AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Mother love [Privado]
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Mother love [Privado]
La pequeña plazoleta en la que se encontraba sentada era bastante concurrida durante la tardes de primavera. Las parejas, sumergidas en su romántico mundo andaban de un lado a otro, así como las jóvenes que paseaban con sus amigas, charlando de una cosa y otra, observando a su alrededor ya fuera a las parejas o los jóvenes apuestos que también lanzaban miradas de curiosidad a las chicas, primavera era después de todo esa época del año donde el amor se hallaba en el aire. En otras circunstancias hubiera sido el amor floreciendo lo que habría atraído la atención de Zenevieva, sin embargo, desde la muerte de su esposo su corazón se había marchitado, dejando en su lugar únicamente un vació que dolía cada vez que observaba el amor ajeno.
Enfocada en evitar que su mirada y pensamientos se centraran en las parejas felices, la hechicera desviaba completamente su atención a otra cosa, algo que le resultaba igual de doloroso que ver parejas pero que al mismo tiempo le llenaba el corazón de calidez. Los niños eran sin duda la alegría de la vida, pequeños regalos que no les eran otorgados a todas las mujeres y un ejemplo de lo último, era la bruja. Zenevieva no solamente perdió a su amado esposo una noche de invierno, también había perdido al hijo de ambos, quien la misma noche que moría su padre, abandono bruscamente el vientre de su madre, únicamente para morir. La hechicera deseo esa noche abandonar el mundo junto con sus más amadas personas pero su maldición familiar tenía otras cosas reservadas para ella, por eso es que había sobrevivido al aborto, por eso se hallaba ahora en aquella plazoleta.
Sonriendo de manera ligera mientras que un par de pequeños corrían a los brazos de su madre, Zenevieva soñó despierta con un mundo diferente, uno donde su estirpe no se encontrara maldita, donde el fantasma de su esposo no se empeñara en torturarla y donde su pequeño o pequeña tuviera la oportunidad de vivir. Una solitaria lagrima rodaba por su mejilla y su mirada se hallaba perdida cuando escucho el sollozo de un infante. Alertada por el infantil llanto, la bruja se limpio la lagrima, observando en medio de la plazoleta a un pequeño de algunos dos años observando a su alrededor. El instinto maternal que no se le murió al morir su hijo, la hizo levantarse y caminar de manera veloz hasta donde se encontraba el pequeñito.
– No llores – susurró, inclinándose para sonreír un poco más animada al infante – ¿Dónde esta tu mami? – cuestionó al niño quien debía haberse separado accidentalmente de su madre – ¿Te ayudo a buscarla? – volvió a preguntar, esta vez, estirando su mano para ver si el pequeño le aceptaba. La hechicera sabía que tenía que encontrar a la madre del infante, quien seguro se hallaba completamente desesperada al saber que su niño no se encontraba más a su lado.
Enfocada en evitar que su mirada y pensamientos se centraran en las parejas felices, la hechicera desviaba completamente su atención a otra cosa, algo que le resultaba igual de doloroso que ver parejas pero que al mismo tiempo le llenaba el corazón de calidez. Los niños eran sin duda la alegría de la vida, pequeños regalos que no les eran otorgados a todas las mujeres y un ejemplo de lo último, era la bruja. Zenevieva no solamente perdió a su amado esposo una noche de invierno, también había perdido al hijo de ambos, quien la misma noche que moría su padre, abandono bruscamente el vientre de su madre, únicamente para morir. La hechicera deseo esa noche abandonar el mundo junto con sus más amadas personas pero su maldición familiar tenía otras cosas reservadas para ella, por eso es que había sobrevivido al aborto, por eso se hallaba ahora en aquella plazoleta.
Sonriendo de manera ligera mientras que un par de pequeños corrían a los brazos de su madre, Zenevieva soñó despierta con un mundo diferente, uno donde su estirpe no se encontrara maldita, donde el fantasma de su esposo no se empeñara en torturarla y donde su pequeño o pequeña tuviera la oportunidad de vivir. Una solitaria lagrima rodaba por su mejilla y su mirada se hallaba perdida cuando escucho el sollozo de un infante. Alertada por el infantil llanto, la bruja se limpio la lagrima, observando en medio de la plazoleta a un pequeño de algunos dos años observando a su alrededor. El instinto maternal que no se le murió al morir su hijo, la hizo levantarse y caminar de manera veloz hasta donde se encontraba el pequeñito.
