Peleas de bestias — libre

por **Varg Steit** Vie Mar 18, 2016 8:37 pm

Un maldito y fatídico día percibía un cantinero en el burdel de la ciudad la paga era medio rentable pero daba para sobrevivir al menos dio para las peleas clandestinas que le gustaba llevar ahí descargaba toda su ira y su inconformidad por su pasado.

¡Vamos Varg, sigue, sigue! replicaba en su mente hacia él justo cuando golpeaba a un sujeto en la calle, un sujeto que quiso pasarse de vivo con una de las cortesanas de la zona, quizás no debería meterse pero a él le valía una mierda todo eso así que tomó al sujeto y le arrojó al rio mirando a la zorra que estaba muy asustada por la forma de actuar de un extraño –estas bien, oye mujerzuela estas o no estás bien coño- pasaba su mano por los cabellos quitándose el sudor del trabajo y de la matanza a golpes que dio, la tomó del brazo zarandeándola a la joven cortesana –oye despierta joder- su mano se alzó y cayó como un relámpago sobre el rostro de la mujer que cayó culo al suelo empedrado haciendo gestos de dolor y molestia por el trato recibido

El cantinero mejor la ignoró con un movimiento de su mano alejándose de ella, dejándola ahí tirada a la buena de dios o el diablo –eso me pasa por meterme a ayudar a putas- el licántropo mascullo para sí mismo unas palabras más de desagrado para aquella mujer que no había pedido la ayuda de la bestia esa pero que con gritos pedía a alguien que le socorriera menos un sujeto como él que era más bruto que un pilar de cemento, colocándose las manos en los bolsillos para retomó su camino de nuevo hacia su hogar, una casa abandonada y deteriorada por el tiempo donde en la sala o salón principal había un catre, el techo tenía una especie de esfera de vidrios donde unos que otros estaba rotos para dejar pasar la lluvia y los demás dejaban ver la luz de la luna o el claro del sol o solo el resplandor de la noche oscura como el alma del lycan, alejado de todos cerca a los pantanos estaba esa mansión, tan alejada que podría ser de un vampiro aquella propiedad, pero como nadie la reclamaba le servía de guarida y perfecta para su condición de mitad hombre y mitad lobo así no levantaría sospechas de nadie, aunque para librarse de todo cazador o inquisidor se las daba de que arrendaba una habitación por la zona y pasaba mudándose siempre.

por **Sarah Jónsdóttir Dallarth** Vie Mar 18, 2016 10:05 pm

Sarah paseando por aquel lugar de noche, tenía mucho sentido si era quien estaba buscando respuestas sobre sus dos apellidos los cuales eran importantes en su vida. Por un lado su marido desaparecido seguía sin aparecer, ella misma pretendía encontrarle y si no le encontraba, gastaría su última pizca de aliento en dar todo de sí. Estaba segura de que algún día le encontraría de la peor forma que pudiera imaginarse, probablemente muerto, pero un detalle que su marido le había contado de él era que no era una persona común y corriente.

Le dijo que una vez, hace mucho tiempo que fue maldecido con la inmortalidad. Es decir, una vez mataron a su esposo muy atrás en el pasado pero ahora le fue otorgado de nuevo una vida, una nueva vida. No sabía que creer. Que estaba loco. Probablemente la niña que albergaba en su interior era de otro. Eso tendría más sentido para ella, alguien capaz de alterar su apariencia, estaba confusa conforme andaba por las estrechas calles de Paris por donde muchas mujeres iban en ropas ligeras. Ella, que iba cubierta con un pañuelo de los pies a la cabeza, se abrigo un poco más.

Mostraba un boceto de su esposo desaparecido, preguntando por si le habían visto por algún sitio. Estaba bien preocupada. Sarah había sido defendida y había sido salvada de su calvario de querer suicidarse, pero su esposo a tiempo la detuvo para que se diera cuenta de lo maravillosa que era la vida en la tierra. Simplemente, ella misma debería de saber cuan de importante es ella, solamente ella no era importante, su esposo si lo era. En cambio, si no aparecía enseguida, en el Congreso, en el Clan Dallarth pronto pasaría a ser de otro apellido, seria todo una guerra abierta para ellos que ansían el “trono” o puesto ausente de su esposo.

No le extrañaría la muerte que se hubiera apoderado de su esposo. Solamente se sentó contra la pared de lo que parecía una antigua casa que tenía varios vidrios rotos, pero por dentro no había mucho que observar. Solamente un sofá, una mesa y poco más. Sus pies estaban tan doloridos que simplemente ella se dejó caer en el suelo, de culo para después quitarse las zapatillas de la calle y poder masajearse los pies. Se sorprendió al ver alguien acercarse, probablemente el dueño del lugar – Lo siento –Enseguida se levantó, dio dos pasos hacia atrás lo que hizo un poco de ruido contra unos cubos de basura.

-Yo me he perdido, me duelen un poco los pies –Dijo gesticulando un poco de dolor refiriéndose a los pies que le ardían por tanto andar.

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