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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Bismarck Sáb Feb 06, 2016 9:27 pm

Cinco y media de la mañana. Bismarck apenas llegaba a su morada y no precisamente por estar trabajando. Había trascurrido dos semanas exactamente desde que la fiesta de compromisos se dio y que tanto el hechicero como Jeanne se conocieran por prima vez en su vida. Después de eso, todos los días, sin falta él iba a visitarla, cumplió su promesa; daban pequeños pero placenteros paseos, hablaban entre ellos, conociéndose mucho mejor y eso le gustaba mucho, conocer la vida de su pronto esposa. Pero ahora necesitaba descansar, viajar al mundo de los sueños y perderse por unas cuantas horas y como siempre: Estará como un hombre nuevo, como si no se hubiera desvelado. Deseaba estar con todos sus sentidos a la hora que acordó con ella: Las doce y media de la tarde, es cuando va a recogerla en su casa. Ayer le comentó que iban a ir a un lugar, pero no le dijo a donde, quería que fuera una sorpresa, una bonita sorpresa y claro que lo hará. Con mucho cuidado entró a la mansión, sin hacer ningún ruido de por medio, no quería que su abuela lo descubriera. Vigilando cada lugar, cada ruido comenzó a subir las escaleras después de cerrar la puerta y colocar un hechizo de protección, sin ningún contratiempo ingreso a sus aposentos, respirando de alivio. Se quitó toda esa ropa, se miró por el espejo y con los rayos de la luna llena logró verse, nuevamente regreso Bismarck el empresario hechicero y dejo que “B” el vagabundo sin fortuna durmiera, hasta nuevo aviso.

Poco a poco comenzó abrir sus parpados, los rayos del Astro Rey lo cegó por segundos, dañando sus pobres y aun adormiladas retinas, maldijo por lo bajo al darse cuenta que las cortinas estaban bien acomodadas en los laterales del marco de la ventana y también sintiendo una mirada calvada en él, rápidamente comenzó a buscar al intruso y al darse cuenta que Lizzy, su abuela se encuentra cómodamente sentada sobre el borde de la cama, con una leve y algo divertida sonrisa, se relajó pero a la vez pensó que algo planeaba su adorable viejita. Tallo sus ojos, y se estiro, escuchando como algunos de sus huesos tronaban, ¡Excelente! Siempre le ha gustado hacer eso, es lo primero que hace al despertar era su rutina mañanera; se incorporó un poco, tomando la mano de está y besando su dorso con todo el cariño que tenía hacia la persona más importante en su vida: Su abuela.

-Buenos días, nana. –Su voz se escuchaba ronca, sí, apenas despertaba. Vio que Elizabeth arqueaba una de sus canosas cejas, él, sencillamente ladeo la cabeza sin comprender del todo ese gesto. -Que nieto tan adorable, pero cariño. Ya no son buenos días, si no buenas tardes. Creo que te has levantando tarde y si no mal recuerdo, tu prometida te está esperando desde hace una hora atrás. –Al escuchas esas palabras, prácticamente el hombre saltó de la cama, todo pálido y gritando maldiciendo y si no, inventando unas nuevas perfectas para el momento. Sin decirle nada a su abuela fue directo a la sala de estar, donde el reloj más grande estaba ubicado y  pegado en la pared, al llegar subió su cabeza y con horro vio la hora: 1:15 ¿Qué coño pasó? ¿Por qué dormí tanto tiempo? pensó y volviendo a maldecir, subió las escalares de tres en tres e ingreso nuevamente a su habitación para irse directo al cuarto de baño, donde vio la tina ya llena, sabiendo perfectamente que el agua estaba helada, pero no le importo mucho, lo único que quiera hacer era llegar a la casa de Jeanne. Esta sería la primera vez que llegaría tarde a sus citas después de dos semanas saliendo, en ninguna se atrasó como hoy, él siempre era puntual, inclusive llegaba más temprano de lo habitual y eso le estaba cabreando porque llegará tarde.

No tardo tanto en la bañera. Diez minutos después estaba bañado. El agua sí que estaba fría, muy fría para su gusto, al ser temporada de inviernos su cuerpo lo resintió haciendo que la piel se erizaba en cada cubetazo que se daba y que sus extremidad se encogiera ¡mierda! gritó mentalmente y eso que era amante de las cosas heladas, esté día precisamente no estaba tolerando las cosas.
Se vistió con lo primero que vio: Camiseta azul cielo que se dejó los dos primeros botones abiertos, para después tomar un pantalón negro junto con sus zapatos del mismo color, chaleco y su usual gabardina café oscura. Estos días se quería ver un poco decente, tal vez lo hacía para impresionar a la dama Saint-Martin, sí, quería verse bien presentando para ella, hasta atractivo se quería ver. Ya cambiado bajo hacia la cocina donde tomó un canasto y echaba comida, como tales: Manzanas, uvas, mango hasta banana metió, una tarta de calabaza, hecha por las manos de su abuela y una botella de vino tinto, dos copas y utensilios, servilletas, y más cosas para comer. Esto lo ha tenido planeado desde la semana pasada, mientras arreglaba la cesto, pido que el carruaje estuviera disponible dentro de quince minutos, llegaría tarde, definitivamente este día estaba comenzando mal, pero tenía esperanzan que al verla y tenerla a su lado mejorara el día. Ahora sus pensamientos estaban en que Jeanne no pensará que le dejó plantada.

Llegó a la casa de su prometida dos horas tarde, lo dedujo por la hora que marcaba el reloj de bolsillo. Bajó del carruaje, tocó la puerta y ella abría, apenado hizo una reverencia.

-De verdad lo siento Jeanne. No logró comprender del porque he llegado tarde, bueno tal vez si, puede ser que anoche me haya acostado a las casi seis de la mañana, pero es que… estaba trabajando. –Mintió descaradamente, no precisamente estaba haciendo eso, él estaba con el papel de “B” ayudando a su prójimo y siendo un don nadie. –Y me quede dormido, de verdad lo siento, no pretendía llegar dos horas después. –Tomó su mano, besando el dorso de esta. -¿Todavía le apetece salir conmigo? –Preguntó, viéndole a sus ojos, esos ojos que le llenaba de paz y que cada vez le gustaba más.

Tal vez este matrimonio sería sincero. Su corazón abrigaba sentimientos por ella. Estas dos semanas estaba encantado con ella, deseando que estos cuatro meses pasen rápido, para tenerla con él, tanto en su vida como en su cama.

Y tal vez… tal vez “B” descansara una temporada.


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Mensaje por Jeanne M. Saint-Martin Dom Feb 07, 2016 4:02 pm

Desde el día de su compromiso, Jeanne se levantaba con otra cara cada mañana. No le importaba madrugar y hacer las tareas que le correspondían porque sabía que, antes o después a lo largo del día, saldría a pasear con su prometido. Quién lo diría, ella, la que tanto se había opuesto en silencio a aquel matrimonio, disfrutaba paseando con el hombre que la desposaría en unos meses. Aquella mañana, por lo tanto, no fue diferente.

Se levantó de un salto y se aseó para vestirse después. Bajó las escaleras dando pequeños brincos como si fuera una cabritilla. Saludó a su padre con un beso en la mejilla, extraño en ella. Esos últimos días la relación entre ambos había mejorado considerablemente, probablemente porque Jeanne sabía que dentro de poco ya no viviría con Basile.

—Jeanne, hija. Estás radiante.

Y lo estaba. Llevaba un sencillo vestido lila con encajes claros en las mangas y el corpiño. El cabello lo llevaba peinado con una elaborada trenza que entrelazaba otras más pequeñas y de distintos tipos. Siempre había sido una mujer coqueta, pero desde que tenía alguien para quien prepararse ponía mucho más esmero en el proceso. Bismarck le había asegurado que el plan que tenía preparado para ese día sería distinto a los anteriores, pero quiso mantener la sorpresa hasta el último momento. Así que no le quedó más remedio que esperar pacientemente a que dieran las doce y media.

Sentada en un sofá con los tobillos juntos y las manos entrelazadas sobre las rodillas, miraba fijamente el reloj. El minutero se movía demasiado lento para su gusto, mientras el péndulo ejercía en ella un efecto hipnótico. Tan sólo faltaban cinco minutos y ya comenzó a sentir el cosquilleo en su estómago. Tocaría la puerta en cualquier momento, estaba segura. Llegó la hora de la cita y su mirada se desvió hacia la entrada. Debía estar al caer, si, enseguida llegaría. Pasaron cinco minutos más, diez, quince, veinte… y el cosquilleo de Jeanne se convirtió en una sensación de vértigo ante el retraso tan grande que estaba teniendo Bismarck.

Se levantó y se acercó a la ventana para verle llegar. Aquello no era habitual en él y la mente de la joven comenzó a divagar sobre su paradero. No valoró en ningún momento la posibilidad de que hubiera huido despavorido de su lado. Sabía que no lo haría, se lo había prometido, ¿no? Tenía que haberle pasado algo, algo muy grave.

Una hora.

Jeanne comenzó a caminar alrededor de los muebles del salón, acomodando objetos que estaban perfectamente colocados con el único propósito de desviar su mente de la preocupación que sentía. «¿Dónde demonios estás?» Se llevó una mano al vientre. Habrá sido un atasco en las calles, algún desfile. Quizá los reyes hayan visitado algún lugar de la ciudad, siempre se armaba un gran jaleo por algo así. «Sí, será eso.»

Dos horas.

Ya no podía más. No le quedaban más cosas que recolocar en toda la casa y la puerta no había sonado aún. Había tenido que pasarle algo, definitivamente. Finalmente, cuando estaba a punto de salir directa a la comisaría, sonó la puerta. Se lanzó a abrirla como si la casa estuviera en llamas. Cuando la abrió su corazón se tranquilizó. Estaba allí y aparentemente sano.

—¡Bismarck! —exclamó aliviada —. Me tenías muy preocupada. Creí que te había pasado algo, que te habrías caído al Sena, o algo peor… —Le echó los brazos al cuello. —¿Qué clase de trabajo te tiene atareado hasta tan altas horas de la madrugada? —Deshizo el abrazo y recobró la compostura. Se había dejado llevar. —Claro que quiero salir contigo. ¿Por qué no iba a hacerlo? Deja que me ponga el abrigo. No tardaré.

Dejó la puerta abierta y entró hasta una de las habitaciones en busca de la prenda. Basile salió a saludar con un gesto educado y Jeanne pudo oír algunas palabras que le decía, pero no las entendió. Sólo quería salir otro día más.

—Ya estoy lista. Adiós, padre. —Se despidió con otro beso en la mejilla y se encaminó hacia el carruaje que esperaba en la calle. —Y bien, ¿cuál era ese plan secreto que tenías pensado para hoy? —preguntó impaciente acomodándole un par de mechones despeinados. Aunque, en realidad, le encontraba muy tierno con el pelo revuelto.
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Mensaje por Bismarck Lun Feb 08, 2016 10:11 am

Al verla ahí, reluciente, con sus mejillas sonrosadas por sabrá tú qué, aunque tal vez fue por la caminata que dio desde el lugar que estaba hasta la puerta para abrirle, se miraba hermosa, sencillamente ubicándolo en un lugar de nerviosísimos que hizo que el corazón del brujo saltara. Era la mujer más hermosa que él haya visto en su vida y eso que en su camino ha visto muchas mujeres y no precisamente por meterse entre sus piernas. Ahora, en estos momentos la única mujer que tiene en mente es a la que tiene justo enfrente. Su prometida. No podría decir que está profundamente enamorado de ella, pero siente un cariño especial, un cariño que si las cosas siguen como esta, terminaría perdidamente enamorado ¿Quién no se enamoraría de ella? Sería de locos si no. Y pronto será suya, toda de ella, su mujer. Al solo pensarlo una sonrisa traviesa aparece en su rostro, deseando que Jeanne no lo viera, sí no, lo tacharía de loco mental.  Movió un poco su cabeza, quitándose esas cosas de la cabeza, en estos momentos lo único que importaba era conocerse antes de casarse, saber todo de ellos y el matrimonio iría bien, sin contratiempos, aunque no sabía cómo ella tomaría las cosas cuando se diera cuenta que habrá varias noches que no dormiría en su morada, que hasta muy entradas de la noche llegaría; eso hablarían tal vez hoy o tal vez lo dejaría para más adelante. Sí, eso sería lo mejor, pero si sale en una plática, no lo detendría.

