AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¿Yo llevo la máscara o ella a mí? {Libre}
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¿Yo llevo la máscara o ella a mí? {Libre}
Un café es parte importante, sino es que fundamental, en la vida de una mujer de la alta sociedad; era el sitio donde podía reunirse a intercambiar información y a "descansar" de su complicada vida cotidiana. Puesto que sí, para muchas estas pequeñas tardes de charlas eran lo único que las ayudaba a disimular que su vida era todo lo perfecta que en realidad no era. Incluso, si tenían suerte, podrían encontrarse a una amiga cercana; alguien que se ganara toda su confianza con la cual poder llorar las penas y apoyarse en los momentos complicados. Otras muchas, usaban ese sitio como un reino propio, aprovechando su reputación para esparcir rumores sobre otras personas para así escalar más en esa larga escalera hasta la cima. Quizá, si jugaban bien sus cartas, podrían crear una red de contactos lo suficientemente buena como para llegar a contraer matrimonio con algún familiar de la realeza. Un duque o un conde de los que seguramente aquellas mujeres tendrán muy presente el número exacto en el que se encuentren en la línea de sucesión.
Sin embargo para Chanterelle, ese lugar tenía un propósito completamente diferente. Ese lugar ruidoso y abarrotado de gente tenía un propósito menos superficial. Ahí es a donde le gustaba ir a leer, cuando tenía un tiempo libre de sus labores, tanto sociales como familiares. Su familia siempre había recalcado la importancia de ir a esa clase de sitios y mezclarse entre las personas de esa clase; no solo por los contactos que se pudieran conseguir, sino también por la información. No había mejor fuente de información que la que se propiciaba en un ambiente de rumores y cotilleos. A veces entre comentarios burlones, lograba encontrar cierta información importante para dar con un monstruo al que perseguía. Sin embargo era más fácil para ella escuchar si las demás personas creían que no escuchaba.
Llevaba gran parte de la mañana ojeando un libro de paleontología, camuflado como una novela romántica con una tapa dura vuelta a forrar en una tela roja con ese mismo propósito. Si ya era inusual ver a una mujer leer en público, verla leer algo que supusiera una lectura poco femenina la haría presa de los murmullos. No le hubiera molestado hacerlo, de no ser porque no quería que ese lugar se llenara de rumores sobre ella, buscaba información de utilidad. Sonrío a la camarera mientras ésta le retiraba la taza de té vacía y la intercambiaba por una llena . Una dulce chica de nombre Lucette que siempre la atendía con una gran sonrisa y casi podría decirse que con cariño. Había ayudado a esa chica no hace mucho tiempo cuando un vampiro casi las devora a ella y su hermanita pequeña. Estaban solas en el mundo, vagando por las calles y al borde de la prostitución; presas fáciles de los depredadores malignos que habitaban las sombras. Chanterelle las salvó, las llevó a un albergue de confianza y la mandó a ese café como un encargo, con una nota que la chica no leyó, eso le aseguró su futuro pues la carta no era otra cosa que una recomendación de su parte para el puesto que el dueño había visto liberado no hacía mucho, con la condición de que mientras la carta no estuviera abierta ella, la portadora sería una chica de fiar. Desde entonces la chica la trataba con el cariño que uno reserva para la propia familia y en gratitud, solía darle información, era sus oídos en ese lugar; le evitaba trato poco cordial con esas personas superfluas y en ocasiones si algo importante surgía, se lo hacía llegar con su ama de llaves, sin duda esa chica tan servicial se ganaba las generosas propinas que Chanterelle le dejaba.
Le agradeció dejando el libro de lado para tomar la taza entre sus manos y calentarse los dedos antes de tomar un sorbo, disimuladamente observó la servilleta que la chica había dejado al lado de la taza: su información del día al fin estaba lista, en conjunto con lo que había escuchado por su cuenta, pudo darse por bien servida, tenía una idea clara de a donde dirigirse. Arrugó la servilleta entre sus dedos y se apresuró a levantarse sin terminarse su té, dejó su propina bajo la taza como siempre y, haciendo malabares para recoger su bolso, que era más grande que lo que la moda dictaba y recoger el libro sin soltar aquella servilleta; se dirigió hacia la puerta. Se despidió con una inclinación de cabeza de algunos conocidos en el lugar, lo que no le permitió ver por dónde iba. Chocó con otra de las chicas que iban sirviendo mesas, soltando sus cosas en el acto. Para su desgracia, su bolso había terminado a los pies de un comensal, dando un repiqueteo metálico al caer.
Se tensó y se levantó, ignorando a la chica que intentaba disculparse por su torpeza como era esperado, el cliente nunca tenía la culpa. Le sonrió para tranquilizarla.
—Estoy bien, querida, gracias—, dicho esto se apresuró a acercarse al comensal y con una sonrisa apenada se inclinó para recoger su bolso antes que esa persona, o de lo contrario podría notar el cuerpo de la pequeña ballesta que en él se escondía (el motivo para el tamaño de la bolsa), esa ballesta iba a donde ella pero como su familia siempre le había dicho: algún día la metería en problemas, esperaba que no fuera ahora.
—Una disculpa, espero que mi bolso no le haya hecho daño—, comentó con una sonrisa ladeada intentando sonar irónica, como si no fuera posible que un bolso femenino hiciese tal cosa.
Sin embargo para Chanterelle, ese lugar tenía un propósito completamente diferente. Ese lugar ruidoso y abarrotado de gente tenía un propósito menos superficial. Ahí es a donde le gustaba ir a leer, cuando tenía un tiempo libre de sus labores, tanto sociales como familiares. Su familia siempre había recalcado la importancia de ir a esa clase de sitios y mezclarse entre las personas de esa clase; no solo por los contactos que se pudieran conseguir, sino también por la información. No había mejor fuente de información que la que se propiciaba en un ambiente de rumores y cotilleos. A veces entre comentarios burlones, lograba encontrar cierta información importante para dar con un monstruo al que perseguía. Sin embargo era más fácil para ella escuchar si las demás personas creían que no escuchaba.
