AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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No hay nada que un helado no pueda arreglar. Privado
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No hay nada que un helado no pueda arreglar. Privado
Aquella tarde, Jesse salió a dar un paseo, había estado toda la mañana en el orfanato aprendiendo a leer con la señorita Mirtle, había avanzado un poco en ese campo, aunque le gustaba más escribir con el carboncillo que leer, le encantaba hacer que las palabras que salían de su boca adoptaran forma en un papel, aunque siempre terminaba lleno de garabatos y dibujos de gatos y conejos. Mirtle siempre le reñía por eso, pues los niños más chiquitos que Jesse, siempre le seguían y hacían lo mismo. Jesse se limitaba a encogerse de hombros y a sonreír, para él, no estaba haciendo nada mal, mejoraba la creatividad de los otros niños. Tras la mañana de estudio y de aprender a sumar y a restar, llegó la hora de la comida. Gachas con pescado. Una comida que no le hacía gracia, pero sabía que hasta la hora de la cena no iba a probar ningún otro bocado, por lo que se lo comió rápido y sin respirar, para beber mucha agua después.
Caminó por las calles del centro de París, sabía a donde se dirigía, pues le apetecía un helado de limón y creyó el pobre iluso que le había sobrado algunas monedas para ello, pero cuando se metió la mano a los bolsillos del pantalón se dió cuenta de que aquello no era así. Sus bolsillos estaban vacíos salvo por un pañuelo. Miró el pañuelo, se quedó quieto en la calle y suspiró. ¿Qué podía hacer? Estuvo tentado de volver al orfanato, pero quizás tuviese un golpe de suerte y ganar unas monedas si encontraba a algún señor o señora que requiriera de sus servicios para algún trabajo, o quizás... Meneó la cabeza, robar estaba mal y lo sabía, él no era un pilluelo ladrón como muchos otros huérfanos del orfanato. Siguió su camino, caminaba con el paso algo acelerado y la cabeza en alto. Enfiló la calle hasta la zona de los comercios y sonrió, seguro que alguien le necesitaba, pero iba a probar pena a la heladería, el dueño le conocía, pues siempre iba a la misma. Se pegó al cristal y leyó los nombres de los helados que se sabía de memoria. Chocolate, fresa, vainilla, limón... Y un nuevo sabor, naranja. ¿A qué sabría ese helado? Seguro que estaba peor que el de limón. Pegó su cara completamente al cristal, como si quisiera atravesarlo para poder comérselo... En la heladería había gente, pues aquella tarde hacía calor... ¿Cuánta gente le estaría viendo? Esperaba que no mucha o que mejor ninguna, no quería que pensasen que era un desesperado niño hambriento, aunque lo era.
Caminó por las calles del centro de París, sabía a donde se dirigía, pues le apetecía un helado de limón y creyó el pobre iluso que le había sobrado algunas monedas para ello, pero cuando se metió la mano a los bolsillos del pantalón se dió cuenta de que aquello no era así. Sus bolsillos estaban vacíos salvo por un pañuelo. Miró el pañuelo, se quedó quieto en la calle y suspiró. ¿Qué podía hacer? Estuvo tentado de volver al orfanato, pero quizás tuviese un golpe de suerte y ganar unas monedas si encontraba a algún señor o señora que requiriera de sus servicios para algún trabajo, o quizás... Meneó la cabeza, robar estaba mal y lo sabía, él no era un pilluelo ladrón como muchos otros huérfanos del orfanato. Siguió su camino, caminaba con el paso algo acelerado y la cabeza en alto. Enfiló la calle hasta la zona de los comercios y sonrió, seguro que alguien le necesitaba, pero iba a probar pena a la heladería, el dueño le conocía, pues siempre iba a la misma. Se pegó al cristal y leyó los nombres de los helados que se sabía de memoria. Chocolate, fresa, vainilla, limón... Y un nuevo sabor, naranja. ¿A qué sabría ese helado? Seguro que estaba peor que el de limón. Pegó su cara completamente al cristal, como si quisiera atravesarlo para poder comérselo... En la heladería había gente, pues aquella tarde hacía calor... ¿Cuánta gente le estaría viendo? Esperaba que no mucha o que mejor ninguna, no quería que pensasen que era un desesperado niño hambriento, aunque lo era.
Jesse Downey- Humano Clase Baja
- Mensajes : 42
Fecha de inscripción : 29/04/2016
Re: No hay nada que un helado no pueda arreglar. Privado
¿Cuál es el sabor qué define tu vida?
La tarde se presentaba aburrida, otra más pero con la diferencia de que esa, iba sola. Salió de la residencia con el grupo de jovencitas que la regentaban pero excepto Abbey, todas en grupo se dirigieron al centro de la ciudad, como siempre. Ella prefería caminar entre las calles, perderse en ellas y aprovechar su tarde al máximo, una en la que se podía tachar como libre, cosa que sería casi imposible.
Siempre iba a paso rápido, deseando escapar, encontrar su lugar y cierto era, que en algún momento de su estancia en Paris, lo había hallado. Y se detuvo al reconocer una boca calle, reconocería aquel callejón entre un millón. Miró de reojo hacia el callejón, sintiendo un nudo que le impidió respirar por unos segundos, los suficientes para despertar y acelerar el paso, sin pensar, necesitaba sentirse ocupada en otros pensamientos que no fuesen algo dulce, eso siempre le animaba. Esa parte de niña, aún no la había abandonado.
La calle de los comercios, se extendía ante sus ojos, arrancándole un suspiro de alivio. ¿Qué podía tomar? El té ya lo había tomado, algo frío e intenso ¿un batido espumoso o un helado? ¿ambos? Sonrió traviesa al divisar su frecuente heladería, pediría doble bola de helado y de nata…estaría con dolor de tripa al día siguiente pero ¿qué mejor que eso para perder tus pensamientos? Cruzó la calle aprisa , antes de entrar, se aseguró de que nadie la reconociese…así que se asomó al escaparate…alguien lo acaparaba y no era más que un mocoso que no hacía otra cosa que ensuciar el cristal.
-Eh, niño . Aparta de ahí ¿quieres que te echen a palos? Al dueño no le gusta que babeen en su escaparate -observó su vestimenta, sin duda no era de clase alta…ni siquiera de media y eso le arrancó un suspiro de fastidio. Ella podía no tomarse un helado, si no todos los que deseaban y ese niño seguro que no tendría ni donde caerse muerto. -¿Quieres uno, no? uno de esos -se acercó a él, con las manos tras su espalda, mirando en la dirección que él lo hacía -Naranja… amarga, te dará escalofrío ¿no prefieres uno de limón? Dulce y suave, cremoso ¿o quieres probar el otro? ambos mejor, anda…ven. Si vienes conmigo te dejarán al menos sentarte -
Le indicó con la cabeza que le siguiese, dejó que entrase primero, ella y sus manías de ser la última en salir o entrar en algún sitio. Indicó que se sentase en una mesa cerca del escaparate, curioso estar tras el cristal cuando apenas unos minutos… estaba al otro lado. La tendera se acercó, esperando el pedido.
-Un helado de limón y un batido de vainilla con doble de nata, a él lo que desee. Venga, vamos, pide que solo te pasará una vez en la vida, no hagas que me arrepienta -frunció un tanto el ceño, observándolo con curiosidad, se imaginaba en su posición y en parte lo envidiaba ¿por qué no hacer su vida un poco más fácil? -Dime gorrión, ¿cómo te llamas? Vas a comer helado a mi costa, tendré al menos que saber tu nombre -mostró una leve sonrisa, una que sin duda avisaba de que se sentía, a gusto.
La tarde se presentaba aburrida, otra más pero con la diferencia de que esa, iba sola. Salió de la residencia con el grupo de jovencitas que la regentaban pero excepto Abbey, todas en grupo se dirigieron al centro de la ciudad, como siempre. Ella prefería caminar entre las calles, perderse en ellas y aprovechar su tarde al máximo, una en la que se podía tachar como libre, cosa que sería casi imposible.
Siempre iba a paso rápido, deseando escapar, encontrar su lugar y cierto era, que en algún momento de su estancia en Paris, lo había hallado. Y se detuvo al reconocer una boca calle, reconocería aquel callejón entre un millón. Miró de reojo hacia el callejón, sintiendo un nudo que le impidió respirar por unos segundos, los suficientes para despertar y acelerar el paso, sin pensar, necesitaba sentirse ocupada en otros pensamientos que no fuesen algo dulce, eso siempre le animaba. Esa parte de niña, aún no la había abandonado.
