First date (Golnar)

Pasaron dos días como en el batir de las alas de un pájaro. Habían sido días extremadamente agitados en el restaurante gracias al nuevo buque con marineros que había tocado puerto esa semana, al parecer el restaurante se había vuelto popular en el gremio y los marineros lo recomendaban a otros, por lo que la clientela había aumentado tanto que había escuchado al jefe decir que pensaba ampliar el restaurante y comprar el local vacío continuo para hacer la cocina más grande.

Mirko también esperaba que esto significara un aumento de sueldo. Con más clientela significaba que debían trabajar más arduamente y últimamente les había tocado trabajar horas extras a todos por igual. De cualquier manera ese domingo que tenía libre, iba por fin relajarse y dejar de lado todos los apuros de su vida laboral. Muy temprano en la mañana había salido al mercado y había comprado los ingredientes necesarios para lo que tenía planeado y los había empacado en una canasta luego de preparar los aperitivos.

El invierno estaba muriendo conforme la primavera lentamente se daba paso en el mundo y la nieve había desaparecido por completo, Era una mañana soleada, un tímido sol de primavera que parecía haber despertado de un letargo durante todo el invierno y suavemente bañaba la tierra con una tibieza delicada. Sin embargo aún hacía frío y era necesario usar abrigo, por lo que Mirko se vistió con pantalones camisa, chaleco y un abrigo de lana. Había quedado de arribar a las 10 de la mañana en la casa de Golnar y estaba empecinado a no llegar tarde como la última vez, había organizado todo meticulosamente en la mañana y había tomado el carruaje con anticipación.

La casa de Golnar quedaba bastante lejos de la suya y tardaría casi una hora si hubiese ido a pie. En carruaje llevó en un poco más de media hora. Le pidió al cochero que esperara y se bajó del carruaje dejando la canasta en el asiento. Tocó la puerta de madera y se quitó el sombrero mientras esperaba a Golnar.

Pocas veces se había sentido tan nervioso en toda su vida.

Dos días. Tampoco parecían ser tanto. Dos días esperando. Bueno, su madre siempre decía que una enorme recompensa se le aparecía al que esperaba y, normalmente, ella siempre tenía razón. Como era de esperar, Golnar le contó todo lo que pasó en la casa de Mirko y ella se alegró enormemente, más al saber que iba a dejar el trabajo.

Sabía que aquella mujer la apoyaba en todo, fuera bueno o malo pero también sabía que su profesión no era demasiado acertada. Aun así, tenía que seguir trayendo dinero a casa hasta que encontrase un nuevo trabajo. ¿Cómo lo podría hacer si lo único que rondaba en su mente era Mirko? Él se sentiría estafado si se enteraba de que aún estaba dispuesta a recorrer las calles de noche. Además, era muy injusto para él. Pero, por otra parte, ¿dónde iba a encontrar a alguien que estuviera dispuesta a contratarla con aquel pasado y siendo mujer? Nadie la querría cerca de un trabajo “digno”. Una idea cruzó su mente mientras pensaba en ello y probó suerte.

Se acercó a un burdel, había hablado varias veces con la dueña pues ésta había necesitado más mujeres pero Golnar siempre se había negado. Sabía que el burdel no tenía demasiado prestigio pero el sexo era sexo y no importaba ni dónde ni con quién. El caso, Golnar fue a hablar con la dueña y le ofreció sus servicios para limpiar el local de arriba abajo todos los días y de esa manera, tener un lugar limpio al caer la noche. Al principio pareció reusar esa idea pero, finalmente, acabó aceptando y Golnar se sintió bastante feliz por ese simple hecho. Ya buscaría otro trabajo, mientras se conformaría con aquel.

El domingo ya estaba allí y Golnar cogió la ropa que solía utilizar para ir a la aldea por la mañana. Era cómoda: una falda de color marrón y una camisa blanca. Nada del otro mundo pero bien. Se dejó el pelo suelto que caía por sus hombros y se paraba más o menos por la mitad de su pecho. Siempre llevaba algo para recogerse el pelo por si se cansaba del pelo suelto. Golnar estaba tan ensimismada en colocarse los zapatos que ni siquiera escuchó que llamaban a la puerta.  Pero su madre sí, así que fue ella la que abrió al joven con una sonrisa en los labios.

─Oh, buenos días, querido. Debes ser Mirko, Golnar me ha hablado mucho de ti. Me temo que ella aún no está preparada. Pasa, pasa, siéntate mientras esperas─ le dijo la madre adoptiva de Golnar mientras dejaba paso al joven y señalándole una de las dos sillas en las que se podía sentar─. Siempre he dicho que si una mujer no se hace esperar, es que no tiene la autoestima suficiente.

Desde su dormitorio, pudo oír cómo su madre empezaba a hablar con alguien. Supuso que Mirko ya había llegado así que se ató rápidamente los zapatos y se dispuso a salir. Nunca había visto a su madre tratar con un caballero por el que sentía algo más que simple amistad así que temía que asustase al joven.

─Madre, no le asustes─ le dijo mientras hacía acto de presencia en la sala, posó sus ojos sobre Mirko y le sonrió─. Perdona por la espera, Mirko. ¿Has visto mi abrigo, madre?

