Liberando a sus demonios (Erlend y Moira)(+18)

Salimos de aquel local donde Erlend me había prometido mostrarme sus demonios. Lo había notado demasiado hundido aquella noche como para no ceder ante cualquier cosa para animarlo.
De pronto recordé que aquella noche empezaba a trabajar en el burdel en mi actuación acompañada de Marlene. Quizás aquello le vendría bien para animarse.
-Antes de abrir la caja de Pandora de tus demonios – bromeé mientras le indicaba que debíamos dirigirnos hacia donde teníamos los caballos- debo trabajar antes. Anímate, por fin vas a poder mi maravilloso espectáculo. Espero que sea de su agrado, mi señor.
Dando un salto monté a mi caballo  y comprobé que Marlene seguía en la cesta. Erlend me siguió poco comunicativo, así que salí al galope hacia nuestro destino.
Una vez dentro del burdel, donde parecía que ya conocían a Erlend, pregunté por el lugar donde prepararme y él tomó asiento al otro lado de la sala, donde se encontraba un escenario un tanto bajo para mi gusto.
Me vestí con un conjunto de  ropa interior dorado, donde caían lentejuelas y cadenas también doradas. Estaba nerviosa. Había actuado muchas veces, pero hasta ahora no lo había hecho delante de nadie de quien me importase su opinión.
Justo antes de salir, ungí mi cuerpo con aceite de rosas para facilitarle a Marlene sus movimientos, y también porque me era útil cuando las manos de hombres con feos modales intentaban cogerme para acercarme a ellos. Solo yo decidía quien me podía tocar y quién no.
Coloqué a Marlene sobre mis hombros y le di un beso es un húmeda cabeza.
-Vamos preciosa. Demostremos de lo que estamos hechas.
Dos minutos después comenzó a escucharse la música que indicaba que era mi turno.
Me coloqué de espaldas en el centro de un escenario oscuro. Había localizado a Erlend al entrar, así que trataría de dedicarle el baile a él, aunque no lo supiese. La música moruna comenzó a sonar, y al mismo tiempo mis caderas empezaron a contonearse mientras me daba la vuelta y un foco un tanto molesto me iluminaba solo a mí.
Algunos de los clientes empezaron a murmurar obscenidades que opté por ignorar, y mientras seguía moviendo mi cintura y caderas al ritmo de la música con Marlene, mi serpiente, contorneando mi cuerpo, mis pasos se dirigían directamente hacia Erlend. Éste con sus ojos clavados en los míos bebía directamente de la botella de whisky.
Le sonreí con descaro. Me coloqué delante de él, dándome la vuelta mientras seguía con mi baile, para que me observase bien desde todos los ángulos; cogí la cabeza de Marlene y le lamí el cuello sensualmente. Entonces, me senté a horcajadas sobre Erlend, y mientras seguía el ritmo de la música con mis caderas sobre él, Marlene comenzó a enredarse entre los dos.
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Cinto día de mi pacto con Ariyne, pacto roto en mil pedazos cuando la verdad escapo de mis labios y su frialdad los sello de nuevo.
Guiado por una mano amiga y desganado de mi existencia salí de aquella taberna de mala muerte con intención de no volver.

Demonio lleno de pecados capitales pegado al cuerpo de una mujer sobre un corcel al galope.
Cerré los ojos en silencio, aun con sus palabras bailando un vals en mi cabeza...me olvidaría y yo también debía hacerlo.
Jinete del apocalipsis embravecido abri los ojos dispuesto a sembrar el caos en aquel mundo que ya nada me aportaba.
Devatiendome sobre cual de los cuatro jinetes merecia portar mi nombre, mire al cielo cristiano lleno de odio y rabia.


Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente que decía: "Ven".
Miré, y vi un caballo bayo. El que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades lo seguía: y les fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad y con las fieras de la tierra.                 Ap. 6,7-8[2

Pensamientos interrumpidos por la dama que no sin tino guiaba mi caballo y en aquel momento también mi oscurecida alma.

-Antes de abrir la caja de Pandora de tus demonios -susurro como si de una adivina se tratase- debo trabajar antes. Anímate, por fin vas a poder mi maravilloso espectáculo. Espero que sea de su agrado, mi señor.

