AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Winds of the Eternal Prophecies [Privado]
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Winds of the Eternal Prophecies [Privado]
Contó sus pasos, mientras abrazaba a su peluche en forma de oveja. Neliel solía ser una niña traviesa y con mucha energía; le gustaba jugar a las escondidas junto con su padre y algunas veces terminaba metida en rincones del bosque no conocía, gracias a sus traviesos espíritus, seres mágicos que la protegían al igual que lo hacía el fantasma de su madre. Con tan sólo cuatro años, era una pequeña muy inteligente y con una memoria vivaz. Nada se le pasaba por alto; parecía un pequeño angelito que rondaba por el bosque y le daba formas a sus sueños, ataviados de historias fantásticas que no tenían fin.
Ese día, persiguiendo a un pequeño fuego fatuo, se desvió del lugar en donde estaba con su padre. Éste dormía plácidamente en una pequeña cabaña y Neliel, sin contener su emoción infantil, se fue atrás de la efímera criatura. La persiguió por todos los rincones posibles y juego con ella hasta que se cansó y sólo se puso a saltar para contar los pasos que daba. El miedo no era parte de ella, se sentía muy segura, pues sabía que desde otros lugares la protegían; sus lucecitas nunca la dejaban sola.
El bosque era su lugar favorito, la ciudad no solía gustarle mucho, pues tantas personas la fastidiaban un poco. Sólo iba ahí cuando visitaba a la enfermera Gretchen, aquella mujer mayor que tanta estima le tenía a la pequeña bruja.
Neliel estaba destinada para grandes cosas, lo sabía, pero siendo tan sólo una niña, no alcanzaba a comprender del todo su labor; para ella, simplemente se trataba de estar en un cuento maravilloso como los que le contaba su madre hacía bastante tiempo. En su camino se aparecían seres misteriosos, de gran belleza y con un poder espiritual grandioso. Los espectros le encomendaban objetos o simplemente le dejaban mensajes que debía dárselos a determinadas personas y ella muy obediente lo hacía. Ese día no era la excepción, aquel ser de luz azulada la estaba guiando hacia alguien, de quien intuyó mucha nostalgia. La niña no lo sabía, pero el fuego fatuo en su misión, encontró a la personita más adecuada para sanar las heridas del corazón de un hombre.
La pequeña luz que la animó a seguirla, al cabo de un rato, la llevó hasta tropezarse con una figura masculina. Neliel metida en sus juegos de las escondidas, corrió y corrió, pero no miraba hacia adelante, sólo lo hizo cuando sintió que su pequeña y cabeza dio vueltas.
—Ay, ay, ay... —Se quejó, abriendo los ojos y ladeando a cabeza para ver mejor al hombre con el que acababa de tropezar—. Me acaba de doler la cabecita. La lucecita dice que te buscaba...
Ese día, persiguiendo a un pequeño fuego fatuo, se desvió del lugar en donde estaba con su padre. Éste dormía plácidamente en una pequeña cabaña y Neliel, sin contener su emoción infantil, se fue atrás de la efímera criatura. La persiguió por todos los rincones posibles y juego con ella hasta que se cansó y sólo se puso a saltar para contar los pasos que daba. El miedo no era parte de ella, se sentía muy segura, pues sabía que desde otros lugares la protegían; sus lucecitas nunca la dejaban sola.
El bosque era su lugar favorito, la ciudad no solía gustarle mucho, pues tantas personas la fastidiaban un poco. Sólo iba ahí cuando visitaba a la enfermera Gretchen, aquella mujer mayor que tanta estima le tenía a la pequeña bruja.
Neliel estaba destinada para grandes cosas, lo sabía, pero siendo tan sólo una niña, no alcanzaba a comprender del todo su labor; para ella, simplemente se trataba de estar en un cuento maravilloso como los que le contaba su madre hacía bastante tiempo. En su camino se aparecían seres misteriosos, de gran belleza y con un poder espiritual grandioso. Los espectros le encomendaban objetos o simplemente le dejaban mensajes que debía dárselos a determinadas personas y ella muy obediente lo hacía. Ese día no era la excepción, aquel ser de luz azulada la estaba guiando hacia alguien, de quien intuyó mucha nostalgia. La niña no lo sabía, pero el fuego fatuo en su misión, encontró a la personita más adecuada para sanar las heridas del corazón de un hombre.
La pequeña luz que la animó a seguirla, al cabo de un rato, la llevó hasta tropezarse con una figura masculina. Neliel metida en sus juegos de las escondidas, corrió y corrió, pero no miraba hacia adelante, sólo lo hizo cuando sintió que su pequeña y cabeza dio vueltas.
—Ay, ay, ay... —Se quejó, abriendo los ojos y ladeando a cabeza para ver mejor al hombre con el que acababa de tropezar—. Me acaba de doler la cabecita. La lucecita dice que te buscaba...
Neliel Stendhal- Hechicero Clase Baja
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Fecha de inscripción : 07/05/2014
Re: Winds of the Eternal Prophecies [Privado]
Angustia, sufrimiento, frialdad, todo comenzaba a ser un tímpano de hielo, poco a poco Ludovic se va secando, ahogándose con el llanto que no emite, no puede llorar por mucho que lo desee, no puede gritar, por mucho que no soporte el pesar. Está encerrado en una gama disecada, donde nadie más puede conocer de ella. Bien su rostro puede aguardar su agonía, bien sus ojos muestran un enojo que solo queda en ellos. Pues su barón, su vástago, ese pequeño de su sangre, descendiente de Ludovoc, todo el orgullo de haberlo engendrado, todo eso, se fue con él. En su captura. Su mayor bendición desapareció, y con él, se fue la vida.