─Sí querida, está en el tendedero. Ya estará seco. Cógelo, no vaya a ser que cojas una pulmonía─ Golnar le hizo un gesto de disculpa a Mirko y corrió hacia la parte trasera de la casa donde estaba la ropa húmeda. La madre de Golnar miró a Mirko y le mostró una sonrisa mientras cogía la escoba que estaba apoyada contra la pared─. Me alegro que hayas venido. Golnar nunca ha traído a un hombre a casa así que debes ser muy importante para ella. Cuídamela, no quiero que sufra más.

Justo cuando acabó de decir aquello. Golnar apareció en la puerta, con el abrigo puesto y las mejillas algo sonrojadas. Se acercó a su madre, le dio un suave beso en la mejilla y luego se dirigió hacia donde estaba Mirko.

─¿Nos vamos?─ le preguntó mientras salía de la casa. La madre de Golnar se despidió de ellos mientras la mujer cerraba la puerta a sus espaldas─. Perdona que hayas conocido a Joële de esta forma. Espero que no te haya avasallado a preguntas, es algo muy común de ella.

Una mujer de edad abrió la puerta en vez de Golnar y se sorprendió un poco pues no sabía con quien vivía Golnar, nunca habían hablado de ello, de forma muy amable la señora le hizo pasar, antes de entrar le hizo seña al cochero de que esperara un poco más y entró en la sala como le indicaron. Sonrió nerviosamente frente a lo que decía la señora que hablaba como si fuera una madre, por lo que Mirko se sintió confundido ya que Golnar le había dicho que había escapado de casa hacía mucho tiempo cuando su madre le había obligado a casarse con un hombre de clase alta.

Golnar apareció con una ropa sencilla y Mirko se alegró de haberle advertido que no usara un vestido complicado pues irían al campo y no quería que se estropeara la ropa. Muchas preguntas se formaron en su cabeza cuando escuchó a Golnar llamar a esa señora 'madre', en realidad no tenían mucho parecido físico, además no concordaba con lo que le había contado previamente, decidió preguntarle cuando estuvieran solo y mientras tanto sólo le sonrió a la señora al escuchar que le pedía que cuidara de Golnar.

-La cuidaré – Le prometió cuando esta le dijo que Golnar nunca había traído un hombre a casa y que no quería que sufriera más. El hecho de que ningún hombre hubiese ido a la casa le llenó de una extraña felicidad, aún cuando Golnar se hubiese acostado con muchos, aquello significaba que no había ninguno especial que se hubiese ganado una parte de su corazón.

-No te preocupes – Respondió una vez afuera y la ayudó a subir al coche, para luego subirse él y quedar frente a ella con la canasta a un lado, los caballos relincharon apenas la fusta golpeó sus pieles y comenzaron a cabalgar a paso estable por las calles parisinas.

-Pense... que no vivías con tu madre – Comentó al fin – Me habías dicho que dejaste atrás a tu familia hace mucho tiempo para vivir sola...– También le confundía el hecho de que Golnar hubiese comentado que antes vivía en una familia más adinerada y que su madre era de ese tipo de señoras que siguen las reglas de la burguesía, esa mujer que le había recibido en la casa parecía muy humilde.

Pronto el carruaje comenzó a salir de los barrios y posteriormente se dirigió al sur de Paris, pronto menos casas fueron apareciendo a ambos lados de la carretera para quedar solamente campos y sembradíos.

Golnar salió de la casa y sonrió al ver el carruaje, se hacía una idea de a dónde podían ir pero no quería darlo todo por sentado, no aún. Dejó que Mirko la ayudase a subir al carruaje y no pasó desapercibida la canasta que había allí.

Había esperado aquel día bastante tiempo y ahora que estaba viviéndolo, no acababa de creérselo. Se quedó mirando el paisaje mientras el carruaje se ponía en marcha. Le resultaba bastante hipnotizante observar cómo su alrededor se movía a una velocidad mayor que cuando andaba. Pronto oyó la pregunta de Mirko y en su rostro se reflejó media sonrisa. Sí, quizá se había explicado mal.

─Y esa era mi intención. Joële no es mi madre biológica. Al principio pasaba las noches en las calles, sin ningún sitio en el que refugiarme. Joële me encontró vagando por ahí, era invierno y estaba demasiado enferma, casi caigo muerta sobre la nieve. Ella me cuidó y me ofreció casa a cambio de compañía. Es una mujer viuda sin hijos. Ella me considera como una hija y yo como la madre que siempre quise tener. Al menos pude elegir a mi familia─ dijo encogiéndose de hombros. Perdona que no te haya hablado antes de ella. Es muy importante para mí.

Había sido una etapa difícil pero encontrarse con Joële había sido lo mejor sin duda. Una mujer a la que podía contarle todo y a la que poder acurrucarse durante las noches. Ambas compartían un vínculo especial y se sentían afortunadas de tenerse la una a la otra.

Miró el paisaje. Había cambiado bastante en unos minutos ya dejaban la ciudad atrás y parecían estar acercándose al campo. Se mordió el labio inferior ligeramente y luego miró a Mirko con una sonrisa.

─¿A dónde me llevas?─ le preguntó esperando que esta vez sí se lo dijera. Era más que evidente, o a eso le parecía a ella, pero quería escucharlo del propio Mirko.

