AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Encuentro inesperado con sabor a manzana [Privado- Ezequiel O'Claude]
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Encuentro inesperado con sabor a manzana [Privado- Ezequiel O'Claude]
Nadie se podía imaginar lo mucho que le costó aguantar tres largos días con sus respectivas horas, minutos y segundos. Tres días en los que se comportó como esa señorita que debía de ser. Y todo por una recompensa deliciosa, una tarde libre, a parte de la del Jueves. Dos días en los que podía hacer lo que desease siempre y cuando no diese de que hablar, quizás eso sería mucho más complicado que hacer caso a la señora Gilbert.
El señor Milles, ese hombre entrado en años que seguía los pasos de la joven de los Appleby, estaba de muy buen humor esa mañana ¿la razón? ¡no tendría que estar tras ella durante toda la tarde! O eso creía. La joven no podía ir sola a ninguna parte, órdenes específicas de su padre, así que al hombre, se le borró la sonrisa de golpe ¿ni un día de paz? Esa chica le condenaba y a ella, le encantaba condenarlo, hacerle perder la paciencia y los estribos.
-Señor Milles, estaba mejor sonriendo pero le comprendo ¿lidiar con una muchacha que corre más que una liebre a darle caza? Como hoy estoy de muy buen humor, vamos a hacer una cosa… -carraspeó por lo bajo, acercándose al hombre y susurrar para que solo él la oyese -No saldré corriendo si me da cierta distancia, más de la permitida. Me he ganado el día, quiero aprovecharlo… por fin podré ir a ese sitio que vi de lejos cuando hacíamos las compras el otro día -juntó los labios, un delicioso gesto de lo más conmovedor, solo para salirse con la suya y aunque a ese hombre le perdiese, le tenía hasta cierto aprecio…no tuvo otra que ceder -Bien, señorita Appleby pero a las nueve volvemos ni un minuto más y ni uno menos -el entusiasmo de la rubia, lo demostró pellizcando la barba del hombre junto con una risa de lo más traviesa.
Blanco, ese fue el color elegido para esa tarde, pureza e inocencia pero la verdadera razón de porqué eligió ese vestido era porque sin duda, lo más parecido a esos camisones que solía llevar, un vestido sencillo pero cómodo, perfecto para esa tarde. Le prometió al señor Milles no huir así que no llevó complemento alguno, trastos por todas partes era lo que menos necesitaba para una tarde relajada en la que solo estaría ella y su tarta de manzana.
El hombre, la seguía a cierta distancia, el trato lo estaba cumpliendo a rajatabla y ella , más relajada, caminaba despreocupadamente, con esos movimientos elegantes pero acechantes al mismo tiempo, como un felino que busca su presa, en este caso esa tarta deliciosa que no se había podido quitar de la cabeza por muchos dulces que hubiese en aquella casa endemoniada.
Sonrió de medio lado al ver de lejos la cafetería, aceleró el paso para llegar lo antes posible, solo tenía que cruzar la calle y por fin saborearía aquello con lo que tanto deseó esa semana.
Sus ojos azules, se desviaron del edificio hacia alguien que se encontraba justo en la esquina. Entrecerró los ojos, ¿podía ser? Solo había una forma de averiguarlo. Se acercó con paso más pausado para asegurarse e inevitablemente, sonrió de medio lado, algo más ampliamente a lo que solía hacerlo. Ambas manos, se entrelazaron tras su espalda, como una niña curiosa que se acerca a algo que le llamaba la atención, miró por encima lo que hacía, quizás no se acordaba de ello.
-Buenas tardes. Las musas no le abandonan nunca, señor O’ Claude y a mí como siempre, tampoco me abandona la gula… -sonrió mirando hacia la cafetería en cuestión, dándole a entender a qué se refería -Me dirijo hacia la cafetería de la esquina, especialistas en tartas pero… es de manzana me perdió frente al escaparate la otra tarde…por eso me porté bien en la residencia de señoritas para que me dejasen salir, a medias, claro…el señor Milles me vigila a lo lejos…como si fuese a portarme mal -rió por lo bajo, mordiéndose el labio inferior como toda niña inocente -Es divertido portarse mal pero también saborear esa tarta, ¿me acompaña? Le invito, no le di nada que una simple manzana y merece más, por su retrato y así me acompaña esta tarde, si gusta…claro, prometo ser yo mismo ante todo aunque eso no hace falta que lo diga -esperó su respuesta, aquel reencuentro no podía ser más grato.
El señor Milles, ese hombre entrado en años que seguía los pasos de la joven de los Appleby, estaba de muy buen humor esa mañana ¿la razón? ¡no tendría que estar tras ella durante toda la tarde! O eso creía. La joven no podía ir sola a ninguna parte, órdenes específicas de su padre, así que al hombre, se le borró la sonrisa de golpe ¿ni un día de paz? Esa chica le condenaba y a ella, le encantaba condenarlo, hacerle perder la paciencia y los estribos.
-Señor Milles, estaba mejor sonriendo pero le comprendo ¿lidiar con una muchacha que corre más que una liebre a darle caza? Como hoy estoy de muy buen humor, vamos a hacer una cosa… -carraspeó por lo bajo, acercándose al hombre y susurrar para que solo él la oyese -No saldré corriendo si me da cierta distancia, más de la permitida. Me he ganado el día, quiero aprovecharlo… por fin podré ir a ese sitio que vi de lejos cuando hacíamos las compras el otro día -juntó los labios, un delicioso gesto de lo más conmovedor, solo para salirse con la suya y aunque a ese hombre le perdiese, le tenía hasta cierto aprecio…no tuvo otra que ceder -Bien, señorita Appleby pero a las nueve volvemos ni un minuto más y ni uno menos -el entusiasmo de la rubia, lo demostró pellizcando la barba del hombre junto con una risa de lo más traviesa.
Blanco, ese fue el color elegido para esa tarde, pureza e inocencia pero la verdadera razón de porqué eligió ese vestido era porque sin duda, lo más parecido a esos camisones que solía llevar, un vestido sencillo pero cómodo, perfecto para esa tarde. Le prometió al señor Milles no huir así que no llevó complemento alguno, trastos por todas partes era lo que menos necesitaba para una tarde relajada en la que solo estaría ella y su tarta de manzana.
El hombre, la seguía a cierta distancia, el trato lo estaba cumpliendo a rajatabla y ella , más relajada, caminaba despreocupadamente, con esos movimientos elegantes pero acechantes al mismo tiempo, como un felino que busca su presa, en este caso esa tarta deliciosa que no se había podido quitar de la cabeza por muchos dulces que hubiese en aquella casa endemoniada.
Sonrió de medio lado al ver de lejos la cafetería, aceleró el paso para llegar lo antes posible, solo tenía que cruzar la calle y por fin saborearía aquello con lo que tanto deseó esa semana.
Sus ojos azules, se desviaron del edificio hacia alguien que se encontraba justo en la esquina. Entrecerró los ojos, ¿podía ser? Solo había una forma de averiguarlo. Se acercó con paso más pausado para asegurarse e inevitablemente, sonrió de medio lado, algo más ampliamente a lo que solía hacerlo. Ambas manos, se entrelazaron tras su espalda, como una niña curiosa que se acerca a algo que le llamaba la atención, miró por encima lo que hacía, quizás no se acordaba de ello.
-Buenas tardes. Las musas no le abandonan nunca, señor O’ Claude y a mí como siempre, tampoco me abandona la gula… -sonrió mirando hacia la cafetería en cuestión, dándole a entender a qué se refería -Me dirijo hacia la cafetería de la esquina, especialistas en tartas pero… es de manzana me perdió frente al escaparate la otra tarde…por eso me porté bien en la residencia de señoritas para que me dejasen salir, a medias, claro…el señor Milles me vigila a lo lejos…como si fuese a portarme mal -rió por lo bajo, mordiéndose el labio inferior como toda niña inocente -Es divertido portarse mal pero también saborear esa tarta, ¿me acompaña? Le invito, no le di nada que una simple manzana y merece más, por su retrato y así me acompaña esta tarde, si gusta…claro, prometo ser yo mismo ante todo aunque eso no hace falta que lo diga -esperó su respuesta, aquel reencuentro no podía ser más grato.
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Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: Encuentro inesperado con sabor a manzana [Privado- Ezequiel O'Claude]
"El artista es la mano que, mediante una tecla determinada,
hace vibrar el alma humana."
hace vibrar el alma humana."
¿Qué era un día libre? Prácticamente Ezequiel lo había olvidado, trabajando día y noche para cumplir a sus deberes, el tener un día para él y sus placeres era un privilegio casi extinto. Esa tarde había contado con suerte de sobra, la condesa no deseaba salir de su mansión por lo que el quedaba automáticamente liberado de sus obligaciones como cochero de ella por el resto del día.
La noticia bastó para que el castaño se decidiera a salir lo más pronto posible de ahí, necesitaba despejar su mente, olvidarse por unas horas de la complejidad de la situación que le mantenía atado a París.
Caminó a paso lento, llegando prácticamente al centro de la ciudad. El lugar escogido fue un sencillo banco que se encontraba en la esquina, entre la cafetería y un restaurante. Aquellos lugares tenían cierto encanto para él, sin mencionar que la gente fluía muy deprisa, dándole tiempo de escoger su próxima obra. Como siempre, llevaba sus hojas bajo el brazo, y los carboncillos en el bolsillo de su abrigo.
Observó al frente dos mesas, una de ella contenía a una pareja joven quienes intercambiaban miradas serias y sonrisas fingidas.
— Matrimonio arreglado.— pensó al instante, era imposible no darse cuenta de aquello. Exhaló con pesadez, eso no podría inspirarlo de ninguna manera, no era natural.
Sus ojos iban de un lado a otro buscando una imagen digna de ser inmortalizada, hasta que finalmente se topo con una joven quien tenía abierto un libro entre sus manos. El verla tan sumergida en su lectura fue suficiente para que Ezequiel se animara a dibujarla.
Trazos finos fueron creando la esbelta figura de la extraña, quien era ajena al artista que tenía a un par de metros.
Y así podría estar durante horas, detallando cada parte de ella, buscando la perfección en su trabajo, siendo éste totalmente minucioso. Pero como siempre la suerte no llega sola, siempre puede ser aún mejor trayendo más sorpresas consigo.
Sintió los pasos, pero jamás esperó que fueran a dirigirse directamente a él, por lo que no alzo su rostro y solo al escuchar la voz femenina, volteó su cabeza para encontrarse con los hermosos orbes azul cielo que le miraban curiosos.
— Madame Appleby, que inesperada y grata sorpresa.— comentó levantándose rápidamente para otorgarle una ágil reverencia. Sus modales siempre serían intachables.
— Y espero que jamás me abandonen, sin ellas mi trabajo no tendría sentido alguno. — agregó con una amplia sonrisa refiriéndose a las palabras de la mujer.
Se sentía intrigado, estaba claro en pensar que ella no era como las típicas damas de clase alta que buscaban ser siempre perfectas y refinadas. Por el contrario, se mostraba juguetona y misteriosa a la vez, algo digno de descifrar.
— Sería un honor para mí acompañarle, pero no lo tome como un pago, debo decir que el placer de retratarla fue suficiente. — agregó, ubicándose a su lado para cordialmente ofrecerle su brazo derecho.
— Pierda cuidado, su señor Milles ya es libre, le aseguro que puedo cuidarla mucho mejor que él. Procuraré no perderla de vista. — dicho ésto guió sus pasos a la cafetería. El hecho de aceptar la invitación no significaba que realmente se aprovecharía de la situación, para él sería una invitación camuflada.
— ¿Puedo preguntar que la trajo hoy aquí? De seguro es más que simple gula, ¿o me equivoco?—
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Re: Encuentro inesperado con sabor a manzana [Privado- Ezequiel O'Claude]
Inevitable que una sonrisa se mostrase en sus labios al ver al joven artista. Desde aquella tarde, tuvo la mejor prueba para mostrar y no era otra que ese retrato que él le hizo. En éste, permanecía tranquila, un atributo del que carecía y él sin embargo, plasmó a la perfección en el papel con sus carboncillos. Nunca había apreciado arte como ese, innato, el detalle de cada persona, lugar o cosa sacado a la perfección. Y él sabía cómo conseguirlo.
Antes de acercarse, le observó detenidamente, un par de minutos, los suficientes. Su aire despreocupado, su forma de ver la vida y plasmarla tal como era, sin trampa ni cartón. Tenía un don y ¿Ella? el don de meterse en líos y acabar justo donde se encontraba, en una ciudad desconocida, lejos de su casa, su familia y de la única persona que le había comprendido y aceptado tal y como era. Eso solo le ocurrió una vez, alguien capaz de ver lo mejor y lo peor, quererla pese a ser como bien decía su madre “esa chica endiablada”.
Y algo le decía, que detrás de esos ojos de artista, podría captar la esencia de la joven Appleby, al menos eso quería creer. Le dedicó una leve reverencia junto como no, con esa sonrisa traviesa, como si ya estuviese pensando en nada bueno, algo que a nadie se le ocurriría y menos siendo de su clase. Habría nacido en el seno de una familia respetable pero su alma no se conformaba con tener riqueza, un marido y un montón de hijos a los que criar y a los que dedicarse. Distinta a sus cuatro hermanas, alguien que lejos de apartar la mirada sonrojada, buscaba mirar fijamente a la persona, perderse en los ojos del joven por unos segundos y decirlo todo sin palabras.
-Se conforma con muy poco, señor O’Claude aunque supongo que captar mi semblante tranquilo… es todo un reto que solo usted logró -tomó su brazo, sin pensarlo, en otra situación y con otra persona seguramente se hubiese negado, ella tan selecta -Sabe, sería muy curioso que alguien, le retratase a usted y… bueno, puedo intentarlo aunque se parezca al dibujo de una niña, le pagaría con mi visión de usted de esa manera -sonrió divertida, buscando su mirada cómplice los segundos suficientes hasta que se adentrasen en la cafetería y ocupar una de las mesas vacías.
Desde la mesa, buscó tras el cristal al señor Milles a lo lejos, alzando la mano como que todo estaba bien y él tan solo asintió con la cabeza, alejándose… si iba a estar ahí, con lo golosa que era ella, tendría para rato. Libre. ¿Podía sonar mejor esa palabra? No y no solo libre, la grata sorpresa de haber encontrado al señor O’Claude en el camino hacia su preciada tarta de manzana.
-¿Qué me trae por aquí? La gula ocupaba el primer lugar pero ahora ya no -sonrió, una media sonrisa que conociéndola, indirectamente prefería su compañía a solo probar la tarta -No suelo tener tanto tiempo libre como otros creen -carraspeó al ver como una mujer se acercaba para saber qué deseaban, no dudó , lo tenía en mente desde hacía tanto que le salió solo, de forma natural -Un café solo, sin azúcar y un trozo de tarta de manzana con albaricoque -se relamió al nombrarla, como si ya la estuviese saboreando.
- Si alguien supiese de esa manera, no dejaría de probarlo día y noche -lo susurró apenas para que él lo oyese y rió , tan traviesa como una niña y tan tentadora como esa mujer que aún no había probado lo suficiente -¿Y usted? No creo que solo salga para retratar… y si tiene quehaceres pienso secuestrarle, no pienso dejarle marchar ahora que he vuelto a encontrarle ¿qué hago sola comiéndome la tarta? -jugueteó con su índice, enredando un largo mechón de su cabello rubio, soltándolo y dejando que se rizase por si solo, se le quedó mirando un instante, largos segundos como si buscase algo que aún no había encontrado -Me dejaría vigilar por usted pues seguramente…terminaría jugando al mismo juego -un hecho que Abbey daba por hecho, tenía la sensación como si lo conociese…no solo de aquella tarde.
Antes de acercarse, le observó detenidamente, un par de minutos, los suficientes. Su aire despreocupado, su forma de ver la vida y plasmarla tal como era, sin trampa ni cartón. Tenía un don y ¿Ella? el don de meterse en líos y acabar justo donde se encontraba, en una ciudad desconocida, lejos de su casa, su familia y de la única persona que le había comprendido y aceptado tal y como era. Eso solo le ocurrió una vez, alguien capaz de ver lo mejor y lo peor, quererla pese a ser como bien decía su madre “esa chica endiablada”.
Y algo le decía, que detrás de esos ojos de artista, podría captar la esencia de la joven Appleby, al menos eso quería creer. Le dedicó una leve reverencia junto como no, con esa sonrisa traviesa, como si ya estuviese pensando en nada bueno, algo que a nadie se le ocurriría y menos siendo de su clase. Habría nacido en el seno de una familia respetable pero su alma no se conformaba con tener riqueza, un marido y un montón de hijos a los que criar y a los que dedicarse. Distinta a sus cuatro hermanas, alguien que lejos de apartar la mirada sonrojada, buscaba mirar fijamente a la persona, perderse en los ojos del joven por unos segundos y decirlo todo sin palabras.