Se maldecía una y otra vez, aunque su amada lo negara, o a veces lo culpara, siempre lo ha considerado de la peor manera. Merecía toda la culpa, solo era de él y de nadie más. Por lo que recorrió ese bosque, se decía que los sobrenaturales se encuentran entrenando, necesitaba encontrar a unos, poder relacionarse con ellos, el proponerse a reclutar información y ayuda, esta vez no podía ganar esta batalla solo, y armado, con su atuendo de cazador; las armas bien equipadas, y alerta avanza. En tantos eventos que acudía por capturar a un inquisidor, cazar a estos con las mismas estrategias que empleaba cuando pertenecía a la inquisición. El mismo método que a él lo definió, pero con la diferencia del sentimiento, un repudio por cada uno, con desdén por todo aquello que se tratara de ellos, elevando las fuerzas ya que si, antes era un perro de su propia índole, ahora, era una bestia, una que no debieron de provocar. Porque ¿Hasta qué grado ira? Sacrificaría su vida por la de su hijo, entregarle la alegría a su mujer, y regresar a esos tiempos de tranquilidad. A ese grado, que ponía todo por ello.
Así, caminando, escuchando al aire, el suelo; era importante interpretar el sonido que la naturaleza atrae, porque entre esta se esconden. Más un sentimiento de melancolía comenzó a inundar su ser, que en su mente, volvía la imagen de su hijo. Y se sosegó con esa remembranza. ¿Por qué sucedió? ¿Que se avecinaba y que era aquello? … Se giró, con la cabeza hacia arriba, observando el cielo, inspeccionando a los árboles y las hierbas pisadas, alguien se acercaba, rápido y ruidoso. En lo que una luz se reflejó, hubiese pensado que fue cosa del sol, pero un golpe, algo vino a sus brazos y sus armas cayeron. Disparándose su pistola al haber estado sin el seguro, púes estaba listo para usarla con quien se le opusiera.
Sin interesarse en absoluto de la compañía; si el disparo la asusto, o miedo tuviese. En automático su mano cogió el brazo de ella, presionando un poco de esta. Por ella, es que su melancolía resurgió, por ella y su voz melodiosa es que escuchaba un llanto, el llanto de su pequeño. Desdeñaba presencias infantiles. Le dolía profundamente. Y a ella odio.
— ¿Quién te mando? ¿De qué lucecitas hablas?—Zarandeaba su brazo, maquillando el desagrado que causaba. Aclarando que no le importaba su dolor ocasionado por el choque.
— Habla, ¿Quién eres? ¿Y qué haces aquí?.— Su inocencia, el color de cabellos, su vocecita, hasta el perfume que emana. Además de sus irises tan hermosas, que se preguntaba, ¿Cómo serían los de su hijo? ¿Cómo sería la voz de su pequeño? ¿El color de sus cabellos? Todo, todo comenzaba a golpearle, ya que solo recuerda su pequeñez, y el llanto que producía.
Y lentamente flaqueo su mano, está caía en un roce con el bracillo ajeno, y se reflejó en su mirada. Un angelito que pudo haber sido suyo, pero que lo había perdido.
Se maldecía una y otra vez, aunque su amada lo negara, o a veces lo culpara, siempre lo ha considerado de la peor manera. Merecía toda la culpa, solo era de él y de nadie más. Por lo que recorrió ese bosque, se decía que los sobrenaturales se encuentran entrenando, necesitaba encontrar a unos, poder relacionarse con ellos, el proponerse a reclutar información y ayuda, esta vez no podía ganar esta batalla solo, y armado, con su atuendo de cazador; las armas bien equipadas, y alerta avanza. En tantos eventos que acudía por capturar a un inquisidor, cazar a estos con las mismas estrategias que empleaba cuando pertenecía a la inquisición. El mismo método que a él lo definió, pero con la diferencia del sentimiento, un repudio por cada uno, con desdén por todo aquello que se tratara de ellos, elevando las fuerzas ya que si, antes era un perro de su propia índole, ahora, era una bestia, una que no debieron de provocar. Porque ¿Hasta qué grado ira? Sacrificaría su vida por la de su hijo, entregarle la alegría a su mujer, y regresar a esos tiempos de tranquilidad. A ese grado, que ponía todo por ello.
Así, caminando, escuchando al aire, el suelo; era importante interpretar el sonido que la naturaleza atrae, porque entre esta se esconden. Más un sentimiento de melancolía comenzó a inundar su ser, que en su mente, volvía la imagen de su hijo. Y se sosegó con esa remembranza. ¿Por qué sucedió? ¿Que se avecinaba y que era aquello? … Se giró, con la cabeza hacia arriba, observando el cielo, inspeccionando a los árboles y las hierbas pisadas, alguien se acercaba, rápido y ruidoso. En lo que una luz se reflejó, hubiese pensado que fue cosa del sol, pero un golpe, algo vino a sus brazos y sus armas cayeron. Disparándose su pistola al haber estado sin el seguro, púes estaba listo para usarla con quien se le opusiera.
Sin interesarse en absoluto de la compañía; si el disparo la asusto, o miedo tuviese. En automático su mano cogió el brazo de ella, presionando un poco de esta. Por ella, es que su melancolía resurgió, por ella y su voz melodiosa es que escuchaba un llanto, el llanto de su pequeño. Desdeñaba presencias infantiles. Le dolía profundamente. Y a ella odio.
— ¿Quién te mando? ¿De qué lucecitas hablas?—Zarandeaba su brazo, maquillando el desagrado que causaba. Aclarando que no le importaba su dolor ocasionado por el choque.
— Habla, ¿Quién eres? ¿Y qué haces aquí?.— Su inocencia, el color de cabellos, su vocecita, hasta el perfume que emana. Además de sus irises tan hermosas, que se preguntaba, ¿Cómo serían los de su hijo? ¿Cómo sería la voz de su pequeño? ¿El color de sus cabellos? Todo, todo comenzaba a golpearle, ya que solo recuerda su pequeñez, y el llanto que producía.
Y lentamente flaqueo su mano, está caía en un roce con el bracillo ajeno, y se reflejó en su mirada. Un angelito que pudo haber sido suyo, pero que lo había perdido.
