AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Freak — libre
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Freak — libre
Aquella mañana el cielo estaba de lo más nublado, no había rastro alguno de querer salir el sol, con la boca pastosa y con un mareo terrible me levanté cubriéndome con…¿nada?. Los ojos titilaban casi como si me fuera a desmayarme en cualquier segundo, todo se vislumbra borroso, con dificultad absoluta puedo ponerme de pie pero me cuesta, duele en un segundo plano todo lo que se llama cadera en especial la parte derecha, algo tibio corre por ese costado, ignorando todo balanceo mi cuerpo entre el tierroso camino siendo sostenida por lo que fueron antes árboles y ahora solo quedan ¿madera?, siento como roza el cabello mi espalda.
Mis ojos se abren enseguida y veo lo que todo estaba ocurriendo, un cuerpo desplomado cerca de donde había despertado, sangre corriendo por mi cuerpo, que estaba desnudo ¿en qué momento?. Se abren aún más mis ojos pesando que había pasado…
Flashback.
Tarde, era aun de tarde y las aves graznaban en su vuelo con el cielo casi pintado del atardecer, la jefa del servició me pidió que arreglara unas habitaciones de unos huéspedes que se han marchado ya, di gracias por tener al menos trabajo para tener la mente ocupada. Ya entrada la mañana en la cocina hacían falta unos que otros ingredientes y me pidieron de favor que fuera a comprar, no me molesto al menos tomaría algo de aire puro, estar encerrada para una lycan no era bueno; con una sonrisa acepte y me dieron la cesta para comprar las verduras para la cena de aquella noche. Al salir una pequeña brisa cubrió mi rostro y la coleta que llevaba encima, esparciendo mi aroma por el lugar y trayéndome el olor de la calle y el cielo nublado…
Luego de las compras de regreso al Hotel, un hombre con aura misteriosa me abordó…
Aquel hombre era un inquisidor, los conocía de cerca a ellos, su aroma y aura estaba más que claro qué clase de ser se presentaba ante mí y bajo qué condiciones, eso lo sentía gracias a la punzada que en mi nuca se presentaba cada vez que algún mal individuo se acercara o estuviera a un kilómetro a la redonda, la vieja que vive junto a mi lo llama sexto sentido, o quizás parte de gracia de lo que ahora soy…
Aquel hombre estaba en el suelo, muerto, sobre su propia sangre y yo estaba sin ropa…¿Qué había pasado? Aun no recordaba y eso significaba que… —Lo mate en luna llena, que horror, ahora tendré a toda la inquisición sobre mí— golpee mi cabeza refregando mi rostro un poco con la mano. Estaba perdida ahora y más si alguien supiera de ello.
Mis ojos se abren enseguida y veo lo que todo estaba ocurriendo, un cuerpo desplomado cerca de donde había despertado, sangre corriendo por mi cuerpo, que estaba desnudo ¿en qué momento?. Se abren aún más mis ojos pesando que había pasado…
Flashback.
Tarde, era aun de tarde y las aves graznaban en su vuelo con el cielo casi pintado del atardecer, la jefa del servició me pidió que arreglara unas habitaciones de unos huéspedes que se han marchado ya, di gracias por tener al menos trabajo para tener la mente ocupada. Ya entrada la mañana en la cocina hacían falta unos que otros ingredientes y me pidieron de favor que fuera a comprar, no me molesto al menos tomaría algo de aire puro, estar encerrada para una lycan no era bueno; con una sonrisa acepte y me dieron la cesta para comprar las verduras para la cena de aquella noche. Al salir una pequeña brisa cubrió mi rostro y la coleta que llevaba encima, esparciendo mi aroma por el lugar y trayéndome el olor de la calle y el cielo nublado…
Luego de las compras de regreso al Hotel, un hombre con aura misteriosa me abordó…
Aquel hombre era un inquisidor, los conocía de cerca a ellos, su aroma y aura estaba más que claro qué clase de ser se presentaba ante mí y bajo qué condiciones, eso lo sentía gracias a la punzada que en mi nuca se presentaba cada vez que algún mal individuo se acercara o estuviera a un kilómetro a la redonda, la vieja que vive junto a mi lo llama sexto sentido, o quizás parte de gracia de lo que ahora soy…
Aquel hombre estaba en el suelo, muerto, sobre su propia sangre y yo estaba sin ropa…¿Qué había pasado? Aun no recordaba y eso significaba que… —Lo mate en luna llena, que horror, ahora tendré a toda la inquisición sobre mí— golpee mi cabeza refregando mi rostro un poco con la mano. Estaba perdida ahora y más si alguien supiera de ello.
Terra A. Reed- Licántropo Clase Media
- Mensajes : 47
Fecha de inscripción : 21/11/2014
Re: Freak — libre
Comenzaré está historia con un texto completamente fuera de lugar: extraño la nieve. La sensación del frio rodeando mis pies desnudos que se entumen bajo su superficie. La ropa que de pronto es más suave y abrigadora de lo que uno siente en verano. El vaho que sale de la boca y da realidad a los seres vivos que nos rodean. ¿Por qué hablo de esto? Ahora iré a ello.
Me gusta la nieve por qué opaca la fiebre del lobo; pero es seguro que no tienen una idea de lo que les hablo. Si las cosas fueran tan sencillas no nos molestarían, no importunarían mis pensamientos o me provocarían malos ratos al dormir. Pero lo hace si no es la cabeza es el cuerpo; después de una luna llena, el cuerpo queda, literalmente, mallugado de heridas, doloroso como si te hubieras caído de un tercer piso y algunas veces abierto en carne viva. No es nada agradable. Y es algo que, la mayoría de nosotros debemos de pasar solos. Bien, llegados a este punto, hablaré de una noche en que las cosas no fueron “bien”.
