AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Volviendo a buscarte entre las sombras -Privado Milo
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Volviendo a buscarte entre las sombras -Privado Milo
Un año más, volvía ese día negro. Uno que se repetía en su cabeza cada vez que le recordaban ser la culpable de aquella ida, aquella muerte. Más que tristeza, Abbey sentía frustración, impotencia y rabia. Solo una persona la creería y ya no estaba allí, podría limpiar todo aquello que mancharon en su día y a día de hoy, seguían haciéndolo. Con la ida de la única persona que la había comprendido hasta este mismo instante, una parte de ella, también se fue con él. Nunca, jamás, nadie podía significar tanto como lo fue su mejor amigo, aquel con el que compartió secretos, aventuras y travesuras que siempre terminaban con castigos y entre risas.
Duró lo que tuvo que durar, eso se decía una y otra vez, no para convencerse a sí misma. Abbey era consciente de que el destino fue injusto, tuvieron que ocurrir hechos que lo cambiaron todo y así fue. Ahora mismo, estaba allí, en aquella maldita residencia para jovencitas, aguantando sermones innecesarios, clases absurdas, gente falsa que te clavaban un cuchillo por la espalda cuando menos te dieses cuenta. Lo bueno de Paris fue aquella tarde en la que el destino la guió a estar en el lugar indicado ante los ojos de un artista.
Acostumbrada a no pasarle nada bueno, aún no daba crédito de lo que significaba la presencia de aquel joven moreno, ese cochero que era capaz de calmarla, tranquilizarla y sacar, aunque solo fuese un poco, lo mejor de ella. Una sonrisa efímera, se formó en los labios de la joven Appleby frente a una de las ventanas, todas estaban en la biblioteca, era hora de lectura y a ella solo le apetecía, estar en paz, sola por esos minutos y en ese día. Entre sus manos, una rosa blanca, aún cerrada, al igual que aquel joven. Blanco y puro con un ángel, el temperamento de un pequeño demonio que la impulsaba a ser ella misma.
Rió al recordar todas las veces que habían intercambiado miradas cómplices, sonrisas a medias y risas a borbotones. Nadie se acordaba de él solo para castigarla, como si ella misma lo hubiese subido a aquel carruaje y las voces, del padre del muchacho, torturándola por haber cometido el peor de los errores. Eran muy jóvenes, no sabían cuanto mal pudieron causar para que aquel hombre decidiese tal cosa y aún no lograba comprenderlo.
-Te echo de menos tanto como odio a todos esos que me culparon. -frunció ligeramente el ceño, hablar sola se convirtió casi en algo habitual cuando ese día volvía al calendario -Hacer travesuras sola es aburrido, Milo. Reír hasta faltarte el aire, hacer enfadar a la señora Gilbert no es tan divertido a cuando nos escapamos durante ese par de días. Esos días en los que de algún modo, fuimos libres. Me alegro que tú lo consiguieses, no es la mejor forma pero no estás atrapado…
Giró la flor entre sus dedos, jugueteando con ella, pensativa. Negó con la cabeza, no estaba triste, lo echaba de menos , era un hecho y quizás admitirlo era el primer paso para que ese recuerdo permaneciese justo como debía ser, uno de los mejores de su vida.
-Me gustaría haberme despedido de ti ya que no me dejaron y darte un par de patadas en el trasero, te las mereces y más cosas pero tendrás que esperar para saberlas -rió aún con el ceño fruncido, abrió la ventana, notó el frío entrar de golpe y acto seguido, tiró la flor para que cayese donde fuese. No debía abrir las ventanas, ni asomarse por una, menos apoyarse y mirar aquel cielo nublado…el mismo que hacía un tiempo y en el que ahora contemplaba sola.
Duró lo que tuvo que durar, eso se decía una y otra vez, no para convencerse a sí misma. Abbey era consciente de que el destino fue injusto, tuvieron que ocurrir hechos que lo cambiaron todo y así fue. Ahora mismo, estaba allí, en aquella maldita residencia para jovencitas, aguantando sermones innecesarios, clases absurdas, gente falsa que te clavaban un cuchillo por la espalda cuando menos te dieses cuenta. Lo bueno de Paris fue aquella tarde en la que el destino la guió a estar en el lugar indicado ante los ojos de un artista.