Y no esperaba que ella se echara a su cuello, con tanta devoción, que hasta hizo retroceder varios pasos, y cuando iba a rodear su cintura se separó rápido. Por desgracias, dijo su mente, deseosos de sentirla nuevamente junto con él, se aclaró la garganta y sonrío nervioso. -Soy Policía Militar. –Confesó, era verdad, a veces lo llamaban para hiciera turnos en la noche. No siempre él es un vagabundo, pero ha dado la fortuna que estos días no fuera llamado por su superior. –A veces hago turno de noche y me toco hacer este día. –Desvió su mirada, no quería verle y que descubra que es mentira, pero la sonrisa nunca la quito. –Y por desgracia me llamarón y no te lo dije porque sabía que me dirías que no, pero quería verte y mi sorpresa se iba a retrasar, aunque no sé si una gran sorpresa, pero para mí lo es. –Dijo. La comenzaba a conocer y eso le gustaba. Su sonrisa se alargó más cuando aceptó y espero que viniera, vio hacia la calle, personas que iban de aquí para allá, con niños saltando de alegría, y sus ojos fue directo a una pareja joven y con niños a su alrededor, por un momento imagino esa situación pero protagonizada por él, Jeanne y dos niños. Sí sería perfecto, hubiera durado lo suficiente pero la voz de Basile la distorsionó.

-Mi estimado Bismarck. –Frunció el ceño el nombrado, haciendo que el hombre riera. –Que gran sorpresa ¿no? Has estado saliendo con mi hija por dos semanas ¿Qué tienes planeado? ¿Qué se enamoré de ti? –Otra risa sínica salió de su boca. El hechicero se volvió aclarar la garganta prestando toda su atención en su pronto suegro.-Mire Señor Saint-Martin, seré lo más respetuoso con usted. Lo que quiera hacer con su hija, la verdad no le interesa. Me pido que me casara con ella ¿Correcto? Lo haré. ¿Quiere que la preñe? Lo haré, así que si hago que su hija se enamore de mi o me enamoro de Jeanne, es nuestro problema, recuerde. –Dio un paso hacia él, era un poco más alto que él, eso lo reconforta daba un poco, no se sentía una escoria a lado del hombre. –Su hija pronto será mía, me obedecerá a mí, a su esposo, usted será punto y aparte. Y callase que viene su hija y no quiero discutir enfrente de ella. –Se alejó quitando imaginariamente una pelusa de camisa, al verla, sonrió tomando su mano, para llevarla al carruaje. –Con su permiso, mi estimado Basile. –Río, yendo al carruaje y adentrados y dando órdenes que arrancara. Al estar ya en el carruaje y sin ese hombre, tomó las manos de su prometida.  -No te lo diré. –Río. –Aparte, antes de llegar te vendaré los ojos. Es sorpresa, no saldrás del carruaje hasta que lleguemos ¿De acuerdo? Y no quiero replicas, déjame mimarte. –Se acercó, poco a poco a ella y besando su frente, era un gesto que venía haciendo desde la fiesta y desde la fiesta no la había vuelto a besar. Y eso era una cosa que estaba controlando.

Tardaron alrededor de media hora en llegar y como le había dicho. Saco un pañuelo de seda y de color negro para poder vendarla. Al detenerse el carruaje le dijo que la esperara aquí, y que si descubriera que se había quitado la prenda, le iba a nalguear como una cría y aparte, el cochero la estaría vigilando para que no hiciera trampa. Bajó con el canasto que lo tenía un lado e hizo todo lo posible para que no viera. Al llegar a un lugar más o menos seguro, comenzó a colocar la manta de cuadros, verde y negra. Es la única que tenía en casa; ubico la sesta en la orilla, aún no iba sacar la comida, ya que puede a ver algunos animalillos por ahí y bueno, para que querrá un accidente imprevisto. Y en el centro un ramo de flores blancas. Todo listo para su prometida. Al tener todo preparado, fue corriendo hacia el carruaje, donde con cuidado hizo que bajara del carruaje, se colocó detrás de ella, rodeando la cintura de su pareja con sus brazos, comenzando a caminar, diciéndole que él la cuidara. El vagabundo estaba feliz, diciéndole cosas para hacerla reír. Le gustaba su risa, era angelical. Le quito el pañuelo. –Sorpresa- Dijo. Se encontraban en los campos y sembradíos, era hermoso ese lugar, todo era paz y no se escuchaba ruidos de personas simplemente el canto de los pájaros y el sonido del viento moviendo las copas de los árboles, perfectos para una recién pareja.

-¿Te ha gustado?-Preguntó, ansioso por descubrir la respuesta.




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Mensaje por Jeanne M. Saint-Martin Mar Feb 09, 2016 4:12 pm

La llevó hasta el carruaje de la mano como si fuera alguien importante. Al menos, a Jeanne le daba esa sensación, porque siempre conseguía hacerla sentir especial, como si aquel matrimonio le importara algo. Ella no había estado de acuerdo en ningún momento, ni con este ni con el anterior, pero Bismarck había conseguido que, al menos, no llorara día y noche al pensar en ello. Y la joven estaba agradecida por ello, por el simple hecho de facilitarle las cosas.

Le ayudó a subirse y no tardó en mandar que arrancaran el carruaje. El traqueteo de la calzada le hacía vibrar todo el cuerpo produciéndole cosquillas en todo el cuerpo. Se acomodó en el asiento uniendo los tobillos y llevándolos hacia un lado, dejando las piernas ladeadas. El hechicero no tardó en seguirla hasta dentro, algo que Jeanne esperaba ansiosa para que le dijera el destino de su viaje. Pero no lo hizo. Iba a replicarle, incluso llegó a mover los labios, pero no emitió sonido alguno. Simplemente suspiró y dejó que el cochero les llevara a donde fuera que fueran.

No tardaron demasiado en llegar pero a ella se le hizo eterno. Sentía una gran curiosidad por lo que tuviera planeado el hechicero. La venda de los ojos era suave y fina, pero estaba doblada de tal manera que era imposible mirar a través. Jeanne se la colocó de tal manera que no la molestase, pero no se atrevió a quitársela. Las palabras de él la asustaron un poco.

—¿Qué plan requiere de tanto misterio? —comentó intentando mirar por debajo de la prenda. Veía luz, pero nada que le desvelara lo que Bismarck hacia fuera.

Podía sentir los ojos del cochero fijos en ella y le pareció que su prometido tardaba casi más tiempo que el que habían invertido en llegar hasta allí. Finalmente sintió cómo la mano de él tiraba suavemente de la suya para incitarla a que saliera. No hizo falta mucho esfuerzo, ya que empezaba a necesitar un poco de aire fresco. Con los ojos todavía vendados no conseguía mantenerse erguida mucho tiempo seguido. El equilibrio le fallaba y daba pasos cortos para evitar tropezarse con alguna piedra. Se agarró fuertemente a la mano que Bismarck pasó por su cintura y no dejó de reír hasta que le quitó la venda. No contestó de inmediato, se había quedado sin palabras.

—Me encanta —dijo en voz baja, cubriéndose la boca con la mano. Después giró la cabeza para mirarle a los ojos. —Es perfecto.

Deseaba abrazarlo y cubrirlo de besos. Nadie antes se había molestado tanto por ella. Nadie. En vez de eso y conteniéndose demasiado, agarró su mano fuertemente hasta que consiguió tranquilizarse. Suerte que no tenía mucha fuerza, si no le habría hecho daño. Se separó de él y se acercó a la manta teniendo cuidado con el terreno. Se sentó en una esquina con las piernas hacia un lado y se estiró para alcanzar el ramo de flores. Se las llevó al rostro para poder apreciar el olor. Delicioso. Lo giró con cuidado en sus manos, hipnotizada por el movimiento de cada tallo, de cada pétalo. Las acercó al rostro de nuevo y las dejó allí, ocultando su sonrisa con las propias flores.

—Gracias —le dijo de corazón y con los ojos brillosos de la emoción.

Dejó el ramo a un lado y estiró unas arrugas casi imperceptibles de la manta. Después colocó el vestido de manera que le cubriera las piernas por completo y esperó a que Bismarck se sentara a su lado.

—¿De verdad eres policía? —le preguntó, curiosa como una niña. —Cuéntame cómo es, qué se hace allí.

Se mordió el labio inferior esperando las respuestas. Le gustaba saber cosas nuevas de él.
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Mensaje por Bismarck Mar Feb 09, 2016 7:35 pm

La alegría repentina que surgió del cuerpo del hechicero era incorregible, era maravillosa, se sentía completamente en paz en donde estaba, junto a ella y más por presenciar el estado de felicidad de su prometida, su sonrisa se enchancho más y estaba cien por ciento seguro que nadie podría borrarle hasta que sus ojos dejarla de verla, y eso, será en la noche cuando la dejara nuevamente en su casa. Contaba los días para tenerla finalmente en su morada y como su señora esposa ¡Que pasen rápido, por favor! Esas palabras se decía todos los días, de hecho, se le estaban haciendo tan largo algunos días y otros no tantos y gracias a la persona que tenía enfrente de él. Vaya que giro a dado la vida en cuestión de semanas, dos, precisamente, nunca pensó que una jovencita como ella hubiera podido hacerlo tan feliz en estos días. Ahora, sus días eran felices y resplandecientes, no tan vacíos como antes. Observó fijamente cada una de las reacciones que tuvo la dama, desde que bajo del carruaje hasta que se sentó en una posición elegante y educada, él la siguió, sentándose en sus rodillas aunque comenzaron a dolerles, así que mejor opto por una típica posición de indio, mucho mejor a su persona, parecía un viejo cuando se quejó quedito, pero bueno, solo Jeanne lo escuchó.

-¿En serio desea saber? –Vio que asintió, suspirando. –Veamos, que le puedo contar de mi profesión. –Ladeo su cabeza, y apoyando su mentón en la mano, entrecerró los ojos y pensó. - -Elegí una profesión de esa magnitud por mi bisabuelo Damián, fue un gran policía militar en su tiempo, aunque no lo conocí muy bien, pero lo que recuerdo es que siempre estaba salvando a personas o ejerciendo un puesto peligroso, me llamo la atención la verdad, desafortunadamente murió en batalla. –Al decir aquello un suspiro salió de sus labios e inmediatamente vio el cielo, despejado, hermoso. -Fue tan memorable lo que hacia él, que desde muy pequeño tuve la mentalidad de que cuando fuera grande sería tan bueno como mi bisabuelo. Me entrene, no solo eso sí. Un gran amigo de Damián me ayudo, ahora es capitán de una cuadrilla, pero bueno; hace tiempo que no lo voy a visitar, espero que este bien y sobre todo vivo, sería una mala noticia que mi mentor no esté ya. –Sonrío, pero amargadamente pero se recompuso inmediatamente, tan solo la presencia de su prometida lo ayudaba a ser un poco feliz. Aunque ella aún no dije nada. -Desde que tengo más o menos quince años, si no mal recuerdo, la verdad. Me aliste en el ejército, desde entonces, bueno, he estado ahí, tampoco diré que soy un excelente policía. Soy bueno. A decir verdad, me han herido sin fin de veces, pero nada grave, nada grave. –Aclaró, viendo un poco sorprendida a su prometida, sonriéndole cálidamente. –Mi trabajo es complicado y más lo que tengo pensando. Deseo ingresar a la gran inquisición, pronto, aún no, después de la boda. –Se acercó a ella, rozando sus dedos en la mejilla de ella, bajando hasta su cuello. –Lo único que me interesa ahorita es casarme con usted. –Sonrío, levemente.