– No llores – susurró, inclinándose para sonreír un poco más animada al infante – ¿Dónde esta tu mami? – cuestionó al niño quien debía haberse separado accidentalmente de su madre – ¿Te ayudo a buscarla? – volvió a preguntar, esta vez, estirando su mano para ver si el pequeño le aceptaba. La hechicera sabía que tenía que encontrar a la madre del infante, quien seguro se hallaba completamente desesperada al saber que su niño no se encontraba más a su lado.
Zenevieva Nikoláievich*- Hechicero Clase Alta
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Re: Mother love [Privado]
Se mostró impaciente ante la negativa del cochero para llevarle al Teatro. De mala gana tomó al pequeño Jerome y se encaminó hacia una de las plazoletas de la ciudad. Aquel hombre seguramente perdería su empleo después de haberse negado a la petición de una demandante Lorraine, era bien sabido entre la servidumbre que cuando se negaba alguna de sus peticiones terminaban en la calle. Su humor últimamente se mostraba volátil y aunque prefería haberse marchado a cualquier otro lugar el tomar un poco de aire fresco le vendría perfecto para no contagiar de esa negatividad la carita sonriente de su pequeño. A su alrededor las charlas iban y venían en el más común de los vaivenes a esa hora. Los pasos de la bella rubia le llevaron a una zona poco menos concurrida, no obstante trataba de no explotar cuando el niño insistía en caminar por cuenta propia. Para evitar que un detalle insignificante como ese empeorara su día aceptó al detenerse momentáneamente y permitir a Jerome dar pequeños pasos por cuenta propia.
Lorraine le miraba con curiosidad, preguntándose a sí misma si acaso las cosas pudieran mejorar después que Stanislav se largara sin dejar rastro alguno. Nunca había necesitado de nadie y empezaría ahora, si aquel hombre no regresaba poco afectaría su vida, aunque tenía seguro que no le permitiría convivir con el pequeño aunque ello le significara un futuro reproche por parte de su hijo. El orgullo de la francesa a veces le conducía hacía decisiones apresuradas como aquella. Repentinamente el niño trastabilló cuando un hombre apenas le había rozado uno de sus bracitos. Lorraine enseguida se apresuró a levantar al niño y por supuesto encarar al sujeto.
–Con un demonio ¿Acaso no se fija por dónde camina?–
Una ligera discusión daba pie y con todo aquello girando sobre su cabeza no se percató de haber dejado a solas al niño por un par de segundos, los sollozos de Jerome le hicieron olvidar la pelea que parecía no llevar a ningún lado con el hombre mal encarado. Ella levantó su vaporosa indumentaria y enseguida regresó a donde el pequeño quien se encontraba siendo confortado por una extraña de cabellos oscuros.
–No puedo dejarte un minuto solo ¿Eh? Pequeño hombrecito ya estas causando problemas a esta mujer–
Lorraine lo tomó entre sus brazos pasando por su diestra sobre las mejillas rollizas de Jerome.
–Pero él señorito quería caminar por su propia cuenta– dijo de manera sarcástica.
Sonrió con dificultad a la mujer y estiró la mano.
–Lorraine, gracias por no dejarle solo, pensará que soy una madre poco convencional pero si no se les deja tropezar una vez en su vida a la larga se vuelven jovencitos inseguros y no quiero eso para él–
Suspiró al ver al niño sonreír después de haberle abandonado de dicha forma. No era su mejor día pero trataba de convencerse que el hecho de haberse involucrado con el padre de su hijo al menos tenía una enseñanza positiva y esa era el convertirse en una mejor mujer por el bienestar y futuro de Jerome.
Lorraine le miraba con curiosidad, preguntándose a sí misma si acaso las cosas pudieran mejorar después que Stanislav se largara sin dejar rastro alguno. Nunca había necesitado de nadie y empezaría ahora, si aquel hombre no regresaba poco afectaría su vida, aunque tenía seguro que no le permitiría convivir con el pequeño aunque ello le significara un futuro reproche por parte de su hijo. El orgullo de la francesa a veces le conducía hacía decisiones apresuradas como aquella. Repentinamente el niño trastabilló cuando un hombre apenas le había rozado uno de sus bracitos. Lorraine enseguida se apresuró a levantar al niño y por supuesto encarar al sujeto.
