AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Beautiful apocalypse | Privado
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Beautiful apocalypse | Privado
¡Thaddeus! -Grité molesta y con voz gutural, con el eco de mi voz resonando por entre los árboles y pasadizos del bosque. El sol estaba a punto de ponerse por sobre el horizonte Parisino… y yo ni puta idea tenía de dónde estaba el desgraciado de mi hermano. Lo buscaba porque en cierta parte lo necesitaba; habría luna llena aquella noche y jamás me gustaba transformarme sin mi “manada”, aunque técnicamente tan solo fuéramos los dos. De todas formas, ya acostumbraba a que me dejara sola, pero yo tenía la costumbre de ser una lapa con él.- ¡Thaddeus! -Volví a llamar hacia el bosque, ya comenzando a perder fe en que lo encontraría pues ni rastro de su aroma sentía a esas alturas, por lo que mis pasos por entre las ramas y las rocas mohosas comenzaron a notarse más pesados y perezosos, con el cuerpo que se me balanceaba desganado.- Ah, si serás un, ¡ugh!, ya verás que te dejaré en ayuno un mes completo… -Comencé a murmurar entre dientes, hablando sola como marca del enojo y la frustración que sentía.- ¿Cómo se te ocurre dejarme sola, maldito, justo para la luna llena? Oh, ya verás, te voy a hacer picadillos luego, maldito lobo malagradecido. -Decía en voz alta. Obviamente, no pretendía ni creía realmente lo que decía, sino nada más era la rabia y lo infantil lo que se me salía en las palabras.
Continué caminando y saltando entre rocas y esquivando ramas, adentrándome lo que más podía en el bosque. Si algo había aprendido en las noches que pasaba sola era a valerme por mí misma, por lo que no necesitaba a ese hermano mío para poder aguantar una luna llena sin problemas; y es que ya sabía prepararme: llevaba puesta una camisa de lana bien holgada, con un escote que lograba apenas a taparme los senos; además, llevaba una mochila de cuero con ropas de cambio para el día siguiente; y finalmente, mi juguete favorito, mi arco y mis flechas colgaban de mi hombro derecho. El plan era simple, tan solo debía encontrar un buen escondite, algún lugar donde guardar mi mochila y mis cosas, de modo que al día siguiente cuando despertara desnuda en la mitad del bosque, lo único que debía hacer era buscar aquel punto exacto donde dejé mis cosas para poder vestirme y volver como si nada a la ciudad. ¿Y cómo lo encontraría? Con el olfato, claro. Justo cuando pasé por sobre un pequeño riachuelo que era tan ancho como la cola de una lagartija, encontré una madriguera abandonada de algún animal.
Perfecto. -Dije mientras me acercaba, dejando mi arco y la aljaba a un lado en el suelo rocoso y mohoso, para luego quitarme la mochila. Me agaché en cunclillas para despejar un poco la entrada de la pequeña cuevita que estaba a los pies de un árbol, entre sus raíces, removiendo un poco la tierra para agrandarla. Deposité entonces mi mochila allí dentro y la tapé cuidadosamente con un poco de tierra y unas ramas, de modo que no se viera. Ahora solo yo sabía su ubicación y podría encontrarla gracias a mi olfato, ya que las ropas que guardaba allí estaban ligeramente perfumadas. Me puse entonces de pie, arreglando la camisa para que me tapara los pechos que se salían al ser la prenda tan holgada... y es que aquello tenía una función: era lo suficientemente grande para que no se rompiera cuando me transformara, así cuando volviera a mi forma humana, no estaría del todo desnuda, asumiendo claro que no la destrozaría, como me había pasado ya algunas veces. Miré hacia el cielo que comenzaba a oscurecer, pero que aún no mostraba la luna llena.
Muy bien, perra, te estoy esperando. Puedes venir y sacar lo peor de mi cuando quieras. -Dije malhumorada, hablándole a la luna como si fuera una loca. Tomé entonces mi arco y me coloqué nuevamente la aljaba, pensando en buscar divertirme mientras que finalmente se hacía la noche. Así, me puse a caminar sigilosamente por los alrededores a mi mochila para buscar aves en las copas de los árboles, esperando el momento preciso para dispararle a una; sin embargo, tenía ya el arco tenso y la flecha por disparar cuando sentí el aroma de un mortal cerca mío, seguido de el sonido de una rama rompiéndose. Giré el arco en aquella dirección, atenta y a la defensiva.- ¿Quién anda ahí? -Alcé la voz, pues no me gustaban las sorpresas y, además, no me gustaba la compañía de un simple humano cuando estaba por transformarme.
Continué caminando y saltando entre rocas y esquivando ramas, adentrándome lo que más podía en el bosque. Si algo había aprendido en las noches que pasaba sola era a valerme por mí misma, por lo que no necesitaba a ese hermano mío para poder aguantar una luna llena sin problemas; y es que ya sabía prepararme: llevaba puesta una camisa de lana bien holgada, con un escote que lograba apenas a taparme los senos; además, llevaba una mochila de cuero con ropas de cambio para el día siguiente; y finalmente, mi juguete favorito, mi arco y mis flechas colgaban de mi hombro derecho. El plan era simple, tan solo debía encontrar un buen escondite, algún lugar donde guardar mi mochila y mis cosas, de modo que al día siguiente cuando despertara desnuda en la mitad del bosque, lo único que debía hacer era buscar aquel punto exacto donde dejé mis cosas para poder vestirme y volver como si nada a la ciudad. ¿Y cómo lo encontraría? Con el olfato, claro. Justo cuando pasé por sobre un pequeño riachuelo que era tan ancho como la cola de una lagartija, encontré una madriguera abandonada de algún animal.
Perfecto. -Dije mientras me acercaba, dejando mi arco y la aljaba a un lado en el suelo rocoso y mohoso, para luego quitarme la mochila. Me agaché en cunclillas para despejar un poco la entrada de la pequeña cuevita que estaba a los pies de un árbol, entre sus raíces, removiendo un poco la tierra para agrandarla. Deposité entonces mi mochila allí dentro y la tapé cuidadosamente con un poco de tierra y unas ramas, de modo que no se viera. Ahora solo yo sabía su ubicación y podría encontrarla gracias a mi olfato, ya que las ropas que guardaba allí estaban ligeramente perfumadas. Me puse entonces de pie, arreglando la camisa para que me tapara los pechos que se salían al ser la prenda tan holgada... y es que aquello tenía una función: era lo suficientemente grande para que no se rompiera cuando me transformara, así cuando volviera a mi forma humana, no estaría del todo desnuda, asumiendo claro que no la destrozaría, como me había pasado ya algunas veces. Miré hacia el cielo que comenzaba a oscurecer, pero que aún no mostraba la luna llena.
Muy bien, perra, te estoy esperando. Puedes venir y sacar lo peor de mi cuando quieras. -Dije malhumorada, hablándole a la luna como si fuera una loca. Tomé entonces mi arco y me coloqué nuevamente la aljaba, pensando en buscar divertirme mientras que finalmente se hacía la noche. Así, me puse a caminar sigilosamente por los alrededores a mi mochila para buscar aves en las copas de los árboles, esperando el momento preciso para dispararle a una; sin embargo, tenía ya el arco tenso y la flecha por disparar cuando sentí el aroma de un mortal cerca mío, seguido de el sonido de una rama rompiéndose. Giré el arco en aquella dirección, atenta y a la defensiva.- ¿Quién anda ahí? -Alcé la voz, pues no me gustaban las sorpresas y, además, no me gustaba la compañía de un simple humano cuando estaba por transformarme.
