Busqueda fallida, taberna encontrada. [libre][+18]

Llevaba unos días en la ciudad, mi hermana parecía un fantasma, había rastreado hasta allí todas sus huellas como con anterioridad lo habían hecho antes los rastreadores que mi padre envió.
Pero en París su rastro se dispersaba dejando distintas pistas falsas que me llevaban a callejones sin salida que empezaban a desesperarme.

Podía saber como pensaba cualquier presa, las estudiaba de forma concienzuda y jamás lograban escapar de mi. Pero a ella, una mujer que conocía desde que nació parecía no ser capaz siquiera de interpretarla.
No se que la forzó a abandonar nuestros frondosos bosques en Escocia, ni siquiera si lo había echo por propia voluntad. Algo que tal y como la perseguía empezaba a quedarme mas que claro.
Como futuro alfa cuando mi padre cayera, empezaba a sentirme traicionado y no por una hembra mas de la manada, si no por la misma sangre que corría por mis venas, por mi hermana.

Desconocía que era eso tan malo que podía haberle pasado en nuestro hogar donde siempre lo tuvo todo como para ahora decidir abandonarnos dejando a mi madre entre lagrimas y a mi padre en evidencia, mas lo que tenia claro es que no dejaría París sin ella, y que la llamaría al orden aunque en ello se me fuera la vida.

Esa noche había dado por finalizada mi búsqueda, pues algo apuntaba a un lugar frecuentado por vampiros que creí seria de nuevo una pista falsa y que tras entrar con dos cojones, me di cuenta de que aparte de una buena pelea nada de información encontraría sobre ella en esos lares.

Inquieto y bastante agobiado por mis fallidos resultados decidí con tino ir a la taberna antes de retirarme al hostal a pasar el resto de las horas de sueño que aun me quedaban por delante. Cuando el alba diera paso al día continuaría investigando con tal de hallar con mas luz el paradero de mi hermana.

Entre en una taberna oscura, bastante sombría pero abarrotada de gente, que posiblemente como yo deseaban tomar unas copas sin ser molestados.
El olor a alcohol entraba en mis fosas nasales acompañado de humo de tabaco, de opio y alguna otra sustancia entremezclada con sudor y sexo.

Me acerque a la barra y pedí una jarra de hidromiel, que me fue servida de inmediato.
Hundí mis labios en el vidrio oscurecido de la taza y deje que aquella dulce bebida alcohólica calentara mi garganta y con ella mi cuerpo.
Deje reposar la bebida un instante sobre la mesa larga de madera de roble llena de betas cuando iba por la mitad de esta mientras relamía mis labios sin soltar el mango dispuesto a seguir bebiendo sin pausa.
La búsqueda me había dado sed, y para que mentir la desesperación ganas de olvidar por una noche lo que buscaba.

Me fije en mi alrededor, la gente ya bastante ebria en su mayoría reía a carcajadas, ajena a sus problemas, podía sentir varias auras inmortales en el recinto, mas ninguna parecía desear problemas y al igual que yo hundían su cabeza en alcohol posiblemente tratando de olvidar como yo distintas afrentas.

Después de todo lo que había pasado, seguía siendo la misma que cuando tenía diecisiete años. ¿Es que nunca aprendería? Aquellas horas eran las únicas en las que se sentía totalmente libre y sin ninguna atadura. El momento en el que podía sacar a relucir su más oscuro interior.

Golnar lo estaba haciendo todo mal. Golnar había alcanzado lo que había estado deseando durante tantos años pero aun así parecía no ser suficiente. ¿Por qué no era suficiente? ¿A caso la vida de prostituta la había corrompido tanto que ya no podía amar y ser solo de una única persona? Ella había pertenecido durante tanto tiempo a tantos hombres diferentes que, alejarse de aquel mundo, significaba alejarse de una parte de ella que parecía no querer dejar atrás.  

Ser prostituta era lo único que había conocido y no encontraba otra forma de cambiar su vida. Ella no quería otro trabajo a pesar de los peligros que corría con el actual- que ya no ejercía pero que aún estaba en su mente. Le parecía una aberración no salir a la calle a acechar a hombres para que jugaran entre sus faldas.

Era por eso que se había propuesto salir algunas noches para calmarse. Vivir encerrada y dormir a una hora temprana no era su mundo. Ella necesitaba aquello: sentir el aire en sus mejillas, aspirar el aroma a libertad que la noche le ofrecía… Era cuanto menos una delicia.

Sus pasos la llevaron a una taberna. No tenía la intención de ahogar sus penas en alcohol pero, visto que llevaba dinero y que podía permitírselo solo por una noche, entró sin pensarlo dos veces.

El lugar estaba abarrotado y ella se acercó hacia la barra. Un hombre acababa de pedir una jarra y ella se puso a su lado. No tardó demasiado en acercarse el camarero para preguntarle, de manera demasiado cortés y sin apartar sus ojos de sus pechos, qué deseaba.

─ Póngame la bebida más fuerte que tenga─ le pidió, cuanto más fuerte mejor. No pasó desapercibida la mirada del hombre y Golnar chasqueó la lengua─ . ¿Tiene algún problema? Le voy a pagar igual que este caballero─ señaló el hombre que tenía a su lado. No estaba de humor para que la tratasen como la mujer que era. Le repugnaba aquello y, si aquella noche le hacían algún comentario, su lado más violento podía acabar saliendo.