Miró todo de ella. –Y no hay dinero de por medio, del porque deseo casarme con usted. Ya se lo dije porque. Inclino un poco su rostro hacia ella. Llevó su mano hacia la nuca de ella para atraerla hacia el. –Jeanne, pronto serás mía, toda mía –Susurro con una voz profundamente ronca, antes de juntar sus labios, rozándolos, gozando de los finos que eran, atrapo uno entre sus dientes y lo succiono para comenzar un beso lento, sin morbo alguno.


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Mensaje por Jeanne M. Saint-Martin Vie Feb 12, 2016 2:12 pm

Se cubrió la boca con una mano intentando disimular la sonrisa que le salió por la queja del hechicero. Le miró un momento antes de que comenzara su relato y después se apoyó sobre una mano, recostándose sobre ella. Cerró un momento los ojos respirando profundamente y sintiendo la brisa rozándole el rostro. Qué agradable era estar allí. Después los abrió y se le quedó mirando mientras escuchaba su historia. Vaya, parecía que él también había elegido su profesión por herencia familiar, con la diferencia de que él la había podido elegir y a ella le había tocado. No se quejaba, le gustaba trabajar en la chocolatería, pero si era cierto que, de haber tenido ocasión, quizá habría elegido alguna otra cosa. Sobre todo por su padre, la obsesión que tenía con que todo se hiciera a su manera y las ganas que tenía ella de hacerlo a la suya. Cuando se casara con Bismarck seguro que conseguía hacerle cambiar de idea, y, si ella sola no podía, seguro que lo conseguía con la ayuda de su, para entonces, esposo.

Se quedó callada durante todo el tiempo que habló el hechicero, y no fue capaz de volver a hablar hasta después de que la besara. Fue repentino y… extraño. Era la primera vez que la besaba de esa manera desde la fiesta, pero esta vez fue más profundo, como si pusiera más sentimiento. ¿O había sido cosa suya? Se dejó llevar por la mano de él, que le sujetó la nuca con suavidad y la atrajo hacia sí. El peso de su cuerpo la venció y se dejó caer hacia delante, correspondiendo al beso. Se apoyó en las manos para no caerse sobre él, pero no hizo fuerza suficiente y estos le fallaron, quedando un poco sobre el hechicero.

Se incorporó rápidamente con el rostro completamente sonrojado. ¡Qué fallo había sido aquel! Bajó la vista hasta sus rodillas y se miró las manos que tenía sobre las piernas, entrelazando los dedos con un claro nerviosismo y sin atreverse a levantar la mirada. Se olvidó de todo lo que le acababa de contar, de su profesión como policía, de su bisabuelo Damián, de sus inquietudes después de la boda… «La boda» El corazón se le desbocó del pecho. Serás mía, toda mía. Esas habían sido sus palabras, susurradas con una voz ronca que con solo recordarla se erizó el vello de su cuerpo. De pronto sintió muchas dudas y se puso más nerviosa aún. Comenzó a estirar las mangas del vestido como si quisiera arrancarlas a tiras. Poco a poco fue notando como el vestido entero le molestaba y casi le impedía respirar. La boda «y la noche de bodas» Eso le daba más miedo que cualquier otra cosa. La experiencia que tenía ella se limitaba a las noches que había compartido el lecho con su difunto esposo, que, aunque apenas fueron dos o tres veces, para ella fueron uno de los momentos de mayor sufrimiento. Ella lo rehuía siempre que podía, algo no muy difícil porque el hombre pasaba la mayor parte del tiempo ebrio, pero siempre terminaba con cargo de conciencia por eso. No estaba siendo una buena esposa, y acudía a confesión casi tanto como su esposo a la taberna.

Miró al frente tratando de serenarse. El canto de los pájaros sonaba lejano en su mente, pero consiguió encontrar un punto fijo en el que fijar la mirada y así tranquilizarse. Se mordió el labio inferior y se atrevió a mirar a Bismarck.

—Estoy bien —le tranquilizó, aunque no sabía si él se habría dado cuenta de su ataque de pánico. —Es sólo que no esperaba… eso —dijo, refiriéndose al beso.

En realidad, no esperaba que su prometido fuera tan atento con ella. Jeanne disfrutaba de su compañía y era cierto que la hacía reír, pero no sabía los sentimientos que tenía con respecto a él. Todo aquello era nuevo para ella y sentía miedo de lo que se le venía encima. ¿Podría llegar a enamorarse de él? Ella esperaba que sí, pero había tantas incógnitas por descubrir… Quería averiguar cómo sería vivir con él, pero a la vez prefería seguir con lo que ya conocía, en la zona de confort que le brindaba la casa familiar, por muy horrible que fuera.

En un intento por desviar el tema, miró detrás de Bismarck y vio la cesta de la comida. No tenía ni pizca de hambre, pero algo tenía que hacer para distraer su mente durante un poco más.

—¿Qué te parece si comemos algo? —Su voz tembló un poco, todavía nerviosa. —¿Qué hay? —Señaló la cesta con la mirada.
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Mensaje por Bismarck Miér Feb 17, 2016 8:47 am

¿Por qué la había besado en primer lugar? Cuando el hechicero junto sus labios con los de la dama, francamente nunca imaginó que ella correspondería abiertamente el acto, a decir verdad fue algo que lo sorprendió directamente, pero tampoco desaprovecharía su buena suerte del día, así que  continuo con el maravilloso beso que ahora ambos se daban. Todo había comenzado con el hecho de que Bismarck rozo sus labios con los ajenos, unos simples roces, como si fueran unos niños de apenas de diez años, pero en el justo momento que Jeanne, su prometida dio paso hacia que fuera un beso más apasionado, prendió un fuego en el interior del hombre que no iba hacer fácil apagarlo, ahora era un movimiento de labio, de rostro, fue como ir a otro mundo, una dimensión que solamente dos personas ingresaron ahí: Ella y él. No todo es de color rosado o morado o que sencillamente el momento se congelaría para que durara eternamente, no, en pocas palaras: No durará para siempre de esa forma ¿Se imagina? La dama había comenzado el movimiento y de ese modo ella misma lo termino, separándose repentinamente de los labios del brujo, en ese momento, él sintió un vacío que no lograba explicar y era algo ilógico, no esperaba sentir esas sensaciones negativas, sacudió levemente la cabeza para despejarse y después fruncir un poco su entrecejo al descubrir la expresión que tenía la mujer. Cerró por un momento sus parpados, quería calmarse, lo deseaba porque si no, le saltaría como una leona en pleno celo y de verdad no quería asustarla  y que todo lo que han estado construyendo juntos se derrumbara, se relajó, clamándose internamente.

Observó de reojo a su dama, dedicándole una sonrisa pequeña pero sincera, se había tranquilizado, aunque todavía sentía esas tremendas ganas de besarla, pero quería hacerlo despacio, como había dicho, no deseaba asustarla, pensaría que solamente pensaba en sexo, río levemente ante aquello, negando con la cabeza, ahora lo tacharía de loco, bien. Acercó una de sus grandes manos hacia ella, para tomar una delicada y pequeña mano de la mujer, quería detenerla para que no estropeara los bordes de las mangas de su bonito traje, la tomó delicadamente y entrelazando sus dedos, preguntándole si estaba bien o como se sentía, esperanzando que todo estaba bien entre ellos, era normal que un hombre y una mujer se besaran ¿no? Son pareja, aunque una pareja no deseada, ahora lo recordaba.

Solo termino asintiendo con la cabeza ante las palabras ya mencionadas, aunque quisiera hablar, nada de hubiera salido, quería pensar con claridad todo lo que estaba pasando entre ellos, suspiro un poco, negó rotundamente ante el ofrecimiento de la comida, el hambre que anteriormente tenía, mágicamente se esfumó; si en estos momentos comiera seguro que sería una pérdida de tiempo, porque pareciera que la boca del estómago se hubiera cerrado, sin más. Lo único que optó por hacer fue colocarse de rodillas enfrente de ella, poniendo dos dedos en el mentón ajeno y hacer que subiera su cabeza, para que su mirada chocara contra la de él, Bismarck mordió con levedad su labio inferior, no sabía cómo abordar lo que estaba pensando, volvió a suspira y sin más hablo:

-Está bien, si no hablas tú, hablaré yo. –Dijo, bajando un poco su mirada, viendo aquella mano entrelazada con la ajena. –Jeanne, mira, si en estos momentos le diría que me perdonara por el atrevimiento que hice, por besarla, sería una completa blasfemia, que la verdad no ciento y no quiero pedirle perdón por tomar sus labios. –Trago saliva en cada palabra que decía, estaba nervioso, la verdad que sí, se quedó en el mismo lugar para seguir hablando. -Deseaba besarla. Sí, al principio un simple e inocente roce de labios, como lo que hicimos hace dos semanas atrás, pero usted tuvo que corresponderme, le diré una cosa, usted le gustó tanto o más que la bese, si usted no lo quiere reconocer, su cuerpo sí, no le estoy diciendo todo esto para ofender su pureza o inocencia o tacharla de esas mujeres, soy un hombre pero ante todo de eso soy su prometido y su futuro esposo y no se tiene que sentir avergonzada con estos temas, en menos de cuatro meses compartiremos más que besos. –Se volvió a sentar en la misma posición que anteriormente estaba, pero en ningún momento soltó la mano al contrario tomó la otra, dando leves caricias con el dedo pulgar. -Quiero que este matrimonio sea agradable tanto para usted como para mí. –Bajó nuevamente la mirada, porque las ganas que tenía de volver a posar sus labios con los ajenos se estaba volviendo más y más grandes. -Tal vez por eso la beso, para que me conozca tanto física como mentalmente, como soy como persona pero también quiero que logré saber cómo soy como hombre, como su hombre que seré. No quiero que cuando vayamos hacer “eso”Carraspeo un poco ante lo que pensaba- No quiero que usted se siente cohibida, se sienta asustada que la pueda lastimar o sencillamente que le de asco mi presencia, mis besos o la forma que le haré mujer… -Cada palabra que decía se hacía más baja, sentía su rostro sonrojado, pero a la vez atrevido, era un hombre tímido pero a la vez directo. –Y no mire tanto a la comida, porque eso puede esperar, tenemos mucho tiempo Lady. –Se volvió acercar a ella, precisamente a su rostro, viendo que aún tenía esos labios un poco rosados e hinchados producto a su beso, le gustó, si señor, le gusto verla de esa forma. –A decir verdad, y perdone por mis vulgares palabras: Tengo hambre, pero no precisamente de comida. –Soltó, sin más.

-Ahora, nuevamente deseo besarla, deseo probar de nuevo su sabor, es algo que me gustó el mejor mangar del mundo.-Alzo una de sus cejas, tomando valor y juntar su frente con la ajena. –Quien diría que un trato con su señor padre, haría que la desearía como mujer.-Enfoco su vista en la ajena, viéndole, no sabía cómo explicar aquella mirada que le daba. –Jeanne Marie Saint-Martin, serás mi esposa, mi amiga, mi amante, mi mujer y como dije, mía, solamente mía. –Sin más y como hace minutos atrás, posó sus labios en los ajenos, haciendo prácticamente lo mismo con los labios pero ahora, haciendo que ella abriera su boca para que la caliente e humedad lengua de Bismarck entrara a la cavidad bocal ajena, como hace rato, llevo su mano hacia la nuca ajena para que no separara, y la otra en la cintura, para apegar su cuerpo, y así tener más cerca la presencia de su prometida.

