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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Sara Ascarlani Lun Jul 18, 2016 5:42 pm

Le quería seguir hacia ella donde dijera. La noche confabulaba a su favor. Una típica noche de concierto jamás había terminado tan interesante, sabiendo muy bien que la mayoría de las veces, terminaba en el sexo de una mujer; sin embargo, la compañía de Katharina y su inocente ser, la tenían en un éxtasis inexplicable. Un juego de humanos, procurando hacer la noche eterna. Las suyas lo eran, pero seguía los pasos de ella. Sabía que las horas pasaban rápidamente, los coches andaban y escaseaban por las calles, sólo una que otra cortesana quedaban escondidas en los callejones de París. Establecimientos apagaban sus candelabros, y ellas seguían allí, como si la velada a penas empezara. Le sorprendió un poco sentir el calor inesperado de las manos de la cambiaformas buscando los suyos. La vampiresa no ocultó su sonrisa. Katharina se ofreció como su guía, y la llevó a un camino infinito de árboles pomposos y lleno de flores. La primavera estaba en todo su esplendor, y el suave arrullo del sereno, acariciaba las hojas que dormían plácidamente.

A lo lejos, se visionaba el famoso museo el cual ella estaba muy emocionada por mostrarle. Se notaba en su olor la ansiedad y felicidad de verlo. Podía ver sus ojos brillar, y fue notorio sentir como ella aceleraba los pasos cada vez que se acercaban al sitio. Finalmente, y con una sonrisa amplia, presentó el gran museo, que estaba por inaugurar. Lucía tenebroso. La idea de un sitio lleno de animales disecados e historia en todos los rincones le intrigaba mucho a la vampiresa. Una forma de arte, al fin y al cabo, representado en la universalidad de la naturaleza misma. Al escuchar y observar fijamente cómo la cambiaformas se expresaba de aquel sitio, le hizo sentir lo que ella cuando hablaba de su conservatorio; una de las pocas razones para seguir pisando los mismos adoquines, una motivación eterna. Sin embargo, las paredes de ese nuevo museo no siempre fueron tan magnificentes. Un pedazo de terreno hecho ruinas, uno de los edificios más antiguos de París, que se había vuelto morada de vampiros, licántropos y prostitutas esclavas de sangre, un hueco nauseabundo inmerso en olores inexplicables, la cara misma de la suciedad parisina; o así lo recordaba Sara en los años donde puede deducir –sin querer hacer muchas cuentas- Katharina aún no había pisado este mundo.

-El jardín de las plantas- se dijo a sí misma. Ni pensar que un terreno baldío iba a convertirse en una obra arquitectónica digna de la época romántica que embriagaba al universo. –Estoy sorprendida, Katharina. Esto es una obra de arte, igual que usted- le comentó, aunque ella no le miraba a los ojos, más bien se veía ensimismada en las paredes infinitas y el inmenso jardín esmerilado que se veía al horizonte. Ascarlani se detuvo frente al portón del jardín y miró hacia varios sitios. Su vista, le permitió ver a lo lejos una fuente el cual le llamó mucha la atención. Se dirigió hacia ella, y con una mirada confidente, le señaló la fuente a lo lejos y le expresó. –Le haré una petición un tanto osada, si me permite. Entremos al jardín, y terminemos nuestra velada en esa fuente.- En esos momentos, la vampiresa intentó esconder la necesidad absurda de estar con ella, pero a solas. Un jardín de ese tamaño, le alcanzaría tan solo de tenerla unas horas más, con la excusa de sentarse en un sitio cualquiera. –La noche de hoy es perfecta, ¿no le parece?. Quisiera que me explique, que me muestre su arte, desde sus adentros- Y cerró sus labios, dedicándole una mirada fija, acompañada de una ligera sonrisa ladeada.
La cercanía era más notoria, y sus manos jamás se separaron desde el momento en que se unieron. Un magnetismo impresionante, bloqueaba los pensamientos sádicos de Sara, y por todo este momento, olvidó por completo las intenciones que llevaba desde la primera vez que sus ojos, se encontraron con los suyos.


Última edición por Sara Ascarlani el Jue Sep 29, 2016 11:09 am, editado 1 vez



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Mensaje por Katharina Von Hammersmark Vie Jul 29, 2016 7:20 am

¿Podían dos personas estar predestinadas a encontrarse en un mundo tan caótico como aquel? Para Katharina nada se basaba en el destino o los designios de un ser supremo, sino más bien en el esfuerzo personal y el coraje para esforzarse día tras día en busca de todos y cada uno de sus sueños. Sin embargo, Sara le estaba complicando su forma de ser y pensar, pues el amor para la cambiante aparecía tras un largo tiempo de relación, tras conocer bien a la otra persona y finalmente apreciar que la vida sin ella no tenía el mismo matiz. Y en ese instante, tan solo en esa velada que estaban compartiendo tenía exactamente esa sensación, la de apreciar el mundo de una manera diferente junto a Sara, como si algo le hubiera faltado hasta que la vio y escuchó en el teatro. La mera idea de no volver a verla tras esa noche le pesaba en el estómago, al igual que suponer que sería imposible que su acompañante se sintiera igual. Pocos eran los vampiros que se comprometían con seres mortales –o cualquier otro-, pues demasiados eran los lujos y placeres de los que se rodeaban para pasar su inmortalidad. Pero no era así como parecía actuar la vampiresa, sino todo lo contrario, al igual que hacía ella misma parecía requerir más tiempo a solas para ambas, la tensión era más que palpable pero había un trasfondo más allá del halo sexual que las envolvía. Sus manos seguían unidas después de todo el camino y ninguna de las dos tenía intención de separarse. -Claro, vayamos. Aunque es una pena pasear por el jardín de noche. Durante el día es precioso con todas las flores abiertas ver la variedad de colores que hay-, le confesó emprendiendo el camino escaleras abajo para alcanzar el jardín.

