AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Bailando entre las sombras - Privado Astrid J. Bergès
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Bailando entre las sombras - Privado Astrid J. Bergès
“Perderme entre las sombras, esta noche.
Contigo”
Contigo”
Un par de semanas que regresó a Paris y aún, no se había decidido a aceptar toda invitación que había llegado a sus manos. No era ningún secreto que regresó después de tantos años, la alta sociedad siempre lo acogió como un “hijo más”. La familia Jensen, aún conservaba un hueco importante en la clase alta. Sus tíos, seguían considerándolo como un hijo entre los suyos y todas sus invitaciones a eventos, también iban para su casa. Vivía en la misma donde se crió, ¿para qué abandonarla? En ella, albergaba todos los recuerdos de su infancia y los que aún quedaban por llegar.
Decidió quedarse en Paris por un tiempo, el suficiente para conocer el paradero de su “desconocida” familia. Y ni siquiera podía encasillarla en ese término, para Sean, esas personas le arrebataron lo único que unían a sus padres: su padre se fuese. Pensar en ello, no hacía otra cosa que alimentar su odio y despecho hacia esa gente, preferiría dejar el tema aparcado y poder relacionarse, darse a conocer en un ambiente que no debió abandonar para ser quién era ahora. ¿Se arrepentía? Nunca. Jamás. Ahora no solo era más fuerte físicamente, también psicológicamente…era quién era porque él mismo se había forjado su propio destino y no tenía que agradecerle a nadie tal cosa.
Una breve visita a su tía, Georgina y de paso recoger su correspondencia. Caminaba despreocupadamente pero sus sentidos siempre estaban puestos en todo lo que le rodeaba. Por unos segundos, se distrajo lo suficiente para tomar un sobre de color dorado y las demás cartas se le cayesen al suelo. Las cogió al vuelo y volvió a reanudar al paso, leyendo por lo bajo. Una fiesta de máscaras en una de las distinguidas familias adineradas de la zona. Un baile y con nada más y nada menos que de complemento un antifaz. La sola idea de ir le abrumaba, no le gustaban ese tipo de reuniones pero ese aura de misterio, activó su lado más pícaro y juguetón.
Iría, ¿qué iba a perder? Conocería esa parte de la Paris nocturna, una en la que aún no se había movido, sentido parte. Asistiría en compañía de nada más y nada menos que de su máscara negra como la noche, sencillo como su traje. No le gustaba llamar la atención en ese aspecto, ya lo hacía con su imponente presencia. Indicó al cochero dónde deseaba ir y éste lo llevó al lugar en cuestión. Durante el camino, se colocó bien la máscara, apenas se le veían los labios al descubierto, su oscura mirada, acompañada de aquel complemento que no solía utilizar … solo esa noche. Esperaba no lamentarse de haber deseado experimentar la experiencia.
A la entrada , dio la invitación y fue anunciado. La voz de aquel menudo hombre, le crispó los nervios por el grito de la llegada del señor “Sean Jensen”. Tuvo que aguantar la risa al notar como al decir su apellido, elevaba aún más la voz. Alguna mirada curiosa, lo examinó de arriba abajo y él hizo lo mismo. No conocía a nadie pero eso no le impedía, dedicar leves reverencias, miradas decididas y alguna que otra sonrisa provocadora a alguna mujer que no le quitaba el ojo de encima. Era un hombre al fin y al cabo. El ambiente, muy diferente a donde había estado, lucía espléndido, lleno de lujos y de detalles al milímetro.
Su mirada pronto se centró en la bandeja que pasaba ante él, necesitaba un trago si iba a estar ahí un rato más. Tomó una copa, llevándosela a los labios y observar a aquellas personas que conversaban, otras cuchicheaban y otras simplemente…se prometían un momento de debilidad y anónimo en el que podrían hacer lo que deseasen tan solo con tener la máscara. Típico, con tanta gente, tropezarse estaba a la orden del día y antes de echarle encima la copa a alguien que pasó como un torbellino ante él, siseó captando la atención, o al menos…intentándolo. El acumulo de personas, impidieron que él se moviese y por lo consiguiente… no poder darle paso. Sonrió a medias, con la copa en alto…
-Creo que su viaje acaba de terminar, señorita. Le ha llevado justo… hasta aquí. -la recorrió con la mirada, despacio, sin prisa… hasta volver a sus ojos en donde profundizó su mirada. Le bastó una sola vez para no tener que apartar su mirada de la ajena -¿Qué se supone se hace ahora? -lo susurró, inclinándose un tanto hacia ella, como si … fuese un secreto que se quedaba entre ambos.
Jensen- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 106
Fecha de inscripción : 26/02/2016
Localización : Francia
Re: Bailando entre las sombras - Privado Astrid J. Bergès
Destellos y fantasmas de oro. Las invitadas, de la mano de sus acompañantes, recorren el gran salón con el vuelo de sus vestidos acariciando el aire. Ellas, muñecas de porcelana; ellos, caballeros de brillante armadura. Mi mirada vaga por el lugar al ritmo de la música mientras los presentes comienzan el baile en una coordinación absoluta, me llevo la copa a los labios y los baño en champán. A mi lado el falso séquito de mi ilusa y querida tía susurran y comentan todos los detalles del acontecimiento, que si ese vestido es muy ceñido, esa decoración espantosa y la música demasiado alta. Yo oprimo la risa y las miro de reojo sin añadir nada, las máscaras de pico que llevan las convierten en cotorras, solo veo pájaros que no dejan de piar. Resulta curiosa la capacidad de metamorfosis que aportan las máscaras, todos los invitados cubren sus rostros con ellas y, sin embargo, podría nombrar a la gran mayoría, nobleza, burguesía, alta y media clase, esta máscaras de fiesta no son más que otra capa.
-Astrid, querida-la voz de mi tío y padrino Sir Pierre Contrier se hace eco entre mis pensamientos-Me complace presentarte a Monsieur Leblanc, buen amigo de nuestra familia.
En un leve y cordial movimiento de cabeza me acerco al nombrado y sonrío. No necesito escuchar más para saber que lo que viene ahora es una competición de cumplidos y comentarios superficiales, la presentación del primogénito de la familia Leblanc y una insinuación de baile. Mi tía observa desde donde está suspirando, deseando en su fuero interno que esta vez sea el indicado. Todas mis respuestas se limitan a una sonrisa y palabras monosílabas, todo es una farsa y, pese a que en otro tiempo habría aceptado encantada el juego, algo en mi se retuerce cuando camino hacia la pista con mi mano posada en la ajena. Mi mirada se cruza una sola vez con la de Pierre y me guiña un ojo divertido, mi tío es de esas personas que jamás dejan de sorprenderte, pese a su delicada salud mantiene el porte firme del hombre que fue y la suspicacia de un niño. Por suerte, respecto a los compromisos, estamos en el mismo barco, la decisión de todo lo que ocurra en mi vida es mía pese a los intentos de mi incansable tía por alejarme del mundo sobrenatural. Cuando la miro veo en ella la pérdida de un hijo, el dolor que provocó la muerte del pequeño James a manos de aquel vampiro jamás se mitigará.
Me doy cuenta que no he prestado atención a nada de lo que dice mi acompañante de baile, de hecho tampoco recuerdo su nombre. Su máscara a penas cubre su rostro y su mueca de galán resulta de chiste.
-Y por eso es que he vuelto a Francia-dice mientras me guía en los pasos. Como no digo nada el momento se vuele incómodo y no tarda en intentar salvarlo-Es usted una pieza exquisita, madmoiselle, digna de admirar- alzo una ceja y es una pena que no pueda ser capaz de admirar la expresión bajo mi máscara. Una pieza.
-Es usted tan elocuente-contesto, mi tono deja claro que la conversación no va por donde él quisiera, pero sin embargo prosigue en su afán por hacerse notar y yo me limito a dejarme llevar por el baile. Un giro tras otro. Al cuarto vuelo de mi vestido la veo, ahí está.
La mujer vestida en rojo escarlata juega con la máscara de uno de sus pretendientes mientras sonríe como quien sabe que la presa ha picado el anzuelo. Destaca, brilla sobre todos los demás con esa belleza característica de los de su clase, su aura atrae a los hombres como la miel a las abejas. Cuando ella lo toma de la mano y comienzan a desaparecer entre la multitud, yo me desprendo del baile, No le regalo ni la más mínima disculpa, no tengo tiempo que perder. Comienzo a avanzar entre cuerpos que dan vueltas y copas que siempre están llenas, las risas estridentes y el olor a mil perfumes en uno colapsa el centro del gran salón. Intento hacerme paso sin perder de vista el objetivo, su vestido del color de la sangre y su sentido del humor la delatan. Él va tras ella dispuesto a seguir a donde sea.
Estoy a tan solo unos pasos de la pareja, intuyo que lo que intenta es alejarlo de la multitud y darse el tan ansiado festín, drenarle la sangre del cuerpo y volver al baile a por su siguiente víctima. Tengo que anticiparme a sus movimientos. Aprieto el paso dispuesta a evitar la desgracia y de pronto, como si chocase contra una pared, algo me hace parar y tomarme de bruces con alguien, intento esquivarlo pero la multitud se aglomera entre nosotros por el cambio de parejas de baile. La voz de hombre que tengo ante mi capta mi atención por un instante, su vestimenta está hecha de sombras y la máscara deja al descubierto la sonrisa del diablo. Parece que pasan años mientras su mirada recorre mi cuerpo sin ninguna clase de reparo, pese a las capas de ropa me siento desnuda. Ante su descaro yo permanezco firme y con mi pupilas clavándose en las suyas me permito una leve sonrisa, le gusta jugar y no está dispuesto a dejarme ir. A punto estoy de decir algo cuando acerca su cuerpo al mío y susurra en tono grave al oído.
-Me temo que no suelo hacer lo que se supone que se debe, ya me ve, voy contra corriente-digo sin más en el mismo tono confidente, comparado con el suyo mi susurro no es más que un aleteo. Lo miro a través de mi máscara de plata-¿Me dejará ir, Monsieur?-de reojo observo un vestido rojo en movimiento y descubro que la pareja que persigo ha comenzado a bailar, la vampira está jugando con la comida-¿O quizás podría concederle un baile?-digo como para mi, haciéndome de rogar. Sonrío pícara, tomo su copa y doy un pequeño sorbo. Necesito acercarme a la pareja sin levantar sospechas y esperar el momento oportuno.
-Astrid, querida-la voz de mi tío y padrino Sir Pierre Contrier se hace eco entre mis pensamientos-Me complace presentarte a Monsieur Leblanc, buen amigo de nuestra familia.
En un leve y cordial movimiento de cabeza me acerco al nombrado y sonrío. No necesito escuchar más para saber que lo que viene ahora es una competición de cumplidos y comentarios superficiales, la presentación del primogénito de la familia Leblanc y una insinuación de baile. Mi tía observa desde donde está suspirando, deseando en su fuero interno que esta vez sea el indicado. Todas mis respuestas se limitan a una sonrisa y palabras monosílabas, todo es una farsa y, pese a que en otro tiempo habría aceptado encantada el juego, algo en mi se retuerce cuando camino hacia la pista con mi mano posada en la ajena. Mi mirada se cruza una sola vez con la de Pierre y me guiña un ojo divertido, mi tío es de esas personas que jamás dejan de sorprenderte, pese a su delicada salud mantiene el porte firme del hombre que fue y la suspicacia de un niño. Por suerte, respecto a los compromisos, estamos en el mismo barco, la decisión de todo lo que ocurra en mi vida es mía pese a los intentos de mi incansable tía por alejarme del mundo sobrenatural. Cuando la miro veo en ella la pérdida de un hijo, el dolor que provocó la muerte del pequeño James a manos de aquel vampiro jamás se mitigará.
Me doy cuenta que no he prestado atención a nada de lo que dice mi acompañante de baile, de hecho tampoco recuerdo su nombre. Su máscara a penas cubre su rostro y su mueca de galán resulta de chiste.
-Y por eso es que he vuelto a Francia-dice mientras me guía en los pasos. Como no digo nada el momento se vuele incómodo y no tarda en intentar salvarlo-Es usted una pieza exquisita, madmoiselle, digna de admirar- alzo una ceja y es una pena que no pueda ser capaz de admirar la expresión bajo mi máscara. Una pieza.
-Es usted tan elocuente-contesto, mi tono deja claro que la conversación no va por donde él quisiera, pero sin embargo prosigue en su afán por hacerse notar y yo me limito a dejarme llevar por el baile. Un giro tras otro. Al cuarto vuelo de mi vestido la veo, ahí está.
