AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Let's not fall in love [Privado]
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Let's not fall in love [Privado]
Se miraba al espejo y era incapaz de reconocerse a si misma con el elegante vestido que estaba usando. La hechicera llevaba años sin usar un atuendo de aquella clase, eso debido a que una vez que abandono Rusia, dejó tras de si la riqueza de su familia esa que ahora terminaba por encontrarla y que además, le prometía un futuro.
Días atrás había aparecido en la puerta de su humilde hogar la mayor de sus tías, quien sin pedir permiso o si quiera la opinión de Zenevieva entro solo para acabar arrastrando a la bruja fuera de su hogar, todo para llevarla hasta una enorme mansión que su tía aseguraba, pertenecía a la familia. Solo una vez que estuvieron en la mansión, su tía le dijo que toda su familia sabía exactamente que era lo que la bruja estuvo viviendo todo ese tiempo y que ella había ido a París solamente para ayudarla a recuperar su vida.
– Todas pasamos por esto querida – le aseguró mientras acariciaba la mejilla de la rusa – La muerte de Francis no es tu culpa. Todas pensamos que seriamos la excepción a nuestra maldición, pero la única manera de estar a salvo de ella es casarte con alguien que jamás ames – y aunque Zenevieva la miró horrorizada en un principio, conforme la historia y la explicación de su tía transcurría, ese horror se transformo en esperanza. Su tía le contó la historia de cómo es que su nuevo marido había logrado sobrevivir a la maldición de las Nikoláievich y no solo eso, sino que también le aseguró tener en mente a un hombre que la aceptaría, pues él tampoco buscaba amor.
Convencida entonces por las palabras de la mayor de las mujeres Nikoláievich, Zenevieva había aceptado tener un encuentro con un hombre de nombre Garland, un individuo que según su tía no le pediría a la hechicera amor o devoción, solo presencia y quizás compañía.
Para terminarla también de convencer de que hacía lo correcto, estaba el hecho que desde que acepto el encuentro, Francis no aparecía, algo que solo podía ser considerado como una señal de que lo iba a suceder era lo apropiado. Aún así, con aparentemente todo a su favor, la rusa se miraba a si misma como una completa desconocida, una que tenía que descubrirse pronto. Antes de poder arrepentirse de lo que estaba por hacer, una de las sirvientas de la casa toco a la puerta e indico a la rusa que el invitado había arribado a la mansión Nikoláievich y que su presencia ya era requerida.
Tomando aire de manera profunda y acomodándose un cabello que escapaba de su sencillo recogido, Zenevieva salió de la habitación que estuvo usando desde que llegara a aquella elegante residencia. Con paso calmo se dirigió entonces a la sala, sitió donde sabía se encontraba su tía, quien con una sonrisa le dio a entender que aprobaba el color verde esmeralda de su vestido.
– Ahora ven acá mi niña – le llamó, palmeando ligeramente el lugar vació a su lado, sin embargo, antes de que ella fuera capaz de dar un paso, fue anunciada la presencia de su invitado. El momento de la verdad para Zenevieva ya llegaba.
Días atrás había aparecido en la puerta de su humilde hogar la mayor de sus tías, quien sin pedir permiso o si quiera la opinión de Zenevieva entro solo para acabar arrastrando a la bruja fuera de su hogar, todo para llevarla hasta una enorme mansión que su tía aseguraba, pertenecía a la familia. Solo una vez que estuvieron en la mansión, su tía le dijo que toda su familia sabía exactamente que era lo que la bruja estuvo viviendo todo ese tiempo y que ella había ido a París solamente para ayudarla a recuperar su vida.
– Todas pasamos por esto querida – le aseguró mientras acariciaba la mejilla de la rusa – La muerte de Francis no es tu culpa. Todas pensamos que seriamos la excepción a nuestra maldición, pero la única manera de estar a salvo de ella es casarte con alguien que jamás ames – y aunque Zenevieva la miró horrorizada en un principio, conforme la historia y la explicación de su tía transcurría, ese horror se transformo en esperanza. Su tía le contó la historia de cómo es que su nuevo marido había logrado sobrevivir a la maldición de las Nikoláievich y no solo eso, sino que también le aseguró tener en mente a un hombre que la aceptaría, pues él tampoco buscaba amor.
Convencida entonces por las palabras de la mayor de las mujeres Nikoláievich, Zenevieva había aceptado tener un encuentro con un hombre de nombre Garland, un individuo que según su tía no le pediría a la hechicera amor o devoción, solo presencia y quizás compañía.
Para terminarla también de convencer de que hacía lo correcto, estaba el hecho que desde que acepto el encuentro, Francis no aparecía, algo que solo podía ser considerado como una señal de que lo iba a suceder era lo apropiado. Aún así, con aparentemente todo a su favor, la rusa se miraba a si misma como una completa desconocida, una que tenía que descubrirse pronto. Antes de poder arrepentirse de lo que estaba por hacer, una de las sirvientas de la casa toco a la puerta e indico a la rusa que el invitado había arribado a la mansión Nikoláievich y que su presencia ya era requerida.
Tomando aire de manera profunda y acomodándose un cabello que escapaba de su sencillo recogido, Zenevieva salió de la habitación que estuvo usando desde que llegara a aquella elegante residencia. Con paso calmo se dirigió entonces a la sala, sitió donde sabía se encontraba su tía, quien con una sonrisa le dio a entender que aprobaba el color verde esmeralda de su vestido.
– Ahora ven acá mi niña – le llamó, palmeando ligeramente el lugar vació a su lado, sin embargo, antes de que ella fuera capaz de dar un paso, fue anunciada la presencia de su invitado. El momento de la verdad para Zenevieva ya llegaba.
Zenevieva Nikoláievich*- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/03/2016
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Re: Let's not fall in love [Privado]
¿Acaso debía importarle lo que pensara la aristocracia de él? No y si. Quizás un poco, sólo por tratarse de un personaje público; de un miembro importante de la alta sociedad germana. Él era el elegido para representar a Baviera. Era un Wittelsbach y eso nada ni nadie lo cambiarían. Sin embargo, había cosas a las que Garland rechazaba por completo, por ejemplo, su nefasto compromiso con una chiquilla malcriada. Él, aunque viviera en su mundo y continuara enamorado de su prima, estaba consciente de lo que una unión de ese tipo significaba; ya Maximilien se lo había dejado claro. Pero Garland sólo quería estar con alguien que al menos estuviera a su altura. Por esa misma razón se empeñó en hacer lo posible, y hasta lo imposible, para hacerles entender a sus padres que siempre podía existir la posibilidad de elegir a otra persona. Fue una lucha difícil, no obstante, cumplió sus objetivos de manera exitosa.
Aunque la idea de un compromiso aún le resultaba incómoda y estuviera aferrado a su teoría de que aquello era absolutamente innecesario, debía mostrarse dócil ante sus progenitores. Sólo quería deshacerse de su anterior prometida y que la elección siguiente fuera la más adecuada; que si bien no esperaba –ni quería– una historia de amor como la de los cuentos, prefería que se le brindara tranquilidad. Garland logró luchar contra esa terrible odisea. Al explicarle a su madre lo ocurrido en el puerto de París y sus deseos de encontrar a otra aristócrata que fuera capaz de gobernar Baviera a su lado, ella intervino para que se anulara cualquier unión con la heredera de los Lothringen. Conocía perfectamente a Garland, pero aún seguía siendo su hijo y no iba a permitir que nadie lo humillara de esa manera; el padre tampoco estuvo contento con la noticia.
Garland depositó toda la confianza en su madre para que encontrara a alguien capaz para él. A pesar de sólo querer estar con la música como única compañera, bien sabía que había asumido una gran responsabilidad como heredero de la Casa de Wittelsbach; no podía retractarse de sus actos. Él tenía un gran compromiso con Baviera y no iba a dejarlo a un lado por un simple capricho infantil. Aunque le pareciera algo extraño, y hasta un poco hiriente para su orgullo, empezaba a madurar en muchos aspectos, y lo supo al momento en que su cita se concretó. Su madre logró mover sus influencias, y más temprano que tarde, ya tenían a una candidata. Esta vez dejarían que el joven Wittelsbach diera su propia opinión. Quien fuera el que dictara el veredicto final.
No tenía mucho conocimiento acerca de aquella familia, sólo que eran miembros notables con grandes influencias y justo estaban residenciados en París. Eso indicó a Garland una cosa: Había estado tanto tiempo luchando con sus propios demonios, que se olvidó por completo del exterior. Al menos su estadía en Francia le estaba haciendo bien; incluso podía decirse que parecía más tranquilo.
Llegó puntual a la cita. La residencia era ostentosa, mucho más que la suya (aunque la de él era sólo una casa para vacaciones); no perdió detalle alguno de la arquitectura y el perfecto detalle de la decoración. Eso era una manera para despistar la ansiedad que empezaba a hacerle una mala jugada. Debía dar una buena impresión. Así que luego de haber relajado los hombros y respirar profundo, se dirigió a la entrada principal y la atención no se hizo esperar. Garland intentó disimular su incomodidad por estar en casa de personas desconocidas sin el apoyo de sus padres, y para sorpresa suya, logró hacerlo bien.
