AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Candice d'Orléans
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Candice d'Orléans
▲NOMBRE DEL PERSONAJE▲
Candice d'Orléans.▲EDAD▲
16 años.▲ESPECIE▲
Humana.▲FACCIÓN A LA QUE PERTENECE▲
N/A.▲TIPO, CLASE SOCIAL O CARGO▲
Prostituta. Clase baja.▲ORIENTACIÓN SEXUAL▲
Heterosexual ▲LUGAR DE ORIGEN▲
Loiret, Francia.▲HABILIDADES/PODERES▲
N/A.Su historia la define de muchas formas, su familia, París y el burdel modificaron su personalidad de muchas formas. Su inocencia, por un lado, había sido pura y casi estúpida cuando aún su familia estaba completa, cuando sus padres la protegían del mundo y su pasatiempo más importante era soñar cómo su vida sería, cuántos castillos tendría y cuáles serían los nombres de sus hijos. Mismo si pasó tiempo desde que esa inocencia perdió fuerza, aún estaba allí. Aún siendo una mujer que tendría que tener los pies sobre la tierra, muchas veces se encontraba en las noches pensando en cómo decoraría su habitación, cuántos candelabros habrían y qué le pediría a su sirviente para cenar.
La tenacidad fue otro rasgo que se le fue creando a lo largo del tiempo. Mismo si no era oportunista, siempre sabía cuándo era el momento perfecto de actuar, cómo decir las cosas y salir bien parada. Sabía cuándo ser inocente, cuando reír, qué palabras elegir, hasta cuándo derramar algunas lágrimas. Eso podía determinarse también como inteligencia. Podía no saber ni leer ni escribir, pero Candice no era tonta, y dudaba serlo nunca. Su vida le había puesto varias pruebas, y si hubiese sido idiota o sumisa, seguramente su situación actual sería peor de lo que ya era.
La tenacidad fue otro rasgo que se le fue creando a lo largo del tiempo. Mismo si no era oportunista, siempre sabía cuándo era el momento perfecto de actuar, cómo decir las cosas y salir bien parada. Sabía cuándo ser inocente, cuando reír, qué palabras elegir, hasta cuándo derramar algunas lágrimas. Eso podía determinarse también como inteligencia. Podía no saber ni leer ni escribir, pero Candice no era tonta, y dudaba serlo nunca. Su vida le había puesto varias pruebas, y si hubiese sido idiota o sumisa, seguramente su situación actual sería peor de lo que ya era.
La plaga que había azotado a Loiret hacía ya seis años, había hecho que la pequeña familia d'Orléans y muchas otras, fuesen a refugiarse al centro del país. Esperanzas y sueños de grandeza inspiraron el corazón de la pequeña Candice, quien, como niña tonta, pensó que en París todos vivían en grandes castillos y que hasta podría tener un caballo entrenado para ella. Amaba los caballos. Pero la situación que cientos de familias se encontraron al llegar a las puertas de la ciudad era muy distinta, ya de por sí, la capital estaba sobre-poblada y no había trabajo ni comida para abastecer a la población que, tanto como de Loiret, de muchas partes del país iba a pedir ayuda a la gran y colorida ciudad.
Todos esos colores se tornaron grises tan solo unos días después de llegar a las suntuosas calles de París. Su madre había atrapado la enfermedad de la que huían y el estar viviendo hacinados con cientos de personas, no era un paraíso higiénico. Al quinto día, su madre murió, dejándola a ella, a su hermano mayor, ya todo un hombre de 14 años, y al bebé enfermizo que tan sólo tenía unos meses de vida. Algunas veces, hasta Candice olvidaba el nombre de su pequeño hermano quien pereció pocos días después que su madre, tomar del pecho de una mujer enferma tan sólo había acelerado su muerte.
Candice, su hermano y su padre lloraban la muerte de sus familiares mientras trataban de integrarse en la vida parisina, su padre ayudaba a un panadero por unas cuantas monedas por día y su hermano... pues... Candice no sabía muy bien qué hacía. Ella misma, por otro lado, sólo veía sus sueños romperse en pedazos y por las noches maldecía con las palabras más sucias que conocía a la plaga que los había alejado de Loiret y que había destruido a su familia. Porque a pesar de siempre haber sido humildes, vivían dignamente. Su padre trabajaba en un banco y su madre tenía algunos alumnos en la casa ya que era una de las pocas mujeres que sabía leer y escribir, algo que no llegó a transmitir a su hija. París les había dado esperanzas y luego se las había arrebatado de un tirón, dejando a la rubia de grandes ojos claros devastada.
La muchacha fue dejada en el burdel (en realidad no puede categorizarse de esa forma, en sí), dos días después que su padre no volviese del trabajo y cuando su hermano se vio forzado a, en sus palabras, "protegerla y darle un lugar donde pudiese comer". Desde el día que dejó a la niña de diez años en un lugar oscuro, maloliente y lleno de extraños sonidos, Candice no vio nunca más a su hermano mayor.
Pero de alguna forma, incluso lejos de su familia, estaba más contenta. Tenía una casa, una habitación para ella sola y un plato de comida en la mañana y otro en la noche. No fue hasta años después que entendió qué pasaba en ese lugar y por qué la había dejado su hermano allí. Al principio, sus tareas eran simples, llevar botellas de vino de un lugar para otro, poner sabanas limpiar, lavar las sucias, ayudar con la cena, limpiar el piso y cuando tenía suerte podía ir al mercado y elegir ella misma las frutas y verduras que más le gustasen. No era una vida difícil.
