AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Buscando las huellas de nuestro pasado (Errol) +18
Recuerdo del primer mensaje :
Con la sangre reseca en la piel y las magulladuras en el cuerpo emprendí aquel nuevo viaje que me esperaba. El último ataque de los nosferatu sobre la manada y el pueblo de humanos al que nosotros protegíamos había sido brutal. Sangre por todos lados y los gritos de niños y niñas inocentes repiqueteaban en mi cabeza cada vez que cerraba mis ojos. Todo por culpa de aquel hermano al que yo aún no conocía y del que cada día que pasaba tenía menos ganas de conocer. Por culpa de Damon, Reidar había abandonado la manada que le correspondía por mértios propios y derechos para buscar a aquel hermano mayor que nosotros al que, según las leyes de sangre, le correspondía todo aquello por lo que mi hermano había luchado toda su vida.
Cerré los ojos sintiendo la fría brisa sobre la cara, empujando mis cabellos castaños hacia atrás y purificando mis heridas, del cuerpo y del alma. Debía viajar a París para enfrentarme a la persona que más me importaba en el mundo, Reidar. Debía enfrentarme a él y obligarle a volver con los suyos, a ocupar el lugar que le correspondía y dejar los juegos de familia feliz para más adelante. Debía volver pues los nosferatu me veían como una líder débil y por ello habían aprovechado mi breve mandato para atacar con todas sus armas disponibles y todos sus efectivos a los míos. La búsqueda de un lobo no justificaba el exterminio de una manada, y mucho menos si esa búsqueda era para darle un lugar que él no merecía.
Había dejado al cargo de la manada al único miembro de nuestra familia que aún quedaba vivo al margen de mis hermanos y yo y, bajo el abrigo y el amparo de la oscura noche había cabalgado sin tregua hasta el puerto más cercano. Temía que algun nosferatu hubiera seguido mis huellas, pero tampoco podía perder mucho tiempo en esconderlas y hacerme imperceptible, debía apurar el tiempo al máximo y traer cuanto antes a mi hermano a casa, esa era mi única prioridad. Los recelos del barco atracado en el puerto sobre llevar a una mujer a bordo, se vieron aplacados con un generoso soborno en oro y joyas; la lealtad de los humanos hacia sus convicciones, volátil y cambiante no tenía nada que ver con la nuestra pero gracias a aquello ahora viajaba en aquel barco rumbo a París.
El frío viento del norte de Noruega pronto dio paso a la inexistente brisa del verano de París. Pronto me sobraron las pieles que adornaban mi espalda y tuve que sustituir mis vestidos de manga larga por vestidos de tirantes o sin ellos. Aquel calor era asfixiante y el aire de aquella ciudad estaba viciado, nada que ver con nuestros verdes y vírgenes bosques. Mis ojos se cerraron, evocando la imagen y el olor de mi hermano, estaba lejos del puerto en el que me hallaba en esos instantes. Calé mi capucha sobre mi rostro y miré a ambos lados antes de bajar del barco. Todas las auras que detectaba eran de humanos o hechiceros pero, aparentemente, no había ningún nosferatu en las inmediaciones aunque no podía estar del todo segura, había demasiada gente, demasiadas auras que se solapaban unas con otras levantándome incluso dolor de cabeza.
Cogí uno de los coches de caballos y cerré los ojos una vez estuve dentro. Necesitaba dormir sobre un colchón en condiciones, posar mis entumecidos huesos y coger fuerzas para rastrear a mi hermano por las calles de aquella ciudad. Quería un lugar cómodo, sin cucarachas que pudieran anidar en mi piel o mi ropa, pero tampoco deseaba alojarme en un lugar ostentoso. Las personas de la alta sociedad tendían a hablar demasiado y, dado que aún no conocía al círculo de la alta sociedad de París, no podía arriesgarme a que mi presencia quedara desvelada a la mínima de cambio a mis enemigos. Un hotel acomodado y alejado del centro de París fue mi opción escogida aunque me temía que pudiera tener problemas para alojarme allí llegando a tales horas de la noche, sola y sin ningún hombre o doncella que me acompañara.
Esperaba que no fuera así pues, aunque el resto de mis heridas habían sanado días tras gracias a la larga travesía, mi herida más grave, en mi muslo derecho aún no se había cerrado y seguía sangrando y supurándome pese a los cuidados diarios que la brindaba. Posé mi mano con delicadeza sobre ella y un dolor terrible recorrió mi pierna haciéndome temblar. Necesitaba descansar y recuperar fuerzas si no quería que aquella herida me pasara factura. Cubrí con la capa la zona del vestido que comenzaba a mancharse de nuevo de mi propia sangre y salí de aquella carroza para dirgirme a la recepción del hotel.