La mujer vestida en rojo escarlata juega con la máscara de uno de sus pretendientes mientras sonríe como quien sabe que la presa ha picado el anzuelo. Destaca, brilla sobre todos los demás con esa belleza característica de los de su clase, su aura atrae a los hombres como la miel a las abejas. Cuando ella lo toma de la mano y comienzan a desaparecer entre la multitud, yo me desprendo del baile, No le regalo ni la más mínima disculpa, no tengo tiempo que perder. Comienzo a avanzar entre cuerpos que dan vueltas y copas que siempre están llenas, las risas estridentes y el olor a mil perfumes en uno colapsa el centro del gran salón. Intento hacerme paso sin perder de vista el objetivo, su vestido del color de la sangre y su sentido del humor la delatan. Él va tras ella dispuesto a seguir a donde sea.
Estoy a tan solo unos pasos de la pareja, intuyo que lo que intenta es alejarlo de la multitud y darse el tan ansiado festín, drenarle la sangre del cuerpo y volver al baile a por su siguiente víctima. Tengo que anticiparme a sus movimientos. Aprieto el paso dispuesta a evitar la desgracia y de pronto, como si chocase contra una pared, algo me hace parar y tomarme de bruces con alguien, intento esquivarlo pero la multitud se aglomera entre nosotros por el cambio de parejas de baile. La voz de hombre que tengo ante mi capta mi atención por un instante, su vestimenta está hecha de sombras y la máscara deja al descubierto la sonrisa del diablo. Parece que pasan años mientras su mirada recorre mi cuerpo sin ninguna clase de reparo, pese a las capas de ropa me siento desnuda. Ante su descaro yo permanezco firme y con mi pupilas clavándose en las suyas me permito una leve sonrisa, le gusta jugar y no está dispuesto a dejarme ir. A punto estoy de decir algo cuando acerca su cuerpo al mío y susurra en tono grave al oído.
-Me temo que no suelo hacer lo que se supone que se debe, ya me ve, voy contra corriente-digo sin más en el mismo tono confidente, comparado con el suyo mi susurro no es más que un aleteo. Lo miro a través de mi máscara de plata-¿Me dejará ir, Monsieur?-de reojo observo un vestido rojo en movimiento y descubro que la pareja que persigo ha comenzado a bailar, la vampira está jugando con la comida-¿O quizás podría concederle un baile?-digo como para mi, haciéndome de rogar. Sonrío pícara, tomo su copa y doy un pequeño sorbo. Necesito acercarme a la pareja sin levantar sospechas y esperar el momento oportuno.
Astrid J. Bergès- Cazador Clase Media
- Mensajes : 297
Fecha de inscripción : 01/01/2016
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: Bailando entre las sombras - Privado Astrid J. Bergès
Huyo de lo que sigue detrás de mí, y sigo lo que huye delante de mí.
La multitud, esa marabunta hambrienta de lujos, poder, dinero y orgullo. Adjetivos que no le identificaban en absoluto, si estaba ahí era por puro placer, su apellido no se olvidase. Renegó ser un Lutz, el apellido de su padre ya no tenía ningún valor, no al menos cara a la venganza. Y esa misma multitud, le acababa de enredar en una trampa de lo más inesperada. Frente a él, una mujer muy hermosa que observaba atentamente a todo lo que le rodaba, recordándole a él mismo.
La observó en silencio, aprovechando esos momentos en los que la joven se habituaba en aquel encuentro que no podía ser más inesperado. Las risas, los comentarios inapropiados, murmullos y susurros que se perdían entre las sombras, como aquellos que buscaban un poco de intimidad, olvidándose de la fiesta, pasar un rato mucho más placentero que en vez de palabras, lo hacía el lenguaje de sus cuerpos.
Le arrancó una risa de lo más divertida por su primera frase, asintiendo una sola vez con la cabeza, más a sí mismo, no se había equivocado de persona y lo sabía. Aún no encontró nada interesante en esa fiesta que le pidiese a gritos silenciosos que se quedase hasta ese mismo segundo. Sonrió de medio lado, esperando cualquier movimiento de la mujer, como si acabasen de iniciar una partida de ajedrez y a él le tocase. Movería ficha, de eso no cabía duda.
-Aquí todos hacen lo que deben…pero no lo que no deben, señorita -sonríe divertido, buscando su mirada, como si poco a poco fuesen ellos dos los que se alejasen del salón de baile. Ambas miradas chocaron irremediablemente y sin perder la sonrisa, volvió a inclinarse, lo suficiente para no traspasar los límites del decoro…ante todo era un caballero menos cuando se bebía una copa - ¿Se querrá ir, ma cherie? -le devolvió la pregunta junto con esa sonrisa traviesa, esa risa que acabó en suspiro.
¿Un baile? no, mucho más que eso. No era como cualquier hombre que se encontraba en la fiesta, echó un vistazo a su alrededor, uno rápido en el que pudo observar, nada más. Rió al ver cómo tomaba de su copa y él , lamió el borde, tomando la copa con los labios y beberse lo que quedaba. Estaba utilizándole y lo sabía, aún así no le importó. Antes de que pudiese aceptar o pedírselo él , su mano se deslizó por la cintura de la joven, ahora sí que no le importó sobrepasar los límites del decoro.
-No busca un baile, busca algo más…lo sabe, lo sé -le ofreció su mano para que comenzasen a bailar. Frente a ella, sonrió de esa manera tan encantadora pero sin dejar de mirarla fijamente a los ojos. Buscaba a alguien, entre la gente y eso no pasó desapercibido -Podía haberos ayudado a buscar a quién capta toda su atención…-siseó para que lo mirase a los ojos, sabía perfectamente de qué estaba hablando -Tengo castigaros, me ibais a utilizar para vuestro propio beneficio. Ahora… ¿qué hacemos? -se echó a reír, buscando que le mirase…tuviese toda su atención en él -No has sido buena chica, ni yo soy buen chico…así que …te dejaré que me dejes castigarte -rió lo bajo, dándole una vuelta, apoyando su frente contra la ajena -¿Me concede el baile a mí? No es como este, además el vestido puede manchárselo -ese hombre y sus dobles sentidos, esos ojos claros que podían decirlo todo…todo o nada.
La multitud, esa marabunta hambrienta de lujos, poder, dinero y orgullo. Adjetivos que no le identificaban en absoluto, si estaba ahí era por puro placer, su apellido no se olvidase. Renegó ser un Lutz, el apellido de su padre ya no tenía ningún valor, no al menos cara a la venganza. Y esa misma multitud, le acababa de enredar en una trampa de lo más inesperada. Frente a él, una mujer muy hermosa que observaba atentamente a todo lo que le rodaba, recordándole a él mismo.
La observó en silencio, aprovechando esos momentos en los que la joven se habituaba en aquel encuentro que no podía ser más inesperado. Las risas, los comentarios inapropiados, murmullos y susurros que se perdían entre las sombras, como aquellos que buscaban un poco de intimidad, olvidándose de la fiesta, pasar un rato mucho más placentero que en vez de palabras, lo hacía el lenguaje de sus cuerpos.
Le arrancó una risa de lo más divertida por su primera frase, asintiendo una sola vez con la cabeza, más a sí mismo, no se había equivocado de persona y lo sabía. Aún no encontró nada interesante en esa fiesta que le pidiese a gritos silenciosos que se quedase hasta ese mismo segundo. Sonrió de medio lado, esperando cualquier movimiento de la mujer, como si acabasen de iniciar una partida de ajedrez y a él le tocase. Movería ficha, de eso no cabía duda.
-Aquí todos hacen lo que deben…pero no lo que no deben, señorita -sonríe divertido, buscando su mirada, como si poco a poco fuesen ellos dos los que se alejasen del salón de baile. Ambas miradas chocaron irremediablemente y sin perder la sonrisa, volvió a inclinarse, lo suficiente para no traspasar los límites del decoro…ante todo era un caballero menos cuando se bebía una copa - ¿Se querrá ir, ma cherie? -le devolvió la pregunta junto con esa sonrisa traviesa, esa risa que acabó en suspiro.
¿Un baile? no, mucho más que eso. No era como cualquier hombre que se encontraba en la fiesta, echó un vistazo a su alrededor, uno rápido en el que pudo observar, nada más. Rió al ver cómo tomaba de su copa y él , lamió el borde, tomando la copa con los labios y beberse lo que quedaba. Estaba utilizándole y lo sabía, aún así no le importó. Antes de que pudiese aceptar o pedírselo él , su mano se deslizó por la cintura de la joven, ahora sí que no le importó sobrepasar los límites del decoro.
-No busca un baile, busca algo más…lo sabe, lo sé -le ofreció su mano para que comenzasen a bailar. Frente a ella, sonrió de esa manera tan encantadora pero sin dejar de mirarla fijamente a los ojos. Buscaba a alguien, entre la gente y eso no pasó desapercibido -Podía haberos ayudado a buscar a quién capta toda su atención…-siseó para que lo mirase a los ojos, sabía perfectamente de qué estaba hablando -Tengo castigaros, me ibais a utilizar para vuestro propio beneficio. Ahora… ¿qué hacemos? -se echó a reír, buscando que le mirase…tuviese toda su atención en él -No has sido buena chica, ni yo soy buen chico…así que …te dejaré que me dejes castigarte -rió lo bajo, dándole una vuelta, apoyando su frente contra la ajena -¿Me concede el baile a mí? No es como este, además el vestido puede manchárselo -ese hombre y sus dobles sentidos, esos ojos claros que podían decirlo todo…todo o nada.
Jensen- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 106
Fecha de inscripción : 26/02/2016
Localización : Francia
Re: Bailando entre las sombras - Privado Astrid J. Bergès
Aún con el sabor del alcohol en los labios, sonrío levemente ante sus palabras y, cuando su mano se precipita sobre mi cintura la sonrisa permanece tensa en mi rostro. El contacto ajeno me produce escalofríos y no me arriesgaré a indagar el porqué, solo mantengo mis ojos al borde de los suyos y me dejo llevar. Me ha pillado, y eso solo significa una cosa. Cazador. Lo observo sin dejar escapar detalle mientras mi mano se deslza sobre la suya, el tacto resulta áspero pero cálido y me digo que todos los del gremio tienen una manos así, preguntándome si quizás las mías acabaran llenas de cayos y cortes a medida que los entrenamientos se hagan más intensos. Comenzamos a danzar y me doy cuenta de que mantiene una distancia prudente entre nosotros y la pareja que tanto ansío alcanzar, será cuestión de minutos que la vampira entre en acción.
-La duda ofende, mi señor-digo en el mismo tono cómplice, nuestros pasos se coordinan sin siquiera pensarlo y el agarre de su mano sobre mi cintura arde sobre mi vestido. Algunas miradas se hacen notar ante el poco decoro dado que esa mano debería estar posada sobre mis omóplatos guiando el baile que, en este caso, es un tú a tú, un combate de polos opuestos-Está claro que quien capta toda mi atención sois vos-a mis palabras le acompañan un zas zas de pestañas en un intento por parecer delicada y cautivadora. Después de un giro en el que el vuelo de mi vestido negro se abre en todo su esplendor, me pega contra su cuerpo. Nos quedamos frente a frente con las máscaras cubriendo la expresión de nuestras miradas y dejando los labios desnudos, los suyos en una sonrisa, los míos carmesí.
-El cazador cazado-le susurro. Ante sus palabras me río con cierto nerviosismo dado que no acostumbro a este tipo de acercamientos. Su forma de actuar y moverse, el tacto de sus manos y la incansable sonrisa que porta me resulta una combinación encantadora pero, como todos los encantos, éstos siempre esconden algo. Mi pecho sube y baja más rápido de lo que a mi me gustaría, su cercanía no me permite concentrarme en el objetivo y por unos minutos que parecen alargarse pierdo de vista a la vampira y su victima-Solo soy una delicada e inocente jovencita, espero que el castigo no sea muy severo-sonrío y me muerdo el labio mientras vuelvo a interponer los centímetros convenientes entre nuestros rostros, pretendo mantener la calma pero mis mejillas sonrosadas me delatan. Ante su propuesta mis sospechas quedan confirmadas y todo queda claro. El cazador vestido de noche que tengo ante mi está dispuesto a mover ficha-Empecemos, pues.
Con un nuevo giro suelto su mano en el momento oportuno y empujo casualmente a una joven cerca de mi que, a su vez, tropieza sobre la pareja rompiendo el hechizo entre ellos. Antes de que la vampira disfrazada de humana pueda articular palabra contra la joven, me interpongo entre ellas.
-Ha sido culpa mía, madame. Me temo que mis pasos de baile aún son torpes movimientos-digo. Su pareja, su víctima, le resta importancia al asunto con los comentarios dignos de un caballero. Cuando cruzo una mirada con la mujer compruebo que su vestido está manchado de vino a la altura del cuello, las gotas bajan hasta su pecho y la visión bien podría parecer una herida sobre un nacarada piel-Cuánto lo siento-insisto y me acerco a ella tomando una de sus manos como haría cualquier mujer ante la tragedia de un vestido arruinado- Permítanme compensarles, podría ofrecerle mi chal y ayudarla a limpiar su bonito vestido…
-Oh, no será necesario…-comienza ella, pero su pareja la apremia y ésta parece ceder sin estar realmente convencida, está claro que lo que menos le interesa ahora es perder de entre sus redes a la víctima que tanto le ha costado atrapar.