Mentiría si digiera que sus palabras no me sonaron como la viva insinuación al pecado y yo aquella noche pensaba pecar una y otra vez hasta acabar exhausto o muerto.
Sendas cosas añoraba a partes iguales.

Sonrisa ladina en mi rostro y una afirmación positiva casi silenciosa nos llevo a las puertas del burdel, aquello cada vez se ponía mas interesante.

En el interior nos separamos, ella caminando hacia una especie de alcoba y yo tomando asiento en uno de los butacones rojos  cerca del escenario.
Pronto fui servido por una dama, que con falta de ropa y no sin tiento me ofreció bebida, y porque no, una exhibición de sus atributos para que una vez entonado la siguiese a la parte superior del burdel.

Sonreí de forma lasciva tomando la botella de whisky y haciendo el vaso a un lado.
Aquella noche los vasos sobraban; Apoye la botella en mis labios y deje pasar el trasparente liquido por mi garganta como si de sangre se tratase, mientras la dama acariciaba mi entrepierna con la maña de su profesión.

Tenue luz ilumino el burdel y música moruna sonó por el recinto, aplausos ensordecedores cuando una mujer que yo bien conocía ocupo el escenario con su alargado acompañante, que enroscaba su cuerpo deslizándose sobre él, animando así a la imaginación de todos los allí presentes.

Nuestros ojos se encontraron cuando sus caderas se balanceaban con deseo al ritmo del mismísimo diablo.
Trago para aplacar el deseo, pasos llenos de pasión encaminándose hacia mi. Labios entreabiertos de uno y otro, los míos casi jadeando, los suyos lamiendo a su compañera de juegos, que en aquel momento bien comparaba con mi virilidad ya en alza y en pie de guerra.
No conforme con ello, me monto como si de un corcel desbocado me tratase, restregando sin perder el ritmo, su sexo, contra mi falo endurecido.

Mas alcohol para aplacar mi sed, demonio de la lujuria, y del deseo, ven a mi, aquella noche fría de desenfreno.

Seguía todavía sentada sobre Erlend, mientras con el ritmo de la música rozaba mi sexo contra su pene en todo su esplendor. Al menos podía estar segura de que la actuación le estaba gustando.
Consciente de que debía de seguir con la misma, por mucho que me apeteciese quedarme así, acerqué mi cuerpo más al del vampiro, y lamiéndole con suavidad el cuello de forma ascendente, llegué al lóbulo de su oreja, donde le propicié un sensual mordisco que sabía que acabaría por tener sus consecuencias.
Nuestras respiraciones entrecortadas se unían en un juego de tensión sexual entre ambos. Jadeé al sentir a Marlene pasar por mi humedecido sexo y con la boca un poco entreabierta me humedecí los labios con la lengua.
Acerqué un poco mis pechos a su rostro y me levanté encaminándome hacia otro cliente con el que terminar mi actuación. La diferencia, que con éste lo haría por trabajo, y con Erlend lo había hecho por placer..y menudo placer.
Escogí un cliente robusto que se hallaba a unos metros de Erlend, mientras jadeos y gritos lujuriosos se escuchaban de fondo. Hombres cuyo uno objetivo era conseguir algo que jamás tendrían. A mí.
Continué mi camino contorneando mis caderas, mientras giraba ritmicamente sobre mí misma haciéndolo así una parte más de mi actuación para no perderme ni un instante la reacción de Erlend. Estaba bailando solo para él. LE sonreí, y le guiñé un ojo.
Me puse delante de aquel cliente del local, y repetí la misma operación, mientras mis caderas no dejaban de moverse. Un poco más y podría terminar. Pero en ese preciso momento Marlene pasó entre mis piernas rozando mi sexo, y la lujuria de aquel hombre ebrio se desató, cogiéndome de la cintura para atraerme hacia él, con la intención de acercar mis pechos a su boca.
-Disculpe caballero.- apunté en un susurro con convencimiento.- Solo soy parte del espectáculo, mis servicios no son parte de este burdel. De modo que no está permitido tocarme.
Me levanté todo lo rápido que pude manteniendo una sonrisa para no estropear la actuación, y continué hacia el escenario para terminar antes de que alguno más se creyese con derecho a tocar. Observé de reojo a Erlend, y lo noté tenso. Tenía que terminar con aquello ya.
Pero para mi sorpresa aquel hombre se levantó y cogiéndome de la muñeca tiró de mí. Estaba muy borracho para entender que se estaba jugando la vida. Vi como el vampiro se levantaba y andaba hacia nosotros.
Le hice un gesto con la mano para demostrarle que lo tenía todo controlado, o desataría sus demonios demasiado pronto.
- Está bien.- le susurré al hombre al oído mientras me soltaba la mano con cuidado.- cuando acabe la actuación le espero en la puerta de atrás del local. Ahora por favor, siéntese.
Actuación y cena para dos...no había salido tan mal la noche.

