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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Maia Moreau Sáb Ene 14, 2017 1:56 pm

Desde aquella mañana fría, había pasado demasiado tiempo. Suficiente para que todo volviese a su lugar. No habría restos del ángel en ninguna parte de su ser, la habría olvidado, como otra de las personas que te cruzas por la calle, de casualidad . ¿Ella? aceptó el simple hecho de que jamás podría salvar un alma oscura, a él. La conexión de las miradas, cómo sus pieles se erizaban al contacto del otro, voces que se mezclaban creando una sola sinfonía, necesidad de tener cerca al otro…todo eso, magia. Una magia que ella había disuelto con palabras, ritual con consecuencia de una víctima mortal.

Al menos, lo devolvió a las sombras, como debía ser. Escuchó a sus almas perdidas, unas que cuando regresó esa mañana a la cabaña, la consolaron y aliviaron aquel peso que cargaba su alma. Si había hecho lo que debía ¿por qué se sintió de aquella forma como si su alma ya no estuviese con ella? él se la había llevado, la condenó a no poder olvidar, a revivir todo , soñar con algo imposible, juntos… podía olerle, sentirle en los sueños. Sus almas la despertaban, no deseaban que Maia sufriese más de lo debido, dejar marchar al demonio había supuesto condenar una parte de ella a las sombras.

Sus poderes parecían haberse estancado, como ella en aquella calle. Se quedó sin alimento, sustento para comer. El fuego parecía haberse ido con el alma del licántropo, el frío la había absorbido por completo. No tenía nada y debía buscarse la vida. ¿De qué forma? De una que ni pensó y aún así… no le quedaba más. Solo un alma condenada a vivir en la lejanía, maldita belleza, malditos recuerdos que no la dejaban dormir tan siquiera, él se incrustaba en cada uno de ellos.

Vagó por el bosque, hasta adentrarse entre las calles de Paris. Apenas podía tener los ojos abiertos, nevaba y los copos se anidaban en sus pestañas. Un destino clave, no era otro que el burdel. Allí muchas chicas empezaban una nueva vida, tenían un alojamiento, comida y un techo donde refugiarse. Desesperación por no encontrar salida, más perdida que nunca pues no recordaba ni tan siquiera el camino a casa. El hambre ocupaba el primer puesto, ya no sentía frío aunque sus labios, esos rosados tan hermosos como corales de mar… ahora tuviesen un tono morado. Había decaído durante todo este tiempo, no sentía ni fuerzas y lo agradeció porque así, no se acordaría de quien la tomase…por primera vez.

No fue fácil, la dueña del local al verla, casi la echa a la calle. Llamó tantas veces que molestaba a los clientes por eso terminó dejándola pasar, creía que era una vagabunda más pero en cuanto la joven apartó la capucha, sus rasgos la dejaron sin palabras. Era tan hermosa aunque estuviese demacrada.

-Un baño caliente y darle comer, empezarás esta noche, querida… eres especial. Eres tan bonita y frágil, pagarán mucho por ti -Maia desvió la mirada asintiendo, aceptaba ¿acaso tenía donde ir? Se dejó llevar por una de las chicas, la cual le brindó aquel baño caliente que necesitaba, ropa limpia y un buen plato que llevarse a la boca, esa noche iba a ser el primer día de su nueva vida.

Apenas con un simple camisón blanco, destacaba por encima de todas las jóvenes del lugar. Esperaban sacar buen partido de esa noche fría en donde muchos hombres esperaban refugiarse entre las piernas de una dama y beber hasta caer rendidos. Maia se abrazó a sí misma, en la habitación asignada… la puerta se abrió y ella, deseó que aquella tarde…el demonio la hubiese matado con sus propias manos, pues qué mejor dulce condena que esa. E volvió a acordar de él y por primera vez, una lagrima de desesperanza cayó por sus mejillas.
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Mensaje por Aúkoc Lican Dom Ene 15, 2017 5:32 am

Sombra que se pierde entre la niebla aquella noche sin luna, apagados los pasos pero seguros, me dejé llevar por el hipnótico candor de una botella.
Desde aquel día en el que mis actos arrastraron a los de mi ángel a la peor de las despedidas no había quedado saciado por nada.
Matar no me complacía del mismo modo y eso que había buscado la muerte de tantos como sangre había bañado mis colmillos y manos.

Beber, embotaba mis sentidos, mas no lo suficiente como para sacarla de mi maldita mente.
Llevé allí mis manos, dejando escapar un gruñido gutural que se perdió en las calles de París convirtiéndome en un demente.
-¡Sal ya! ¡Maldito Angel!
Esa mujer de ojos azules como el mar del que me saco, de labios carnosos como la fruta madura, me incendiaba como el ron que ardiente resbalaba por mi garganta aquel día.

Completamente ebrio me adentré en el burdel, era lo único que le quedaba a un hombre destruido, una puta que le abriera las piernas para desfogarse y olvidadla, aunque fuera solo por unos minutos.
El demonio solo quería perderse lo suficiente como para encontrar el camino al infierno, un camino que el ángel parecía haber llenado de trampas.

Sus palabras resonaban una y otra vez en mi cabeza, tal era mi aspecto desaliñado que hasta las prostitutas parecían reticentes a acercarse.
Claro que quizás, mis ojos ámbar como la miel no daban lugar a dudas de que no solo era un loco que se había enamorado de su enemigo, si no que era un monstruo capaz de destruirlo todo, como ahora me estaba destruyendo a mi mismo.

Pedí a la madam sin demasiados buenos modos una mujer, una con las características del ángel que me había arrastrado al averno y dejado caer allí, sin esperanza.
Las almas gritaban burlonas ¿acaso creían que no seria capaz de callarlas a golpe de espada?
Dejé caer las monedas que pagarían a una puta o dos de ser necesarias y subí escaleras arriba con una botella nueva de whisky en las manos.

Abrí la puerta de un golpe seco, ni siquiera saludé a la joven que se encontraba dentro, es mas, ni la miré, no quería que se rompiera la magia.
Un nuevo trago mientras me tambaleaba hacia el interior desabotonando sin maña mi camisa.
Cuanto antes empezara aquel baile de dos, antes saciaría esa necesidad de olvidadla.

Dejé que su aroma me embriagara, idéntico al de ella, el alcohol hacia su efecto, la sentía en la habitación, con los ojos vidriosos me acerqué a esa niña que temblaba y la volteé para que mirara de frente al demonio que esta noche haría de su existencia un infierno.
Por un momento quedé paralizado, era ella, mis ojos la veían, idéntica, perfecta, mi angel de alas blancas me esperaba para envolverme de luz en aquella noche gélida.

Una carcajada se escapo de mis labios, tras esta una consecución de muchas otras, ebrio como estaba no distinguía la verdad de la mentira, malditos dioses que jugaban conmigo y mi destino.
-¡desnúdate! Le dije enredando las palabras, sin paciencia yo mismo rompí con mis manos el blanco camisón que dejé caer al suelo hecho jirones.
-Te deseo Maia -susurré perdido en mi propio infierno mientras surcaba su piel con mi boca navegando hacia sus pechos de forma desesperada, todo yo ardía de necesidad. -Te necesito, no he dejado de pensar en ti ni un maldito momento.
¿Por que no ser sincero? Si después de que la tomara dudaba que esa criatura saliera viva del encuentro.
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Mensaje por Maia Moreau Dom Ene 15, 2017 4:41 pm

Esa noche, iba a perder algo que nunca nadie, jamás iba a devolverle y a saber quién sería. Impaciente, apenas se inmutó, seguía mirando por la ventana. Ver nevar siempre le había relajado pero esa noche era distinta. Un escalofrío le recorrió cada parte de su ser y el miedo, comenzaba a paralizarla. Podía utilizar la magia para no sentir, solo dejarse llevar y terminar aquella tortura. No sentiría ni siquiera la presión del desconocido, menos el placer, dejaría la mente en blanco, recogería el dinero y fin.

El momento llegó, la puerta se abrió de golpe y no se giró. Tuvo la esperanza de no recordarlo pero en un segundo, inundó sus pensamientos…llevándole a la cabaña en donde pudo ocurrir. Tuvieron ese mísero instante, un momento perdido en el tiempo. Esperaba, rezando mentalmente para que no durara demasiado. Aquella risa le hizo abrir los ojos, no, no podía ser él . El hechizo había funcionado, ¿todo sería más fácil?