Llevaba gran parte de la mañana ojeando un libro de paleontología, camuflado como una novela romántica con una tapa dura vuelta a forrar en una tela roja con ese mismo propósito. Si ya era inusual ver a una mujer leer en público, verla leer algo que supusiera una lectura poco femenina la haría presa de los murmullos. No le hubiera molestado hacerlo, de no ser porque no quería que ese lugar se llenara de rumores sobre ella, buscaba información de utilidad. Sonrío a la camarera mientras ésta le retiraba la taza de té vacía y la intercambiaba por una llena . Una dulce chica de nombre Lucette que siempre la atendía con una gran sonrisa y casi podría decirse que con cariño. Había ayudado a esa chica no hace mucho tiempo cuando un vampiro casi las devora a ella y su hermanita pequeña. Estaban solas en el mundo, vagando por las calles y al borde de la prostitución; presas fáciles de los depredadores malignos que habitaban las sombras. Chanterelle las salvó, las llevó a un albergue de confianza y la mandó a ese café como un encargo, con una nota que la chica no leyó, eso le aseguró su futuro pues la carta no era otra cosa que una recomendación de su parte para el puesto que el dueño había visto liberado no hacía mucho, con la condición de que mientras la carta no estuviera abierta ella, la portadora sería una chica de fiar. Desde entonces la chica la trataba con el cariño que uno reserva para la propia familia y en gratitud, solía darle información, era sus oídos en ese lugar; le evitaba trato poco cordial con esas personas superfluas y en ocasiones si algo importante surgía, se lo hacía llegar con su ama de llaves, sin duda esa chica tan servicial se ganaba las generosas propinas que Chanterelle le dejaba.
Le agradeció dejando el libro de lado para tomar la taza entre sus manos y calentarse los dedos antes de tomar un sorbo, disimuladamente observó la servilleta que la chica había dejado al lado de la taza: su información del día al fin estaba lista, en conjunto con lo que había escuchado por su cuenta, pudo darse por bien servida, tenía una idea clara de a donde dirigirse. Arrugó la servilleta entre sus dedos y se apresuró a levantarse sin terminarse su té, dejó su propina bajo la taza como siempre y, haciendo malabares para recoger su bolso, que era más grande que lo que la moda dictaba y recoger el libro sin soltar aquella servilleta; se dirigió hacia la puerta. Se despidió con una inclinación de cabeza de algunos conocidos en el lugar, lo que no le permitió ver por dónde iba. Chocó con otra de las chicas que iban sirviendo mesas, soltando sus cosas en el acto. Para su desgracia, su bolso había terminado a los pies de un comensal, dando un repiqueteo metálico al caer.
Se tensó y se levantó, ignorando a la chica que intentaba disculparse por su torpeza como era esperado, el cliente nunca tenía la culpa. Le sonrió para tranquilizarla.
—Estoy bien, querida, gracias—, dicho esto se apresuró a acercarse al comensal y con una sonrisa apenada se inclinó para recoger su bolso antes que esa persona, o de lo contrario podría notar el cuerpo de la pequeña ballesta que en él se escondía (el motivo para el tamaño de la bolsa), esa ballesta iba a donde ella pero como su familia siempre le había dicho: algún día la metería en problemas, esperaba que no fuera ahora.
—Una disculpa, espero que mi bolso no le haya hecho daño—, comentó con una sonrisa ladeada intentando sonar irónica, como si no fuera posible que un bolso femenino hiciese tal cosa.
Chanterelle N. Allamand- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 28/01/2016
Re: ¿Yo llevo la máscara o ella a mí? {Libre}
Tranquila mañana sin nada de qué preocuparse más que solo el poder pasar unos momentos alejados de la rutina del trabajo, un momento de esparcimiento donde solo las brisas invernales puedan ayudarle a despertar. El sol ya va calentando los pasos de los transeúntes que van tomando color y vida por las calles armoniosas de la ciudad parisina.
Entre los pasos de la calle un hombre alto va caminando, el cigarro en su mano se prácticamente apagando hasta estar extinto en el suelo, la mirada fija en uno de los restaurantes a los que entra pero no dura mucho, el menú que ofrecían no era de su agrado, además las jóvenes que atendía no paraba de observarle. Una tras otro fueron visitados aquellos locales pero ni uno satisfacía su requerimiento de una lo que consideraría “una mañana tranquila”, ya cansado de ello opto por lo simple, una cafetería, el lugar no estaba muy concurrido y era bastante agradable y pacífico, quedó ahí tomando un desayuno ostento del cual podía costeárselo fácilmente.
La joven que atendía su pedido le miraba sin disimular pero el solo sonreía pensando en las posibilidades, pero estaba cansado del arduo trabajo de anoche. Opto por ignorar y fingir que no había visto a la joven ni las miradas de otras y otros clientes. Se pasó con su café por horas en silencio mirando por la ventana el pasar de la horas y las personas, olvidándose del tiempo completamente. Desató su corbata al igual que desabrochó dos botones del chaleco oscuro que le acompañaba en aquella ocasión, dejó que su cuerpo recayera sobre el asiento olvidándose por completo de los modales aprendidos, simplemente quería relajarse de todo lo que conocía, por un momento quería olvidarse de todo
Absorto en sus pensamientos y lo que miraba detenidamente llega a él un golpe seco a su cabeza, la cual fue auxiliada por sus manos junto al dolor que comenzaba a hacerse en esta, giró para buscar al causante de aquel daño pero lo que encontró fue a dos mujer, una sonrojada de vergüenza y la otra algo ¿nerviosa?, miró a donde había caído aquello que lo ha golpeado observándolo con detenimiento. ¿Cuántos de esos bolsos no había visto antes? Sonrió por ello negando lentamente con la cabeza; un suspiro ahogado dejó escapar cuando la dueña de aquel objeto se acercó con las excusas tan comunes y esperadas –Si esperas que tu bolso no haya causado algún daño o mal a mi persona– la mirada entrecerrando los ojos y con una sonrisa –Esperas muy mal, y por ello creo deberíamos ir al hospital o a la policía, para acusarla de agresión en primer grado, ya sabe no sabe que podría llevar en ese bolso que pudo romperme la cabeza, bueno hay que agradecer a mi madre que me hizo con cabeza dura y solo me ha dejado algo mareado y con un dolor que esta creciendo– invita a la dama que tome asiento.