Hace más de un año me sucedió, no vigilé la resistencia de la celda, los goznes y las cadenas. Y ahora, volvió a suceder; fue mi error, mi descuido. Antes de abrir los ojos percibí el olor a hierba y el ruido debajo del suelo de los múltiples insectos que corrían por allí. Y un instante después, las punzadas de dolor cayeron como un balde de agua helada en la espalda. Desperté por completo en segundos, con la claridad de saber perfectamente lo que me sucedía. El dolor era lava ardiente recorriendo cada centímetro de mi cuerpo y sin embargo, era soportable al grado en lo que una herida constante acaba siéndolo para una persona normal. Estaba acostumbrado al dolor.
Me levanté, omitiendo el aviso de estar desnudo, cosa obvia y que me pasaba seguido también. Triste de mí. Ahora bien, me preocupaba más encontrar una ruta segura para volver a mi casa. Olisqueé el bosque y en lugar de una ruta abierta al viento, me encontré con el olor inconfundible de la sangre. Me aterré por un instante, mirando sobre mis talones, rasguñándome, buscando la fuente como si me hubieran apuñalado. Lo encontré de pronto y junto a ese olor, había un aroma muy familiar.
Me moví lentamente, sin esconderme, haciendo acto de presencia en un momento por demás crítico. Aparté la mirada del cadáver que comenzaba a despedir un olor desagradable. Luego, me enfoqué en el otro licántropo, una hembra que, según a sus propios ojos, era la perpetradora. ¿La habría yo ayudado? Como fuera cierto o no, no importaba, me acababa de volver un cómplice. Desvié la mirada por su respeto a ella, no porque no me gustara lo que viera.
—¿Es la primera vez que matas a alguien? —mi voz rezumo en el silencio ruidoso del bosque, agria, mientras me apoyaba en aquel árbol que era un muro entre nuestros cuerpos desnudos. A mí no me importaba mucho, pero ella parecía muy afectada. Curiosamente, me encontré pensando en ayudarla, empezando por una manta o lo que fuera para que se cubriera.
Me gusta la nieve por qué opaca la fiebre del lobo; pero es seguro que no tienen una idea de lo que les hablo. Si las cosas fueran tan sencillas no nos molestarían, no importunarían mis pensamientos o me provocarían malos ratos al dormir. Pero lo hace si no es la cabeza es el cuerpo; después de una luna llena, el cuerpo queda, literalmente, mallugado de heridas, doloroso como si te hubieras caído de un tercer piso y algunas veces abierto en carne viva. No es nada agradable. Y es algo que, la mayoría de nosotros debemos de pasar solos. Bien, llegados a este punto, hablaré de una noche en que las cosas no fueron “bien”.
Hace más de un año me sucedió, no vigilé la resistencia de la celda, los goznes y las cadenas. Y ahora, volvió a suceder; fue mi error, mi descuido. Antes de abrir los ojos percibí el olor a hierba y el ruido debajo del suelo de los múltiples insectos que corrían por allí. Y un instante después, las punzadas de dolor cayeron como un balde de agua helada en la espalda. Desperté por completo en segundos, con la claridad de saber perfectamente lo que me sucedía. El dolor era lava ardiente recorriendo cada centímetro de mi cuerpo y sin embargo, era soportable al grado en lo que una herida constante acaba siéndolo para una persona normal. Estaba acostumbrado al dolor.
Me levanté, omitiendo el aviso de estar desnudo, cosa obvia y que me pasaba seguido también. Triste de mí. Ahora bien, me preocupaba más encontrar una ruta segura para volver a mi casa. Olisqueé el bosque y en lugar de una ruta abierta al viento, me encontré con el olor inconfundible de la sangre. Me aterré por un instante, mirando sobre mis talones, rasguñándome, buscando la fuente como si me hubieran apuñalado. Lo encontré de pronto y junto a ese olor, había un aroma muy familiar.
Me moví lentamente, sin esconderme, haciendo acto de presencia en un momento por demás crítico. Aparté la mirada del cadáver que comenzaba a despedir un olor desagradable. Luego, me enfoqué en el otro licántropo, una hembra que, según a sus propios ojos, era la perpetradora. ¿La habría yo ayudado? Como fuera cierto o no, no importaba, me acababa de volver un cómplice. Desvié la mirada por su respeto a ella, no porque no me gustara lo que viera.
—¿Es la primera vez que matas a alguien? —mi voz rezumo en el silencio ruidoso del bosque, agria, mientras me apoyaba en aquel árbol que era un muro entre nuestros cuerpos desnudos. A mí no me importaba mucho, pero ella parecía muy afectada. Curiosamente, me encontré pensando en ayudarla, empezando por una manta o lo que fuera para que se cubriera.
Drazel Sarbu- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 21/04/2015
Localización : Por aquí, por allá
Re: Freak — libre
Con la cabeza embotada y confundida traté de dar unos pasos decentes hacia algo de civilización pero era inútil, cada paso que daba solo me confundía más y más, estaba completamente desorientada, di apenas unos cinco pasos, o menos quizás y el cuerpo no lo resistí estaba completamente exhausta, recargué el cuerpo sobre el tronco de un árbol que lastimaba pero era lo único que había, con la visión aun borrosa, aun frotando los ojos para poder visualizar bien, solo observaba el cadáver y el vertedero de tripas y sangre . ¿Me habrían incrustado algo? ¿o algún veneno? Y ya no estaba aquel para preguntarle, el porqué del que mis sentidos estuvieran de aquella manera en un cincuenta por ciento de su totalidad en normal, y eso no ocurría cuando me transformaba, así que algo debió arrojar aquel tipo hacia mí, algún veneno que paralizaría mi cuerpo ¿cantidad? Eso era lo desconocido.
—Maldición— maldije por lo bajo comenzando a reírme, aquello comenzaba a darme mucha gracia —Ahora tendré a los malditos tras de mi con el pretexto de que me una a ellos para expiar mis pecados— volvía a reírme por la ironía que presentaba aquellas circunstancias.
