AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Invitada de Honor [Privado]
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Invitada de Honor [Privado]
Bénédicte estaba de buenas. Esa noche recibiría un nuevo juguete para su baúl. Se sentía orgulloso de sí mismo, ¿cómo no? Si usó todos los trucos que conocía para hacerse con el honor.
Se trataba de una joven Baronesa proveniente de España, una consentida que se había descarriado del camino que papi había trazado para ella. Ah, le encantaban las mozuelas así, criadas dentro de una burbuja, rebeldes ante su cómoda jaula. Tan desesperado estaba el honorable señor que la había enviado a Francia a plazo fijo para encontrar al mejor de los maridos. Bénédicte bien sabía que ante las urgencias, las ideas descabelladas pasan a ser óptimas. Fue así como a través de sus contactos en España se ofreció para proteger a la chica y orientarla para que si hiciera con el pez más gordo de entre de los pretendientes.
Promesas, adulaciones. Ese era el señuelo que empleaba para que entraran a su castillo. Una vez dentro, comenzaba el juego. ¿Cuánto tiempo tardaría en degenerar su mente? Bénédicte se divertía reflexionando al respecto. Y mientras lo hacía, preparaba el castillo para la llegaba de la mujer esa noche. Mientras los sirvientes movían muebles y despolvaban los adornos, se encontraba decidiendo, con un niño en los brazos, qué cuadro ubicar frente a la cama de la invitada de honor, para que despertase cada mañana con una sonrisa.
— ¿Qué piensas, pequeño? ¿Crees que a nuestra Baronesa le guste más el cuadro de Hogarth o de Gainsborough? ¿El del matrimonio o el del chico de azul? Ese hasta se parece a ti. Sí, creo que The Blue Boy estará perfecto.
El infante, que no podía tener más de siete años, callaba aterrado. Hacía dos semanas que Bénédicte lo había sacado de su casa y llevado a su macabra morada. Había sido muy amable con él, hasta la noche anterior, cuando le mostró sus colmillos y lo encerró en un reducido calabozo a solas. Estaba paralizado del miedo. Y mientras más estupefacto, el vampiro más disfrutaba.
— Vas a quedarte muy callado en tu jaula, como buen chico. Eres muy especial para mí y no quisiera tener que lastimarte si se te ocurre desobedecer. Vamos a comportarnos, porque no queremos que nos castiguen. Tenemos un acuerdo de caballeros. — susurró despiadado al menor. Luego lo entregó en brazos de un sirviente para que lo devolviese a su celda.
Un par de horas después tocaron a la puerta. La mujer que esperaba se anunciaba: Nadia De Martel. Bénédicte se sonrió, ocultando sus colmillos con disimulo, pero no así su entusiasmo. Mandó a que la dejaran ingresar y se ubicó cerca de la entrada, en medio de la escala principal. Si bien para aquel vampiro milenario los humanos eran objetos para su goce y deleite, ellos no tenían por qué saberlo. Los recibiría como dioses, porque hasta los reyes son imperfectos.
Se trataba de una joven Baronesa proveniente de España, una consentida que se había descarriado del camino que papi había trazado para ella. Ah, le encantaban las mozuelas así, criadas dentro de una burbuja, rebeldes ante su cómoda jaula. Tan desesperado estaba el honorable señor que la había enviado a Francia a plazo fijo para encontrar al mejor de los maridos. Bénédicte bien sabía que ante las urgencias, las ideas descabelladas pasan a ser óptimas. Fue así como a través de sus contactos en España se ofreció para proteger a la chica y orientarla para que si hiciera con el pez más gordo de entre de los pretendientes.
Promesas, adulaciones. Ese era el señuelo que empleaba para que entraran a su castillo. Una vez dentro, comenzaba el juego. ¿Cuánto tiempo tardaría en degenerar su mente? Bénédicte se divertía reflexionando al respecto. Y mientras lo hacía, preparaba el castillo para la llegaba de la mujer esa noche. Mientras los sirvientes movían muebles y despolvaban los adornos, se encontraba decidiendo, con un niño en los brazos, qué cuadro ubicar frente a la cama de la invitada de honor, para que despertase cada mañana con una sonrisa.
— ¿Qué piensas, pequeño? ¿Crees que a nuestra Baronesa le guste más el cuadro de Hogarth o de Gainsborough? ¿El del matrimonio o el del chico de azul? Ese hasta se parece a ti. Sí, creo que The Blue Boy estará perfecto.
El infante, que no podía tener más de siete años, callaba aterrado. Hacía dos semanas que Bénédicte lo había sacado de su casa y llevado a su macabra morada. Había sido muy amable con él, hasta la noche anterior, cuando le mostró sus colmillos y lo encerró en un reducido calabozo a solas. Estaba paralizado del miedo. Y mientras más estupefacto, el vampiro más disfrutaba.
— Vas a quedarte muy callado en tu jaula, como buen chico. Eres muy especial para mí y no quisiera tener que lastimarte si se te ocurre desobedecer. Vamos a comportarnos, porque no queremos que nos castiguen. Tenemos un acuerdo de caballeros. — susurró despiadado al menor. Luego lo entregó en brazos de un sirviente para que lo devolviese a su celda.
Un par de horas después tocaron a la puerta. La mujer que esperaba se anunciaba: Nadia De Martel. Bénédicte se sonrió, ocultando sus colmillos con disimulo, pero no así su entusiasmo. Mandó a que la dejaran ingresar y se ubicó cerca de la entrada, en medio de la escala principal. Si bien para aquel vampiro milenario los humanos eran objetos para su goce y deleite, ellos no tenían por qué saberlo. Los recibiría como dioses, porque hasta los reyes son imperfectos.