-Se conforma con muy poco, señor O’Claude aunque supongo que captar mi semblante tranquilo… es todo un reto que solo usted logró -tomó su brazo, sin pensarlo, en otra situación y con otra persona seguramente se hubiese negado, ella tan selecta -Sabe, sería muy curioso que alguien, le retratase a usted y… bueno, puedo intentarlo aunque se parezca al dibujo de una niña, le pagaría con mi visión de usted de esa manera -sonrió divertida, buscando su mirada cómplice los segundos suficientes hasta que se adentrasen en la cafetería y ocupar una de las mesas vacías.
Desde la mesa, buscó tras el cristal al señor Milles a lo lejos, alzando la mano como que todo estaba bien y él tan solo asintió con la cabeza, alejándose… si iba a estar ahí, con lo golosa que era ella, tendría para rato. Libre. ¿Podía sonar mejor esa palabra? No y no solo libre, la grata sorpresa de haber encontrado al señor O’Claude en el camino hacia su preciada tarta de manzana.
-¿Qué me trae por aquí? La gula ocupaba el primer lugar pero ahora ya no -sonrió, una media sonrisa que conociéndola, indirectamente prefería su compañía a solo probar la tarta -No suelo tener tanto tiempo libre como otros creen -carraspeó al ver como una mujer se acercaba para saber qué deseaban, no dudó , lo tenía en mente desde hacía tanto que le salió solo, de forma natural -Un café solo, sin azúcar y un trozo de tarta de manzana con albaricoque -se relamió al nombrarla, como si ya la estuviese saboreando.
- Si alguien supiese de esa manera, no dejaría de probarlo día y noche -lo susurró apenas para que él lo oyese y rió , tan traviesa como una niña y tan tentadora como esa mujer que aún no había probado lo suficiente -¿Y usted? No creo que solo salga para retratar… y si tiene quehaceres pienso secuestrarle, no pienso dejarle marchar ahora que he vuelto a encontrarle ¿qué hago sola comiéndome la tarta? -jugueteó con su índice, enredando un largo mechón de su cabello rubio, soltándolo y dejando que se rizase por si solo, se le quedó mirando un instante, largos segundos como si buscase algo que aún no había encontrado -Me dejaría vigilar por usted pues seguramente…terminaría jugando al mismo juego -un hecho que Abbey daba por hecho, tenía la sensación como si lo conociese…no solo de aquella tarde.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: Encuentro inesperado con sabor a manzana [Privado- Ezequiel O'Claude]
"No pierdas tu tiempo haciendo planes,
de seguro la vida ya te destinó algo mucho más interesante".
de seguro la vida ya te destinó algo mucho más interesante".
Avanzó silenciosamente en compañía de la mujer, siendo sus ojos y oídos los que se mantenían al pendiente de ella, era una cualidad innata de Ezequiel, y estaba acostumbrado a callar para escuchar a los demás; por respeto, por obligación. Aunque esta ocasión fuera diferente, ya que realmente disfrutaba de la presencia de la fémina, de escuchar la dulce voz que iba recordándole aquella tarde que el destino les había compartir juntos.
Para el castaño entablar conversaciones siempre había sido sencillo, pero siempre y cuando éstas se mantuvieran a su altura y clase. Ella por otro lado, era una de las mujeres a quien acostumbraba a servir y complacer, eso lo había aprendido aún siendo muy joven. Justamente eso despertaba su curiosidad, ver que la mujer no se sentía incómoda a su lado, si no al contrario, demostraba su seguridad y falta de estirpes sociales. Y eso era un gusto para el varón.
Tuvo que sonreír al escuchar su idea de ser él quien posara para el retrato, cosa que jamás se le habría ocurrido por lo demás.
— Mi conformismo es relevante dependiendo de la situación, madame. — contestó, ubicándose junto a ella en la mesa de la cafetería.
— ¿Sabe? Nunca pensé en hacer un autorretrato, pero... sería interesante verme de a través de sus ojos. — añadió buscando la mirada ajena, sin dudas esos ojos claros tenía un fulgor atrayente para él, y no se reprimiría a la hora de observarlos.
Solo la voz de la mesera le hizo romper la conexión con sus orbes, y aguardando la orden de ella en primer lugar, le sonrió a la joven con normalidad.
— Para mí sólo un café, por favor, con tres de azúcar. — hizo su orden como siempre. Teniendo que mantener su adicción por la ázucar y el café, misma convinación que le proporcionaba la energía que necesitaba para mantenerse despierto y activo todo el día, y parte de la noche.
Se quedó observando mientras la mesera se aleja con sus pedidos, siendo cierta frase de la mujer la que volvió a llamar su atención junto a una espontanea sonrisa torcida.
— Es bueno saber eso...— murmuró por lo bajo en respuesta a lo que sencillamente no había sido explícitamente una pregunta.
— Bueno, detesto decepcionarla por mi simpleza, pero sí, sólo he salido a retratar, es algo que priorizo en mi tiempo libre... Así que hoy estoy de suerte, por lo que tampoco voy a negarme a un "secuestro" por su parte. — el verse en acuerdo con la situación daba un giro a sus planes del día, siendo éstos los descansar, estaba seguro que pronto la llevaría a recorrer otro lugar. Cuando la cafetería comenzara a llenarse, él buscaría apartarse.
Era una tarde que buscaría aprovechar al máximo, se le había otorgado una compañía nueva y vivaz, quien — quizás— sin saberlo, se estaba convirtiendo en una tranquilidad para él, mucho más profunda de lo que la mujer lograra comprender.
— No hay problema entonces, será algo mutuo, señorita Appleby. — le aseguró, a la par que la joven volvía con sus pedidos y antes de que se compañera probara la tarta de manzana, él se adelantó para tomar el tenedor, ofreciéndole un trozo a la boca ajena.
— Que sea el comienzo de una interesante tarde... Y noche, si contamos con la suerte de nuestro lado.—
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Re: Encuentro inesperado con sabor a manzana [Privado- Ezequiel O'Claude]
La tarde se presentó diferente cómo se pudiese haber imaginado. La compañía de ese joven, le causaba cada vez más curiosidad e intriga. Alguien que se supone no pertenece al mismo círculo social y sin embargo, le aportaba mucho más que todos esos ricachones que solo sabían hablar de posesiones, caza, fiestas y mujeres. Lo típico. Él, tan diferente a cualquier persona que había conocido hasta ese instante. Capaz de mirarla a los ojos, ser sincero y honesto.
Hasta ahora, siempre habían dicho lo que pensaban, sin retraer ni esconder nada. Sentía que de alguna forma, apareció por una razón y justo en el momento en el que más añoraba no solo a ese alguien que ya no estaba. En esa ciudad, apenas conocía a nadie y renegaba el permanecer en el lugar pero ahora las cosas eran diferentes, podía acostumbrarse a ello. A esa residencia de señoritas con sus eternas clases para “ser una buena esposa” y como no, aguantar a ese grupo de cotorras de compañeras. También podía acostumbrarse, al rico olor a pan recién hecho, a los dulces que la tienda de la esquina hacían cada mañana, a todos esos lugares que había tenido el placer de descubrir y a esos que aún desconoce. Y sí, podía acostumbrarse…a ese momento.
-El dulce y la amarga. Debe de ser muy goloso, si va a tomarse ese café y probar esa tarta deliciosa… ¿prefiere más lo dulce, señor O’Claude?-esa sonrisa picara y esos ojos azules buscando los ajenos, sin duda no era una pregunta sobre los dulces. Las mujeres dulces y calladas eran de lo más tentadoras para unos hombres y sin embargo, las más descaradas se llevaban la atención absoluta. Ella no estaba en ningún bando, era ella. Amarga con ese toque dulce, el suficiente. -Si se deja, no será un secuestro, así que cuando salgamos, si es que lo hacemos… finja al menos que me lo llevo a la fuerza…al lado oscuro en donde le mantendré…hasta que desee. No sabe lo que acaba de decir, querer ser secuestrado por mí… ¿acaso es lo que buscaba desde el principio? -lo último lo susurró muy bajito, seguido de una risa, le divertía la situación como le tentaba al mismo tiempo.
Llegó el momento de la degustación de la ansiada tarta. Como una niña frente a un caramelo, se relamió inconscientemente. Preciosa y hechizante, como esos gestos que sin querer, se le escapaban a la menor de los Appleby. Primero se tomaría el dulce y después, lo contrarrestaría con el amargo del café. Dispuesta a probarla, cortó un trozo y fue a llevársela a los labios cuando… ese momento delicioso no llegó, por el momento. Giró el rostro, frunciendo el ceño, un tanto sonrojada ¿por qué se la había arrebatado? Que él se lo diese, fue inevitable desviar su mirada de la tarta a buscar los ojos ajenos.
Se inclinó un tanto, tomando el trozo que le ofrecía, deslizando los labios despacio por el cubierto. No dejó de mirarle a los ojos, degustándola, esperando que volviese a darle más, es más, se olvidó de los modales que debería tener en la mesa para apoyar un codo en ésta e inclinarse con los labios entreabiertos, quería más y de su parte.
-No me mime demasiado, me aprovecharé de usted y le utilizaré solo a mi beneficencia…aunque prometo hacer lo mismo para estar en igualdad de condiciones ¿quiere probar? -se mordió el labio inferior, coqueta, robándole el tenedor y tomar otro trozo que llevó a los labios del cambiante -Si por mi fuera me alimentaría solo de manzanas o cosas hechas por manzanas…al final si me das un bocado terminaré sabiendo justo como la tarta ¿le gusta?-
Muy observadora, se fijó , ahora más de cerca en el joven. Ese aire bohemio, esa simpleza de la que él tomaba como rutina, a Abbey le parecía simplemente, apasionante. Sonrió de medio lado al ver cómo se comía la tarta y esperaba de nuevo que él se la diese.
-¿Me vigilará también por la noche? Se ha comprometido a algo muy serio, me encanta la noche y más en Paris, solo que… no me han dejado ni una sola salir. Ahora es el responsable de mi persona , me dejaré llevar por usted y a cambio, prometo hacerle ese retrato… con o sin ropa, me dará igual -enarcó una ceja, riendo de lo más divertida solo con imaginárselo e inevitablemente, le recorrió con la mirada, de arriba abajo con todo el descaro del mundo ¿para qué retraerse si deseaba hacerlo?
Hasta ahora, siempre habían dicho lo que pensaban, sin retraer ni esconder nada. Sentía que de alguna forma, apareció por una razón y justo en el momento en el que más añoraba no solo a ese alguien que ya no estaba. En esa ciudad, apenas conocía a nadie y renegaba el permanecer en el lugar pero ahora las cosas eran diferentes, podía acostumbrarse a ello. A esa residencia de señoritas con sus eternas clases para “ser una buena esposa” y como no, aguantar a ese grupo de cotorras de compañeras. También podía acostumbrarse, al rico olor a pan recién hecho, a los dulces que la tienda de la esquina hacían cada mañana, a todos esos lugares que había tenido el placer de descubrir y a esos que aún desconoce. Y sí, podía acostumbrarse…a ese momento.
-El dulce y la amarga. Debe de ser muy goloso, si va a tomarse ese café y probar esa tarta deliciosa… ¿prefiere más lo dulce, señor O’Claude?-esa sonrisa picara y esos ojos azules buscando los ajenos, sin duda no era una pregunta sobre los dulces. Las mujeres dulces y calladas eran de lo más tentadoras para unos hombres y sin embargo, las más descaradas se llevaban la atención absoluta. Ella no estaba en ningún bando, era ella. Amarga con ese toque dulce, el suficiente. -Si se deja, no será un secuestro, así que cuando salgamos, si es que lo hacemos… finja al menos que me lo llevo a la fuerza…al lado oscuro en donde le mantendré…hasta que desee. No sabe lo que acaba de decir, querer ser secuestrado por mí… ¿acaso es lo que buscaba desde el principio? -lo último lo susurró muy bajito, seguido de una risa, le divertía la situación como le tentaba al mismo tiempo.
Llegó el momento de la degustación de la ansiada tarta. Como una niña frente a un caramelo, se relamió inconscientemente. Preciosa y hechizante, como esos gestos que sin querer, se le escapaban a la menor de los Appleby. Primero se tomaría el dulce y después, lo contrarrestaría con el amargo del café. Dispuesta a probarla, cortó un trozo y fue a llevársela a los labios cuando… ese momento delicioso no llegó, por el momento. Giró el rostro, frunciendo el ceño, un tanto sonrojada ¿por qué se la había arrebatado? Que él se lo diese, fue inevitable desviar su mirada de la tarta a buscar los ojos ajenos.
Se inclinó un tanto, tomando el trozo que le ofrecía, deslizando los labios despacio por el cubierto. No dejó de mirarle a los ojos, degustándola, esperando que volviese a darle más, es más, se olvidó de los modales que debería tener en la mesa para apoyar un codo en ésta e inclinarse con los labios entreabiertos, quería más y de su parte.
-No me mime demasiado, me aprovecharé de usted y le utilizaré solo a mi beneficencia…aunque prometo hacer lo mismo para estar en igualdad de condiciones ¿quiere probar? -se mordió el labio inferior, coqueta, robándole el tenedor y tomar otro trozo que llevó a los labios del cambiante -Si por mi fuera me alimentaría solo de manzanas o cosas hechas por manzanas…al final si me das un bocado terminaré sabiendo justo como la tarta ¿le gusta?-
Muy observadora, se fijó , ahora más de cerca en el joven. Ese aire bohemio, esa simpleza de la que él tomaba como rutina, a Abbey le parecía simplemente, apasionante. Sonrió de medio lado al ver cómo se comía la tarta y esperaba de nuevo que él se la diese.
-¿Me vigilará también por la noche? Se ha comprometido a algo muy serio, me encanta la noche y más en Paris, solo que… no me han dejado ni una sola salir. Ahora es el responsable de mi persona , me dejaré llevar por usted y a cambio, prometo hacerle ese retrato… con o sin ropa, me dará igual -enarcó una ceja, riendo de lo más divertida solo con imaginárselo e inevitablemente, le recorrió con la mirada, de arriba abajo con todo el descaro del mundo ¿para qué retraerse si deseaba hacerlo?
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: Encuentro inesperado con sabor a manzana [Privado- Ezequiel O'Claude]
"No insistas en el pasado, no sueñes en el futuro,
concentra tu mente en el momento presente".
concentra tu mente en el momento presente".
Quien diría que la complicidad sería un acto predominante en la tarde que estaban compartiendo, pero ahí estaba. Sin que ninguno de los dos se lo propusieran, había llegado a formar un lazo -por muy tenue que fuera- que les ayudaría a seguir avanzando con paso firme y al parecer acelerado.
La mujer era una de las pocas que conseguía hacerlo sonreír realmente, con ganas y de forma espontanea. Era ocurrente, regalándole al cambiante una grata sorpresa por cada dos palabras que emitían sus labios, siendo precisamente eso lo que le hacía explayar lo más posible aquel casual encuentro.
A cualquiera le habría resultado difícil seguir el ritmo de la mujer, quien con aquellas intensas e hipnotizantes miradas, conseguía que sus palabras fueran una clara arma de doble filo.
— Sí, tengo una fascinación por lo dulce, sin mencionar que me mantiene mucho más activo... Físicamente. — ella buscaba jugar con sus palabras, y Ezequiel eso no iba a pasarlo por alto, al contrario, buscaría que fuera de la misma forma. Dispararían juntos.
— No diré que fue un plan, puesto que la que me encontró en primer lugar fue usted. Sólo voy a decir que mi secuestro podría considerarse una consecuencia de la cual sacará provecho. — murmuró bajando considerablemente la voz. Cada frase compartida se transformaba en un secreto que aseguraría de mantener entre ellos.
Él ya había dado un paso al alimentarla, la forma en que ella lo recibía fue algo completamente diferente, la mujer transmitía seguridad mezclada con una sensualidad delicada que lograba atraer la atención de Ezequiel. Siguió cada movimiento que realizaron sus labios a través del cubierto, deleitándose por tan simple escena.
— Para mí no es un problema mimarle, al contrario... —respondió, a la par que abría su boca para recibir el bocado que ella le estaba ofreciendo. Degustó de igual forma, sin perder los hermosos ojos de la rubia.