Ludovic McQuoid- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/02/2016
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Re: Winds of the Eternal Prophecies [Privado]
Los infantes tienen la magnífica capacidad de percibir, con transparencia, aquellas cosas que los adultos, muchas veces, se niegan a ver o creer. Neliel no era la excepción, había heredado esa cualidad de su madre, la magia era parte de su esencia. Pero no se trataba de cualquier magia. Ella tenía la capacidad de ver criaturas fantásticas, que para muchos magos era tarea imposible, pues, estos seres escogían con sabiduría a quienes serían sus emisarios en el mundo de los mortales. Neliel, desde el momento de su nacimiento, había sido escogida por los espíritus de la naturaleza, para ser una mensajera. La obediencia y la inteligencia de la infanta, eran tal, que cumplía fervorosamente con sus misiones. Quizás era por su inocencia, o quizás existía algo más. Algo para lo que estaba destinada en esta vida.
El fuego fatuo la guiaba a través del camino, invitándola a su juego, que era más bien, una misión importante. El ser de luz la llevó hasta un hombre alto, quien iba con el pensamiento ausente. Neliel tropezó con él, y el disparo de su arma, hizo que la niña se estremeciera de inmediato, cubriendo sus oídos como instinto ante el sonido voraz de la pistola. Sus ojos claros se abrieron por completo y el fuego fatuo que la había llevado hasta ahí, se ocultó tras la figura infantil.
—La tierra se enojó... Hizo boom —dijo, aún sorprendida por el sonido, confundiéndolo con otra cosa, menos con un arma—. Nadie me mandó, pero la lucecita lo buscaba, entonces a ella la mandó alguien. —Buscó al espíritu, sacudiéndose ligeramente el vestido—. Dice que le das miedito. Pero que te tiene que ayudar...
A pesar del malestar del hombre, Neliel mantuvo una sonrisa; confiaba plenamente en sus amigos del bosque, sabía que cuando los espíritus del bosque le encomendaban algo, era porque debía hacer algo bueno y no desistiría de su labor.
—No se enoje señor, le saldrán arruguitas —sonrió y le dio unas palmaditas en la cabeza—. Mi nombre es Neliel y tengo cuatro años, así —mostró sus cuatro dedos—. Estoy aquí porque venía persiguiendo a la lucecita y luego ella me contó sobre usted. ¿Por qué está triste? No se preocupe, dice la lucecita que todo estará bien. Que sólo... —Hizo un gesto, como si estuviera escuchando a alguien y realmente era así—. Debe tener fe y todo se hará realidad, como en los cuentos de hadas.
Las palabras de Neliel estaban cargadas de una seguridad inquebrantable y siendo una niña, se convencía aún más en lo que veía y escuchaba. La pureza de su corazón sólo le permitía hablar con la verdad; ella creía en sus amigos del bosque, su madre le decía que esas criaturas eran sus compañeros y siempre la cuidarían, por eso Neliel, confiaba plenamente en ellos y no sentía temor alguno estando a su lado. Ni siquiera ahora, cuando debía transmitirle un importante mensaje a aquel hombre.
El fuego fatuo la guiaba a través del camino, invitándola a su juego, que era más bien, una misión importante. El ser de luz la llevó hasta un hombre alto, quien iba con el pensamiento ausente. Neliel tropezó con él, y el disparo de su arma, hizo que la niña se estremeciera de inmediato, cubriendo sus oídos como instinto ante el sonido voraz de la pistola. Sus ojos claros se abrieron por completo y el fuego fatuo que la había llevado hasta ahí, se ocultó tras la figura infantil.
—La tierra se enojó... Hizo boom —dijo, aún sorprendida por el sonido, confundiéndolo con otra cosa, menos con un arma—. Nadie me mandó, pero la lucecita lo buscaba, entonces a ella la mandó alguien. —Buscó al espíritu, sacudiéndose ligeramente el vestido—. Dice que le das miedito. Pero que te tiene que ayudar...
A pesar del malestar del hombre, Neliel mantuvo una sonrisa; confiaba plenamente en sus amigos del bosque, sabía que cuando los espíritus del bosque le encomendaban algo, era porque debía hacer algo bueno y no desistiría de su labor.
—No se enoje señor, le saldrán arruguitas —sonrió y le dio unas palmaditas en la cabeza—. Mi nombre es Neliel y tengo cuatro años, así —mostró sus cuatro dedos—. Estoy aquí porque venía persiguiendo a la lucecita y luego ella me contó sobre usted. ¿Por qué está triste? No se preocupe, dice la lucecita que todo estará bien. Que sólo... —Hizo un gesto, como si estuviera escuchando a alguien y realmente era así—. Debe tener fe y todo se hará realidad, como en los cuentos de hadas.
Las palabras de Neliel estaban cargadas de una seguridad inquebrantable y siendo una niña, se convencía aún más en lo que veía y escuchaba. La pureza de su corazón sólo le permitía hablar con la verdad; ella creía en sus amigos del bosque, su madre le decía que esas criaturas eran sus compañeros y siempre la cuidarían, por eso Neliel, confiaba plenamente en ellos y no sentía temor alguno estando a su lado. Ni siquiera ahora, cuando debía transmitirle un importante mensaje a aquel hombre.
Neliel Stendhal- Hechicero Clase Baja
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Fecha de inscripción : 07/05/2014
Re: Winds of the Eternal Prophecies [Privado]
Era el más ínfimo castigo otorgado, prefería que le clavaran mil estacas, que ver, escuchar y sentir lo que estaba padeciendo en ese momento. Era una aflicción que no se podía describir, una necesidad de callar y dejar que la frialdad lo destruya, ¡un estado insano, inamovible!... Dos mundos opuestos, en el que sólo reina el que es propio. Ella llegando con los brazos abiertos, hablando de sueños y esperanzas, fe y confianza. Y él, yendo a la deriva, permaneciendo en una constante pesadilla, un lugar donde ya no hay certidumbre alguna, ni credulidad que perdure, pues por culpa de esta, todo su mundo se estaba desvaneciendo.