Bénédicte Rivérieulx- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 24/03/2016
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Re: Invitada de Honor [Privado]
El día había llegado, aquel día debía conocer al dichoso amigo de su padre que se encargaría del destino marital de Nadia, esa idea en definitiva no le agradaba para nada a la chiquilla sin embargo ya había desobedecido tanto que pensaba que si seguía por ese camino terminaría sin su título y sin todo a lo que estaba acostumbrada por eso a regañadientes se preparó para conocer al dichoso hombre maravilla, que habría jurado conseguir el mejor postor para ella y que se encargaría de cuidarla en su estancia en París.
La castaña ordenó a sus sirvientes -los cuales eran aún escasos- que colocaran su equipaje en el carruaje y ella se dispuso a arreglarse un poco para estar presentable ante aquel desconocido hombre; cuando estuvo dispuesta entró en aquel transporte y esperó con ligeros nervios llegar al lugar, el camino era distinto, se alejaba de lo poco que conocía de la ciudad y algo de temor crecía en el interior de Nadia, no por nada pero estaba en una ciudad desconocida a merced de el señor Rivérieulx, una de sus empleadas avisó que estaban próximos a llegar; la chica miró por donde iban y el castillo lograba verse desde ahí, a simple vista era mucho más grande que su hogar pero algo ahí causaba más curiosidad en la castaña, sin duda se divertiría demasiado descubriendo lo que ese castillo guardaba, también la curiosidad e interés por conocer a tan amable señor nacía, ¿sería viejo?, ¿joven?, ¿amable o regañón?, esperaba muchas cosas y miles de situaciones se venían a su mente pero ninguna lo suficientemente buena para acercarse a la realidad.
Cuando por fin estuvo a las afueras del lugar descendió de su carruaje con delicadeza y se dedicó por unos minutos a admirar el sitio detenidamente, la forma del castillo, los materiales con los que estaba hecho, lo verde que adornaba algunas partes y el camino que había hasta la entrada; sin más comenzó a caminar hacia su futuro; uno de los sirvientes tocó el gran portón y cuando abrieron las puertas Nadia se encontraba a unos pasos de entrar, con cautela se introdujo en el castillo entrecerrando ligeramente los ojos al cambio de luz, hizo una pequeña reverencia cuando la figura masculina apareció ante sus orbes y sonrió angelicalmente con un toque de coquetería sin apartar la vista de aquel hombre.-Mis más sinceras disculpas monsieur Rivérieulx, mi carruaje se ha tardado un poco en llegar al sitio donde me hospedaba.- musitó adentrándose tímidamente al hogar de aquel chico mientras sus ojos buscaban más detalles a su alrededor volviendo su vista al final para dedicarse a ver a su nuevo cuidador.-Soy Lady Nadia De Martel, es un placer conocerle al fin, mi padre ha hablado maravillas de usted.- dijo con la mejor de sus sonrisas esperando las palabras ajenas, el hombre era más joven de lo que pensó y diferente a como se lo imaginó, sin duda no se acercaba en nada ni el castillo ni el dueño a los sueños de la joven.
La castaña ordenó a sus sirvientes -los cuales eran aún escasos- que colocaran su equipaje en el carruaje y ella se dispuso a arreglarse un poco para estar presentable ante aquel desconocido hombre; cuando estuvo dispuesta entró en aquel transporte y esperó con ligeros nervios llegar al lugar, el camino era distinto, se alejaba de lo poco que conocía de la ciudad y algo de temor crecía en el interior de Nadia, no por nada pero estaba en una ciudad desconocida a merced de el señor Rivérieulx, una de sus empleadas avisó que estaban próximos a llegar; la chica miró por donde iban y el castillo lograba verse desde ahí, a simple vista era mucho más grande que su hogar pero algo ahí causaba más curiosidad en la castaña, sin duda se divertiría demasiado descubriendo lo que ese castillo guardaba, también la curiosidad e interés por conocer a tan amable señor nacía, ¿sería viejo?, ¿joven?, ¿amable o regañón?, esperaba muchas cosas y miles de situaciones se venían a su mente pero ninguna lo suficientemente buena para acercarse a la realidad.
Cuando por fin estuvo a las afueras del lugar descendió de su carruaje con delicadeza y se dedicó por unos minutos a admirar el sitio detenidamente, la forma del castillo, los materiales con los que estaba hecho, lo verde que adornaba algunas partes y el camino que había hasta la entrada; sin más comenzó a caminar hacia su futuro; uno de los sirvientes tocó el gran portón y cuando abrieron las puertas Nadia se encontraba a unos pasos de entrar, con cautela se introdujo en el castillo entrecerrando ligeramente los ojos al cambio de luz, hizo una pequeña reverencia cuando la figura masculina apareció ante sus orbes y sonrió angelicalmente con un toque de coquetería sin apartar la vista de aquel hombre.-Mis más sinceras disculpas monsieur Rivérieulx, mi carruaje se ha tardado un poco en llegar al sitio donde me hospedaba.- musitó adentrándose tímidamente al hogar de aquel chico mientras sus ojos buscaban más detalles a su alrededor volviendo su vista al final para dedicarse a ver a su nuevo cuidador.-Soy Lady Nadia De Martel, es un placer conocerle al fin, mi padre ha hablado maravillas de usted.- dijo con la mejor de sus sonrisas esperando las palabras ajenas, el hombre era más joven de lo que pensó y diferente a como se lo imaginó, sin duda no se acercaba en nada ni el castillo ni el dueño a los sueños de la joven.
