencio.
En la parte delantera de la carta decía con una letra cablegráficamente perfecta << Para el mago Aramis Severaux. URGENTE.>> “Mago”, volvió a releer más de tres veces seguidas, aún le sonaba extraño aquel termino, en ese entonces o al menos cuando estuvo con Severian y la Orden se le había ordenado reprimir sus poderes de manera contundente, el pequeño aún no entendía porque tanto alboroto, él consideraba que tenía perfecto dominio para su edad y sobre todo conocimiento de varios libros que encontró en la biblioteca de inquisidores y también en la extensa colección de tomos con que contaba el castillo donde ahora residía.
Volvió a la carta y casi como un rayo tocando tierra, una idea le cruzó por la cabeza instantáneamente… ¿Quien más sabía de su magia a parte de Montserrat, Darkness, Severian, Lot y la Orden?, bajo ninguna circunstancia asumió que la correspondencia fuera de alguno de ellos, por el contrario llevaba semanas o meses, no lo sabía bien sin que volviera a cruzar una palabra con sus antiguos amos, aquella alerta le hizo fruncir el entrecejo y recluirse en si mismo, observando a la ventana con un deje de reflexión y análisis para atar cabos. Recuerdo tras recuerdo fueron repasándose en su mente sin dar mucho tiempo en encontrar una posible respuesta: “Cetanu Vasili”. Ese nombre lo escuchó la última vez que estuvo en el Vaticano y el día que se organizó una reunión en los aposentos de su salvador, recordándolo se estremeció y tiro el sobre sin siquiera abrirlo - “Ignis”- susurró e inmediatamente el papel empezó a arder hasta volverse en cenizas. Suspiro aliviado y dió por exterminada a la amenaza, tenía que informarle a Severaux en cuanto regresará.
Tan pronto dió la vuelta para llegar a su escritorio y tomar el libro que en esos meses estudiaba, un pequeño estallido a sus espaldas lo hizo girar sobre sus talones rápidamente, el sobre estaba allí tirado y completamente integro, el membrete por su parte en vez de decir el nombre del pequeño hechicero, solo decía una palabra entre signos de exclamación “¡Léeme!”— Aramis contrariado. volteo hacia todas direcciones, en su habitación no había nadie de quien pudiera distinguir su aura, la cual no solo percibía sino que también las veía a su voluntad sobre las cabezas de otros. El hechicero levanto la carta regenerada con mucho cuidado, consciente de que había sido hechizada por otro igual. Rompió el sello y tragando saliva leyó en voz alta:
—“QUERIDO ARAMIS:
Somos Edmond y Dabria Destler, quizás (y es lo más probable) que tu no nos conozcas, nuestro padre no ha querido llevarnos a las reuniones que ha tenido con el tuyo, pero sabemos que la vida de ellos y de la Orden peligra, al menos nosotros no queremos que ellos mueran y se que tu tampoco porque lo he visto en mis sueños (El que escribe es Edmond y la que dicta es Dabria, así que ella es la de los poderes extraños) y pensamos que quizás te gustaría ayudarnos a cooperar con algún plan que ideemos esta noche para enfrentar a los “Eternos” que podamos.
Yo soy hechicera y sé que tu también… Edmond, bueno… él es inteligente y quizás podría ayudarnos en la parte estratégica o inventando alguna cosa, pero dos no podemos contra los malos, tres ya es un ejército.
Por ser más grande que nosotros y por tu mente aguda sé que te negarás y que es una locura y que quizás tu sabes más y has visto cosas que nosotros no y que estamos locos por querer meternos donde los adultos nos han prohibido… ¡Pero tenemos poderes y podemos usarlos para algo bueno!. Al menos no deberíamos quedarnos cruzados de brazos, viendo como nuestros padres y conocidos se arriesgan a morir mientras nosotros no hacemos nada. Debemos intentarlo (Te lo suplicamos).
Si cambias de idea, solo tienes que bajar unos momentos al jardín, estamos justo debajo de tu ventana.
Sorprendido el hechicero corrió hacia la ventana, efectivamente, ambos niños estaban frente a su casa aguardando por su presencia. Aramis leyó la nota de nuevo, reflexionando que muchas veces pensó en hacer algo como ellos planteaban pero conocía los terrenos que pisaría y desecho la idea, uno solo contra los Eternos no era suficiente. Quería ayudar eso lo tenía claro y aunque Darkness no era su padre, lo consideraba como a uno y Montserrat sin evitarlo también la quería tanto como a una madre, él tampoco quería que algo les pasará, tampoco deseaba ningún mal para Lot, quién fue por un tiempo la figura paternal más cercana que pudo obtener.
