Tengo interés en cambiar universos con tal de comprender que hay en los que habitan en tu mirar × Privado

por **Predbjørn Østergård** Mar Mar 22, 2016 7:09 pm

Ella no creía en finalizar ni discusiones, ni charlas, ni espectáculos de danza.
Decía que los puntos finales facilitaban la vida a la gente.
Los puntos y aparte y los suspensivos incrementaban la inteligencia.

Miraba con tranquilidad por la ventana que se encontraba en su hogar. La vista era fantástica. El muchacho había comprado una nueva residencia en las faldas de una colina, por lo que se podía ver París perfectamente. La zona era privada, aunque no tan poblada, grandes mansiones se podían divisar a lo lejos. Se sentía bien, se sentía libre. La semana transcurrió con tanta rapidez y sencillez que necesitaba un poco de aventura. Los negocios buenos que practicaba no le llamaba tanto la atención, su inclinación por la oscuridad lo llenaba de una forma distinta, sin embargo él reconocía que para llegar a dónde tanto quería, necesitaba aprender de todo. La ambición era su arma más grande al igual que su inteligencia, pero podía esperar, tenía que aguardar para llenar su mente de imágenes más placenteras, cómo el de la figura de alguna fémina. No una cualquiera, debía ser alguna especial.

El dueño del burdel terminaba de tomar una copa del mejor whisky que existiera en el mundo. Tenía la manera de conseguirlo, las riquezas para derrocharlas en gustos refinados, y una gran vanidad cómo para poder darse el lujo. ¿Si criticaban su pretensión? Si, lo hacían, pero era una de las diez mil cosas que le importaban un carajo, así que con tranquilidad acababa su copa.

Predbjørn dejó la copa en una de sus mesas de roble que se encontraban en su estudio. Se puso de pie no sin antes acomodar su camisa, incluso fuera de los ojos públicos le gustaba la perfección en su andar. No se permitía nada más que eso.

Con lentitud llegó a su habitación y fue quitando las prendas que había utilizado en el día. Buscó una camisa oscura, al igual que los pantalones y los zapatos. No tardó en acomodarse la ropa, tomar su billetera (colocándosela dentro del bolsillo del pantalón) y salir de casa. El cochero le hizo una seña para invitarlo a subirse al carruaje, sin embargo el pretensioso muchacho se negó, y pidió que nadie lo acompañase. Sin importar que una fuera persona sin escrúpulos, resultaba ser condescendiente con su gente (algunos), si eran quienes le facilitaban la vida (sin importar que les pagara), entonces él debía mostrar su perfecta educación. No conoció a su madre, pero aquella que lo había parido seguramente estaría orgullosa de su muchacho, y eso era lo único que a él llegaba a importarle.

Dios existía porque las personas depositaban su fe en él, Predbjørn no creía en ese ente de los cielos, se aferraba a la creencia de esa que murió por él. Se podría decir que su madre era su religión, enfermizo pero cierto.

A paso tranquilo disfrutó de la vista. Grandes mansiones, fachadas pretenciosas, y alguna que otra sencilla. Negó en sus adentros, seguramente pensarían que un hombre amargado viviría en su hogar, oscura siempre, sin plantas, con esculturas estilo góticas. ¿Quién no pensaría lo mismo? Aquello le resultaba divertido y le parecía mejor, así no tendría que lidiar con ninguna persona que quisiera ser un buen vecino. Humor no tenía para ningún idiota.

Después de un rato caminando, decidió que su garganta necesitaba "refrescarse". Se metió al primer restaurante que se cruzo frente a sus ojos. Pidió una mesa solitaria al fondo para poder deleitarse con la cantidad de gente que entrara, saliera o se encontrara dentro. No tardó en pedir una botella, y comenzar a beber. Predbjørn andaba con hambre de sexo, así que lo primero que hizo fue ver el menú. Su interés llegó pronto por una jovencita, una que parecía embriagada por las sombras, la oscuridad, y un enmarañado cabello castaño. No le quitó la mirada de encima, quería hacerla reaccionar.