Fue dirigido a un gran salón y ahí le esperaba una señora de mediana edad. A su lado se encontraba una muchacha, quien le pareció sumamente hermosa. Hasta se reprochó mentalmente por despistarse tan pronto con aquel pensamiento.
Se aclaró la garganta y se inclinó ante las dos damas.
—Es un placer. Soy Garland de Wittelsbach, la persona a la que esperaban —dijo con voz educada, volviendo a retomar una posición firme—. Lamento si he tardado un poco más de lo debido; aún no me acostumbro del todo a esta ciudad —aseguró—. Antes había venido sólo un par de veces. Y ya de eso hace mucho, apenas era un chiquillo.
Esbozó una sonrisa ladina, queriendo morder su lengua por hablar de más y no centrarse en los detalles importantes.
—Mi madre me habló mucho de usted, madame. Confío plenamente en sus palabras; estoy seguro que no tendré que lidiar con otra decepción.
Garland de Wittelsbach- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/03/2016
Localización : De vacaciones en París(?)
Re: Let's not fall in love [Privado]
En su andar a la sala donde recibirían a su invitado, Zenevieva observaba con detenimiento las decoraciones extravagantes de la casa, recordando el tiempo en que rechazaba aquel estilo de vida opulento, todo por una creencia infantil que la llevó a sufrir. La bruja había rechazado la riqueza, creyendo que si lo hacía podría encontrar la felicidad, sin embargo, lo único que encontró al final del camino de la sencillez y la humildad fue dolor. Irónico le parecía que fuera ahora la vida que rechazara la que le prometía un futuro. Cuando llegó a la sala, después de su lento caminar, dedico una sonrisa a su tía. Haberla visto irrumpiendo en su casa días atrás le pareció a la joven hechicera una grosería, pero ahora, no sentía más que agradecimiento por aquella irrupción llevada a cabo por la mayor de sus tías.
La sonrisa que hasta ese momento luciera la rusa se desvaneció en el instante en que la presencia de su invitado fue anunciada. El nerviosismo atacó a la hechicera, quien inhaló de manera profunda en un intento inútil de tranquilizar a su agitado corazón.
– Todo estará bien mi niña – aseguró su tía al ver lo nerviosa que su sobrina se encontraba – Sé tú misma – y no existía quizás mejor consejo para alguien temeroso que ese, porque le hacía saber que no importaba lo que pasará, mientras fuese fiel a su personalidad. Antes de que la bruja diera las gracias por el apoyó a su tía, la puerta de la sala se abrió y un apuesto joven ingresó.
El silencio que se instalo en el ambiente fue rotó no por alguna de las mujeres sino por el hombre que se presentaba y se excusaba por su ligero retraso.
– Bienvenido sea usted joven Garland. Soy Irina y esta es mi sobrina Zenevieva – la voz animada de la mayor de las Nikoláievich se escuchó entonces para hacer las presentaciones de rigor – Y no hay nada de lo que deba disculparse, esta ciudad es tan diferente a las nuestras que es más que entendible el retraso, aunque yo tengo suerte, mi sobrina conoce París como la palma de su mano – una sonrisa entonces apareció en los labios de la más joven de las Nikoláievich.
– Esos conocimientos sobre París espero no solo puedan beneficiar a mis familiares, sino también a mis conocidos, así que si en el futuro lo requiere, estaré gustosa de mostrarle la ciudad o indicarle como llegar a algún sitio – lo que decía la hechicera no era para quedar bien con el Wittelsbach, era más bien, algo que estaba dispuesta a hacer por todos aquellos recién llegados a la ciudad.
Hasta aquel momento podía decirse que todo iba bien y que todo siguiera de esa manera no era únicamente deseo de las Nikoláievich sino también del joven frente a ellas, quien aseguraba no desear pasar por otra decepción, algo con lo que Zenevieva se sentía completamente identificada.
– Al parecer su madre y mi tía no se han cansado de hablar bien de la otra.
– Imposible no hacerlo cuando te topas con alguien tan encantadora y joven, le aseguró que no tendrá que lidiar con más decepciones – y dicho eso, Irina señaló unos sillones a manera de invitar a Garland a sentarse.
La sonrisa que hasta ese momento luciera la rusa se desvaneció en el instante en que la presencia de su invitado fue anunciada. El nerviosismo atacó a la hechicera, quien inhaló de manera profunda en un intento inútil de tranquilizar a su agitado corazón.
– Todo estará bien mi niña – aseguró su tía al ver lo nerviosa que su sobrina se encontraba – Sé tú misma – y no existía quizás mejor consejo para alguien temeroso que ese, porque le hacía saber que no importaba lo que pasará, mientras fuese fiel a su personalidad. Antes de que la bruja diera las gracias por el apoyó a su tía, la puerta de la sala se abrió y un apuesto joven ingresó.
El silencio que se instalo en el ambiente fue rotó no por alguna de las mujeres sino por el hombre que se presentaba y se excusaba por su ligero retraso.
– Bienvenido sea usted joven Garland. Soy Irina y esta es mi sobrina Zenevieva – la voz animada de la mayor de las Nikoláievich se escuchó entonces para hacer las presentaciones de rigor – Y no hay nada de lo que deba disculparse, esta ciudad es tan diferente a las nuestras que es más que entendible el retraso, aunque yo tengo suerte, mi sobrina conoce París como la palma de su mano – una sonrisa entonces apareció en los labios de la más joven de las Nikoláievich.
– Esos conocimientos sobre París espero no solo puedan beneficiar a mis familiares, sino también a mis conocidos, así que si en el futuro lo requiere, estaré gustosa de mostrarle la ciudad o indicarle como llegar a algún sitio – lo que decía la hechicera no era para quedar bien con el Wittelsbach, era más bien, algo que estaba dispuesta a hacer por todos aquellos recién llegados a la ciudad.
Hasta aquel momento podía decirse que todo iba bien y que todo siguiera de esa manera no era únicamente deseo de las Nikoláievich sino también del joven frente a ellas, quien aseguraba no desear pasar por otra decepción, algo con lo que Zenevieva se sentía completamente identificada.
– Al parecer su madre y mi tía no se han cansado de hablar bien de la otra.
– Imposible no hacerlo cuando te topas con alguien tan encantadora y joven, le aseguró que no tendrá que lidiar con más decepciones – y dicho eso, Irina señaló unos sillones a manera de invitar a Garland a sentarse.
Zenevieva Nikoláievich*- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/03/2016
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Re: Let's not fall in love [Privado]
En un principio, incluso días antes, Garland no contaba con tanta seguridad para afrontar semejante situación. Él, de eso pretendía asegurarse, no estaba hecho para lidiar con compromisos, y muchos menos con el matrimonio; si bien era un buen líder, resultaba ser un fracaso para las relaciones personales, y más cuando éstas demandaban sentimientos que, a veces, él no alcanzaba a comprender muy bien. Tal vez porque era muy joven, o porque no lograba sacarse a su prima de la cabeza; tenía que reconocer que aún la quería, pero lo suyo no podía ser, y debía asegurarse de que fuese de ese modo. Sin embargo, eso no era excusa para continuar soportando a alguien que le resultaba indigna, maleducada, y poco adecuada para estar a su lado. Por fortuna, su madre supo cómo obrar de manera apropiada ante su padre y abuelo, haciendo una elección que, de seguro, estaría a la altura de lo que demandaba el futuro gobernante de Baviera.
Y sí, tenía que reconocerlo, su progenitora siempre daba justo en el blanco. La admiraba por eso, por conocerlo tan bien, que hasta le daba un tanto de miedo; pero así eran las madres, en especial, aquellas que se preocupaban por sus hijos, como lo hacía la suya. Recordarla hizo que, por alguna extraña razón, sintiera un poco de nostalgia; aunque le gustara estar solo, en ese instante extrañó, más que a nadie, a su querida madre. Sin embargo, ahora debía enfrentar por sí mismo sus propias responsabilidades. Las mismas que se hicieron más pesadas al ingresar a aquel salón.
Garland apreció la belleza de la muchacha en silencio, y la señora le resultaba encantadora. ¿Por qué los Lothringen no eran así? Si hubiera sido ese el caso, tal vez él no tendría que estar en aquella mansión, pero quiso la vida que fuese de ese modo y no de otro.
—Sí, tiene usted razón. París es abismalmente diferente; bueno, para cualquier extranjero lo es. Tal vez para los parisinos nuestras ciudades les sean igualmente distintas, ya sabe, cuestiones de cultura —se expresó de esa manera tan refinada, y hasta culta, con la que solía presumir su estatus, aunque en ese momento lo menos que quería era presumir—. Oh, ¿de verdad? ¡Vaya! Yo también tengo a un amigo que se conoce bien la ciudad. Es un hombre de mundo, anda de un lado a otro —comentó entre risas. Siempre había considerado a Maximilien como un sujeto de libre albedrío, a pesar de sus objetivos para con su hermano—. Tal vez en algún momento pueda presentárselos. Es un buen muchacho.
