Le retour || Alexandre Berthier

por **Rania de Valois1** Jue Mar 17, 2016 7:21 am

No había palabra o acción para James capaz de convencer a Rania de que no partiera hacia París. Los hechos hablaban por sí solos y estaba claro que el peso de la corona sobre la cabeza de su marido tenía un efecto devastador. La confianza se iba desquebrajando poco a poco entre los murmullos que recorrían los muros del castillo, cuando en un principio era ella misma quien negaba que su marido le fuese infiel, con el paso de los meses tuvo que aceptar que ella había pasado a un segundo plano en el lecho conyugal. Esa arpía, su propia dama de compañía, tenía ahora más peso en las decisiones del rey que la propia reina. La vergüenza era para Rania como una losa de mármol sobre su pecho y por ello decidió alejarse de allí. No cometió, como antaño, el error de no avisar a su esposo; todo lo contrario. Una de las noches en que ambos estaban sentados a la mesa expuso todos los motivos por lo que deseaba alejarse de él y de ese lugar. No era tan solo por su pública infidelidad, había más trasfondo y es que James parecía haber sucumbido a los deseos de la fulana para empezar un cambio religioso en el país, situándolos directamente contra la Iglesia. El vampiro parecía estar fuera de sus cabales y nada le frenaría, ni la propia reina, cansada ya de tener que comprender siempre lo que ser vampiro significaba. Por suerte para James, estaba claro que no tardaría en regresar pues el pequeño Abel se quedaba en la capital inglesa como príncipe que era. Pero estaba perdiendo a su reina.

La misma mañana siguiente a aquella charla, Rania tomó el barco con destino Francia. La corte inglesa quedó asolada con la noticia y el odio hacia Leia aumentó notablemente. El país estaba perdiendo a una mujer decente, digna y abnegada esposa a cambio de una muchacha con deseos de poder y gloria que parecía mover los hilos invisibles del rey. El vacío que le generaba estar a bordo de ese navío sin James y Abel solo lo conocía ella, pero no sería nada comparable con habitar el hogar que los tres habían compartido tan solo con la compañía de su séquito. Suerte que entre ellos tenía a personas de verdadera confianza con quienes se sentía arropada y valorada.

Dentro de los planes que tenía preparados para su estadía en París, había ciertos temas referentes a la corona inglesa. Le habían hablado de un hombre que deseaba pasar un tiempo en la corte y conocer el funcionamiento del ejército inglés ahora que ambas coronas parecían haber firmado la paz finalmente gracias al matrimonio de James y Rania. Tan sólo le habían proporcionado su rango y nombre y con ello debía dar con él y tratar de acordar los puntos necesarios para que todos pudieran estar satisfechos. A ella esos temas realmente no le quitaban el sueño pero era un encargo directo, un tema importante y ella como consorte lo llevaría a cabo de la mejor manera posible. Tras descansar debidamente del viaje y adecentarse, salió de casa hacia el cuartel donde suponía le encontraría o al menos a alguien que le supiera decir dónde estaba. Tan solo acompañada de una de sus damas de compañía, Ginevra, y cuatro guardias reales emprendió el camino. El carruaje escoltado llamaba la atención de algunas de las personas con quienes se cruzaban pero siendo tan reducido su séquito ese día pudo llegar al cuartel de una manera algo discreta.

No tardó en dirigirse a la entrada y preguntar al primer oficial que pudo encontrar, -Buenas tardes, busco al mariscal. Alexandre Berthier.-. La estampa de Rania junto a sus hombres y Ginevra, todos con ropajes que denotaban el escalafón social al que pertenecían era algo a lo que no acostumbraban en aquel lugar donde siempre había hombres y la limpieza no parecía ser una de sus preocupaciones. Recogiendo los bajos de su vestido siguió al oficial escaleras arriba a lo que parecía ser una sala de espera o despacho… No se sabía muy bien. Al comprobar que no había más puertas en la sala ni nadie en el interior pidió a sus acompañantes que la esperaran fuera. La espera no fue larga y quizás lo hubiera deseado pues el sol que entraba por una de las pequeñas ventanas del cuartel hizo que deseara quedarse a vivir en París nuevamente. Una de las cosas que más extrañaba de su país era el clima, y notar ese calor sobre su piel fue una bendición, mas ya estaba prácticamente anocheciendo por lo que no tardaría en retirarse. El sonido de la puerta le sacó de sus pensamientos y se encontró de frente con el hombre de más rango por la cantidad de galones que reposaban sobre su pecho. Y una de dos, o ella estaba enloqueciendo o era una calcomanía de James.

