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Encuentro con la bestia || Colleen Hanigan 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Demian Reyne Mar Feb 09, 2016 10:59 am


«We (...) fear the beast within the wolf
because we do not understand
the beast within ourselves.»


Gerald Hausman



Era una noche extrañamente cálida y abierta, de esas en las que la luz de la luna parecía llegar hasta el más oscuro rincón del bosque. El aire templado cedía por momentos ante la brisa fresca del sur, pero no tardaba en retomar su posición, igual que la arena reaparece tras cada embestida del mar en la orilla. En medio de aquella contienda invisible, las criaturas silvestres habían sido atacadas por partida doble desde que llegara la noche. Sin embargo allí estaban, ignorantes del peligro, buscando alimento durante un momento de calma.

Al igual que los animales salvajes, Demian también había salido en busca de alimento. Había hallado su presa hace momentos, que ahora yacía indefensa bajo sus fuertes manos. Era un joven ciervo, cuyo débil gemido se silenciaba conforme la muerte lo iba recibiendo en sus brazos. Los negros ojos asustados reflejaban las luces de mil estrellas que enmudecidas, observaban la escena desde el firmamento: un vampiro bebía sangre del robusto cuello de un hijo del bosque.

Pero aquel cuadro estaba por romperse antes de tiempo. Demian aún no terminaba de beber lo suficiente, cuando volvió a escuchar el mismo sonido que escuchara hace unas horas. El aullido de un lobo, tan potente como nada que hubiera escuchado antes. Sus blancos dientes se apartaron, enrojecidos, del cuello del animal. La sangre caía de sus labios, y su mano derecha no tardó en limpiarla rudimentariamente, mientras sus certeros ojos miraban en dirección hacia aquel lastimero llamado.

Había oído lobos aullando desde que fuera convertido, incluso alguna vez, siendo todavía humano. Pero esto era distinto. Lo escuchaba con la claridad con la que se sentiría de tener al lobo al lado, pero entendía que provenía de algún lugar lejano. Sin embargo, había algo más que intensidad en aquel aullido. Inconfundiblemente lupino, el sonido tenía también algo de humanidad, de inteligencia. No sabía explicarlo, y tampoco deseaba aturdirse con deducciones. Sería más sencillo acercarse a observar de qué se trataba, y eso era lo que iba a hacer.

Su mano se movió rápida y certera hacia el cuello del animal agonizante. Romperle el cuello era la manera más rápida de librar las bestias del sufrimiento, una práctica a la que se había acostumbrado hace tiempo. Conforme realizaba el acto, un gesto lastimero ensombreció su rostro, pero no tardó en llenarse de resolución al recordar el aullido distante de hace unos momentos. Se puso de pie y limpió sus manos contra los costados del oscuro pantalón, que quedó manchado de sangre al igual que la blanca camisa. En una situación diferente, seguro pensaría en conseguir un nuevo atuendo en algún poblado cercano, pero tenía un encuentro que concretar.

Emprendió una veloz carrera hacia el area de donde había provenido el salvaje alarido. Su sobrenatural instinto lo había puesto en alerta, miraba hacia cualquier mínimo sonido que no le resultara familiar. Un grupo de lobos corría en la dirección opuesta, mientras ciervos exaltados se apartaban ante su presencia. Pero aquella manada no estaba cazando, estaba huyendo. Demian pensaba en el mal presagio que suponía esa señal, cuando un hedor familiar atenazó su olfato: había un cadáver fresco en las proximidades.

El vampiro observó con cautela desde la copa de un árbol al que había trepado con facilidad. Se trataba de un cervatillo, según percibieron sus ojos a la distancia. Saltó agilmente hacia los árboles contiguos, hasta que quedó inmediatamente sobre el cuerpo del animal. Desde aquella altura podía ver sin problemas la grotesca escena: el animal tenía un profundo corte a la altura del abdomen, por el que sus entrañas cayeron al suelo. Los ojos todavía abiertos parecían gritar de terror en silencio, y su pálido observador no pudo evitar sentir pena.