Que entre más pase el tiempo, se va sumergiendo a un desdén dañino, siendo privado de lo que alguna vez era suyo y tenía con facilidad. Como el amor que se juró con su compañera, y en la cual solo se refleja en la promesa que se mantiene latente en su corazón. El único propósito que lo mantiene firme y por lo que ha sido una bestia por recuperar a su hijo. Que a veces, hasta la persona que creía menos apropiada para ayudarle, puede salvarle en el infierno en el que se encuentra, que no dejara de sonreír, porque su sonrisa era una calma que creía tener cuando la miraba. Dejándose llevar porque fuese de ella, y por ende de él. Pero fue una quebranta ilusión, que cesó en el disparo. Destruyendo todo.
Sospecha de ella, de sus palabras, todo podría ser una trampa, por lo que no cedió a su caricia, era cálida pero de nada serviría un poco de ternura o de cariño para alguien que se ha convertido en inhumano. Por lo que se dirigió a recoger el arma, cargándola nuevamente que apuntó hacia ella, directo en su corazón. —¿Quién es esa lucecita? Dime, ¿Porque no debería de matarte ahora mismo?... No juegues conmigo, no necesito ayuda, la tierra no está enojada, soy yo, por tus mentiras.— La tachó de mentirosa, molesto, despreciando que siguiera ese sentimiento que todo un padre posee para proteger a su ser querido.
Inspeccionó el área, observando si alguien venía con ella, ya que empleaban cualquier arma para atacar, y puede que estén jugando con él de esa manera. Y si era así, sabían con exactitud cómo atacarlo. — No seas amable conmigo, ¿Neliel?...—Una pequeña de 4 años estaba haciendo flaquear al cazador, si su frialdad fuese superada ya habría disparado esa arma, pero no, la mantenía a la distancia, negando con verdadero pesar. Pues ahí se quedó pensando en los posibles nombres que su madre quería. —...¿por qué lo haces? En realidad, ¿por qué estás aquí?—Su falange descendió, enfocándose en ella, en sus gestos, en su boquilla. —¿Que te han contado sobre mí? ¿Sabes mi nombre, sabes quién soy en realidad?.— interrogando a la menor, acoplando sus instintos y las emociones dadas. ¿Acaso sus ojos denotan la tristeza en la que se sumerge? ¿Tanto, como para que ella se diera cuenta? o, ¿Quién le estará dando información? y ¿Por qué? …
¡Maldita sea! Su severidad resuena en el timbre de voz, enarcando la ceja, penetrando la mirada directo a la ajena. Siempre lucía reservado, sobrio en gestos, con una máscara de hierro la cual nunca se distorsiona, era siempre la misma imagen. Insulso. —Ve a decirle a tu lucecita que quiero verla, que hable conmigo. Que sea ella la que me transmita el mensaje y que te deje en paz. —Su postura no cambiaba, más su mano con el arma se dirigió a la mejilla de la pequeña. Quizás, amenazándola.
— ¿Tú crees que él tiene esperanza alguna, tiene fe? ¿Que no me debo de preocupar? Cuando está solo, sin que nadie lo proteja, sin que alguien le diga que todo estará bien. Dices, ¿Que no me preocupe?...—Irritación, sarcasmo, una asfixia total al arrojar, no las palabras, sino el vacío que yace dentro, ese que le está impidiendo respirar, el soportar tanto veneno que lo están acabando.
Que entre más pase el tiempo, se va sumergiendo a un desdén dañino, siendo privado de lo que alguna vez era suyo y tenía con facilidad. Como el amor que se juró con su compañera, y en la cual solo se refleja en la promesa que se mantiene latente en su corazón. El único propósito que lo mantiene firme y por lo que ha sido una bestia por recuperar a su hijo. Que a veces, hasta la persona que creía menos apropiada para ayudarle, puede salvarle en el infierno en el que se encuentra, que no dejara de sonreír, porque su sonrisa era una calma que creía tener cuando la miraba. Dejándose llevar porque fuese de ella, y por ende de él. Pero fue una quebranta ilusión, que cesó en el disparo. Destruyendo todo.
Sospecha de ella, de sus palabras, todo podría ser una trampa, por lo que no cedió a su caricia, era cálida pero de nada serviría un poco de ternura o de cariño para alguien que se ha convertido en inhumano. Por lo que se dirigió a recoger el arma, cargándola nuevamente que apuntó hacia ella, directo en su corazón. —¿Quién es esa lucecita? Dime, ¿Porque no debería de matarte ahora mismo?... No juegues conmigo, no necesito ayuda, la tierra no está enojada, soy yo, por tus mentiras.— La tachó de mentirosa, molesto, despreciando que siguiera ese sentimiento que todo un padre posee para proteger a su ser querido.
Inspeccionó el área, observando si alguien venía con ella, ya que empleaban cualquier arma para atacar, y puede que estén jugando con él de esa manera. Y si era así, sabían con exactitud cómo atacarlo. — No seas amable conmigo, ¿Neliel?...—Una pequeña de 4 años estaba haciendo flaquear al cazador, si su frialdad fuese superada ya habría disparado esa arma, pero no, la mantenía a la distancia, negando con verdadero pesar. Pues ahí se quedó pensando en los posibles nombres que su madre quería. —...¿por qué lo haces? En realidad, ¿por qué estás aquí?—Su falange descendió, enfocándose en ella, en sus gestos, en su boquilla. —¿Que te han contado sobre mí? ¿Sabes mi nombre, sabes quién soy en realidad?.— interrogando a la menor, acoplando sus instintos y las emociones dadas. ¿Acaso sus ojos denotan la tristeza en la que se sumerge? ¿Tanto, como para que ella se diera cuenta? o, ¿Quién le estará dando información? y ¿Por qué? …
¡Maldita sea! Su severidad resuena en el timbre de voz, enarcando la ceja, penetrando la mirada directo a la ajena. Siempre lucía reservado, sobrio en gestos, con una máscara de hierro la cual nunca se distorsiona, era siempre la misma imagen. Insulso. —Ve a decirle a tu lucecita que quiero verla, que hable conmigo. Que sea ella la que me transmita el mensaje y que te deje en paz. —Su postura no cambiaba, más su mano con el arma se dirigió a la mejilla de la pequeña. Quizás, amenazándola.