Tenía una determinación, enamorar a Jeanne, antes de la boda y volverse una familia feliz



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Mensaje por Jeanne M. Saint-Martin Vie Feb 19, 2016 6:00 pm

Siguió estirando las mangas del vestido hasta que la mano de Bismarck rozó la suya. Entrelazó los dedos de ambas manos y, como por arte de magia, Jeanne dejó de juguetear con el encaje de los puños. Levantó la mirada empujada por el suave gesto del hechicero. Se había arrodillado frente a ella y la miraba con esos ojos azules tan intensos, tan serenos. Ella no sabía qué decir, pero, por suerte, él empezó a hablar.

Era imposible que Jeanne no se sintiera avergonzada con las palabras que su prometido le decía. Sus mejillas se tornaron de un rosado permanente que en momentos puntuales y cuando la conversación se volvía algo más subida de tono para ella se tornaban rojizas. Se sentía muy tonta, todo aquello era algo de lo que tarde o temprano no hablarían, no iba a hacer falta. Como había dicho Bismarck, en menos de cuatro meses compartirían algo más que besos. ¿Le había gustado? Si, era imposible negarlo. ¿Quería que la volviera a besar? Sin duda, pero ella no se sentía lo suficientemente valiente para dar el primer paso. Nunca lo había sido, siempre se había mantenido en segundo plano haciendo lo que le ordenaran y lo que sentía que debía hacer. Eso era, en parte, lo que la inquietaba de su futuro junto a él. Era tan distinto a todo lo que conocía y le habían enseñado… Tenía miedo de hacer algo incorrecto, de que sus actos lo apartaran de ella. Nunca se había sentido tan a gusto con alguien, y ese alguien iba a ser el que compartiera el resto de su vida con ella.

Todos sus actos reforzaban las palabras que le decía ahora: quería que aquello saliera bien. ¿Y quién no? Jeanne suspiró y bajó la mirada a sus manos. El hechicero las tenía agarradas con las suyas, que eran bastante más grandes que las de ella. Las apretó con suavidad y volvió a mirarle en el momento en el que unió su frente con la de ella. Le tenía tan cerca que podía sentir su aliento en el rostro y el aroma de su piel. Se mordió el labio inferior justo antes de que sus labios se unieran con los de Bismarck. Sentía un cosquilleo extraño en el vientre que se incrementó cuando se vio obligada a abrir la boca para que las lenguas de ambos comenzaran a jugar entre ellas. Dios Santo, nunca había sentido algo parecido.

Los brazos de Bismarck la acercaron hacia sí y ella, simplemente, se dejó llevar. Al principio se la notaba tensa, como si no supiera qué hacer, pero no tardó mucho tiempo en subir uno de los brazos al cuello y acercarse un poco más. Después vino el otro y terminó rodeando el cuello del hechicero con fuerza mientras seguía con aquel juego de labios. Estaba tan pegada a él que parecían que se iban a fundir.

—¿Por qué no le pides a mi padre que adelante la boda? —dijo de pronto, con la cara cerca de la de Bismarck. —A mi no creo que me escuche, pero puede que si se lo pides tú...

Fue un arrebato y lo dijo sin pensar pero sin apartarse de él. Se sentía deseada como nunca antes, querida de alguna manera, como si el hechicero la apreciara realmente.

—Es que… —Se mordió el labio inferior y bajó la mirada intentando buscar las palabras que describieran lo que sentía. —Quiero salir de allí Bismarck, quiero irme contigo, a donde sea, no me importa. No puedes hacerte una idea de lo que es vivir con él… —Apoyó su frente en la sien del hechicero y cerró los ojos. Podría quedarse así horas, horas y horas. —Puede que vivir contigo tampoco sea fácil, pero sé que va a ser mejor. Te prometo que haré todo lo mejor que pueda, que siempre voy a estar ahí para todo lo que necesites. —Posó las manos en las mejillas de su prometido, sintiendo la barbita bajo las palmas. Con los pulgares acarició los pómulos mientras miraba esos ojos del color del cielo. —Y te puedo adelantar que habrá muchas cosas que harán que me sonroje. Soy así. —Se rio. —Pero te aseguro que no voy a sentir ningún asco cuando estés conmigo. Ninguna mujer podría sentirlo.

Bajó el pulgar hasta sus labios y los acarició con suavidad. Después, simplemente acercó su rostro y le dio un pequeño beso, apenas rozando los labios con los suyos, porque algo que había dicho él le cruzó la mente como un rayo. Había hablado de la forma en que la haría mujer, pero, ella ya había pasado por eso. ¿Quizá no supiera que había dejado de ser doncella?

—Acabo de recordar algo que has dicho antes… —se calló de pronto. Unos arbustos tras ellos habían captado su atención. Jeanne miró en esa dirección y su cejó se frunció. Había algo o alguien tras aquellos arbustos. —Bismarck, creo que hay algo ahí detrás —susurró señalando los setos.
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Mensaje por Bismarck Sáb Feb 20, 2016 11:09 am

¿Ha muerto y derechito al cielo? Porque así es como en estos momentos el hechicero se siente. Que está en el paraíso, feliz, radiante podríamos decir, las dos veces que la beso, dos veces que ella corresponde gustosamente y eso le encantaba al hombre más que nada. Bismarck está completamente seguro que a su dama no le causa ningún asco de por medio, ya que corresponde a cada una de sus caricias, besos o acercamientos a su zona personal y eso le alegraba demasiado ¡Punto bueno para el vagabundo! Ahora que lo piensa detalladamente, todo de su prometida le llamaba la atención, le gusta y aparte, le gustaría descubrir más cosas de ella: Es inteligente, hermosa y sobre todo tiene unas platicas muy importante; ahora sabe del porque la esencia de Jeanne sabe a chocolate, por su fábrica chocolatera la descubrió hace poco, Basile nunca le dijo eso, detalles, detalles se le escapo, pero está feliz porque así tiene más cosas que saber del uno al otro. El aroma que su dama desprendía de su ser era algo que hipnotizaba todo a Bismarck, el olor a chocolate pero a la vez olor de mujer, flores y algunos componentes más que hacía que fuera la misma miel que atraía a las abejas, y él, era una de ellas y en este momento, el chocolate en cualquier de sus formas le encanta, es su sabor favorito.

Disfruta el beso, la boca de su futura esposa tiene algo que no la puede dejar, que aunque le falta el aire desea seguir besándola, sin separarse de ella. La lengua de cómo se entrelaza entre ambas, un beso un poco vulgar para algunas personas que si por alguna razón pasara por los campos y para otros era lo más lujurioso del mundo, pero para el joven hechicero era lo más romántico que ha estado con una mujer y le gustó que esa mujer fuera Jeanne, su prometida, la que desea enamorar, pero con mentiras nunca lo hará, pero no desea revelarle lo que es y lo que hace. Pero todo tiene su fin, y el beso lo tuvo. Separándose por segunda vez de aquella boca que se volvió su adicción, su propia heroína, sonrió abiertamente, feliz, como habíamos dicho, radiante el hombre.

Apego su mejilla a la ajena y frotándola solo un poco, parecía un gatito que había encontrado a su ama por primera vez, paró el movimiento al escuchar las palabras de ella, entrecerrando los ojos ¿En serio? Ella quería que adelantaran la boda, vaya, eso si que era una noticia un poco reveladora, pero la entienda perfectamente, Jeanne se quería alejar de su padre, si estuviera en sus zaparos desde hace mucho tiempo se hubiera escapado.

Cada palabra, cada caricia que decía la humana era tan dulce que hacia latir el corazón de Bismarck, ladeo un poco su cabeza y sonrío.-Yo quiero una esposa que le guste estar conmigo, que me regañe cuando llegue a casa a muy altas de las horas, que comporta conmigo momentos agradables, que nos celemos por cualquier cosa, nos peleemos porque no logré poner un calcetín en el sexto de ropa o sencillamente pasar un rato viendo la chimenea, no deseo una esposa a la que le ordene, que si quiero tener relaciones sexuales con ella se comporte como si estuviera muerta. En fin, deseo una esposa con vida y alegre, una esposa como usted, que sea la misma de siempre. –Suspiro un poco, besando su frente. -Yo Jeanne, no soy un hombre golpeador, pero si me enfado de vez en cuando, tengo mucha paciencia eso sí, pero llegara el momento que suela estar de malas, por favor le pido que cuando este en esos días, no se acerque a mi, porque podría lastimarla y eso no deseo, pero es raro que pase, para mi, usted es lo más delicado que tengo, aparte de mi abuela. Por favor, no me mienta, dígame toda la verdad, yo, bueno, yo tratare de decirle pero a veces mentir es lo mejor ¿o no? -Suspiro un poco, su sonrisa se había apagado momentáneamente, para después recuperarse, viéndola directamente. -Y sí, le diré a su señor padre de eso. Obviamente haciéndole creer que yo mismo quiero adelantar la boda, pero antes que su cabecita piense otra cosa, si por mi fuera, mañana mismo nos casaríamos, para convertirla en mi esposa. –La acomodo en su regazo, para estar más cercas, le gustaba mucho su cercanía a decir verdad.

Una parte de él sabía que Jeanne deseaba decirle otra cosa, pero el hombre estaba completamente perdido en verla, en detallar cada facción de ella, cada gesto o cada palabra que si le decía algo n estos momento lo más seguro es que no escuchara absolutamente, nada. Al escuchar que había peligro en donde estaban reacciono inmediatamente, cobrando todos su sentidos, estiro un su cuello y agudizo el sentido del oído para saber que era realmente. Con cuidado se levantó de la manta, dejando a un lado a Jeanne, comenzó a caminar, despacio, pero él tenía la ventaja: Era hechicero, policía y para rematar vagabundo, sabia muchas cosas y aparte, tenía un Az bajo la manga, sus amigos los muertes le ayudaría si algo les pasa tanto a él como a su pareja. Se acercó lentamente, abriendo un poco los arbusto y vaya sorpresa que se pegó, ahí solitario y poco sucio se encontraba una cosa negra, peluda con su pequeño hocico fruncido y sus ojos llenos de oído, sonrió ante la imagen que miró, era un perro cachorro, que solamente se quería defender, suspiro un poco, era un animalillo asustado con temor de ser lastimado, lo observó, lo analizo y descubrió que no era aun cambiante, era un sencillo perro.

Se inclinó un poco y estiro sus brazos pero lo único que gano fue una mordida, nada grave, pero una mordida. -Oye, amigo, tranquilo no te haré ningún daño, no soy mala persona, has asustado a mi prometida, sí que sí, pero veo que no eres una amenazaba al contrario eres una ternurita. –Sonrío, tomándolo, ignorando el forcejeo o los arañazos que daba el cachorro. Camino con paso lento hacia donde anteriormente estaba, se sentó y coloco al cachorro entre sus piernas, en el cueco que dejo sus piernas al momento de ponerse en la posición del indio, paso su mano por el lomo del animalillo sin poder evitar que temblará, estaba asustado, ahora no era tan valiente como hace segundos. -Aquí está el causante de todo mal, y que nos hizo desviarnos de nuestra conversación, un pequeño peludo cachorro de color negro. –Dijo de lo más divertido del mundo.

Vaya, ahora un cachorro en su historia.