¿Qué animal sería capaz de semejante crueldad? Simplemente había sido asesinado, sin ningún propósito aparente. No había señales de que hubiera sido mordido si quiera, y la gran cantidad de sangre que había en el suelo suponía un desperdicio para el acto de cualquier vampiro. Tampoco podía ignorar que aquella herida en el abdomen parecía hecha por las garras de un oso. Un oso realmente enorme. Nuevamente, sin embargo, un animal habría devorado a su presa.

Las preguntas asediaban su mente, cuando sorpresivamente el viento frío volvió a soplar desde el sur, trayendo consigo un olor nuevo, salvaje, repelente. Era el aroma que emana el pelaje de los lobos, pero más fuerte, como si estuviera húmedo. Su instinto le recomendó escapar, pero se quedó inmóvil. La bestia se acercaba en su dirección, y él tenía viento a favor, no sería captado por el olfato del animal.

Así fue como antes de que lo deseara, una oscura silueta se dibujó entre los árboles, y por primera vez en mucho tiempo, Demian deseó tener un arma consigo. Aquello era simplemente antinatural. Un lobo enorme, del tamaño de un oso, se acercaba con paso cansado al cadáver.
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Mensaje por Colleen Hanigan Miér Feb 10, 2016 1:49 pm

"The primal sin of those like myself, mes amis, is that because we were once people who
acted like beasts, we are forever cursed to be beasts who know they were once men."

Gemma Files

El frenesí nocturno se había apoderado de ella tan pronto como había dejado atrás su cuerpo humano para convertirse una vez más en bestia. Para muchos la noche podía resultar una fuente de paz y sosiego, y aunque el silencio parecía reinar en aquellos parajes, existía una canción reservada para quienes sabían escuchar con atención: la canción de las sombras.  

El ulular de una lechuza, las hojas que se mecían en la brisa, un ratón saliendo en busca de alimento, el riachuelo que fluía a lo lejos… ningún detalle se escapaba ahora de sus agudos oídos. La oscuridad tampoco era impedimento para que sus ojos captaran el movimiento de todo aquello que vivía y crecía y ocupaba su lugar en el bosque. Y los aromas que llegaban hasta su húmeda nariz le hacían sentir más viva que nunca. Entre el olor de la tierra húmeda y la descomposición de las plantas, más allá de la esencia del zorro y el erizo, había detectado a los lobos.

No tardó en ponerse en marcha para darles alcance. Movida por un impulso primitivo, avanzaba entre los árboles con paso firme y veloz, sus garras hundiéndose en la tierra, sintiendo el musgo fresco y las hojas secas bajo sus almohadillas. De vez en cuando -y tan sólo por breves instantes- se apoderaba de ella una sensación extraña que le obligaba a detenerse. Era como si escuchara una voz que la llamaba a despertar de un sueño, pero ella no podía abrir los ojos. Vacilaba por un momento y luego olvidaba por qué lo hacía. Cualquier destello de raciocinio se apagaba tan pronto como aparecía. La maldición que llevaba consigo y que despertaba esos instintos salvajes durante cada luna llena hacían que perdiera su humanidad por una noche, pero en esos momentos no le parecía una condena, ¡aquello era una maldita liberación!

Se detuvo por un momento para alzar el hocico y olfatear, parada ahora sobre sus patas traseras. Sabía que estaba cada vez más cerca. Un aullido profundo se escapó de su garganta, uno que no hubiese podido contener ni aunque quisiera. No recibió respuesta pero tampoco perdió más tiempo. A los pocos minutos distinguió los gemidos excitados y los pasos veloces de varios pares de patas que corrían en sincronización perfecta a través del bosque. Se mantuvo a una distancia prudente, mimetizándose con su entorno mientras los lobos seguían en lo suyo. Era un espectáculo digno de admirar; con una organización envidiable los cánidos perseguían a sus presas incansablemente. Cualquiera que dijera que las bestias eran estúpidas era claramente un ignorante.

El mundo, en realidad, le pertenecía a las bestias, a ellas que lo habían habitado mucho antes de que el primer hombre pusiera un pie sobre la tierra. Eran ellas las que conocían sus verdaderos secretos, las que merecían conocerlos.