-Querido, ¿podrías ser tan amable de invitar a una copa al caballero?-digo entonces en tono jovial hacia mi compañero. Parece divertido y, cuando nuestros ojos se cruzan, ambos sabemos qué debemos hacer-Nosotras nos ausentaremos un momento, con vuestro permiso-antes de desvanecernos entre la multitud miro atrás de nuevo y le guiño un ojo.
Una vez en el servicio de señoritas me quito el chal y se lo ofrezco, me he dedicado a parlotear sobre lo encantada que estamos de habernos mudado a la ciudad después de nuestro compromiso, que estamos deseosos de tener nuestro primer hijo en cuanto a Lucian le den su primer ascenso… Vamos, la película de mi vida en un abrir y cerrar de ojos. Humedezco una toalla y procedo a frotar el cuello de su vestido de seda mientras habla de su experiencia en Paris. Se respira una tensión camuflada, sus palabras calculadas y su postura despreocupada me mantienen alerta. Ambas somos actrices de nuestra propia mentira. Por un instante que parece eterno el silencio nos envuelve como si la una esperase el movimiento de la otra, ella me observa y yo sigo frotando sin esfuerzo la mancha.
-¿Estáis convencidos a tener una familia?-pregunta sin más, el peso de su mirada se hace palpable-Qué dulce entusiasmo.
-No podemos esperar-río falsa y la miro por fin-Esto ya está, querida-las manos me arden. Me acerco al lavado de espaldas a ella y puedo visualizar su figura a través del espejo.
-Todas las familias se rompen-con estas palabras dicta su sentencia y en lo que tarda un pestañeo se abalanza sobre mi. Como si fuese a salir del espejo, el demonio muestra sus colmillos ya sin ningún reparo. Sin pensar y con la mano que sujeta la toalla doy un puñetazo al cristal y éste se rompe en mil pedazos como la supuesta familia que ella pretende romper. Curiosa metáfora. Un segundo más tarde y no lo habría contado, al girarme clavo el fragmento de espejo en su mano abierta antes de que ésta pueda atraparme. Ella recula y me mira en llamas por la ira-¿Creías que tus intenciones habían pasado desapercibidas para mi? Estúpida cazadora-su tono se mantiene firme pese a la situación en la que nos encontramos, arranca el cristal que ha atravesado la palma de su mano sin miramientos y avanza de nuevo hacia mi con los movimientos propios de una pantera-Voy a desgarrarte el cuello.
Oprimo una palabrota y las ganas de hundirme en la tierra, tengo que plantearme seriamente mis tácticas de persecusión, algo no funciona, no puede ser la tercera persona, bestia o ser que me eche esto en cara. Me muerdo el labio y niego levemente con la cabeza soportando mi propia indignación. Antes de que la vampira de mas pasos hacia mi, recojo la falda de mi vestido sin ninguna vergüenza, desato con dos dedos en lazo y el látigo se desenrolla de mi muslo hasta mi tobillo. Cojo el mango con la determinación de un cirujano y hago estallar el extremo del látigo sobre el suelo, el brillo dorado del material parece soltar chispas.
-Ven e inténtalo.
La bestia se relame con depravada diversión ante mi, jamás comprenderé qué clase de placer obtienen de la violencia. Aceptando mi invitación, se lanza con garras y dientes hacia mi persona y yo ataco haciendo que el látigo se enrolle en su cuello. Ella lanza un grito de dolor pero se mantiene en pie a escasos dos metros de mi. Tira del agarre o intenta acercarse a lo que mis respuestas se basan en un tenso movimiento de muñeca que acaba en su cuello convertido en calambres y asfixia. Aguardo esperando el momento oportuno, un paso en falso y estoy perdida. La vampira sujeta el látigo y comienza a tirar de mi y recogerlo hacia ella así que sujeto el mango con las dos manos, lo que me impide tomar una de mis dagas del estuche del muslo.
-La duda ofende, mi señor-digo en el mismo tono cómplice, nuestros pasos se coordinan sin siquiera pensarlo y el agarre de su mano sobre mi cintura arde sobre mi vestido. Algunas miradas se hacen notar ante el poco decoro dado que esa mano debería estar posada sobre mis omóplatos guiando el baile que, en este caso, es un tú a tú, un combate de polos opuestos-Está claro que quien capta toda mi atención sois vos-a mis palabras le acompañan un zas zas de pestañas en un intento por parecer delicada y cautivadora. Después de un giro en el que el vuelo de mi vestido negro se abre en todo su esplendor, me pega contra su cuerpo. Nos quedamos frente a frente con las máscaras cubriendo la expresión de nuestras miradas y dejando los labios desnudos, los suyos en una sonrisa, los míos carmesí.
-El cazador cazado-le susurro. Ante sus palabras me río con cierto nerviosismo dado que no acostumbro a este tipo de acercamientos. Su forma de actuar y moverse, el tacto de sus manos y la incansable sonrisa que porta me resulta una combinación encantadora pero, como todos los encantos, éstos siempre esconden algo. Mi pecho sube y baja más rápido de lo que a mi me gustaría, su cercanía no me permite concentrarme en el objetivo y por unos minutos que parecen alargarse pierdo de vista a la vampira y su victima-Solo soy una delicada e inocente jovencita, espero que el castigo no sea muy severo-sonrío y me muerdo el labio mientras vuelvo a interponer los centímetros convenientes entre nuestros rostros, pretendo mantener la calma pero mis mejillas sonrosadas me delatan. Ante su propuesta mis sospechas quedan confirmadas y todo queda claro. El cazador vestido de noche que tengo ante mi está dispuesto a mover ficha-Empecemos, pues.
Con un nuevo giro suelto su mano en el momento oportuno y empujo casualmente a una joven cerca de mi que, a su vez, tropieza sobre la pareja rompiendo el hechizo entre ellos. Antes de que la vampira disfrazada de humana pueda articular palabra contra la joven, me interpongo entre ellas.
-Ha sido culpa mía, madame. Me temo que mis pasos de baile aún son torpes movimientos-digo. Su pareja, su víctima, le resta importancia al asunto con los comentarios dignos de un caballero. Cuando cruzo una mirada con la mujer compruebo que su vestido está manchado de vino a la altura del cuello, las gotas bajan hasta su pecho y la visión bien podría parecer una herida sobre un nacarada piel-Cuánto lo siento-insisto y me acerco a ella tomando una de sus manos como haría cualquier mujer ante la tragedia de un vestido arruinado- Permítanme compensarles, podría ofrecerle mi chal y ayudarla a limpiar su bonito vestido…
-Oh, no será necesario…-comienza ella, pero su pareja la apremia y ésta parece ceder sin estar realmente convencida, está claro que lo que menos le interesa ahora es perder de entre sus redes a la víctima que tanto le ha costado atrapar.
-Querido, ¿podrías ser tan amable de invitar a una copa al caballero?-digo entonces en tono jovial hacia mi compañero. Parece divertido y, cuando nuestros ojos se cruzan, ambos sabemos qué debemos hacer-Nosotras nos ausentaremos un momento, con vuestro permiso-antes de desvanecernos entre la multitud miro atrás de nuevo y le guiño un ojo.
Una vez en el servicio de señoritas me quito el chal y se lo ofrezco, me he dedicado a parlotear sobre lo encantada que estamos de habernos mudado a la ciudad después de nuestro compromiso, que estamos deseosos de tener nuestro primer hijo en cuanto a Lucian le den su primer ascenso… Vamos, la película de mi vida en un abrir y cerrar de ojos. Humedezco una toalla y procedo a frotar el cuello de su vestido de seda mientras habla de su experiencia en Paris. Se respira una tensión camuflada, sus palabras calculadas y su postura despreocupada me mantienen alerta. Ambas somos actrices de nuestra propia mentira. Por un instante que parece eterno el silencio nos envuelve como si la una esperase el movimiento de la otra, ella me observa y yo sigo frotando sin esfuerzo la mancha.
-¿Estáis convencidos a tener una familia?-pregunta sin más, el peso de su mirada se hace palpable-Qué dulce entusiasmo.
-No podemos esperar-río falsa y la miro por fin-Esto ya está, querida-las manos me arden. Me acerco al lavado de espaldas a ella y puedo visualizar su figura a través del espejo.
-Todas las familias se rompen-con estas palabras dicta su sentencia y en lo que tarda un pestañeo se abalanza sobre mi. Como si fuese a salir del espejo, el demonio muestra sus colmillos ya sin ningún reparo. Sin pensar y con la mano que sujeta la toalla doy un puñetazo al cristal y éste se rompe en mil pedazos como la supuesta familia que ella pretende romper. Curiosa metáfora. Un segundo más tarde y no lo habría contado, al girarme clavo el fragmento de espejo en su mano abierta antes de que ésta pueda atraparme. Ella recula y me mira en llamas por la ira-¿Creías que tus intenciones habían pasado desapercibidas para mi? Estúpida cazadora-su tono se mantiene firme pese a la situación en la que nos encontramos, arranca el cristal que ha atravesado la palma de su mano sin miramientos y avanza de nuevo hacia mi con los movimientos propios de una pantera-Voy a desgarrarte el cuello.
Oprimo una palabrota y las ganas de hundirme en la tierra, tengo que plantearme seriamente mis tácticas de persecusión, algo no funciona, no puede ser la tercera persona, bestia o ser que me eche esto en cara. Me muerdo el labio y niego levemente con la cabeza soportando mi propia indignación. Antes de que la vampira de mas pasos hacia mi, recojo la falda de mi vestido sin ninguna vergüenza, desato con dos dedos en lazo y el látigo se desenrolla de mi muslo hasta mi tobillo. Cojo el mango con la determinación de un cirujano y hago estallar el extremo del látigo sobre el suelo, el brillo dorado del material parece soltar chispas.
-Ven e inténtalo.
La bestia se relame con depravada diversión ante mi, jamás comprenderé qué clase de placer obtienen de la violencia. Aceptando mi invitación, se lanza con garras y dientes hacia mi persona y yo ataco haciendo que el látigo se enrolle en su cuello. Ella lanza un grito de dolor pero se mantiene en pie a escasos dos metros de mi. Tira del agarre o intenta acercarse a lo que mis respuestas se basan en un tenso movimiento de muñeca que acaba en su cuello convertido en calambres y asfixia. Aguardo esperando el momento oportuno, un paso en falso y estoy perdida. La vampira sujeta el látigo y comienza a tirar de mi y recogerlo hacia ella así que sujeto el mango con las dos manos, lo que me impide tomar una de mis dagas del estuche del muslo.
Astrid J. Bergès- Cazador Clase Media
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Re: Bailando entre las sombras - Privado Astrid J. Bergès
El arte del baile, siempre fue una de sus muchas cualidades en las que destacaba. Esa sociedad de clase alta a la que su familia, tenía en alto prestigio. Se desenvolvía como pez en el agua y por lo que respectaba a su pareja de baile, era correspondido. Aquella joven, destinada a acabar en medio del salón, compartiendo aquella pieza de baile, destacaba notablemente de todas aquellas jóvenes que se encontraban en la fiesta de máscaras. ¿El motivo? Fue capaz de desenvolverse, compenetrarse con él desde el primer segundo y eso, le llamó la atención. La curiosidad se colocó en primera posición, ese gesto coqueto con la mirada, los movimientos y esa frase que sin poder evitarlo, dejó que una leve risa se le escapase de los labios, risa que se intensificó cuando prosiguió con ese “delicada jovencita”.
-Claro, mi castigo estará a su altura, se lo aseguro -sabía lo que ocurriría, su instinto le llevó a fijarse en como intencionadamente se producía aquel traspiés y esa hermosa mujer que no era otra cosa que un ser de la noche. Ese aura atrayente, esa piel nívea casi transparente. Mientras la joven , intentaba limpiar la mancha, él buscó con la mirada alguna otra copa… cuando busca bajo su ropa las distintas armas que llevaba encima. No iba a meterse en medio, le dejaría hacer, solo había que ver lo bien que se desenvolvía en aquel terreno.
Y es que hacer de dama de clase alta, sin otra preocupación que la mancha del vestido, la fiesta y poco más…ella, lo estaba bordando a la perfección. No las perdió de vista ni un segundo, dejó espacio y una pausa de tiempo hasta que se perdieron en los servicios de señora. Ofreció las copas a los acompañantes de aquella mujer y en cuestión de segundos, se hizo paso entre la gente para dirigirse al punto de encuentro, la trampa sin salida que tendría aquel ser.