Se le cruzó por la mente la idea de dibujarlo para Sara. ¡Qué estupidez! Ni la conocía, ni sabía dibujar… Estaba segura de que se le escapó una risa por lo bajo, mas su acompañante no hizo comentario alguno al respecto por lo que continuó por el camino de gravilla junto a ella. -¿Qué le ha llamado la atención de la fuente?-, preguntó, y por un momento se le hizo ridículo que continuaran tratándose de usted. Nada tenían de protocolario dos mujeres a esas horas de la noche, solas y de la mano por lo que aquella farsa debía terminar. -Y por favor trátame de tú, no me gustan los formalismos. Sólo, Katharina o Kath si se te antoja demasiado largo-, le sonrió. Dejó que Sara se sentara en el borde de la fuente y ella se mantuvo un paso alejada esta vez. La fobia que tenía al agua le impedía por primera vez en toda la noche permanecer junto a su ¿su nueva debilidad? -No sabría cómo explicar lo que me llevó a crear el museo de una forma resumida, es el resultado de muchos obstáculos superados-, comenzó a relatarle. -Nací en Alemania, hija de una duquesa, título que habría heredado de no haber sido por una rebelión en la que mataron a mi familia y a mi me obligó a salir del país con los puesto-, al ver que Sara no articulaba palabra prosiguió, -llegué a París y no tenía ni idea de cómo salir adelante sola y sin nada. Por lo que tuve que dedicarme a lo peor que una mujer puede hacer, me prostituí. Estuve años ganándome la vida así hasta que conocí a una mujer que me ofreció trabajar en su casa-, tuvo que hacer una pausa y coger aire al empezar con esa parte de su vida. -Esa fue la primera y única vez que me enamoré. Se llamaba Olenna y llegamos a hacer planes juntas, recuperé mi título y mi herencia, y compre un palacete para ambas. Pero desapareció y nadie ha sabido más de ella…-, concluyó hablando más rápido de ella para dejar el tema atrás. -Cuando todo eso pasó, dejé de comer, de cuidarme. No quería respirar, todo dolía demasiado y tan solo un buen amigo me hizo despertar de ese letargo. Me fui unos meses de París, viajé por el mediterráneo, la India, todo el norte de África… Me reencontré conmigo misma y supe que debía trabajar en algo que me representara, por eso cree este museo.-

Había relatado a una desconocida toda su vida por primera vez, y también por primera vez no se sentía mal por ello. Recordar todo ese sufrimiento la liberaba de parte de él y compartirlo con una persona que seguramente tuviera mil historias similares a las propias relajaba a la cambiante. -En este lugar me siento en casa, como te dije antes no hay criatura que aquí sea rechazada. Así me gusta ver mi creación y así se la explico a quién me pregunta-, sonrió con las mejillas algo enrojecidas por hablar de algo tan personal para ella como era su museo. Notó la mirada de Sara, no se había movido desde que comenzó a hablar y la mirada había permanecido fija en la cambiante como si le estuviera contando una obra de William Shakespeare. -Me haces ser diferente a como suelo ser con personas a quienes no conozco-, negó con la cabeza y se acercó hasta ella, agachándose delante sin dejar apenas espacio entre ambos rostros y con las manos apoyadas en sus muslos. Buscó algún gesto en Sara que le impidiera recorrer la distancia que las separaba y se encontró con una mirada que le empujó a hacer lo que llevaba tiempo queriendo hacer. Tiró de Sara con suavidad y alcanzó los labios de esta disfrutando por primera vez de ese contacto que la sacudió por completo.



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Mensaje por Sara Ascarlani Lun Ago 15, 2016 10:10 am

Ascarlani solía hablar con desdén con quien sea ensordeciera su amado silencio con tanta verborrea, y su instinto le decía que debía callarle de una manera u otra, pero Katharina se refería a su museo como si fuese un hijo. Decidió callar y escuchar su dulce voz que parecía danzar con el viento que acariciaban sus cabellos. El torrente de pensamientos que invadían la mente de Sara, le hacía calcular cada uno de sus movimientos, los pasos cautelosos pero sutiles, sin dejar que la tensión entre ellas se apoderara mucho de sus sentidos. Temía sus capacidades, porque sabía de lo que ella era capaz y una mujer como Katharina merecía más que una única noche de pasión y una muerte rápida después del climax. Sara pensaba que matarles después de otorgarles el último orgasmo de sus vidas, era una manera decente de dejar este mundo; pero el problema con la cambiaformas, era su manera de ver la vida, su taconeo, la sonrisa y sus ojos. Sara definitivamente quería ver más de ella, disfrutarla todo lo que pudiese, pues no valía la pena dejar morir a una mujer así, tan interesante, apasionada… tan viva. Una remembranza de lo que ella solía ser, su versión “humana”, pero con una fiera por dentro. El híbrido más lindo entre lo humano y los malditos, una animal que con su voz, siseaba la mente de la vampiresa, y lo ensordecía al punto de omitir cualquier perversión que requiera su muerte. O al menos, por ahora.
 
Sara calló al escuchar el pequeño reproche de Katharina, cuando prefirió mostrarle el gran jardín en otra ocasión. Sonrió en el silencio de sus labios, pues ella omitió el pequeño detalle de que el sol era su más grande némesis, y que las flores pomposas y vivas sólo las podría ver desde el gran ventanal de su mansión, o en las hermosas obras de arte que surgen de las manos de los artistas, como si fuese el consuelo para los condenados de recordar un poco de la humanidad de la que ellos fueron privados.  Taconeando en las escaleras, se visionaba un poco más del inmenso jardín, el cual era más grande de lo que ella había imaginado, y pensó que no era necesario ver tantas flores surgir con el rocío del amanecer; los árboles hacían su magia y dejaban imaginar la belleza del recinto natural, que contrastaba con la belleza de Katharina. Muy a favor de la vampiresa, encontraba la belleza en ambientes distópicos, y ver el jardín dormido era la forma perfecta de su visión sobre la vida. Todo oscuro, silencioso, esperando algún día volver a florecer. El camino hacia la fuente era rocoso y bello, el taconeo sonaba un poco distorsionado, así que optó por quitárselos y se dio la oportunidad de sentir ese vestigio de naturaleza que internamente añoraba. La cambiaformas compartió unos segundos de su silencio, y luego lo rompió haciéndole una pregunta sincera, pero que ella no podía responder con la verdad, pues todo tornaría denso y aniquilaría la magia del lugar. Ascarlani, quería tenerla para ella en esa misma fuente y crear contacto con no sé qué dios al acabar jadeante sobre su cuerpo desnudo, y la sangre goteando sus caninos.
 
