AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Todo principio tiene su final…
12 pm; clock, clock, suenan las campanas marcando el anochecer, era momento de que Moune saliera de las catacumbas, debía alimentar su melancolía, saciar el dolor y derramar lágrimas. Ya que las rosas de cualquier tumba mostraban un insultante color carmesí, aunque más insultantes, resultaban, sí, cabían los llantos fingidos, las lágrimas escandalosas y las consternadas poses. Pocos sollozos en aquel tétrico entierro eran sinceros. Pocas eran las personas que de verdad lamentaban la muerte. Y todo esto era muy insultante para ella. Porque ella nada de esto obtuvo, ni malditas lágrimas engañosas o al menos un sentimiento mediocre. Fue como si no hubiese sido nada, ¡Nada, que ni una tumba tenía para llorarse a sí misma!
Así sin ser nada, comenzó a vagar, era un clima exageradamente friolento, pues su aura se torna como si estuviese nevando, más era su tristeza representada. Que se mezcla con la neblina del cementerio. Llevando el luto; su vestido negro, y su velo oscureciendo su rostro. Como una sombra entre todas esas criptas, siendo la única que no descanse en paz.
Donde quiera que pase, deja una fragancia a sangre, como si estuviese desangrándose, más su esencia ya es así. Un monstruo deforme. Era ella, una mujer tétrica que lleva en brazos a Moune — un oso de felpa a quien le arrebató el nombre y al cual renombró como Moncife— Y este era de mediana estatura, descolorido con los ojos rojos, era bellísima, ¡Como lo adora! Es el único obsequio que ha recibido desde que nació. Pues con él, sepultó su identidad.
Y de momento, su pecho golpeaba frenéticamente contra sus costillas después de escucharse un disparo. El nudo se estableció en su garganta. Ardió dentro de su cabeza, podía sentir de nueva cuenta como la bala le atravesaba el cráneo. «MI AMOR ME DISPARÓ» Fue el último pensamiento tras verse fenecer.
Él le disparó, ese sonido horrible le hizo temblar y corrió. Era un recuerdo otra vez vivido, donde debía esconderse para no morir. Más en este juego que comenzó, el oso es el único visible. Él debía encontrar al culpable de que asustaran a la reina, y así sería encontrada. Aunque, ¿Por qué es que se dejaría ver? …
En, 1, 2, 3… se sabrá, o quizás solo para protegerse de que en las sombras no fuese encontrada. Porque este era su único refugio. Y si es destruido, ¿A donde mas correría?
Invitado- Invitado
Re: Jouer à cache-cache seul...
¿Cuántas veces había escuchado las palabras? Esas que al final, me habían hecho caer en la discordia de querer hacer exactamente lo contrario, no por egoísmo o capricho, simplemente porque no iba a estar la eternidad haciéndoles caso. Vivir miserablemente no era para mí. ¿Cuáles eran entonces? “No salgas” “No tientes a la suerte” Bueno, eran tantas las veces que lo había oído que no podía recordar y estaba seguro que eso seguiría así por muchos años. Era inevitable para mí querer seguir viendo el mundo, había nacido para conocerlo todo. Pues, como era bien sabido, había escapado -con permiso de mi padre- hacia la ciudad, alejándome de lo que era un país aún sin ninguna clase de tecnología o incremento de la moda o la hermosura que desprendía París. ¡Nada se podía comparar con esa hermosa noche que no me dejaba de perseguir! Lamentablemente, los cazadores e inquisidores estaban junto con el paquete, lo que me obligaba a tener que ser más cuidadoso. Ya había sido lo suficientemente irresponsable como para terminar sin colmillos y con un corazón roto, que aún luchaba por calmarse. Ahora había aprendido a escapar y a esconderme. Rastreaba en los alrededores cualquier similitud de aroma peligroso e iba justo al lado contrario.
Lamentablemente esta vez ocurrió algo inesperado. Paseando por las calles cerca de los locales de ropa en los que adoraba entrar, me atormentó un aroma familiar, ya había estado antes bajo esa presión. Los condenados eran seres detestables, me resultaba imposible comprenderlos, principalmente porque era obvio que ninguno había decidido ser lo que éramos. Quizá algunos vampiros sí, pero no era mi caso. Claro, amaba estar suave y liso por la eternidad y sentir que tenía todo el tiempo del mundo. Sin embargo, no lo había pedido, nadie me consultó si deseaba ser lo que era. Así que, ¿por qué matarme por ello? Ofuscado fue que me vi obligado a perderme entre las personas. Sentía que me estaban siguiendo y empezaba a enloquecer como tantas veces lo había hecho. Y no fue hasta que me cansé de correr, que un frío más grande que el de mi propia piel se hizo presente. Miré a los lados, busqué hacia atrás y al no sentir nada, me dejé caer como una bolsa de papas sobre la tierra seca, mirando hacia arriba casi tan molesto como cuando me insultaban.
Fruncí la nariz, el aroma a muerte me asqueó y decidí levantarme, escuchando instantes antes un disparo que estaba más cerca de mi zona de lo que me hubiese gustado. Si hubiese tenido fluidos en mi cuerpo seguramente se hubiesen escapado sin preguntar. Rasguñé la tierra, impulsándome más adentro del lugar, el cual no tardé en verificar que era un maldito, horrible, detestable, oloriento y podrido cementerio. Mis ojos se llenaron de lágrimas y terminé estampádome contra una casa familiar, era esa clase de tumbas que las familias compraban para que todos se entierren en el mismo lugar. Tan demencial que la idea no quiso quedarse tanto tiempo rondando. Por el contrario, quedé petrificado en donde estaba parado, volteando la cabeza cual juguete roto. ¿De dónde podía venir ese tiro? Era obvio que desde siempre me había confundido y que no era para mi, sino no le habrían errado tanto, ni tampoco se hubiesen hecho notar. — Genial, tenía muchas ganas de perderme en un cementerio solo por ser un inútil. — Ironicé al respecto, estando a punto de apoyar la espalda en una pared, pero al verla, musgosa hasta la médula, me aparté con un salto. Buscando a los lados alguna cosa que me llamara la atención, estaba evidentemente aterrado. Aún cuando mi piel estaba muerta, mi expresión era clara; no quería estar ahí. Sentía frío y conocía qué clase de frío. En la Alianza había tenido la posibilidad de ver a un fantasma, la sensación era casi idéntica. Escondí mis ojos, con las dos manos y despacito, como si no fuese obvio que cualquiera podía verme, me arrastré a un lado. — Adiós, vuelva pronto, un placer, descanse en paz. Sí, sí, ya me voy. — ¿Cortina de humo? Más o menos, en realidad estaba tratando de calmarme a mí mismo, solía funcionar, cuando no se trataba de terribles seres místicos que no podían descansar en paz y que oscurecían con el tiempo volviéndose malvados y con deseos de venganza. Sí, nada de lo que se me ocurría hacía bien a mi cabeza y quise salir corriendo hacia cualquier lugar en un vago impulso suicida.
Lamentablemente esta vez ocurrió algo inesperado. Paseando por las calles cerca de los locales de ropa en los que adoraba entrar, me atormentó un aroma familiar, ya había estado antes bajo esa presión. Los condenados eran seres detestables, me resultaba imposible comprenderlos, principalmente porque era obvio que ninguno había decidido ser lo que éramos. Quizá algunos vampiros sí, pero no era mi caso. Claro, amaba estar suave y liso por la eternidad y sentir que tenía todo el tiempo del mundo. Sin embargo, no lo había pedido, nadie me consultó si deseaba ser lo que era. Así que, ¿por qué matarme por ello? Ofuscado fue que me vi obligado a perderme entre las personas. Sentía que me estaban siguiendo y empezaba a enloquecer como tantas veces lo había hecho. Y no fue hasta que me cansé de correr, que un frío más grande que el de mi propia piel se hizo presente. Miré a los lados, busqué hacia atrás y al no sentir nada, me dejé caer como una bolsa de papas sobre la tierra seca, mirando hacia arriba casi tan molesto como cuando me insultaban.