por **Alexandre Berthier** Miér Abr 13, 2016 5:24 am

Antes de que Alexandre entrara en la habitación en la que esperaba Rania, el oficial subordinado entró y sintiéndolo por Rania, cerró las cortinas grandes y gordas haciendo que la luz quedara sepultada por una tela gruesa y gorda que no permitía el paso de luz. Cuando hubo terminado el oficial al que estaba esperando Rania apareció por la puerta principal disculpándose por haber llegado tarde. Sin duda iba con sus mejores galas, el traje de cuello alto, con todos los galones y medallas que poseía le quedaba estupendamente, pero su funcionalidad era cuestionable. También debía llevar el bastón azul y la flor de lis dorada que caracterizaba a su puesto como Mariscal del ejército francés.

Alexadre en tres segundos analizó a la joven que le esperaba, vestía a la Europea, su tez era morena y su cuerpo era pequeño, no era esbelto ni exuberante, era una joven reina, demasiado joven para reinar y posiblemente para estar casada con un hombre al que no comprendía, pero a pesar de no ser un monumento a la vista, a Alexandre le llamó especialmente la atención sus labios, la mirada que profesaba y su porte elegante. Porque aquella mujer lo era y cada movimiento con su espalda recta, sus manos y su formalidad decían mucho de la educación.

Si bien era cierto que aquella mujer había levantado revuelo en el regimiento de Alexandre, se había especulado sobre su belleza pero no eran ni por asomo cercanos a lo que Alexandre se encontró esperando- Espero no haber tardado demasiado, había asuntos que requerían mi atención- se disculpó y tomó asiento frente a ella- Estoy aquí por orden de su rey y por bienestar de mi patria, para que su estancia sea lo más confortable y placentera posible- le relató por las órdenes de James, si bien su rey sería informado de su llegada, no se involucraría en este asunto de estado exterior, pues le correspondía a él mismo, como Jefe de Estado mayor llevar la situación- Mis hombres han despejado las calles directas a su residencia en París- le informó y sacó de su bolsillo una carta plegada enorme que tenía la letra caligráfica de James. También el sello real de Inglaterra y nombraba a todo el séquito que había traído la reina- Seré su guardaespaldas y tendré que ser consciente de todos los movimientos que haga. Porque estoy aquí por su seguridad, la reina de Inglaterra bien merece al mejor oficial del ejército francés para su protección, así que aquí me tiene- le dijo orgulloso y algo pedante entre lo cínico y lo prepotente. Sólo cuando Alexandre le ofreció la carta a Rania para que la leyera atisbó que sus ojos estaban hinchados por el mal descanso y posiblemente de llorar. El pulso acelerado retumbaba en los oídos del oficial y ladeó el rostro analizando cada pensamiento que se le pasaba por la cabeza- Sin embargo…. Si está muy cansada puede descansar en Versalles el tiempo que guste, la corte parisina puede gustarla y debería visitar los jardines extraordinarios en este año. Cuando esté preparada para partir hágamelo saber. Pero hasta el ocaso, estaré ocupado con el papeleo- excusó el no poder acompañarla durante el día, cosa que debió llamar la atención de Rania y Alexandre sabía que no era tonta. Sabía que captaría su naturaleza al vuelo.

Alexandre esperó a que terminara de leer y se levantó del sofá para servir en la vajilla de porcelana con florituras un poco de té caliente y se le ofreció a Rania- El viaje ha debido ser largo y duro para usted. Si tiene hambre puedo llamar a la cocina y que le preparen lo que guste. Esta noche reservaré en un restaurante de la ciudad para cenar con usted si así lo desea- le ofreció el mariscal, como un bote salvavidas para alguien que se ahogaba en silencio entre cuatro paredes que parecía cerrarse sobre ella. Aquella mujer era un enigma y estaba en una situación de tensión constante que incluso ponía nervioso a Alexandre. Esperó que con el tiempo, aquella mujer se abriera lo suficiente para poder conocerse mejor, pero el exponerse así ambos, posiblemente entablaría una relación que ninguno de los dos esperaba ni sabrían cómo manejar.