Una dama de cabellos rojos como el fuego tomo asiento a mi lado, la verdad aunque al contrario que yo si parecía residente de París, una parte de ella parecía tan perdida como yo mismo y al parecer había tomado la misma decisión en aquella noche oscura y poco estrellada, beber lo mas fuerte que tuvieran para olvidar lo mas rápido que se pudiera.
Sonreí de medio lado al sentir que me señalaba indicándole al camarero que al igual que yo bebía y pagaba ella no iba a ser menos.

El mesonero pareció quedar convencido por las monedas que cayeron sobre la barra, sirviendole una botella de absenta y un vaso que dejo a su lado con mucho tiento mientras la miraba de arriba abajo posiblemente pensando lo que yo, que esa bebida era demasiado para ella y que tendría que sacarla de allí arrastras.

-Dígame donde vive antes de caer inconsciente por un coma etílico señorita, prometo ser un caballero y dejarla en su lecho sin mas antes de irme -apunté metiéndome en lo que no me habían llamado, o si, pues a fin de cuentas ella era la que me había señalado como ejemplo.

-¿Me permite presentarme? Soy Errol, acabo de llegar a París hace apenas unos días y como vos, creo que esta noche pretendía perderme entre los placeres del alcohol. ¿Quizás podríamos acompañar nuestras penas mientras la bebida nos ayuda a sobrellevarlas -le indique alzando mi jarra dispuesto a brindar con ella por las coincidencias.

Gire ligeramente mi cuerpo para admirar el suyo, desde luego su vestimenta era bastante llamativa, nada que ver con el modo en el que las mujeres de mis bosques, en su mayoría salvajes guerreras vestían.
París era una ciudad extraña, con demasiada actividad mundana en mi opinión y sus bosques demasiado poco frondosos, pocas barreras naturales.
No me extrañaba que el rastro de mi hermana se difuminara por todo el maldito lugar, pues caminar por las calles de Paris, era como fusionar miles de aromas, en uno. Desde las especias del mercado, hasta el olor a mar de la zona portuaria, o el del alcohol y sexo de esta calle donde taberna y burdel concurrían uno frente a otro.
Podía tener su encanto para pasar unos días, mas yo apenas llevaba unos cuantos y ya me estaba ahogando.
Necesitaba volver a sumergirme en los hermosos lagos de Escocia, recorrer su amplios bosques y volver a proteger nuestras murallas de propios y extraños, pero mi hermanita había decidido por el contrario complicarme la existencia y deshonrar a mi familia.

Tenia motivos para beber, y prensaba hacerlo, al parecer en buena compañía por lo visto.

Tuvo su bebida antes de lo que ella había imaginado. Antes de siquiera tomar el primer trago el hombre que tenía a su lado le habló y ella dejó la copa sobre la barra y le miró. Le sonrió, como si pensase que era tonta… Cierto era que beber más de la cuenta podía ser peligroso y más para una mujer. Por mucho que lo odiara, había que admitir que al sexo femenino no se le dejaba ir solas por la ciudad. Una pena, con lo que ella disfrutaba de un buen paseo nocturno.

─Como si fuera a cumplir su palabra. Hasta el ángel más tonto sería capaz de aprovecharse de la situación─ le dijo volviendo a coger el vaso y dándole un leve sorbo─. Si no le digo donde vivo antes de desmayarme estoy segura que encontrará otra solución para mi.

El hombre se presentó y le contó un poco de su vida. Vaya, no se encontraban especímenes de aquel tipo a aquellas horas. Parecía todo un caballero pero ¿lo era realmente? ¿A caso alguno de los presentes en aquella sala tenían un mínimo de decencia y cortesía? Bien podría tratarse de un lobo con piel de cordero. Pero ahora eso le daba igual, estaba allí para beber, olvidar y divertirse- hasta cierto punto claro.

─Yo soy Golnar. Ya veo que es nuevo. ¿Qué pena lleva a la espalda como para tener que entregarse a la bebida?─ le preguntó dando otro sorbo al vaso. Sabía que aquello debía ser mejor si se lo bebía de un trago pero conocía sus límites y no quería sobrepasarlos aquella noche─. Perdone, ha sido una pregunta demasiado atrevida. Deje que pregunte de nuevo: ¿de dónde viene, monsieur?

Sabía que era una pregunta un tanto personal, por eso había decidido cambiarla. Nadie debía contar sus problemas a no ser que realmente así lo deseara y un hombre como aquel no le iba a contar sus penas ni sus problemas a una mujer como ella.

Escuche como la dama como bien intuía que pasaría no me indicaba donde vivía, mas por el contrario, lejos de beber de forma abrupta, lo hacia sosegadamente, mientras sus ojos repasaban mi rostro sin vehemencia.

-Desde luego que tengo recursos para alojarla en algún sitio en el caso de que quede inconsciente por el alcohol, mas como comprenderá no desearía que a nadie le preocupara su ausencia. Las damas han de estar acompañadas a estas horas y mas en estos sitio o cualquier demente podría aprovecharse de su fragilidad para abusar de ellas.

Reí alzando la mano ligeramente mientras hundía mis ojos en ella.
-Mas tranquila, yo no soy de esos, abusar de mujeres ebrias no es mi pasatiempo, yo prefiero que las mujeres disfruten conmigo conscientes de lo que hacen -bromee guiñándole un ojo con picarda.