-De acuerdo- musitó el joven, bajando a toda prisa del dormitorio del ala norte del castillo Severaux -Solo será un momento, solo un momento- pensó antes de llegar a la puerta de madera con proporciones gigantescas para él - “Apertus”- señaló con el dedo y poco a poco la madera se apartó para dar pasó a la visión de dos niños frente a él, con los ojos fijos puestos en la puerta que se desplazaba sola.
Él sabía que esta noche no sería así y por tanto debía ocuparse de la extraña correspondencia, un sobre amarillento, sellado con cera roja y una calavera en el centro reposaba en sus manos temblorosas y lucía ante sus ojos rebosantes de una extraña luz que a veces reflejaba ausentismo y en otras tantas un análisis interno de lo que veía, estudiaba o repasaba en su interior en profundo silencio.
En la parte delantera de la carta decía con una letra cablegráficamente perfecta << Para el mago Aramis Severaux. URGENTE.>> “Mago”, volvió a releer más de tres veces seguidas, aún le sonaba extraño aquel termino, en ese entonces o al menos cuando estuvo con Severian y la Orden se le había ordenado reprimir sus poderes de manera contundente, el pequeño aún no entendía porque tanto alboroto, él consideraba que tenía perfecto dominio para su edad y sobre todo conocimiento de varios libros que encontró en la biblioteca de inquisidores y también en la extensa colección de tomos con que contaba el castillo donde ahora residía.
Volvió a la carta y casi como un rayo tocando tierra, una idea le cruzó por la cabeza instantáneamente… ¿Quien más sabía de su magia a parte de Montserrat, Darkness, Severian, Lot y la Orden?, bajo ninguna circunstancia asumió que la correspondencia fuera de alguno de ellos, por el contrario llevaba semanas o meses, no lo sabía bien sin que volviera a cruzar una palabra con sus antiguos amos, aquella alerta le hizo fruncir el entrecejo y recluirse en si mismo, observando a la ventana con un deje de reflexión y análisis para atar cabos. Recuerdo tras recuerdo fueron repasándose en su mente sin dar mucho tiempo en encontrar una posible respuesta: “Cetanu Vasili”. Ese nombre lo escuchó la última vez que estuvo en el Vaticano y el día que se organizó una reunión en los aposentos de su salvador, recordándolo se estremeció y tiro el sobre sin siquiera abrirlo - “Ignis”- susurró e inmediatamente el papel empezó a arder hasta volverse en cenizas. Suspiro aliviado y dió por exterminada a la amenaza, tenía que informarle a Severaux en cuanto regresará.
Tan pronto dió la vuelta para llegar a su escritorio y tomar el libro que en esos meses estudiaba, un pequeño estallido a sus espaldas lo hizo girar sobre sus talones rápidamente, el sobre estaba allí tirado y completamente integro, el membrete por su parte en vez de decir el nombre del pequeño hechicero, solo decía una palabra entre signos de exclamación “¡Léeme!”— Aramis contrariado. volteo hacia todas direcciones, en su habitación no había nadie de quien pudiera distinguir su aura, la cual no solo percibía sino que también las veía a su voluntad sobre las cabezas de otros. El hechicero levanto la carta regenerada con mucho cuidado, consciente de que había sido hechizada por otro igual. Rompió el sello y tragando saliva leyó en voz alta:
—“QUERIDO ARAMIS:
Somos Edmond y Dabria Destler, quizás (y es lo más probable) que tu no nos conozcas, nuestro padre no ha querido llevarnos a las reuniones que ha tenido con el tuyo, pero sabemos que la vida de ellos y de la Orden peligra, al menos nosotros no queremos que ellos mueran y se que tu tampoco porque lo he visto en mis sueños (El que escribe es Edmond y la que dicta es Dabria, así que ella es la de los poderes extraños) y pensamos que quizás te gustaría ayudarnos a cooperar con algún plan que ideemos esta noche para enfrentar a los “Eternos” que podamos.
Yo soy hechicera y sé que tu también… Edmond, bueno… él es inteligente y quizás podría ayudarnos en la parte estratégica o inventando alguna cosa, pero dos no podemos contra los malos, tres ya es un ejército.