Su voz imponente pero acariciadora, la misma calidez que sintió aquella vez. sus dedos abrasaba su piel, sus labios eran tan parecidos, idénticos a los que pudo saborear aquella noche, en la despedida. Jirones que cayeron al suelo, como su propia vergüenza. Iba a pertenecer a alguien que no amaba, solo quería saciarse y nada más. Se dejó vencer, necesitaba también alcohol y no dudó en arrebatarle la botella para beber un largo trago. Tosió por la inexperiencia, podía sentir el calor en su garganta… la respiración entrecortada y mirada fija en el suelo, era esclava de aquel hombre…

-Mon démon -murmuró contrariada, juraría que el hechizo funcionaba demasiado bien. Fue ella quien buscó sus labios un segundo , perdiéndose en el infierno -Acaba con mi tormento - suplicó enredando sus dedos en los cabellos, cerrando los ojos para no apartar de su mente la mirada del licántropo, aquel que la tenía totalmente atrapada.

La fuerza sobrepasaría la razón, ojos cerrados que se negaba a abrir para darse de bruces con la realidad porque su demonio, aquel ser que la había condenado…no podía estar frente a ella. Sus labios susurraron su nombre, seguidos de una agradable melodía, el canto de una sirena… aquel que esa noche le impidió su marcha dedicarle.

- Puedes tomarme, tomaras mi cuerpo pero no mi alma. Mi alma, ya pertenece a otra persona. Matarme en tu delirio sería lo más acertado. Me di cuenta que ya nada será igual. Porque creí haber condenado a un alma oscura y fui yo en su lugar. Mátame, rápido y sin dolor. Tómame si tanto lo anhelas pero que no dure demasiado. No me enteraré, ni me inmutaré, mi dolor es mucho más fuerte… no pague si no quiere. Solo si acaba con mi vida… podré olvidar -entreabrió los labios, el aire le faltaba, demasiadas emociones…se sentía tan cansada -Vas a ser el primero y el último -acarició sus mejillas, de nuevo aquel roce que le quemaba la piel…
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Mensaje por Aúkoc Lican Lun Ene 16, 2017 4:10 am

Mi boca surcaba su piel, el alcohol debía ser del bueno, y yo iba muy borracho, porque su olor era exactamente el mismo, jazmín, fuego, maderos y mar.
Cerré los ojos dejándome llevar a aquellas aguas donde su piel desnuda, como la de esta prostituta me incendiaron llevándome a un punto desconocido, uno en el que quedé preso de un hechizo que no lograba sacar de mi.
La necesitaba, yo el demonio mas oscuro encadenado por aquel ángel que me había cortado las alas y abandonado a mi suerte en un limbo donde no había nada.

Me arrebató la botella, al parecer ella también necesitaba beber, observe como sus labios se apoyaban en la boquilla, como el liquido entraba abrasando sus ganas.
-Eres idéntica a ella, estoy perdido -susurré acercándome de nuevo a su piel, apartando la botella de un manotazo para apoderarme de su boca con sabor a whisky.
Mi lengua serpenteo entre jadeos aplacándose entre sus labios, sentía como ardía el fuego cuando sus manos, tímidas surcaban mi piel por debajo de la camisa.

Fue entonces cuando hablo, me llamo mi demonio, igual que aquella ultima vez, esa que separó nuestros caminos y que me condenó a amarla en silencio eterno.
Un demonio enamorado de un ángel, apenas podía contener la risa. ¿Cuando me convertí en un ser tan patético?
Me separé aturdido, esa voz, la de la sirena que me encontró, angelical, frustrarte, era ella...¿que hacia en un burdel?
Mis ojos se hundieron en sus aguamarina, lo dijeron todo sin decir nada, hablaba de que acabara con su vida mientras buscaba de nuevo mis labios para torturarme no solo con palabras si no con echos.

¿Matarla? Saque el cuchillo que posé en su pecho, eso debería hacer, acabar con ella y con su ultimo aliento, acabaría mi sufrimiento. Maldito era el cielo y sus ángeles alados, esos que no necesitaban el filo de un cuchillo para herir de muerte el corazón de un desgraciado.
Tensé el gesto ,apreté el cuchillo entre mis manos, seria tan fácil, yo volvería a ser quien era y ella volvería a ese cielo del que nunca debió salir.

Solo podía contemplar sus labios mientras me incitaba al mismo fin, temblé, mi mano tembló hasta que el cuchillo cayó y yo de rodillas tras el, derrotado ,vencido por una mujer y su voz..me sumí en mi propio infierno suplicando a Hades que me llevara pues no era digno de mis alas cortadas.

No despertaría su lastima, ni su compasión, no las quería, solo sacarla de ese burdel, de la realidad que ahora vivían mis ojos frente a ese cuerpo desnudo.
Me alcé como lo hace la tormenta en una noche de verano, arrasando todo a su paso, los muebles de la habitación volaron contra las paredes.
Furioso ante la idea de que otro la hubiera tocado.
Mis puños se hundieron en las paredes que se quebraban a mi paso, hasta que nada quedo en pie excepto el demonio y el ángel mirándose de frente entre tanto caos.
-Dime que no te han tocado -no sonaba a pregunta, no porque no podía aceptar un “si” como respuesta.

Mi mano aferró su brazo -¿en que pensabas? ¿vas a regalar tu cuerpo? ¿por que? ¿me quieres torturar y ya no sabes bien como?
Maldito ángel que eres peor que yo, me arrastras al abismo una otra vez, ojala me hubieras dejado morir en la playa, al menos conservaría el honor.

Tire sobre sus hombros las pieles cubriendo su desnudez, mi mano aun aferrada a su brazo la empujo hacia el exterior de la habitación ,ella era mía, o quizás no, pero no me importaba, la sacaría de ese lugar y pobre de aquel infeliz que se interpusiera entre la salida y yo.

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Mensaje por Maia Moreau Mar Ene 17, 2017 1:27 pm

El infierno había creado al ser más perfecto ante sus ojos. El alma oscura, el demonio, la tenía totalmente hechizada. ¿Y si había rebotado contra ella el hechizo? No podía dejar de mirarle fijamente, el demonio estaba tan vencido como ella. Totalmente sumergido en el alcohol y la desesperación, realmente creía que era ella, no la veía con claridad. Mezcla de sensaciones porque no solo sintió alivio, también tristeza y desesperanza.

El destino quiso que se encontrasen en aquella habitación, una vez más ¿la última? La última creyó ser cuando se despidieron en aquella calle, aún sentía el olor del ambiente, mezclado con el de ambos. Estaba allí, frente a ella. Claudicaba que le matase, acabase con todo ¿quién mejor que él para arrebatarle la vida, se quedase con su alma? Ya era suya. No se inmutó cuando sacó el cuchillo, es más, envolvió sus pequeñas manos apretando un tanto más. Pequeña brecha que sangraba, un hilo de sangre manchó aquel camisón inmaculado.

Y lo entendió, comprendió que lo amaba más que a su propia existencia. Comprendió que aunque él la matase, sería la más leal y fiel prueba de amor. Suplicó con la mirada que acabase con todo, terminase con aquellos sentimientos prohibidos. La mano libre, se deleitó en acariciarle la mejilla con mucha suavidad, volviendo a darle un respiro a su alma, dándose a ella misma ese regalo. Mano que quedó en el aire, sensación de impotencia por su ataque de ira. Seguía con la mirada al frente, cualquiera podía creer que los ruidos eran por sexo y desenfreno cuando ambos estaban atormentados.

-Mi cuerpo no tiene valor, no iba a entregar mi alma. Ya le pertenece a alguien -sonaba calmada, diferente a cómo él se encontraba, tiró de su mano para que no saliesen de la habitación. Ambos necesitaban calmarse y no sabían bien como. Dejó escapar un suspiro, al volver a entrarle en la habitación. Siseó para que su respiración se calmase. Ella, seguía observándole como si fuese el mismo dios que había venido a salvarla, un ángel caído , el más hermoso de todos.

-Necesitas un baño caliente. Lo dispuse para mí, ven -con suavidad, enredó sus dedos como en aquella laguna, lo llevó hasta allí. Una bañera en la que flotaban pequeños jazmín los únicos que le quedaban. Pastilla de jabón en mano, su mano extendida para que la tomase, aún no le había respondido si alguien la había tomado. -Limpia tu cuerpo mi demonio, enfermarás… yo me dedicaré a limpiar tu alma - apoyó la mano libre a la altura de su corazón y él pudo sentir esa calma, pureza y tranquilidad cuando estaba con ella.