Acostumbrada a no pasarle nada bueno, aún no daba crédito de lo que significaba la presencia de aquel joven moreno, ese cochero que era capaz de calmarla, tranquilizarla y sacar, aunque solo fuese un poco, lo mejor de ella. Una sonrisa efímera, se formó en los labios de la joven Appleby frente a una de las ventanas, todas estaban en la biblioteca, era hora de lectura y a ella solo le apetecía, estar en paz, sola por esos minutos y en ese día. Entre sus manos, una rosa blanca, aún cerrada, al igual que aquel joven. Blanco y puro con un ángel, el temperamento de un pequeño demonio que la impulsaba a ser ella misma.
Rió al recordar todas las veces que habían intercambiado miradas cómplices, sonrisas a medias y risas a borbotones. Nadie se acordaba de él solo para castigarla, como si ella misma lo hubiese subido a aquel carruaje y las voces, del padre del muchacho, torturándola por haber cometido el peor de los errores. Eran muy jóvenes, no sabían cuanto mal pudieron causar para que aquel hombre decidiese tal cosa y aún no lograba comprenderlo.
-Te echo de menos tanto como odio a todos esos que me culparon. -frunció ligeramente el ceño, hablar sola se convirtió casi en algo habitual cuando ese día volvía al calendario -Hacer travesuras sola es aburrido, Milo. Reír hasta faltarte el aire, hacer enfadar a la señora Gilbert no es tan divertido a cuando nos escapamos durante ese par de días. Esos días en los que de algún modo, fuimos libres. Me alegro que tú lo consiguieses, no es la mejor forma pero no estás atrapado…
Giró la flor entre sus dedos, jugueteando con ella, pensativa. Negó con la cabeza, no estaba triste, lo echaba de menos , era un hecho y quizás admitirlo era el primer paso para que ese recuerdo permaneciese justo como debía ser, uno de los mejores de su vida.
-Me gustaría haberme despedido de ti ya que no me dejaron y darte un par de patadas en el trasero, te las mereces y más cosas pero tendrás que esperar para saberlas -rió aún con el ceño fruncido, abrió la ventana, notó el frío entrar de golpe y acto seguido, tiró la flor para que cayese donde fuese. No debía abrir las ventanas, ni asomarse por una, menos apoyarse y mirar aquel cielo nublado…el mismo que hacía un tiempo y en el que ahora contemplaba sola.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: Volviendo a buscarte entre las sombras -Privado Milo
Siempre tuve la ligera sospecha, de que ella presentía mi presencia, aún entre la sombra de mi soledad. A pesar de que era la misma muerte la que no separaba, aún seguía existiendo ese especial vínculo entre ambos. Los días de mi niñez, y su amistad, aún seguían frescos como si de una pintura se tratara. Vividos en mi memoria, recuerdos que se negaban a desaparecer conforme el tiempo pasaba. Que se negaban a desaparecer de la faz de la tierra como yo.
Yo nunca me fui del todo. Al menos de su lado. Creo que fue su recuerdo, o más bien su lejanía, la que me hizo -involuntariamente- quedarme a deambular entre los humanos. Ella fue lo único hermoso que tuve en mi infancia, porque no tuve un cariño más sincero más que el de ella. Éramos niños sí, pero con lazos fuertes. No había nada que no supiéramos el uno del otro, así de afines, así de hermanos nos sentíamos. Y cuando me separaron de ella, fue lo peor que pudo ocurrirme en mi corta vida. Creo que sigue siendo una herida que jamás superaré, porque aunque aún puedo escucharla, verla, incluso olfatearla, yo no estoy vivo. Mi cuerpo dejó de existir hace muchos años atrás. Las cosas cambiaron. El último día que le vi, era apenas una pequeñaja, ahora, ya se había convertido en toda una mujer. Y yo... Me había convertido en ésto. Yo también me transformé.
Había tenido el deseo de presentarme ante ella, pero ¿cómo podría hacerlo sin que le resultara demasiado sobre cogedor? ¡Yo estaba muerto! Y ella lo sabía. Simplemente me había limitado a hacerle compañía, en silencio. Cuidarla, aunque ella no se diera cuenta. Sin embargo hoy era diferente. Hoy su pensamiento había volado hacia mí, me había traído hasta las puertas de su casa.