Cuantos años ya iban que había pertenecido a aquel grupo de seres “religiosos” que de ello solo les queda en el nombre, porque eran más una pandilla o secta religiosa que algún grupo destinado a la investigación o entendimiento, mataban a diestra y siniestra sin importarles si eran buenos o malos, niños o jóvenes, hombres o mujeres. Para ellos solo importaba el dinero y que se unan a su grupo para seguir expandiéndose, pocos eran los que merecían la pena llamarse soldados de Dios.
Pensar en ello me hacía reír, y todo gracias al grupo que me salvó y que me ayudó a recuperar la memoria para encontrar a mi hermano, maldita la hora en que los seguí y que ahora me volvía a encontrar con ellos. Pensando en ello era como me sentía como en un maldito laberinto sin salida solo para divertir a otros, hasta que una voz oscura, carrasposa me hizo sobre saltar, realmente me congeló por las palabras que había dejado, porque en mi mente solo venía una sola palabra “inquisidor”, todo el cuerpo se me erizó por completo quedándome tan pálida como si estuviera expuesta y desnuda, un momento, ya estaba desnuda frente a un posible enemigo. Fue la primera vez que sentía la vergüenza de estar sin ropa.
Carraspee un poco con algo de tos mientras trataba de ocultar mi cuerpo más en aquel tronco, mirando al suelo, aun se veía borroso —Cómo podría responder a ello sin saber que quien me hace la pregunta es amigo o enemigo— vuelto a toser para aclarar mi voz, la sentía pastosa y diferente de lo habitual —Puede que seas un inquisidor, pero no voy a mentir— tragué en seco todo aquel nerviosismo de entrar a una pelea en esas condiciones, salí de detrás del árbol mostrándome tal como era frente a aquel hombre, su aroma era algo familiar pero no podía asegurarlo en mi condición, por lo que solo había una forma de hacer las cosas, a las bravas —No es la primera vez que termino de esta manera y sé que no será la última, la lista es larga y tengo muchos pecados que prefiero que queden donde están. Aunque si es la primera vez que al parecer usan algo para drogarme— el cuerpo se me vencía, las extremidades no me funcionaban así que solo quedó apoyar mi mano al tronco del árbol para que me haga de apoyo sin mostrar señal de debilidad, aunque a mi parecer aquello era imposible.
—Dichas todas estas presentaciones, ¿Qué eres tú? ¿O quién eres tú?— su figura era borrosa ante mis ojos pero aun así podía figurar como un hombre llamativo y algo atractivo, quizás ¿otro lobo?, esperaba que si.
—Maldición— maldije por lo bajo comenzando a reírme, aquello comenzaba a darme mucha gracia —Ahora tendré a los malditos tras de mi con el pretexto de que me una a ellos para expiar mis pecados— volvía a reírme por la ironía que presentaba aquellas circunstancias.
Cuantos años ya iban que había pertenecido a aquel grupo de seres “religiosos” que de ello solo les queda en el nombre, porque eran más una pandilla o secta religiosa que algún grupo destinado a la investigación o entendimiento, mataban a diestra y siniestra sin importarles si eran buenos o malos, niños o jóvenes, hombres o mujeres. Para ellos solo importaba el dinero y que se unan a su grupo para seguir expandiéndose, pocos eran los que merecían la pena llamarse soldados de Dios.
Pensar en ello me hacía reír, y todo gracias al grupo que me salvó y que me ayudó a recuperar la memoria para encontrar a mi hermano, maldita la hora en que los seguí y que ahora me volvía a encontrar con ellos. Pensando en ello era como me sentía como en un maldito laberinto sin salida solo para divertir a otros, hasta que una voz oscura, carrasposa me hizo sobre saltar, realmente me congeló por las palabras que había dejado, porque en mi mente solo venía una sola palabra “inquisidor”, todo el cuerpo se me erizó por completo quedándome tan pálida como si estuviera expuesta y desnuda, un momento, ya estaba desnuda frente a un posible enemigo. Fue la primera vez que sentía la vergüenza de estar sin ropa.
Carraspee un poco con algo de tos mientras trataba de ocultar mi cuerpo más en aquel tronco, mirando al suelo, aun se veía borroso —Cómo podría responder a ello sin saber que quien me hace la pregunta es amigo o enemigo— vuelto a toser para aclarar mi voz, la sentía pastosa y diferente de lo habitual —Puede que seas un inquisidor, pero no voy a mentir— tragué en seco todo aquel nerviosismo de entrar a una pelea en esas condiciones, salí de detrás del árbol mostrándome tal como era frente a aquel hombre, su aroma era algo familiar pero no podía asegurarlo en mi condición, por lo que solo había una forma de hacer las cosas, a las bravas —No es la primera vez que termino de esta manera y sé que no será la última, la lista es larga y tengo muchos pecados que prefiero que queden donde están. Aunque si es la primera vez que al parecer usan algo para drogarme— el cuerpo se me vencía, las extremidades no me funcionaban así que solo quedó apoyar mi mano al tronco del árbol para que me haga de apoyo sin mostrar señal de debilidad, aunque a mi parecer aquello era imposible.
—Dichas todas estas presentaciones, ¿Qué eres tú? ¿O quién eres tú?— su figura era borrosa ante mis ojos pero aun así podía figurar como un hombre llamativo y algo atractivo, quizás ¿otro lobo?, esperaba que si.
Terra A. Reed- Licántropo Clase Media
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Fecha de inscripción : 21/11/2014
Re: Freak — libre
Me decanté por la observación del cadáver mientras fue posible. Presentaba un olor ligero a descomposición, que yo ya había percibido antes, pero no dejaba de ser una exquisitez en la que sin duda mi parte de lobo hubiera encajado los dientes complacido si las circunstancias hubieran sido diferentes. Pero esto no era el momento y mucho menos las circunstancias. Qué pena, tenía apetito.