Reaper- Licántropo Clase Media
- Mensajes : 21
Fecha de inscripción : 21/04/2016
Re: Beautiful apocalypse | Privado
Aquella noche era perfecta para salir a cazar y poder tener algo de diversión, hacía unas semanas que había salido solo de noche –la última vez, en realidad- y lo que me deparó aquella noche ni siquiera podría haberlo previsto. Me había encontrado con otra cazadora, una a la que le faltaba mucho por aprender de aquel oscuro y siniestro mundo, entrelazando nuestros caminos aquella noche de una manera que jamás llegué a sospechar. Al final me había conducido a la boca del lobo pensando que ella podía tener una información muy valiosa para mí; la búsqueda de una pareja de licántropos, aquellos que había deseado matar durante muchos años, desde que era joven.
Finalmente las cosas no habían salido como esperaba, nos habíamos metido en la boca del lobo y casi sus afilados colmillos nos rasgaron la piel. Salimos ilesos y vivos de milagros por los tejados de las casas de París, hasta que finalmente logramos perderles la vista. Había querido matarla en aquel momento cuando los despistamos, pero algo dentro de mí que no supe qué era me lo impidió. Desde entonces había quedado con ella un par de noches para cazar, pero esa noche… era solamente mía.
Miré todas las armas que tenía encima de la mesa y las limpié y preparé una a una, era una manía que había cogido desde que era cazador y que siempre hacía antes de salir a cazar, eran mis herramientas, por lo tanto debía de mantenerlas bien cuidadas y preparadas… no podía dejar nada al azar. Me guardé las dos dagas pequeñas en la funda detrás de los muslos escondidas a la vista, las otras dos algo más grandes a los costados de mí cadera, y finalmente, pasé a limpiar y revisar cada una de las flechas que iba a utilizar esa noche.
Me gustaban porque la punta estaba recubierta con plata algo que iba a ser muy útil para esta noche, que sería luna llena, y donde encontraría algún lobo que matar. Sonreí ladino ante la idea, por fin iba a poder cazar aquella noche a solas sin tener que estar pendiente de Astrid y que no la mataran, siempre había odiado cazar con alguien y aquella noche iba a estar libre de preocupaciones. Reí ante aquello y pasé a guardar las virutas en el carcaj antes de limpiar y comprobar la ballesta. Una vez que tuve todo listo, vestido de negro como la misma noche, me puse aquella cazadora algo más ligera de cuero negro, me enfundé a la espalda la ballesta siempre cargada con una viruta pero con el seguro puesto, y salí hacia la noche y la espesura del bosque. Seguramente tuviera suerte y encontraría algún lobo merodeando por la zona.
No tardé mucho en llegar y lo primero que hice fue coger la ballesta entre mis manos, al más mínimo movimiento que viera no dudaría en disparar. La velocidad y la rapidez eran factores cruciales si querías asestar el primer golpe, y nada como estar totalmente preparado para darlo; si encontraba algún licántropo no quería que me diera a mí la sorpresa… más bien, quería dársela yo. Comencé a andar por el bosque la luna llena pronto se alzaría en todo su esplendor e iluminaría el cielo y el lugar con su particular luz. Todavía quedaba un poco para que eso pasara, pero quería llegar antes y encontrar a mí presa… sino la diversión sería mucho menor y no era lo que estaba buscando.
Siempre había odiado a los licántropos, mucho más, desde que aquella pareja mataron a mis padres y nos dejaron solos a mí y a mí hermana, vagando por el mundo. Por suerte nuestro tío nos acogió en su casa y yo siempre tuve pesadillas con aquella bestia que había visto cómo mataba y degollaba a mí padre. Mí hermana nunca lo supo, pero yo sabía bien lo que había visto. Y no tardé mucho tiempo en que mí tío me contaran que ambos habían sido cazadores, ya retirados, y que aquello no era un simple lobo… algo que yo ya intuía. Odiaba a todos los seres sobrenaturales, pero en especial, a ellos. No podía soportarlo y la simple idea de matar a uno esa noche me regocijaba con ello sintiendo el monstruo de mí interior danzando y clamando por sangre, y venganza.
Escuché la voz de una mujer que procedía de unos de mis costados y, con sigilo, me acerqué hasta donde procedía la voz. Me acerqué despacio midiendo lo que pudiera encontrarme y preparado para disparar si hacía falta. Rezaba porque fuese una licántropo porque sino no sería divertido del todo. Su voz, clara y limpia, llegó hasta mis oídos dándome a entender que me había escuchado y, con una sonrisa torcida, salí apuntándola con la ballesta mientras la miraba a ella, a su vez, apuntándome con su arco. No tuve duda alguna de que podía serlo, sino, ¿cómo si no me había podido escuchar cuando había sido totalmente silencioso y sigiloso? No era un vampiro tampoco, así que las opciones se reducían dándome con la que realmente quería.
-Alguien que puede matarte como le des las razones adecuadas para ello. O no, simplemente si me diera la gana apretaría el gatillo y te dispararía… pero no sería divertido que acabara la fiesta tan rápido –sonreí ladino, divertido por aquello- Tengo curiosidad por saber si… mi flecha te haría el daño que creo que así sería –lo decía por la plata, y la observé atento a sus reacciones ante la mención de la flecha sabiendo que sin duda miraría… pero no le bastaba para mirar la flecha para saber que llevaba plata, estaba convencido de que ella ya la había olido- ¿No es algo extraño, y maravilloso, que algo que os hace transformaros sin poder evitarlo como la luz de la luna, sea del mismo color que el elemento que os mata? –Reí de forma algo siniestra, la luz nacarada de la luna era del mismo color que la plata- Irónico, ¿no te parece? –los dos estábamos en jaque, y el que diera el primer movimiento en falso… moriría.
Finalmente las cosas no habían salido como esperaba, nos habíamos metido en la boca del lobo y casi sus afilados colmillos nos rasgaron la piel. Salimos ilesos y vivos de milagros por los tejados de las casas de París, hasta que finalmente logramos perderles la vista. Había querido matarla en aquel momento cuando los despistamos, pero algo dentro de mí que no supe qué era me lo impidió. Desde entonces había quedado con ella un par de noches para cazar, pero esa noche… era solamente mía.
Miré todas las armas que tenía encima de la mesa y las limpié y preparé una a una, era una manía que había cogido desde que era cazador y que siempre hacía antes de salir a cazar, eran mis herramientas, por lo tanto debía de mantenerlas bien cuidadas y preparadas… no podía dejar nada al azar. Me guardé las dos dagas pequeñas en la funda detrás de los muslos escondidas a la vista, las otras dos algo más grandes a los costados de mí cadera, y finalmente, pasé a limpiar y revisar cada una de las flechas que iba a utilizar esa noche.