La calle de los comercios, se extendía ante sus ojos, arrancándole un suspiro de alivio. ¿Qué podía tomar? El té ya lo había tomado, algo frío e intenso ¿un batido espumoso o un helado? ¿ambos? Sonrió traviesa al divisar su frecuente heladería, pediría doble bola de helado y de nata…estaría con dolor de tripa al día siguiente pero ¿qué mejor que eso para perder tus pensamientos? Cruzó la calle aprisa , antes de entrar, se aseguró de que nadie la reconociese…así que se asomó al escaparate…alguien lo acaparaba y no era más que un mocoso que no hacía otra cosa que ensuciar el cristal.
-Eh, niño . Aparta de ahí ¿quieres que te echen a palos? Al dueño no le gusta que babeen en su escaparate -observó su vestimenta, sin duda no era de clase alta…ni siquiera de media y eso le arrancó un suspiro de fastidio. Ella podía no tomarse un helado, si no todos los que deseaban y ese niño seguro que no tendría ni donde caerse muerto. -¿Quieres uno, no? uno de esos -se acercó a él, con las manos tras su espalda, mirando en la dirección que él lo hacía -Naranja… amarga, te dará escalofrío ¿no prefieres uno de limón? Dulce y suave, cremoso ¿o quieres probar el otro? ambos mejor, anda…ven. Si vienes conmigo te dejarán al menos sentarte -
Le indicó con la cabeza que le siguiese, dejó que entrase primero, ella y sus manías de ser la última en salir o entrar en algún sitio. Indicó que se sentase en una mesa cerca del escaparate, curioso estar tras el cristal cuando apenas unos minutos… estaba al otro lado. La tendera se acercó, esperando el pedido.
-Un helado de limón y un batido de vainilla con doble de nata, a él lo que desee. Venga, vamos, pide que solo te pasará una vez en la vida, no hagas que me arrepienta -frunció un tanto el ceño, observándolo con curiosidad, se imaginaba en su posición y en parte lo envidiaba ¿por qué no hacer su vida un poco más fácil? -Dime gorrión, ¿cómo te llamas? Vas a comer helado a mi costa, tendré al menos que saber tu nombre -mostró una leve sonrisa, una que sin duda avisaba de que se sentía, a gusto.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/03/2011
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Re: No hay nada que un helado no pueda arreglar. Privado
El pequeño tuvo que pasar la mano por el cristal de los helados un par de veces, pues con su respiración, empañaba el cristal y le imposibilitaba seguir admirando los distintos sabores que yacían allí. Una voz apareció por detrás de él y el pequeño dio un pequeño brinco hacía un lado, completamente desprevenido y asustado por la voz dura de una joven rubia. Inclinó la cabeza mirándola, para después mirarse sus pies avergonzado. La chica comenzó a hablar y le preguntó si quería uno, a lo que a Jesse se le iluminaron los pequeños ojos azules y miró a la joven con tanta energía que creía que iba a salir disparado al cielo de la emoción. ¿De verdad le iba a invitar a uno? Estaba que no cabía en sí mismo. - Me gusta el de limón. Está muy rico, es mi favorito.- Dijo sin quitar la mirada del carterlito en el que ponía limón.
Sonrió a la chica y entró delante de ella al establecimiento ¡Se iba a poder sentar! Nunca había pasado allí más del tiempo necesario para que le sirviesen el helado y marcharse, nunca se había sentado en los asientos que tenía el dueño de la heladería, no quería espantar a la clientela con sus ropas sucias y rotas. Además, que le incomodaban las miradas indiscretas de los señores ricos. -¿Puede ser un helado de limón, con sirope de chocolate y unas pocas golosinas por encima?- Sabía que eso se podía hacer, siempre veía a Christopher, el hijo de unos señores ricos hacerse un helado muy parecido al que él acababa de pedir y siempre había querido probar algo así, debía de ser el cielo en vida. Vió como la camarera se marchaba tras anotar el pedido y sonrió tímido a la mujer que le acababa de invitar a todo aquello. -Me llamo Jesse, señorita. ¿Usted como se llama?- Se limpió las manos en los pantalones, para después, ofrecérsela para presentarse como hacían los mayores. -Muchas gracias por invitarme. Haré todo lo que me pida a partir de ahora, en compensación por su gratitud.- Se revolvió un poco nervioso en su silla. ¿Qué estaría pensando la gente de esta situación? No quería pensar demasiado, quería centrarse en su maravilloso helado igual que el de Christopher.
Sonrió a la chica y entró delante de ella al establecimiento ¡Se iba a poder sentar! Nunca había pasado allí más del tiempo necesario para que le sirviesen el helado y marcharse, nunca se había sentado en los asientos que tenía el dueño de la heladería, no quería espantar a la clientela con sus ropas sucias y rotas. Además, que le incomodaban las miradas indiscretas de los señores ricos. -¿Puede ser un helado de limón, con sirope de chocolate y unas pocas golosinas por encima?- Sabía que eso se podía hacer, siempre veía a Christopher, el hijo de unos señores ricos hacerse un helado muy parecido al que él acababa de pedir y siempre había querido probar algo así, debía de ser el cielo en vida. Vió como la camarera se marchaba tras anotar el pedido y sonrió tímido a la mujer que le acababa de invitar a todo aquello. -Me llamo Jesse, señorita. ¿Usted como se llama?- Se limpió las manos en los pantalones, para después, ofrecérsela para presentarse como hacían los mayores. -Muchas gracias por invitarme. Haré todo lo que me pida a partir de ahora, en compensación por su gratitud.- Se revolvió un poco nervioso en su silla. ¿Qué estaría pensando la gente de esta situación? No quería pensar demasiado, quería centrarse en su maravilloso helado igual que el de Christopher.
Jesse Downey- Humano Clase Baja
- Mensajes : 42
Fecha de inscripción : 29/04/2016
Re: No hay nada que un helado no pueda arreglar. Privado
¿De qué sabor eliges que sea tu vida?
La expresión del pequeño al recibir la gran noticia que sería invitado a un helado, le alegró tanto que Abbey de veras pensó que iba a salir disparado hacia ella y…abrazarla. Sus pensamientos le jugaron la mala pasada de que a tal idea, diese un paso hacia atrás por lo que le pidió que entrase en el establecimiento.
Como esperaba, todas las miradas no solo se dejaron caer en ella, también en aquel que la acompañaba. Un niño que acababa de recoger de la calle que en efecto , no casaba con el sitio, ni siquiera en ser su acompañante pero ¿desde cuándo a ella le importaba tal cosa? Tuvo que contener una risa al oír de qué quería el helado y no solo eso, lo que adornaba éste. Parecía una barbaridad pero… igual delicioso.
-Yo quiero lo mismo entonces, sabrá mejor con el sirope y las golosinas … mejor, póngalo doble para los dos - para verse en esa situación tendría que pasar una eternidad así que se dio el gusto de al menos complacerlo por esa tarde, de hacerle ese regalo que aunque a ella le supusiese una miseria para él sería un mundo -Jesse -susurró observándolo, le hizo gracia cómo se limpió la mano para ofrecérsela. No lo dudó, la estrechó de forma cordial y le medio sonrió -Abbey Lynn Appleby, es muy largo, puedes llamarme Abbey -
Sus palabras le arrancaron una sonrisa, ¿hacer lo que quisiera? No iba a pedirle nada o quizás sí. Sus orbes azules, buscaron las ajenas para transmitirle confianza. Lejos de comportarse como una joven de clase alta, apoyó los codos en la mesa, no era un buen ejemplo de modales y tampoco le importaba, pronto los murmullos no tardaron en señalarla como “maleducada” entre otros.
-Pues te pido que disfrutes de tu helado y luego me prometas una cosa, no me vas a mentir ¿prometido? -alzó el dedo índice para que lo estrechase con el ajeno, enarcando ambas cejas -¿Dónde vives? Y ¿por qué estás solo por este lugar? La gente de aquí no permite eso, puedes buscarte un lío por estar llenando de babas el escaparate . No hagas eso Jesse, te buscarás líos y ya me meto yo en muchos como para que la tomen también contigo -rió por lo bajo, abriendo los ojos al ver cómo le ponían los helados a ambos
-Lo mejor del helado es…esto -no utilizó la cuchara, introdujo un dedo en el helado y se lo llevó a los labios, de los dos ¿quién era el niño? -Suelo venir aquí a menudo, es el que hace mejor los helados con diferencia, así que… pórtate bien y puede que tengas otro pero no abuses, luego te dolerá la tripa y es un fastidio. -intentaba ejercer de algún modo una especie de dar ejemplo.