Yo me había delatado enfrente de ella para evitarle más nerviosismos o problemas, pero al parecer no sirvió de nada al final. La había observado desde mi escondite y la impresión de debilidad que me dejó desde un inicio me indicó que ella, o bien era muy joven, o bien había pasado algo de lo que no me había percatado. Permanecí recargado en el tronco, pensativo mientras la escuchaba toser y poco después, moverse. Me asomé entonces lentamente y la vi de pie, mostrándose tal cual era. No pude hacer nada más que responder a su valentía y me mostré también, de pie junto al árbol donde me había escondido hasta ahora.
—No estás ante un enemigo. —resolví comenzar por ahí, explicarme de una manera más clara y ser directo ante lo que ella necesitaba saber. Tuve que hacer una mueca de disgusto ante la mención de los inquisidores, esos imbéciles que no sólo me habían arruinado mi infancia, sino que encima, continuaban metiéndose en mi camino junto a sus estúpidos y a veces aliados, cazadores. Gruñí. —No tengo nada que ver con los inquisidores. No son de mi agrado. —Indiqué con una calma fingida. Pude ver la debilidad de su cuerpo con más claridad que antes y lo del veneno me pareció bastante racional, ahora que lo escuchaba de sus labios. Fue un pensamiento lógico en el que no caí. —Sí, es probable que eso haya sucedido. —Yo no podía oler nada, pero los venenos inodoros eran algo cada vez más usado entre los amantes de las cruces.
Me llegó el momento y no lo aplacé. Me retiré un poco del árbol junto a mí y permanecí de pie. Los dolores de la transformación de la noche anterior estaban dejando su intensidad a cada minuto que pasaba mientras mi cuerpo se sanaba a sí mismo. El cosquilleo que me hacían sentir estaba por demás. Ni me intereso.
—Soy un licántropo, como tú. —Me presenté según el orden de las preguntas. —Y respecto a quién soy… Pues soy un pobre diablo que tuvo la suerte de acabar en este bosque, algo cerca de ti. Afortunadamente no es algo que me suceda siempre, por lo regular suelo portarme mejor. — Y también era un caballero, así que mantuve mi mirada lejos de las curvas de su cuerpo, aunque las percibía desde el rabillo de mi ojo. —Ahora bien, si requieres un nombre, llámame Darío. —Volví a verla de frente y respiré fuerte. —Depende de ti si deseas mi ayuda o no. Me gustaría buscar algo con lo que cubrirnos… Para empezar por algo. —repliqué, indeciso.
¿Estaba lo suficientemente fuerte como para correr un rato? Sí, ahora mismo, ya lo estaba.
Yo me había delatado enfrente de ella para evitarle más nerviosismos o problemas, pero al parecer no sirvió de nada al final. La había observado desde mi escondite y la impresión de debilidad que me dejó desde un inicio me indicó que ella, o bien era muy joven, o bien había pasado algo de lo que no me había percatado. Permanecí recargado en el tronco, pensativo mientras la escuchaba toser y poco después, moverse. Me asomé entonces lentamente y la vi de pie, mostrándose tal cual era. No pude hacer nada más que responder a su valentía y me mostré también, de pie junto al árbol donde me había escondido hasta ahora.
—No estás ante un enemigo. —resolví comenzar por ahí, explicarme de una manera más clara y ser directo ante lo que ella necesitaba saber. Tuve que hacer una mueca de disgusto ante la mención de los inquisidores, esos imbéciles que no sólo me habían arruinado mi infancia, sino que encima, continuaban metiéndose en mi camino junto a sus estúpidos y a veces aliados, cazadores. Gruñí. —No tengo nada que ver con los inquisidores. No son de mi agrado. —Indiqué con una calma fingida. Pude ver la debilidad de su cuerpo con más claridad que antes y lo del veneno me pareció bastante racional, ahora que lo escuchaba de sus labios. Fue un pensamiento lógico en el que no caí. —Sí, es probable que eso haya sucedido. —Yo no podía oler nada, pero los venenos inodoros eran algo cada vez más usado entre los amantes de las cruces.
Me llegó el momento y no lo aplacé. Me retiré un poco del árbol junto a mí y permanecí de pie. Los dolores de la transformación de la noche anterior estaban dejando su intensidad a cada minuto que pasaba mientras mi cuerpo se sanaba a sí mismo. El cosquilleo que me hacían sentir estaba por demás. Ni me intereso.
—Soy un licántropo, como tú. —Me presenté según el orden de las preguntas. —Y respecto a quién soy… Pues soy un pobre diablo que tuvo la suerte de acabar en este bosque, algo cerca de ti. Afortunadamente no es algo que me suceda siempre, por lo regular suelo portarme mejor. — Y también era un caballero, así que mantuve mi mirada lejos de las curvas de su cuerpo, aunque las percibía desde el rabillo de mi ojo. —Ahora bien, si requieres un nombre, llámame Darío. —Volví a verla de frente y respiré fuerte. —Depende de ti si deseas mi ayuda o no. Me gustaría buscar algo con lo que cubrirnos… Para empezar por algo. —repliqué, indeciso.
¿Estaba lo suficientemente fuerte como para correr un rato? Sí, ahora mismo, ya lo estaba.
Drazel Sarbu- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 21/04/2015
Localización : Por aquí, por allá
Re: Freak — libre
Los claros rayos del sol pegaban a mi rostro a través de las hojas de los altos árboles que no paraban de danzar con la fría brisa que les agitaba, aun con toda esa temperatura mi cuerpo estaba tibio gracias a una de las ventajas de aquella maldición. Aun no recuerdo siquiera como fue que la tuve, aunque se que mi hermano se perdió por ello. Recordarlo me hacía sentir furiosa y triste a la vez llenándome de pensamientos muy negativos. Antes de tenerlos los barrí a todos inmediatamente a la par que oía al viento y lo olía, un rico aroma a frutos frescos, tierra, un estado salvaje que tanto me gustaba.
