AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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He perdido el rumbo |Privado|
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He perdido el rumbo |Privado|
Había cruzado la raya.
Todo comenzó ese mismo día, muy temprano en la mañana. Un hombre que tuvo la desdicha de encontrarse solo, y en mis rumbos. Y yo por necesidad terminé haciendo un acto ruin.
Él caminaba con paso acelerado, como es costumbre cuando uno va solo en la madrugada, no parecía ser millonario pero sus ropas eran decentes, podría decir que de clase media. Sostenía algo entre sus manos, se aferraba al objeto como si estuviera hecho de oro. Lo había estado vigilando mientras se acercaba, preparé la daga y me escondí entre las sombras, en el momento en el que él pasó del callejón de donde estaba le llegué por detrás, sostuve su cuello entre mis brazos y el filo rozaba la piel, estaba inmóvil y a mi merced. Del susto dejó caer el paquete al suelo y lo pateé lejos para que no lo alcanzara. -Gracias por tu cooperación, espero que seas inteligente… -Era mi advertencia de siempre, ensayada mil y un veces, así entenderían que se tenían que ir, sin hacer ruido y tampoco llamar a nadie, siempre funcionaba y esa vez no fue la excepción.
Le dejé ir y lógicamente huyó precipitadamente, guardando la daga, recogí sus pertenencias del suelo y rompí la envoltura del paquete. -No… -Murmuré apenas pudiendo creer lo que había dentro, tomé los frascos entre mis manos, observándolos con horror. No era dinero, sino medicinas. -¿Pero qué he hecho? -Comenté en voz baja. ¿Acaso alguien tendría que pagar por su vida por mi culpa? No, no era un asesino. Miré al cielo nublado que estaba sobre mí. -No lo sabía… -Casi siempre negaba la existencia de una entidad todopoderosa pero en momentos como ese, era algo inconsciente, imaginarme a Dios observándome con ojos acusadores y llenos de furia. No dormí aquella noche.
Esperé a que el Sol saliera y en cuanto ocurrió, me dirigí a un lugar que intenté evitar por muchos años, miraba el edificio con la cruz en lo alto, sintiéndome rechazado al instante. Pude haber ido a Notre Dame pero no me daba buena espina, cabía la posibilidad de que el sacerdote me reconociera de alguna forma y alertara a la inquisición. Lo mejor era evitar riesgos. El paquete estaba en mis manos, miraba la puerta y al objeto una y otra vez tratando de decidir si entrar o no. -No, no puedo hacerlo .-Dije para mí mismo y me di la vuelta, de inmediato chocando con alguien de frente y unos libros cayeron al suelo. -Perdóneme, fue un accidente. -Y me agaché para recoger los libros, mi mano tomó unos delgados pero finalmente uno grueso y pesado, le reconocí al instante. Era una biblia.
Todo comenzó ese mismo día, muy temprano en la mañana. Un hombre que tuvo la desdicha de encontrarse solo, y en mis rumbos. Y yo por necesidad terminé haciendo un acto ruin.
Él caminaba con paso acelerado, como es costumbre cuando uno va solo en la madrugada, no parecía ser millonario pero sus ropas eran decentes, podría decir que de clase media. Sostenía algo entre sus manos, se aferraba al objeto como si estuviera hecho de oro. Lo había estado vigilando mientras se acercaba, preparé la daga y me escondí entre las sombras, en el momento en el que él pasó del callejón de donde estaba le llegué por detrás, sostuve su cuello entre mis brazos y el filo rozaba la piel, estaba inmóvil y a mi merced. Del susto dejó caer el paquete al suelo y lo pateé lejos para que no lo alcanzara. -Gracias por tu cooperación, espero que seas inteligente… -Era mi advertencia de siempre, ensayada mil y un veces, así entenderían que se tenían que ir, sin hacer ruido y tampoco llamar a nadie, siempre funcionaba y esa vez no fue la excepción.
Le dejé ir y lógicamente huyó precipitadamente, guardando la daga, recogí sus pertenencias del suelo y rompí la envoltura del paquete. -No… -Murmuré apenas pudiendo creer lo que había dentro, tomé los frascos entre mis manos, observándolos con horror. No era dinero, sino medicinas. -¿Pero qué he hecho? -Comenté en voz baja. ¿Acaso alguien tendría que pagar por su vida por mi culpa? No, no era un asesino. Miré al cielo nublado que estaba sobre mí. -No lo sabía… -Casi siempre negaba la existencia de una entidad todopoderosa pero en momentos como ese, era algo inconsciente, imaginarme a Dios observándome con ojos acusadores y llenos de furia. No dormí aquella noche.
Esperé a que el Sol saliera y en cuanto ocurrió, me dirigí a un lugar que intenté evitar por muchos años, miraba el edificio con la cruz en lo alto, sintiéndome rechazado al instante. Pude haber ido a Notre Dame pero no me daba buena espina, cabía la posibilidad de que el sacerdote me reconociera de alguna forma y alertara a la inquisición. Lo mejor era evitar riesgos. El paquete estaba en mis manos, miraba la puerta y al objeto una y otra vez tratando de decidir si entrar o no. -No, no puedo hacerlo .-Dije para mí mismo y me di la vuelta, de inmediato chocando con alguien de frente y unos libros cayeron al suelo. -Perdóneme, fue un accidente. -Y me agaché para recoger los libros, mi mano tomó unos delgados pero finalmente uno grueso y pesado, le reconocí al instante. Era una biblia.
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 07/09/2015
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Re: He perdido el rumbo |Privado|
Como era de costumbre Diodore se despertaba bien temprano en la madrugada. Cuando el sol despuntaba en el horizonte, ya se encontraba arreglando su sotana y peinándose el ondulado cabello que le caía largo por detrás de las orejas. Dormía en una pequeña habitación situada detrás de la capilla del orfanato, no era una estancia grande, apenas si tenía una cama, un escritorio de madera y un tocador con un espejo viejo y quebrado en las puntas. La ventana dejaba entrar los rayos solares matutinos que aún en invierno lograban darle cierta tibieza al recinto.
Se colocó el abrigo y agarró el montón de libros que había apilado sobre el escritorio, además de la biblia, tenía unos libros de filosofía, quizás un tema no muy estudiado por los curas, especialmente cuando muchos filósofos dudaban la existencia de Dios y cuestionaban las sagradas escrituras. Pero a Diodore le fascinaba leer sobre ese tipo de temas, le gustaba leer la opinión de otros y no le molestaba que cuestionaran su fé.
Salió de la habitación con los libros apretados contra el pecho, la frescura de esa mañana invernal le invadió apenas dio un pie en el camino de piedras que rodeaba la capilla. Los niños en el orfanato seguramente aún dormían y era su deber tocar la campana de la capilla para que se despertaran. Iba sumido en sus pensamientos recordando lo que había leído antes de irse a dormir cuando chocó contra alguien y los libros cayeron desperdigados por el suelo.
Se inclinó para recoger los libros y se encontró con un joven que lucía bastante preocupado además de demacrado. Por sus ropas podía juzgar que se trataba de alguien humilde y le llamó la atención que estuviese allí a tan tempranas horas de la mañana.
- Esta bien no pasa nada – Se apresuró a decir recibiéndole los libros - ¿Has venido a la eucaristía? - Le preguntó acercándose a las enormes puertas de madera de la capilla y abriéndolas con la mano que tenía libre – Soy el Diodore Pomeroy, pero puedes llamarme Padre Dio, la primer eucaristía comienza a las 9, pero si quieres puedes esperar dentro – Le indicó con un gesto para que pasara. La iglesia era pequeña, apenas tenía unas 10 bancas entre la entrada y el púlpito. Una enorme estatua de Jesús en la Cruz se encontraba colgado en la pared detrás de la mesa donde se ponía el vino y las ostias.
Se colocó el abrigo y agarró el montón de libros que había apilado sobre el escritorio, además de la biblia, tenía unos libros de filosofía, quizás un tema no muy estudiado por los curas, especialmente cuando muchos filósofos dudaban la existencia de Dios y cuestionaban las sagradas escrituras. Pero a Diodore le fascinaba leer sobre ese tipo de temas, le gustaba leer la opinión de otros y no le molestaba que cuestionaran su fé.
Salió de la habitación con los libros apretados contra el pecho, la frescura de esa mañana invernal le invadió apenas dio un pie en el camino de piedras que rodeaba la capilla. Los niños en el orfanato seguramente aún dormían y era su deber tocar la campana de la capilla para que se despertaran. Iba sumido en sus pensamientos recordando lo que había leído antes de irse a dormir cuando chocó contra alguien y los libros cayeron desperdigados por el suelo.
Se inclinó para recoger los libros y se encontró con un joven que lucía bastante preocupado además de demacrado. Por sus ropas podía juzgar que se trataba de alguien humilde y le llamó la atención que estuviese allí a tan tempranas horas de la mañana.