Fruncí la nariz, el aroma a muerte me asqueó y decidí levantarme, escuchando instantes antes un disparo que estaba más cerca de mi zona de lo que me hubiese gustado. Si hubiese tenido fluidos en mi cuerpo seguramente se hubiesen escapado sin preguntar. Rasguñé la tierra, impulsándome más adentro del lugar, el cual no tardé en verificar que era un maldito, horrible, detestable, oloriento y podrido cementerio. Mis ojos se llenaron de lágrimas y terminé estampádome contra una casa familiar, era esa clase de tumbas que las familias compraban para que todos se entierren en el mismo lugar. Tan demencial que la idea no quiso quedarse tanto tiempo rondando. Por el contrario, quedé petrificado en donde estaba parado, volteando la cabeza cual juguete roto. ¿De dónde podía venir ese tiro? Era obvio que desde siempre me había confundido y que no era para mi, sino no le habrían errado tanto, ni tampoco se hubiesen hecho notar. — Genial, tenía muchas ganas de perderme en un cementerio solo por ser un inútil. — Ironicé al respecto, estando a punto de apoyar la espalda en una pared, pero al verla, musgosa hasta la médula, me aparté con un salto. Buscando a los lados alguna cosa que me llamara la atención, estaba evidentemente aterrado. Aún cuando mi piel estaba muerta, mi expresión era clara; no quería estar ahí. Sentía frío y conocía qué clase de frío. En la Alianza había tenido la posibilidad de ver a un fantasma, la sensación era casi idéntica. Escondí mis ojos, con las dos manos y despacito, como si no fuese obvio que cualquiera podía verme, me arrastré a un lado. — Adiós, vuelva pronto, un placer, descanse en paz. Sí, sí, ya me voy. — ¿Cortina de humo? Más o menos, en realidad estaba tratando de calmarme a mí mismo, solía funcionar, cuando no se trataba de terribles seres místicos que no podían descansar en paz y que oscurecían con el tiempo volviéndose malvados y con deseos de venganza. Sí, nada de lo que se me ocurría hacía bien a mi cabeza y quise salir corriendo hacia cualquier lugar en un vago impulso suicida.
Invitado- Invitado
Re: Jouer à cache-cache seul...
Corre sin retorno, sin salida, encerrada en el mundo de las sombras en lo que escapa, la tierra; el mundo de los vivos eran un atroz mundo para la reina, y el tratar de escapar para que no destruyan su escondite, le atemorizaba entre ese sendero que solo encierra al cementerio. Donde quiera que se giraba, las criptas eran su final, una puñalada maldita y el miedo asechándola porque la exterminen. Ella inconscientemente daña todo aquello que le escuche, que le vea, que lo sienta. Transmitía todas sus emociones, pues ya no hay cabida para todas en su destruido templo, todas y cada una de estas carcome en cualquier lugar en el que se encuentre. Como el suelo que se torna friolento, como si la densa niebla creará hielo; tan blanquecino que su lamento resonaba. Un llanto horroroso que cantaba su tragedia, desde que nació hasta que murió, una triste historia contada con las lágrimas, con sus sollozos, con su dolor agónico.
«Moncife, Moncife, ¡ayúdame! ¡ayúdame! Nos están rodeando, dan vueltas como buitres, quieren romperme, ¡necesito tu ayuda, no puedo luchar contra esto para siempre! Necesito un salvador que cure mi dolor, cuando me vuelva mi peor enemigo, sálvame si me convierto» Ora la reina, mientras que en el exterior su voz se produce distorsionando a la realidad del sonido, nada era entendible, y solo la palabra “ayuda” era lo que se alcanzaba a distinguir. Ya el miedo era su presencia, dominada por los nervios. Y el oso de felpa se soltó de su regazo seguido de un grito. ¡No estaba sola! nunca lo había estado, más un aura potente, como el de la muerte se percibió. Aquella voz le lastimaba los tímpanos, no había signos de pulso, sino una densa nebulosidad. Ya todo el paisaje está muerto. Y claro que era un vampiro.
«Moncife ¿dónde estás?» Pregunta la reina buscando a su compañero, sin él, estaba desprotegida. Y lo vio a mitad del camino, frente a una cripta familiar. Frente al inmortal y sangre comenzó a chorrear desde una sombra, avanzando esta hacia el peluche, estaba fuera de su alcance, por lo que forjaba un camino seguro para llegar a él. No estaba a salvo. Nadie lo estaba, y unos cuervos salen disparados hacia ella. Ella solo grita, y los cuervos son estampados en esa cripta, ahí donde un monstruo yace, molestando a las almas. Menos uno se estampo, fue el que agarró con sus garras, presionando su cuerpo y abre la boca adentrando apenas la cabeza. Así como se alimenta, al mismo tiempo que tragaba la sangre de este animal, se iba siendo visible al mundo exterior, como si la sangre fuese su color para que fuese mostrada ante unos ojos, y esos eran de ese inmortal.
Los cuervos eran el real banquete para ella, y cada vez que un cuervo se presente, debía devorar, solo así fortalecía las sombras, su mundo en el cual habita y llama hogar. Y sus ojos, agujeros negros que al principio parecían comenzaban a dar forma, así fue que a través de ese velo negro, miró fijamente al inmortal, en lo que terminó de devorar al cuervo que solo sus patas se veían en esa boca. Masticando mientras las entrañas caían.
Presentándose Moune en carne y hueso, volando para quedar cara a cara con quien el rostro inocente maquilla. — ¿Qué estás mirando? Que no sabes, acaso, ¿que si me miras a los ojos, caerás en las catacumbas y jamás podrás salir? — Su voz melancólica afloro, no lo quería en su mundo, por ello tuvo que salir fuera de su escondite. Así como murió, así es como se mostró, la sangre hacia que se viera en esa apariencia verdadera. Lamentable y destrozada, desfigurada y ensangrentada, con los huesos, y las marcas de las cuerdas. Y, ¿Dónde estaba Moncife? ¿Dónde?...
Se giró buscándolo, el charco de sangre desapareció, y Moncife, junto con él. Habían cambiado. Ya que, mientras uno este visible el otro no lo podrá estar, y Moune necesitaba de alguien para abrazar.
«Moncife, Moncife, ¡ayúdame! ¡ayúdame! Nos están rodeando, dan vueltas como buitres, quieren romperme, ¡necesito tu ayuda, no puedo luchar contra esto para siempre! Necesito un salvador que cure mi dolor, cuando me vuelva mi peor enemigo, sálvame si me convierto» Ora la reina, mientras que en el exterior su voz se produce distorsionando a la realidad del sonido, nada era entendible, y solo la palabra “ayuda” era lo que se alcanzaba a distinguir. Ya el miedo era su presencia, dominada por los nervios. Y el oso de felpa se soltó de su regazo seguido de un grito. ¡No estaba sola! nunca lo había estado, más un aura potente, como el de la muerte se percibió. Aquella voz le lastimaba los tímpanos, no había signos de pulso, sino una densa nebulosidad. Ya todo el paisaje está muerto. Y claro que era un vampiro.
«Moncife ¿dónde estás?» Pregunta la reina buscando a su compañero, sin él, estaba desprotegida. Y lo vio a mitad del camino, frente a una cripta familiar. Frente al inmortal y sangre comenzó a chorrear desde una sombra, avanzando esta hacia el peluche, estaba fuera de su alcance, por lo que forjaba un camino seguro para llegar a él. No estaba a salvo. Nadie lo estaba, y unos cuervos salen disparados hacia ella. Ella solo grita, y los cuervos son estampados en esa cripta, ahí donde un monstruo yace, molestando a las almas. Menos uno se estampo, fue el que agarró con sus garras, presionando su cuerpo y abre la boca adentrando apenas la cabeza. Así como se alimenta, al mismo tiempo que tragaba la sangre de este animal, se iba siendo visible al mundo exterior, como si la sangre fuese su color para que fuese mostrada ante unos ojos, y esos eran de ese inmortal.