Me gustaban porque la punta estaba recubierta con plata algo que iba a ser muy útil para esta noche, que sería luna llena, y donde encontraría algún lobo que matar. Sonreí ladino ante la idea, por fin iba a poder cazar aquella noche a solas sin tener que estar pendiente de Astrid y que no la mataran, siempre había odiado cazar con alguien y aquella noche iba a estar libre de preocupaciones. Reí ante aquello y pasé a guardar las virutas en el carcaj antes de limpiar y comprobar la ballesta. Una vez que tuve todo listo, vestido de negro como la misma noche, me puse aquella cazadora algo más ligera de cuero negro, me enfundé a la espalda la ballesta siempre cargada con una viruta pero con el seguro puesto, y salí hacia la noche y la espesura del bosque. Seguramente tuviera suerte y encontraría algún lobo merodeando por la zona.
No tardé mucho en llegar y lo primero que hice fue coger la ballesta entre mis manos, al más mínimo movimiento que viera no dudaría en disparar. La velocidad y la rapidez eran factores cruciales si querías asestar el primer golpe, y nada como estar totalmente preparado para darlo; si encontraba algún licántropo no quería que me diera a mí la sorpresa… más bien, quería dársela yo. Comencé a andar por el bosque la luna llena pronto se alzaría en todo su esplendor e iluminaría el cielo y el lugar con su particular luz. Todavía quedaba un poco para que eso pasara, pero quería llegar antes y encontrar a mí presa… sino la diversión sería mucho menor y no era lo que estaba buscando.
Siempre había odiado a los licántropos, mucho más, desde que aquella pareja mataron a mis padres y nos dejaron solos a mí y a mí hermana, vagando por el mundo. Por suerte nuestro tío nos acogió en su casa y yo siempre tuve pesadillas con aquella bestia que había visto cómo mataba y degollaba a mí padre. Mí hermana nunca lo supo, pero yo sabía bien lo que había visto. Y no tardé mucho tiempo en que mí tío me contaran que ambos habían sido cazadores, ya retirados, y que aquello no era un simple lobo… algo que yo ya intuía. Odiaba a todos los seres sobrenaturales, pero en especial, a ellos. No podía soportarlo y la simple idea de matar a uno esa noche me regocijaba con ello sintiendo el monstruo de mí interior danzando y clamando por sangre, y venganza.
Escuché la voz de una mujer que procedía de unos de mis costados y, con sigilo, me acerqué hasta donde procedía la voz. Me acerqué despacio midiendo lo que pudiera encontrarme y preparado para disparar si hacía falta. Rezaba porque fuese una licántropo porque sino no sería divertido del todo. Su voz, clara y limpia, llegó hasta mis oídos dándome a entender que me había escuchado y, con una sonrisa torcida, salí apuntándola con la ballesta mientras la miraba a ella, a su vez, apuntándome con su arco. No tuve duda alguna de que podía serlo, sino, ¿cómo si no me había podido escuchar cuando había sido totalmente silencioso y sigiloso? No era un vampiro tampoco, así que las opciones se reducían dándome con la que realmente quería.
-Alguien que puede matarte como le des las razones adecuadas para ello. O no, simplemente si me diera la gana apretaría el gatillo y te dispararía… pero no sería divertido que acabara la fiesta tan rápido –sonreí ladino, divertido por aquello- Tengo curiosidad por saber si… mi flecha te haría el daño que creo que así sería –lo decía por la plata, y la observé atento a sus reacciones ante la mención de la flecha sabiendo que sin duda miraría… pero no le bastaba para mirar la flecha para saber que llevaba plata, estaba convencido de que ella ya la había olido- ¿No es algo extraño, y maravilloso, que algo que os hace transformaros sin poder evitarlo como la luz de la luna, sea del mismo color que el elemento que os mata? –Reí de forma algo siniestra, la luz nacarada de la luna era del mismo color que la plata- Irónico, ¿no te parece? –los dos estábamos en jaque, y el que diera el primer movimiento en falso… moriría.
Naxel Eblan- Cazador Clase Media
- Mensajes : 235
Fecha de inscripción : 28/02/2016
Re: Beautiful apocalypse | Privado
Al momento en que el hombre apareció por entre los árboles, mi arco giró hacia él inmediatamente y de allí no se volvió a mover ni un solo centímetro o milímetro. Uno de mis ojos estaba cerrado mientras que el otro apuntaba de forma precisa hacia el hombre, lo que de igual manera me permitía observarlo mientras que me apuntaba a mi. Sus palabras, aunque amenazantes, simplemente me entraron por un oído y me salieron por el otro, pues no me asustó ni me preocupó en lo más mínimo que se pusiera a parlotear cuando, en realidad, lo único que me preocupaba era la flecha con punta de plata que ostentaba su ballesta. Lo ignoré por completo mientras hablaba, aunque agradecí que lo hiciera, pues me dio tiempo de pensar y calcular fríamente cuál sería mi curso de acciones. Cuando comentó lo de la similiritud del color de la luna con la plata, me sonreí divertida mientras que aún me mantenía apuntando, nada más buscando perfeccionar mi precisión, pues buscaba un objetivo en específico. Además, aprovecharía que tenía la ventaja de la altura, pues en el montículo en el que me encontraba, tenía la ventaja de apuntar hacia abajo y él la desventaja de apuntar hacia arriba.
Pasaron apenas unos segundos después de las últimas palabras del cazador cuando mi mano derecha finalmente soltó la flecha que apuntaba, la cual quedó rápidamente incrustada en la ballesta ajena, habiendo cortado la cuerda de esta e impidiento que fuera capaz de disparar o de ser de algún uso siquiera. En cuestión de segundos moví mi brazo para poder sacar otra flecha de la aljaba, colocándola en su posición y volviendo a tensar el arco. Entonces, una risa estruendosa se escapó de mis labios.- Disculpa, ¿decías algo? No te escuché ni mierda. -Dije de forma burlesca y con sarcasmo, aún riendo y moviendome apenas para mostrarme relajada y confiada antes tal "amenaza" que era el humano.- Lo siento, es que en lugar de escucharte fanfarronear estaba ocupada con cosas más importantes. ¿Decías algo sobre, no sé, matar? Pppf, ¿a quién y con qué? Anda, repite, cabrón. Dime cómo vas a hacer las cosas ahora, en serio. -Agregué, sonriendo ahora con malicia. Molestarle de aquella forma nada más era parte de mi diversión, aunque algo un poco contraproducente pues, al final, sería mejor no enfadarlo. Pero me valía madres, yo me consideraba un ser poderoso y aquel hombre parlanchín no parecía ser rival digno.
Sin embargo, tampoco era tonta. Ahora mi mirada se preocupaba nada más de examinar a mi contrincante, buscando dónde llevaba sus armas y cuáles eran. Tenía claro que momentos atrás me había delatado a mi misma como la licántropa que era, por lo que no iba a perder tiempo en tratar de convencerle de lo contrario, pues al fin y al cabo, quedaba cuánto, ¿cinco minutos para convertirme? Lo único que debía hacer ahora era aguantar una pelea con aquel hombre por cinco minutos o simplemente posponerla durante cinco minutos. En cualquier caso, en el momento en que me convirtiera, estaba confiada de que sería yo quien saliera victoriosa, pues podría dar uso de mi habilidad más sobreexplotada: mi hermoso y gaudo aullido. Era una lástimas que era mi única habilidad ofensiva, pues las otras poco servían en situaciones así. Aunque, ¿qué importaba? Si el hombre daba un paso adelante, yo daría uno atrás y disparaía el arco y así lo haría hasta que se me acabaran las flechas. No iba a permitir que se me acercara con las dagas que llevaba a sus costados y, ahora que no tenía cómo usar su ballesta, era yo quien tenía la ventaja de poder tener combate de rango.