por **Rania de Valois1** Jue Abr 14, 2016 6:28 am

Fue la voz del joven lo que marcó la diferencia con James. Nada tenía que ver la manera de dirigirse a ella, no por el respeto protocolario sino porque de alguna manera parecía tener cuidado en el tono y la manera de hablarle a la reina. Consciente de que habría sido puesto en antecedentes sobre la situación que estaban pasando su marido y ella no se molestó en ocultar el disgusto al ver la carta que este le había remitido. Una no corta lista de improperios cruzó la mente de una –en apariencia- relajada Rania. Su interior era el que clamaba por un poco de paz y por realmente alejarse de todo lo que pudieran alcanzar los tentáculos de James. Tomó con cuidado la carta que el mariscal le tendía, como si en su interior fuese a encontrar un veneno que finalmente acabara con ella, mas no la abrió de inmediato sino que se tomó su tiempo escuchando a Alexadre. Finalmente un atisbo de sonrisa, quizás en señal de agradecimiento asomó por las comisuras de una reina que en absoluto deseaba regresar al hogar que había compartido con James. Sin duda alguna Versalles le parecía mucho más atractivo y placentero para descansar y desconectar –en la medida de lo posible- de la vida que la había llevado a volver a su hogar. -Entiendo que sus labores sean numerosas, por lo que no debería estar atento a mis pasos. Soy parisina, nací y me crié en esta ciudad, la conozco perfectamente-, no era estúpida y por tanto sabía que a pesar de sus palabras Alexandre no dejaría que saliera del palacio sin protección pero en cierta manera era una forma de agradecerle el gesto de ofrecerle una nueva opción para su estancia.

El tema de los horarios en que podría estar junto a ella en absoluto le había sorprendido por lo que una sonrisa cómplice agrandó aún más la sonrisa inicial, -convivo con ese problema a diario, estoy acostumbrada-, respondió para que supiera que había comprendido su condición sin necesidad de hablar más sobre ello. Tras ello era el momento adecuado para leer la carta, aunque iba dirigida a Alexandre, al este haberle dado la opción de leerla lo haría. Las palabras de James pretendían dar a entender un amor que ella no veía ni por asomo, su supuesta obsesión con la protección de Rania y las órdenes directas de no dejarla sola para ella no eran más que un tirón en la correa que sentía atada a su cuello. -Nada que no me fuera a esperar, se le ve muy enamorado, ¿verdad?-, el tono irónico de Rania se notaba a leguas. Se fue levantando del asiento y le tendió la carta de vuelta para que la guardara o hiciera lo que deseara con ella, -quién diría que presume de amante en la corte…-, sería falso decir que ya no le dolía el alma al pensar en James con esa otra mujer, pero el esfuerzo que estaba haciendo para conseguir doblegar a sus demonios y encontrar de nuevo la paz eran inmensos. Debía conseguir equilibrar su vida sin él, una vez pudo vivir sin contar con el vampiro y saber de su existencia, ahora su obligación primera era regresar a ese punto y después se vería si deseaba arreglar las cosas con él o plantarle cara. Poco le importaba a Rania el reinado, por lo que las únicas cartas a favor de James en esa batalla eran el amor que esta aún le profesaba y su hijo, Abel.

No tardó en tomarse el té que este le había servido, lista para salir de allí. No deseaba quedarse por más tiempo, estaba demasiado cansada del viaje y prefería irse a dormir antes de empezar a gestionar su agenda de sociedad al día siguiente. -Me gustaría descansar antes de esa cena si es posible, llevo todo el día viajando-. No tardaron en llegar al inmenso Versalles, ya había estado allí antes en alguna fiesta para la alta sociedad parisina pero jamás pensó que fuera a convertirse en una invitada. Ahora los jardines se postraban a los pies del balcón de la habitación que Alexandre había ordenado preparar con diligencia. Una vez a solas con todo su séquito, Rania ordenó que fueran vaciados todos los baules y preparado el vestido azul oscuro para cuando despertara de la siesta. El carruaje estuvo en la puerta a la hora que el mariscal le había prometido para llevarla al restaurante, notaba en la calle la expectación que despertaba la visita de la reina a París y en la entrada no fueron pocos los que la reconocieron y se acercaron a presentar sus respetos o pedir una limosna.

por **Alexandre Berthier** Dom Mayo 08, 2016 12:54 pm

Realmente a Alexandre no le importaban las trivialidades del matrimonio, bastantes problemas tenía con su propia relación si es que podía llamar relación. Notó un resquemor en sus palabras y un ácido que hubieran derretido el papel que sostenía entre sus dedos. Después se quedó callado esperando a que la Reina decidiera que hacer, dónde hospedarse y descansar. Así que Alexandre sonrió ante tal decisión de descansar- Esta bien, entonces vaya a descansar, después iré a buscarla e iremos juntos a cenar. Por mucho que sepa moverse por París, soy encargado de su seguridad. La violación de algún término o un descuido de su salud, por alguien de la ciudad, podría alterar los tratados de paz y considerarse una acción de guerra- apretó los labios tras la explicación de política internacional y después se acercó hasta ella- Creo que seremos buenos amigos, alteza. Si me lo permite, no seré su carcelero, a nadie le gusta eso. Es mejor que se divierta, supongo que no fue precisamente el mejor ambiente lo que la ha traído hasta aquí- comentó siendo consciente según las pistas que había dejado de su situación.

