He perdido el rumbo |Privado|

por **Cailen Gowan** Jue Abr 21, 2016 1:46 am

Recuerdo del primer mensaje :

Había cruzado la raya.
Todo comenzó ese mismo día, muy temprano en la mañana. Un hombre que tuvo la desdicha de encontrarse solo, y en mis rumbos. Y yo por necesidad terminé haciendo un acto ruin.

Él caminaba con paso acelerado, como es costumbre cuando uno va solo en la madrugada, no parecía ser millonario pero sus ropas eran decentes, podría decir que de clase media. Sostenía algo entre sus manos, se aferraba al objeto como si estuviera hecho de oro. Lo había estado vigilando mientras se acercaba, preparé la daga y me escondí entre las sombras, en el momento en el que él pasó del callejón de donde estaba le llegué por detrás, sostuve su cuello entre mis brazos y el filo rozaba la piel, estaba inmóvil y a mi merced. Del susto dejó caer el paquete al suelo y lo pateé lejos para que no lo alcanzara. -Gracias por tu cooperación, espero que seas inteligente… -Era mi advertencia de siempre, ensayada mil y un veces, así entenderían que se tenían que ir, sin hacer ruido y tampoco llamar a nadie, siempre funcionaba y esa vez no fue la excepción.

Le dejé ir y lógicamente huyó precipitadamente, guardando la daga, recogí sus pertenencias del suelo y rompí la envoltura del paquete. -No… -Murmuré apenas pudiendo creer lo que había dentro, tomé los frascos entre mis manos, observándolos con horror. No era dinero, sino medicinas. -¿Pero qué he hecho? -Comenté en voz baja. ¿Acaso alguien tendría que pagar por su vida por mi culpa? No, no era un asesino. Miré al cielo nublado que estaba sobre mí. -No lo sabía… -Casi siempre negaba la existencia de una entidad todopoderosa pero en momentos como ese, era algo inconsciente, imaginarme a Dios observándome con ojos acusadores y llenos de furia. No dormí aquella noche.

Esperé a que el Sol saliera y en cuanto ocurrió, me dirigí a un lugar que intenté evitar por muchos años, miraba el edificio con la cruz en lo alto, sintiéndome rechazado al instante. Pude haber ido a Notre Dame pero no me daba buena espina, cabía la posibilidad de que el sacerdote me reconociera de alguna forma y alertara a la inquisición. Lo mejor era evitar riesgos. El paquete estaba en mis manos, miraba la puerta y al objeto una y otra vez tratando de decidir si entrar o no. -No, no puedo hacerlo .-Dije para mí mismo y me di la vuelta, de inmediato chocando con alguien de frente y unos libros cayeron al suelo. -Perdóneme, fue un accidente. -Y me agaché para recoger los libros, mi mano tomó unos delgados pero finalmente uno grueso y pesado, le reconocí al instante. Era una biblia.

por **Cailen Gowan** Mar Nov 29, 2016 11:04 pm

Observé que su mano se adentraba en el saco y que luego salía con un pan en la mano, por instinto más que por razón, extendí las palmas y recibí la comida, alzando una ceja en confusión que no tardó en disiparse cuando lo vi caminar más rápido, de inmediato aceleré mis pasos tratando de alcanzarlo, tanto como para hacer el intento de devolverle el pan como para seguir su ritmo al andar y poder seguir con la conversación. Aquello causó que cuando este se detuvo y giró para regresara verme, casi chocamos de frente, por suerte logré parar a tiempo. Qué incómodo hubiera sido.

-Siendo sincero, no tengo ni la menor idea. ¿Recuerda lo que le dije en el confesionario? Abandoné mi casa cuando era más joven, no he vuelto a saber nada de ellos desde entonces, puede que estén vivos o no, no lo sé. -Mantenía la mirada fija en el suelo y mi mano jugueteaba un poco con el pedazo de pan, haciendo obvia la ansiedad que cargaba por dentro, la cual se presentaba siempre que hablaba del tema o tan siquiera lo pasara rozando. -En fin. -Dije, tratando de desviar la conversación hacia un rumbo más placentero. -Supongo que no voy a saberlo nunca, mejor así. -Ahora era yo quien aceleraba el paso, dejando al otro atrás. Al tiempo que caminaba decidí darle una mordida al pan y no tener que decir más, la cual me sentó de maravilla. De un momento a otro estaba devorándolo sin siquiera darme el lujo de tirar moronas al suelo. No había caído en la cuenta de lo hambriento que estaba hasta que el pan ya no estaba.

Cuando alcé la vista, me di cuenta de que podía ver el edificio del orfanato que se alzaba no muy lejos. Al fin aquella odisea había terminado ¿Pero y ahora? ¿Era una despedida?

por **Diodore Pomeroy** Miér Nov 30, 2016 11:33 pm

El sacerdote aceleró el paso una vez más para alcanzarlo y le escuchó sin interrumpirlo y luego le observó comer ávidamente el pan. Tal y como había presentido, el joven estaba hambriento, de lo contrario no habría robado las medicinas ¿verdad? Diodore comenzaba a comprender el motivo por el cual Cailen había cometido ese delito y su mirada se suavizó.