- Esta bien no pasa nada – Se apresuró a decir recibiéndole los libros - ¿Has venido a la eucaristía? - Le preguntó acercándose a las enormes puertas de madera de la capilla y abriéndolas con la mano que tenía libre – Soy el Diodore Pomeroy, pero puedes llamarme Padre Dio, la primer eucaristía comienza a las 9, pero si quieres puedes esperar dentro – Le indicó con un gesto para que pasara. La iglesia era pequeña, apenas tenía unas 10 bancas entre la entrada y el púlpito. Una enorme estatua de Jesús en la Cruz se encontraba colgado en la pared detrás de la mesa donde se ponía el vino y las ostias.
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Localización : El orfanato
Re: He perdido el rumbo |Privado|
Contemplaba al hombre con el que había chocado ocasionando que sus libros cayeran al suelo, con eso, me sentía obligado a entrar al lugar quisiera o no, por lo que lo seguí de cerca, por el rabillo del ojo examinando sus ropas, me sentí un tonto al no haberme dado cuenta antes de que era sacerdote. Fue más que nada eso por lo que me sentí atado a seguirle dentro de la capilla, a pesar de los años la culpa por haber huido de casa seguía más que presente, así como el miedo a las personas que tuvieran alguna vinculación con la religión. -Le esperaré adentro padre. -Murmuré con un hilo de voz.
La verdad era que estar en ese sitio me ponía más que nervioso, inclusive sentía el pelo en mi nuca erizado, los artículos religiosos me traían muy malos recuerdos de Escocia, ni hablar de estar en verdad dentro de una iglesia, o de haber chocado con el padre.
Sin percatarme, comencé a abrazar mi cuerpo haciendo evidente mi angustia y desasosiego. -Padre… yo am…. -Solté un suspiro, no sabía cómo exponer la situación y circunstancias que me habían traído a la iglesia esa mañana ¿me echaría en cuanto terminara de relatar la historia? - No he venido para la eucaristía, en realidad… he venido a confesarme.
Y en cuanto terminé de hablar bajé mi cabeza avergonzado, como un niño que hubiese sido atrapado haciendo algo que no debía, era exactamente como me sentía en ese momento. Sin atreverme a alzar la vista le mostré el pequeño empaque que llevaba conmigo y lo puse en sus manos para dejar que lo observara. -En verdad lo siento, no sabía.- Murmuré con la voz quebrada al tiempo que lo abría. Al instante sentí mi sangre hirviendo y el color acudió a mis mejillas tornándolas rojas de vergüenza.
La verdad era que estar en ese sitio me ponía más que nervioso, inclusive sentía el pelo en mi nuca erizado, los artículos religiosos me traían muy malos recuerdos de Escocia, ni hablar de estar en verdad dentro de una iglesia, o de haber chocado con el padre.
Sin percatarme, comencé a abrazar mi cuerpo haciendo evidente mi angustia y desasosiego. -Padre… yo am…. -Solté un suspiro, no sabía cómo exponer la situación y circunstancias que me habían traído a la iglesia esa mañana ¿me echaría en cuanto terminara de relatar la historia? - No he venido para la eucaristía, en realidad… he venido a confesarme.
Y en cuanto terminé de hablar bajé mi cabeza avergonzado, como un niño que hubiese sido atrapado haciendo algo que no debía, era exactamente como me sentía en ese momento. Sin atreverme a alzar la vista le mostré el pequeño empaque que llevaba conmigo y lo puse en sus manos para dejar que lo observara. -En verdad lo siento, no sabía.- Murmuré con la voz quebrada al tiempo que lo abría. Al instante sentí mi sangre hirviendo y el color acudió a mis mejillas tornándolas rojas de vergüenza.
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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Re: He perdido el rumbo |Privado|
Entro en la iglesia y se dirigió al púlpito donde colocó la Biblia abriéndola por el salmo que pensaba discutir en la eucaristía de la mañana y entonces notó la angustia en el rostro del hombre que había entrado detrás de él. Se bajó del púlpito y se acercó a él escuchándole su petición de confesarse, parecía un hombre muy perturbado por la culpa. Diodore había visto muchas personas atormentadas por la culpabilidad del pecado como para no reconocerlo en el rostro de Cailen.
Le mostró una bolsa con unas medicinas, Diodore parpadeó sin comprender cual era el problema, entonces dejó los libros sobre la mesa al lado del púlpito y le indicó a Cailen que lo siguiera al confesionario. El Confesionario no era tan exuberante como el de Notredame, que estaba adornado inclusive con incrustantes de plata e hilos dorados. Por el contrario era casi como un armario de madera donde sólo podían caber a duras pensas dos personas.
Diodore abrió las puertas del confesionario y se metió en él quedando oculto separado sólo por un enrejado de cabuya del compartimiento donde se sentaban las personas que querían confesarse. El aire del interior olía fuertemente a madera barnizada y permitía más intimidad te hacía sentir como si estuvieras en un lugar secreto alejado del resto del mundo.
- Cuéntame todo desde el comienzo ¿Que es lo que te apena? - Le indicó con una voz calmada y amable, sentía curiosidad por saber que tenía ese chico para decir – Por cierto, si deseas puedes revelar tu nombre, esto es una confesión por lo que, sea lo que sea que hayas hecho mis labios están sellados por juramento -
Le mostró una bolsa con unas medicinas, Diodore parpadeó sin comprender cual era el problema, entonces dejó los libros sobre la mesa al lado del púlpito y le indicó a Cailen que lo siguiera al confesionario. El Confesionario no era tan exuberante como el de Notredame, que estaba adornado inclusive con incrustantes de plata e hilos dorados. Por el contrario era casi como un armario de madera donde sólo podían caber a duras pensas dos personas.
Diodore abrió las puertas del confesionario y se metió en él quedando oculto separado sólo por un enrejado de cabuya del compartimiento donde se sentaban las personas que querían confesarse. El aire del interior olía fuertemente a madera barnizada y permitía más intimidad te hacía sentir como si estuvieras en un lugar secreto alejado del resto del mundo.
- Cuéntame todo desde el comienzo ¿Que es lo que te apena? - Le indicó con una voz calmada y amable, sentía curiosidad por saber que tenía ese chico para decir – Por cierto, si deseas puedes revelar tu nombre, esto es una confesión por lo que, sea lo que sea que hayas hecho mis labios están sellados por juramento -
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Localización : El orfanato
Re: He perdido el rumbo |Privado|
Tragué saliva nerviosamente al ver el confesionario, caminar hacia él me daba la misma pesadez y angustia que como si caminara a la horca. No había puesto un pie en la iglesia desde que era un chiquillo ¿cuántos años habían pasado ya de eso? Sin embargo el remordimiento me comía vivo día y noche. Daba pasos lentos tras él, con los pies arrastrando. Tenía miedo a un castigo divino, tenía miedo a la iglesia.
Inseguro me coloqué de rodillas en el confesionario para que aquel sacerdote me oyera. Al estar a punto de hablar sentía que los labios se me secaban, era el nerviosismo, estaba sudando y las manos me temblaban horriblemente. -Mi nombre es Cailen padre Dio. -Respiré hondo mientras pensaba qué decir, qué palabras usar. -Y debo confesar que he pecado. No honro a Dios como debo, en realidad no he pisado una iglesia hace años, tampoco rezado siquiera. Deshonré a mis padres al huir de casa por no querer seguir sus pasos. Y también. -Traté de tomar aire, esta era la peor parte, quería evitar decirlo pero al mismo tiempo quería decirlo, me debatía por dentro si hacerlo o no. ¿Me sentiría aliviado o aun más culpable? -Y también debo confesarle padre, que he robado, desde hace mucho tiempo vivo del hurto.
Tras eso, comencé a relatarle los hechos de la madrugada, sin censurar nada, por más vergüenza que me diera admitir ser el autor de tan despreciable crimen. Narré cómo lo amenacé usando mi daga y también que esperaba encontrar dinero o algo de valor en el paquete que el hombre dejó caer al suelo pero en su lugar encontré aquellas medicinas que el sacerdote aún tenía en mano.
-Pare Dio, no sé qué hacer. Quiero devolverlas pero desconozco a qué dirección se fue aquél hombre, estaba oscuro para ver su rostro, mucho menos sé su nombre. Alguien inocente pagará por lo que he hecho...
Inseguro me coloqué de rodillas en el confesionario para que aquel sacerdote me oyera. Al estar a punto de hablar sentía que los labios se me secaban, era el nerviosismo, estaba sudando y las manos me temblaban horriblemente. -Mi nombre es Cailen padre Dio. -Respiré hondo mientras pensaba qué decir, qué palabras usar. -Y debo confesar que he pecado. No honro a Dios como debo, en realidad no he pisado una iglesia hace años, tampoco rezado siquiera. Deshonré a mis padres al huir de casa por no querer seguir sus pasos. Y también. -Traté de tomar aire, esta era la peor parte, quería evitar decirlo pero al mismo tiempo quería decirlo, me debatía por dentro si hacerlo o no. ¿Me sentiría aliviado o aun más culpable? -Y también debo confesarle padre, que he robado, desde hace mucho tiempo vivo del hurto.