Los cuervos eran el real banquete para ella, y cada vez que un cuervo se presente, debía devorar, solo así fortalecía las sombras, su mundo en el cual habita y llama hogar. Y sus ojos, agujeros negros que al principio parecían comenzaban a dar forma, así fue que a través de ese velo negro, miró fijamente al inmortal, en lo que terminó de devorar al cuervo que solo sus patas se veían en esa boca. Masticando mientras las entrañas caían.
Presentándose Moune en carne y hueso, volando para quedar cara a cara con quien el rostro inocente maquilla. — ¿Qué estás mirando? Que no sabes, acaso, ¿que si me miras a los ojos, caerás en las catacumbas y jamás podrás salir? — Su voz melancólica afloro, no lo quería en su mundo, por ello tuvo que salir fuera de su escondite. Así como murió, así es como se mostró, la sangre hacia que se viera en esa apariencia verdadera. Lamentable y destrozada, desfigurada y ensangrentada, con los huesos, y las marcas de las cuerdas. Y, ¿Dónde estaba Moncife? ¿Dónde?...
Se giró buscándolo, el charco de sangre desapareció, y Moncife, junto con él. Habían cambiado. Ya que, mientras uno este visible el otro no lo podrá estar, y Moune necesitaba de alguien para abrazar.
Invitado- Invitado
Re: Jouer à cache-cache seul...
No podía mirar, apenas aceptaba el sonido horrible que estaba frente a mí, el obvio fantasma se estaba apareciendo, materializando malignamente frente a mí. ¡No era la primera vez que me pasaba! Así que el odio a mí mismo subía por mi cuerpo hasta formar unas mejillas infladas e insatisfechas con lo que estaba empezando a suceder. Por las dudas, no me atrevía a mirar fijo, apenas veía unos bonitos pies temblorosos. Luego empezaron a caer tripas y ya la situación me estaba pareciendo salida de una obra de teatro. ¿Qué les pasaba a los fantasmas que se volvían tan paranoicos y enfermos mentales? Habían muerto, no era la gran cosa, yo también lo había hecho solo que tenía que seguir caminando en la tierra. ¿Acaso no podían aceptarlo y ya? ¿No podían pedirle ayuda para que alguien alabe sus huesos y puedan descansar en paz? Jamás entendería la falta de práctica de algunas personalidades. No obstante, por el momento, no podía hacer nada más que agonizar de terror y enojarme por la mentira que me estaban diciendo. Supuse que era una mujer, por la voz dulce que emanaba, el problema era que los espíritus cambiaban terriblemente según sus estados de ánimo. — No te estoy mirando a los ojos, así que no mientas que yo no te hice nada. —
Tan quejoso como ningún otro podía ser, seguí apuntando directo hacia el suelo, con las manos en las orejas porque quería evitar escuchar los ruidos de los pobres animalitos cayendo en las garras de alguien que siquiera valía la pena que comiera porque ya no lo necesitaba. Bufé unos segundos y cuando parecía estar terminado su materialización, distinguí un oso en la lejanía a lo cual no pude evitar mirar y ladear la cabeza a los dos lados. ¿Acaso entonces se trataba de una niña pequeña? No me gustaban los niños, pero de alguna forma siempre terminaba llevándome mejor con ellos que con los “adultos” normales. Quizá porque teníamos los mismos ideales para vivir, ser feliz, sin demasiadas preocupaciones y con muchas convicciones. —Se te cayó un osito por allá. ¡Ah! Oh… Desapareció. ¿Por qué estás molesta? No te quiero ver a los ojos porque no quiero morirme, ni caer a las catacumbas. Igualmente te ofrezco mi ayuda, ¿necesitas algo? Yo solo pasaba por aquí y me perdí con unos gritos. ¿Tienes miedo? Porque yo sí. — Aseguré con tanta frustración que para cualquier persona cuerda, se podía notar que ésta era proporcional a mi habladuría y entre más nervioso me encontraba más palabras absurdas salían de mi boca. Para mi suerte, muchas veces terminaba siendo algo bueno que explote en tantas palabras. Y apenas entonces me acomodé para subir un poco la vista, apenas hasta su cintura. Notaba las cortaduras, las marcas y el probable dolor que ella había sufrido en la muerte. ¿Era necesario que se aparecieran de esa manera tan dolorosa? Podría habérselo preguntado, mas todavía guardaba la supervivencia para casos como éstos, en donde era mejor no meter tanto los dedos en las heridas. Mas era obvio que estaba desesperado por saberlo todo, cómo, por qué y cuándo murió. ¿Por qué estaba en el cementerio y no en otro lugar como en una casa embrujada donde los fantasmas se ligan al lugar en donde fallecieron? ¿O quizá es que había sido asesinada ahí por todas esas torturas? — ¿Qué te pasó ahí? — Seguía con terror, sin embargo no podía contener mi curiosidad, mis frases, al contrario, eran temblorosas y llenas de molestia por hacerse entender menos de lo habitual.
Tan quejoso como ningún otro podía ser, seguí apuntando directo hacia el suelo, con las manos en las orejas porque quería evitar escuchar los ruidos de los pobres animalitos cayendo en las garras de alguien que siquiera valía la pena que comiera porque ya no lo necesitaba. Bufé unos segundos y cuando parecía estar terminado su materialización, distinguí un oso en la lejanía a lo cual no pude evitar mirar y ladear la cabeza a los dos lados. ¿Acaso entonces se trataba de una niña pequeña? No me gustaban los niños, pero de alguna forma siempre terminaba llevándome mejor con ellos que con los “adultos” normales. Quizá porque teníamos los mismos ideales para vivir, ser feliz, sin demasiadas preocupaciones y con muchas convicciones. —Se te cayó un osito por allá. ¡Ah! Oh… Desapareció. ¿Por qué estás molesta? No te quiero ver a los ojos porque no quiero morirme, ni caer a las catacumbas. Igualmente te ofrezco mi ayuda, ¿necesitas algo? Yo solo pasaba por aquí y me perdí con unos gritos. ¿Tienes miedo? Porque yo sí. — Aseguré con tanta frustración que para cualquier persona cuerda, se podía notar que ésta era proporcional a mi habladuría y entre más nervioso me encontraba más palabras absurdas salían de mi boca. Para mi suerte, muchas veces terminaba siendo algo bueno que explote en tantas palabras. Y apenas entonces me acomodé para subir un poco la vista, apenas hasta su cintura. Notaba las cortaduras, las marcas y el probable dolor que ella había sufrido en la muerte. ¿Era necesario que se aparecieran de esa manera tan dolorosa? Podría habérselo preguntado, mas todavía guardaba la supervivencia para casos como éstos, en donde era mejor no meter tanto los dedos en las heridas. Mas era obvio que estaba desesperado por saberlo todo, cómo, por qué y cuándo murió. ¿Por qué estaba en el cementerio y no en otro lugar como en una casa embrujada donde los fantasmas se ligan al lugar en donde fallecieron? ¿O quizá es que había sido asesinada ahí por todas esas torturas? — ¿Qué te pasó ahí? — Seguía con terror, sin embargo no podía contener mi curiosidad, mis frases, al contrario, eran temblorosas y llenas de molestia por hacerse entender menos de lo habitual.
Invitado- Invitado
Re: Jouer à cache-cache seul...
