AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Castles crumbling [Privado]
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Castles crumbling [Privado]
“Ningún problema puede quedar sin solución durante largo tiempo,
porque el que hoy parece secundario,
adquirirá mañana trágica importancia”
Maurice Druon
porque el que hoy parece secundario,
adquirirá mañana trágica importancia”
Maurice Druon
En medio del clásico ruido parisino, con sus charlas, risas y dramas, Elona solo podía distinguir las campanadas de una iglesia cercana. El sonido se sobreponía a todos los demás de forma alarmante, apabullante. Ding, dang, dong, continuaba sin interferir con nadie más que con ella, sacudiendo en su mente una fibra sensible y dolorosa. Tan místico y ambiguo que podía augurar con la misma eficacia la alegría más inmensa o la pena más profunda. Con cada nuevo impacto del badajo se alternaban las imágenes de sus recuerdos con espejismos del futuro que podía aguardaba a su querida Louane. Era una madre como cualquier otra, solo deseaba lo mejor para su bebé y definitivamente nada ni remotamente cercano a lo que ella había tenido que vivir en carne propia. Ding, dang, dong. No tendría escapatoria, la inevitabilidad de la unión marital de su pequeña permanecería ocupando sus pensamientos hasta que no silenciaran la campana infernal.
No dejar el asunto al azar era una conclusión que le causaba serios conflictos ¿Acaso el que ella se ciñera a una decisión ajena le había fraguado un buen camino? Pero, por otro lado ¿Cómo podría dejar tan importante decisión en las manos de un ser que desconoce en gran medida la maldad que yace oculta en el corazón de los hombres? No, debía intervenir mientras el tiempo y la tierna edad de Louane estuviesen de su lado. Una decisión sencilla de tomar pero no tan fácil de concluir – ¿Ordenará ahora? – la interrupción le obligó a levantar la mirada al joven mesero – Espero compañía ¿Podría darme algunos minutos más? – las palabras amables y el tono avergonzado chocaban con la expresión molesta de sus ojos, pero el joven, haciendo gala de un toque de inteligencia, se limitó a asentir y a dirigirse a una mesa cercana.
Elona recorrió el lugar con la mirada. El pequeño café se encontraba salpicado de mesas vacías por lo que no debía afectar en demasía el que ella ocupase un lugar sin pedido alguno. Suspiró, se calzó uno de los guantes para retirarlo nuevamente tras unos segundos y depositarlo sobre la mesa junto a su compañero. Una carta descansaba junto a los accesorios. Estaba escrita con pulcra caligrafía y firmada por un nombre que ella no conseguía asociar con un rostro específico. No se trataba de un misterio que llegase a inquietarla. En su diario vivir tropezaba todo el tiempo con caras nuevas. Un sinfín de amigos, conocidos y familiares de los padres de sus pupilos, así que, literalmente, podría ser cualquiera. Tomó el guante de nuevo y empezó a juguetear con él. Su obsesión con la puntualidad la llevó a llegar con anticipación y, por consiguiente, le generaba ahora ansiedad incluso antes de que se cumpliera la hora estipulada para el encuentro. Para poder asistir a tan peculiar reunión se había visto obligada a cancelar una sesión de violín y, teniendo en cuenta que era su única entrada económica, no podía permitirse el lujo de desperdiciar tiempo de forma tan absurda. Sin embargo, la posibilidad de hacerse con un nuevo cliente había resultado demasiado tentadora como para dejar pasar la oportunidad.
Una pareja de ancianos ingresó al local permitiendo que la brisa gélida de la estación se colara por la puerta abierta y haciéndole desear una mesa más cercana al fuego del hogar, lamentablemente esas estaban ya ocupadas. Otra persona tal vez se hubiese decidido por una bebida caliente mientras esperaba, pero la primera impresión era muy importante y si deseaba aumentar su lista de alumnos no podía permitirse semejante descortesía para con su cita. Así se limitó a frotar discretamente sus manos desnudas una con la otra y a dejar que sus pensamientos vagaran una vez más entre velas, flores e incienso, a pesar de que el tañido de campanas hubiese ya cesado.
No dejar el asunto al azar era una conclusión que le causaba serios conflictos ¿Acaso el que ella se ciñera a una decisión ajena le había fraguado un buen camino? Pero, por otro lado ¿Cómo podría dejar tan importante decisión en las manos de un ser que desconoce en gran medida la maldad que yace oculta en el corazón de los hombres? No, debía intervenir mientras el tiempo y la tierna edad de Louane estuviesen de su lado. Una decisión sencilla de tomar pero no tan fácil de concluir – ¿Ordenará ahora? – la interrupción le obligó a levantar la mirada al joven mesero – Espero compañía ¿Podría darme algunos minutos más? – las palabras amables y el tono avergonzado chocaban con la expresión molesta de sus ojos, pero el joven, haciendo gala de un toque de inteligencia, se limitó a asentir y a dirigirse a una mesa cercana.
Elona recorrió el lugar con la mirada. El pequeño café se encontraba salpicado de mesas vacías por lo que no debía afectar en demasía el que ella ocupase un lugar sin pedido alguno. Suspiró, se calzó uno de los guantes para retirarlo nuevamente tras unos segundos y depositarlo sobre la mesa junto a su compañero. Una carta descansaba junto a los accesorios. Estaba escrita con pulcra caligrafía y firmada por un nombre que ella no conseguía asociar con un rostro específico. No se trataba de un misterio que llegase a inquietarla. En su diario vivir tropezaba todo el tiempo con caras nuevas. Un sinfín de amigos, conocidos y familiares de los padres de sus pupilos, así que, literalmente, podría ser cualquiera. Tomó el guante de nuevo y empezó a juguetear con él. Su obsesión con la puntualidad la llevó a llegar con anticipación y, por consiguiente, le generaba ahora ansiedad incluso antes de que se cumpliera la hora estipulada para el encuentro. Para poder asistir a tan peculiar reunión se había visto obligada a cancelar una sesión de violín y, teniendo en cuenta que era su única entrada económica, no podía permitirse el lujo de desperdiciar tiempo de forma tan absurda. Sin embargo, la posibilidad de hacerse con un nuevo cliente había resultado demasiado tentadora como para dejar pasar la oportunidad.
Una pareja de ancianos ingresó al local permitiendo que la brisa gélida de la estación se colara por la puerta abierta y haciéndole desear una mesa más cercana al fuego del hogar, lamentablemente esas estaban ya ocupadas. Otra persona tal vez se hubiese decidido por una bebida caliente mientras esperaba, pero la primera impresión era muy importante y si deseaba aumentar su lista de alumnos no podía permitirse semejante descortesía para con su cita. Así se limitó a frotar discretamente sus manos desnudas una con la otra y a dejar que sus pensamientos vagaran una vez más entre velas, flores e incienso, a pesar de que el tañido de campanas hubiese ya cesado.