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Mensaje por Jeanne M. Saint-Martin Miér Feb 24, 2016 4:05 pm

Sentada en el regazo del hechicero, disfrutaba de cada caricia que este le proporcionaba. Pensaba y pensaba en si realmente sería la esposa que él deseaba. Podía llegar a ser casi como una niña, algo que muchos hombres no querrían en sus casas. Pero Bismarck insistía en que quería una mujer natural, incluso que le regañara. ¡Qué le regañara! Ella no podía hacer eso, no sabía, y menos aún por llegar a altas horas de la madrugada. ¿De verdad quería eso?

Se acomodó dejándose caer y apoyándose en el pecho de él. El calor del contacto era agradable, ya que, a pesar de que el Sol brillaba con fuerza, no dejaban de estar en invierno. El suave viento que los rozaba era frío y había terminado por destemplar a Jeanne. Lo cierto era que era agradable estar así, sin prisa, sin agobios y sin nadie que les dijera que aquello estaba bien o mal. Hacían lo que querían, cuando querían y como querían, y eso tenía un gran peso en la joven.

—En realidad, no creo que mentir sea bueno —contestó —. Solemos mentir porque nos resulta fácil al principio, pero no nos damos cuenta de que, en realidad, es más costoso que decir la verdad. —Levantó la mirada hacia el rostro de Bismarck. —¿Sabes? Las mentiras tenemos que recordarlas al detalle porque cualquier cosa que cambiemos de la historia podría delatarnos. La verdad, en cambio, no hace falta recordarla. Ya nos la sabemos.

La conversación se cortó en el momento en el que el cachorro irrumpió en la escena. Vio como el hechicero se alejaba con cuidado y no pudo evitar que su corazón latiera a toda velocidad, temerosa de lo que pudiera encontrarse. Estiró una mano para detenerle y pedirle que cambiaran de zona, pero para cuando se decidió Bismarck estaba junto a los arbustos. Vio como se agachaba y sacaba algo de entre las ramas, pero hasta que no llegó de vuelta a la manta no supo lo que era. Un pequeño perro negro y tremendamente asustado. Los ojos de Jeanne se abrieron como platos al ver al animalillo en brazos del hechicero y cambió la postura de sus piernas, poniéndose de rodillas y sentándose sobre sus talones. Observó al hombre como se acercaba y volvía a sentarse dejando al cachorro entre sus piernas.

—Creí que sería algo más peligroso —dijo alargando la mano para acariciar la cabecita del animal —. Pero es sólo una cosita bonita.

Le rascó un poco detrás de las orejas y de ahí pasó al hocico. El cachorrito alzó la cabeza y empezó a olerle la mano, momento que Jeanne aprovechó para alzarlo con cuidado y ponerlo en su regazo. Imitó la posición del hechicero, dejando así al perro en el hueco de las piernas. Con un brazo lo sujetaba por debajo de las patas delanteras a la altura del pecho, mientras que con la otra seguía rascándole debajo del hocico. El animalillo olfateaba todo a su alrededor y le lamía el rostro allí donde alcanzaba.

—Una cosita bonita y juguetona —dijo con una sonrisa de oreja a oreja.

Lo dejó a un lado sobre la manta y el perro empezó a pasar el hocico por la manta, siguiendo el rastro de algo que sólo él sabía y moviendo el rabo de lado a lado. La joven le observó divertida unos segundos y después se dejó caer de espaldas sobre la manta, flexionando ambas piernas sin importarle cuanto se subía el vestido. Subió una mano hasta el rostro para apartarse un par de mechones y la dejó allí, jugueteando con otro trozo de pelo. El cachorro llegó a su lado y se tumbó pegado a ella, mirando a Bismarck y lanzándole un par de ladridos agudos.

Jeanne lo volvió a acariciar.

—Creo… que no le caes del todo bien —bromeó mirando a su prometido. Después rio. Se sentía extrañamente feliz. —Intenta convencer a mi padre, por favor. Te ayudaré, le conozco bastante bien. —Después miró al frente, donde unas pequeñas nubes cruzaban el cielo azul.
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Mensaje por Bismarck Miér Feb 24, 2016 6:01 pm

El cachorro cuyo nombre era un enigma en estos momentos, y revisándole que no tenía un collar que indicara que de quien era, sí, era un perro de la calle, lo notó cuando lo cargo, estaba un poco desnutrido, se le notaba sus costillas aunque fuera un cachorro de no apenas cinco meses, nadie le daba de comer, nadie se encaraba del pobre animalillo que no tenía ninguna culpa, era solamente un ser vivo que nació para no dañar a nadie, y él, como se llamaba Bismarck iba pensar que hacer con el, no volverá a subir hambre o sed alguna. Me lo llevaré a casa, mientras tanto le busco un dueño o tal vez me lo quede, pero este cachorro no sufrirá más, de eso me encargo yo -Pensó, viéndole que mordía levemente su pantalón, río solamente era una creatura un poco juguetón o tal vez lo quería morder, no sabía, pero tampoco le dirá nada, era solo un… cachorro.

-Claro que es una cosita divertida, bueno, una cosita viva y gruña, me araño antes de tomaré, pero le entiendo, se siente asustado y pensaba que le iba hacer algún daño, pero como podría hacerle daño a una ser con vida, no podría… primero me lo hago antes de hacerlo alguien como el… -Indico al cachorro que de repente ya no estaba entre sus piernas, su prometida, Jeanne lo había tomado. El hechicero simplemente veía cada movimiento que hacia ella, sonriendo por cómo se comportaba con el perrito, era tan mona la mujer que hizo latir el corazón de Bismarck, un poco a decir verdad pero algo cálido en su cuerpo; sacudió un poco su cabeza para no pensar algo porque en estos momentos era cercas la bola peluda que está olisqueando la manta, pensó el vagabundo que deseaba comida, sí, lo más obvio, y al momento de estirarse hacia la canasta notó que el vestido de Jeanne se subió un poco, mostrando piel haciendo que las mejillas de él se pusieran calientes apartando la mirada de ahí, era mucho para él, sí.

-Cr-creo que, ti-tiene ha-hambre… -Comentó tartamudeando como si fuera un adolecente en pleno cotejeo, notó como estaba así que carraspeo un poco para normalizarse. –Creo que le daré de comer. –Volvió a estirarse hacia el canasto para tomarlo y dejando en medio de ambos. Antes de sacar un alimento para el cachorro, la miró de reojo. -Jeanne, lo que más quiero, como te dicho es casarme, en cuanto te deje hablaré con él, que quiero que nos casemos en dos semanas. –Dijo, sonriéndole y sacando pan dulce, para él, no podía darle chocolate sabía que cuando le daba ese dulce, el sistema nervioso de un perro se alteraba y él apenas estaba aprendido de la vida, así que no le dará algo así. -Aunque no me quieres te daré de comer… bueno, mejor dejaré que la hermosa mujer que te tiene en brazos te dé, sabes una cosa? Te tengo envidia, me gustaría ser el que tiene abrazo en vez de a ti. –Confesó, y sintiendo nuevamente su mejilla sonrosadas.

En estos momentos, Bismarck se sentía como todo un adolecente, suspiró un poco, viendo el cielo, sonrío levemente el clima no estropeara su día magnifico, susurró unas palabras elevando el su cabeza. Sonriendo porque se despejo, excelente, sus hechizos funcionaban a la perfección, se sentía orgulloso de ser un hechicero en estos momentos. Esperando que a Jeanne no se molestara que no lloviera.

-Jeanne, tomé una decisión, adoptaremos al cachorro. –Dijo, sin más, solamente lo soltó.



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Mensaje por Jeanne M. Saint-Martin Lun Feb 29, 2016 4:01 pm

Sólo sintió que el vestido se había subido más de la cuenta cuando una ráfaga de aire le rozó las pantorrillas. Giró la cabeza para descubrir el porqué de aquel escalofrío, para darse cuenta de que tenía un buen trozo de las piernas al descubierto. Lo bajó deprisa esperando que Bismarck no se hubiera dado cuenta. Podría pensar cualquier cosa, ¡qué vergüenza! Para cuando creyó que ya estaba tapada, el hechicero había colocado la cesta entre ambos y había sacado un trozo de pan para el animalillo, que reposaba junto a Jeanne.

La joven sonrió al escuchar la confesión de su prometido mientras cogía el trozo de pan.

—Puedes intentar quitarle el sitio, quizá tengas suerte. —Sus mejillas se sonrojaron un poco y desvió la mirada con una sonrisa tonta dibujada en el rostro. Rascó al perro detrás de las orejas y este se acomodó mejor en el brazo de la joven sin desviar los ojos de la comida que era para él. —Pero me temo que te va a costar.

Partió un cacho y, todavía tumbada, se lo colocó al perro en el hocico. El animal primero lo olió y después lo devoró con gusto. Estaba claro que tenía hambre. Siguió partiendo trocitos del panecillo y dandoselos con suavidad para que no le sentaran mal.

—¿De verdad lo quieres adoptar? —le preguntó con ojos vidriosos de la emoción. —Sabes que tendrás que tenerlo en tu casa, en la mía no puedo meterlo. —Bajó la mirada para ver qué hacía el cachorro y lo vio medio adormilado sobre su brazo. —Aunque admito que es una ternura. Pobrecito, no ha tenido que pasarlo muy bien.

Dejó caer las piernas hacia un lado y colocó la mano con la que no seguía acariciando al perro sobre su vientre. Miró al cielo durante unos segundos y después a Bismarck, que había alzado el rostro para mirar al cielo. Todavía no podía creer que aquel hombre fuera a ser su esposo. Al principio no estaba segura, no quería volver a pasar por todo aquello. Pero ahora veía en él una salida, una vía en la que ella podía ser feliz, y quería adoptar ese camino lo antes posible.

Dos semanas. ¿Aceptaría su padre ese plazo? En realidad, no sabía por qué necesitaba tantos meses para ello. Los preparativos deberían estar listos hacía tiempo ya, puesto que aquel compromiso estaba acordado desde antes de que se conocieran. Además, si estuviese en manos de Jeanne, no habría organizado una ceremonia costosa. Un sacerdote, unos testigos y ellos dos. Nada más. Cuanto antes terminara antes podrían empezar a hacer vida de casados.

—Dos semanas —susurró —. ¿Crees que aceptará? En realidad, no sé para qué necesita tanto tiempo. Hay veces que no le entiendo. —Suspiró. —¿Qué demonios tiene que preparar que necesite cuatro meses?

Aquello era un eco de sus propios pensamientos dichos en voz alta, no esperaba que Bismarck la contestara. Recapacitó sobre lo dicho durante un momento. Su matrimonio anterior había sido mucho más rápido, más apresurado. ¿Podría tener algo que ver? ¿Sería aquello una especie de prueba? Pero, ¿para quién de los dos? Jeanne se mordió el labio inferior con fuerza, todos esos pensamientos le habían recordado el asunto de su virginidad, que impactó en su mente como un relámpago. Debía decírselo, pero no estaba segura de cómo afectaría eso a la relación de los dos. Los hombres podían ser muy suyos con esos temas y, aunque el hechicero parecía buena persona, en realidad, no le conocía para nada. Y lo último que quería la mujer era que Bismarck se enfadara con ella por algo así.