Cuando abrió el primer sello, oí al primer ser viviente, que decía: Ven. Miré y vi un caballo blanco, y el que montaba sobre él tenía un arco, y le fue dada una corona, y salió vencedor, y para vencer.                                                                    Ap. 6,2[2

Jinete de la victoria montado a horcajadas por la dama de inmortal nombre. Sexos solo separados por un atisbo de ropa que separaba nuestras ardientes pieles, inmaculadas por la lujuria de una noche sin nombre.

Humedad de su sexo que calo en el mio, ansiándose y buscándose a partes iguales.
Bocas entreabiertas por el deseo, respiraciones entremezcladas así como nuestros jadeos.
No cerré los ojos, mas quería ver todo lo que me mostraba su piel de porcelana y sus movimientos de diabla.

Conocedor de que lo que baila no se toca, esperé paciente que sus labios recorrieran entre jadeos mi cuello, mas no así mi hombría conforme, que pugnaba salvaje por hacerla suya en ese instante.
Paciencia virtud que no poseía y jadeo que escapo de mis labios cuando sus dientes apresaron el lóbulo de mi oreja con descaro.

Y como vino se fue, dejándome con la incomodidad de un pantalón apretado, ojos que seguían buscándome sobre las luces y sombras del escenario, más sus pasos se alejaban a jugar con otro hombre, de actitud muy diferente.

Sonreí de medio lado observando como la aclamaba el resto de invitados y porque no ,al no imaginar a Moira, la vampiresa caza ardillas de esa manera indecente.
Tense el gesto cuando repitió actuación con un desgraciado, no por celos, ni desgana, si no porque lo que yo más tarde tocaría me gustaba ver intacto.
Aun así aguante sentado, llenando mi estomago del alcohol necesario.

No fue hasta que aquel borracho, no conforme con sus actos, la siguió hasta el final del escenario para apoderarse de lo que por derecho creía tener ganado.
Alce mi cuerpo con rabia no contenida, noche que de furia me sobraba, demonios desbocados en un cuerpo, que ya más no aguantaba.

Ni las palabras de Moira, me aplacaron en ningún caso y por la pechera tome a aquel desgraciado para darle muerte en el acto.

Cuan inocente era si pensaba que Erlend se calmaría con mi gesto apaciguador, pues antes de que pudiese darme cuenta había cogido a aquel pobre desgraciado y lo había levantado a plomo como si de una pluma se tratase.
Me apresuré a parar a Erlend, si es que lo conseguía, pues si ya de por sí era testarudo, el alcohol ingerido no ayudaría en su entendimiento.
Me interpuse entre los dos y miré a los ojos a Erlend mientras le suplicaba.
-Por favor, suéltalo.-ambos manteníamos las miradas.- Perderé el trabajo, y es lo único que tengo.
Puse mis manos sobre su cintura, necesitaba que mi tacto lo calmase. Sus demonios estaban saliendo demasiado pronto de la caja.
-Nadie va a tocarme más...por favor.- musité mientras notaba como mi cuerpo perdía las fuerzas por el miedo a perderlo.
Y era la verdad. Ningún ser viviente volvería a tocarme jamás sin mi permiso. Y yo no era precisamente de las que daban su confianza al primero que se cruzase en su camino. Salvo excepciones, pensé. Erlend había llegado y había roto todas mis reglas.

Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo ser viviente que decía: "Ven". Entonces salió otro caballo, rojo; al que lo montaba se le concedió quitar de la tierra la paz para que se degollaran unos a otros; se le dio una espada grande.          
Ap. 6,3-4[2

Jinete guerra desbocado, apreté el agarre contra sus asquerosos ropajes, mirada ennegrecida solo detenida por la mano amiga suplicante.
Gesto tenso, dientes apretados, escuchando sin escuchar su voz suplicar piedad para ese insensato.