Elona De Molay- Humano Clase Media
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Re: Castles crumbling [Privado]
Su cuerpo se balanceaba sobre el caballo, montando con suavidad entre las calles de París, dominando con sus piernas el cuerpo de su pura sangre. El corcel negro había sido una inversión reciente, jamás creyó encontrar un espécimen de tan buena calidad en Francia, por lo que, desde que lo vio, se enamoró perdidamente del espécimen. Su pasión por las caballerías, había hecho que sus tías, siempre ansiosas por complacerlo en todos sus caprichos, le concedieran la indulgencia de abandonarlas en la mañana para poder disponer de horas para montar al enorme animal.
Sabía que atraía algunas miradas al encontrarse con su abrigo de terciopelo azul sobre su cuerpo, tapando así la mayoría de su cuerpo de aquel frío invernal. Le habían informado sus criados que probablemente nevase antes de que tuviera la oportunidad de regresar a su país. Era difícil encontrarse fuera del hogar, pero sus tías insistían en permanecer en París hasta que terminase la temporada social.
Por consiguiente, era un hombre de la realeza que estaba realmente azotado con numerosos compromisos, sin contar que debía atender sus deberes en su País desde Francia. Pero gozaba de horas de ocio vacías que su hambre intelectual se negaba a desperdiciar encerrado en su mansión, prefería dedicarse a otros menesteres. Así que ya había ingresado en dos clubs masculinos, así como en un club de debate político y filosófico. Sólo le quedaba el área del arte vacía, lo cual no podía permitirse. Había preguntado a sus conocidos por algún instructor musical y le habían dado el nombre de una profesora de piano con credenciales, motivo más que suficiente para concertar una cita para conocerla y decidir si así podría llenar esa necesidad de conocimientos que siempre le impedía incluso el conciliar sueño con normalidad.
Se apeó del caballo, descendiendo de un salto para dejarlo en un establo cercano a la cafetería, terminando por caminar el resto del camino a pie antes de adentrarse a la cafetería para preguntar por la señorita De Molay. El mêtre lo guio hasta la mesa de una mujer mucho más joven de lo que esperaba. Rubia, de ojos claros y limpios, con una postura elegante a pesar de aquella sombra que emanaba de ella, haciéndole sentir que parecía querer mantenerse aislada del resto del mundo. Tal fragilidad, encerrada en aquella mujer, le hizo sentir una innegable conexión con ella. Como si aquella muchacha pudiera comprender su necesidad de soledad que no siempre le era concedida.
- Buenos días, usted debe ser lady De Molay. – Sonrió y permitió que el mêtre le ayudara a quitarse el abrigo para llevárselo y guardarlo hasta después de que terminasen de comer. Aunque algo le decía que iba a ser un encuentro rápido y eficaz. Así que se quitó sus guantes y le tendió una de sus amplias y cuidadas manos, abandonado la sonrisa por una mirada profesional y distante.
Sabía que su gran altura llamaba la atención, más cuando sus prendas; formadas por unos pantalones grises idénticos a su chaleco, seguidos de su camisa blanca y su frac azul, permitía que todos vieran que poseía un cuerpo elegante y esbelto que no conocía de la maldición del engordar a pesar de comer en cuantiosas ocasiones a lo largo del día. Su cabello castaño, emitía ciertos brillos rojizos, como un buen brandy, peinado con elegancia hacia un lado dejando que enmarcase su rostro denotado por ángulos masculinos. Su delgada nariz estaba coronada por unos enormes ojos castaños que parecían capaces de percibir en los demás, más cosas de las que su boca jamás admitiría.
- Heer Van Der Broken a su servicio, aunque parece que debo expresarle una sincera disculpa. - Su acento neerlandés bailaba sobre su perfecto francés, haciendo saber a quien quisiera saberlo que era un extranjero más en aquel país. - Aparentemente, la he hecho esperar más de lo debido.
Sabía que atraía algunas miradas al encontrarse con su abrigo de terciopelo azul sobre su cuerpo, tapando así la mayoría de su cuerpo de aquel frío invernal. Le habían informado sus criados que probablemente nevase antes de que tuviera la oportunidad de regresar a su país. Era difícil encontrarse fuera del hogar, pero sus tías insistían en permanecer en París hasta que terminase la temporada social.
Por consiguiente, era un hombre de la realeza que estaba realmente azotado con numerosos compromisos, sin contar que debía atender sus deberes en su País desde Francia. Pero gozaba de horas de ocio vacías que su hambre intelectual se negaba a desperdiciar encerrado en su mansión, prefería dedicarse a otros menesteres. Así que ya había ingresado en dos clubs masculinos, así como en un club de debate político y filosófico. Sólo le quedaba el área del arte vacía, lo cual no podía permitirse. Había preguntado a sus conocidos por algún instructor musical y le habían dado el nombre de una profesora de piano con credenciales, motivo más que suficiente para concertar una cita para conocerla y decidir si así podría llenar esa necesidad de conocimientos que siempre le impedía incluso el conciliar sueño con normalidad.
Se apeó del caballo, descendiendo de un salto para dejarlo en un establo cercano a la cafetería, terminando por caminar el resto del camino a pie antes de adentrarse a la cafetería para preguntar por la señorita De Molay. El mêtre lo guio hasta la mesa de una mujer mucho más joven de lo que esperaba. Rubia, de ojos claros y limpios, con una postura elegante a pesar de aquella sombra que emanaba de ella, haciéndole sentir que parecía querer mantenerse aislada del resto del mundo. Tal fragilidad, encerrada en aquella mujer, le hizo sentir una innegable conexión con ella. Como si aquella muchacha pudiera comprender su necesidad de soledad que no siempre le era concedida.
- Buenos días, usted debe ser lady De Molay. – Sonrió y permitió que el mêtre le ayudara a quitarse el abrigo para llevárselo y guardarlo hasta después de que terminasen de comer. Aunque algo le decía que iba a ser un encuentro rápido y eficaz. Así que se quitó sus guantes y le tendió una de sus amplias y cuidadas manos, abandonado la sonrisa por una mirada profesional y distante.
Sabía que su gran altura llamaba la atención, más cuando sus prendas; formadas por unos pantalones grises idénticos a su chaleco, seguidos de su camisa blanca y su frac azul, permitía que todos vieran que poseía un cuerpo elegante y esbelto que no conocía de la maldición del engordar a pesar de comer en cuantiosas ocasiones a lo largo del día. Su cabello castaño, emitía ciertos brillos rojizos, como un buen brandy, peinado con elegancia hacia un lado dejando que enmarcase su rostro denotado por ángulos masculinos. Su delgada nariz estaba coronada por unos enormes ojos castaños que parecían capaces de percibir en los demás, más cosas de las que su boca jamás admitiría.
- Heer Van Der Broken a su servicio, aunque parece que debo expresarle una sincera disculpa. - Su acento neerlandés bailaba sobre su perfecto francés, haciendo saber a quien quisiera saberlo que era un extranjero más en aquel país. - Aparentemente, la he hecho esperar más de lo debido.