Mis temores se vieron confirmados ante la negativa del recepcionista de darme una habitación si no iba acompañada de algún familiar, una doncella o un prometido o marido que no tirara por los suelos mi "honorable" reputación. Gruñí en voz apenas audible, reprimiendo a la loba que llevaba dentro y que ansiaba salir para arrancar la cabeza de aquel hombre que me menospreciaba y me trataba de manera diferente por mi sexo. Podía escuchar las gotas de sangre resbalando por mi muslo con lentitud para, finalmente, caer sobre el frío suelo de mármol. -Mire Monsieur le aconsejo que me de una habitación de inmediato o de lo contrario...-
Mis palabras se vieron interrumpidas por la caricia de una piel desconocida. Un hombre que me cogía la mano con delicadeza, un hombre que no era humano. Mis sentidos se agudizaron y mi cuerpo se tensó; giré mi rostro con lentitud, llevando mi otra mano al cuchillo que siempre escondía bajo mi ropa mas mis sentidos y mis barreras se relajaron al observar el aura de aquel hombre, un lobo como yo
Con la sangre reseca en la piel y las magulladuras en el cuerpo emprendí aquel nuevo viaje que me esperaba. El último ataque de los nosferatu sobre la manada y el pueblo de humanos al que nosotros protegíamos había sido brutal. Sangre por todos lados y los gritos de niños y niñas inocentes repiqueteaban en mi cabeza cada vez que cerraba mis ojos. Todo por culpa de aquel hermano al que yo aún no conocía y del que cada día que pasaba tenía menos ganas de conocer. Por culpa de Damon, Reidar había abandonado la manada que le correspondía por mértios propios y derechos para buscar a aquel hermano mayor que nosotros al que, según las leyes de sangre, le correspondía todo aquello por lo que mi hermano había luchado toda su vida.
Cerré los ojos sintiendo la fría brisa sobre la cara, empujando mis cabellos castaños hacia atrás y purificando mis heridas, del cuerpo y del alma. Debía viajar a París para enfrentarme a la persona que más me importaba en el mundo, Reidar. Debía enfrentarme a él y obligarle a volver con los suyos, a ocupar el lugar que le correspondía y dejar los juegos de familia feliz para más adelante. Debía volver pues los nosferatu me veían como una líder débil y por ello habían aprovechado mi breve mandato para atacar con todas sus armas disponibles y todos sus efectivos a los míos. La búsqueda de un lobo no justificaba el exterminio de una manada, y mucho menos si esa búsqueda era para darle un lugar que él no merecía.
Había dejado al cargo de la manada al único miembro de nuestra familia que aún quedaba vivo al margen de mis hermanos y yo y, bajo el abrigo y el amparo de la oscura noche había cabalgado sin tregua hasta el puerto más cercano. Temía que algun nosferatu hubiera seguido mis huellas, pero tampoco podía perder mucho tiempo en esconderlas y hacerme imperceptible, debía apurar el tiempo al máximo y traer cuanto antes a mi hermano a casa, esa era mi única prioridad. Los recelos del barco atracado en el puerto sobre llevar a una mujer a bordo, se vieron aplacados con un generoso soborno en oro y joyas; la lealtad de los humanos hacia sus convicciones, volátil y cambiante no tenía nada que ver con la nuestra pero gracias a aquello ahora viajaba en aquel barco rumbo a París.
El frío viento del norte de Noruega pronto dio paso a la inexistente brisa del verano de París. Pronto me sobraron las pieles que adornaban mi espalda y tuve que sustituir mis vestidos de manga larga por vestidos de tirantes o sin ellos. Aquel calor era asfixiante y el aire de aquella ciudad estaba viciado, nada que ver con nuestros verdes y vírgenes bosques. Mis ojos se cerraron, evocando la imagen y el olor de mi hermano, estaba lejos del puerto en el que me hallaba en esos instantes. Calé mi capucha sobre mi rostro y miré a ambos lados antes de bajar del barco. Todas las auras que detectaba eran de humanos o hechiceros pero, aparentemente, no había ningún nosferatu en las inmediaciones aunque no podía estar del todo segura, había demasiada gente, demasiadas auras que se solapaban unas con otras levantándome incluso dolor de cabeza.
Cogí uno de los coches de caballos y cerré los ojos una vez estuve dentro. Necesitaba dormir sobre un colchón en condiciones, posar mis entumecidos huesos y coger fuerzas para rastrear a mi hermano por las calles de aquella ciudad. Quería un lugar cómodo, sin cucarachas que pudieran anidar en mi piel o mi ropa, pero tampoco deseaba alojarme en un lugar ostentoso. Las personas de la alta sociedad tendían a hablar demasiado y, dado que aún no conocía al círculo de la alta sociedad de París, no podía arriesgarme a que mi presencia quedara desvelada a la mínima de cambio a mis enemigos. Un hotel acomodado y alejado del centro de París fue mi opción escogida aunque me temía que pudiera tener problemas para alojarme allí llegando a tales horas de la noche, sola y sin ningún hombre o doncella que me acompañara.
Esperaba que no fuera así pues, aunque el resto de mis heridas habían sanado días tras gracias a la larga travesía, mi herida más grave, en mi muslo derecho aún no se había cerrado y seguía sangrando y supurándome pese a los cuidados diarios que la brindaba. Posé mi mano con delicadeza sobre ella y un dolor terrible recorrió mi pierna haciéndome temblar. Necesitaba descansar y recuperar fuerzas si no quería que aquella herida me pasara factura. Cubrí con la capa la zona del vestido que comenzaba a mancharse de nuevo de mi propia sangre y salí de aquella carroza para dirgirme a la recepción del hotel.