–Por favor, espero que no me diga, un “los siento” “disculpe no volverá a pasar” porque eso me decepcionaría mucho, ya que sabemos que usted no es alguien como las demás señoritas o damas, como las quiera llamar su persona. Porque para que su bolso ocasione ese tipo de impacto es porque no lleva precisamente solo monedas y objetos femeninos– enarca una ceja observando a la joven acompañado de la sonrisa a la par que su cuerpo se acerca a la mesa en una postura relajada que hasta cierto punto podría ser tomada como desconsiderada.
Entre los pasos de la calle un hombre alto va caminando, el cigarro en su mano se prácticamente apagando hasta estar extinto en el suelo, la mirada fija en uno de los restaurantes a los que entra pero no dura mucho, el menú que ofrecían no era de su agrado, además las jóvenes que atendía no paraba de observarle. Una tras otro fueron visitados aquellos locales pero ni uno satisfacía su requerimiento de una lo que consideraría “una mañana tranquila”, ya cansado de ello opto por lo simple, una cafetería, el lugar no estaba muy concurrido y era bastante agradable y pacífico, quedó ahí tomando un desayuno ostento del cual podía costeárselo fácilmente.
La joven que atendía su pedido le miraba sin disimular pero el solo sonreía pensando en las posibilidades, pero estaba cansado del arduo trabajo de anoche. Opto por ignorar y fingir que no había visto a la joven ni las miradas de otras y otros clientes. Se pasó con su café por horas en silencio mirando por la ventana el pasar de la horas y las personas, olvidándose del tiempo completamente. Desató su corbata al igual que desabrochó dos botones del chaleco oscuro que le acompañaba en aquella ocasión, dejó que su cuerpo recayera sobre el asiento olvidándose por completo de los modales aprendidos, simplemente quería relajarse de todo lo que conocía, por un momento quería olvidarse de todo
Absorto en sus pensamientos y lo que miraba detenidamente llega a él un golpe seco a su cabeza, la cual fue auxiliada por sus manos junto al dolor que comenzaba a hacerse en esta, giró para buscar al causante de aquel daño pero lo que encontró fue a dos mujer, una sonrojada de vergüenza y la otra algo ¿nerviosa?, miró a donde había caído aquello que lo ha golpeado observándolo con detenimiento. ¿Cuántos de esos bolsos no había visto antes? Sonrió por ello negando lentamente con la cabeza; un suspiro ahogado dejó escapar cuando la dueña de aquel objeto se acercó con las excusas tan comunes y esperadas –Si esperas que tu bolso no haya causado algún daño o mal a mi persona– la mirada entrecerrando los ojos y con una sonrisa –Esperas muy mal, y por ello creo deberíamos ir al hospital o a la policía, para acusarla de agresión en primer grado, ya sabe no sabe que podría llevar en ese bolso que pudo romperme la cabeza, bueno hay que agradecer a mi madre que me hizo con cabeza dura y solo me ha dejado algo mareado y con un dolor que esta creciendo– invita a la dama que tome asiento.
–Por favor, espero que no me diga, un “los siento” “disculpe no volverá a pasar” porque eso me decepcionaría mucho, ya que sabemos que usted no es alguien como las demás señoritas o damas, como las quiera llamar su persona. Porque para que su bolso ocasione ese tipo de impacto es porque no lleva precisamente solo monedas y objetos femeninos– enarca una ceja observando a la joven acompañado de la sonrisa a la par que su cuerpo se acerca a la mesa en una postura relajada que hasta cierto punto podría ser tomada como desconsiderada.
Françis S. Lombard- Prostituto Clase Alta
- Mensajes : 56
Fecha de inscripción : 28/11/2014
Re: ¿Yo llevo la máscara o ella a mí? {Libre}
Cuando Chanterelle se acercó a la mesa en la que había caído su bolsa descubrió, para su mala suerte, que ésta había caído en la cabeza de un comensal, no pudo evitar cierto gesto de preocupación pues sabía bien lo pesada que esa ballesta podía ser y con ello el problema en el que podía meterse. Él pareció pensar lo mismo pues comenzó a tirar de ese hilo sugiriendo llegarlo o al hospital o a la policía para denunciarla, por lo que Chanterelle se obligó a sonreír encantadoramente, antes de inclinarse para observar la zona dañada.
—Bueno, Monsieur. Con gusto me ofrecería a acompañarlo hasta el Hospital si lo cree necesario, aunque estoy segura que con un poco de hielo podríamos bajar la hinchazón y se sentirá como nuevo—, con un gesto llamó a una de las camareras, pidiendo una servilleta de tela y hielos. Eran un lujo como para gastarlos en algo así pero no querría correr la suerte de terminar con un oficial inspeccionando su bolso y haciendo preguntas, sólo de imaginarlo le daban escalofríos por lo que se frotó los brazos, por supuesto: estaban en pleno invierno, el frío no era. Suspiró algo resignada, tendría que seguir con su farza, por lo que esbozó una media sonrisa que daba a entender que había sido atrapada infraganti.
—Lo admito, no ha sido la mejor idea de mi día el traerme los libros que estudio a veces—, mostró el que aún tenía bajo su brazo con una cubierta roja para camuflarlo —es una lástima que el único de un tamaño razonablemente chico haya quedado fuera de mi bolso, de lo contrario estoy segura que no le habrían hecho tanto daño, Monsieur.—
Tomó asiento frente al hombre con una inclinación de cabeza a modo de agradecimiento, escuchando lo que decía, ¿así que la veía como alguien diferente? No sabía cómo tomárselo; para ella era un halago pero a la vez había pasado mucho tiempo fingiendo que era como el resto, aquella afirmación solo era un modo de decir que todo su esfuerzo había sido en vano. Aún así decidió tomárselo con buen humor y cubrió sus labios para soltar una leve risita halagada.
—Supongo que entonces no me molestaré con semejantes disculpas, pese a que sería lo correcto. Déjeme entonces invitarle algo para ayudarle a disminuir su dolor de cabeza—, estaba consciente de lo atrevida que podía ser esa oferta, no era usual que una mujer se ofreciera a invitarle al hombre un trago, era estrictamente al revés, por lo menos en público y sin tener la confianza suficiente. Para suavizar su oferta le guiñó un ojo y añadió —Es lo menos que puedo hacer después de ser yo la causante de ese malestar—, eso era verdad, se sentía en deuda por el daño ocurrido y quería repararlo. Pedir perdón nunca le pareció algo satisfactorio, no arreglaba nada para empezar y en cambio era meramente para la tranquilidad de quien la pedía.