Dirk Van Der Broken- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 09/08/2014
Re: Castles crumbling [Privado]
El vagar de su mente en medio de imágenes ficticias del devenir se vio bruscamente interrumpido por la cercanía de dos cuerpos. Uno ya lo conocía, trabajaba en el local en el que se encontraba, pero el otro resultaba un completo misterio. Era su cita, por supuesto, el hombre a quién esperaba, pero se había preparado mentalmente para reconocerle en cuanto le viera y ese no era el caso. Se enfrentó a una sonrisa abierta y una personalidad avasalladora. Era joven pero demostraba en sus maneras la seguridad de la experiencia. Su rostro era armónico y atractivo y su estatura bastante elevada para los estándares a los que ella estaba acostumbrada. Sus ropas también hablaban por él, se trataba de alguien de una muy elevada posición. Demoró un par de segundos antes de caer en cuenta que debía responder al saludo. Sonriendo a forma de disculpa apretó la mano que le era ofrecida –Dígame Elona por favor- ofreció –Y no me ha hecho esperar, al contrario, llega usted más puntual que muchos de mis clientes. Si me ve demasiado acomodada se debe a mi incapacidad de reprimir la ansiedad que me impulsa a llegar más temprano de lo debido… por favor siéntese-.
Aunque quisiera disimularlo se encontraba claramente cohibida. No esperaba que alguien como él fuese quién le hubiese citado. Humedeció los labios con evidente nerviosismo antes de hablar de nuevo –Es un placer conocerle y me complace mucho el saber que puedo serle de utilidad. Supongo que se encuentra en busca de una maestra de música ¿Para alguno de sus hijos tal vez? Si desea puedo prepararle un informe con mis referencias. Perdone que asuma pero su carta es bastante vaga con respecto a lo que espera de mí y sobre el alumno en cuestión– hablaba afanosamente, siguiendo el pulso desordenado que golpeaba contra su pecho. Tal vez exageraba, pero un presentimiento le insinuaba que se encontraba frente a una gran oportunidad, una de esas que se presentan pocas veces en la vida y que lo más sensato sería tratar de asegurarla como fuese. Además, si bien ella contaba con algunos hijos de nobles entre su listado de alumnos, seguramente ninguno de los padres era tan distinguido como el hombre frente a ella.
Se disponía a soltar otra diatriba similar cuando el mesero le interrumpió –¿Se encuentran listos para ordenar? – preguntó con tan fría cortesía que Elona se cuestionó el que el joven se hubiese fijado en realidad a quién le hablaba. Ella dudó nuevamente. Sentía a su estómago pedir algo substancial pero ignoraba si la cita se prolongaría lo suficiente como para que ella resultase siendo la invitada y, en caso contrario, un plato en ese lugar era un lujo que no podía darse en esos momento; tenía que pensar en otras deudas por pagar, unas más urgentes que satisfacer su hambre con una cena lujosa. En todo caso no sería de buen gusto pedir un plato fuerte mientras su acompañante solicitaba algo mucho más ligero. –Yo quisiera un té si es tan amable- dijo finalmente y esperó hasta que el señor Van Der Broken hiciese su pedido. Luego, ignorando en parte la lógica de un encuentro expresamente profesional, se atrevió a curiosear un poco -Espero sepa disculpar mi impertinencia pero no puedo evitar preguntar sobre su lugar de origen– nadie que le escuchara hablar asumiría que se encontraba frente a un francés y, aunque ella no era una completa iletrada, en realidad su conocimiento del mundo era bastante limitado por lo que no podía ubicar su exótico acento por mucho que se esforzara.
Aunque quisiera disimularlo se encontraba claramente cohibida. No esperaba que alguien como él fuese quién le hubiese citado. Humedeció los labios con evidente nerviosismo antes de hablar de nuevo –Es un placer conocerle y me complace mucho el saber que puedo serle de utilidad. Supongo que se encuentra en busca de una maestra de música ¿Para alguno de sus hijos tal vez? Si desea puedo prepararle un informe con mis referencias. Perdone que asuma pero su carta es bastante vaga con respecto a lo que espera de mí y sobre el alumno en cuestión– hablaba afanosamente, siguiendo el pulso desordenado que golpeaba contra su pecho. Tal vez exageraba, pero un presentimiento le insinuaba que se encontraba frente a una gran oportunidad, una de esas que se presentan pocas veces en la vida y que lo más sensato sería tratar de asegurarla como fuese. Además, si bien ella contaba con algunos hijos de nobles entre su listado de alumnos, seguramente ninguno de los padres era tan distinguido como el hombre frente a ella.
Se disponía a soltar otra diatriba similar cuando el mesero le interrumpió –¿Se encuentran listos para ordenar? – preguntó con tan fría cortesía que Elona se cuestionó el que el joven se hubiese fijado en realidad a quién le hablaba. Ella dudó nuevamente. Sentía a su estómago pedir algo substancial pero ignoraba si la cita se prolongaría lo suficiente como para que ella resultase siendo la invitada y, en caso contrario, un plato en ese lugar era un lujo que no podía darse en esos momento; tenía que pensar en otras deudas por pagar, unas más urgentes que satisfacer su hambre con una cena lujosa. En todo caso no sería de buen gusto pedir un plato fuerte mientras su acompañante solicitaba algo mucho más ligero. –Yo quisiera un té si es tan amable- dijo finalmente y esperó hasta que el señor Van Der Broken hiciese su pedido. Luego, ignorando en parte la lógica de un encuentro expresamente profesional, se atrevió a curiosear un poco -Espero sepa disculpar mi impertinencia pero no puedo evitar preguntar sobre su lugar de origen– nadie que le escuchara hablar asumiría que se encontraba frente a un francés y, aunque ella no era una completa iletrada, en realidad su conocimiento del mundo era bastante limitado por lo que no podía ubicar su exótico acento por mucho que se esforzara.
Elona De Molay- Humano Clase Media
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Re: Castles crumbling [Privado]
Sus labios emitieron una minúscula sonrisa que confraternizaba con la rápida presentación que hacía de sí misma aquella mujer. Era divertido notar cómo era estudiado por aquellos ojos sagaces, mientras esperaba cordialmente a que terminara de hablar para poder contestarle con total educación. Hacía tiempo que no estaba bajo la tutela de alguien, era una experiencia tan novedosa como enriquecedora. Algo le decía que aquella mujer era mucho más de lo que aparentaba.
- Lady Elora será, a vuestro gusto, a partir de ahora.- Dijo refiriéndose a su solicitud de que la llamara así y no Lady De Molay. No habían muchas mujeres que le dieran tal confianza desde el inicio, aunque suponía que todo se debía a una intencionalidad de familiaridad con él, que de darle cualquier incapié a pensar que la dama lo deseaba conocer de una manera más íntima e informal.
No quería decir con ello que fuera un hombre dado a los placeres de la carne, ni mucho menos que Elora lo fuera. Más bien, sabía cuando una mujer quería obtener un trato más cariñoso, había pasado tanto tiempo entre cortesanas cuando visitaba a los reyes, que ya podía distinguir a las jovencitas inexpertas de las damas más atrevidas.