-Por favor, suéltalo.-Ojos que se encontraban entre el humo del tabaco- Perderé el trabajo, y es lo único que tengo.

Manos en mi cintura buscando quizás acabar con el agravio.
-Nadie va a tocarme más...por favor.-

Jamás hubiera permitido dejar con vida aquel bellaco, más aun no se porque, afloje el agarre haciéndolo a un lado.
Cuerpo empotrado del hombre contra el sofá de piel hallado, que cayo rodando al suelo, así haciéndose a un lado.

Ojos en los de Moira hundidos, con rabia, odio y deseo. Aparte su mano de un golpe para salir de aquel estado.

Pasos huecos sonaban entre las mesas y gentes, sin aplacar mi venganza ardía como las ascuas de un fuego ardiente.
Atravesé el umbral del burdel, dando un trago de aquella botella casi vacía, como si en su fondo encontrara respuesta a mi penosa no vida.

Erlend seguía rabioso a pesar de mi petición. Pero, ¿qué era lo que le pasaba, si ya lo tenía todo controlado? Su reacción era desproporcionada y yo no era capaz de calmarlo.
Nuestros ojos se encontraron, mientras yo seguía suplicando.
Entonces él lanzó al cliente desconcertado sobre su sillón, que salió disparado hacia atrás.
De nuevo el vampiro clavó sus ojos en mí, y tras apartar mi mano de un empujón, salió como alma que lleva el diablo en dirección a la salida.
El silencio se hacía a su paso mientras recorría aquella distancia.
Traté de recuperar la atención de los asistentes terminando mi actuación, y de forma un tanto apresurada salí corriendo con Marlene para recoger mis cosas y marcharme.
Cuando salí por la puerta de atrás del burdel, con Marlene en una cesta y ya vestida de forma apropiada, busqué a Erlend con la mirada. Temía que se hubiese marchado, pero lo encontré apoyado en un árbol bebiendo de una botella que sin duda alguna contendría alcohol.
Dejé la cesta de Marlene sujeta a mi caballo, y caminé hacia el con tranquilidad. Nunca lo había visto tan enfadado, y no saber si lo estaba conmigo o no, me asustaba.
- Hay gente que piensa que tiene derecho a hacer lo que quiera.- Susurré mientras me aproximaba más a él.- Pero no te enfades conmigo.
Le sonreí temerosa de que me gritase por haber provocado aquella situación, más una extraña sensación de protección se apoderó de mi en aquellos momentos.

Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente, que decía: "Ven". Miré, y vi un caballo negro. El que lo montaba tenía una balanza en la mano.      

                                                                                                                                                                                                      Ap. 6,5[2
Y oí una voz de en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: «Dos libras de trigo por un denario y seis libras de cebada por un denario, pero no dañes el aceite ni el vino»
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                     Ap. 6,6[2


Jinete hambre sediento y hambriento, botella en mano, apurando cada trago en un árbol apoyado.
Ojos oscuros por la ira, no aplacada aun ese día, hundió su mirada en Moira, que con paso acelerado se acercaba a aquel ser endemoniado.

-Hay gente que piensa que tiene derecho a hacer lo que quiera.- Susurró mientras se aproximaba más a mi temerosa.- Pero no te enfades conmigo.

Negué con la cabeza dando un nuevo trago de aquella botella ya casi terminada.

-No me enfado contigo, es solo que no me gusta que te toquen, no sin tu permiso...y sin el mío -añadí divertido y ligeramente embriagado.

Quizás no entendería aquella frase, pero odiaba tocar lo que otros ya habían tocado, y ella aquella noche era tan mía como aquella botella que poseía.

A mi mente la tortura de las palabras de la loba resonaban sin descanso, tratando de callarlas con alcohol y sin entender porque esta segunda oportunidad se truncaba una y otra vez. El destino se burlaba de mi con furia desmedida. Acaso no había recibido ya suficiente castigo en estos siglos de eterna soledad y remordimientos.