Los lobos habían estado siguiendo a un grupo de ciervos hasta que por fin pudieron separar a una madre y su cría del resto. Ya estaban casi sobre ellos; podía entender a cada uno de los animales que formaban parte de aquella persecución, podía sentir el éxtasis del depredador y el pánico de la presa. Y no aguantaba más. Salió de su escondite tras unos arbustos cuando los lobos ya casi estaban encima de su cena y la hermosa y perfecta escena se desarmó ante sus ojos como un rompecabezas. Los lobos, aterrados ante la visión de un monstruo que acababa de surgir de entre las sombras, gruñeron y ladraron y se dispersaron de inmediato. La cierva aprovechó la sorpresa para cambiar velozmente de dirección, pero su cría no fue tan rápida. Bastó que la licántropa estirara un brazo para que sus garras se hundieran en el abdomen del animal, desgarrándolo por completo.  

Cuando alzó la vista se encontró completamente sola. Los lobos habían desaparecido. La cierva se había esfumado. Y el bosque volvía a hundirse en ese aparente silencio recordándole que allí no había sitio para monstruos.  

Corrió de inmediato tras los lobos en un acto casi desesperado. ¡Que la esperaran! ¿Acaso no tenía ella también orejas puntiagudas y dientes afilados? ¿Patas robustas y una cola que se agitaba con el viento? ¿Acaso no podía aullar y gruñir tal como ellos? No tuvo que ir muy lejos para entenderlo. Se había contagiado del delirio de la cacería olvidando que esa noche no era ni loba ni mujer. La frustración se apoderó de ella mientras disminuía la velocidad hasta detenerse por completo, dejando escapar un nuevo aullido melancólico que pareció penetrar en cada rincón del bosque. Regresó lo andado, esta vez con paso lento y pesaroso, hasta que llegó nuevamente al lugar donde yacía el cadáver del cervatillo. Y allí se sentó, observando el cuerpo inerte con la confusión propia de quien no sabe qué ha hecho.

Nuevamente escuchó esa voz familiar como si viniera desde atrás de su cabeza, aquella que parecía impaciente por hacerla despertar del sueño. Pensó en los lobos que a pesar del esfuerzo no podrían alimentarse esa noche. Pensó en la cierva que probablemente estaría buscando a su cría en esos momentos. Y pensó en que ella misma lo había arruinado todo. "No es tu culpa", le decía una parte de ella mientras la otra sabía que sí lo era.

Fue entonces cuando un nuevo sonido captó su atención; dirigió la mirada hacia su punto de origen y sus ojos se bañaron en la luz que la madre luna reflejaba, y pudo ver con toda claridad al ser que la observaba desde lo alto del árbol. También supo de inmediato qué era. Su siguiente reacción no se debió exactamente al hecho de que fuese un vampiro, sino a que se trataba de un ser demasiado inteligente y por lo tanto, demasiado peligroso. Se incorporó rápidamente y lanzando un gutural gruñido que dejó entrever sus afilados dientes, se acercó hasta el tronco para empezar a trepar. Allí no había sitio para monstruos.
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Encuentro con la bestia || Colleen Hanigan Empty Re: Encuentro con la bestia || Colleen Hanigan

Mensaje por Demian Reyne Lun Feb 15, 2016 8:24 am

La reacción le fue inevitable. Se puso de pie sobre aquella rama dispuesto a alejarse rápidamente, pero la corteza del árbol iba a encargarse de que el escape fuera detectado. Un chasquido mínimo, apenas audible, fue suficiente para que la bestia dirigiera sus enormes ojos hacia donde estaba Demian. Unos ojos oscuros y salvajes, con un brillo inteligente que volvían al enorme lobo más peligroso que sus afiladas garras.

El animal bramó y mostró sus dientes, ¿era aquello una advertencia, o un saludo? El vampiro, apariencias aparte, también era una bestia. Tal vez ambos podían tener algún entendimiento, como esclavos de sus instintos que eran. Sin embargo, aquella idea tan sólo atravesó distraidamente la mente de Demian, como quien cruza un puente deseoso de llegar al otro lado. Cuerpo y alma coincidían, en aquel momento, que lo más conveniente era huir, y así lo hizo.