Fuerzo la vista a que estabilice por completo pero es inútil solo puedo ver atisbos de las cosas en formas medio borrosas, aunque podía distinguirás por su aroma y claro por su formas ya conocidas. El sonido de la voz llegó a mis oídos y solo pude reírme por ello, su timbre de voz era distinto, estaba roto en cada pequeña letra que formaba, quizás no era su voz sino más bien mis oídos, si realmente eran mis sentidos los que estaban rotos completamente. Le oigo hablar y su figura está igual que la mía, no tiene ropa aunque tiene algunas manchas de sangre, entrecierro los ojos para distinguir mejor pero es el aroma que me ayuda —Ya que no somos enemigos, diremos que somos “conocidos”, ya que al parecer somos iguales, vaya que sorpresa— agité mis cabellos un poco hasta que el dolor de cabeza comenzó a atacar —Maldición, odio que usen estas drogas, hacen que me duela la cabeza y mis sentidos no estén al ciento por cien, malditos bastardos— reí recargando mi cuerpo contra el árbol al chasquear la lengua.
Froté con fuerza mis ojos pero era inútil —¿Acaso no te drogaron a ti Darío?— solté sin más —por cierto me llamo Terra, un gusto en conocerte, aunque sea en estas condiciones tan extrañas— bostezo, clara señal de cansancio —Si nos acercamos a una aldea o poblado cercano nos matarán o pensarona que fuimos atacados por algún demonio y bueno, ya sabemos lo que puede pasar con esa parda de ignorantes que rondan por aquí— acaricio mi piel como si estuviera tan cómoda con la situación, y si era un hecho que lo estaba.
—¿Alguna idea de cómo conseguiremos ropa?— enarqué una ceja junto a un suspiro y la sonrisa de placer que tengo cuando estoy ante un nuevo plan aventurero —Es mejor irnos pronto, no vaya a ser que lleguen más de esos malditos y tengamos que enfrentarnos nuevamente a ellos— ante dicha idea realmente sonrei de felicidad y dicha imaginando los gritos de los desgraciados.
Fuerzo la vista a que estabilice por completo pero es inútil solo puedo ver atisbos de las cosas en formas medio borrosas, aunque podía distinguirás por su aroma y claro por su formas ya conocidas. El sonido de la voz llegó a mis oídos y solo pude reírme por ello, su timbre de voz era distinto, estaba roto en cada pequeña letra que formaba, quizás no era su voz sino más bien mis oídos, si realmente eran mis sentidos los que estaban rotos completamente. Le oigo hablar y su figura está igual que la mía, no tiene ropa aunque tiene algunas manchas de sangre, entrecierro los ojos para distinguir mejor pero es el aroma que me ayuda —Ya que no somos enemigos, diremos que somos “conocidos”, ya que al parecer somos iguales, vaya que sorpresa— agité mis cabellos un poco hasta que el dolor de cabeza comenzó a atacar —Maldición, odio que usen estas drogas, hacen que me duela la cabeza y mis sentidos no estén al ciento por cien, malditos bastardos— reí recargando mi cuerpo contra el árbol al chasquear la lengua.
Froté con fuerza mis ojos pero era inútil —¿Acaso no te drogaron a ti Darío?— solté sin más —por cierto me llamo Terra, un gusto en conocerte, aunque sea en estas condiciones tan extrañas— bostezo, clara señal de cansancio —Si nos acercamos a una aldea o poblado cercano nos matarán o pensarona que fuimos atacados por algún demonio y bueno, ya sabemos lo que puede pasar con esa parda de ignorantes que rondan por aquí— acaricio mi piel como si estuviera tan cómoda con la situación, y si era un hecho que lo estaba.
—¿Alguna idea de cómo conseguiremos ropa?— enarqué una ceja junto a un suspiro y la sonrisa de placer que tengo cuando estoy ante un nuevo plan aventurero —Es mejor irnos pronto, no vaya a ser que lleguen más de esos malditos y tengamos que enfrentarnos nuevamente a ellos— ante dicha idea realmente sonrei de felicidad y dicha imaginando los gritos de los desgraciados.
Terra A. Reed- Licántropo Clase Media
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Fecha de inscripción : 21/11/2014
Re: Freak — libre
Percibí ese sutil aroma a frutas, agradable pero nada apetitoso para mi yo de ese momento. Ser omnívoro era complicado si mi lado animal solo desea comer carne cruda, sobre todo si la luna llena alumbraba el cielo. ¿Acaso será esta la última luna llena? ¿Qué sabía yo al respecto? Estaba ligeramente desorientado, pero eso era normal. Era algo que sucedía en cada luna llena; tendría que esperar a la noche y ver que ocurría. No era algo que no me hubiera ocurrido antes aunque no me sentía orgulloso de reconocerlo. Se me olvidaba marcar la fecha en el calendario y una cosa llevaba a la otra y de pronto habían pasado las tres lunas y entonces el ciclo comenzaba. No podía encogerme de hombros y dejándolo ser, pero no conseguía recrear la rutina correctamente.
El olor de las frutas había despertado mi apetito pero consciente de mi situación actual era algo que podía dejar de lado por ahora. Mi nueva conocida no se encontraba bien y eso hacía las cosas un poco más complicadas. A excepción de ser visto desnudo, yo no tenía ningún problema en moverme e incluso ir por los tejados de ser necesario con tal de encontrar algo con que cubrirnos, como tal era mi plan original.
—Tu cuerpo pronto las desechará, debes tener paciencia. —Dije en voz baja, inclinándome para hincarme, apoyando mi peso en mis pies y recargándome contra el árbol. Parpadeé sorprendido y negué pero enseguida agregué. —No, y si lo hicieron, el efecto se fue antes de que despertara. Soy bastante resistente a esas cosas. Será la edad. —Deduje después de unos segundos. No recordaba piquete alguno o la cercanía de alguien. Y no había otro cadáver cerca más que el que los dos habíamos visto. Puede que mi acción hubiera sido ayudarla en lugar de defenderme. —No te preocupes por eso, nunca me han agarrado en camino a mi hogar. No vivo en la ciudad si no en las afueras. Soy Darío, es un gusto, muy a pesar de las circunstancias.