Tras eso, comencé a relatarle los hechos de la madrugada, sin censurar nada, por más vergüenza que me diera admitir ser el autor de tan despreciable crimen. Narré cómo lo amenacé usando mi daga y también que esperaba encontrar dinero o algo de valor en el paquete que el hombre dejó caer al suelo pero en su lugar encontré aquellas medicinas que el sacerdote aún tenía en mano.
-Pare Dio, no sé qué hacer. Quiero devolverlas pero desconozco a qué dirección se fue aquél hombre, estaba oscuro para ver su rostro, mucho menos sé su nombre. Alguien inocente pagará por lo que he hecho...
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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Re: He perdido el rumbo |Privado|
Diodore se quedó en silencio permitiéndo a Cailen que hablara hasta que se desahogara. No solía interrumpir las confesiones y siempre esperaba a que la persona terminara todo y pudiera sacar todo lo que le atormentaba desde el pecho. Frunció el ceño pensativo, todo lo que había descrito Cailen representaba un pecado, especialmente el filial, al abandonar a sus padres y no honrarlos como decían las escrituras. Sin embargo Diodore era un hombre realista, sabía que eran muchas las circunstancias en las que uno podía abandonar a la familia y no era buena idea juzgar a una persona sin saber sus motivos.
Sobre le hurto, no le sorprendió tanto, el chico lucía de una clase baja como él mismo y sabía que la mayoría tenían que sobrevivir como podían en dura situación que vivían los más desgraciados. Sin embargo robar era un pecado grave, el mismo Moisés había dicho en sus mandamientos que estaba prohibido.
-La vida es dura allá afuera – Comentó Diodore con aire pensativo, de niño le había tocado deambular las calles con sus hermanos, su familia apenas si tenía como alimentarlos una vez al día y sabía que, de no haberse convertido en Sacerdote, a lo mejor habría terminado como Cailen, viviendo del hurto.
-Normalmente un sacerdote te diría que debes arrepentirte y rezar a Dios padre por perdón, quizás unas cuantas avemarías o padrenuestros serían requeridos... sin embargo, no soy ese tipo de sacerdote., no creo en ese dicho que dice que “El que peca, reza y empata” - Meneó la cabeza con expresión seria – No, yo creo que las acciones son más importantes que los hechos, Dios todo lo ve y estoy seguro que con un par de oraciones no va a olvidar lo que has hecho -
Se quedó otros minutos callado antes de continuar.
- Cada acción tiene una consecuencia y ahora mismo quien sabe que estará pasando con la persona que necesitaba esa medicina – Agregó llevándose una mano al mentón – Te diré lo que debes hacer, debes regresar al sitio con el paquete y recorrer las calles en busca de esa persona, si es necesario entraras a los bares o antros cercanos y preguntarás si alguien perdió esa bolsa – Le indico, luego se giró a él – Y yo te acompañaré en la búsqueda, después de todo dos personas pueden cubrir más territorio que una ¿Qué dices? - Preguntó con una sonrisa.
Sobre le hurto, no le sorprendió tanto, el chico lucía de una clase baja como él mismo y sabía que la mayoría tenían que sobrevivir como podían en dura situación que vivían los más desgraciados. Sin embargo robar era un pecado grave, el mismo Moisés había dicho en sus mandamientos que estaba prohibido.
-La vida es dura allá afuera – Comentó Diodore con aire pensativo, de niño le había tocado deambular las calles con sus hermanos, su familia apenas si tenía como alimentarlos una vez al día y sabía que, de no haberse convertido en Sacerdote, a lo mejor habría terminado como Cailen, viviendo del hurto.
-Normalmente un sacerdote te diría que debes arrepentirte y rezar a Dios padre por perdón, quizás unas cuantas avemarías o padrenuestros serían requeridos... sin embargo, no soy ese tipo de sacerdote., no creo en ese dicho que dice que “El que peca, reza y empata” - Meneó la cabeza con expresión seria – No, yo creo que las acciones son más importantes que los hechos, Dios todo lo ve y estoy seguro que con un par de oraciones no va a olvidar lo que has hecho -
Se quedó otros minutos callado antes de continuar.
- Cada acción tiene una consecuencia y ahora mismo quien sabe que estará pasando con la persona que necesitaba esa medicina – Agregó llevándose una mano al mentón – Te diré lo que debes hacer, debes regresar al sitio con el paquete y recorrer las calles en busca de esa persona, si es necesario entraras a los bares o antros cercanos y preguntarás si alguien perdió esa bolsa – Le indico, luego se giró a él – Y yo te acompañaré en la búsqueda, después de todo dos personas pueden cubrir más territorio que una ¿Qué dices? - Preguntó con una sonrisa.
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 10/04/2011
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Re: He perdido el rumbo |Privado|
Sentía una enorme presión en el pecho, un nudo en la garganta. Rememoraba todo lo que acababa de contarle y apenas podía creer que todo eso era lo que había hecho, tantos pecados… Todos míos. Cubrí mi rostro con ambas manos como si tratara de esconderme, en verdad me sentía de lo más avergonzado, si no hubiese huido de casa seguramente nada de todo lo que acababa de narrarle hubiese ocurrido, pero ¿a qué costo? El asesinato era lo peor que podía hacer uno como persona, y eso era en lo que planeaban mis padres en convertirme, en nada más y nada menos que un asesino tal y como ellos. ¿Sería por eso acaso? Como mis padres eran pecadores… ¿Me tocaba a mí cargar con la cruz?
Posiblemente era eso, pues no me explicaba la “mala suerte” que había tenido toda mi vida, tal vez una reacción en cadena de causa-consecuencia, pero hasta esa explicación se quedaba corta. Parecía estar condenado a sufrir y pecar, una y otra vez.
-Lo sé padre. En verdad estoy apenado por lo que hice. Pero habría muerto de otra manera. -Tratar de excusarme no era necesariamente una práctica constante pero en aquella situación busqué una explicación, justificar lo que había hecho, tratar de explicar que no tenía otra salida pues era eso o la muerte, aquello aplicaba también por haber huido de casa, de no haberlo hecho, en ese mismo instante podría estar acabando con la vida de algún inocente. -Tengo que remediar lo que hecho pero no sé cómo, es por eso que he venido aquí hoy. Creí que un sacerdote podría ayudarme. Por favor. Necesito de su ayuda.
Hubo un profundo silencio durante unos minutos en los que me contenía para no terminar en sollozos, no tenía intenciones de lloriquear en ese momento, si quería hallar la manera de arreglar todo ese embrollo tenía que mantener la mente serena. Intentar pensar con claridad las cosas para encontrar una solución. Como si hubiese leído mi mente, habló ofreciéndome una respuesta que ni yo mismo me creería. -¿Lo dice en serio? -Cuestioné aun incrédulo. -¿Es verdad que va a ayudarme? -Una lágrima resbaló por mi rostro y la sequé de inmediato con la manda de mi camiseta hecha jirones. -Gracias, en verdad no sabe lo mucho que significa esto que hace por mí, en verdad no tengo palabras. -Y me puse de pie aún preso de la emoción. ¿Entonces tendría por fin la oportunidad de redimirme?
Posiblemente era eso, pues no me explicaba la “mala suerte” que había tenido toda mi vida, tal vez una reacción en cadena de causa-consecuencia, pero hasta esa explicación se quedaba corta. Parecía estar condenado a sufrir y pecar, una y otra vez.
-Lo sé padre. En verdad estoy apenado por lo que hice. Pero habría muerto de otra manera. -Tratar de excusarme no era necesariamente una práctica constante pero en aquella situación busqué una explicación, justificar lo que había hecho, tratar de explicar que no tenía otra salida pues era eso o la muerte, aquello aplicaba también por haber huido de casa, de no haberlo hecho, en ese mismo instante podría estar acabando con la vida de algún inocente. -Tengo que remediar lo que hecho pero no sé cómo, es por eso que he venido aquí hoy. Creí que un sacerdote podría ayudarme. Por favor. Necesito de su ayuda.
Hubo un profundo silencio durante unos minutos en los que me contenía para no terminar en sollozos, no tenía intenciones de lloriquear en ese momento, si quería hallar la manera de arreglar todo ese embrollo tenía que mantener la mente serena. Intentar pensar con claridad las cosas para encontrar una solución. Como si hubiese leído mi mente, habló ofreciéndome una respuesta que ni yo mismo me creería. -¿Lo dice en serio? -Cuestioné aun incrédulo. -¿Es verdad que va a ayudarme? -Una lágrima resbaló por mi rostro y la sequé de inmediato con la manda de mi camiseta hecha jirones. -Gracias, en verdad no sabe lo mucho que significa esto que hace por mí, en verdad no tengo palabras. -Y me puse de pie aún preso de la emoción. ¿Entonces tendría por fin la oportunidad de redimirme?
