Una idea interesante [Libre]

por **Allure** Miér Jul 20, 2011 11:25 pm

El verano sin duda era la estación preferida del joven Allure, quien en las mañanas adoraba sentir el envolvente calor de los rayos solares sobre su pálido y delicado rostro cuando, con sus finos párpados casi cerrados, intentaba posar su mirada sobre el azul cielo perfectamente despejado.
Y mientras en sus paseos alguna pequeña distracción se cruzaba fugazmente frente a su atenta visualización del panorama veraniego de la ciudad, era que el joven siempre se cuestionaba porqué su adorado Lidérc no se daba el gratuito goce de disfrutar la cálida brisa de verano cuando aún el Sol se mantenía erguido en el cielo.

- Él es tan especial…- selló en su mente con dulzura aquel quien no se atrevía a cuestionar el porqué su venerado protector poseía la particular costumbre de solamente descansar en horas matutinas, para vivir en horarios donde mayormente todas las atracciones de París se encontraban cerradas o desoladas.
Allure había intentado muchísimas veces de acostumbrar su sueño con respecto al de su salvador, pero era como si internamente todo su sistema rechazara rotundamente aquella deseada idea. Cada vez que las necesidades de Lidérc se veían complacidas, el sueño abordaba completamente al atento joven, quien solía caer dormido sobre su cama incluso antes de apoyar la cabeza sobre la almohada.

Fugazmente, mientras su protector disfrutaba la noche con quien sabe qué tipo de entretenimientos, el día llegaba nuevamente y Allure aprovechaba los momentos en que sus servicios no eran solicitados para realizar extensos paseos que lo llevaban diariamente a diferentes puntos de la inmensa ciudad.
Sin excepción alguna, ese también era uno de esos días. Haciendo uso de un extenso período de tiempo para alistarse con detalle, finalmente el joven partió serenamente con su habitual caminata bajo el despejado cielo que ofrecía el día.
Un adornado parasol acompañaba a quien con un delicado tocado de color aguamarina, vestía una larga y abultada falda del mismo tono que parecía combinar a la perfección con el rubio y recogido cabello del andrógino, que con suma delicadeza, hoy se desplazaba por las calles parisinas en su faceta femenina, aquella que sin esfuerzo alguno atraía la vista de más de uno de los tantos caballeros que cruzaban su elegante andar.
- Sí supieran… - mentalizaba pícaramente Allure al recordar su insospechable secreto, dejando escapar una inevitable y delicada sonrisa, la que aumentaba la envolvente sensación de dulzura y belleza que inconscientemente la presencia del joven irradiaba a cada paso.

- Uvas, comprare uvas… - murmuro casi imperceptiblemente con sus delineados labios el joven Allure al notar que su inespecífico avanzar le había llevado hasta pocos metros de donde el mercado de frutas y demás cosas comenzaba.
Un mero ápice de intuición le hizo pensar que a Lidérc le gustaría deleitarse con unas uvas frescas cuando despertase, pese a que Allure sabía que su apreciado Monsieur era bastante inapetente. De todas formas, posiblemente el pasear por el mercado podría generar otra idea interesante.

por **Coral Cortés** Jue Jul 21, 2011 9:23 pm

Coral esta mañana, como todas, se había despertado temprano ya que le gustaba escuchar los alegres y dulces trinos de las golondrinas. Con los años su cabeza había creado un despertador mental que sonaba siempre a las ocho en punto. Era lógico, pues su trabajo empezaba a esa hora, aunque más bien su "negocio" nunca paraba. Podía leer la mano, bailar flamenco, tocar el acordeón, mendigar o como hacía algunas mañanas ir a vender fruta. Se le daba bien hacerle competencia a los tenderos del mercado. Solía llegar con sus cajas de fruta variada y colocarlas formando un pequeño mostrador. El último paso era tapar el puesto con una tela enganchada en dos hierros a modo de toldo. Necesitaba algo de sombra. Le gustaban los rayos matutinos pero, mediante las manijas del reloj de bolsillo que le regaló su madre, el sol comenzaba a azotar vilmente cada vez con mas fuerza y su delicada piel pecosa no se lo agradecía. Contaba una mancha más cada vez que el sol le daba de forma continua.

Tras unos quince minutos de caminar bajo los rayos del sol, mientras la brisa fresca agitaba sus enmarañados cabellos anaranjados, la joven llegó al mercado ambulante y pudo vislumbrar a los clientes buscando el precio más asequible y los tenderetes de los vendedores. Realizó el ritual habitual de colocación de cajas y puso la fruta a la izquierda y la verdura a la derecha. Le encantaba el orden, era muy maniática para eso. Se aclaró la garganta y dio una vuelta alrededor del puesto atrayendo compradores.