La camarera se acercó con el hielo que le había pedido y Chanterelle, tomando la servilleta comenzó a poner hielos en ésta y le sonrió al hombre —Esto también ayudara con el problema—, le sonrió entregándole la servilleta para que se la colocara en la zona adolorida, miró a la chica con una sonrisa —Luce, linda, trae al caballero...—, vaciló, fue ahí que se percató que aún no sabía su nombre por lo que prolongó la pausa esperando que él la completara con su nombre antes de proseguir, — lo que guste, por favor—
—A sus ordenes Señorita Allamand—, la camarera asintió solícita sonriéndole a Chanty con cariño y giró su rostro en espera de la orden del caballero.
—Bueno, Monsieur. Con gusto me ofrecería a acompañarlo hasta el Hospital si lo cree necesario, aunque estoy segura que con un poco de hielo podríamos bajar la hinchazón y se sentirá como nuevo—, con un gesto llamó a una de las camareras, pidiendo una servilleta de tela y hielos. Eran un lujo como para gastarlos en algo así pero no querría correr la suerte de terminar con un oficial inspeccionando su bolso y haciendo preguntas, sólo de imaginarlo le daban escalofríos por lo que se frotó los brazos, por supuesto: estaban en pleno invierno, el frío no era. Suspiró algo resignada, tendría que seguir con su farza, por lo que esbozó una media sonrisa que daba a entender que había sido atrapada infraganti.
—Lo admito, no ha sido la mejor idea de mi día el traerme los libros que estudio a veces—, mostró el que aún tenía bajo su brazo con una cubierta roja para camuflarlo —es una lástima que el único de un tamaño razonablemente chico haya quedado fuera de mi bolso, de lo contrario estoy segura que no le habrían hecho tanto daño, Monsieur.—
Tomó asiento frente al hombre con una inclinación de cabeza a modo de agradecimiento, escuchando lo que decía, ¿así que la veía como alguien diferente? No sabía cómo tomárselo; para ella era un halago pero a la vez había pasado mucho tiempo fingiendo que era como el resto, aquella afirmación solo era un modo de decir que todo su esfuerzo había sido en vano. Aún así decidió tomárselo con buen humor y cubrió sus labios para soltar una leve risita halagada.
—Supongo que entonces no me molestaré con semejantes disculpas, pese a que sería lo correcto. Déjeme entonces invitarle algo para ayudarle a disminuir su dolor de cabeza—, estaba consciente de lo atrevida que podía ser esa oferta, no era usual que una mujer se ofreciera a invitarle al hombre un trago, era estrictamente al revés, por lo menos en público y sin tener la confianza suficiente. Para suavizar su oferta le guiñó un ojo y añadió —Es lo menos que puedo hacer después de ser yo la causante de ese malestar—, eso era verdad, se sentía en deuda por el daño ocurrido y quería repararlo. Pedir perdón nunca le pareció algo satisfactorio, no arreglaba nada para empezar y en cambio era meramente para la tranquilidad de quien la pedía.
La camarera se acercó con el hielo que le había pedido y Chanterelle, tomando la servilleta comenzó a poner hielos en ésta y le sonrió al hombre —Esto también ayudara con el problema—, le sonrió entregándole la servilleta para que se la colocara en la zona adolorida, miró a la chica con una sonrisa —Luce, linda, trae al caballero...—, vaciló, fue ahí que se percató que aún no sabía su nombre por lo que prolongó la pausa esperando que él la completara con su nombre antes de proseguir, — lo que guste, por favor—
—A sus ordenes Señorita Allamand—, la camarera asintió solícita sonriéndole a Chanty con cariño y giró su rostro en espera de la orden del caballero.
Chanterelle N. Allamand- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 28/01/2016
Re: ¿Yo llevo la máscara o ella a mí? {Libre}
Lo que pretendía ser un día tan tranquilo se había convertido en lo opuesto, pero antes de caer en lo nefasto u oscuro podría pintarse como jocoso y fuera de lo esperado; quizás por eso la sonrisa que poblaba su rostro era la fiel muestra de ello, una sonrisa que se convertía en una risa a medida que pasaban los segundos en compañía de la dama, aunque el solo hecho de lo ocurrido provocaba malestar en cierta zona pero ni aun con eso la risa se borraba.
El dolor sordo pero agudo que creía tras el golpe recibido solo era opacado por la mirada que lanzó a la mujer, una mirada que claramente tenía intención de diversión, pero no una mal sana, sino una en la que sería acosta de ella –Eso es muy cruel luego de que sus libros me golpean tendré que conformarme solo con hielo y un poco de licor, me parece que eso no es lo que se espera cuando alguien es sorprendido de aquella forma, al menos podría llevarme al hospital a que revisen, y si se me rompió la cabeza y termino desangrándome por dentro o aun peor si mañana no recuerdo quien soy ¿usted se responsabilizará y me cuidará eternamente?– la risa no la puede contener y la deja escapar mirando aquel libro en la mano de la joven.
Sus pensamientos se fueron hasta aquel momento cuando en su paso se encontró con aquella que se robó todo de él incluso la ilusión de encontrar nuevamente esos sentimientos por alguien más. Suspiro alejando los pensamientos dolorosos por la sonrisa preparada que posee en todo momento, gajes del oficio, observa a la mujer suspirando con los hombros alzados restándole importancia al mero golpe –No es la primera vez que un libro me golpea, algunas veces prefiero que sea eso a que sea un arma, aunque también la fuerte caricia de una mano enfurecida es mejor que todo, al menos por unos momentos– ríe sin importarle si la mujer descubre su profesión –No importa el tamaño del libro si no lo que uno aprende de ellos, a veces, los más engalanados por fuera resultan ser los peores libros para leer, y quien sabe aquellos a los que nadie les presta atención terminan siendo los mejores, por mi parte prefiero leer aquellos que nadie más aceptaría hacerlo, sería entretenido, me gusta lo que es diferente, porque quizás hago las cosas de esa manera– sonríe aceptando de buen grado la invitación con aquellas palabras.