-Es una fuente excepcional, y ya que es imposible verle contrastado con los rayos del sol, me quiero permitir disfrutarlo cuando se puede escuchar correr el agua, sin nada que lo detenga- comentó en un tono suave y discreto, como si no quisiese romper el sonido del viento. Bien era cierto que aquella fuente sobresalía de cualquier otra que había visto en París, pero decidió omitir cualquier comentario sobre arquitectura. Ascarlani estaba concentrada en ella y en lo que deseaba, no iba a perder la oportunidad de al menos probar su respiración, y sentir el calor de su cuerpo aquella noche. Ardía por dentro, y se daba cuenta que la cambiaformas la miraba de manera constante y fija. Quizás quería leer sus pensamientos, o arrancárselos y devorárselos; o quizás, quería lo mismo que Ascarlani, devorarle los labios en ese mismo instante. Se miraron por un momento, y la vampiresa no pudo evitar desviar su mirada a sus labios, pero ella volvió a romper el silencio y no pudo evitar dibujar una pequeña sonrisa en su rostro. –Está bien. Pero debo decir que me gusta mucho la fonética del “Von Hammersmark”, sin embargo le… te llamaré Katharina, o Kath, cuando nos volvamos a ver- dijo sonriente, dejando claro que esta no sería la única vez que se verían, o eso estaba en los planes de Ascarlani. Siguió su paso y logró sentarse en una pequeña esquina en la fuente. Las gotas de agua que rebotaban en el mármol, caían sobre los vestidos de la vampiresa, pero no le importó. Se dedicó a escuchar cada palabra que emanaba de los labios de la cambiaformas, pues tuvo un momento de inspiración, y decidió contarle todo lo que salía de su más profundo sentir.  Una mujer joven que había vivido mucho, de alta cuna y una sencillez única, pero con una vida problemática. Le llamó la atención saber que fue alguna vez cortesana, y se preguntó por qué no la había visto antes, y en parte lo agradeció internamente, no hubiesen tenido la oportunidad de estar tan cerca, y conocerse como lo hacían en esos momentos.  Pero su rostro tornó turbio cuando mencionó a otra mujer, que al parecer se había adueñado de sus sentimientos. –Olenna- musitó casi de manera imperceptible, mordiendo sus labios para esconder su frustración.
 
Otra mujer abandonada por su ser amado. No pudo evitar sentir empatía con Katharina, que claramente hablaba con un poco de dolor y resentimiento. Sabía lo que era eso, y sintió un poco de admiración por verle de pie y sonriente, a lo contrario de Sara, que aún pelea constantemente con sus episodios psicópatas. Intentó no interrumpirle, y dejó que terminara de hablar. Se levantó y se dirigió hacia ella lentamente, dedicándole una sonrisa pequeña y una mirada fija. -¿Se la explicas igual a todas las personas que vienen?- Preguntó con tono de broma. –Pensé que yo iba a ser especial, que me contaras algo prohibido, íntimo…- Se encogió de hombros y se acercó más a ella. –Aunque.- decidió levantar su mano y acercarla a la suya, la cual tomó suavemente pero con mucha firmeza. –Agradezco me hayas contado todo esto. De mis labios no saldrá nada de esta conversación, pero espero me dejes esbozar una que otra palabra, sería lo justo y también quisiera decirle.. decirte algo.- Se corregía constantemente. Luego de escuchar aquella frase de la cambiaformas, Ascarlani sonrió ampliamente, y decidió abrir su boca para contarle un poco de ella, pero Katharina se adelantó y de un acto impulsivo, se acercó a los labios de Ascarlani, dejándola fría en ese momento, pero agradecida por lo sucedido.  Correspondió y beso y no trató de soltar su deseo animal de devorarla; más bien fue a cuenta gotas, mientras su brazo derecho rodeaba su pequeño torso, y el izquierdo rodeó su cuello, indicándole que la quería más cerca. Un beso intenso pero suave. La respiración de ambas iban al mismo son y se aceleraban paulatinamente. El infierno que corría por el cuerpo de Ascarlani era inmenso. Deseaba tenerla en sus brazos y no soltarla jamás, fundirse en una sola, profanar su boca, su cuerpo, su sexo y… -Katharina- Murmuró un poco, intentando apartarse un poco, pero parecía imposible. Poco a poco dejó que sus labios temblorosos se separasen de los suyos, y en una pequeña oportunidad de recuperar su aliento, la miró fijamente a sus ojos y le susurró: -Además de ser una artista con la naturaleza, ¿También lees mi mente? No sabes lo que acabas de hacer.- Terminó su frase y volvió a besarle, pero esta vez con más intensidad y deseo, esperando que Katharina le correspondiese y fluyera con ella, así como la noche lo ha hecho con su encuentro fortuito. 