—Está deliciosa, hizo usted una excelente elección. — le apremió, sintiendo aún el exquisito dulzor de la tarta en su paladar. Aunque no era solamente eso lo que lo mantenía con la sonrisa plasmada en el rostro.
Escuchó con más atención que nunca sus palabras... Era una chica atrevida, atrapada en una clase que ella en ningún momento se esforzaba en recalcar, y por momentos hacía que él también olvidara que le debía mucho más respeto del que le estaba ofreciendo hasta ese momento.
Exhaló, volviendo a tomar el tenedor para alimentar a la mujer con un pequeño trozo de la tarta, mientras ideaba algo absolutamente descabellado en su mente.
— Así que es una prófuga hoy, y de ser así, tendremos que buscar un lugar apropiado... Aunque el mismo no esté a su altura. — agregó con desaire refiriéndose al sitio donde pensaba invitarla.
— Creo que no existen paredes más privadas que aquellas a las que llamo mi hogar. — le propuso de manera indirecta, aguardando a ver su reacción.
Si aceptaba se encargaría de cuidarla a toda costa, si antes lo había mencionado ahora lo haría con mayor razón. Aunque dudaba de la reacción ajena, esa invitación claramente podría ser malinterpretada por cualquier persona, y al tratarse de ella se volvía aún mas difícil de anticipar.
— Y bien.. ¿Qué me dice?—
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Re: Encuentro inesperado con sabor a manzana [Privado- Ezequiel O'Claude]
Una sola mirada podía decir muchas cosas. Decirlo todo, hasta describir a la perfección un estado, un deseo, un sentimiento y los ojos de Abbey, eran un claro ejemplo de ello. Esa chica era capaz de mirar con tal intensidad que conseguía atrapar a aquella persona , un digno rival capaz de mantener su mirada y adentrarse en un mundo, un universo distinto al que pertenecía esa joven de clase alta.
La sensación que provocaba en ella , era justo esa, como si nada ni nadie estuviesen en aquella cafetería , solo ellos dos manteniendo esa conversación que fluía sola, espontánea , directa y envolvente. Le devolvió esa mirada cómplice, juguetona y traviesa al recibir de su propia medicina, no esperaba menos y lejos de imaginar lo que le diría… volvió a sorprenderla como solo él sabía hacerlo. Rió de esa forma cantarina y alegre, como esa niña que fue en el pasado, como le hubiese gustado oírla a su padre, sobre todo. Volver a recuperar a su hija pequeña, esa que desapareció aquel día junto con el que sería siempre su mejor amigo.
-Un secuestro del que no solo sacaré provecho… tendrá que aguantarme durante toda la noche y créame, no tengo la más mínima intención de dormir -enarcó una ceja de lo más provocadora, un gesto que le salió solo, fue imposible evitarlo y es que ese hombre sacaba esa parte de ella que aún se escondía tras esa fachada fría y distante, con él imposible ser así. Tan cercana y distante al mismo tiempo, un espectáculo digno de admirar.
-Sé elegir, por supuesto… está deliciosa ¿lo está? -se fijó en sus labios al probar la tarta, preguntándose a qué sabrían ahora que acababa de probar su propio sabor, un olor y sabor que la precedían. En silencio, le observaba detenidamente, como solía hacerlo cuando estaban juntos. Se preguntaba muchas cosas y todas tenían la misma respuesta en el caso de que alguien cercano, cualquier Appleby diría si estuviese en ese mismo lugar, ver la forma en la que Abbey se comportaba con una persona que no era de su clase y sin embargo , le causaba mucho más intriga que cualquier otra que habría conocido en su vida.
Ir a casa de un desconocido, a esa zona en donde ella no debería ir… más que temor le causó aún más curiosidad por él. No dijo nada al instante, es más, se quedó muy seria…mirándole acusadora como si con ello le señalase “¿Quién se creyó que es para invitarme a tal cosa?”. Lejos de eso, se levantó de la mesa, dejando el dinero en ésta y guardarse su pequeño monedero en un bolsillo del vestido… uno que a saber dónde estuviese ya que apenas se apreciaba a simple vista.
Siseó para que no dijese nada, ofreciéndole su mano y la tomase. Tiró de él hasta la salida, a la atenta y asombrada mirada de muchos que se encontraban allí ¿qué si iban con el cuento a la señora Gilbert? Le daba igual, era un riesgo que estaba dispuesta a correr. A medio camino, se detuvo, sin saber dónde ir, jamás pisó la casa del artista ¿cómo demonios iba a saber dónde vivía? Rió en medio de la calle, de lo más divertida, girando en sí misma y provocar que diesen un par de vueltas, como dos niños que jugaban a escondidas, en aquella ciudad que los había acogido sin ser la materna.
-No le golpee por dudar que quisiera ir, resguardarme ¿habría sitio mejor? júreme una cosa -se acercó a él, deslizando las manos por su cintura, solo quería que él lo escuchase, había oídos en todas partes -Júreme que no será la última vez, me secuestrará más veces, tirará la llave de mi jaula de oro… me quedaré en su mundo, alejado del mío ¿querrá aceptar? A cambio, le ofrezco lo que desee, si está en mi mano y obviamente no es dinero, no le pagaría jamás… no le considero como tal, maldita sea
Se enfadó consigo misma, jamás le vería como alguien a quien tratar como sirviente, era imposible, solo quería conocerle más, le jurase aunque fuese mentira que esa noche sería una de muchas, soñar era gratis y ella, le estaba invitando a hacerlo, a dejar el pasado a un lado, vivir el presente y no pensar en otra cosa que justo en…ese instante. Ese instante en el que sus ojos azules brillaban con intensidad en medio de la noche, pidiéndole a gritos…le mostrase otra forma de vida, una en la que se sintiese a gusto y a la que poder pertenecer, ser acogida y aceptada tal y como era…no una simple rebelde sin causa, era mucho más.
La sensación que provocaba en ella , era justo esa, como si nada ni nadie estuviesen en aquella cafetería , solo ellos dos manteniendo esa conversación que fluía sola, espontánea , directa y envolvente. Le devolvió esa mirada cómplice, juguetona y traviesa al recibir de su propia medicina, no esperaba menos y lejos de imaginar lo que le diría… volvió a sorprenderla como solo él sabía hacerlo. Rió de esa forma cantarina y alegre, como esa niña que fue en el pasado, como le hubiese gustado oírla a su padre, sobre todo. Volver a recuperar a su hija pequeña, esa que desapareció aquel día junto con el que sería siempre su mejor amigo.
-Un secuestro del que no solo sacaré provecho… tendrá que aguantarme durante toda la noche y créame, no tengo la más mínima intención de dormir -enarcó una ceja de lo más provocadora, un gesto que le salió solo, fue imposible evitarlo y es que ese hombre sacaba esa parte de ella que aún se escondía tras esa fachada fría y distante, con él imposible ser así. Tan cercana y distante al mismo tiempo, un espectáculo digno de admirar.
-Sé elegir, por supuesto… está deliciosa ¿lo está? -se fijó en sus labios al probar la tarta, preguntándose a qué sabrían ahora que acababa de probar su propio sabor, un olor y sabor que la precedían. En silencio, le observaba detenidamente, como solía hacerlo cuando estaban juntos. Se preguntaba muchas cosas y todas tenían la misma respuesta en el caso de que alguien cercano, cualquier Appleby diría si estuviese en ese mismo lugar, ver la forma en la que Abbey se comportaba con una persona que no era de su clase y sin embargo , le causaba mucho más intriga que cualquier otra que habría conocido en su vida.
Ir a casa de un desconocido, a esa zona en donde ella no debería ir… más que temor le causó aún más curiosidad por él. No dijo nada al instante, es más, se quedó muy seria…mirándole acusadora como si con ello le señalase “¿Quién se creyó que es para invitarme a tal cosa?”. Lejos de eso, se levantó de la mesa, dejando el dinero en ésta y guardarse su pequeño monedero en un bolsillo del vestido… uno que a saber dónde estuviese ya que apenas se apreciaba a simple vista.
Siseó para que no dijese nada, ofreciéndole su mano y la tomase. Tiró de él hasta la salida, a la atenta y asombrada mirada de muchos que se encontraban allí ¿qué si iban con el cuento a la señora Gilbert? Le daba igual, era un riesgo que estaba dispuesta a correr. A medio camino, se detuvo, sin saber dónde ir, jamás pisó la casa del artista ¿cómo demonios iba a saber dónde vivía? Rió en medio de la calle, de lo más divertida, girando en sí misma y provocar que diesen un par de vueltas, como dos niños que jugaban a escondidas, en aquella ciudad que los había acogido sin ser la materna.
-No le golpee por dudar que quisiera ir, resguardarme ¿habría sitio mejor? júreme una cosa -se acercó a él, deslizando las manos por su cintura, solo quería que él lo escuchase, había oídos en todas partes -Júreme que no será la última vez, me secuestrará más veces, tirará la llave de mi jaula de oro… me quedaré en su mundo, alejado del mío ¿querrá aceptar? A cambio, le ofrezco lo que desee, si está en mi mano y obviamente no es dinero, no le pagaría jamás… no le considero como tal, maldita sea
Se enfadó consigo misma, jamás le vería como alguien a quien tratar como sirviente, era imposible, solo quería conocerle más, le jurase aunque fuese mentira que esa noche sería una de muchas, soñar era gratis y ella, le estaba invitando a hacerlo, a dejar el pasado a un lado, vivir el presente y no pensar en otra cosa que justo en…ese instante. Ese instante en el que sus ojos azules brillaban con intensidad en medio de la noche, pidiéndole a gritos…le mostrase otra forma de vida, una en la que se sintiese a gusto y a la que poder pertenecer, ser acogida y aceptada tal y como era…no una simple rebelde sin causa, era mucho más.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: Encuentro inesperado con sabor a manzana [Privado- Ezequiel O'Claude]
"Siempre hay que arriesgase a hacer cosas nuevas,
si aciertas es un recompensa, si te equivocas es una lección".
si aciertas es un recompensa, si te equivocas es una lección".
¿Qué otra reacción habría esperado? Ezequiel aún no se convencía de que ella era diferente, total y absolutamente diferente a cualquier mujer adinerada con la que hubiera intercambiado un par de palabras, ya sea por cortesía o por obligación. La visión de la mujer en este caso sobrepasaba cualquier idea que él podría haberse hecho antes de conocerla, sin dudas habría caído en el esperado abismo de equivocación al agrupar a todos por su clase, aunque lamentablemente el así lo aprendió y nunca se había visto en la posibilidad de traspasar esa linea que les separaban, al menos hasta esta noche.
Si algo lograba animarlo era el agradable sonido de la risa ajena, y por lo mismo se empeñaría en volver a escucharle innumerables veces más.
— Eso no será un problema, madame, estoy acostumbrado a pasar largas noches en vela solo, ahora su compañía me dará una razón mucho más poderosa para mantenerme despierto.— el gesto que le entregó la mujer, bastó para que fuera él mismo quien dejara escapar una risa, tal parecía que ella no estaba siendo consciente de todo lo que implicaba aquello; Le estaba provocando, desafiando, sea directamente o no, es lo que hacía y el castaño se lo tomaría como tal.
Asintió ante la duda de ella sobre la tarta, claramente lo estaba y aunque se hubiera mantenido ahí con ella, solo para ver lo feliz que era con algo tan empalagoso, fue justamente ella quien luego de otorgarle una mirada un tanto fulminante, lo llevó a levantarse.
Rápidamente bajó la mirada a la mesa y recuperando el dinero de la mujer, dejó el suyo sobre la mesa sin que ella lo notara, ya luego se lo devolvería y aceptaría el escándalo que armaría al no haberle dejado pagar.
Permitió que le llevara sin poner la mas mínima resistencia, estaba seguro que en algún momento se detendría para preguntarle hacia donde debían continuar para llegar a su morada.
Rió de buena gana al verla contenta, llevándolo a él en sus giros para terminar frente a la menuda silueta femenina.
— Lo que quiera. — respondió al momento que sintió el tacto de sus pequeñas manos sobre la tela de su camisa. Las palabras que le otorgó fueron suficientes para que Ezequiel se viera sorprendido, pero aún más seguro de llevarla con él. Despacio, alzó su mano buscando acunar la mejilla ajena.
— Le doy mi palabra, sea como sea hallaré el modo de liberarle de aquel sitio en el que está. No importa lo mucho que me cueste. Y no esperaré mayor pago por su parte, ni mucho menos su dinero... Su compañía me basta. — le aseguró, apoderándose de la mirada ajena, de aquellos ojos llenos de dudas y curiosidad, misma que afloraba por cada poro de su cuerpo.
Entrelazó su menuda mano con la propia, guiándola por una calle mucho más estrecha y de difícil acceso para los carruajes, así dejaría algunas preocupaciones atrás. Avanzó en silencio, acortando a cada paso la distancia hasta su residencia, buscaba meterse en cabeza que a ella no le importaba su clase y lo único que esperaba de él era un escape de su realidad. Eso podía dárselo sin mayor dificultad.
Dando la última vuelta a la calle, observó a lo lejos el lugar escogido y disminuyendo su velocidad volteó su rostro hacia su compañera de escape, conseguía ver la emoción que le producía dejar atrás su realidad para adentrarse en la del varón.
Continuó avanzando hasta llegar a la puerta del inmueble, y solo ahí se detuvo, buscando su manojo de llaves para abrir.
— Prácticamente ya llegamos, y aunque dudo que lo haga... Aún puede arrepentirse, señorita. — comentó, con esa maldad implícita de verla un tanto molesta, por alguna razón eso no dejaba de causarle gracia.
— En caso de no ser así... — agregó mientras abría la puerta, haciéndose a un costado para dejar la entrada libre. Y con una reverencia estiró su mano al frente.
— Sea bienvenida a mi humilde hogar.—
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Re: Encuentro inesperado con sabor a manzana [Privado- Ezequiel O'Claude]
¿Qué mejor acompañante que él para esa noche sin fin? Una que esperaba no acabase nunca. Las calles de Paris, testigos de aquella huida. Esa especie de secuestro mutuo, se llevaba a cabo por ambas partes y del que iban a pedir rescate ¿para qué? no necesitaban nada más que la compañía del otro. Aún podía saborear el sabor de la dulce tarta de manzana y ese café que la mantendría aún más despierta, ¿cuántas noches se quedó en vela? Muchas, demasiadas…hasta no saber con certeza cuanto tiempo estuvo despierta, sin abandonarse a los brazos de Morfeo.
Las orbes azul cristalino de la joven Appleby, brillaron con intensidad, fundiéndose en aquellos oscuros, decididos y que no dudaron en devolverle cada mirada. No solo le estaba tocando, le aseguraba que haría lo que fuese para liberarla ¿acaso tenía idea de a lo que se enfrentaba? Nadie fue en su ayuda quizás por eso, Abbey, no tenía ni idea de lo que ocurriría si en algún momento las cosas cambiasen de forma drástica y de verdad abandonase aquella vida, esa clase a la que jamás había pertenecido, renegaba de ello y tampoco es que fuese aceptada cosa que en cierto modo, agradecía.
Por primera vez, no supo qué decir, jamás nadie le prometió nada y menos algo como eso. Solo se dejó llevar, aún trastocada por sus palabras ¿y si lo conseguía? Podría acostumbrarse a las noches en vela, a esa vida que tanto envidiaba a pesar de tenerlo todo cuando… no tenía prácticamente nada. Recaía el hecho no solo por ser la menor si no por otras cosas que fueron añadiendo con el paso de los años y sí, tuvo en parte culpa pero culparse no serviría de nada.
Maravillada por la sencillez del lugar, caminó despacio tras él, observándolo todo con curiosidad y en silencio. Desde que caminaban por las calles no emitió palabra alguna y eso no solo era extraño, significaba que algo rondaba su cabeza y no sería cualquier cosa. ¿Arrepentirse? Una palabra que no existía en su diccionario. Rió por lo bajo, tras la espalda del joven, una risa que terminó en una sincera y directa sonrisa, dedicada solo para el joven artista.
-Me arrepiento de lo que no hago -musitó al pasar por su lado y volver la vista al interior de la casa, acogedora, sencilla y tenía todo lo necesario para vivir. ¿Para qué más? Pasó las palmas de las manos por sus brazos, dándose calor de alguna manera y sentirse como en casa, no recordaba esa sensación por lo que al hacerlo, sonrió más ampliamente, buscando su mirada como solía hacer siempre, hablarle…directamente -No me he arrepentido nunca de nada, no me dejé jamás nada en el tintero, siempre he creído en mí misma ya que pocos lo hacían. Y no me arrepiento de haberle acompañado
Se acercó a él, con las manos tras su espalda, como toda niña indefensa que esperaba algún tipo de recompensa por sus palabras. Sorprendentemente, se alzó de puntillas para buscar dejar un tierno beso en la frente del joven, los labios siguieron el camino hasta su nariz y antes de llegar a los labios ajenos, desvió un tanto el rostro… sabía cuál era su límite o eso creía pero la realidad , después de haberle observado comerse la tarta de manzana se preguntó si sus labios, sabrían mejor … quiso probarlo y el orgullo, ganó en este caso.
