Sangre y perfume (Privado Lian)

Recuerdo del primer mensaje :

El cuerpo cayó al suelo con un chapoteo sobre el húmedo suelo del callejón. Mis venas antes sedientas ahora se veían henchidas, borrachas de vida ¡Y que deliciosa la noche! Tantos corazones latiendo, tantas almas  ansiosas de  consumirse como pólvora. Bajé la calle cantando la Marsellesa por lo bajo ¡No me miren mal! ¿Cómo no podría rendirle culto a una tierra  que fue fertilizada con sangre?  L'étendard sanglant est levé! Paris, oh París. Me encanta cuando bailas pero esta noche quiero hacerte cantar tu himno renegado hasta que colapsen tus pulmones.
Eso, o escucharte gritar mi nombre.

Estaba deseoso de unirme a la multitud de gentiles que plagaban las veredas de los teatros y las puertas de los restaurantes, ansioso de bastardear sus banales reuniones con mi presencia, pero esta noche tenía asuntos pendientes que requería toda mi atención. La ciudad, además de latir al compás de un vals frenético tenía escondido en sus bolsillos una larga cartilla de criminales y falsificadores que prestaban sus servicios a toda hora. A su encuentro me dirigía yo, porque no todos los días uno se gana la confianza de una mujer sola y senil a punto de dejar este mundo entre espasmos sanguinolentos ¿Patético? Solo es cuestión de perspectiva.
Fruncí la nariz al llegar a las puertas del burdel. El olor a alcohol, a excesivo perfume y mundana decadencia no dejaba de ser un festín que turbaba mi delicado olfato ¡Bah! Nunca fui proclive a visitar burdeles. En mi vida pasada, que a veces la sentía tan lejos, no tenía sentido desperdiciar  la noche con una mujer que no dejaba ningún beneficio. Tampoco en esta. El lugar me recibió con cariño, como a un viejo amigo. París palpita vida hasta en las cloacas, y creí haber encontrado uno de sus tantos corazones. Las putas sabían hacer bien su trabajo; apenas entré una o dos se me acercaron con una sonrisa cómplice. La muselina vieja, la seda rasgada apenas se percibían sobre sus pieles nacaradas. Me acerqué a la primera de ellas y le susurré al oído, corriéndole el cabello oscuro del hombro, procurando que mi voz recorriera todo su cuerpo- Estoy buscando a Marcel ¿Está aquí?- Era tan sencillo lidiar con humanos que me avergonzaba haber sido uno. Ella asintió, tomó mi mano y comenzó a guiarme entre la gente. De su cuerpo emanaba el dulce aroma a sensualidad. Y sangre. Mucha sangre.  Tuve hambre de pronto, como si mi última cena no hubiera ni existido ¿Quién me culparía? Podría acabar con todas esas mujeres y para cada una le tendría reservado un tormento en especial. Aunque esta en particular era absurdamente bella. Paciencia.

Había algo en el aire, o era el remolino de olores que me abrumaba, pero me sentí perturbado por uno en particular. Indistinguible, incluso para mí, enrarecido por el lugar. Un olor muy particular.
Como a perro mugriento.

Éxtasis de pura malevolencia,  delicioso licor de la muerte ¡bah! Que  exquisita era la sangre que corría por mi garganta y llenaba mis venas con ese veneno que los humanos llaman carnalidad.  Pero no pude disfrutarlo como quería, como debía. La criatura retorciéndose bajo mis colmillos tenía un as escondido bajo la manga y pronto sentí el filo de un cuchillo  hundirse en mi piel apenas recobrando el calor. Lo solté de inmediato, no porque el dolor fuera insoportable. Los cuchillos no dolían más que un escarbadientes, pero el reflejo, el antiguo reflejo humano  ¡Que arrebato de odio! Y sobre todo cuando perdí el control frente a sus ojos y sus palabras, que sobre mí parecían tener un poder especial que ningún otro humano poseía hasta ahora.