Di un nuevo sorbo a aquella jarra ahora medio vacía escuchando las preguntas que me formulaba posiblemente porque le inquietaba mi persona o simplemente porque le despertaba cierta curiosidad sobre que hacia alguien como yo en un lugar como este.
Aunque la respuesta a esa ultima pregunta era evidente, beber como cualquiera para ahogar las penas del frustrado día.

-Vengo de Escocia mi señora, estoy buscando a alguien que se empeña en no ser encontrado y eso y no otra cosa me ha traído a París, a la taberna y ahora frente a vos. -añadí con una sonrisa en msi labios antes de volver a acercar el vidrio contra ellos.

-¿Y vos? ¿que penas estáis tratando de ahogar en alcohol? -pregunté clavando mi mirada en la ajena -¿o por el contrario estáis de celebración?

Jamas había escuchado un nombre como el suyo, quizás fuera porque en escocia ostentábamos otro tipo de nombres bien distintos, y mas en la espesura de mis bosques, tras mis fronteras.
-Mi nombre es Errol, encantado de conocerla mamad -dije en un francés bastante pobre.

Le sonrió al hombre. Sí parecía realmente preocuparse por su bienestar pero, a aquellas alturas, no creía demasiado en las palabras que otros pudieran ofrecerle. “Las damas han de estar acompañadas a estar horas y más en estos sitios o cualquier demente podría aprovecharse de su fragilidad para abusar de ellas”. Sí, las mujeres eran débiles. Eso era lo que veían los demás. Ellas no tenían voz ni voto, ellas no tenían fuerza. Pero, por Dios, si vieran cómo había luchado ella cada noche para ganarse el pan de cada mañana… Quizá no dirían lo mismo.

─Oh, muy amable de su parte por no abusar de las mujeres… No tiene por qué preocuparse por mí. Yo ya he conocido a esos dementes que se aprovechan de todo lo que vean.

Su mirada era extraña. Era un caballero que extraño. Como ya había dicho, no se encontraba gente así y menos en aquel bar. Quizá por eso destacaba entre los otros. Escuchó de dónde venía y qué estaba haciendo allí. Asintió; no debía ser fácil buscar a alguien que no quiere ser encontrado. La pregunta no tardó en venir y ella le sonrió. ¿Qué debía contarle? Seguro que se reiría de su situación.

─Mis penas son mejores que las suyas me temo─ siempre se encontraba a alguien que estaba peor que uno mismo──. Me temo que tengo más problemas conmigo misma que con los demás. Ahora mismo, no sé lo que quiero.

¿Por qué no? Un desconocido era ideal para desahogarse. Podía juzgar de la manera que quisiera pero al menos, solo conocería una parte de la historia y podía dar consejos a partir de ahí. Aceptar los consejos de un desconocido no era demasiado bueno pero no estaba de más escucharlos.

──Un nombre interesante, al igual que su dueño─ le comentó alzando la copa y dándole otro sorbo──. Dígame, ¿prefiere la noche o el día?─ una pregunta de lo más rutinaria, una pregunta que no se haría tan al azar pero ella le gustaba preguntarlo. Necesitaba ver si era la única que pensaba que la noche era el mejor momento del día.

Cierto deje en su voz acompaño a mis palabras, parecía que esa mujer había vivido mas de lo que aparentaba la noche, y sin duda a los hombres de los que yo hablaba, no tarde mucho en asociar que posiblemente se tratara de una dama de vida alegre, quizás era el modo en el que me miraba, o el modo en el que miraba al resto, parecía cansada de todo y de todos.

-Espero no estar molestándola, nada mas lejos de mi intención madam.

De allí de donde venia, ese oficio tan antiguo como el mismo mundo no existía, así que reconozco que mi curiosidad se acrecentó recorriendola con los ojos. Trate de percibir el olor de su piel, que desde la distancia resultaba cautivador. Se notaba que esa mujer se cuidaba, que le gustaba gustar, mas aquella noche por el contrario parecía atormentada.

Aseguro que sus problemas comparados con los míos eran algo banal, a lo que yo respondí con una picara sonrisa, eso era mas inaudito incluso que lo dicho con anterioridad, pues si algo había aprendido de la humanidad, es que el yo predominaba por encima del todo, y que los problemas de uno mismo, por absurdos que parecieran siempre eran peores que los de tus congéneres.

-Sois una mujer peculiar señorita Golnar -añadí con cierta picardia en mi voz.

Lleve el vidriosos vaso a mis labios y le di un buen tiento a aquella jarra que empezaba a terminarse en mis labios.
-¿y cuales son esos banales problemas que la tiene tan confundida? Quizás el punto de vista de un extraño pueda ayudarla a solventarlos.

Por ende, ella a mi no me podía ayudar en el rastreo de mi hermana, esa que había no solo deshonrado a mi linaje, si no que también había logrado zafarse de mi perdiendo su olor en aquella bulliciosa ciudad de la que ya empezaba a estar harto.
Pedí otra jarra como la de antes, y prono me sumergí en ella, aquella noche poco me importaba mi hermana y su maldito rastro, beber y olvidar era lo único que tenia en mente para mi.