Con mucha cautela, caminó hasta el pasillo que dirigía al servicio, oía las voces femeninas como un susurro en medio la noche, reconociendo a la de la desconocida que a escasos minutos había bailado con él. La puerta de madera, tenía una especie de ventana redonda que dejaba ver quién se encontraba tras el cristal, las vio… aguardando las distancias para …justo ver cómo era la vampiresa quien la atacaba. No llegó a entrar en el servicio, llevaba consigo las suficientes armas para acabar con ella y con más si era necesario. Apuntó, hacia el cristal, con ballesta en mano.
-Cuatro, tres,…-no llegó a cero, lanzó la fina flecha que se clavó en la nuca de la mujer. La plata haría su trabajo, no estaba acostumbrado a lanzar flechas tan pequeñas, solo para emergencias como esas. Y antes de que se lanzase a por la joven, entró en el servicio con daga en mano. No podría recoger el látigo y abalanzarse sobre él al mismo tiempo, así que antes de que tan siquiera quedase un par de pasos para atraer a la joven al cuerpo de la vampira…Sean, la rodeó con uno de sus brazos, haciendo la fuerza suficiente para que no se moviese y en un segundo, rebanarle el cuello.
La sangre no tardó en salir a borbotones por todas partes, como si acabase de rajar a un inocente gorrino. Dejó que cayese entre ambos, los ojos azules del joven, examinaron a la joven cazadora de arriba abajo, esperando que no hubiese sufrido ningún daño. Ver ese látigo, en el suelo, le hizo reír por lo bajo ¿dónde lo llevaría? Solo de imaginárselo , se relamió, gesto que podía significar tan solo que recoger la sangre de sus labios.
-Buena interpretación, ha guiado al corderito a la jaula del lobo…sé que podría haberlo hecho sola, estaba sedienta, jugaba con la comida… no tenía las defensas altas y… ¿de dónde demonios ha sacado ese látigo? No quiero imaginar que estaba bajo su falda…al final el castigado seré yo pero en este caso, merezco un premio ¿no? un baile o una copa me sirve…claro que antes es mejor que nos deshagamos de esto, pongas de excusa que le ha venido el periodo a lo bestia -le hizo tanta gracia sus propias palabras que se echó a reír, a ver qué hacían con el cadáver de ese ser de la noche… y lo mejor de todo, seguían en el baño, a solas… los rumores no tardarían en salir a flote ¿qué hacía un hombre a solas con la joven soltera? -Hay una ventana trasera, tras ese baño, lo lanzamos por ahí y ya que la naturaleza siga su curso -bromeó, quedando de cuclillas en el suelo, silbando por lo bajo, a ver quién limpiaba todo eso -Prefiero hacerlo a campo abierto...qué le vamos a hacer -
-Claro, mi castigo estará a su altura, se lo aseguro -sabía lo que ocurriría, su instinto le llevó a fijarse en como intencionadamente se producía aquel traspiés y esa hermosa mujer que no era otra cosa que un ser de la noche. Ese aura atrayente, esa piel nívea casi transparente. Mientras la joven , intentaba limpiar la mancha, él buscó con la mirada alguna otra copa… cuando busca bajo su ropa las distintas armas que llevaba encima. No iba a meterse en medio, le dejaría hacer, solo había que ver lo bien que se desenvolvía en aquel terreno.
Y es que hacer de dama de clase alta, sin otra preocupación que la mancha del vestido, la fiesta y poco más…ella, lo estaba bordando a la perfección. No las perdió de vista ni un segundo, dejó espacio y una pausa de tiempo hasta que se perdieron en los servicios de señora. Ofreció las copas a los acompañantes de aquella mujer y en cuestión de segundos, se hizo paso entre la gente para dirigirse al punto de encuentro, la trampa sin salida que tendría aquel ser.
Con mucha cautela, caminó hasta el pasillo que dirigía al servicio, oía las voces femeninas como un susurro en medio la noche, reconociendo a la de la desconocida que a escasos minutos había bailado con él. La puerta de madera, tenía una especie de ventana redonda que dejaba ver quién se encontraba tras el cristal, las vio… aguardando las distancias para …justo ver cómo era la vampiresa quien la atacaba. No llegó a entrar en el servicio, llevaba consigo las suficientes armas para acabar con ella y con más si era necesario. Apuntó, hacia el cristal, con ballesta en mano.
-Cuatro, tres,…-no llegó a cero, lanzó la fina flecha que se clavó en la nuca de la mujer. La plata haría su trabajo, no estaba acostumbrado a lanzar flechas tan pequeñas, solo para emergencias como esas. Y antes de que se lanzase a por la joven, entró en el servicio con daga en mano. No podría recoger el látigo y abalanzarse sobre él al mismo tiempo, así que antes de que tan siquiera quedase un par de pasos para atraer a la joven al cuerpo de la vampira…Sean, la rodeó con uno de sus brazos, haciendo la fuerza suficiente para que no se moviese y en un segundo, rebanarle el cuello.
La sangre no tardó en salir a borbotones por todas partes, como si acabase de rajar a un inocente gorrino. Dejó que cayese entre ambos, los ojos azules del joven, examinaron a la joven cazadora de arriba abajo, esperando que no hubiese sufrido ningún daño. Ver ese látigo, en el suelo, le hizo reír por lo bajo ¿dónde lo llevaría? Solo de imaginárselo , se relamió, gesto que podía significar tan solo que recoger la sangre de sus labios.
-Buena interpretación, ha guiado al corderito a la jaula del lobo…sé que podría haberlo hecho sola, estaba sedienta, jugaba con la comida… no tenía las defensas altas y… ¿de dónde demonios ha sacado ese látigo? No quiero imaginar que estaba bajo su falda…al final el castigado seré yo pero en este caso, merezco un premio ¿no? un baile o una copa me sirve…claro que antes es mejor que nos deshagamos de esto, pongas de excusa que le ha venido el periodo a lo bestia -le hizo tanta gracia sus propias palabras que se echó a reír, a ver qué hacían con el cadáver de ese ser de la noche… y lo mejor de todo, seguían en el baño, a solas… los rumores no tardarían en salir a flote ¿qué hacía un hombre a solas con la joven soltera? -Hay una ventana trasera, tras ese baño, lo lanzamos por ahí y ya que la naturaleza siga su curso -bromeó, quedando de cuclillas en el suelo, silbando por lo bajo, a ver quién limpiaba todo eso -Prefiero hacerlo a campo abierto...qué le vamos a hacer -
Jensen- Cazador Clase Alta
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Re: Bailando entre las sombras - Privado Astrid J. Bergès
El derramamiento de sangre es inminente. Cuando el cazador sin nombre entra en la estancia su sombra es letal. En un pestañeo ambos acabamos con la bestia y todo se queda en silencio. Mi pecho sube y baja a casua del esfuerzo y mi vestido está moteado de sangre aunque el carmesí se camufla sobre la tela negra. Me tomo un momento para asimilar lo que ha ocurrido y poner en orden mis pensamientos, las manos me tiemblan cuando me acerco hacia el cuerpo inerte de la vampira y lo desenrollo de su cuello. Al posar mis ojos en ella no puedo evitar mostrar una mueca de desilusión, no hay nada en su rostro que muestre el brillo de eterna belleza que los caracteriza, como si el morir los despojara de la perfección teatral que los rodea. Limpio la sangre que impregna el látigo en su vestido mientras escucho las palabras del cazador, sus ojos azules no se apartan de mi en ningún momento y, cuando él ríe, yo lo hago también más por los nervios que por la gracia de sus palabras. Ahora que todo a acabado aparentemente, puedo respirar y quitarme el peso invisible de los hombros.
-¿De dónde si no?-le guiño un ojo y acontinuación subo el largo de mi vestido dejando así la piel de mis piernas desnudas a la vista. En otras circunstancias me habría ocultado de su mirada pero, pese a que un ligero rubor se hace notar sobre mis mejillas, me guardo la compostua y las dotes de señorita para otro momento. No hay tiempo que perder, me digo excusandome, mientras enrollo el látigo alrededor de mi mismo y éste se pega como una lengua dorada. Ato cada extremo en los soportes y vuelvo a colocar mi vestido. Miro al cazador y alzo una ceja-Et voilá! Ser mujer tiene grandes ventajas. Tu imaginación estaba en lo cierto.
Observo entonces el destrozo y hago una mueca ante la propuesta del cazador, sí es cierto que nos costará deshacernos del cuerpo, y mucho más sabiendo que tiene acompañantes que aún la esperan. No tardarán en impacientarse y venir a buscarla, no sé cuántos de ellos eras humanos y cuántos vampiros, pero prefiero no pensarlo. Me agacho frente a él y lo observo sin rastro de duda, aunque él bromaba asunto de la ventana por un momento contemplo la idea.
-Imposible, alguien podría encontrarla o ella misma podría regenerarse, a saber qué clase de habilidades posee aún después de la muerte-me muerdo el labio exasperada y niego débilmente con la cabeza. Solo hay una opción y no me gusta nada-Tenemos que quemarla-cuando vuelvo a posar mis ojos en los suyos el brillo de éstos me confirma que estaba pensando lo mismo. Me incorporo y, cuando él hace lo propio, observo nuestro reflejo en el espejo. Una punzada de un sentimiendo ajeno me traspasa, no sabría descifrar qué siento al verme, al verle a él a mi lado bajo la luz tenue del servicio de señoras. Casi podríamos ser una pareja normal huyendo de la multitud para buscar unos minutos de traviesa intimidad. Casi. Desvanezco toda falsa ilusión de mis pensamientos, nada es normal en mi vida desde hace mucho tiempo y los juegos dejaron de serlo cuando me encontré aquella noche con la muerte. Inspiro profundamente y camino hacia la puerta para comprobar que todo sigue despejado, sin volverme hacia él y con la vista clavada en lo que pasa a través del pequeño ventanal decorativo de la puerta, pregunto-¿Haces tú los honores?-unas sombras se divisan tras la cristalera y no se tratan de sombras cualquieras. Nos buscan-Es hora de irse, querido-cuando vuelvo la vista atrás las llamas ya han comenzado a devorar el cuerpo y e intentan lamer todo lo que hay cerca, incluido él. El fuego arranca destellos de los espejos y el humo comienza a nublarlo todo. Es hora de salir de aquí. Con una mirada cómplice, abro la puerta y ambos salimos armados y listos para lo que nos espera. Solo son dos hombres de traje que, al vernos salir de las llamas y reparar en nuestras armas, sales despavoridos en dirección contraria. ¡Fuego!, les escucho gritar. en cierto modo me alivia no haber tenido que luchar. Suficiente por esta noche. Sin pensar siquiera en lo que hago, tomo su mano y lo arrastro conmigo por el pasillo dejando atrás el baile, la locura de la multitud y las llamas. Mis tacones repiquetean sobre el piso de mármol pulido mientras el bullicio se hace notar, de pronto una puerta se abre y varios caballeros salen tropezandose unos con otros de la sala donde aparentemente estaban reunidos mientras fumaban. Nosostros, a contracorriente chocamos con ellos y ninguno repara en nuestra presencia, solo quieren salir de aquí. Cuando los hemos pasado miro atrás y mi mirada se cruza con otra, los ojos de uno de los señores atraviesan los míos y aparto la vista al instante. No quiero levantar más sospechas de las ya creadas así que sigo corriendo con el cazador de mi mano y cruzamos la esquina. Hemos bajados escaleras y cruzado pasillos en nuestro intento por huir sin ser vistos cuando me detengo con la respiración entrecortada y una extraña sonrisa en la cara. Nos en un pasillo concurrido por sirvientas y cameros, todos corren de un lado para otro gritando y dando órdenes. Frunzo el ceño ¿no saben que la mansión se está incendiando?
-¡Fuego!-grito cual dama en apuros-¡Fuego!-todo se congelan de pronto y a más de una se les caen las bandejas. Cunde el pánico en cuestión de segundo y el pasillo se llena de cuerpo en movimiento e histéria. Entre la multitud diviso una figura que me resulta conocida, tan solo hace unos minutos que me crucé con sus ojos. El hombre está de espaldas a nosotros e intenta evitar que la marea de gente lo arrastre. Está acompañado por tres hombres más y me gustaría pensar que se tratan de simples mortales, pero algo en sus modos los delatan y no me hace falta ver sus colmillos para saber qué son-Por aquí-le susurro añun sin soltar su mano, me niego a separarme de él. No me hace falta tirar de él, sigue mis pasos sin preguntas y evita en todo momento que acabe aplastada por el peso de los demás, los aparta de mi camino para facilitarme el paso. Cruzamos la primera esquina y salimos de la vista de los vampiros, nos buscan vivos o muertos. Abro una puerta y le empujo dentro, antes siquiera de haber entrado alguien me da un codazo y la puerta se cierra de golpe ante las prisas y la inquietud del momento. Choco contra su pecho y de no ser por eso habría caído. Aquí dentro la luz es escasa, solo una líneas de luz atraviesan la oscuridad procendetes de los bordes de la puerta. Intento controlar mi agitación y adaptarme al poco espacio entre nosotros, el aire es denso y nuestras respiraciones se mezclan.