Me levanté lentamente, pensando al respecto. Si estaba sólo… La miré de nuevo y me cruce de brazos. Si estaba sólo… Pero no lo estas Darío, La señorita Terra está contigo y no está bien. Vamos perro viejo, esto podía ser una buena oportunidad para lucirte como el hombre que eres, o por lo menos demostrar tu valía si es que existía por algún lado entre está masa de músculos.
—Vayamos por el campo, será más sencillo escondernos que si nos metemos en algún poblado abierto a la luz del sol. —Lentamente caminé hacía ella y le tendí la mano. —Si me permites, creo que requieres de un guía, al menos temporalmente. Soy bueno escabulléndome, veamos que tan bien se le da a usted, ¿Le parece madame? No perdemos nada intentándolo.
No estaba seguro de donde nos encontrábamos, pero ella tenía razón, no lograríamos nada permaneciendo aquí a la expectativa, a la vista de todos.
El olor de las frutas había despertado mi apetito pero consciente de mi situación actual era algo que podía dejar de lado por ahora. Mi nueva conocida no se encontraba bien y eso hacía las cosas un poco más complicadas. A excepción de ser visto desnudo, yo no tenía ningún problema en moverme e incluso ir por los tejados de ser necesario con tal de encontrar algo con que cubrirnos, como tal era mi plan original.
—Tu cuerpo pronto las desechará, debes tener paciencia. —Dije en voz baja, inclinándome para hincarme, apoyando mi peso en mis pies y recargándome contra el árbol. Parpadeé sorprendido y negué pero enseguida agregué. —No, y si lo hicieron, el efecto se fue antes de que despertara. Soy bastante resistente a esas cosas. Será la edad. —Deduje después de unos segundos. No recordaba piquete alguno o la cercanía de alguien. Y no había otro cadáver cerca más que el que los dos habíamos visto. Puede que mi acción hubiera sido ayudarla en lugar de defenderme. —No te preocupes por eso, nunca me han agarrado en camino a mi hogar. No vivo en la ciudad si no en las afueras. Soy Darío, es un gusto, muy a pesar de las circunstancias.
Me levanté lentamente, pensando al respecto. Si estaba sólo… La miré de nuevo y me cruce de brazos. Si estaba sólo… Pero no lo estas Darío, La señorita Terra está contigo y no está bien. Vamos perro viejo, esto podía ser una buena oportunidad para lucirte como el hombre que eres, o por lo menos demostrar tu valía si es que existía por algún lado entre está masa de músculos.
—Vayamos por el campo, será más sencillo escondernos que si nos metemos en algún poblado abierto a la luz del sol. —Lentamente caminé hacía ella y le tendí la mano. —Si me permites, creo que requieres de un guía, al menos temporalmente. Soy bueno escabulléndome, veamos que tan bien se le da a usted, ¿Le parece madame? No perdemos nada intentándolo.
No estaba seguro de donde nos encontrábamos, pero ella tenía razón, no lograríamos nada permaneciendo aquí a la expectativa, a la vista de todos.
Drazel Sarbu- Licántropo Clase Alta
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Localización : Por aquí, por allá
Re: Freak — libre
Una de las palabras que dijo aquel hombre me obliga a que piense mejor y acepte el hecho de que por el momento era una completa inútil y por ello tendría que aguardar y tener mucha paciencia hasta que toda esa basura que me pusieron salga de mi organismo; aun así, esperar me estaba matando, necesitaba comer o hacer algo o de lo contrario me volvería loca estar sin hacer nada porque mi naturaleza era estar siempre activa.
Miro a Darío tomando su mano, no podía rechazar su ayuda, por el momento ya que ni yo podría mantenerme de pie si continuaba caminando o lo más probable era que terminase perdida hasta sabrán los dioses cuando. Mi manó se ajusta con la de él soltando una carcajada —Aceptaré tu ayuda porque la verdad no quiero perderme y menos encontrarme con alguno de esos bastardos, enfrentarlos de esta manera no sería justo, porque ellos ganarían y yo estaría encadenada y siendo llevada en una jaula de regreso a la inquisición— chasquee con la lengua solo mencionara esa palabra me da agrura en el estómago, o quizás era el hambre, si era lo más razonable —Por su amable gesto de amabilidad pertinente, Monsieur, me dejaré guiar por usted hasta que podamos estará más decente, aunque ya me considero decente— reí con fuerza ante mi simulación de joven dama refinada, esos tratos no se me daban muy bien, opta por uno más natural o quizás era mi lado salvaje el que optaba por lo directo.
Iba dando pasos muy cuidadosos uno delante del otro y con la otra mano tanteaba lo que estaba cerca de mi, estar en esas condiciones me ponía de mal humor, y sabía que no debía explotar porque la culpara era completamente mía —¿Eres mayor a mi? Demonios, tendrás que enseñarme entonces como le haces para soportar estas cosas, realmente las odio; si eres mayor puedo decirte abuelo— pregunte riéndome. Era mejor reír antes que ponerme a llorar a soltar la ira por todo el lugar.
Miro a Darío tomando su mano, no podía rechazar su ayuda, por el momento ya que ni yo podría mantenerme de pie si continuaba caminando o lo más probable era que terminase perdida hasta sabrán los dioses cuando. Mi manó se ajusta con la de él soltando una carcajada —Aceptaré tu ayuda porque la verdad no quiero perderme y menos encontrarme con alguno de esos bastardos, enfrentarlos de esta manera no sería justo, porque ellos ganarían y yo estaría encadenada y siendo llevada en una jaula de regreso a la inquisición— chasquee con la lengua solo mencionara esa palabra me da agrura en el estómago, o quizás era el hambre, si era lo más razonable —Por su amable gesto de amabilidad pertinente, Monsieur, me dejaré guiar por usted hasta que podamos estará más decente, aunque ya me considero decente— reí con fuerza ante mi simulación de joven dama refinada, esos tratos no se me daban muy bien, opta por uno más natural o quizás era mi lado salvaje el que optaba por lo directo.