Y nuevamente había hablado de más, eso le avergonzó, más intentó mantener una postura erguida y una firmeza para demostrar que era un hombre seguro. No comprendía porque quería hacerlo, quizá por intentar agradarle a la joven Nikoláievich, algo que le resultó curioso.
—Agradecería mucho su apoyo para guiarme por París, señorita Nikoláievich —dijo, casi embelesado al ver la sonrisa en ella. Y de seguro se vería como un estúpido, así que volvió a aclararse la garganta, esbozando una sonrisa para evitar más desvaríos—. Oh, es que, mi madre, ella es muy especial. Tiende a demostrar lo mejor de todos, y más cuando sabe que tiene razón. —Y antes de continuar con sus palabras, aceptó la invitación de la señora, tomando asiento en un sillón cercano a ambas—. Sí, eso espero. No quisiera decepcionar a mis padres, y menos a la gente de Baviera, pero con la situación anterior, se me hizo casi imposible continuar. Y si mi madre confió en usted, yo también lo haré, señora Irina.
Garland de Wittelsbach- Humano Clase Alta
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Localización : De vacaciones en París(?)
Re: Let's not fall in love [Privado]
Desde el momento en que su tía le informo del motivo que la llevaba a visitar París, Zenevieva había estado nerviosa. Su primer matrimonio acabó en tragedia y no estaba del todo segura de hacer que el segundo funcionara, sin embargo, la presencia de Garland en la casa de las Nikoláievich llenó de verdadera esperanza a la hechicera. Algo en la presencia del hombre que estaba frente a ellas y que se expresaba de manera sincera, llevó a Zenevieva a creer en una segunda oportunidad para ella. Su tía por su parte se estaba esforzando por hacerla quedar muy bien frente al Wittelsbach, detalle que la hechicera agradeció. Ella no era muy buena sacando lo mejor de si misma en los primeros encuentros pero por su tía, por aquel joven y por ella, daría todo de si.
Una sonrisa sincera de alegría decoraba el rostro de la muchacha, quien no aparto su mirada de su invitado.
– París es diferente, si pero también es muy sencilla de comprender. Una vez que lo haces llegar a donde deseas sin perderte resulta fácil – añadió, buscando tranquilizar no solo a su tía sino también a Garland.
– No lo dudo ni un segundo querida – con cariño, Irina tomó la mano de su sobrina – Pero en lo que el joven Wittelsbach se acostumbra podrías servirle de guía – ante esa petición, Zenevieva asintió, solo para después escuchar de los labios masculinos sobre el amigo que tenía en París, ese que decía considerar un hombre de mundo.
– Sería un placer poder conocer a su amigo, nada mejor que conocer nuevas personas que pueden ampliar nuestra idea del mundo – La hechicera viajó por diferentes lugares antes de establecerse en Paris pero visitó cada ciudad tan apresuradamente que no conoció nada de su historia y cultura, algo que en los tiempos actuales le interesaba de verdad – Así que háganos el favor de traerlo en cuanto pueda.
Era maravillosa la manera en que podía hablar con aquel hombre. Creía que en parte su elocuencia se debía a la presencia de su tía, misma que respondió a las palabras del muchacho con educación.
– Su madre es encantadora, envíele mis saludos cuando tenga oportunidad – hizo una pausa, sonriendo ante las amables palabras del Wittelsbach – Agradezco su confianza, ahora – observó a Zenevieva – iré a pedir un poco de té y galletas. Si me disculpan – Su tía se sentía tan feliz de verla desenvolverse tan bien en presencia de Garland que opto por levantarse con cuidado y dejar, al menos durante unos segundos a los jóvenes en soledad.
Cuando la puerta tras la que salía su tía se cerró, Zenevieva tomó un poco de aire y sonrió a Garland.
– Como ya le dije mi tía Irina hablo maravillas de su madre, quien a su vez hablo maravillas de usted – agachó su mirada, algo apenada por lo que decía pero más por lo que estaba por decir – Pero lo que nadie menciono fue la mala experiencia que ya tuvo con otra joven – hizo una pausa tras la cual, observó a los ojos a Garland – ¿No era ella lo que esperaba usted?
Una sonrisa sincera de alegría decoraba el rostro de la muchacha, quien no aparto su mirada de su invitado.
– París es diferente, si pero también es muy sencilla de comprender. Una vez que lo haces llegar a donde deseas sin perderte resulta fácil – añadió, buscando tranquilizar no solo a su tía sino también a Garland.
– No lo dudo ni un segundo querida – con cariño, Irina tomó la mano de su sobrina – Pero en lo que el joven Wittelsbach se acostumbra podrías servirle de guía – ante esa petición, Zenevieva asintió, solo para después escuchar de los labios masculinos sobre el amigo que tenía en París, ese que decía considerar un hombre de mundo.
– Sería un placer poder conocer a su amigo, nada mejor que conocer nuevas personas que pueden ampliar nuestra idea del mundo – La hechicera viajó por diferentes lugares antes de establecerse en Paris pero visitó cada ciudad tan apresuradamente que no conoció nada de su historia y cultura, algo que en los tiempos actuales le interesaba de verdad – Así que háganos el favor de traerlo en cuanto pueda.
Era maravillosa la manera en que podía hablar con aquel hombre. Creía que en parte su elocuencia se debía a la presencia de su tía, misma que respondió a las palabras del muchacho con educación.
– Su madre es encantadora, envíele mis saludos cuando tenga oportunidad – hizo una pausa, sonriendo ante las amables palabras del Wittelsbach – Agradezco su confianza, ahora – observó a Zenevieva – iré a pedir un poco de té y galletas. Si me disculpan – Su tía se sentía tan feliz de verla desenvolverse tan bien en presencia de Garland que opto por levantarse con cuidado y dejar, al menos durante unos segundos a los jóvenes en soledad.
Cuando la puerta tras la que salía su tía se cerró, Zenevieva tomó un poco de aire y sonrió a Garland.
– Como ya le dije mi tía Irina hablo maravillas de su madre, quien a su vez hablo maravillas de usted – agachó su mirada, algo apenada por lo que decía pero más por lo que estaba por decir – Pero lo que nadie menciono fue la mala experiencia que ya tuvo con otra joven – hizo una pausa tras la cual, observó a los ojos a Garland – ¿No era ella lo que esperaba usted?
Zenevieva Nikoláievich*- Hechicero Clase Alta
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Re: Let's not fall in love [Privado]
Garland se sentía como un crío, dada su compleja personalidad, así parecía estar. Nunca antes había experimentado tantos nervios, bueno, quizás con la única que se sentía de ese modo era con su prima, pero ella ya no quería verlo ni en un retrato al óleo. Sin embargo, el recuerdo no lo desalentó, porque justo en ese momento se encontraba en tan buen lugar y con una excelente compañía. Aunque algunas veces su madre le causaba dolores de cabeza, debido a unas elecciones poco adecuadas para él, esta vez se encontraba agradecido. Era como si había leído en los pensamientos más profundos del joven Wittelsbach, extrayendo lo necesario para poder ayudarlo. O tal vez se trataba simplemente de esa capacidad que tienen las madres para comprender a sus hijos.
Pues bien, el caso es que Garland parecía sentirse a gusto, y que, probablemente, iba a estar conforme con ese compromiso, aunque fuera un hombre reacio a contraer matrimonio, pero no tenía mejor opción para poder acceder a tan importante cargo. Sus padres habían depositado toda esperanza en él y no quería defraudarlos, sentía que estaba en deuda con ellos. Así que, al menos, aquello podía soportarlo, pues se adaptaba fácilmente a su peculiar carácter.
—Estaré encantado de que usted sea quien me muestre la ciudad, señorita Nikoláievich —dijo con absoluta sinceridad, esbozando una sonrisa, mientras bajaba la mirada. De verdad se sentía como un niño—. Bien, creo que podré hacerle la sugerencia a Maximilien, no creo que se niegue a tal invitación. Es más, me encargaré yo mismo de que le sea imposible negarse, ya verán.
Aseguró con un entusiasmo que no era propio de él, incluso, cuando lo notó, se extrañó de haber tomado tal comportamiento. Y eso que, su único entusiasmo, durante muchos años, había sido la música y no, precisamente, las reuniones de carácter social. Oh, ¿estaría madurando? Tal vez, tampoco podía asegurarlo por completo, porque apenas estaba conociendo a aquella familia. ¿Sería qué más adelante se comportarían como los Lothringen? ¡Qué horror! Moriría muy joven y sin siquiera haber heredado el ducado de Baviera como debería ser. Es más, fue tanta su conmoción, que no se percató cuando la señora Irina abandonó el vestíbulo. Garland le dirigió una mirada inquisitiva a Zenevieva, pero la realidad terminó dándole otra bofetada por su indiscreción.