Todos miran, unos de un lado otros del otro, pero miran al fin de cuentas. Incomodan a Moune, se siente más destrozada, rota por donde le mirasen. Como si los ojos le despedazaran la piel, sentía que eran las de él, las de su marido queriendo acabarla. Era un miedo aterrador que jamás podrá olvidarse, a cada momento el dolor aumentaba. No era mentira, ni mucho menos falacias, siempre la tacharon de mentirosa, de un monstruo que nunca debió salir del vientre. Le hiere hasta la molestia que produce, negando tantas veces que era exactamente como él. Y con el sentimiento que se encontraba en ese cementerio para solo maltratarla. —Nunca he mentido, nunca lo he hecho, una y otra vez te lo he dicho, todo fue un error, yo, ella, tú, no debiste hacerlo, no…—liberó con desesperación, dirigiendo esas palabras al marido y no a ese inmortal, la sensación era la misma por lo que trataba de defenderse, se descontrolaron las emociones que parecían confundirse. El inmortal no hizo nada, estaba en lo que correcto, más en Moune, no podía diferenciarlo, se siente en peligro, y al llamar a ese caótico sentimiento, le aterraba volver a vivir el maltrato, los golpes y sobre todo, la humillación.
La sangre del cuervo recorriendo sus entrañas, le alimentaban, le humedece la sequedad y hacía que su semblante se viera como un humano cualquiera, con la piel blanquecina pero sumamente fría, que apenas la carnosidad se notaba, y el rojizo en sus mejillas se iba desvaneciendo, hasta quedar con la piel de un muerto, pero gracias al velo, se mantenía en secreto. Anunciando su luto. Y pobre vestido, no podía esconder las marcas de su maltrato. Retirando las manos por debajo del negro velo, su llanto no quería derramar, se había gritado una esperanza cuando el inmortal mencionó a Moncife, ella de inmediato giró el rostro, dirigiendo la mirada hacia el punto señalado. Sin haber nada, como otras veces que se muestra al mundo de los humanos, ese oso desaparecía. Sin saber el porqué, quizás no soporta ver a Moune sufriendo. Aunque no era cierto que moriría si la mirasen a los ojos, era la única manera de alejarlos, no permitía que leyeran sus irises, porque así protegía su hogar, el lugar a donde se escondía para que nadie la encontrase, y nadie pueda volver a hacerle daño. Y en sus ojos es que la verdad se encuentra, por eso, evita mirarlos y que le miren los que son especiales y no humanos.
—Ya es demasiado tarde, cuando grite por ayuda nadie vino. Todos me dieron la espalda, todos quisieron hacerme daño. Y tú, ¿por qué no has de morir una vez más? Todos mueren, todos deben morir algún día. — A ella se le negó la vida, nunca supo lo que es vivir, siempre con miedo, aprendiendo a satisfacer a los demás pero nunca así misma…— ¿Te estas burlando de mí? ¿Porque eres tan cruel?, —Gimoteando, le da la espalda, cubriendo el rostro una vez más. Y comprendió que no era él, no era su esposo, o sino ya la habría tirado al suelo, golpeándola hasta que muriera. —tengo mucho miedo…—era poco aquella palabra a tan inmenso sufrimiento. Eran sus gritos, sus lamentos los que habían espantado al inmortal, pero era imposible omitirlos, el silencio superó esa tragedia. Y él, abría el terror para volver a vivirlo. — Él me lastimó, trato de pintarme como a una mujer, pero las armas no bastaron para lograrlo, ni los golpes pudieron cambiarlo. Mi amor, él me hizo todo esto.
Cómo pesaban las palabras, volcándose entre amenazas, su corazón sin sangre aún se quebrantaba por él.
La sangre del cuervo recorriendo sus entrañas, le alimentaban, le humedece la sequedad y hacía que su semblante se viera como un humano cualquiera, con la piel blanquecina pero sumamente fría, que apenas la carnosidad se notaba, y el rojizo en sus mejillas se iba desvaneciendo, hasta quedar con la piel de un muerto, pero gracias al velo, se mantenía en secreto. Anunciando su luto. Y pobre vestido, no podía esconder las marcas de su maltrato. Retirando las manos por debajo del negro velo, su llanto no quería derramar, se había gritado una esperanza cuando el inmortal mencionó a Moncife, ella de inmediato giró el rostro, dirigiendo la mirada hacia el punto señalado. Sin haber nada, como otras veces que se muestra al mundo de los humanos, ese oso desaparecía. Sin saber el porqué, quizás no soporta ver a Moune sufriendo. Aunque no era cierto que moriría si la mirasen a los ojos, era la única manera de alejarlos, no permitía que leyeran sus irises, porque así protegía su hogar, el lugar a donde se escondía para que nadie la encontrase, y nadie pueda volver a hacerle daño. Y en sus ojos es que la verdad se encuentra, por eso, evita mirarlos y que le miren los que son especiales y no humanos.
—Ya es demasiado tarde, cuando grite por ayuda nadie vino. Todos me dieron la espalda, todos quisieron hacerme daño. Y tú, ¿por qué no has de morir una vez más? Todos mueren, todos deben morir algún día. — A ella se le negó la vida, nunca supo lo que es vivir, siempre con miedo, aprendiendo a satisfacer a los demás pero nunca así misma…— ¿Te estas burlando de mí? ¿Porque eres tan cruel?, —Gimoteando, le da la espalda, cubriendo el rostro una vez más. Y comprendió que no era él, no era su esposo, o sino ya la habría tirado al suelo, golpeándola hasta que muriera. —tengo mucho miedo…—era poco aquella palabra a tan inmenso sufrimiento. Eran sus gritos, sus lamentos los que habían espantado al inmortal, pero era imposible omitirlos, el silencio superó esa tragedia. Y él, abría el terror para volver a vivirlo. — Él me lastimó, trato de pintarme como a una mujer, pero las armas no bastaron para lograrlo, ni los golpes pudieron cambiarlo. Mi amor, él me hizo todo esto.
Cómo pesaban las palabras, volcándose entre amenazas, su corazón sin sangre aún se quebrantaba por él.
Invitado- Invitado
Re: Jouer à cache-cache seul...