Dejó que se introdujese en la bañera, dejó las pieles a un lado, la habitación tomó una temperatura cálida, donde los acogió. Siseó para ser ella quien le despojase de su ropa, estaba hecho un desastre, igual que la primera noche. No perdía la sonrisa, sus dedos surcaban su piel hasta dejar que la ropa cayese por su peso y por fin disfrutase de aquel baño. Le dedicó una sonrisa, aún no había sido todo lo sincera…

-Ibas a ser el primero. Creí que mi hechizo funcionó. Me lo hice a mí misma, para cuando ocurriese no sentir, ni oler, ni ver a otro que no fuese…que no fuese mi demonio. Apenas la magia me sustenta, tuve que recurrir a esto, el invierno ha helado las plantas con la que me ganaba mi jornal. La comida escaseaba y ni siquiera tenía fuerzas para… calentar mi cuerpo -se arrodilló a su lado, esperando que le dejase limpiar su cuerpo, dar calma a su alma.
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Mensaje por Aúkoc Lican Mar Ene 17, 2017 3:47 pm

Como si su voluntad fuera mas férrea que la mía, no se inmutó, mi mano tiraba desesperada de un cuerpo que no se movió, para sisear en silencio tratando de calmar el mio.
Cerró la puerta de nuevo buscando mis dos tormentas que ahora ámbar lanzaban rayos y centellas sobre ella.
Respiración agitada del demonio que la enfrentaba, su calma no lograba relajar mi cuerpo, mas sus manos obraron un extraño milagro.

Cerré los ojos confundido, sus palabras eran la mas dulce de mis condenas, juraba pertenecer a alguien y por un momento supuse que algún dios merecía su favor, pues aquel ser no era terreno, no podía regalar su alma, mas si su cuerpo.
Cuerpo que me pertenecía y al que me aferré desesperado, sintiendo como mis labios se perdían en su cuello atormentados.
Aquel olor, puro, a jazmín, a mar, a fuego, era todo lo que me evocaba al recuerdo de su cabaña. Por unos momentos deseé que siguiéramos allí, que este fuera nuestro primer encuentro, quizás el orgulloso guerrero hubiera confesado que había quedado preso de su pureza, que sus alas negras se marchitaban frente a ella.

Necesidad, afirmaba que tenia que calmarme, mas como hacerlo si ella era el motivo por el que no había calma, ni paz en mi cuerpo.
Un baño fue su propuesta y como un niño me dejé guiar de nuevo por el ángel que con sus ojos agua marina parecían dispuesto a vencer al demonio en esta gesta.

Mi espada calló al suelo, acero vencido sin necesidad de escudo ni hacha, le basaba una palabra para convertirme en su esclavo, hubiera hecho cualquier cosa por ella, hasta arrancar mi corazón del pecho y servirselo en bandeja.
Para ese entonces mi alma también pertenecía a alguien, y no era Hades si no la mujer que frente a mi parecía dispuesta a jugar con ella.

Me adentré en la bañera en silencio, la paz reino en esas aguas que me recordaron a las marismas del cielo.
Cerré los ojos sintiendo como sus dedos apartaban cada capa de mi ropa en completo silencio. Estaba tan borracho que apenas era consciente de como cada caricia erizaba mi piel y como su boca acaparaba cada mirada de unos ojos que no veían mas allá de aquel ser.

Su mano en mi corazón, odiaba esa sensación de paz, esa que junto a ella me engarbaba ofreciéndome un mundo que no merecía ¿acaso no me había visto arrancar un corazón?
Me sumergí en las cristalinas aguas con olor a jazmín y flores secas, ella se acomodó tras de mi, arrodillada, contemplando a la bestia que había cazado.

Su voz de nuevo me embriago, dulce, mentía, decía esperarme a mi, mas no me había llegado misiva, solo la casualidad había hecho que la volviera a encontrar.
Pero la mentira sonaba tan bien que yo deseaba convertirla en verdad.
Ni una palabra escapo de mis labios, me limité a cerrar los ojos y echar la cabeza atrás, necesitaba sus caricias mas que el respirar.

-Maia, deja que te lleve a otro lugar, la luz no te da de comer, deja que mi oscuridad te envuelva solo una vez, un hotel, tu, yo y el infierno para los dos.
Nuestro amor esta prohibido desde antes de nacer, la diferencia es que a mi no me importa luchar por el.
Estaba tan borracho que no era consciente de lo que acababa de confesar, guarde silencio, no me estaba permitido amar.
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Mensaje por Maia Moreau Jue Ene 19, 2017 4:37 pm

La casualidad, los pasos perdidos y el deseo irrefrenable de que fuese él y no otro, le llevaron hasta allí, a ella. Maldito destino que se lo entregaba por una noche, para cumplir su único deseo…pertenecerle por primera y última vez. Aún no podía creer que el demonio estuviese ante ella, como si lo mereciese. ¿Merecía tanto? Cuando era una maldición ya su propia persona, sentir más que necesidad de ayudarle… ¿qué sería aquel sentimiento? Le invadía todo el cuerpo, solo con rozarle perdía la noción del tiempo e incluso de quién era sí misma.

Pretendía calmarlo y calmarse a sí misma, sintiéndose culpable de aprovecharse de la situación, condenarles más a ambos. Una Vez que se habían vuelto a encontrar, dudaba que alguno de los dos quisiese dejar escapar al otro esa noche ni ninguna otra. Incapaz de mirarle a los ojos, se condenaría pero qué ilusa si ya se había condenado. No dejó de pensar en el demonio ni un instante, sin poder odiarle… pues le era imposible, le mostró su naturaleza y aceptó cual era la de ambos. Ella en su haz de luz y él condenando almas inocentes entre las sombras.

Sus manos, se hundieron en el agua, tomando temperatura cálida y frotar las manos con el jabón, impregnándose de éste. Quería calmarle del todo, olvidase incluso que ella estuviese allí. Sus manos se hundieron en su cabello, desde atrás, devolviéndole la imagen de la primera vez y que desapareciese ese aspecto desaliñado. Jabón a flores blancas, refrescante y relajante. Le parecía un sueño el simple hecho de tocarle, no contenta con eso, su nariz se deslizó por su mejilla, siseando contra sus labios.

-No pensemos ahora en eso, disfruta del baño, devuélveme a mi demonio -susurró muy cerca de su oreja, bajando las manos hasta sus hombros y deslizar los dedos por sus hombros hundiéndolos en su piel, dedicándole un delicioso masaje. -Amor -sonrió sin querer, no podía creer que de sus labios prohibidos saliese la palabra amor. Dejó de tocarle para rodear la bañera, mirarle fijamente desde su posición, deslizando el dedo índice por la bañera.

No dudó, se hizo hueco dentro para quedar entre las piernas del demonio. Ambos desnudos, deleitándose en la sensación de tenerle entre sus brazos. Él ya lo haría pero quiso tomar ambos brazos del demonio y envolverla por entero, sentir su calor, su presencia. Fue tal las emociones que tuvo que bajar la mirada un segundo, las lagrimas habían poblado sus ojos, cayendo al agua y no poder tan siquiera poder decir nada, a veces no hacía falta.

-No puedo tener tanta suerte -sonrió, girando el rostro. El hermoso rostro de la joven, surcado de lágrimas, no podía ser más conmovedor. No hacía falta preguntarle, se podía ver la desesperación en su mirada, no quería que se fuese, no podría soportarlo una vez más -La luz y tu oscuridad, no casan . Me mostraste quien eras, de lo que eras capaz y te juro que deseé me quitases la vida. Prefería morir a no sentir -quería mirarle de frente, quedando de rodillas , tomando su rostro entre sus manos [color=salmon]-¿Luchar? Te derrotaría tu propia lucha, no quise dejarte allí, mi hechizo se quedó en el aire, de verdad pensé que no sentías nada por mí, como si fuese simplemente una ilusión ¿lo es? [/colot]-apoyó su frente en la ajena, intentando no perder en la batalla que era el volver a besarle, comprobar que no era magia, la magia se volviese real…

Se atrevió, tentar a la suerte, buscando sus labios y rozarlos, perderse en ellos y sellar el pacto entre los dos, había mordido de la manzana prohibida y estaba dispuesta a comerla entera.
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Mensaje por Aúkoc Lican Vie Ene 20, 2017 5:42 am

Sus manos se hundían en la cálida agua que cubría mi piel, enjabonadas recorriendo mi cuerpo que cedía frente a cada caricia, su aliento en mi nuca tambaleaba mis cimientos. Ojos cerrados, me sentía en calma pese a que sus dedos me incendiaban, paz, eso que no conocía, un sentimiento que se aferraba a mi pecho esperando que el demonio se atreviera a gritarlo a los cuatro vientos.