—Lo lamento, es que... ya sabe, pensar en mi madre me deja un poco nostálgico. Ella, bueno, es muy atenta, y desde que era un niño lo ha sido. Quizás es porque soy hijo único —rió de manera nerviosa, intentando disfrazar su comportamiento con esa excusa barata. Pero la joven Nikoláievich no pareció molesta, esa sonrisa de ella desbordaba pura calidez—. ¿Maravillas de mí? Oh, eso me sorprende. Tiendo a ser una persona complicada, no sé si le habrán dicho esa parte.
Se sinceró, porque, a pesar de todo, estaba al tanto de que su trato hacia otros no era el correcto. Y no lo hacía de manera intencional, de aquello se daba cuenta bastante tarde. Por esa misma razón, su único amigo esa Maximilien, pues las otras personas no solían tolerarlo por mucho. Esperaba que Zenevieva si tuviera esa paciencia para soportarlo siquiera un poco. Y no, no sabía porque lo esperaba.
—No lo sé, era una jovencita extraña, demasiado mimada y caprichosa. Y yo... yo no tengo paciencia para esas cosas, sepa disculparme —mencionó con suficiente desanimo para dejar escapar un suspiro—. ¿Alguna vez ha estado comprometida, señorita Nikoláievich? Perdone usted mi indiscreción, sólo tengo curiosidad.
Garland de Wittelsbach- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/03/2016
Localización : De vacaciones en París(?)
Re: Let's not fall in love [Privado]
Las cosas no le habían sido sencillas desde que dejó su hogar y se tornaron mucho más complicadas para ella cuando Francis abandonó aquel mundo, sin embargo, la nueva oportunidad que se le presentaba la hacía creer que de verdad existía esperanza para ella. Quizás, a pesar del dolor, la furia y la decepción con que la miraba Francis cada vez que se aparecía ante ella eran una mera fachada y aquel hombre que en vida le prometiera hacerla feliz, trataba de cumplir aquello enviando a Garland de Wittelsbach hasta ella; aunque aquella teoría le parecía bastante probable, la realidad era que nunca podría comprobarla del todo, ya que el fantasma de su esposo se negaba a dirigirle la palabra y desaparecía siempre que ella le exigía respuestas, así que Zenevieva ya se había hecho a la idea de que todo lo que el fantasma de su esposo supiera, sería un secreto para ella. Apartando entonces a Francis de sus pensamientos una vez más, la hechicera se centró en Garland, en la manera en que su presencia la tranquilizaba y la llevaba a desear ser feliz otra vez; que resultaba ser finalmente lo único que importaba e importaría desde ese momento.
– Es un verdadero placer que acepte mi ofrecimiento y le aseguro, que no se arrepentirá de confiar en mi – Ella no solo conocía las mejores partes de París, también conocía las zonas más bajas y los hermosos lugares escondidos en esas zonas que la mayoría de los adinerados decidían ignorar. Lugares que esperaba, resultaran ser del agrado de Garland con quien deseaba, desde lo más profundo de su corazón, llevarse bien.
– Cuando logre convencer a su amigo, les esperaremos con sumo gusto – aseguró su tía poco antes de aprovechar lo animada de la conversación para dejar a los jóvenes a solas.
La mirada de Garland cuando Irina abandono la sala, pareció perderse durante algunos segundos, mismos que Zenevieva aprovecho para tranquilizar a su agitado corazón y buscar algún tema de conversación; claro que lo primero que le vino a la mente fueron las largas conversaciones de su tía Irina respecto a él y a su familia.
– No tiene porque disculparse conmigo – aseguró antes de suspirar y pensar en su propia madre, quien no se dignaba a ir aun a visitarle o si quiera a mandarle una carta para preguntar como se encontraba. Al parecer, aún se encontraba ofendida porque la hechicera huyera de su casa y contrajera matrimonio con un don nadie – Me resulta agradable saber que su madre ve tanto por usted, ya que no todas las personas son igual de afortunadas – después de decir aquello, evidentemente haciendo referencia a si misma aunque Garland no lo supiera, trató de que su buen animo regresara y que la conversación no se tornase sombría – ¿Le sorprende? – le miró fijamente – A mi no. Usted parece ser todo lo que se menciono y mucho más – sonrió después ante el comentario del Wittelsbach sobre ser alguien complicado – Todos somos complicados y eso es generalmente lo maravilloso de la vida.
Tras hablar de aquello, Zenevieva preguntó algo que no debía resultar del todo apropiado, sin embargo, la curiosidad de la hechicera era grande y necesitaba aprovechar la ausencia de su tía para indagar un poco más en los motivos que llevaban a un hombre tan apuesto, atento y de buena familia a aceptar reunirse con alguien como ella. Así que un tanto avergonzada, pidió saber más sobre el antiguo compromiso de Garland.
La respuesta que recibió de aquel hombre no fue lo que la sorprendió, sino que fue la pregunta que él le hacía y que la dejaba completamente desarmada.
– No es para nada indiscreción, he sido yo la primera en preguntar sobre su compromiso después de todo – respondió antes de guardar silencio. ¿Qué debía hacer? Se tía le había dejado en claro que era mejor que nadie supiera de Francis, que lo dejara como el muerto que cada familia esconde en alguna habitación de su casa, pero al ver a Garland se daba cuenta de que no podía hacerlo. Ella no podía mentirle, no del todo – Fue algo breve, mi familia se oponía a la relación y para su buena fortuna él no vivió mucho tiempo – revelo aquello que no era la verdad, pero que tampoco era una completa mentira – Espero no vaya a asustarse con lo que acabó de decir – se miró las manos – mi tía quería mantenerlo en secreto pero yo creo que usted merece sinceridad.
– Es un verdadero placer que acepte mi ofrecimiento y le aseguro, que no se arrepentirá de confiar en mi – Ella no solo conocía las mejores partes de París, también conocía las zonas más bajas y los hermosos lugares escondidos en esas zonas que la mayoría de los adinerados decidían ignorar. Lugares que esperaba, resultaran ser del agrado de Garland con quien deseaba, desde lo más profundo de su corazón, llevarse bien.
– Cuando logre convencer a su amigo, les esperaremos con sumo gusto – aseguró su tía poco antes de aprovechar lo animada de la conversación para dejar a los jóvenes a solas.
La mirada de Garland cuando Irina abandono la sala, pareció perderse durante algunos segundos, mismos que Zenevieva aprovecho para tranquilizar a su agitado corazón y buscar algún tema de conversación; claro que lo primero que le vino a la mente fueron las largas conversaciones de su tía Irina respecto a él y a su familia.
– No tiene porque disculparse conmigo – aseguró antes de suspirar y pensar en su propia madre, quien no se dignaba a ir aun a visitarle o si quiera a mandarle una carta para preguntar como se encontraba. Al parecer, aún se encontraba ofendida porque la hechicera huyera de su casa y contrajera matrimonio con un don nadie – Me resulta agradable saber que su madre ve tanto por usted, ya que no todas las personas son igual de afortunadas – después de decir aquello, evidentemente haciendo referencia a si misma aunque Garland no lo supiera, trató de que su buen animo regresara y que la conversación no se tornase sombría – ¿Le sorprende? – le miró fijamente – A mi no. Usted parece ser todo lo que se menciono y mucho más – sonrió después ante el comentario del Wittelsbach sobre ser alguien complicado – Todos somos complicados y eso es generalmente lo maravilloso de la vida.
Tras hablar de aquello, Zenevieva preguntó algo que no debía resultar del todo apropiado, sin embargo, la curiosidad de la hechicera era grande y necesitaba aprovechar la ausencia de su tía para indagar un poco más en los motivos que llevaban a un hombre tan apuesto, atento y de buena familia a aceptar reunirse con alguien como ella. Así que un tanto avergonzada, pidió saber más sobre el antiguo compromiso de Garland.
La respuesta que recibió de aquel hombre no fue lo que la sorprendió, sino que fue la pregunta que él le hacía y que la dejaba completamente desarmada.
– No es para nada indiscreción, he sido yo la primera en preguntar sobre su compromiso después de todo – respondió antes de guardar silencio. ¿Qué debía hacer? Se tía le había dejado en claro que era mejor que nadie supiera de Francis, que lo dejara como el muerto que cada familia esconde en alguna habitación de su casa, pero al ver a Garland se daba cuenta de que no podía hacerlo. Ella no podía mentirle, no del todo – Fue algo breve, mi familia se oponía a la relación y para su buena fortuna él no vivió mucho tiempo – revelo aquello que no era la verdad, pero que tampoco era una completa mentira – Espero no vaya a asustarse con lo que acabó de decir – se miró las manos – mi tía quería mantenerlo en secreto pero yo creo que usted merece sinceridad.