La expresión del pequeño al recibir la gran noticia que sería invitado a un helado, le alegró tanto que Abbey de veras pensó que iba a salir disparado hacia ella y…abrazarla. Sus pensamientos le jugaron la mala pasada de que a tal idea, diese un paso hacia atrás por lo que le pidió que entrase en el establecimiento.
Como esperaba, todas las miradas no solo se dejaron caer en ella, también en aquel que la acompañaba. Un niño que acababa de recoger de la calle que en efecto , no casaba con el sitio, ni siquiera en ser su acompañante pero ¿desde cuándo a ella le importaba tal cosa? Tuvo que contener una risa al oír de qué quería el helado y no solo eso, lo que adornaba éste. Parecía una barbaridad pero… igual delicioso.
-Yo quiero lo mismo entonces, sabrá mejor con el sirope y las golosinas … mejor, póngalo doble para los dos - para verse en esa situación tendría que pasar una eternidad así que se dio el gusto de al menos complacerlo por esa tarde, de hacerle ese regalo que aunque a ella le supusiese una miseria para él sería un mundo -Jesse -susurró observándolo, le hizo gracia cómo se limpió la mano para ofrecérsela. No lo dudó, la estrechó de forma cordial y le medio sonrió -Abbey Lynn Appleby, es muy largo, puedes llamarme Abbey -
Sus palabras le arrancaron una sonrisa, ¿hacer lo que quisiera? No iba a pedirle nada o quizás sí. Sus orbes azules, buscaron las ajenas para transmitirle confianza. Lejos de comportarse como una joven de clase alta, apoyó los codos en la mesa, no era un buen ejemplo de modales y tampoco le importaba, pronto los murmullos no tardaron en señalarla como “maleducada” entre otros.
-Pues te pido que disfrutes de tu helado y luego me prometas una cosa, no me vas a mentir ¿prometido? -alzó el dedo índice para que lo estrechase con el ajeno, enarcando ambas cejas -¿Dónde vives? Y ¿por qué estás solo por este lugar? La gente de aquí no permite eso, puedes buscarte un lío por estar llenando de babas el escaparate . No hagas eso Jesse, te buscarás líos y ya me meto yo en muchos como para que la tomen también contigo -rió por lo bajo, abriendo los ojos al ver cómo le ponían los helados a ambos
-Lo mejor del helado es…esto -no utilizó la cuchara, introdujo un dedo en el helado y se lo llevó a los labios, de los dos ¿quién era el niño? -Suelo venir aquí a menudo, es el que hace mejor los helados con diferencia, así que… pórtate bien y puede que tengas otro pero no abuses, luego te dolerá la tripa y es un fastidio. -intentaba ejercer de algún modo una especie de dar ejemplo.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: No hay nada que un helado no pueda arreglar. Privado
¿DOBLE? ¿DOBLE? La chica rubia acababa de doblar el cielo para Jesse, doble de helado de limón, doble de sirope y doble de golosinas. Jesse se puso tan contento que poco le faltó para sufrir uno de sus divertidos ataques de hiperactividad, pero se contuvo, aún sabiendo que le daría más tarde, quizás al salir de la heladería tuviese que volver corriendo como un loco al orfanato para que se le pasase el ataque y poder dormir tranquilo esta noche. Estrechó entonces la mano con la de la chica llamada Abbey Lynn Appleby. ―Abbey. Que bonito. ― Sonrió y movió sus pies bajo la mesa, así soltaba un poco de energía acumulada.
Miró a la joven fijamente, tenía unos ojos muy bonitos, azules como el cielo en verano, o como el mar que sabía que era azul, pero que nunca había tenido el placer de ver. Estrechó el meñique con el de ella y asintió, prometiendo así que no le iba a mentir con lo que sea que tuviese que decir. ―Vivo en un orfanato con otros niños. Me cuida la señorita Mirtle. Es simpática y me enseña cosas.― Escuchó con atención lo que le decía Abbey y suspiró. ―Voy solo por la calle porque a los demás niños no les dejan salir de allí, solo al patio interior, yo soy el mayor de todos.― Se puso algo serio al pensar en que era el mayor porque ninguna familia le había adoptado ya, pero se le pasó cuando vio los helados en la mesa. Eran increíblemente enormes.
Cogió la cuchara y la llenó de helado, de sirope y de una golosina de color rosa. Estaba riquísimo. Vió como ella usaba el dedo y rió en bajito, no quería llamar la atención de los demás comensales. ―Yo prefiero usar la cuchara Abbey, se te congelará el dedo y se te caerá... Eso dice siempre la señorita Mirtle.― Volvió a coger otra cucharada y cerró los ojos por lo rico que estaba. ―¡Está riquísimo!―
Miró a la joven fijamente, tenía unos ojos muy bonitos, azules como el cielo en verano, o como el mar que sabía que era azul, pero que nunca había tenido el placer de ver. Estrechó el meñique con el de ella y asintió, prometiendo así que no le iba a mentir con lo que sea que tuviese que decir. ―Vivo en un orfanato con otros niños. Me cuida la señorita Mirtle. Es simpática y me enseña cosas.― Escuchó con atención lo que le decía Abbey y suspiró. ―Voy solo por la calle porque a los demás niños no les dejan salir de allí, solo al patio interior, yo soy el mayor de todos.― Se puso algo serio al pensar en que era el mayor porque ninguna familia le había adoptado ya, pero se le pasó cuando vio los helados en la mesa. Eran increíblemente enormes.
Cogió la cuchara y la llenó de helado, de sirope y de una golosina de color rosa. Estaba riquísimo. Vió como ella usaba el dedo y rió en bajito, no quería llamar la atención de los demás comensales. ―Yo prefiero usar la cuchara Abbey, se te congelará el dedo y se te caerá... Eso dice siempre la señorita Mirtle.― Volvió a coger otra cucharada y cerró los ojos por lo rico que estaba. ―¡Está riquísimo!―
Jesse Downey- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 29/04/2016
Re: No hay nada que un helado no pueda arreglar. Privado
La inocencia de un niño,
La pureza del alma.
Imposible dejar de observarlo. Tan inquieto, como alguien que conoció hacía mucho tiempo. Le recordaba tanto a él que sin querer, se le escapó una risa de lo más divertida. De pequeña era tan nerviosa que apenas tardaba un par de minutos en comer con tal de seguir haciendo de las suyas y su acompañante de travesuras, le seguía cada paso como si fuesen uno. Dos torbellinos, de los que ahora quedaba…solo ella.
-Cuando seas mayor, sigue siendo tan encantador… -aconsejó con una leve sonrisa, el hecho de que le gustase su nombre le halagó, mucho . Entrecerró los ojos al oír la palabra orfanato ¿venía de uno? Parpadeó sin poderlo creer, ¿por qué alguien así pertenecía aquel lugar? Esas orbes castañas, mostraban toda la dulzura que ella desconocía… -Te enseñará muchas cosas pero no te da helado ¿cierto? Tendrás todo el que quieras pero… me tendrás que prometer una cosa, que volverás cada Lunes aquí, te esperaré
La sonrisa de la joven, se disipó cuando se dio cuenta de la expresión del pequeño al nombrar que era el mayor. Todo el mundo sabía que si te hacías mayor en un sitio así, seguirías allí el resto de tus días hasta que te hicieses mayor, sin una familia que te acogiese y diese lo que realmente necesitases.
-Bueno, quién sabe si me crezca luego el dedo, si no…tengo otros nueve -se echó a reír por el comentario tan ingenioso del pequeño. Algo dentro de ella empezaba a removerse, ¿por qué? imposible pasar por alto el poder ayudarle, era un niño, alguien quien no tenía recursos y a ella le sobraba -Oye Jesse, ¿te gustaría que alguien te adoptase? Pudieses tener helados cuando quisieras, siempre y cuando, te portes bien…claro y te comas las verduras… bueno, eso no, a mí tampoco me gustan
Arrugó la nariz en un mohín de lo más gracioso, pensaba realmente cómo hacerlo. En la residencia no podría tenerlo, así que , ¿por qué no? solo…esperaba que él quisiese aceptar.
-Creo que ya sé lo que quiero que hagas por mí, serás como… mi ayudante, ¿qué me dices? Y… creo que dejarás de ser el mayor del sitio ese, tendrás que venir a mi casa, a la residencia con más señoritas… claro que, no se te ocurra meterte en líos allí, ya estoy yo para eso-le guiñó un ojo ¿aceptaría?
La pureza del alma.