Como si fuera adivina, ella lo dijo por mi “amor” palabra de cuatro letras que definía a la perfección el porque mi corazón latía con fuerza y porque ella se había adueñado de mi mente quedándose a vivir en ella.
Abrí los ojos de golpe, contemplando a ese ángel que parecía descubrir con sus orbes aguamarina mis mas profundos secretos.
Su dedo se deslizo por el borde de la bañera, mi mirada se perdió en un cuerpo inmaculado, de tez blanca y pura como la propia nieve.
Sus pies se adentraron en el agua, tras ellos el resto del cuerpo. Mis labios se entreabrieron, dejando escapar el aire.

Su cuerpo se orilló al mio, era el faro mas brillante que jamas había contemplado y mi navío lo buscó desesperado como si fuera su único modo de encontrar puerto.
Su espalda contra mi pecho, aquel ángel alado se envolvió con mis plumas negras, como si aceptara que mi oscuridad formaba parte de su luz.
-¿Estas segura? -pregunté contra su oído moviendo con mi aliento los mechones de su pelo.

Mis dedos acariciaron sus manos, silencioso llanto de mi ángel consciente posiblemente de la cruenta realidad, que el mal y el bien no encuentran nunca el modo de convivir. Una efímera fantasía que no podía traspasar mas allá de esta bañera, de esta cámara en la que ambos habíamos firmado una tregua sin necesidad de palabras.
Su rostro se giro para enfrentar mi oscurecida mirada, hablo de la suerte que albergaba, mientras mis dedos surcaron sus ojos anegados en lagrimas para limpiar cada gota de agua salada.
-Se que mi oscuridad es abismal, se que crees que tu luz me salvara, pero ¿y si no lo hace? ¿y si mi naturaleza es tan fuerte como la tuya? ¿Y si no me siento perdido dentro de mi maldad? ¿ y si lo que temo es justo lo contrario? No se ser bueno.

Se arrodilló frente a mi, parecía conocer bien mi desazón, mis miedos, dispuesta a recibir contra sus labios aquellas confesiones que jamas hubiera hecho a nadie.
Quería saber si sentía algo, mas a su vez me aseguraba que de luchar perdería, pues nuestro amor estaba sentenciado a muerte incluso antes de que nuestros labios se unieran.
-Te amo -gruñí apoderándome de su boca, acercando con mi mano enredada en el cabello de su nuca, el rostro de un ángel que me advertía sin palabras que la gesta estaba perdida y que el encuentro no duraría mas que la efímera utopía creada.
-No vuelvas a hacerlo -susurré contra su boca.
Suplica silenciosa para que no me abandonara, is ojos brillaron no solo por el alcohol, si no por contener el dolor que sentía en mi garganta, un nudo que me ahogaba.

¿Acaso no se daba cuenta de lo desesperado que había acudido frente a ella? ¿no se daba cuenta de lo borracho que estaba? ¿de que no sabia vivir sin el ángel que había cortado mis alas?
De nuevo parecía desear condenarme al abismo, robarme su luz, notaba como sus labios envolvían los míos, como su lengua surcaba el mar con mi navío.
Necesitaba su aliento mas que el aire, mas que a la luna que como madre me arropaba al sentirse llena.
-Se que te iras -susurré con los ojos cerrados, volviendo a apoderarme de sus labios, dando un tirón a sus caderas para alzarla sobre mi endurecida virilidad en alza.
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Mensaje por Maia Moreau Sáb Ene 21, 2017 7:25 am

El abrazo del demonio, dio vida al ángel. Atrapado entre sus brazos, aquellas alas negras de las que había renegado para que él fuese libre. Su calidez le hacía olvidar realmente quien era, quiénes eran. ¿Por qué no dos simples personas que se habían encontrado en un punto de sus vidas? Su voz, dibujó una sonrisa tierna ¿si estaba segura? Los ojos aguamarina, buscaron los ajenos, dándole la respuesta. Besó cada uno de sus dedos, despacio y sin prisa, regalándole esa pequeña fracción de tiempo, apurando hasta el último segundo.

Dos palabras lograron que la respiración se le entrecortase, fundiéndose en la lava de su infierno, derritiéndolo todo a su paso. Necesitaba aquel beso más que cualquier sustento. Sus manos tomaron su rostro, devolviéndole el beso, no podía ser un ángel si besaba con ese fervor, esa pasión desmedida…último segundo de vida. No entendió “no vuelvas a hacerlo” pero no le importó, le apremió con un nuevo beso cargado de necesidad. Esta vez era ella quien no podía dejar de beber de su boca de pecado, buscaba su lengua, respiraba de su aliento, bebía de sus labios. Negó, rozando ambas narices, sonriendo con los ojos cerrados.

Siseó para que no se moviese, memorizar aquel momento en el que le quemaban los labios , la piel y el alma. Se estaba condenando pero no le importaba, apartó las voces que le advertían que el demonio, el suyo… la traicionaría. Cegada de amor, de deseo y desesperación, necesitaba tenerle cerca, cruzar la verja del jardín del infierno y quedarse a vivir, allí para siempre, llenar de luz aquel lugar inhóspito donde no había esperanza.

-No puedo irme si ya llegué donde quería ir, donde mis pasos me han llevado -apartó los mechones rebeldes de su rostro, sin dejar de sonreír, el calor le había devuelto el calor en sus mejillas, labios prohibidos que ahora… sabían al demonio -En todo caso, te irías tú. Huyendo de tu libertad, de una nueva oportunidad… no sé qué pase pero sí lo que deseo ahora mismo y…es ser tuya. -tragó saliva, voz aterciopelada , le había regalado sus deseos y ambos deseaban lo mismo.

No estaba en sus trece, podía ver su mirada perdida por el endemoniado alcohol. Se acomodó en su regazo, dejando que él se deleitase en el tacto de su piel, solo deseaba fuese cuidadoso, jamás había estado en semejante situación ni tampoco la había deseado con tanta locura. Sonrió mordiéndole el labio inferior para captar su atención.

-Si ocurre, si por fin…eres mío. Quiero que lo hagas cuando el alcohol se haya ido de tu cuerpo. Deseo lo recuerdes -sus palabras golpearon contra sus labios, éstos se desviaron hacia la piel de su cuello, marcándolo con su luz, deleitándose en los primeros besos que él se había ganado. Rió al notar como se le erizaba la piel, maldito ángel que jugaba con fuego y que sus labios, mordiscos que comenzaron a torturarle.. pedía más, rogaba que fuesen devueltos como se merecía -Nadie sabe que estamos aquí, nadie tiene porqué saberlo. Vete pero conmigo a otro lugar donde solo somos tú y yo, Maia…Aúkoc, ni ángeles ni demonios. Volveré a decírtelo, ser tuya. Solo tuya -dejó un beso sobre sus labios, prometiéndole todo.
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Mensaje por Aúkoc Lican Sáb Ene 21, 2017 11:19 am

Amor prohibido que quemaba, que devastaba, que arrasaba con los cimientos de unas creencias que tenia gravadas en mi piel a fuego desde mi tierna infancia. Su boca era un incendio capaz de tambalear hasta al mas aguerrido de los demonios del infierno y yo, yo era su lacayo, pues me sentía preso de sus ojos y de sus labios.
Dejé que su aliento me embriagara, mientras mis manos serpenteaban por cada recoveco de esa piel inmaculada que no solo me hacia desearla, si no amarla.
¿Cuando perdí el norte? Cuando sus ojos me miraron y su voz me hizo temblar, cuando me mostró sus alas sembrando en mi corazón un sentimiento que me desconcertaba.
Ansiaba creer cada una de sus palabras, como si pudiera suceder un milagro y yo fuera merecedor de su gracia.


Cerré los ojos perdido en cada beso que me dio, entreabriendo la boca para acoger desesperado su lengua que marcó la mía como suya, danzando en un baile eterno cargado de promesas tibias. Piel tatuada con su aroma por allá donde sus dedos se paseaban.
Mis manos en su cadera, suplicando que sintiera la necesidad de pertenecerme aquella noche sin estrellas.
Gotas de agua surcaban cada centímetro de nuestra piel, cuerpos que encajaban como si de un modo u otro hubieran sido creados para estar piel con piel.


Maldita la conciencia que aun completamente ebrio me gritaba que la estaba condenando a la oscuridad de mi alma, traté de hacer a un lado esa voz, desahuciado en mi propia guerra, dos demonios luchaban a muerte acero en mano.
No había paz para los de mi calaña, mas junto a ella creía existir esa esperanza.
Sabia que no era justo, que ni siquiera necesario, que la tentaba atrayendola al infierno cuando ella huyo de mi interponiendo distancia.
Veníamos de dos mundos opuestos.