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Mensaje por Katharina Von Hammersmark Vie Sep 02, 2016 9:57 am

Explicar la conexión que había sentido al mirar a Sara por primera vez no era algo sencillo, pero sentirlo sí. Sentía que conocía a la vampiresa desde hacía demasiado tiempo, quizás de una vida anterior, no había nada claro en su mente salvo que no concebía separarse de ella. Pudiera ser cosa de esa noche, seguramente ambas mujeres necesitaban el abrigo de la compañía y habían coincidido en el espacio-tiempo. De cualquier forma la relajación se hizo palpable cuando Sara continuó el beso que esta había comenzado, creía no haberse equivocado leyendo el cuerpo y las miradas ajenas pero la duda y el miedo al rechazo siempre estarían patentes en ese tipo de situaciones. El contacto con los labios ajenos se intensificó de forma progresiva hasta acabar por sentir las caricias en su lengua que buscaba ansiosa la de Sara en busca de todo el contacto que fuera posible. Lo único que se escuchaba eran las gotas de la fuente chocando una y otra vez contra el agua y la piedra, y de forma más íntima la humedad de sus besos. Los brazos de la italiana se ciñeron al cuerpo de la cambiante que aprovechó para colocar sus manos tras la nunca ajena. Mientras una de ellas acaricia esa zona, la otra hacía lo propio en la mejilla y mandíbula de Sara deseando y luchando porque ese contacto no cesara nunca. Se pasó la lengua por los labios -hinchados por los besos- cuando Sara reclamó su atención pero no pudo más que soltar una ligera risa tras sus palabras pues esa vez fue la milenaria quien no dejó que continuara la conversación. Los besos tornaron más fieros y lascivos, no tenía escapatoria a lo que sentía estando con ella, ya lo temió cuando la escuchó tocar y sintió su mirada por primera vez, y en ese momento se había hecho patente.

Había condenado su alma. Estaba encadenada a la de Sara.

Su cuerpo reaccionaba sin medida ante las manos de su acompañante, se sentía derretir con sus caricias, agarres y atenciones. No quedaba parte de su cuerpo por recorrer, se sentía deseada y era más de lo que tenía pensado cuando salió esa noche. Tiró del pelo de Sara hacia atrás exponiendo su garganta ante ella, empleando la fuerza justa para ello mantuvo la barbilla de esta erguida para poder pasar la nariz por su piel fina y gélida, si hubiera sido a la inversa y se tratara de Katharina la vampiresa ya habría hincado el diente a la mujer. Humedeció, con la lengua, un camino desde la clavícula ajena hasta el lóbulo de su oreja para después soplar suavemente sobre ello y acabar por morder y besar la zona. La vergüenza no tenía cabida entre ellas, no se conocían, apenas sabían cosas la una de la otra pero la pasión reinaba entre esos dos cuerpos y nada ni nadie conseguiría separarlas –al menos esa noche-. Necesitaba más, no la valía con meros besos y mordiscos furtivos. Katharina esa noche iba a coronarla con el mejor sexo posible y no sería en el jardín.  Se separó de ella y recogió la falda del vestido para caminar lo más deprisa que pudiera hacia el interior del edificio. Durante todo el trayecto mantuvo la mano de Sara bien sujeta y no podía evitar reír cuando esta la frenaba para continuar con el ritmo frenético de besos.

El despacho que Katharina tenía en la segunda planta las recibió oscuro y frío por lo que esta se tomó un tiempo para encender la chimenea que no tardó en alumbrar el espacio y templarlo ligeramente. Sirvió dos copas de vino y entregó una a la vampiresa aunque dedujo que poco tiempo de paz tendrían sin notar de nuevo la irrefrenable necesidad de cazarse. -Dime ahora que es lo que he hecho-, pidió refiriéndose al comentario que Sara había hecho momentos antes en el jardín. Mientras ambas se iban tomando la copa Katharina se acercó a la puerta para echar el pestillo y evitar así que cualquiera de los guardias pudieran entrar mientras ellas estuvieran allí. Se apoyó contra la puerta y miró a su acompañante con media sonrisa en sus labios. Adoraba esos momentos en que la tensión era palpable, en que aumentaba por instantes y la única duda era quién recorrería esa vez la distancia que las separaba; pues esa vez sería la definitiva. Acabarían sin ropa, sudorosas y jadeantes, su cena serían ellas mismas y la cambiante no pedía más. Una vez acabó el vino, posó la copa en una balda a la que llegaba sin moverse de donde se mantenía estática, sin embargo, al ver que Sara tampoco cedía a su instinto, decidió ponérselo un poco más difícil. El vestido que llevaba lucía un elaborado corset con atadura delantera, atadura que fue deshaciendo con parsimonia y bastante maldad frente a la atenta mirada ajena. Cuando finalmente cayó al suelo, Katharina tan solo lucía una fina tela que ya dejaba poco a la imaginación pero que aún no mostraba todo lo que se ocultaba tras ella. Sonrió complacida por la expresión de Sara y elevó la ceja, -¿me vas a hacer esperar mucho más Ascarlani?-.  



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Mensaje por Sara Ascarlani Jue Sep 29, 2016 11:03 am

Ansiedad.

El cuerpo de la vampiresa se fue tensando a lo largo de la conversación. Había logrado lo que deseaba, pero fue en menos tiempo de lo que habría imaginado. Llegó a pensar en otra posible noche, o algún ataque de la cambiaformas al sentir el constante contacto de la vampiresa en su cuerpo. Algo dentro de ella le decía que esperara, que no la matara tan rápido, que no procurara beber su sangre. Preocupaciones ridículas que normalmente no pasan por la cabeza de Sara, y mucho menos cuando la van guiando a una oficina para terminar lo que se había comenzado. La idea del jardín le gustaba más. Le fascinaba mostrarse frente a la naturaleza y volverla voyeurista. Le fascinaba dejar que el viento se llevara los gemidos de sus amantes, que la escucharan. Que la vieran hacer música con un cuerpo, pero el estar con ella era más que suficiente para dejar atrás todos sus juegos del ego. Su juego de labios, su mirada ávida, la tensión en su cuerpo y la maldita necesidad de querer arrancarle todas esas vestiduras y dominarla; mostrarle a una fiera lo que significa estar bajo la merced de alguien más.