Zenevieva Nikoláievich*- Hechicero Clase Alta
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Re: Let's not fall in love [Privado]
Desde el primer momento que Garland llegó a este mundo, para ser parte de la casa real de Wittelsbach, cargaría sobre sus hombros la responsabilidad de no deshonrar a aquella familia germana tan poderosa. Él, como el elegido para asumir el cargo que ahora ostenta su padre, debía demostrarle que sí era capaz, y fue convencido para ello, de todas las maneras posibles. Pero Garland era demasiado complicado como persona, y uno de los requisitos indispensables para asumir el liderazgo recaía, para su pésima mala suerte, en contraer matrimonio. Algo que para él seguía siendo inaudito, sobre todo porque sus padres eligieron a su futura esposa sin siquiera consultarle nada, cuando quien debía aguantarla toda una vida sería él.
Para Garland fue devastador (para exagerar tanto como él mismo lo hacía), porque justamente la chica elegida era la rarita (como si él no lo fuera lo suficiente) de la familia Lothringen. ¡Apenas estaba superando el desplante de su prima! Aunque en la familia el incesto entre primos hermanos no era bien visto, porque se acercaba a un error terrible, y él tuvo que resignarse a esos protocolos, a pesar de que se resistiera enormemente. Pero regresando al tema de la jovencita Lothringen... ¡No la aguantaba! Y su último encuentro fue motivo suficiente para que su madre recapacitara y se encargara de encontrar a la persona adecuada esta vez. O al menos esa fue la impresión de Garland cuando vio a aquella muchacha. Incluso se tuvo que obligar a concentrarse, para no dejar escapar alguna babosada en presencia de Zenevieva.
Otro punto que se le sumaba a su favor era, indudablemente, que ella no veía a la complicación sempiterna de Garland como un problema. Eso sí que le sorprendió, porque para quienes lo rodeaban, eso resultaba un hastío; menos para Maximilien, porque también sabía entenderlo mejor que su propia familia. Enhorabuena, ahora contaba con dos personas que no lo consideraban un tipo complicado molesto... Iba marchando todo bien; el viento soplaba a su favor.
—Las familias son complicadas, pero en el mal sentido de la palabra. Mi padre espera de mí al nuevo duque de Baviera, o quizá pretende que llegue a ser príncipe, no lo sé. Sólo entiendo, en cierta parte, su angustia por querer que yo haga las cosas bien —comentó, sin saber muy bien por qué. Había hablado de más, y tratándose de él, era un verdadero milagro—. ¿Puedo preguntar de qué falleció? Lamento si mi pregunta la incomoda un poco... Después de todo no me acostumbro a la idea de que sea una viuda tan joven, señorita Zenevieva. Supongo que ha sido difícil lidiar con todo eso.
Intentó sonreír, pero fingir se le notaba a leguas, y fracasar en aquella misión no estaba previsto en sus planes. Así que simplemente exhaló para sosegarse ante el error imprudente por preguntar semejante cosa.
—No me gustan mucho los secretos. Creo que mientras más tiempo se guarden, más perjudiciales podrían ser... No sé, no creo que reservarse tanto alguna verdad sea lo más adecuado. Siempre terminan arruinándolo todo. ¿Por qué mejor no dejarlo salir de una vez? Puedo sonar egoísta, pero siempre ha sido mi postura, o es que soy tan aburrido que ni para guardar secretos sirvo...
Para Garland fue devastador (para exagerar tanto como él mismo lo hacía), porque justamente la chica elegida era la rarita (como si él no lo fuera lo suficiente) de la familia Lothringen. ¡Apenas estaba superando el desplante de su prima! Aunque en la familia el incesto entre primos hermanos no era bien visto, porque se acercaba a un error terrible, y él tuvo que resignarse a esos protocolos, a pesar de que se resistiera enormemente. Pero regresando al tema de la jovencita Lothringen... ¡No la aguantaba! Y su último encuentro fue motivo suficiente para que su madre recapacitara y se encargara de encontrar a la persona adecuada esta vez. O al menos esa fue la impresión de Garland cuando vio a aquella muchacha. Incluso se tuvo que obligar a concentrarse, para no dejar escapar alguna babosada en presencia de Zenevieva.
Otro punto que se le sumaba a su favor era, indudablemente, que ella no veía a la complicación sempiterna de Garland como un problema. Eso sí que le sorprendió, porque para quienes lo rodeaban, eso resultaba un hastío; menos para Maximilien, porque también sabía entenderlo mejor que su propia familia. Enhorabuena, ahora contaba con dos personas que no lo consideraban un tipo complicado molesto... Iba marchando todo bien; el viento soplaba a su favor.
—Las familias son complicadas, pero en el mal sentido de la palabra. Mi padre espera de mí al nuevo duque de Baviera, o quizá pretende que llegue a ser príncipe, no lo sé. Sólo entiendo, en cierta parte, su angustia por querer que yo haga las cosas bien —comentó, sin saber muy bien por qué. Había hablado de más, y tratándose de él, era un verdadero milagro—. ¿Puedo preguntar de qué falleció? Lamento si mi pregunta la incomoda un poco... Después de todo no me acostumbro a la idea de que sea una viuda tan joven, señorita Zenevieva. Supongo que ha sido difícil lidiar con todo eso.
Intentó sonreír, pero fingir se le notaba a leguas, y fracasar en aquella misión no estaba previsto en sus planes. Así que simplemente exhaló para sosegarse ante el error imprudente por preguntar semejante cosa.
—No me gustan mucho los secretos. Creo que mientras más tiempo se guarden, más perjudiciales podrían ser... No sé, no creo que reservarse tanto alguna verdad sea lo más adecuado. Siempre terminan arruinándolo todo. ¿Por qué mejor no dejarlo salir de una vez? Puedo sonar egoísta, pero siempre ha sido mi postura, o es que soy tan aburrido que ni para guardar secretos sirvo...
Garland de Wittelsbach- Humano Clase Alta
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Re: Let's not fall in love [Privado]
Cada familia y persona poseían sus propias dificultades y peculiaridades, fue por eso que la Nikoláievich no pudo más que sonreír cuando Garland se presentó a si mismo como una persona complicada. La sonrisa en los labios de la hechicera se debía sobre todo a que no lo consideraba una persona complicada, no según lo que escuchó de él y que ahora veía, no en comparación a ella y su familia que volvían cualquier otra peculiaridad minúscula a su lado. Atenta, escuchó como es que el Wittelsbach mencionaba algunos detalles sobre su familia, especialmente sobre su padre y lo que él esperaba de Garland.
– Yo creo que lo que su padre quiere es que este siempre bien y probablemente trata de asegurase de ello de la única manera en que él conoce, además que debe saber que usted puede lograr grandes cosas – soltó un suspiro cargado de pesar – Desde mi perspectiva, es mucho mejor saber que es lo que espera su familia – sonrió tristemente – Si yo pudiera saber que es lo que espera mi madre de mi… – y es que su progenitora se pasó la vida entera diciéndole lo que no debía hacer, pero jamás le dijo que era lo que si podía y mucho menos le dijo lo que ella esperaba que Zenevieva logrará en la vida. Según su tía Irina, su madre esperaba que fuera feliz pero la bruja dudaba que de los labios de su siempre distante madre salieran aquellas palabras.
No se arrepintió de haber revelado la verdad de su situación a Garland. Su tía se enfurecería si se enteraba, de eso no cabía la menor duda, pero le gratificaba saber que al menos no llevaría el peso de una mentira sobre sus hombros y que si Garland la aceptaba, sería aún conociendo su pasado.
– Fue la víctima de un homicidio – fue capaz de decir tras permanecer unos segundos en silencio, segundos que la llevaron una vez más hasta aquella fatídica noche – Ha sido algo complicado, sí, pero en la vida suelen ocurrir esta clase de cosas inesperadas – respondió tratando de mostrarse lo más firme posible, pero como siempre, hablar de Francis era tocar fibras sensibles, sobre todo en lo que concernía a la culpabilidad, sin embargo, por un motivo que no alcanzaba a comprender, que Garland se mostrará de cierta manera tan comprensivo con ella aliviaba su pesada carga emociona, algo que no sucedía con otras personas, que al tratar de ser comprensivas solo acababan haciéndola sentir peor.
No se había esperado que el Wittelsbach tuviera esa clase de pensamientos referentes a los secretos, pues al pertenecer ambos a importantes familias, Zenevieva esperó que él, como la mayoría de los adinerados, creyera que los secretos era lo que mantenía a flote una familia, sin embargo, escuchar que Garland poseía pensamientos similares a los suyos, le sacó una amplia y sincera sonrisa.
– No creo que sea aburrido, de hecho, coincido bastante con su postura – rió – pero creo que eso ha resultado evidente ya que no he sido capaz de mentirle y he revelado lo que mi familia dice no debo decir bajo ninguna circunstancia – su postura se relajó y sus ojos se enfocaron en los ajenos – Creo que ambos somos malos guardando secretos pero me agrada que sea así y debo admitir que me sorprende de verdad su manera de ver las cosas. Usted es una bocanada de aire fresco en este sitio donde todo parece ser un secreto.
