Una mala idea || Privado ||

por **Fabian Valverde** Vie Mar 25, 2016 8:06 am

Burdel.

Invierno.

- Esto ha sido muy mala idea -. Le comentaba a Fox mientras él mismo no dejaba de moverse estando sentado en la silla, más inquieto que gato que sabe que lo van a bañar.- ¿Cómo me he dejado enredar?

El lugar estaba lleno, Fabian intentaba apartar la mirada de todas aquellas mujeres ligeras, muy ligeras de ropa, mientras no se despegaba de su amigo.

No se había quitado ni su vieja parca negra, incluso llevaba el cuello subido como si quisiera -que de hecho quería- esconderse. Cada vez que alguna de las chicas pasaba por su lado y lo miraba él de repente sentía mucho interés por la jarra de vino que le habían servido, del cual todavía no había probado ni gota.

Era un espectáculo lamentable, no el que allí había, sino Fabian el párroco en un antro de mala muerte, asustado como un cachorro y no venido arriba como el lobo feroz que en teoría era, o más bien fue una vez.

- ¿No hace mucho calor aquí? -. Zarandeaba el cuello de la camisa blanca que le había prestado Fox. El vestuario del párroco no era muy amplio, así que, a parte de la camisa, llevaba sus pantalones negros que a estas aturas ya le quedaban algo estrechos, las botas y la parca que no parecía que quisiera quitarse aunque allí se estuviera cociendo.

Hacía mil esfuerzos por no santificarse con todo lo que allí estaba viendo. Pero sí rezaba por dentro pidiéndole al Señor que no hubiera nadie de su iglesia allí dentro, aunque aquello fuera más que improbable.- Qué calor -. Repetía una y otra vez. Pero no nos engañemos, a pesar de que el ambiente estaba caldeado no era el fuego de las chimeneas lo que le hacía sudar.

Nunca en su vida había visto a una mujer desnuda y estaba claro que eso le estaba perturbando. Estuvo prometido una vez, hacía ya 27 años, en España. Pero nunca hicieron nada -eso no quiere decir que él no lo intentase-, por lo que nunca la vio desvestida.

por **Fox Rusell** Vie Mar 25, 2016 8:29 am

Ambos se habían preparado para la ocasión, a Fox le hacía especial gracia llevar al párroco de la iglesia al burdel, pero tenía que engañarlo y haberle dicho que irían a una taberna, cosa que no fue así. -Vamos no es para tanto, será divertido, supongo...- Dijo dejando aquella última palabra con ligera soltura, casi inaudible, haciéndole mucha gracia la situación en la que ambos se encontraban. A Fox le apetecía algo de marcha, él invitaría, el dinero no sería un problema. De vez en cuando, miraba a su compañero, el cual parecía algo agobiado con la situación, aun así, sabiendo que le gustaba.

-Tan sólo déjate llevar... Míralas y niega que no te gusta lo que ves.- Dijo riendo un poco, tomando un sorbo de la jarra que ya llevaba casi por la mitad, a Fox le daba vida ver a tantas mujeres ligeras de ropa. -Ya sabes que hoy es cosa mía, yo corro con todos los gastos.- Dijo sacando un pequeño fajo de billetes que no tardaron en percatarse las mujeres que allí había presentes. -Vamos señoritas, quien quiere pasárselo bien esta noche con este hombretón.- Dijo lanzando un par de billetes hacia el párroco al cual no le tardarían en toquetear lo más mínimo, sólo por el dinero.

-Deberías haberte quitado la chaqueta hace tiempo y dejarte ver. ¡Vamos!- Lo incitó a desprenderse de esa prenda que tanto calor le tenía que dar. En cambio Fox llevaba una camisa negra y unos pantalones ceñidos del mismo color, impoluto, sin una mota de polvo. -Podemos tomarnos algunas para nosotros.- Dijo mirando el panorama que allí se encontraba, mirando a un grupo de cortesanas, a las cuales guiñó un ojo. -Algunas copas digo.- Dijo riendo, terminando con la frase malsonante que acababa de lanzar al aire como si nada.

Realmente no quería incitarle a nada que no quisiera hacer, pero en eso se basaba un amigo, en meter a otro en líos de los que no se pueden salir una vez dentro. -Dime. ¿Alguna ya atrajo tu atención? ¿Quizá todas?- Dijo sin evitar volver a reir una vez más, se lo estaba pasando muy bien en ese momento, nada podía entorpecerlo, y si eso pasaba, ya estarían ambos para volver a encarrilarlo todo.

por **Fabian Valverde** Vie Mar 25, 2016 8:48 am

Se quitó la parca. Lo suyo le costó, estaba más tieso que árbol en tiempo de sequía. Cuanto más hablaba su amigo más se le abría la boca por su manera de expresarse ante la situación.