- Agradezco que mi presencia sea de su agrado, Lady Elora. Más debo corregirla, no poseo hijos, ni esposa. El único alumno que tendrá, es el mismo con el que está hablando.- Esta vez no pudo evitar mostrar sus dientes en una amplia sonrisa, mientras deslizaba la silla y tomaba asiento frente a ella, dejando sus guantes a un lado de la mesa, ahora que tenía su permiso para acompañarla.
Indudablemente sería enriquecedor, Lady Elora parecía estar acostumbrada a los niños y él era como un niño excesivamente alto. Sus tías siempre lo malcriaban y trataban ante los demás como si tuviera doce años. Inclusive en las concurridas obras de teatro u ópera, solían abochornarlo con todas sus atenciones. Sufría el ataque femenino familiar, siempre que aquellas atrevidas damas podían.
-Lo mismo para mí, por favor. - Pidió al camarero antes de que se fuera, sintiéndose bien con aquella bebida. Debía otorgarle a aquel país el que tuviera una buena alimentación, pero en cuestión de té, prefería el inglés. Seguía siendo más amargo, pero su riqueza era exquisita. No en vano eran una cultura que se dedicaba a ese menester inclusive en épocas de guerra.
- Por supuesto que no, Lady Elora, es más cuestión de orgullo el hablar de mi lugar de origen. - Mantuvo su sonrisa unos segundos más antes de volver a su rostro formal y serio, sin que sus ojos pudieran borar la alegría que danzaba en ellos.
- Pertenezco a los Países Bajos, por lo que cuando hablo en cualquier otro idioma, mi acento siempre me delanta.- Aunque a pesar de lo que decía, era evidente que estaba orgulloso de que así fuera, de lo contrario, hubiera invertido una fortuna en clases absurdas para suavizar su acento. Pero pertenecía a la realeza, debía representar a su pueblo y sus tías siempre le habían dado el amor por la patria que necesitaba, así como la necesidad de cumplir con el deber que le tenía a su título.
- Lady Elora será, a vuestro gusto, a partir de ahora.- Dijo refiriéndose a su solicitud de que la llamara así y no Lady De Molay. No habían muchas mujeres que le dieran tal confianza desde el inicio, aunque suponía que todo se debía a una intencionalidad de familiaridad con él, que de darle cualquier incapié a pensar que la dama lo deseaba conocer de una manera más íntima e informal.
No quería decir con ello que fuera un hombre dado a los placeres de la carne, ni mucho menos que Elora lo fuera. Más bien, sabía cuando una mujer quería obtener un trato más cariñoso, había pasado tanto tiempo entre cortesanas cuando visitaba a los reyes, que ya podía distinguir a las jovencitas inexpertas de las damas más atrevidas.
- Agradezco que mi presencia sea de su agrado, Lady Elora. Más debo corregirla, no poseo hijos, ni esposa. El único alumno que tendrá, es el mismo con el que está hablando.- Esta vez no pudo evitar mostrar sus dientes en una amplia sonrisa, mientras deslizaba la silla y tomaba asiento frente a ella, dejando sus guantes a un lado de la mesa, ahora que tenía su permiso para acompañarla.
Indudablemente sería enriquecedor, Lady Elora parecía estar acostumbrada a los niños y él era como un niño excesivamente alto. Sus tías siempre lo malcriaban y trataban ante los demás como si tuviera doce años. Inclusive en las concurridas obras de teatro u ópera, solían abochornarlo con todas sus atenciones. Sufría el ataque femenino familiar, siempre que aquellas atrevidas damas podían.
-Lo mismo para mí, por favor. - Pidió al camarero antes de que se fuera, sintiéndose bien con aquella bebida. Debía otorgarle a aquel país el que tuviera una buena alimentación, pero en cuestión de té, prefería el inglés. Seguía siendo más amargo, pero su riqueza era exquisita. No en vano eran una cultura que se dedicaba a ese menester inclusive en épocas de guerra.
- Por supuesto que no, Lady Elora, es más cuestión de orgullo el hablar de mi lugar de origen. - Mantuvo su sonrisa unos segundos más antes de volver a su rostro formal y serio, sin que sus ojos pudieran borar la alegría que danzaba en ellos.
- Pertenezco a los Países Bajos, por lo que cuando hablo en cualquier otro idioma, mi acento siempre me delanta.- Aunque a pesar de lo que decía, era evidente que estaba orgulloso de que así fuera, de lo contrario, hubiera invertido una fortuna en clases absurdas para suavizar su acento. Pero pertenecía a la realeza, debía representar a su pueblo y sus tías siempre le habían dado el amor por la patria que necesitaba, así como la necesidad de cumplir con el deber que le tenía a su título.
Dirk Van Der Broken- Realeza Neerlandesa
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Re: Castles crumbling [Privado]
La confesión sobre quién sería el estudiante la dejó desconcertada por algunos segundos. Nuevamente sus expectativas sobre la reunión estaban erradas aunque sobre ese tema en particular no sabía si la complacía o no. La idea de estar con él un tiempo considerable, los dos solos en medio de la cercanía que suponía el ser maestra y alumno podría resultar incómodo aunque hasta el momento sus modales y comportamiento se alejan bastante de lo que podría esperarse de la clase alta. No se trataba de un ser altivo o arrogante, al contrario se había mostrado educado y amistoso. – Bueno, no suelo contar con estudiantes que no pueda catalogar como “niños” sin embargo será un placer ayudarle en lo que pueda – con esas palaras aceptaba el reto y contaba con que los modales y personalidad mostrados hasta el momento por él no fuesen alguna falsa fachada ocultando un temperamento más acorde con los características propias de su estatus. Observó un instante sus manos ya desprovistas de guantes. Eran hermosas y masculinas, de dedos largos y finos, perfectas para lo que pretendía hacer.
Ella no pudo disimular el interés que despertaba al contarle sobre su origen. Sonrió complacida al saber que no le había ofendido con la pregunta y al constatar que se enorgullecía de su evidente extranjería – Debe ser muy gratificante poder comunicarse con tanta fluidez en un idioma que no es el nativo y el que siga manteniendo un acento delator me parece, en realidad, encantador. Estoy segura de que debe proporcionarle una gran cantidad de atención. Hay mujeres a las que les complace mucho poder fraternizar con extranjeros a pesar de sentir amor por su patria – se descubrió hablando en el tono que utilizaría con su propia hija, con una confianza impropia para el lugar y la compañía, pero incapaz de evitar relajarse ante la tranquilidad y amabilidad de él. Sonrió nuevamente y se silenció mientras el mesero se acercaba con una bandeja de plata.
