Un esperado reencuentro - Lestat-

por **Gabrielle De Lioncourt** Miér Jun 29, 2016 1:37 pm

Había caído la noche y el cielo estaba cubierto de un hermoso manto de estrellas, la luna resplandecía con toda elegancia sin ninguna nube que la molestara. Era un cielo hermoso, casi mágico que te hacía suspirar. Me sentí tentada a quedarme ahí, entre la hierba contemplando la inmensidad que me rodeaba, pero no era el momento. Tenía un objetivo que cumplir.

En mis paseos había adquirido un sombrero marrón, una chaqueta de semicuero del mismo color, bajo ella llevaba una camiseta blanca de algodón bastante fresca para la primavera. Tenía unos pantalones anchos color caqui y unas botas negras. Era un atuendo bastante cómodo y resistente aunque no muy elegante, pero esto último me tenía sin cuidado. Hacía mucho tiempo que ya no era víctima de la insufrible moda francesa.

Luego de pasar varios días en lugares casi desiertos y de complicado acceso, se me había facilitado rastrear lo que quería. Así que no me llevó mucho tiempo encontrar la guarida de mi presa, me hacía gracia pensar de esta manera, ya que esta vez iba por un felino de peso pesado.

No quería soportar la mirada inquisitiva de los mortales, por lo que preferí escalar paredes y atravesar jardines traseros. Pronto, sonreí con astucia porque había localizado a quien buscaba. Escalé por las paredes hasta treparme por la un gran ventanal abierto, me senté en el alfeizar y desde ahí aprecié aquel sutil aroma tan conocido y añorado de aquel que siempre he amado. Escuché los pasos ligeros de sus pies y me percaté de que aún no se había enterado de mi intrusión. Deseaba verle, pero no me apuraría, primero deseaba escuchar sus movimientos y tratar de adivinar qué lo mantenía ocupado.

por **Lestat De Lioncourt** Jue Ago 11, 2016 9:46 pm

Me pregunto porque demonios continuo esperándola, anhelando su presencia una y otra vez. Debe ser París, mi ciudad, mi hogar y aquel esplendido edificio donde yo había convertido a mi madre, Gabrielle, en una hija de la oscuridad lo que constantemente me recordaba su ausencia y adiós. Con cuidado dejé la pluma a un lado de la mesa, sobre mi escritorio, preguntándome donde estaba mi querida Gabrielle y cuanto tardarían aquellos proclamados "enemigos" en lanzarse contra ella. Mientras deslizaba la punta de mis dedos sobre los documentos que debía firma para mi abogado, podía imaginarla deambular de aquí para allá con su larga trenza sobre los hombros y lejos de cualquier mortal excepto aquel pobre hombre que escogería como su próxima victima.

En fin, si ella era feliz viajando y recorriendo el mundo... ¿Qué puedo hacer yo? Nada de lo que yo dijera la haría permanecer años en un mismo lugar.

Sentado frente a mi escritorio de estilo Luis XV decido que pasear por la ciudad me ayudaría a liberar mi mente de estos pensamientos, quizás alguna obra de teatro o una maravillosa exposición en el museo logré desvanecer su imagen en mi cabeza.

Cuando subí al segundo piso, sólo en ese momento, noté la presencia de alguien. No era Louis, ni nadie de la servidumbre. Al entrar en mi alcoba la vi. Estaba ahí sentada en el alfeizar del único ventanal abierto a esas horas de la noche, era aquella mujer que amaba con toda mi alma: su porte desafiante, su valor indómito, su cara pálida y ovalada, con el sello inmutable de un encanto femenino que ni siquiera la frialdad de su corazón podía alterar. Era mi hermosa Gabrielle.

por **Gabrielle De Lioncourt** Vie Ago 26, 2016 10:51 am

Escuchar la manera en que movía la pluma, me recordaba su niñez ¡Oh! Mi niño que quería instruirse contra la oposición de su inculto padre. La escena, la disputa, todo venía a mí. El pequeño y rebelde, Lestat. A continuación, su aroma se hizo más intenso y me tomé el tiempo para deleitarme con su esencia. Rememoré el tiempo en que me convirtió, su abrazo mortal, aquella cercanía e intimidad que nos brindaba el gesto.

Pero así como la memoria vampirica podía ser una bendición, en algunos casos de convertía en la maldición que nos acosaba a lo largo de la eternidad. Aquel día en que Lestat me alejó de su lado no se borraría jamás de mi memoria. Tenía tantos planes junto a él, quería que ambos exploráramos y conociéramos el mundo del que nos habíamos perdido.

Mi pesadilla se disipó cuando escuché al vampiro acercarse. Giré el rostro y nuestros ojos se encontraron. Verlo me resultaba fascinante pues era una versión perfecta de mí misma en masculino. Su elegancia en aquella forma de vestir, su jovialidad y aquel encanto zalamero que conservaba. En aquel instante, quise comportarme como una niña y correr hacia sus brazos, pero no lo haría. Me quedé ahí, inmutable mientras lo contemplaba y trataba de que su imagen se quedara para siempre grabada en mi mente, pues mi recuerdo, por mi muy buena memoria que tuviera, no le había hecho justicia.

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