Mis temores se vieron confirmados ante la negativa del recepcionista de darme una habitación si no iba acompañada de algún familiar, una doncella o un prometido o marido que no tirara por los suelos mi "honorable" reputación. Gruñí en voz apenas audible, reprimiendo a la loba que llevaba dentro y que ansiaba salir para arrancar la cabeza de aquel hombre que me menospreciaba y me trataba de manera diferente por mi sexo. Podía escuchar las gotas de sangre resbalando por mi muslo con lentitud para, finalmente, caer sobre el frío suelo de mármol. -Mire Monsieur le aconsejo que me de una habitación de inmediato o de lo contrario...-
Mis palabras se vieron interrumpidas por la caricia de una piel desconocida. Un hombre que me cogía la mano con delicadeza, un hombre que no era humano. Mis sentidos se agudizaron y mi cuerpo se tensó; giré mi rostro con lentitud, llevando mi otra mano al cuchillo que siempre escondía bajo mi ropa mas mis sentidos y mis barreras se relajaron al observar el aura de aquel hombre, un lobo como yo
Última edición por Odalyn Landvik el Sáb Sep 03, 2016 10:53 am, editado 1 vez
Odalyn Landvik- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 72
Fecha de inscripción : 15/07/2016
Re: Buscando las huellas de nuestro pasado (Errol) +18
Fuego y hielo, así éramos Errol y yo. Sus labios y sus caricias me quemaban cada vez que se posaban sobre mi piel, encendiendo mis ojos, mi lujuria y las ganas desmedidas de ser al fin mujer entre sus brazos; poco me importaba ya la ley, mi hermano o quien fuera, sólo sabía que nada ni nadie podría separarnos y, si trataban de hacerlo mi loba interior los desgarraría con uñas y dientes.
Mis labios no cesaban de buscar los suyos, con impaciencia, con necesidad, como si llevara semanas en el desierto y sus labios fueran el maná, un oasis en el que descansar y saciar mi sed tantas veces quisiera. Mis manos fueron desabrochando uno a uno los botones de su camisa, ansiando verle al fin desnudo frente a mi, acelerando el ritmo al escuchar ese te quiero de sus labios y su gruñido. Sentí como el corazón se me aceleraba al escuchar aquellas palabras que tanto había ansiado que salieran de entre sus labios.
Me amaba y me amaría siempre y yo correspondía aquellos sentimientos, era el momento de entregarnos el uno al otro, pero tras su fuego llegaba el hielo. Un hielo que quemaba de igual manera, pero con un sabor amargo, me amaba y justo por eso quería hacer las cosas bien. Su cuerpo y el mío decían lo contrario mas mi mente sabía que eso era lo correcto, que haría el momento más especial y completo. Sólo por eso y gruñendo me aparté de su cuerpo tratando de templar mis ánimos y aquel fuego que sentía en mi sexo, una presión que me pedía a gritos ser sofocada con su miembro embistiéndome.
-Está bien, pero te juro que después de la noche de bodas, cuando ya me hayas saciado de todas las maneras posibles pienso hacerte sufrir por dejarme como me estás dejando- caminé de nuevo hacia él, desafiante, contoneando las curvas de mi cuerpo ante sus ojos, unos ojos que me devoraban, que no perdían detalle de cada movimiento del mío y que cada vez estaban más ámbar si cabía esa posibilidad.
Caminé hasta quedar frente a él y humedecí con lentitud mis labios antes de abrirlos para gemir al escuchar sus palabras y sentir sus labios y sus manos sobre mi piel. -Descúbreme con tus manos el placer, llévame al éxtasis mas, cuando acabes, no pienses que irás a la ducha a calmar tus ánimos. Cuando me enseñes lo que es gozar bajo tu mirada, quiero que me enseñes también a llevarte al mismo cielo... Si voy a ser tu esposa, tu alfa, jamás te dejaré que goces tu solo... ya te he dicho que quiero hacerte enloquecer-
Las apalbras salían roncas de entre mis labios. De nuevo el fuego en nuestra piel grabado y de nuevo, nosotros más bestias que humanos ansiando la piel y el placer del otro a manos nuestras. Me arrodillé con lentitud hasta quedar a su altura para a continuación empezar a desgarrar la ropa que cubría su cuerpo.
Si íbamos a gozar lo haríamos en igualdad de condiciones. Poco había de cuidado y lentitud en mis actos, mi loba interior rugía y eso se denotaba en la fuerza con la que desgarré su camisa, escuchando cómo saltaban los botones y golpeaban el suelo de madera. Le empujé con suavidad contra la alfombra y acabé de quitarle los pantalones, contemplando ahora sí su completa desnudez.