-Buenos días señora, le veo en la cara que usted viene a comprar y espera la mejor calidad y los mejores productos. Desde luego se le ve que usted sabe lo que quiere. Pues aquí la tiene mire, aspire el embriagador olor de estos tomates recién salidos de la huerta. Se lo aseguro. Toque la piel de esta sandia, le voy a partir un trozo. . . Ha escuchado que crujido. ¡En este puesto solo calidad! Pruebe, pruebe. ¿Nota que sabor tan dulce deja en la boca? Pues muy bien aquí tiene, un kilo de tomates y una sandia. . . Así hacía sus ventas, tenía mucha labia y era quizás, para los que no aguantaban la palabrería, una pesada.

Se sentó en una caja vacía que utilizaba a modo de taburete tras el "mostrador". Las ventas iban bien y allí estaba Eric para ayudarla. Era un joven adolescente de unos diecisiete años. Era alto, moreno de piel, ojos marrones y de cabellos castaños. Vivía en una de las caravanas cercanas y la gitana le había pedido ayuda con el pusto alguna vez que otra. Cuando se sentía agobiada. Ahí, bajo el toldo se estaba ideal. Solo le faltaba un granizado de limón en la mano para acabar de sentirse en el paraíso. Suspiró ya estaba empezando a soñar despierta.

por **Allure** Lun Jul 25, 2011 3:46 pm

A la hora de comprar en el mercado, Allure era una persona totalmente analítica. Nunca se le pasaba nada por alto, ni siquiera bajo el constante alardeo de los parlanchines comerciantes entremezclados con el imparable andar de las personas, que así como el andrógino, realizaban sus adquisiciones en los innumerables puestos allí presentes.
La “damisela” solía tornarse una persona bastante critica a la hora de comprar frutas y verduras, sobre todo si las mismas eran para ser degustadas para su adorado Cléric.
Allure podía pasar minutos observando las piezas frutales desde diferentes ángulos, olfateando las diferentes cascaras y hasta generando leve presión con sus dedos sobre las mismas. Todo en son de adquirir los mejores productos, aquellos que solamente una persona tan dedicada y atenta podría percibir por distintos factores.

- Debería darle vergüenza tratar de venderle esa fruta a la gente – despojó en cierto momento aquel quien lucía como del sexo opuesto a su persona de forma espectacular, sin dar un mínimo rastro a la sospecha, a la duda. El comerciante que le oyó no tuvo más que encogerse de hombros y reflejar una inevitable incomodidad en sus ahora rojas mejillas. Allure solía liberar comentarios muy punzantes cuando algo no le parecía justo, después de todo, sabía que muchas personas no poseían ese estricto control de calidad sobre los productos a comprar. Hasta hace un tiempo el tampoco lo tenía, pero gracias a las enseñanzas de su apreciado protector, el/la joven utilizaba todas las herramientas a su alcance para que ningún error se diera a la hora de comprar en el mercado, y si era posible, evitar que a otros le pasase lo mismo.

El sereno andar bajo el parasol continuó hasta que, finalmente, unas brillantes uvas llamaron la atención de tan meticulosa damisela. Ésta se acercó al improvisado mostrador donde se lucía la fruta y su olfato inmediatamente pudo captar un aroma dulce y envolvente. – ¡Sin duda son uvas del sur! – exclamó para sí el joven, que pese a su corta experiencia en ciertos aspectos, desbordaba de la misma en otros muchos. Las fragancias y aromas era uno de esos temas en los que Allure se sentía “conocer”.
Observó de reojo al jovial muchacho junto al puesto y a la cómoda damisela que le acompañaba. Por dentro recordó nunca darse el gusto de holgazanear frente a su señor. Eso no era bien visto por nadie, menos aún para una persona tan quisquillosa como Allure cuando su faceta femenina afloraba por completo.
- ¿Acaso esperas que el Sol me atienda por ti, niña? – comentó tajantemente aquel quien dentro de aquellos refinados ropajes bordados lucía como una caprichosa madeimoselle de la clase alta, de la cual lejanamente se encontrar de llegar a pertenecer. Pero con Allure, todo lo que parecía a la vista, en verdad no lo era.
Estiró su cuello a más no poder y seguidamente tomó una uva suelta que se encontraba junto a los demás racimos armados. La acercó a sus analíticos ojos y comenzó a observar a la minúscula fruta como si de una piedra preciada se tratase – Deberías saber que a cierta gente no aprecia este tipo de espera – adhirió con una leve sonrisa al instante que posando su mirada sobre la pelirroja jovencilla dejaba caer al suelo aquella uva que tanto había captado su atención momentos atrás.

por **Coral Cortés** Vie Jul 29, 2011 10:20 pm

Escuchó atentamente las arrogantes palabras de la damisela que se encontraba en frente. Parecía poseer una gran cantidad de dinero se denotaba, tanto por sus ropajes como por su habla. No entendía demasiado como la clase alta podía tener tal desconsideración hacia los gitanos, o al menos le había dado esa impresión. Miró al frente tapando el sol con su mano derecha, moviendo los dedos con fluidez y dirigió la vista hacia las uvas que parecía exigir la joven. Y que en esos momentos observaba con detenimiento.