–Con un demonio ¿Acaso no se fija por dónde camina?–
Una ligera discusión daba pie y con todo aquello girando sobre su cabeza no se percató de haber dejado a solas al niño por un par de segundos, los sollozos de Jerome le hicieron olvidar la pelea que parecía no llevar a ningún lado con el hombre mal encarado. Ella levantó su vaporosa indumentaria y enseguida regresó a donde el pequeño quien se encontraba siendo confortado por una extraña de cabellos oscuros.
–No puedo dejarte un minuto solo ¿Eh? Pequeño hombrecito ya estas causando problemas a esta mujer–
Lorraine lo tomó entre sus brazos pasando por su diestra sobre las mejillas rollizas de Jerome.
–Pero él señorito quería caminar por su propia cuenta– dijo de manera sarcástica.
Sonrió con dificultad a la mujer y estiró la mano.
–Lorraine, gracias por no dejarle solo, pensará que soy una madre poco convencional pero si no se les deja tropezar una vez en su vida a la larga se vuelven jovencitos inseguros y no quiero eso para él–
Suspiró al ver al niño sonreír después de haberle abandonado de dicha forma. No era su mejor día pero trataba de convencerse que el hecho de haberse involucrado con el padre de su hijo al menos tenía una enseñanza positiva y esa era el convertirse en una mejor mujer por el bienestar y futuro de Jerome.
Última edición por Lorraine Saint-Cricq el Jue Nov 24, 2016 2:58 pm, editado 1 vez
Vesper Ajmátova*- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 08/05/2016
Re: Mother love [Privado]
La hechicera trataba de confortar al pequeño infante, quien no aceptaba su mano y de hecho aumentaba la fuerza de su llanto. La sonrisa en los labios de Zenevieva se amplió y su voz se volvió más dulce.
– No llores pequeño, tu mami volverá por ti y mientras eso sucede yo me quedare a tu lado – el dolor de saber que se sentía perder a un hijo le impedía alejarse del lado del pequeño hasta que dieran con la madre. Otras personas no hubieran perdido tiempo aguardando a una mujer que probablemente no aparecería, sin embargo, ella no creía que aquello fuera una perdida de tiempo, sin mencionar que prefería emplearlo al lado de un infante que al lado de los remordimientos o el fantasma de Francis, el que aparecía en los momentos menos oportunos y esperados simplemente para torturarle.
Una voz femenina a su espalda la sobresalto, haciendo que Zenevieva girase el rostro para toparse con una mujer muy guapa. El pequeño niño apenas la vio detuvo su llanto, haciendo saber a la bruja que era su madre y que ya todo estaba bien. La rusa se incorporo del todo, dedicando una ligera sonrisa a la mujer que llegaba hasta ellos.
– No… él no ha causado nada de problemas – se encogió de hombros – he sido yo la que vino a ofrecerle ayuda ya que parecía no poder dar con usted, pero me alegra que ya estén juntos – con un dolor punzante en el pecho, la bruja observo como era que la mujer tomaba al pequeño entre sus brazos para hacerle cariños. Ver como era ese lazo tan especial entre madre e hijo oscurecía el corazón de la hechicera todo porque ella no sería capaz nunca de abrazar así a su pequeño retoño.
En el segundo que la mano femenina se estiraba en dirección a ella, la rusa hizo acopio de todas sus fuerzas para lucir nuevamente una sonrisa en los labios y sujetar con firmeza la mano que le era ofrecida.
– Zenevieva y no tiene que explicarse conmigo – observó con afecto al pequeño que se mantenía aferrado a su madre – una madre siempre sabe lo que es mejor para sus pequeños, así que la que lamenta haber interferido con su enseñanza soy yo – soltó la mano ajena y observó en dirección a otros niños – es solo que se me parte el corazón cuando veo niños llorar. Ellos son mi debilidad – confesó al tiempo que su palidez aumentaba considerablemente y sus ojos volvían a centrarse en el rostro de la mujer frente a ella, en un intento de evitar toparse con el fantasma de Francis que nuevamente le recordaba que todo lo acontecido tanto a él como a su hijo eran únicamente culpa de la rusa y su sangre maldita.