Una vez que la reina salió con su séquito, Alexandre se dejó caer en la silla y pasó las manos por la cara algo tenso por aquel tipo de trabajos que llevaban las relaciones internacionales de los países. Algo típico de su rango, pero su sueldo era considerable de igual forma que su estatus aristocrático. Decidió descansar un poco y después de haberse quedado tranquilo y aseado, envió un mensajero al restaurante en el que iban a comer. No sólo hizo eso, sino que en los tejados próximos varios fusileros para disparar o intervenir si eso fuera necesario. Una vez preparó todo, se montó en el carruaje de corte real que la corona había dispuesto a Rania y se dirigió a buscarla justo donde estaba descansando. El oficial como era de esperar iba vestido con un uniforme militar de etiqueta, al contrario que los demás comensales que acudirían tenían que diferenciarse de los demás y así fue. Aquel amasijo de gente con gesto grandilocuente, tan sumida en sus propios egos que algunas de las conversaciones más triviales se convertían en a ver quién te la tenía más larga.

Una vez Rania y el llegaron al destino, sin hablar mucho en el trayecto por la falta de confianza entre ambos, Alexandre le ofreció su brazo para ir dentro del gran restaurante. Las personas se acercaron para presentarse ante la reina extranjera con una reverencia y un beso en el dorso, las bandejas plateadas llevaban las copas burbujeantes de champagne como si bailaran en la estancia antes de anunciar la cena en el gran salón que se había reservado- Se que no quería una cena tan grande- se acercó a susurrar a su oído- Pero es algo que no puedo controlar, la gente quería conoceros y presentarles sus respetos- dijo mientras cogía al vuelo dos copas de Champagne y le ofrecía una a la mujer- No me separaré de su lado, quizá entre tanta gente, puedas sentirte más sola de lo que crees- le dijo con una sonrisa triste- Es algo que me pasa con frecuencia- se acercó a presentarle al embajador inglés en Francia, que seguramente no conocía y después de eso el camarero dio un golpe en el suelo con un bastón enorme anunciando a los presentes que entraran al comedor para la cena. Aunque Alexandre siempre tenía que excusarse, diciendo que había comido en el cuartel y que eran muy estrictos con el racionamiento, provocaba a la gente una sonrisa y pasaban por algo que su plato estuviera vacío al contrario que su copa, que siempre estaba llena. Una vez sentados en la ancha y enorme mesa, que tenía un mantel crema con una cubertería de plata, lo cual quemaba la piel de Alexandre, otra cosa que no podía tocar. Así que se pasó el tiempo con la copa para adelante y para atrás y mirando fijamente a Rania que la tenía delante, analizando su rostro mientras hablaba con el embajador que tenía a un lado- Su majestad ha tenido hoy un largo día me temo que después del postre irá de nuevo a descansar, tendrá que rehusar la invitación a su fiesta, Sir Langham- se excusó él por ella, y cuando encontró la mirada de Rania éste le guiñó el ojo en complicidad. Pensando que lo mejor era que Rania se relajara dando un paseo a casa y dejándola sola, tenía muchas cosas en la cabeza. Cosas que Alexandre no podía evitar pensar por mucho que quisiera, pues poseía el don de la lectura mental. Rania pedía a gritos un poco de tranquilidad, tiempo para ella y para ubicarse en el mundo que la consumía poco a poco.