Imposible dejar de observarlo. Tan inquieto, como alguien que conoció hacía mucho tiempo. Le recordaba tanto a él que sin querer, se le escapó una risa de lo más divertida. De pequeña era tan nerviosa que apenas tardaba un par de minutos en comer con tal de seguir haciendo de las suyas y su acompañante de travesuras, le seguía cada paso como si fuesen uno. Dos torbellinos, de los que ahora quedaba…solo ella.
-Cuando seas mayor, sigue siendo tan encantador… -aconsejó con una leve sonrisa, el hecho de que le gustase su nombre le halagó, mucho . Entrecerró los ojos al oír la palabra orfanato ¿venía de uno? Parpadeó sin poderlo creer, ¿por qué alguien así pertenecía aquel lugar? Esas orbes castañas, mostraban toda la dulzura que ella desconocía… -Te enseñará muchas cosas pero no te da helado ¿cierto? Tendrás todo el que quieras pero… me tendrás que prometer una cosa, que volverás cada Lunes aquí, te esperaré
La sonrisa de la joven, se disipó cuando se dio cuenta de la expresión del pequeño al nombrar que era el mayor. Todo el mundo sabía que si te hacías mayor en un sitio así, seguirías allí el resto de tus días hasta que te hicieses mayor, sin una familia que te acogiese y diese lo que realmente necesitases.
-Bueno, quién sabe si me crezca luego el dedo, si no…tengo otros nueve -se echó a reír por el comentario tan ingenioso del pequeño. Algo dentro de ella empezaba a removerse, ¿por qué? imposible pasar por alto el poder ayudarle, era un niño, alguien quien no tenía recursos y a ella le sobraba -Oye Jesse, ¿te gustaría que alguien te adoptase? Pudieses tener helados cuando quisieras, siempre y cuando, te portes bien…claro y te comas las verduras… bueno, eso no, a mí tampoco me gustan
Arrugó la nariz en un mohín de lo más gracioso, pensaba realmente cómo hacerlo. En la residencia no podría tenerlo, así que , ¿por qué no? solo…esperaba que él quisiese aceptar.
-Creo que ya sé lo que quiero que hagas por mí, serás como… mi ayudante, ¿qué me dices? Y… creo que dejarás de ser el mayor del sitio ese, tendrás que venir a mi casa, a la residencia con más señoritas… claro que, no se te ocurra meterte en líos allí, ya estoy yo para eso-le guiñó un ojo ¿aceptaría?
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: No hay nada que un helado no pueda arreglar. Privado
El helado estaba siendo lo mejor del día para el niño, era una fuente de distracción fría y rica que le hacía olvidarse de donde venía, aunque no de quién era. No se avergonzaba de ser quien era ni de donde venía, pero siempre estaba bien olvidarse por unos minutos que era un niño abandonado y huérfano. Miró a Abbey mientras en su boca masticaba unas pocas golosinas. Tragó y se le volvieron a iluminar los ojos, como si estuviese a punto de llorar. ―¿De verdad me esperarás cada Lunes? Eso es un buen inicio de semana... ― Cogió un poco más del helado. ―Sí, Mirtle me ha enseñado a escribir que es lo que más me gusta y a leer, aunque aún no se muy bien. También sé sumar y restar. ― Se sentía muy afortunado por saber aquellas cosas, conocía a gente adulta que no sabía hacer lo que él era capaz de hacer. ―¿Tu sabes leer y escribir? ¿Qué te gusta mas?― Lamió el chocolate de la cucharilla.
Rió por el chiste de la rubia, era una chica muy divertida y simpática, no era habitual en la gente que tenía dineros, ella sería la excepción que confirma la regla de que hay mucha distancia entre la clase alta y los pobres. ―Sí, claro que me gustaría que me adoptasen, pero nadie quiere. Además, hay que pagar a la jefa del orfanato una cantidad de francos por los años que el niño ha estado allí... Y yo llevo muchos... Por eso nadie me adopta― Hizo una mueca tras sus palabras, esto lo sabía gracias a Ferger, el encargado de la limpieza, ese viejo era muy chismoso y se llevaba bien con Jesse, por lo que le hacía sabedor de cosas que de otras formas quedaban fuera de su alcance. ―Los guisantes me gustan.― Puntualizó y siguió comiendo, un tanto esperanzado por la conversación que estaba teniendo.
Se le cayó la cucharilla de la boca, manchando la mesa un poco de helado. ¿De verdad le iba a adoptar? ¿Se iba a poder ir con ella? Estuvo apunto de saltar por la mesa y darle un abrazo, pero se contuvo, la señora Mirtle era quién tenía la última palabra respecto a las adopciones. ―Me encantaría ir a su residencia Abbey. Puedes venir al orfanato y hablar con la señora Mirtle, seguro que se pone muy contenta de que me adoptes, al igual que yo ¡Que guay!― Esta vez, no pudo contenerse, se bajó de la silla, se acercó a Abbey y le dió un abrazo lo más fuerte que fue capaz.
Rió por el chiste de la rubia, era una chica muy divertida y simpática, no era habitual en la gente que tenía dineros, ella sería la excepción que confirma la regla de que hay mucha distancia entre la clase alta y los pobres. ―Sí, claro que me gustaría que me adoptasen, pero nadie quiere. Además, hay que pagar a la jefa del orfanato una cantidad de francos por los años que el niño ha estado allí... Y yo llevo muchos... Por eso nadie me adopta― Hizo una mueca tras sus palabras, esto lo sabía gracias a Ferger, el encargado de la limpieza, ese viejo era muy chismoso y se llevaba bien con Jesse, por lo que le hacía sabedor de cosas que de otras formas quedaban fuera de su alcance. ―Los guisantes me gustan.― Puntualizó y siguió comiendo, un tanto esperanzado por la conversación que estaba teniendo.
Se le cayó la cucharilla de la boca, manchando la mesa un poco de helado. ¿De verdad le iba a adoptar? ¿Se iba a poder ir con ella? Estuvo apunto de saltar por la mesa y darle un abrazo, pero se contuvo, la señora Mirtle era quién tenía la última palabra respecto a las adopciones. ―Me encantaría ir a su residencia Abbey. Puedes venir al orfanato y hablar con la señora Mirtle, seguro que se pone muy contenta de que me adoptes, al igual que yo ¡Que guay!― Esta vez, no pudo contenerse, se bajó de la silla, se acercó a Abbey y le dió un abrazo lo más fuerte que fue capaz.
Jesse Downey- Humano Clase Baja
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Re: No hay nada que un helado no pueda arreglar. Privado
La expresión de completa felicidad en un niño,
No tiene precio.
Mientras observaba al pequeño Jesse, se imaginaba la reacción de su familia, sobre todo de su hermana…cuando llegase con el niño a la residencia. Había espacio de sobra y él, estaba segura que no le daría ningún problema aunque…esperaba todo lo contrario. La vida en aquel sitio no podía considerarse como justo eso “vida”, permanecer allí te apagaba lentamente y era en esos momentos de libertad cuando volvía a coger un soplo de aire fresco, un impulso para no caer al final del pozo en el que intentaban se sumergiese para siempre.
Los conocimientos de aquel muchacho le sorprendieron gratamente, si sabía todo eso, no podía ser cualquier mendigo de la calle. Por la forma en la que se explicaba , podía conocer si mentía o no… una experta en la materia y en este caso, no mentía en absoluto. Sonrió de medio lado a la pregunta de si sabía hacer algo de aquello, se tomó su tiempo en responder, tomando un par de cucharadas de su helado, ambos parecían dos niños ante aquel banquete.
-Sé escribir y leer pero me gusta más dibujar y… cantar. Lo último suelo hacerlo cuando mis hermanas lo desean, solo para distraer a la gente y ellas puedan chismorrear a gusto -se encogió de hombros, encima no llevaba ninguno de sus dibujos por lo que chasqueó la lengua con fastidio -Te enseñaré mis dibujos la próxima vez. ¿Nunca te han dibujado, Jesse? Puedas tener un retrato de ti mismo… ¿y si te dibujase? Pero deberás estarte quieto, me recuerdas a mí cuando intentan sonsacarme cualquier cosa…-
no, no era como cualquier chica de clase alta. Apoyó el codo en la mesa, algo inapropiado y no pasó por alto alguna de las personas que los observaban, en voz alta se escuchó algún “ qué pocos modales” “no se merece ni llamarse señorita” y cosas parecidas a lo que ella, mostró con una sonrisa cínica e hiriente. No hacía caso a esos comentarios y ahora menos que estaba acompañada.