Iba dando pasos muy cuidadosos uno delante del otro y con la otra mano tanteaba lo que estaba cerca de mi, estar en esas condiciones me ponía de mal humor, y sabía que no debía explotar porque la culpara era completamente mía —¿Eres mayor a mi? Demonios, tendrás que enseñarme entonces como le haces para soportar estas cosas, realmente las odio; si eres mayor puedo decirte abuelo— pregunte riéndome. Era mejor reír antes que ponerme a llorar a soltar la ira por todo el lugar.
Terra A. Reed- Licántropo Clase Media
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Re: Freak — libre
Por un momento deseé tener una cabellera larga que pudiera echarme hacia atrás para reflejar mi exasperación ante está situación, pero siendo sinceros, aquel gesto liberador no valía el suplicio de tener el pelo largo. La moda del caballero actual le exigía menesteres que me parecían más bien femeninos, dejando muy de lado que en mi condición, mantenerlo así sería un verdadero suplicio, y una pérdida de mi valioso tiempo también. Pero no dejaba de dilucidar que hubiera sido un gesto de lo más oportuno dada nuestra situación actual.
Su mano resultó suave y tibia, transmitiéndome delicadeza y al mismo tiempo un ligero temblor provocado, probablemente, por lo que fuera que le hubieran metido. Pero ella no era débil; no cometería el error de juzgarla sólo por como lucia. Después de todo, era un lobo, igual que yo.
Comencé a caminar frente a ella, con la mano levantada y el brazo en tensión, para que, si tropezara, encontrara un asimiento seguro del cual sostenerse. Cuando su respuesta llegó a mis oídos y tomó sentido, me detuve para mirarla. Una cosa era encadenarse para evitar problemas y otra muy diferente estar en una jaula para ser algo menos que un simple animal.
—Es curioso que lo digas, por qué, de no ser por ellos, yo ahora sería un hombre normal viviendo una vida aburrida normal. —Respondí, mirándola por unos momentos más antes de seguir caminando. —Tu definición de bastardos le viene bastante bien a ese tipo de personas. No tengo nada en contra de ellos, hablando personalmente, al menos no ahora… —Me escuché desvariar, dándome ese lujo por ahora, mientras lo más divertido era caminar y evitar clavarnos una rama en la planta del pie. —Ha, yo creo que es usted bastante decente madame, mucho más allá de lo que su apariencia pretenda dictar.
Empujé una que otra piedra que estaba estorbando en el angosto camino que nos estábamos formado. Seguíamos al abrigo de los árboles y los arbustos pero más allá, adelante, comenzaban a distanciarse unos de otros, formando más zonas descubiertas a la luz del sol. Y conforme la mañana avanzaba, los ruidos del bosque se hacían más notorios, pero entre todos, no podía escuchar ningún qué proviniera de algún humano. Íbamos bien por ahora.
—Bueno, eso depende de la edad que tenga usted madame, pero creo que sí, como perro tengo muchos años ya, más de los que la apariencia me permite mostrar. —Su toque de humor me bastó para echarme a reír, suavemente. —Será un placer, si este encuentro lleva a una amistad apropiada, podría intentarlo, pero no es mi fuerte el ser profesor. —Me encogí de hombros. —Seguro, llámame abuelo, será el toque final de esta puesta en escena, ¿No te parece? —Me escuche tuteándola, guardando silencio de pronto, al borde de uno de los pocos árboles que estaban rezagados de sus hermanos.
No había nadie, pero el tramo al descubierto parecía más grande de lo que esperaba. Al fondo, en la pronunciada y suave falda de una colina, se encontraba una cabaña, una única casita en la que, esperando que no estuvieran, podría vivir una familia no muy numerosa. Miré a mi compañera lobo de reojo y le señalé la casa. Si se mostraba de acuerdo, nos arriesgaremos.
Su mano resultó suave y tibia, transmitiéndome delicadeza y al mismo tiempo un ligero temblor provocado, probablemente, por lo que fuera que le hubieran metido. Pero ella no era débil; no cometería el error de juzgarla sólo por como lucia. Después de todo, era un lobo, igual que yo.
Comencé a caminar frente a ella, con la mano levantada y el brazo en tensión, para que, si tropezara, encontrara un asimiento seguro del cual sostenerse. Cuando su respuesta llegó a mis oídos y tomó sentido, me detuve para mirarla. Una cosa era encadenarse para evitar problemas y otra muy diferente estar en una jaula para ser algo menos que un simple animal.
—Es curioso que lo digas, por qué, de no ser por ellos, yo ahora sería un hombre normal viviendo una vida aburrida normal. —Respondí, mirándola por unos momentos más antes de seguir caminando. —Tu definición de bastardos le viene bastante bien a ese tipo de personas. No tengo nada en contra de ellos, hablando personalmente, al menos no ahora… —Me escuché desvariar, dándome ese lujo por ahora, mientras lo más divertido era caminar y evitar clavarnos una rama en la planta del pie. —Ha, yo creo que es usted bastante decente madame, mucho más allá de lo que su apariencia pretenda dictar.
Empujé una que otra piedra que estaba estorbando en el angosto camino que nos estábamos formado. Seguíamos al abrigo de los árboles y los arbustos pero más allá, adelante, comenzaban a distanciarse unos de otros, formando más zonas descubiertas a la luz del sol. Y conforme la mañana avanzaba, los ruidos del bosque se hacían más notorios, pero entre todos, no podía escuchar ningún qué proviniera de algún humano. Íbamos bien por ahora.