Le escuchó explicar como había conocido a Joelle y como había terminado viviendo con ella, sonrió tranquilo al escuchar que le había ayudado y que le trataba como una hija.

-Eres afortunada, de verdad se ve que te trata como una verdadera madre, lo pude ver por mi mismo – Comentó recordando que tan preocupada había estado la señora con la felicidad de Golnar, pensar en ello le hizo sentir de repente demasiado solitario, él había dejado de tener contacto con su madre desde hacía ya casi más de 6 años, además su relación con ella nunca fue tan cercana como la de Golnar con Joelle, quizás porqué era un hijo varón.

-Vamos al campo – Respondió lo que era bastante obvio, la sonrisa aún adornando sus labios, de repente los caballos relincharon y el carruaje se detuvo, escuchó al cochero calmando a los animales – Hemos llegado – Le indicó y tomando el canasto se bajó del carruaje y abrió la puerta ofreciéndo su mano para ayudarla a bajar.

La primavera apenas estaba retornando por lo que muchos árboles aún no tenían sus ojas, muchos lucían con sus ramas desnudas como patas negras de araña, otros estaban comenzando a florecer tímidamente con pequeños bulbos verdes. Habían cabalgado por más de una hora por lo que el sol de medio día les acariciaba calidamente con sus rayos, aunque no lo suficientemente calientes como para quitarse los abrigos. El carruaje reanudó su camino y les dejó a un lado de la carretera. Habían pequeñas haciendas y fincas a ambos lados de la carretera, se paradas entre si por enormes campos de verduras, muchas de las plantas apenas si estaban naciendo.

- Se me ocurrió que invitarte almorzar a un restaurante sería muy ruidoso... por lo que comer al aire libre me pareció una mejor idea – Le explicó indicándole que lo siguiera - ¿Te gusta la idea de tener un picnic? -

Le sonrió al escucharle. Sí, en ese sentido era muy afortunada. No había nada mejor que estar rodeada de personas que le apoyaban y le apreciaban de esa manera. Aunque solo fuese una, para Golnar era más que suficiente. Toda su vida había estado intentando agradar a los demás, agradar a sus padres y sus hermanos con comportamientos dignos de una dama de alta clase pero Joële no era así. Ella la aceptaba tal y como era, ella veía más allá de las apariencias y sabía qué intenciones tenía cada persona antes de hablar con ellas incluso.

Miró a Mirko y se preguntó por unos segundos si él tendría a alguien así. Alguien en quien confiar tanto para contarle todo lo que pasaba en su vida. Se preguntó si sus padres le habían escuchado y habían aceptado lo que él era y el hecho de que no le gustase asistir a bailes ni a reuniones sociales.

─ ¿Tus padres no te tratan así?─ soltó finalmente, no se quería quedar con esa duda en su cabeza.

Al parecer había acertado. Irían al campo posiblemente un picnic. Era mucho más divertido que ir a un simple restaurante y lo mejor era que no mucha gente se dedicaba a ir al campo a comer. La mayor parte de los ciudadanos necesitaban pasear por las calles de la ciudad y darse a ver, gritarles a todos que eran parte importante de la sociedad. Le asqueaba todo aquello

Se bajó del carruaje con la ayuda de Mirko y le dio las gracias al señor que los había llevado mientras este reanudaba su camino y se despidió de él agitando su mano. Le escuchó y asintió enérgicamente.

─Sí, lo cierto es que ya va haciendo buen tiempo y es mucho mejor que quedarse bajo un techo y con más personas. Aquí estaremos más tranquilos─ le dijo mientras miraba a su alrededor.  Además, la naturaleza le traía calma y tranquilidad─. ¿En qué mesa nos deberíamos sentar?─ dijo en tono de broma y fingiendo que inspeccionaba mesas imaginarias a su alrededor.

La pregunta de Golnar le dejó pensativo por unos momentos, no había hablado en mucho detalle sobre su familia y había sido ella quien principalmente le había compartido cosas sobre la suya, sintió que era momento de abrir un poco su corazón y confiar más en ella, después de todo había decidido comenzar una relación con ella ¿No era así? De lo contrario ¿De que servía tener una cita?.

-Sígueme – Le indicó comenzando a caminar por un pequeño sendero que se abría paso entre dos haciendas. - Tengo reservado un buen sitio, ya verás – Bromeó cuando ella le preguntó en que mesa se iban a sentar. El sol de medio día dejaba caer sus rayos perpendiculares sobre ellos con suavidad, era un sol de primavera, de rayos cálidos pero no lo suficientemente calientes como para permitir que caminaran sin sus abrigos.

-Te conté que mi padre es Capitán de una flota naval – Comentó a decir mientras caminaban por el sendero – Es un hombre sumamente estricto como todo buen militar, es el tipo de hombre que... no recibe un no por respuesta y que siempre hace lo que considera correcto sin importar lo que piensen los demás – Pronto llegaron a una cerca donde había un enorme pastizal, a lo lejos se podían ver unos caballos pastando tranquilamente – Por lo tanto para un hombre como él, tener un hijo varón era algo muy importante, porque ese hijo debía seguir sus pasos y convertirse en militar como él – Desvió la mirada hacía la canasta.