Me sonreí, como si comenzara desde ya a disfrutar la victoria que tan segura estaba lograría.- Te recomiendo, sinceramente, sacar tu trasero de estos bosques y dejarme en paz. A menos que seas un masoquista y quieras morir descuartizado, claro, porque bien claro tienes a lo que vienes, ¿no? -Dije ahora ya con tono serio y a modo de advertencia. Cualquier movimiento, un solo milímetro, y yo daría paso a la bestia asesina que llevaba adentro No la licántropa, no, esa aún no, sino la que asesinaba conscientemente todos los días.
Pasaron apenas unos segundos después de las últimas palabras del cazador cuando mi mano derecha finalmente soltó la flecha que apuntaba, la cual quedó rápidamente incrustada en la ballesta ajena, habiendo cortado la cuerda de esta e impidiento que fuera capaz de disparar o de ser de algún uso siquiera. En cuestión de segundos moví mi brazo para poder sacar otra flecha de la aljaba, colocándola en su posición y volviendo a tensar el arco. Entonces, una risa estruendosa se escapó de mis labios.- Disculpa, ¿decías algo? No te escuché ni mierda. -Dije de forma burlesca y con sarcasmo, aún riendo y moviendome apenas para mostrarme relajada y confiada antes tal "amenaza" que era el humano.- Lo siento, es que en lugar de escucharte fanfarronear estaba ocupada con cosas más importantes. ¿Decías algo sobre, no sé, matar? Pppf, ¿a quién y con qué? Anda, repite, cabrón. Dime cómo vas a hacer las cosas ahora, en serio. -Agregué, sonriendo ahora con malicia. Molestarle de aquella forma nada más era parte de mi diversión, aunque algo un poco contraproducente pues, al final, sería mejor no enfadarlo. Pero me valía madres, yo me consideraba un ser poderoso y aquel hombre parlanchín no parecía ser rival digno.
Sin embargo, tampoco era tonta. Ahora mi mirada se preocupaba nada más de examinar a mi contrincante, buscando dónde llevaba sus armas y cuáles eran. Tenía claro que momentos atrás me había delatado a mi misma como la licántropa que era, por lo que no iba a perder tiempo en tratar de convencerle de lo contrario, pues al fin y al cabo, quedaba cuánto, ¿cinco minutos para convertirme? Lo único que debía hacer ahora era aguantar una pelea con aquel hombre por cinco minutos o simplemente posponerla durante cinco minutos. En cualquier caso, en el momento en que me convirtiera, estaba confiada de que sería yo quien saliera victoriosa, pues podría dar uso de mi habilidad más sobreexplotada: mi hermoso y gaudo aullido. Era una lástimas que era mi única habilidad ofensiva, pues las otras poco servían en situaciones así. Aunque, ¿qué importaba? Si el hombre daba un paso adelante, yo daría uno atrás y disparaía el arco y así lo haría hasta que se me acabaran las flechas. No iba a permitir que se me acercara con las dagas que llevaba a sus costados y, ahora que no tenía cómo usar su ballesta, era yo quien tenía la ventaja de poder tener combate de rango.
Me sonreí, como si comenzara desde ya a disfrutar la victoria que tan segura estaba lograría.- Te recomiendo, sinceramente, sacar tu trasero de estos bosques y dejarme en paz. A menos que seas un masoquista y quieras morir descuartizado, claro, porque bien claro tienes a lo que vienes, ¿no? -Dije ahora ya con tono serio y a modo de advertencia. Cualquier movimiento, un solo milímetro, y yo daría paso a la bestia asesina que llevaba adentro No la licántropa, no, esa aún no, sino la que asesinaba conscientemente todos los días.
Reaper- Licántropo Clase Media
- Mensajes : 21
Fecha de inscripción : 21/04/2016
Re: Beautiful apocalypse | Privado
Aquella licántropa me seguía apuntando con su arco mientras yo por el contrario le seguía apuntando con la ballesta. Cierto era que ella tenía mayor posibilidad de darme puesto que estaba en una posición más elevada, tenía más rango de tiro mientras que yo quedaba algo más abajo que ella y eso era una clara desventaja en mí contra. Pero me importaba bien poco, aquella noche ella iba a ser mí presa y ni siquiera ese pequeño contratiempo iba a impedir lo que estaba a punto de pasar.
Ni siquiera se molestó en desmentir o intentar hacerme ver que no era lo que claramente sabía, así que, estaba claro a lo que íbamos a jugar y al baile que íbamos a tener en unos momentos. Tenía que tener cuidado y debía de darme prisa, porque la luna pronto saldría y se transformaría aunque realmente era lo que esperaba. Pero debía de tener una mejor posición para ese momento y trazar un plan alternativo, por lo que pudiera pasar. De momento ninguno de los dos había hecho siquiera movimiento alguno y seguíamos apuntándonos con las armas a ver quién era el que daba el primer paso.
Para mí desgracia el que dio el primer paso no fui yo precisamente, sino que fue ella en un movimiento que no había esperado. Disparó una flecha y, la muy jodida, antes que darme a mí había roto la cuerda de mí ballesta haciendo que la rabia comenzara a apoderarse de mí cuerpo y comenzara a quemar por dentro. Apreté con fuerza la ballesta entre mis manos sabiendo que, al menos, podría tener arreglo pero no en aquel momento y la miré con toda la rabia y la frialdad que mí ser estaba acumulando en mí interior. El demonio y el monstruo en mí interior me pedían y clamaban por sangre y por una clara venganza de lo que había hecho, una que no iba a tardar en hacer acto de presencia.
-He dicho que eres una hija de puta que va a morir esta noche, por mí cortesía –la rabia y la ira, así como la frialdad que siempre me caracterizaba, salieron a flote en aquella frase dejando entrever lo cabreado que estaba con todo aquello. No iba a salir indemne de aquello, eso lo tenía más qué claro. Por suerte llevaba muchas más armas escondidas que ni siquiera ella desde su elevada posición podría ver, armas que serían mí as bajo la manga y que acabarían con ella de una- ¿Quieres que te lo vuelva a repetir? Voy a matarte a ti, y disfrutaré cuando una vez estés convertida en loba… te arranque yo mismo la piel a tiras. Me haré un bonito abrigo con ella –reí de forma siniestra solamente imaginándolo, soltando la ballesta que llevaba anudada con la correa y que cayó sobre mí pecho y vientre. Necesitaba las manos para hacer movimientos rápidos mientras estudiaba mis posibilidades.
Lo que debía de hacer, primero de todo, era desaparecer de su rango de tiro y de visión. Quedaban pocos minutos para que se transformara pero era un blanco demasiado fácil por lo que debía de moverme y alejarme de su alcance. Sonreí de lado por sus últimas palabras y reí haciendo que mí cuerpo vibrara por ello preparo y listo en todo momento mientras ella hablaba y yo estudiaba la zona que me rodeaba. Ya tenía una idea de lo que podía hacer y solo tenía una única posibilidad, lo demás tendría que esperar y aunque tenía ganas de lanzarle una de las dagas para que le atravesara la garganta… primero debía de quitarme la diana que llevaba pintada.