Estaba parado frente a ella, y bastaría con desear materializarme y que ella pudiera abrazarme, tocarme, pero no sabía cómo hacerlo. Era la primera vez que tenía miedo desde hacía mucho tiempo. ¿Qué es lo que debería de hacer?
Fue entonces que se me ocurrió una idea absurda, porque lo consideraba demasiado tonto y obvio; demasiado fácil vamos. Pero con pequeñas pistas, podría darle a entender que no estaba sola. Me acerqué hacia uno de las tocadores que tenía en su habitación, en el cual descansaba un pequeño retrato. Con un dedo, lo tiré esperando llamar con esto su atención. Pequeños movimientos de objetos, que no pudieran causarle tanto terror.
Yo nunca me fui del todo. Al menos de su lado. Creo que fue su recuerdo, o más bien su lejanía, la que me hizo -involuntariamente- quedarme a deambular entre los humanos. Ella fue lo único hermoso que tuve en mi infancia, porque no tuve un cariño más sincero más que el de ella. Éramos niños sí, pero con lazos fuertes. No había nada que no supiéramos el uno del otro, así de afines, así de hermanos nos sentíamos. Y cuando me separaron de ella, fue lo peor que pudo ocurrirme en mi corta vida. Creo que sigue siendo una herida que jamás superaré, porque aunque aún puedo escucharla, verla, incluso olfatearla, yo no estoy vivo. Mi cuerpo dejó de existir hace muchos años atrás. Las cosas cambiaron. El último día que le vi, era apenas una pequeñaja, ahora, ya se había convertido en toda una mujer. Y yo... Me había convertido en ésto. Yo también me transformé.
Había tenido el deseo de presentarme ante ella, pero ¿cómo podría hacerlo sin que le resultara demasiado sobre cogedor? ¡Yo estaba muerto! Y ella lo sabía. Simplemente me había limitado a hacerle compañía, en silencio. Cuidarla, aunque ella no se diera cuenta. Sin embargo hoy era diferente. Hoy su pensamiento había volado hacia mí, me había traído hasta las puertas de su casa.
Estaba parado frente a ella, y bastaría con desear materializarme y que ella pudiera abrazarme, tocarme, pero no sabía cómo hacerlo. Era la primera vez que tenía miedo desde hacía mucho tiempo. ¿Qué es lo que debería de hacer?
Fue entonces que se me ocurrió una idea absurda, porque lo consideraba demasiado tonto y obvio; demasiado fácil vamos. Pero con pequeñas pistas, podría darle a entender que no estaba sola. Me acerqué hacia uno de las tocadores que tenía en su habitación, en el cual descansaba un pequeño retrato. Con un dedo, lo tiré esperando llamar con esto su atención. Pequeños movimientos de objetos, que no pudieran causarle tanto terror.
Milo Hercovitch- Fantasma
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Fecha de inscripción : 25/09/2015
Re: Volviendo a buscarte entre las sombras -Privado Milo
La mejor época de su vida, su infancia. Era joven, sí pero esos primeros años cruciales, encontró a una de las personas que serían irremplazable en su vida. Él, la única persona que realmente la conocía como fue, como en alguna parte de su ser seguía siendo…pero gran parte, murió aquel día con él. Desde su muerte, Abbey jamás pudo ser la misma. Sumó un antes y un después en su vida. El hecho de hacerse a la idea de que ya no volvería a verle, era algo a lo que se negaba, no lo aceptaba y a día de hoy… en algún momento, pensaba de verdad que regresaría y volverían a ser esos dos niños rebeldes.
¿A quién pretendía engañar? Él jamás volvería, su ausencia había dejado un hueco incompleto en el fondo de su corazón que nunca jamás nadie podría llenar. ¿Si lo echaba de menos? Mucho más que eso. El vínculo que les unía era más fuerte que el de una simple amistad. Prácticamente, se habían criado juntos entre criados y sus institutrices. Por eso, Abbey consideraba su familia a ciertas personas que no eran de su clase. Él fue toda su familia en aquel tiempo, no había un solo día en que no se viesen y terminasen castigados, juntos y siempre revueltos.