Decidido a aplacar mis demonios uno a uno, y a olvidar lo que Ariyne aquella noche me había confirmado, que me olvidaría y yo de ser sensato debía hacer lo mismo. Apure la botella frente a los ojos de Moira y se la mostré triunfal.

-¿No íbamos a cabalgar y a beber como vikingos?  -pregunté con una sonrisa picara -de momento soy el único que bebe de los dos...no puedo decir lo mismo sobre montar -bromee recordando que en eso me llevaba cierta ventaja sin duda, pues ya había estado sobre dos hombres a horcajadas.

Di un par de pasos más hacia él cuando vi que negaba con la cabeza mientras seguía bebiendo de la botella.
-No me enfado contigo, es solo que no me gusta que te toquen, no sin tu permiso...y sin el mío.- contestó divertido.
La respuesta se me antojó extraña, pero que diablos, ¿algo era normal en aquel vampiro? Supuse que era su instinto de protegerme el que hablaba y no le dí más importancia.
Me alegré de que su enfado no fuese conmigo, así que me acerqué para ponerme a su lado, también apoyada en el árbol.
- Gracias por defenderme.- susurré mientras con mi hombro empujaba el suyo en un gesto juguetón; me sentí alagada, aunque casi matase a aquel pobre diablo.
-¿No íbamos a cabalgar y a beber como vikingos?  -preguntó sonriendo pícaramente para luego añadir-de momento soy el único que bebe de los dos...no puedo decir lo mismo sobre montar.
Cogí la botella para darle el último trago que le quedaba; mientras lo miraba de reojo pensando si estampársela en la cabeza tras aquella insinuación; aunque razón tenía, de modo que se la devolví vacía.
- Ese es el plan, pero... ¿Esperamos primero a nuestra cena?- sonreí de medio lado mientras miraba la puerta de atrás del burdel.- Le doy un par de minutos para que salga tambaleándose.

Mis ojos se oscurecieron frente a la eterna promesa de sangre, es mas, a aquella presa le tenia especiales ganas. Al fin y al cabo había tenido que renunciar a ella porque Moira así me lo había pedido y ahora me la servia en bandeja de plata.
Sonreí de medio lado, ya casi saboreando el sabor de la sangre de aquel cerdo.

-Ummm me gusta su mente perversa -bromee a escasos centímetros de sus labios.

La mire de medio lado antes de encaminar mis pasos nuevamente hacia el interior del burdel, si pensábamos beber como vikingos poco o nada hacíamos con una botella ya vacía.
Botella que aun acunaba en mis manos y que lance hacia atrás escuchando como se hacia añicos contra el suelo a mi paso.

Cruce nuevamente el umbral de aquella puerta y me dirigí sin mas premisas a la barra, donde la madame, parecía frotarse las manos, ante lo que creía un inminente cliente de sus bellas furcias.

-Dos botellas de whisky y dos de hidromiel -pedí sin disimulo con una picara sonrisa en mis labios.

Un gesto de la Madame hizo que se me sirvieran de inmediato, y tras rozarme con alguna de las damas de atributos al aire que parecían poner su precio para aquella noche volví a dirigirme hacia el exterior, para que mentir ya bastante ebrio y entonado, mientras daba un buen tiento a aquella botella de hidromiel que recién comenzaba.

-Si vamos a beber necesitamos de esto -afirmé mirando a Moira enseñando mis botellas vencedor -ahora esperemos la cena -susurré alcanzando su posición y mirando su cuerpo con descaro.

Los ojos de Erlend  se oscurecieron ante la idea de poder vengarse de aquel pobre desgraciado, y a mí, esta vez excepcionalmente, también me agradaba la idea.
-Ummm me gusta su mente perversa.- sonrió ante mi idea a escasos milímetro de mi boca.
Mi respiración se aceleró mientras me humedecía por la proximidad del vampiro.Suspiré de alivio cuando se alejó de nuevo hacia el burdel. ¿Dónde demonios iba? Lanzó la botella vacía, y pronto me imaginé su quehacer.
Su cercanía me alteraba; la tensión sexual entre nosotros era palpable, y para mí era cada vez más complicado mantenerme alejada de él.
Minutos después Erlend salió del burdel, con cuatro botellas y una sonrisa triunfal se acercó a mí. Estaba de acuerdo con él; para liberar sus demonios nos haría fatal bastante más licor. Le sonreí con picardía imaginando la noche que nos esperaba por delante.
En ese momento la puerta trasera del burdel se abrió, y el hombre que trató de propasarme conmigo salió dando voces mientras me buscaba.
- ¿Quieres hacer los honores?- dije señalando a nuestra cena mientras mis ojos se oscurecían y mil colmillos se preparaban.
Sangre, alcohol y su compañía...¿podría empezar mejor la noche?