Levantó el trasero de la caja de madera clara en la que estaba sentada, notaba la falda de vivos colores, algo raída por el paso del tiempo, pegada a sus nalgas por el sudor que le había provocado el caluroso día de verano y no pudo evitar torcer el gesto. Con pesadez, lentamente, moviendo se con la velocidad de un perezoso, se acercó un poco más al mostrador, ahora si a un paso normal. Le sonrió a regañadientes, ignorando los comentarios anteriores.

-Bonjour Madame, perdone la tardanza al atenderla. Inclinó la cabeza a modo de saludo cordial.- Discúlpeme y pruebe la uva que tiene en la mano y compruebe en su propia boca esta maravilla. También puede probar el melón.

Había soltado el discurso. Pero, era real ella sabía la calidad de la fruta que vendía y no dudaría en poner la mano en el fuego para defender sus productos. Pero, por otro lado aunque hubiese intentado tener el más amable gesto hacia sus clientes siempre no podía evitar mirar de reojo a la mujer que era en esos momentos jurado de su humilde puesto. La mira nuevamente a los ojos.

-¿Qué le parece le gusta?¿Se lleva algo? Sepa que esto se agota, ahora viene una señora y nos quedamos sin existencias. No pasaba muy a menudo, más bien se había marcado un farol, pero debía asegurarse la venta. Esperó la decisión moviendo los dedos de los pies.

por **Allure** Sáb Jul 30, 2011 3:01 am

Era de suponerse el que muchas personas pensarían hasta que punto creían los propios vendedores del mercado las propias palabras que sin detenimiento alguno despojaban en son de promocionar aquellos productos que vendían. Pues para ser un buen mentiroso hay necesidad de creer lo que se dice o se hace hasta la última instancia. Allure sabía mucho sobre ello, pues cuando su faceta femenina afloraba todo lo que su persona física impartía era una gran mentira. Las sonrisas, las delicadezas, el tono de la voz y hasta las afeminadas gesticulaciones eran una gigantesca farsa que tan creída por el joven era, que jamás nadie posaría el poder de la duda sobre su superficial sexualidad.
Esa era la principal razón por la que Allure descubría con tanta facilidad la mentira en otros. Un simple momento para observar, para escuchar y el andrógino sabía si trataba con un farsante o con alguien que sinceramente, desde sus entrañas promovía la verdad. O en casos muy particulares, un excelente mentiroso como el mismo lo era, capaz de reflejar una verdad inexistente.

- Sé que estás uvas son maravillosas – respondió la damisela en apariencia, ahora con un tono más sereno. Sabía internamente que aquella jovencita frente a sus ojos no mentía, o por lo menos eso había captado en la misma, sin embargo una maliciosa espera al no confirmar la compra era generada por la aún no entera seguridad de Allure sobre la pelirroja. Debía despojar aquella máscara que solamente él sabía portar con tanta calidad. Lo lograría, si había alguna claro.
- ¿Vuestra familia es quien cosecha lo que venden? – adhirió posando fijamente su mirada en los ojos de la dependienta. Allure nunca pensó que una simple compra le llevase a ser tan curioso, hasta los límites de asegurarse la procedencia de aquel apetitoso producto, pero no podía darse el gusto de partir con dudas, después de todo, aquellas frutas serían para su adorado Lidérc. Eso lo explicaba todo. Eso explicaba todo en Allure. Sus curiosidades, sus manías, sus preocupaciones y hasta su insistencia en aclarar todas sus cuestiones a la hora de adquirir unas meras uvas. El joven había adquirido todas esas virtudes, todos esos defectos en son del bienestar de su protector. No era para menos, por lo menos así el mismo Allure lo creía en mente y corazón.

Sonrió dulce como la niña más educada con la intención de amortiguar su molesta y cuestionadora conducta, esperando la misma no se tomase a mal.
- Algún día me gustaría encargarme de alguna cosecha – comentó sonriéndole también al muchacho allí presente, esparciendo con una perfección única aquella gran mentira. Allure no soportaba la idea de vivir en el campo y jamás lo haría, claro, siempre que Lidérc no se lo pidiese.

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