Una vez dispuesta la mesa ella tomó un pequeño sorbo de té, disfrutando del calor que la invadía y de la confortable sensación de la taza de porcelana entre sus frías manos. Pensaba en las palabras dichas hasta el momento cuando una idea cruzó por su mente. Era extravagante y ambiciosa, una locura en el mejor de los casos pero una vez concebida ya nada podría tener su avance. Le miró de forma inquisitiva y mordisqueó el labio inferior mientras calculaba cual sería la mejor manera de abordarlo – Es usted soltero entonces – murmuró la afirmación mirando alternativamente su taza de té y el rostro del hombre que tenía en frente. ¿Era demasiado mayor? ¿O demasiado rico tal vez? ¿Se atrevería acaso a intentarlo siquiera?
– Le ruego no se moleste pero me parece un poco increíble que alguien con su apariencia y modales no haya sentado cabeza. Puede que no haya contraído nupcias pero seguro existe alguna jovencita que ocupe parte de su corazón en este momento. no se le pasó por la mente el que él pensara que lo estaba seduciendo. La diferencia de edades contaba para Elona y sus gestos y tono no correspondían con una mujer tratando de engatusar a un posible buen prospecto, al menos no para sí misma. – Además – continuó rogando para sus adentros no ser tan impertinente como para dar por terminada no solo la extravagante idea furtiva que se ocultaba tras sus preguntas, sino además la posibilidad de contar con un nuevo estudiante – Supongo que sus padres deben estar esperando que les otorgue un heredero. Es lo que se acostumbra entre la alta sociedad, al menos en Francia – Asumía que debía ser igual el cualquier parte del mundo. Ningún hombre o mujer adinerado desearía que el resultado de su esfuerzo fuese a parar en manos diferentes a las de su propia sangre y carne… todos deseaban extirpe que pudiese mantener el linaje y engrosas las cuentas en los bancos.
Ella no pudo disimular el interés que despertaba al contarle sobre su origen. Sonrió complacida al saber que no le había ofendido con la pregunta y al constatar que se enorgullecía de su evidente extranjería – Debe ser muy gratificante poder comunicarse con tanta fluidez en un idioma que no es el nativo y el que siga manteniendo un acento delator me parece, en realidad, encantador. Estoy segura de que debe proporcionarle una gran cantidad de atención. Hay mujeres a las que les complace mucho poder fraternizar con extranjeros a pesar de sentir amor por su patria – se descubrió hablando en el tono que utilizaría con su propia hija, con una confianza impropia para el lugar y la compañía, pero incapaz de evitar relajarse ante la tranquilidad y amabilidad de él. Sonrió nuevamente y se silenció mientras el mesero se acercaba con una bandeja de plata.
Una vez dispuesta la mesa ella tomó un pequeño sorbo de té, disfrutando del calor que la invadía y de la confortable sensación de la taza de porcelana entre sus frías manos. Pensaba en las palabras dichas hasta el momento cuando una idea cruzó por su mente. Era extravagante y ambiciosa, una locura en el mejor de los casos pero una vez concebida ya nada podría tener su avance. Le miró de forma inquisitiva y mordisqueó el labio inferior mientras calculaba cual sería la mejor manera de abordarlo – Es usted soltero entonces – murmuró la afirmación mirando alternativamente su taza de té y el rostro del hombre que tenía en frente. ¿Era demasiado mayor? ¿O demasiado rico tal vez? ¿Se atrevería acaso a intentarlo siquiera?
– Le ruego no se moleste pero me parece un poco increíble que alguien con su apariencia y modales no haya sentado cabeza. Puede que no haya contraído nupcias pero seguro existe alguna jovencita que ocupe parte de su corazón en este momento. no se le pasó por la mente el que él pensara que lo estaba seduciendo. La diferencia de edades contaba para Elona y sus gestos y tono no correspondían con una mujer tratando de engatusar a un posible buen prospecto, al menos no para sí misma. – Además – continuó rogando para sus adentros no ser tan impertinente como para dar por terminada no solo la extravagante idea furtiva que se ocultaba tras sus preguntas, sino además la posibilidad de contar con un nuevo estudiante – Supongo que sus padres deben estar esperando que les otorgue un heredero. Es lo que se acostumbra entre la alta sociedad, al menos en Francia – Asumía que debía ser igual el cualquier parte del mundo. Ningún hombre o mujer adinerado desearía que el resultado de su esfuerzo fuese a parar en manos diferentes a las de su propia sangre y carne… todos deseaban extirpe que pudiese mantener el linaje y engrosas las cuentas en los bancos.
Elona De Molay- Humano Clase Media
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Re: Castles crumbling [Privado]
Asintió con un resto rápido y seco, con la confianza de alguien que está cómodo con su estructura ósea y estatus social, de esas personas que nunca habían experimentado la sensación de estar fuera de su ambiente.
Ya había dado por sentado que ella sólo tenia alumnos de escasa edad. Era lo más natural, ya que los adultos solían ser pésimos estudiantes; no sólo por la falta de interés en cosechar más conocimientos, sino por la dificultad de su aprendizaje. Cuanto más viejo se era, más difícil era aprender alguna nueva actividad. Más en una empresa tan arriesgada como aprender a tocar un instrumento.
- Contaba con ser el único y primer adulto entre sus alumnos. - No iba a revelar que además de suponer de ella lo obvio y expuesto anteriormente, también la había investigado. No podía arriesgarse a pasar horas de su tiempo social con una dama de su clase, no era correcto. Mucho más teniendo en cuenta que las viudas respetables solían ser un buen partido para hombres de avanzada edad que deseaban una mujer con buena mano con los hijos o el hogar. No iba a arriesgarse a tener que pagar con un matrimonio el dañar la reputación de la dama. Mucho menos que se pensase algo que no era.
- Acepto su cumplido, aunque debo restarle importancia a su admiración. El conocimiento de varios idiomas no es más que una obligación para alguien de mi posición. - Se encogió de hombros quitándole importancia y tomó una rodaja de limón para su té, apretándola con las pinzas para extraer su jugo antes de mojarla en el té y sacarla con habilidad. Dejándola a un lado, sobre una servilleta para poder tomar el plato junto a la taza y llevársela a los labios para beber con delicadeza, sin emitir ruido alguno.
Era evidente que no había dicho nada acerca de la posibilidad de que su acento agradase a las mujeres. Consideraba un tanto abochornante el tocar un tema tan carente de pudor ante una dama. Sus tías lo habían educado bien, y a pesar de ser un pícaro amante de la diversión, sabía comportarse.
- Así es, lady Elona, soy soltero - Respondió ante su pregunta, descubriendo cierto interés ante la insistencia de la dama sobre aquel detalle.
Todos los argumentos que daba Elora eran entendibles, sobretodo porque esas mismas cuestiones parecían ser de sumo interés para sus tías. Ambas parecían preocupadas al notar cómo su sobrino, criado por ellas, no tenia ninguna mujer que hubiera roto su mundo. El problema tenia muchos matices, empezando por su bisexualidad. Era un hombre que se había enamorado tanto de hombres como de mujeres, todas las veces, había sido rechazado. En su mayoría por otro amante, o por su titulo. Incluso una vez por su aspecto demasiado simple para una muchacha acostumbrada a los caballeros rubios de la corte de los países bajos.
