Here we are [Flavia & István] [+18]

por **István Szèkely** Dom Mar 20, 2016 10:14 am

El viaje desde Rusia hasta Francia había sido insoportablemente largo ya que mis queridas damas de la corte, concubinas, tanto acompañantes como amantes, se cansaban rápido de estar todo el día sentadas en los vagones de primera clase que había reservado. Sus quejas no eran la música ambiente perfecta para esa travesía. La primera escala era Moscú - Bucarest, la segunda Bucarest-Budapest, la tercera Budapest-Viena, la cuarta Viena - Colonia y la quinta, Colonia - París. Habíamos podido pasar un día en cada ciudad donde paramos, haciendo algo de turismo sano, compras necesarias y cualquier actividad que dicha población nos hubiera proporcionado, pero mi intención era llegar a la capital francesa cuanto antes. Así, con la tontería, casi dos semanas y a pesar de tan largo período de tiempo, nuestra vivienda aún no estaba lista, por lo que tendríamos que vivir temporalmente en una de las mejores suits del mejor hotel de París: el Arenes.

Una vez dentro del Hotel, me encargué de que Ragna se ocupase de todos los preparativos, e indicara a los trabajadores del hotel como queríamos las cosas, donde las queríamos y sobretodo, que todo estuviera a mi gusto y comodidad. Flavia se quedó conmigo en la recepción, donde al dar mi nombre y mi título empezaron a atendernos con pomposidad, peloteo, exceso de atención y agobiantes preguntas banales con la intención de hacerme sentir bien pero que, consiguiendo un objetivo totalmente opuesto, me estaban sacando de mis casillas. - Nos gustaría poder tomar el té a solas, por favor. Sin gente a nuestro al rededor. Con un camarero bastará.- Añadí tajante al renombrado director encargado del glamuroso Hotel. No era para tanto, el hotel moscovita más famoso le daba tres vueltas a este, pero no había ido ahí a originar polémica política, bastante tenían los franceses con estar rodeados por siete países y que los siete los odiaran.

Una vez ya sentados en la zona de tentempiés y aperitivos puede relajarme, permitiendo que mi cuerpo fuera liberando la adrenalina y la testosterona poco a poco, así no estallaría demasiado rápido. Eso es lo que me gustaba del país del que habíamos venido, la poca densidad de población que tenía. Suspiré removiendo el contenido de la taza con la cucharilla de plata y clavé mis ojos en los de Flavia. - No es que me importe, ¿pero estáis contentas de haber venido a París? Siendo humanas y de clase más baja que la mía debe ser toda una experiencia motivadora estar en una de las capitales europeas más calurosas y con más renombre.- Como siempre, con mi tacto de papel de lija decía las cosas. Sin filtro ni vaselina, pero mi obligación no era complacerlas a ellas, si no al revés.

por **Bianka Von Blumenthal** Dom Mar 20, 2016 3:54 pm

Times when I just can't
Bring myself to say it loud
'Fraid that what I'll say comes out somehow awry

El camino desde Rusia hasta Paris había sido muy largo, demasiado largo para mi gusto. Me encontraba exhausta y de lo único que tenía ganas era de meterme entre unas sábanas para poder dormir lo que me quedaba de día. Al parecer István no tenía la misma intención ya que nada más llegar al hotel mandó a Ragna a preparar todo mientras a mí me arrastraba hacía una de las zonas de aperitivos para tomar uno. Suspiré, notablemente enfadada por el cambio de planes, pero accedí a ir con él viendo como paseaba sus aires de grandeza delante de la cara de todo el mundo. Al parecer el licántropo había logrado adquirir el título de su difunto padre y ahora le estaba haciendo saber a todo el mundo quien era, por tanto, como era normal, los empleados de aquel hotel lo intentaban complacer con sus constantes atenciones. Algunas mujeres, por otro lado, le miraban con deseo cegadas por el dinero y el título que cargaba a sus cuestas ¡Cuanta hipocresía! Bufé por lo bajini y tras traernos los tentempiés yo cogí una magdalena. La comí con la mayor elegancia posible para no avergonzar a mi queridísimo amo y fue después del último bocado que miré sus dedos. El muy idiota había cogido la cucharilla de plata con los dedos y como era normal estos habían acabado quemados. Con el tiempo había aprendido que los licántropos tenían una gran debilidad y esa era la plata. Para ellos era mortal, por lo que siempre había procurado mantener lejos la plata de István, aun cuando él me trataba como un desecho. Lo cuidaba a pesar de haber matado a mi padre en uno de sus ridículos intentos de venganza. En un principio le había tenido odio, pero con el tiempo también había empezado a sentir algo más por él. No era amor, porque dadas las circunstancias me parecía increíble si llegaba a amarle, pero si cariño, porque podría habernos matado a mí y a Ragna, pero no lo había hecho. También cuidaba de la hermana de Ragna, de un modo muy retorcido, pero por lo que sabía yo a la niña no le faltaba de nada ahí donde estaba.