Última edición por Nadia De Martel el Sáb Mar 26, 2016 6:39 pm, editado 1 vez
Nadia De Martel- Realeza Española
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Re: Invitada de Honor [Privado]
Ese aire coqueto, pero no vulgar. Cabello y ojos castaños, cada pieza en su lugar. Vestido impecable, apariencia pulcra. No cabía duda:
— Una muñequita española — pensó divertido Bénédicte — el material del cual están hechos los sueños.
Astuto como él mismo, se reverenció ante la joven inclinando ligeramente su cabeza. Quería verse casi como un esclavo para ella, dispuesto a satisfacerla en todo lo que deseara. Una moza a la que su padre no le daba suficiente atención era el blanco ideal para llenarla de atenciones. Debía ser agradecida. El vampiro la leía. Tenía en mente diferentes laberintos mentales por los cuales llevarla, pero ella no debía enterarse. Ante la Baronesa, el sádico inmortal debía parecer tan indefenso como un cachorro recién nacido. Tenía talento en eso. Su apariencia joven ayudaba.
— Ni un segundo atrasada, excelencia. — se aproximó a ella y esperó a que le ofreciera su mano para besarla con sus fríos labios — Su padre es un verdadero caballero. Espero que ya haya recibido mi carta de agradecimiento. Como le habrán informado, soy Bénédicte Rivérieulx, amo y dueño de este castillo. Me place ser su anfitrión y protector durante su estadía. Pero más allá de las etiquetas y formalidades que nos convocan, me gustaría que me considerase su amigo.
Con una señal de sus dedos, un trío de sirvientes se dirigió al exterior llevando consigo a un puñado de hombres.
— Deje que la servidumbre se ocupe de su equipaje. Sus cocheros estarán exhaustos después del largo trayecto, y con este frío además. No se preocupe por la temperatura, que mantengo las chimeneas encendidas y vigiladas en esta época del año. — a la vista se encontraban dichas hogueras de interior que él no podía sentir — ¿Está hambrienta? Imagino que sí. Si se siente fatigada puedo pasar a enseñarle directamente sus aposentos. Ahí será atendida si necesita algo, aunque nada reemplaza la interacción de una cena, pero en vista de las circunstancias, prefiero que la primera impresión que genere este lugar en vuecencia sea la de un hogar, su hogar.
Se aproximó el mayordomo con intenciones de hacerse cargo de los requerimientos de la joven, pero una mirada por parte del vampiro fue suficiente para que éste cesara en sus afanes. “Yo me haré cargo” fue lo que Bénédicte dio a entender, y se deducía que tampoco quería que tuvieran demasiado contacto con Nadia.
Galante, estiró su brazo derecho y fijó su mirada en la mujer.
— ¿Me concedería el honor de guiarla?
Y se deleitó mentalmente, pensando en cuántos bocadillos había guiado del brazo.
— Una muñequita española — pensó divertido Bénédicte — el material del cual están hechos los sueños.
Astuto como él mismo, se reverenció ante la joven inclinando ligeramente su cabeza. Quería verse casi como un esclavo para ella, dispuesto a satisfacerla en todo lo que deseara. Una moza a la que su padre no le daba suficiente atención era el blanco ideal para llenarla de atenciones. Debía ser agradecida. El vampiro la leía. Tenía en mente diferentes laberintos mentales por los cuales llevarla, pero ella no debía enterarse. Ante la Baronesa, el sádico inmortal debía parecer tan indefenso como un cachorro recién nacido. Tenía talento en eso. Su apariencia joven ayudaba.
— Ni un segundo atrasada, excelencia. — se aproximó a ella y esperó a que le ofreciera su mano para besarla con sus fríos labios — Su padre es un verdadero caballero. Espero que ya haya recibido mi carta de agradecimiento. Como le habrán informado, soy Bénédicte Rivérieulx, amo y dueño de este castillo. Me place ser su anfitrión y protector durante su estadía. Pero más allá de las etiquetas y formalidades que nos convocan, me gustaría que me considerase su amigo.
Con una señal de sus dedos, un trío de sirvientes se dirigió al exterior llevando consigo a un puñado de hombres.
— Deje que la servidumbre se ocupe de su equipaje. Sus cocheros estarán exhaustos después del largo trayecto, y con este frío además. No se preocupe por la temperatura, que mantengo las chimeneas encendidas y vigiladas en esta época del año. — a la vista se encontraban dichas hogueras de interior que él no podía sentir — ¿Está hambrienta? Imagino que sí. Si se siente fatigada puedo pasar a enseñarle directamente sus aposentos. Ahí será atendida si necesita algo, aunque nada reemplaza la interacción de una cena, pero en vista de las circunstancias, prefiero que la primera impresión que genere este lugar en vuecencia sea la de un hogar, su hogar.
Se aproximó el mayordomo con intenciones de hacerse cargo de los requerimientos de la joven, pero una mirada por parte del vampiro fue suficiente para que éste cesara en sus afanes. “Yo me haré cargo” fue lo que Bénédicte dio a entender, y se deducía que tampoco quería que tuvieran demasiado contacto con Nadia.
Galante, estiró su brazo derecho y fijó su mirada en la mujer.
— ¿Me concedería el honor de guiarla?
Y se deleitó mentalmente, pensando en cuántos bocadillos había guiado del brazo.
Bénédicte Rivérieulx- Vampiro Clase Alta
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Re: Invitada de Honor [Privado]
La voz del joven despertó a Nadia de sus ojos curiosos que rondaban absolutamente cada detalle de su nuevo "hogar", tanto que puso más atención en el tono de voz ocupado, la chica era demasiado curiosa para su bien, demasiado que no dejaba pasar nada o al menos eso creía. que el sitio iba a ser horrible pero no lo era, también pensaba que aquel hombre sería ya de bastante edad, uno que pudiera meterla en cintura como nadie lo había hecho jamás pero todo parecía ir a su favor, quizá no podía adivinar la edad del chico pero estaba segura que no pasaba los 30, también que su carácter como le había dicho su padre antes era completamente diferente a lo que pensó; casi podía sentir una victoria de su parte en cuanto al castigo ejemplar que fue desterrarla de España hasta conseguir quien la desposara, es más disfrutaba más ahora el estar ahí en Francia que rodeada de españoles.