por **Rania de Valois1** Mar Mayo 10, 2016 4:31 am

Paseó la mirada por el gentío del interior apenada y decepcionada por sentir que estaba de nuevo en la corte inglesa. La cantidad de gente que allí se había congregado era muy superior a lo que ella hubiera deseado, que era en realidad una cena tranquila solo con el oficial que de alguna manera le hacía sentir tranquila y a gusto. Sin embargo, muchos de los nobles habían decidido aprovechar el hecho de que Rania estuviera en París para tener una excusa y salir a divertirse. Si bien la reina estaba acostumbrada a esas celebraciones pomposas, siempre llegaba un momento en que se le hacían pesadas y aburridas. Todos hablaban de trivialidades e incluso competían por quien poseía más fortuna o tierras. Para una joven que –aunque siempre perteneciera a la clase alta- había sido voluntaria en el orfanato parisino y había peleado por aprender el oficio de su familia por sí misma, aquello carecía de valor. No podía llegar a entender el motivo por el que unos tenían tanto y otros tan poco. La voz del mariscal hizo que despertara de su letargo momentáneo y le sonrió excusándole de la situación que se había creado, -no se preocupe, está todo bien-. No era cierto y muy probablemente el vampiro lo notara ya fuera en su voz o en el gesto cansado de su sonrisa pero ese era entre otros su trabajo ahora. Como reina debía saludar y sonreír a quien requiriera su atención, la imagen que ella diera al mundo sería el reflejo de un país entero, por lo que no se podía permitir pensar en sí misma. -Lamento que tenga que permanecer aquí por mí, supongo que no es el sitio en que más le apetecería estar-, respondió a su comentario. Ambos se sentían solos entre esa gente y eso le quiso hacer ver a Alexandre, no solo ella estaba atada a aquella cena, él también.

Saludó a cada una de las personas que se acercaron a ella con la mayor educación y cortesía posibles y recibió gustosa el momento de sentarse a la mesa para cenar. No obstante, a ambos lados tuvo dos hombres que no llevaban muy bien lo de hablar con la boca vacía y le produjo un serio desagrado a la reina. De vez en cuando miraba a Alexandre, siempre encontrando su mirada atenta a ella, y le hacía mohines imperceptibles para el resto de comensales. Seguramente le causaría más diversión que otra cosa pero cuando creía todo perdido salió en su ayuda y esta lo agradeció con un suspiro. Hubiera podido soportar aquella fiesta a la que la invitaban pero no deseaba hacerlo, si había salido de Londres era para poder relajarse y pensar en sí misma, por lo que asistir a eventos de gran magnitud no entraba en sus planes. A pesar de ello, como corona inglesa, obviamente durante su estancia tenía ciertas citas a las que acudir para afianzar lazos con la corona francesa pero esa noche no era uno de esos casos. Al acabar la cena, la sala quedó despejada y la música comenzó a sonar. Cada uno de los hombres que se encontraban presentes se pusieron en pie extendiendo una mano hacia sus señoras para solicitarles el baile. Sin poder evitarlo, la imagen de James volvió a cubrir sus pensamientos. Él hubiera hecho lo mismo y además habría dicho algo para conseguir que Rania enrojeciera. Odiaba sentir lo que sentía por él, en ese momento solo deseaba conseguir olvidarse del amor, pues cada vez que recordaba lo bueno el puñal de Leia le revolvía las entrañas y hacía que se sintiera engañada y ultrajada.

-¿Disculpe, qué?-, Alexandre había rodeado la mesa y ahora se encontraba en el asiento contiguo, algo le había dicho pero no sabía el qué por estar demasiado perdida en su propia mente. -Sí, sí. Me encuentro bien, solo un poco mareada por el viaje y todo esto-, contestó una vez este repitió la pregunta. Era extraño para ambos tener que compartir sus días, dos personas que no se conocían de nada y que de ahora en adelante deberían permanecer una junto a la otra y Rania contarle cuáles eran sus planes para cada día. Estaba claro que ambos se sentían nerviosos, incómodos o más bien tensos con la situación. Él quizás porque no estaba acostumbrado a ese tipo de trabajos y ella porque nunca había permanecido tanto tiempo junto a un hombre que no fuera su marido. El mismo hombre que se dedicó a atosigarla durante la cena se acercaba poco a poco ahora de nuevo a la mesa, esta vez sin su esposa y para desgracia de Rania todo apuntaba a que la fuera a pedir un baile. Por si se trataba de eso desvió la mirada a un lateral evitando el contacto visual con él. La mano de Alexandre se ofreció ante ella y colocó la propia encima, los pasos del embajador se detuvieron junto con un sonido de decepción que hizo reír por primera vez a Rania. -Gracias…-, dijo con sinceridad mientras ambos se dirigían a la pista de baile junto al resto de parejas. -¿Es cosa mía o está incómodo?-, preguntó mientras la pareja se movía al ritmo de la música. Pensó que podía ser por la sangre que se acumulaba en aquel salón, pero dudaba que se tratara de ello, por lo que algo relacionado con ella o ella en sí misma debía ser un problema para el educado mariscal.

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