Quería crear un limbo para nosotros, uno donde no existieran los ángeles ni los demonios, donde no tuviéramos que esconder la naturaleza de nuestras razas, ella luz, yo oscuridad y si ¿simplemente vivíamos en penumbra?
Sabia que Nessanie la mataría de conocer lo que sentía por ella. Yo venia de un mundo donde no estaba permitido amar, donde la traición se castiga con algo peor que la muerte y donde la luz se marchita tan rápido como lo hace un eclipse.


Sonreí como un idiota cuando dijo que yo era su destino que no se iría pues me quería, palabras que me supieron a verdad, que me dieron fuerza y un arranque pasional que devoro su boca atrayendola aun mas.
Mis ojos ámbar la buscaron, el lobo emergía del fondo del mar, gruñí deslizando mis dientes por su mandíbula, su cuello mi destino, rugido contra su suave piel cuando la marque con mis colmillos.


Sus dedos peinaron mi pelo, ambos jadeando frente al otro, de nuevo su voz me embriago, quería que la tomara, mas no así, no ebrio, pensaba que olvidaría cada segundo, no sabia lo equivocada que estaba.
-He tratado de olvidarte todo este tiempo -mis ojos se fundieron en los ajenos -no sera el alcohol lo que me haga olvidar este momento.


Cerré los ojos posando mi frente en la suya, estaba demasiado ansioso, mi lado salvaje rugía por devorarla y sabia que el alcohol, no harían que lo olvidara pero si que fuera demasiado rudo con un ángel que merecía mucho mas que embestidas.
-Ayúdame -susurré -abriendo los ojos para enfrentar sus aguamarina con mis ámbar mientras jadeaba.




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Mensaje por Maia Moreau Mar Ene 24, 2017 1:42 pm

Amor. Debía de ser amor, miradas que quedaron atrapadas en el otro. La de ella clara , cristalina, pura e inocente…la de él oscura, sin un ápice de luz, sediento de venganza y muerte pero indudablemente era buscarse y encontrarse en un punto del camino en donde no les llevaba si no a los brazos del otro . ángel negro que bajó del cielo para condenarla , demonio que le incitaba a cruzar las puertas del infierno y bien sabía que lo haría, por él.
 
No era merecedora de tenerle bajo el mismo techo, la última vez se despidieron para siempre y ahora, allí sus almas volvían a bailar deseosas de no separarse nunca. Ojos oscuros que eran capaces de acariciarle, de amarla en silencio. Solo esa noche, bastaban horas para que por fin  sus cuerpos se encontrasen, se fundiesen en uno y ahí sería entonces cuando no importaba la luz y la oscuridad, ellos dos mirándose a los ojos, acabar con aquella tortura que los había condenando . Maldita y dulce condena con la que cargaría para siempre con solo tenerle una vez. Un ser como aquel no podía amarla, no debía. La luz terminaría sucumbiendo a la oscuridad pero ella, temía más por sus alas negras… el castigo de los demonios no se diferenciaba mucho del de su mundo.
 
Las voces seguían susurrándole , prohibiéndole que se acercase a él pero más las oía gritar, más era la atracción que sentía por aquel demonio que la condenó y cautivó desde el primer segundo. Sonrió por sus palabras, a ella le había pasado lo mismo salvo por una gran diferencia. Sus ojos azules se entrecerraron un instante, deslizando las manos por su pecho desnudo, quería dibujarlo con su tacto, deleitarse en cada poro de su piel. Se negaba a dejarle marchar, ya lo había hecho dos veces y una tercera sería acabar con su propia existencia. La magia la estaba perdiendo, como una pequeña vela blanca que se iba consumiendo.
 
Y ella, estaba más delgada. Apenas había podido probar bocado si no era allí, en el burdel, aquel sitio que no miró condición ni la juzgó, la arropó y le brindaron la ayuda que necesitaba pero no todo era gratuito, tenía un precio y lo iba a pagar con creces. Su pureza, su virginidad, se quedarían en aquella habitación. Cambios que estaba dispuesta a asumir, no le quedaba otra si quería sobrevivir y es que sus poderes… le abandonaron como sus esperanzas de volver a encontrarle. “Ayúdame”. Él pidiéndole ayuda, una que no tardó en recibir.
 
Tomó ambas manos, para que ambos pudiesen salir de la bañera, despacio. Él pagó su tiempo y podía estar lo que desease. Buscó toalla para ambos, ella se la enredó en el cuerpo y otra, se la echó a los hombros, tapando aquellas alas negras que acababan de ser acariciadas por un ángel. Lo llevó hasta la cama, lo único que quedó en pie tras su ataque de furia. Sus ojos azules, lo recorrieron a medida que tomaba la toalla e iba secando cada resquicio de su cuerpo, ambos habían entrado en calor y ahora, allí, tumbado en su cama…parecía serle ofrecido como el manjar más exquisito, probar lo que no debería. Se le iba haciendo de lo más apetitoso. Tuvo que contener la respiración unos segundos antes de inclinarse a su rostro, peinar sus cabellos azabaches con los dedos, qué hermoso era, tan atractivo como un dios griego ante sus ojos.
 
Se recostó a su lado, mirándole a los ojos, siseando para que no dijese nada, la otra mano seguía secándole con mimo el cuerpo, como si sus poderes hubiesen vuelto y se dedicasen a mimar cada parte de su ser.
 
-Ayúdame tú a comprender todo esto. - besó su mejilla, apoyando la frente en ésta, sonriendo contra sus labios unos segundos antes de tomarlos para besarlos -Condéname. Hoy, siempre -lo susurró con firmeza, como si otra cosa no le importase.
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Mensaje por Aúkoc Lican Miér Ene 25, 2017 3:56 am

Manos que en una caricia tiraron de mi hacia el exterior de la tina, cuerpos mojados que se buscaron , ojos que parecían sentenciados a pecar aquella noche en la que no existiría redención para ninguno de los dos.
Hoy poco me importaba el cielo o el infierno, igual me daba que lo nuestro estuviera condenado al exilio eterno, pues yo no podía elegir no amarla, aunque lo intentaba.

Durante varias noches sumido en el alcohol trate de olvidar su olor, su voz, sus ojos, su piel..iluso el demonio que pensaba sumirse en aquella oscuridad que siempre funcionaba, colocado busco la autodestrucción en otras piernas, en otros labios, convencido de que al despertar Maia solo seria un efímero recuerdo sin mas.
Me equivoqué, no hubo paz al despertar, solo resaca y mas desesperación ,pues su recuerdo seguía presente no solo en mi maldita cabeza si no en mi corazón.

Era consciente de que nuestro amor estaba prohibido, era consciente de que aquello no tenia ningún sentido y lo peor, era consciente de que por mucho que deseara un futuro, solo docenaria a esa mujer a vagar como alma perdida en un limbo.
Amor, maldita palabra de cuatro letras que hoy había sajado mi piel adentrándose en mis entrañas como una maldición, ojala pudiera arrancar de cuajo ese corazón que hoy se quebraba frente al ángel cargado de dolor.

Hoy todo era distinto, ella parecía aceptar como yo, que hay luchas que están perdidas incluso antes de ser gatadas, esta era una de ellas, por mas que uno u otro decidiéramos caminar en la dirección correcta, el sino volvía a jugarnos la misma mala pasada, uniéndonos uno frente a otro, incapaces ambos de dejar de mirarnos.
-Mintamonos, di que solo sera una noche, que mantendremos nuestras alas, tu blancas, yo negras, miénteme, pero no te vayas, hoy no. -supliqué dejándome caer en la cama mientras ella siseaba para que guardara aquel estúpido silencio que ya no importaba.

No era necesario hablar cuando su mano se balanceaba sobre mi piel secándola de un modo distinto. Dulce condena a la que estaba sumido mientras mis ojos dibujaban cada uno de esos rasgos de los que no era merecedor.
Hermosa la luz que desprendía aquella mujer que hoy parecía dispuesta a amarme aunque solo fuera por una vez.

Sus dedos peinaron mi pelo, mientras nuestros alientos se fundían en uno cargados de deseo. Ya no había solución, para ninguno de los dos, mis alas envolvieron su cuerpo cuando esta se recostó a mi lado hundiendo sus orbes aguamarina en las tormentas de los míos.
Rayos y centellas eran poco para el fuego que desprendían nuestros cuerpos.
¿Ayudarla a comprender? ¿Como? Si yo era incapaz de encontrar una coherente explicación a todo esto.

Nuestros labios se encontraron con suavidad, deleitándonos en el sabor de lo prohibido, lengua de fuego que traspaso el desierto de sus labios, encontrando el manantial no permitido. Jadeé contra su boca cargado de necesidad, incapaz de entender ahora, como había sobrevivido tanto tiempo sin agua cuando me encontraba tan sediento.