-Yo los odio, los guisantes pero tendrás los que quieras allí… a ninguna de las chicas le gustan, más para ti -no esperó ni por un millón de años que se lo agradeciese de “esa manera”. No era muy afectiva, ni siquiera supo cómo responder a aquel abrazo, se quedó estática, sonriendo de medio lado y terminar por darle un par de palmaditas en uno de sus hombros. Las manos de la joven lo tomaron por los hombros para que la mirase, ahora que lo veía de cerca, la inocencia y el grito silencioso de que le ayudase….no pudo pasarlo por alto.
-Te acompañaré al orfanato, la próxima vez, me acompañarás tú a mi residencia, la conocerás e iremos hablando con la señorita Mirtle, pagar todo lo que has estado allí no será un problema ¿querrías? Pero no vuelvas a abrazarme así… no me gusta mucho -y aún así, se echó a reír por la efusividad del pequeño…alguien que, asombrosamente le había llamado la curiosidad.
No tiene precio.
Mientras observaba al pequeño Jesse, se imaginaba la reacción de su familia, sobre todo de su hermana…cuando llegase con el niño a la residencia. Había espacio de sobra y él, estaba segura que no le daría ningún problema aunque…esperaba todo lo contrario. La vida en aquel sitio no podía considerarse como justo eso “vida”, permanecer allí te apagaba lentamente y era en esos momentos de libertad cuando volvía a coger un soplo de aire fresco, un impulso para no caer al final del pozo en el que intentaban se sumergiese para siempre.
Los conocimientos de aquel muchacho le sorprendieron gratamente, si sabía todo eso, no podía ser cualquier mendigo de la calle. Por la forma en la que se explicaba , podía conocer si mentía o no… una experta en la materia y en este caso, no mentía en absoluto. Sonrió de medio lado a la pregunta de si sabía hacer algo de aquello, se tomó su tiempo en responder, tomando un par de cucharadas de su helado, ambos parecían dos niños ante aquel banquete.
-Sé escribir y leer pero me gusta más dibujar y… cantar. Lo último suelo hacerlo cuando mis hermanas lo desean, solo para distraer a la gente y ellas puedan chismorrear a gusto -se encogió de hombros, encima no llevaba ninguno de sus dibujos por lo que chasqueó la lengua con fastidio -Te enseñaré mis dibujos la próxima vez. ¿Nunca te han dibujado, Jesse? Puedas tener un retrato de ti mismo… ¿y si te dibujase? Pero deberás estarte quieto, me recuerdas a mí cuando intentan sonsacarme cualquier cosa…-
no, no era como cualquier chica de clase alta. Apoyó el codo en la mesa, algo inapropiado y no pasó por alto alguna de las personas que los observaban, en voz alta se escuchó algún “ qué pocos modales” “no se merece ni llamarse señorita” y cosas parecidas a lo que ella, mostró con una sonrisa cínica e hiriente. No hacía caso a esos comentarios y ahora menos que estaba acompañada.
-Yo los odio, los guisantes pero tendrás los que quieras allí… a ninguna de las chicas le gustan, más para ti -no esperó ni por un millón de años que se lo agradeciese de “esa manera”. No era muy afectiva, ni siquiera supo cómo responder a aquel abrazo, se quedó estática, sonriendo de medio lado y terminar por darle un par de palmaditas en uno de sus hombros. Las manos de la joven lo tomaron por los hombros para que la mirase, ahora que lo veía de cerca, la inocencia y el grito silencioso de que le ayudase….no pudo pasarlo por alto.
-Te acompañaré al orfanato, la próxima vez, me acompañarás tú a mi residencia, la conocerás e iremos hablando con la señorita Mirtle, pagar todo lo que has estado allí no será un problema ¿querrías? Pero no vuelvas a abrazarme así… no me gusta mucho -y aún así, se echó a reír por la efusividad del pequeño…alguien que, asombrosamente le había llamado la curiosidad.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: No hay nada que un helado no pueda arreglar. Privado
Él solía dibujar pequeños conejitos o gatitos, pero los hacía con cabeza grande y cuerpos con palitos o ni siquiera les llegaba a poner el cuerpo, porque la señorita Mirtle le quitaba el papel antes de que pudiese llegar a hacerlo. Pero no se podía decir que eso fuese dibujar, era más bien un conjunto de garabatos que formaban caras que se asemejaban a conejos y gatos. Y por supuesto que no cantaba. No se sabía muchas canciones y cuando cantaba lo hacía para no tener miedo por las noches o cuando estaba caminando. ―¿Cuántas hermanas tienes?― A él nunca le había importado no tener hermanos de su propia sangre, los tenía de distinta en el orfanato y a veces era un asco aguantar a los más pequeños llorando y babeando o cuando él estaba intentando mejorar su lectura que viniese otro más pequeño a fastidiarle porque quería jugar con Tommy.
¿Estarse quieto? Eso lo vio poco probable, pero si era poco tiempo sí que haría un esfuerzo. ―No, nunca me han dibujado. ¿Cuánto rato hay que estar quieto? Necesito moverme todo el tiempo, Mirtle dice que soy un culo inquieto y que tengo hiperactividad. ― Hizo una mueca, sabía que era un niño bastante movido, pero era lo mejor, así podía comer todos los helados y chocolates que quisiera. Dicho esto, se metió una gran cucharada en la boca, tan grande que dejó caer la cucharilla a la mesa y se sujeto la cabeza. ―¡Ay! Se me ha congelado el cerebro― Dijo haciendo muecas de dolor.
Vió como Abbey se apoyaba con los codos en la mesa y escuchó algunos comentarios de otras mesas, les sacó la lengua a todos y cada uno de ellos y se colocó igual que Abbey, defendiendo a su nueva amiga a su manera. Esa gente era la primera en pedir respeto pero la última en respetar... Algo que Jesse odiaba.
Tras el abrazo, Abbey le sujetó por los hombros, haciendo que el pequeño elevase su cabeza para mirarla. ―Claro que quiero Abbey, es lo que siempre he querido... Serás como mi nueva mamá. ― Inclinó la cabeza, veía a Abbey demasiado joven como para llamarla mamá, las demás mujeres que iban al orfanato eran algo mayores que ella. Se rió con ella y asintió. Nada de abrazar. Se volvió a su asiento, como si nada hubiese pasado, pero con un brillo especial en la mirada y siguió comiendo el helado, hasta que no quedó nada en el plato.
¿Estarse quieto? Eso lo vio poco probable, pero si era poco tiempo sí que haría un esfuerzo. ―No, nunca me han dibujado. ¿Cuánto rato hay que estar quieto? Necesito moverme todo el tiempo, Mirtle dice que soy un culo inquieto y que tengo hiperactividad. ― Hizo una mueca, sabía que era un niño bastante movido, pero era lo mejor, así podía comer todos los helados y chocolates que quisiera. Dicho esto, se metió una gran cucharada en la boca, tan grande que dejó caer la cucharilla a la mesa y se sujeto la cabeza. ―¡Ay! Se me ha congelado el cerebro― Dijo haciendo muecas de dolor.
Vió como Abbey se apoyaba con los codos en la mesa y escuchó algunos comentarios de otras mesas, les sacó la lengua a todos y cada uno de ellos y se colocó igual que Abbey, defendiendo a su nueva amiga a su manera. Esa gente era la primera en pedir respeto pero la última en respetar... Algo que Jesse odiaba.
Tras el abrazo, Abbey le sujetó por los hombros, haciendo que el pequeño elevase su cabeza para mirarla. ―Claro que quiero Abbey, es lo que siempre he querido... Serás como mi nueva mamá. ― Inclinó la cabeza, veía a Abbey demasiado joven como para llamarla mamá, las demás mujeres que iban al orfanato eran algo mayores que ella. Se rió con ella y asintió. Nada de abrazar. Se volvió a su asiento, como si nada hubiese pasado, pero con un brillo especial en la mirada y siguió comiendo el helado, hasta que no quedó nada en el plato.
Jesse Downey- Humano Clase Baja
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Re: No hay nada que un helado no pueda arreglar. Privado
Porque quizás, tú…
Seas quien cambie mi vida.
Los orbes azules de la joven Appleby, eran incapaces de observar otra cosa que no fuese al pequeño Jesse. El niño, captó toda su atención y su curiosidad. Él, poseía lo que ella ansiaba tanto…la libertad , aunque tuviese que estar ligado a aquel orfanato al que pertenecía. ¿Por qué no cambiarle la vida? A ella no le suponía ningún problema, ninguno en absoluto. Con un poco de su fortuna, podía brindarle a Jesse una vida mejor y comprar, esa parte de felicidad para que no le faltase de nada.