-Ya te podrás imaginar el lio que se armo cuando dije que quería estudiar en la Universidad de París... que me gustaba la ciencia y la biología en vez de las armas – Dejó escapar un suspiro y a lo lejos se escuchó el relinchar de un caballo seguido por galopes en el pasto – Mi madre... bueno ella, estaba más preocupada por preparar a mi hermana y convertirle en una señorita distinguida de la sociedad que en asuntos de hombres, por lo que nunca interfirió mucho en las decisiones de mi padre-

Lo cierto era que en esa época, las mujeres tenían poca importancia en las decisiones familiares y eran los esposos quienes generalmente decidía como criar a los hijos, especialmente a los hijos varones. Su madre era la típica señora sumisa que escucha a su marido sin remilgar ni protestar.

- No es como si nunca me hubiesen dado amor o algo así...- Murmuró rememorando su infancia – Siempre tuve todo lo necesario y fui muy afortunado por lo que no puedo quejarme... simplemente esa es su forma de pensar – Se encogió de hombros – Supongo que para mi padre... un verdadero hombre es aquel que puede sostener un arma y defender a su país en la guerra -

No le respondió enseguida a su pregunta pero no insistió. Le siguió mientras andaban por un sendero, era muy agradable estar paseando bajo el tibio sol a su lado. El silencio se instauró unos segundos entre ellos pero él no tardó en romperlo.

Le escuchó atentamente, se llevó sus manos atrás de la espalda y continuó caminando. Se imaginaba cómo podía ser su padre, había visto hombres estrictos en su día a día, hombres que imponían su ley ante todos y que hacían lo que quisiera. Imaginó cómo le hubiera frustrado a ese hombre el enterarse que su mujer esperaba una hembra y no un varón.

Odiaba que los padres quisieran elegir qué era lo mejor para sus hijos. No tenían por qué seguir los mismos pasos. Mirko no debía convertirse en militar y Golnar no debería ser una esposa infeliz con un hombre que no amaba. No debían seguir los pasos que sus padres les marcasen a no ser que de verdad quisieran seguirles. Escuchó que sí le habían dado amor, más o menos pero no había sido suficiente, seguro.

─Los padres siempre quieren que sigamos sus pasos─le dijo cuando él había acabado─. Supongo que nos empeñamos siempre en hacer todo lo contrario─ se quedó unos segundos en silencio, pensando. Una pregunta había abordado su mente y no se iba de allí. La meditó unos segundos más antes de volver a habar─. ¿Qué crees que dirán tus padres si se enteran de que estás viendo a una mujer?─ le preguntó, no sabía si había quedado claro su pregunta. Debía saberlo, a veces la opinión de la familia influían mucho en las personas; los padres daban vida, criaban, estaban en un pedestal y siempre querían lo mejor para sus hijos, o eso decían. ¿Qué ocurriría si los padres de  Mirko no la viesen como alguien buena? ¿Mirko la rechazaría por ello? No parecía de tipo de hombre que hace eso.

Golnar le escuchó sin interrumpirlo, le gustaba eso de ella, era una mujer que sabía escuchar, también era buena conversadora, hasta ahora no se había encontrado en ninguna situación en la que el tema de conversación hubiese muerto y para Mirko, un hombre antisocial que conservaba más con sigo mismo que con otros seres humanos, era una gran proesa encontrar una persona tan elocuente como ella con la que se sintiera a gusto hablando.

Su pregunta le dejó pensativo, ya no era un misterio que estuviera saliendo con Golnar, haberla invitado a una cita demostraba su interés por formalizar un relación como dios manda, pero para ser francos aún no había pensado en ese detalle, no se le había cruzado por la cabeza decirle a sus padres.

- La verdad... me parece muy pronto para pensar en eso - Murmuró avergonzado - No se la verdad que pensaría mi madre... ella siempre ha tenido muchas expectativas sobre mi futura esposa, a mi papá no creo que le importe mucho quien sea, con tal de que yo regrese a casa y siga sus pasos como militar - Murmuró encogiéndose de hombros - Mi padre piensa que ese tipo de cosas son asuntos de mujeres y seguramente dejará a mi madre a cargo -

Se fue colocando colorado mientras hablaba al imaginarse así mismo presentando a Golnar como su novia. No había quedado en muy buenos términos con sus padres luego de irse a París a estudiar sin su permiso y no estaba seguro de si le darían la bendición sobre su relación.

- Pero no quiero pensar en eso ahora - Finalizó y el sonido de el agua cayendo sobre las piedras de un riachuelo cercano se pudo escuchar - Mira, el riachuelo ya no está congelado - Exclamó caminando rápidamente para acercarse. Habían llegado a una pequeña loma cubierta de verde césped y abajo se podía ver un pequeño rio bordeado con varios árboles cuyas hojas comenzaban a nacer en pequeños bulbos. El rio no era muy profundo y su agua cristalina bajaba rápidamente por la ladera, varias flores habían nacido por entre las piedras en los bordes.

Mirko se acercó al borde y buscó una parte lo suficientemente plana en donde colocó un gran mantel a cuadros que traía en la canasta, con un gesto caballeroso pero algo torpe, tomó la mano de Golnar y la invitó a sentarse.