- Las mujeres no deberían ser objeto de mercancía. No creo ni que la mitad estén aquí por voluntad propia -. Mientras hablaba negó con la cabeza a una chica que se le estaba acercando. Casi salta de su silla cuando la vio llegar.

Un poco de fiesta no mata a nadie ¿no? No, por supuesto, pero la última vez que Fabian se pasó con el vino terminó convertido en lobo.

Tamborileaba con una mano sobre la destartalada mesa mientras que con la otra sujetaba el asa de su jarra como si le fuera la vida en ello, llegando al punto en que los dedos se le quedaban blancos por la falta de circulación.

Movía la pierna, estaba inquieto, pero a la vez la vida le parecía menos seria y se sentía libre.

Bebió casi por instinto y cuando quiso darse cuenta había terminado con la mitad del contenido de ésta bajándole por el gaznate. No recordaba cuanto le gustaba el vino.

Le sudaba la frente y las manos, pero poco a poco se iba adaptando y sintiéndose menos agobiado.

Casi le parecía placentero el estar ahí, como si volviera a ser el Fabian de hacía 27 años, el inconformista que se fugaba todas las noches para estar con sus amigos.

Era agradable dejar de ser el cura por una noche.

- Hay algunas mujeres realmente preciosas aquí -. Aquella voz salió de su garganta como si no fuera la suya y se sorprendió a oírla. Estaba siendo como si su cuerpo actuara por sí mismo, dejando a un lado todos los completos y la moral de Fabian a un lado donde no podía ni verlos, ni oírlos.

por **Fox Rusell** Vie Mar 25, 2016 9:09 am

Observó como su alrededor se encontraba rodeado de mujeres y sobretodo de hombres, todos con copas, alcohol en las manos y dinero para ofrecerle a las chicas que se encontraban en ese antro o tugurio, como gustaba llamarle a esos sitios llenos de esa... clase de personas que tanto repudiaba y que quería ver en la absoluta miseria, como era la mujer. Aunque esa noche no fuera para hablar de lo que uno pensaba y lo que no, ya que podían estar muy a contracorriente de los ideales de cada uno de ellos por muy licántropos que ambos fueran, mas allá de eso todos tenían pensamientos que llevarse a la cabeza e ideas completamente distintas. Él las miraba de soslayo, tan solo buscaba algún que otro orgasmo, miró a su derecho y sonrió. -Fabian, tú eres sacerdote, tu...- Hizo un gesto haciendo referencia a que si había realizado el coito en alguna ocasión. -¿Tú has follado?- Sentenció dejando clara la pregunta y no aparcar el tema ahí.

-Mira que si mientes se te llevan los demonios.- Dijo riendo, era inevitable no comentar un poco la situación y ambos hacer broma de ello. De un trago terminó con su jarra, acercándose a la barra. -Pon una para mí y otra para mi amigo.- La que atendía era una mujer, vestida por desgracia, entonces este se acercó un poco más. -Oye, si tu eres mas guapa que tus compañeras, por que no te desvistes también, tontorrona.- Dijo guiñandola un ojo, sacando una sonrisa que rápido ella cortaría escupiéndole en la cara, quedándole muy clarito el tema. -Que asco.- Comentó cuando se giró mirando al párroco, tomando un pañuelo para limpiarse todo aquello que tenía en la cara. -Así es como quedará esta noche alguna.- Volvió a soltar una carcajada dejando atrás el percance que había tenido con la camarera, pero esos problemas se solucionaban así.

Tomó la jarra que de nuevo la camarera les había puesto encima de la barra. -Vamos, apenas estás bebiendo, aun eres sensato.- Sonsacó una sonrisa mientras volvió a echar un vistazo a su alrededor, viendo a una de las mujeres mirarle, a lo que éste le hizo un ademán para que viniera. -Hola preciosidad, ¿cómo te llamas?.- Preguntó a lo que ella contestó. -Franceska.- Contestó ¿Por qué todas tenían un nombre similar?, se la apartó a un lado y se la mostró al párroco. -Mira, te presento a Fabian.- Dijo gracioso mirando al cura por encima de los hombros de la cortesana a la cual ahora daba la espalda.

por **Fabian Valverde** Vie Mar 25, 2016 9:21 am

Se lo llevarían los demonios, pero no por mentir, sino por el bochorno que estaba pasando en aquél momento.