Su historia tenia comienzo en su apellido, muchos siglos atrás, junto con una maldición. Era duro notar que ésta era más real de lo que cupiera parecer para alguien de una mente tan lógica como la suya, pero así era. Estaba condenado a no ser amado.
- El motivo de mi ausencia de compromiso es un temas íntimo, lady Elora.- Le respondió sin poder evitar darle una mirada censuradora. No deseaba que se metiera en su vida intima porque esa confianza podía denotar un dolor futuro para él. Pero entendía que ella pudiera albergar ciertas dudas sobre si sería un granuja dispuesto a seducir a todas las mujeres que lo rodeaban. Según tenia entendido, poseía una hija, era natural desear protegerla.
- Pero por esta vez, le responderé con franqueza. - Suspiró y dejó el plato sobre la mesa, apoyando posteriormente la taza de nuevo en la mesa.
- No he encontrado a nadie capaz de querer quedarse a mi lado. Parezco tener la habilidad de elegir a cualquiera que pueda romper su compromiso conmigo. - Esbozó una suave sonrisa y la señaló con una breve inclinación de su cabeza.
- ¿ Y usted, lady Elona, por qué no se ha casado una hermosa y respetable viuda ?. - Le preguntó con la habilidad de un experto, apartándose del foco de atención. No queriendo continuar con el tema de ser un despojo en asuntos amorosos.
Ya había dado por sentado que ella sólo tenia alumnos de escasa edad. Era lo más natural, ya que los adultos solían ser pésimos estudiantes; no sólo por la falta de interés en cosechar más conocimientos, sino por la dificultad de su aprendizaje. Cuanto más viejo se era, más difícil era aprender alguna nueva actividad. Más en una empresa tan arriesgada como aprender a tocar un instrumento.
- Contaba con ser el único y primer adulto entre sus alumnos. - No iba a revelar que además de suponer de ella lo obvio y expuesto anteriormente, también la había investigado. No podía arriesgarse a pasar horas de su tiempo social con una dama de su clase, no era correcto. Mucho más teniendo en cuenta que las viudas respetables solían ser un buen partido para hombres de avanzada edad que deseaban una mujer con buena mano con los hijos o el hogar. No iba a arriesgarse a tener que pagar con un matrimonio el dañar la reputación de la dama. Mucho menos que se pensase algo que no era.
- Acepto su cumplido, aunque debo restarle importancia a su admiración. El conocimiento de varios idiomas no es más que una obligación para alguien de mi posición. - Se encogió de hombros quitándole importancia y tomó una rodaja de limón para su té, apretándola con las pinzas para extraer su jugo antes de mojarla en el té y sacarla con habilidad. Dejándola a un lado, sobre una servilleta para poder tomar el plato junto a la taza y llevársela a los labios para beber con delicadeza, sin emitir ruido alguno.
Era evidente que no había dicho nada acerca de la posibilidad de que su acento agradase a las mujeres. Consideraba un tanto abochornante el tocar un tema tan carente de pudor ante una dama. Sus tías lo habían educado bien, y a pesar de ser un pícaro amante de la diversión, sabía comportarse.
- Así es, lady Elona, soy soltero - Respondió ante su pregunta, descubriendo cierto interés ante la insistencia de la dama sobre aquel detalle.
Todos los argumentos que daba Elora eran entendibles, sobretodo porque esas mismas cuestiones parecían ser de sumo interés para sus tías. Ambas parecían preocupadas al notar cómo su sobrino, criado por ellas, no tenia ninguna mujer que hubiera roto su mundo. El problema tenia muchos matices, empezando por su bisexualidad. Era un hombre que se había enamorado tanto de hombres como de mujeres, todas las veces, había sido rechazado. En su mayoría por otro amante, o por su titulo. Incluso una vez por su aspecto demasiado simple para una muchacha acostumbrada a los caballeros rubios de la corte de los países bajos.
Su historia tenia comienzo en su apellido, muchos siglos atrás, junto con una maldición. Era duro notar que ésta era más real de lo que cupiera parecer para alguien de una mente tan lógica como la suya, pero así era. Estaba condenado a no ser amado.
- El motivo de mi ausencia de compromiso es un temas íntimo, lady Elora.- Le respondió sin poder evitar darle una mirada censuradora. No deseaba que se metiera en su vida intima porque esa confianza podía denotar un dolor futuro para él. Pero entendía que ella pudiera albergar ciertas dudas sobre si sería un granuja dispuesto a seducir a todas las mujeres que lo rodeaban. Según tenia entendido, poseía una hija, era natural desear protegerla.
- Pero por esta vez, le responderé con franqueza. - Suspiró y dejó el plato sobre la mesa, apoyando posteriormente la taza de nuevo en la mesa.
- No he encontrado a nadie capaz de querer quedarse a mi lado. Parezco tener la habilidad de elegir a cualquiera que pueda romper su compromiso conmigo. - Esbozó una suave sonrisa y la señaló con una breve inclinación de su cabeza.
- ¿ Y usted, lady Elona, por qué no se ha casado una hermosa y respetable viuda ?. - Le preguntó con la habilidad de un experto, apartándose del foco de atención. No queriendo continuar con el tema de ser un despojo en asuntos amorosos.
Última edición por Dirk Van Der Broken el Dom Ago 14, 2016 10:27 pm, editado 1 vez
Dirk Van Der Broken- Realeza Neerlandesa
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Re: Castles crumbling [Privado]
La dicha por escuchar justo la respuesta que deseaba le duró muy poco a Elona. Demasiado rápido pasó del disfrute del descubrimiento al bochorno porque él tuviese que hacer evidente lo impertinente de sus cuestionamientos. Sintió como la turbación ascendía en forma de calor hasta sus mejillas y la vergüenza que la colmaba le obligó a apartar los ojos para evitar continuar viendo la expresión censuradora en el rostro del hombre. Guiada por el afán de cumplir sus propios objetivos había cometido un error de protocolo que bien podría costarle todo lo que perseguía ese día. Sin saber cómo actuar a continuación se llevó la taza nuevamente a los labios y se tomo un par de segundos en silencio tratando de sosegar su agitación y mostrar nuevamente la calma con la que le gustaba atender ese tipo de entrevistas.
Aún no había pensado como reparar el error cuando él habló otra vez. Ella permaneció con la taza en el aire, paralizada por la sorpresa mientras se sinceraba sobre el privado tema. La respuesta, por supuesto, no era la que esperaba ¿Estaría siendo franco? La verdad no podía pensar en ninguna razón que le instase a inventar una mentira, más aún después de lo incomodo que se mostró la pregunta inicial, pero aquella confesión parecía un poco fuera de lugar. Llevaban poco tiempo de conocidos, ni siquiera horas contaban en su haber como para que ella sintiese que podía emitir un juicio de valor sobre su personalidad, sin embargo el instinto de mujer y de madre le instaba a creer en la bondad del ser que se encontraba frente a ella. – Me parece un poco increíble que sus parejas hubiesen preferido alejarse de usted – comentó con tono suave, tratando de que no sonara como una acusación sino como una simple aseveración de incredulidad, pero tan pronto se escuchó a sí misma comprendió algo que era innegable – Aunque por otro lado el que una persona sea buena y amable no significa que quienes le rodean le paguen con la misma moneda – concluyó confirmando ante los dos el hecho de que el que ella le encontrase interesante no significaba que fuese inverosímil el que otros decidieran no hacer planes sobre una vida junto a él. Ella era un ejemplo palpable de que la bondad muchas veces era recompensada con maldad y miseria.