-Astrid-digo de una vez, reparando en que aún no sé su nombre. Me apoyo en la pared y me golpeo en la cabeza con un estante. Vaya carta de presentación. Lo que parecen ser toallas caen sobre nosotros y yo suelto una ligera risa, al instante me arrepiento ya que tenemos que procurar ser silenciosos. Busco el azul de sus ojos cuando me acostumbro a la oscuridad, pero solo percibo una capa de sombra entre nosotros. Poso mis manos buscando su hombro y me quedo así, totalmente quieta a escasos centímetros, mientras el sonido de los pasos y el horror general sucede tras la puerta.
-¿De dónde si no?-le guiño un ojo y acontinuación subo el largo de mi vestido dejando así la piel de mis piernas desnudas a la vista. En otras circunstancias me habría ocultado de su mirada pero, pese a que un ligero rubor se hace notar sobre mis mejillas, me guardo la compostua y las dotes de señorita para otro momento. No hay tiempo que perder, me digo excusandome, mientras enrollo el látigo alrededor de mi mismo y éste se pega como una lengua dorada. Ato cada extremo en los soportes y vuelvo a colocar mi vestido. Miro al cazador y alzo una ceja-Et voilá! Ser mujer tiene grandes ventajas. Tu imaginación estaba en lo cierto.
Observo entonces el destrozo y hago una mueca ante la propuesta del cazador, sí es cierto que nos costará deshacernos del cuerpo, y mucho más sabiendo que tiene acompañantes que aún la esperan. No tardarán en impacientarse y venir a buscarla, no sé cuántos de ellos eras humanos y cuántos vampiros, pero prefiero no pensarlo. Me agacho frente a él y lo observo sin rastro de duda, aunque él bromaba asunto de la ventana por un momento contemplo la idea.
-Imposible, alguien podría encontrarla o ella misma podría regenerarse, a saber qué clase de habilidades posee aún después de la muerte-me muerdo el labio exasperada y niego débilmente con la cabeza. Solo hay una opción y no me gusta nada-Tenemos que quemarla-cuando vuelvo a posar mis ojos en los suyos el brillo de éstos me confirma que estaba pensando lo mismo. Me incorporo y, cuando él hace lo propio, observo nuestro reflejo en el espejo. Una punzada de un sentimiendo ajeno me traspasa, no sabría descifrar qué siento al verme, al verle a él a mi lado bajo la luz tenue del servicio de señoras. Casi podríamos ser una pareja normal huyendo de la multitud para buscar unos minutos de traviesa intimidad. Casi. Desvanezco toda falsa ilusión de mis pensamientos, nada es normal en mi vida desde hace mucho tiempo y los juegos dejaron de serlo cuando me encontré aquella noche con la muerte. Inspiro profundamente y camino hacia la puerta para comprobar que todo sigue despejado, sin volverme hacia él y con la vista clavada en lo que pasa a través del pequeño ventanal decorativo de la puerta, pregunto-¿Haces tú los honores?-unas sombras se divisan tras la cristalera y no se tratan de sombras cualquieras. Nos buscan-Es hora de irse, querido-cuando vuelvo la vista atrás las llamas ya han comenzado a devorar el cuerpo y e intentan lamer todo lo que hay cerca, incluido él. El fuego arranca destellos de los espejos y el humo comienza a nublarlo todo. Es hora de salir de aquí. Con una mirada cómplice, abro la puerta y ambos salimos armados y listos para lo que nos espera. Solo son dos hombres de traje que, al vernos salir de las llamas y reparar en nuestras armas, sales despavoridos en dirección contraria. ¡Fuego!, les escucho gritar. en cierto modo me alivia no haber tenido que luchar. Suficiente por esta noche. Sin pensar siquiera en lo que hago, tomo su mano y lo arrastro conmigo por el pasillo dejando atrás el baile, la locura de la multitud y las llamas. Mis tacones repiquetean sobre el piso de mármol pulido mientras el bullicio se hace notar, de pronto una puerta se abre y varios caballeros salen tropezandose unos con otros de la sala donde aparentemente estaban reunidos mientras fumaban. Nosostros, a contracorriente chocamos con ellos y ninguno repara en nuestra presencia, solo quieren salir de aquí. Cuando los hemos pasado miro atrás y mi mirada se cruza con otra, los ojos de uno de los señores atraviesan los míos y aparto la vista al instante. No quiero levantar más sospechas de las ya creadas así que sigo corriendo con el cazador de mi mano y cruzamos la esquina. Hemos bajados escaleras y cruzado pasillos en nuestro intento por huir sin ser vistos cuando me detengo con la respiración entrecortada y una extraña sonrisa en la cara. Nos en un pasillo concurrido por sirvientas y cameros, todos corren de un lado para otro gritando y dando órdenes. Frunzo el ceño ¿no saben que la mansión se está incendiando?
-¡Fuego!-grito cual dama en apuros-¡Fuego!-todo se congelan de pronto y a más de una se les caen las bandejas. Cunde el pánico en cuestión de segundo y el pasillo se llena de cuerpo en movimiento e histéria. Entre la multitud diviso una figura que me resulta conocida, tan solo hace unos minutos que me crucé con sus ojos. El hombre está de espaldas a nosotros e intenta evitar que la marea de gente lo arrastre. Está acompañado por tres hombres más y me gustaría pensar que se tratan de simples mortales, pero algo en sus modos los delatan y no me hace falta ver sus colmillos para saber qué son-Por aquí-le susurro añun sin soltar su mano, me niego a separarme de él. No me hace falta tirar de él, sigue mis pasos sin preguntas y evita en todo momento que acabe aplastada por el peso de los demás, los aparta de mi camino para facilitarme el paso. Cruzamos la primera esquina y salimos de la vista de los vampiros, nos buscan vivos o muertos. Abro una puerta y le empujo dentro, antes siquiera de haber entrado alguien me da un codazo y la puerta se cierra de golpe ante las prisas y la inquietud del momento. Choco contra su pecho y de no ser por eso habría caído. Aquí dentro la luz es escasa, solo una líneas de luz atraviesan la oscuridad procendetes de los bordes de la puerta. Intento controlar mi agitación y adaptarme al poco espacio entre nosotros, el aire es denso y nuestras respiraciones se mezclan.
-Astrid-digo de una vez, reparando en que aún no sé su nombre. Me apoyo en la pared y me golpeo en la cabeza con un estante. Vaya carta de presentación. Lo que parecen ser toallas caen sobre nosotros y yo suelto una ligera risa, al instante me arrepiento ya que tenemos que procurar ser silenciosos. Busco el azul de sus ojos cuando me acostumbro a la oscuridad, pero solo percibo una capa de sombra entre nosotros. Poso mis manos buscando su hombro y me quedo así, totalmente quieta a escasos centímetros, mientras el sonido de los pasos y el horror general sucede tras la puerta.
Astrid J. Bergès- Cazador Clase Media
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Re: Bailando entre las sombras - Privado Astrid J. Bergès
Escondámonos entre las sombras,
lejos del mundo…solos tú y yo.
lejos del mundo…solos tú y yo.
Curioso que a ambos cazadores, les separase el cadáver de un ser de la noche. Los ojos azules del cazador, examinaban la escena buscando la salida más rápida y sin olvidar, deshacerse del cuerpo. No había muchas opciones, el baño de señoras apenas tenía una ventana de ventilación y la otra salida, era obvia, la puerta de entrada ¿cómo iba a cargar con el dicho cuerpo los dos? Sí, de paso soltar un “fue un accidente”. No, debían y pensar rápido, las mujeres y su obsesión con visitar al baño constantemente los delataría.
Sus pensamientos se detuvieron de golpe cuando observó cómo se subía el vestido, dejando unas hermosas y estelarizadas piernas. Imposible no fijarse en ellas y no escapar el detalle de su musculatura, imposible fuese cualquier dama. Se relamió inconscientemente, su mente por unos segundos le abandonó… volando alto, imaginándose cómo sería atrapado por aquel látigo, el placer que supondría recibir un castigo por su parte , uno real…doloroso pero placentero… Despertó, volvió a centrarse en ella, mostrando una leve sonrisa, sin ocultar lo que tanto le había llamado la atención…pues aún, se mordía el labio inferior, se le olvidó el maldito cadáver, momento estropeado por dicho ser.
-No, no sabes mi imaginación ahora mismo en lo cierto que está -rió por lo bajo, volviendo la vista al cadáver y no pensar, porque como actuase en vez de pensar…de ahí no iban a salir los dos -Fuego -murmuró casi al mismo tiempo que sugirió quemar el cuerpo, era lo más lógico dada las circunstancias. La complicidad de ambas miradas, provocan en el rubio una sonrisa traviesa, divertida…como si fuesen dos adolescentes que se acaban de escapar e inventan sin hablar mil y una travesuras, dispuestos a llevarlas a cabo. Los ojos del cazador, viajan de sus ojos a sus labios, recorriendo su cuerpo… despacio, como una caricia infinita y silenciosa… meditando el cómo hacerlo, ¿pero el qué de las dos cosas? el momento ha sido pura adrenalina, la complicidad…y el cuerpo.
Asintió a si hacía los honores, no le costó encontrar con qué prender fuego. Él y su afinidad con la bebida, una pequeña botella de whisky que esparció sobre el cuerpo ajeno y seguidamente, prendió una cerilla para antes de salir por la puerta…lanzarla sobre el cuerpo que pronto, quedó en el baño…perdiéndose entre las llamas. Como si fuesen los primeros en ver el desastre, la joven alertó a los invitados quien aterrados, empezaron a removerse, chocando entre ellos y no saber dónde ir, ellos siempre sabían salir de cualquier situación o lugar, no dudó de ello. De su mano, le invitó en silencio a que le llevase a donde quisiera.
-Sean-susurra bajito, imitándola, riendo por lo bajo al notar como impacta contra su pecho, involuntariamente, la toma de la cintura con uno de sus brazos para que no caiga pero lejos de eso, el golpe con el estante en la cabeza ajena, rompe el silencio y hace que Sean ría por lo bajo -Lo siento pero en vez de ofrecerme su mano, le ha dado la cabeza a ese estante para que se lo bese, si me permite… -a tientas en la oscuridad, busca su mano, dejando un beso en el dorso de ésta. Aún en la oscuridad, sus orbes cristalinas parecen brillar, mirándola a los ojos en todo momento.
-No van a venir aquí -susurró, acariciando la piel de su mano con su aliento , soltándola, dejando que sus dedos acarician la palma de la joven cazadora -Ah, no os lo he dicho, bonito látigo -sonrió divertido, dejándose vencer al lado de ella, contra la pared y cruzarse de brazos -Cuando se vaya la marabunta, te secuestro y nos vamos a otro sitio ¿dispuesta a fiarte del cazador desconocido? Y… los neófitos seguramente se hayan marchado por el jaleo, sabes de sobra que intentan pasar desapercibidos y con tanto jaleo…te parecerá bonito la que has montado -bromeó, dándole con el codo al brazo de la chica -He de admitir que nunca he cazado en compañía… solo con que utilice ese látigo le invito a la próxima cacería, mejor ese plan que un baile…aunque también depende del baile, aunque no se me den mal…prefiero uno más íntimo
Desde luego aquel joven no se cortaba a la hora de decir las cosas, siempre manteniendo la mirada, imposible olvidar el acercamiento y es que, en determinadas ocasiones…se había olvidado de donde se encontraba y por ello.
-Merci, ha hecho que me olvidara de dónde estaba, me ha hecho pasar un buen rato y… también desconcentrarme -lo último lo murmuró como si fuese un secreto, pudo apreciar como el tirante del vestido con la carrera se había descolocado por lo que con dos de sus dedos…lo deslizó a su sitio, dejando sentir su tacto en su hombro en unos segundos… -Astrid… -susurró bajito, sin perder aquella sonrisa… dejando pasar el tiempo hasta pudiesen salir de allí -Shhh -siseó, colocándose ante ella, en posición de ataque por si era alguno de ellos… pero… la sombra bajo la puerta desapareció y seguidamente, se giró a ella, apoyando una de sus manos sobre la cabeza de ella -No me dio mi premio… señorita Astrid -susurró socarrón….
Jensen- Cazador Clase Alta
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Re: Bailando entre las sombras - Privado Astrid J. Bergès
Sean, su nombre se me antoja un susurro. Cuando sus labios se posan en la piel de mi mano me quedo quieta, embriagada quizás por la adrenalina del momento y la inesperada reacción de él. Dentro de aquí se encuentra la calma que precede a la tormenta, el bullicio del exterior solo es pasajero y con suerte despejarán el edificio en escasos minutos. Nosotros deberíamos aprovechar el momento de confusión y salir de aquí en cuanto nuestro rastro sea más débil pero, pese a todo, permanecemos quietos en la oscuridad, el tiempo parece haberse paralizado. Con un ligero movimiento se apoya en la pared y reconstruye el espacio entre nosotros, me permito entonces respirar con normalidad y reprimo una sonrisa ante su primer comentario. El látigo ha dejado huella en el cazador, y no física.