Frunció la boca al escucharle. Bueno, sí que era pronto. Simplemente era una pregunta que se le había ocurrido. Había pensado en cómo había recibido su madre a Mirko y sólo pensó en que haría la madre biológica si le presentase a Mirko. Lo primero de todo, haría una vuelta de reconocimiento; vería cómo estaba vestido, su postura, su mirada y su sonrisa. Le preguntaría ochenta mil cosas y le haría hacer otras tantas. Todo para asegurarse de que era el candidato adecuado para su hija. Nunca lo había entendido pero siempre la había respetado, hasta cierto punto claro…

─Perdona, es una pregunta que me ha asaltado de repente. No quería incomodarte

Se acercó al riachuelo que él señalaba y sonrió. Sí, ya no estaba congelado y era una auténtica delicia escuchar el agua recorrer aquel sendero. Aceptó la mano que Mirko le ofrecía y se sentó sobre el mantel que él había colocado. Había sido una buena idea, poco común entre las personas de clase media/alta pero muy agradable en días como aquel.

─Me encanta esta época del año; todo empieza a florecer y a revivir como si en invierno no hubiera pasado absolutamente nada─ dijo mirando a su alrededor, encantada por verlo todo tan verde y poder disfrutarlo sin que la lluvia o el frío extremo entorpeciesen el momento─. ¿Qué has traído de comer? ─ preguntó, curiosa, y mirando la canasta que llevaba junto a él.

Mirko se sintió aliviado de poder cambiar de tema, pensar en lo que harían sus padres era complicado especialmente porque no sabía como iba a evolucionar su relación con Golnar y le era difícil imaginar como serías su reacción, aquella era una situación en la que nunca se imaginó que estaría.

- Si el invierno tiene sus desventajas - Comentó abriendo la canasta - Es muy fácil enfermar si no se pone cuidado al frío además es muy difícil conseguir alimentos frescos - Ella preguntó por lo que había traído y el sonrió con la misma sonrisa pícara con la que la había invitado a la cita y sacó un plato redondo con lo que parecía un pastel cubierto con una tela. Colocó el pastel sobre el mantel y le quitó la tela que lo cubría.

- ¡Tada! ¡Pastel de fresas! - Exclamó abriendo los brazos con expresión infantil como un mago que muestra su mejor truco - He conseguido fresas recién recogidas, son las primeras de la primavera! - Le explicó, el pastel tenía una cubierta tostada y se veía bastante crujiente -  Primero que todo, no soy panadero ni mucho menos pastelero - Continuó hablando con voz orgullosa - La repostería definitivamente no es mi fuerte ¡Pero! cuando vi las Fresas en el mercado fue lo único en lo que pude pensar el resto del día, así que le pregunté a mi compañera Salome ¿La recuerdas? Ella es mi ayudante de cocina en el restaurante - Continuó rápidamente, no recordaba si Golnar la había visto el día en que fue a almorzar y terminaron envueltos en una pelea con un marinero - Resulta que ella había trabajado en una panadería y aprendió la receta del pastelero y bueno aquí está el resultado -

Mirko parecía muy orgulloso de si mismo, tenía una sonrisa de oreja a oreja que pocas veces se podía ver en su semblante generalmente serio. Sacó del canasto un par de platos, dos cucharas y un cuchillo.

- Es mi primer pastel - Dijo al fin entregándole un plato, una cuchara y un pañuelo a ella y con delicadeza cortó un triangulo perfecto en el pastel con el cuchillo, le ofreció la porción a Golnar, bajo la cubierta crujiente se podía apreciar una capa de fresas cocinadas.

Foto del pastel

Ella asintió. Sí, recordaba un par de veces que había enfermado pero, por suerte, había podido salir de aquella sin ningún rasguño. Aunque ya no estaba segura de que la suerte le acompañase mucho más. Demasiados años y estaba tan sana como un roble.

Se quedó mirando aquella sonrisa que ya había visto con anterioridad, le gustaba y deseaba verla más a menudo. Era muy diferente a la sonrisa que había visto en otros hombres, era sencilla y a la vez  casi traviesa. Sacudió levemente su cabeza y se centró en el plato que había puesto sobre el mantel. Por unos segundos, se había quedado embobada, perdida en sus pensamientos.  

Se asombró al ver el pastel. Se acercó un poco y lo olió. Tenía muy buena pinta y olía igual de bien. Se notaba que lo había hecho con dedicación y alegría. Escuchó de buen grado la historia de cómo había realizado el pastel. Asintió cuando le preguntó si se acordaba de su compañera. No era de las que se olvidaba de un rostro tan fácilmente y menos en una situación como la que vivieron en el restaurante.

─¡Qué ganas de probarlo!─ le dijo cuando había terminado de hablar.

Aceptó el plato que le ofrecía y después se lo tendió para que le echase la porción que le ofrecía. Esperó a que él tuviera el suyo y se decidió a probarlo. No esperaba menos de lo que se encontró. Estaba delicioso, quizá estaba siendo muy poco objetiva pero era la verdad. Además, ella no era exigente en la comida, se contentaba con cualquier cosa. Sabía lo que era pasar hambre y nunca le haría feos a un buen plato de lo que fuese.

─Pues está muy rico para ser el primero─ le dio su veredicto tras haber saboreado el primer bocado. Cogió otro trozo y se lo llevó a la boca, esperó para poder hablar─. Me comería todo el pastel si pudiera. Pero una dama debe mantenerse siempre lejos de la comida o no logrará acercar nunca a un hombre─ dijo citando a su madre biológica. Se rió de aquella estupidez y volvió a coger otro trozo sin importarle aquella advertencia que ella siempre le recordaba cuando le pedía por un poco de chocolate─Esto de preparar un pastel… deberás volver a repetirlo.