– No llores pequeño, tu mami volverá por ti y mientras eso sucede yo me quedare a tu lado – el dolor de saber que se sentía perder a un hijo le impedía alejarse del lado del pequeño hasta que dieran con la madre. Otras personas no hubieran perdido tiempo aguardando a una mujer que probablemente no aparecería, sin embargo, ella no creía que aquello fuera una perdida de tiempo, sin mencionar que prefería emplearlo al lado de un infante que al lado de los remordimientos o el fantasma de Francis, el que aparecía en los momentos menos oportunos y esperados simplemente para torturarle.
Una voz femenina a su espalda la sobresalto, haciendo que Zenevieva girase el rostro para toparse con una mujer muy guapa. El pequeño niño apenas la vio detuvo su llanto, haciendo saber a la bruja que era su madre y que ya todo estaba bien. La rusa se incorporo del todo, dedicando una ligera sonrisa a la mujer que llegaba hasta ellos.
– No… él no ha causado nada de problemas – se encogió de hombros – he sido yo la que vino a ofrecerle ayuda ya que parecía no poder dar con usted, pero me alegra que ya estén juntos – con un dolor punzante en el pecho, la bruja observo como era que la mujer tomaba al pequeño entre sus brazos para hacerle cariños. Ver como era ese lazo tan especial entre madre e hijo oscurecía el corazón de la hechicera todo porque ella no sería capaz nunca de abrazar así a su pequeño retoño.
En el segundo que la mano femenina se estiraba en dirección a ella, la rusa hizo acopio de todas sus fuerzas para lucir nuevamente una sonrisa en los labios y sujetar con firmeza la mano que le era ofrecida.
– Zenevieva y no tiene que explicarse conmigo – observó con afecto al pequeño que se mantenía aferrado a su madre – una madre siempre sabe lo que es mejor para sus pequeños, así que la que lamenta haber interferido con su enseñanza soy yo – soltó la mano ajena y observó en dirección a otros niños – es solo que se me parte el corazón cuando veo niños llorar. Ellos son mi debilidad – confesó al tiempo que su palidez aumentaba considerablemente y sus ojos volvían a centrarse en el rostro de la mujer frente a ella, en un intento de evitar toparse con el fantasma de Francis que nuevamente le recordaba que todo lo acontecido tanto a él como a su hijo eran únicamente culpa de la rusa y su sangre maldita.
Zenevieva Nikoláievich*- Hechicero Clase Alta
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Re: Mother love [Privado]
Sólo estando cerca de Jerome la rubia podía sentir un alivio a todas esas noches en vela desde que el padre de su hijo se había marchado sin dejar una nota siquiera. Mientras trataba con cariño al pequeño, notó que aquella mujer parecía derrumbarse notando una grieta en la vox trémula de quien se había hecho cargo de Jerome instantes atrás. Lorraine tenía fama de ser catalogada como una mujer fría, sin escrúpulos, una autentica arpía. Si. Sabía que su presencia era evitada la mayoría de las veces en la mansión Saint-Cricq y no era para menos. Toda orden debía ser acatada estrictamente y al pie de la letra, no obstante en escenarios como este también se podía ver un lado más afable en ella. Incluso sus facciones no eran tan duras cuando escuchó la voz de la extraña quien se presentaba como Zenevieva. Levantó al niño apoyándolo contra su cintura importándole poco que este posara su mano pequeña sobre su rostro, pudiendo arruinar su imagen perfecta. Solo a él le permitía dichos actos. A él y nadie más.
–Muchas gracias–
Expresó de forma escueta pero no sin dejar de mostrarse agradecida. Una perdida como aquella, no la soportaría.
–Mucho gusto–
Volvió a hacer uso de la palabra y estrechó la diestra con dificultad puesto que el peso de Jerome le restaba movilidad. Caminó a lado de la mujer mientras escuchaba su retórica, por su mente cruzó la idea de que quizás no estaba pasando un buen día, pero quien era ella para inmiscuirse en la mente y corazón ajenos. A su alrededor las risas de otros infantes llegaban a sus oídos, en otro momento hubiese salido huyendo de aquel lugar, no era lo suyo, ser madre no era su fuerte pero había decretado secretamente dar lo mejor de sí para el pequeño que ahora se asía a su cuello.
–Ciertamente eso es lo que puedo ver Zenevieva, dime ¿Llevas mucho tiempo en la capital? tu acento me dice que no eres residente–
Clavó ese iris cerúleo en la mujer, como era su costumbre analizar y mostrar un semblante duro, al hallar un poco de sombra bajo un árbol señaló con su índice a una de las bancas.