Por ser más grande que nosotros y por tu mente aguda sé que te negarás y que es una locura y que quizás tu sabes más y has visto cosas que nosotros no y que estamos locos por querer meternos donde los adultos nos han prohibido… ¡Pero tenemos poderes y podemos usarlos para algo bueno!. Al menos no deberíamos quedarnos cruzados de brazos, viendo como nuestros padres y conocidos se arriesgan a morir mientras nosotros no hacemos nada. Debemos intentarlo (Te lo suplicamos).
Si cambias de idea, solo tienes que bajar unos momentos al jardín, estamos justo debajo de tu ventana.
Dabria y Edmond Destler.
Sorprendido el hechicero corrió hacia la ventana, efectivamente, ambos niños estaban frente a su casa aguardando por su presencia. Aramis leyó la nota de nuevo, reflexionando que muchas veces pensó en hacer algo como ellos planteaban pero conocía los terrenos que pisaría y desecho la idea, uno solo contra los Eternos no era suficiente. Quería ayudar eso lo tenía claro y aunque Darkness no era su padre, lo consideraba como a uno y Montserrat sin evitarlo también la quería tanto como a una madre, él tampoco quería que algo les pasará, tampoco deseaba ningún mal para Lot, quién fue por un tiempo la figura paternal más cercana que pudo obtener.
-De acuerdo- musitó el joven, bajando a toda prisa del dormitorio del ala norte del castillo Severaux -Solo será un momento, solo un momento- pensó antes de llegar a la puerta de madera con proporciones gigantescas para él - “Apertus”- señaló con el dedo y poco a poco la madera se apartó para dar pasó a la visión de dos niños frente a él, con los ojos fijos puestos en la puerta que se desplazaba sola.
Aramis Alighieri- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 20
Fecha de inscripción : 17/09/2015
Re: La piedra angular (Edmond, Dabria, Scorpius y Graco) (Los "Eternos" C. de Le due maschere della notte)
Dabria había logrado escaparse de la casa de Selena mucho antes de tan siquiera ella se diera cuenta. Corrían en dirección a donde ella había visto que estaría la residencia de Darkness Severaux, ella había visto sus pisos, ella sabía que el chico siempre se quedaba completamente solo las primeras horas del anochecer por que ambos padres eran vampiros, eran como The Phantom, como el ángel del teatro de París.
Era una niña y sin embargo pensaba como una persona más grande de edad, por un lado sabía perfectamente que el ángel se enfurecería si se llegaba a dar cuenta y ante eso no podía hacer nada más que tratar que el encuentro fuese lo más breve posible y por otro lado consideraba que su idea era demasiado buena para dejarla pasar, que ellos tres y sus respectivos talentos detendrían a los malos mucho antes que los adultos, quizás esa sería su disculpa, quizás al final el ángel y todos los involucrados les perdonarían su intrépida intromisión.
Ese quizás era el único consuelo que podía darse si acaso Edmond resultaba afectado por las consecuencias de un acto que ella invitó a realizar. No lo conocía mucho pero si algo sabía de aquel niño es que además de temeroso no le gustaba romper ninguna norma, su agradecimiento, su amor por The Phantom y hasta su misma personalidad le decían a gritos que debía tener mucho cuidado con él.
-Vamos Edmond, ¡Corre! A este paso ya debió haber leído la nota- exclamaba la niña tratando de escuchar a su hermano, tratando de cuidar su bienestar, pero hasta ella misma se sorprendió de su agilidad al correr por campo repleto de árboles y fauna del bosque en plena oscuridad de una forma ágil -¡Tenemos que llegar antes de que encuentre la forma de deshacer el hechizo!- siguieron corriendo hasta que finalmente las torres del castillo se hicieron notar con absoluta indiscreción por entre las copas de los árboles y los abetos -Bien, pues... aquí estamos, ahora... solo... debemos... ammm... esperar- se encogió de hombros cubiertos por el abrigo que alguna vez le regaló su ya fallecida tía y aguardo debajo de un árbol.
Debian ser tarde, porque el escozor de sus párpados apenas ira soportable, tenía sueño, tanto como su hermano quién se había recargado en su hombro y tranquilamente dormitaba. Dabria miró hacia la ventana donde intuía al pequeño brujo, sin embargo aún no había señas de vida por ninguna parte, hasta que con la nota en mano asomó apenas el rostro por la ventana, la niña sonrío complacida -Edmond, arriba, el bajará en un instante- comentó la niña sacudiendo el brazo fuertemente hasta que finalmente el chico se sobresaltó aunque no más que al ver las puertas abrirse.