-Tengo tres más, son más mayores…yo soy la pequeña y la más rebelde…ellas no comen helado -lo último lo susurró, inclinándose un tanto en la mesa, como si fuese un secreto -Mis hermanas ya tienen sus propios hijos, menos una… es como una madre, una jodidamente pedante y sí, acabo de decir una palabrota -le guiñó un ojo al pequeño riendo por lo bajo, risa que se elevó al ver el gesto de él y oírle decir que se le congelaría el cerebro -No te ansíes, tendrás más helados, ya te dije -
Un simple gesto de lo más maleducado, le bastó a la joven para darse cuenta que aquel pequeño, era la única persona que la defendió…a su modo, claro. Sonrió de verdad, una sonrisa sincera, bonita y dulce…extraño en ella pero ese gesto, le bastó para saber que no estaría tan sola a partir de ahora. La sonrisa dulce, se convirtió en una media sonrisa al llamarla “mi nueva mamá”. Incapaz de cuidarse a sí misma, ¿cómo iba a hacer para cuidar al pequeño? Quizás, ambos se necesitaban de alguna manera y podían darse lo que otras personas aún no le ofrecieron.
-Mejor…seré como tu hermana mayor. Yo madre…no, no me veo bañándote ni limpiando mocos y demás…aunque ya eres mayorcito para eso. Termina ese helado y te acompañaré al orfanato. Hablaré con esa señora y en cuestión de días…prometo, que te sacaré de ahí…cueste lo que me cueste ¿lo has entendido Jesse? -veía en él , el claro ejemplo de ella. Prometer no era algo que estuviese a la orden del día en su vida pero en este caso, tuvo que hacerlo , no iba a consentir que ese pequeño estuviese desperdiciando ni un minuto más de su vida cuando podía convertirse en alguien de provecho y allí…solo estaría desperdiciando su vida.
-Es hora de irnos, Jesse. Recuerda siempre una cosa -lejos de mantener las distancias como cuando el abrazo. Sus ojos azules se clavaron en los ajenos, lo que iba a decirle era muy importante , ojalá alguien hubiese hecho lo mismo por ella alguna vez -Sé siempre tú mismo, actúa como desees sin pensar en las consecuencias, siempre hay algo que ganar. -sonrió levantándose, sin soltar su mentón con sus finos dedos -Y recuerda…ya no estás solo-
Seas quien cambie mi vida.
Los orbes azules de la joven Appleby, eran incapaces de observar otra cosa que no fuese al pequeño Jesse. El niño, captó toda su atención y su curiosidad. Él, poseía lo que ella ansiaba tanto…la libertad , aunque tuviese que estar ligado a aquel orfanato al que pertenecía. ¿Por qué no cambiarle la vida? A ella no le suponía ningún problema, ninguno en absoluto. Con un poco de su fortuna, podía brindarle a Jesse una vida mejor y comprar, esa parte de felicidad para que no le faltase de nada.
-Tengo tres más, son más mayores…yo soy la pequeña y la más rebelde…ellas no comen helado -lo último lo susurró, inclinándose un tanto en la mesa, como si fuese un secreto -Mis hermanas ya tienen sus propios hijos, menos una… es como una madre, una jodidamente pedante y sí, acabo de decir una palabrota -le guiñó un ojo al pequeño riendo por lo bajo, risa que se elevó al ver el gesto de él y oírle decir que se le congelaría el cerebro -No te ansíes, tendrás más helados, ya te dije -
Un simple gesto de lo más maleducado, le bastó a la joven para darse cuenta que aquel pequeño, era la única persona que la defendió…a su modo, claro. Sonrió de verdad, una sonrisa sincera, bonita y dulce…extraño en ella pero ese gesto, le bastó para saber que no estaría tan sola a partir de ahora. La sonrisa dulce, se convirtió en una media sonrisa al llamarla “mi nueva mamá”. Incapaz de cuidarse a sí misma, ¿cómo iba a hacer para cuidar al pequeño? Quizás, ambos se necesitaban de alguna manera y podían darse lo que otras personas aún no le ofrecieron.
-Mejor…seré como tu hermana mayor. Yo madre…no, no me veo bañándote ni limpiando mocos y demás…aunque ya eres mayorcito para eso. Termina ese helado y te acompañaré al orfanato. Hablaré con esa señora y en cuestión de días…prometo, que te sacaré de ahí…cueste lo que me cueste ¿lo has entendido Jesse? -veía en él , el claro ejemplo de ella. Prometer no era algo que estuviese a la orden del día en su vida pero en este caso, tuvo que hacerlo , no iba a consentir que ese pequeño estuviese desperdiciando ni un minuto más de su vida cuando podía convertirse en alguien de provecho y allí…solo estaría desperdiciando su vida.
-Es hora de irnos, Jesse. Recuerda siempre una cosa -lejos de mantener las distancias como cuando el abrazo. Sus ojos azules se clavaron en los ajenos, lo que iba a decirle era muy importante , ojalá alguien hubiese hecho lo mismo por ella alguna vez -Sé siempre tú mismo, actúa como desees sin pensar en las consecuencias, siempre hay algo que ganar. -sonrió levantándose, sin soltar su mentón con sus finos dedos -Y recuerda…ya no estás solo-
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: No hay nada que un helado no pueda arreglar. Privado
El pequeño puso cara de asombro cuando la señorita Abbey dijo una palabrota, él no conocía muchas palabrotas, las típicas que había escuchado por la calle, como idiota, imbécil, estúpido, inútil... La que más odiaba era inútil, le hacía sentirse impotente cuando alguien le decía eso, sobre todos si se lo decía una persona mayor. En el orfanato él nunca decía palabrotas y por lo general, él tampoco, a excepción de cuando algo le hacía enojar. ―La señorita Mirtle te lavaría la boca con jabón, y lo haría de verdad...― Se tapó la boca con las manos para poder reírse en voz baja, era un secreto.
"Una hermana mayor". Con tal de salir del orfanato le daba igual si Abbey no quería ser su mamá, era mejor su hermana mayor que cualquier otra cosa. Se volvió a sentar para terminarse el helado ya medio derretido y la miró sonriendo, estaba realmente contento. ―¿Sabes? Me alegro de haber venido hoy. Ha sido muy chachi encontrarte.― Volvió la vista a su helado y se lo terminó lo más rápido que pudo, pero vió como en su plato, se había quedado bastante derretido. Hizo una mueca y comenzó a lamer el plato, como hacían los perritos.
Una vez terminado se volvió a poner al lado de Abbey para marcharse. La miró cuando esta comenzó a hablar de nuevo y sonrió. ―Tu tampoco estarás sola en esa residencia, Abbey. Yo te cuidaré también. ― Se acercó a su mejilla y dejó un besito, quería ir ya a hablar con Mirtle y contarle todo lo que había hablado con Abbey hoy.
"Una hermana mayor". Con tal de salir del orfanato le daba igual si Abbey no quería ser su mamá, era mejor su hermana mayor que cualquier otra cosa. Se volvió a sentar para terminarse el helado ya medio derretido y la miró sonriendo, estaba realmente contento. ―¿Sabes? Me alegro de haber venido hoy. Ha sido muy chachi encontrarte.― Volvió la vista a su helado y se lo terminó lo más rápido que pudo, pero vió como en su plato, se había quedado bastante derretido. Hizo una mueca y comenzó a lamer el plato, como hacían los perritos.
Una vez terminado se volvió a poner al lado de Abbey para marcharse. La miró cuando esta comenzó a hablar de nuevo y sonrió. ―Tu tampoco estarás sola en esa residencia, Abbey. Yo te cuidaré también. ― Se acercó a su mejilla y dejó un besito, quería ir ya a hablar con Mirtle y contarle todo lo que había hablado con Abbey hoy.
Jesse Downey- Humano Clase Baja
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Re: No hay nada que un helado no pueda arreglar. Privado
Sé que cumplirás tu promesa porque yo haré lo mismo contigo.
El pequeño captaba su atención inconscientemente. El helado y su compañía, alegraron la tarde de la joven Appleby. Todos esos momentos en los que respiraba libertad, esperaba al menos, un regalo … algo a lo que aferrarse pues cuando volvía a esas cuatro paredes, nada tendría sentido. Una heladería, en el centro de Paris, acababa de ser espectadora de el pacto que se habían hecho mutuamente. Cada uno iba a cuidar del otro y ella…¿lo conseguiría? Apenas pudo entablar ciertas relaciones en la ciudad, encajar en ese lugar repleto de personas diferentes y muchas…sin sentido.