Entonces le llegó el momento de sentirse incomoda ante una pregunta personal. Deseaba cerrarse como siempre lo hacía respecto a su vida privada. Su pasado no solo era doloroso sino además peligroso para ella, su hija y su sobrina. Se trataba de un tema que prefería evitar a toda costa. Pero no podía hacerlo en ese momento, no después de que fue ella quien abrió la compuerta para tales cuestionamientos debido a sus preguntas indiscretas, ahora el deber moral la obligaba a contestar a pesar del dolor que se removía en su interior – Muchas gracias por el cumplido aunque a mi edad, y con tantas jóvenes adorables en la ciudad, es difícil seguir considerándose hermosa. Con respecto al porqué no me he casado de nuevo supongo que hay muchas razones – empezó solo para pausarse.
Tratando de disimular su nerviosismo levantó la taza de té y la llevó de nuevo hasta sus labios. Aquellos segundos ganados le sirvieron para organizar sus pensamientos, para pensar cómo podría abordar el tema de la mejor manera sin llegar a entrar en los detalles de su tragedia y de las razones por las que ella era todo menos una viuda respetable – En primer lugar está mi pequeña Louane. Si bien es verdad que contar con compañía y soporte masculino nos facilitaría bastante la vida, no hay manera de garantizar que un posible pretendiente sea un buen padre en el futuro y odiaría ponerla en una situación difícil después de todo lo que ha vivido – Era más información de la prudente pero mucha menos de la que confluía en la realidad.
– Por otra parte está el hecho de que no me encuentro sentimentalmente lista para salir en busca de marido – la expresión de Elona se endureció notablemente y parecía estar a punto de decir algo más pero se detuvo y lo reconsideró. Luego le sonrió a su interlocutor – Perder a un cónyuge no es sencillo y la recuperación toma tiempo – finalizó sintiéndose un poco mal por lo evasivas de sus respuestas pero esperando al mismo tiempo que las mismas fuesen suficientes. Ya superado el impase se permitió retomar algo de lo mencionado por él con anterioridad – Ha nombrado usted en la conversación sobre sus obligaciones pero aún no tengo el placer de conocer cuál es su posición – era un comentario valido pues como su posible futura tutora debía saber con quién trataba y cuales serían, debido a su cargo, los limitantes de tiempo y lugar para la toma de las clases, además de que la respuesta le aportaría más información para poder saber si su plan era remotamente viable o si definitivamente debía abandonar la idea por ser simplemente descabellada.
Aún no había pensado como reparar el error cuando él habló otra vez. Ella permaneció con la taza en el aire, paralizada por la sorpresa mientras se sinceraba sobre el privado tema. La respuesta, por supuesto, no era la que esperaba ¿Estaría siendo franco? La verdad no podía pensar en ninguna razón que le instase a inventar una mentira, más aún después de lo incomodo que se mostró la pregunta inicial, pero aquella confesión parecía un poco fuera de lugar. Llevaban poco tiempo de conocidos, ni siquiera horas contaban en su haber como para que ella sintiese que podía emitir un juicio de valor sobre su personalidad, sin embargo el instinto de mujer y de madre le instaba a creer en la bondad del ser que se encontraba frente a ella. – Me parece un poco increíble que sus parejas hubiesen preferido alejarse de usted – comentó con tono suave, tratando de que no sonara como una acusación sino como una simple aseveración de incredulidad, pero tan pronto se escuchó a sí misma comprendió algo que era innegable – Aunque por otro lado el que una persona sea buena y amable no significa que quienes le rodean le paguen con la misma moneda – concluyó confirmando ante los dos el hecho de que el que ella le encontrase interesante no significaba que fuese inverosímil el que otros decidieran no hacer planes sobre una vida junto a él. Ella era un ejemplo palpable de que la bondad muchas veces era recompensada con maldad y miseria.
Entonces le llegó el momento de sentirse incomoda ante una pregunta personal. Deseaba cerrarse como siempre lo hacía respecto a su vida privada. Su pasado no solo era doloroso sino además peligroso para ella, su hija y su sobrina. Se trataba de un tema que prefería evitar a toda costa. Pero no podía hacerlo en ese momento, no después de que fue ella quien abrió la compuerta para tales cuestionamientos debido a sus preguntas indiscretas, ahora el deber moral la obligaba a contestar a pesar del dolor que se removía en su interior – Muchas gracias por el cumplido aunque a mi edad, y con tantas jóvenes adorables en la ciudad, es difícil seguir considerándose hermosa. Con respecto al porqué no me he casado de nuevo supongo que hay muchas razones – empezó solo para pausarse.
Tratando de disimular su nerviosismo levantó la taza de té y la llevó de nuevo hasta sus labios. Aquellos segundos ganados le sirvieron para organizar sus pensamientos, para pensar cómo podría abordar el tema de la mejor manera sin llegar a entrar en los detalles de su tragedia y de las razones por las que ella era todo menos una viuda respetable – En primer lugar está mi pequeña Louane. Si bien es verdad que contar con compañía y soporte masculino nos facilitaría bastante la vida, no hay manera de garantizar que un posible pretendiente sea un buen padre en el futuro y odiaría ponerla en una situación difícil después de todo lo que ha vivido – Era más información de la prudente pero mucha menos de la que confluía en la realidad.
– Por otra parte está el hecho de que no me encuentro sentimentalmente lista para salir en busca de marido – la expresión de Elona se endureció notablemente y parecía estar a punto de decir algo más pero se detuvo y lo reconsideró. Luego le sonrió a su interlocutor – Perder a un cónyuge no es sencillo y la recuperación toma tiempo – finalizó sintiéndose un poco mal por lo evasivas de sus respuestas pero esperando al mismo tiempo que las mismas fuesen suficientes. Ya superado el impase se permitió retomar algo de lo mencionado por él con anterioridad – Ha nombrado usted en la conversación sobre sus obligaciones pero aún no tengo el placer de conocer cuál es su posición – era un comentario valido pues como su posible futura tutora debía saber con quién trataba y cuales serían, debido a su cargo, los limitantes de tiempo y lugar para la toma de las clases, además de que la respuesta le aportaría más información para poder saber si su plan era remotamente viable o si definitivamente debía abandonar la idea por ser simplemente descabellada.