¡Maldito sea ese terror magnificado que empezaba a atraparme hasta asfixiarme y matarme para luego revivir mil veces! Temblé un segundo y al otro me sentí gimotear como una vieja metáfora que me negaba el cambio que alguna vez había creído tener. ¿Cómo fue que llegué a decirle a un fantasma que estaba mintiendo? Evidentemente no me daba la cabeza en absoluto para tener un poco de compostura. Mis rodillas se golpearon un par de veces entre ellas, escondía mis ojos, observando cada tanto el suelo frío en lo que ella se materializaba por completo. Evidentemente eso no era bueno para mí. El fantasma sufría y quizá, como todos, se desquitaban con lo primero que veían capaz de contestarles, yo era una opción perfecta para cualquiera que quisiera escuchar cosas malas. Para mi sorpresa la figura extraña entre mujer y hombre se giró dándome la espalda, mofando como si la hubiesen maltratado de repente. ¡Yo no había sido! Estaba casi seguro de eso, apuré mi paso para poder ver alrededor cuando ella -¿o él?- no me observaba. La oscuridad era terrible, siquiera estaban prendido los faroles de vela que tenían que acomodar los fosforeros. Negué molesto y antes de que ella volviera a mirarme, me escondí aterrado y negué con todas mis fuerzas. — Pero si estás aquí, ¿no es porque aún hay tiempo para hacer las cosas bien? — Mis grandes ojos rasgados se abrieron como saltando de mi cara y casi atiné a alzarme, me desbordaba la histeria ante sus palabras. ¿Por qué tenía que morir? ¿¡Acaso ella estaba insinuando que tenía que morirme!? Apreté los dientes y acomodé mis cabellos a los costados, peinándolo con mis dedos como si estuviese cuidando a una especie de reliquia. Me moví a los lados y suspiré con tono teatral. — No quiero morirme, soy inmortal. Joven y bonito por siempre. No es necesario que me muera, quizá algún día, si me aburro o si se muere un lindo cuervo que conozco. Mientras tanto no. ¿Por qué preguntas eso? No deberías mandar a la gente a morirse. —
Si bien seguía con miedo, sentí un peso salirse de arriba mío, como siempre que decía lo que pensaba sin ninguna clase de filtro, terminaba tranquilo. Decir la verdad siempre estaba bien, ¿no es cierto? Eso quería pensar, pese a que muchas veces podía convertirme en un vil y mentiroso querubín, en ese caso no era así. Así que alcé la ceja y me vi apoyando el codo sobre mi rodilla, apoyando mi rostro sobre mis manos, bastante curioso por el pensamiento pesimista de la joven o eso parecía, en realidad estaba muy confundido con respecto a su sexualidad. Pues aun cuando mi propio rostro tenía rasgos dulces y femeninos, era bastante claro por mi altura y la profundidad de mi voz que era un varón. En su caso, la mezcla era ridículamente difícil. Mas preguntar no estaba en mis pensamientos, no por ahora al menos, seguramente porque no me importaba. — ¿Eh? Yo no me burle, ¿por qué me burlaría de ti? ¡Ah! No llores… Un amigo me dijo que hace bien que lloremos, aunque yo odio llorar, me empapo de lágrimas y son rojas, me ensucian por todos lados. — Le miré unos momentos la espalda, abanicándome a los lados, completamente curioso por lo que iba diciendo. ¿Entonces era un hombre? ¿Cómo había pasado todo eso? Hice unos pucheros algo abrumados y me quedé mirando al cielo, esperando que volviera ese silencio terrorífico que estaba antes. Pensé que esa ausencia de ruido me daba mucha más paz que la de un fantasma contándome sus penas. Simplemente no era bueno en esas cosas, probablemente terminara diciendo algo muy errado. Aun así no podía evitar intentarlo. — ¿Entonces estas así por “tu amor”? Eso no es justo. Pero, ¿por qué como una mujer? Pareces una linda niña, me confunde un poco. Igual eso no me importa, a nadie debería importarle, ¿ya viste mi bello rostro? Seguramente si me ves con un bonito vestido tampoco te das cuenta, ¿no lo crees? No llores más, que me da miedo cuando lloras. — Bromeé con muchas dudas y apoyé los deditos en el borde de cemento en donde estaba sentado, me quería levantar, realmente no me gustaba estar apoyado en lugares tan sucios y duros, no obstante ¿cómo podía hacerlo con ella mirándome como un delincuente? Si le preguntaba también estaba la opción de que se enojara, ¡me sentía más atrapado que nunca! Y eso indudablemente me daba la fobia que había agarrado desde el momento en que me habían separado de Nicolás en el barco.
Si bien seguía con miedo, sentí un peso salirse de arriba mío, como siempre que decía lo que pensaba sin ninguna clase de filtro, terminaba tranquilo. Decir la verdad siempre estaba bien, ¿no es cierto? Eso quería pensar, pese a que muchas veces podía convertirme en un vil y mentiroso querubín, en ese caso no era así. Así que alcé la ceja y me vi apoyando el codo sobre mi rodilla, apoyando mi rostro sobre mis manos, bastante curioso por el pensamiento pesimista de la joven o eso parecía, en realidad estaba muy confundido con respecto a su sexualidad. Pues aun cuando mi propio rostro tenía rasgos dulces y femeninos, era bastante claro por mi altura y la profundidad de mi voz que era un varón. En su caso, la mezcla era ridículamente difícil. Mas preguntar no estaba en mis pensamientos, no por ahora al menos, seguramente porque no me importaba. — ¿Eh? Yo no me burle, ¿por qué me burlaría de ti? ¡Ah! No llores… Un amigo me dijo que hace bien que lloremos, aunque yo odio llorar, me empapo de lágrimas y son rojas, me ensucian por todos lados. — Le miré unos momentos la espalda, abanicándome a los lados, completamente curioso por lo que iba diciendo. ¿Entonces era un hombre? ¿Cómo había pasado todo eso? Hice unos pucheros algo abrumados y me quedé mirando al cielo, esperando que volviera ese silencio terrorífico que estaba antes. Pensé que esa ausencia de ruido me daba mucha más paz que la de un fantasma contándome sus penas. Simplemente no era bueno en esas cosas, probablemente terminara diciendo algo muy errado. Aun así no podía evitar intentarlo. — ¿Entonces estas así por “tu amor”? Eso no es justo. Pero, ¿por qué como una mujer? Pareces una linda niña, me confunde un poco. Igual eso no me importa, a nadie debería importarle, ¿ya viste mi bello rostro? Seguramente si me ves con un bonito vestido tampoco te das cuenta, ¿no lo crees? No llores más, que me da miedo cuando lloras. — Bromeé con muchas dudas y apoyé los deditos en el borde de cemento en donde estaba sentado, me quería levantar, realmente no me gustaba estar apoyado en lugares tan sucios y duros, no obstante ¿cómo podía hacerlo con ella mirándome como un delincuente? Si le preguntaba también estaba la opción de que se enojara, ¡me sentía más atrapado que nunca! Y eso indudablemente me daba la fobia que había agarrado desde el momento en que me habían separado de Nicolás en el barco.
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Re: Jouer à cache-cache seul...
Demasiada atemorizada. Aturdida por las reacciones del inmortal, parecía actuar como humano, pero ¿qué desacierto era eso? Temblequeo, temblor verdadero, que no tenía parecido al de las rodillas ajenas, eran como si tomara dos piedras entre sus manos y las golpeara una contra la otra. Absurdo, que no ayudaban a equilibrar sus sensaciones. Las empeora, aumentando la inseguridad, el trance situado por los maltratos. No podía estar bien, no en este mundo infame y cruel. Que por más que se cúbrase, y que sus manos busquen la forma de resguardar su rostro, esos ojos que no quieren hablar más de lo que su boca lo hace. Jamás dejaría al descubierto su perfil, jamás alzaría el velo. No confía en nadie, mucho menos en él. Haciéndola pensar en la habladuría del inmortal, ¿a qué grado llego para compartir el habla? Tan dañada esta que no se percata de la situación real. — ¿Qué es lo que puedo hacer? Si no merezco desaparecer por haber ido en contra de la palabra de dios, el presentarme frente al altar como una mujer, el casarme dando mis votos: Jurando por sobre todas las cosas, estar con mi marido, amarlo y respetarlo, serle fiel en las buenas y en las malas, en la salud como en la enfermedad.—Haciendo hincapié que por la eternidad serán unidos en matrimonio. — Y esa es mi condena. El castigo es este. Por eso es que ni al cielo las puertas me abrieron, ni al infierno me quisieron, tan despreciable soy, tanto como para rechazarme. —Y ahí, fue que todo quedó, se destruyó, él no cumplió con sus palabras, ella está muerta, sus votos ya no existen pero la culpa, la congoja aún permanecían. Mas si, existía una razón en sus palabras, algo falta pero ella lo desconoce, su mente se bloqueó y ni recuerda que debe proteger a su único linaje, acabar con esa venganza, detener a quien solo en la iglesia fue su marido para terminar con el ciclo vengativo.