La oficina se iluminaba precariamente con unos cuantos velones desgastados. Se podía decir que estaba todo planeado. La luna iluminaba un poco en el reflejo del gran ventanal, y el olor a ébano sumergió a Sara en un trance familiar, el olor de su instrumento. Pero todo era Katharina. La tensión que había en el sitio, el cómo ella se apoyó en el portón, y miró a la vampiresa como su presa. Una felina esperando –no tan pacientemente- a su alimento para atacarlo en el momento menos esperado y devorarlo rápidamente, pero Sara sabía lo que quería, y precisamente era hacerle creer que ella tenía el control de la situación. Quería que la fiera se acercase y le mostrara toda su fuerza, para luego hacer de ella su mejor composición.

Una copa de vino denotaba sus nervios aunque quisiera esconderlos. Ascarlani lo aceptó y tomó un ligero sorbo, mientras observaba todos sus movimientos. Se preguntaba cuando iba a acercarse, cuando la iba a besar con esa sed nuevamente. Sus labios palpitaban y sus caninos estaban listos para ella, su cuello… su sexo.
-Te has condenado, Katharina. Voy a acabarte, aquí y ahora- Musitó. Certera y con esa frialdad que tanto le caracteriza. Ella se veía desesperada. Tomó su vino rápidamente y no dejó que Ascarlani terminara cuando lentamente y como si –nuevamente- le leyera la mente, empezó a despojarse de sus prendas lentamente, mirándola e incitándola. Sara valora mucho ese tipo de espectáculos, sobre todo si se trata de la mujer que más desea en el mundo.


Su cuerpo reaccionaba y por inercia se acercaba al de Katharina. Se imaginaba cómo sería tenerla, pero su mente tornó en blanco al momento de escuchar su reproche. Ella no sabía lo que tenía en frente, pero Sara se lo iba a hacer saber. –Cállate, gata- Elevó su rostro y el volumen de su voz. Aún con la copa en la mano, la vampiresa se acercó a Katharina lentamente y taconeó alrededor de ella, observándola. Medio vestido estaba en el suelo, y ella quería ver lo que había en el vestigio de éste. –Ahora, sólo me vas a escuchar, y harás lo que te diga- Dijo, en tono mandatario. Taconeó hasta quedar detrás de ella. Acercó sus brazos y los entrelazó en su torso, dejando su cuerpo unido al suyo. Se contoneaba un poco nada más. Quería sonsacarle. Su mano empezó a pasear sobre su vientre y la abertura entre sus pechos. Dedos sigilosos que contorneaban la redondez de los abultados y rígidos pezones que clamaban su lengua. –Termina de quitarte esto- le susurró al oído, terminando con un húmedo beso en el lóbulo de su oreja izquierda. Tomó el último sorbo de su vino, y lanzó la copa hacia el otro lado de la oficina. El sonido de la copa rompió el silencio de las dos y aprovechó su pequeña distracción para poner su otra mano sobre su cintura y la apretó más hacia a ella. Trató de no usar tanta fuerza –todavía-. –Pero hazlo lento, que quiero ver qué tan buena eres haciéndome imaginar- Le susurró.



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Mensaje por Katharina Von Hammersmark Lun Oct 24, 2016 10:14 am

Aquello sería difícil en el mejor sentido de la palabra. Se acababan de conocer, apenas sabían la una de la otra pero si algo tenía claro Katharina es que Sara era tan dominante como ella misma. Ambas féminas lucharían por tener el control de esa noche hasta que una desfalleciera a manos de su amante. Una vez los pasos de la vampiresa se acercaron y notó de nuevo esa cercanía que tanto le había agradado esa velada, la cambiante sonrió. Las palabras de Sara denotaban ganas, las mismas que Katharina había demostrado con sus actos, las dos tenían hambre, las dos estaban sedientas y tan solo ellas podían saciarse. ”Mmm… una orden…”, pensó con media sonrisa en el rostro al escucharla. O Sara estaba acostumbrada a que siempre la obedeciesen o es que esperaba que Kath fuera un minino dulce y cariñoso a la espera de una caricia. ¡Cuán equivocada estaba! Jugaría, por supuesto, pero no sería la única en bailar al son de las palabras de Sara. Dejó caer la cabeza hacia atrás cuando esta se colocó contra su espalda, notaba su cuerpo entero responder a las provocaciones de la experta milenaria, el vientre se contrajo al primer contacto con la mano ajena, cerró los ojos y tragó saliva cuando esta se deslizó hacia arriba, hacia ese pecho que reposaba a la espera de una caricia más intensa… El instinto y las ganas le rogaban que se diera la vuelta y atacara nuevamente esos labios de los que no quería volver a separarse, necesitaba desgastarla la boca, morderla hasta notar la sangre fluir sobre su lengua. Pero no era eso lo que iba a pasar, al menos por el momento.


La copa estalló en mil pedazos. El agarre de Sara se hizo más fuerte. Tan solo pudo jadear.


¿Cómo luchar contra algo que se desea tanto? Notaba su corazón bombear la sangre a un ritmo vertiginoso, la respiración también se había acelerado… La vampiresa estaba consiguiendo lo que se proponía con sus juegos y argucias, buscaba provocarla y hacerla ceder a sus instintos. Se dio la vuelta y clavó su mirada en la ajena, seguramente dando más la impresión de enfado que de pasión; y lo cierto es que tenía ambos sentimientos a flor de piel. Se podría decir que incluso notaba un ápice de odio por saberse peón en el tablero de Ascarlani, lucharían por ver quién de las dos era la reina en esa partida. No había vuelta atrás, la había excitado y enfadado a partes iguales. La diestra de la gata ascendió desde el escote de Sara hasta su cuello, helado y blanco como la nieve. La visión era magnífica, las ganas de apretar el agarre crecían por momentos y a pesar de saber que no la dañaría la idea de simplemente hacerla rabiar era placentera. -Los gatos acuden cuando lo desean, no cuando se les llama-, susurró esta vez ella contra el oído ajeno. Sonrió al separarse poco a poco de su rostro. Sabía que en fuerza Sara siempre sería la ganadora, pero en agilidad estaban equilibradas y por ello soltó con rapidez el vestido de su acompañante, no tuvo cuidado en ello, simplemente rasgó las vestiduras haciendo que ambas estuvieran en igualdad de condiciones. -Te estás haciendo desear, lo que quiero es que me hagas odiarte al mismo tiempo.- No buscaba una noche romántica, quería guerra sin trincheras, deseaba la misma cantidad de sangre que de gemidos.