Se sirvió la segunda copa. No dejó de mirar a la mujer, sabía que existían momentos en los que una simple mirada podía llegar a incomodar a alguien, al sentir la vigilia que le estaban dando, en ese momento no sería la excepción, así que tardaría en hacerlo. Su objetivo era que la mujer se encontrara con sus ojos, y poder hacerle una seña, una invitación. ¿Sería una damisela buscando aventura, una mojigata, o una fémina de carácter lista para emprender el reto?

No iba a dejar de observarla. El muchacho no se privaba de esos placeres. Si tenía una gran tentación visual no se lo negaría, sin importar si le agradaba o no a la persona con la que se encontraba. Se trataba de alguien descarado, de un hombre cínico que había ido a tomar una copa, pero también buscaba poder llevarse a una mujer a la cama. O quizás dos. No se negaría de ninguna de las dos maneras. Lo que más le agradó fue notar la energía que manaba de la exquisita figura femenina. Se notaba que había algo en ella. No se necesitaba demasiado para captar que era una igual a él, por el carácter dominante, porque algo estaba claro, nunca se le compararía nadie, tampoco asemejarían, por más de una cosa, iniciando por el sexo. Ellas, el sexo débil, o así decían algunos, porque él lo sabía, lo entendía; si los hombres se dejaban engañar por un par de caderas, terminarían perdidos y ni siquiera la magia más poderosa los podría sacar de ese embrujo. El cantoneo ajeno para caminar le resultaba llamativo, y también excitante, por esa razón sintió que en su entrepierna algo comenzaba a despertar. Interesante, no cualquier mujer le lograba hacer aquello.

por **Audrey Browning** Mar Mar 29, 2016 11:40 pm

De repente el futuro se había vuelto incierto, cualquier cosa era posible.
Neil Gaiman

El tiempo de las debilidades y las confusiones había terminado para ella. Audrey contempló su cara un día en el espejo y se dijo a si misma que era momento de salir del hoyo donde se metió a si misma después de la muerte de su prometido y el abandono de su familia. Ahora, después de haber luchado contra la oscuridad que amenazaba con devorársela entera, ¿Había regresado a ser la misma de siempre? Por supuesto que no, ella volvió más fuerte y más decidida que nunca. Era ese el motivo por el que se lanzaba a si misma a las aventuras en aquel país que aún no comprendía del todo, pero el que amaba ya por haberle dado una nueva oportunidad de vida; llevándola a considerarse más parte de París que de su misma tierra natal, aquella donde no consiguió nada más que abandono.

La inglesa ya había pasado aventuras inesperadas, encontrándose con desconocidos que le regalaron algo más de vida, mostrándole cada uno desde su muy peculiar manera de ser quela vida no había terminado con sus desgracias, sino que por el contrario al cerrarse dos de las puertas de su vida, se abrieron muchas otras. Dispuesta entonces a explorar no solo aquellos caminos que ya había seguido junto a Pierre, se asesoró sobre los negocios de su prometido y si bien aprender respecto a todo lo que quien hubiera sido su marido mantenía a flote no fue sencillo, Audrey consiguió aprender en relativamente poco tiempo, motivo por el cual, esa noche se premiaba a si misma esa noche con una cena.

Sentada a solas, en la penumbra de una mesa lo suficientemente alejada como para permitirle disfrutar de la soledad, así podía repasar mentalmente algunos de los deberes a llevar a cabo en los días siguientes. La cena aún no llegaba a su mesa donde lo único que le hacía compañía era una copa de vino servida previamente, la que bebía con total naturalidad o al menos lo hizo hasta que comenzó a sentirse observada, algo que precisamente había tratado de evitar al pedir una mesa tan alejada. Con un escalofrío recorriendo su espalda, sus pensamientos se desviaron, pasando de sus deberes a la idea de simplemente descubrir quien era la persona que le provocaba semejante incomodidad. Tratando de no verse tan obvia, recorrió cada una de las mesas cercanas hasta dar con la figura de un hombre que la miraba de manera fija, disfrutando al parecer del efecto que ese simple acto causaba en ella; pero si aquel hombre pensaba que con mirarla iba a intimidarla o hacerla parecer un cervatillo aterrorizado, estaba muy equivocado. Una sonrisa apareció en los labios de la inglesa, quien levantó su copa al caballero antes de dar un sorbo al contenido.