Era tal y como lo había imaginado. Su cuerpo estaba recorrido por músculos, por el entrenamiento y las batallas pero también, por cicatrices y marcas que sólo le hacían más bello ante mis ojos. Cicatrices que demostraban su implicación en la manada, con su pueblo, con su familia. Las recorrí una a una con mis labios cálidos, pegando mis pechos a su cuerpo para que sintiera lo desbocado que iba al sentirle desnudo y tan cerca.
Con mi respiración agitada por los nervios a defraudarle y por la excitación que empezaba a humedecer mis braguitas, elevé mi mirada enfrentándola a la suya, diciéndole sin palabras que estaba preparada. Estaba preparada para gozar entre sus manos y sus labios, preparada para hacerle gozar, preparada para tocar el cielo con la yema de los dedos, preparada para sentirme mujer, o al menos en parte, bajo sus directrices. Preparada para él y para sellar con nuestros actos nuestros destinos.
Mis labios no cesaban de buscar los suyos, con impaciencia, con necesidad, como si llevara semanas en el desierto y sus labios fueran el maná, un oasis en el que descansar y saciar mi sed tantas veces quisiera. Mis manos fueron desabrochando uno a uno los botones de su camisa, ansiando verle al fin desnudo frente a mi, acelerando el ritmo al escuchar ese te quiero de sus labios y su gruñido. Sentí como el corazón se me aceleraba al escuchar aquellas palabras que tanto había ansiado que salieran de entre sus labios.
Me amaba y me amaría siempre y yo correspondía aquellos sentimientos, era el momento de entregarnos el uno al otro, pero tras su fuego llegaba el hielo. Un hielo que quemaba de igual manera, pero con un sabor amargo, me amaba y justo por eso quería hacer las cosas bien. Su cuerpo y el mío decían lo contrario mas mi mente sabía que eso era lo correcto, que haría el momento más especial y completo. Sólo por eso y gruñendo me aparté de su cuerpo tratando de templar mis ánimos y aquel fuego que sentía en mi sexo, una presión que me pedía a gritos ser sofocada con su miembro embistiéndome.
-Está bien, pero te juro que después de la noche de bodas, cuando ya me hayas saciado de todas las maneras posibles pienso hacerte sufrir por dejarme como me estás dejando- caminé de nuevo hacia él, desafiante, contoneando las curvas de mi cuerpo ante sus ojos, unos ojos que me devoraban, que no perdían detalle de cada movimiento del mío y que cada vez estaban más ámbar si cabía esa posibilidad.
Caminé hasta quedar frente a él y humedecí con lentitud mis labios antes de abrirlos para gemir al escuchar sus palabras y sentir sus labios y sus manos sobre mi piel. -Descúbreme con tus manos el placer, llévame al éxtasis mas, cuando acabes, no pienses que irás a la ducha a calmar tus ánimos. Cuando me enseñes lo que es gozar bajo tu mirada, quiero que me enseñes también a llevarte al mismo cielo... Si voy a ser tu esposa, tu alfa, jamás te dejaré que goces tu solo... ya te he dicho que quiero hacerte enloquecer-
Las apalbras salían roncas de entre mis labios. De nuevo el fuego en nuestra piel grabado y de nuevo, nosotros más bestias que humanos ansiando la piel y el placer del otro a manos nuestras. Me arrodillé con lentitud hasta quedar a su altura para a continuación empezar a desgarrar la ropa que cubría su cuerpo.
Si íbamos a gozar lo haríamos en igualdad de condiciones. Poco había de cuidado y lentitud en mis actos, mi loba interior rugía y eso se denotaba en la fuerza con la que desgarré su camisa, escuchando cómo saltaban los botones y golpeaban el suelo de madera. Le empujé con suavidad contra la alfombra y acabé de quitarle los pantalones, contemplando ahora sí su completa desnudez.
Era tal y como lo había imaginado. Su cuerpo estaba recorrido por músculos, por el entrenamiento y las batallas pero también, por cicatrices y marcas que sólo le hacían más bello ante mis ojos. Cicatrices que demostraban su implicación en la manada, con su pueblo, con su familia. Las recorrí una a una con mis labios cálidos, pegando mis pechos a su cuerpo para que sintiera lo desbocado que iba al sentirle desnudo y tan cerca.
Con mi respiración agitada por los nervios a defraudarle y por la excitación que empezaba a humedecer mis braguitas, elevé mi mirada enfrentándola a la suya, diciéndole sin palabras que estaba preparada. Estaba preparada para gozar entre sus manos y sus labios, preparada para hacerle gozar, preparada para tocar el cielo con la yema de los dedos, preparada para sentirme mujer, o al menos en parte, bajo sus directrices. Preparada para él y para sellar con nuestros actos nuestros destinos.
Odalyn Landvik- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 72
Fecha de inscripción : 15/07/2016
Re: Buscando las huellas de nuestro pasado (Errol) +18
Entreabrí mis labios cuando Odalyn calló de rodillas frente a mi, dejando escapar mi ronca respiración contra su boca lentamente, buscándola sin acabar de tomarla mientras nuestros ojos se fundían en un delicioso baile, ese que nos llevaría al borde de la locura,
Lentamente acaricie con la yema de mis dedos su brazo, deslizando por su abrazadora piel mi mano, que lentamente y como el fuego iba trazando el camino de nuestra perdición.