Se volvió más complicado cuando manchó sus sábanas por primera vez, a los 14 años ella ya sabía lo que significaba pero estaba muy atemorizada para hacer cualquier cosa. ¿Correr y morir de hambre? ¿Traicionar a sus amistades y a la dueña del local quien siempre la había tratado como a una hija? No. Pero la otra opción que le quedaba le era atemorizante. Lo había visto, sus amigas de 15 años o de su misma edad ya compartían su lecho con hombres adinerados que podían costearlas y varias de ellas ya habían sido madres.
¿Cómo llegó a los 16 sin que nadie le tocase un pelo? Bueno, la pequeña d'Orléans no era tonta, para nada. A los 14, sus senos eran pequeños y su rostro aún aniñado... y seguramente gritaría si un hombre le ponía una mano encima. No es como si eso último le importase a los clientes, pero teniendo en cuenta que quien la tomase por primera vez pagaría una importante suma de dinero, Candice se aseguró de decirle a la dueña de la casa amatoria que quería prepararse, que quería estar lista. Y así, ganó tiempo.
Pero ya con 16 años, sus excusas no le importaban a nadie, y sus compañeras comenzaban a tratarla mal o a acusar a la dueña de hacer favoritismos. El ambiente cada vez se ponía más tenso y Candice supo que era abrir las piernas o volver a hacinarse en un refugio. La decisión no sería muy difícil.
Todos esos colores se tornaron grises tan solo unos días después de llegar a las suntuosas calles de París. Su madre había atrapado la enfermedad de la que huían y el estar viviendo hacinados con cientos de personas, no era un paraíso higiénico. Al quinto día, su madre murió, dejándola a ella, a su hermano mayor, ya todo un hombre de 14 años, y al bebé enfermizo que tan sólo tenía unos meses de vida. Algunas veces, hasta Candice olvidaba el nombre de su pequeño hermano quien pereció pocos días después que su madre, tomar del pecho de una mujer enferma tan sólo había acelerado su muerte.
Candice, su hermano y su padre lloraban la muerte de sus familiares mientras trataban de integrarse en la vida parisina, su padre ayudaba a un panadero por unas cuantas monedas por día y su hermano... pues... Candice no sabía muy bien qué hacía. Ella misma, por otro lado, sólo veía sus sueños romperse en pedazos y por las noches maldecía con las palabras más sucias que conocía a la plaga que los había alejado de Loiret y que había destruido a su familia. Porque a pesar de siempre haber sido humildes, vivían dignamente. Su padre trabajaba en un banco y su madre tenía algunos alumnos en la casa ya que era una de las pocas mujeres que sabía leer y escribir, algo que no llegó a transmitir a su hija. París les había dado esperanzas y luego se las había arrebatado de un tirón, dejando a la rubia de grandes ojos claros devastada.
La muchacha fue dejada en el burdel (en realidad no puede categorizarse de esa forma, en sí), dos días después que su padre no volviese del trabajo y cuando su hermano se vio forzado a, en sus palabras, "protegerla y darle un lugar donde pudiese comer". Desde el día que dejó a la niña de diez años en un lugar oscuro, maloliente y lleno de extraños sonidos, Candice no vio nunca más a su hermano mayor.
Pero de alguna forma, incluso lejos de su familia, estaba más contenta. Tenía una casa, una habitación para ella sola y un plato de comida en la mañana y otro en la noche. No fue hasta años después que entendió qué pasaba en ese lugar y por qué la había dejado su hermano allí. Al principio, sus tareas eran simples, llevar botellas de vino de un lugar para otro, poner sabanas limpiar, lavar las sucias, ayudar con la cena, limpiar el piso y cuando tenía suerte podía ir al mercado y elegir ella misma las frutas y verduras que más le gustasen. No era una vida difícil.
Se volvió más complicado cuando manchó sus sábanas por primera vez, a los 14 años ella ya sabía lo que significaba pero estaba muy atemorizada para hacer cualquier cosa. ¿Correr y morir de hambre? ¿Traicionar a sus amistades y a la dueña del local quien siempre la había tratado como a una hija? No. Pero la otra opción que le quedaba le era atemorizante. Lo había visto, sus amigas de 15 años o de su misma edad ya compartían su lecho con hombres adinerados que podían costearlas y varias de ellas ya habían sido madres.
¿Cómo llegó a los 16 sin que nadie le tocase un pelo? Bueno, la pequeña d'Orléans no era tonta, para nada. A los 14, sus senos eran pequeños y su rostro aún aniñado... y seguramente gritaría si un hombre le ponía una mano encima. No es como si eso último le importase a los clientes, pero teniendo en cuenta que quien la tomase por primera vez pagaría una importante suma de dinero, Candice se aseguró de decirle a la dueña de la casa amatoria que quería prepararse, que quería estar lista. Y así, ganó tiempo.
Pero ya con 16 años, sus excusas no le importaban a nadie, y sus compañeras comenzaban a tratarla mal o a acusar a la dueña de hacer favoritismos. El ambiente cada vez se ponía más tenso y Candice supo que era abrir las piernas o volver a hacinarse en un refugio. La decisión no sería muy difícil.
→ Tiene una carta de su madre que aún no pudo leer, es lo único que la hace querer aprender.
→ Su sueño es volver a Loiret, por lo que siempre que tiene algún dinero lo pone debajo de su colchón.
→ Su sueño es volver a Loiret, por lo que siempre que tiene algún dinero lo pone debajo de su colchón.
Candice d'Orléans- Prostituta Clase Baja
- Mensajes : 7
Fecha de inscripción : 01/03/2016
Re: Candice d'Orléans
FICHA APROBADA
bienvenido/a a victorian vampires
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¡QUE TE DIVIERTAS!
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