-Me lo creo. ¿Lo sabes porque te has llevado alguna lavada extra? -se echó a reír igual que él, en voz baja, manteniendo aquella sonrisa que escondía desde hacía demasiado tiempo. pocas personas la podían haber apreciado, la guardaba con llave hasta ese preciso momento.
¿Hermana mayor? Siempre fue la pequeña, tuvo que cuidarse sola. ¿Por qué no podría cuidar de Jesse? Sabría lo que necesitaba y no era otra cosa que sacarlo de la calle, pulirlo porque en él, vio algo innato… un diamante que brillaba por sí solo, solo había que limpiarlo un poco más. rió al ver que el helado se le había derretido por la charla, sintiéndose un tanto culpable, pobre muchacho.
-Chachi. Qué palabra más rara. Supongo que eso significa que es bueno ¿no? -sonrió, parpadeando un tanto, riendo de lo más divertida al verle limpiar el plato con la lengua. En su caso, hubiese hecho lo mismo, no iba a regañarle por algo que … simplemente era digno de ver y ella misma haría -Has merendado como mejor no lo has hecho en tu vida eh, yo igual. Antes de volver, te compraré algo para que cenes y mañana el señor Milles irá por ti al orfanato. No le hagas correr que ya me encargo yo de eso , lo necesitas para llevarte a la residencia , te esperaré allí…a mí no me dejan salir
La sonrisa desapareció de golpe, aprovechando el silencio para acabar su helado y terminar por suspirar. Sus ojos azules, se entrecerraron a algo que no esperó que le dijese. Una frase que oyó de otros labios. La inocencia del pequeño la conmovió, quería creer eso, de que ya no estaría sola pero poco se iba haciendo a la idea de que si no eras tú tu propio compañero de viaje, nadie iba a acompañarte.
-Jesse… -pero no pudo decir nada, aquel beso la pilló desprevenida y lo único que atinó fue a revolverle el cabello, tomándole del mentón con dos de sus dedos -Gracias -se levantó de la silla, ofreciéndole su mano, de nuevo las miradas se centraron en ellos y Abbey, apretó con fuerza la mano ajena…desde ese segundo supo que ya nada podría ser lo mismo.
El pequeño captaba su atención inconscientemente. El helado y su compañía, alegraron la tarde de la joven Appleby. Todos esos momentos en los que respiraba libertad, esperaba al menos, un regalo … algo a lo que aferrarse pues cuando volvía a esas cuatro paredes, nada tendría sentido. Una heladería, en el centro de Paris, acababa de ser espectadora de el pacto que se habían hecho mutuamente. Cada uno iba a cuidar del otro y ella…¿lo conseguiría? Apenas pudo entablar ciertas relaciones en la ciudad, encajar en ese lugar repleto de personas diferentes y muchas…sin sentido.
-Me lo creo. ¿Lo sabes porque te has llevado alguna lavada extra? -se echó a reír igual que él, en voz baja, manteniendo aquella sonrisa que escondía desde hacía demasiado tiempo. pocas personas la podían haber apreciado, la guardaba con llave hasta ese preciso momento.
¿Hermana mayor? Siempre fue la pequeña, tuvo que cuidarse sola. ¿Por qué no podría cuidar de Jesse? Sabría lo que necesitaba y no era otra cosa que sacarlo de la calle, pulirlo porque en él, vio algo innato… un diamante que brillaba por sí solo, solo había que limpiarlo un poco más. rió al ver que el helado se le había derretido por la charla, sintiéndose un tanto culpable, pobre muchacho.
-Chachi. Qué palabra más rara. Supongo que eso significa que es bueno ¿no? -sonrió, parpadeando un tanto, riendo de lo más divertida al verle limpiar el plato con la lengua. En su caso, hubiese hecho lo mismo, no iba a regañarle por algo que … simplemente era digno de ver y ella misma haría -Has merendado como mejor no lo has hecho en tu vida eh, yo igual. Antes de volver, te compraré algo para que cenes y mañana el señor Milles irá por ti al orfanato. No le hagas correr que ya me encargo yo de eso , lo necesitas para llevarte a la residencia , te esperaré allí…a mí no me dejan salir
La sonrisa desapareció de golpe, aprovechando el silencio para acabar su helado y terminar por suspirar. Sus ojos azules, se entrecerraron a algo que no esperó que le dijese. Una frase que oyó de otros labios. La inocencia del pequeño la conmovió, quería creer eso, de que ya no estaría sola pero poco se iba haciendo a la idea de que si no eras tú tu propio compañero de viaje, nadie iba a acompañarte.
-Jesse… -pero no pudo decir nada, aquel beso la pilló desprevenida y lo único que atinó fue a revolverle el cabello, tomándole del mentón con dos de sus dedos -Gracias -se levantó de la silla, ofreciéndole su mano, de nuevo las miradas se centraron en ellos y Abbey, apretó con fuerza la mano ajena…desde ese segundo supo que ya nada podría ser lo mismo.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: No hay nada que un helado no pueda arreglar. Privado
Jesse se rió en voz baja, recordando las veces que la señorita Mirtle le había lavado literalmente la boca con jabón, aunque no muchas, aún recordaba el desagradable sabor. Aunque sabía de Jacob, un niño muy mal hablado que siempre todas las noches acababa con la boca llena. ¿Eso estaba permitido? ¿No era tóxico? Ningún niño había enfermado por la ingesta de jabón, pero... Ese niño más de una vez había salido del baño de un color extraño, tirando al amarillo. Miró a Abbey y agachó la mirada. ―Es un secreto.― Le sacó la lengua.
Arrugó la nariz ante la pregunta de la chica rubia. ¿No sabía el significado de la palabra chachi? Era algo muy común en el orfanato, quizás solo se dijese allí. ―Sí, es como decir "Que chulo" "Que agradable" "Que bueno" algo así. ― ¿Cómo lo dirían los mayores? Que bueno era apropiado para ellos, si eran personas serias y aburridas, pero Abbey no parecía ser así, así que ella debía de decir la palabra chachi. ―Tienes que decir la palabra Chachi a partir de ahora. Es algo muy bueno.― ¿Le iba a comprar cena? Ellos cenaban en el orfanato, aunque siempre era lo mismo, pero no era un chico quejicoso, así que se lo hizo saber. ―No hace falta Abbey, nos dan de cenar, no nos matan de hambre, aunque lo parezca.― Las raciones de comida dejaban mucho que desear, un cazo de sopa, un cazo de guisado, un vaso de leche o agua y un currusco de pan. Nada más ni nada menos. Por eso siempre Jesse se solía comprar golosinas para comerlas antes de dormir. ― ¿Por qué no te dejan salir? ¿Qué haces aquí entonces? ¿Te has escapado?― Era un niño muy curioso, por lo que no pudo evitar preguntar.
Le dedicó una de sus mejores sonrisas y le agarró la mano con fuerza, era la primera vez que se sentía unido verdaderamente a alguien a parte de Tommy, por suerte, Abbey era una persona real, que iba a cambiar la vida del pequeño y a la vez, la suya.
Arrugó la nariz ante la pregunta de la chica rubia. ¿No sabía el significado de la palabra chachi? Era algo muy común en el orfanato, quizás solo se dijese allí. ―Sí, es como decir "Que chulo" "Que agradable" "Que bueno" algo así. ― ¿Cómo lo dirían los mayores? Que bueno era apropiado para ellos, si eran personas serias y aburridas, pero Abbey no parecía ser así, así que ella debía de decir la palabra chachi. ―Tienes que decir la palabra Chachi a partir de ahora. Es algo muy bueno.― ¿Le iba a comprar cena? Ellos cenaban en el orfanato, aunque siempre era lo mismo, pero no era un chico quejicoso, así que se lo hizo saber. ―No hace falta Abbey, nos dan de cenar, no nos matan de hambre, aunque lo parezca.― Las raciones de comida dejaban mucho que desear, un cazo de sopa, un cazo de guisado, un vaso de leche o agua y un currusco de pan. Nada más ni nada menos. Por eso siempre Jesse se solía comprar golosinas para comerlas antes de dormir. ― ¿Por qué no te dejan salir? ¿Qué haces aquí entonces? ¿Te has escapado?― Era un niño muy curioso, por lo que no pudo evitar preguntar.
Le dedicó una de sus mejores sonrisas y le agarró la mano con fuerza, era la primera vez que se sentía unido verdaderamente a alguien a parte de Tommy, por suerte, Abbey era una persona real, que iba a cambiar la vida del pequeño y a la vez, la suya.