Dio un salto hacia el árbol contiguo, y repitió la acción durante un tiempo sostenido, alejándose rápidamente del animal, o al menos así lo pensaba. Sin embargo el aroma y el ruido no parecían haberse alejado. No había necesidad de darse vuelta, de verlo con sus propios ojos. El ruido de las pesadas extremidades golpeando la tierra le resultaba ineludible, casi tanto como el de la respiración agitada y aquel enorme corazón bombeando sangre. Atractivo como podría parecer aquello, sin embargo, ese corazón fue el único que pudo escuchar sin sentirse tentado. Por el contrario, le producía rechazo, deseos de apagarlo para siempre.


«Si esta es la primera vez que realmente deseo matar a alguien, terminar con su vida, ¿qué es entonces lo que siento cuando tengo una persona cerca?»

Aquella pregunta se hundió en él como la punta de una flecha en la carne. Ese deseo de genuina aniquilación era único, y Demian deseaba experimentarlo. Fue así como tras el siguiente gran salto, no buscó aterrizar en otra de las fuertes ramas, sino que se aferró de una de ellas con sus brazos, dejando que su cuerpo quedara suspendido hacia abajo por  unos instantes. Acto seguido, apoyó sus fuertes piernas contra el tronco del robusto árbol y tiró con fuerza, arrancando la rama y cayendo con ella.

Esperaba que aquel gigantesco lobo se viera tentado al verlo quieto en el aire, con su peso pendiendo solo de sus brazos. Y al percibir lo que le pareció un peligroso salto de la bestia en su dirección, se alejó del lugar con todo y rama, para que el animal no tuviera de qué aferrarse y siguiera de largo. Nada que fuera a dañarlo, lamentablemente, sino una simple manera de ganar tiempo para aterrizar en el suelo y preparar el improvisado mazo con el que pensaba repeler el siguiente ataque.

Sin saberse capaz, definitivamente iba a intentarlo. Después de todo, aquel gran lobo no era sino la viva imagen de la bestia que vivía dentro suyo.
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Encuentro con la bestia || Colleen Hanigan Empty Re: Encuentro con la bestia || Colleen Hanigan

Mensaje por Colleen Hanigan Jue Feb 18, 2016 3:13 am

El vampiro no tardó en saltar a un árbol contiguo. No podía decirse que aquello le sorprendió, pero tampoco esperaba una reacción específica de su parte. Estaba demasiado absorta en las sensaciones del momento como para pensar en lo que podría pasar y lo que no. Se desprendió ágilmente del tronco dispuesta a seguir a quien ahora consideraba un intruso, aunque debía hacerlo desde el suelo y eso tenía sus desventajas. Las ramas y el follaje de las copas muchas veces le impedían ver exactamente dónde estaba, pero podía escucharlo todo el tiempo, sobre ella y no muy por delante. Continuó sin detenerse mientras su respiración se agitaba cada vez más, no por el cansancio realmente, sino porque ahora sí sentía que debía matar.

Cuando por fin le vio dar un paso en falso -o al menos así lo creía ella-, aprovechó la oportunidad para lanzarse hacia él de un salto. No fue problema para sus fuertes músculos contraerse y estirarse en impecable sincronía, pero antes de que sus fauces pudiesen dar con la carne del vampiro, quien colgaba de una rama como si se ofreciese voluntariamente para ser descuartizado, un nuevo movimiento suyo le dio un giro a la situación. Su objetivo desapareció de la mira y ahora no tenía nada con lo que frenar el impulso del salto, por lo que aterrizó bastante más lejos de lo que había considerado. Se giró rápidamente para encararlo una vez más, sin permitir que se escapara de su campo de visión.