–Tomemos un descanso ¿Te parece?– preguntó en un susurro al pequeño quien no respondió, únicamente gimoteo en un intento de respuesta negativa.
–Vaya contigo– respondió la rubia mientras lo acomodaba para continuar con la charla venidera.
–Muchas gracias–
Expresó de forma escueta pero no sin dejar de mostrarse agradecida. Una perdida como aquella, no la soportaría.
–Mucho gusto–
Volvió a hacer uso de la palabra y estrechó la diestra con dificultad puesto que el peso de Jerome le restaba movilidad. Caminó a lado de la mujer mientras escuchaba su retórica, por su mente cruzó la idea de que quizás no estaba pasando un buen día, pero quien era ella para inmiscuirse en la mente y corazón ajenos. A su alrededor las risas de otros infantes llegaban a sus oídos, en otro momento hubiese salido huyendo de aquel lugar, no era lo suyo, ser madre no era su fuerte pero había decretado secretamente dar lo mejor de sí para el pequeño que ahora se asía a su cuello.
–Ciertamente eso es lo que puedo ver Zenevieva, dime ¿Llevas mucho tiempo en la capital? tu acento me dice que no eres residente–
Clavó ese iris cerúleo en la mujer, como era su costumbre analizar y mostrar un semblante duro, al hallar un poco de sombra bajo un árbol señaló con su índice a una de las bancas.
–Tomemos un descanso ¿Te parece?– preguntó en un susurro al pequeño quien no respondió, únicamente gimoteo en un intento de respuesta negativa.
–Vaya contigo– respondió la rubia mientras lo acomodaba para continuar con la charla venidera.
Última edición por Lorraine Saint-Cricq el Jue Nov 24, 2016 2:57 pm, editado 1 vez
Vesper Ajmátova*- Humano Clase Alta
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Re: Mother love [Privado]
La mujer que se presentaba como Lorraine no tenía nada que agradecerle, para la hechicera, cuidar de un pequeño que necesitaba auxilio era lo menos que podía hacer, al menos ayudando a otros podía expiar un poco de la culpa que amenazaba con un día terminar por devorarla y hacer que terminase con su vida de una buena vez, aunque probablemente eso fuera lo mejor. Zenevieva estaba maldita y acabar con su vida libraría al mundo de dolor, sin mencionar que quizás así Francis podría descansar en paz a fin.
– Y de verdad, no es necesario que me lo agradezca – reiteró a la fémina frente a ella, sin poder evitar sentir un poco de celos por la manera en que madre e hijo convivían.
Cuando las manos de ambas mujeres se separaron, la hechicera no pudo evitar preguntarse si ella hubiera sido tan buena madre como le era aquella mujer, pues a pesar de sus palabras frías y las ideas sobre crianza que tenía, Zenevieva podía percibir el gran amor de la mujer por su pequeño. Y era en ese amor en lo que trataba la rusa de concentrarse, para así, poder distraer su mente de la figura de Francis que podía ver de pie entre los niños que jugaban alegres. Aquel fantasma le culpaba de todo y ella no podía sentirse inocente por lo sucedido, de hecho, estaba por despedirse de Lorraine y escapar como siempre de aquel fantasma cuando la pregunta formulada por la fémina la hizo tomar aire y junto a el, valor.
– Llevó ya algo de tiempo, varios años de hecho pero al parecer mi acento es algo que nunca va a desaparecer – observó una vez más en dirección a donde antes estaba Francis, solo para ver que había desaparecido y en silencio, dio gracias a Lorraine por sin saberlo, impedir que escapara de su realidad.
Dispuesta entonces a dejar de lado un momento la culpabilidad de la muerte de su esposo e hijo, la rusa asintió a la invitación de Lorraine.
– Tiene mucha energía, ¿no es así? – preguntó mientras andaban en dirección a la banca que antes señalara la rubia – Debes tener mucha paciencia – sonrió ligeramente al decir eso, todo para después sentarse y dirigir su mirada nuevamente a todos los niños que correteaban felices, carentes de preocupaciones – Ser un infante es hermoso – mencionó más para si que para su acompañante.