Una leve sonrisa, se formó en el rostro de la joven al volver a recordarle. Con el tiempo, temió el olvidarle y por eso, le dibujaba a escondidas. Se fue justo en el momento que más le necesitó. Después de que se marchara, su familia no hizo otra cosa que señalarla con el dedo, como única culpable de la perdida. ¡Era una niña! Dos niños que se metieron en líos y la única manera de ponerle fin, fue separarlos. Tuvo que haberlo evitado, así al menos, él seguiría estando y ahora, todo sería muy distinto.
Nunca le contó a nadie que le veía en sueños, como si la visitase en esas horas en las que conseguía dormir. Siempre hacía el ademán de cogerla de la mano pero eso nunca sucedía, lo que sí…volvía a marcharse. Año tras año, le había esperado, haciéndose ilusiones…como si en algún momento, aparecería sin más y le dijese que estaba ahí, siempre lo había estado. ¿Por qué era tan difícil superar algo así? lo sentía como el primer día. Y en ese lugar, se sentía tan sola. Una vez más, esperó hasta que el sol se puso, trayendo a una fría noche de lluvia y viento.
Cerró la ventana, comenzaba a tener frío. Ya la había cerrado cuando un ruido hizo que se girase. Buscó con la mirada el objeto, acercándose hasta el mueble y ver el porta retratos volcado. Entrecerró los ojos, negando con la cabeza. La ventana estaba cerrada cuando aquello se cayó, estaba sola y… no, no podía haber sido nadie. Tragó saliva por sus pensamientos. El corazón, comenzó a latirle tan rápido como sus ojos buscaron en la habitación algún otro indicio por el cual no la tachasen de loca. Él la conocía, no se asustaba por nada.
-Milo -susurró, deslizando la mano por el mueble, negando con la cabeza contrariada. No podía ser, era completamente imposible y sus deseos, quizás le estuviesen jugando una mala pasada...¡le hacía tanta falta! -Algún día de estos, dejaré de pensar que de verdad sigues ahí…como si fueses mi propia sombra. -la mano libre, la deslizó hasta uno de los pliegues de su vestido en donde…conservaba el dibujo más reciente de su mejor amigo. Lo abrió con cuidado, admirándolo como si de verdad lo tuviese delante -Solo te pedí un momento y no me lo concediste… siempre haciéndome de rabiar aún con esas. Buenas noches…veo que, te olvidaste de mí -se dio por vencida…por un momento, juraría que no estuvo sola en aquella habitación, aún su corazón no paraba quieto…como si le gritase que no se fuese de allí y lo buscase.
Antes de moverse del sitio, sus ojos azules recorrieron la habitación. Por primera vez, después de mucho tiempo…su semblante cambió, aquel gesto frío y distante, se entristeció porque aunque su alma lo llamase miles de veces…él nunca contestaba, como si se hubiese olvidado de ella.
¿A quién pretendía engañar? Él jamás volvería, su ausencia había dejado un hueco incompleto en el fondo de su corazón que nunca jamás nadie podría llenar. ¿Si lo echaba de menos? Mucho más que eso. El vínculo que les unía era más fuerte que el de una simple amistad. Prácticamente, se habían criado juntos entre criados y sus institutrices. Por eso, Abbey consideraba su familia a ciertas personas que no eran de su clase. Él fue toda su familia en aquel tiempo, no había un solo día en que no se viesen y terminasen castigados, juntos y siempre revueltos.
Una leve sonrisa, se formó en el rostro de la joven al volver a recordarle. Con el tiempo, temió el olvidarle y por eso, le dibujaba a escondidas. Se fue justo en el momento que más le necesitó. Después de que se marchara, su familia no hizo otra cosa que señalarla con el dedo, como única culpable de la perdida. ¡Era una niña! Dos niños que se metieron en líos y la única manera de ponerle fin, fue separarlos. Tuvo que haberlo evitado, así al menos, él seguiría estando y ahora, todo sería muy distinto.