”Una de cal y una de arena.” Una vez dejó claro que no iba a ponérselo fácil, cedió a la primera “petición” de Sara y comenzó a liberar su cuerpo de las pocas prendas que quedaban sobre él. La camisola cayó al suelo, como lo hicieron las prendas interiores, dejando tan solo las medias sujetas con los ligueros a su cadera. Durante todo el proceso mantuvo la mirada fija en Sara y una sonrisa que ya no ocultaba las ganas de dejar de jugar y comenzar la guerra de ambas criaturas salvajes. Una vez terminó y hubo dejado que Sara se recrease con la vista, se acercó a ella nuevamente. Mientras una mano entrelazaba los dedos con el pelo de esta, la otra sujetó la mandíbula. La atrajo hacía sí con fuerza y la besó de forma muy distinta al beso junto a la fuente, no había ni rastro de dulzura o dudas, fue un beso duro y desesperado, un beso que supo a sangre por el mordisco que le dio en el labio inferior a Sara. Se separó viendo la gota de sangre que resbalaba por la comisura de la boca de la vampiresa y al ver su gesto y ojos oscuros supo que había conseguido su propósito.



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Mensaje por Sara Ascarlani Mar Oct 25, 2016 5:46 pm

La vampiresa había logrado lo que quería, o bueno, eso pensó al ver cómo la felina cedió a sus deseos. Como toda una profesional, se alejó de ella y logró con delicadeza y sensualidad, despojarse de sus prendas hasta dejar su piel desnuda ante los ojos hambrientos de Sara. Las perfectas curvas del cuerpo de Katharina incitaban a pecar, a devorarle sin misericordia, hacer con su cuerpo las atrocidades más profanas conocidas por el hombre. Su sonrisa era amplia y con un toque de esa sevicia que recorría vertiginosamente en sus venas. Ascarlani quería ser espectadora, disfrutar el contraste de su piel con la luz de la luna y los candelones de su oficina, pero la felina tenía otros planes. La tomó de su cabello de ébano y la vampiresa respondió con un suave gemido que fue ahogado casi instantáneamente por el hambriento y tosco beso que le propició Katharina. La sangre fue notoria, podía saborearla entre sus labios. Esto le dio pie a Sara a avanzar y dejar de juegos. No pudo evitar gemir sonoramente a pesar de estar atrapada en los labios y la lengua de Katharina. Su cuerpo reaccionó inmediatamente, sus rodillas fallaron, y logró sentir que la humedad entre sus piernas era cada vez más latente. Ha de admitir que quiso tantear el terreno de la fiera que se escondía en ese cuerpo de gatita indefensa, pero los cuerpos ya estaban en la mesa, o lo estarían en ese preciso momento.
 
Intentó separarse de Ascarlani pero ella la tomó del brazo con fuerza y la apretó hacia su pecho desnudo. La miró fijamente mientras se relamía los labios hinchados y delineó una sonrisa ávida de su sangre. Ésta brotaba a cuenta gotas, que recorrían su mentón hasta llegar a sus abultados pechos. –Maldita seas- musitó, mientras deslizaba rápidamente sus manos hacia el cuello de la felina. De un golpe acercó su rostro hacia al suyo, y tomó sus labios nuevamente pero con más fuerza y hambre. Devoró sus labios, penetró sus caninos y probó esa sangre tan adictiva que tenía. No sabía si era ira o excitación lo que llevaba dentro de su ser; quizás eran las dos, quizás se juntaron la pólvora y el fuego. La guerra ya empezó, y Ascarlani tomó la iniciativa de poseerse, aunque se maten en el intento.
 
Con fuerza la postró sobre la mesa que se encontraba al final de la oficina. El golpe fue fuerte, algunos velones cayeron y la cera empezó a recorrer el mesón de madera donde estaban las dos malditas devorándose por primera vez. El cuerpo desnudo de Ascarlani, húmedo y espasmódico quedó encima de ella.  Sus piernas apretaron las caderas de Katharina hasta dejarla inmóvil, Se veía indefensa, como una presa más. Lamentó no tener una cuerda cerca, pero tomó uno de los velones y la miró fijamente. -¿Torturarte, o no?- musitaba, entre jadeos mientras jugaba con la cera líquida del velón que tenía justo arriba del abdomen de la gata. –Torturarte, sí-. Se dibujó una sonrisa en su rostro, mientras “inocentemente” dejaba caer unas cuantas gotas de cera sobre su abdomen. El cuerpo de Katharina se estremeció y la fricción de su pelvis con su sexo causaron una excitación abrumadora en el cuerpo de Sara. Gemía al verla sufrir, como si su cara de dolor fuese más placentera que la de los miles de orgasmos que pensaba regalarle esa noche.
 