Se alzó sobre sus patas traseras por un instante, tanto para darse impulso nuevamente como para intimidarlo con toda la extensión de su peludo cuerpo. Con un ladrido agresivo y ronco cargó contra él volviendo a ponerse en cuatro patas, creyendo que sus movimientos esta vez sí serían lo suficientemente rápidos para darle alcance. La impulsividad la había cegado impidiéndole ver que ahora su presa tenía un arma en las manos. Gran error. En aquella milésima de segundo en la que podría haberle arrancado la cabeza, recibió ella misma un golpe en el cráneo que la lanzó despedida hacia un lado. Escuchó el sonido de algo al romperse y esperó que fuese la rama y no alguno de sus propios huesos; el golpe había sido brutal y le hizo perder por un momento la noción de todo.

Sacudió la cabeza y se puso de pie nuevamente, aturdida por la embestida mientras el mundo parecía dar vueltas a su alrededor. Sintió el hocico húmedo y tibio; le sangraba la lengua y la nariz. Se relamió con un gemido mientras trataba de volver a fijar la vista, dándose cuenta de que el vampiro huía una vez más. Ahora, verdaderamente enfurecida como estaba, no podía volver a equivocarse. Sus incansables patas se pusieron en marcha nuevamente; la distancia entre ambos era ahora mayor, pero también era mayor su sed de darle alcance. Y ahora que lo tenía a la misma altura podía distinguir el rastro que dejaba a su paso, aquel olor característico y casi familiar que no le resultaba precisamente agradable.

Corrió tras él intentando eliminar la ventaja que había ganado tras el golpe, dándose cuenta de que era casi tan veloz como ella. Sólo casi. Cuando ya apenas los separaba un metro de distancia, se impulsó con fuerza hacia delante al tiempo que estiraba una de sus patas delanteras. Sus zarpas dieron así, al fin, con uno de los pies del vampiro, apretándolo con fuerza y haciéndolo caer. Tomando luego el resto de su pierna, lo arrojó contra un árbol con la delicadeza propia de una bestia. El tronco pareció temblar cuando su cuerpo impactó contra este. La loba lo observó durante un instante mientras los susurros ensordecedores dentro de su cabeza le pedían que se detuviera.

Había algo primitivo en la rivalidad que había surgido entre ambos, ese súbito rencor que no tenía una razón verdadera pero que parecía haber estado allí desde el origen de los tiempos. Tal vez hubiese sido alimentado por el miedo y la confusión, o tal vez se redujera a ese odio que sienten los perros por los gatos. De cualquier manera no estaba allí para averiguarlo, así que sin perder más tiempo cargó nuevamente contra él.
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Encuentro con la bestia || Colleen Hanigan Empty Re: Encuentro con la bestia || Colleen Hanigan

Mensaje por Demian Reyne Vie Feb 26, 2016 1:38 pm


Las cosas sucedieron como lo esperaba. El lobo se había alejado contra su propia voluntad, pero ya en el suelo, se acercaba rápidamente. Demian lo esperaba de pie, sosteniendo la gran rama con su brazo derecho. Su postura, adrede, exponía el costado izquierdo al ataque del lobo, con la intención de que este se acercara sin ver el arma improvisada.

Conforme la bestia se acercaba, el vampiro tenía sentimientos encontrados. Su instinto, por un lado, le pedía escapar. Pero algo dentro de sí también deseaba hacer justo lo contrario. El pelaje del animal expedía un aroma que se le antojaba nauseabundo, y el sonido de sus patas golpeando la tierra parecía provocarlo igual que el de su corazón lobuno golpeando con fuerza. Parecían extraños tambores de guerra acercándose, imponiéndose, buscando intimidar. Pero lograban en Demian el efecto inverso; despertaban deseos de destrucción, de llevar eterna quietud a ese cuerpo colosal que lo desafiaba.

El lobo se abalanzó hacia él, y por segunda vez, el vampiro lo vio erguido sobre sus patas traseras. Fue sólo un instante en el que notó que las patas delanteras eran más bien brazos con manos perfectamente humanoides, aunque adornadas con fuertes garras. El tórax parecía humano también, y no había que olvidar la inteligencia de esos grandes ojos. Demian parecía comenzar a unir todo aquello, a sacar una conclusión apurada. Pero el momento era breve y la acción demandaba el foco de sus pensamientos. Fue así que su brazo derecho arremetió con fuerza contra el gran cánido, asestando un gran golpe con el tronco que había tomado.