De cierta manera, ella quería volver a su infancia, a esa época donde no sabía lo que le deparaba el futuro. Quería regresar a aquellos momentos donde no sabía quienes fueron en vida los fantasmas que jugaban con ella en la casa de su madre, aquellos que por aquel entonces solo le sonreían a ella, aquellos que muchas veces la miraban también con pesar sin que la bruja entendiera el por qué. Ahora, muchos años después entendía que ellos lamentaban que fuera Zenevieva parte de aquella familia maldita y también comprendía que si volvía a su hogar, sus amigos fantasmas de la infancia ya no le sonreirían más, porque al igual que su madre, su abuela y todas las mujeres Nikoláievich, ella era una asesina.
– Y de verdad, no es necesario que me lo agradezca – reiteró a la fémina frente a ella, sin poder evitar sentir un poco de celos por la manera en que madre e hijo convivían.
Cuando las manos de ambas mujeres se separaron, la hechicera no pudo evitar preguntarse si ella hubiera sido tan buena madre como le era aquella mujer, pues a pesar de sus palabras frías y las ideas sobre crianza que tenía, Zenevieva podía percibir el gran amor de la mujer por su pequeño. Y era en ese amor en lo que trataba la rusa de concentrarse, para así, poder distraer su mente de la figura de Francis que podía ver de pie entre los niños que jugaban alegres. Aquel fantasma le culpaba de todo y ella no podía sentirse inocente por lo sucedido, de hecho, estaba por despedirse de Lorraine y escapar como siempre de aquel fantasma cuando la pregunta formulada por la fémina la hizo tomar aire y junto a el, valor.
– Llevó ya algo de tiempo, varios años de hecho pero al parecer mi acento es algo que nunca va a desaparecer – observó una vez más en dirección a donde antes estaba Francis, solo para ver que había desaparecido y en silencio, dio gracias a Lorraine por sin saberlo, impedir que escapara de su realidad.
Dispuesta entonces a dejar de lado un momento la culpabilidad de la muerte de su esposo e hijo, la rusa asintió a la invitación de Lorraine.
– Tiene mucha energía, ¿no es así? – preguntó mientras andaban en dirección a la banca que antes señalara la rubia – Debes tener mucha paciencia – sonrió ligeramente al decir eso, todo para después sentarse y dirigir su mirada nuevamente a todos los niños que correteaban felices, carentes de preocupaciones – Ser un infante es hermoso – mencionó más para si que para su acompañante.
De cierta manera, ella quería volver a su infancia, a esa época donde no sabía lo que le deparaba el futuro. Quería regresar a aquellos momentos donde no sabía quienes fueron en vida los fantasmas que jugaban con ella en la casa de su madre, aquellos que por aquel entonces solo le sonreían a ella, aquellos que muchas veces la miraban también con pesar sin que la bruja entendiera el por qué. Ahora, muchos años después entendía que ellos lamentaban que fuera Zenevieva parte de aquella familia maldita y también comprendía que si volvía a su hogar, sus amigos fantasmas de la infancia ya no le sonreirían más, porque al igual que su madre, su abuela y todas las mujeres Nikoláievich, ella era una asesina.
Zenevieva Nikoláievich*- Hechicero Clase Alta
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Re: Mother love [Privado]
Inevitablemente la mirada de ambas mujeres se dirigía hacia Jerome, y otras veces a los pequeños que a unos cuantos centímetros de ellas parecían luchar contra el hecho de aprender a conocer el mundo, rodeados por colores, sonido, y texturas que resultaban nuevos. Una realidad paralela a la cual Lorraine también debía sujetarse. A diferencia de otras mujeres, se consideraba alguien que no había nacido con el don de la paciencia. Pero debía hacer un intento escueto mínimamente para no ceder cuando el pequeño demandaba toda su atención y cuidado. No pudo evitar sonreír con un dejo de sarcasmo ante la aseveración de la mujer de cabellos oscuros. Pues, aquel acento no era algo ajeno a su vida. Como demonios no conocerlo, si en cada palabra ajena estaba acentuado algo del origen de Stanislav. La francesa hubiese salido de inmediato, socializar no era lo suyo, pero quiso por única ocasión y a manera de agradecimiento permanecer un par de minutos más a lado de su nueva acompañante.
–Demasiada para su edad– respondió dedicando una mirada hacia el pequeño –Si te contara, hay días en los que poco puedo hacer para mantenerlo ocupado–
Una ligera risilla escapó de sus labios.