Nunca le contó a nadie que le veía en sueños, como si la visitase en esas horas en las que conseguía dormir. Siempre hacía el ademán de cogerla de la mano pero eso nunca sucedía, lo que sí…volvía a marcharse. Año tras año, le había esperado, haciéndose ilusiones…como si en algún momento, aparecería sin más y le dijese que estaba ahí, siempre lo había estado. ¿Por qué era tan difícil superar algo así? lo sentía como el primer día. Y en ese lugar, se sentía tan sola. Una vez más, esperó hasta que el sol se puso, trayendo a una fría noche de lluvia y viento.
Cerró la ventana, comenzaba a tener frío. Ya la había cerrado cuando un ruido hizo que se girase. Buscó con la mirada el objeto, acercándose hasta el mueble y ver el porta retratos volcado. Entrecerró los ojos, negando con la cabeza. La ventana estaba cerrada cuando aquello se cayó, estaba sola y… no, no podía haber sido nadie. Tragó saliva por sus pensamientos. El corazón, comenzó a latirle tan rápido como sus ojos buscaron en la habitación algún otro indicio por el cual no la tachasen de loca. Él la conocía, no se asustaba por nada.
-Milo -susurró, deslizando la mano por el mueble, negando con la cabeza contrariada. No podía ser, era completamente imposible y sus deseos, quizás le estuviesen jugando una mala pasada...¡le hacía tanta falta! -Algún día de estos, dejaré de pensar que de verdad sigues ahí…como si fueses mi propia sombra. -la mano libre, la deslizó hasta uno de los pliegues de su vestido en donde…conservaba el dibujo más reciente de su mejor amigo. Lo abrió con cuidado, admirándolo como si de verdad lo tuviese delante -Solo te pedí un momento y no me lo concediste… siempre haciéndome de rabiar aún con esas. Buenas noches…veo que, te olvidaste de mí -se dio por vencida…por un momento, juraría que no estuvo sola en aquella habitación, aún su corazón no paraba quieto…como si le gritase que no se fuese de allí y lo buscase.
Antes de moverse del sitio, sus ojos azules recorrieron la habitación. Por primera vez, después de mucho tiempo…su semblante cambió, aquel gesto frío y distante, se entristeció porque aunque su alma lo llamase miles de veces…él nunca contestaba, como si se hubiese olvidado de ella.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: Volviendo a buscarte entre las sombras -Privado Milo
Dolía. Dolía mucho, no poder presentarme ante ella como eran mis deseos. No por el hecho de no poder, sino porque podría causarle un espanto tal, que no me podría permitir que algo malo le pasara. Yo, que siempre alardeaba de los poderes que la muerte me había ofrecido, ahora no podía hacerlos presentes, sin que le causara una mayor aflicción. Me debatía constantemente entre hacer y no hacer. Por una parte mi lado fuerte, mandaba pequeña señales a mi subconsiente, dejando atrás las atrás las barreras de poder materializarme frente a ella, por otro lado, el raciocinio, me dictaba lo contrario. Generalmente siempre tenía una respuesta para todo, pero con ella las cosas nunca fueron fáciles, aún tenía poder sobre mí, porque cada una de sus palabras, se clavaban como agujas en mi cuerpo.
-No te he olvidado.-susurré.
Lo dije sin pensar demasiado. Porque podía, porque sentía la necesidad de hacerle comprender, que jamás me había apartado de ella. Que siempre había caminado a su lado, muy cerca, y que a mi modo, siempre estuve cuidándola. De pequeños habíamos hecho la promesa de apoyarnos mutuamente, y siempre de los siempre, mantuve mi palabra, simplemente las cosas habíancambiado entre los dos. Ella estaba viva y yo estaba muerto, por los siglos de los siglos.
-Nunca me fui, como te prometí.
Ahí en el rincón, la observaba detenidamente. Se había convertido en una señorita hermosa y maravillosa. De verdad estaba orgulloso de ella, hasta yo mismo me sorprendía de que aún dentro de mí, quedaba algo bueno. Pero es que tenía motivos suficientes, ella era un motivo suficiente, desde luego. La única persona que arrancar pensamientos positivos a este pobre fantasma que no tenía mayor oficio ni beneficio, las que hacerle la vida imposible a los demás. Patetico...