Escuche como hablaba de lo peculiar que era mi nombre, algo que despertó en mi una sonrisa de medio lado mientras mis ojos se hundían en los ajenos.
-Bueno, digamos que el tuyo al menos de allí donde vengo ni existe.
Fue su siguiente pregunta la que me turbo ligeramente, mas pronto deje escapar una risa que se fundió con su sonrisa.
-¿por que elegir? El día es la antesala de la noche, yo prefiero la compañía...creo que es indiferente el lugar, la época del año o la oscuridad o luz que te rodee siempre que estés bien acompañado.
Mas si he de elegir, elegiría a la madre luna.

Lleve nuevamente la jarra a mis labios dando un nuevo sorbo antes de volver a desviar mis ojos del vidrio para centrarlos en los ajenos
-¿y vos? ¿sois nocturna? Mi señora

Sonrió al ver que el hombre creía estar molestando. Como si fuera mejor estar sola y beber sin hablar con nadie. A ella le gustaba conversar y era una suerte de que el hombre hubiera decidido empezar a hablarle. Aunque ahora que lo pensaba, no sabía quién era el que había iniciado aquella charla.

─Que no se le pase eso por la cabeza. Usted no molesta─ le aclaró, no era como los otros hombres que se podrían encontrar en la calle.

Daleó la cabeza al escuchar aquel cumplido- al menos se lo tomó como un cumplido. Sí, le habían dicho algo así pero jamás habían utilizado su nombre real, siempre había sido con el de prostituta. Aquella noche era Golnar pero parecía estar actuando un poco como Saphir. ¿Qué podía decir? Le gustaba que la halagaran y le gustaba que pareciesen estar coqueteando con ella aunque no llegasen a nada más. Era algo que no podía evitar.

─Digamos que puede haber un gran cambio en mi vida al que creí estar preparada pero… no. Quiero cambiar pero a la vez no. No me da miedo al cambio pero no quiero dejar mi vida atrás… No sé si me entiende─ le dijo mostrándole media sonrisa y tomándose otro trago. Estaba segura que pronto el alcohol el haría efecto.

Le escuchó cuando le respondió a su pregunta. Sí, el día era divertido pero la noche era más. La compañía solía marcar la gran diferencia. No se encontraba a la misma clase de personas por el día que por la noche. Normalmente, por el día, la gente era más amable y un poco más elegante mientras que por la noche se comportaban como unos pecadores de poco cuidado.

─Sí, soy nocturna─ le respondió agitando su cabeza─. Los eventos que ocurren por la noche son mucho más divertidos que los de día. La gente es más pícara y parece que no hay ningún tabú. Por no hablar del cielo nocturno, es una auténtica maravilla─ le aseguró mientras se movía en la silla de un lado a otro. No estaba inquiera pero le parecía divertido hacer aquello, no tenía razón alguna pero le daba igual. Tomó su vaso y volvió a darle un sorbo. Si seguía con aquel ritmo, pronto se acabaría.

La mujer parecía nerviosa, pues no dejaba de moverse sobre aquel taburete algo que confieso me resulto gracioso.
Parecía una niña encerrada en el cuerpo de una imponente mujer, como imagine confirmo que era un animal nocturno y posiblemente también de costumbres pues lo que la forzaba a beber de ese modo era el nerviosismo que le producía el cambio. Un cambio que decía por una parte ansiar y por otra todo lo contrario.
-Mi señora se expresa como un libro abierto -confesé con cierta picardia en mi voz antes de volver a tomar un trago de la vidriosa jarra.

La mire de soslayo tratando de leer entre lineas ese cerrado libro que sin duda era para mi alguien como ella, era tan distinta a las mujeres de donde yo venia, en su mayoría aguerridas guerreras que junto a nosotros los hombres protegían nuestras fronteras de extraños que quizás entenderla me ayudaría a comprender el porque mi hermana había huido de una vida perfecta para adentrarse en esta ciudad donde el vicio y la perversión ahondaba en sus calles.

Deje escapar el aire resignado sin poder dejar ni un minuto en esa niña con la que me había criado y que ahora se me antojaba una extraña.
-Dime, ¿que le veis a París? Para mi solo es una ciudad llena de bullicio y fiestas que por el contrario que a ti, me aburren soberanamente.
De alli a donde vengo las aguas son cristalinas, te levantas con el canto de los pájaros y la noche esta llena de rapaces. Los bosques son tan frondosos que podrías perderte en ellos con la facilidad con la que respiras cada día.
Amo mi tierra, mas trato de entender como alguien que se ha criado en ellas pueda cambiarlas por algo como esto.

Confesé mi pura saturación, lo ingrato que me estaba resultando este viaje y las ganas de abandonar esta ciudad que nada podía aportarme.
Mas antes debía encontrarla y llevarla ante mi familia, allí donde seria juzgada por traición.
Sabia como pensaba un lobo, mas ella había dejado de pensar como tal, yo me hubiera refugiado en los bosques si hubiera deseado huir de todo, mas ella por ende lo hacia en esta maldita ciudad.
-¿donde iríais mi señora si tuvierais que escapar del mundo? -pregunté con dudas.
Quizás esa humana ahora se pareciera mas a mi hermana que mi recuerdo de ella.

Se rio con su comentario, como si lo del libre abierto le hubiera hecho demasiada gracia. Podía ser que el alcohol ya se le había subido a la cabeza. No lo sabía, estaba en ese punto en el que todo le parecía gracioso y no había ningún problema a la vista.