– Yo creo que lo que su padre quiere es que este siempre bien y probablemente trata de asegurase de ello de la única manera en que él conoce, además que debe saber que usted puede lograr grandes cosas – soltó un suspiro cargado de pesar – Desde mi perspectiva, es mucho mejor saber que es lo que espera su familia – sonrió tristemente – Si yo pudiera saber que es lo que espera mi madre de mi… – y es que su progenitora se pasó la vida entera diciéndole lo que no debía hacer, pero jamás le dijo que era lo que si podía y mucho menos le dijo lo que ella esperaba que Zenevieva logrará en la vida. Según su tía Irina, su madre esperaba que fuera feliz pero la bruja dudaba que de los labios de su siempre distante madre salieran aquellas palabras.
No se arrepintió de haber revelado la verdad de su situación a Garland. Su tía se enfurecería si se enteraba, de eso no cabía la menor duda, pero le gratificaba saber que al menos no llevaría el peso de una mentira sobre sus hombros y que si Garland la aceptaba, sería aún conociendo su pasado.
– Fue la víctima de un homicidio – fue capaz de decir tras permanecer unos segundos en silencio, segundos que la llevaron una vez más hasta aquella fatídica noche – Ha sido algo complicado, sí, pero en la vida suelen ocurrir esta clase de cosas inesperadas – respondió tratando de mostrarse lo más firme posible, pero como siempre, hablar de Francis era tocar fibras sensibles, sobre todo en lo que concernía a la culpabilidad, sin embargo, por un motivo que no alcanzaba a comprender, que Garland se mostrará de cierta manera tan comprensivo con ella aliviaba su pesada carga emociona, algo que no sucedía con otras personas, que al tratar de ser comprensivas solo acababan haciéndola sentir peor.
No se había esperado que el Wittelsbach tuviera esa clase de pensamientos referentes a los secretos, pues al pertenecer ambos a importantes familias, Zenevieva esperó que él, como la mayoría de los adinerados, creyera que los secretos era lo que mantenía a flote una familia, sin embargo, escuchar que Garland poseía pensamientos similares a los suyos, le sacó una amplia y sincera sonrisa.
– No creo que sea aburrido, de hecho, coincido bastante con su postura – rió – pero creo que eso ha resultado evidente ya que no he sido capaz de mentirle y he revelado lo que mi familia dice no debo decir bajo ninguna circunstancia – su postura se relajó y sus ojos se enfocaron en los ajenos – Creo que ambos somos malos guardando secretos pero me agrada que sea así y debo admitir que me sorprende de verdad su manera de ver las cosas. Usted es una bocanada de aire fresco en este sitio donde todo parece ser un secreto.
Zenevieva Nikoláievich*- Hechicero Clase Alta
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Re: Let's not fall in love [Privado]
Aunque algunos solían confundirse en un principio, Garland no era nada arrogante, al contrario, parecía demasiado blando en ese aspecto. Tal vez eran sus manías las que lo convertían en alguien complejo; sin embargo, estando con aquella joven, esos impulsos extravagantes de su carácter parecieron difuminarse, y eso le resultaba un tanto curioso, tenía que admitirlo. Pero, por otro lado, debido a su innegable deseo de hallar alguna explicación racional a todo, terminó concluyendo que, tal vez, sería por la personalidad de ella. Zenevieva, desde el primer momento en que apareció en ese salón, le brindó calma, y aquello no lo había experimentado antes. Llegó a pensar que si la heredera de los Lothringen habría sido así, las cosas entre ambos hubieran resultado diferentes. A pesar de ser él alguien un tanto extraño, y reservado en excesos, seguía siendo un hombre cualquiera, con sus flaquezas y virtudes; con un mundo interno que pocos conocían, excepto su madre...
Su progenitora, quizá preocupada por el rumbo que tomaba la vida de su único hijo, decidió hallar lo exacto y necesario para él. Garland sólo había dejado escapar sus sentimientos hacia su prima, pero todo aquel drama terminó en una tragedia, y la mala experiencia no le hizo mucho bien. Era más que nunca que prefería estar en completa soledad, acompañado única y exclusivamente por su música. Sin embargo, sus parientes exigían demasiado de él, y al final se resignó a obedecer en silencio, como solía hacerlo casi siempre. Aun así, tal y como se lo había dejado saber Zenevieva, ellos eran muy honestos al pedirle cosas, algo que con ella no ocurría de ese modo. Y pensar que su tía parecía una mujer agradable. O quizá ya estaba trazando teorías demasiado complejas.
Tan complejas como todo lo que ella le comentaba. Incluso llegó a incomodarse, pero no por escuchar aquello, sino por no saber cómo reaccionar con exactitud. A veces se juzgaba severamente a sí mismo por no lograr que sus emociones fluyeran así nada más, sin excusarse en lo más mínimo. ¡Tenía que calmarse! Y lo hizo. También sintió que el compromiso con ella sería otra gran responsabilidad, no por quedar bien con la familia, sino por sus experiencias, que no eran ni parecidas a las suyas.
—Lamento escuchar eso, yo... Fui imprudente, de verdad. Me cuesta mucho entender estas cosas, pero ha de ser difícil aceptar con facilidad algo así. Además de que alguien pregunte por semejante suceso, ha de ser terrible. Lo siento, no fue mi intención —se disculpó, y no hallaba qué hacer para remendar su error. Por eso es que le costaba tanto relacionarse con otros. Sin embargo, con Zenevieva, intuía, que no iba a ser tan complicado, aunque, con eso último, él se aferraba a la idea de que había cometido una falta enorme—. De seguro ya no piensa eso último, digo, lo del aire fresco que dijo. —Llevó las manos al rostro, luego exhaló. ¿Qué más podía decirle? La verdad. ¿Y cuál? La primera que se le cruzó por la mente—. Zenevieva yo lo menos que quiero es que usted sea infeliz con todo esto. Sé que esta decisión no ha sido tomada por ninguno de los dos, sin embargo, no creo que exista una salida...
Dejó la frase a medio terminar, quedándose con la mirada fija en el techo, adornado con frescos y arabescos. Luego dirigió su vista hacia la joven, y había algo extraño en él, pero no sabía qué era.
—Y como sé que nuestras familias son condenadamente quisquillosas, lo único que me queda, como futuro líder de Baviera, y también como hombre, es ofrecerle mi apoyo incondicional como su pareja. No estoy acostumbrado a esto, repito, soy un fracaso con las relaciones personales, aun así, usted no merece nada más que la perturbe. —No supo muy bien cómo dejó salir todo aquello, pero fue sincero, terriblemente sincero, y se sentía bien.
Su progenitora, quizá preocupada por el rumbo que tomaba la vida de su único hijo, decidió hallar lo exacto y necesario para él. Garland sólo había dejado escapar sus sentimientos hacia su prima, pero todo aquel drama terminó en una tragedia, y la mala experiencia no le hizo mucho bien. Era más que nunca que prefería estar en completa soledad, acompañado única y exclusivamente por su música. Sin embargo, sus parientes exigían demasiado de él, y al final se resignó a obedecer en silencio, como solía hacerlo casi siempre. Aun así, tal y como se lo había dejado saber Zenevieva, ellos eran muy honestos al pedirle cosas, algo que con ella no ocurría de ese modo. Y pensar que su tía parecía una mujer agradable. O quizá ya estaba trazando teorías demasiado complejas.
Tan complejas como todo lo que ella le comentaba. Incluso llegó a incomodarse, pero no por escuchar aquello, sino por no saber cómo reaccionar con exactitud. A veces se juzgaba severamente a sí mismo por no lograr que sus emociones fluyeran así nada más, sin excusarse en lo más mínimo. ¡Tenía que calmarse! Y lo hizo. También sintió que el compromiso con ella sería otra gran responsabilidad, no por quedar bien con la familia, sino por sus experiencias, que no eran ni parecidas a las suyas.
—Lamento escuchar eso, yo... Fui imprudente, de verdad. Me cuesta mucho entender estas cosas, pero ha de ser difícil aceptar con facilidad algo así. Además de que alguien pregunte por semejante suceso, ha de ser terrible. Lo siento, no fue mi intención —se disculpó, y no hallaba qué hacer para remendar su error. Por eso es que le costaba tanto relacionarse con otros. Sin embargo, con Zenevieva, intuía, que no iba a ser tan complicado, aunque, con eso último, él se aferraba a la idea de que había cometido una falta enorme—. De seguro ya no piensa eso último, digo, lo del aire fresco que dijo. —Llevó las manos al rostro, luego exhaló. ¿Qué más podía decirle? La verdad. ¿Y cuál? La primera que se le cruzó por la mente—. Zenevieva yo lo menos que quiero es que usted sea infeliz con todo esto. Sé que esta decisión no ha sido tomada por ninguno de los dos, sin embargo, no creo que exista una salida...
Dejó la frase a medio terminar, quedándose con la mirada fija en el techo, adornado con frescos y arabescos. Luego dirigió su vista hacia la joven, y había algo extraño en él, pero no sabía qué era.