Deje mis modales de lado por un momento y me levante para acercarme a él. Me coloque de rodillas ante su silla y luego cogí su mano accidentada por el tacto de la plata contra su piel. Miré sus dedos sin importarme los cuchicheos que empezaban a levantarse a nuestro alrededor y luego de eso le hice una señal al camarero que se había quedado a nuestro lado, velando así por los deseos del noble. Él se acercó a mí y me analizó con una mirada inquisitiva, sin entender muy bien a que venía mi comportamiento –Quiero que me cambie toda la cubertería, que no sea de plata, y llévese todas las bebidas y comidas que hayan sido tocadas por esa cubertería. Quiero todo esto en menos de diez minutos a menos que quiera una queja formal en el buzón del director sobre usted y el servicio deficiente que nos ha ido proporcionando– tras decir eso en un perfecto francés, esperé a que mis órdenes fuesen acatadas. El muchacho no tardo en llamar a otros como él y empezar a recoger toda la comida, bebida y cubertería de plata. No pensaba dejar que István bebiese de aquel té, ya que no deseaba ver cómo le afectaba el contenido a la garganta.

Con la marcha del camarero, me centré en mi amo y saque del bolsillo derecho de mi vestido un pequeño pañuelo con mis iniciales. No lo había utilizado aun, por lo que estaba limpio para lo que necesitaba –No hable usted en plural amo, porque Ragna no está aquí para enfurruñarse con cada una de sus palabras. Olvida con quien está hablando. A mí su tono despectivo no me afecta en nada. Se lo que soy ahora y como debo comportarme ante usted. No me cuesta tanto trabajo entenderlo, además le recuerdo que yo antes era clase alta y que he viajado con mi padre. Se perfectamente tres lenguas entre ella el francés, como habrá podido comprobar ahora– tras decir aquello, acerque uno de sus dedos más perjudicados a mis labios y lo metí en la boca para lamer suavemente la punta. Sabía que ellos, como criaturas de la luna, se curaban con mucha rapidez, pero con la plata era diferente y ciertamente el dolor era el mismo que el de un humano cuando se quemaba. La saliva lo que hacía era calmar un poco el quemazón, y yo como su sirviente tenía que encargarme de su bienestar antes incluso que del mío propio. En cuanto saque el dedo se lo envolví con aquel pañuelo y volví a repetir el proceso con los otros dos, ya menos perjudicados. En cuanto acabé con mi deber, toda la sala estaba escandalizada, pero al menos ahora la gente empezaba a irse para dejarnos intimidad. Al parecer uno de los encargados había visto el espectáculo y como no podía decirle nada a él por ser de la realeza, desalojaba la sala para dejarnos privacidad –Si tanto odia usted que lo reconozcan por su título y que le rodeen de atención, debería dejar de decir cada vez que entra en una estancia que es el Conde de Rusia. Eso se llama prepotencia amo y le aseguro que eso en su persona no es muy atrayente– levante la vista y lo miré desde la posición en la que me encontraba. De rodillas ante él y cuidando de sus necesidades. Cualquiera pensaría que mi amo se encontraba en el cielo, pero cualquiera no sabía lo difíciles que nos podíamos poner tanto Ragna como yo en algún momento.