-No se me da mal dibujar, me pasaba las horas muertas dibujando a mis hermanas haciendo sus labores o a las cocineras , tengo tantos dibujos de comida… dan ganas de darle un buen bocado. Lo único bueno, mi voz. Mis hermanas presumen de tener a su pequeña hermana demonio, disfrazada con voz y cuerpo de ángel. Solo se me daban bien esas dos cosas, cantar y dibujar…menos portarme bien, tenerles algún tipo de respeto aunque eso creo que no es de su …incumbencia, perdone. Me pongo a hablar tan a la ligera que se me olvida que no estoy sola y no puedo parar… y así me pasa con todo lo que deseo
Determinante, lo miró a los ojos a medida que se fue acercando a él. Sus ojos azules, se desviaron de los ojos ajenos a sus labios y las manos de la joven, tanteando sus ropas, buscando algo o simplemente… tener un contacto más directo. Esa risa maliciosa no tardó en aparecer, mostrando sus bonitos dientes, esa sonrisa que podía hacer olvidar cualquier cosa, hasta quién era realmente.
[color=yellow]-Busco su cuaderno de dibujo, sus carboncillos, quiero retratarle y… si se porta bien, o mejor, me da algo a cambio…le cantaré un poco ¿no siente curiosidad? Eso sí, tenga cuidado no vaya a ser que le guste demasiado, le atrape y ya no haya vuelta atrás… podría cautivarlo, enamorarlo y ambos sabemos que…es imposible [/color ]-sus ojos azules se entrecerraron un tanto buscando la respuesta a lo último, no le estaba advirtiendo, daba por hecho que ella jamás podría enamorarse -El amor nos hace ser vulnerables pero fuertes al mismo tiempo y sí, no hay nada mejor que amar y ser correspondido, o eso dicen…no me he enamorado nunca ¿sabe? No sé qué síntomas tendría pero tengo claro una cosa, siempre la he tenido y es… -consiguió encontrar el cuaderno de dibujo y un carboncillo, mostrándoselo, se había quedado a medias pero no quería decir nada porque siempre acababa diciendo lo que pensaba. -Y es que si algún día me ocurriese, estoy segura de que no me enamoraría de alguien de mi clase, desdichado aquel que corra esa suerte ¿Se imagina? Abbey Lynn Appleby enamorada de alguien que no debiese encima de no portarse bien, no acatar las órdenes de su padre -rió divertida con un toque de melancolía en la voz, no creía en el amor porque en su mundo… no iba a encontralo.
-Ahora no se mueva, voy a dibujarle…relájese y… cuénteme cosas de usted, quiero saberlas…todas -sonrió cómplice, empezando a dibujar líneas suaves en el papel, se concentraba pero siempre pendiente de su acompañante de esa noche, el que había prometido que la salvaría.
Las orbes azul cristalino de la joven Appleby, brillaron con intensidad, fundiéndose en aquellos oscuros, decididos y que no dudaron en devolverle cada mirada. No solo le estaba tocando, le aseguraba que haría lo que fuese para liberarla ¿acaso tenía idea de a lo que se enfrentaba? Nadie fue en su ayuda quizás por eso, Abbey, no tenía ni idea de lo que ocurriría si en algún momento las cosas cambiasen de forma drástica y de verdad abandonase aquella vida, esa clase a la que jamás había pertenecido, renegaba de ello y tampoco es que fuese aceptada cosa que en cierto modo, agradecía.
Por primera vez, no supo qué decir, jamás nadie le prometió nada y menos algo como eso. Solo se dejó llevar, aún trastocada por sus palabras ¿y si lo conseguía? Podría acostumbrarse a las noches en vela, a esa vida que tanto envidiaba a pesar de tenerlo todo cuando… no tenía prácticamente nada. Recaía el hecho no solo por ser la menor si no por otras cosas que fueron añadiendo con el paso de los años y sí, tuvo en parte culpa pero culparse no serviría de nada.
Maravillada por la sencillez del lugar, caminó despacio tras él, observándolo todo con curiosidad y en silencio. Desde que caminaban por las calles no emitió palabra alguna y eso no solo era extraño, significaba que algo rondaba su cabeza y no sería cualquier cosa. ¿Arrepentirse? Una palabra que no existía en su diccionario. Rió por lo bajo, tras la espalda del joven, una risa que terminó en una sincera y directa sonrisa, dedicada solo para el joven artista.
-Me arrepiento de lo que no hago -musitó al pasar por su lado y volver la vista al interior de la casa, acogedora, sencilla y tenía todo lo necesario para vivir. ¿Para qué más? Pasó las palmas de las manos por sus brazos, dándose calor de alguna manera y sentirse como en casa, no recordaba esa sensación por lo que al hacerlo, sonrió más ampliamente, buscando su mirada como solía hacer siempre, hablarle…directamente -No me he arrepentido nunca de nada, no me dejé jamás nada en el tintero, siempre he creído en mí misma ya que pocos lo hacían. Y no me arrepiento de haberle acompañado
Se acercó a él, con las manos tras su espalda, como toda niña indefensa que esperaba algún tipo de recompensa por sus palabras. Sorprendentemente, se alzó de puntillas para buscar dejar un tierno beso en la frente del joven, los labios siguieron el camino hasta su nariz y antes de llegar a los labios ajenos, desvió un tanto el rostro… sabía cuál era su límite o eso creía pero la realidad , después de haberle observado comerse la tarta de manzana se preguntó si sus labios, sabrían mejor … quiso probarlo y el orgullo, ganó en este caso.
-No se me da mal dibujar, me pasaba las horas muertas dibujando a mis hermanas haciendo sus labores o a las cocineras , tengo tantos dibujos de comida… dan ganas de darle un buen bocado. Lo único bueno, mi voz. Mis hermanas presumen de tener a su pequeña hermana demonio, disfrazada con voz y cuerpo de ángel. Solo se me daban bien esas dos cosas, cantar y dibujar…menos portarme bien, tenerles algún tipo de respeto aunque eso creo que no es de su …incumbencia, perdone. Me pongo a hablar tan a la ligera que se me olvida que no estoy sola y no puedo parar… y así me pasa con todo lo que deseo
Determinante, lo miró a los ojos a medida que se fue acercando a él. Sus ojos azules, se desviaron de los ojos ajenos a sus labios y las manos de la joven, tanteando sus ropas, buscando algo o simplemente… tener un contacto más directo. Esa risa maliciosa no tardó en aparecer, mostrando sus bonitos dientes, esa sonrisa que podía hacer olvidar cualquier cosa, hasta quién era realmente.
[color=yellow]-Busco su cuaderno de dibujo, sus carboncillos, quiero retratarle y… si se porta bien, o mejor, me da algo a cambio…le cantaré un poco ¿no siente curiosidad? Eso sí, tenga cuidado no vaya a ser que le guste demasiado, le atrape y ya no haya vuelta atrás… podría cautivarlo, enamorarlo y ambos sabemos que…es imposible [/color ]-sus ojos azules se entrecerraron un tanto buscando la respuesta a lo último, no le estaba advirtiendo, daba por hecho que ella jamás podría enamorarse -El amor nos hace ser vulnerables pero fuertes al mismo tiempo y sí, no hay nada mejor que amar y ser correspondido, o eso dicen…no me he enamorado nunca ¿sabe? No sé qué síntomas tendría pero tengo claro una cosa, siempre la he tenido y es… -consiguió encontrar el cuaderno de dibujo y un carboncillo, mostrándoselo, se había quedado a medias pero no quería decir nada porque siempre acababa diciendo lo que pensaba. -Y es que si algún día me ocurriese, estoy segura de que no me enamoraría de alguien de mi clase, desdichado aquel que corra esa suerte ¿Se imagina? Abbey Lynn Appleby enamorada de alguien que no debiese encima de no portarse bien, no acatar las órdenes de su padre -rió divertida con un toque de melancolía en la voz, no creía en el amor porque en su mundo… no iba a encontralo.
-Ahora no se mueva, voy a dibujarle…relájese y… cuénteme cosas de usted, quiero saberlas…todas -sonrió cómplice, empezando a dibujar líneas suaves en el papel, se concentraba pero siempre pendiente de su acompañante de esa noche, el que había prometido que la salvaría.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: Encuentro inesperado con sabor a manzana [Privado- Ezequiel O'Claude]
"Si caigo, me levanto; si me equivoco, aprendo. Me arriesgo aunque falle...
Me han herido, pero estoy vivo".
Me han herido, pero estoy vivo".
Realmente jamás pensó en la posibilidad de que reconciderara tener su compañía esa noche, tal como sus seguras palabras, las acciones que realizaba no eran menos firmes. La vitalidad que emanaba había conseguido alcanzar al castaño, le transmitía una nueva energía, una que sentía perdida desde hace muchos años atrás, cuando su vida tomó un giro que le llevó a vivir atrapado dentro de una mentira. Todos los días eran un nuevo martirio que debía afrontar con el mejor semblante posible, y sonreír por formalidad.
Esta situación era muy diferente, todo lo opuesto a lo que vivía. La sonrisa que no paraba de formarse en sus labios era enormemente sincera, aunque cautelosa, él conocía los límites y los contra de lo que estaba haciendo, pero ¿cómo podría negarse? era ella quien más arriesgaba aún sin admitirlo, y aún así se encontraba ahí, junto a él y dispuesta a compartir más de un secreto esa noche.
Alzó su rostro cuando la mujer ingresó a su hogar y en un ágil movimiento le siguió, cerrando la puerta tras su espalda. Aguardó en silencio que se familiarizara, mientras él lo hacía a su manera. Habían pasado varios días sin que él pisara el lugar, el trabajo le había consumido de sobremanera. A pesar de eso, siempre se encargaba de mantener todo en perfecto orden y limpieza, llegando a ser un tanto obsesivo con eso y en momentos así se alegraba de conservar esa cualidad.
En cuanto sus ojos volvieron a cruzarse, Ezequiel supo que estaba sintiéndose cómoda y de no ser así, era muy buena disimulando con su rostro, mantenía una expresión cálida y llena de luz, una que innegablemente se esparció por habitación principal. Ella era la primera persona que recibía la invitación de quedarse en el hogar del cambiante.
— Me alegra escuchar eso, tampoco pensé que algún momento podría echar pie atrás. — comentó solo para dejar en claro que sus anteriores palabras iban acompañadas con algo de broma.
Notó como era ella quien acortaba la distancia, y fue esa mueca juguetona que impidió que el cuerpo del varón se moviera. Jamás podría verse intimidado por la mujer, y ansiaba ver que planeaba hacer.
Se quedó un tanto más serio al sentir la presión de los labios ajenos contra su piel, era un detalle que no esperaba y ver aquella cercanía con sus labios lo tomó desprevenido. Relajó su cuerpo al verla desistir, puesto que él no iba a retirarse y lo más seguro era que si se mantenía tan cerca, fuera él quien terminara por destruir la distancia que les separaba.
El sentir sus manos palpándole le provocó una agradable sensación, conocía esa sonrisa traviesa que albergaba su boca y estaba claro que buscaba algo más que solo sus materiales.
— Estoy seguro que hará un excelente trabajo, aunque en esta ocasión el modelo sea inexperto. Y ya que lo menciona, podría hacer ambas cosas... Permítame escucharle mientras busca retratarme, sé que nada me transmitiría más paz que aquello, ¿que opina? — estaba dispuesto a hacer un intercambio, del que seguro él sería el más beneficiado.
— Y descuide... Prometo no enamorarme. — palabras firmes y tajantes, sin mencionar la verdad que estás contenían, Ezequiel no había conocido un amor como tal. Amó a su madre y a su padre, ¿a su hermana? Aún no lo sabía. Pero caer en ese sentimiento de la mano de una mujer, jamás.
Negó con una sonrisa imperceptible al escucharla, y antes que nada se dejó caer sobre el sofá. Si iba a tener que pasar un tiempo inmóvil, al menos se aseguraría de estar cómodo.
— ¿Síntomas?.. Ya veo que considera el amor como una enfermedad. — bromeó, llevando un brazo tras su nuca, haciendo que sus músculos se tensaran. Era bastante inquieto y sería un desafío para el retrato de la rubia.
— Creo que el amor llega cuando uno menos se lo espera, y de alguna forma sería más cómico que sus palabras jugaran en su contra, ¿como sabe si algún día no conoce a un adinerado que la haga caer a sus pies? Y no me refiero precisamente al dinero. — buscó llevarle la contra, realizando un nuevo movimiento de su cuerpo al cruzar las piernas sobre el apoya brazos del sofá.
Y como era de esperarse la mujer tenía dudas sobre él, ¿y como no? lo único que sabía era su nombre y que pintaba, eso no sería suficiente para nadie.
— Bien... Realmente no me mantengo a base de mi arte, si no gracias a mi actual trabajo; Soy cochero de la condesa de Rumania hace ya bastantes años... — contó aquello con un amargo sabor la boca, que ni siquiera el dulzor de la tarta recién degustada logro apaciguar.
— Soy originario del mismo país ... Fui hijo único de una humilde familia. — su primera mentira y esperaba que fuera la última. Aunque por segundos ansiaba que eso pudiera ser cierto, y que finalmente pudiera abandonar la misión que lo retenía.
— Lamentablemente mi madre falleció cuando yo aún era un niño y no tengo mayores recuerdos de ella. Mi padre me crío y lo hizo con toda la dedicación del mundo, hasta que me lo arrebataron... Es un tema que no acostumbro a tocar, madame, discúlpeme.— exhaló con la sombra del pasado cruzándole el rostro. Alzó su brazo libre para cubrirse con el ante brazo, buscando borrar las imagenes de su familia. Aún tenía pesadillas que le atormentaban y hablar sobre eso no le ayudaba, pero estaba siendo selectivo al hablar sobre él. Sus dos más grandes secretos los mantendría ocultos a toda costa.
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Re: Encuentro inesperado con sabor a manzana [Privado- Ezequiel O'Claude]
“Prometer para mentirse a uno mismo que no ocurrirá, cuando ya es demasiado tarde”
El calor de ese hogar, le recordaba mucho a uno que dejó de visitar hacía mucho tiempo, tanto que… creyó haberlo olvidado. Tenía el don de comprenderla con un simple gesto o mirada y , al volver ambas a encontrarse, su sensación de paz y tranquilidad invadió su cuerpo, suspirando relajada, poder por fin sentirse bien consigo misma. Acababa de encontrar un sitio con alguien que podía ser ella misma.
Un acercamiento inesperado pero necesitado por la joven que quien inconscientemente, lo buscó sin resultado. El juego a veces , era el que jugaba con uno mismo y le pasó factura porque realmente quiso quitarse esa duda de la cabeza, si probarlo o simplemente…quedarse con la duda como otras muchas cosas que no se atrevía ni tan siquiera a insinuar, menos preguntar directamente.
-El modelo inexperto ¿se acaba de estrenar con dicha dama? Todo un honor entonces, debe ser extraño ser retratado cuando jamás alguien lo ha hecho con usted pero temo que si no le guste mi dibujo, deje de hacer su trabajo… por desmotivación -sonrió delineando con el carboncillo, concentrada hasta que oyó cierta frase que dicha por otra persona quizás no le hubiese afectado tanto.
Detuvo el baile de sus dedos unos segundos, sin mirarle por primera vez fijamente a los ojos. Temía delatarse y como escudo, mostró una sonrisa de conformidad “Prometo no enamorarme”. ¿Acaso no lo había repetido ella miles de veces? Y ahora, adquirió un camino diferente, como si de algún modo, rompiese esa promesa… a sí misma. El amor, algo que jamás había necesitado y tampoco sentido ¿por qué iba a ser importante ahora?. Negó con la cabeza, volviendo a su dibujo, delineándolo con todo el cuidado que fue capaz para no estropearlo, intentar no pensar demasiado y no ser todo lo sincera que fue hasta ahora en un tema tan delicado como ese.
-No, no creo que eso ocurra nunca. Yo odio con todo lo que conlleva y si amase, solo lo haría una vez, si encuentras el amor una vez y lo dejas marchar sería dejar marchar a tu propia vida… a lo que nunca jamás volverás a encontrar -no había desviado los ojos del papel hasta que se relajó un poco. Sus ojos azules recorrieron el cuerpo ajeno, fijándose en su rostro e imaginar ciertas cosas que no debería pero aún así era inevitable.