—Y como sé que nuestras familias son condenadamente quisquillosas, lo único que me queda, como futuro líder de Baviera, y también como hombre, es ofrecerle mi apoyo incondicional como su pareja. No estoy acostumbrado a esto, repito, soy un fracaso con las relaciones personales, aun así, usted no merece nada más que la perturbe. —No supo muy bien cómo dejó salir todo aquello, pero fue sincero, terriblemente sincero, y se sentía bien.
Garland de Wittelsbach- Humano Clase Alta
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Re: Let's not fall in love [Privado]
Durante meses y en especial las últimas semanas, Zenevieva había estado convencida de que abrirse sentimentalmente a otro hombre le resultaría imposible y eso estaba bien, al menos desde el punto de vista de su tía, que al igual que su madre, buscaba el más mínimo pretexto para recordarle a la hechicera acerca de la maldición familiar, así como de hacerle recordar la muerte de Francis, alegando siempre que eso había sucedido debido al amor de Zenevieva por él.
Hasta el momento las advertencias de su tía y el recordatorio constante de Francis habían mantenido a Zenevieva firme con respecto a que el matrimonio con el Wittelsbach debía ser solo por apariencias, por compañía y que ningún sentimiento debía interferir en su camino, solo de esa forma, lograría vivir en paz lo que le restaba de vida. Sin embargo, algo con lo que no contaron ni Irina, ni la hechicera, fue que Garland sería un hombre perseguido por una historia amorosa de fracasos, detalle que los llevo tanto a él, como a Zenevieva a empatizar demasiado el uno con el otro. Además de las historias de amor fallidas de ambos jóvenes, existían otros puntos en común como el que no les gustaran las mentiras, sus familias resultasen algo complicadas y algunos otros puntos que seguramente continuarían apareciendo durante la conversación; así pues, la hechicera comenzaba a sentirse no del todo segura con respecto a que nadie entraría en su corazón, aunque en esos momentos, se decía a si misma que si Garland lograba entrar sería solo por el hecho de que se comprendían y que por él, únicamente sentiría cariño, nunca amor.
Para hacer que Garland luciera incluso más caballeroso a los ojos de Zenevieva, este se mostro respetuoso al dolor de ella.
– No fue imprudente su pregunta. Imprudente hubiera sido si yo tratara de ocultar el hecho y la verdad es que mi difunto esposo no se merecía que le ocultaran – sonrió aun con la tristeza presente en la mirada – Es difícil aceptar que alguien no esta más, en especial cuando sabes que a esa persona no la volverás a ver nunca, pero la muerte es parte de la vida, no es algo que nos guste pero es algo con lo que debemos aprender a convivir – tomó aire, observó los orbes ajenos y se apresuro a responder a la pregunta formulada – Aún lo considero aire fresco, en especial porque no me mira como lo hacen los demás y tampoco me dice lo que todos – la gente que la conocía la miraba con lástima, como si ella no tuviera la fuerza para levantarse y continuar con su vida en nombre de Francis; además, le decían que pronto lo olvidaría y se atrevían a decirle eso aún cuando ella garantizaba que nunca sucedería; sin embargo, Garland no le decía eso. El Wittelsbach le decía que no quería verla infeliz y que aunque no podían escapar de los deseos de sus familias, él la apoyaría.
Después del sincero discurso emitido por Garland, Zenevieva guardo silencio, hasta que una sonrisa, una realmente feliz apareció en sus labios.
– Es definitivo que nuestras familias no cederán pero sabe, me alegra que el hombre con quien compartiré mi vida sea usted. Mi experiencia en relaciones con hombres se limita a una sola, aún así, también prometo darle mi apoyo incondicional y ser la mejor esposa que el futuro líder de Baviera podría tener – y esa, era una promesa.
Hasta el momento las advertencias de su tía y el recordatorio constante de Francis habían mantenido a Zenevieva firme con respecto a que el matrimonio con el Wittelsbach debía ser solo por apariencias, por compañía y que ningún sentimiento debía interferir en su camino, solo de esa forma, lograría vivir en paz lo que le restaba de vida. Sin embargo, algo con lo que no contaron ni Irina, ni la hechicera, fue que Garland sería un hombre perseguido por una historia amorosa de fracasos, detalle que los llevo tanto a él, como a Zenevieva a empatizar demasiado el uno con el otro. Además de las historias de amor fallidas de ambos jóvenes, existían otros puntos en común como el que no les gustaran las mentiras, sus familias resultasen algo complicadas y algunos otros puntos que seguramente continuarían apareciendo durante la conversación; así pues, la hechicera comenzaba a sentirse no del todo segura con respecto a que nadie entraría en su corazón, aunque en esos momentos, se decía a si misma que si Garland lograba entrar sería solo por el hecho de que se comprendían y que por él, únicamente sentiría cariño, nunca amor.
Para hacer que Garland luciera incluso más caballeroso a los ojos de Zenevieva, este se mostro respetuoso al dolor de ella.
– No fue imprudente su pregunta. Imprudente hubiera sido si yo tratara de ocultar el hecho y la verdad es que mi difunto esposo no se merecía que le ocultaran – sonrió aun con la tristeza presente en la mirada – Es difícil aceptar que alguien no esta más, en especial cuando sabes que a esa persona no la volverás a ver nunca, pero la muerte es parte de la vida, no es algo que nos guste pero es algo con lo que debemos aprender a convivir – tomó aire, observó los orbes ajenos y se apresuro a responder a la pregunta formulada – Aún lo considero aire fresco, en especial porque no me mira como lo hacen los demás y tampoco me dice lo que todos – la gente que la conocía la miraba con lástima, como si ella no tuviera la fuerza para levantarse y continuar con su vida en nombre de Francis; además, le decían que pronto lo olvidaría y se atrevían a decirle eso aún cuando ella garantizaba que nunca sucedería; sin embargo, Garland no le decía eso. El Wittelsbach le decía que no quería verla infeliz y que aunque no podían escapar de los deseos de sus familias, él la apoyaría.
Después del sincero discurso emitido por Garland, Zenevieva guardo silencio, hasta que una sonrisa, una realmente feliz apareció en sus labios.
– Es definitivo que nuestras familias no cederán pero sabe, me alegra que el hombre con quien compartiré mi vida sea usted. Mi experiencia en relaciones con hombres se limita a una sola, aún así, también prometo darle mi apoyo incondicional y ser la mejor esposa que el futuro líder de Baviera podría tener – y esa, era una promesa.
Zenevieva Nikoláievich*- Hechicero Clase Alta
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Re: Let's not fall in love [Privado]
Garland no era hombre dado a los sentimentalismos, y menos cuando su personalidad resultaba ser un abismo de complejidades, algunas absurdas para el resto de las personas que se relacionaban con él. Sin embargo, y pese a sus rarezas, él sí había logrado relacionarse emocionalmente con alguien. Aquello no terminó con el final feliz de todas las supuestas historias de romance; aquello finalizó con un lamentable cierre, al menos para él, y no le había sido tan sencillo superarlo, a pesar del enorme esfuerzo que hacía en encontrar esa maldita solución. Y cuando creyó que habría una salida, las noticias llegaron a arruinarle el día soleado del que disfrutaba. Por suerte, la tempestad no duró para siempre.
Desde luego, él tampoco consideraba necesario el matrimonio, pero, entre la hija de los Lothringen y Zenevieva, había una diferencia monumental, por lo que, sí, terminaba inclinándose por la que sería su nueva compañera. No lo negaba, en un principio llegó a mostrarse genuinamente preocupado por la decisión de continuar con la idea de su compromiso, aun así, y estando en ese lugar, no lo veía tan descabellado como antes. Ella se mostró como una muchacha simpática, incluso con cosas en común con él, y eso, al menos, le sumaba puntos.
No obstante, él seguía siendo Garland "el rarito", y lo demostró cuando no supo qué decir a la pérdida de un ser querido. Nunca había experimentado algo así, así que se limitó a bajar la cabeza, intentando pensar en las palabras adecuadas. No quería arruinar las cosas. Por primera vez en su vida, le importaba lo que pensara alguien de él.
—Yo... Oh, en serio, lo lamento. Supongo que ha de ser muy difícil adaptarse luego, ¿no? Nunca he tenido que lidiar con algo así, debería sentirme afortunado, no lo sé. Es otra cosa más que se me complica —reconoció, aunque estaba evitando hacerlo, pero ya no había marcha atrás—. Tampoco sabría cómo reaccionar. Mi madre siempre ha dicho que soy condenadamente hermético. Y creo que tiene razón.
Esbozó una sonrisa ladina al recordar aquellas palabras. No se lamentaba por eso, en lo más mínimo, le causaba un poco gracia más bien, sobre todo al recordar la cara de fastidio de su madre. Él mismo había heredado la testarudez de su padre. Algo tenía que compartir, ¿no?