Elona De Molay- Humano Clase Media
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Re: Castles crumbling [Privado]
No le pasó desapercibido el sonrojo de Elona, estaba claro que ella había entendido que había ofendido su persona con aquella rápida incursión a su privacidad. Lo cierto era que a él no le preocupaba la pregunta, pero sí la respuesta. No era un tema agradable de reconocer, su ego, aún no tan grande como otros, seguía aullando de dolor cada vez que tenía que hablar de amantes y compromisos.
- Créame, lady De Molay, me encantaría decir lo contrario al respecto, pero no puedo. - Emitió una pequeña sonrisa triste y apartó sus ojos por primera vez de ella, tomando su turno de sentirse ciertamente avergonzado. No era un tema agradable para una dama, debería contener su lengua y su mente. Habían momentos para regresar a los momentos dolorosos del pasado, y éste, no era uno de ellos.
Paseó su mirada por el resto de personas que, inocentemente, seguían bebiendo y comiendo mientras mantenían sus conversaciones. Sus sonrisas, gestos, incluso algún que otro ceño fruncido, le sirvieron para poner una venda a los ojos de su alma torturada. Amordazando aquel temor que le susurraba, cada vez con mayor frecuencia, " no hay un amante que llegue a amarte".
En cuanto su futura profesora musical, volvió a hablar, esta vez sobre un tema mucho más agradable, volvió a mirarla. Era una de esas mujeres que agradaba observar durante largos minutos, después de una cena, cuando salen las horas sinceras y las lenguas pronuncian palabras cálidas llenas de veracidad. Tenía todo el aspecto de una madre coraje, de esas que hacían galletas a sus hijos y amenazaban a pretendientes con enterrarlos vivos si le hacían daño a sus pequeños.
- No sea injusta consigo misma, por favor. La juventud es efímera, más la belleza perdura allá donde residen las almas - Se rió con suavidad, para evitar que su compañera de conversación cayera en un aura de oscuridad. Se había percatado de cómo su cuerpo había respondido a las palabras que decía, como si le costara soltarlas o no quisiera hacerlo. ¿Qué habría ocurrido con aquella mujer, para que le tuviera tanto miedo a contemplar la posibilidad de encontrar un buen hombre para ella?. ¿Era un corazón roto el que hablaba con él?. O, quizás, ¿algo peor?.
- Comprendo sus preocupaciones, ha sido descortés el preguntarle lady. No era mi intención hacerla rememorar tiempos infelices.- Alargó una de sus manos y le dio una ligera caricia sobre la superficie de aquella extremidad delicada. Ahora que le dejaba una suave palmadita sobre la mano de Elona, comprendía cuán delgados eran sus dedos. Debía ser por su profesión, pues no había conocido aún un músico con dedos carentes de elegancia.
- Lo cierto es que tenemos una clase social entre ambos, pero me gustaría que ignorase ese asunto cuando comiencen las lecciones.- Apartó su mano y rescató de nuevo la taza que había dejado sobre la mesa antes. - Contando, por supuesto, que acepte mi propuesta. Si decide no sentirse cómoda ya que es una viuda aún en edad de casamiento, acudiendo a mi vivienda particular, puedo asegurarle que siempre tendremos una tercera persona con nosotros.
Lo cierto era que eso era un maravilloso requisito que le facilitaba el evitar malos-entendidos. Así como proteger a todas las mujeres solteras o viudas que decidieran acompañarle en sus días de rutina. Tenía muchos conocidos, entre ellos, un amplio número pertenecían al sexo femenino. Quizás era por su amor por las mujeres, así como su deseo de ser siempre un caballero con ellas. O, que en el fondo, sólo deseaba tener un poco de ese instinto femenino, que les permitía cazar a sus amantes para siempre. Él realmente deseaba que alguien quisiera tenerlo a su lado, sin importar el qué.
- Créame, lady De Molay, me encantaría decir lo contrario al respecto, pero no puedo. - Emitió una pequeña sonrisa triste y apartó sus ojos por primera vez de ella, tomando su turno de sentirse ciertamente avergonzado. No era un tema agradable para una dama, debería contener su lengua y su mente. Habían momentos para regresar a los momentos dolorosos del pasado, y éste, no era uno de ellos.
Paseó su mirada por el resto de personas que, inocentemente, seguían bebiendo y comiendo mientras mantenían sus conversaciones. Sus sonrisas, gestos, incluso algún que otro ceño fruncido, le sirvieron para poner una venda a los ojos de su alma torturada. Amordazando aquel temor que le susurraba, cada vez con mayor frecuencia, " no hay un amante que llegue a amarte".
En cuanto su futura profesora musical, volvió a hablar, esta vez sobre un tema mucho más agradable, volvió a mirarla. Era una de esas mujeres que agradaba observar durante largos minutos, después de una cena, cuando salen las horas sinceras y las lenguas pronuncian palabras cálidas llenas de veracidad. Tenía todo el aspecto de una madre coraje, de esas que hacían galletas a sus hijos y amenazaban a pretendientes con enterrarlos vivos si le hacían daño a sus pequeños.
- No sea injusta consigo misma, por favor. La juventud es efímera, más la belleza perdura allá donde residen las almas - Se rió con suavidad, para evitar que su compañera de conversación cayera en un aura de oscuridad. Se había percatado de cómo su cuerpo había respondido a las palabras que decía, como si le costara soltarlas o no quisiera hacerlo. ¿Qué habría ocurrido con aquella mujer, para que le tuviera tanto miedo a contemplar la posibilidad de encontrar un buen hombre para ella?. ¿Era un corazón roto el que hablaba con él?. O, quizás, ¿algo peor?.
- Comprendo sus preocupaciones, ha sido descortés el preguntarle lady. No era mi intención hacerla rememorar tiempos infelices.- Alargó una de sus manos y le dio una ligera caricia sobre la superficie de aquella extremidad delicada. Ahora que le dejaba una suave palmadita sobre la mano de Elona, comprendía cuán delgados eran sus dedos. Debía ser por su profesión, pues no había conocido aún un músico con dedos carentes de elegancia.
- Lo cierto es que tenemos una clase social entre ambos, pero me gustaría que ignorase ese asunto cuando comiencen las lecciones.- Apartó su mano y rescató de nuevo la taza que había dejado sobre la mesa antes. - Contando, por supuesto, que acepte mi propuesta. Si decide no sentirse cómoda ya que es una viuda aún en edad de casamiento, acudiendo a mi vivienda particular, puedo asegurarle que siempre tendremos una tercera persona con nosotros.
Lo cierto era que eso era un maravilloso requisito que le facilitaba el evitar malos-entendidos. Así como proteger a todas las mujeres solteras o viudas que decidieran acompañarle en sus días de rutina. Tenía muchos conocidos, entre ellos, un amplio número pertenecían al sexo femenino. Quizás era por su amor por las mujeres, así como su deseo de ser siempre un caballero con ellas. O, que en el fondo, sólo deseaba tener un poco de ese instinto femenino, que les permitía cazar a sus amantes para siempre. Él realmente deseaba que alguien quisiera tenerlo a su lado, sin importar el qué.
Dirk Van Der Broken- Realeza Neerlandesa
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