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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Re: He perdido el rumbo |Privado|
Le escuchó hablar con voz angustiada, Diodore había escuchado muchas confesiones durante todos sus años trabajando en la iglesia de su pueblo natal como para saber reconocer cuando alguien habla con verdadera culpa y arrepentimiento. Había gente que iba a confesarse pero no se arrepentían de corazón y sólo querían engañarse así mismos creyendo que con la confesión y con rezar el padrenuestro absolvían sus pecados. Diodore no creía en ese falso arrepentimiento, por muchos rezos o inclusive donaciones que hicieran a la iglesia, si el corazón no estaba realmente arrepentido no había forma de conseguir el perdón de Dios.
-Durante nuestras vidas tomamos decisiones que afectan nuestro futuro, sin embargo hay decisiones que son tomadas por otras personas que nos afectan también, por ejemplo las tomadas por nuestros padres o familiares – Le explicó girándose para verlo a través de la rejilla, la poca luz no le permitía sino apreciar una silueta – Por lo tanto hay muchas cosas que se escapan a nuestro control, aún así son nuestras acciones en el presente lo que importa y intentar encontrar excusas en el pasado no soluciona nada – Se colocó de pie y abrió la puerta del pequeño confesionario de madera.
-Podemos ir ahora mismo si quieres – Comentó llevándose las manos a la cintura – Entre más rápido vallamos es más probable que encontremos a la persona, a lo mejor esta volvió al mismo lugar en busca de las medicinas o inclusive podemos ir a la tienda donde compró las medicinas y preguntar al dependiente por su apariencia – Su voz comenzaba a sonar cada vez más emocionada, de repente se sentía como un policía en una investigación que un sacerdote y la idea la fascinaba.
- Esta parroquia no es muy concurrida de todas formas, por una mañana que la cierre no pasará nada – Agregó entusiasmado - ¿Que dices? -
-Durante nuestras vidas tomamos decisiones que afectan nuestro futuro, sin embargo hay decisiones que son tomadas por otras personas que nos afectan también, por ejemplo las tomadas por nuestros padres o familiares – Le explicó girándose para verlo a través de la rejilla, la poca luz no le permitía sino apreciar una silueta – Por lo tanto hay muchas cosas que se escapan a nuestro control, aún así son nuestras acciones en el presente lo que importa y intentar encontrar excusas en el pasado no soluciona nada – Se colocó de pie y abrió la puerta del pequeño confesionario de madera.
-Podemos ir ahora mismo si quieres – Comentó llevándose las manos a la cintura – Entre más rápido vallamos es más probable que encontremos a la persona, a lo mejor esta volvió al mismo lugar en busca de las medicinas o inclusive podemos ir a la tienda donde compró las medicinas y preguntar al dependiente por su apariencia – Su voz comenzaba a sonar cada vez más emocionada, de repente se sentía como un policía en una investigación que un sacerdote y la idea la fascinaba.
- Esta parroquia no es muy concurrida de todas formas, por una mañana que la cierre no pasará nada – Agregó entusiasmado - ¿Que dices? -
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Re: He perdido el rumbo |Privado|
Lo que pasaba era muy surreal, estaba el temor y la esperanza presentes. ¿Qué tal que era una trampa y acabaría directo en Notre Dame? y con tal pensamiento me imaginaba un escenario que iba más o menos así: Yo en una especie de calabozo del cual mis captores negaban su existencia, inclusive podría ser algo peor; o en algún barco de regreso a Escocia para enfrentarme a un hombre fúrico que resultaba ser mi propio padre. En realidad no era tan solo mi imaginación tal vez desbordada, la sensación de ser aún un fugitivo que tenía un precio por su captura, ni siquiera estaba seguro de que la búsqueda continuara, pero siempre estaba alerta, mejor ser precavido. Era más bien la idea de estar dentro de una capilla, aunque ésta fuese pequeña, desde mi huída evité -tal vez por la culpa o temor- cualquier cosa que tuviese una relación directa con la religión, me traían muy malos recuerdos de, prácticamente toda mi vida. Comenzaba a preguntarme si había tomado la decisión correcta, pues en realidad me sentía aún más perdido a como estaba, tenían que seguir ocurriendo las desgracias una tras otra sin permitirme tan siquiera un momento de descanso, pareciera que inclusive Dios me había vuelto la espalda.
Pero tras haber escuchado la propuesta del padre me permití pensar que en realidad no había sido abandonado del todo. Me atrevía a decir que el sacerdote era como una especie de ángel que llegó en el momento perfecto. -Por favor, quisiera ir cuanto antes. Devolver esto a quien le pertenece, no quiero cargar más culpa sobre mis hombros, ya pesan demasiado. -Murmuré lo último, apenado de admitirlo pero al mismo tiempo sintiendo alivio.
Abandonamos el recinto de inmediato. El sacerdote aun vestido con su ropa eclesiástica, contradictoriamente a todo lo anterior, el que me acompañara aun en ese atuendo me daba la sensación de protección, pues en caso de ser reconocido como el ladronzuelo podría salir en mi auxilio antes de que alguien llamara a la policía, nadie se atrevía a contradecir o tan siquiera cuestionar a un cura sin importar que trabajara en aquella capilla o Notre Dame, excepto tal vez, el rey de Francia…
-Se ve usted muy joven para ser un sacerdote. -Dije en voz alta a modo de pregunta, sabía que no era el mejor de los momentos para hacer una interrogante como esa, más bien ni siquiera debía hacer esas observaciones dada la situación pero simplemente fue algo que no pude dejar pasar por alto, la curiosidad me volvía impertinente y lo sabía pero ya estaba hecho. No podía retroceder en el tiempo y evitar hacer esa pregunta. -Lo siento. No quise ser grosero -Se me ocurrió para remediarlo a pesar de que no serviría de mucho.
Pero tras haber escuchado la propuesta del padre me permití pensar que en realidad no había sido abandonado del todo. Me atrevía a decir que el sacerdote era como una especie de ángel que llegó en el momento perfecto. -Por favor, quisiera ir cuanto antes. Devolver esto a quien le pertenece, no quiero cargar más culpa sobre mis hombros, ya pesan demasiado. -Murmuré lo último, apenado de admitirlo pero al mismo tiempo sintiendo alivio.
Abandonamos el recinto de inmediato. El sacerdote aun vestido con su ropa eclesiástica, contradictoriamente a todo lo anterior, el que me acompañara aun en ese atuendo me daba la sensación de protección, pues en caso de ser reconocido como el ladronzuelo podría salir en mi auxilio antes de que alguien llamara a la policía, nadie se atrevía a contradecir o tan siquiera cuestionar a un cura sin importar que trabajara en aquella capilla o Notre Dame, excepto tal vez, el rey de Francia…
-Se ve usted muy joven para ser un sacerdote. -Dije en voz alta a modo de pregunta, sabía que no era el mejor de los momentos para hacer una interrogante como esa, más bien ni siquiera debía hacer esas observaciones dada la situación pero simplemente fue algo que no pude dejar pasar por alto, la curiosidad me volvía impertinente y lo sabía pero ya estaba hecho. No podía retroceder en el tiempo y evitar hacer esa pregunta. -Lo siento. No quise ser grosero -Se me ocurrió para remediarlo a pesar de que no serviría de mucho.
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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Re: He perdido el rumbo |Privado|
La culpa podía manifestarse como una carga física, era algo inexistente en el plano real, pero que se sentía en todo el cuerpo como si uno llevara a cuestas una gran roca o un bulto de arena. Diodore había sentido esa sensación antes, cuando en la abadía se había encontrado mirando a su mejor amigo de manera diferente, con ojos que no sólo le apreciaban como amigo, sino como hombre. La culpa de haberse sentido atraído por él había colgado de su espalda por años.
Guardó silencio mientras le seguía por entre las calles y se acercaban a una área de París que lucía mucho más pobre, Diodore estaba acostumbrado a moverse en ese tipo de barrios y no temía por su seguridad, quizás creía de manera inocente que a un siervo de Dios como él nadie se atrevería a robarlo o a atacarlo, quizás esa ingenuidad era gracias a haber vivido toda su vida en un pueblo pequeño en donde realmente no pasaba nada peligroso.
- No es grosero, para nada - Contestó con esa misma tranquilidad y jovialidad que le caracterizaba - Tengo 30 años... ¿Te parece que aparento menos edad? - Le preguntó y luego agregó - ¿O quizás te imaginas que los sacerdotes deben tener largas barbas canosas? - Bromeó dejándo escapar una risita corta - Viví en una Abadía Católica desde que tenía 10 años, luego a los 20 recibí mi título como sacerdote y he trabajado por 10 años en la iglesia de mi pueblo natal, al comienzo por supuesto sólo me encargaba de ayudar al sacerdote más viejo que estaba encargado de la iglesia y por años aprendí de él -
Encontraba fácil hablar con la gente, quizás era porque era una persona abierta que siempre estaba dispuesta a escuchar una confesión y a ofrecer un consejo, le resultaba fácil confiar en la gente y comenzar una conversación.