Sentir bajo ella como su piel se erizaba, jadeé al notar su suavidad, su calor.
-Voy a llevarte al infierno para que roces el cielo -susurré contra su boca, rozando el perfil de sus labios con los míos.
Mi mano acaricio el filo de sus dedos para pasar lentamente a acariciar su muslo, jadeé de nuevo al sentir su piel, recorriendola delicadamente con mis dedos hacia el interior, hasta su entrepierna.
No quería perderme nada, así que no dejaba de ver cada una de sus reacciones, quería sentir como se corría frente a mi, como gemía, como gruñía quería ser el causante de su principio y su final, quería ser siempre yo, solo yo.
Mis dedos buscaron el roce de sus braguitas de encaje, rozarlas con mis dedos, sentirlas mojadas sobre las yemas de estos.
Sonreí de medio lado complacido mientras mi falo se mojaba frente a cada uno de los movimientos de mis dedos.
Aun lado aparte el encaje deslizando mis ojos de sus ojos a su boca que entreabierta dejaba que el ronco aire golpeara la mía.
Busque su clítoris con mis dedos, acariciándolo despacio, a un ritmo lento, jadeé al ver como reaccionaba, aquello estaba haciéndome volverme loco, solo quería entrar en su interior, empotrarla, que su vagina diera sustento a mi polla que vibraba necesitada.
Aun así, traté de mantener la calma, calma que me faltaba, esa que ya frente a ella no encontraba. Mis ojos se tronaron ámbar cuando el ritmo de mis dedos se incrementaba.
Trazaba vertiginosos círculos sobre su botón que se mojaba humedeciendo mis dedos.
Gemía contra mis labios, con su frente en la mía apoyada.
-No puedo mas -susurré contra su boca antes de introducir mis dedos en su interior sin pausa.
Jadeé esta vez acortando la distancia que a nuestros labios separaba, introduje mi lengua que al ritmo de la masturbación con la suya se enlazaba.
Jadeos apagados contra mis labios, gemidos que inundaban la estancia.
Sentía como sus paredes envolvían mis dedos, mas yo necesitaba que fuera mi falo lo que calentaran, estaba tan excitado que no podía contenerme, necesitaba mas, su piel a ella, necesitaba hacerla mía bajo esa noche estrellada.
Gruñí contra su boca empujándola sobre la alfombra para esta vez ser yo quien gateara sobre ella.
Mi falo rozo la entrada de su vagina, lentamente, despacio, mojándose a su paso.
Introduje la punta lentamente, gruñí de nuevo contra sus labios, sintiendo el calor que la atrapaba, estaba tan mojada que con solo un leve empujón entraría entera.
Gemí con los labios entreabiertos mientras su lengua azuzaba a mi razón.
Lentamente acaricie con la yema de mis dedos su brazo, deslizando por su abrazadora piel mi mano, que lentamente y como el fuego iba trazando el camino de nuestra perdición.
Sentir bajo ella como su piel se erizaba, jadeé al notar su suavidad, su calor.
-Voy a llevarte al infierno para que roces el cielo -susurré contra su boca, rozando el perfil de sus labios con los míos.
Mi mano acaricio el filo de sus dedos para pasar lentamente a acariciar su muslo, jadeé de nuevo al sentir su piel, recorriendola delicadamente con mis dedos hacia el interior, hasta su entrepierna.
No quería perderme nada, así que no dejaba de ver cada una de sus reacciones, quería sentir como se corría frente a mi, como gemía, como gruñía quería ser el causante de su principio y su final, quería ser siempre yo, solo yo.
Mis dedos buscaron el roce de sus braguitas de encaje, rozarlas con mis dedos, sentirlas mojadas sobre las yemas de estos.
Sonreí de medio lado complacido mientras mi falo se mojaba frente a cada uno de los movimientos de mis dedos.
Aun lado aparte el encaje deslizando mis ojos de sus ojos a su boca que entreabierta dejaba que el ronco aire golpeara la mía.
Busque su clítoris con mis dedos, acariciándolo despacio, a un ritmo lento, jadeé al ver como reaccionaba, aquello estaba haciéndome volverme loco, solo quería entrar en su interior, empotrarla, que su vagina diera sustento a mi polla que vibraba necesitada.
Aun así, traté de mantener la calma, calma que me faltaba, esa que ya frente a ella no encontraba. Mis ojos se tronaron ámbar cuando el ritmo de mis dedos se incrementaba.
Trazaba vertiginosos círculos sobre su botón que se mojaba humedeciendo mis dedos.
Gemía contra mis labios, con su frente en la mía apoyada.
-No puedo mas -susurré contra su boca antes de introducir mis dedos en su interior sin pausa.
Jadeé esta vez acortando la distancia que a nuestros labios separaba, introduje mi lengua que al ritmo de la masturbación con la suya se enlazaba.
Jadeos apagados contra mis labios, gemidos que inundaban la estancia.
Sentía como sus paredes envolvían mis dedos, mas yo necesitaba que fuera mi falo lo que calentaran, estaba tan excitado que no podía contenerme, necesitaba mas, su piel a ella, necesitaba hacerla mía bajo esa noche estrellada.