El chico los vio con cautela y un escrutinio tal que la hechicera sentía como si la estuvieran leyendo cual libro abierto -No he venido por parte de los Eternos como ya has leído- afirmó la pequeña con su voz infantil -Solo estoy buscando ayuda para detener a Cetanu... tu eres un brujo, tu tienes a tus padres metidos en este lío tanto como nosotros-toció, sentía una clase de dolor en la garganta, una especie de ahogamiento que no la dejaba respirar en ocasiones -Además tu los conoces- volvió a toser -Ayúdanos- imploró cuando Edmond reclamó su atención -¿Que necesitas?- el niño no habló solo señalo asustado y los ojos tan abiertos como dos platos. Dabria empalideció lentamente, poco a poco hasta que al final... creyó que no era tan buena idea haber ido. Solo había una persona capaz de caminar entre las sombras sin ser detectado, solo alguien podía mover los arbustos de esa forma tan lenta... The Phantom, el ángel estricto había ido por ellos.
Era una niña y sin embargo pensaba como una persona más grande de edad, por un lado sabía perfectamente que el ángel se enfurecería si se llegaba a dar cuenta y ante eso no podía hacer nada más que tratar que el encuentro fuese lo más breve posible y por otro lado consideraba que su idea era demasiado buena para dejarla pasar, que ellos tres y sus respectivos talentos detendrían a los malos mucho antes que los adultos, quizás esa sería su disculpa, quizás al final el ángel y todos los involucrados les perdonarían su intrépida intromisión.
Ese quizás era el único consuelo que podía darse si acaso Edmond resultaba afectado por las consecuencias de un acto que ella invitó a realizar. No lo conocía mucho pero si algo sabía de aquel niño es que además de temeroso no le gustaba romper ninguna norma, su agradecimiento, su amor por The Phantom y hasta su misma personalidad le decían a gritos que debía tener mucho cuidado con él.
-Vamos Edmond, ¡Corre! A este paso ya debió haber leído la nota- exclamaba la niña tratando de escuchar a su hermano, tratando de cuidar su bienestar, pero hasta ella misma se sorprendió de su agilidad al correr por campo repleto de árboles y fauna del bosque en plena oscuridad de una forma ágil -¡Tenemos que llegar antes de que encuentre la forma de deshacer el hechizo!- siguieron corriendo hasta que finalmente las torres del castillo se hicieron notar con absoluta indiscreción por entre las copas de los árboles y los abetos -Bien, pues... aquí estamos, ahora... solo... debemos... ammm... esperar- se encogió de hombros cubiertos por el abrigo que alguna vez le regaló su ya fallecida tía y aguardo debajo de un árbol.
Debian ser tarde, porque el escozor de sus párpados apenas ira soportable, tenía sueño, tanto como su hermano quién se había recargado en su hombro y tranquilamente dormitaba. Dabria miró hacia la ventana donde intuía al pequeño brujo, sin embargo aún no había señas de vida por ninguna parte, hasta que con la nota en mano asomó apenas el rostro por la ventana, la niña sonrío complacida -Edmond, arriba, el bajará en un instante- comentó la niña sacudiendo el brazo fuertemente hasta que finalmente el chico se sobresaltó aunque no más que al ver las puertas abrirse.
El chico los vio con cautela y un escrutinio tal que la hechicera sentía como si la estuvieran leyendo cual libro abierto -No he venido por parte de los Eternos como ya has leído- afirmó la pequeña con su voz infantil -Solo estoy buscando ayuda para detener a Cetanu... tu eres un brujo, tu tienes a tus padres metidos en este lío tanto como nosotros-toció, sentía una clase de dolor en la garganta, una especie de ahogamiento que no la dejaba respirar en ocasiones -Además tu los conoces- volvió a toser -Ayúdanos- imploró cuando Edmond reclamó su atención -¿Que necesitas?- el niño no habló solo señalo asustado y los ojos tan abiertos como dos platos. Dabria empalideció lentamente, poco a poco hasta que al final... creyó que no era tan buena idea haber ido. Solo había una persona capaz de caminar entre las sombras sin ser detectado, solo alguien podía mover los arbustos de esa forma tan lenta... The Phantom, el ángel estricto había ido por ellos.
Dabria Giry- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 13
Fecha de inscripción : 27/08/2015
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