-No te he olvidado.-susurré.
Lo dije sin pensar demasiado. Porque podía, porque sentía la necesidad de hacerle comprender, que jamás me había apartado de ella. Que siempre había caminado a su lado, muy cerca, y que a mi modo, siempre estuve cuidándola. De pequeños habíamos hecho la promesa de apoyarnos mutuamente, y siempre de los siempre, mantuve mi palabra, simplemente las cosas habíancambiado entre los dos. Ella estaba viva y yo estaba muerto, por los siglos de los siglos.
-Nunca me fui, como te prometí.
Ahí en el rincón, la observaba detenidamente. Se había convertido en una señorita hermosa y maravillosa. De verdad estaba orgulloso de ella, hasta yo mismo me sorprendía de que aún dentro de mí, quedaba algo bueno. Pero es que tenía motivos suficientes, ella era un motivo suficiente, desde luego. La única persona que arrancar pensamientos positivos a este pobre fantasma que no tenía mayor oficio ni beneficio, las que hacerle la vida imposible a los demás. Patetico...
Milo Hercovitch- Fantasma
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Re: Volviendo a buscarte entre las sombras -Privado Milo
Tú, mi sombra, mi compañero de juegos y de locuras. Tú.
Su recuerdo, le había perseguido desde el momento en el que supo su perdida. Parecería un pensamiento de una demente pero en el instante que su compañero de juegos dejó de respirar, algo dentro de ella se rompió para no ser reparado jamás. De algún modo, le avisó de que dejaba este mundo y nada se comparaba a esa sensación de vacío. Como si cayese desde una superficie alta, sin nada a lo que aferrarse, siendo consciente en todo momento que el golpe iba a ser mortal, doloroso.
Nunca le olvidaría, su recuerdo iba a perdurar por siempre en su propia piel, como si el dibujo de su esencia, se dibujase a conciencia en la piel nívea de la joven Appleby y una parte de su alma, se ligase a ella por siempre. De alguna manera, siempre había sabido que él estaba ahí. No podía decir cómo, solo podía afirmar que cuando más lo necesitaba era como si a su alma la abrazasen a conciencia, demostrando que no estaba sola y siguiese siendo ella misma, no perdiese su ímpetu, su forma de ser tan diferente que la hacía especial… una joven entusiasta que nació en una época equivocada.
El susurro, acarició su piel, erizándola…arrancándole una sonrisa cómplice. Una de esas sonrisas que solo mostraba a su amigo, repletas de completa complicidad, felicidad por rememorar esos años en los que solo con saber que él iba a buscarla. Tenía que ser una de sus más inmensas locuras, no pudo oírle…él no estaba. Murió. Estaba muerto, ya no podría cogerse de su mano, creyendo ciegamente en él para que se perdiesen en ese mundo que solos ellos dos crearon y pudiesen evadir el mundo.
-Yo tampoco. Y no te olvidaré nunca. -lo susurró en el mismo tono de voz, como si siguiesen una canción cantada a dúo -Jamás podría hacerlo. Te fuiste demasiado pronto y ahora es cuando más te necesito -le costó horrores decir aquello, lo necesitaba más que nunca. El hacerse mayor no fue en absoluto un regalo, más bien un suplicio. Intentaban manejarla a su antojo y ella se revelaba, como siempre hizo… sin cambiar, seguía siendo aquella niña que terminaba volviendo loco a su familia con sus locuras, relevándose y no achantarse, siempre diciendo lo que pensaba.
-Siempre cumples tus promesas -sonrió, bajando la mirada un instante, girándose despacio, tentando a la suerte por si él…se encontrase en la habitación. Aún así, no iba a quedarse con ello dentro -Viviste el tiempo suficiente para dejar huella, una imborrable -dejó escapar una deliciosa risa divertida, seguía invisible ante sus ojos pero no para sus sentidos. Estaba segura de que se encontraba ahí , velando por ella como hizo siempre -Di mi nombre, Milo. Di lo una vez más, con eso… será suficiente, es lo que necesito. Di que pese a todo no pasará nada , seguirás velando por mí… ellos siguen insistiendo en que seré la típica señorita que se casará y tendrá un sinfín de hijos. Yo no quiero eso, lo sabes… no pienso permitirlo. Prefiero hacer trastadas, hacerles la vida imposibles… como hacíamos antes ¿querrás volver a ser mi compañero? -
Sonrió, de pie , en medio de la habitación…buscándole con sus orbes azules. Cualquier cosa le valdría, se conformaba con tan poco…ya con haber oído ese susurro, confirmándole que no estaba tan loca como pensaba ¿o era su imaginación?