Gruñí contra su boca empujándola sobre la alfombra para esta vez ser yo quien gateara sobre ella.
Mi falo rozo la entrada de su vagina, lentamente, despacio, mojándose a su paso.
Introduje la punta lentamente, gruñí de nuevo contra sus labios, sintiendo el calor que la atrapaba, estaba tan mojada que con solo un leve empujón entraría entera.
Gemí con los labios entreabiertos mientras su lengua azuzaba a mi razón.
Errol Dow- Licántropo Clase Alta
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Re: Buscando las huellas de nuestro pasado (Errol) +18
"Voy a llevarte al infierno para que roces el cielo" Aquella era una promesa salida de sus labios que yo ansiaba que se cumpliera a cada instante. No estar con él o no tener sus besos era ya un infierno, y rozaba el mismo cielo con las puntas de mis dedos cada vez que sus ojos se tornaban del color de la miel al mirarme, cada vez que sus labios buscaban los míos con la necesidad propia del alcohólico que necesita seguir bebiendo si no quiere sentir la opresión de la abstinencia en el pecho. Eso era yo, una adicta a sus besos y a su piel, y me temía que ya nada ni nadie podría hacerme cambiar de parecer, le necesitaba, tanto como el oxígeno que inundaba mis pulmones.
Un gemido suave se escapó de entre mis labios al sentir que sus caricias, antes inocentes y castas, se tornaban calientes y atrevidas, acariciando el encaje de mi ropa interior y provocando con ello que mi piel se erizara y que yo misma me excitara empezando a mojar mi ropa interior. -Llévame al infierno de tu mano Errol... porque el cielo ya lo pruebo con cada uno de tus besos...-
Aquellas palabras parecía que no hicieron sino excitarle más, pues su miembro creció ligeramente y sus manos no dudaron en apartar mi ropa interior para explorar aquello que ningún otro hombre había tocado ni visto nunca. Era suya y él sería mío, poco importaba el pasado, pues ambos éramos nuestro presente y seríamos nuestro futuro.
Largos gemidos escapaban de entre mis labios sintiendo aquel placer que sus dedos me brindaban y que nunca había pensado experimentar. Mis uñas se clavaban con cierta fuerza sobre su pecho, incapaz de controlarme, casi más de bestia que de humana de nuevo y, entonces, su boca en busca de la mía. Trazando con su lengua sobre la mía el sendero mismo de la perdición que nos llevaría a ambos hacia aquel destino que nos esforzábamos en evitar, en acallar para respetar nuestras tradiciones.
Ambos caímos de nuevo sobre la alfombra, ya no entre risas sino entre besos y caricias que pronto se tornaron salvajes para, a continuación sentir la punta de su miembro en mi interior. Clavé mis uñas en su espalda sintiendo como le hacía una herida, pero no podía controlarme. Le deseaba, le necesitaba, ansiaba que al fin se clavara dentro de mi y me hiciera suya, solo suya y que mi sangre recorriera mis muslos manchándole el miembro. Pero la razón debía imperar ante todo, si él no ponía cordura, debería hacerlo yo aunque lo que más deseara en ese instante fuera sucumbir a la locura de su piel.
Nos hice rodar sobre la alfombra quedando yo ahora sobre él, gloriosa, con el pelo despeinado y la mirada ámbar, una imagen que sabía de sobra que le excitaría. Mas cuando él trató de clavarme su miembro de nuevo, de hacerme suya, moví mis caderas quedando sentada a horcajadas sobre sus rodillas. -Creeme, mataría ahora mismo por sentirte dentro de mi, pero hemos dicho que hemos de esperar, que queremos esperar para cumplir con las tradiciones. Así que guíame, dime que he de hacer para aplacar tus ganas de embestirme hasta descargar tu simiente... porque me temo que sólo podrás cumplir tu promesa de mantenernos intactos y jugar si tú ya estás saciado cuando roces mi entrepierna-
Llevé mis labios hasta su cuello, dibujando con mis besos el controno de su marcada mandíbula. Los mordiscos en su piel se intercalaban con los besos y sus manos de nuevo buscaban mi cuerpo, mi sexo. Le empujé con cierta fuerza sobre la alfombra y clavé mi mirada en la suya -Ya te llegará el turno de tocar, déjate hacer y guíame Errol- Sonreí llevando mis labios ahora a su pecho, dibujando con ellos sus músculos y bajando lentamente hasta su entrepierna. Llegados a este punto elevé mi mirada, buscando su aprobación y sus consejos para llevarle al mismo cielo con mis labios y con mis manos.
Besé con lentitud su miembro sintiendo como sus manos, que antes recorrían mi piel, viajaban ahora hasta mis cabellos para guiar a esa niña inexperta que ansiaba convertirse mujer entre sus brazos.