Aquel hombre salio como ya predijo Moira del burdel llamándola a gritos. No pude evitar reírme frente a lo cerca que la muerte estaba de el.

-¿Me la sujetas? -pregunté sin esperar respuesta.

Empuje la botella contra el pecho de Moira para que la sujetara y con los ojos ennegrecidos camine hacia mi presa.

Sonrisa ladina cuando atrape su pechera y a rastras lo lleve revolviéndose hacia el callejón trasero del burdel.
Allí no había ni un alma, bueno si, la del desgraciado que estaba a punto de perderla.
Entre abrí mis labios mostrandole la oscuridad de mi naturaleza, mientras el hombre gritaba pidiendo auxilio.
Auxilio y compasión que no recibió, pues mis colmillos se hundieron en su yugular con tino.
Su sangre repleta de alcohol entraba en mi cuerpo proporcionándome un exquisito colocon de ambas cosas.

Oí los ligeros pasos de Moira acercarse a nosotros, esperaba que en esta ocasión la caza ardillas no pusiera pegas a mi comportamiento, es más, confieso que en el estado en el que me encontraba poco o nada me importaba si las ponía o no.

La mire de reojo, con los ojos cargados de oscuridad, esperando como no, a que se uniera a tan exquisito banquete.

Erlend no dudó en ser el primero en probar nuestra cena. Cogió al pobre diablo que gritaba cual gorrino que están a punto de despachar, para llevarlo hasta un callejón trasero, más privado de miradas curiosas, aunque por allí no  era costumbre que hubiese caminante alguno.
Observé la escena mientras depositaba las botellas que Erlend me había entregado junto al caballo.
Los ojos ennegrecidos de Erlend mostraban su furia contenida en el interior del burdel, que sin compasión ninguna fue desatada contra el cuello del hombre que dejó de chillar de golpe.
No diré que la visión de la escena me satisfacese, pero no podía negar nuestra naturaleza, y reprocharle a Erlend lo que estaba haciendo era absurdo. El olor de la sangre llegó a mí, y sentí como mis colmillos se preparaban para la cena.
Me acerqué con cautela hacia mi amigo mientras mis ojos se oscurecían por el deseo, la adrenalina y la tensión que había entre ambos.
-¿Puedo?- pregunté con la voz cargada de excitación.
Erlend me miró de reojo mientras asentía, así que cogiendo la muñeca del hombre le hinqué los colmillos y el frenesí de una sangre un tanto etílica no tardó en inundar todo mi cuerpo; más no era solo por el simple hecho de beber, sino por estar compartiendo con Erlend ese momento.
Tras un par de minutos, solté la muñeca, que cayó sin fuerza alguna sobre el cuerpo casi inerte de aquel hombre. De momento para mí era suficiente.

Se sirvió un poco de aquel hombre mordiendo en su muñeca, mas tras unos tragos, decidió dejarlo y no beber mas.
¿Estaría a régimen? Yo por el contrario seguía saciandome de aquella sangre hasta que no quedo de él ni una sola gota.

Afloje el agarre y lo dejé caer con indiferencia, sin arrepentimiento.
Su cuerpo golpeo contra el adoquinado suelo emitiendo un ruido sordo, mientras mis ojos se perdían salvajes en la refinada Moira.
Aun de mis labios chorreaba los restos de sangre de aquel pobre diablo que por desgracia para él se había cruzado en mi camino.

Relamí mis labios acercándome a la vampiresa, que me miraba con ojos oscurecidos, pose sendas manos contra la rugosa pared de la parte trasera del burdel, dejando así a Moira en el centro de ambas.
Podía sentir su aliento entremezclándose con el mio, salvaje, cargado de deseo.
-¿Tan poco vas a beber? -pregunté de forma seductora frente a sus labios.