Audrey Browning no era una mujer que se dejaba manipular por los hombres o sus actitudes de machos alfas; ella era después de todo una mujer bastante lista que conseguía generalmente lo que quería sin tener que mostrar un lado hostil. Si bien después de la muerte de su prometido se quebró, llegando al punto de ser para si misma una desconocida, eso ya había quedado en el pasado. Así que si aquel hombre que desde la distancia parecía apuesto, deseaba jugar con ella; las cosas no le iban a ser tan sencillas y más valía que estuviera preparado para eso, porque detrás de las actitudes aparentemente bondadosas, Audrey ocultaba su oscuridad.

por **Predbjørn Østergård** Vie Abr 22, 2016 10:03 pm

Muy probablemente su madre estaría retorciéndose en su tumba, sintiéndose la peor de todas por haberlo abandonado, por haber truncado la educación moral de su hijo, su pare pensaría que jugaba muy bien su papel de hombre dominante, pero el trato y uso hacía las mujeres lo tendrían de mal humor, y creyendo que había dado un mal ejemplo a su hijo, pero aunque estuvieran teniendo ese terror al verlo desde el más allá , nada podrían hacer, ellos habían pasado de ese plano terrenal a un mundo distinto, quizás alguno se había convertido en un alma en pena. Nunca más tendrían autoridad en su hijo, un hombre desagradable, aunque demasiado poderoso, envidiado, y con toda la juventud por delante para explotar a su favor.

Al muchacho le gustaba la seducción, pero más que nada la intimidación, el noventa y ocho por ciento de las veces lo lograba, esa noche parecía ser su única excepción, esa mujer no bajaba la mirada, lo cual lo hizo sentir un poco más de embelesamiento hacía esa criatura femenina. Se relamió los labios, la realidad es que la belleza la poseía, mostraba un aire salvaje, la elegancia necesaria, y la clase que era un requisito fundamental para ser llamada digna de un buen juego, y no sólo de un simple acostón. Sin duda aquella noche se iba a divertir, y jamás se arrepentiría al respecto. En realidad nunca se arrepentía de nada.

Predbjørn no dejó de observa a la muchachita por ningún momento. Notó también que no era el único que la observaba, lo cual su masculinidad, su ego y soberbia lo empujaba a querer ganar la partida. Todo para él era un juego que debía ganar. Nadie era mejor que él, nunca lo seria. ¡Imposible! Tomó su copa lentamente con la mano derecha, se llevó el cristal a sus labios y bebió lentamente, al final saboreó un poco el liquido, y se limpió las comisuras un par de veces. Él se sabía atractivo, un hombre que imponía, alguien que deseaba ser venerado, adorado, y anhelado por más de una, incluso uno, pero más odiado por el sexo masculino. Era un hombre Danés, se notaban sus rasgos extranjeros desde lejos. Después de terminarse su copa decidió que era el momento. Si tardaba demás alguien intentaría sentarse en esa mesa que le llegaba con exigencia. Caminó entonces hasta aquella mesa, se sentó sin pedir permiso alguno, la analizó. Incluso de cerca era más hermosa, pero con obviedad no se lo diría.

— Por lo regular no digo, ni hago este tipo de cosas — ¡Por supuesto que no! Él no tiene necesidad alguna — Pero debo reconocer que usted es una mujer muy atractiva, que su belleza deslumbra, y que por supuesto me deja en claro que no es de aquí. ¿Acaso me equivoco? — Por supuesto que no lo hacía. Hizo una seña con los dedos después de alzar el brazo. — ¿Qué desea de tomar? Lo que guste, no se preocupe, hoy la cuenta corre por la casa — Y no es que fuera dueño al cien, pero era socio de aquel lugar, así que podría sacar provecho, incluso claro, sino lo llegara a hacer, tenía el dinero para comprarle la joya más cara.

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