— ¿Tú crees que él tiene esperanza alguna, tiene fe? ¿Que no me debo de preocupar? Cuando está solo, sin que nadie lo proteja, sin que alguien le diga que todo estará bien. Dices, ¿Que no me preocupe?...—Irritación, sarcasmo, una asfixia total al arrojar, no las palabras, sino el vacío que yace dentro, ese que le está impidiendo respirar, el soportar tanto veneno que lo están acabando.
Ludovic McQuoid- Cazador Clase Alta
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Re: Winds of the Eternal Prophecies [Privado]
La severidad con la que era tratada no causó mayor temor en ella, quizá, sólo un poco de sorpresa. Había conocido a muchos adultos a lo largo de su corta vida, y ninguno había actuado de manera tan hostil. No lo entendía muy bien; a su corta edad, era poco posible que lo hiciera, apenas tenía cuatro años, y aunque fuera una niña muy inteligente, algunas actitudes tan bajas del ser humano, no eran comprensibles para su mente. Tal vez por eso muchos hombres se encontraban confundidos; tal vez porque su niñez fue terriblemente corrompida. Sin embargo, eso no pasaría con Neliel, no cuando tenía la magnífica protección de seres espirituales, encargados de que todos los mundos estuvieran equilibrados.
Neliel observó el arma sin entender exactamente lo que era. Recordó que en algún momento Odette tenía algo parecido, pero lo ocultó rápidamente. El pequeño ente luminoso, oculto a los ojos del hombre, no se atrevía a acercarse más, sólo permanecía flotando al lado de la niña, quien lo miró y se encogió de hombros.
—Pero la lucecita dice que si no dejas de decir cosas feas, no va a mostrarse. Que los seres del bosque se ofenden rápido —repitió lo mismo que escuchaba del ser espiritual que la acompañaba—. ¿Qué es ofenderse? ¿Es algo malo?
¿Cómo no podía darse cuenta aquel homo sapiens de que era una niña, tan sólo una niña de cuatro años? Dijo una voz muy baja. Luego otras empezaron a hablar entre sí, como si conversaran. Esta vez, eran tan audibles, que aquel sujeto iba a poder escucharlos.
—Son los espíritus del bosque... Quieren que El Señor Azul venga junto con mami —dijo, con calma. Aunque el arma estuviera en su mejilla—. Señor, no haga eso. Mami va a enojarse.
Y sus ojos azules se clavaron en la mirada del hombre, como queriendo hacer que recapacitara de sus actos. Aunque ella aún era pequeña, podía sentir la enorme cantidad de energía que se movía a través del bosque, acercándose a ellos. Y cuando todas las voces espectrales callaron, un remolino de hojas secas se levantó alrededor. Neliel observaba hacia los lados y ahí la vio: era la imagen de su madre, quien se abalanzó sobre ella, traspasando la figura del cazador, para así apartar a su pequeña de quien la amenazaba.
—¡Mami! ¿El Señor Azul viene contigo? —Exclamó con entusiasmo. El espíritu de su madre había aparecido, y para más colmo, se volvió corpóreo, para que el cazador pudiera verlo.
—¿Amenazar a una niña es parte de su oficio, caballero? —Habló el espectro—. ¿Qué no ve? Sólo tiene cuatro años. Y no, no está sola. He muerto físicamente, pero siempre estaré a su lado. Un hombre que trate mal a un niño, no puede ser digno del reino de los cielos.
Neliel jaló la mano de su madre ya fallecida y le dedicó una sonrisa. Nunca antes había visto que ese espíritu guardián fuera capaz de hacer tal cosa.
—No te enojes mami. La lucecita dice que sólo fue un sustito chiquito. —Volteó y se cubrió los labios con una mano—. Él ya viene.
Neliel observó el arma sin entender exactamente lo que era. Recordó que en algún momento Odette tenía algo parecido, pero lo ocultó rápidamente. El pequeño ente luminoso, oculto a los ojos del hombre, no se atrevía a acercarse más, sólo permanecía flotando al lado de la niña, quien lo miró y se encogió de hombros.
—Pero la lucecita dice que si no dejas de decir cosas feas, no va a mostrarse. Que los seres del bosque se ofenden rápido —repitió lo mismo que escuchaba del ser espiritual que la acompañaba—. ¿Qué es ofenderse? ¿Es algo malo?
¿Cómo no podía darse cuenta aquel homo sapiens de que era una niña, tan sólo una niña de cuatro años? Dijo una voz muy baja. Luego otras empezaron a hablar entre sí, como si conversaran. Esta vez, eran tan audibles, que aquel sujeto iba a poder escucharlos.
—Son los espíritus del bosque... Quieren que El Señor Azul venga junto con mami —dijo, con calma. Aunque el arma estuviera en su mejilla—. Señor, no haga eso. Mami va a enojarse.
Y sus ojos azules se clavaron en la mirada del hombre, como queriendo hacer que recapacitara de sus actos. Aunque ella aún era pequeña, podía sentir la enorme cantidad de energía que se movía a través del bosque, acercándose a ellos. Y cuando todas las voces espectrales callaron, un remolino de hojas secas se levantó alrededor. Neliel observaba hacia los lados y ahí la vio: era la imagen de su madre, quien se abalanzó sobre ella, traspasando la figura del cazador, para así apartar a su pequeña de quien la amenazaba.
—¡Mami! ¿El Señor Azul viene contigo? —Exclamó con entusiasmo. El espíritu de su madre había aparecido, y para más colmo, se volvió corpóreo, para que el cazador pudiera verlo.
