Un varón y una misándrica, mala convinación ( Privado)

por **Löwe Von Meer** Jue Abr 11, 2013 4:25 pm

" Los inicios son extraños, nadie sabe quién es el otro. Podemos quedarnos con la primera fachada, o escarbar con los dedos para descubrir la verdad".

Había pasado toda la noche en el barco que llevaba la bandera Francesa. Ahora, después de mucho tiempo, había vuelto a la mar. Bajo el nombre de Löwe Von Meer, se encontraba bajo las órdenes del mismísimo Napoleón. Sonrió ante esa afirmación, ya que él sólo respondía ante Leónidas, y últimamente, ni siquiera eso. Era un arrogante, pecaba de creerse el mejor hombre de todos, y lo sabía, pero no pensaba cambiar. Le había llevado mucho tiempo perfeccionarse a sí mismo, como para considerarse igual a los demás. ¿Quién demonios quería igualdad?. El mundo estaba formado por fuertes y débiles, amos y esclavos, cazadores y presas. No importaba cuánto intentasen ocultar los humanos el animal que llevaban dentro, saldría tarde o temprano. Eran unas bestias, a veces, mucho más crueles que sus congéneres de raza. Pero, por supuesto, la amada Iglesia, seguía pensando, que sólo por ser humanos, eran mejor que las criaturas sobrenaturales. Eran un grupo de fanáticos. Les importaba poco, sólo lo justo para cazarlos y alimentarse de ellos.

Recogió el abrigo de la silla y se levantó. Cruzó con rapidez su despacho, y salió a la cubierta del barco. Sus hombres seguían trabajando en él, a pesar de ser altas horas de la noche. Llamó al contramaestre, y dejó el resto en sus manos. Debía ir a comer algo, a ser posible, algún cazador o inquisidor.

Bajó por la rampa del barco con paso majestuoso. Demostrando a todo el que lo mirase, que era alguien seguro de sí mismo. Caminaba como lo haría un rey, pero analizando todo lo que había a su alrededor, estudiando el ambiente que se vivía en el puerto. No quería llevarse sorpresas. Uno nunca sabe qué puede encontrarse en la oscuridad de la noche. ¿O quizás sí?.

Caminó por el pasillo, ahora deshabitado, del puerto. El silencio lo rodeaba en la oscuridad, haciéndole disfrutar del maravilloso susurro que realizaba el mar al acariciar la madera de los barcos. El susurro que sólo los marineros conocían, los mejores, eran capaces de determinar el estado de la mar, sólo por el tranquilo susurro del oleaje. Él sabía que habría tranquilidad por unas noches, pero si el susurro se hacía imposible de escuchar, eso avecinaría una tormenta salvaje.

Un grito rompió el sonido de la noche. Sabía que debía continuar su camino, pero la curiosidad hizo que se fundiera en las sombras de los edificios cercanos, deslizándose con la espalda pegada a la pared, acercándose al ruido. A los susurros de ropa que se escuchaban. Un gruñido salvaje, sonó de nuevo, tapando al grito que volvía a escucharse más cerca. Cuando llegó al lugar, pudo ver cómo un hombre se abalanzaba sobre una mujer morena. Se movió con rapidez, y en unos segundos, estaba agarrando la garganta del hombre. - Márchate.- Le ordenó con un susurro poderoso. Lo empujó lejos de la mujer, como si sólo fuera un muñeco de trapo. Con una mirada, lo amedrantó, dejando que viera la muerte en sus ojos.

Sin molestarse en ver cómo el hombre se marchaba corriendo, se volvió a la mujer, mirándola a los ojos.- ¿Está bien, Frau?- Le preguntó en un tono seco. Tenía hambre, y debía encontrar un inquisidor antes de que terminara la noche, y ya había perdido mucho tiempo.