-No se disculpe, discúlpeme a mí por haber sacado un tema con el que no se siente a gusto y… -no siguió, volvió a su dibujo, totalmente concentrada, empezando a tararear. De ese modo, esperaba que se olvidase del tema y se centrase en lo verdaderamente de esa noche, la compañía del otro. La voz de Abbey, apenas un susurro, parecía acariciar el ambiente. Dulce, mucho más dulce de lo que ella parecía a simple vista y por su carácter, intensificándose en una voz poderosa , como justo lo que describió… un ángel.
Cuando acabó de cantar y hacer el retrato, se abrazó a la hoja unos segundos, pensativa. Algo seguía impidiendo que esa inquietud se marchase por esa noche. Volvió a buscar su mirada, en silencio, intentando comprender qué le ocurría con ese joven, porqué era tan diferente a cualquier persona que había conocido.
-Su retrato y su canción…-le ofreció que cogiese el papel y esperó su reacción, estaba desnudo…sí pues se lo había imaginado y con razón después de ese acercamiento y de lo que en ella despertaba -La mente nos impulsa pero el deseo se siente ¿no cree? Quisiera…preguntarle algo -dudó pero finalmente se decidió a hacerlo… -¿Cree que encontraré alguien que me soporte, me quiera tal como soy, tenga esta complicidad que tengo con usted? ¿Tenemos algo parecido a eso que llaman amor? -una pregunta un tanto atrevida pero por el tono empleado lo estaba …diciendo totalmente en serio.
El calor de ese hogar, le recordaba mucho a uno que dejó de visitar hacía mucho tiempo, tanto que… creyó haberlo olvidado. Tenía el don de comprenderla con un simple gesto o mirada y , al volver ambas a encontrarse, su sensación de paz y tranquilidad invadió su cuerpo, suspirando relajada, poder por fin sentirse bien consigo misma. Acababa de encontrar un sitio con alguien que podía ser ella misma.
Un acercamiento inesperado pero necesitado por la joven que quien inconscientemente, lo buscó sin resultado. El juego a veces , era el que jugaba con uno mismo y le pasó factura porque realmente quiso quitarse esa duda de la cabeza, si probarlo o simplemente…quedarse con la duda como otras muchas cosas que no se atrevía ni tan siquiera a insinuar, menos preguntar directamente.
-El modelo inexperto ¿se acaba de estrenar con dicha dama? Todo un honor entonces, debe ser extraño ser retratado cuando jamás alguien lo ha hecho con usted pero temo que si no le guste mi dibujo, deje de hacer su trabajo… por desmotivación -sonrió delineando con el carboncillo, concentrada hasta que oyó cierta frase que dicha por otra persona quizás no le hubiese afectado tanto.
Detuvo el baile de sus dedos unos segundos, sin mirarle por primera vez fijamente a los ojos. Temía delatarse y como escudo, mostró una sonrisa de conformidad “Prometo no enamorarme”. ¿Acaso no lo había repetido ella miles de veces? Y ahora, adquirió un camino diferente, como si de algún modo, rompiese esa promesa… a sí misma. El amor, algo que jamás había necesitado y tampoco sentido ¿por qué iba a ser importante ahora?. Negó con la cabeza, volviendo a su dibujo, delineándolo con todo el cuidado que fue capaz para no estropearlo, intentar no pensar demasiado y no ser todo lo sincera que fue hasta ahora en un tema tan delicado como ese.
-No, no creo que eso ocurra nunca. Yo odio con todo lo que conlleva y si amase, solo lo haría una vez, si encuentras el amor una vez y lo dejas marchar sería dejar marchar a tu propia vida… a lo que nunca jamás volverás a encontrar -no había desviado los ojos del papel hasta que se relajó un poco. Sus ojos azules recorrieron el cuerpo ajeno, fijándose en su rostro e imaginar ciertas cosas que no debería pero aún así era inevitable.
-No se disculpe, discúlpeme a mí por haber sacado un tema con el que no se siente a gusto y… -no siguió, volvió a su dibujo, totalmente concentrada, empezando a tararear. De ese modo, esperaba que se olvidase del tema y se centrase en lo verdaderamente de esa noche, la compañía del otro. La voz de Abbey, apenas un susurro, parecía acariciar el ambiente. Dulce, mucho más dulce de lo que ella parecía a simple vista y por su carácter, intensificándose en una voz poderosa , como justo lo que describió… un ángel.
Cuando acabó de cantar y hacer el retrato, se abrazó a la hoja unos segundos, pensativa. Algo seguía impidiendo que esa inquietud se marchase por esa noche. Volvió a buscar su mirada, en silencio, intentando comprender qué le ocurría con ese joven, porqué era tan diferente a cualquier persona que había conocido.
-Su retrato y su canción…-le ofreció que cogiese el papel y esperó su reacción, estaba desnudo…sí pues se lo había imaginado y con razón después de ese acercamiento y de lo que en ella despertaba -La mente nos impulsa pero el deseo se siente ¿no cree? Quisiera…preguntarle algo -dudó pero finalmente se decidió a hacerlo… -¿Cree que encontraré alguien que me soporte, me quiera tal como soy, tenga esta complicidad que tengo con usted? ¿Tenemos algo parecido a eso que llaman amor? -una pregunta un tanto atrevida pero por el tono empleado lo estaba …diciendo totalmente en serio.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: Encuentro inesperado con sabor a manzana [Privado- Ezequiel O'Claude]
"El destino no reina sin la complicidad secreta
del instinto y la voluntad".
del instinto y la voluntad".
Por un momento pensó que sencillamente había hablado de más, y todo por su desesperado intento de ocultar aquellas cosas que jamás se había permitido mencionar en voz alta. Mucho menos lo haría ahora.
Por otro lado buscaría llenarse por la vibra de la mujer, tener su presencia junto a él ya debería ser suficiente para borrar todos esos fantasmas que no le dejaban avanzar. Sabía que llegaría un momento que debería desistir de todo aquello, solo que aún no se presentaba la oportunidad de romper sus cadenas.
Intentó sin éxito de quedarse quieto, hasta que finalmente se ubicó sobre su estómago y se quedó ahí, observándola de costado.
Veía sus ojos fijos en el cuaderno, y ahora entendía lo atrayente que eso podía resultar. Sus dedos se deslizaban con gracia sobre el papel, manipulando el carboncillo con suavidad. Ezequiel no perdía detalle de sus movimientos. Él y sus pieles nunca dejaban de estudiarla.
— Es interesante que diga eso, sus palabras llegan a ser contradictorias respecto al amor. Alguien que se niega a él, pero sin embargo sabe que eso puede cambiar por completo su vida.— le gustaba escucharla hablar así, por que de alguna forma podía ser empático con sus palabras y hasta compartirlas.
Le observó una última vez antes de cerrar sus ojos llevándose consigo la imagen del rostro femenino, se entregó a tranquilidad que estaba sintiendo. Y como si eso no fuera suficiente, escuchó como suavemente la voz de la mujer comenzaba a inundar el ambiente, le estaba haciendo el regalo finalmente. Aquello era simplemente mágico, el tono que usaba realmente le estaba cautivando y de ser posible se quedaría así toda la noche.Aunque sabía que eso no era una opción, y como todo lo bueno debe llegar a su fin, se lamentó cuando todo volvió a quedar en silencio, por lo que nuevamente abrió sus ojos observando como los brazos ajenos rodeaban el dibujo antes de entregárselo.
Lo recibió con curiosidad, misma que le hizo soltar la primera risa de la noche. Realmente se había atrevido a retratarlo desnudo, aunque claramente se aseguró de plasmar solo lo más "apropiado". Aunque el varón tenía la duda, ¿acaso el dibujo no era tan explícito por la inexperiencia que la mujer tenía sobre el cuerpo masculino?
— Es un magnífico trabajo, madame... Una sorpresa realmente, pero me ha encantado que lo haga de una manera tan artística. De haber sabido que realmente quería una imagen así, me habría desnudado.— comentó con naturalidad sin dejar de observar el retrato.
¿Que otras sorpresas podría depararle su compañera? Al parecer serían muchas más de las que habría enumerado.
—Por supuesto, la escucho.—acotó, dejando cuidadosamente el dibujo a un costado del sofá y volvió toda su concentración a ella. Como era de esperarse sus palabras le dejaron un tanto sorprendido.
— Amor.. ¿qué podría definirse como tal? — murmuró, levantándose de su lugar para llegar hasta la mujer. Tomando sus manos en silencio, la hizo erguirse para enfrentarse a sus ojos. Sus manos fueron suaves y cautelosas al rodear su cintura, acercándola a su cuerpo.
— ¿Ésto?.. — preguntó casi sin despegar sus labios, haciendo que la palabra se perdiera al instante, seguido de un suspiro que le hizo descansar su frente contra la ajena, bajando sus párpados.
Se meció con ella, realizando un imperceptible baile a capela, solo recordando en su mente la melodía que la rubia había cantado anteriormente. Sus manos firmes en su espalda, aguardando por que las de ella reaccionaran y le imitara, sabía que no sería fácil pero al menos deseaba darle la oportunidad de actuar, sin detenerse a pensar tanto la situación.
— No sabría explicar que es lo que tenemos, que es lo que me provoca el tenerla aquí conmigo...— ¿podría verdaderamente enamorarse de ella? Ni siquiera era capaz de alejar su mente de su pasado. Él mismo se encontraba dividido y confundido. Sabía que su obsesión no le llevaría a ninguna parte, y aún así dudaba de entregarse por completo a lo que sentía en ese momento, obligándose a levantar absurdas barreras entre ellos.
— Lo único que sé es que no deseo perder... Lo que sea que estemos creando juntos.—
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Re: Encuentro inesperado con sabor a manzana [Privado- Ezequiel O'Claude]
“Amar, cambia de casa el alma”.
El amor, como el odio iba de la mano y cómo se solía decir, estaban a un paso. Y ese paso, lo traspasó una vez, aún siendo una niña que no comprendía y menos entendía algunas cosas ,con el tiempo intentó poner en su sitio y aún, estaban descolocadas en su cabeza. Rehuía de algo que podía llegar a convertirte en vulnerable, ser utilizado en tu contra y lo peor… cambiar tu vida. No estaba preparada para que su vida cambiase, colmarse de responsabilidades que no sabría afrontar . No necesitaba encontrar el amor porque sabía que terminaría casada con alguien que no amaría nunca, estaba tan segura de ello y cada vez, más.
-El amor en sí es contradictorio -una leve sonrisa dedicada y nada más que añadir. Se dejó llevar, contagiar por la tranquilidad que le daba al propio artista. Ella, un alma inquieta, consiguiendo tal cosa y lo más sorprendente, era mutuo. Ver su expresión relajada, como si sus almas bailasen al compás en un universo paralelo. Aprovechó que tenía los ojos cerrados para fijarse en cada rasgo de su rostro, en el lenguaje de sus gestos y en cómo disfrutaba no solo de su compañía, de su voz, de ella misma ¿cómo era posible? Algo que se añadía a las mil cosas pendientes de catalogar en su cabeza rubia.
Sus ojos azules, atentos a su reacción al ver el dibujo, sonriendo al oír su risa. Hacía mucho tiempo que no le agradaba oír nada parecido, contagiándose de esa risa varonil y juntas sonar como el mejor de los duetos, como una melodía inacabada cuando se detenían. Sonrió divertida, enarcando una ceja y señalándole con el dedo, como si de algún modo le advirtiese de que no iba por buen camino al nombrar lo de posar como en el dibujo.
-Mi imaginación es amplia y tampoco creo que se diferencie mucho de mi trasero ¿o sí? Soy novata en algunas cosas pero no ingenua, eso ya lo sabe pero por si acaso se lo digo -no perdió esa sonrisa picara y traviesa, una que se volvió un tanto más seria e incluso serena. Cuando se trataba de algo importante, o al menos para ella, mantenía esa calma y que él le prestase toda la atención que necesitaba, le era más fácil expresarse, ser ella realmente y no tener impedimentos a la hora de decirlo todo tal como pensaba. Y lo hizo, esperando algo , anteponiéndose a la reacción de aquel joven que no, no era como ninguna otra persona que había conocido.
Inexplicable describir el tacto del joven al tocarla, traspasando su ropa como si le tocase la piel directamente. Le imitó inconscientemente, deslizando las manos por su cintura, como si le dibujase y su cuerpo fuera el lienzo, los dedos de la joven esos carboncillos que con destreza perfeccionaron el retrato sobre el papel. Regaló una efímera pero sentida caricia al joven hasta dejar las manos tras su espalda, ejerciendo presión y atraerle un tanto más hacia su cuerpo. Las orbes azul cielo, dibujaron el rostro ajeno ahora tan cerca, su dibujo no había sido tan perfecto como la realidad y por ello, sonrió, una sonrisa dulce y traviesa al mismo tiempo. Susurró imitándole ese “¿esto?”, no sabía cómo lo hacía pero era como si su cuerpo dejase de pertenecerle y solo tomase vida propia, queriendo, necesitando su cuerpo todo lo cerca que la situación le permitiese, él…le dejase.
Negó con suavidad, ella tampoco lo sabía. Sus ojos, mostraban confusión y temor. Le afianzó aún más contra sí, haciendo presión frente contra frente, acariciando sutilmente su nariz con la ajena. Sus respiraciones intercambiaban una conversación silenciosa, llamándose a gritos. Quería hacerlo y una de sus manos se aventuró a deslizarse por la espalda del artista, dejándole sentir toda la seguridad que él le daba, la forma en la que sus dedos se entrelazaban en el cabello de su nuca y terminaban rozando el cuello ajeno, solo con el índice… como si comprobase algo , sonriendo al instante en el que su piel se erizó por haber hecho semejante descubrimiento, solo con rozarle la piel… era como si una descarga le recorriese el cuerpo. Le regaló una risa sincera, una que chocó contra sus labios, esos que le pedían a gritos, se atreviese.
- No lo comprendo, tampoco quisiera. Todo está bien así pero no quiero perder esto, es lo más real que tengo, lo que he tenido desde hace mucho tiempo. A cada segundo es como… si le conociera mucho antes de haber llegado aquí y…eso me asusta, como el hecho de que quiera besarle -sus ojos azules brillaron con cierto toque de rabia e impotencia pues no era menester que dijese eso, alguien como ella, tan orgullosa y aún así parecía estar conteniéndose horrores. -Puede … apartarse, olvidarlo pero sabe que nunca sentirá lo mismo, le transmita algo parecido que…esto
La mano libre que no tomaba su cintura, tomó su mejilla y acariciándola con sumo cuidado, una delicadeza extrema para ser ella, le guió para unir sus labios, temblando al notar la presión, la calidez y el sabor más rico aún que la manzana, sabía que no iba a arrepentirse, necia hubiese sido darle vueltas sin sentido.
El amor, como el odio iba de la mano y cómo se solía decir, estaban a un paso. Y ese paso, lo traspasó una vez, aún siendo una niña que no comprendía y menos entendía algunas cosas ,con el tiempo intentó poner en su sitio y aún, estaban descolocadas en su cabeza. Rehuía de algo que podía llegar a convertirte en vulnerable, ser utilizado en tu contra y lo peor… cambiar tu vida. No estaba preparada para que su vida cambiase, colmarse de responsabilidades que no sabría afrontar . No necesitaba encontrar el amor porque sabía que terminaría casada con alguien que no amaría nunca, estaba tan segura de ello y cada vez, más.
-El amor en sí es contradictorio -una leve sonrisa dedicada y nada más que añadir. Se dejó llevar, contagiar por la tranquilidad que le daba al propio artista. Ella, un alma inquieta, consiguiendo tal cosa y lo más sorprendente, era mutuo. Ver su expresión relajada, como si sus almas bailasen al compás en un universo paralelo. Aprovechó que tenía los ojos cerrados para fijarse en cada rasgo de su rostro, en el lenguaje de sus gestos y en cómo disfrutaba no solo de su compañía, de su voz, de ella misma ¿cómo era posible? Algo que se añadía a las mil cosas pendientes de catalogar en su cabeza rubia.
Sus ojos azules, atentos a su reacción al ver el dibujo, sonriendo al oír su risa. Hacía mucho tiempo que no le agradaba oír nada parecido, contagiándose de esa risa varonil y juntas sonar como el mejor de los duetos, como una melodía inacabada cuando se detenían. Sonrió divertida, enarcando una ceja y señalándole con el dedo, como si de algún modo le advirtiese de que no iba por buen camino al nombrar lo de posar como en el dibujo.