Siguió balanceándose en su asiento, sintiendo la diversión de algo tan simple. Volvió a coger su copa y le dio el último trago, dejándola sobre la barra con un estrepitoso golpe, sin llegar a romper el cristal. Sí, lo que le había servido era demasiado fuerte para ella pero se había reflejado de las mejores de las maneras: poniéndola de buen humor.

─Todo sería mucho más fácil si fuera un libro, ¿verdad? Ya estaría escrito el inicio y el final…─ le dijo mirándole con una sonrisa en el rostro.

Su siguiente pregunta le gustó. Era algo que ella misma se había preguntado demasiadas veces. ¿Qué le veía a París? Lo único que pensaba en aquel momento era si lograría expresarlo de la manera correcta y haciendo que él lo entendiera. Aunque Errol le había descrito bastante bien lo que era la vida en pleno bosque. Ella lo intentaría para ver si él lograba comprender su estilo de vida.

─París tiene un… algo. No sé si es la gente o el sitio en sí. Es casi mágico, ¿sabe?─ para estar algo contenta, se estaba expresando bastante bien. Quizá porque era una de esas preguntas que podía responder siempre, estuviera en el estado que estuviese─. ¿Ha visto su arquitectura? ¿Ha comprendido la belleza y la dedicación que le han puesto en cada edificio? ¿Ha estado en el mercado por la mañana? ¿Ha vagado por las noches sin rumbo? París tiene algo, llámelo como quiera: magia, misterio, bullicio, pecado… París tiene algo que no deja indiferente a nadie─ le confesó mirando su vaso vacío. Le apetecía otra pero sabía que no debía abusar o acabaría inconsciente con el segundo trago…

El hombre no se detuvo ahí, le preguntó algo más. ¿Dónde iría ella? Bueno, la pregunta era sencilla pero no sabía exactamente si responderla o no. Parecería que amaba demasiado su París pero es que así era…

─Si tuviera que escapar del mundo en el que vivo ahora mismo… Posiblemente me fuera a un sitio como el que ha descrito, ¿Escocia era, cierto? Sin embargo, París es mi lugar favorito. No importa cuántas veces camine por sus calles, siempre me ofrece algo diferente, noche tras noche─ le aseguró esperando que él lo comprendiera con sus palabras─. ¿Puedo preguntar por qué busca a esa persona que no quiere ser encontrada? Si está perdida por aquí, estoy segura de que le costará encontrarla…

Las respuestas escapaban de sus labios al tiempo que el alcohol entraba por ellos.
Hablaba de que París era bello por su arquitectura, por sus edificios..creo que justo eso era lo que yo no veía hermoso de París, la ciudad había ganado la batalla a la naturaleza, una lastima pues allí no existía la coexistencia, era una ciudad gris, demasiado moderna para respetar los frondosos bosques naturales que por desgracia morían acorralados por una ciudad que crecía demasiado rápido, una sociedad que se creía el centro del universo aniquilando las especies menores a su paso.
Apuré el vaso mirándola de soslayo.
-Supongo que lo que a vos os gusta de París, es lo que yo odio de esta misma ciudad.

No me extrañaba que no fuera capaz de rastrear a mi hermana, sin duda había elegido el peor de los lugares. Aquí los sentidos de un lobo quedaban eclipsados por el bullicio, los aromas de especies distintas, el azufre, el olor a salitre, a alcohol, a perfumes, a inmundicia...aquí en esta ciudad todo quedaba eclipsado por la civilización.
Adoraba el bosque, adoraba la vida salvaje donde ser una bestia que aullaba a la luna llena era mi sino, allí, en esa ciudad estaba expuesto, no solo frente a los vampiros, si no a cazadores y demás peligros.
Acaso mi hermana no se daba cuenta que esta vida que quizas ahora la embriagaba al final no la haría feliz.

Pedí una nueva jarra para seguir escuchando a aquella dama, que al parecer decía que si tuviera que cambiar de aires buscaría un lugar como Escocia.
Sonreí de medio lado, quizás aun no estuviera todo perdido para ella.
-Os aconsejo que lo hagáis, que cambiéis de aires, esta ciudad se me antoja...no se, un lugar incapaz de aportar nada bueno a nadie.

Pronto me pregunto la inevitable pregunta ¿a quien buscaba? Pues creía que a mi hermana, mas ahora para mi era una autentica desconocida.
-A mi hermana, aunque hoy por hoy no se si llamarla así es lo adecuado.

Asintió al escuchar su afirmación. Sí, ella sabía qué clase de residencia buscaba él y era todo lo contrario a lo que ella amaba de Paris. No debían malinterpretarla, ella podría vivir en el campo, en la ciudad o donde fuera, se adaptaba a todo. Pero era cierto que París tenía una magia diferente a la de otros sitios.

─No todos podemos pensar igual. Para eso existen los colores─ le dijo cogiendo su vaso y mirando el fondo vacío del mismo.  

El hombre había dado en el punto exacto. Ella cambiaría de aires pero no para siempre. Un mes o así quizás. Alejarse de todo lo conocido y explorar lugares magníficos y nunca vistos. Conocer mundo era la mejor forma de aprender cultura y a ella le encantaba la cultura. No sabía por qué nunca lo había hecho… Ah, sí, no tenía suficiente dinero para permitirse ir a un sitio diferente.