La chica extendió su mano delicadamente y sonrió esperando el beso en el dorso, tantos detalles que la realeza debía cuidar que de vez en cuando olvidaba alguno, era joven e inexperta, tenía tantas cosas que aprender aún que algunos detalles de etiqueta pasaban desapercibidos pero los que más había aprendido era hacer reverencia, besos en el dorso de su mano, el como dirigirse a los mayores y claro estaba como comportarse en la mesa. De nuevo la voz del joven la alejó de sus pensamientos y asintió lentamente antes de hablar.-- La ha recibido, creo que debo añadir que está encantado de que sea usted quien me ayude en mi tarea de... de encontrar esposo y bueno con todo lo demás es obvio que ya lo considero un amigo, ha sido tan gentil conmigo que ahora estoy en deuda con usted.--musitó al final con un tono neutro, eso de casarse no estaba entre sus planes, mucho menos París como hogar pero sí la libertad que pudiera tener lejos de sus padres y claro estaba de los ojos españoles que veían todo y murmuraban.
--Por supuesto, gracias, no tengo demasiados sirvientes así que espero que no sean una molestia, de todas formas mi padre enviará dinero para que mi estadía aquí no le cause más conflictos, estoy avergonzada de invadir su privacidad así monsieur Rivérieulx, la temperatura está perfectamente bien.--aseguró gesticulando un poco, la joven no era una chica que pasara frío o que el cambio de temperatura le afectara en sí, tenía buena salud y podía verse solo por el color natural de sus mejillas y lo bien cuidada que estaba su piel.
--No se preocupe por ello, estoy perfectamente bien, descansé y he comido así que puede mostrarme con confianza su hogar...mi hogar, tengo curiosidad por ver su castillo, es muy pintoresco, aunque...no sé tiene algo más, no sabría bien que es.--musitó mirando a los sirvientes con curiosidad, siempre sabía que esperar de alguien por como trataba a los que les servía, sin embargo no logró ver nada fuera de su lugar, parecía que el sitio simplemente era acogedor cosa que la tranquilizó aún más. Cuando el joven estiró su brazo a ella instintivamente hizo lo mismo y lo tomó con lentitud, siempre los movimientos de Nadia eran delicados, incluso tiernos; algo que no podía quitarse con el tiempo. --Claro, gracias...estaré encantada de que usted sea mi guía.--aseguró con nerviosismo ligero en la voz, el gran cambio de vida que estaba a punto de vivir le asustaba un poco pero al mismo tiempo le emocionaba, quería conocer el mundo y París apuntaba a ser solo el inicio de su aventura por ende Bénédicte era clave fundamental en todo eso.-- Espero luego pueda enviarle una carta a mi padre para decirle que estoy con usted, ha sido un viaje largo y seguramente creerá más la correspondencia suya que la mía; no necesito añadir el porqué, ¿cierto?, supongo que él le ha contado un poco de la historia que está detrás de mi visita a su hogar.--comentó, en realidad Nadia tanteaba el terreno que pisaba, quería descubrir los arreglos que tenía su padre con él; siguió al hombre a donde él señalaba mientras sus ojos iban y venían por todos los sitios de ese castillo que le eran mostrados.
La chica extendió su mano delicadamente y sonrió esperando el beso en el dorso, tantos detalles que la realeza debía cuidar que de vez en cuando olvidaba alguno, era joven e inexperta, tenía tantas cosas que aprender aún que algunos detalles de etiqueta pasaban desapercibidos pero los que más había aprendido era hacer reverencia, besos en el dorso de su mano, el como dirigirse a los mayores y claro estaba como comportarse en la mesa. De nuevo la voz del joven la alejó de sus pensamientos y asintió lentamente antes de hablar.-- La ha recibido, creo que debo añadir que está encantado de que sea usted quien me ayude en mi tarea de... de encontrar esposo y bueno con todo lo demás es obvio que ya lo considero un amigo, ha sido tan gentil conmigo que ahora estoy en deuda con usted.--musitó al final con un tono neutro, eso de casarse no estaba entre sus planes, mucho menos París como hogar pero sí la libertad que pudiera tener lejos de sus padres y claro estaba de los ojos españoles que veían todo y murmuraban.
--Por supuesto, gracias, no tengo demasiados sirvientes así que espero que no sean una molestia, de todas formas mi padre enviará dinero para que mi estadía aquí no le cause más conflictos, estoy avergonzada de invadir su privacidad así monsieur Rivérieulx, la temperatura está perfectamente bien.--aseguró gesticulando un poco, la joven no era una chica que pasara frío o que el cambio de temperatura le afectara en sí, tenía buena salud y podía verse solo por el color natural de sus mejillas y lo bien cuidada que estaba su piel.