Dejó el velón a un lado y se acercó a ella. Deslizó sus dedos sobre el camino ardiente que había dejado la cera sobre su abdomen hasta llegar a sus abultados pechos. Los acarició suavemente, jugó con sus respingones pezones, pero su lengua paseaba sobre su torso. La saboreaba. Un sabor mezclado entre sudor, cera y la inevitabilidad de su sexo que brotaba a pálpitos. Recorrió su cuerpo y absorbió todo lo que pudo de su olor. Dicen que la locura se refleja en lo desesperado que actúas, pero la locura de Ascarlani se caracterizaba por ser metódica, meticulosa y silenciosa. Su mente era un torrente de ideas macabras y su sexo era su fiel acompañante. Era dulce cuando quería y bestia cuando ella intentaba moverse. Quería disfrutarla, la quería solo para ella. Sus escurridizas manos descendieron hacia sus piernas. Las delineó con sus falanges y sus garras. A su merced se abrieron para ella; le esperaba un húmedo néctar más adictivo que la sangre, uno que sólo ella podía ocasionar, y sólo ella podía tomar hasta embriagarse. Jugó con uno de sus dedos, deslizándolos sobre sus muslos y la cercanía de su humedad que palpitaba, gritaba por tenerla dentro de ella. Ascarlani movió su pierna derecha y acomodó su cuerpo para poder mirarla a los ojos. Le encantaba observar sus reacciones y escuchar sus sonoros gemidos. Paseó su dedo sobre la abertura de su sexo, lo reconoció y acarició suavemente. Le pellizcó delicadamente. Sara sonrió ampliamente. –Estás muy callada- le susurró entre su voz entrecortada y ronca. –Vamos, cántame, Katharina- demandó. Introdujo uno, dos y hasta tres con suaves embestidas que fueron aumentando con los segundos y los gemidos de la cambiaformas. Ascarlani se contoneaba junto a su mano empapada. Se daba placer con la fricción y con el rostro de la cambiaformas que era un poema, y la danza de su espalda que se arqueaba dando directrices de cómo y donde debía ahondar en ella.



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Mensaje por Katharina Von Hammersmark Miér Oct 26, 2016 6:36 am

Esas dos palabras la revolvieron las entrañas, era mil veces mejor escuchar eso a cualquier cursilería romántica. La química, la conexión que tenían esas dos mujeres era irrefrenable, se deseaban y se odiaban al mismo tiempo y la única solución que tenían para resolver la tensión era el sexo. Un sonido de protesta brotó de sus labios cuando notó la herida causada por los caninos de la vampiresa, no había sido cuidadosa y tan afilada arma había perforado la parte interna de los labios de la gata. Apretó la mandíbula y fijó la mirada en Sara con rabia, deseaba golpearla, cruzarla la cara y apretar ese cuello que tanto exhibía al alzar el rostro. Ambas tenían ya un aspecto un tanto macabro y no había hecho más que empezar el espectáculo, la sangre brotaba de sus bocas y dejaba un reguero por sus cuellos y pechos; el pelo ya alborotado caía con libertad por sus espaldas, ese era su traje de combate y ese usarían hasta la extenuación.

De golpe se vio tendida sobre el escritorio, cerró los ojos por el impacto e intentó alcanzar el cuello ajeno pero sin éxito, gruñó rabiosa. Estaba atrapada bajo el cuerpo de una mujer que no tenía la menor intención de dejarla hacer, quería dominar la situación y por supuesto a la gata sobra la que estaba. Llegaría el momento en que todo diera la vuelta, en que fuera Katharina quien dictara el ritmo al que ambas bailarían y entonces se iba a ver quién bromeaba. Se removió ante la primera gota de cera que cayó sobre su abdomen, el efecto del calor momentáneo hacía que su cuerpo reaccionara por completo y estuviera –si cabe- más sensible y receptivo a todo tipo de estímulos. El rostro de Sara era sublime, ante cada gota que caía sobre el cuerpo de Kath, ella parecía disfrutar más y más y la gata aprovechó eso para forzar aún más la situación y mover su cuerpo contra el ajeno. El roce de su cadera contra el sexo humedecido de Sara la hizo jadear y, por ende, olvidarse de esa dulce tortura que estaba llevando a cabo.

El cambio en la vampiresa fue notable, se olvidó de la vela y de provocar ese dolor en el cuerpo ajeno. Pasó a ser simplemente una amante con ganas de saborear cada rincón de la cambiante. Katharina parecía ronronear cediendo ante las manos expertas de Ascarlani, disfrutaba con las caricias, con los roces y pellizcos de esta, gemía por y para ella exclusivamente; no había límites ni diferencia entre el bien o el mal en esa habitación. Sus piernas se abrieron en cuanto la mano de Sara quedó entre sus muslos, deseaba sentirla en esa zona que clamaba por sus atenciones. La humedad era notable aún sin que esta tuviera que ahondar en su interior, de nuevo tuvo que morderse el labio para ahogar un gemido más elevado y mirarla con rabia por sus palabras, -vete al infierno-, espetó antes de encorvar la espalda y echarla cabeza hacia atrás por el placer de sentirla al fin en su interior. Hacía demasiado tiempo que no tenía un solo momento de placer, un encuentro con alguien tan merecedor como Sara de sus gemidos.

Las oleadas de placer recorrían su cuerpo y el movimiento continuo de los dedos en su interior comenzaba a desesperarla, zafándose del agarre de Ascarlani logró alcanzar su nuca y atraerla hasta sí misma. Las ganas le pedían más besos pero era prácticamente imposible con el movimiento y los gemidos por lo que únicamente eran capaces de rozarse los labios. Si la vampiresa seguía jugando con ella de esa manera caería rendida en no mucho tiempo por lo que decidió unirse a la partida, la mano que tenía libre vagó hasta encontrar la humedad de esta. La encontró tan mojada que jadeó contra la boca ajena, -vaya… ahora ya no puedes vacilar tanto, ¿eh Ascarlani?-. Se humedeció los dedos pero, al contrario que ella, no los introdujo sino que comenzó a acariciar en círculos su clítoris. Estaba tan excitada que sentía bajo sus dedos la dureza de este y lo sensible que lo tenía por cada gesto y gemido que Sara no podía controlar bajo la mano de Katharina. Daba igual quien llegara al orgasmo antes, pues no sería el último de la noche, acabarían agotadas quizás en el suelo, contra los ventanales o encima de los libros que ahora reposaban en las baldas de la pared… Aprovechó ese mínimo instante de debilidad por parte de Sara para dar la vuelta –literalmente- a la situación. Hizo que sus cuerpos rodaran y acabaron ambas en el suelo, ignorando el golpe Kath se situó sobre el cuerpo ajeno y continuó con la misma maniobra que segundos antes, intercalando caricias desquiciantes y lentas, con otras más rápidas y de mayor presión.