Giró la cabeza hacia los árboles de la lejanía, desde donde una bandada de pájaros alzó el vuelo alejándose en sentido contrario a donde se encontraban. Jeanne, pensativa, comenzó a juguetear con uno de los botones que adornaban el corpiño, perdiendo el sentido de lo que su prometido estaba haciendo.
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Mensaje por Bismarck Lun Feb 29, 2016 6:49 pm

Una cosa que Bismarck siempre hacia: Nunca dejaría alguien que necesitara su ayuda. Es un hombre de buenos sentimientos, muy noble, en pocas palabras y sabe perfectamente que no es el mismísimo dios en persona, tiene imperfecciones, como toda persona, claro está, pero en realidad, el desea con todos su corazón ayudar a su semejante, y deseaba ser bueno en esta vida y no para que las puertas del paraíso se abran ante él cuando llegue la hora, no, lo hace de buena manera, sin necesidad que alguien le dé algo a cambio. Simplemente no logra razonar cuando alguien, igual que él, no ayuda a las personas que realmente lo necesitaban y que pasan de largo, como si realmente no le interesara el bienestar del individuo que está rogando por un pedazo de pan, el hechicero con gusto le ayuda, hasta un animal que está en apuro lo que hace, con ellos son más fáciles de llevar una obra de caridad del día, si le das un pan, ellos desde el fondo te lo agradecen, le das una caricia y te responde con el movimiento de su rabo, no dice nada, pero en su mirada te lo dirá todo, aunque algunos son cambiantes esos, esos son otra historia.

Mientras tanto, con las personas es otra cosa, porque algunas dirán que solamente uno se está burlando de ellas, son muy rencorosas ese tipo de gente, porque ya han vivo la mitad de lo que tú lo has hecho. Si para Bismarck está en sus manos ayudarles, lo hará con mucho gusto, como habíamos dicho, ya sea con una persona o un animalillo perdido, el morocho se sentirá bien consigo mismo en hacerlo y con este cachorro no es la expresión, aunque a decir verdad debería de odiarlo un poco, porque casi se queda si manos, chiquito pero peligroso, pero vio que su prometida se encariño del perro y lo tendrá y no simplemente por ella, si no para él, de verdad lo quiere en su vida Que daría en estos momentos por estar entre sus brazos, dios, que cursi me volví de la noche a la mañanaDijo mentalmente y rasca su cabeza ante la broma que Jeanne le hizo, echándose a reír a lo grande y por ende haciendo que el pobre cachorro que estaba comiendo con tanta ferocidad se asustara y se refugiara en los brazos de la mujer, Bismarck se cubrió la boca ante aquella reacción, porque tan solo de recordarlo de cómo le tomo el pelo, comenzaba a reírse, pero no podía, porque si lo hacia el perro se espantaría y si eso pasara por segunda vez, lo más seguro es que el canino lo odiaría más de lo que lo hace y ahora así,  no lo querrá ver ni en figuritas.

-Cariño, es enserio. Adoptaré al canino, aunque ahorita me odia, lo sé, lo veo en sus oscuros ojos que si pudiera se echara sobre mí para morderme. –Confesó, recargándose hacia atrás y apoyándose en sus manos y observándole. –Pero veras que en poco tiempo seremos los mejores amigos, como dicen un dicho ‘el perro es el mejor amigo del hombre’ espero que si pase en mi caso, con está bola de pelos. –Le dedico una sonrisa y le guiño un ojo a su prometida. –Veras que con nosotros estará bien y será el mejor perro que envidiarían las personas y querrán tenerlo, pero obviamente no se lo daremos, es nuestro, de nadie más ¿escuchas?. –Nuevamente se encorcovo apoyando ahora sus codos en sus muslos, bajo la mirada para prenderse del cachorro que poco a poco se quedaba dormido, de ese modo se veía completamente adorable.

-Jeanne, tu padre tendrá que aceptar todo lo que yo diga. –Dijo, ahora con una voz seria, clavó su mirada en las retinas ajenas. –Mira. Tú padre me eligió a mí, tú padre desea que me case contigo por una razón, su maldito heredero varón, tuve la culpa en aceptar este matrimonio sin saber en realidad que me esperaba. Pero no me arrepiento ¿sabes porque? Porque te conoci, conoci a una mujer hermosa, interesante, una mujer que de verdad, ahora, en estos momentos quiero formar una familia. No importa si no sale un varón, mientras que sea un hermoso bebé, carne de nuestra carne lo amaré y tú padre lo aceptara, porque sabes. Porque tú ya no eres de él, serás mía, como te dije, serás  parte de mi familia, llevaras mi apellido y la de él, será solo una sombra, sé que mis palabras sonaras que te estoy tratando como un objeto, pero para tú padre lo eres ¿Miento? No Jeanne no miento, conmigo serás libre, extenderás tus alas y volaras, no te dejare en una jaula ¿Para qué? Para que sufras más, no –Con uno de sus dedos largo acaricio al adormilado perro, que se movió hacia él, canijo, pensó, riéndose quedito, miró de reojo a su dama, estaba pensativa, de seguro sus palabras no le gustaron pero tampoco deseaba tener todo guardado, suspiro un poco.

Pasaron varios minutos que ninguno de los dos hablo, era un silencio nada incomodo a decir verdad, pero Bismarck nunca le gustaba quedarse callado por mucho tiempo, con una de sus manos hizo su cabello hacia atrás, pensando como cortar de un solo movimiento el silencio. Sí, se le ocurrió una idea, ágatas se acercó a ella, despacio, al parecer Jeanne no le prestaba atención, estaba perdida en sus pensamientos, al llevar a su lado, rodeo con un brazo su cuerpo pero sin tocar. Inclino su cuerpo hacia un lado, para poder estar más cercas, beso la mejilla contraria y bajo poco a poco, su buena suerte es que la parte lateral izquierdo del cuello ajeno estaba descubierto, y sin más trazo un pequeño camino de besos hasta ese lugar, donde oculto un poco su rostro en el. -Jeanne. –Susurro, cercas de la piel, dándole una pequeña, pero fuerte mordida en esa parte sensible de una persona. –Mañana mismo nos casaremos. –Sentencio, sin más, para subir nuevamente al rostro ajeno, al verle voltear hacia él, le planto un beso, un beso apasionado.

No sabía del porqué del cambio repentino, solo quería tenerla ya entre sus brazos, en su casa y en deseaba enamorarla, pero ahora la necesitaba como su esposa. Esta mujer lo volvió loco en poco tiempo. Dos semanas, precisamente.


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Mensaje por Jeanne M. Saint-Martin Jue Mar 03, 2016 5:01 pm

Miraba en otra dirección con el perrito entre los brazos completamente adormilado tras el susto. Escuchaba hablar a su prometido, tan convencido de sus palabras que Jeanne por un momento se las creyó. Hacer lo que él decía. Parecía fácil decirlo, pero la realidad sería muy distinta. La joven temía que los únicos dos hombres de su vida se acabarían enfrentando, pero esperaba que ese momento se retrasara lo máximo posible. La previsión de aquel cambio de planes acerca de la fecha de la boda parecía que iba a adelantar ese momento. Decidió no contestar nada y dejarlo pasar. En realidad, sabía que tenía un poco de razón, si no toda.

Cerró los ojos y respiró hondo. El aire fresco le alivió parte de la preocupación que tenía sobre lo que se le venía encima. La hierba estaba verde y mullida, un colchón perfecto para tumbarse y descansar. Seguía rascando la cabeza del perrito con las puntas de los dedos casi de manera automática y sin ser realmente consciente de lo que hacía. Sintió movimiento a su lado y entre abrió los ojos ligeramente dejando pasar un poco de luz. Después sintió los labios de Bismarck en su mejilla y Jeanne sonrió. Sus sonrisa se fue borrando poco a poco mientras sus ojos se terminaban de abrir y en la medida en que el hechicero bajaba sus labios por el cuello. Respiraba de manera suave pero entrecortada y su corazón latía a toda velocidad. Su voz ronca y baja llamándola le erizó la piel. Trató saliva y su estómago se encogió del nerviosismo. El mordisco de después la pilló por sorpresa y no pudo evitar girar la cabeza hacia él. Recibió sus labios todavía sobresaltada y sin ser capaz de reaccionar, como si fuera la primera vez.

—¿Qué? —consiguió decir cuando se recompuso —. ¿Mañana? —Apartó el rostro de Bismarck con delicadeza y le miró directamente a los ojos. —¿Como vamos a casarnos mañana? —Su voz tembló esta vez.

Era imposible, no había tiempo. Por muy informal y repentina que fuera la boda, no se podía preparar en una tarde que les quedaba. Ni siquiera sabían si habría posibilidad de que algún sacerdote oficiara la ceremonia. Su pulso se aceleró y se incorporó apoyándose en una mano. Se quedó sentada en el sitio, pero el cachorro se despertó de repente bastante asustado. Él no tardó en volver a dormirse plácidamente completamente ajeno a sus nuevos dueños. Jeanne, sin embargo, se llevó una mano al corpiño y volvió a juguetear con los botones.

«Mañana. Mañana.» De pronto se vio acorralada por lo único que le preocupaba en aquel momento: su matrimonio anterior. Esperaba haber podido contárselo antes de la boda, pero ahora se daba cuenta de que no iba a ser capaz por miedo a que la dejara.

—¿Estás hablando en serio, Bismarck? —Giró el cuerpo para poder mirarle. —Mañana. ¡Mañana! —Miró al frente y después al hechicero. —Te das cuenta de que es imposible, ¿verdad?

Debía ser eso, una exageración producida por el deseo de… ¿de qué?

—Dices que mi padre tiene que aceptar todo lo que digas, pero no le conoces —dijo con un deje de tristeza —. Eso no lo va a aceptar, no. —Negó con la cabeza.
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Mensaje por Bismarck Lun Mar 07, 2016 1:52 pm

Cuando Bismarck menciono las cuatro palabras antes de besarle no lo pensó por mucho tiempo, sencillamente lo soltó como si fuera un comentario cualquiera y aparte, ahora que se da cuenta que las cosas están yéndose muy rápido lo pensó con claridad, pero estaba dicho ¿no? Oh tal vez había una oportunidad para posponerlo para la semana que entra, sí, sería más lógico, aparte, los invitados pensarían una cosa que, bueno, la verdad no era cierta. Tacharían a Jeanne que abrió sus piernas fácilmente y quedo en cinta, por eso el repentino cambio de fechas y el hechicero no deseaba que otras personas pensaran que su futura esposa estaba embrazada o mencionaran algo bastante vulgar, por eso el cambio radical de la boda. Al sentir que ella se separaba de sus labios, se alejó, sólo un poco para que ella tuviera su espacio personal intacto, sin necesidad de ponerse nerviosa, pero eso, eso ya era tarde, por el beso que sin pensarlo le dio, a decir verdad, no sabía que le estaba pasando, pero tampoco deseaba averiguarlo se sentía completamente feliz como esta, y hace tiempo que no estaba de esa manera.

Una cosa sí, Von Deroeux no le interesaba las habladurías de las personas si se trataba de él, pero si alguien cercano a él está en bocas de todos, justo en ese momento se vuelve un animal salvaje, como un león que defiende a su manda.  Bajo su vista hacia el regazo de la mujer, viendo que cómodamente estaba el cachorro de color negro dormido, quien fuera el para estar de esa manera, desearía en estos momento y como lo pensó hace poco, estar en el lugar del canino en vez de estar nervioso y avergonzado por lo que dijo y no por lo hizo. Mordió un poco su labio inferior, quería decirle algo pero de su boca ni la primera vocal salía, así que tuvo que acercarse, nuevamente pero ahora sin el afán de arrebatarle otros besos de los labios pecaminosos, según sus pensamientos.

-Nada es imposible si uno se lo propone Jeanne. –Comentó, como si nada, finalmente sus labios se despegaron para poder articular algo y soltando el aire que tenía retenido que no se había dado cuenta. -Si uno quiere, mañana mismo hay una boda, conozco un abogado y un sacerdote, si me dices que sí, que sí deseas casarte conmigo  el día siguiente, te apuesto cien francos que todo estará arreglado cuando abras tus ojos. –Tan convencido estuvo que hasta el mismo se lo creyó, rio un poco, porque sus pensamientos no se concretaba a su boca y a decir verdad, lo que deseaba decir es: Jeanne, fue una pésima broma lo que dije, perdóname y tienes razón, podríamos casarnos para la próxima semana o dentro de dos, tú elijes pero no mañana. Pero no, en vez de eso, dijo otra cosa completamente diferente ¿Quién coño le entendía? Porque él no se entendía a sí mismo.

