It is a pleasure to fall in love with you | Privado

por **Rhostislav Blavatsky** Jue Feb 14, 2019 10:42 pm

Hacía tres meses que Rhostislav trabajaba en la casa de la familia Echart y Francis, el hijo mayor de los señores, le había tomado cariño. Rhos no entendía por qué, tampoco cómo era que aquello había llegado a ocurrir, pero Francis Echart era un muchacho muy alegre y sociable que no le daba importancia a las diferencias sociales de las personas. Él, desde el primer momento, había hecho que Rhos se sintiese cómodo trabajando allí y se había interesado por él. Así fue como se dieron cuenta que, pese a ser uno el dueño de la casa y el otro el aprendiz del mayordomo, tenían mucho en común.

Pese a que Francis Echart era un muchacho abierto y desprejuiciado, sus amigos tenían mucho que aprender de él. Eran discriminadores y gustaban de hacer sentir menos a los empleados, cuánto más a los esclavos que la familia tenía. Rhostislav prefería no tener que servirlos, pero tampoco podía elegir entre hacerlo o no hacerlo. Si quería recibir su paga, con la que ayudaba a su hermana para que no tuviese que sostener sola la casa, debía servir sin mirar a quien.

Al principio no comprendió que lo que Francis estaba haciendo era invitarlo a su fiesta de cumpleaños. Inocente, él creyó que le hablaba del festejo para que fuese como parte del servicio, pero no era así. El muchacho lo estaba invitando como a cualquier amigo y pese a todas las excusas que Rhos puso, él insistió.

El festejo duraría el sábado desde la hora de la cena y hasta que Echart quisiera. Lo harían en la casa que había pertenecido a los abuelos maternos del muchacho pues ambos habían muerto y el lugar estaba deshabitado. Rhostislav se había vestido con su mejor traje y había llegado puntual al lugar. Antes de que la casona comenzase a llenarse de invitados, él tuvo oportunidad de hablar con Francis pero eso no duró demasiado… pronto llegaron los amigos del joven y se armaron los pequeños grupos según las afinidades. Por supuesto, Rhos quedó solo.

Luego de la cena, los jóvenes se levantaron –en total no eran más que diez, pero hablaban y reían, por eso parecía que eran muchos más- y se dirigieron a la salita contigua para beber y fumar. Rhos los siguió, con una copa de brandy en la mano, mientras pensaba qué excusa podía poner para marcharse ya pues no la estaba pasando bien, se sentía ajeno.

Cuando oyeron que alguien llamaba a la puerta, Bruce –el mejor amigo de Francis- le ordenó entre risas a Rhos que fuese a abrir, pero Francis le recordó que esa noche él era un invitado más, que no estaba allí para trabajar. A pesar de eso, Rhostislav se encaminó a la entrada para ver quien llamaba. Cuando llegó descubrió que una de las empleadas ya había abierto y que a la casa entraban varias muchachas de vestidos sugerentes.

-Somos invitadas de Francis –dijo una, riendo-. Él nos está esperando… ¿dónde está mi lindo festejado?

-Síganme, señoritas –dijo Rhos, maravillado al ver que tantas mujeres lo rodeaban.

Las guió hasta donde estaban los demás y en cuanto Francis las vio les dio la bienvenida, avisando a sus amigos que las muchachas habían llegado para hacer que la noche fuera más divertida.

Si ya se sentía incómodo, al verlas mezclarse entre los jóvenes se sintió peor. Francis había aclarado que ya había pagado los servicios, pero él no se sentía cómodo con aquello y no podía relajarse. Además, le gustaba pagar por sus cosas y esa noche era demasiado poco el dinero que traía. Se quería ir, pero en cuanto intentó despedirse de su amigo éste le advirtió que se ofendería mucho si se marchaba antes de que todo acabara.

Así fue como, mientras todos se divertían y algunos ya corrían escaleras arriba para invadir las habitaciones de la casa que había pertenecido a los abuelos de Francis, él optó por sentarse en un sillón de tres cuerpos y dedicarse a beber lentamente, disfrutando del buen brandy.

Cuando la vio acercarse a él, no pudo creer el privilegio que tenía al poder ver de cerca un rostro tan bonito. Era tan perfecta como el diseño de los pétalos de una rosa, como un arcoíris luego de días y días de tormenta. Se movió en el sillón para invitarla a tomar asiento a su lado y cuando le habló la voz le falló y tuvo que carraspear:

-Hola… Mi nombre es Rhos. ¿Cómo te llamas? –Se estiró para dejar la copa en la mesita baja-. Sé que te lo dicen todo el tiempo, pero ¿sabes lo bella que eres?