Mis dedos se deslizaron por su mejilla, trémulos, incrédulos de que esa mujer que había visto tantas veces en sueños fuera real, estuviera allí, ofreciendomelo todo cuando yo no merecía nada.
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Mensaje por Maia Moreau Vie Ene 27, 2017 4:44 am

El ángel creía que con solo una noche bastaría pero la verdad era otra, iba a condenarse a pertenecerle por siempre. No podía huir de la realidad, quería permanecer allí, a su lado sin importarle si sus alas blancas se tintaban de negro ¿acaso los ángeles caídos no eran hermosos? Él lo era, más aún cuando a su lado, brillaba esa luz que nadie se negaba a ver pero ¿Acaso importaba? Era consciente de que no solo eran diferentes, no debían tan siquiera estar cerca, mirarle a los ojos, respirar su mismo aire pero ¿quién iba a condenarles? Esa noche de lluvia, lluvia que le había llevado hasta ella.

Ya estaba maldita, ahora entendía el sentido de esa palabra. Maldición que tenía nombre “amor”. Nunca tuvo ningún ápice de amor, criada en aquel orfanato, solo se tuvo a sí misma y sus poderes, maldita con esa belleza natural que cautivaba a cualquiera que la mirase. Él no la miraba de ese modo, si no de una forma diferente como si para él fuera su tesoro más preciado. La lucha estaba perdida o quizás acababa de iniciarse. No podía dejar de mirarle, de pensar en qué sería su vida ahora si al día siguiente él tuviese que marcharse. Le pedía una noche pero ambos sabían que una noche no bastaría pero al menos lo tendría esa noche, lo demás no importaba.

-No sabemos lo que pase mañana pero hoy no, no voy a dejarte marchar . Déjame mostrarte y me muestres lo que hemos intentado evadir y ha sido imposible -¿qué mejor manta que el propio cuerpo de ambos para calmar el frío? El frío de sus almas , calmado por el abrazo que las alas del ángel lo envolvieron. Sonrió antes de unir sus labios, un beso lento, cargado de impaciencia. Había pasado tanto tiempo que en el momento en el que sus labios se unieron, todo quedó reducido a cenizas.

Se sentó en su regazo, inclinándose a su rostro. Labios rosados que rozaron los ajenos con infinito cuidado, tentando al demonio, tomándose su tiempo por si esa era su primera y última noche. No dejó de peinar sus cabellos, abrió un instante los ojos para mirarle a los ojos y besarlo sin cerrarlos, quería experimentar esa sensación. Sus cuerpos se buscaban impacientes, tuvo que cerrar los ojos con fuerza por la sensación de sentir como sus pechos reaccionaban al acariciar el torso del ángel caído.

Gimió entre besos, sin poder evitar el buscarle con más picardía, una inexperta. Labios que bajaron por su cuello, beso a beso, iluminando su piel seguido de su nombre. Ambos sentados en la cama, mirándose y devorándose con una simple mirada, manos que se deslizaban por sus costados y por las sensaciones, hubo un instante en el que echó hacia atrás la cabeza para que el demonio la marcase con sus labios. Le perteneciese.

-Si vamos a pecar prefiero que tus labios lo hagan, tus manos me tienten y tu cuerpo me condene para siempre. No me importa, pues ya me condené…desde el primer instante en el que el mar te llevó ante mí y por necia, te dejé ir
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Mensaje por Aúkoc Lican Vie Ene 27, 2017 1:27 pm

Mi regazo su trona, nuestros cuerpos, fuego, cielo e infierno que parecían decididos a encontrarse, a fundirse en uno, olvidando que perderíamos las alas ambos por desafiar a dios y al demonio con nuestro gesto.
Hoy poco me importaba todo aquello que no existiera en las penumbras de esa habitación, mas, cuando sus labios atrapaban con su aliento, mi cordura y mi razón.

Me dejé hacer, ojos cerrados que sintieron su lengua saboreando cada sendero que ya conocía mas a mi me sabia a nuevo. Boca perfecta, oasis de paz, gesta en la que había quedado desarmado, pues mi espada ya no estaba entre mis manos.
El amor era eso, bajar los escudos, amar sin importar las consecuencias quedar herido. Era consciente de que cada beso me hacia sangrar, de que sus dedos paseando por mi piel dibujaba nuevos jirones a los que temer, mas nada me importaba si al final de la noche, ella accedía a reinar en mi infierno.

Sus pezones contra mi torso, gruñidos que dejaban claro hasta donde el deseo llegaba a ser inhumano.
Aullé, no a la madre luna si no a la mujer que era dueña de mi fortuna, la única por la que me había planteado traición alguna.
Mis manos se apoderaron de su cintura, necesidad al hundirse los dedos en sus caderas, haciendo que bailaran sobre mi glande, arrastrando mis jadeos contra su boca como si fueran tormentas cargadas de truenos.

Sus labios sentenciaron el camino del reo hacia la guillotina, cada roce, cada beso era un paso hacia esta. La amaba, hubiera firmado mi rendición en cualquier gesta si al final de la horca me hubiera esperado ella.

Jadeé perdido en su olor, en cada roce que me hacia fiel perdedor. Su cuerpo se arqueo, gimió y esta vez fueron mis labios los que escribieron a fuego la tortura sobre su piel.
Succioné esta, marcándola con mis dientes, deslizándolos por un inmaculado cuello que me pertenencia, ella era mía y lucharía contra el tiempo si eso lo detenía.
Una noche, o mil lunas, que importaba ,si lo que sentía no podría arrebatármelo ni su dios ni el mio.

Mi pecho ardía, y un gruñido escapó cuando sus paredes acogieron mi virilidad abriéndose como un regalo de navidad.
-La eternidad, te suplico la eternidad -susurré volviendo a devorar sus labios con profunda necesidad.

Nuestros ojos de nuevo enlazados, acompasando nuestras respiraciones, como si no pudieran perder detalle de cada gesto, de cada gemido.
Atrapado entre sus piernas que calcinaban no solo mi entrepierna si no mi voluntad, quedaba a la meced del ángel que me podría encadenarme a una vida distinta, una a la que temia.
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Mensaje por Maia Moreau Dom Ene 29, 2017 4:33 pm

Una simple habitación de burdel, se había convertido en el escenario perfecto para que se encontrasen. Ojos que se miraban hambrientos del otro, ojos cargados de sentimientos y pasiones desmedidas. No iban a tener una noche como esa y tan solo necesitaban una para prometérselo todo. Ya no importaba nada más que ellos dos entre aquellas sabanas, paredes que entre el desastre que él mismo, preso de la rabia y la impotencia ahora los rodeaba como parte del desastre que sería el hecho de que ambas vidas se uniesen para siempre. Vidas prohibidas en las que solo como sustento se tenían al otro y aquella atracción, sentimientos que nada ni nadie podía sustituir. Dos seres diferentes que se amaban contra su propia naturaleza y ya, daba igual.

El calor que le faltó en medio de aquellas noches heladas, él con sus alas negras le brindaba en un ahora y para siempre. Miradas centelleantes de ilusión, incredulidad y ganas del otro. Lo deseaba del mismo modo que lo amaba. Sus labios buscaron los ajenos a tientas, la inexperiencia se notaba en aquel beso cargado de sentimiento e interrogante, por lo que ocurriría después de haber sellado un pacto en silencio. Un beso en el que nada ni nadie podía poner en duda , nada.

-Y yo te suplico la condena eterna, condéname …te dije -rozó sus labios, sonriendo contra éstos, haciéndose paso a aquel fuego en el que quería perderse. No conocía el placer, era la primera vez que se entregaba a alguien y él era esa persona que se merecía tal regalo -Que esta noche no la olvide, marca mi piel, hazme sentir como no lo haré en otros brazos pues en otros preferiré morir antes que traicionarte. Soy tuya , Aúkoc, demuéstramelo-suplicó contra su boca, mordiéndola con deseo mientras su cuerpo se arqueaba dispuesto a buscarle y encontrarle, fundirse en uno.

Apenas tenía experiencia que no fuesen los labios que devoraba sin medida. Sus manos no perdía ni un segundo en recorrer cada parte de su piel, esperando aquel momento que tantas veces había imaginado. Iba a pertenecerle y al menos, lo tendría esa vez…exponiéndose , arriesgándose a que no volviese ocurrir. La misma magia que los había unido podía separarlos.

Se dejó vencer, enredando las manos en su cuello, uniendo sus labios en un beso tierno a la par de necesitado, deleitándose en su sabor, sonriendo entre besos. Sus manos regalaban caricias por su torso, sus costados… mientras su cuerpo se iba acoplando al ajeno. Una simple mirada bastaba para mostrarle lo que realmente sentía, con él podía ser completamente sincera, sin miedos, ser ella misma. Jugó sus cartas , para ser ella quien quedase bajo su cuerpo.