-Mi imaginación es amplia y tampoco creo que se diferencie mucho de mi trasero ¿o sí? Soy novata en algunas cosas pero no ingenua, eso ya lo sabe pero por si acaso se lo digo -no perdió esa sonrisa picara y traviesa, una que se volvió un tanto más seria e incluso serena. Cuando se trataba de algo importante, o al menos para ella, mantenía esa calma y que él le prestase toda la atención que necesitaba, le era más fácil expresarse, ser ella realmente y no tener impedimentos a la hora de decirlo todo tal como pensaba. Y lo hizo, esperando algo , anteponiéndose a la reacción de aquel joven que no, no era como ninguna otra persona que había conocido.
Inexplicable describir el tacto del joven al tocarla, traspasando su ropa como si le tocase la piel directamente. Le imitó inconscientemente, deslizando las manos por su cintura, como si le dibujase y su cuerpo fuera el lienzo, los dedos de la joven esos carboncillos que con destreza perfeccionaron el retrato sobre el papel. Regaló una efímera pero sentida caricia al joven hasta dejar las manos tras su espalda, ejerciendo presión y atraerle un tanto más hacia su cuerpo. Las orbes azul cielo, dibujaron el rostro ajeno ahora tan cerca, su dibujo no había sido tan perfecto como la realidad y por ello, sonrió, una sonrisa dulce y traviesa al mismo tiempo. Susurró imitándole ese “¿esto?”, no sabía cómo lo hacía pero era como si su cuerpo dejase de pertenecerle y solo tomase vida propia, queriendo, necesitando su cuerpo todo lo cerca que la situación le permitiese, él…le dejase.
Negó con suavidad, ella tampoco lo sabía. Sus ojos, mostraban confusión y temor. Le afianzó aún más contra sí, haciendo presión frente contra frente, acariciando sutilmente su nariz con la ajena. Sus respiraciones intercambiaban una conversación silenciosa, llamándose a gritos. Quería hacerlo y una de sus manos se aventuró a deslizarse por la espalda del artista, dejándole sentir toda la seguridad que él le daba, la forma en la que sus dedos se entrelazaban en el cabello de su nuca y terminaban rozando el cuello ajeno, solo con el índice… como si comprobase algo , sonriendo al instante en el que su piel se erizó por haber hecho semejante descubrimiento, solo con rozarle la piel… era como si una descarga le recorriese el cuerpo. Le regaló una risa sincera, una que chocó contra sus labios, esos que le pedían a gritos, se atreviese.
- No lo comprendo, tampoco quisiera. Todo está bien así pero no quiero perder esto, es lo más real que tengo, lo que he tenido desde hace mucho tiempo. A cada segundo es como… si le conociera mucho antes de haber llegado aquí y…eso me asusta, como el hecho de que quiera besarle -sus ojos azules brillaron con cierto toque de rabia e impotencia pues no era menester que dijese eso, alguien como ella, tan orgullosa y aún así parecía estar conteniéndose horrores. -Puede … apartarse, olvidarlo pero sabe que nunca sentirá lo mismo, le transmita algo parecido que…esto
La mano libre que no tomaba su cintura, tomó su mejilla y acariciándola con sumo cuidado, una delicadeza extrema para ser ella, le guió para unir sus labios, temblando al notar la presión, la calidez y el sabor más rico aún que la manzana, sabía que no iba a arrepentirse, necia hubiese sido darle vueltas sin sentido.
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Re: Encuentro inesperado con sabor a manzana [Privado- Ezequiel O'Claude]
"Ten presente que siempre vale la pena luchar,
por lo que vale la pena tener."
por lo que vale la pena tener."
Hace cuanto tiempo que no recibía aquello. Las muestras de cariño siempre se le daban con tanta facilidad, pero darlas, no que él mismo fuera el afortunado de recibirlas.
El roce con otra persona se podría considerar atrevido e incluso ofensivo, y en ese momento Ezequiel solo podía pensar en lo real que todo aquello se sentía, simplemente con el hecho de mantener a la mujer entre sus brazos. Sentir como su piel se erizaba por cada efímero contacto que realizaba con sus tersas manos le regalaban no una, si no, un sin fin de sensaciones que había olvidado hace años atrás.
En esa instancia ya no sabía muy bien que esperar de ella, ni mucho menos anticiparse a lo que se estuviera reservando, pero sin dudas estaba dispuesto a recibir lo que fuera. Ya había ido demasiado lejos como para arrepentirse.
Escuchaba el sonido de su risa, y con ella una aprobación para mantenerse así con la rubia. No deseaba romper el trance al que se había dejado arrastrar, ya que era todo lo que ansiaba y más.
La dejó hablar a ella desde ahí, él ya se había expuesto demasiado. Había avanzado lo que le correspondía y ahora todo dependía de la mujer, quien no lograba liberarse de las tensiones y prácticamente podía sentirla temblar contra su torso, ¿nervios? ¿miedo? Tal vez una mezcla de ambas. Él no era nadie para presionarla a nada, ni tampoco lo sería para negarle sus deseos.
Sostuvo su mirada una fracción de segundo mientras le daba un escape, no podía creer que realmente ella pensara que existían dudas en la mente masculina. De ser así cualquier duda o confusión se vio difuminada en cuanto sus labios presionaron los ajenos, finalmente se había arriesgado.
Suspiró contra sus pétalos, haciendo que el abrazo que mantenían se afianzara aún más, o al menos él quería sentirlo así. Tanto tiempo encerrado en si mismo, y ahora, en apenas unos segundos estaba recuperando todo, en brazos de una mujer que de haberlo pensado jamás se le habría cruzado por la cabeza, esa atención que le dedicaba no era propio tratándose de que ambos venían de mundos completamente diferentes, y nuevamente ella demostrándole que eso no tenía validez alguna.
La primera sonrisa que despojaron sus labios luego de algunos minutos fue una de las más honestas, su palma deslizándose por la espalda de la rubia, mientras sus ojos se perdían en el cielo que significaban los de ella.
— No tiene idea de lo que ésto significa para mí.— murmuró, incapaz de liberarle siquiera. Ese temor de verla así así sin mas por la puerta principal estaba atormentándolo en silencio.
— Acaba de regresar a mi memoria placeres que había olvidado, poder disfrutar de cosas tan simples es indescriptible.— se sentía abrumado por tanto, pero no se permitía abandonar la situación.
No le molestaba aquello, poder acercar su rostro, ocultarlo entre el cuello de la fémina y embriagarse del dulce aroma que nacía de ella. La suavidad de su piel, misma que rozaba con sus labios, un contacto mínimo que le mantenía atado a ella.
Se estaba cuestionando demasiado, poniendo en duda lo que ya era absurdamente evidente. Y aún así en ese momento solo tenía clara una cosa.
— Al menos por esta noche, por favor, Abbey... Quédate.—
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Re: Encuentro inesperado con sabor a manzana [Privado- Ezequiel O'Claude]
“Solo por esta noche, deja que el tiempo se detenga un instante”
Su cuerpo, definitivamente le había abandonado por completo. Tenerle tan cerca, tanto que podía sentir cada palabra golpear con suavidad sus labios, llamándola a gritos. En la vida, había que arriesgarse para ganar y ella, acababa de hacerlo. No solo había ganado, la experiencia sobre acercamientos era nulo y ese, simplemente…era perfecto. Se complementaban pero no tan a la perfección cuando ambos labios entraron en contacto. Un beso inexperto, necesitado y deseado, suave y delicioso. No había mejor manera que describirlo que esa. La tarta de manzana no tenía ningún tipo de comparación con aquella boca que le prometió, la calmó y la reclamaba al mismo tiempo.
Como por arte de magia, su temblor y miedo se disipó. Él, el culpable de ello, comenzaba a ser el culpable de tantas cosas y no le importaba. Nadie le había tratado de esa manera, tan sutil, protectora y delicada. Y ella, le afianzó por la espalda con una de sus manos, la otra…buscó tomar su mejilla con todo el cuidado del mundo. ¿Podía ser dulce? Dulce o no, necesitaba tocarle, saber que seguía allí y no era otro de sus muchas fantasías. Las cosas buenas no eran habituales en su vida y él no solo era eso, se estaba convirtiendo en algo que quizás no debería pero ya no tenía solución.
Incapaz de mirar otra cosa que no fuesen sus ojos, recorriendo cada parte de su rostro como si ahora sus ojos azules fueran ese carboncillo y su cabeza, ese lienzo en el que plasmar aquella imagen para no olvidarla. Frunció un tanto el ceño, seguido de una risa cuando le oyó decir tal cosa ¿lo que significaba para él? quiso preguntarle, en otro momento no lo hubiese dudado pero temía que su pregunta terminaba de condenarla aunque… ¿no lo estaba ya?
-No tengo idea de muchas cosas y esta noche…me ha mostrado muchas, las suficientes para darme la mayor lección de mi vida…estará contento.-sonrió aún con ese ceño fruncido que la caracterizaba y que al cambiante, le hacía especial gracia. El cuerpo de la rubia, vibró cuando sintió como él, elegía su escondite. Deslizó los dedos imperceptiblemente de su mejilla hasta su nuca, obligándole de alguna manera que no se separase, le dejaba su espacio como a la vez, con ese simple gesto… le pedía en silencio que no se alejase.
Le venció que no solo la escogiese como su escondite, el roce de sus labios le quemaba la piel. Roce que fue devuelto , al girar el rostro y frotar ambas mejillas con cuidado, provocando una caricia de lo más suave. Sus labios, buscaron una vez más los del joven pero no para otra cosa que sentir cada palabra golpear contra su boca. Le pedía que se quedase y ella, sin decir nada…había hecho lo mismo. Necesitaba que la mirase a los ojos, ver y transmitirle lo mismo a él. Sus ojos azules, no dejaban de observarle a cada segundo, intrigados, sorprendidos aún. Alguien tan supuestamente diferente a ella y tan igual a la vez. ¿Lo habría condenado también?
-Puede ser la última, ¿cómo no cumplir tu deseo? Quiero quedarme, ¿es que tengo que gritarlo para que te enteres? -volvió a fruncir el ceño, ceño que desapareció cuando apoyó su frente en la de él -Tienes la llave de mi jaula de oro…no puedo volver ¿no lo recuerdas? -se sentía en paz, como si hubiese encontrado su sitio y a la vez era consciente que lo que tendría de él….era solo eso. Antes, le había prometido que no iba a enamorarse.
El corazón de Abbey, loco y apresurado, latía tan fuerte que le faltó el aire durante un par de segundos. No solo era peligroso, él le mostraba esa vida en donde ella…sería tan feliz sin tener que hacer otra cosa que dedicarse a hacer lo que le gustaba, vivir sin ataduras y no tener que volver a aquel lugar sin vida. La desesperación por pensar en que tenía que irse a pesar de decirle que se quedaría volvió, negando con la cabeza, no quería marcharse…se conformaba con lo más simple.
-¿Qué significa para ti esto? No debí preguntarlo pero no me arrepiento -ahora eran sus dos manos quien sujetaban su rostro, no podía dejarlo todo ahí, hacer como no había pasado, le era imposible y quizás por eso… se estaba enfadando consigo misma porque él sí que le prometió pero ella… ¿qué podía ofrecerle? -Sabes que lo que me has pedido, no es cualquier cosa, me has pedido que me quede… y lo haré con una condición -tenía miedo, mucho porque jamás nadie le había hecho sentir como en ese momento y perderlo, sería como sentirse incompleta.
-Dime lo mucho que quieres que me quede pero…-sonrió, deslizando el dedo índice por los labios del joven y sonreír como una niña traviesa que está a punto de hacer una travesura -Dímelo con tus labios…-una especie de venganza, no le soltó y no, no iba a irse…no al menos esa noche, suplicaba que... se quedase al igual.
Su cuerpo, definitivamente le había abandonado por completo. Tenerle tan cerca, tanto que podía sentir cada palabra golpear con suavidad sus labios, llamándola a gritos. En la vida, había que arriesgarse para ganar y ella, acababa de hacerlo. No solo había ganado, la experiencia sobre acercamientos era nulo y ese, simplemente…era perfecto. Se complementaban pero no tan a la perfección cuando ambos labios entraron en contacto. Un beso inexperto, necesitado y deseado, suave y delicioso. No había mejor manera que describirlo que esa. La tarta de manzana no tenía ningún tipo de comparación con aquella boca que le prometió, la calmó y la reclamaba al mismo tiempo.
Como por arte de magia, su temblor y miedo se disipó. Él, el culpable de ello, comenzaba a ser el culpable de tantas cosas y no le importaba. Nadie le había tratado de esa manera, tan sutil, protectora y delicada. Y ella, le afianzó por la espalda con una de sus manos, la otra…buscó tomar su mejilla con todo el cuidado del mundo. ¿Podía ser dulce? Dulce o no, necesitaba tocarle, saber que seguía allí y no era otro de sus muchas fantasías. Las cosas buenas no eran habituales en su vida y él no solo era eso, se estaba convirtiendo en algo que quizás no debería pero ya no tenía solución.
Incapaz de mirar otra cosa que no fuesen sus ojos, recorriendo cada parte de su rostro como si ahora sus ojos azules fueran ese carboncillo y su cabeza, ese lienzo en el que plasmar aquella imagen para no olvidarla. Frunció un tanto el ceño, seguido de una risa cuando le oyó decir tal cosa ¿lo que significaba para él? quiso preguntarle, en otro momento no lo hubiese dudado pero temía que su pregunta terminaba de condenarla aunque… ¿no lo estaba ya?
-No tengo idea de muchas cosas y esta noche…me ha mostrado muchas, las suficientes para darme la mayor lección de mi vida…estará contento.-sonrió aún con ese ceño fruncido que la caracterizaba y que al cambiante, le hacía especial gracia. El cuerpo de la rubia, vibró cuando sintió como él, elegía su escondite. Deslizó los dedos imperceptiblemente de su mejilla hasta su nuca, obligándole de alguna manera que no se separase, le dejaba su espacio como a la vez, con ese simple gesto… le pedía en silencio que no se alejase.
Le venció que no solo la escogiese como su escondite, el roce de sus labios le quemaba la piel. Roce que fue devuelto , al girar el rostro y frotar ambas mejillas con cuidado, provocando una caricia de lo más suave. Sus labios, buscaron una vez más los del joven pero no para otra cosa que sentir cada palabra golpear contra su boca. Le pedía que se quedase y ella, sin decir nada…había hecho lo mismo. Necesitaba que la mirase a los ojos, ver y transmitirle lo mismo a él. Sus ojos azules, no dejaban de observarle a cada segundo, intrigados, sorprendidos aún. Alguien tan supuestamente diferente a ella y tan igual a la vez. ¿Lo habría condenado también?
-Puede ser la última, ¿cómo no cumplir tu deseo? Quiero quedarme, ¿es que tengo que gritarlo para que te enteres? -volvió a fruncir el ceño, ceño que desapareció cuando apoyó su frente en la de él -Tienes la llave de mi jaula de oro…no puedo volver ¿no lo recuerdas? -se sentía en paz, como si hubiese encontrado su sitio y a la vez era consciente que lo que tendría de él….era solo eso. Antes, le había prometido que no iba a enamorarse.
El corazón de Abbey, loco y apresurado, latía tan fuerte que le faltó el aire durante un par de segundos. No solo era peligroso, él le mostraba esa vida en donde ella…sería tan feliz sin tener que hacer otra cosa que dedicarse a hacer lo que le gustaba, vivir sin ataduras y no tener que volver a aquel lugar sin vida. La desesperación por pensar en que tenía que irse a pesar de decirle que se quedaría volvió, negando con la cabeza, no quería marcharse…se conformaba con lo más simple.
-¿Qué significa para ti esto? No debí preguntarlo pero no me arrepiento -ahora eran sus dos manos quien sujetaban su rostro, no podía dejarlo todo ahí, hacer como no había pasado, le era imposible y quizás por eso… se estaba enfadando consigo misma porque él sí que le prometió pero ella… ¿qué podía ofrecerle? -Sabes que lo que me has pedido, no es cualquier cosa, me has pedido que me quede… y lo haré con una condición -tenía miedo, mucho porque jamás nadie le había hecho sentir como en ese momento y perderlo, sería como sentirse incompleta.
-Dime lo mucho que quieres que me quede pero…-sonrió, deslizando el dedo índice por los labios del joven y sonreír como una niña traviesa que está a punto de hacer una travesura -Dímelo con tus labios…-una especie de venganza, no le soltó y no, no iba a irse…no al menos esa noche, suplicaba que... se quedase al igual.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: Encuentro inesperado con sabor a manzana [Privado- Ezequiel O'Claude]
"Tal vez lo peor es que nunca te deje ir.