- Pero hace poco que he venido a París y esta es la primera vez que me encargo de una iglesia yo sólo... aunque claro, sólo se trata de una pequeña capilla... pero es algo - Agregó con cierto orgullo en la voz.
Guardó silencio mientras le seguía por entre las calles y se acercaban a una área de París que lucía mucho más pobre, Diodore estaba acostumbrado a moverse en ese tipo de barrios y no temía por su seguridad, quizás creía de manera inocente que a un siervo de Dios como él nadie se atrevería a robarlo o a atacarlo, quizás esa ingenuidad era gracias a haber vivido toda su vida en un pueblo pequeño en donde realmente no pasaba nada peligroso.
- No es grosero, para nada - Contestó con esa misma tranquilidad y jovialidad que le caracterizaba - Tengo 30 años... ¿Te parece que aparento menos edad? - Le preguntó y luego agregó - ¿O quizás te imaginas que los sacerdotes deben tener largas barbas canosas? - Bromeó dejándo escapar una risita corta - Viví en una Abadía Católica desde que tenía 10 años, luego a los 20 recibí mi título como sacerdote y he trabajado por 10 años en la iglesia de mi pueblo natal, al comienzo por supuesto sólo me encargaba de ayudar al sacerdote más viejo que estaba encargado de la iglesia y por años aprendí de él -
Encontraba fácil hablar con la gente, quizás era porque era una persona abierta que siempre estaba dispuesta a escuchar una confesión y a ofrecer un consejo, le resultaba fácil confiar en la gente y comenzar una conversación.
- Pero hace poco que he venido a París y esta es la primera vez que me encargo de una iglesia yo sólo... aunque claro, sólo se trata de una pequeña capilla... pero es algo - Agregó con cierto orgullo en la voz.
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Re: He perdido el rumbo |Privado|
Diodore en verdad sabía hacer que la gente se sintiera cómoda conversando con él, no me sorprendía, después de tantos años ejerciendo como un eclesiástico era de esperarse que aprendiera a lidiar con la gente, con sus emociones, sus demonios; era su trabajo a fin de cuenta, hacer que las personas que acudían a él se sintieran bienvenidas, no solo a su persona, sino ante los ojos de Dios. Solté una risilla ante su respuesta, era cierto que la mayoría de los sacerdotes eran ya de la tercera edad, quienes aún conservaban pelo lo tenían de color blanco grisáceo así como arrugas en sus rostros. -En realidad me dio la impresión de que era más joven. -Me sentía más confiado en hablar con él. -Es cierto que la mayoría son así, pero sí sé que no todos, siempre hay uno que otro más joven, pero no son fáciles de encontrar.
Al pensar en aquello recordé al primer eclesiástico que conocí en mi vida, no era nadie más sino mi propio padre, el recuerdo de su rostro aun joven estaba intacto a pesar del tiempo y los miles de intentos por olvidar su presencia, como una sombra que me seguía, que tiraba de mí para hacer más difícil mi andar. Su recuerdo estaba pegado a mí por siempre, y así sería hasta que muriera yo, o me enterara de que él ya había fallecido puesto que no tenía ni la menor idea de si él estaba aún con vida, la última vez que lo vi fue esa noche que huí de casa cuando era aún un adolescente, no había vuelto a saber nada de él desde entonces.
Me alejé de la conversación por un momento al pensar en todo aquello, pero por suerte logré volver al presente y prestar atención a lo que el padre estaba diciendo. -Si le eligieron para hacerse cargo debe ser por una buena razón. -Observaba a mi alrededor buscando si reconocía la zona, estábamos cerca de donde había ocurrido, faltaban tan solo un par de cuadras. -A veces paso frente al orfanato, antes veía a los niños en el patio, algunos tenían expresiones sombrías. Las últimas veces que volví por ahí era diferente, juegan más, se divierten… ahora entiendo por qué. -Le dediqué una sonrisa, ver a niños en desgracia era algo que me ponía muy sensible. -Me alegra que de que lo hayan escogido a usted para dirigir el lugar.
Caminamos unos metros más, conversando más animadamente con cada paso que dábamos, eso fue hasta que llegamos a un callejón que conocía bastante bien. Al darme cuenta de dónde estaba pisando enmudecí mientras una sensación de pesar tomaba posesión de mi cuerpo y mente. Miraba hacia el interior del callejón recordando los hechos. -Fue aquí. -Articulé con un nudo en la garganta. -El hombre salió corriendo hacia allá. -Señalé hacia otra calle donde había muchos negocios abiertos llenos de gente, de colores y aromas, nada que ver con la oscura noche.
Al pensar en aquello recordé al primer eclesiástico que conocí en mi vida, no era nadie más sino mi propio padre, el recuerdo de su rostro aun joven estaba intacto a pesar del tiempo y los miles de intentos por olvidar su presencia, como una sombra que me seguía, que tiraba de mí para hacer más difícil mi andar. Su recuerdo estaba pegado a mí por siempre, y así sería hasta que muriera yo, o me enterara de que él ya había fallecido puesto que no tenía ni la menor idea de si él estaba aún con vida, la última vez que lo vi fue esa noche que huí de casa cuando era aún un adolescente, no había vuelto a saber nada de él desde entonces.
Me alejé de la conversación por un momento al pensar en todo aquello, pero por suerte logré volver al presente y prestar atención a lo que el padre estaba diciendo. -Si le eligieron para hacerse cargo debe ser por una buena razón. -Observaba a mi alrededor buscando si reconocía la zona, estábamos cerca de donde había ocurrido, faltaban tan solo un par de cuadras. -A veces paso frente al orfanato, antes veía a los niños en el patio, algunos tenían expresiones sombrías. Las últimas veces que volví por ahí era diferente, juegan más, se divierten… ahora entiendo por qué. -Le dediqué una sonrisa, ver a niños en desgracia era algo que me ponía muy sensible. -Me alegra que de que lo hayan escogido a usted para dirigir el lugar.
Caminamos unos metros más, conversando más animadamente con cada paso que dábamos, eso fue hasta que llegamos a un callejón que conocía bastante bien. Al darme cuenta de dónde estaba pisando enmudecí mientras una sensación de pesar tomaba posesión de mi cuerpo y mente. Miraba hacia el interior del callejón recordando los hechos. -Fue aquí. -Articulé con un nudo en la garganta. -El hombre salió corriendo hacia allá. -Señalé hacia otra calle donde había muchos negocios abiertos llenos de gente, de colores y aromas, nada que ver con la oscura noche.
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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Re: He perdido el rumbo |Privado|
Se fue sonrojando sin poder evitarlo conforme Cailen hablaba, no estaba acostumbrado a que lo elogiaran y mucho menos recien llegando a una ciudad tan grande y en su primer trabajo importante. Desvió la mirada y sonrió nerviosamente pasando una mano por su cabello ondulado para revolverlo.
- No es para tanto - Murmuró con las mejillas coloradas - La madre superiora es realmente quien está a cargo del orfanato, yo sólo les colaboro cuando puedo - El convento quedaba junto al orfanato y las monjas eran realmente quienes se encargaban de lidiar con los niños todos los días, aunque a Diodore le gustaba pasar sus ratos libres jugando con ellos, los niños gustaban de corretear por la capilla cuando no habían misas.
Se detuvieron en una calle que tenía varios locales abiertos. Diodore se quedó pensando unos momentos y luego se volteó hacía Cailen.
- Creo que es mejor que esperes aquí - Le indicó tomando la bolsa con las medicinas - Si alguien te ve y te reconocen llamarán a la policía y nos meteremos en problemas, voy a preguntar si alguien ha perdido estas medicinas y si doy con alguien, te haré una ceña para que te acerques ¿De acuerdo? - Le indicó, era mejor ser cautelosos, la primera reacción de una persona al reconocer un ladrón podría ser violenta e involucrar a la policía sólo empeoraría las cosas.
Diodore creía que era posible resolver el asunto con dialogo y de manera pacífica, por lo que se fue caminando por la estrecha calle deteniéndose a preguntar en cada puesto. En el puesto de verduras, la señora meneó con la cabeza y el sacerdote continuó su camino, luego le preguntó a un hombre que tenía grandes sacos con semillas y granos, este también meneó la cabeza pero le indicó con el brazo otro puesto al final de la calle. Diodore caminó con paso rápido hasta el último puesto y se encontró con una niña de no más de 13 años vendiendo telas de diferentes colores y texturas.
La niña miró la bolsa y luego entró corriendo hacía la casa, mientras regresaba, Diodore le hizo una seña con la mano a Cailen para que se acercara, al parecer la niña sabía algo sobre el dueño de la medicina robada.
- No es para tanto - Murmuró con las mejillas coloradas - La madre superiora es realmente quien está a cargo del orfanato, yo sólo les colaboro cuando puedo - El convento quedaba junto al orfanato y las monjas eran realmente quienes se encargaban de lidiar con los niños todos los días, aunque a Diodore le gustaba pasar sus ratos libres jugando con ellos, los niños gustaban de corretear por la capilla cuando no habían misas.