Desde aquella posición podía observarle en su plenitud, apoyó ambas frentes, rozando su nariz y volver a besarle con aquel deseo, mezclado con un amor tan pleno que le hizo temblar. No tenía miedo de cruzar aquella barrera, sus temores eran otros muy distintos. Sus piernas quedaron enredadas en su cintura, como si el ángel hubiese encarcelado al demonio y no lo dejaría volar nunca más si no era para permanecer a su lado. Sonrió entre besos, mirándole a los ojos, sentía como su mundo se iba reduciendo a él…lo demás no importaba.

-No te vayas por favor, ni esta noche …ni ninguna otra -susurro mezclado con una urgencia de recibir respuesta -Promételo, hazlo mi demonio , miénteme si quieres pero dime que no te irás -negó con la cabeza y aún sonriendo, dos lagrimas cruzaron su rostro, de pura impaciencia porque podía ser…la última noche.
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Mensaje por Aúkoc Lican Lun Ene 30, 2017 5:37 am

Mi cuerpo sobre el suyo, manos que se buscaban enredándose en una, fundiendo nuestros dedos del mismo modo que lo hacia nuestro aliento, frente contra frente, mirándonos como si esa habitación hubiera desaparecido y solo quedaramos nosotros y la verdad que pedíamos a gritos.
Condena o salvación, poco me importaba cual fuera la solución, solo necesitaba un para siempre, uno que uniera nuestras opuestas vidas.
-Estoy aquí -confesé contra su boca, moviéndome entre sus caderas -no puedo hablar de amor sin ti, no puedo ya vivir sin ti. No te voy a mentir, no se como acabará esto, solo se que lucharé si tu lo haces conmigo.

Cerré los ojos ,sus piernas mi prisión, mi corazón su cárcel y esto se llamaba amor. Dicen que el amor es libertad, no estaba de acuerdo, nuestro amor era una condena, una maldición que nos destrozaría, por la que ambos tendríamos que luchar. ¿Era justo pedirle eso?
No lo sabia. Su boca acallo mis miedos, lengua de fuego que aplacaba mi sed, infierno de sus caderas que buscaban entre gemidos mi miembro arrastrando mi cordura en cada movimiento.

Gruñí contra su boca, sintiendo su calor, el abrigo de su humedad. Cada vez mas rápido, incapaz de parar, embestidas que nos trasladaban a otro lugar. No podía dejar de mirar aquellos ojos aguamarina, ahora oscurecidos, brillantes, que me regalaban la mas pura verdad.
-Luchemos Maia, luchemos hasta que no queden fuerzas para mas -jadeé contra su boca -me estas volviendo loco -rugí adentrándome aun mas en su interior.

Su cuerpo se arqueó bajo el mio, diosa del olimpo que me tentaba, ángel de alas blancas que ahora quedaba relegado bajo mi cuerpo calcinandome de ganas, sentimientos que hablaban por ambos, no iba a ceder, aunque la vida fuera lo que pusiera en juego.
Estaba tan excitado, ella apenas gateaba en esto, aquello lograba arrastrarme contra su blanca tez. Labio que surcaron el mar de su cuerpo, arrastré mis dientes por su mandíbula, delimitando la muralla que había caído, fronteras peligrosas por aquel cuello que mis labios surcaron.
Mordí, succioné su piel con la tempestad contra las velas, jadeé bruscamente marcándola como mía, solo mía.
-Mía -rugí contra su piel -dilo -exigí completamente enloquecido, mientras seguía marcándola una y otra vez -dilo

Su pecho en mi boca, pezones endurecidos, trazos en el lienzo de su piel, mi lengua el pincel.
Dulce condena, aquello que sentía cuando nuestros cuerpos se regalaban sentenciando nuestros destinos.
-Dilo -supliqué con los ojos cerrados -por favor, dilo.

Esto no iba a ser fácil nuestra relación iba a estar perseguida desde incluso antes de ser decidida, mas aun así, si ella me lo permitía, no me iba a rendir.
-Escucha -susurré contra su boca sin dejar de follarmela- busquemos un refugio, jugaremos al escondite para vernos sin ser vistos. ¿confías en mi?

Gemidos de nuestras bocas, perdidas en esta pasión desesperada, en este sentimiento que la hacia llorar, bese sus mejillas secando las lagrimas.
-No puedo mas -admití al borde de explotar en su interior.
Nunca lo había hecho tan despacio, nunca había sentido tanto.
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Mensaje por Maia Moreau Jue Feb 02, 2017 3:03 am

“Estoy aquí” susurro que le arrancó un suspiro de alivio. Sus manos seguían aferradas a las ajenas, sus cuerpos buscándose irremediablemente, danzando al mismo son. Miradas que podían decirlo completamente todo, sin dejar ningún secreto. Podía ver con claridad como esa luz de la que él creía carecer, brillaba con aún más fuerza. Hermoso ángel negro que la perdía en el más absoluto infierno, uno del que no podría salir aunque quisiera.

Solo importaba ese momento, no pensaba en lo demás. Sonrió ampliamente, tomando el rostro entre sus manos, mirándole a los ojos, quería transmitirle en silencio que jamás se rendiría, lucharía como un guerrero a pesar de no parecer más que un ser inofensivo y hermoso pues cuando se trataba de amor, nada importaba. El pertenecerle en cuerpo y alma le estaban volviendo completamente loca. Sus caderas se movían cada vez más con desesperación, gimiendo contra su cuello, su boca entre susurros, promesas que estaría dispuesta a cumplir.

-Ya luchaba, lo hice en cuanto abriste los ojos… y lo cambiaste todo - arqueó su cuerpo al notar su boca delinear sus pechos. Ella le apremió con unir aún más las piernas en su cintura y adentrarle aún más ella, se perdiese en su cuerpo, abrazarlo contra sí de tal forma que solo fuesen uno. -Y tú fuiste mío antes de que incluso nacieras… -sonrió contra su boca, cambiando las posiciones y ser ella quien pudiese moverse para volverle completamente loco.

Cabello dorado, cuerpo niveo y perfecto incapaz de detenerse, buscando aún más placer, podía sentir las manos ardientes de su amante que la misma noche le había entregado para condenarla. Se dejó llevar, mostrándole un mundo diferente, ese momento único en el que le estaba condenando más a él que a ella. Qué hermosa visión, verle estremecerse, descontrolado. Se inclinó hacia él, mordiéndole los labios, chocando ambos alientos, podía sentir como poco a poco todo carecía de sentido, el placer iba llegando de tal forma que no pudo hacer otra cosa que gemir sobre sus labios, ¿cómo podía alguien que se había manchado las manos de sangre causarle esas sensaciones tan maravillosas.

-Soy tuya. Eres mío -asintió a su proposición, hundiendo los dedos en los costados del demonio para que ambos se pudiesen perder en el otro. El primer orgasmo, le hizo arquearse, moviéndose aún con más fuerza, como si el ángel acabase de transformarse ante sus ojos. Buscó su boca, faltándole el aire, rodando en la cama y dejar que él quedase sobre ella, seguía abrazada a su cintura con las piernas.

- ¿Y tú confías en mí? -susurró entre gemidos, mordiendo sus labios, perdiéndose en su mirada, seguía perteneciéndole. Sin salir de él, movió las caderas despacio, bajo el demonio, volvía a incitarle a perderse en el pecado-De momento el único refugio es este.. nuestros cuerpos -acarició su nariz con la ajena, cerrando los ojos por todo lo que sentía y era consciente de que solo era el principio -Te amo
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Mensaje por Aúkoc Lican Jue Feb 02, 2017 12:05 pm

Sus caderas se tornaron fuego cuando los gemidos del orgasmo la llevaron directa a ese cielo del que yo había caído hacia ya mucho tiempo. Gruñí contra su boca calcinandome por dentro, ardiendo de deseo.
La empalé con fuerza, casi de forma violenta, fuera de mi, ya no pude darle mas tregua, cada vez mas adentro, ella me abría las piernas, buscándome con la mirada, arrastrando sus dedos por mi pelo para que saciara su tortura acallandola con mi boca.

Mi virilidad vibró en su interior con fuerza, esparciendo su simiente en el interior del ángel que aun se movía preso del pecado de la lujuria sentido en sus carnes.
-Shhhh -susurré calmándola mientras empujaba hacia dentro dejando que mi polla diera sus últimos coletazos.
Me perdí en su cuello, en aquella piel nívea que era mi dulce condena. Lamí los moratones de este, mis marcas que la convertían en mía, en mi mujer.