—¿Amenazar a una niña es parte de su oficio, caballero? —Habló el espectro—. ¿Qué no ve? Sólo tiene cuatro años. Y no, no está sola. He muerto físicamente, pero siempre estaré a su lado. Un hombre que trate mal a un niño, no puede ser digno del reino de los cielos.
Neliel jaló la mano de su madre ya fallecida y le dedicó una sonrisa. Nunca antes había visto que ese espíritu guardián fuera capaz de hacer tal cosa.
—No te enojes mami. La lucecita dice que sólo fue un sustito chiquito. —Volteó y se cubrió los labios con una mano—. Él ya viene.
Neliel Stendhal- Hechicero Clase Baja
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Fecha de inscripción : 07/05/2014
Re: Winds of the Eternal Prophecies [Privado]
“Tengo que dejar de hacerme esto. Necesito calmar los recuerdos de él fuera de mi sistema, necesito solo ver a ella, de una maldita vez, que me estoy volviendo un monstruo, si mi hijo me mirase, ¿qué pensaría de mí, en este justo momento?” Tenía que aclarar la mente, dejar que sus pupilas desnudaran la realidad de la situación, tenía que aceptar que ella no era una amenaza, más, el maldito sistema inquisitorial lo han convertido en eso, fue entrenado para maquiavélicas estrategias, destruir al enemigo, exterminar lo desconocido, pero, en ese instante, rodeado por voces que fluyen como el aire, queriendo volarle la cabeza, apuntando a la niña con pleno gatillo a apretar. Lo estaban volviendo loco si es que se puede deducir que no lo estuviese. ¡Ah! Maldita sensación perturbadora, en un trance incontrolable, imágenes que se paseaban frente al rostro de Niel, las voces esparcidas —luces escandalosas— recordadas cuando el ataque a su familia presenció, como si viviese de nuevo ese episodio. Dispuesta la mano a tirar del gatillo, pero esas bondadosas palabras le detuvieron, su madre preparada para proteger a su pequeña, como su esposa quien ha sido la víctima de luchas. Y ahí es que comprendió, que la realidad también forma parte de lo que se cree irreal. Son espíritus a lo que ella nombra como “lucecitas”, presenciando lo que antes exterminaba, a lo que llegaron a cazar para emplear como experimentos. Acaso, ¿era una burla, todo? —Es malo, porque haces sentir mal a la persona, así como tú, tu presencia me ofende, tanto que así como quieres a tu mami, yo quiero a mi pequeño, me molesta que me lo recuerden…— Obligado a descender el brazo lentamente, con la humedad en sus ojos, controlando las escasas lágrimas, volviéndose piedra si era posible, porque su voz, no demostraba nada. Y ante las hojas alzarse, un remolino resurge y una extraña energía traspaso, tomando equilibrio por la fuerza. Había ordenado la aparición de la lucecita, y ahí la tenía la imagen de una mujer, el mismo parecido que tiene con la pequeña. Sin duda alguna era ella su madre, y la pequeña su hija. Más, quedo la duda, ¿Quién es el hombre azul? ¿Será quizás su padre? …
— No me excuso de mis acciones, he hecho cosas peores, pero ahora sé que Niel no es enemiga mía. —sí, era por eso su tormento, ser una niña de 4 años quien le haya hecho flaquear. — Se sorprendería que pequeños como ella, han intentado matarme, y ¿por qué?, porque solo los ven como instrumentos de guerra. —inclinó levemente la cabeza, respetando el ímpetu de sus palabras, la manera en la que defiende a su hija, sobre capa y espada. ¿Y del cielo? Está consciente que jamás será merecedor de la dichosa paz. —Cuando mi hora llegue, es cuando sabré a donde perteneceré. —musito, con una sonrisa oculta, esa pequeña podía sacar la humanidad de una persona cuando se cree ya perdida. —Está bien Neliel, es aceptable por ser tu madre, yo haría lo mismo. — Miro hacia donde la pequeña lo hacía, ¿Quién era?, — ¿Quién es? ¿Viene con ustedes? —listo para atacar si era todo lo contrario…
— No me excuso de mis acciones, he hecho cosas peores, pero ahora sé que Niel no es enemiga mía. —sí, era por eso su tormento, ser una niña de 4 años quien le haya hecho flaquear. — Se sorprendería que pequeños como ella, han intentado matarme, y ¿por qué?, porque solo los ven como instrumentos de guerra. —inclinó levemente la cabeza, respetando el ímpetu de sus palabras, la manera en la que defiende a su hija, sobre capa y espada. ¿Y del cielo? Está consciente que jamás será merecedor de la dichosa paz. —Cuando mi hora llegue, es cuando sabré a donde perteneceré. —musito, con una sonrisa oculta, esa pequeña podía sacar la humanidad de una persona cuando se cree ya perdida. —Está bien Neliel, es aceptable por ser tu madre, yo haría lo mismo. — Miro hacia donde la pequeña lo hacía, ¿Quién era?, — ¿Quién es? ¿Viene con ustedes? —listo para atacar si era todo lo contrario…
Ludovic McQuoid- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/02/2016
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Re: Winds of the Eternal Prophecies [Privado]
Iduna, aunque fuera tan sólo un fantasma, rebosaba en belleza. Incluso parecía mostrar la apariencia etérea de los elfos de las leyendas; con sus cabellos dorados, su piel pálida y ataviada en un traje de estilo medieval, el mismo que llevaba durante su funeral. Neliel era la viva imagen de su madre, no sólo físicamente, sino en poder. Iduna había recibido especial bendición para abandonar el descanso eterno y dedicarse a cuidar a su pequeña hasta que ella aprendiera a defenderse del mundo. Por eso el encuentro no dejaba de resultar mágico, como si de un sueño se tratara. El espíritu de la mujer sólo sonrió al notar la resignación y vergüenza oculta del cazador.
—Ella nunca sería enemiga de nadie. Si está aquí, y te encontró, fue porque el libro de la vida ha decidido añadir una página más. Ese pequeño ser alado, al que ella llama con tanto cariño “lucecita” la guió hasta ti, por un motivo especial —respondió Iduna—. Quizás no pretendo convencerte de sentirte afortunado, pero deberías... Has conocido a un pequeño ángel que sólo quiere ayudarte a encontrar la verdad, aquella que tanto te atormenta.