Se detuvieron en una calle que tenía varios locales abiertos. Diodore se quedó pensando unos momentos y luego se volteó hacía Cailen.
- Creo que es mejor que esperes aquí - Le indicó tomando la bolsa con las medicinas - Si alguien te ve y te reconocen llamarán a la policía y nos meteremos en problemas, voy a preguntar si alguien ha perdido estas medicinas y si doy con alguien, te haré una ceña para que te acerques ¿De acuerdo? - Le indicó, era mejor ser cautelosos, la primera reacción de una persona al reconocer un ladrón podría ser violenta e involucrar a la policía sólo empeoraría las cosas.
Diodore creía que era posible resolver el asunto con dialogo y de manera pacífica, por lo que se fue caminando por la estrecha calle deteniéndose a preguntar en cada puesto. En el puesto de verduras, la señora meneó con la cabeza y el sacerdote continuó su camino, luego le preguntó a un hombre que tenía grandes sacos con semillas y granos, este también meneó la cabeza pero le indicó con el brazo otro puesto al final de la calle. Diodore caminó con paso rápido hasta el último puesto y se encontró con una niña de no más de 13 años vendiendo telas de diferentes colores y texturas.
La niña miró la bolsa y luego entró corriendo hacía la casa, mientras regresaba, Diodore le hizo una seña con la mano a Cailen para que se acercara, al parecer la niña sabía algo sobre el dueño de la medicina robada.
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Re: He perdido el rumbo |Privado|
Solo pude asentir ante sus palabras. Estaba perfectamente consciente de lo que podría pasar si es que alguien llegara a reconocerme como el ladrón de esas medicinas y eso era algo por lo que no quería pasar. El escenario que pasaba por mi mente era demasiado horrendo, lo suficiente como para hacer que sintiera un malestar en el estómago, similar a las náuseas, aunque no supe decir si era por imaginarme una golpiza o por lo que me hacía sentir el pensar lo que había hecho tan solo unas horas antes ese mismo día. Posiblemente lo último pues al repasar los hechos sentí que me enfermaba más.
Alcancé a ver la figura de Dio, quien estaba haciendo señas para que me acercara, salí de aquel trance enfermizo para correr hacia donde estaba. -¿Encontraste al dueño? ¿Qué te dijo? -Pregunté al estar al lado suyo.
Una niña salió por el umbral de la puerta y rápido tomó a Diodore de su manga y prácticamente lo arrastró dentro del lugar y seguí a ambos, curioso de lo que estaba pasando. Al entrar notamos que el ambiente era cálido y colorido pues los miles de metros de telas con diferentes colores y patrones adornaban el lugar por dondequiera que uno mirase, dando un aura también alegre, nada que ver con lo que se veía de fuera. Quería preguntarle al sacerdote si sabía por qué nos había traído ahí pero el sonido de un golpe repetitivo no me dejó. Sonaba como un golpe y un paso.
De una habitación salió un hombre de aproximadamente cuarenta años pero sus ojos denotaban unos diez años más, el sonido extraño resultó ser el bastón que usaba para poder caminar. Se acercó a Diodore con una sonrisa esperanzada. -Mi hija me lo ha dicho todo ¿Es cierto? ¿Ha encontrado mis medicinas? ¿Y el ladrón? Mi hermano iba a traérmelas anoche pero se las robaron a pocos metros de aquí. Pensé que estaba condenado, se lo agradezco padre. -Balbuceaba el hombre, incluso atropellando sus propias palabras.
No pude hacer más que bajar la cabeza avergonzado. Me sentía el ser más miserable de todos, no merecía menos que el infierno ¿Cómo pude haber hecho lo que hice? Me di cuenta de o verdaderamente bajo que había caído ya, robar medicinas a un hombre sumido en la pobreza y encima enfermo.
Alcancé a ver la figura de Dio, quien estaba haciendo señas para que me acercara, salí de aquel trance enfermizo para correr hacia donde estaba. -¿Encontraste al dueño? ¿Qué te dijo? -Pregunté al estar al lado suyo.
Una niña salió por el umbral de la puerta y rápido tomó a Diodore de su manga y prácticamente lo arrastró dentro del lugar y seguí a ambos, curioso de lo que estaba pasando. Al entrar notamos que el ambiente era cálido y colorido pues los miles de metros de telas con diferentes colores y patrones adornaban el lugar por dondequiera que uno mirase, dando un aura también alegre, nada que ver con lo que se veía de fuera. Quería preguntarle al sacerdote si sabía por qué nos había traído ahí pero el sonido de un golpe repetitivo no me dejó. Sonaba como un golpe y un paso.
De una habitación salió un hombre de aproximadamente cuarenta años pero sus ojos denotaban unos diez años más, el sonido extraño resultó ser el bastón que usaba para poder caminar. Se acercó a Diodore con una sonrisa esperanzada. -Mi hija me lo ha dicho todo ¿Es cierto? ¿Ha encontrado mis medicinas? ¿Y el ladrón? Mi hermano iba a traérmelas anoche pero se las robaron a pocos metros de aquí. Pensé que estaba condenado, se lo agradezco padre. -Balbuceaba el hombre, incluso atropellando sus propias palabras.
No pude hacer más que bajar la cabeza avergonzado. Me sentía el ser más miserable de todos, no merecía menos que el infierno ¿Cómo pude haber hecho lo que hice? Me di cuenta de o verdaderamente bajo que había caído ya, robar medicinas a un hombre sumido en la pobreza y encima enfermo.
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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Re: He perdido el rumbo |Privado|
Obviamente el hombre del bastón no había reconocido a Cailen, por lo que no reaccionó de forma violenta cuando lo vió, seguramente creía que era alguien que ayudaba en la iglesia o un joven preparándose para el sacerdocio. Diodore pensó cuidadosamente como iba a manejar la situación, rodeó a Cailen con su brazo derecho en un medio abrazo y lo empujó un poco para que se acercara al hombre.
- Como hombre de fe, confío que existe bondad en cada uno de nosotros, a pesar de que a veces nos encontremos perdidos y optemos por el camino equivocado... eso no significa que no exista bondad en nuestro corazón - Comenzó a decir, aún sostenía la bolsa con las medicinas y no se había alejado del lado de Cailen pues quería que se sintiera apoyado en esa situación tan embarazosa.
- Mi amigo aquí presente, como todo hijo de Dios ha cometido errores - Continuó dándole palmaditas en la espalda incitándolo a hablar - Pero ha acudido a la casa del señor, ha confesado y demostrado su arrepentimiento de todo corazón -
- ¿Quiere decir que este jovencito fue quien robó las medicinas? - La voz del viejo sonaba incrédula más no enojada, la pequeña niña, probablemente la nieta se mostró alarmada al escuchar que Cailen era el ladrón y corrió a esconderse trás las piernas del viejo.
Diodore esperó pacientemente a que fuera Cailen quien respondiera, sabía que era una situación embarazosa, pero era necesario demostrar que se arrepentía para ganarce la confianza de aquella familia.
- Como hombre de fe, confío que existe bondad en cada uno de nosotros, a pesar de que a veces nos encontremos perdidos y optemos por el camino equivocado... eso no significa que no exista bondad en nuestro corazón - Comenzó a decir, aún sostenía la bolsa con las medicinas y no se había alejado del lado de Cailen pues quería que se sintiera apoyado en esa situación tan embarazosa.
- Mi amigo aquí presente, como todo hijo de Dios ha cometido errores - Continuó dándole palmaditas en la espalda incitándolo a hablar - Pero ha acudido a la casa del señor, ha confesado y demostrado su arrepentimiento de todo corazón -
- ¿Quiere decir que este jovencito fue quien robó las medicinas? - La voz del viejo sonaba incrédula más no enojada, la pequeña niña, probablemente la nieta se mostró alarmada al escuchar que Cailen era el ladrón y corrió a esconderse trás las piernas del viejo.
Diodore esperó pacientemente a que fuera Cailen quien respondiera, sabía que era una situación embarazosa, pero era necesario demostrar que se arrepentía para ganarce la confianza de aquella familia.
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Re: He perdido el rumbo |Privado|
Una sensación de choques eléctricos, eso fue lo que sentí en la espalda cuando colocó su brazo encima, un escalofrío. Sabía que no intentaba hacerme ninguna clase de daño pero mi cuerpo y mente seguían respondiendo de la misma manera a que si tuviera esa intención. Memoria muscular. Pensar demasiado en ello me traía muy malos recuerdos de Escocia por lo que hice un esfuerzo por dejar de pensar en ello, lo de ese momento necesitaba toda mi atención, lamentablemente no lograba quitarme esos pensamientos de la cabeza. Estaba nervioso, demasiado ¿y cómo no? jamás había estado en una situación tan siquiera parecida y seguramente Diodore se percató de mi ansiedad porque comenzó a darme pequeños empujones. -No, ¿qué hace? -Pregunté alarmado en un volumen suficiente como para que solo él me oyera. Trataba de que colocar mis pies para no avanzar pero fue inevitable.