- No... -. Musitó para que nadie más lo oyera justo antes de que Fox se pusiera en pie para ir a la barra.

No es que no lo hubiera intentado en sus años mozos -y digo mozos porque ahora Fabian había cumplido los 54, aunque por su condición de lobo no los aparentaba-. Lo intentó, muchas veces. Se prometió muy joven y ella no quería ni tocarlo con un palo hasta que estuvieran casados.

Matrimonio, por aquél entonces, era una palabra que al ahora párroco le removía el estómago, así que lo retrasó todo lo que pudo. Por lo tanto, no, nunca se había acostado con nadie, visto a una mujer desnuda o tocado a alguna. Ni siquiera sabía qué aspecto debía tener aquello que las mujeres tenían en el bajo vientre, entre las piernas.

Le ardían las mejillas de la vergüenza, así que bebió más y aceptó de buen grado la siguiente jarra que le ofreció su compañero.

- Hola -. Saludó sonriente a la muchacha, la tal Franceska. Volvió a beber. Tenía tanto calor que llegó a pensar que su alma estaba descendiendo al infierno, lo cual le preocupó bastante e hizo que su expresión mutara a una de horror.

por **Fox Rusell** Vie Mar 25, 2016 9:44 am

Alzó una ceja cuando negó a la pregunta del joven lobo, mirándole de manera extraña, pero rápido apartaría la vista, total, él era un cura, era lógico que no hubiera tratado de hacer nada con ninguna humanita débil.

-Debe ser frustrante, aunque el que no lo conoce, no lo echa de menos.- Dijo de manera lógica, dejando de darle importancia a esa faceta del lobo que tenía como compañero aquella noche, tan sólo estaba dispuesto a hacerle pasar un rato divertido y si algo sucedía, que ninguno tuviera que arrepentirse de nada. -Lo bueno que tenéis, es que vosotros también os confesáis y se os absuelve, tan sencillo como eso, ¿no?- Dijo dubitativo, como si fuera como las personas normales, las cuales iban confesarse por los pecados y listo, ya no había mal...

La dama, miraba al párroco que sólo se dignó en saludarla, este apartó a la mujer como si ya no quisiera seguir sabiendo nada de ella. -Largo.- La dijo a continuación, para tomar de nuevo la jarra y darle un buen trago. -¿Acaso eres tímido, o es por ser lo que eres?- Alzó una ceja, no pudiendo creer que por ser un sacerdote, no pudiera consumar como todos lo hacían.

-¿No te apetece mirarlas, tocarlas, besarlas, lamerlas?- Preguntó riendo sin despegar la mirada de algunas de ellas, las cuales mostraban gran entusiasmo por consumar aquella noche a la que si él quisiera sería invitado, por supuesto. -Sólo míralas...- Llegó a morderse el labio ya que cada vez se sentía con más calor, a causa también de la bebida ya ingerida.

por **Fabian Valverde** Dom Abr 10, 2016 10:02 am

No era que no le apeteciera, al contrario, llevaba desde la adolescencia pensando en eso, en cómo sería tocar a una mujer de aquella manera, en besarla, en lamerla... Pero su posición llevaba sin permitírselo desde los 27 años. Fabian no era tonto, sabía perfectamente los escamoteos y las cosas que se cocían en lo alto de la Inquisición. Allí el sexo era algo de lo que no se privaba ni uno sólo de los altos cargo, pero él siempre había echado la vista para otro lado.

Claro ¿por qué no iba él a hacer lo mismo? Era buen hombre, buen siervo y buen soldado. Nunca habían poner en entredicho su lealtad, también merecía un premio, un respiro. Al fin y al cabo era un hombre más tiempo del que era una bestia.

- Sí -. Dijo de forma abrupta, seco, serio. - Sí me apetece hacerlo.

Su postura cambió. Dejó de estar rígido y se relajó. Allí dentro era un hombre más, no era un siervo, se sentía un señor.
Miraba a su alrededor, muchas de las chicas que allí trabajaban eran hermosas, pero él quería una en concreto. Una que le hiciera sentir algo nada más verla. No algo como el amor, sino que le encendiera el fuego que residía dentro de su pecho, casi consumido. Una mujer que le evocara deseo con una mirada.
Tal vez era mucho pedir, pero por una vez todo lo que ocurriera o estuviera fuera de ese burdel le daba igual.

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