Tomó la mano izquierda de la dama y beso cariñosamente el dorso de esta, pero en ese momento notó una cosa que no se lo pasó por su cabeza, el anillo ¡El maldito anillo de compromiso! Que nunca se lo dio, que no lo pensó y que el maldito de Basile no se lo recordó y hablando del padre de Jeanne. -Y de tú padre, yo me encargo, Lady… -Su mirada se enfocó en ella. Le dará un anillo antes que llegue a su casa, tendría un anillo en el dedo anular y diciéndole a todo mundo que esta mujer estaba a punto de casarse, de la nada un sentimiento posesivo surgió de su cuerpo. -Solo dime, solo dime si quieres casarte mañana o dentro de dos semanas o cuatro meses. Tu elijes, es tú elección, nuestra fecha de casamiento esta en tus manos y a mi déjame lo pesado, en pocas palabas, mi suegroSe alejó un poco pero simplemente para colocar su cabeza en uno de los muslos de su prometida, flexiono una de sus piernas  y viéndole en esa posición.

Le dedico una sonrisa, mostrándole sus blancos y perfectos dientes.



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Mensaje por Jeanne M. Saint-Martin Sáb Mar 12, 2016 4:26 pm

Seguía jugando con insistencia con uno de los botones del corpiño hasta el punto de que terminaría arrancándolo si seguía tirando con esa fuerza. Sentía movimiento a su alrededor, pero no le prestaba atención. Bismarck se acercó a ella, pero mantuvo una cierta distancia que Jeanne agradeció. Se sentía abrumada por todo aquel cambio tan repentino que estaba sufriendo en su vida. Había pasado por lo mismo, otro matrimonio, pero esos primeros días estaban siendo tan distintos comparados con los de su difunto esposo que era como una experiencia nueva para ella. Éloi, así se llamaba el que había sido su señor esposo. Basile estaba encantado con él, creía que sería un gran esposo, pero, como siempre, la opinión de Jeanne poco le importaba. A ella no le gustó desde el primer momento, pero simplemente pensó que sería sólo por el hecho de que no lo conocía lo suficiente. “El amor llegará con el tiempo” se decía una y otra vez, pero eso nunca ocurrió. Los primeros meses fueron pasables hasta cierto punto, sobre todo cuando Éloi no estaba en casa, pero no tardó mucho en dejar de lado a su esposa y dedicarse a la bebida y los burdeles. Al menos esa era la teoría que tenía la chocolatera, porque cuando volvía a casa completamente borracho no iba en su busca como un obseso. Lo cierto era que Jeanne solía evitarle en la casa lo máximo posible, sobre todo en las noches que regresaba dando tumbos.

Sin saber por qué, su mente evocó todos aquellos recuerdos que creía que ya habían sido completamente borrados. Hasta sus oídos llegó la voz de Bismarck y ella giró el rostro para mirarle. Le vio preocupado y se sintió mal consigo misma al instante. No había querido ser tan brusca, pero había sido todo tan repentino… Le escuchó atenta, le gustaba el sonido de su voz. Era tranquilizadora y a ella le sonaba melodiosa pero grave a la vez.

—¿Cien francos? —Se rió ante el comentario. —Te merecerías mil si eres capaz de organizar algo para mañana. —Posó la palma de la mano sobre su mejilla con gesto tierno y la acarició con el pulgar. —Aunque, no se porqué, pero te veo capaz de conseguirlo.

Bajó la mano y se dejó caer un poco hacia atrás, apoyando el peso del cuerpo sobre una mano y llevando las piernas dobladas hacia el contrario. La cabeza cayó sobre su hombro, como si le pesara, y una brisa le acarició el rostro meciendo algunos mechones sueltos. Bismarck volvió a hablar, y esta vez apoyó la cabeza sobre sus piernas. No contestó inmediatamente, si no que jugueteó con el cabello del hechicero enrollando pequeños mechones entre sus dedos y peinándolos después. No apartaba la mirada de la de él ni de su sonrisa perfecta.

—Si hubiera sabido cómo eras me habría casado contigo el mismo día de nuestro compromiso —le confesó, sonrojándose un poco —. No sé, Bismarck… ¿De verdad quieres que sea yo la que elija el día? —Hizo una pausa y miró hacia el frente. —Mañana es demasiado pronto, pero cuatro meses… no sé en qué estaría pensando mi padre. —Siguió acariciando la cabeza de su prometido y volvió a bajar la mirada. —Habla con él y llegad ambos a un acuerdo. Lo que decidáis estará bien —concluyó.

Le peinó con los dedos y llevó la mano hasta su mentón para hacerle cosquillas con las yemas de los dedos. Después le posó una mano en la mejilla y la dejó allí. El Sol le rozó la espalda y sintió un calor agradable que la reconfortó. Se sentía a gusto.

—Dejemos de hablar de mi padre. Me dijiste que tu abuela se oponía a esto. —Se señaló a ambos. —¿Sigue pensando lo mismo o has conseguido que cambie de opinión? —El cachorro se despertó de golpe y buscó a Jeanne con la mirada. Se acercó hasta donde estaba Bismarck y se colocó a su lado, como si exigiera el sitio que le había sido robado. Jeanne no pudo evitar sonreír. —Parece que al final has conseguido quitarle el sitio. —Señaló al animal con la cabeza. —¿Cómo vamos a llamarle?
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Mensaje por Bismarck Jue Mar 17, 2016 6:31 pm

Bismarck en estos momentos era la persona más feliz del mundo, una, porque estaba en un lugar abierto, un lugar donde simplemente uno está en paz y la segunda por la sencilla razón de tiene a su lado a una hermosa acompañante, su prometida o sí, sin olvidar el cachorro que lo odia a muerte.  Ahora que se pone a pensar, no sabe el motivo del porque siempre le ha gustado este tipo de lugares, abiertos donde el aire se mueva sobre su rostro, ropa, cabellos, lugares abiertos, por ejemplo: El campo, la playa o el bosque que regularmente son los lugares que el vista casi todo el tiempo, por ello se le ocurrió venir este día con ella, con la mujer que pronto será su esposa, dentro de mañana o dentro de cuatro meses, lo único que desea es conocerla cada día, cada minutos y cada segundo que pasa en su vida. Y esos dedos mágicos que tenía ella, era su perdición ya que los estaba deslizando por toda su cabello, haciéndole un masaje de los más reconfortador y aparte cerraba sus ojos para hundirse en los brazos de morfeo y era una cosa que realmente no le apetecía, estaba cansado, sí, pero tampoco se lo dirá, no quiere que aún digiera que era hora de irse, aún no era tan tarde que digamos y quería pasarla más tiempo a su lado, aparte el hechicero necesitaba hablar con el padre de Jeanne para a ver si se adelanta la boda o si sigue en la misma fecha, y si eso pasara el día terminaría amargo más o peor que un limón.

Sacudió un poco la cabeza y antes de quedarse profundamente dormido respondería algunas preguntas, sí, eso haría, y aparte  desde que conoció a Jeanne se ha hecho un poco parlanchín. Sé acomodo un poco mejor en el regazo de su pronto mujer, y abrió un poco sus ojos mostrándole un brillo que regularmente no nacía de él, pero que estos momentos lo tenía, tal vez por la atmosfera que ambos formaron sin pensarlo. -No es que precisamente mi abuela este desacuerdo en este casamiento, pero ella pensó que iba hacer igual o mejor que los de mis padre. Nunca pensó que yo, bueno, su único nieto iba a casarse de esta manera, todo le cuento Jeanne, no le iba ocultar una cosa así, aparte, ella es como brujilla que todo lo sabe. –Sonrío un poco ante lo que decía, brujos, si supiera ella que Bismarck es un hechicero. -Te contaré una hermosa historia. Había una vez, un niño rebelde, que no hacía caso y se comportaba groseramente con todo el mundo. Una día que estaba lloviendo, ese mismo niño se escapó de su casa, dejando todos guardias que su padre impuso en ridículo, al no poder contra un crio de no más de diez años, corrió tan alocadamente que no se dijo que una muchacha muy bonita, con tez blanca y un cabello de oro venia hacia él, y sin pensarlo ambos tropezaron, la niña no pudo evadirla y mucho menos ese hombrecito burlesco, haciendo que ambos niños cayeran al suelo, y viendo que ella traía un cesto de manzanas y ahora regadas por todo el piso. Ese día se conocieron por primera vez, la siguiente, salieron, la tercera fueron su primera cita y beso y así siguió hasta que hicieron adultos ambos, como los mejores amigos del mundo y por supuestos prometidos. Al poco tiempo nació un hermoso y fuerte hijo, ósea, yo. –Río por la última palabra. -Esa es la historia de mis padres ¿romántica? Tal vez, pero a la vez divertida mi abuela pesó que eso iba a pasar conmigo, pero si ve que usted me hace feliz, ella lo estará, le dije hace días que tú puede hacerme feliz y le bastó… –Alzó su mano y acarició la mejilla ajena, para dejarla caer después.

Ladeo un poco su rostro, observando al canino con su hocico contraído, eso era mala espina, suspiro un poco. -Qué te parece si le pones… B.J… ¿Bonito nombre no? –Río al comprender que acaba de sugerir con las iniciales de sus nombres.


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Mensaje por Jeanne M. Saint-Martin Mar Mar 22, 2016 4:01 pm

Mientras más peinaba la cabellera de Bismarck, la joven podía ver que él se iba quedando más y más dormido. Sonrió al darse cuenta, pero no dijo nada. Si era verdad que había trabajado durante toda la noche debía estar rendido, aunque él intentara mantenerse despierto. Se espabiló sacudiendo la cabeza y abriendo los ojos.

—Es una historia preciosa —comentó cuando escuchó la referente a sus difuntos suegros. Una historia que cualquier persona un poco romántica que creyera en el amor eterno querría para sí. Como lo había sido Jeanne en su época de juventud, hasta que entendió el papel que la sociedad tenía pensado para ella. —Mi padre conoció a mi madre en la chocolatería, igual que mi abuelo a mi abuela, y creo que todos los varones antes que ellos. Es el centro en el que comienzan todos los romances en mi familia. Todos menos el mío, claro —bromeó, aunque, en realidad, no le hacía gracia. No podía negar que parecía que esta vez había tenido suerte, pero había sido tan sólo eso: suerte. Su padre bien podía haber elegido a un hombre distinto a Bismarck que le hiciera la vida más pesarosa de lo que ya era.  —Me alegro de que tu abuela no esté en desacuerdo, no me gustaría caerle mal. Me parece una mujer muy agradable.

Sintió la mano del hechicero en el rostro y cerró los ojos durante unos pocos segundos disfrutando de su tacto.

—Ojalá mi madre estuviera aquí —confesó después, volviendo a peinar el cabello del brujo. —Ese hermano que nunca tuve terminó llevándosela. Murió cuando era yo pequeña —siguió —. Era una mujer increíblemente cariñosa y, aunque no lo creas, mi padre también. Hasta que ella nos dejó. Después fue volviéndose más y más gruñón poco a poco, y enviudar por segunda vez fue la gota que colmó el vaso. No ha cambiado desde entonces. —Paró el movimiento y se inclinó hacia atrás, apoyando todo el peso en ambas manos. Estiró el cuello elevando el rostro ligeramente, buscando las caricias del Sol en su piel. —Créeme si te digo que no es mal hombre. Insoportable sí —sus propias palabras la hicieron reír a carcajadas—, pero malo no.