Aquella noche en la que ya nada me importaba, estaba más que dispuesto a dejarme llevar, a dejar correr mis diablos libremente. Follarme a Moira era una de esas cosas que no pensaba dejar escapar aquella noche, quizás no era justo para ella, quizás ni siquiera para mi.
Pero quien dijo que el amor, el deseo y la pasión fueran necesariamente justas.

Ahí estaba yo, pensando en otra mujer y dispuesto a saciar mi rabia en Moira. Aquello no acabaría bien ,pero ni siquiera eso me importaba en aquel preciso instante en que el único camino que veía era el de la perdición o el de la autocompasión y no estaba dispuesto a tomar el segundo bajo ninguno de los conceptos.
Ariyne había elegido y no era a mi.

Me retiré hacia la pared mientras Erlend aprovechaba hasta el último aliento de aquel hombre para alimentarse. Cuando terminó dejó caer sin más el cuerpo sin vida del pobre diablo, y clavó su penetrante mirada en la mía.
La excitación del momento me impedía pensar con claridad, y el deseo que tenía hacia Erlend en ese instante era prácticamente incontrolable.
Se acercó hacia mí, mientras se relamía los labios aún manchados de sangre, y me cercó con sus manos apoyándolas en la pared.
He de reconocer que me tensé; su cercanía, sus labios a escasos centímetros de los míos me excitaban y mi respiración comenzó a ser entrecortada. ¿Qué le estaba pasando para cruzar los límites de esa manera?
-¿Tan poco vas a beber? -preguntó tan cerca de mis labios que era capaz de sentir su respiración sobre ellos.
- Por ahora tengo suficiente, quizás luego tome el postre.- contesté mientras me mordía el labio inferior con deseo.
Me faltó decirle que el postre que deseaba que fuese él; pero tal y como estaban marchando las cosas, mejor no tentar al diablo.
- Después de beber me da hambre, y te recuerdo que tenemos una noche vikinga de alcochol y cabalagada por delante.- sonreí con picardía mientras me incorporaba un poco de la pared

¿Postre? Yo ya había empezado con los entremeses, el primer plato, todo ello cubierto de alcohol, sangre y locura.
Mas no pensaba quedarme ahí, mis demonios aun gritaban desbocados, sedientos de más, posiblemente de lo que aun no habían probado aquella noche.

Aun con sendas manos contra la pared y mi cuerpo aprisionando el suyo, escuche su largo discurso del que tan solo escuche cabalgar. Sonreí de medio lado consciente de que esa mujer antes del amanecer cabalgaría sobre mi, aun no sabia cuan ciertas eran sus palabras y por eso no pude evitar una risa ebria frente a ella antes de separarme e indicarle el camino hacia mi montura.

Tome la botella que había dejado junto al cadáver y le di un buen trago antes de encaminar mis tambaleantes pasos tras la vampiresa, que al contrario que yo aparentaba guardar una total sobriedad.

Mal estábamos haciéndolo si ambos libamos a beber para celebrar nuestra amistad, pues de momento yo era allí el único borracho de los dos.

Monte a la dama con todo el tino que pude sobre el caballo y de un salto me coloque tras ella
-creo que algo estamos haciendo mal, la veo muy serena mi señora -apunte arrastrando las palabras antes de dar un nuevo trago a aquella botella que se vaciaba a pasos acelerados.

Erlend se mantuvo unos segundos en la misma postura, tras lo cual me dio paso indicando la dirección de los caballos.
Cual fue mi sorpresa cuando Erlend, con botella en mano me montó sobre su caballo y de un saltó se montó tras de mí. ¿Íbamos a ir juntos? Quizás no fuese tan mala idea viendo el estado en el que se encontraba el vampiro.
Su proximidad me excitaba al mismo tiempo que me ponía nerviosa. Sentía como mi corazón  y mi respiración se aceleraban al unísono.
-Creo que algo estamos haciendo mal, la veo muy serena mi señora.- apuntó con un alto grado de embriaguez.
Confirmé mis pensamientos. Mejor compartir montura, o acabaría tirado en cualquier sitio cuando llegase el amanecer.
Cogí la botella y tras darle un largo trago se la devolví. Yo también iba a necesitar estar un poco más achispada para poder aguantar la noche que me esperaba.
Salté de nuevo a tierra, antes los ojos confusos de él.
- No puedo dejar sola a Marlene.- expliqué antes de que pudiese decir nada.
Me acerqué a mi caballo, y tras susurrarle unas palabras en celta galeico a mi caballo, éste salió disparado hacia casa con Marlene a cuestas.
Ahora ya solo quedábamos los dos. Suspiré más nerviosa que antes. La cercanía que habíamos tenido los últimos días hacían aflorar sentimientos en mí de los que no era consciente.
- ¿Me ayudas a montar otra vez?- pregunté extendiendo mi mano al mismo tiempo que me mordía el labio inferior.
Si ahora mismo me dijese que me fuese al fin del mundo con él, mi respuesta sería afirmativa