─Si es usted quien guía, me voy a Escocia con usted y me enseña cómo le gusta vivir─ le propuso aun jugando con el vaso. Esta vez lo posó sobre la barra y comenzó a darle vueltas.

Errol le reveló algo que ella no había esperado oír. Le dijo a quién estaba buscando y sonrió con la frase. La familia… ese gran desconocido. No se elegían los padres ni los hermanos que se tocaban. Decían que debías quererlos pero ella no sentía ningún apego por sus padres biológicos ni por sus hermanos. No, ella elegiría a su madre adoptiva una y mil veces más.

─La familia… ¡qué difícil es manejar con ella! ¿Puedo ayudar?─ le preguntó, a ella siempre le gustaba tender la mano a personas que realmente lo necesitaban y ese hombre parecía estar demasiado perdido en Paris─. Aunque su hermana no sabe lo que se pierde; dejar a un hombre así en una ciudad como esta… Debería estar condenado─ le comentó y casi al instante se arrepintió de lo dicho aunque ese sentimiento desapareció al cabo de unos segundos.

Sonreí cuando hizo ese comentario sobre que si yo le hacia de guía no le importaría visitar Escocia, la verdad, no seria un gran guía, pues a parte de mis extensos y frondosos bosques, lo que era la ciudad solo la conocía de esos cuatro años que pase en la mansión de mis tíos.

Digamos que fue el único periodo de tiempo que no dedique a la batalla y me convertí en un ratón de biblioteca, bueno y también hice mis estragos con las refinadas damas de la corte.
Todas ellas muy diferentes a las mujeres de mis bosques, guerreras, salvajes, fuertes.
Diferentes al igual que ella, una mujer libre, que bebía en una taberna como si fuera un hombre y que se dedicaba a la noche, al parecer por propia voluntad pues no parecía anhelar cambiar de vida.

-Puedo hacerle de guía cuando quiera, siempre que vos, me enseñéis...-pensé por un segundo algo que me apeteciera conocer de su mundo, mas la verdad, aparte de colarme entre sus piernas creo que nada de París me gustaba.

Deje escapar el aire con una picara sonrisa.
-La verdad, es que solo quiero encontrar a mi hermana y llevármela de esa ciudad perdida de la mano de los dioses.
En mis bosques tengo mucho trabajo y esto se me antoja una perdida de tiempo, ir tras el rastro de una niñata caprichosa que no desea cumplir con las leyes que marca la tradición de los míos.

Supongo que cuando apure la jarra de un trago pudo notar mi malestar, estaba sumamente agobiado de estar en esa maldita ciudad donde los olores confundían mis sentidos.
Sin duda mi hermana había elegido el mejor lugar de todos para perderse y no ser encontrada.

-Creo que por esta noche ya he bebido suficiente, si no mañana mis sentidos estarán tan embotados por la resaca que sera imposible dar con el paradero de mi hermana. -dije sonriendo a la dama -y para vos creo que también es suficiente ¿deseáis que os lleve a algún sitio antes de irme a mi hotel?

“Siempre que voz, me enseñéis…” Estuvo esperando pero parecía que estaba pensando exactamente en lo que decir. Acabó sonriendo. Los hombres y sus gestos tan característicos. Qué extraño. Posiblemente pensara algo más allá de enseñarle la ciudad.

Al final cambió de parecer y aseguró que solo quería encontrar a su hermana pero no se le escapó aquella sonrisa pícara. Pudo ser que sus palabras le recordaron a ella misma. El hombre podría representar a su familia.

─Tradiciones… ¿Cuándo aprenderemos que las tradiciones van cambiando a medida de los años?─ le preguntó mostrándole una sonrisa─. En mu familia era tradición que las hijas se casasen con ricachones viejos para obtener su fortuna y, ¿adivina qué?, yo rompí esa bonita ley…

Se lo decía como ejemplo y con una gran sonrisa en la cara, como si no hubiera sufrido bastante durante aquella época de su vida. No quería darle lecciones ni mucho menos pero las personas deberían ser libres de elegir lo que quisieran hacer en la vida. Quizá su hermana no deseaba estar encerrada en un bosque con los mismos hombres y con la misma rutina. Necesitaba cambiar de aires.

─Pero bueno, yo no soy quién para juzgar sin conocer─ le dijo dejando claro que no quería contradecirle. El hombre se preocupó por ella y le ofreció llevarla a cualquier parte─. Claro, vuestros sentidos podrían estar nublados por culpa de la noche… Ahora mismo no recuerdo en qué dirección queda mi casa. Siempre podéis llevarme a vuestro hotel─ le sugirió y en el momento que lo dijo, dejó soltar una carcajada. No sabía qué le hacía tanta gracia pero aquel vaso de alcohol había hecho estragos en ella.

Escuché como afirmaba que las tradiciones cambian al igual que nosotros con el paso de los años, podía ser cierto que eso pasara en París y sus gentes.
Que no estuvieran anclados a nada, que no fueran fieles a nada, mas por ende yo no era así, había crecido con las férreas tradiciones de mi manda, esas que desde que era un niño me habían inculcado a fuego y llevaba trazadas en mi piel

Esas que habían formado mi ser y mi carácter, yo si creía en las tradiciones, en que estas eran las únicas capaces de mantener la existencia de los míos como una raza y no como la maldición que un mortal adquiere al ser mordido.
Todos nosotros nacemos humanos, mas crecemos con la fiel convicción de que ser lobos es l oque deseamos que ese y no otro es nuestro sino.