Un gemido suave se escapó de entre mis labios al sentir que sus caricias, antes inocentes y castas, se tornaban calientes y atrevidas, acariciando el encaje de mi ropa interior y provocando con ello que mi piel se erizara y que yo misma me excitara empezando a mojar mi ropa interior. -Llévame al infierno de tu mano Errol... porque el cielo ya lo pruebo con cada uno de tus besos...-
Aquellas palabras parecía que no hicieron sino excitarle más, pues su miembro creció ligeramente y sus manos no dudaron en apartar mi ropa interior para explorar aquello que ningún otro hombre había tocado ni visto nunca. Era suya y él sería mío, poco importaba el pasado, pues ambos éramos nuestro presente y seríamos nuestro futuro.
Largos gemidos escapaban de entre mis labios sintiendo aquel placer que sus dedos me brindaban y que nunca había pensado experimentar. Mis uñas se clavaban con cierta fuerza sobre su pecho, incapaz de controlarme, casi más de bestia que de humana de nuevo y, entonces, su boca en busca de la mía. Trazando con su lengua sobre la mía el sendero mismo de la perdición que nos llevaría a ambos hacia aquel destino que nos esforzábamos en evitar, en acallar para respetar nuestras tradiciones.
Ambos caímos de nuevo sobre la alfombra, ya no entre risas sino entre besos y caricias que pronto se tornaron salvajes para, a continuación sentir la punta de su miembro en mi interior. Clavé mis uñas en su espalda sintiendo como le hacía una herida, pero no podía controlarme. Le deseaba, le necesitaba, ansiaba que al fin se clavara dentro de mi y me hiciera suya, solo suya y que mi sangre recorriera mis muslos manchándole el miembro. Pero la razón debía imperar ante todo, si él no ponía cordura, debería hacerlo yo aunque lo que más deseara en ese instante fuera sucumbir a la locura de su piel.
Nos hice rodar sobre la alfombra quedando yo ahora sobre él, gloriosa, con el pelo despeinado y la mirada ámbar, una imagen que sabía de sobra que le excitaría. Mas cuando él trató de clavarme su miembro de nuevo, de hacerme suya, moví mis caderas quedando sentada a horcajadas sobre sus rodillas. -Creeme, mataría ahora mismo por sentirte dentro de mi, pero hemos dicho que hemos de esperar, que queremos esperar para cumplir con las tradiciones. Así que guíame, dime que he de hacer para aplacar tus ganas de embestirme hasta descargar tu simiente... porque me temo que sólo podrás cumplir tu promesa de mantenernos intactos y jugar si tú ya estás saciado cuando roces mi entrepierna-
Llevé mis labios hasta su cuello, dibujando con mis besos el controno de su marcada mandíbula. Los mordiscos en su piel se intercalaban con los besos y sus manos de nuevo buscaban mi cuerpo, mi sexo. Le empujé con cierta fuerza sobre la alfombra y clavé mi mirada en la suya -Ya te llegará el turno de tocar, déjate hacer y guíame Errol- Sonreí llevando mis labios ahora a su pecho, dibujando con ellos sus músculos y bajando lentamente hasta su entrepierna. Llegados a este punto elevé mi mirada, buscando su aprobación y sus consejos para llevarle al mismo cielo con mis labios y con mis manos.
Besé con lentitud su miembro sintiendo como sus manos, que antes recorrían mi piel, viajaban ahora hasta mis cabellos para guiar a esa niña inexperta que ansiaba convertirse mujer entre sus brazos.
Odalyn Landvik- Licántropo Clase Alta
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Re: Buscando las huellas de nuestro pasado (Errol) +18
Volteó sobre la alfombra quedando sobre, mi por un instante gruñí con los ojos ámbar pensando que tomaría el control, que se la metería hasta lo mas hondo cobijando mi polla entre las húmedas paredes que se dilataban lentamente para mi, mas por el contrario un ligero movimiento de cadera y mi punta estaba fuera, golpeada por el frio aire, alejada del calor de su sexo.
Gruñí de nuevo ,mas esta vez de la rabia al sentirla sentarse a horcajadas sobre mis piernas no dejándome disfrutar de ella, de empalarla.
Sus labios pedían calma, esa que no llegaba, esa que me forzaba ahora sin razón a cumplir las normas de mi manada.
Jadeé al sentir como deslizaba su boca lentamente por mi pecho, mientras mis manos buscaban desesperadas su sexo para animarla a mandar al cuerno las leyes, para que sintiera la presión que calentaba su vagina forzándola como yo, estar dispuesta a cometer una locura aquella noche en la que la luna no brillaba.
Apartó mi mano antes de llegar a mi sexo, allí lo beso, lo lamió despacio, de arriaba a bajo, forzando que mi respiración se entrecortara, que mi cabeza se tirara hacia atrás dejando con los labios entreabiertos escapar la ronca respiración que su húmeda boca sobre mi falo provocaba.
Posó sus labios en la punta, mirando mis ojos, bajando despacio, mojandola con su saliva a cada paso, mi mano tomo su pelo ,para guiar el ritmo, para meterla mas adentro, mientras esta succionaba y lamia, jugaba con mi capullo entre su lengua, saboreando mi esencia.
Jadeé cada vez mas rápido ,guiándola a mi paso, moviendo su cabeza con mi mano, acompañando aquel movimiento que me estaba haciendo volverme loco.