--No se preocupe por ello, estoy perfectamente bien, descansé y he comido así que puede mostrarme con confianza su hogar...mi hogar, tengo curiosidad por ver su castillo, es muy pintoresco, aunque...no sé tiene algo más, no sabría bien que es.--musitó mirando a los sirvientes con curiosidad, siempre sabía que esperar de alguien por como trataba a los que les servía, sin embargo no logró ver nada fuera de su lugar, parecía que el sitio simplemente era acogedor cosa que la tranquilizó aún más. Cuando el joven estiró su brazo a ella instintivamente hizo lo mismo y lo tomó con lentitud, siempre los movimientos de Nadia eran delicados, incluso tiernos; algo que no podía quitarse con el tiempo. --Claro, gracias...estaré encantada de que usted sea mi guía.--aseguró con nerviosismo ligero en la voz, el gran cambio de vida que estaba a punto de vivir le asustaba un poco pero al mismo tiempo le emocionaba, quería conocer el mundo y París apuntaba a ser solo el inicio de su aventura por ende Bénédicte era clave fundamental en todo eso.-- Espero luego pueda enviarle una carta a mi padre para decirle que estoy con usted, ha sido un viaje largo y seguramente creerá más la correspondencia suya que la mía; no necesito añadir el porqué, ¿cierto?, supongo que él le ha contado un poco de la historia que está detrás de mi visita a su hogar.--comentó, en realidad Nadia tanteaba el terreno que pisaba, quería descubrir los arreglos que tenía su padre con él; siguió al hombre a donde él señalaba mientras sus ojos iban y venían por todos los sitios de ese castillo que le eran mostrados.
Nadia De Martel- Realeza Española
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Re: Invitada de Honor [Privado]
Pequeña gatita curiosa. Ahora recordaba por qué no tenía gatos. Les gustaba hurgar, revolver la mercancía, y dar esperanzas a quienes los rodeaban con ronroneos y ojos saltones. Bastaba con uno. En este caso, una sola. Sería divertido conservarla. Podía ser por un tiempo o hasta su muerte. Bénédicte todavía no lo decidía. Dependía de cuán provechoso fuese su miedo, porque eventualmente lo sentiría. Y a cántaros caerían sus lágrimas de pavor. Niña traviesa, tan joven, tan pecadora. Quería escribirle a papi, a pesar de haberse comportado mal. Casi como un cachorrito que luego de haber destrozado el hogar, gime sumiso.
— Por supuesto, madeimoselle. Cuidé que ubicaran un escritorio apropiado para usted en su cuarto. Hay tinta fresca y plumas nuevas, para que utilice su caligrafía como estime pertinente. Las cartas se guardan por años, generación tras generación. Es una causa noble conservarlas como si fueran una obra de arte.
La tomó del brazo y avanzaron juntos al comedor principal, espacioso y con mozos de pié junto a las paredes, quienes se adelantaron y ayudaron a ambos a tomar asiento.
Bénédicte estaba fascinado observándola. Esos ojos no mentían; ella tenía cara de haber probado la atención masculina y de haberle gustado. Cerca de ahí debía estar una de sus debilidades: la vanidad. ¿Cuánta información podría sacarle durante la cena? Averiguarlo todo era parte del juego
— Debo sobrepasarme, excelencia. El señor De Martel me había escrito acerca de su belleza, y por esta vez debo decir que un padre no exageró en relación a las cualidades de su hija. Es imperioso preguntarle, si no lo considera demasiado invasivo: ¿por qué no ha casado todavía? Es obvio que la falta de pretendientes no es la causa. ¿Será que hay cierta renuencia a crecer? A lo mejor estoy equivocado. Corríjame usted. Es imperioso saberlo. Tengo la tarea de atar ese nudo por usted y ese dato no lo puedo dejar pasar. — lo dijo con formalidad, pero a la vez traviesamente. Nadie le daba órdenes. Se mandaba solo desde que había eliminado a Circe. Si Nadia se lo pedía, podía abandonar tal propósito públicamente ante ella y dedicarse a algo más ameno.
Depositaron las bandejas con los alimentos apenas terminó la última pregunta. El exquisito aroma de la comida, el faisán humeante, el brócoli a punto y las ostras frescas no fueron distracción para él. En ningún momento los grandes e inmortales ojos de Bénédicte se desviaron de su invitada, analizándola como si fuese su rival más poderoso. Tampoco tenía intención de probar bocadillo, o al menos no hasta que Nadia se fuera a dormir. Aunque no comería precisamente de lo que se había servido a la mesa. Oh no. Víctimas con creces más apetitosas lo esperaban en el fondo del castillo.
Y ella tarde o temprano lo sabría. Él mismo se encargaría.
— Por supuesto, madeimoselle. Cuidé que ubicaran un escritorio apropiado para usted en su cuarto. Hay tinta fresca y plumas nuevas, para que utilice su caligrafía como estime pertinente. Las cartas se guardan por años, generación tras generación. Es una causa noble conservarlas como si fueran una obra de arte.
La tomó del brazo y avanzaron juntos al comedor principal, espacioso y con mozos de pié junto a las paredes, quienes se adelantaron y ayudaron a ambos a tomar asiento.
Bénédicte estaba fascinado observándola. Esos ojos no mentían; ella tenía cara de haber probado la atención masculina y de haberle gustado. Cerca de ahí debía estar una de sus debilidades: la vanidad. ¿Cuánta información podría sacarle durante la cena? Averiguarlo todo era parte del juego
— Debo sobrepasarme, excelencia. El señor De Martel me había escrito acerca de su belleza, y por esta vez debo decir que un padre no exageró en relación a las cualidades de su hija. Es imperioso preguntarle, si no lo considera demasiado invasivo: ¿por qué no ha casado todavía? Es obvio que la falta de pretendientes no es la causa. ¿Será que hay cierta renuencia a crecer? A lo mejor estoy equivocado. Corríjame usted. Es imperioso saberlo. Tengo la tarea de atar ese nudo por usted y ese dato no lo puedo dejar pasar. — lo dijo con formalidad, pero a la vez traviesamente. Nadie le daba órdenes. Se mandaba solo desde que había eliminado a Circe. Si Nadia se lo pedía, podía abandonar tal propósito públicamente ante ella y dedicarse a algo más ameno.