La joven que se acerca a atenderlos le extiende el hielo a la dama frente a él que amablemente le hace entrega de la ayuda para aquel golpe, más el silencio que se hizo al pedir su nombre le llevo a pensar si dar el de él o el que esperan las damas, realmente no estaba en su momento de trabajo así que opto por no mentir ni aparentar nada con aquella mujer, con la desconocida –Françis Lombard, señorita…?– enarca una ceja mirando a la mujer junto a una sonrisa mientras el hielo hace su magia en aquel chichón, desvía la mirada la doncella que le sonríe y a la que responde con la misma naturalidad de siempre –Bella, para mi un brandy, eso me ayudará a olvidar el dolor agónico que hará a mi corazón morirse lentamente, por causa de una mujer que me ha dejado lastimado y sin cura alguna– recita cual poema a la dama que se sonroja retirándose nerviosa a traer el pedido, pero antes que se vaya toma la mano de la doncella –Por favor, toma también el pedido de mi acompañante, pagaré yo por este encuentro– suelta la mano de la señorita que corre a ocultarse de las miradas de los clientes.
–No puedo dejar que hablen de usted luego y se creen mal entendidos en cuanto a su reputación y honra, por lo tanto usted me invitará otro día Madame, por hoy pagaré yo por el golpe que he recibido– susurra sin verle, porque para aquel no era de esperarse ese acto al contrario estaba tan acostumbrado a que mujeres pagaran por él siempre pero ahora era diferente, porque no tenía que aparentar nada, no tenía que trabajar, ella no era una cliente, solo una desconocida, pero aun así le recordaba a alguien.
El dolor sordo pero agudo que creía tras el golpe recibido solo era opacado por la mirada que lanzó a la mujer, una mirada que claramente tenía intención de diversión, pero no una mal sana, sino una en la que sería acosta de ella –Eso es muy cruel luego de que sus libros me golpean tendré que conformarme solo con hielo y un poco de licor, me parece que eso no es lo que se espera cuando alguien es sorprendido de aquella forma, al menos podría llevarme al hospital a que revisen, y si se me rompió la cabeza y termino desangrándome por dentro o aun peor si mañana no recuerdo quien soy ¿usted se responsabilizará y me cuidará eternamente?– la risa no la puede contener y la deja escapar mirando aquel libro en la mano de la joven.
Un ratoncito de biblioteca, que bellos recuerdos
Sus pensamientos se fueron hasta aquel momento cuando en su paso se encontró con aquella que se robó todo de él incluso la ilusión de encontrar nuevamente esos sentimientos por alguien más. Suspiro alejando los pensamientos dolorosos por la sonrisa preparada que posee en todo momento, gajes del oficio, observa a la mujer suspirando con los hombros alzados restándole importancia al mero golpe –No es la primera vez que un libro me golpea, algunas veces prefiero que sea eso a que sea un arma, aunque también la fuerte caricia de una mano enfurecida es mejor que todo, al menos por unos momentos– ríe sin importarle si la mujer descubre su profesión –No importa el tamaño del libro si no lo que uno aprende de ellos, a veces, los más engalanados por fuera resultan ser los peores libros para leer, y quien sabe aquellos a los que nadie les presta atención terminan siendo los mejores, por mi parte prefiero leer aquellos que nadie más aceptaría hacerlo, sería entretenido, me gusta lo que es diferente, porque quizás hago las cosas de esa manera– sonríe aceptando de buen grado la invitación con aquellas palabras.
La joven que se acerca a atenderlos le extiende el hielo a la dama frente a él que amablemente le hace entrega de la ayuda para aquel golpe, más el silencio que se hizo al pedir su nombre le llevo a pensar si dar el de él o el que esperan las damas, realmente no estaba en su momento de trabajo así que opto por no mentir ni aparentar nada con aquella mujer, con la desconocida –Françis Lombard, señorita…?– enarca una ceja mirando a la mujer junto a una sonrisa mientras el hielo hace su magia en aquel chichón, desvía la mirada la doncella que le sonríe y a la que responde con la misma naturalidad de siempre –Bella, para mi un brandy, eso me ayudará a olvidar el dolor agónico que hará a mi corazón morirse lentamente, por causa de una mujer que me ha dejado lastimado y sin cura alguna– recita cual poema a la dama que se sonroja retirándose nerviosa a traer el pedido, pero antes que se vaya toma la mano de la doncella –Por favor, toma también el pedido de mi acompañante, pagaré yo por este encuentro– suelta la mano de la señorita que corre a ocultarse de las miradas de los clientes.
–No puedo dejar que hablen de usted luego y se creen mal entendidos en cuanto a su reputación y honra, por lo tanto usted me invitará otro día Madame, por hoy pagaré yo por el golpe que he recibido– susurra sin verle, porque para aquel no era de esperarse ese acto al contrario estaba tan acostumbrado a que mujeres pagaran por él siempre pero ahora era diferente, porque no tenía que aparentar nada, no tenía que trabajar, ella no era una cliente, solo una desconocida, pero aun así le recordaba a alguien.
Françis S. Lombard- Prostituto Clase Alta
- Mensajes : 56
Fecha de inscripción : 28/11/2014
Re: ¿Yo llevo la máscara o ella a mí? {Libre}
El hombre se divertía con la situación, eso era evidente desde el momento en que había comenzado a sonreír, pero se hizo claro como el agua en cuanto comenzó a reír. Lo que hizo sonreír a Chanterelle, no parecía que pretendiera causarle problemas aunque amenazara con ello y eso la hizo relajarse visiblemente y soltar una leve risa ante sus palabras.
—Bueno, Monsieur... como usted mismo ha dicho tan elocuentemente antes, yo no soy de las personas que hacen lo que se espera de ellos, no veo por qué habría de comenzar ahora. Además... si usted termina por no recordar nada mañana, ¿cómo recordaría sí le prometo cuidarlo eternamente?—, se encogió de hombros sonriendo ampliamente con inocencia, incluso si él llegara a considerarla descortés, no podía evitar bromear al respecto, aunque dicho sea de paso, sí le preocupaba que tuviera algún sangrado, por lo que sin previo aviso o esperando permiso, se inclinó hacia él, no con fines seductores, sino para observar sus pupilas, sujetó su rostro por la barbilla con cierta firmeza y giró la cabeza del hombre hacia un lado y el otro antes de suspirar con cierto alivio y volver a reclinarse contra su respaldo, otorgándole al hombre su espacio personal de vuelta.