- Cuando tenía 10 años, mis padres me enviaron a una Abadía al norte de Francia - Comenzó a decir mientras regresaban caminando hacía la capilla que se hallaba en la colina al lado del orfanato - Eramos muchas bocas que alimentar, imagínate, ¡cuatro hijos! el pan nunca alcanzaba, especialmente en invierno - Rememoró con expresión nostálgica - Por eso mis padres me enviaron a la abadía... creo que a lo mejor había muerto de hambre si me hubiese quedado con ellos en casa -

Buscó en el saco, el buen señor les había empacado queso también y huevos hervidos duros, sacó un huevo y se lo entregó a Cailen, luego tomó otro y comenzó a quitarle la cascara con las uñas mientras seguían caminando.

- En la abadía me enseñaron que, si quería convertirme en sacerdote, tendría que renunciar a muchas cosas materiales y entre ellas estaba el no poder formar mi propia familia y no poder visitar a mis padres con frecuencia, debía enfocarme en la oración y el servicio de Dios - Le explicó, terminando de quitar la cáscara al huevo hasta la mitad - Pero si te soy sincero... extraño a mi madre, ella era una buena mujer - Le dio un mordisco al huevo y luego se giró a Cailen - ¿Y tu? ¿Extrañas a tus padres? -

por **Cailen Gowan** Dom Dic 04, 2016 9:09 pm

En cuanto escuché que el sacerdote hablaba de nuevo me giré hacia él. Su tono de voz era suave y tranquilo, en verdad Dio era buen sacerdote y no como los que había conocido, que oraban por la paz y el bien siendo ellos mismos quienes causaban lo contrario. Diodore sabía lo que era la misericordia, la ponía en práctica, imploraba porque siempre fuera así y no terminara corrompido por una u otra razón.

Prestaba atención a su historia y comencé a preguntarme para mis adentros qué hubiera pasado de haberme quedado en casa, claro, no estaría muriendo de hambre, pero había otras cosas que de imaginarlas podían ser peor, dependiendo de cómo lo quisiera ver uno claro. No comenté nada, pero acepté el huevo sin rechistar o tratar de devolverlo, sin embargo, esperé a que él comenzara a comer para hacerlo yo.

-En realidad… -¿Debería decirlo? No veía por qué no, había comprobado que era fiel a sus votos, que era un buen hombre. -Sé que hace un buen trabajo como sacerdote y que es un hombre con virtud, por eso no quisiera que me juzgue con lo que les voy a decir. -Tomé algo de aire y me armé de valor, si bien los que me conocían y sabían la historia podían intuir la respuesta, jamás lo había dicho en voz alta. -No los extraño, y prefiero no saber de ellos nunca más. Lo envidio padre, su familia lo quería y velaba por su bien. -

Después de caminar un par de metros más, nos encontramos frente a la puerta de la pequeña capilla, había una monja esperando en la puerta. -¡Padre Pomeroy! -Gritó alegre y con brazos extendidos. -Lo estaba esperando, la madre superiora necesita su ayuda urgente. Hoy llegó una niñita al orfanato, es una bebé, es preciso que sea bautizada de inmediato.

-Bueno padre, será mejor que me vaya. Vendré por aquí luego ¿le parece?

por **Diodore Pomeroy** Dom Dic 04, 2016 11:32 pm

Que extraño era escuchar que una persona dijera que no extrañaba a sus padres, ¿Qué tipo de padres habían sido y como le habían tratado para que tuviera ese sentimiento hacía ellos?. Meneó la cabeza terminandose el huevo.

- No te juzgo, el único que puede juzgar es Dios todo poderoso - Comentó señalando con el dedo índice hacía arriba - Aunque es extraño escuchar que alguien no extraña a sus padres, no es la primera vez que escucho alguien hablar así - Agregó, y es que trabajar en un orfanato le había enseñado que no todos los padres amaban a sus hijos incondicionalmente.

¿Cuantas niñas habían sido abandonadas porque sus padres habían estado esperando a un varón para que llevara el apellido de la familia? ¿Cuantos niños con alguna deformidad física habían sido dejados a su suerte en las calles porque sus padres no querían cargar con el trabajo de criarlos y con la verguenza de aceptar que su hijo era diferente a los demás?.

La monja lo sacó de sus pensamientos y le dio la razón a lo que estaba pensando, una nueva niña abandonada a su suerte, una niña más que crecería sin saber lo que significaba el amor de una madre.

- Me parece bien - Comentó sin sonreír, pensar en los niños abandonados le ponía triste - Las puertas de la capilla están siempre abiertas para quien lo necesite - Agregó con cierto tono solemne, pero luego agregó en voz más baja para que la monja no escuchara - Además, una buena charla de vez en cuando con un amigo, le viene bien a cualquiera - Volvió a sonreír a Cailen antes de caminar hacía la monja, dejándole atrás.

FIN DEL TEMA

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