Mirando al frente, la niebla era densa y es como ahora en adelante será todo para ella, pero, ¿cómo podría luchar de esa manera? si no logra controlar su dolor, si no recuerda nada más lo que padeció con él, muy presente lo tiene, jamás podrá superarlo. — ¡Yo tampoco quise morir, y mírame! Estoy muerta, —bramo, derramando las lágrimas, ella se creía igual de hermosa…— yo no quise morir, y todos esperaban eso después de que quedara el matrimonio hecho, fui tan hermosa, que aquella belleza fue destrozada.. ¿Aburrirte? ¿Cómo puedes decir eso? Solo se puede vivir una vez, no estás vivo, no estamos vivos, solo existimos, pagando nuestras culpas, nuestros pecados.—Seguía la neblina con la mirada, ¿cómo podía explicar ese momento? Estaba ahí, pero nada le curaba. — No puedo dejar de llorar, es como si eternamente me ahogara, jamás puedo sentirme bien, es como si solo mi cuerpo reconociera la tristeza, el dolor, la tortura, así es como morí, así es como he seguido.—Lamentable, negaba una y otra vez, afligida por todo, por ella, y por ese inmortal que eleva más su melancolía. — Nada es justo, —repitió las palabras de su difunta madre, ella se lo decía a Moune cuando se quejaba de pequeña.
— Él, a él si le importo, me tomo con la bestialidad de hacerme mujer, cuando ya creía serlo. ¿Por qué? ¿por qué tuvo que ser así? Siempre, desde pequeña me dijeron que era una mujer, y ahora, ¿porque me dicen que no? Solo por el hecho de no tener senos, no tener una matriz.—No ayuda, decide caminar…— ¡Cállate! Eres igual que ella, mi madre decía lo mismo; “Eres muy hermosa con vestidos, siempre úsalos y nadie te dirá lo contrario, no eres un niño, no eres ni un hombre, no permitas que nadie te vea, eres Moune, la princesa que debe casarse con el príncipe...—Jemas culpó a su madre aunque la tuviera, solo Moune ocasionó todo, el nacer como hombre fue su primer error.
Mirando al frente, la niebla era densa y es como ahora en adelante será todo para ella, pero, ¿cómo podría luchar de esa manera? si no logra controlar su dolor, si no recuerda nada más lo que padeció con él, muy presente lo tiene, jamás podrá superarlo. — ¡Yo tampoco quise morir, y mírame! Estoy muerta, —bramo, derramando las lágrimas, ella se creía igual de hermosa…— yo no quise morir, y todos esperaban eso después de que quedara el matrimonio hecho, fui tan hermosa, que aquella belleza fue destrozada.. ¿Aburrirte? ¿Cómo puedes decir eso? Solo se puede vivir una vez, no estás vivo, no estamos vivos, solo existimos, pagando nuestras culpas, nuestros pecados.—Seguía la neblina con la mirada, ¿cómo podía explicar ese momento? Estaba ahí, pero nada le curaba. — No puedo dejar de llorar, es como si eternamente me ahogara, jamás puedo sentirme bien, es como si solo mi cuerpo reconociera la tristeza, el dolor, la tortura, así es como morí, así es como he seguido.—Lamentable, negaba una y otra vez, afligida por todo, por ella, y por ese inmortal que eleva más su melancolía. — Nada es justo, —repitió las palabras de su difunta madre, ella se lo decía a Moune cuando se quejaba de pequeña.
— Él, a él si le importo, me tomo con la bestialidad de hacerme mujer, cuando ya creía serlo. ¿Por qué? ¿por qué tuvo que ser así? Siempre, desde pequeña me dijeron que era una mujer, y ahora, ¿porque me dicen que no? Solo por el hecho de no tener senos, no tener una matriz.—No ayuda, decide caminar…— ¡Cállate! Eres igual que ella, mi madre decía lo mismo; “Eres muy hermosa con vestidos, siempre úsalos y nadie te dirá lo contrario, no eres un niño, no eres ni un hombre, no permitas que nadie te vea, eres Moune, la princesa que debe casarse con el príncipe...—Jemas culpó a su madre aunque la tuviera, solo Moune ocasionó todo, el nacer como hombre fue su primer error.
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Re: Jouer à cache-cache seul...
Dejé escapar un bufido más molesto que otra cosa. ¿Acaso ella no podía parar de hablar de cosas tan tristes? Claro, era un fantasma, seguramente había muerto de maneras horribles y por eso vagaba por el cementerio buscando víctimas. Pero yo… Yo no quería ser ninguna víctima de sus locuras, aparte había salido de la casa sin permiso, por lo cual en unas pocas horas tenía que estar otra vez en mi cubículo o despertaría al demonio. Cosa que no era nada divertida para mi salud mental. Sin embargo no podía decir que no estuviese entretenido, aunque hacer de psicólogo no era mi fuerte sin duda alguna. Me catalogaba por ser bastante franco, quizá demasiado para los gustos de los demás, hasta para de los muertos transparentes. Al final, apoyé mi cabeza entre las rodillas, escondiendo mis ojos con una mano. ¡La curiosidad me estaba destrozando por completo! Tenía muchas ganas de verla entera y saber de qué estábamos hablando. ¿Qué tan fea podía ser? ¿O qué tan linda? ¿O qué tanto rostro de hombre tenía? Bufé con sorna y al final, cuando hubo un pequeño silencio por su parte, me lamenté. — Por lo que tengo entendido, los fantasmas se van a descansar en paz cuando aceptan las cosas tal y como pasaron. Eso es porque no podemos volver al pasado. Se debería, las cosas serían más sencillas así, ¿no crees? — Comprendí entonces que lo que tenía en frente era efectivamente un hombre y que aparentemente se había casado haciéndose pasar por mujer. ¿Cuántos años tenía? Porque me resultaba algo demasiado complicado para ser real. Yo, teniendo un amante del mismo sexo, me mantenía a escondidas. Entre ser inmortal y de raros gustos sexuales, prenderme fuego era correcto para todos. Así que, ¿cómo sería para él? — ¿Cuántos años tienes que te pasó todo eso? — Consulté curiosamente y negué al escuchar sus siguientes palabras. ¡Claro que ella estaba muerta! Eso era obvio, es que no por eso tenía que mandarme a mí a morir. ¡¿Acaso era una egoísta?! Fruncí la nariz hasta hacerla una nuez.
— Me gusta mi vida así, quizá tú también deberías encontrar tu propia felicidad. Porque no podemos volver las cosas atrás. Lo hecho, hecho está. Solo queda seguir, si te hundes en el pasado es como auto matarte una y otra vez. Una vez lo hice y fue feo. No me gustaría que me pasara otra vez. — Recordé haber buscado a Nicolás por muchos lugares del mundo, lamentándome todos los días haberlo hecho huir, llorando hasta convertirme en piel y huesos, literalmente pareciendo un cadáver que podría secarse en cualquier segundo hasta quedar cual estatua viviente. Estiré los dedos, bajando de a poco el temblor insaciable que estaba colándose por mis piernas. Y bastante enojado por lo que decía me levanté de un jalón, pero con los ojos cerrados. Y mis manos en los costados de la cintura, haciendo que las franjas de mi piel se acentúen por la molestia. — ¡Es que una cosa es parecer y sentirse que ser! Yo solo digo que pareces una linda y bonita nena. Luego es obvio que si se piensan que eres mujer en cuerpo se asustarán si tienes algo de nene abajo. Yo me enamoraría de tu personalidad, pero claro que no todos son así. Igual, ¿qué tiene que ver con tu muerte? ¿Acaso te moriste por algo de eso? No me parece justo. Aunque aún ahora matan a cualquiera por nacer de alguna manera especial. Es una tontería. No hay criterio. — Anuncié y de un golpe me volví a sentar en la posición de antes, cubriendo cada ojo con cada mano, me sentía un semi prisionero, pero es que no quería que ningún fantasma terminara siguiéndome a mi casa. Así que tenía que irme cuando ella desapareciera o se distrajera con algo. Así que me relajé, intentando anular la molestia de llegar tarde. — ¡No me gusta demasiado que me callen! No te culpo, pero no seas tan dura contigo misma. Bah, no sé cómo te gusta que te digan. Oh. ¿Te llamas Moune? ¿Eres una princesa? Me pregunto de dónde y de qué época. Insisto, te aseguro que no puedes controlar de qué sexo naces. No sé qué lo hace, pero no se puede. — Aseguré por completo, ¡era algo que nadie me podía negar! Bah, quizá alguna bruja, pero esas cosas no eran de fiar y me asustaban por arriba de cualquiera.