por **István Szèkely** Lun Mar 21, 2016 12:30 pm

El hecho de que la cubertería de plata para mí era cuanto menos perjudicial no me había pasado inadvertido, pero quería llamar la atención lo menos posible dentro del intervalo que ya provocaba de por sí entre mis títulos o mi apariencia física. El pelo de Flavia influía, estaba claro. El dolor que sentía en los dedos era bastante fuerte, pero soportable ya que el que sentía cada luna llena al transformarme me había ido dando un aguante excelente a lo largo de los años y no cualquier dolor era capaz de doblarme por la mitad y hacer que perdiera el conocimiento. Mi intento de estar tranquilo fue frustrado por Flavia, que se puso hecha una loca, dando órdenes aquí y allá a los camareros, quejándose por la cubertería de plata específicamente. Si no me dí un golpe en la frente con la mano en un extremo facepalm fue porque aun me escocía el recuerdo del material tóxico para licántropos sobre mi piel, que si no… Cambiaron la cubertería por otra forjada a través de otro material, también noble: el oro. Eso complacía más a mis deseos y gustos, pero el daño estaba hecho y todas las miradas de la sala puestos sobre nosotros. Puse los ojos en blanco y miré a la de pelo plateado con malas pulgas. – Genial, ¿crees que me ha dado por tocar cubertería de plata por puro morbo? Acabas de hacer justo lo que estaba evitando. – Menos mal que le había dicho que se estuviera quieta y callada. Menos mal que les había dicho en el tren de Colonia a París que no llamaran la atención. Parecía que les hablaba en huno antes que en ruso, rumano o francés.
Poco después, Flavia se sacó un pañuelo y se puso de rodillas ante mí, tratándome los dedos con delicadeza. Su tacto era suave y su dedicación era admirable, no obstante, esos gestos de atención por su parte no lograron cambiar mi expresión facial, puesto aunque me estaba vendiendo un discurso bastante elaborado, no hacía ni unos minutos que había desobedecido mis órdenes. – Excusatio non petita, accusatio manifesta. – Sentencié como toda respuesta, parafraseando en latín a lo que había intentado ser un aliento acerca de su buena labor como concubina. No era mala con sus labores, en absoluto, pero tampoco había que echarse tantas flores, que ya me encargaría yo de eso cuando quisiera, donde quisiera y si debía hacerlo. – Sé que eres muy capaz, y es ese el motivo por el que te mantuve a mi lado. Los idiomas son solo una pequeña adherencia a la larga lista de motivos por las que me eres útil. Espero que no la reduzcas con tanta facilidad con la que has desalojado a la gente que había a nuestro alrededor. – Y aunque fuera muy impulsiva en sus acciones y en sus palabras, había cierto ámbito en el que aquel fuego indomable venía excelentemente bien. Ella se introdujo mis dedos en su boca, aprovechando yo el momento para disfrutar del tacto de su lengua y en el proceso, acariciarla. La seriedad fue sustituida por soberbia, sobretodo en mis labios que se curvaron hacia uno de los lados. – Por supuesto que es atrayente. Todos los humanos viven con las ganas de servir a alguien con más poder que él. Es jerarquía básica biológica en toda familia primate. Si digo mi título es porque espero que me atiendan con velocidad cuando yo lo indique, no cuando ellos lo deseen. – Saqué lentamente los dedos de su boca, rozando con la yema de los dedos su labio inferior en el último instante. – Y ahora… ¿Vas a seguir de rodillas para chuparme los dedos, otra cosa o te vas a volver a tu sitio?. – Añadí bajando lentamente la cremallera del pantalón. La mesa era grande, la intimidad asegurada y para emergencias, el mantel largo.