—Además... el movimiento muscular y articular lucen bien y sus pupilas están reaccionando como debieran. Dudo que le llegue a pasar algo más allá de una migraña por unos días, no debe preocuparse de perder la memoria—, Ella le guiñó un ojo con seguridad. Por supuesto que ella no era médico y podía estar equivocada pero había tomado muchos entrenamientos médicos de emergencia a lo largo de su vida y le gustaba estar al tanto de las investigaciones científicas. Era algo que servía mucho en su profesión; encontrarse a una víctima de algún vampiro con la garganta abierta y no poder ayudarla por falta de conocimiento era algo que le sabía muy amargo y prefería tener al menos ciertas habilidades para asistir al herido en cuestión, así que estaba casi segura que el hombre frente a ella no corría peligro. Una vez resuelto esto se tomó la libertad de acomodarse mejor en el asiento, un poco más relajada de lo que había estado antes y no pudo evitar sonreír ante su comentario, más por lo irónico que resultara el hecho que de hecho sí que había sido golpeado por un arma.
—Bueno... supongo que todo es mejor que un arma. Suena a que ha estado expuesto a ellas con frecuencia, Monsieur. ¿Tiene un trabajo riesgoso?—, lo miró perspicazmente, realmente no era muy curiosa en cuanto al estilo de vida de los demás, es decir, ¿Cómo podría si ella misma tenía una segunda vida oculta de todos? Pero parecía no ser el tipo de comentario que un profesor o duque haría y sin embargo se lo veía elegantemente vestido y su vocabulario era de alguien que por lo menos gustaba del placer de la lectura. Chanterelle se tomó un momento para apreciar la composición de su cuerpo de un modo analítico y llegó a la conclusión de que no podía ser un guardaespaldas por lo que le intrigaba la razón de tal afirmación, en cuanto a la caricia enfurecida asumió, sin dar mucho esfuerzo en ello, que lo decía por ser un hombre que gustara de cortejar mujeres. Bien era sabido que ella misma conocía a alguno que otro en ese estilo y más de una vez le había dado uno que otro golpe al desdichado que había osado tratarla sin el respeto que su clase exigía, o que por el contrario, habían tenido la poca sensatez de pensar en ella como algo que pudieran intercambiar por bienes con su adinerada familia. Aquel pensamiento la hizo sonreír de lado, sin duda eran muchos los motivos por los que un hombre pudiera llevarse una ruda "caricia" como su interlocutor decía. Sonrió ante sus palabras asintiendo.
—En eso le doy la razón, Monsier. A veces un libro que parece insignificante es el que más puede enseñarle a uno—, sujetó su libro por inercia al decirlo, consciente de que ese no luciría para el hombre como algo más que una novela romántica cualquiera y en cambio contenía un tema inesperado en su interior como lo sería la arqueología, al mismo tiempo inclinó su cabeza hacia un lado en gesto de curiosidad.
—No estaba consciente que existieran libros que alguien más no aceptara leer, ¿Se refiere a libros con temática poco aceptable?—, era muy consciente de la existencia de esa clase de libros; sin ir muy lejos el Marqués de Sade había creado más de una obra calificada de impía y deplorable que sin embargo circulaba profusamente de modo clandestino, pasando de mano en mano de forma oculta como si de una novela maldita se tratara. Chanterelle cerró los ojos pensando en ello, en aquella obra que si bien jamás había intentado leer, sabía bien que existía y que a veces, en la oscuridad de la noche, se preguntaba si podía tal obra de ficción inspirar los instintos más malditos de un hombre como probablemente habían hecho con aquel hombre que pretendía dar caza algún día, pues según su padre había dicho alguna vez, no era para nada propenso a ocultar su gusto por ese género literario y él debía saberlo ya que llegó a conocerlo, de ser así quizá debiera leer aquella obra, tan solo para aprender a pensar como su enemigo. Sacudió la cabeza de semejantes pensamientos entreteniéndose en la preparación de la compresa para el hombre frente a ella, aunque su cambio de humor debía ser muy perceptible, esperaba que se atribuyera a la concentración que ejercía en tal labor. Levantó la mirada para sonreírle cuando escuchó al fin su nombre.
—Enchanté, Monsieur Lombart—, Chanterelle inclinó la cabeza ligeramente por educación como haría una buena dama, la fuerza de la costumbre, —llámeme Chanterelle, s'il vous plait—, le pidió con una sonrisa amable, la camarera ya le había hecho el favor de decir su apellido por lo que no veía sentido en decirlo nuevamente. Lo observó detenidamente mientras recitaba tal discurso que hizo que la chica se sonrojara y se pusiera nerviosa. No podía negar que tal facilidad de provocar a la joven le parecía una cualidad curiosa, aunque por su parte no veía motivo para tanto sonrojo, él solo expresaba abiertamente lo que pocos hombres contemporáneos se atreverían a decir: que tenía emociones. Quizá fuera eso lo que tuviera tal efecto en aquella chica. Parpadeó distraídamente notando que la atención de la joven se centraba en ella, por supuesto, tenía que pedir algo. Carraspeó levemente en un intento por volver a su pose de dama de sociedad y asintió.
—Tomaré lo mismo que él, Luce, gracias—, no pudo evitar continuar con la vista puesta en la chica mientras corría a esconder su nerviosismo de la vista de los clientes, aquella imagen causó cierta gracia que hizo que Chanterelle se cubriera los labios para ocultar una risita —Veo que causa un efecto peculiar en las doncellas, Monsieur. Y aunque he de admitir que las habladurías a mis espaldas no me alteran demasiado, igualmente agradezco el gesto—, sonrió de lado con diversión, ahora ella era quien se divertía de la situación aunque tal sonrisa disminuyó un poco al ver la actitud tímida que él expresaba.