Jesse Downey- Humano Clase Baja
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Re: No hay nada que un helado no pueda arreglar. Privado
Alguien quien es capaz de sacarte una sonrisa, cambiar tu vida.
La risa de la joven Appleby, resonó en toda la estancia. Qué divertido era oírle expresarse, la palabra chachi y su significado, le convenció para ser utilizado en su idioma cotidiano. Abbey tampoco es que se expresase como una de esas chicas de alta cuna, siempre fue así y así sería, pues ¿qué le iba a quedar entonces de su propia esencia? Sonrió al pequeño, pensando en una frase a la que añadirle la palabra .
-Pruebo a utilizarla, a ver… -miró hacia el techo, pensativa y añadió -Ha sido…”chachi” comerme un helado contigo ¿vale? porque puedo estar toda la tarde intentándolo, no desisto en algo que deseo -volvía su ímpetu, su inquebrantable afán por conseguir lo que se propusiese, si algo quería lo conseguía -Más que algo bueno, sería chachi. Eres chachi -le guiñó un ojo , sonriendo con complicidad al pequeño.
-Iba a comprarte el postre. El chocolate para antes de dormir pero si no lo quieres… será chachi pues -sonrió, sonrisa que se congeló cuando le preguntó lo último -No me dejan salir porque no m he portado bien. Siempre hago lo que me da la gana, no hago caso pero es que son unos muermos todos , siempre con obligaciones y nada divertido … la palabra divertido y chachi la tendrías prohibida allí pero como estaré yo…tranquilo -sonrió de medio lado, apretando su mano pero sin responder a la otra pregunta.
-Me he escapado muchas veces, hoy era mi tarde libre así que espero que al menos me den de cenar -sonrió de medio lado, caminando con él como si fuese uno más de su clase, no le importaba para nada que les fuesen como el cuento a su familia -A partir de ahora, serás parte de mi familia, como mi hermano…. ¿Sabes lo que eso significa? Ya no estarás solo nunca más… -
Los pasos de ambos, se dirigieron hacia el orfanato, solo a las puertas en donde se detuvo y lo miró significativamente, hablaría con esa mujer y finalmente… lo sacaría de allí. le sonrió, en silencio, ya le había dicho todo lo que le tenía que decir y ahora le tocaba despedirse pero ¿cómo? Nunca se había despedido de un niño y con esa complicidad tampoco sabía cómo.
-Sé bueno. Pronto estarás comiendo helado de vainilla -le guiñó un ojo y se giró, volviendo a su cárcel, a su tortura… esperaba que al menos eso hiciese que fuese más llevadero.
La risa de la joven Appleby, resonó en toda la estancia. Qué divertido era oírle expresarse, la palabra chachi y su significado, le convenció para ser utilizado en su idioma cotidiano. Abbey tampoco es que se expresase como una de esas chicas de alta cuna, siempre fue así y así sería, pues ¿qué le iba a quedar entonces de su propia esencia? Sonrió al pequeño, pensando en una frase a la que añadirle la palabra .
-Pruebo a utilizarla, a ver… -miró hacia el techo, pensativa y añadió -Ha sido…”chachi” comerme un helado contigo ¿vale? porque puedo estar toda la tarde intentándolo, no desisto en algo que deseo -volvía su ímpetu, su inquebrantable afán por conseguir lo que se propusiese, si algo quería lo conseguía -Más que algo bueno, sería chachi. Eres chachi -le guiñó un ojo , sonriendo con complicidad al pequeño.
-Iba a comprarte el postre. El chocolate para antes de dormir pero si no lo quieres… será chachi pues -sonrió, sonrisa que se congeló cuando le preguntó lo último -No me dejan salir porque no m he portado bien. Siempre hago lo que me da la gana, no hago caso pero es que son unos muermos todos , siempre con obligaciones y nada divertido … la palabra divertido y chachi la tendrías prohibida allí pero como estaré yo…tranquilo -sonrió de medio lado, apretando su mano pero sin responder a la otra pregunta.
-Me he escapado muchas veces, hoy era mi tarde libre así que espero que al menos me den de cenar -sonrió de medio lado, caminando con él como si fuese uno más de su clase, no le importaba para nada que les fuesen como el cuento a su familia -A partir de ahora, serás parte de mi familia, como mi hermano…. ¿Sabes lo que eso significa? Ya no estarás solo nunca más… -
Los pasos de ambos, se dirigieron hacia el orfanato, solo a las puertas en donde se detuvo y lo miró significativamente, hablaría con esa mujer y finalmente… lo sacaría de allí. le sonrió, en silencio, ya le había dicho todo lo que le tenía que decir y ahora le tocaba despedirse pero ¿cómo? Nunca se había despedido de un niño y con esa complicidad tampoco sabía cómo.
-Sé bueno. Pronto estarás comiendo helado de vainilla -le guiñó un ojo y se giró, volviendo a su cárcel, a su tortura… esperaba que al menos eso hiciese que fuese más llevadero.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/03/2011
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Re: No hay nada que un helado no pueda arreglar. Privado
La risa de la Abbey hizo reír también al pequeño Jesse, y podía imaginar cómo se estaban viendo los dos. La gente los estaría calificando como unos locos, riéndose en medio de una heladería. Pero así eran ellos, espontáneos, y a ninguno le importaba demasiado que pensasen la gente de ellos. Una era rica y el otro era pobre, ninguno tenía nada que perder. ― Tú eres chachi, Abbey. ― Le devolvió el guiño de ojos riendo un poco más. Aún tenía más palabras que enseñarle pero se las diría más adelante, cuando estuviesen en un sitio más privado, no quería que sus palabras fuesen compartidas por gente desconocida y extraña. Sus palabras eran importantes para él.
Abrió los ojos mucho, demasiado, como si se le fuesen a salir de las órbitas. ¡Claro que quería chocolate para después de cenar! Agarro la mano de abbey y tiró de ella, le estaba dando la desesperación de los niños. ―¡Si quiero Abbey! Cómprame chocolate para después por favor! ― Estaba incluso al borde del llanto, si tenía que llorar para conseguir lo que quería, lo haría. Era un gran actor, podía llorar con mucha facilidad cuando se lo proponía. Escuchó con atención las palabras de la rubia y asintió. ―Oh, vaya. Yo siempre intento portarme bien, aunque a veces no lo hago… Seguro que tu también intentas portarte bien. ― Sonrió y salieron del local de la mano.
“Ya nunca estarás solo” Esas palabras sonaban demasiado bien a los oídos del pequeño. Tommy seguro que se ponía contento de cambiar de lugar en el que dormir y de tener algo a lo que llamar familia y Jesse también. Siempre se había preguntado cómo era eso, tener a alguien a quién abrazar cuando te sentías solos y que te dejase besos por todas partes. Llegaron a las puertas del orfanato y dejó un beso en su mejilla antes de entrar dentro. ―Nos vemos pronto, Abbey. ― No dijo nada más y subió las escaleras corriendo. Estaba lleno de nuevas ilusiones y promesas.
Abrió los ojos mucho, demasiado, como si se le fuesen a salir de las órbitas. ¡Claro que quería chocolate para después de cenar! Agarro la mano de abbey y tiró de ella, le estaba dando la desesperación de los niños. ―¡Si quiero Abbey! Cómprame chocolate para después por favor! ― Estaba incluso al borde del llanto, si tenía que llorar para conseguir lo que quería, lo haría. Era un gran actor, podía llorar con mucha facilidad cuando se lo proponía. Escuchó con atención las palabras de la rubia y asintió. ―Oh, vaya. Yo siempre intento portarme bien, aunque a veces no lo hago… Seguro que tu también intentas portarte bien. ― Sonrió y salieron del local de la mano.
“Ya nunca estarás solo” Esas palabras sonaban demasiado bien a los oídos del pequeño. Tommy seguro que se ponía contento de cambiar de lugar en el que dormir y de tener algo a lo que llamar familia y Jesse también. Siempre se había preguntado cómo era eso, tener a alguien a quién abrazar cuando te sentías solos y que te dejase besos por todas partes. Llegaron a las puertas del orfanato y dejó un beso en su mejilla antes de entrar dentro. ―Nos vemos pronto, Abbey. ― No dijo nada más y subió las escaleras corriendo. Estaba lleno de nuevas ilusiones y promesas.
Jesse Downey- Humano Clase Baja
- Mensajes : 42
Fecha de inscripción : 29/04/2016
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