-Uh, tú amenaza ha sido tan dura que me tienes temblando… de la risa. ¿Esas son tus últimas palabras? Bien, porque no pienso irme de este bosque salvo que sea arrastrando tú cuerpo, de loba o humana, fuera de este bosque –y antes de que pudiera hacer nada comencé a correr hacia donde estaba ella subida ya que era como una especie de saliente y que por bajo tenía en forma de curva, como si fuera una pequeña cueva, que me protegería de su rango. Corrí y me lancé por el suelo deslizándome hasta llegar contra la pared, quedando agachado y sacando mis dagas preparadas y listas para la ocasión.
Había escuchado como lanzaba la flecha que llevaba tensada en el arco fallando justo cuando me deslicé por el suelo y llegué justo hasta debajo de ella, sacando las dagas de forma rápida salí mientras ella recargaba de nuevo otra flecha y corriendo hacia donde había un árbol bastante grueso salí de debajo de ella, lanzando la daga que tuvo que esquivar para que no se incrustara en su piel, pensando quizá que era de plata, pero no era así. Aquello me dio la oportunidad de ponerme detrás de aquel árbol en una posición elevada, justo a la misma altura que estaba ella. Suspiré cerrando los ojos durante unos segundos jugando con la daga de plata que tenía entre mis manos. La próxima no fallaría como la anterior vez, me asomé para ver bien y cuando tuve oportunidad lancé la daga que se incrustó justo donde estaba la punta de la flecha en el arco, quedándose ahí donde estaba y, al ser de plata, ella no podría tocarla. Me acerqué corriendo hacia donde estaba ella y me lancé aplacándola tirándola al suelo donde había estado yo antes quitándole el arco y lanzándolo lejos, listo para una pelea cuerpo a cuerpo.
Ni siquiera se molestó en desmentir o intentar hacerme ver que no era lo que claramente sabía, así que, estaba claro a lo que íbamos a jugar y al baile que íbamos a tener en unos momentos. Tenía que tener cuidado y debía de darme prisa, porque la luna pronto saldría y se transformaría aunque realmente era lo que esperaba. Pero debía de tener una mejor posición para ese momento y trazar un plan alternativo, por lo que pudiera pasar. De momento ninguno de los dos había hecho siquiera movimiento alguno y seguíamos apuntándonos con las armas a ver quién era el que daba el primer paso.
Para mí desgracia el que dio el primer paso no fui yo precisamente, sino que fue ella en un movimiento que no había esperado. Disparó una flecha y, la muy jodida, antes que darme a mí había roto la cuerda de mí ballesta haciendo que la rabia comenzara a apoderarse de mí cuerpo y comenzara a quemar por dentro. Apreté con fuerza la ballesta entre mis manos sabiendo que, al menos, podría tener arreglo pero no en aquel momento y la miré con toda la rabia y la frialdad que mí ser estaba acumulando en mí interior. El demonio y el monstruo en mí interior me pedían y clamaban por sangre y por una clara venganza de lo que había hecho, una que no iba a tardar en hacer acto de presencia.
-He dicho que eres una hija de puta que va a morir esta noche, por mí cortesía –la rabia y la ira, así como la frialdad que siempre me caracterizaba, salieron a flote en aquella frase dejando entrever lo cabreado que estaba con todo aquello. No iba a salir indemne de aquello, eso lo tenía más qué claro. Por suerte llevaba muchas más armas escondidas que ni siquiera ella desde su elevada posición podría ver, armas que serían mí as bajo la manga y que acabarían con ella de una- ¿Quieres que te lo vuelva a repetir? Voy a matarte a ti, y disfrutaré cuando una vez estés convertida en loba… te arranque yo mismo la piel a tiras. Me haré un bonito abrigo con ella –reí de forma siniestra solamente imaginándolo, soltando la ballesta que llevaba anudada con la correa y que cayó sobre mí pecho y vientre. Necesitaba las manos para hacer movimientos rápidos mientras estudiaba mis posibilidades.
Lo que debía de hacer, primero de todo, era desaparecer de su rango de tiro y de visión. Quedaban pocos minutos para que se transformara pero era un blanco demasiado fácil por lo que debía de moverme y alejarme de su alcance. Sonreí de lado por sus últimas palabras y reí haciendo que mí cuerpo vibrara por ello preparo y listo en todo momento mientras ella hablaba y yo estudiaba la zona que me rodeaba. Ya tenía una idea de lo que podía hacer y solo tenía una única posibilidad, lo demás tendría que esperar y aunque tenía ganas de lanzarle una de las dagas para que le atravesara la garganta… primero debía de quitarme la diana que llevaba pintada.
-Uh, tú amenaza ha sido tan dura que me tienes temblando… de la risa. ¿Esas son tus últimas palabras? Bien, porque no pienso irme de este bosque salvo que sea arrastrando tú cuerpo, de loba o humana, fuera de este bosque –y antes de que pudiera hacer nada comencé a correr hacia donde estaba ella subida ya que era como una especie de saliente y que por bajo tenía en forma de curva, como si fuera una pequeña cueva, que me protegería de su rango. Corrí y me lancé por el suelo deslizándome hasta llegar contra la pared, quedando agachado y sacando mis dagas preparadas y listas para la ocasión.
Había escuchado como lanzaba la flecha que llevaba tensada en el arco fallando justo cuando me deslicé por el suelo y llegué justo hasta debajo de ella, sacando las dagas de forma rápida salí mientras ella recargaba de nuevo otra flecha y corriendo hacia donde había un árbol bastante grueso salí de debajo de ella, lanzando la daga que tuvo que esquivar para que no se incrustara en su piel, pensando quizá que era de plata, pero no era así. Aquello me dio la oportunidad de ponerme detrás de aquel árbol en una posición elevada, justo a la misma altura que estaba ella. Suspiré cerrando los ojos durante unos segundos jugando con la daga de plata que tenía entre mis manos. La próxima no fallaría como la anterior vez, me asomé para ver bien y cuando tuve oportunidad lancé la daga que se incrustó justo donde estaba la punta de la flecha en el arco, quedándose ahí donde estaba y, al ser de plata, ella no podría tocarla. Me acerqué corriendo hacia donde estaba ella y me lancé aplacándola tirándola al suelo donde había estado yo antes quitándole el arco y lanzándolo lejos, listo para una pelea cuerpo a cuerpo.