—Bueno en tal caso y viendo lo caballeroso de su gesto supongo que no me quedará más remedio que retribuir de un modo un poco más acorde con mi posición. Quizás usted que parece tan buen amante de los libros podría aceptar mis disculpas con este tomo¬—, dicho eso extendió la supuesta novela romántica con una sonrisa, —Es posible que no sea el género que más le acomode pero mi orgullo no me permitiría salir de este establecimiento sin resarcir mi error y en vista de que esto es lo único que considero de valor que llevo conmigo, espero que lo acepte—, probablemente luciera tacaña al decir aquello; una mujer claramente de clase alta entregando una novela con un forro maltrecho y páginas desgastadas de tanto leerse diciendo que era lo único de valor que llevab. Pero el valor de un objeto no era estrictamente el monetario y ese libro le había servido de consuelo en situaciones en que las pesadillas evitaban que conciliara el sueño y la tranquilizaba hasta que su corazón se calmaba. A Chanterelle le parecía un buen precio a pagar por algo tan valioso como podría haber sido causarle un daño mayor que no se habría perdonado.
- Off:
- Una disculpa por la enciclopedia, una vez que comienzo a escribir es difícil que me contenga
Chanterelle N. Allamand- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/01/2016
Re: ¿Yo llevo la máscara o ella a mí? {Libre}
Las animosas charlas ajenas que provocaban eco dentro de aquel establecimiento solo era opacado por las miradas, sonrisas y palabras claras que un par de comensales se oficiaban uno a otro. Parecía que cada uno estaba en su propio mundo, cada mesa era alguien distinto pero todos disfrutan de algo en común “una buena compañía”, quizás por eso las sonrisas eran las más sinceras así como los gestos y palabras, parecía que aquello no era real pero tampoco irreal.
Una carcajada es todo lo que estalla en aquel momento, una muy elocuente y poco aceptada para un caballero, pero la gracia que encontraba en las palabras de la joven le resultaron tan llamativas como únicas, tomó un segundo para retomar su compostura pidiendo las excusas adecuadas –Mil disculpas por reírme tanto– el sonido del carraspeo de una garganta que trata de ocultar la satisfacción –Siempre me han dicho que un caballero no debe tener memoria, pero si hubiese la promesa de quedase eternamente junto a mi aun con la maldición de no ser correspondido por esos sentimientos si no por el de la lástima o pena, no podría olvidar, porque cada mañana vería su rostro, cada noche admiraría vuestro rostro durmiente y mi corazón palpitaría igual de fuerte que el primer día que la vi, sabiendo que ese, ese es mi gran amor por ti– termina el poema con una sonrisa y una venia de su cabeza como agradecimiento colocando la compresa en aquella parte lastimada
Tratando de encontrar de nuevo su centro olvidándose de la gracia que ha dicho y para evitar romper nuevamente en una risa por su propia imprudencia, llegó algo que lo dejó en shock. Primera vez que una dama se preocupaba por su cabeza y no por su cuerpo u otras partes de este, era la primera vez que le hablaban de aquella forma como los médicos o enfermeras de los hospitales, inclinó hacia adelante el cuerpo observando directo a los ojos de la dama para ver si la recordaba en algún lugar de esos, y no es que fuera muchos a ellos pero si terminaba algunas ocasiones, pero nada, no había recuerdo –¿Es acaso usted una enfermera o doctora?– medita y va directo a las manos de la joven tomándolas de sorpresa analizando aquellos dedos los cuales acariciaba con los suyos lentamente –Suaves pero no como los de una enfermera o doctora, quizás seas ¿partera?– enarca una ceja sonriendo para volver a negar regresando su espalda a la silla.
La joven mesera luego de tener los pedidos huyó provocando una sonrisa en el hombre que solo suspiró profundamente, como si ya estuviera acostumbrado a ello, y lo estaba, más de la cuenta claro –No es solo más que el físico que se acompaña de palabras adecuadas, porque no todos hablan en voz alta aquello que desean decir o anhelan escuchar. Es lo mismo con los libros– los recuerdos de aquella mujer que fue quien le enseñó todo y a la vez se lo quitó vuelve en un torbellino de emociones que se encuentran y luchan una contra una llevándolo de nuevo a esos momentos en los cuales no había marcha atrás y donde las habladurías de la gente poco importaban.
Aquella joven dama le recordaba muchas cosas de su pasado con cada una de sus palabras, quizás por ello la mirada se entrecerró en una llena de ternura que se acompasa con la sonrisa –Libros censurados, mujeres censuras, actos que son llamados deplorables, todo eso solo porque la sociedad no está lista para afrontar sus verdaderos deseos, aquellos que guardan ocultos y solo se dejan ver en la oscuridad de una habitación, ¿Qué de mal hay en disfrutar de ello con plena luz y en ciertos lugares?. Como la lectura del carismático Márquez de Sade, o los escritos de Aristóteles, o quizás aquellos que hablan de muertos y objetos perdidos, o que tal aquellos que hablan de la mujer y sus sueños, incluso los más aburridos como los de medicina o botánica resultan atractivos pero no siempre leídos. Mis favoritos debo decir que es los de jardinería así como los de cocina y por qué algunos que otros historia, pero no hay nada como aquellos escritos eróticos donde la mente puede volar con diferentes rostros– mira a un lado para darle espacio a la dama, un espacio personal y que no se vea afectada por sus palabras –Los libros enseñan tanto y nos ayuda en cada paso que damos, en mi caso sé que no se puede plantar en cualquier tierra algunas plantas, hay que tener mucho cuidado con algunas flores y con otras no tanto. Sé que si tengo alguna lesión deberé desinfectarla con agua primero o con algún líquido fuerte, si no lo tengo algunas veces lamer la herida funciona por el momento y otras cosas más pero no podría decirle o estaría en problemas si se lo dijera, aunque usted diga que no hace lo que se espera de esta sociedad, no sería ético que terminara y usted estuviera tan sonrojada como avergonzada– el secreto que su profesión guarda pero que a la vez no es del todo cierta
Ante el ofrecimiento, niega aceptarlo, su rostro muestra una calma pero a la vez algo de picardía cuando sonríe –No podría aceptar algo tan valioso para alguien como yo, Mi lady Chanterelle, pero entre lo valioso de su libro tomaré algo aún más varioloso, un beso. Un beso de su parte en donde he tenido la afección– levanta la compresa sintiendo su cabeza fresca, como las gotas que van descendiendo por la sien –En mi trabajo es más que suficiente el poder recibir ese tipo de besos, esa vida nocturna o diurna en las calles parisinas, donde damas buscan un acompañante para diversas situaciones, cosas, placeres, requerimientos. La gama es muy extensa– sonríe con un deje de tristeza por saber que con ello terminaría la conversación, ya que una dama hablando con alguien como él era poco aceptable, aunque con lo que la dama ha expuesto de no ser lo que se espera de la sociedad mantiene un deje de esperanza, una que había perdido hace mucho tiempo atrás.