No deberia jamás tener que dejarte ir".
No deberia jamás tener que dejarte ir".
Había avanzado demasiado, y todo por dejarse manipular por sus deseos, sus más bajos instintos comenzaban a salir a flote. Era evidente, dejando que sus manos actuaran por su cuenta, no podría reprimirse si era ella quien le daba el impulso que necesitaba para continuar. Como siempre, no haría nada que no fuera autorizado por la rubia, ya fuera directamente o no. Al final el criterio quedaría recostado en las manos de Ezequiel.
¿Acaso había mejor manera que expresar por medio del cuerpo? De haberlo entendido desde el principio, cuando el definido cuerpo de la mujer comenzó a temblar en sus brazos. Por su parte el ansia de sentirla contra él le delataba de todas las formas humanas posibles y no se esforzaba siquiera en ocultarlo, sería inútil, un cansancio que en ese momento no necesitaba en lo absoluto.
Por fin estaba disfrutando de sonreír con sinceridad, liberándose así de sus falsas caretas de felicidad. Con ella todo era real, genuino.
— Puedes dar por perdida esa llave. Voy a sacarte de esa jaula y la cerraré para siempre.— como maldecía en su interior, deseando que aquellas palabras pudieras convertirse en un hecho todos los días. Pero tanto él como ella sabían que no sería posible, aunque el castaño no iba a darse por vencido, seguiría intentado. Siempre.
— ¿Que significa?.. No sería capaz de explicarlo por completo.— susurró, siendo presa fácil para los sentimientos que siempre se empeñaba en ocultar.
— Compañía, felicidad, esperanza.— esperanza en que pudiera iniciar de nuevo, aún sabiendo que eso llevaría tiempo, no le importaba.
Estaba asesorando aquellas cosas que jamás había poseído, quería saber que podía pertenecer a un sitio, en donde en ese momento solo se encontraban ellos dos. De seguro eso sería suficiente para Ezequiel, ¿pero lo sería para ella?
Sentía su tacto, aquel que en un inicio se mantenía tan suave, inexperto. Poco a poco se intensificaba, y el cambiante se preguntaba si alguna vez se saciaría de aquel placer.
Valoraba en demasía ser víctima de la arrasadora presencia femenina, nunca había conseguido que alguien lo enfrentara y lo hiciera sentir tan bien al mismo tiempo.
Si ella no deseaba marcharse, estaría dispuesto a hacer que eso no cambiara. De inmediato sus manos se pusieron en acción, al igual que las ajenas antes. Recorrió suavemente su espalda, desde la linea de partida de la espalda baja hasta su nuca, recordando cada centímetro de su cuerpo.
Mientras tanto sus labios no perdían el tiempo, ¿que mejor manera de hacerla entender? Estaba apoderándose de su boca, besándola con una necesidad que no se había permitido, deslizándose por la comisura de sus pétalos hasta el cuello, mordiendo con delicadeza parte de su tez blanca e inmaculada. No podía negar el gusto que le producía la pureza de la mujer.
Lentamente fue tomando asiento en el sofá, haciendo que ella se acomodara sobre sus piernas. No perdería oportunidad de hacerla entender.
— Espero que hayas comprendido. No voy a dejarte marchar.— era todo lo que podía decir, no buscaba que sus palabras dijeran más que sus actos. Deseaba su compañía, y quedaba demostrado en sus manos que le aferraban con posesión por su cintura. Sus labios que no paraban de recorrer su piel expuesta.
Haría que ella se sintiera parte de algo... Parte de él.
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Re: Encuentro inesperado con sabor a manzana [Privado- Ezequiel O'Claude]
“Si el tiempo se detuviese en este mismo instante, lo haría en el momento perfecto.”
Ambos sabían que habría momentos parecidos a ese pero ninguno podría compararse con aquel encuentro. Sus palabras, no fueron una promesa, ambos sabían que no podía prometerle sacarla de su jaula tan fácilmente y él, tampoco renunciar a lo que tenía atado a su vida. Ambos tan diferentes, tan distintos en muchos aspectos pero coincidían en un punto equilibrado donde uno al otro le ofrecía justo lo que necesitaba. Un respiro, ese soplo de aire fresco, ese sueño profundo y terriblemente reparador que te hacía soñar cosas imposibles, cumplir tus mayores deseos. Él, podía describirse como eso. Alguien que llegó a su vida en el momento exacto, en donde todo hasta ahora acababa y empezaba una nueva vida.
Sus orbes azules, ese mar en calma, le observaban en silencio…dejándose vencer por aquella sonrisa sincera, una que se le antojó dulce, atractiva y la culpable de que una deliciosa risa se le escapase de los labios, sin venir a cuento. La conexión con aquel joven era simplemente, indescriptible. Capaz de sacar lo mejor de ella, una máscara muy oculta y él, había podido hacerla relucir de un modo sorprendente. Lo miraba atentamente, sin quererse perder ningún detalle de sus movimientos, dejarse llevar por su voz y creer de verdad que él podía ser lo más parecido a ese héroe.
Su tacto, la abrumó, sintiendo como no solo su piel se erizaba. El cuerpo de la joven, buscó el ajeno en un intento desesperado porque no la soltase. Una de sus manos se deslizaron por la cintura del artista, delineándola…la otra, se dio el gusto de deslizarla por la espalda. Quería más, no sabía porqué pero necesitaba sentirlo aún más cerca. Sus labios le prometían encerrarla , atraparla en un torbellino de emociones a las que no acostumbraba. Un cosquilleo en la boca del estómago, le impulsó a que aquel beso no terminase. Negándose a que la dejase a su suerte, no, al menos no esa noche.
Susurró su nombre, muy cerca de su oído cuando la condenó al morderle la piel. Sus propios labios, un tanto hinchados por aquella batalla de besos, su cuerpo arqueándose y dejarse vencer sobre él. Ahora que estaban sentados, la presión era aún mayor y su respiración la delató. No hacía otra cosa que mirar sus labios y sus ojos, un camino que se dio el gusto de recorrer todas las veces que fueron necesarias. Necesitaba algo más, quería que sus palabras se las quedase grabadas.
-Yo tampoco…-no acabó la frase. Sus manos, ágiles, tomaron las muñecas del joven, apoyándolas a cada lado de su cabeza. Siseó, dejándose vencer del todo sobre su cuerpo, permitiéndose el lujo de quedar parcialmente tumbada con él debajo de su cuerpo -No te voy a dejar marchar -susurró cada palabra, contra sus labios, imitándole en aquel gesto de deslizar los labios por la piel de su cuello, crear dibujos sin sentidos con sus labios, mientras su nariz se perdía entre sus cabellos , conociendo su olor y embriagarse por completo. La sensación de poder probarle de otra forma, de olerle y sentir su cuerpo cálido buscarse irremediablemente, como dos piezas imperfectas que si encajaban, formaban un puzzle que podía rozar la perfección.
-No prometo nada, a nadie…pero puedo prometerte que no voy a olvidarlo. -sin soltarle de las muñecas, se sentó en su regazo, observándole atentamente, pidiéndole en silencio justo eso…que no le dejase marchar -Eres jodidamente , terriblemente, encantadoramente hermoso ¿lo sabías?-se mordió el labio inferior, riendo durante el camino de nuevo a sus labios, le imitó de algún modo en algo que dijo alguna que otra vez. Bajó hasta su cuello, mordiéndole con cierta fuerza y terminar por reír de lo más traviesa, bajando un tanto más pero no dejarle la ropa del joven -Sabes mejor que esa maldita tarta de manzana. -rió por lo bajo, inevitablemente, su cuerpo se movió sobre el de él…buscándole irremediablemente, tenerle tan cerca no podía hacerle más bien y sí, se estaba condenando pero ¿Acaso no le dijo que no le dejaría marchar?
Negó con la cabeza, acomodándose mejor en el asiento ¿qué mejor que la cintura del joven? se mordió el labio inferior, mostrando esa sonrisa traviesa que no decía nada bueno, prometía que no se portaría bien. Negó con la cabeza, quería hacer una cosa y no era otra que tocarle, comprobar que esa maldita oleada de calor no eran invenciones y él tenía la culpa, estaba segura de ello. Soltó sus muñecas, deslizando los dedos por sus brazos,sientiese el tacto de sus dedos bajo su ropa y desease másse lo pidiese.
-Déjame comprobar... una cosa -no podía andarse con rodeos, necesitaba tocar su piel. Buscó sacarle la camisa y desabrocharla despacio, con mimo incluso...un mimo que demostró, dejando un beso seguido de un mordisco en uno de sus hombros y no perder el contacto con su piel...sus labios siguieron bajando por su clavícula, perdiéndose en su calor, en como sus manos terminaban por fin de acariciar con detenimiento su pecho...no podía pararlo, no sabía porqué pero quería más y se lo pidió en un susurro cargado de reproche a sí misma por sentirse vulnerable -Vas a ser el culpable de que admita que mi familia tenga razón... esto me vuelve...loca -esa sonrisa traviesa, ese tono de voz que siempre enfrentaba al joven, lo embriagaba al mismo tiempo...
Lo supo, supo desde el primer segundo que le devolvió la mirada aquella tarde que… ya no podía ser lo mismo.
Ambos sabían que habría momentos parecidos a ese pero ninguno podría compararse con aquel encuentro. Sus palabras, no fueron una promesa, ambos sabían que no podía prometerle sacarla de su jaula tan fácilmente y él, tampoco renunciar a lo que tenía atado a su vida. Ambos tan diferentes, tan distintos en muchos aspectos pero coincidían en un punto equilibrado donde uno al otro le ofrecía justo lo que necesitaba. Un respiro, ese soplo de aire fresco, ese sueño profundo y terriblemente reparador que te hacía soñar cosas imposibles, cumplir tus mayores deseos. Él, podía describirse como eso. Alguien que llegó a su vida en el momento exacto, en donde todo hasta ahora acababa y empezaba una nueva vida.
Sus orbes azules, ese mar en calma, le observaban en silencio…dejándose vencer por aquella sonrisa sincera, una que se le antojó dulce, atractiva y la culpable de que una deliciosa risa se le escapase de los labios, sin venir a cuento. La conexión con aquel joven era simplemente, indescriptible. Capaz de sacar lo mejor de ella, una máscara muy oculta y él, había podido hacerla relucir de un modo sorprendente. Lo miraba atentamente, sin quererse perder ningún detalle de sus movimientos, dejarse llevar por su voz y creer de verdad que él podía ser lo más parecido a ese héroe.
Su tacto, la abrumó, sintiendo como no solo su piel se erizaba. El cuerpo de la joven, buscó el ajeno en un intento desesperado porque no la soltase. Una de sus manos se deslizaron por la cintura del artista, delineándola…la otra, se dio el gusto de deslizarla por la espalda. Quería más, no sabía porqué pero necesitaba sentirlo aún más cerca. Sus labios le prometían encerrarla , atraparla en un torbellino de emociones a las que no acostumbraba. Un cosquilleo en la boca del estómago, le impulsó a que aquel beso no terminase. Negándose a que la dejase a su suerte, no, al menos no esa noche.
Susurró su nombre, muy cerca de su oído cuando la condenó al morderle la piel. Sus propios labios, un tanto hinchados por aquella batalla de besos, su cuerpo arqueándose y dejarse vencer sobre él. Ahora que estaban sentados, la presión era aún mayor y su respiración la delató. No hacía otra cosa que mirar sus labios y sus ojos, un camino que se dio el gusto de recorrer todas las veces que fueron necesarias. Necesitaba algo más, quería que sus palabras se las quedase grabadas.
-Yo tampoco…-no acabó la frase. Sus manos, ágiles, tomaron las muñecas del joven, apoyándolas a cada lado de su cabeza. Siseó, dejándose vencer del todo sobre su cuerpo, permitiéndose el lujo de quedar parcialmente tumbada con él debajo de su cuerpo -No te voy a dejar marchar -susurró cada palabra, contra sus labios, imitándole en aquel gesto de deslizar los labios por la piel de su cuello, crear dibujos sin sentidos con sus labios, mientras su nariz se perdía entre sus cabellos , conociendo su olor y embriagarse por completo. La sensación de poder probarle de otra forma, de olerle y sentir su cuerpo cálido buscarse irremediablemente, como dos piezas imperfectas que si encajaban, formaban un puzzle que podía rozar la perfección.
-No prometo nada, a nadie…pero puedo prometerte que no voy a olvidarlo. -sin soltarle de las muñecas, se sentó en su regazo, observándole atentamente, pidiéndole en silencio justo eso…que no le dejase marchar -Eres jodidamente , terriblemente, encantadoramente hermoso ¿lo sabías?-se mordió el labio inferior, riendo durante el camino de nuevo a sus labios, le imitó de algún modo en algo que dijo alguna que otra vez. Bajó hasta su cuello, mordiéndole con cierta fuerza y terminar por reír de lo más traviesa, bajando un tanto más pero no dejarle la ropa del joven -Sabes mejor que esa maldita tarta de manzana. -rió por lo bajo, inevitablemente, su cuerpo se movió sobre el de él…buscándole irremediablemente, tenerle tan cerca no podía hacerle más bien y sí, se estaba condenando pero ¿Acaso no le dijo que no le dejaría marchar?
Negó con la cabeza, acomodándose mejor en el asiento ¿qué mejor que la cintura del joven? se mordió el labio inferior, mostrando esa sonrisa traviesa que no decía nada bueno, prometía que no se portaría bien. Negó con la cabeza, quería hacer una cosa y no era otra que tocarle, comprobar que esa maldita oleada de calor no eran invenciones y él tenía la culpa, estaba segura de ello. Soltó sus muñecas, deslizando los dedos por sus brazos,sientiese el tacto de sus dedos bajo su ropa y desease másse lo pidiese.
-Déjame comprobar... una cosa -no podía andarse con rodeos, necesitaba tocar su piel. Buscó sacarle la camisa y desabrocharla despacio, con mimo incluso...un mimo que demostró, dejando un beso seguido de un mordisco en uno de sus hombros y no perder el contacto con su piel...sus labios siguieron bajando por su clavícula, perdiéndose en su calor, en como sus manos terminaban por fin de acariciar con detenimiento su pecho...no podía pararlo, no sabía porqué pero quería más y se lo pidió en un susurro cargado de reproche a sí misma por sentirse vulnerable -Vas a ser el culpable de que admita que mi familia tenga razón... esto me vuelve...loca -esa sonrisa traviesa, ese tono de voz que siempre enfrentaba al joven, lo embriagaba al mismo tiempo...
Lo supo, supo desde el primer segundo que le devolvió la mirada aquella tarde que… ya no podía ser lo mismo.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: Encuentro inesperado con sabor a manzana [Privado- Ezequiel O'Claude]
"Mi táctica es quedarme en tu recuerdo,
no sé cómo, ni sé con qué pretexto...
pero quedarme en ti".
no sé cómo, ni sé con qué pretexto...
pero quedarme en ti".
Por instantes era capaz de caer en cuenta, saber que lo que ocurría era un hecho, y en otros, temía que en lo que tarda un pestañeo todo aquello se esfumara y fuera solo una mala pasada de su muy amplia imaginación.
Suerte o no, destino o casualidad; no importaba. Ella estaba ahí, recordándole que aún podía hacer las cosas bien, o al menos creer que así era. Ambos sabían que no debían mezclarse de esa forma, tocarse y besarse así, teniendo aquellos sentimientos que los estaban uniendo contra todo pronóstico. Que irónica puede ser la vida aveces.
Estaba claro que la dejaría tomar el control, que hiciera todo lo que tenía en mente, puesto que si él lo deseara los roles se intercambiarían en un abrir y cerrar de ojos. La fuerza que la rubia empleaba en su cuerpo se sentía como una sutil caricia que bastaba para mantenerlo en tranquilidad, sosteniendo el ligero peso de sus curvas sobre él.
Así finalmente accedió a recibir todas las atenciones de la fémina, mismas que siempre se negaba. Quizás no se limitaba de lo que significaba el placer de la compañía femenina, pero jamás llegaba a entregarse de esa forma. Sabía que las noches eran cortas, y en esos casos las noches tenían su valor.
Habían llegado a un acuerdo; No irían a ningún sitio, al menos por esa noche, la cual sería suficiente para que el lazo que habían comenzado tiempo atrás, ese momento en que se conocieron cuando el cambiante la retrató, captando una esencia que la mujer se esforzaba en ocultar. Desde ahí todo fue una mutua sorpresa.
— ¿Y me lo dices a mí?.. — sonrió mientras balanceaba su cabeza en una clara negación a su inesperado cumplido.