Observó con cierta ansiedad a que Golnar diera su veredicto del pastel, No sabía desde cuando se le había vuelto tan importante la opinión de ella, había descubierto que le gustaba cocinar para ella y verla comer ¿Era un hombre extraño por gustarle algo como eso? Se cuestionó mientras la veía comer. Cocinar siempre había sido un arte delegado a las mujeres y tradicionalmente los hombres no aprendían a cocinar de sus madres pues en el futuro una esposa lo haría por ellos.

¿Le hacía ver menos masculino ante los ojos de Golnar el que cocinara un pastel para ella?

-Me alegro que te guste – Dijo intentando alejar esos pensamientos de su cabeza, no quería preocuparse por esas cuestiones y disfrutar de la cita – Aunque el pastel es sólo el postre – Comentó y sacó algo más de la canasta, esta vez tenía unos sándwiches preparados con pan tostado, lechuga, tomates en rodaja, queso y un fino corte de carne de res. - Se suponía que el pastel iba de último... pero no me aguanté y quise mostrárte lo primero - Le explicó ofreciéndole un Sándwich. Colocó el suyo en su plato y dejó de lado el pastel que aún no terminaba y comenzó a comer el Sándwich.

- La verdad es que me gusta verte comer – Dijo al fin con expresión pensativa – No entiendo eso de que una mujer debe mantenerse lejos de la comida para conseguir un hombre... A mi no me gustaría que te cohibieras de comer algo que te gusta por aparentar decoro -

-Mirko recordó entonces a su madre, quien siempre se había preocupado por enseñar etiqueta en la mesa a su hermana menor, inclusive desde muy pequeña había aprendido a manear diferentes tipos de cubiertos.

- ¿Tu madre te enseñó a mostrar decoro en la mesa? - Le preguntó dándole otro mordisco al sándwich – Mi madre siempre le decía a mi hermana menor que debía mostrar prudencia y decoro en la mesa, que sin importar cuan hambrienta estaba, debía comer despacio y delicadamente – Recordó, a lo mejor todas las madres enseñaban esos a sus hijas.

Se imaginaba que el pastel era un mero postre y él se lo corroboró. Cogió el sándwich y le dio un mordisco. Era algo muy simple de elaborar pero le supo muy bien. Aunque eso sí, no podía esperar a terminar el pan y poder volver al pastel. Sin embargo, comía despacio, sin prisa alguna tal y como le habían enseñado.

Le sonrió al escucharle decir que le gustaba verla comer. Era algo que nunca le habían dicho. De hecho, no era una frase que se dijese muy a menudo. Parecía una clase de piropo pero fuera de lo común. No la pillaba por sorpresa, Mirko siempre se había salido de lo común y era algo que siempre le había fascinado. Nada de un hombre de clase media que quería aparentar ser de clase alta, que asistía a fiestas y cortejaba a todas las damas. No, él era todo lo contrario y era justo lo que Golnar necesitaba.

Escuchó su pregunta y asintió con la cabeza, estaba tragando un trozo de pan y tenía que esperar para poder hablar. Cuando pudo colocó la mitad del sándwich en el plato y le sonrió, posando sus manos sobre sus piernas.

─¡Oh, sí! Mi madre siempre estaba enseñándome todas las normas habidas y por haber. No hablar cuando no te lo piden. Usar los cubiertos como era debido. Masticar lento y con la boca cerrada. La espalda recta para comer… Todo eso y más. Era un auténtico calvario, no podías disfrutar del placer de comer. Aun puedo escuchar a mi madre gritarme─ dijo frunciendo el ceño─. Su frase típica era: Zénaïde, tienes que aprender el arte de comer.

Sonrió mientras sacudía la cabeza. Aunque su sonrisa se borró al recordar aquella frase y lo que ésta implicaba. Hacía al menos nueve años que no escuchaba su nombre. Demasiado tiempo que nadie la llamaba así y había sido ella misma la que había pronunciado aquel nombre.

¿Había notado Mirko aquel inconsciente desliz? Seguro que sí, ¿debía hablar de ello u olvidarlo? No le parecía una conversación que debía empezar. Era el pasado, el pasado no importaba, ¿o sí? Su pasado debía importarle mucho a Mirko, y más con todo su historial de hombres. No debía ser nada agradable pensar en todos los que habían antes que él. Al igual que era muy agradable pensar que ella era la primera en la que Mirko se fijaba.

─ Perdona, he tenido un pequeño desliz. Hay algo que nunca le he dicho a nadie, a parte de Joële─ empezó diciendo con una media sonrisa y mirando al mantel que los separaba del césped─. Mi nombre real no es Golnar. Pero cuando me fui de casa, quería separarme totalmente de aquello. Joële me dio su apellido y me puso el nombre que le habría puesto a su niña, si es que hubiera tenido la oportunidad. ─ cogió el sándwich y le dio otro mordisco─. Esto también te sale muy bien─ le comentó, lo cierto era que no deseaba hablar más del pasado, estaba allí con Mirko y se sentía demasiado bien. Pero parecía que éste salía a la luz una y otra vez.