La vampiresa se bajo de un salto bajo mi atenta mirada, esa mujer no podía estarse quieta, parecía ya que veía doble y no lo descartaba pues la borrachera que llevaba encima era tan épica como las mismas batallas que tendía a protagonizar.

La vi correr a toda velocidad hacia el burdel, acaso pensaba traerse alguna amiga, bueno, no me parecía mala idea, aquella noche tenia para todas...estaba al limite de mi mismo, y mis demonios clamaban venganza por la afrenta de Ariyne.

Al rato salio como alma que llevaba el diablo con una cesta que subió con premura sobre su corcel y tras unas indicaciones este salio disparado, intuyo que para casa.

Rodee los ojos, mi plan de tener a dos mujeres para mi se venia al traste, mas bueno, la verdad es que con una me bastaba para acallar, al menos por hoy a la mayoría de mis diablos.

Tome su mano cuando esta me la tendió para que la ayudara a subir y con suma facilidad la monte sobre mi corcel delante de mi. Su cuerpo buscaba salvajemente el roce del mio, y yo no pensaba quedarme atrás.
Mi hombría ya en alza le mostraba sin lugar a dudas que aquella noche seria larga y dura.
Tome las crines de mi corcel y como de costumbre lo guie hacia un lugar apartado del bosque.

Sin esfuerzo alguno Erlend y cogiéndome de la mano, me montó en su caballo, colocándome delante de él. No pude evitar suspirar al notar el roce de su miembro erecto en mi trasero.
Aquello se estaba poniendo interesante por momentos; por si no fuese ya patente la tensión sexual que había entre nosotros, ahora lo estaba notando; y vaya que si lo estaba notando.
Mis ojos se oscurecieron por el deseo, y cogiendo la botella que sujetaba Erlend con una mano le dí un largo trago. Ambos íbamos a necesitar estar ebrios para sobrevivir a aquella noche.
Cogió las riendas de su caballo y lo puso al galope.
- ¿Has puesto tu espada entre nosotros?- bromeé al notar como su pene se apretaba todavía más contra mí.
El deseo que sentía hacia aquel vampiro se hizo eco en mí, y me humedecía a cada trote del caballo. Me estaba preparando para algo que sabía que no debía pasar, pero que por otra parte lo anhelaba.
Sentí como mi respiración comenzaba a ser entrecortada, y mi cuerpo buscaba el suyo moviéndose haca atrás
Aquella carrera se me estaba haciendo eterna.

No le costo sentir la entrecortada respiración de la vampiresa, consciente de que deseaba que la hiciera suya aquella noche, tanto como él acallar sus demonios que violentos no le daban tregua.
Sonrió de forma traviese por aquel absurdo comentario, de sobra la dama conocía que era lo que tenia entre las piernas, y eso y no una espada, era el motivo de su patente agitación.
-¡No, la botella! – bromeó enredando las palabras antes de dar un nuevo tiento de aquel liquido abrasador.

Aun con las crines agarradas por una de sus manos, deslizo la otra por el muslo de Moira lentamente,  podía palpar con la yema de sus dedos como la piel se erizaba a su paso, lograba oir sus jadeos cuando sus dedos recorrían salvajes su entrepierna en busca de su sexo.

Sus labios se abrieron ligeramente sintiendo su calor, y como esta entreabría las piernas, casi de forma instintiva anhelando el roce de sus manos sobre su intimidad.
Su aliento golpeaba el cuello de Moira, moviendo con suavidad el largo cabello dorado de la doncella, que echando hacia atrás su cuerpo lo buscaba dejándose llevar por la situación.