-Es mi juguete preferido-me encojo de hombros y casi logro sonar inocente. Mi vista se acostumbra por fin a las sombras y diviso su silueta, es extraño que parezca tan desenfadado y casual después de lo que ha ocurrido, no parece mostrar signos de inquietud o nerviosismo-No serías del primero que me fío, tenéis la curiosa costumbre de proclamar que trabajáis solos pero os morís por un poco de compañía para así poder luciros-evito entrar en detalles,aún no tengo claro si mis encuentro con los cazadores que frecuento han terminado siendo una ventaja o un completo desastre. Me aparto un mechón del rostro sin pensar en cómo debe de haber acabado el recogido que con tanto mimo se ofreció a hacer Lenna, no sé cómo lo hago, pero todo lo que ella consigue crear termina siendo destruido en mis manos, por insignificante que sea. Aparto estos pensamientos acusadores y me centro en permanecer de una pieza. Sean tiene razón, los neófitos se irán los primeros, son más impacientes e imprevisibles, querrán saciar su sed cuanto antes y esta noche el miedo bajo la piel de sus víctimas resultará de lo más tentador. Varias personas podrían estar muriendo ahora mismo y nosotros jugamos al escondite con los vampiros. Una punzada de culpa me atraviesa. Por otro lado, son los vampiros veteranos los que me preocupan, tienen toda una vida para esperar- ¿Necesita más intimidad que ésta, Sean?-no sé lo que acabo de decir pero, quizás, le he invitado yo al baile. Siento cómo la sangre que impregna mi vestido se adhiere a mi piel, su aroma característico a óxido dulzón me comienza a incomodar, las formas del látigo bajo la tela húmeda se intuyen mucho más. Frunzo el ceño ya que su comentario sí que es desconcertante. Soy simple, no hay más, no resulto chocante ni llamo la atención, soy una sombra más en una sala de espejos. ¿Le desconcierta haber encontrado a una cazadora? ¿Le desconcierta que alguien como y sea cazadora?
-Es curioso, tú me desconciertas a mi y no sé hasta qué punto-mis palabras salen de mis labios al ritmo que él marca paseando sus dedos por el borde de mi piel. Se queda posado en mi hombro una vez la tira del vestido está donde debe, temo hablar de nuevo por si su tacto me quema la piel. Hay una sensación que no deja de perseguirme, algo en él resulta cercano, casi familiar y, por otro lado, el brillo en sus ojos es distante. Giro mi rostro en acto reflejo cuando pronuncia mi nombre y puedo sentir su respiración lamiendo mis mejillas, sé que está sonriendo aún sin poder verlo, la forma en la que dice mi nombre lo delata. Un sonido rompe la parálisis de la que somos presos y sin previo aviso Sean se adelanta sobre mi interponiendo su cuerpo entre el mío y la puerta. Pretende ser el cebo en caso de urgencia. Estoy apunto de decir algo para oponerme, de nada sirven los señuelos contra ellos, podríamos salvarnos si seguimos juntos. Las sombras bajo la puerta aparecen y desaparecen, los pasos suenan dubitativos y no instan a la preocupación, debe ser algún humano rezagado. Cuando los hombros del cazador se relajan y decide que no hay peligro cercano por el momento, vuelve a girarse como puede dentro del espacio minúsculo del que disponemos. Me muerdo el labio ante lo que acaba de decir para evitar que la risa se escape de éstos.
-¿Cree que es digno de ser premiado? Y de ser así ¿con qué debería premiarle?-alzo una ceja como prueba evidente de que la situación me divierte, la elocuencia de este hombre no parece real, desecha por completo el hecho de que somos presas dentro de una jalua en la que él se dedica a tentarme. Me pongo de puntillas para estar a su altura, respiración contra respiración en una envolvente lucha de miradas.
-Es mi juguete preferido-me encojo de hombros y casi logro sonar inocente. Mi vista se acostumbra por fin a las sombras y diviso su silueta, es extraño que parezca tan desenfadado y casual después de lo que ha ocurrido, no parece mostrar signos de inquietud o nerviosismo-No serías del primero que me fío, tenéis la curiosa costumbre de proclamar que trabajáis solos pero os morís por un poco de compañía para así poder luciros-evito entrar en detalles,aún no tengo claro si mis encuentro con los cazadores que frecuento han terminado siendo una ventaja o un completo desastre. Me aparto un mechón del rostro sin pensar en cómo debe de haber acabado el recogido que con tanto mimo se ofreció a hacer Lenna, no sé cómo lo hago, pero todo lo que ella consigue crear termina siendo destruido en mis manos, por insignificante que sea. Aparto estos pensamientos acusadores y me centro en permanecer de una pieza. Sean tiene razón, los neófitos se irán los primeros, son más impacientes e imprevisibles, querrán saciar su sed cuanto antes y esta noche el miedo bajo la piel de sus víctimas resultará de lo más tentador. Varias personas podrían estar muriendo ahora mismo y nosotros jugamos al escondite con los vampiros. Una punzada de culpa me atraviesa. Por otro lado, son los vampiros veteranos los que me preocupan, tienen toda una vida para esperar- ¿Necesita más intimidad que ésta, Sean?-no sé lo que acabo de decir pero, quizás, le he invitado yo al baile. Siento cómo la sangre que impregna mi vestido se adhiere a mi piel, su aroma característico a óxido dulzón me comienza a incomodar, las formas del látigo bajo la tela húmeda se intuyen mucho más. Frunzo el ceño ya que su comentario sí que es desconcertante. Soy simple, no hay más, no resulto chocante ni llamo la atención, soy una sombra más en una sala de espejos. ¿Le desconcierta haber encontrado a una cazadora? ¿Le desconcierta que alguien como y sea cazadora?
-Es curioso, tú me desconciertas a mi y no sé hasta qué punto-mis palabras salen de mis labios al ritmo que él marca paseando sus dedos por el borde de mi piel. Se queda posado en mi hombro una vez la tira del vestido está donde debe, temo hablar de nuevo por si su tacto me quema la piel. Hay una sensación que no deja de perseguirme, algo en él resulta cercano, casi familiar y, por otro lado, el brillo en sus ojos es distante. Giro mi rostro en acto reflejo cuando pronuncia mi nombre y puedo sentir su respiración lamiendo mis mejillas, sé que está sonriendo aún sin poder verlo, la forma en la que dice mi nombre lo delata. Un sonido rompe la parálisis de la que somos presos y sin previo aviso Sean se adelanta sobre mi interponiendo su cuerpo entre el mío y la puerta. Pretende ser el cebo en caso de urgencia. Estoy apunto de decir algo para oponerme, de nada sirven los señuelos contra ellos, podríamos salvarnos si seguimos juntos. Las sombras bajo la puerta aparecen y desaparecen, los pasos suenan dubitativos y no instan a la preocupación, debe ser algún humano rezagado. Cuando los hombros del cazador se relajan y decide que no hay peligro cercano por el momento, vuelve a girarse como puede dentro del espacio minúsculo del que disponemos. Me muerdo el labio ante lo que acaba de decir para evitar que la risa se escape de éstos.
-¿Cree que es digno de ser premiado? Y de ser así ¿con qué debería premiarle?-alzo una ceja como prueba evidente de que la situación me divierte, la elocuencia de este hombre no parece real, desecha por completo el hecho de que somos presas dentro de una jalua en la que él se dedica a tentarme. Me pongo de puntillas para estar a su altura, respiración contra respiración en una envolvente lucha de miradas.
Astrid J. Bergès- Cazador Clase Media
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Re: Bailando entre las sombras - Privado Astrid J. Bergès
No eres lo que logras, eres lo que superas.
Aquella joven, se le antojaba la esencia de la elegancia y la sencillez, una mezcla que se le antojaba de lo más deliciosa. Una sonrisa picara, traviesa… se dibujó en sus labios al conocer cuál era su juguete favorito, ¿cómo no serlo?. Su sonrisa aún permanecía en la boca cuando se congeló, clavando sus orbes azules en la joven y echarse a reír de lo más divertido por el comentario. Siempre actuó solo, hasta ese momento, debía de admitir que no estuvo nada mal y ¿por qué no? el hecho de respaldarse de otros cazadores, dar y recibir lo mismo a cambio podía ser útil. Meditó sobre ello, suspirando por la sola idea de tener que compartir lucha con otras personas ¿acaso podía fiarse de nadie? no. Eso lo tenía muy claro y nada ni nadie iban a hacerle cambiar de opinión.
-No pretendo lucirme de ninguna manera. Simplemente busco justicia, como seguramente todos y trabajo solo, al menos hasta ahora. En mi camino he encontrado a muchos como nosotros y no me he unido a ninguno… sus razones no me han impulsado a unirme a ellos. ¿Es que busca lucirse de alguna manera? No le hace falta, en absoluto, ya se lo dije. Se basta sola, le queda mucho por vivir y superarse pero tiene la base perfecta -medio sonrió cruzado de brazos, el barullo fuera comenzaba a apagarse, sería el momento perfecto para salir pero no el adecuado, las cosas debían de hacerse con mimo y sutileza, ser más listos y no tomar decisiones a la ligera.
-No se trata de lo que yo necesite, si no el que usted necesite…yo me adapto a lo que sea-sonrió cómplice, buscando sus ojos avellana, oscuros y centelleantes en la oscuridad de aquel lugar. Un simple cuarto de la limpieza acababa de convertirse en el lugar perfecto para conversar y conocerse de una manera diferente. La risa del cazador, varonil y atrayente, hace eco en la pequeña estancia, acariciando los oídos de la joven. ¿Desconcertante? -La situación en sí lo es. La diferencia es que yo sí sé hasta que punto me desconcierta pero no sé si quiera saberlo…mejor, averiguarlo ¿quiere averiguarlo, Astrid?-las palabras perdidas en un susurro de lo más abrasador, están tan cerca que puede oler el perfume de su cabello, fresco e intenso.
Un poco más, se inclinó un tanto más a ella, paseando la nariz por la piel de su cuello acompañada de aquella insolente risa torturadora. Su suspiro hace que le queme la piel al descubierto que ella le ofrece. Delicada y fuerte, asombrosa. Es una mujer diferente a las que a tratado hasta ahora, dice todo tal como piensa sin juegos de por medio y eso, le agrada demasiado al rubio.
-No creo que sea digno tan siquiera de estar tan cerca, menos de ser premiado y tampoco debí habérselo pedido pero la situación en sí me impulsó a hacerlo .-los pasos vuelven a martillear ambos oídos, la respiración comienza a descontrolarse de tal forma que golpeaba su pecho como un caballo galopando a su libertad, sonrió muy cerca de su rostro , con tan solo se inclinase un tanto podía besarla y dejó claro su deseo de hacerlo al lamerse el labio inferior, perdiendo la mirada en aquellos jugosos labios que le ofrecía indirectamente. -Shhhh… ya vienen, silencio -murmuró dejando apoyado su dedo índice sobre el labio inferior de la chica y pasear el pulgar por éstos. Delicia de tacto, momento irrepetible -Déjeme que sea yo quien le apremie -apenas le faltaban unos centímetros para besarla, dejó un roce, de lo más tentador…sonriendo, buscando su mirada pues no, no iba a besarla contra su voluntad. -Puede castigarme con ese látigo después de esto si lo desea -unió a sus labios en un beso, suave, tierno y eléctrico, acariciando con mimo su boca , se separó cuando la terminó de probar, dibujando sus labios con la punta de la lengua…quedándose con su sabor -Es hora de irnos…Astrid -enarcó una ceja, dejando ambas manos a la altura de la cabeza ajena, totalmente expuesto a ella.
Aquella joven, se le antojaba la esencia de la elegancia y la sencillez, una mezcla que se le antojaba de lo más deliciosa. Una sonrisa picara, traviesa… se dibujó en sus labios al conocer cuál era su juguete favorito, ¿cómo no serlo?. Su sonrisa aún permanecía en la boca cuando se congeló, clavando sus orbes azules en la joven y echarse a reír de lo más divertido por el comentario. Siempre actuó solo, hasta ese momento, debía de admitir que no estuvo nada mal y ¿por qué no? el hecho de respaldarse de otros cazadores, dar y recibir lo mismo a cambio podía ser útil. Meditó sobre ello, suspirando por la sola idea de tener que compartir lucha con otras personas ¿acaso podía fiarse de nadie? no. Eso lo tenía muy claro y nada ni nadie iban a hacerle cambiar de opinión.