Escuchaba sus palabras, tan parecidas a lo que profesaban mi padre y madre en mi patria pero al mismo tiempo tan alejadas una de otra. La diferencia no era el discurso, era la intención con la que era pronunciado. Sentía mi corazón acelerado y de repente me faltaba el aire, todo esto porque sabía que iba a hablar y sería muy pronto, no estaba listo, tan solo aterrado ¿qué podría decir? Al final el viejo logró armar el rompecabezas de lo que ocurría y estaba sorprendido, la niña tan asustada que me partió el corazón. Creo que eso fue lo que más me afectó, ver a la pequeña tratando de esconderse de mí, eso no era la forma en la que reaccionara la gente de mi persona, no quería lastimar a nadie, tan solo tenía mucha hambre.
Traté de tomar aire, al menos lo suficiente como para poder hablar y que se me entendiera a pesar de no saber cómo empezar. Me giré hacia Dio y con un leve ademán de la mano le pedí si me podía dar la bolsa, yo fui el que se la arrebató al hombre, por lo que me parecía lo correcto también ser quien la devolviera. Una vez el objeto en mis manos caminé hacia el hombre, apartándome gentilmente de la mano del sacerdote, tenía que hacerlo.
-Monseñor. Hoy en la madrugada usted iba pasando por un callejón cerca de aquí, traía esto en sus manos. Tuvo un percance con un ladronzuelo, ese era yo. Le ruego por favor me perdone por lo que he hecho, sé que no hay excusa para lo que he hecho, tan solo soy un muchacho que ha tenido infortunios y ahora no tengo otra forma de sobrevivir que del hurto, sin embargo, cuando me di cuenta de que eran medicinas no pude dejar de atormentarme, pensando en que posiblemente estaba condenando a alguien a muerte por mis actos. Por eso es que he venido, sé que suplicar por el perdón es mucho pedir, tan solo quería venir a devolverle esto, quiero estar tranquilo sabiendo que he corregido mi error.
Escuchaba sus palabras, tan parecidas a lo que profesaban mi padre y madre en mi patria pero al mismo tiempo tan alejadas una de otra. La diferencia no era el discurso, era la intención con la que era pronunciado. Sentía mi corazón acelerado y de repente me faltaba el aire, todo esto porque sabía que iba a hablar y sería muy pronto, no estaba listo, tan solo aterrado ¿qué podría decir? Al final el viejo logró armar el rompecabezas de lo que ocurría y estaba sorprendido, la niña tan asustada que me partió el corazón. Creo que eso fue lo que más me afectó, ver a la pequeña tratando de esconderse de mí, eso no era la forma en la que reaccionara la gente de mi persona, no quería lastimar a nadie, tan solo tenía mucha hambre.
Traté de tomar aire, al menos lo suficiente como para poder hablar y que se me entendiera a pesar de no saber cómo empezar. Me giré hacia Dio y con un leve ademán de la mano le pedí si me podía dar la bolsa, yo fui el que se la arrebató al hombre, por lo que me parecía lo correcto también ser quien la devolviera. Una vez el objeto en mis manos caminé hacia el hombre, apartándome gentilmente de la mano del sacerdote, tenía que hacerlo.
-Monseñor. Hoy en la madrugada usted iba pasando por un callejón cerca de aquí, traía esto en sus manos. Tuvo un percance con un ladronzuelo, ese era yo. Le ruego por favor me perdone por lo que he hecho, sé que no hay excusa para lo que he hecho, tan solo soy un muchacho que ha tenido infortunios y ahora no tengo otra forma de sobrevivir que del hurto, sin embargo, cuando me di cuenta de que eran medicinas no pude dejar de atormentarme, pensando en que posiblemente estaba condenando a alguien a muerte por mis actos. Por eso es que he venido, sé que suplicar por el perdón es mucho pedir, tan solo quería venir a devolverle esto, quiero estar tranquilo sabiendo que he corregido mi error.
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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Re: He perdido el rumbo |Privado|
Por unos momentos pensó que Cailen no diría nada y saldría corriendo de allí, podía percibir que estaba muy nervioso, sin embargo el joven comenzó a hablar y de sus boca fueron saliendo palabras honestas. Diodore siempre había creído que lo más importante era la honestidad, aún más que las palabras bonitas o adornadas. La verdadera intención en el corazón de hacer las cosas correctamente era lo que valía ante los ojos de Dios.
El viejo se quedó callado por un buen rato. O quizás era que gracias a la tensión que se sentía en el lugar, el tiempo parecía ir más lento. Parecía como si no fuese a decir nada, era imposible leer su rostro serio y su mirada fija en Cailen, Diodore comenzó a temer que la situación terminara mal, cuando de repente y de manera inesperada el hombre tomó a la niña que se había escondido tras de él por el brazo y con una voz tranquila le dijo - Ve a la cocina y dile a la Abuela que prepare pan y huevos - La niña salió corriendo y se perdió al fondo del pasillo, el hombre volvió la vista hacía los recién llegados.
- No se si vallas al infierno por robar medicinas - Dijo el señor tomando el paquete ofrecido por Cailen - Pero estoy seguro de que hoy has enmendado tu mala obra - Comentó con una media sonrisa.
- Gracias por mostrar tan buena voluntad de perdonar - Exclamó Diodore emocionado, por un momento creyó que las cosas terminarían muy mal, pero al parecer el hombre tenía buen corazón - Es usted misericordioso con los más infortunados -
El hombre meneó la cabeza como queríendo decir que lo que Diodore decía estaba de más y fue entonces cuando la niña volvió con un bulto envuelto en una tela, el señor tomó el bulto y se lo entregó a Diodore.
- Para la iglesia Padre - Comentó mientras la niña volvía a esconderse tras de sus piernas, pero esta vez miraba a Cailen con una tímida sonrisita - Muchas gracias por su asistencia -
- Gracias a usted por su bondad, que tenga una buena mañana - El sacerdote tenía una sonrisa de oreja a oreja, mientras sostenía el pequeño bulto.
El viejo se quedó callado por un buen rato. O quizás era que gracias a la tensión que se sentía en el lugar, el tiempo parecía ir más lento. Parecía como si no fuese a decir nada, era imposible leer su rostro serio y su mirada fija en Cailen, Diodore comenzó a temer que la situación terminara mal, cuando de repente y de manera inesperada el hombre tomó a la niña que se había escondido tras de él por el brazo y con una voz tranquila le dijo - Ve a la cocina y dile a la Abuela que prepare pan y huevos - La niña salió corriendo y se perdió al fondo del pasillo, el hombre volvió la vista hacía los recién llegados.
- No se si vallas al infierno por robar medicinas - Dijo el señor tomando el paquete ofrecido por Cailen - Pero estoy seguro de que hoy has enmendado tu mala obra - Comentó con una media sonrisa.
- Gracias por mostrar tan buena voluntad de perdonar - Exclamó Diodore emocionado, por un momento creyó que las cosas terminarían muy mal, pero al parecer el hombre tenía buen corazón - Es usted misericordioso con los más infortunados -
El hombre meneó la cabeza como queríendo decir que lo que Diodore decía estaba de más y fue entonces cuando la niña volvió con un bulto envuelto en una tela, el señor tomó el bulto y se lo entregó a Diodore.
- Para la iglesia Padre - Comentó mientras la niña volvía a esconderse tras de sus piernas, pero esta vez miraba a Cailen con una tímida sonrisita - Muchas gracias por su asistencia -
- Gracias a usted por su bondad, que tenga una buena mañana - El sacerdote tenía una sonrisa de oreja a oreja, mientras sostenía el pequeño bulto.
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Re: He perdido el rumbo |Privado|
El silencio reinó en la habitación y una nube de incertidumbre y temor se posaba sobre mí, podía sentirlo. Una gota de sudor resbaló por mi frente y se deslizaba al compás de mi enérgico latido del corazón, por un momento se me cruzó por la cabeza el pensar que en caso de que el hombre reaccionara de una forma agresiva y quisiera llamar a las autoridades, Dio, a pesar de lo noble de su profesión e intenciones, no sería capaz de sacarme de un embrollo como aquel ¿iría a la cárcel entonces? No, no podía concebirlo, tenía que pensar positivo... ¿A quién intentaba engañar? Temblaba del susto en tan solo pensarlo y ahora no podía sacarme esa imagen de la cabeza. "Esto fue una mala idea".
Sin embargo (y para sorpresa de los dos), el hombre se mostró comprensivo y piadoso, recibió el paquete en sus manos y luego me dedicó unas palabras gentiles. Fue ahí cuando respiré otra vez y sonreí de vuelta totalmente aliviado. Me giré sobre mis pies y volví al lado del joven sacerdote con paso veloz, similar al de la pequeña, me sentía más que contento. No iba a morir nadie por mi culpa, no ese día, todo iba a estar bien.