No se que habíamos hecho mal para que ahora neutras mujeres vieran otras opciones, porque los bosques y sus gentes ya no les satisfacían.
Entendía que esa bella mujer lo viera de otro modo pues ni siquiera era capaz de vislumbrar lo que yo era, lo que a mi me aferraba a la luna, al bosque y a mi naturaleza.

Sonreí de medio lado sin responder a aquello que nos llevaría a enzarzarnos en una disputa sin tregua de opiniones vanas que no nos llevarían a ningún sitio.

Mas fue cuando escuche la propuesta de llevarla a mi hotel pues no recordaba donde estaba su casa lo que logro instalar en mis labios una picara sonrisa.

-Mi señora, nada me complaceria mas que eso, mas antes de que eso suceda si es que ha de suceder voy a tratar de ser sincero con vos.
No tengo problema en meterme entre su piernas, a decir verdad, lo deseo, mas solo quedara en eso, en una noche de pasión que no se repetirá.
Mis tradiciones me obligan a casarme con una mujer “diferente” -Por no decirle que una alfa, una loba como yo -ademas me iré de París en cuanto encuentre a mi hermana. Quiero que lo sepa para que su decisión sea tomada en consecuencia a la verdad.
Si la respuesta es un no, no se preocupe la llevare donde me pida, no creo que este en condiciones de ir sola.

El hombre no le rebatió sus palabras. Seguro que tenía las mismas ganas de discutir que ella: cero. Normalmente, otras personas se habrían embarcado en una conversación sin final pero aquella noche era para olvidar las penas, no para crearse unas nuevas, ¿verdad?

Escuchó todo lo que le dijo mientras una sonrisa se iba creando en su rostro. Directo. Muy directo. Trataba a las mujeres igual que a los hombres y le decía las verdades a la cara aunque se anticipara a los hecho. Ella en ningún momento le había propuesto un revolcón. En ningún momento, esas palabras habían salido de su boca pero ahora sabía que él así lo quería. Siempre podía culpar al alcohol a la mañana siguiente. De todas maneras, mañana podría no recordar parte de lo ocurrido o recordarlo con pocos detalles.

─Nadie está hablando de amor eterno. De hecho no recuerdo haber dicho en ningún momento que quería pasar la noche enredada en sus sábanas. Claro que usted ha creído que era eso lo que insinuaba…

Se formó una sonrisa pícara en su rostro. Sin siquiera él saberlo, había sabido sus intenciones desde un principio. Quizás no le importaba si no la conseguía aquella noche pero de seguro que había pensado más de una vez alguna situación sucia en la que ella estaba involucrada

─ No es tan sencillo, señor. Soy una mujer difícil de complacer. La verdadera pregunta es si está dispuesto a intentarlo si quiera.─ le miró intensamente. Sus ojos estaban algo vidriosos debido al alcohol que seguía recorriendo su cuerpo sin descanso. Lo cierto era que empezaba notar que el ambiente estaba algo caldeado─. ¿Alguna vez ha jugado al azar? ¿Por qué no prueba esta noche? Quién sabe, quizá se lleveel gran premio

Se había acercado a él para susurrarle aquello. Tras hablar, se levantó, dispuesta a salir del local. Miró hacia atrás antes de atravesar la puerta y le hizo un gesto con la cabeza al hombre para que la siguiese.

─¿Será usted mi guía pues?

Sus palabras jugaban con el doble sentido, algo a lo que yo, un hombre demasiado directo y algo rudo no estaba acostumbrado.
Sonreí de medio lado con cierta picardía mientras hundía mis ojos en los ajenos.

-No se como funcionan las cosas aquí en París, mas allí, de donde yo vengo, cuando una dama te pide que la lleve a su cuarto no suele ser para jugar a las tabas.
Sobre todo cuando la acabas de conocer, no esta herida y ambos van ligeramente ebrios.
Así que mi señora, supongo que sabrá que de ir a mi habitación eso y no otra cosa es lo que haremos.

Dejé unas cuantas monedas sobre la barra que de sobra pagarían la consumición mía y la de la dama, mientras con un caballeroso gesto invitaba a la dama a abandonar el taburete para acompañarme.
-No tengo miedo de no ser capaz de complacerla, eso lo doy por sentado. Solo quiero que comprenda que sera una noche, no se repetirá mas.
Si acepta las condiciones, estaré encantado de que me toque el premio gordo. Mas no mi señora, nunca he jugado al azar.
En mis bosques los casinos escasean -bromeé guiñándole el ojo.

Tome su mano guiándola hacia la puerta y pronto coloque mis pieles sobre su precioso cuerpo para que el frio de la noche no arremetiera contra ella.
-¿y bien? ¿donde vamos?

Un silbido vasto para que mi corcel se presentara frente a nosotros, así que con delicadeza la subo sobre esta para de un salto tomar posición tras ella.
-Podemos ir a cualquier parte, no me importaría cabalgar por el bosque un rato a ver si nos despejamos -aseguré sonriente tras ella.