— Me gusta mi vida así, quizá tú también deberías encontrar tu propia felicidad. Porque no podemos volver las cosas atrás. Lo hecho, hecho está. Solo queda seguir, si te hundes en el pasado es como auto matarte una y otra vez. Una vez lo hice y fue feo. No me gustaría que me pasara otra vez. — Recordé haber buscado a Nicolás por muchos lugares del mundo, lamentándome todos los días haberlo hecho huir, llorando hasta convertirme en piel y huesos, literalmente pareciendo un cadáver que podría secarse en cualquier segundo hasta quedar cual estatua viviente. Estiré los dedos, bajando de a poco el temblor insaciable que estaba colándose por mis piernas. Y bastante enojado por lo que decía me levanté de un jalón, pero con los ojos cerrados. Y mis manos en los costados de la cintura, haciendo que las franjas de mi piel se acentúen por la molestia. — ¡Es que una cosa es parecer y sentirse que ser! Yo solo digo que pareces una linda y bonita nena. Luego es obvio que si se piensan que eres mujer en cuerpo se asustarán si tienes algo de nene abajo. Yo me enamoraría de tu personalidad, pero claro que no todos son así. Igual, ¿qué tiene que ver con tu muerte? ¿Acaso te moriste por algo de eso? No me parece justo. Aunque aún ahora matan a cualquiera por nacer de alguna manera especial. Es una tontería. No hay criterio. — Anuncié y de un golpe me volví a sentar en la posición de antes, cubriendo cada ojo con cada mano, me sentía un semi prisionero, pero es que no quería que ningún fantasma terminara siguiéndome a mi casa. Así que tenía que irme cuando ella desapareciera o se distrajera con algo. Así que me relajé, intentando anular la molestia de llegar tarde. — ¡No me gusta demasiado que me callen! No te culpo, pero no seas tan dura contigo misma. Bah, no sé cómo te gusta que te digan. Oh. ¿Te llamas Moune? ¿Eres una princesa? Me pregunto de dónde y de qué época. Insisto, te aseguro que no puedes controlar de qué sexo naces. No sé qué lo hace, pero no se puede. — Aseguré por completo, ¡era algo que nadie me podía negar! Bah, quizá alguna bruja, pero esas cosas no eran de fiar y me asustaban por arriba de cualquiera.
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Re: Jouer à cache-cache seul...
Descansar, aceptar, no poder, debería y sencillo; todo era una maldita befa, pues la cruda realidad nunca se muestra a tan sencillez de concluir las cosas, siempre se tornan con obstáculos, pues nadie dijo que sería fácil como lo expone el inmortal. Se nota que no está maleado por las circunstancias de la vida, quizás más dolor del que nunca se imaginaría le falta, no conoce lo que es en verdad una tortura. Tan mimado esta que siempre pide las cosas como se le plazca, y es tan fácil decirlo porque no lo ha vivido. ¡Maldito mocoso caprichoso! Si, era aceptable que le provocara disgustos, molestias, un enojo por su comportamiento, por sus palabrerías, ¿qué inmortal se comportaba de aquella manera? Era demasiado confuso porque no se muerde la lengua cuando habla. Pues, ¿quién es él para referirse de lo que debe de ser en realidad? ¿Un inmortal que se comporta como humano? ¿Un muerto que pretende estar vivo? Era el menos indicado, no tenía derecho alguno, no, al menos en tratar de decir que es lo correcto. Porque el principio fue escrito de una manera en que se debía de seguir, no quedó en ella para cambiar su destino. —Haz dicho, debería, pero no es así, jamás las cosas salen como uno quisiera. Y no es de creer, ni querer, es lo que corresponde seguir, ya no hay otra manera. —Si se deducirían sus años, debería de ver la extensión del daño, así es como sabría cuánto ha sufrido, cuánto es que lleva ese pesar. —Es como si ha sido un dia tan eterno que no tiene final, — un solo dia que contiene años, demasiados años acumulados. ¿Qué es lo que escupía de entre esa boca? Maldiciones parecían, pues desear la felicidad a alguien que ya perdió todo, era una ofensa. Y con el reflejo, se echó hacia atrás, su energía de repente fluye, su instinto decía que iba a ser atacada, el enojo de los demás era la representación de maltrato hacia ella, por lo que se cubrió —, ¿qué puedes decir tú? Malcriado inmortal, solo insultas, solo pides, exiges y no es así, te es muy fácil decir a los demás lo que deben de hacer, cuando tú, no haces caso de tus supuestas enseñanzas. —bramo cuando ya no hay llanto y solo queda la resaca de la sensación.
— ¡Solo escúchate! Un inmortal que eres y que parece ser un humano, más, ¿que sientes? te crees vivo, te crees normal y no es así, ¿quién eres tú para decírmelo? ¿Cómo le dices a tu mente que no lo eres, cuando fue solo educada de esa manera? ¿Por qué creer diferente cuando los demás te dicen lo mismo? Soy una mujer, que pienso que lo soy, que vivo como una, pero porque así me lo inculcaron. Y vienen otros a decir lo contrario cuando me vieron desnuda. Yo no desee esto, yo no desee nacer, me negaron lo que quise ser desde un principio, —altiva, defendiéndose apretaba sus manos. — por esto me mataron, por lo que soy me humillaron hasta morir. Tan despreciable fui que solo odio he sentido.
Pero, ¿qué puede decir él cuando desde un principio fue aceptado? Nadie podrá comprender en la situación en la que se encuentra Moune, todos podrán juzgarla más nadie sabrá cómo ha vivido durante estos años. —No te gusta, pero hay cosas que no me gustan y aún sigues gritándolas, haciéndolas…—reprocho, ya que ¿el si podía pero ella no? —Moune, fui solo un miembro más de los Babenberg, pero nadie supo de mi existencia como tal, fui la primera hija de Cordelia, y debía seguir con la tradición de procrear hijas, permanecer con el linaje. —silencio, no debía hablar más, no debía decir sus secretos. — Fue una época oscura en la que jamás conocerás, porque no viviste en ella, todo lo que se hacía en esos años o se sigue haciendo por mantener la corona, por la importancia de perpetuar el patronímico, el acrecer el patrimonio y el de heredar obligándose a cumplirlo. ¡Jamás lo entenderás! …
Su cuerpo comenzaba a desvanecerse, el mostrarse en carne y hueso no era por la eternidad, estaba limitada, su tiempo se había agotado. Que pronto estaría refugiada en su escondite, con la calma de que nadie podrá tocarla.
— ¡Solo escúchate! Un inmortal que eres y que parece ser un humano, más, ¿que sientes? te crees vivo, te crees normal y no es así, ¿quién eres tú para decírmelo? ¿Cómo le dices a tu mente que no lo eres, cuando fue solo educada de esa manera? ¿Por qué creer diferente cuando los demás te dicen lo mismo? Soy una mujer, que pienso que lo soy, que vivo como una, pero porque así me lo inculcaron. Y vienen otros a decir lo contrario cuando me vieron desnuda. Yo no desee esto, yo no desee nacer, me negaron lo que quise ser desde un principio, —altiva, defendiéndose apretaba sus manos. — por esto me mataron, por lo que soy me humillaron hasta morir. Tan despreciable fui que solo odio he sentido.