Parecía estar logrando su objetivo cuando Ascarlani la paró en seco. Aún con ella encima, la vampiresa dejó de estar tumbada para sentarse e introducir nuevamente sus dedos en el interior de la cambiante. Las dos mujeres sentadas, Kath sobre Sara y un movimiento de caderas que podría simular la de cualquier pareja heterosexual, el roce excitaba a ambas pero era Katharina quien estaba doblemente vulnerable en esa postura y quien –por tanto- no pudo evitar ceder al latigazo de placer que recorrió todo su cuerpo, notando las contracciones entorno a los dedos que Sara aún tenía en su interior. Apoyó la frente en el hombro de Sara, iba a ser un momento efímero de paz, de descanso pero lo necesitaba. -Dame un segundo...-Era la mejor sensación del mundo, esa satisfacción, ese cansancio y debilidad.



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Mensaje por Sara Ascarlani Sáb Oct 29, 2016 8:25 pm

Era música para sus oídos. Quejidos y maldiciones, todas las señales que ella necesitaba para saber que lograba su cometido. Estaba sometida a su merced y plena dominancia. Todos los gemidos eran para ella, y procuró disfrutarlos uno a uno; no existía nada más placentero para la vampiresa, que escuchar que la envíen a lo más recóndito del inframundo, mientras ella la enviaba a la cúspide divina. Ascarlani sabía que tanta gloria no iba a ser eterna, y que esa gata sumisa pronto iba a despertar a vengarse descaradamente. Sabía que el próximo cruce de miradas sería entre la pantera que se esconde detrás de esa carne vulnerable, y que seguramente iba a salir lastimada. De solo pensar en el dolor que iba a sentir le excitaba, y su maldita y morbosa necesidad de profanar los demonios de otros le iba a costar gran parte de su existencia esa noche.

Sus movimientos eran constantes y densos. Profundos y alucinantes. La oficina se sentía en medio de una implosión; el sonido del mesón que rechinaba, el viento que rompía en las ventanas, y la sonoridad de la voz ronca de Katharina, causaban en Sara la última excitación, y sentía que perdía el control de sí misma al pasar de los segundos. Sus manos pretendían moverse por inercia hacia su cuello para ahogarla en éxtasis, pero la cambiaformas interrumpió su trance trepándose en ella, y tirándola hacia sus labios amedrentados, llenos de sangre y el vestigio del labial carmesí que llevaba esa noche. Sólo el aliento pudo saborear, ya que reposaron por un minuto eterno sobre la comisura de sus labios. Ascarlani cerró sus ojos y esbozó un sonoro gemido, como nunca antes había sucumbido ante el tacto de una mujer, y menos de una que parecía estar domada. No estaba dentro de ella, pero su sexo pareció gritar y rogar para que lo estuviese. La humedad de sus adentros brotaba, pero su cuerpo no dejaba de danzar para ella, y no evitó mirarla a los ojos al escuchar sus palabras entrecortadas, y provocarle al moverse al son del movimiento circular de sus dedos. –Dame- le susurró entre jadeos.

Y como gatita entrenada, atendió a su comando. Katharina de un golpe la volteó hasta quedar ella encima de la vampiresa. Cayeron en el suelo helado, y el dolor que sintió la vampiresa fue casi tan excitante como la vista que tenía en esos momentos. Una gata desquiciada, desesperada y sedienta. Estaba disfrutando ese juego macabro entre las dos, y las ganas de liberar esa bestia dentro de ella se hacía mucho más fuerte. Era turno de mostrar las garras, y se iba a encargar de tatuarse la espalda con sus garras. Katharina se concentró en el sexo de la vampiresa y ella sólo pudo observarla fijamente a los ojos, dedicándole una constante sonrisa que incita al pecaminosidad de su ser. Ella hiperventilaba y se dejó ser ante al tacto meticuloso y certero de la cambiaformas. Abrió sus piernas lentamente, dándole el paso a que ella hiciese lo que quisiera con su cuerpo, pero sus manos juguetonas empezaron a deslizarse sobre sus muslos hasta encontrar nuevamente su sexo –aún más- humedecido.

Logró tomarla de su suave y sudoroso dorso y se sentó dejándola encima de ella. Ascarlani no titubeó en aprovechar la abertura de sus piernas y volvió a embestirla suave y progresivamente. Gemía a cada son de sus embestidas, lentas y desquiciantes, y le provocaba más moviendo su cuerpo para que fuesen más hondas y agresivas, hasta el momento en el que sintió a la cambiaformas sucumbir ante su tacto, y se desplomó en su cuello. Hiperventilaba y jadeaba. Creyó escuchar un ligero esbozo de sus labios. -¿Ya?-, dijo en tono retador, mientras alejaba sus dedos de su sexo. –Está bien- musitó, también jadeante. Sara se sentía satisfecha y con una extraña sensación de alegría más que de desespero, cosa que le sucedía constantemente cuando una cortesana le decía algo parecido, sentir que la mujer por la cual se volvía loca –literalmente- reposaba sobre su cuello, indefensa y completamente mortal, y que no se le despierten las ganas de simplemente asesinarla, sino de desplomarse con ella y seguir hasta que la noche termine, era algo inusual y –agradable-.

Pero su cuerpo se estremecía con fuerza y pedía más y más de ella. El poco control que le quedaba, le dio para separarla de sí y acostarla en el helado suelo. La cambiaformas se estremeció y sus ojos volvieron a brillar de lujuria y esa pasión desenfrenada. –Es mi turno-. Demandó, mientras se colocaba en cuclillas, y lentamente se deslizaba sus gélidas piernas hacia su rostro. –Descansa, y bebe. Gata.-



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