Depositaron las bandejas con los alimentos apenas terminó la última pregunta. El exquisito aroma de la comida, el faisán humeante, el brócoli a punto y las ostras frescas no fueron distracción para él. En ningún momento los grandes e inmortales ojos de Bénédicte se desviaron de su invitada, analizándola como si fuese su rival más poderoso. Tampoco tenía intención de probar bocadillo, o al menos no hasta que Nadia se fuera a dormir. Aunque no comería precisamente de lo que se había servido a la mesa. Oh no. Víctimas con creces más apetitosas lo esperaban en el fondo del castillo.
Y ella tarde o temprano lo sabría. Él mismo se encargaría.
Bénédicte Rivérieulx- Vampiro Clase Alta
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Re: Invitada de Honor [Privado]
Un hombre que vivía rodeado de sirvientes, una especie desconocida para Nadia, algunos de los hombres españoles que frecuentaba siempre estaban rodeados de mujeres o había sus excepciones que utilizaban a los de su mismo sexo para divertirse sin embargo en su andar por el castillo no visualizó a nadie así, ¿sería acaso un hombre solitario?, ¿tendría una historia trágica que desconocía?, una y mil preguntas se reunieron en la mente de la chica quedando por unos minutos simplemente observando todo y esperando no perderse nada pero justamente cuando iba a percatarse de más la voz del hombre le quitó su interés en lo demás y volvió su vista a él.
-Muchas gracias, parece que lo tiene todo cubierto, me sorprende monsieur, demasiado debo de confesar, ¿le ha dicho mi padre todo esto?, porque seguro que necesitó un tiempo para poner todo en su sitio, lamento tanto trabajo para usted, espero no causar ya más molestias de las necesarias.-añadió ligeramente avergonzada, pues le pesaba un poco que un hombre hiciera todo aquello solo para tenerla a gusto, claro que estaba acostumbrada a ser consentida en todo lo que quería pero que lo hiciese un desconocido era diferente, casi podía sentir como si le leyeran la mente y eso no le agradaba para nada, aunque agradecía.
Siguió caminando de su brazo hasta el comedor principal, sin duda ese castillo era enorme, su Rey de España podría asombrarse ligeramente con eso ya que gustaba de ver la arquitectura, también el padre de Nadia gustaba de los lugares así, la mansión en la que vivía la señorita De Martel era bastante amplia, con viñedos, establos, un pequeño lago y bastante terreno donde pudieran sembrar algunos vegetales; así que la imaginación de la chica voló, quizá se encontraría con más cosas, cuadros que no miró antes de su visita a Francia que sin duda le sorprendían y le encantaban; cuando los sirvientes aparecieron en su vista una ligera "o" se formó en sus labios y tomó asiento aún con los ojos llenos de curiosidad, todo estaba perfectamente cuidado tanto que seguía asombrando a la chica cada vez más sin embargo su alegría se vio opa-cada por aquella plática que esperaba; seguramente su padre no había entrado en detalles, sus uñas sostuvieron el filo de las mangas de su vestido un momento sonriendo mientras escuchaba las palabras del ojiazul; esperó a que terminara sin interrumpirlo y después tomó una bocanada de aire para empezar, ¿Se supone que debería contarle todo no?, ¿el porqué no se había casado?, ¿cómo arruinó sus oportunidades?, era simple, no deseaba casarse, no ahora y mucho menos con alguien que le triplicara la edad.
-Gracias por la referencia a mi belleza, estoy segura que sí exageró pero agradezco sus palabras milord, no sé si pueda contar con lujo de detalle el inconveniente que causé en España, pero por lo visto mi padre ha sido corto de palabras con eso; sí, he tenido propuestas desde que cumplí quince pero no quería casarme, más bien no he querido hacerlo, los pretendientes son de bastante dinero, de buena familia pero muy mayores, el último me llevaba al menos veinte años más.- contó, se detuvo un poco y tomó un poco de agua que estaba frente a ella justamente cuando se acercaban a depositar las bandejas de comida, hablar de eso hacía que se le revolviera un poco el estómago aunque también debía admitir que se divertía recordando sus travesuras; al detenerse un minuto prosiguió.- A mis pretendientes les hice creer que había perdido mi... mi virtud.-musitó con las mejillas rojas y mirando la bandeja avergonzada.-Cosa que no es verdad, el rumor siguió creciendo hasta que los pretendientes dejaron de venir; le juro milord que solo ha sido una mentira piadosa, todo sigue en su sitio y ninguna regla se ha roto pero no me siento lista para ser la esposa de nadie, pero es mi tarea que he venido a cumplir y que le encomendaron realizar.-musitó volviendo su vista a él, más relajada, menos sonrojada y decidida a comer aunque sea un poco para no ser descortés, tomó uno de los cubiertos y se llevó un vegetal a la boca esperando alguna palabra de su parte.
-¿Me va a enviar de vuelta cierto?, mentiría si digo que me arrepiento de la mentira que dije pero es lo primero que se me ocurrió y bueno, visitar Francia por unos meses no me parece malo.- comentó después de asegurarse que aquel bocadillo se fuera de su boca, debía recordar los modales impuestos en la sociedad y no quería parecer descortés ante tan amable caballero pero sin duda esperaba una negativa de su parte, más que eso un regaño.
-Muchas gracias, parece que lo tiene todo cubierto, me sorprende monsieur, demasiado debo de confesar, ¿le ha dicho mi padre todo esto?, porque seguro que necesitó un tiempo para poner todo en su sitio, lamento tanto trabajo para usted, espero no causar ya más molestias de las necesarias.-añadió ligeramente avergonzada, pues le pesaba un poco que un hombre hiciera todo aquello solo para tenerla a gusto, claro que estaba acostumbrada a ser consentida en todo lo que quería pero que lo hiciese un desconocido era diferente, casi podía sentir como si le leyeran la mente y eso no le agradaba para nada, aunque agradecía.