Neliel observó a su madre y esbozó una tierna sonrisa. Ella era su hada favorita, su enigmática Titania.
—Mami sabe mucho, ¿lo ve? Siempre hay cositas buenas para todos —dijo la pequeña Neliel entusiasmada—. Por eso El Señor Azul viene aquí. Él también sabe tanto como mami.
La niña mostraba una elocuencia increíble a pesar de su corta edad. Hablaba con una seguridad tremenda, y aunque fue amenazada, no dejaba su particular labor: la de querer ayudar al cazador.
—El mundo está corrupto, pero no debes medirlos a todos con la misma vara. Todavía quedan seres bondadosos, te lo aseguro. Y la presencia de Él es muestra de ello —aseguró Iduna—. Te ha elegido para destruir la venda de tus ojos, porque en ti corre sangre sagrada.
Y antes de que el espíritu de la mujer continuara hablando, algo hizo que el suelo se estremeciera. El bosque entró en una tempestad que parecía una ilusión; las hojas se alzaron, y los troncos de los árboles crujieron desde su interior. El cielo se cubrió de una luz incandescente, pero con una calma que era capaz de borrar cualquier huella de miedo en el alma de quien la recibiera. Sólo coraje por la vida podía percibirse. Neliel se giró de inmediato y aplaudió contenta, pues lo que se acercaba era un gran conocido suyo, al que solía ver en sueños: El Señor Azul.
El poderoso espectro se detuvo frente a todos. Sus formas eran humanoides, pero su luz azulada no era capaz de revelar del todo sus facciones; parecía un espíritu del bosque, pero no era más que un mismísimo alado.
—El cazador —la voz del susodicho ser azul retumbó en lo más profundo de las mentes—. Ludovic McQuoid... ¿Por qué rechazas la ayuda que ha enviado el Creador? Tu hermano la ha pedido, y la niña es prueba de ello. Debes ser sabio y escuchar sus palabras.
¿Era una ilusión? Quizás. Pero el poder tremendo del arcángel se expandía por todo el lugar. La mirada alegre de Neliel se fijó en la del hombre, como queriéndole decir nunca te mentí.
—Ella nunca sería enemiga de nadie. Si está aquí, y te encontró, fue porque el libro de la vida ha decidido añadir una página más. Ese pequeño ser alado, al que ella llama con tanto cariño “lucecita” la guió hasta ti, por un motivo especial —respondió Iduna—. Quizás no pretendo convencerte de sentirte afortunado, pero deberías... Has conocido a un pequeño ángel que sólo quiere ayudarte a encontrar la verdad, aquella que tanto te atormenta.
Neliel observó a su madre y esbozó una tierna sonrisa. Ella era su hada favorita, su enigmática Titania.
—Mami sabe mucho, ¿lo ve? Siempre hay cositas buenas para todos —dijo la pequeña Neliel entusiasmada—. Por eso El Señor Azul viene aquí. Él también sabe tanto como mami.
La niña mostraba una elocuencia increíble a pesar de su corta edad. Hablaba con una seguridad tremenda, y aunque fue amenazada, no dejaba su particular labor: la de querer ayudar al cazador.
—El mundo está corrupto, pero no debes medirlos a todos con la misma vara. Todavía quedan seres bondadosos, te lo aseguro. Y la presencia de Él es muestra de ello —aseguró Iduna—. Te ha elegido para destruir la venda de tus ojos, porque en ti corre sangre sagrada.
Y antes de que el espíritu de la mujer continuara hablando, algo hizo que el suelo se estremeciera. El bosque entró en una tempestad que parecía una ilusión; las hojas se alzaron, y los troncos de los árboles crujieron desde su interior. El cielo se cubrió de una luz incandescente, pero con una calma que era capaz de borrar cualquier huella de miedo en el alma de quien la recibiera. Sólo coraje por la vida podía percibirse. Neliel se giró de inmediato y aplaudió contenta, pues lo que se acercaba era un gran conocido suyo, al que solía ver en sueños: El Señor Azul.
El poderoso espectro se detuvo frente a todos. Sus formas eran humanoides, pero su luz azulada no era capaz de revelar del todo sus facciones; parecía un espíritu del bosque, pero no era más que un mismísimo alado.
—El cazador —la voz del susodicho ser azul retumbó en lo más profundo de las mentes—. Ludovic McQuoid... ¿Por qué rechazas la ayuda que ha enviado el Creador? Tu hermano la ha pedido, y la niña es prueba de ello. Debes ser sabio y escuchar sus palabras.
¿Era una ilusión? Quizás. Pero el poder tremendo del arcángel se expandía por todo el lugar. La mirada alegre de Neliel se fijó en la del hombre, como queriéndole decir nunca te mentí.