—Bueno, eso depende de la edad que tenga usted madame, pero creo que sí, como perro tengo muchos años ya, más de los que la apariencia me permite mostrar. —Su toque de humor me bastó para echarme a reír, suavemente. —Será un placer, si este encuentro lleva a una amistad apropiada, podría intentarlo, pero no es mi fuerte el ser profesor. —Me encogí de hombros. —Seguro, llámame abuelo, será el toque final de esta puesta en escena, ¿No te parece? —Me escuche tuteándola, guardando silencio de pronto, al borde de uno de los pocos árboles que estaban rezagados de sus hermanos.
No había nadie, pero el tramo al descubierto parecía más grande de lo que esperaba. Al fondo, en la pronunciada y suave falda de una colina, se encontraba una cabaña, una única casita en la que, esperando que no estuvieran, podría vivir una familia no muy numerosa. Miré a mi compañera lobo de reojo y le señalé la casa. Si se mostraba de acuerdo, nos arriesgaremos.
Drazel Sarbu- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 21/04/2015
Localización : Por aquí, por allá
Re: Freak — libre
Todo aquello que estaba diciendo provoca en mí una fuerte risotada que casi me lleva por delante de él pero, antes de impactarme con su cuerpo fue ahí que noto que la visión estaba aclarándose más para lo que estaba antes, si, ya con eso mis sentidos volvían a su normalidad aunque aún tenía pequeños nublazones aunque no en todo y por ello vi algo que a toda mujer sacaría gruñidos como el que suelto en aquel momento.
Suelto un gruñido y me acerco a otro lobo, tiene buena espalda, hombros anchos y unas piernas fuertes así como sus brazos que se tensan, pero había otra cosa que llama la atención, una que fue tanta la tentación que mi mano solita se dirige a ella tocando su redondez, doy una palmada y siento lo firme que está esa parte —Con algo como esto no creo que seas un abuelo Darío, aunque yo diría que estas en una edad justa y apetitosa como un mango maduro listo para chupar— suelto su mano pasando por delante de él y muestro también aquella parte de la anatomía femenina igual de redonda —Aunque no las tienes tan firmes, necesitas hacer más ejercicio como yo— camino y agito mi cabello y entro a ciegas a aquella parte despejada, era cuestión de medir pantalones, aunque nos falte a ambos
Miro sobre mi hombro, le guiño un ojo y un beso el lanzo —Si te conviertes en mi profesor estaría más pendiente ahora de tu trasero que de las clases en sí, incluso ahora mi mano tiene más curiosidad— miro a todos lados avanzando no con pasos seguros aun eran lentos, me duelen las rodillas y ese dolor se va extendiendo por el cuerpo en una clara señal que las drogas estaban pasando y con ello el malestar de la transformación y todo lo sucedido la noche anterior me cobra ahora la factura —Mi edad va con mi decencia tan oculta que apenas y se ve, pero como tu eres alguien tan lindo y dulce como para verla aun con esta indecencia descarada, te diré que no llevo mucho con esta condición a penas y cinco años suma eso a tener 24 años me pone en una situación de realidad como 29 años, vaya estoy en los 30 casi y aún sigo siendo tan salvaje como de joven , tanto que me pondrán en jaula para que digan “una loba en la jaula tiene ganas de salir a jugar” y yo tenga que aullarles, lástima que no se podrá—
Sonrió y detengo nuevamente mi andar, el dolor estaba corriendo por todo el cuerpo, necesito un descanso hasta que pase aquella corriente —Entre una vida aburrida y tener que estar corriendo y ocultarte de los inquisidores prefiero lo primero y para aburrido vamos a competir, te cuento Dario, que soy camarera en el hotel de parís, una camarera que se mete en muchos líos por no tener la boca cerrada— río por las veces que me regañaron por discutir con los huéspedes.
Suelto un gruñido y me acerco a otro lobo, tiene buena espalda, hombros anchos y unas piernas fuertes así como sus brazos que se tensan, pero había otra cosa que llama la atención, una que fue tanta la tentación que mi mano solita se dirige a ella tocando su redondez, doy una palmada y siento lo firme que está esa parte —Con algo como esto no creo que seas un abuelo Darío, aunque yo diría que estas en una edad justa y apetitosa como un mango maduro listo para chupar— suelto su mano pasando por delante de él y muestro también aquella parte de la anatomía femenina igual de redonda —Aunque no las tienes tan firmes, necesitas hacer más ejercicio como yo— camino y agito mi cabello y entro a ciegas a aquella parte despejada, era cuestión de medir pantalones, aunque nos falte a ambos
Miro sobre mi hombro, le guiño un ojo y un beso el lanzo —Si te conviertes en mi profesor estaría más pendiente ahora de tu trasero que de las clases en sí, incluso ahora mi mano tiene más curiosidad— miro a todos lados avanzando no con pasos seguros aun eran lentos, me duelen las rodillas y ese dolor se va extendiendo por el cuerpo en una clara señal que las drogas estaban pasando y con ello el malestar de la transformación y todo lo sucedido la noche anterior me cobra ahora la factura —Mi edad va con mi decencia tan oculta que apenas y se ve, pero como tu eres alguien tan lindo y dulce como para verla aun con esta indecencia descarada, te diré que no llevo mucho con esta condición a penas y cinco años suma eso a tener 24 años me pone en una situación de realidad como 29 años, vaya estoy en los 30 casi y aún sigo siendo tan salvaje como de joven , tanto que me pondrán en jaula para que digan “una loba en la jaula tiene ganas de salir a jugar” y yo tenga que aullarles, lástima que no se podrá—
Sonrió y detengo nuevamente mi andar, el dolor estaba corriendo por todo el cuerpo, necesito un descanso hasta que pase aquella corriente —Entre una vida aburrida y tener que estar corriendo y ocultarte de los inquisidores prefiero lo primero y para aburrido vamos a competir, te cuento Dario, que soy camarera en el hotel de parís, una camarera que se mete en muchos líos por no tener la boca cerrada— río por las veces que me regañaron por discutir con los huéspedes.
Terra A. Reed- Licántropo Clase Media
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