Las astillas de madera se dispersaron por el aire, y el animal cayó hacia un costado sin emitir quejido alguno. Le había dado de lleno en la mandíbula, y sin embargo allí estaba la bestia, incorporándose nuevamente como si nada hubiera pasado. Demian no iba a esperar un contraataque, rápidamente se puso en movimiento, necesitaba ganar tiempo en el que pensar una estrategia. Aquel tronco había estallado como si hubiera chocado contra una roca, y el animal no tardó en reponerse ¿qué oportunidad tenía él contra algo así?

Sin embargo, conforme emprendía la huida, pudo escuchar un leve gemido por parte del animal. Y para su suerte, el viento no tardó en acercarle un aroma familiar, aunque en extremo deformado: el olor de la sangre. El vampiro sonrió apenas, la bestia estaba herida. Era posible dañarla después de todo, aunque no iba a ser tarea fácil. Conforme atravesaba el bosque a la mayor velocidad de la que era capaz, sus pensamientos volvían a colocarse en orden, como aparecen las cosas a la vista cuando retrocede la niebla.


«Es un lobo enorme con ojos de hombre. ¿Será capaz de razonar? ¿Habrá sido convertido en bestia igual que yo?»

Una garra siniestra, sin embargo, iba a interrumpir sus interrogantes. El vampiro cayó al suelo; la bestia había sido lo suficientemente veloz para alcanzarlo, y con una evidente intencionalidad había atenazado su pie derecho para detener la huida. Ya en el suelo, pudo sentir que la bestia lo soltaba, pero no tuvo tiempo de reaccionar: al instante lo tomó de las piernas con sus enormes manos y lo arrojó contra un árbol.

Pudo sentir el quejido de la madera rompiéndose contra su espalda, así como luego el contacto del frío suelo. El árbol estaba a un sólo golpe de caer, en igual estado que su pierna izquierda, que exhibía un profundo corte. Pero como era de esperarse, la herida del vampiro comenzaba a sanar rápidamente, mientras su oponente lo observaba de pie, mostrando una extraña confusión que reflejaba acaso la propia. Incorporándose ceremoniosamente, sin prisa alguna, el atacado decidió tentar su suerte.


- Solía ser un hombre igual que tú -dijo Demian de pronto, intentando apelar a la razón de aquel monstruo- ¿Puedes entender lo que digo?

La mano del vampiro estaba extendida hacia adelante, en señal de alto. Sus ojos miraban hacia la bestia, expectante. Las palabras habían brotado desde aquella idea suya como si no hubiera caído, como si no hubiera sido violentamente arrojado contra aquel árbol. Fue como si la violencia hacia su persona no hubiera sido más que un lejano eco en la quietud de su mente, como cuando una gota de agua cae sobre la superficie de un lago. Se sabía ahora tan fuerte como aquel, igualmente indestructible. ¿Qué más tendrían en común? A veces una simple idea, un interrogante adecuado, cambian el rumbo natural de las cosas. Quizás lo inesperado era posible esta vez.
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Encuentro con la bestia || Colleen Hanigan Empty Re: Encuentro con la bestia || Colleen Hanigan

Mensaje por Colleen Hanigan Dom Mar 06, 2016 5:16 am

Se detuvo en cuanto escuchó al vampiro hablar como si aquel fuese el primer sonido que oía en su vida. Su reacción se debió en parte a la voz de él, pero también a la suya propia, esa que resonaba dentro de su cabeza implorándole que parara. Aquella parte suya pareció gritar de júbilo en su interior al ser reconocida, como si hubiese estado perdida en las sombras y al fin hubiese sido encontrada a pesar de la oscuridad. De alguna forma él había logrado ver más allá de su pelaje marrón y sus largas garras, más allá del brutal aspecto que presentaba esa y cada noche de luna llena. Tal vez había algo de esperanza para ella… para ambos. No quería causar más daño ni ganarse un nuevo enemigo. Deseaba poder responderle de alguna forma o al menos darse media vuelta y correr en otra dirección, pero allí estaba ese cuerpo lobuno limitándola nuevamente; resultaba irónico que en un momento fuese para ella un vehículo de libertad y al siguiente una prisión.