Mis labios surcaron su mandíbula hasta colisionar con aquella boca perfecta que pronto aplacó mi sed. Sonrisa que se dibujo en ambos, acababa de suceder nuestra primera vez. Dedos enlazados, mirada aun cargada de fuego, ámbar la mía, hielo la suya.
-Maia no voy a dejarte aquí, no puedo, se que tras cada encuentro te has esfumado, pero hoy no voy a dejarte ir.
Recorrí con mi dedo su cintura con suavidad, aun sintiéndome en su interior, ebrio de su sabor.

Nuestras miradas se fundieron cargadas de dudas, preguntas e inseguridades, ambos sabíamos que si emprendíamos este camino no iba a ser fácil. Yo porque conocía a los de mi calaña no se detendrían ante nada para llevar la infierno a uno de sus demonios predilectos.
Ella porque posiblemente temía mi fuego, las noches en las que la bestia invadiera mi cuerpo. Si creía haberlo visto todo cuando saqué el corazón de esa mujer en la cafetería no podía estar mas equivocada.
Yo no tenia alma, ¿podría ver ella lo vació que estaba?

Cerré los ojos un instante, su frente contra la mía, su aliento buscando mi boca, ambos locos de deseo.
-Confía en mi Maia, te voy a cuidar, aunque sea lo ultimo que sea capaz de hacer en esta eternidad.
Busquemos un refugio, uno que nos condene a muerte o que nos regale una vida diferente, pero no te alejes de mi de nuevo pues de hacerlo me sentenciaras a una vida sin ti.
No puedo vivir sin ti, por favor.

El demonio acababa de suplicar rendido ante los pies del ángel que no necesitaba escudo ni espada para hacerlo sangrar profundamente.
En mi cabeza repetí ese por favor una y otra vez, no estaba acostumbrado a pedir si no a tomar.
-Maia -susurré contra su boca aun incrédulo de que fuera ella, mas lo era, pues los efectos del alcohol habían menguado lo suficiente como para no embotar mis sentidos completamente.
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Mensaje por Maia Moreau Dom Feb 05, 2017 6:17 am

Maldiciones. No podía ser una maldición amarle después de lo que acababa de ocurrir entre los dos. Se habían perdido en el deseo y en los sentimientos. Él había tomado de ella algo tan valioso como su pureza, su inocencia en la que solo quedaban restos de jadeos, gemidos, sonrisas y caricias que no dejaban de procesarse. Hermoso ángel negro ¿qué le había hecho? no podía apartar su mirada de él ni un mísero segundo. Condena, qué hermosa condena se sentía entre sus brazos, en los que ella misma…lo había encarcelado para siempre.

Si ya era hermoso cuando no sonreía, sonriente era como ese ángel blanco que lucía aún con más fuerza en su interior. Maia, se acercó sonriendo a sus labios, apoyando ambas frentes y rozar los labios, cómplices amantes, palabras que solo tomaron un sentido… el de sí mismos. “Hoy no voy a dejarte ir”, le bastaba, solo un día …. Solo eso para que todo dejase de carecer sentido. Le arrancó una risa de total felicidad, hermoso rostro que se unió a su risa cómplice, ¿qué importaba ahora nada? cuando lo tenía todo… cuando podían ser héroes por esa noche y salir victoriosos de esa gesta.

-No, no va a ser fácil pero vamos a intentarlo. Sé lo que eres, lo que te ocurre… cuando la Luna se extiende en el cielo, plena y brillante. Dejas de ser el hombre que veo para convertirte en una bestia… sé lo que ocurre pero no sé lo que pasaría si tú y yo estuviésemos juntos para enfrentarnos a ello. Ni siquiera… sé si soy digna de estar a tu lado pero… -suspiró enredando sus dedos con los ajenos, besar cada uno de ellos, maldiciones… ¿cómo podían hablar de maldiciones cuando acababa de ocurrir algo tan maravilloso entre ellos?

-La oscuridad siempre nos acechará. Confío en ti, como tú lo haces conmigo -suspiró largamente, dejándose vencer sobre su cuerpo, sin dejar de pertenecerle, temía cerrar los ojos y él se marchase, curioso…cuando él se imaginaba justo lo mismo -Cuenta una leyenda, dos enamorados se veían a escondidas del día y la noche. Fueron pillados, juntos entre las sabanas y malditos por la luz y la oscuridad -hizo una pausa, sus labios besaron su pecho muy despacio, dejando sentirlos en su cuello…hablarle muy cerca de su rostro, aquel que no tardó en acariciar.

-¿Por qué malditos? Preguntarás ¿qué maldición se cernió sobre ellos? La peor de todas. - quedó de perfil, acariciando cada músculo de su torso, haciendo dibujos sin sentido en su vientre… quedaba la peor parte de la historia -Fueron condenados a algo tan horrible como … ella por el día era una hermosa lechuza blanca y él por la noche, un lobo…negro azabache. Solo podían encontrarse, antes de que el sol se perdiese en el horizonte. No importaba…porque al menos estaban juntos, con ese breve momento les bastaba… podían tocarse, besarse… sonreír y mirarse a los ojos pero solo eso… no había más

Cerró los ojos, sabía que podían hacerles algo parecido. Alguien se lo advirtió hacia mucho tiempo, tentar a la suerte con la oscuridad, sería perderse… sería condenarse y maldecirse para siempre.

-No quiero salir de aquí -sí, temía…temía demasiado a lo que sucediese a partir de ahora.
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Mensaje por Aúkoc Lican Dom Feb 05, 2017 12:38 pm

Escuché aquella historia, una fabula que en sus labios se convertía en leyenda. Yo ya era un lobo, nunca me consideré maldito hasta hora, si no mas bien todo lo contrario, una raza superior capaz de desmembrar a aquello humanos que no merecían poblar la tierra.
Sus labios contra los míos, delicioso pecado que no me cansaba de tentar. Mi condena ¿acaso no estaba dispuesto a ser condenado por encontrarla cada día y cada noche a mi lado?
-Poco me parece el precio a pagar, si durante unos minutos puedo saborear tu boca, si tu aliento me regala durante ese efímero instante una caricia y si tu lengua se convierte en mi eterna tortura.

Sonreí de nuevo centrando mi mirada en la suya, ojos aguamarina que se habían convertido en mi todo, en mi deseo mas oscuro.
-Hermoso búho blanco al que seguiría en su incesante vuelo, nada me detendría, ni el hambre, ni la guerra ni el frio si al fin del día tu piel se convertiría en mi abrigo.
Lucha conmigo Maia, no me regales solo una noche, necesito una vida. No te prometo una llena de facilidades, no cuando ambos sabemos que la condena es lo que nos espera.

Alcé su mentón, el miedo surcaba mi mirada ambar, nunca me sentí mas presa que en ese preciso instante en el que sus ojos parecían confesarme sus miedos mas ocultos, sus razones para huir de mi lecho dejándome vació.
-Maia, no quiero una vida eterna, solo una contigo.

Palabras que me costo la misma vida pronunciar, yo no era precisamente de esos que regalan los oídos. Mi orgullo se diluía como el humo, necesitado de una promesa, de un algo que me aferrara a ella de alguna manera.
-Soy un lobo, tienes razón, cuando la dama blanca acaricie mi piel, una bestia es exactamente en lo que me convertiré. Entiendo que dudes, que temas, pero antes de que eso suceda me encadenaras, no podre hacerte daño si la plata de los grilletes recorre cada parte de mi cuerpo.

La atraje por la cintura, silenciosa promesa la que mis ojos le ofrecían, mirada anclada en su profundo mar, tempestad en la mía que la hacia temblar.
-Maia -susurré contra su boca colisionando contra ella como si fuera una roca. Mi lengua el navío que surco su mar, lenguas las olas que vigorosos parecían decididas a hacerse naufragar.

Extendió sus alas abrigando las mías, como si bajo su manto blanco el mal no nos pudiera encontrar. mis manos en sus caderas acompañaron el movimiento de nuestras pieles desnudas que se buscaban como si ese fuera el único modo de sobrevivir.
-no salgamos pues -jadeé contra su boca -mataré a todo aquel que atraviese el umbral de esa puerta.
¿comida? Quien quiere de eso cuando tu piel es mi alimento ¿beber? Tu boca saciara mi sed.
Mas si eso no te convence, huyamos de aquí, embosquece un refugio para ti y para mi.

Enarqué una ceja cuando vi como las dudas surcaban su angelical rostro.

-dices que me amas ¿cierto? Demuéstralo. Llena de luz mi oscuridad, prometo oscurecer tu luz si tenemos necesidad.
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