Naxel Eblan- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 28/02/2016
Re: Beautiful apocalypse | Privado
La reacción de rabieta por parte del humano me pareció de lo más adorable, sacándome una carcajada burlesca, pero sin desviar la vista de él ni dejando de apuntarle, y luego cuando contestó repitiendo lo que había dicho -y que yo sí había escuchado, pero lo hacía repetir solo para molestarlo- nada más hizo que me sacara una carcajada.- Que te voy a bla bla bla bla bla. Hablas pura mierda, menos mal te ignoré en un principio. -Me burlé de él repitiendo parte de sus palabras y luego simplemente ridiculizándolas, haciendo una imitación burda de su voz y usando un tono que le hiciera parecer retardado mental, porque así creía yo que era.- Si quieres, repítelo todo lo que quieras, eso no hará que se vuelva realidad. -Agregué entonces, volviendo a reírme y burlarme, tratando de sacarle aún más rabia, solo para ver si podía hacerlo; y es que así era yo, me encantaba ser odiosa con la gente solo por deporte, porque era divertido ver cómo a los otros se les enmarcaba la vena y se ponían rojos de rabia. Aunque, debía admitir, este tipo era tan siniestro que probablemente estaba tan loco como yo o mi hermano. Pero, ¿qué importaba? No se saldría con la suya, no señor.
Cuando comenzó a moverse, inmediatamente comencé a soltar flechas, porque recargaba con rapidez y apuntaba de la misma forma, aunque al no poder darle con ninguna llegué a gruñir de molestia. Era un parásito que no se dejaba morir.- ¡¿Y qué tal si mejor te vas arrastrándote tú mismo, imbécil?! -Le grité apenas le perdí de vista, viendo el camino por el cual seguramente iba a aparecerse nuevamente y dando pasos hacia atrás, recargando una nueva flecha para estar preparada. Había escuchado el sonido del metal de las dagas al desenfundarse, por lo que chasqueé los dientes y fruncí los labios. Aquello significaba que no eran de plata, pero no debía arriesgarme. Pensaba aquello cuando sentí entonces que se aparecía por otro costado. Solté la flecha y la esquivó, entonces lanzó una daga y yo la esquivé, momento en el que se me escondió. Cargué el arco nuevamente, sabiendo que ahora me quedaban nada más que tres flechas, y empecé a dar pasos hacia atrás. Si lograba mantenerlo a distancia, quizá lograría darle con alguna de las que me quedaban. Apuntaba hacia donde se escondía a la espera de que se apareciera; sin embargo, cuando lo hizo, al mismo tiempo lanzó una daga hacia mi antes de que yo soltara la cuerda del arco y, al darme cuenta de que aquel puto humano tenía buena puntería, moví el arco de tal forma de que la madera recibiera el ataque en lugar de mi carne, haciendo que la daga quedara incrustada en mi preciada arma.
Miré rápidamente el daño, fijándome que si la sacaba, aún podría usar el arco, pero el problema era que la daga era de plata. La furia entonces se apoderó de mi, haciendo que soltara la flecha y tomara el arco con ambas manos, rompiéndolo por la mitad. Si yo no lo podía usar, entonces tampoco él. Entonces, por haberme distraído, el idiota se lanzó sobre mi, haciendo que cayera de espaldas al suelo, quitándome el arco de paso. Sonreí mientras caía, pues ahora mi arco ya no le serviría a ninguno, era nada más que dos pedazos de madera tallada de forma bonita, unidos por una cuerda que estaba aún intacta. Le miré desde mi posición, usando mis piernas para impulsarme hacia atrás y, con una vuelta hacia atrás, me incorporé sobre mis pies y retrocedí, quitándome ahora la aljaba pero no sin antes haber sacado las últimas dos flechas que habían en ella, rompiéndolas para poder utilizar las puntas como armas.
Así que, de verdad quieres pelear, ¿uh? Te quedan dos minutos para poder matarme, cariño, luego de eso, te volverás sordo. -Dije con voz condescendiente y burlona, llevando mis brazos a los costados a hacer como que sostenía un vestido, haciendo luego el gesto de una reverencia como hacen las señoras de alta alcurnia, con una actitud y una sonrisa que daban a entender de que en realidad no me estaba tomando en serio al hombre.- Sin embargo, mi humilde señor, va a tener que atraparme primero. -Dije y, llevando dos de mis dedos a mi frente y haciendo un gesto de despido, eché a correr por entre los árboles a toda velocidad, saltando cuando era necesario y sabiendo que el otro me seguiría de cerca. En un momento volteé con rapidez a lanzar las puntas de las flechas, pues sabía lanzarlas como que fueran dardos, si yo misma las había fabricado. Supuse que no le daría, tampoco me quedé a mirar, sino que simplemente buscaba que aquello fuera distracción para darme ventaja. Entonces, cuando se dio el momento preciso en el que mi cuerpo comenzó a doler, di un salto y trepé un árbol como si fuera un mono, pues como taladora llevaba toda la vida trepando árboles.
Subí lo que más pude entre las ramas y, aún dándome el momento de ser sensible, me quité las botas y las dejé caer al suelo y, entonces, la luna llena alumbró el bosque con todo su esplendor y mis huesos comenzaron a sonar, mi espalda empezó a desformarse y mis ojos se cerraron en dolor. Con los años que tenía, mis transformaciones se habían vuelto más rápidas -aunque no mucho menos dolorosas como en un principio-, por lo que no tomó mucho para que mi cuerpo aumentara en tamaño y en pelaje y en que ya estuviese lista como la licántropa que era. Mis garras se afirmaban fuertemente a las ramas del árbol. Mi respiración se volvió agitada, mi saliva goteaba por entre mis dientes caninos y caía al suelo de forma grotesca, pero a mi ni me importaba, pues en aquellos momentos había perdido ya mi consciencia humana y era una bestia; una bestia con playera hecha a talla. Entonces, después del aturdimiento de la transformación, mis ojos encontraron al cazador y, en lugar de gruñir de advertencia para que no se acercara, simplemente dejé salir aquel aullido ensordecedor que me caracterizaba. Aullé y aullé tan fuerte y tan agudo como mis habilidades me lo permitían, lanzando incluso saliva en el proceso y no dejando de hacerlo hasta que se me acabara el aire. Entonces, salté a la tierra, acercándome. Quería morderlo, destrozarlo y devorarlo.
Cuando comenzó a moverse, inmediatamente comencé a soltar flechas, porque recargaba con rapidez y apuntaba de la misma forma, aunque al no poder darle con ninguna llegué a gruñir de molestia. Era un parásito que no se dejaba morir.- ¡¿Y qué tal si mejor te vas arrastrándote tú mismo, imbécil?! -Le grité apenas le perdí de vista, viendo el camino por el cual seguramente iba a aparecerse nuevamente y dando pasos hacia atrás, recargando una nueva flecha para estar preparada. Había escuchado el sonido del metal de las dagas al desenfundarse, por lo que chasqueé los dientes y fruncí los labios. Aquello significaba que no eran de plata, pero no debía arriesgarme. Pensaba aquello cuando sentí entonces que se aparecía por otro costado. Solté la flecha y la esquivó, entonces lanzó una daga y yo la esquivé, momento en el que se me escondió. Cargué el arco nuevamente, sabiendo que ahora me quedaban nada más que tres flechas, y empecé a dar pasos hacia atrás. Si lograba mantenerlo a distancia, quizá lograría darle con alguna de las que me quedaban. Apuntaba hacia donde se escondía a la espera de que se apareciera; sin embargo, cuando lo hizo, al mismo tiempo lanzó una daga hacia mi antes de que yo soltara la cuerda del arco y, al darme cuenta de que aquel puto humano tenía buena puntería, moví el arco de tal forma de que la madera recibiera el ataque en lugar de mi carne, haciendo que la daga quedara incrustada en mi preciada arma.