Pero, ¿qué puede decir él cuando desde un principio fue aceptado? Nadie podrá comprender en la situación en la que se encuentra Moune, todos podrán juzgarla más nadie sabrá cómo ha vivido durante estos años. —No te gusta, pero hay cosas que no me gustan y aún sigues gritándolas, haciéndolas…—reprocho, ya que ¿el si podía pero ella no? —Moune, fui solo un miembro más de los Babenberg, pero nadie supo de mi existencia como tal, fui la primera hija de Cordelia, y debía seguir con la tradición de procrear hijas, permanecer con el linaje. —silencio, no debía hablar más, no debía decir sus secretos. — Fue una época oscura en la que jamás conocerás, porque no viviste en ella, todo lo que se hacía en esos años o se sigue haciendo por mantener la corona, por la importancia de perpetuar el patronímico, el acrecer el patrimonio y el de heredar obligándose a cumplirlo. ¡Jamás lo entenderás! …
Su cuerpo comenzaba a desvanecerse, el mostrarse en carne y hueso no era por la eternidad, estaba limitada, su tiempo se había agotado. Que pronto estaría refugiada en su escondite, con la calma de que nadie podrá tocarla.
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Re: Jouer à cache-cache seul...
Sentí vergüenza, se me estampaba contra el rostro y me abrillantaba las mejillas hasta ponerme de un color tan parecido a la sangre que me cubrí con ambas manos. Automáticamente me enojé, ¿acaso un fantasma me estaba dando una reprimenda? ¿Qué se metía en mis cosas? No era yo quien la había sofocado y acorralado. ¡Ella era quien me aplastaba con su amargura y tinieblas impidiéndome el paso! Yo solo quería salir de ese horrible lugar. Gimoteé de pena y guardé mis lágrimas, Nicolás era el único que las podía sentir con sus manos. A él le gustaba tocarlas cuando caían, aunque era difícil intentaba no dejarlas salir en otros momentos, incluso si eran de impotencia como en ese momento. — ¡Yo no te insulté! Estás siendo muy mala conmigo, solamente te estaba dando mi opinión. — Me agité, pero de alguna manera me sentí tranquilo, ¿estaba haciéndola hablar? Parecía ser que mis palabras le habían hecho tomar conciencia de sí misma, de retornar a los sentimientos que alguna vez la habían hecho vivir. Lo que realmente me molestaba era su voz sonaba imponente pero su pensamiento estaba erróneo. ¿Qué se supone que pensaba de mí al decirme eso? No era la primera vez que lo escuchaba: un vampiro que se cree humano. Era tan retorcido, ¿qué vampiro podía creerse así? Yo simplemente era como quería, nadie iba a decirme como tenía que ser solo por estar muerto. Alcé apenas la vista y apreté los puños. — Nada de lo que dices tiene sentido, soy un inmortal que es como quiere. ¿Quién te piensas que eres para decir qué es o no es así? Yo siento lo que se me da en gana y nadie va a decirme si tengo que ser más o menos por tener esta raza. Es por como tú piensas que los demás también pensaron así de ti. Me dices a mí que estoy mal. Y la gente te dice a ti que estabas mal y te quejas. Que hipócrita eres. —
Indignado y dejando salir un suspiro cansado miré mis pies embadurnados en tierra. Sentí el cielo que quería llover y pronto, en unos momentos, noté la presencia de la muchacha desaparecer, alcé la vista y no pude verla más, parecía que se había esfumado. ¿Yo tenía la culpa? No. No iba a pedir perdón, no había cosa en ese mundo que me molestara más que ver como alguien se mentía a sí mismo. Si ella tanto había sufrido no tendría que hacerles lo mismo a los demás. ¿Qué acaso no había aprendido de la propia experiencia horrible que había padecido? No, claro que no podía saber cómo se sentía ella, no había pasado por sus penas. Pero ella tampoco había pasado por ninguna de las mías, siendo un vampiro me habían sacado los colmillos, habían experimentado durante un tiempo con mi sangre y ni una sola vez pensaron en que quizá yo no era tan malo. En que quizá nunca había pedido ser lo que era. Aunque tampoco me molestaba: amaba ser un vampiro, porque podía hacer mucho más que los demás, tenía la fuerza y la habilidad suficiente para ser un rebelde. — La gente siempre enloquece por poder, solo para poder hacer de cuenta que controlan a los demás. Pero es mentira. Nadie puede controlar a otro si no es por magia y aun así tampoco lo harán. Porque las mentes de los vivos y de los muertos son libres y nadie puede hacer nada al respecto. Te atas a esta dimensión solo porque así quieres hacerlo. No lo entiendo, pero se ve que tú tampoco, sino no estarías en la tierra. — Exasperado me dispuse a ver hacia todos lados, ella no estaba, no físicamente al menos. Sí, era cierto que los fantasmas no podían hacerse físicos durante tanto tiempo. Pero no esperaba que me dejara con las palabras en la boca, eso era típico de quien no quería escuchar la verdad. Por tanto: me enfurecí como si estuviese a punto de hacer caer miles de árboles, para su suerte había opacado la violencia que tenía con frustración y solo di unos pisotones al suelo, como si corriera en el lugar y bufé en voz alta, empezando a caminar para la salida, estirando el cuello y mirando alrededor, el lugar seguía siendo inmundo. ¿Quizá debería volver en algún momento para hablar con ella? Un poco más preparado tal vez. Incluso podía ayudarla a buscar su cuerpo. Quién sabía dónde estaba escondido. Los espíritus no solían separarse tanto de sus huesos o al menos eso solían decirme los fantasmas que trabajaban para la Alianza.
Indignado y dejando salir un suspiro cansado miré mis pies embadurnados en tierra. Sentí el cielo que quería llover y pronto, en unos momentos, noté la presencia de la muchacha desaparecer, alcé la vista y no pude verla más, parecía que se había esfumado. ¿Yo tenía la culpa? No. No iba a pedir perdón, no había cosa en ese mundo que me molestara más que ver como alguien se mentía a sí mismo. Si ella tanto había sufrido no tendría que hacerles lo mismo a los demás. ¿Qué acaso no había aprendido de la propia experiencia horrible que había padecido? No, claro que no podía saber cómo se sentía ella, no había pasado por sus penas. Pero ella tampoco había pasado por ninguna de las mías, siendo un vampiro me habían sacado los colmillos, habían experimentado durante un tiempo con mi sangre y ni una sola vez pensaron en que quizá yo no era tan malo. En que quizá nunca había pedido ser lo que era. Aunque tampoco me molestaba: amaba ser un vampiro, porque podía hacer mucho más que los demás, tenía la fuerza y la habilidad suficiente para ser un rebelde. — La gente siempre enloquece por poder, solo para poder hacer de cuenta que controlan a los demás. Pero es mentira. Nadie puede controlar a otro si no es por magia y aun así tampoco lo harán. Porque las mentes de los vivos y de los muertos son libres y nadie puede hacer nada al respecto. Te atas a esta dimensión solo porque así quieres hacerlo. No lo entiendo, pero se ve que tú tampoco, sino no estarías en la tierra. — Exasperado me dispuse a ver hacia todos lados, ella no estaba, no físicamente al menos. Sí, era cierto que los fantasmas no podían hacerse físicos durante tanto tiempo. Pero no esperaba que me dejara con las palabras en la boca, eso era típico de quien no quería escuchar la verdad. Por tanto: me enfurecí como si estuviese a punto de hacer caer miles de árboles, para su suerte había opacado la violencia que tenía con frustración y solo di unos pisotones al suelo, como si corriera en el lugar y bufé en voz alta, empezando a caminar para la salida, estirando el cuello y mirando alrededor, el lugar seguía siendo inmundo. ¿Quizá debería volver en algún momento para hablar con ella? Un poco más preparado tal vez. Incluso podía ayudarla a buscar su cuerpo. Quién sabía dónde estaba escondido. Los espíritus no solían separarse tanto de sus huesos o al menos eso solían decirme los fantasmas que trabajaban para la Alianza.
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