-No estoy loca y lo sabes. Haz que me lo crea yo misma… vuelve -lo último lo susurró con cierta desesperación… le echaba tan en falta.
Su recuerdo, le había perseguido desde el momento en el que supo su perdida. Parecería un pensamiento de una demente pero en el instante que su compañero de juegos dejó de respirar, algo dentro de ella se rompió para no ser reparado jamás. De algún modo, le avisó de que dejaba este mundo y nada se comparaba a esa sensación de vacío. Como si cayese desde una superficie alta, sin nada a lo que aferrarse, siendo consciente en todo momento que el golpe iba a ser mortal, doloroso.
Nunca le olvidaría, su recuerdo iba a perdurar por siempre en su propia piel, como si el dibujo de su esencia, se dibujase a conciencia en la piel nívea de la joven Appleby y una parte de su alma, se ligase a ella por siempre. De alguna manera, siempre había sabido que él estaba ahí. No podía decir cómo, solo podía afirmar que cuando más lo necesitaba era como si a su alma la abrazasen a conciencia, demostrando que no estaba sola y siguiese siendo ella misma, no perdiese su ímpetu, su forma de ser tan diferente que la hacía especial… una joven entusiasta que nació en una época equivocada.
El susurro, acarició su piel, erizándola…arrancándole una sonrisa cómplice. Una de esas sonrisas que solo mostraba a su amigo, repletas de completa complicidad, felicidad por rememorar esos años en los que solo con saber que él iba a buscarla. Tenía que ser una de sus más inmensas locuras, no pudo oírle…él no estaba. Murió. Estaba muerto, ya no podría cogerse de su mano, creyendo ciegamente en él para que se perdiesen en ese mundo que solos ellos dos crearon y pudiesen evadir el mundo.
-Yo tampoco. Y no te olvidaré nunca. -lo susurró en el mismo tono de voz, como si siguiesen una canción cantada a dúo -Jamás podría hacerlo. Te fuiste demasiado pronto y ahora es cuando más te necesito -le costó horrores decir aquello, lo necesitaba más que nunca. El hacerse mayor no fue en absoluto un regalo, más bien un suplicio. Intentaban manejarla a su antojo y ella se revelaba, como siempre hizo… sin cambiar, seguía siendo aquella niña que terminaba volviendo loco a su familia con sus locuras, relevándose y no achantarse, siempre diciendo lo que pensaba.
-Siempre cumples tus promesas -sonrió, bajando la mirada un instante, girándose despacio, tentando a la suerte por si él…se encontrase en la habitación. Aún así, no iba a quedarse con ello dentro -Viviste el tiempo suficiente para dejar huella, una imborrable -dejó escapar una deliciosa risa divertida, seguía invisible ante sus ojos pero no para sus sentidos. Estaba segura de que se encontraba ahí , velando por ella como hizo siempre -Di mi nombre, Milo. Di lo una vez más, con eso… será suficiente, es lo que necesito. Di que pese a todo no pasará nada , seguirás velando por mí… ellos siguen insistiendo en que seré la típica señorita que se casará y tendrá un sinfín de hijos. Yo no quiero eso, lo sabes… no pienso permitirlo. Prefiero hacer trastadas, hacerles la vida imposibles… como hacíamos antes ¿querrás volver a ser mi compañero? -
Sonrió, de pie , en medio de la habitación…buscándole con sus orbes azules. Cualquier cosa le valdría, se conformaba con tan poco…ya con haber oído ese susurro, confirmándole que no estaba tan loca como pensaba ¿o era su imaginación?
-No estoy loca y lo sabes. Haz que me lo crea yo misma… vuelve -lo último lo susurró con cierta desesperación… le echaba tan en falta.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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