Una carcajada es todo lo que estalla en aquel momento, una muy elocuente y poco aceptada para un caballero, pero la gracia que encontraba en las palabras de la joven le resultaron tan llamativas como únicas, tomó un segundo para retomar su compostura pidiendo las excusas adecuadas –Mil disculpas por reírme tanto– el sonido del carraspeo de una garganta que trata de ocultar la satisfacción –Siempre me han dicho que un caballero no debe tener memoria, pero si hubiese la promesa de quedase eternamente junto a mi aun con la maldición de no ser correspondido por esos sentimientos si no por el de la lástima o pena, no podría olvidar, porque cada mañana vería su rostro, cada noche admiraría vuestro rostro durmiente y mi corazón palpitaría igual de fuerte que el primer día que la vi, sabiendo que ese, ese es mi gran amor por ti– termina el poema con una sonrisa y una venia de su cabeza como agradecimiento colocando la compresa en aquella parte lastimada
Tratando de encontrar de nuevo su centro olvidándose de la gracia que ha dicho y para evitar romper nuevamente en una risa por su propia imprudencia, llegó algo que lo dejó en shock. Primera vez que una dama se preocupaba por su cabeza y no por su cuerpo u otras partes de este, era la primera vez que le hablaban de aquella forma como los médicos o enfermeras de los hospitales, inclinó hacia adelante el cuerpo observando directo a los ojos de la dama para ver si la recordaba en algún lugar de esos, y no es que fuera muchos a ellos pero si terminaba algunas ocasiones, pero nada, no había recuerdo –¿Es acaso usted una enfermera o doctora?– medita y va directo a las manos de la joven tomándolas de sorpresa analizando aquellos dedos los cuales acariciaba con los suyos lentamente –Suaves pero no como los de una enfermera o doctora, quizás seas ¿partera?– enarca una ceja sonriendo para volver a negar regresando su espalda a la silla.
La joven mesera luego de tener los pedidos huyó provocando una sonrisa en el hombre que solo suspiró profundamente, como si ya estuviera acostumbrado a ello, y lo estaba, más de la cuenta claro –No es solo más que el físico que se acompaña de palabras adecuadas, porque no todos hablan en voz alta aquello que desean decir o anhelan escuchar. Es lo mismo con los libros– los recuerdos de aquella mujer que fue quien le enseñó todo y a la vez se lo quitó vuelve en un torbellino de emociones que se encuentran y luchan una contra una llevándolo de nuevo a esos momentos en los cuales no había marcha atrás y donde las habladurías de la gente poco importaban.
Aquella joven dama le recordaba muchas cosas de su pasado con cada una de sus palabras, quizás por ello la mirada se entrecerró en una llena de ternura que se acompasa con la sonrisa –Libros censurados, mujeres censuras, actos que son llamados deplorables, todo eso solo porque la sociedad no está lista para afrontar sus verdaderos deseos, aquellos que guardan ocultos y solo se dejan ver en la oscuridad de una habitación, ¿Qué de mal hay en disfrutar de ello con plena luz y en ciertos lugares?. Como la lectura del carismático Márquez de Sade, o los escritos de Aristóteles, o quizás aquellos que hablan de muertos y objetos perdidos, o que tal aquellos que hablan de la mujer y sus sueños, incluso los más aburridos como los de medicina o botánica resultan atractivos pero no siempre leídos. Mis favoritos debo decir que es los de jardinería así como los de cocina y por qué algunos que otros historia, pero no hay nada como aquellos escritos eróticos donde la mente puede volar con diferentes rostros– mira a un lado para darle espacio a la dama, un espacio personal y que no se vea afectada por sus palabras –Los libros enseñan tanto y nos ayuda en cada paso que damos, en mi caso sé que no se puede plantar en cualquier tierra algunas plantas, hay que tener mucho cuidado con algunas flores y con otras no tanto. Sé que si tengo alguna lesión deberé desinfectarla con agua primero o con algún líquido fuerte, si no lo tengo algunas veces lamer la herida funciona por el momento y otras cosas más pero no podría decirle o estaría en problemas si se lo dijera, aunque usted diga que no hace lo que se espera de esta sociedad, no sería ético que terminara y usted estuviera tan sonrojada como avergonzada– el secreto que su profesión guarda pero que a la vez no es del todo cierta
Ante el ofrecimiento, niega aceptarlo, su rostro muestra una calma pero a la vez algo de picardía cuando sonríe –No podría aceptar algo tan valioso para alguien como yo, Mi lady Chanterelle, pero entre lo valioso de su libro tomaré algo aún más varioloso, un beso. Un beso de su parte en donde he tenido la afección– levanta la compresa sintiendo su cabeza fresca, como las gotas que van descendiendo por la sien –En mi trabajo es más que suficiente el poder recibir ese tipo de besos, esa vida nocturna o diurna en las calles parisinas, donde damas buscan un acompañante para diversas situaciones, cosas, placeres, requerimientos. La gama es muy extensa– sonríe con un deje de tristeza por saber que con ello terminaría la conversación, ya que una dama hablando con alguien como él era poco aceptable, aunque con lo que la dama ha expuesto de no ser lo que se espera de la sociedad mantiene un deje de esperanza, una que había perdido hace mucho tiempo atrás.
- Off::
- Jajaja no te preocupes bella, mira que también me he pasado, algunas veces ocurre el que se nos vaya la cuerda y otras no tanto. No tengo molestia en ello
Françis S. Lombard- Prostituto Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/11/2014
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