— Soy yo quien no puede quitarte los ojos de encima. Me tienes atrapado en esos ojos claros y brillantes como el mismo cielo. — cuanta sinceridad, y que bien lo sentía. Gustaba de expresarse mientras la mirada ajena sostenía la suya.
Como era de esperarse, las ideas en la creativa mente ajena no tardaron en aparecer, y como él mismo se había prometido no interferir, simplemente se relajó, aguardando lo que viniera.
El sabor de sus labios aún permanecía en su boca, y sus ojos ahora cerrados conservaban el hermoso rostro ajeno. Sentía tu tacto suave, pero preciso buscando conseguir más de él.
Aunque no tardó en ir por ello, percibió como su camisa se aflojaba hasta quedar abierta a ambos lados de su cuerpo, y una sonrisa de complicidad se transcribió en sus labios, estaba claro que disfrutaría de ello, incluso de aquella atrevida mordida que realizó en su hombro. Ezequiel solo podía concentrarse en sentir las manos libres y directas de la rubia contra su torso, haciendo que las de él reaccionaran hasta posarse en los muslos de ella, apretándolos con cierta fuerza, como quien inconscientemente marca territorio. Era parte de su naturaleza, misma que la mujer aún desconocía.
No resistió mucho más, y tuvo que sentarse para ir nuevamente por sus labios. Arremetiendo con más deseo, más ansiedad, todo en su cuerpo estaba invitándole a lanzarse por la mujer, pero conocía sus límites, aunque en ese momento era muy complicado luchar contra si mismo.
— Abbey... — susurró contra sus labios, mordiendo el inferior. Sus manos se deslizaron desde sus piernas hasta su cadera, jugando con la tela de su vestido, única prenda que le separaba de un contacto directo.
— Deseo que tu primera noche aquí estés cómoda. —agregó, alzándose del sillón dejando que su camisa al fin terminara en el suelo. Se aseguró solo de sostenerle contra él, haciendo que sus piernas le abrazaran su cintura.
De esa forma caminó a su habitación, sin dejar de recorrerle con sus labios tanto su cuello, como sus labios. Ya en el lugar, le recostó con suavidad sobre la cama, dándose el gusto de posarse sobre ella sin llegar a aplastarle del todo. En ese momento se detuvo.
— Debes dormir, y me encargaré de cuidar tu sueño... Ya sea desde aquí, o desde la otra habitación. Eso lo decidirás tú. —sonrió, presionando sus labios en la frente de la mujer y se dejó caer a un costado.
Sería la primera vez que una mujer ocupara su cama, y se sentía confiado en que había escogido bien, ella merecía todas las atenciones que le estaba dando, y más sin duda.
Mientras esperaba su respuesta, su indice recorría con suavidad parte su antebrazo. Cada movimiento era un deleite para él, y cada mirada le incitaba a seguir. Pero el castaño tenía sus barreras, y contradictorio o no; Planeaba mantenerlas... Aunque esto significara un desafío.
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Re: Encuentro inesperado con sabor a manzana [Privado- Ezequiel O'Claude]
La locura, a veces, no es otra cosa
que la razón presentada
bajo diferente forma.
La cordura iba de la mano de la locura y ella, acababa de aferrarse aún con más fuerza y proclamarse loca, loca por ese momento. No, no debían de estar así, entregándose y devolviéndose de la misma forma , con el fervor con el que se entregaban cada beso , mirada y caricia. No pertenecían a la misma clase, ni siquiera debían estar en la misma habitación y tampoco, debía sentir lo que sentía cuando él la tocaba, estaba cerca, tanto como nadie había estado ni estaría. Aquel joven la sorprendía a cada segundo, le mostraba y demostraba unas facetas que desconocía de ella misma, no había experimentado jamás y eso, le gustaba en demasía.
No podía hacer otra cosa que mirarlo a los ojos, probarlo, saborearlo hasta que se saciase y no, no era suficiente, quería más y él , hasta ahora , se lo había dado…siendo lo mismo por su parte. Sus orbes azules, centellaron al devolverle el cumplido con una pregunta y esas palabras que le erizaron la piel como si una caricia se tratase. Y no, no lo entendía, no comprendía qué estaba ocurriendo, ni porqué su cuerpo reaccionaba de esa manera pero era imposible dejar de observarle, conocer más y más de él…algo de lo que era incapaz de saciarse.
Sonrió, de la manera más sincera, más profunda y dulce que junto con el rubor de sus mejillas, mostraron al joven la ternura personificada, capaz de volver loco al ser más frío. Se maldijo por lo bajo por tener que cerrar los ojos, mordiéndose los labios por aquella presión de las manos ajenas, aferrándola contra sí. Oírle decir su nombre, causaba la misma necesidad de seguir sentir el tacto de su piel, de conocer más y que tanto se prohibían inconscientemente. Sus manos, se aferraron a su cuello, apoyando la frente en la ajena, buscando sus labios, querer sentir su respiración como si ésta la necesitase para sobrevivir.
-Ezequiel…-susurró bajito, dejando su cuerpo a un costado mirando de cara hacia él. No sabía si pedirle algo , algo tan sencillo como …-Vuelve a decirlo. Di mi nombre -una de sus manos, tembló al dirigirse hacia su torso desnudo. Sufrió tal descarga que la hizo gemir por lo bajo, entreabriendo los labios susurrando una vez más su nombre. Buscó su boca para no otra cosa que apoyar sus labios contra los de él en un vano intento de desvanecer aquella necesidad de él. La misma mano que acariciaba su pecho, se deslizó, toda la palma para no perder detalle de cada parte de su piel, cada centímetro y quedase marcado. Acarició su cuello con cuidado, uno tal que asustaba y sorprendía al mismo tiempo viniendo de ella, finalmente apoyó la mano en su mejilla, dibujando con sus dedos la forma de su pómulo, sus labios, teniendo que apartar la mirada de los ojos del joven y clavar sus orbes azul cielo en aquella boca que le había prometido que no la dejaría marchar.
-Es tarde -tragó saliva, convirtiéndose esa sonrisa tierna en una diferente, esa sonrisa triste...por imaginar perder lo que no era de su propiedad, aún así, su expresión al mirarlo no cambiaba y eso era lo más preocupante, comenzaba a ser importante en su vida y como toda cosa importante, se desvanecía. Era tarde para muchas cosas y una de ellas, en cómo se sentía sin saber la palabra exacta y por eso, sintió miles de cosas y ninguna al mismo tiempo, vértigo, miles de mariposas revolotear por su estómago, una agradable sensación que jamás había sentido...-Tengo miedo -apretó los labios, con impotencia y temor, la mano que acariciaba su mejilla, tembló notablemente y no pudo mirarlo a los ojos. Fue incapaz porque si lo hacía, sus orbes azules hablarían por sus labios.
Su ceño se frunció, enfadada consigo misma, habló en voz alta…sintiéndose vulnerable. Si se convertía en su debilidad, podía ser usada en su contra y solo el hecho de pensar, la abrumó. Negó con la cabeza, siseando, intentando controlar sus emociones. No quería irse de allí, su cuerpo lo reclamaba y no tenía la más mínima idea de qué hacer para calmarlo. Solo sabía, lo único que le ataba a estar allí era en cómo se sentía y lo que él provocaba en ella.
-Es el momento clave. El único en el que decidas si quieres quemarte conmigo o no. Sé que no me dejarás ir pero no me refiero a eso, ya lo sabes. No sé qué me pasa, ni siquiera sé si esto es real o es una de esas ilusiones que se desvanecen. Dímelo, Ezequiel, dime que volerás a...no dejarme ir...la próxima vez -hablaba en voz baja, entre el sueño y las emociones, tenía miedo, mucho, de que todo cambiase y por primera vez en su vida, todo cobrase sentido y él fuese el culpable de ello. Y volvió a buscar su mirada, unos ojos azules suplicantes que lo miraban siempre como si nada más existiese.
que la razón presentada
bajo diferente forma.
La cordura iba de la mano de la locura y ella, acababa de aferrarse aún con más fuerza y proclamarse loca, loca por ese momento. No, no debían de estar así, entregándose y devolviéndose de la misma forma , con el fervor con el que se entregaban cada beso , mirada y caricia. No pertenecían a la misma clase, ni siquiera debían estar en la misma habitación y tampoco, debía sentir lo que sentía cuando él la tocaba, estaba cerca, tanto como nadie había estado ni estaría. Aquel joven la sorprendía a cada segundo, le mostraba y demostraba unas facetas que desconocía de ella misma, no había experimentado jamás y eso, le gustaba en demasía.
No podía hacer otra cosa que mirarlo a los ojos, probarlo, saborearlo hasta que se saciase y no, no era suficiente, quería más y él , hasta ahora , se lo había dado…siendo lo mismo por su parte. Sus orbes azules, centellaron al devolverle el cumplido con una pregunta y esas palabras que le erizaron la piel como si una caricia se tratase. Y no, no lo entendía, no comprendía qué estaba ocurriendo, ni porqué su cuerpo reaccionaba de esa manera pero era imposible dejar de observarle, conocer más y más de él…algo de lo que era incapaz de saciarse.
Sonrió, de la manera más sincera, más profunda y dulce que junto con el rubor de sus mejillas, mostraron al joven la ternura personificada, capaz de volver loco al ser más frío. Se maldijo por lo bajo por tener que cerrar los ojos, mordiéndose los labios por aquella presión de las manos ajenas, aferrándola contra sí. Oírle decir su nombre, causaba la misma necesidad de seguir sentir el tacto de su piel, de conocer más y que tanto se prohibían inconscientemente. Sus manos, se aferraron a su cuello, apoyando la frente en la ajena, buscando sus labios, querer sentir su respiración como si ésta la necesitase para sobrevivir.
-Ezequiel…-susurró bajito, dejando su cuerpo a un costado mirando de cara hacia él. No sabía si pedirle algo , algo tan sencillo como …-Vuelve a decirlo. Di mi nombre -una de sus manos, tembló al dirigirse hacia su torso desnudo. Sufrió tal descarga que la hizo gemir por lo bajo, entreabriendo los labios susurrando una vez más su nombre. Buscó su boca para no otra cosa que apoyar sus labios contra los de él en un vano intento de desvanecer aquella necesidad de él. La misma mano que acariciaba su pecho, se deslizó, toda la palma para no perder detalle de cada parte de su piel, cada centímetro y quedase marcado. Acarició su cuello con cuidado, uno tal que asustaba y sorprendía al mismo tiempo viniendo de ella, finalmente apoyó la mano en su mejilla, dibujando con sus dedos la forma de su pómulo, sus labios, teniendo que apartar la mirada de los ojos del joven y clavar sus orbes azul cielo en aquella boca que le había prometido que no la dejaría marchar.
-Es tarde -tragó saliva, convirtiéndose esa sonrisa tierna en una diferente, esa sonrisa triste...por imaginar perder lo que no era de su propiedad, aún así, su expresión al mirarlo no cambiaba y eso era lo más preocupante, comenzaba a ser importante en su vida y como toda cosa importante, se desvanecía. Era tarde para muchas cosas y una de ellas, en cómo se sentía sin saber la palabra exacta y por eso, sintió miles de cosas y ninguna al mismo tiempo, vértigo, miles de mariposas revolotear por su estómago, una agradable sensación que jamás había sentido...-Tengo miedo -apretó los labios, con impotencia y temor, la mano que acariciaba su mejilla, tembló notablemente y no pudo mirarlo a los ojos. Fue incapaz porque si lo hacía, sus orbes azules hablarían por sus labios.
Su ceño se frunció, enfadada consigo misma, habló en voz alta…sintiéndose vulnerable. Si se convertía en su debilidad, podía ser usada en su contra y solo el hecho de pensar, la abrumó. Negó con la cabeza, siseando, intentando controlar sus emociones. No quería irse de allí, su cuerpo lo reclamaba y no tenía la más mínima idea de qué hacer para calmarlo. Solo sabía, lo único que le ataba a estar allí era en cómo se sentía y lo que él provocaba en ella.
-Es el momento clave. El único en el que decidas si quieres quemarte conmigo o no. Sé que no me dejarás ir pero no me refiero a eso, ya lo sabes. No sé qué me pasa, ni siquiera sé si esto es real o es una de esas ilusiones que se desvanecen. Dímelo, Ezequiel, dime que volerás a...no dejarme ir...la próxima vez -hablaba en voz baja, entre el sueño y las emociones, tenía miedo, mucho, de que todo cambiase y por primera vez en su vida, todo cobrase sentido y él fuese el culpable de ello. Y volvió a buscar su mirada, unos ojos azules suplicantes que lo miraban siempre como si nada más existiese.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 505
Fecha de inscripción : 23/03/2011
Localización : París-Londres
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Re: Encuentro inesperado con sabor a manzana [Privado- Ezequiel O'Claude]
"Todos necesitamos alguna vez un cómplice,
alguien que nos ayude a usar el corazón.".
alguien que nos ayude a usar el corazón.".
Ezequiel supo en ese momento que se encontraba en una encrucijada, atrapado entre lo que debía hacer y lo que deseaba hacer. Y que poco le importaba todo eso ahora, con solo observar a su lado y ver a la rubia acostada junto a él, observándolo con una atención que le hacía pensar mil cosas, tener un sin fin de ideas que cualquier persona le aseguraría que sería una locura sin remedio.
¿Cómo podía ir en contra de su voluntad? En ese momento ella tenía todo lo que el cambiante necesitaba, y no pediría más, no mientras la mujer se mantuviera así. Estaba cerrando todo paso al dolor que diariamente le atormentaba.
Para su sorpresa ella también se veía ensimismada, aunque el temor en su rostro era notorio. Temor a equivocarse, temor a lo que jamás había conocido ni buscado, él jamás podría culparla por aquellas reacciones que el castaño tanto disfrutaba, y estaba decidido a complacerla hasta con los detalles más simples.
— Abbey. — volvió a susurrar, asegurándose de conservar aquel contacto visual que le encantaba. No tardó en volver a sonreír, negando levemente con su cabeza.
— Se siente tan extraño llamarte por tu nombre de pila. Toda mi vida he conservado la formalidad. — comentó con un tono más divertido. Finalmente estaba bajando su máscara. Si iba a mantenerla con él, debía mostrarle quien era realmente... O al menos hasta un punto que fuera aceptable, y bien recibido por ella.
Inevitablemente se familiarizó con las caricias sobre su piel, mientras la fría y temblorosa mano ajena se paseaba por su torso de una forma sutil que por momentos conseguía ponerle la piel de gallina. Aunque por supuesto su cuerpo conservaba un calor envidiable considerando la baja temperatura del ambiente, era una de sus ventajas y posiblemente era en momentos así cuando más se volvía un punto a su favor.
— No debes tener miedo. No voy a mentirte; No sé que estamos haciendo, no sé si está bien o no, pero puedo asegurarte que jamás me había sentido así con nadie. — era cierto, y la sinceridad nuevamente comenzaba a instalarse como un punto sumamente importante.
— ¿En serio me estás dando a elegir? Si dependiera de mí, esta misma noche te retendría para todas las que están por venir. No quiero verte cruzar la puerta de salida sin tener la seguridad de que volveré a encontrarte. — en ese instante la distancia que les separaba en la cama le pareció excesiva, por lo que en un suave movimiento pasó su brazo bajo el cuello de la fémina, acercándola a su torso, esperando que se acurrucara contra él.
El último suspiro que escapó de sus labios estuvo lleno de plenitud, una mezcla de tranquilidad y regocijo le embargó. Aunque por desgracia no pudo dejar de lado la realidad, y sabía que había tenido suerte, una que extrañamente volvería a repetirse.
— Ahora solo ansío verte descansar a mí lado, voy a cuidarte... Ahora y siempre que me necesites. — irremediablemente conforme las palabras sonaban firmes, su boca volvió a buscar los labios de la fémina, estaba decidido a aprovechar hasta los últimos segundos que le quedaban, antes de que Morfeo ganara esa noche.
— Buenas noches, preciosa. — Murmuró casi inaudible, dejando caer su cabeza en la almohada, muy cerca de aquel cabello dorado que le rozaba la piel, inundándose así de aquel aroma dulce y embriagador.
Sin embargo se apegaría a sus costumbres, y sería oportunista... Se aferraría al cuerpo que ahora yacía en sus brazos antes de dormirse, mismo que usaba de lienzo para que su mano se paseara por su espalda, en donde en silencio había comenzado a deletrear su nombre.
En ese instante la razón y lógica abandonaron a Ezequiel.
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 138
Fecha de inscripción : 18/05/2014
Localización : Entre los brazos de una cambiante ~
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