por **Bianka Von Blumenthal** Miér Mar 23, 2016 6:35 pm

Al parecer, a mi amo y señor, no le habían gustado mis gestos, pero poco me importaba eso. No pensaba dejar que aquel hijo de puta se muriese antes de tiempo, simplemente por beber algún líquido removido con una cucharilla de plata. Él no lo sabía, pero yo ansiaba ser como él y si algo le pasaba, sabía que mis oportunidades de ello iban a disminuir. Con él a mi lado y su lobo a un tiro de piedra era más probable ser mordida y luego convertida, pero antes tenía que lograr salir en luna llena sin que él se diese cuenta de mis intenciones y sin Ragna ahí para comerme la oreja. No había tenido una madre nunca y no pensaba tener otra ahora, a pesar de que a está István también se la estaba beneficiando. En cuanto vi que empezaba a bajarse la cremallera del pantalón le puse la mano encima de la suya y no le deje bajar más. Me levanté con dignidad del suelo y le sonreí mientras era yo la que me cernía sobre él esta vez. Me senté en su regazo sin importarme quien pudiese entrar o la mirada avergonzada del único camarero que se había quedado con nosotros. Acerque mis labios a su oído y susurré despacio y tan bajo como me fue posible –Si tanto deseaba beber ese brebaje envenenado, puedo pedir que lo vuelvan a traen amo, pero creo que eso no le gustara tanto como lo que tengo pensado para usted– atrape el lóbulo de su oreja entre mis dientes y lo chupe con mucha lujuria. Ragna podía ser más guapa, y más rebelde, pero yo sabía cómo hacer a ese hombre temblar de los pies a la cabeza. Tanto tiempo con él me habían ayudado a conocer sus gustos y dicho de paso, había sido fácil para mí ya que no había tenido ningún tipo de entrenamiento inicial a nuestro encuentro. Todo lo que me había enseñado era todo lo que conocía, por lo tanto lo hacía a su gusto y color. Aun recordaba la cara que puso aquella primera noche en la que me había tomado, cuando le dije que nunca antes había estado con otro. Pero claro ¿Qué se esperaba? ¿Qué me hubiese acostado con media aldea? Bran había sido un lugar pequeño y mi padre me había enseñado que debía esperar hasta el matrimonio como todas las señoritas, pero creo que eso había dejado de importar con su muerte y el rapto.

Mis labios fueron bajando con suavidad por su mandíbula desde la oreja. Cada poco iba intentando dejar mi marca con un chupetón, para ver al instante como este se curaba. Era frustrante no poder dejar una marca permanente que lo declarara como mío, pero su piel y su especie era así. En cambio él si podía dejar su marca sobre mi. Tenía todo el cuerpo cubierto de aquellas marcas “cariñosas” fuesen estas chupetones, pequeños arañazos o marcas de mordedura humana. Aun recordaba nuestro último encuentro cuando había tenido que sufrir los estragos de sus labios en mis pezones durante días. La fricción al día siguiente casi me había matado y tuve que untar sobre ellos crema de caléndula para bajar la hinchazón, cosa que tampoco fue muy eficiente. Con István uno se curtía rápidamente en el arte del amor, porque con él era todo o nada y al parecer yo tenía que darlo todo –No me quite usted amo el placer de bajarle yo misma la cremallera y sacar eso que oculta para mi bajo los pantalones. Con calma. No hay nadie aquí, aparte de ese camarero, pero él ni habla, ni ve, ni escucha nada ¿Verdad?– miré al camarero en ese momento y el permaneció quieto ante mi mirada. No movió ni un musculo, no hablo, y se hizo el sordo, cosa que me encantó, ya que había pillado el concepto al instante. Como tampoco había nadie más ahí, pude seguir con mi recorrido.

–¿Hace cuánto que no le doy placer a usted? ¡Se me ha hecho una eternidad! Está dejando que descuide mis labores de amante en favor a las de una simple acompañante. Eso no me parece justo. Para simple acompañante esta Ragna, a mí en cambio me gustan sus manos en las noches de más anhelo– fue entonces cuando atrapé sus labios en un tórrido beso mientras mis manos recorrían su cuerpo por encima de aquella camisa que llevaba. De hecho, no era su ropa la que más me molestaba, sino la mía propia porque apenas podía respirar con aquel corsét, pero para que él me quitara la mía tenía que deshacerme de la suya antes y tenerlo erecto y listo para hundirse en mí. Lo más extraño es que a pesar de ser el asesino de mi padre, su tacto no era una obligación para mi, sino un gozo. Al principio me había avergonzado necesitarlo, pero ahora no tenía por qué fingir. Era tan depravada como él y ¡Por todos los santos! … eso, me encanta.

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