Al parecer si era cierto que todas las madres enseñaban a sus hijas el debido comportamiento en la mesa, especialmente si se comía frente a un hombre. Escuchar a Golnar hablar sobre su madre era como si estuviera hablando de la suya propia, pues incontables veces había visto a su madre corregir a su hermana menor mientras cenaban juntos. Entonces Golnar había mencionado el nombre Zénaide y Mirko se quedó mirándola con curiosidad y a medio masticar.

Ella explicó que su nombre real no era Golnar, Mirko parpadeó un par de veces y continuó masticando con aire pensativo, habían muchas cosas sobre Golnar o mejor dicho Zénaide, que no conocía, a veces le hacía sentir que ella era como una especie de fugitiva que escapaba de un mal pasado.

-Entonces... definitivamente has cortado todo contacto con tu familia – Concluyó Mirko volviendo su vista al sandwich - ¿No hay nadie en tu familia a quien extrañes? Hermanos, hermanas... ¿Algún primo? Se me hace difícil creer que hayas cortado todo contacto con tu familia como para inclusive tener que cambiarte el nombre – Agregó, seguramente con un nuevo nombre y apellido, la familia de Golnar no podría rastreara en París.

-Me ha sorprendido lo que del cambio de nombre... - Murmuró luego de una pausa – Es por eso que... quería que tuvieramos una cita... aún siento que tenemos mucho por conocer el uno del otro antes de... bueno, ya sabes – Las mejillas se le habían coloreado una vez más, Mirko recordaba muy bien las enseñanzas de su madre al respecto, un caballero debía cortejar a la dama primero antes de tan siquiera pensar en llevársela a la cama, Mirko sólo quería seguir los pasos que consideraba correctos.

Se entristeció un poco con el comentario de Mirko. Era cierto, había querido romper todo tipo de relación con ellos. Pero más que querer romper los lazos que aún le podían unir, era principalmente para que no la encontrasen en el caso de que quisieran buscarla. A las pocas semanas de huir, supo que nadie se había dignado a preguntar por ella. Por eso quería deshacerse de todo aquel pasado que cargaba constantemente sobre sus hombros pero parecía que nunca la dejaría sola.

─Es cierto que, en ocasiones, los extraño. Pero ni ellos ni yo hemos hecho nada para volver a vernos.  A veces, los he visto por las calles de París, algún domingo en la iglesia a la que solíamos ir. Los vi y parecían tan felices, mucho más que cuando yo estaba… Creo que hemos conseguido lo que queríamos: ellos una familia perfecta y yo una familia que me quiere tal como soy─ acabó diciendo tras reflexionarlo unos segundos. Quizá estaba siendo demasiado dura pero conocía a su familia y sabía que la situación estaba mucho mejor así.

Sonrió con su siguiente comentario y le miró justo para ver cómo se enrojecía. Ni siquiera era capaz de decirlo. Bueno, no era de extrañar, solía resultar un tema un poco difícil y no había que tomárselo a la ligera.

─Cada cosa a su tiempo─ le dijo para tranquilizarle mientras volvía a coger el sándwich y terminar los restos que le quedaban─. Cuanto más confianza e intimidad se tenga con una persona, el acto físico será mucho más placentero. O eso es lo que creo. También el poder hablar de todo es un elemento fundamental aunque cueste, hay que lograr decir lo que se piensa sobre un tema o una situación─ comentó, aquello era más reflexión que conversación. A veces, Golnar tenía esa faceta; empezaba a pensar en voz alta y los que tuviesen alrededor de ella la escuchaban casi atónitos─. Todo será más fácil cuando se pueda leer el pensamiento, ¿no?─ soltó una suave carcajada y se quedó mirando el pastel, deseosa de volverlo a probar.

Le escuchó hablar de como había cortado relación con su familia y que inclusive se los había encontrado en la ciudad sin volver a hablar con ellos.

-Yo visito a mi familia cada dos años, para las fiestas de Navidad y año nuevo – Le confesó mordiendo el sándwich – Puedo tomar un carruaje y el viaje toma al rededor de un día hasta la costa – Le explicó – Mi familia es católica... por lo tanto es muy importante para ellos que esté presente en noche buena, principalmente para mi madre -

Se quedó callado escuchando a Golnar hablar sobre las relaciones, parecía tener mucha experiencia al respecto y se preguntó ¿Cuantos novios había tenido Golnar en el pasado? Estaba claro que no era virgen, pero no sabía si había tenido otras relaciones serias a parte de haber estado comprometida en un matrimonio arreglado. ¿Sería apropiado preguntarle al respecto? ¿O sería insultante e indiscreto?

- Si, creo que la confianza es importante – Respondió notando que terminaba el sándwich así que se apresuró a cortar otro pedazo del pastel y se la ofreció – Por cierto... cuéntame sobre ese nuevo trabajo que conseguiste, me dijiste que pensabas dejar tu actual trabajo ¿verdad? -

Escuchó lo que decía sobre su familia. Sí, al menos él iba a visitarla y seguro que lo recibían con alegría. Pero no todo era siempre tan fácil. Sabía que en todas las familias había más de un problema; ninguna podía ser tan perfecta como se aparentaba ni si quiera la de Aline, por poner un ejemplo.