-No pretendo lucirme de ninguna manera. Simplemente busco justicia, como seguramente todos y trabajo solo, al menos hasta ahora. En mi camino he encontrado a muchos como nosotros y no me he unido a ninguno… sus razones no me han impulsado a unirme a ellos. ¿Es que busca lucirse de alguna manera? No le hace falta, en absoluto, ya se lo dije. Se basta sola, le queda mucho por vivir y superarse pero tiene la base perfecta -medio sonrió cruzado de brazos, el barullo fuera comenzaba a apagarse, sería el momento perfecto para salir pero no el adecuado, las cosas debían de hacerse con mimo y sutileza, ser más listos y no tomar decisiones a la ligera.
-No se trata de lo que yo necesite, si no el que usted necesite…yo me adapto a lo que sea-sonrió cómplice, buscando sus ojos avellana, oscuros y centelleantes en la oscuridad de aquel lugar. Un simple cuarto de la limpieza acababa de convertirse en el lugar perfecto para conversar y conocerse de una manera diferente. La risa del cazador, varonil y atrayente, hace eco en la pequeña estancia, acariciando los oídos de la joven. ¿Desconcertante? -La situación en sí lo es. La diferencia es que yo sí sé hasta que punto me desconcierta pero no sé si quiera saberlo…mejor, averiguarlo ¿quiere averiguarlo, Astrid?-las palabras perdidas en un susurro de lo más abrasador, están tan cerca que puede oler el perfume de su cabello, fresco e intenso.
Un poco más, se inclinó un tanto más a ella, paseando la nariz por la piel de su cuello acompañada de aquella insolente risa torturadora. Su suspiro hace que le queme la piel al descubierto que ella le ofrece. Delicada y fuerte, asombrosa. Es una mujer diferente a las que a tratado hasta ahora, dice todo tal como piensa sin juegos de por medio y eso, le agrada demasiado al rubio.
-No creo que sea digno tan siquiera de estar tan cerca, menos de ser premiado y tampoco debí habérselo pedido pero la situación en sí me impulsó a hacerlo .-los pasos vuelven a martillear ambos oídos, la respiración comienza a descontrolarse de tal forma que golpeaba su pecho como un caballo galopando a su libertad, sonrió muy cerca de su rostro , con tan solo se inclinase un tanto podía besarla y dejó claro su deseo de hacerlo al lamerse el labio inferior, perdiendo la mirada en aquellos jugosos labios que le ofrecía indirectamente. -Shhhh… ya vienen, silencio -murmuró dejando apoyado su dedo índice sobre el labio inferior de la chica y pasear el pulgar por éstos. Delicia de tacto, momento irrepetible -Déjeme que sea yo quien le apremie -apenas le faltaban unos centímetros para besarla, dejó un roce, de lo más tentador…sonriendo, buscando su mirada pues no, no iba a besarla contra su voluntad. -Puede castigarme con ese látigo después de esto si lo desea -unió a sus labios en un beso, suave, tierno y eléctrico, acariciando con mimo su boca , se separó cuando la terminó de probar, dibujando sus labios con la punta de la lengua…quedándose con su sabor -Es hora de irnos…Astrid -enarcó una ceja, dejando ambas manos a la altura de la cabeza ajena, totalmente expuesto a ella.
Jensen- Cazador Clase Alta
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Re: Bailando entre las sombras - Privado Astrid J. Bergès
Sean se dedica a tentarme con cada movimiento, cada palabra o simple sonrisa. Este hombre ha aparecido sin más y, sin buscarlo, hemos terminado en esta situación. La cercanía de nuestros rostros se me antoja extrañamente cómoda, ru respiración me envuelve y por unos instantes casi podría fingir que estamos realmente solos en este lugar. Sus actos poco acompañan a lo acontecido hace tan solo unos minutos, la sangre fresca aún empaña mis prendas y el látigo que porto como arma atado en mi muslo, pero él parece absorto en lo que tiene frente a sí, en mi. Lo cual, no sé si me agrada o me hace querer salir huyendo.
-¿Cree pues, que yo lo necesito?-susurro mientras su risa se eleva un tanto, casi podría morder el sonido de su voz. Otra vez una tentativa, quiere mostrarme hasta qué punto le desconcierto, su forma de acercarse a mi piel me produce un escalofrío y sin darme cuenta me encuentro sonriendo levemente ante su juego. Suspira contra mi cuello y parece deleitarse con nuestra cercanía-Es triste que alguien como usted no se crea digno merecedor de un trofeo-mis ojos se posan en los suyos y guardo silencio el instante en el que el mundo exterior vuelve a recordarnos que estamos presos de la muerte. Su dedo índice se posa en mis labios y sin poder evitarlo los muevo en un suave beso sin saber siquiera las consecuencias de ésta reacción. Jamás suelo ser tan osada. Es entonces cuando sus labios se aproximan a los míos y yo, con el pecho desbocado y las mejillas ardiendo, cierro los ojos correspondiendo a un beso que se hace esperar. Con sus palabras no puedo evitar soltar una risa que se ve ahogada por la presión de los labios del cazador sobre los míos. Es curiosa la atracción que Sean ejerce sobre mi, no sé si se trata del momento o la adrenalina, pero me ha tentado y yo he decidido caer. Un suspiro se escapa de mi boca entre beso y beso, casi puedo sentir las chispas con el roce de nuestra piel, alzo las manos hacia su cuello y las dejo ahí, entrelazadas con su pelo. Una voz dentro de mi me grita que debo parar esto, que todo se trata de un simple error, que no debo confiar en él, pero un deseo casi mudo se ha abierto paso entre nosotros y, como no, no podía quedarme sin premio. Tiene razón, es hora de irnos y sin embargo no doy pie a marcharnos, muerdo su labio inferior en busca de más.
-Qué noche tan curiosa-murmuro contra su respiración-He venido a cazar un vampiro y he cazado a un cazador. No sé nada de ti-olvido el hecho de tener que tutearlo, después de evitar la muerte la cortesía puede quedarse dentro del baúl. Hay un brillo en su mirada que no sabría descifrar pero mantengo mis ojos al borde de los suyos-¿Qué hacías en el baile? ¿Qué te trajo hasta aquí? Y no, no nos vamos a ninguna parte-con una mano aparto varios mechones rebeldes de mi cabello y los paso detrás de mi oreja, no hay manera de controlar mi cabellera y pese a que podría parecer que me da un toque salvaje solo se convierte en una molestia. Sigo de puntillas para logar estar casi a su altura, no retrocedo ni avanzo, me quedo como estoy, con su rostro frente al mío y la tentación asomando por sus labios. Besas a un desconocido es delas cosas más inverosímiles que he hecho en la vida y, aunque cazar seres sobrenaturales se antoja irreal, tener a este cazador tan cerca parece de otro mundo. Casi olvido por un momento que la plata superior del edificio se supone que está en llamas gracias a nuestra elocuente actuación-¿Acaban así todas tus salidas de cazar, Sean?-sonrío pícara ante lo implícito en mis palabras, pensando quizás que esto solo se ciña al aquí y ahora, tal vez Sean y sus orbes azules solo sean un suspiro en mi vida.
-¿Cree pues, que yo lo necesito?-susurro mientras su risa se eleva un tanto, casi podría morder el sonido de su voz. Otra vez una tentativa, quiere mostrarme hasta qué punto le desconcierto, su forma de acercarse a mi piel me produce un escalofrío y sin darme cuenta me encuentro sonriendo levemente ante su juego. Suspira contra mi cuello y parece deleitarse con nuestra cercanía-Es triste que alguien como usted no se crea digno merecedor de un trofeo-mis ojos se posan en los suyos y guardo silencio el instante en el que el mundo exterior vuelve a recordarnos que estamos presos de la muerte. Su dedo índice se posa en mis labios y sin poder evitarlo los muevo en un suave beso sin saber siquiera las consecuencias de ésta reacción. Jamás suelo ser tan osada. Es entonces cuando sus labios se aproximan a los míos y yo, con el pecho desbocado y las mejillas ardiendo, cierro los ojos correspondiendo a un beso que se hace esperar. Con sus palabras no puedo evitar soltar una risa que se ve ahogada por la presión de los labios del cazador sobre los míos. Es curiosa la atracción que Sean ejerce sobre mi, no sé si se trata del momento o la adrenalina, pero me ha tentado y yo he decidido caer. Un suspiro se escapa de mi boca entre beso y beso, casi puedo sentir las chispas con el roce de nuestra piel, alzo las manos hacia su cuello y las dejo ahí, entrelazadas con su pelo. Una voz dentro de mi me grita que debo parar esto, que todo se trata de un simple error, que no debo confiar en él, pero un deseo casi mudo se ha abierto paso entre nosotros y, como no, no podía quedarme sin premio. Tiene razón, es hora de irnos y sin embargo no doy pie a marcharnos, muerdo su labio inferior en busca de más.
-Qué noche tan curiosa-murmuro contra su respiración-He venido a cazar un vampiro y he cazado a un cazador. No sé nada de ti-olvido el hecho de tener que tutearlo, después de evitar la muerte la cortesía puede quedarse dentro del baúl. Hay un brillo en su mirada que no sabría descifrar pero mantengo mis ojos al borde de los suyos-¿Qué hacías en el baile? ¿Qué te trajo hasta aquí? Y no, no nos vamos a ninguna parte-con una mano aparto varios mechones rebeldes de mi cabello y los paso detrás de mi oreja, no hay manera de controlar mi cabellera y pese a que podría parecer que me da un toque salvaje solo se convierte en una molestia. Sigo de puntillas para logar estar casi a su altura, no retrocedo ni avanzo, me quedo como estoy, con su rostro frente al mío y la tentación asomando por sus labios. Besas a un desconocido es delas cosas más inverosímiles que he hecho en la vida y, aunque cazar seres sobrenaturales se antoja irreal, tener a este cazador tan cerca parece de otro mundo. Casi olvido por un momento que la plata superior del edificio se supone que está en llamas gracias a nuestra elocuente actuación-¿Acaban así todas tus salidas de cazar, Sean?-sonrío pícara ante lo implícito en mis palabras, pensando quizás que esto solo se ciña al aquí y ahora, tal vez Sean y sus orbes azules solo sean un suspiro en mi vida.
Astrid J. Bergès- Cazador Clase Media
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Re: Bailando entre las sombras - Privado Astrid J. Bergès
Esta noche no tiene porqué acabarse, podemos ver juntos…amanecer.
La situación en sí, se les había ido de las manos. Se encontraban en un momento íntimo, muy diferente a cuando terminaba empapado en sangre. En este caso, no era el único. Podía adivinarse el olor férreo de la sangre que empapaba el vestido de fiesta de aquella intrigante cazadora. Curioso que ambos se hubiesen encontrado en una fiesta y no en alguna caza, en ese otro “oficio” que ocupaba por su parte, todo sus pensamientos y pesares. Un juego inocente por parte del cazador , esa sonrisa de ella aceptando jugar ¿quién sería el ganador? No importaba quien, tampoco quien perdiese pues ya al menos por su parte había obtenido más de lo que pretendía.
No, no consideraba “trofeo” a las mujeres. Tampoco frágiles, pues bien conocía a mujeres auténticas, luchadoras y mucho más capaces que cualquier hombre. Astrid era un claro ejemplo de ello. Mujer fuerte y decidida, quizás no tan impulsiva. El beso le delató, no solía atreverse a tal cosa y lo mismo era por su parte. Le encantaban las mujeres, tuvo alguna que otra historia pero ninguna aún llenó ese cupo y dudaba que encontrase ese alma afín a su persona. Labios que se movieron con infinito cuidado y los cuales, tomó con la suavidad digna de ellos. Siguió el beso sin prisa pero sin pausa, no solo sus labios la acariciaban, sus propias manos se atrevieron a acariciar su espalda, solo con sus yemas sobre la ropa…como una caricia casual , dejando en la piel bajo la tela con ganas de más.
Rió contra aquellos suculentos labios ante la reacción de haberle mordido. No se lo esperó y lo mostraron sus orbes azules que brillaban con intensidad, intriga, curiosidad por aquella joven. Una de sus manos apoyada en la cintura de la joven, la otra se atrevió a tomarla del rostro, del mentón para no perder ni un segundo aquella mirada que le gritaba demasiado en silencio. ¿Qué escondía esa joven? No, no era como cualquiera, tampoco creía que fuese por ahí asaltando a hombres de la misma forma. Y él, osado y atrevido, sus labios rozaron su comisura, sus dientes mordieron su mentón, un mordisco prohibido pero inocente que junto con esa sonrisa podía invitarte a todo y a nada al mismo tiempo.
-Se supone que no soy más que otro títere de clase alta al que asistir a estos menesteres. La verdad me divierte, todo es monótono pero a veces puedes llegar a sorprenderte, como esta noche… ¡qué curiosa! Cierto. Más de lo que llegué a imaginar. No voy a devolver la pregunta, estabas en el baile por “obligación” quizás o por la misma causa que yo. No somos tan diferentes , bueno… tengo que admitir que me ha deslumbrado con sus artes. Nadie se ha deshecho de un vampiro de esa manera tan sutil… y con un látigo. -rió divertido, los dedos del joven acarician con suavidad el mentón ajeno, deslizando las yemas por su cuello y así poder unir ambas en la nuca de la joven.