Miró hacia el costado donde reposaba el cachorro. Al verle con el hocico arrugado le chistó para llamar su atención y que cambiara aquella cara. El animal se asustó un poco y la miró como si fuera un niño que hubiera sido pillado haciendo alguna travesura.

—¿B.J.? Creo que le va más algo parecido a “Trasto”, porque es lo que es. —Se incorporó un poco y alargó la mano para rascarle la cabeza al perro. Éste cerró los ojos y movió la cola alegremente. —Un perro travieso, ¿verdad? —habló mirando al animal. Cuando giró la cabeza para ver a su prometido, vio que finalmente se había quedado dormido en su regazo.

Le observó durante unos minutos y, finalmente, decidió levantarse con cuidado de no despertarle. Seguida del cachorro, comenzó a caminar sin alejarse demasiado de la manta de picnic. Vio el tronco talado de un gran árbol y se sentó sobre él mientras admiraba el paisaje a su alrededor. Era un lugar tranquilo que invitaba a relajarse y pensar, lo que Jeanne necesitaba en ese momento.
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Mensaje por Bismarck Jue Jun 02, 2016 9:42 am

Sabía que sus dotes para colocar nombres, ya sea a personas o animales era nulo, ahora descubrió que era alguien que fracasaba en este ámbito, apostaba todo lo que tenía y no tenía que si su trabajo dependiera de eso, lo más seguro es que estuviera completamente en la ruina, y viviendo debajo de un puente o peor, en un callejón oscuro y completamente sucio. Que estúpido eres Bismarck, se auto regaño por a ver sugerido aquella barbaridad de nombre, pobre perro, de verdad, que culpa tenía el por ser un pésimo pone nombre, en este momento se golpeaba mentalmente y soltó el aire que sin pensarlo, tenía retenido en sus pulmones, para después  ladear un poco su rostro en dirección de Jeanne y escuchando el mote que soltó de sus finos y deliciosos labios.  

-Mmm… ¿Trasto?-Preguntó un poco risueño ante la sugerencia que ella dio, no era tan buen apodo que digamos pero está seguro que era mucho mejor que la suya, sí señor. -Está bien… mira haremos esto, te diré que está mucho mejor que la mío, eso sí… pero Trasto no se ve que esté muy inclinado a travieso o un sinónimo, de hecho a mi parecer es más como un utensilio de casa, claro, sin ofender o burlarme del mote hacia el animalillo…-Cada palabra que mencionaba iba bajando la voz, de verdad que no quería que se sintiera mal u ofendiera, pero no logró evitar echarse una carcajada limpia.  Una idea le llegó a su cabeza y de repente se levantó, aparte, ya estaba un poco incómodo al estar sentado por varios minutos o tal vez… ¿horas? No sabía exactamente y tampoco le interesaba mucho. -Este es mi idea, si para cuando se acaba el día no encontramos otro nombre más, como decir ¿bonito?, le pondremos Trasto, de todos modos será de ambos esté cachorro juguetón y un poco gruñón, que a decir verdad no me adora precisamente, creo que soy su peor enemigo o algo así…-Deslizo una de sus manos por su cabellera y enterrando sus dedos en está, en modo de nerviosismo. -Pero creo que tanto este perrito como yo, empezamos con el pie izquierdo o ¿soy una mala persona? Dicen que cuando un animal le gruñe a otra es que algo está ocultando….-En esos momentos se quedó callado, hasta el mismo animal sabía que él ocultaba algo, pero no era malo, eso sí, pero no logró evitar bufar por no tener el cariño de su parte, él, sin pensarlo dos veces iba a darle asilo a su casa, comida y agua ¡Que ingrato! ¿No?–No soy malo...-Exclamo por dentro. Colocándose de cuclillas nuevamente, para acercar su mano y el la olisqueara y dicho y hecho, el animal de cuatro patas estaba haciendo eso, al parecer funcionó porque permitió que le tomara una extremidad de su cuerpo, justamente, una de sus orejas pequeñas, esponjosa y negras.  –Eres lindo después de todo… -Susurro, con una leve sonrisa.  –Aunque… es injusto, vos simplemente lo tomo, colocándole en su regazo y ya… creo que tiene un enamoramiento parcial hacia su persona, madame… –Cruzó sus brazos y haciendo un berrinche, como si fuera aún un niño de cinco o menos años.

-Bueno…-Junto las palmas de su mano haciendo un agudo sonido y de ese modo llamar la atención tanto de la humana como la del animal. -Tengo un plan, espero que sea de su agrado, para ambos debo de aclarar. Como tenemos un adorable cachorro en mano y una bella dama aún sentada, y sobre todo, hemos estado por no sé cuánto tiempo sentando en un mismo lugar…-Exageró un poco, pero continuo después de tragar saliva. -¿Qué tal si damos un paseo tranquilo? Ya sabéis, para estirar las piernas, hacer un poco de ejercicio y que el canino nos siga, de ese modo nos daremos cuenta si somos dignos de tenerlo a nuestro lado o simplemente es por el momento, aunque… -Reflexiono un poco. –Lo más seguro es que se vaya con vos Jeanne, conmigo ni me quiere mirara, y no entiendo porque. –Movió hacia los lados su cabeza. –Pero usted. –Apunto al cachorro. –Y yo nos iremos a dejar a la señorita a su casa, y vos vendréis conmigo. –Río, al ver la expresión del cachorro, si no supiera que es completamente un animal, lo más seguro es que pensará que era un cambiante. Bismarck se volvió a levantar de un salto, mirando el hermoso rostro de su prometida. –Pronto se dará cuenta que soy una persona sumamente hiperactivo, que no puedo estar quieto por mucho tiempo y eso que ya soy un hombre maduro o eso creo. –Suspiró un poco. –Tendrá que lidiar conmigo, es que simplemente no me gusta estar tranquilo por mucho tiempo como soy una persona que hace muchas cosas todo el tiempo, mera costumbre debo de añadir. –Rasco su cabeza sin darle mucha importancia al asunto.

Estiró su mano para que Jeanne la tomará, al hacerlo una sonrisa más grande apareció en el rostro del varón y tiró un poco para levantarla por ende, el cachorro gruño cuando la mujer lo dejó en la manta, esté riéndose por lo caprichoso que se volvía cada instante que pasaba con la hija de la familia Saint-Martin. El francés todo esto le daba gracia–A ver pequeño Trasto…-Nuevamente se colocó en cuclillas y estiro su mano, al final recordó que era una buena manera de empezar y le resultó bien la última vez que lo hizo, por mera costumbre lo volvió a olisquear, debía de suponer el vagabundo que era para sentir si estaba en peligro o no, pura sobrevivencia, al no notar nada raro, inmediatamente lo tomó  de su cuerpecillo regordete y lo cargo. –Definitivamente este perro me sacara canas verdes, rojas y de diferentes colores.-Susurró, dándole un beso en el lomo y clavo su mirada en Jeanne. –Mira, que tal si le ponemos como mote, Astro, es como más llamativo y menos feo… -Su voz fue queda. –Aparte me gusta su significado,  estrella en Grecia ¿Qué dices? –Se le quedo viendo fijamente a ella, para después acercarse y con su otro brazo rodear la pequeña pero bien definida cintura y la apego a su cuerpo, dando un beso en el tope de su cabeza. –Aunque daremos un paseo corto, pronto será hora de tu toque de queda. –Musitó para él, eso ya no le agradaba mucho, pronto debería de dejarla en su casa, bufo por aquello.


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Mensaje por Jeanne M. Saint-Martin Lun Jun 06, 2016 3:35 pm

Al parecer, ella tampoco era buena eligiendo nombres. ¡Pobres de los niños que nacieran de aquel matrimonio! Jeanne sonrió y miró al cachorrito, que alternaba la vista entre Bismarck y ella. Acarició la cabecita del animal mientras escuchaba hablar al hechicero. Le rascaba detrás de las orejas, cerca del hocico y en la barriga, regordeta y suave. Levantó la vista sólo cuando se dio cuenta de que él se había detenido en su explicación.

Yo no creo que seas mala persona —le dijo con suavidad y ternura. Fijó sus ojos en los de él durante unos segundos y después la bajó al cachorro de nuevo, un poco sobrecogida—. Creo que, simplemente, le has asustado en un principio. Seguro que te deja de gruñir en poco tiempo.

Dicho y hecho. El perrito le dejó acariciar la oreja justo después de que Bismarck le permitiera olerle la mano.

¿Ves? Sólo tienes que darle tiempo —comentó mientras levantaba al animal y lo dejaba sobre sus dos patas traseras mientras lo sujetaba rodeándolo con un brazo—. Yo sólo le he salvado de tus garras, por eso me quiere tanto —bromeó, acercando al perro contra su pecho—. Ahora tienes que salvarle a él de las mías y te querrá a ti.

De pronto el hechicero se levantó y, a juicio de Jeanne, un poco inquieto. Ella le siguió con la mirada un tanto descolocada hasta que finalmente entendió lo que deseaba. Sí, dar un paseo sería una buena forma de terminar aquella jornada. Dejó al animal a un lado y tomó la mano que le tendía su prometido para que, de un pequeño tirón, la levantara de la manta. Nada más estirar las piernas sintió como la sangre volvía correr por ellas, notando el cosquilleo que dejaba a su paso. Estiró los brazos hacia arriba y curvó la espalda, como si se acabara de levantar tras una larga noche. Sin decir palabra observó cómo el hechicero volvía a agacharse para intentar convencer al animalillo de que podía fiarse de él. Y, al parecer, lo consiguió. Se levantó con él en brazos, a lo que la joven sonrió.

¿Astro? —repitió en voz alta mientras recibía la mano de Bismarck en su cintura—. Sí, creo que me gusta. —Se recargó un poco sobre el cuerpo de él y desvió la mirada al perro. Le rascó el hocico de nuevo mientras repetía aquel nombre en su mente, decidiendo si era adecuado para él—. Astro, así te vas a llamar. —Hizo una pausa y empezó a reír de manera espontánea—. ¡Oh, Bismarck! ¿Te das cuenta de que ya parecemos un matrimonio? Y sólo era el nombre de un perro, no quiero imaginar lo que será tener que elegir el nombre de un hijo.

Alzó la mirada buscando la de él y cruzó uno de sus brazos buscando la mano del hechicero que reposaba en su cintura, para entrelazar los dedos con los suyos. Caminó en esa postura junto al hombre por los prados verdes de primavera. A la derecha, un río ancho surtía de agua ambos lados del mismo, dando también de beber a los animales que por allí pasaban. En la otra orilla, un rebaño de ovejas pastaba tranquilamente, invadido de vez en cuando por algún caballo, procedente de otra campa. Pájaros de todos los tipos sobrevolaban los prados por los que la pareja paseaba, cantando y piando, buscando a sus respectivas parejas para volver al nido.

¿Por qué no dejas que corretee un poco? No temas, seguro que nos sigue. No creo que se atreva a quedarse solo de nuevo.

Se separó un poco del hechicero y agarró al perro por debajo de las patas delanteras, dejándolo después en el suelo. El animal empezó a olfatear los alrededores y enseguida echó a correr. Jeanne lo miró alejarse y volvió a acercarse al cuerpo de Bismarck. No pasó mucho tiempo cuando el enano llegó hasta ellos con un palo entre los dientes. La mujer se agachó y, tras tironear un poco con él, se lo quitó de la boca y se lo lanzó hacia el frente.

Me ha gustado el día de hoy —le confesó, poniéndose de puntillas y dándole un rápido beso en la mejilla—. ¿Me invitarás a salir mañana también?


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