La familia de Mirko era católica. Aunque ella dudaba de que él tuviera alguna creencia religiosa. Golnar si creía aunque hacía mucho que no iba a la iglesia. Sabía que lo que hacía era un pecado pero por algo había aparecido Mirko en su camino; él la llevaría al perdón y a la buena vida. Debía preguntarle aunque solía ser un tema demasiado polémico y que siempre acababa en disputas pero seguro que él lo sabría sobrellevar.

─Sí, bueno, es un trabajo… Hablé con la directora de un burdel y le propuse que me contratara como limpiadora. Por lo visto le pareció buena idea. Estoy casi segura de que en otros establecimientos no me aceptarían por tal pasado y por ser mujer. Ella creyó que era una oportunidad buena y aceptó la idea, tras convencerla un poco, claro. Podré ganar algo de dinero con esto─ le dijo mirando el otro trozo de pastel que le había dado─. ¿No pensarás hacerme engordar, verdad?─ preguntó con una sonrisa. Claro que no necesitaba respuesta y decidió atacar el trozo de pastel.

Permaneció unos momentos en silencio, apreciando todo lo que había a su alrededor mientras degustaba el pastel. La naturaleza siempre le había parecido algo digno de proteger. Era lo mejor que podía tener el ser humano. La hierba, el agua, el viento… Todo era cosas por las que debían estar agradecidos aunque pareciese una tontería.

─Me has dicho que tu familia es católica, ¿lo eres tú?─ le preguntó como si fuera una conversación que estaban manteniendo sobre el tiempo sin darle demasiada importancia al asunto.

Off:

Le escuchó hablar sobre su nuevo trabajo como limpiadora y no pudo evitar que una gran sonrisa se fuera forjando en sus labios conforme ella hablaba. Le alegraba sobremanera saber que había dejado la prostitución, desde aquella noche en la fiesta de Aline, luego de que compartieran ese primer beso, el hecho de que trabajara como cortesana no lo dejaba tranquilo. Le preocupaba que algún hombre la golpeara o abusara de ella en las calles o que quedara embarazada. Era casi que un milagro que nada de eso le hubiera ocurrido hasta ahora.

- ¡Que buena noticia! - Exclamó sin ocultar su entusiasmo - Al menos ya no tendrás que quedarte hasta tan tarde en la madrugada y no estarás exponiéndote a peligros en las calles, no sabes cuanto me alegra y me tranquiliza saber que tienes ese nuevo trabajo - Terminó su sándwich y comenzó a comer el pastel, le agradaba que ella tuvieras sentido del humor y no se apañara a la hora de comer algo que le apetecía.

- Espero no me juzgues por lo que voy a decir - Respondió ante la pregunta y continuó - Pero no soy creyente, ni de la iglesia católica, ni de la protestante, soy un hombre de ciencia y la verdad las respuestas que me da la ciencia me satisfacen más que los de la religión - Le explicó mientras comía - Cuando era más joven criticaba fuertemente a la iglesia y mi madre se horrorizaba al escucharme, inclusive mi padre me dio un par de palizas por ello - Recordó con una media sonrisa, ya desde la adolescencia había empezado a hacer preguntas indiscretas que acaloraban a su madre.

- Espero que esto no sea un problema entre nosotros - Concluyó y descubrió que, le importaba lo que Golnar pensara de él por no creer en la palabra de Jesús, nunca antes le había preocupado que la gente lo tildara de blasfemo o hereje por no ir a la iglesia todos los domingos y estudiar la Biblia, pero le importaba la imagen que ella tuviera de él y deseaba que el tema no fuera un problema en la relación.

Spoiler:

Se alegró al ver que él recibía la noticia con total entusiasmo. A él le hacía ilusión y le tranquilizaba su nuevo trabajo. ¿Era eso bueno? Sí, suponía que sí. Se preocupaban por ella, por una vez, alguien estaba mirando por su bienestar y no por simples cosas materiales que debía tener. Además, ella estaba cambiando su vida por él. Bueno, no lo hacía del todo por él. Quería estar a la altura del chico y, además, empezaba a darse cuenta de que ya no era lo mismo, su cuerpo ya no aguantaba tantas noches y de seguro que su salud no era de la mejor. Debía acabar con aquel estilo de vida de una vez por todas. Nunca era demasiado tarde para cambiar algo.

Le escuchó con atención y sonrió. No era una de esas que le gritaría al saber que no creía en la existencia de un ser superior. Ella misma dejó de creer por un tiempo, sobretodo en la iglesia en sí, el párroco y los feligreses. Pero siempre supo que había alguien cuidando de ella aunque no lo reconociera, por eso había sido tan afortunada, por eso Mirko había aparecido en su camino.

─No lo es. Cada uno tiene sus creencias. Jamás te intentaré imponer lo que pienso o lo que creo. Soy la menos indicada para ello así que no te preocupes por algo así. Simplemente, quería saber tu opinión sobre el tema. ─ se quedó unos segundos en silencio y alzó la vista al cielo, parecía que el día se torcía levemente: unas grandes nubes se acercaban hasta su posición, estaba segura de que pronto taparían el sol─. ¿Qué es lo que más te gusta de la ciencia? ¿En qué te gusta centrarte más?─ le preguntó con cierta curiosidad.