Ubicada frente al vampiro y mirándolo fijamente a los ojos, empezó a caminar de un lado a otro como hacen los felinos del circo cuando han pasado demasiado tiempo encerrados. Deseaba avanzar y detenerse a partes iguales y estaba resultando realmente difícil que alguno de los dos lados ganara. Su cuerpo se estremecía como si fuese sacudido por una descarga eléctrica, tal era la magnitud de la batalla que se batía en su interior. Mostraba los dientes y gruñía, pero esta vez se trataba de un gruñido diferente, uno que no iba dirigido al ser que tenía en frente, sino al que habitaba en su propio interior. Su mente licántropa deseaba deshacerse de aquella parte humana que aún luchaba tercamente por reclamar lo que supuestamente le correspondía, ¿pero dónde empezaba una y terminaba la otra? ¿Tenía sentido seguir insistiendo en aquella dolorosa división o acaso debería aceptar lo que era en ese momento y rendirse en su lucha interna?

La mano del vampiro se alzaba frente a ella como queriendo desafiar a la bestia pero tranquilizar a la humana. Si tan sólo pudiese hacerle caso a esas señales, si tan sólo fuese un lobo adiestrado que ha aprendido a obedecer órdenes y reprimir sus instintos todo sería inmensamente más fácil. Cuando se transformaba no sólo sentía que se convertía en un monstruo, sino que el monstruo la devoraba por dentro desprendiéndola de su propia humanidad casi por completo. Y sin embargo aún brillaba dentro de ella esa luz que la diferenciaba de un animal cualquiera; a veces perdía intensidad pero nunca se apagaba, porque en el fondo seguía siendo ella, la mujer, la madre, la esposa. Había intentado de todas las formas posibles hacer las pases consigo misma, creyendo que luchar contra su lado licántropo tal vez no traería los resultados que esperaba, pero parecía ser que los monstruos no entendían otro lenguaje que no fuese el de la violencia, y así la lucha continuaba.

Sabía que algún día saldría victoriosa. Todas aquellas experiencias que había recolectado a lo largo de los años, todas aquellas noches en que la luna llena había hecho su magia en ella dejando que la bestia se apoderara de su cuerpo, mente y alma la llevarían tarde o temprano al pleno control de lo que era durante esas ocasiones. Estaba segura de ello. Pero también sabía que aún no estaba lista para eso, que aún faltaban años tal vez, y que por el momento sólo era un pez luchando contra la corriente en un río que estaba a punto de desbordarse. Y así como hasta el árbol más fuerte cae rendido ante las inclemencias de la tormenta, algo pareció romperse dentro de ella. No pudo advertirle de forma alguna ni pedirle perdón por lo que había hecho e iba a hacer, la única señal que podría haberse interpretado fue su mirada suplicante segundos antes de que sus patas cedieran para abalanzarse nuevamente hacia el vampiro.

Y una vez más la ingeniosa criatura se las arregló para evitar el ataque. Con un fuerte golpe al tronco contra el que ella lo había arrojado, la madera terminó de romperse y el árbol cayó con un estruendo que hizo volar y correr a varios animales que habían sido despertados súbitamente de sus sueños. Gracias a sus buenos reflejos Colleen había podido esquivar al pesado árbol antes de que cayera sobre ella, pero en el pequeño caos que se había formado durante aquellos segundos el vampiro había aprovechado la oportunidad para escapar otra vez. No quería seguir, no tenía por qué hacerlo. Deseaba con todas sus fuerzas que la noche acabara al fin  y que el sol trajera consigo la calma que tanto ansiaba, pero no podía olvidar que estaba maldita y las maldiciones eran mucho más fuertes que los deseos.

Y así la carrera empezaba otra vez.
Colleen Hanigan
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