Tras recoger el paquete de las manos de la niña, ambos salimos no sin antes despedirme del hombre y agradecer su perdón. Cruzamos la puerta y nuevamente nos encontrábamos en la calle, rumbo a la iglesia. -¿Señor Dio? -Llamé su atención con voz temblorosa pero igualmente emocionada. -Muchas gracias, en serio no tengo palabras. -Sonreí con amplitud mientras caminaba a su paso, parecía que el cielo era más claro y el sol brillaba más. -Monsieur, sé que tiene deberes que atender pero quería preguntarle si me dejaba acompañarle en la iglesia, prometo no molestarle mucho ni interrumpir con sus tareas. No me son desconocidas las labores eclesiásticas, incluso podía ayudarle. -Lo cierto era que en verdad me sentía deseoso por acompañarle, me daba cierta curiosidad, además de que era una persona amable y no encontré en él seña alguna de hipocresía religiosa como la que conocí en mi padre. Era genuinamente bueno y eso era raro de hallar.
Sin embargo (y para sorpresa de los dos), el hombre se mostró comprensivo y piadoso, recibió el paquete en sus manos y luego me dedicó unas palabras gentiles. Fue ahí cuando respiré otra vez y sonreí de vuelta totalmente aliviado. Me giré sobre mis pies y volví al lado del joven sacerdote con paso veloz, similar al de la pequeña, me sentía más que contento. No iba a morir nadie por mi culpa, no ese día, todo iba a estar bien.
Tras recoger el paquete de las manos de la niña, ambos salimos no sin antes despedirme del hombre y agradecer su perdón. Cruzamos la puerta y nuevamente nos encontrábamos en la calle, rumbo a la iglesia. -¿Señor Dio? -Llamé su atención con voz temblorosa pero igualmente emocionada. -Muchas gracias, en serio no tengo palabras. -Sonreí con amplitud mientras caminaba a su paso, parecía que el cielo era más claro y el sol brillaba más. -Monsieur, sé que tiene deberes que atender pero quería preguntarle si me dejaba acompañarle en la iglesia, prometo no molestarle mucho ni interrumpir con sus tareas. No me son desconocidas las labores eclesiásticas, incluso podía ayudarle. -Lo cierto era que en verdad me sentía deseoso por acompañarle, me daba cierta curiosidad, además de que era una persona amable y no encontré en él seña alguna de hipocresía religiosa como la que conocí en mi padre. Era genuinamente bueno y eso era raro de hallar.
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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Re: He perdido el rumbo |Privado|
Diodore sentía como si la felicidad se estuviera manifestando, como un globo que se hinchaba en su pecho, estaba muy orgulloso de haber conseguido devolver las medicinas y que el dueño (contra todo pronóstico) hubiese perdonado a Cailen. Esas eran el tipo de obras que él quería hacer. No era que no le gustara encargarse de la capilla y ofrecer las misas, sino que el trabajo de campo era más lo suyo. Le gustaba imaginarse que podía entrar en acción como un especie de policía enviado por Dios.
Claro, todas esas eran imaginaciones de su mente inocente. A veces el mundo no era tan misericordioso y se presentaba cruel y desdichado. Sin embargo ese día, había pasado todo lo contrario, había resultado victoriosos en su pequeño emprendimiento.
- No tienes que pedir permiso - Comentó con una gran sonrisa cuando el chico le preguntó que si podía acompañarlo de regreso a la iglesia - ¿Crees que en realidad ese pan es para la iglesia? - Meneó la cabeza enérgicamente - Vamos a compartirlo ¡A puesto que ni has desayunado! - Sin darle tiempo a que reprocharas y dijera que no era merecedor de ese pan, Diodore continuó hablando - ¿Y porqué estás familiarizado con las labores eclesiásticas? -
Claro, todas esas eran imaginaciones de su mente inocente. A veces el mundo no era tan misericordioso y se presentaba cruel y desdichado. Sin embargo ese día, había pasado todo lo contrario, había resultado victoriosos en su pequeño emprendimiento.
- No tienes que pedir permiso - Comentó con una gran sonrisa cuando el chico le preguntó que si podía acompañarlo de regreso a la iglesia - ¿Crees que en realidad ese pan es para la iglesia? - Meneó la cabeza enérgicamente - Vamos a compartirlo ¡A puesto que ni has desayunado! - Sin darle tiempo a que reprocharas y dijera que no era merecedor de ese pan, Diodore continuó hablando - ¿Y porqué estás familiarizado con las labores eclesiásticas? -
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Localización : El orfanato
Re: He perdido el rumbo |Privado|
Parecía que Dios estaba muy generoso conmigo ese dia, como si él mismo me hubiera mandado la compañía del sacerdote, que el hombre a quien lamentablemente había robado hubiese resultado misericordioso. Mis pasos eran alegres y entusiasmados como los de un niño, incluso pareciera que estaba trotando y no caminando, me daba igual, me sentía más que contento. Escuché a Dio incrédulo por lo que decía. -¡Muchas gracias! En verdad quisiera acompañarle. -Quería disfrutar un rato más de su compañía antes de tener que volver a mi vida habitual, séase hurtar muy entrada la noche hasta que el sol estuviera cerca de amanecer, dormir por la mañana y mendigar por las tardes, una y otra vez. Aquello no era vivir, era huir de la muerte nada más, no disfrutaba aquello y estaba deseoso porque aquel ciclo terminara. También por eso quería acompañarle, era un momento de descanso, de respirar tranquilo solo por un día, lo necesitaba.
-¿Es en serio? -Pregunté nuevamente y volteé al bulto en sus manos. -Se lo agradezco tanto, y no, no he comido nada. -”Desde la tarde de ayer” agregué para mis adentros, había tenido una mala semana en ganancias, por lo que me alcanzó para comer muy poco. Se me hacía agua la boca pensar en ello, pero de inmediato reaccioné, ese pan era para la iglesia, para los niños y para los demás que laboraban en el lugar, no para un ladrón.
Iba a replicar en ese momento cuando lo siguiente que dijo hizo que me detuviera en seco. -¿Disculpe? -¿Acaso le había dicho eso? ¡Ni siquiera me di cuenta! La emoción me había traicionado y hablé sin pensar. No podía creer mi descuido ¡Idiota! Mis pasos de pronto eran lentos y pesados, lúgubres. -Mis padres son… o eran eclesiásticos. -Respondí rápidamente y sin entrar en detalles, pensar en eso me traía malas memorias.
-¿Es en serio? -Pregunté nuevamente y volteé al bulto en sus manos. -Se lo agradezco tanto, y no, no he comido nada. -”Desde la tarde de ayer” agregué para mis adentros, había tenido una mala semana en ganancias, por lo que me alcanzó para comer muy poco. Se me hacía agua la boca pensar en ello, pero de inmediato reaccioné, ese pan era para la iglesia, para los niños y para los demás que laboraban en el lugar, no para un ladrón.
Iba a replicar en ese momento cuando lo siguiente que dijo hizo que me detuviera en seco. -¿Disculpe? -¿Acaso le había dicho eso? ¡Ni siquiera me di cuenta! La emoción me había traicionado y hablé sin pensar. No podía creer mi descuido ¡Idiota! Mis pasos de pronto eran lentos y pesados, lúgubres. -Mis padres son… o eran eclesiásticos. -Respondí rápidamente y sin entrar en detalles, pensar en eso me traía malas memorias.
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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Re: He perdido el rumbo |Privado|
El cambio de ánimo en Cailen no pasó desapercibido para Diodore quien estaba acostumbrado a fijarse en esas cosas. El trabajo como sacerdote le había enseñado a notar los gestos de las personas, por más pequeños que fueran, a veces podía por ejemplo saber si un hombre mentía mientras en el confesionario decía que se arrepentía, sólo por cumplir con lo establecido.
Ya se había imaginado que no había comido nada, ni los niños del orfanato estaban tan delgados como él. Ese joven estaba casi en los huesos y sus ojos demacrados lo ponian en evidencia.
Sacó un pedazo de pan del saco y se lo colocó en las manos sin darle chance a que no lo recibiera, aceleró el paso para que Cailen tuviera que tomar el pan y no pudiera devolvérselo en el momento. Al escuchar sobre los padres, se giró hacía Cailen con expresión preocupada.
- ¿Han... pasado a mejor vida? - Preguntó, le había parecido que Cailen insinuaba que estaban muertos.
Ya se había imaginado que no había comido nada, ni los niños del orfanato estaban tan delgados como él. Ese joven estaba casi en los huesos y sus ojos demacrados lo ponian en evidencia.
Sacó un pedazo de pan del saco y se lo colocó en las manos sin darle chance a que no lo recibiera, aceleró el paso para que Cailen tuviera que tomar el pan y no pudiera devolvérselo en el momento. Al escuchar sobre los padres, se giró hacía Cailen con expresión preocupada.
- ¿Han... pasado a mejor vida? - Preguntó, le había parecido que Cailen insinuaba que estaban muertos.
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 10/04/2011
Localización : El orfanato
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