–¿De verdad lo crees?– Se encogió de hombros –Hago lo que puedo, en estos dos años he aprendido más junto a él, que lo que muchas mucamas presumen saber, detesto que la servidumbre se tome consideraciones que los corresponden y no quiero que él se forme un concepto de madre con alguien ajeno a su vida–
Lorraine podía ser ególatra, manipuladora y hosca, pero si algo tenía bien definido en este nuevo rol de madre, era que como quien acababa de explicar, nadie más tenía el derecho sobre el pequeño, ni siquiera su padre. Lo moldearía bajo sus preceptos, bajo un riguroso trato pero con afecto, algo que ella nunca conoció junto a su progenitora. La mano de la francesa se posó con suavidad sobre la diminuta extremidad de su hijo. Los ojos se entornaron hacia Zenevieva cuando soltó aquella aseveración.
Era una extraña. No iba a compartir parte de su pasado, no iba a clamar por sus demonios en este instante, pero parecía que bajo la lobreguez de esa mirada, se hallaba demasiado dolor. Como si en aquella frase estuviese implícita la necesidad de regresar al pasado, para buscar refugio de lo que quizás pesara en su vida adulta el día de hoy. Lorraine por su parte buscaba huir de ese pasado, porque solo le traía malas memorias, por unos segundos se sintió perturbada por aquellas imágenes que le invadieron como el polvo y hojarasca que acarrea el viento hacía el interior de una habitación.
Y ahí estaba nuevamente, su padre marchándose y su madre demandando un respeto que no se merecía. Movió su cabeza para alejar esa remembranza semi-amarga.
–Supongo que lo es, claro cuando se tiene quien vigile por ellos, quien los cuide y enseñe sobrevivir en un mundo lleno de contradicciones–
Por primera vez durante ese corto lapso Lorraine miró fijamente a la mujer que estaba a su lado.
–Yo no tengo mucho que añorar de esa etapa, supongo que tu si–
Dejó el paréntesis abierto para que fuese su oyente quien diera paso a una posible confesión, si ella lo hacía, la francesa por primera vez podría mostrarse vulnerable con alguien que no era Georgiy.
–Demasiada para su edad– respondió dedicando una mirada hacia el pequeño –Si te contara, hay días en los que poco puedo hacer para mantenerlo ocupado–
Una ligera risilla escapó de sus labios.
–¿De verdad lo crees?– Se encogió de hombros –Hago lo que puedo, en estos dos años he aprendido más junto a él, que lo que muchas mucamas presumen saber, detesto que la servidumbre se tome consideraciones que los corresponden y no quiero que él se forme un concepto de madre con alguien ajeno a su vida–
Lorraine podía ser ególatra, manipuladora y hosca, pero si algo tenía bien definido en este nuevo rol de madre, era que como quien acababa de explicar, nadie más tenía el derecho sobre el pequeño, ni siquiera su padre. Lo moldearía bajo sus preceptos, bajo un riguroso trato pero con afecto, algo que ella nunca conoció junto a su progenitora. La mano de la francesa se posó con suavidad sobre la diminuta extremidad de su hijo. Los ojos se entornaron hacia Zenevieva cuando soltó aquella aseveración.
Era una extraña. No iba a compartir parte de su pasado, no iba a clamar por sus demonios en este instante, pero parecía que bajo la lobreguez de esa mirada, se hallaba demasiado dolor. Como si en aquella frase estuviese implícita la necesidad de regresar al pasado, para buscar refugio de lo que quizás pesara en su vida adulta el día de hoy. Lorraine por su parte buscaba huir de ese pasado, porque solo le traía malas memorias, por unos segundos se sintió perturbada por aquellas imágenes que le invadieron como el polvo y hojarasca que acarrea el viento hacía el interior de una habitación.
Y ahí estaba nuevamente, su padre marchándose y su madre demandando un respeto que no se merecía. Movió su cabeza para alejar esa remembranza semi-amarga.
–Supongo que lo es, claro cuando se tiene quien vigile por ellos, quien los cuide y enseñe sobrevivir en un mundo lleno de contradicciones–
Por primera vez durante ese corto lapso Lorraine miró fijamente a la mujer que estaba a su lado.
–Yo no tengo mucho que añorar de esa etapa, supongo que tu si–
Dejó el paréntesis abierto para que fuese su oyente quien diera paso a una posible confesión, si ella lo hacía, la francesa por primera vez podría mostrarse vulnerable con alguien que no era Georgiy.
Vesper Ajmátova*- Humano Clase Alta
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