Sin embargo, el dulce trance al que me sometía su cháchara no duró lo mismo que antes. Me pateó el abdomen y caí, de nuevo, no por el dolor. Sino porque sentía en mi cuerpo una extraña sensación, como  el agotamiento que deja al acabarse un pico de placer ¡qué horror! Me  sentí vulnerable y humano de nuevo, hasta que alcé la vista y lo vi comenzar a vendarse ¿en mi presencia? ¡Que insulto! Podría escaparse con trucos baratos, con salidas teatrales forzadas, pero no se mofaría en mi cara
Me costó trabajo ponerme de pie, el eco de su voz reverberaba en mi cabeza como un hechizo y hablandaba mis músculos. Podía ver su rostro en el espejo, curándose mi mordida con parsimonia

-¿Pagarte?- alcé mi voz, melosa  de sangre. Tomé el cuchillo clavado en el hueco de mi clavícula y tiré de el con fuerza.  Detrás de este comenzó a escapar sangre a borbotones. Olisqueé la punta del arma y sin quitarle la vista de encima pasé mi lengua por el filo disfrutando de la herida que se abría lentamente sobre mi lengua.  Envuelto en un tormento de sensualidad que emanaba de mi ulterior presa, sorbí hasta la última gota del somnífero y tiré el cuchillo al suelo, que rebotó con un tintineo – Pobre basura humana, llorando por un beso- me mofé patéticamente , como borracho hablándole a la entrada de…diablos, un burdel - ¿Por qué no vienes  y me clavas ese cuchillo unas cuantas veces más? Así al menos podrías jactarte de haberme causado aunque sea, una pizca de placer- espeté extendiendo mis brazos como una invitación, y por favor, lo era, a que se atreviera a atacarme de nuevo. Trastabillé un tanto mareado, pero sin abandonar la mirada torva y la sonrisa vehemente con la que lo incitaba a , irónicamente, cazarme ¿Ah, siempre me sentía tan excitado ante el peligro? ¡Este humano!

Estás ansioso por recibirme; puedo notarlo, amor.- dije mientras lo miraba seductor. Me prendía verlo así de ebrio, manipulable. A veces no entiendo a las personas como él, les ofrezco el cielo pero ellos me batallan por su derecho de vivir en un infierno. Eso es lo que les doy entonces, soy un hombre generoso, todo el mundo lo sabe.

Le giré la cara con el golpe de una fusta, de mi fusta preferida para ser específico.

La noche es larga, aún tengo mucho amor para darte, pero por ahora... Quiero que te arrodilles frente a mi como la bestia que eres.- le dije sin dejarlo escapar de mi mirada.-No lo tomes como un insulto, me encantan las bestias. Ahora quieto. Voy a enseñarte unos trucos nuevos.-

Tomé unas amarras de cuero para las muñecas, amarrándoselas tras su espalda.

Te pondría un bozal, pero lo cierto es que me gusta tu venenosa boca... aunque si tomaré tu sugerencia de clavarte algo.- dije divertido.

Soy un hombre con paciencia, enamorado de la vida, disfruto de las cosas bellas y buenas. Trato de mantenerme bien con amigos y enemigos, hago el amor y le doy de comer a la gente con ello. Y no, no soy un hijo de perra como muchos han dicho de mi; muy por el contrario, soy la madre de todas las perras. Te haré gritar mi nombre y agradecer mi existencia.

Y mi madre era una santa.

Caminé un par de pasos para llegar a su frente. Quiero verlo caer sobre sus rodillas y apoyar mi pie en su entrepierna.

Me gustan los vampiros porque son infértiles. Tienen cenizas en las bolas, no lo sé, pero me ahorran muchos problemas. Me gusta además como eso los convierte en seres de pura lujuria. No van a tener hijos nunca, pero igual se les para y gozan del sexo. No te mentiré, me atraen, los he estudiado. Me di cuenta que su excitación es mucho más mental que física, no? Creo entonces que nada de valor se perderá.- terminé por decir, haciendo más presión con mi zapato.