Miré rápidamente el daño, fijándome que si la sacaba, aún podría usar el arco, pero el problema era que la daga era de plata. La furia entonces se apoderó de mi, haciendo que soltara la flecha y tomara el arco con ambas manos, rompiéndolo por la mitad. Si yo no lo podía usar, entonces tampoco él. Entonces, por haberme distraído, el idiota se lanzó sobre mi, haciendo que cayera de espaldas al suelo, quitándome el arco de paso. Sonreí mientras caía, pues ahora mi arco ya no le serviría a ninguno, era nada más que dos pedazos de madera tallada de forma bonita, unidos por una cuerda que estaba aún intacta. Le miré desde mi posición, usando mis piernas para impulsarme hacia atrás y, con una vuelta hacia atrás, me incorporé sobre mis pies y retrocedí, quitándome ahora la aljaba pero no sin antes haber sacado las últimas dos flechas que habían en ella, rompiéndolas para poder utilizar las puntas como armas.
Así que, de verdad quieres pelear, ¿uh? Te quedan dos minutos para poder matarme, cariño, luego de eso, te volverás sordo. -Dije con voz condescendiente y burlona, llevando mis brazos a los costados a hacer como que sostenía un vestido, haciendo luego el gesto de una reverencia como hacen las señoras de alta alcurnia, con una actitud y una sonrisa que daban a entender de que en realidad no me estaba tomando en serio al hombre.- Sin embargo, mi humilde señor, va a tener que atraparme primero. -Dije y, llevando dos de mis dedos a mi frente y haciendo un gesto de despido, eché a correr por entre los árboles a toda velocidad, saltando cuando era necesario y sabiendo que el otro me seguiría de cerca. En un momento volteé con rapidez a lanzar las puntas de las flechas, pues sabía lanzarlas como que fueran dardos, si yo misma las había fabricado. Supuse que no le daría, tampoco me quedé a mirar, sino que simplemente buscaba que aquello fuera distracción para darme ventaja. Entonces, cuando se dio el momento preciso en el que mi cuerpo comenzó a doler, di un salto y trepé un árbol como si fuera un mono, pues como taladora llevaba toda la vida trepando árboles.
Subí lo que más pude entre las ramas y, aún dándome el momento de ser sensible, me quité las botas y las dejé caer al suelo y, entonces, la luna llena alumbró el bosque con todo su esplendor y mis huesos comenzaron a sonar, mi espalda empezó a desformarse y mis ojos se cerraron en dolor. Con los años que tenía, mis transformaciones se habían vuelto más rápidas -aunque no mucho menos dolorosas como en un principio-, por lo que no tomó mucho para que mi cuerpo aumentara en tamaño y en pelaje y en que ya estuviese lista como la licántropa que era. Mis garras se afirmaban fuertemente a las ramas del árbol. Mi respiración se volvió agitada, mi saliva goteaba por entre mis dientes caninos y caía al suelo de forma grotesca, pero a mi ni me importaba, pues en aquellos momentos había perdido ya mi consciencia humana y era una bestia; una bestia con playera hecha a talla. Entonces, después del aturdimiento de la transformación, mis ojos encontraron al cazador y, en lugar de gruñir de advertencia para que no se acercara, simplemente dejé salir aquel aullido ensordecedor que me caracterizaba. Aullé y aullé tan fuerte y tan agudo como mis habilidades me lo permitían, lanzando incluso saliva en el proceso y no dejando de hacerlo hasta que se me acabara el aire. Entonces, salté a la tierra, acercándome. Quería morderlo, destrozarlo y devorarlo.
Reaper- Licántropo Clase Media
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Fecha de inscripción : 21/04/2016
Re: Beautiful apocalypse | Privado
Parecía que estábamos jugando al gato y al ratón porque los dos nos escondíamos e intentábamos atacarnos, sin resultado alguno. Ni ella me había dado ni yo, para mí desgracia, había podido darle a ella. El baile que manteníamos estaba todavía dentro de la línea y ninguno de los dos lo había cruzado, ninguno había dado un paso en falso que podríamos haber aprovechado el otro… y esperaba que ella cometiera aunque fuera un error, porque podría sacar ventaja y aprovecharme de ello como realmente quería. Era lo que andaba buscando, y era precisamente lo que iba a hacer en cuanto me brindara la oportunidad.
Ella llevaba el arco mientras que yo, tras un árbol, tenía que utilizar las dagas puesto que ella me había roto la ballesta, hecho que me hizo gruñir con una rabia incontrolada y que no hizo más que querer arrancarle la piel a tiras en cuanto la tuviera delante de mí, con pasmosa lentitud y con un gran placer que iba a disfrutar enormemente… ella no podía saber cuánto. Desenfundé las dagas y pensé en lo que podría hacer, debía de hacer que dejara de utilizar el arco ya que yo estaba en clara desventaja… así que debía de hacer algo para quitárselo –cosa que era imposible dada la distancia en la que estábamos- o bien romperla. La segunda opción sería sin duda la mejor, y la que debía de hacer.
Aproveché un par de ocasiones y en una que estaba más cerca le lancé una de las dagas que tenía de plata, que ella como había previsto, esquivó tapándose con el arco pero… cuando fue a sacarla se dio cuenta tarde de que estaba de plata, y que no podría tocarla. Me reí desde donde estaba escondido por ello, de forma sardónica, y quedando ella arma de largo alcance tal cual estaba yo… me lancé contra ella, haciendo que cayera al suelo desde la piedra donde estaba subida.
Me levanté con rapidez y me preparé en posición para atacarla o defenderme de sus ataques, ella por su parte había partido dos flechas que tenía y las pensaba utilizar como si fueran dagas… si sabía como hacerlo, iba a resultar factible. Pero en combate cuerpo a cuerpo ambos estábamos equilibrados, ninguno de los dos teníamos ventaja y era algo que tenía que aprovechar. La miré cuando dijo esas palabras y fruncí el ceño.
-Me sobra tiempo para matarte y arrancarte esa piel a tiras como estoy deseando hacer, créeme, será una pena que tenga que matarte antes de poder quitártela –iba a atacarla, abalanzándome de nuevo sobre ella, sin embargo ella pareció que había leído mis intenciones porque comenzó a correr, haciendo que soltara un gruñido por ello, comenzando a correr tras ella para intentar alcanzarla. Debía de darle alcance antes de que la luna comenzara a salir por el horizonte y estuviera en su máximo esplendor, porque sería entonces, cuando se convertiría en loba y la batalla estaría algo más inclinada a su favor. No era idiota y lo sabía, pero también había peleado con muchos lobos y sabía perfectamente cómo eran, y que se dejaban llevar por sus instintos más primarios.
La seguí corriendo con rapidez intentando seguirle el paso todo lo que pude, cuando estaba algo cerca de ella se giró, lanzando las flechas que había roto anteriormente, como si fueran dagas que esquivé sin que ninguna de las dos me rozara, pero aquello me había ralentizado y ahora ella cobraba una ventaja aún mayor. Vi como se subía sobre un árbol y como se quedaba arriba del todo mientras yo llevaba las dagas en la mano, preparado y listo. La luna se mostró al final y fue en ese momento en que contemplé como su cuerpo se retorcía, cómo cambiaba hasta finalmente tomar la forma de un lobo que puso sus ojos sobre los míos.