Siguió caminando de su brazo hasta el comedor principal, sin duda ese castillo era enorme, su Rey de España podría asombrarse ligeramente con eso ya que gustaba de ver la arquitectura, también el padre de Nadia gustaba de los lugares así, la mansión en la que vivía la señorita De Martel era bastante amplia, con viñedos, establos, un pequeño lago y bastante terreno donde pudieran sembrar algunos vegetales; así que la imaginación de la chica voló, quizá se encontraría con más cosas, cuadros que no miró antes de su visita a Francia que sin duda le sorprendían y le encantaban; cuando los sirvientes aparecieron en su vista una ligera "o" se formó en sus labios y tomó asiento aún con los ojos llenos de curiosidad, todo estaba perfectamente cuidado tanto que seguía asombrando a la chica cada vez más sin embargo su alegría se vio opa-cada por aquella plática que esperaba; seguramente su padre no había entrado en detalles, sus uñas sostuvieron el filo de las mangas de su vestido un momento sonriendo mientras escuchaba las palabras del ojiazul; esperó a que terminara sin interrumpirlo y después tomó una bocanada de aire para empezar, ¿Se supone que debería contarle todo no?, ¿el porqué no se había casado?, ¿cómo arruinó sus oportunidades?, era simple, no deseaba casarse, no ahora y mucho menos con alguien que le triplicara la edad.
-Gracias por la referencia a mi belleza, estoy segura que sí exageró pero agradezco sus palabras milord, no sé si pueda contar con lujo de detalle el inconveniente que causé en España, pero por lo visto mi padre ha sido corto de palabras con eso; sí, he tenido propuestas desde que cumplí quince pero no quería casarme, más bien no he querido hacerlo, los pretendientes son de bastante dinero, de buena familia pero muy mayores, el último me llevaba al menos veinte años más.- contó, se detuvo un poco y tomó un poco de agua que estaba frente a ella justamente cuando se acercaban a depositar las bandejas de comida, hablar de eso hacía que se le revolviera un poco el estómago aunque también debía admitir que se divertía recordando sus travesuras; al detenerse un minuto prosiguió.- A mis pretendientes les hice creer que había perdido mi... mi virtud.-musitó con las mejillas rojas y mirando la bandeja avergonzada.-Cosa que no es verdad, el rumor siguió creciendo hasta que los pretendientes dejaron de venir; le juro milord que solo ha sido una mentira piadosa, todo sigue en su sitio y ninguna regla se ha roto pero no me siento lista para ser la esposa de nadie, pero es mi tarea que he venido a cumplir y que le encomendaron realizar.-musitó volviendo su vista a él, más relajada, menos sonrojada y decidida a comer aunque sea un poco para no ser descortés, tomó uno de los cubiertos y se llevó un vegetal a la boca esperando alguna palabra de su parte.
-¿Me va a enviar de vuelta cierto?, mentiría si digo que me arrepiento de la mentira que dije pero es lo primero que se me ocurrió y bueno, visitar Francia por unos meses no me parece malo.- comentó después de asegurarse que aquel bocadillo se fuera de su boca, debía recordar los modales impuestos en la sociedad y no quería parecer descortés ante tan amable caballero pero sin duda esperaba una negativa de su parte, más que eso un regaño.
Nadia De Martel- Realeza Española
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Fecha de inscripción : 21/03/2016
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Re: Invitada de Honor [Privado]
Así que quería un príncipe azul, un joven garboso, de dinero y que además le diera prestigio social. Muy conveniente, como si estuviese en posición de elegir. Olvidaba, descaradamente, que era una mujer joven en una estricta pirámide jerárquica en la que no estaba en posición de elegir nada. Totalmente esperable que no quisiera casarse. Le gustaba la atención de quienes consideraba sus semejantes, no sus padres o abuelos.
— El vino, un buen vino, sabe mejor con el paso de los años, pero al mismo tiempo, una semilla tan antigua difícilmente puede brotar en tierra tierna y fértil. ¿Qué hacer? Buscar un equilibrio, como en los malos negocios, en donde ninguno está en posición de aplastar al otro. Un balance perfecto alegraría tanto la vida de su padre como la suya. Si me permite emitir un juicio de valor, su jugada de expandir el rumor de haber sido deshonrada fue en exceso arriesgada, pues no solamente estaba su nombre involucrado, sino el de toda su familia. Su padre fue astuto al enviarla conmigo.
Pero lo que Bénédicte quería hacer era un buen negocio, para él. Ya estaba maquinando cómo deshacerse de la voluntad de Nadia, para sacar lo provechoso de ella. ¿Qué utilidad podía darle? Un millón. La ventaja de que fuera humana era que podía transitar de día, bajo la espantosa luz del condenado sol. Alguien como ella atraería blancos con facilidad. Mentes ni siquiera tan inocentes fácilmente embaucados por las apariencias, los olores y lo que fuera que estimulara sus sentidos. ¿Cuál era la gracia si el vampiro podía por su cuenta arrasar con la población una noche si se le daba la gana? Entretenerse, ¡pero evidente! No tenía gracia si la diversión se acababa con un solo acto, si se convertía en una máquina de matar. Mejor contemplar cómo las hormigas construían su propia tumba. ¿Volver polvo tan rápido a criaturas tan valiosas como las que tenía prisioneras? Pero qué desperdicio. Para Bénédicte era desperdiciar la comida, comparable a no masticar ni saborear y solamente tragar. ¡Qué vulgaridad!
