Little Firefly | Privado

No había noche en la que no se perdiese en las sinuosas calles de Paris. El momento del día en el que se sentía como pez en el agua. Momento que aprovechaba al máximo para mezclarse entre personas de distintas clases sociales, razas, sexos. Quien requería sus servicios sabía siempre donde encontrarla. Camuflada en aquel ambiente inhóspito, alejado del centro, en donde no solía husmear la inquisición. No era hechicera, tenía dotes y actitud pero no el don. Su don no era otro que el de más llamado “curandera”.

Sus remedios naturales eran muy bien valorados en ese entorno, tenía el remedio perfecto para cualquier dolor, ansiedad, heridas e incluso jugar con “la muerte”. Sin olvidar sus otros trabajos de mezclas de especias, esencias para la gastronomía. Podía vivir bien de ello, ser una chica de clase alta con sus propios beneficios pero no. Gaïa no necesitaba lujos para vivir como deseaba. Se la pasaba investigando por su cuenta, visitando hogares de toda clase social y le pagaban bien por sus logros y demás ¿para qué quería un hogar propio si los visitaba todos?

Y esa noche, de oídas, recibió un mensaje anónimo de alguien que deseaba algo en especial y muy delicado. Alguien que deseaba la muerte de otra persona. Fácil era elaborar un veneno pero más hacerlo invisible en el organismo. Antes de elaborarlo, tenía que informarse de quién lo deseaba y el efecto , pues podía ser inmediato o por el contrario, ir apagando la vida lentamente.

Una joven a esas horas por las calles de Paris, sola. Oculta en un callejón, observando apenas con la luz de la luna el contenido de un frasco con contenido verdoso. Esperaba y no es que tuviese mucha paciencia. Los pasos le alertaron, lejos de presentar miedo, una sonrisa de medio lado y la mano libre en su cintura. La uña de su índice, acarició la hoja de la daga que siempre la acompañaba, quien la resguardaba.

-Por fin. Llevo casi una hora esperando. Mi tiempo vale dinero y el frasquito en cuestión ha subido de precio, es lo justo -un hombre de mediana edad, se acercó peligrosamente a ella sin más -Cuidado con dar un paso más, se queda sin veneno y quizás sin vida. Con lo fácil que es llegar a un acuerdo ¿lo quiere? Me paga y se lo lleva pero como se le ocurra decir dónde lo ha obtenido… puede ser que no despierte al día siguiente, sé quién es usted , ahora sí… -sonrió de lo más divertida, el hombre tan solo le pagó y se fue por donde había venido, más le valía que no jugase con fuego.

Gaïa se echó a reír de lo más divertida, el peso de la bolsita que contenía las monedas en cuestión , pesando su contenido con la palma de su mano. Rió para sí, sintiendo la presencia de alguien más en el callejón. Sus ojos azules, observaron la silueta de un joven que tampoco casaba con aquel entorno lúgubre. Sonrió, guardándose la bolsa con el dinero y sacando su daga, por si acaso, no se fiaba ni de su propia sombra. No tenía miedo, esa joven no se achantaba.

-Gajes del oficio. -ladeó la cabeza, buscando el dueño de la voz, una voz que le resultó lo más agradable -La próxima vez le haré caso, le partiré la cara pero mejor no le digo como… o sí, quizás sería mejor que no le reconociesen de por vida -sonrió maliciosa, riendo finalmente, esa risa llena de vida. Se acercó a él , a paso lento pero decidido, quedando frente a él. La luz de la luna, dibujó la silueta de la joven ante él. Su cabello rubio brillaba con intensidad al igual que sus orbes azul cielo que lo miraban con curiosidad. -Me estaba esperando ¿verdad? Por supuesto que sí. Nadie viene aquí por nada. ¿Qué puedo ofrecerte? De sobra sabe que no soy una cortesana, no quiere decir que no me guste a lo que se dedican -entrecerró los ojos con infinita curiosidad, las orbes ajenas … -O quizás…yo le estuviese esperando a usted-de nuevo esa sonrisa, ese tono vivo y alegre… saboreando cada palabra que salía de sus labios.