—Le agradezco mucho su apoyo, señorita Zenevieva. Para mí ha sido muy complicado todo este asunto, y siempre estuve renuente, para ser honesto. Creo que para usted ha sido igual, y con más razón luego del incidente con su primer esposo —dijo, decidiéndose por sostenerle la mirada esta vez—. No pienso exigirle nada, porque sería injusto hacerlo. Ya suficiente ha hecho con aceptar todo esto. Y, de verdad, me siento más cómodo aceptándolo con alguien como usted. Quizás sea esa esa dosis de paz que siempre he buscado, más allá de mis obligaciones con Baviera, por supuesto.
No supo cómo tomar sus propias palabras, pero había una brutal sinceridad en ellas, y no era para menos. Llegó a sentirse cómodo en erio, era como si con ella pudiera contar muchas cosas sin sentirse avergonzado, como solía ocurrirle a menudo.
Desde luego, él tampoco consideraba necesario el matrimonio, pero, entre la hija de los Lothringen y Zenevieva, había una diferencia monumental, por lo que, sí, terminaba inclinándose por la que sería su nueva compañera. No lo negaba, en un principio llegó a mostrarse genuinamente preocupado por la decisión de continuar con la idea de su compromiso, aun así, y estando en ese lugar, no lo veía tan descabellado como antes. Ella se mostró como una muchacha simpática, incluso con cosas en común con él, y eso, al menos, le sumaba puntos.
No obstante, él seguía siendo Garland "el rarito", y lo demostró cuando no supo qué decir a la pérdida de un ser querido. Nunca había experimentado algo así, así que se limitó a bajar la cabeza, intentando pensar en las palabras adecuadas. No quería arruinar las cosas. Por primera vez en su vida, le importaba lo que pensara alguien de él.
—Yo... Oh, en serio, lo lamento. Supongo que ha de ser muy difícil adaptarse luego, ¿no? Nunca he tenido que lidiar con algo así, debería sentirme afortunado, no lo sé. Es otra cosa más que se me complica —reconoció, aunque estaba evitando hacerlo, pero ya no había marcha atrás—. Tampoco sabría cómo reaccionar. Mi madre siempre ha dicho que soy condenadamente hermético. Y creo que tiene razón.
Esbozó una sonrisa ladina al recordar aquellas palabras. No se lamentaba por eso, en lo más mínimo, le causaba un poco gracia más bien, sobre todo al recordar la cara de fastidio de su madre. Él mismo había heredado la testarudez de su padre. Algo tenía que compartir, ¿no?
—Le agradezco mucho su apoyo, señorita Zenevieva. Para mí ha sido muy complicado todo este asunto, y siempre estuve renuente, para ser honesto. Creo que para usted ha sido igual, y con más razón luego del incidente con su primer esposo —dijo, decidiéndose por sostenerle la mirada esta vez—. No pienso exigirle nada, porque sería injusto hacerlo. Ya suficiente ha hecho con aceptar todo esto. Y, de verdad, me siento más cómodo aceptándolo con alguien como usted. Quizás sea esa esa dosis de paz que siempre he buscado, más allá de mis obligaciones con Baviera, por supuesto.
No supo cómo tomar sus propias palabras, pero había una brutal sinceridad en ellas, y no era para menos. Llegó a sentirse cómodo en erio, era como si con ella pudiera contar muchas cosas sin sentirse avergonzado, como solía ocurrirle a menudo.
Garland de Wittelsbach- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/03/2016
Localización : De vacaciones en París(?)
Re: Let's not fall in love [Privado]
Le gustaba de verdad la sinceridad en la voz de Garland y la inexistencia de lástima por ella, quizá por eso se daba cuenta la hechicera de que estaba sonriendo en unos momentos apenas con él, más de lo que hizo desde que había llegado a vivir al lado de su tía. Y es que hasta la manera en que el Wittelsbach aceptaba lo que para él parecían ser desventajas, le daba puntos a ojos de Zenevieva, que no quería vivir la vida al lado de alguien que fingiera conocer lo que ella sentía cuando en realidad no era así.
– Es difícil – acepto – y es algo que definitivamente no deseo que nadie experimente, sé que suena utópico dado que todos nacemos para morir, pero aún así, lo deseo – sus ojos se encontraron con los del caballero – Es usted de hecho muy afortunado y espero que lo siga siendo durante muchos más años. No experimente algo como lo mío tan pronto y no preste demasiada atención a las criticas sobre que es demasiado hermético. Todos deberíamos ser un tanto así para poder avanzar más en la vida – un justo medio, eso era lo que se debía encontrar y era probable que las personalidades de ambos le ayudasen al otro a encontrar precisamente ese punto intermedio.
La reunión era menos tensa y extraña de lo que imagino que sería. Si bien Zenevieva había aceptado en primera instancia aquella reunión debido a las suplicas constantes de su tía, ahora, frente a Garland, agradecía no haber rechazado del todo la idea. La hechicera experimentaba un bienestar generalizado que creyó nunca más podría encontrar y era ese bienestar, junto con el sentirse verdaderamente escuchada, apoyada y no engañaba, lo que la llevó a decidir que aquella unión era lo mejor para ella en aquel punto de su vida. Su tía le había hecho saber desde antes que si se aceptaba el matrimonio con el Wittelsbach, tendría ella muchas obligaciones con Baviera, detalle que al escuchar no le agrado del todo, pero que ahora consideraba más como el brindar ayuda y acompañamiento a alguien que verdaderamente se lo merecía, así pues, estaba lista para afrontar las obligaciones y para compartir su vida, quizá hasta un poco de cariño también, con aquel hombre que estaba a su vez dispuesto a abrirle las puertas a su vida.
– Confesaré que me hace sentir mejor el saber que no era la única renuente pues como ya lo ha dicho, esto ha sido complicado creo para ambos – sonrió – Pues entonces creo que los dos estamos de acuerdo en que es mejor tomar una decisión tan importante como esta en compañía de alguien con quien podemos sentirnos cómodos y le agradezco de verdad que no piense en exigirme nada pero aún así, espero que este dispuesto a aceptar la ayuda, la compañía y el apoyo que le brinde gustosa – Tomó aire entonces – Paz, sí, creo que podemos encontrarla juntos – soltó una risita antes de cubrir sus labios – Aunque temó informarle que no recibiremos paz durante algún tiempo pues su madre y mi tía no dejaran de estar sobre nosotros sino hasta que estemos frente a un altar, por lo que me disculpo de antemano por los inconveniente que mi tía pueda causarle.
– Es difícil – acepto – y es algo que definitivamente no deseo que nadie experimente, sé que suena utópico dado que todos nacemos para morir, pero aún así, lo deseo – sus ojos se encontraron con los del caballero – Es usted de hecho muy afortunado y espero que lo siga siendo durante muchos más años. No experimente algo como lo mío tan pronto y no preste demasiada atención a las criticas sobre que es demasiado hermético. Todos deberíamos ser un tanto así para poder avanzar más en la vida – un justo medio, eso era lo que se debía encontrar y era probable que las personalidades de ambos le ayudasen al otro a encontrar precisamente ese punto intermedio.
La reunión era menos tensa y extraña de lo que imagino que sería. Si bien Zenevieva había aceptado en primera instancia aquella reunión debido a las suplicas constantes de su tía, ahora, frente a Garland, agradecía no haber rechazado del todo la idea. La hechicera experimentaba un bienestar generalizado que creyó nunca más podría encontrar y era ese bienestar, junto con el sentirse verdaderamente escuchada, apoyada y no engañaba, lo que la llevó a decidir que aquella unión era lo mejor para ella en aquel punto de su vida. Su tía le había hecho saber desde antes que si se aceptaba el matrimonio con el Wittelsbach, tendría ella muchas obligaciones con Baviera, detalle que al escuchar no le agrado del todo, pero que ahora consideraba más como el brindar ayuda y acompañamiento a alguien que verdaderamente se lo merecía, así pues, estaba lista para afrontar las obligaciones y para compartir su vida, quizá hasta un poco de cariño también, con aquel hombre que estaba a su vez dispuesto a abrirle las puertas a su vida.
– Confesaré que me hace sentir mejor el saber que no era la única renuente pues como ya lo ha dicho, esto ha sido complicado creo para ambos – sonrió – Pues entonces creo que los dos estamos de acuerdo en que es mejor tomar una decisión tan importante como esta en compañía de alguien con quien podemos sentirnos cómodos y le agradezco de verdad que no piense en exigirme nada pero aún así, espero que este dispuesto a aceptar la ayuda, la compañía y el apoyo que le brinde gustosa – Tomó aire entonces – Paz, sí, creo que podemos encontrarla juntos – soltó una risita antes de cubrir sus labios – Aunque temó informarle que no recibiremos paz durante algún tiempo pues su madre y mi tía no dejaran de estar sobre nosotros sino hasta que estemos frente a un altar, por lo que me disculpo de antemano por los inconveniente que mi tía pueda causarle.
Zenevieva Nikoláievich*- Hechicero Clase Alta
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