-Si la conociera, diría que no desea abandonar este peculir lugar ¿no prefiere que paseemos? Entre las sombras, paso acelerado, ballestas de por medio o abandonar ese mundo y tan solo ser esos dos personajes que se supone somos, dos personas normales que solo disfrutan de una noche, una caprichosa que nos ha reunido en este mismo instante -sonrió buscando sus labios una vez más pero en el último segundo, desviarlos hasta su frente y dejar un cálido y tierno beso -Aceptaré su petición de no ir a ningún sitio pero también le digo una cosa… -
Quizás no debió haberlo pero tanto los actos como las palabras de la joven le impulsaron a reaccionar de aquella manera. Acortó las distancias, sus cuerpos y terminó apoyándola contra la pared, él entre medias. Una mano sobre su cabeza, la otra en su rebelde cabellera, cárcel que no podía ser más tentadora ¿quién no querría pasar así y ahí sus días?
-No abordo a jovencitas, siempre voy solo a cazar y la verdad…no, no voy por ahí besando y lanzándome a cualquiera. Tú tampoco, lo sé… -sonrió , una sonrisa solo dedicada a ella y se separó, solo el rostro, su cuerpo no se movió de su posición, dejó que sintiese la presión de éste, como si de alguna manera la abrazase -¿Qué quieres hacer, Astrid? No quieres moverte de aquí…-esas orbes azules como el cielo recorrieron cada parte de su rostro, con toda la paciencia del mundo, como si la dibujase en su mente y sus manos se unieron a ello pero dibujando su silueta en la pared, en ningún momento la tocaba pero tampoco hacía falta, ella podía sentir el calor que emanaba, la curiosidad que seguía creciendo pero jamás daba un paso si ella no se lo permitía -Podríamos hacer una locura. Se quedaría aquí pero no depende de mí…podríamos irnos, o podríamos quedarnos —sí, volvía a estar en sus manos y él se deleitaba solo en ella…
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Re: Bailando entre las sombras - Privado Astrid J. Bergès
Escucho sus palabras con sus manos sobre mi cuerpo. El sonido de su voz es un susurro grave y cálido como una caricia, se me antoja curiosa la forma en la que sus palabras se entrelazan con mi respiración. Que diga que no es más que un títere es una ironia trementa ya que somos nosotros los que hemos manejado la situación y, aunque en estos momentos sus actos sean sutiles, controla todos mis movimientos. En el fondo debe esperarse mis actos, mis palabras, siempre he creído que soy leible para los demás y un hombre como él no debe encontrar nada nuevo en mi persona. Me pregunto entonces qué edad tendrá, cuál es su historia y qué esconden sus orbes azules. Un escalofrío recorre mi piel cuando sus labios se aproximan a los míos y las yemas de sus dedos se deslizan por mi cuello.
Si me conociera sabría que jamás me dejo llevar de esta manera. Si me conociera sabría que llevo todo este tiempo buscando la manera de salir de aquí. Si me conociera ninguno de los dos estaría teniendo este encuentro ahora, la Astrid racional se habría ido sin decir su nombre nada más acabar con el vampiro. ¿Por qué entonces rechacé mis principios y estoy aquí con él? Es una pregunta para la que no creo que encuentre respuesta. Voy a decir algo cuando su voz se endurece y hace que mi espalda coche contra la pared utilizando su cuerpo como cárcel, un jadeo se escapa de mis labios sin permiso y cuando me doy cuenta tiene sus manos en mi rostro y cabello, sujetando mi cara en un inminente beso que al final no me roza. Procuro mantener mi respiración controlada y no dejarme llevar por sus actos que, aunque no me obligan a responder, me tientan.
-Yo diría que esto es un claro ejemplo de cómo se aborda a una señorita, Ackles-olvido los formalismos pese a que debería poner distancias. Lo observo con calma, me tomo mi tiempo en recorrer sus expresiones bajo la poca luz que asoma por las rendijas de la puerta. Hace ya varios minutos que no escucho ruido fuera de este pequeño rincón y en cierto modo más que tranquilizarme me hace sospechar. ¿Que qué quiero hacer? Un risa escapa de mis labios a la vez que un suspiro frustrado-Lo que deseo hacer no es apto para una dama, quizás con mis ropas de caza lo que quiero decir sonase más apropiado-lo miro de forma cómplice. La cazadora quiere hacer esa locura y la dama salir corriendo de aqui. Quiero decir algo más pero el olor a humo me detiene, mis ojos se abren de par en par ya consciente de lo que ocurre. ¿Cómo he sido tán estúpida como para no prestar atención a lo que nos rodea? ¿Desde cuándo yo actúo de esta forma? Con una mano en el pecho de Ackles, aún sintiendo su calor, lo aparto de mi-Creo que nuestra cita acaba aquí, cazador-la intensidad del humo crece por momento y si permanecemos aquí mucho más tiempo podríamos asfixiarnos. El cuerpo me arde y sé que mi rostro está rojo por todo lo compartido en esta noche, los labios me piden más y tengo que morderme el labio inferior cuando vuelvo a mirarlo para no volver a los suyos. Sin más, abro la puerta y una ola de humo nos envuelve, realmente sí logro escuchar voces a lo lejos y sonido en el exterior del edificio, deben de haber personas intentando apagar el fuego. Me agacho todo lo que puedo y vuelvo la vista atrás para comprobar que Ackles va detrás de mi, una mirada me basta para saber que cuento con él. Avanzamos agazapados para evitar respirar el humo, cuando más cerca del suelo estemos más posibilidades tendremos de salir de aquí victoriosos. Comienzo a bajar las escaleras principales hacia el hall dela entrada pero este está abarrotado de gente que grita y pide auxilio ya que todos intentan salir por todos los medios. No puedo evitar sentirme totalmente culpable con lo que está ocurriendo, los rostros de los presentes, mayoritariamente hombres, están cubiertos por el temor y la urgencia de salir del lugar. Sigo avanzando entre la multitud y miro a Ackles comprobando que sigue a mi lado, tras un par de pasos lo pierdo de vista.
-Mademoiselle, ¿qué hace usted aquí? ¡Debe abandonar ahora mismo el edificio!-alguien me coge del brazo y a pesar de que llamo al cazador varias veces por su nombre no lo encuentro. Me opongo ante los tirones de varios hombres que en su caballerosidad me arrastran hasta la salida y me ayudan a salir del lugar pese a que todos ellos quieren ponerse a salvo también. Estoy confusa y mareada, hay demasiada gente a mi alrededor y una vez consigo rispirar aire limpio varias mujeres me socorren para comprobar mi estado. Insisto varias veces en que estoy bien y vuelvo atrás hasta donde me es posible para buscar al cazador de ojos azules. ¿Y si no consgue salir del lugar? ¿Esto es todo, conocer a alguien para perderlo al momento? Pasan severos minutos cuando decido rendirme, me digo que no debe de ser la clase de persona que se deja llevar por el pánico, algún plan se le habrá ocurrido ya que al fin y al cabo es un cazador. Empiezo a alejarme del gentío cuando es Alfred y el cochero los que dan conmigo asegurándose de que mis tíos están bien y de camino a casa, no saben el alivio que siento al escucharlos y saber que al menos mi familia se encuentran a salvo. Debió de ser toda una guerra convencer a mi tía de que abandonase el lugar sin mi.
Pasan horas cuando por fin me meto entre mis sábanas, después del arrebato de lágrimas de mi tía y un par de copas de whisky para calmar los ánimos, mis tíos se fueron a sus aposentos antes que yo, pero mi cuerpo aún se siente alterado. Intento pensar que el cazador está a salvo también y que ha encontrado su camino a casa, quién sabe si nos volveremos a encontrar. Solo cuando morfeo comienza a abrazarme caigo en la cuenta de que los ojos de Ackles son los mismos que los de Gael.
Si me conociera sabría que jamás me dejo llevar de esta manera. Si me conociera sabría que llevo todo este tiempo buscando la manera de salir de aquí. Si me conociera ninguno de los dos estaría teniendo este encuentro ahora, la Astrid racional se habría ido sin decir su nombre nada más acabar con el vampiro. ¿Por qué entonces rechacé mis principios y estoy aquí con él? Es una pregunta para la que no creo que encuentre respuesta. Voy a decir algo cuando su voz se endurece y hace que mi espalda coche contra la pared utilizando su cuerpo como cárcel, un jadeo se escapa de mis labios sin permiso y cuando me doy cuenta tiene sus manos en mi rostro y cabello, sujetando mi cara en un inminente beso que al final no me roza. Procuro mantener mi respiración controlada y no dejarme llevar por sus actos que, aunque no me obligan a responder, me tientan.
-Yo diría que esto es un claro ejemplo de cómo se aborda a una señorita, Ackles-olvido los formalismos pese a que debería poner distancias. Lo observo con calma, me tomo mi tiempo en recorrer sus expresiones bajo la poca luz que asoma por las rendijas de la puerta. Hace ya varios minutos que no escucho ruido fuera de este pequeño rincón y en cierto modo más que tranquilizarme me hace sospechar. ¿Que qué quiero hacer? Un risa escapa de mis labios a la vez que un suspiro frustrado-Lo que deseo hacer no es apto para una dama, quizás con mis ropas de caza lo que quiero decir sonase más apropiado-lo miro de forma cómplice. La cazadora quiere hacer esa locura y la dama salir corriendo de aqui. Quiero decir algo más pero el olor a humo me detiene, mis ojos se abren de par en par ya consciente de lo que ocurre. ¿Cómo he sido tán estúpida como para no prestar atención a lo que nos rodea? ¿Desde cuándo yo actúo de esta forma? Con una mano en el pecho de Ackles, aún sintiendo su calor, lo aparto de mi-Creo que nuestra cita acaba aquí, cazador-la intensidad del humo crece por momento y si permanecemos aquí mucho más tiempo podríamos asfixiarnos. El cuerpo me arde y sé que mi rostro está rojo por todo lo compartido en esta noche, los labios me piden más y tengo que morderme el labio inferior cuando vuelvo a mirarlo para no volver a los suyos. Sin más, abro la puerta y una ola de humo nos envuelve, realmente sí logro escuchar voces a lo lejos y sonido en el exterior del edificio, deben de haber personas intentando apagar el fuego. Me agacho todo lo que puedo y vuelvo la vista atrás para comprobar que Ackles va detrás de mi, una mirada me basta para saber que cuento con él. Avanzamos agazapados para evitar respirar el humo, cuando más cerca del suelo estemos más posibilidades tendremos de salir de aquí victoriosos. Comienzo a bajar las escaleras principales hacia el hall dela entrada pero este está abarrotado de gente que grita y pide auxilio ya que todos intentan salir por todos los medios. No puedo evitar sentirme totalmente culpable con lo que está ocurriendo, los rostros de los presentes, mayoritariamente hombres, están cubiertos por el temor y la urgencia de salir del lugar. Sigo avanzando entre la multitud y miro a Ackles comprobando que sigue a mi lado, tras un par de pasos lo pierdo de vista.
-Mademoiselle, ¿qué hace usted aquí? ¡Debe abandonar ahora mismo el edificio!-alguien me coge del brazo y a pesar de que llamo al cazador varias veces por su nombre no lo encuentro. Me opongo ante los tirones de varios hombres que en su caballerosidad me arrastran hasta la salida y me ayudan a salir del lugar pese a que todos ellos quieren ponerse a salvo también. Estoy confusa y mareada, hay demasiada gente a mi alrededor y una vez consigo rispirar aire limpio varias mujeres me socorren para comprobar mi estado. Insisto varias veces en que estoy bien y vuelvo atrás hasta donde me es posible para buscar al cazador de ojos azules. ¿Y si no consgue salir del lugar? ¿Esto es todo, conocer a alguien para perderlo al momento? Pasan severos minutos cuando decido rendirme, me digo que no debe de ser la clase de persona que se deja llevar por el pánico, algún plan se le habrá ocurrido ya que al fin y al cabo es un cazador. Empiezo a alejarme del gentío cuando es Alfred y el cochero los que dan conmigo asegurándose de que mis tíos están bien y de camino a casa, no saben el alivio que siento al escucharlos y saber que al menos mi familia se encuentran a salvo. Debió de ser toda una guerra convencer a mi tía de que abandonase el lugar sin mi.
Pasan horas cuando por fin me meto entre mis sábanas, después del arrebato de lágrimas de mi tía y un par de copas de whisky para calmar los ánimos, mis tíos se fueron a sus aposentos antes que yo, pero mi cuerpo aún se siente alterado. Intento pensar que el cazador está a salvo también y que ha encontrado su camino a casa, quién sabe si nos volveremos a encontrar. Solo cuando morfeo comienza a abrazarme caigo en la cuenta de que los ojos de Ackles son los mismos que los de Gael.
Astrid J. Bergès- Cazador Clase Media
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