Y aulló, comenzó a aullar de una forma tan fuerte y poderosa que tuve que llevar las manos a las orejas para taparme e intentar que fuera menor el ruido, pero fue ensordecedor, tanto que estuve como si fuera en una especie de trance durante unos cuantos segundos, en los que perdí el sentido de la orientación de dónde estaba. Me sentía aturdido y tuve que apoyarme contra un árbol para que mí cuerpo no se cayera contra el suelo, mientras intentaba recuperar el sentido de todo.
Ahora más que nunca necesitaba de todos mis sentidos para que estuvieran alerta, ahora más que nunca necesitaba estar atento a cualquier movimiento que diera, porque uno en falso, y acabaría con sus fauces en mí cuello… y era algo que quería evitar a toda costa. Me miró de forma fija, con sus ojos clavados en los míos y pude ver hasta como la saliva le goteaba del hocico… era una loba considerable, que iba a ser dura de matar y lo sabía. Pero no era mí primera vez, y estaba curtido en aquellas batallas. Oí movimiento y cogiendo una de las flechas que me había tirado, con precisión, la lancé hacia donde venía aquel movimiento y… un animalito salió de entre la maleza corriendo a esconderse, huyendo despavorido. No lo pensé dos veces, cogí la otra flecha que se había clavado en el tronco del árbol y la lancé, como si fuera una daga, hacia el animalito que correteaba huyendo… dándole de pleno, haciendo que la sangre inundara el lugar.
Sabía que el lobo, como animal de cacería que era, no podría evitar sentirse atraído por el olor que desprendía aquel animal, hecho que aprovecharía para esconderme y tomar una posición más elevada sabiendo que me encontraría sin lugar a dudas, pero debía de ponerme en una ventaja mayor o podría acabar con mí vida rápidamente, y no era precisamente así como quería que acabaran las cosas. Estando ya en una posición elevada le lancé una de las dagas que rozó su rostro, haciéndole una herida, lo que seguramente le enfurecería aún más mientras yo sonreí de lado. El baile acababa de empezar, y debía de bailar con cuidado.
Ella llevaba el arco mientras que yo, tras un árbol, tenía que utilizar las dagas puesto que ella me había roto la ballesta, hecho que me hizo gruñir con una rabia incontrolada y que no hizo más que querer arrancarle la piel a tiras en cuanto la tuviera delante de mí, con pasmosa lentitud y con un gran placer que iba a disfrutar enormemente… ella no podía saber cuánto. Desenfundé las dagas y pensé en lo que podría hacer, debía de hacer que dejara de utilizar el arco ya que yo estaba en clara desventaja… así que debía de hacer algo para quitárselo –cosa que era imposible dada la distancia en la que estábamos- o bien romperla. La segunda opción sería sin duda la mejor, y la que debía de hacer.
Aproveché un par de ocasiones y en una que estaba más cerca le lancé una de las dagas que tenía de plata, que ella como había previsto, esquivó tapándose con el arco pero… cuando fue a sacarla se dio cuenta tarde de que estaba de plata, y que no podría tocarla. Me reí desde donde estaba escondido por ello, de forma sardónica, y quedando ella arma de largo alcance tal cual estaba yo… me lancé contra ella, haciendo que cayera al suelo desde la piedra donde estaba subida.
Me levanté con rapidez y me preparé en posición para atacarla o defenderme de sus ataques, ella por su parte había partido dos flechas que tenía y las pensaba utilizar como si fueran dagas… si sabía como hacerlo, iba a resultar factible. Pero en combate cuerpo a cuerpo ambos estábamos equilibrados, ninguno de los dos teníamos ventaja y era algo que tenía que aprovechar. La miré cuando dijo esas palabras y fruncí el ceño.
-Me sobra tiempo para matarte y arrancarte esa piel a tiras como estoy deseando hacer, créeme, será una pena que tenga que matarte antes de poder quitártela –iba a atacarla, abalanzándome de nuevo sobre ella, sin embargo ella pareció que había leído mis intenciones porque comenzó a correr, haciendo que soltara un gruñido por ello, comenzando a correr tras ella para intentar alcanzarla. Debía de darle alcance antes de que la luna comenzara a salir por el horizonte y estuviera en su máximo esplendor, porque sería entonces, cuando se convertiría en loba y la batalla estaría algo más inclinada a su favor. No era idiota y lo sabía, pero también había peleado con muchos lobos y sabía perfectamente cómo eran, y que se dejaban llevar por sus instintos más primarios.
La seguí corriendo con rapidez intentando seguirle el paso todo lo que pude, cuando estaba algo cerca de ella se giró, lanzando las flechas que había roto anteriormente, como si fueran dagas que esquivé sin que ninguna de las dos me rozara, pero aquello me había ralentizado y ahora ella cobraba una ventaja aún mayor. Vi como se subía sobre un árbol y como se quedaba arriba del todo mientras yo llevaba las dagas en la mano, preparado y listo. La luna se mostró al final y fue en ese momento en que contemplé como su cuerpo se retorcía, cómo cambiaba hasta finalmente tomar la forma de un lobo que puso sus ojos sobre los míos.
Y aulló, comenzó a aullar de una forma tan fuerte y poderosa que tuve que llevar las manos a las orejas para taparme e intentar que fuera menor el ruido, pero fue ensordecedor, tanto que estuve como si fuera en una especie de trance durante unos cuantos segundos, en los que perdí el sentido de la orientación de dónde estaba. Me sentía aturdido y tuve que apoyarme contra un árbol para que mí cuerpo no se cayera contra el suelo, mientras intentaba recuperar el sentido de todo.
Ahora más que nunca necesitaba de todos mis sentidos para que estuvieran alerta, ahora más que nunca necesitaba estar atento a cualquier movimiento que diera, porque uno en falso, y acabaría con sus fauces en mí cuello… y era algo que quería evitar a toda costa. Me miró de forma fija, con sus ojos clavados en los míos y pude ver hasta como la saliva le goteaba del hocico… era una loba considerable, que iba a ser dura de matar y lo sabía. Pero no era mí primera vez, y estaba curtido en aquellas batallas. Oí movimiento y cogiendo una de las flechas que me había tirado, con precisión, la lancé hacia donde venía aquel movimiento y… un animalito salió de entre la maleza corriendo a esconderse, huyendo despavorido. No lo pensé dos veces, cogí la otra flecha que se había clavado en el tronco del árbol y la lancé, como si fuera una daga, hacia el animalito que correteaba huyendo… dándole de pleno, haciendo que la sangre inundara el lugar.
Sabía que el lobo, como animal de cacería que era, no podría evitar sentirse atraído por el olor que desprendía aquel animal, hecho que aprovecharía para esconderme y tomar una posición más elevada sabiendo que me encontraría sin lugar a dudas, pero debía de ponerme en una ventaja mayor o podría acabar con mí vida rápidamente, y no era precisamente así como quería que acabaran las cosas. Estando ya en una posición elevada le lancé una de las dagas que rozó su rostro, haciéndole una herida, lo que seguramente le enfurecería aún más mientras yo sonreí de lado. El baile acababa de empezar, y debía de bailar con cuidado.
Naxel Eblan- Cazador Clase Media
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