Neliel Stendhal- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 07/05/2014
Re: Winds of the Eternal Prophecies [Privado]
En sus ojos del cazador le estaban mostrando un claro ejemplo, un sentido estricto de la vida, la re educación de proteger aquello que se ama, mantener unida a la familia, y basarse en los principios para que se fortalezca, se haga cada vez más poderosa la significación de uno mismo, es lo que vio en ellos, en los espíritus que aguardan por aferrarse a Neliel; una niña que después de querer matarla, se ganó su corazón, el sentido de protegerla en la tierra, en carne y hueso. ¿Cómo podría explicarse que su corazón comienza a ablandarse, con ella? Que la piedra se esté desmoronando para abrir paso de nuevo a las evocaciones, más no lo hace notorio, no cambia su semblante, va a endurecer la sensación, tomando la lección inesperada cuando seguía mirándolos. Si, quizás era magia antigua la que empleaban, quizás obligaron con el ambiente a que reconociera su humanidad perdida. Si, debía tratarse de un embrujo, un encadenamiento que estos seres quizás por su naturaleza desprenden, como un campo de protección para ver las debilidades de cada uno, y así, emplearlas, usarlas a su favor para atacar en caso de que lo requerían, como en el momento en que iba a disparar el arma contra ella, su debilidad se reflejó y le obligaron a bajarla. Pero esto continuaba, las interrogantes se avecinaron ante el habla del espíritu, ¿qué tanto conocen el interior de las personas? ¿Qué es lo que sabe en realidad? ¿Qué cosas son las que descubriría? Un mundo si es un enigma muy complejo, porque no sabes con qué sorpresas te sorprenderá. Que no existe una página más, o un dichoso destino, cada quien forja su camino como quiere que sea la carga. Ludovic se limitó a escuchar, razonando con lo que le decían. — ¿Quién es ese ser? ¿Qué razones son que le orillaron a traerla hacia mí? No pretendo negar que parece un ángel, pero mis ojos no se engañan con el brillo de la inocencia, ni se cubren con la ternura que estos poseen. El modo de vivir de cada quien es el que nos da significado a las cosas, a las personas, si ha sido atraída hacia mí para ayudarme, para descubrir aquello que me atormenta, ¿por qué ella? ¿Por qué justo una niña que me recuerda mis debilidades? Si es una prueba, o un juego, basta, no pretendo a poner a prueba mi paciencia. Más, — guardó silencio, ¿qué tanto sabían de él? ¿Quiénes eran, como saben lo primordial, su secreto? , — si están haciendo uso de magia, o están contactando a los muertos para descubrir mis secretos, decirme, ¿quiénes son ustedes? ¿Qué es lo que quieren hacer conmigo? ¿Cómo es que saben de mi sangre, de lo que porto? Si siguen haciendo conexión con algún espíritu ancestral de mi pasado, decirle que no es suficiente ya el daño que se ha hecho por mantener sus secretos.
Liberó el cazador, parecía ahogarse que ahora, no reprocha, ni se quejaba, necesitaba comprender la conexión de estos, unir las piezas para armar lo que planean. Y como señal, como respuesta el suelo tembló, se movió la tierra que equilibra los pies, alzando los brazos, mirando a la pequeña y después a ella. Las hojas empezaron a ascender al cielo, y los troncos parecían quejarse, el ígneo del cielo al alzar el rostro, le reflejaron en las pupilas una calma, una que invadió en todo el cuerpo. Sabiendo que desde el principio fue víctima de embrujos, dirigiendo la mirada hacia una luz azulada, se acercaba, era tenue cada vez y parecía latir a un ritmo lento, no pudo descubrir quién era, no logro discernir el cuerpo que aguarda en esta, debía ser el señor azul de que ambas hablaban. Nombrándose el creador, ¿que era todo aquello? No podía ser cierto, no, no podía ser él, Dios. — Sabes mucho de mí, mas sin en cambio no sé nada de ustedes, conozco solo un creador pero este se negó a proteger a quienes le hicieron plegarias… ¿quién eres? Quiero verte. Mi hermano, dejarlo, él me tiene a mí, yo, ¿qué puede hacer la pequeña? Si lo único que quiero está escondido mentalmente, y la forma de destruirlo antes de que todos quieran su paradero, es lo que necesito. Si sabes quién soy, sabes al igual que lo único que importa es que el secreto siga siendo secreto, entonces, si se destruye nadie lo sabrá, nadie descubrirá que era, o que fue. Eso es lo que necesito, no un ser que me recuerde a mi hijo, se lo que debo de hacer, más no quiero perder lo que quiero.
Justas y honestas palabras, se abrió a aquel ser luminoso, dijo cosas que debería ya entenderlas, el no pidió ayuda, porque no quiere involucrar más, sabe que es una misión encomendada por sus ancestros, y debían hacer frente a las situaciones que se susciten, y para eso, es que se está uniendo poco a poco a la familia, buscar la correcta decisión para concluir con esto.
Liberó el cazador, parecía ahogarse que ahora, no reprocha, ni se quejaba, necesitaba comprender la conexión de estos, unir las piezas para armar lo que planean. Y como señal, como respuesta el suelo tembló, se movió la tierra que equilibra los pies, alzando los brazos, mirando a la pequeña y después a ella. Las hojas empezaron a ascender al cielo, y los troncos parecían quejarse, el ígneo del cielo al alzar el rostro, le reflejaron en las pupilas una calma, una que invadió en todo el cuerpo. Sabiendo que desde el principio fue víctima de embrujos, dirigiendo la mirada hacia una luz azulada, se acercaba, era tenue cada vez y parecía latir a un ritmo lento, no pudo descubrir quién era, no logro discernir el cuerpo que aguarda en esta, debía ser el señor azul de que ambas hablaban. Nombrándose el creador, ¿que era todo aquello? No podía ser cierto, no, no podía ser él, Dios. — Sabes mucho de mí, mas sin en cambio no sé nada de ustedes, conozco solo un creador pero este se negó a proteger a quienes le hicieron plegarias… ¿quién eres? Quiero verte. Mi hermano, dejarlo, él me tiene a mí, yo, ¿qué puede hacer la pequeña? Si lo único que quiero está escondido mentalmente, y la forma de destruirlo antes de que todos quieran su paradero, es lo que necesito. Si sabes quién soy, sabes al igual que lo único que importa es que el secreto siga siendo secreto, entonces, si se destruye nadie lo sabrá, nadie descubrirá que era, o que fue. Eso es lo que necesito, no un ser que me recuerde a mi hijo, se lo que debo de hacer, más no quiero perder lo que quiero.
Justas y honestas palabras, se abrió a aquel ser luminoso, dijo cosas que debería ya entenderlas, el no pidió ayuda, porque no quiere involucrar más, sabe que es una misión encomendada por sus ancestros, y debían hacer frente a las situaciones que se susciten, y para eso, es que se está uniendo poco a poco a la familia, buscar la correcta decisión para concluir con esto.
Ludovic McQuoid- Cazador Clase Alta
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