Vana rosa / libre.

por **Nish Grimm** Jue Mayo 12, 2016 8:47 pm

Ayer naciste, y morirás mañana.
Para tan breve ser, ¿quién te dio vida?
¿Para vivir tan poco estás lucida,
y para no ser nada estás lozana?

Si te engañó tu hermosura vana,
bien presto la verás desvanecida,
porque en tu hermosura está escondida
la ocasión de morir muerte temprana.

Siempre le gustaron las flores. Desde pequeño se sintió atraído por ellas como abeja a la miel. Eran como un iman para sus ojos, como si estuviera bajo alguna clase de hechizo. Su aroma, sus formas y variados colores. Se declaraba amante empedernido de la naturaleza. Era tal su fascinaciön, que poseía un jardín particular con las más extrañas y hermosas flores del mundo. Claro, para eso sí que servía el dinero. Para costear gustos excesivos y otras cosas más.

Aquella tarde tuvo deseos de pasear libremente, dado que el sol brillaba en todo lo alto y el cielo permanecía completamente despejado. Con una sonrisa dibujada en su rostro, se adentró rápudamente entre los pasillos del jardín botánico de la ciudad. Aquel día en particular había poca gente por lo que pudo apreciar la majestuosidad del lugar sin ser molestado. Las aglomeraciones y él no se llevaban. Odiaba los tumultos por sobre todas las cosas.

Estacionó sus pasos delante de una gardenia blanca. Si bien era común, era grande y hermosa. Olfateó su perfume en un par de ocasiones. Cerró los ojos y aspiró profundamente. Se sentí tan bien, que casi podría considerar su aroma a la par de la absenta. Quizás exageraba, pero era demasiado embriagador. Podría pasar todo el día en esa misma posición sin mover un sólo músculo, pues le hacía feliz. Le inundaban los pensamientos positivos.

Oh, pero ¡qué efímera podía ser su vida! Si yo quisiera, podría alcanzar el tallo y trozarlo sin remordimiento alguno y la llevaría a casa para engalanar el centro de mesa. No sentiría remordimirnto alguno, es mas estaría felíz con su compañia. Si bien me gustaba la soledad, no le diría no, a una bella flor como ésa. Pero no... Le dejaría vivir lo que restaba de su tiempo.

Teniendo un olfato agudo, notó la presencia de alguien más a su lado. Enderezó el cuerpo y miró de reojo. Alguien también le había estado observando con mucho interés. Carraspeó. Se sentía bastante incómodo bajo aquella inesperada situación.

por **Romina Di Lorenzo** Lun Mayo 16, 2016 5:33 pm

"Somos tan complicados, nosotros, tan llenos de misteriosos resortes, de resonancias secretas, de alianzas y hostilidades, de encuentros y desencuentros, jugamos un ajedrez casi demoníaco y maravilloso."
— Julio Cortázar

No había saciado mis ganas de conocer París, estar en el burdel todos los días y casi a todas horas era bueno sí, saciaba mis ganas y las de mis clientes sin importar nada más sin embargo desde que llegué de Italia tenía ganas de explorar más allá de las calles parisinas, disfrutar de alguno que otro -por no decir una caja- de macarrones franceses y disfrutar de aquel día soleado que tan temprano me sacó de la cama. Una vez que me aseguré no parecer una prostituta a primera vista me arreglé un poco más para pasar desapercibida entre las francesas de clase media, por suerte tenía suficiente ropa para cambiarme así que no fue problema alguno encontrar una prenda que no fuera tan atrevida y una falta que combinara con esta.

Si bien mi dinero o bueno el poco que tenía se había ido con aquel hombre después de una noche de trabajo tenía suficiente para comprarme cualquier capricho que quisiera; era lo bueno de tener amantes de distintas clases sociales que estuvieran dispuestos a complacerme en todo; aquel día seduje a uno para que me llevara al centro de París, luego de comprarme una caja de macarrones me disculpé con él para poder explorar la ciudad a gusto y me introduje en las calles soleadas para perderme entre la multitud; aquel día y sorprendentemente no tenía intención alguna de seducir a nadie, mi cuerpo se sentía bien, sin esos calores que me provocaba el querer acostarme con alguien, salvo el calor que me provocaba aquellos rayos de sol que le vendrían bien a mi piel extremadamente blanca.

Mis pasos me guiaron hasta un jardín, no pude reconocerlo del todo porque aún, lo peor no fue eso porque la verdad era un sitio digno de admirar pero cuando pretendía meterme por completo en aquel sitio mi zapato se desabrochó logrando que perdiera ligeramente el equilibrio entre el pasto; así busqué un sitio donde pudiera sentarme y arreglar el desperfecto antes de arruinarlos pero pocos segundos después me di cuenta que un hombre estaba a lado de mi; mi mirada sin querer repasó sobre él y luego al notarme descubierta mis mejillas se tornaron rojas por primera vez en mucho tiempo.-Lo siento monsieur, no pretendía molestarle, solo necesito arreglar mi zapato.-musité sin intenciones de otro tipo y subí mi pierna lo suficiente para ver que el broche de mi calzado simplemente se había abierto; con rapidez lo acomodé de nuevlalgo de modales.

por **Nish Grimm** Dom Jun 12, 2016 5:25 pm

Escuché una dulce , frágil y delicada voz a un costado mío, disculpándose a su vez, por sacarme de concentración. Más todo lo contrario. Era afortunado, pues otra flor, más cálida y viva que la anterior, había sido la causante de tal alboroto.

-Madame, no tiene por qué disculparse, no ha sido nada, por el contrario, permítame ayudarle, ya que se encuentra en dificultades. ¿Me permite?

Tanto como si decía sí, como si no, me arrodillé, para alzar cuidadosamente el faldón de su vestido. Tomésu pierna y la deposité sobre una de mis rodillas. Ahí mismo terminé por abrochar su zapato. A veces no podía comprender, cómo es que las damas lograban caminar con semejante vestido y tacones. Pero eso sí, eran una auténtica delicia a la vista, con ese vaivén al caminar por las calles populosas de París.

-Listo. Problema resuelto señorita. Nada que unos dedos hábiles no puedan solventar.

Bajé su pierna, sacudiéndome el polvo que su zapato, había dejado encima. Le sonreí una vez más para relajar el ambiente. Yo estaba de muy buen humor, y eso se transmitía en cada una de mis acciones., premeditadas o casuales, como la anterior.

-¿Ha venido a ver las nuevas especies australianas? - alcé ambas cejas, esperando fervientemente una respuesta positiva. Eran contadas las personas con las que se podían intercambiar puntos de vista, cuando de flores se trataba. Ella parecía una mujer inteligente, aparte de hermosa. Sonreí dándole confianza, ofreciendo mi mano para que pudiera ponerse de pie. -Ésta colección durará algunos pocos días, por lo que si su visita es - como espero- a causa de ésto mismo, permítame felicitarle por tan buen gusto.

Hice una leve reverencia, ante su persona.

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