Sabía lo que le deparaba si se iba con él. Sabía a lo que se enfrentaba pero, ¿era aquello lo que quería? ¿Era aquello lo que necesitaba en ese mismo instante? No estaba segura. Últimamente no sabía si quiera ni su nombre. Había cambiado tanto durante los pasados años que ni se conocía. A veces actuaba como debía, otras actuaba como Saphir… Se había apoderado de su ser y su apetito de hombre jamás se saciaba.

Solo sería una noche. Diversión por diversión. Nada más. Desahogo por desahogo. Él lo necesitaba, ella también. Pero no estaba libre, ella no era un alma que podía actuar de aquella manera. Sin embargo, el pecado ya estaba demasiado incrustado en ella como para sacarlo así de fácil. Él estaba dispuesto, ¿lo estaría ella?

Salieron por fin del local y él, como un caballero, le colocó las pieles que llevaba sobre el cuerpo para taparla del frío que podría hacer. Aunque ella no sentía frío. De hecho el aire le sentó bien a sus mejillas que aliviaron su rojez levemente. En aquella taberna tenía un ambiente cargado.

El corcel que apareció le resultó tremendamente hermoso. Jamás había montado en aquel animal con alguien a su lado. Bueno, no había tenido muchas oportunidades de montarse en un corcel. Sintió el cuerpo del hombre contra el suyo y se sintió bastante bien.

─Eso del bosque suena bastante bien─ le aseguró asintiendo con la cabeza─. Creo que me vendría bien un poco de naturaleza. Y cabalga como lo harías normalmente, no quiero que por el hecho de estar con una dama tomes precauciones─ le pidió principalmente porque pensó que era un hombre de correr a través del bosque, que se sabía cada palmo del lugar y le gustaba sentir la velocidad revolver su pelo. Ella también quería sentirlo, necesitaba sentirse libre por unos segundos.

Sonreí de medio lado cuando la dama acepto mi propuesta de montar a caballo sin mas destino que el simple echo de sentir la brisa fresca de la noche golpeando nuestras caras.
Hablaba de que me dejara llevar, que no se me ocurriera poner freno a ninguno de mis actos, mas lo que ella no sabia es que para mi, un lobo, los instintos mi orillaban a ser salvaje, tanto o mas que el viento así que tras dos golpes en el vientre del caballo este se puso en marcha con un ligero trote, que surco el pavimento de la ciudad, para comenzar un salvaje galope a la salida de esta, ahora si pisando tierra fresca que se alzaba bajo sus cascos con cada alegre zancada.
Las ramas del bosque acariciaban nuestros rostros columpiadas por la voraz brisa que ahora nos dotaba de la libertad de la que en mi opinión París carecía.

Por un instante cerré los ojos, sin aflojar el agarre de la dama que temía que con tan copioso vestido acabara rodando por el suelo, y así, sentí la nostalgia de mis bosques, aquel olor a hierba, tierra y plantas aromáticas.
Casi podía ver los frondosos bosques de Escocia, esos que si abría los ojos por desgracia se evaporaban recordándome no solo que estaba en tierras extrañas si no que le motivo era la búsqueda de un desertor, mi hermana.

-deberías hacer esto mas a menudo -susurré en su oído, esto es vida, libertad, y no lo que la arquitectura parisina encierra, yo en ella solo veo jaulas.

Dos nuevas patadas incrementaron el frenético ritmo del corcel que ahora aventurándose en la playa mojaba mis camales con el agua salada, como no también aquel vestido largo y vaporoso del que la dama hacia gala.
El firmamento como único testigo de aquel grito de libertad que yo necesitaba, aquello que me orillaba a mi pueblo natal, compartido por unas horas con una extraña.
-Espero sinceramente que en su camino encuentre eso que busca, dice que anda perdida, y la verdad no me extraña, en esta ciudad es fácil perderse, y casi imposible encontrarse.

Esa frase podía aplicarse de igual modo a mi hermana, creo que París la había perdido con su polución, con ese infierno de jaulas arquitectónicas y que para ser encontrada debería volver a sentir la libertad, el bosque, el aire

Cerró los ojos y se dejó llevar. Alejó todos esos pensamientos racionales por unos segundos y fingió que volaba. No le importaba el vestido, no le importaba caer. Solo quería sentirse así de libre en cada paso que daba en su vida. ¿Por qué todo era tan difícil? ¿Por qué no encontraba paz en lo que siempre había estado deseando? Había algo que no le encajaba en todo aquello, una pieza que se había perdido en el camino. Aunque ella había pensado que las había encontrado todas. ¿Qué le faltaba para poder deshacerse de aquella vida de una vez por todas?

El susurro hizo que un escalofrío recorriera su espalda. Fue incapaz de responder, su garganta se había vuelto inútil en aquel momento. Logró asentir a duras penas. Debería, tenía que hacer aquello siempre que tuviera tiempo. Si no tenía un caballo, correr por el bosque sin importar el qué ni el cuándo ni el cómo. Correr sola, sola con la naturaleza.

─Creo que tiene toda la razón─ logró decir abriendo los ojos, dándose cuenta de dónde habían acabado─. ¿Por qué no me ayuda a encontrarme, solo por esta noche?

Quería girarse y mirarle a los ojos. Quería que detuviera el caballo en aquel mismo instante y la besase y que la pasión se dejara ver aquella noche ante dos extraños que se habían encontrado por pura gracia del destino. Necesitaba que su mente se callase y solo hablara sus sensaciones, su cuerpo.