— ¿Ya quiere volver? — preguntó haciéndose el ofendido, visiblemente dolido, como un adolescente — Ya veo que la bienvenida no ha sido de su total agrado. Querrá abrazar a su querida España nuevamente. Puedo escribirle a su padre anunciándole su retorno. Llamaré al cochero y le ordenaré que la lleve de vuelta mañana temprano, o esta misma noche si es urgente para usted.
Qué simpático era jugar al necesitado de compañía, pues con los efectos de sus planes, sería ella la que le rogaría a él por prologar hasta siempre la estadía.
— El vino, un buen vino, sabe mejor con el paso de los años, pero al mismo tiempo, una semilla tan antigua difícilmente puede brotar en tierra tierna y fértil. ¿Qué hacer? Buscar un equilibrio, como en los malos negocios, en donde ninguno está en posición de aplastar al otro. Un balance perfecto alegraría tanto la vida de su padre como la suya. Si me permite emitir un juicio de valor, su jugada de expandir el rumor de haber sido deshonrada fue en exceso arriesgada, pues no solamente estaba su nombre involucrado, sino el de toda su familia. Su padre fue astuto al enviarla conmigo.
Pero lo que Bénédicte quería hacer era un buen negocio, para él. Ya estaba maquinando cómo deshacerse de la voluntad de Nadia, para sacar lo provechoso de ella. ¿Qué utilidad podía darle? Un millón. La ventaja de que fuera humana era que podía transitar de día, bajo la espantosa luz del condenado sol. Alguien como ella atraería blancos con facilidad. Mentes ni siquiera tan inocentes fácilmente embaucados por las apariencias, los olores y lo que fuera que estimulara sus sentidos. ¿Cuál era la gracia si el vampiro podía por su cuenta arrasar con la población una noche si se le daba la gana? Entretenerse, ¡pero evidente! No tenía gracia si la diversión se acababa con un solo acto, si se convertía en una máquina de matar. Mejor contemplar cómo las hormigas construían su propia tumba. ¿Volver polvo tan rápido a criaturas tan valiosas como las que tenía prisioneras? Pero qué desperdicio. Para Bénédicte era desperdiciar la comida, comparable a no masticar ni saborear y solamente tragar. ¡Qué vulgaridad!
— ¿Ya quiere volver? — preguntó haciéndose el ofendido, visiblemente dolido, como un adolescente — Ya veo que la bienvenida no ha sido de su total agrado. Querrá abrazar a su querida España nuevamente. Puedo escribirle a su padre anunciándole su retorno. Llamaré al cochero y le ordenaré que la lleve de vuelta mañana temprano, o esta misma noche si es urgente para usted.
Qué simpático era jugar al necesitado de compañía, pues con los efectos de sus planes, sería ella la que le rogaría a él por prologar hasta siempre la estadía.
Bénédicte Rivérieulx- Vampiro Clase Alta
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Re: Invitada de Honor [Privado]
Nadia no quería ser descortés, de hecho con Bénédicte cuidaba demasiado lo que decía porque no quería ofender a la única persona que se había ofrecido para salvarla de la ruina en la que ella misma se metió, es por eso que estaba atenta a todo lo que salía de los labios de ella y también del joven que tenía enfrente, cada rasgo era si bien no juzgado sí memorizado por la pequeña baronesa quien necesitaba todos los datos para saber a lo que se refería, era de las típicas mujeres que estudiaban todo el comportamiento de los hombres para saber si lo que decían iba a acorde a lo que expresaban -muy tontamente creía firmemente en eso- así que esperó a que terminara de hablar para poder añadir algo.- Sé que he sido una tonta al crear ese tipo de conflictos pero monsieur, le aseguro que fue con una intención completamente distinta a la que creé, pero tiene razón encontrar un balance suena bastante mejor a...bueno todo lo que hice para escapar de un destino que creo que fue hecho precisamente para mi.-musitó con desgana dejando que la melancolía invadiera su rostro, no le gustaba para nada tener que casarse con un desconocido, sobre todo que le privasen de las libertades que ahora sin sus padres rondando podía tener sin embargo no esperaba temer ser del desagrado del hombre o decir algo que pudiera comprometer todo lo que debía de hacer a nombre de su familia.
Cuando el hombre comenzó a hablar los ojos de la chica se abrieron ligeramente más y negó rotundamente antes de añadir.- No, perdón si no me he expresado correctamente, no deseo volver, me refería a que quizá no es de su agrado que una desconocida invada su privacidad, por favor no me envíe de vuelta, le prometo que no le daré dolores de cabeza y mucho menos problemas, ha sido usted muy amable en recibirme siendo yo una completa desconocida, es solo que aún me queda mucho que aprender de todo, perdone por favor mi falta.-pidió de verdad afligida, lo que menos quería era quedarse en la calle por alguno de sus caprichos, en España no la recibirían de nuevo de eso estaba segura.
ooc: siento la demoraCuando el hombre comenzó a hablar los ojos de la chica se abrieron ligeramente más y negó rotundamente antes de añadir.- No, perdón si no me he expresado correctamente, no deseo volver, me refería a que quizá no es de su agrado que una desconocida invada su privacidad, por favor no me envíe de vuelta, le prometo que no le daré dolores de cabeza y mucho menos problemas, ha sido usted muy amable en recibirme siendo yo una completa desconocida, es solo que aún me queda mucho que aprender de todo, perdone por favor mi falta.-pidió de verdad afligida, lo que menos quería era quedarse en la calle por alguno de sus caprichos, en España no la recibirían de nuevo de eso estaba segura.
Nadia De Martel- Realeza Española
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