Envenenado · Libre

por **Vincenzo Danislăv** Jue Mayo 05, 2016 4:01 pm

La calma. No había nada peor para alguien que había pasado toda su vida en el mar que la calma. Aquella no era la esperada paz, para muchos podría haber sido símbolo de esperanzas pero para quien conocía el mar de punta a cabo sabía que la calma ocultaba algo mucho peor que lo vivido con anterioridad.
Y era eso lo que él sentía en aquellos instantes. Miles de veces le habían dicho que no se metiera en problemas incluso los malos augurios que presentían las mujeres que acariciaban con sumo cuidado los hilos del destino; se lo habían avisado, y ahora estaba tan cerca de perecer, que deseó morir para quedar en paz. Era un cobarde, lo que siempre le había aterrorizado.

Vincenzo había sido atacado a traición. Lo único que pudo haber hecho fué correr bosque a través, alejándose cada vez más de la ciudad donde residía. ¿Un viejo tema sin arreglar? Probablemente, pero éstos lograron alcanzar a varios de sus tripulantes, degollándolos sin escrúpulos. Él sin embargo logró escapar pero éstos le lanzaron lo que parecían simples dardos, flechas, que le rozaban y herían en cuanto alcanzaban su piel, pero uno de ellos dió en tan justo lugar, que parecía fruto de la casualidad.
Dándole por muerto, aquellos hombres desaparecieron prendiendo fuego a los cuerpos que previamente habían desmembrado. Salvo el suyo, sabían que se levantaría y no había mayor dolor que el del veneno alimentándose de la propia sangre. En su pecho, una flecha y sobre la piel de alrededor, ramificaciones de un color negruzco amenazaban con matarle en un par de horas a lo sumo.
Vincenzo se despertó dolorido y se arrastró hacia lo que parecía una laguna. Lo supo, el agua lo llamaba y él simplemente no tenía fuerzas para pedir ayuda, simplemente se acercó para beber como si dispusiese de todo el tiempo del mundo, aunque así no era en realidad.
Era brujo, pero aun así sus instrucciones no iban demasiado profundizadas en ese arte. Sentía la magia y la usaba a su favor, pero tampoco era algo que pudiese evitar la muerte, porque sinó, ya hubiese hecho algo al respecto.

por **Leire Mallarme** Vie Mayo 06, 2016 7:05 pm

A pesar del tiempo que llevaba en París, había ciertas zonas que le atraían mas, como los cotos de caza a los cazadores. Para Pilar, un lugar tan apartado de la ciudad, le permitía realizar sus prácticas de brujería y porque no, poner en apuros a un que otro inexperto inquisidor, ese tipo de seres - fueren humanos o sobrenaturales - que eran el objeto de su odio visceral. Fue por esa razón que se encontraba cerca de una pequeña laguna, su caballo debía beber un poco de agua antes comenzar el regreso a su mansión, especialmente porque aquel lugar no era seguro para una mujer - podía hacerse cargo de los abusos causados por un par de rufianes -, pero aquel día, había decidido practicar el don de cambio de apariencia, y para todos los que se cruzaran con ella, no la podrían descubrir, ya que solo verían a un delgaducho adolescente, demasiado enclenque para dar batalla. Sonrió al pensar en el gran error en que podrían caer sus oponentes, pues aunque su apariencia era una, su fuerza y destreza eran otras.

Cavilando se encontraba en ello, cuando llegaron, caballo y jinete, a las margenes de la laguna. Descendió de su montura con un ágil movimiento y acercó al sediento animal al agua. Le contempló beber, mas pronto se dió cuenta que el animal se encontraba impaciente, alterado por algo que ella aún no podía darse cuenta. fue el golpe del casco en la hierva, las sacudidas de la cabeza del animal, la que le indicaron que debía buscar con la mirada el origen de esa intranquilidad. Con presteza ató las riendas a un arbusto y se dispuso a contemplar con detenimiento las margenes de la laguna. Entonces lo descubrió, a unos cuantos metros de ellos, un hombre intentaba con suma dificultad - arrastrándose por la hierva- llegar al agua y beber de ella o sumergirse en las aguas. Se acercó a su montura, extrajo de la alforja, su cantimplora, una daga, que escondió en su cintura y se fue acercando a ese hombre que por las apariencias parecía herido.

Cuando se encontró a menos de tres metros, se dio cuenta que llevaba una flecha clavada en su pecho, los bellos de su piel se erizaron - debe estar medio loco, o desesperado para arrastrase sobre su herida - caviló. Entrecerró los ojos al distinguir el aura del color característico a los de su misma raza - brujo - se dijo en voz casi imperceptible, acercándose aún mas, le habló, - así no conseguirá llegar a ninguna parte... deje que lo ayude - podía estar poniéndose en peligro, pero quien en su sano juicio y en el estado lamentable como se encontraba aquel hombre, podría desconfiar de un muchachito servicial y piadoso.

apariencia de Pilar:

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