-Así -susurré al incrementar el ritmo, al sentir como sus ojos miraban los míos conscientes de mis gruñidos, de como mi polla iba liberando poco a poco parte de mi.
Estaba muy cerca, gemía de forma ronca, cada vez mas rápido, mientras ella se la metía hasta el fondo, succionandola, recorriendola con su lengua, hasta que sentí con un gruñido como vibraba entre sus labios dejando que escapara en su boca mi simiente.
-Ufff -fue todo cuanto acerté a decir mientras ahora si, mas calmado, mi mano acariciaba su pelo despeinado.
Mi polla aun en su boca daba los últimos coletazos, mientras mis ojos la buscaban para ver excitado como relamía las ultimas gotas.
Sonreí de medio lado mientras esta vez era yo el que se erguía para tumbarla sobre aquella alfombra de piel, sus ojos me buscaban excitados, sabiendo que era su turno y que ahora mas calmado podría arrastrarla al mismísimo infierno con el roce de mis labios.
Labios que deslice por su pierna, despacio, acariciando su piel con mis dientes, buscando el calor de su muslo, que se abría frente a mis ojos, mostrándome un sexo palpitante, mio, deseosos de que en el me adentrara.
Deslicé mi lengua lentamente entre sus labios, sintiéndolos mojados, estaba excitada, su sabor me inundaba a cada paso.
Gruñí de nuevo ,mas esta vez de la rabia al sentirla sentarse a horcajadas sobre mis piernas no dejándome disfrutar de ella, de empalarla.
Sus labios pedían calma, esa que no llegaba, esa que me forzaba ahora sin razón a cumplir las normas de mi manada.
Jadeé al sentir como deslizaba su boca lentamente por mi pecho, mientras mis manos buscaban desesperadas su sexo para animarla a mandar al cuerno las leyes, para que sintiera la presión que calentaba su vagina forzándola como yo, estar dispuesta a cometer una locura aquella noche en la que la luna no brillaba.
Apartó mi mano antes de llegar a mi sexo, allí lo beso, lo lamió despacio, de arriaba a bajo, forzando que mi respiración se entrecortara, que mi cabeza se tirara hacia atrás dejando con los labios entreabiertos escapar la ronca respiración que su húmeda boca sobre mi falo provocaba.
Posó sus labios en la punta, mirando mis ojos, bajando despacio, mojandola con su saliva a cada paso, mi mano tomo su pelo ,para guiar el ritmo, para meterla mas adentro, mientras esta succionaba y lamia, jugaba con mi capullo entre su lengua, saboreando mi esencia.
Jadeé cada vez mas rápido ,guiándola a mi paso, moviendo su cabeza con mi mano, acompañando aquel movimiento que me estaba haciendo volverme loco.
-Así -susurré al incrementar el ritmo, al sentir como sus ojos miraban los míos conscientes de mis gruñidos, de como mi polla iba liberando poco a poco parte de mi.
Estaba muy cerca, gemía de forma ronca, cada vez mas rápido, mientras ella se la metía hasta el fondo, succionandola, recorriendola con su lengua, hasta que sentí con un gruñido como vibraba entre sus labios dejando que escapara en su boca mi simiente.
-Ufff -fue todo cuanto acerté a decir mientras ahora si, mas calmado, mi mano acariciaba su pelo despeinado.
Mi polla aun en su boca daba los últimos coletazos, mientras mis ojos la buscaban para ver excitado como relamía las ultimas gotas.
Sonreí de medio lado mientras esta vez era yo el que se erguía para tumbarla sobre aquella alfombra de piel, sus ojos me buscaban excitados, sabiendo que era su turno y que ahora mas calmado podría arrastrarla al mismísimo infierno con el roce de mis labios.
Labios que deslice por su pierna, despacio, acariciando su piel con mis dientes, buscando el calor de su muslo, que se abría frente a mis ojos, mostrándome un sexo palpitante, mio, deseosos de que en el me adentrara.
Deslicé mi lengua lentamente entre sus labios, sintiéndolos mojados, estaba excitada, su sabor me inundaba a cada paso.
Errol Dow- Licántropo Clase Alta
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Re: Buscando las huellas de nuestro pasado (Errol) +18
Sus manos se enredaron entre mis cabellos guiándome, enseñándome el camino que yo debía llevar a cabo para hacerle a él llegar a su destino, el cielo mismo que ahora rozaba con la punta de los dedos. Los gemidos que escapaban de entre sus labios no hacían sino confirmar loq ue la presión de sus manos sobre mis cabellos anunciaba, lo que minutos después confirmaría su orgasmo entre mis labios, llenándome la boca de aquello que, en un futuro no muy lejano llenaría mi vientre.
Dejé escapar una tonta risa al comprobar como no era capaz de articular palabra, como yo había conseguido llevarle al cielo cuando momentos atrás temía que mi inexperiencia me hiciera torpe e insegura entre sus brazos,mas sólo tenía que dejarme llevar para conseguir que él sintiera lo mismo que yo hacía cada vez que rozaba su piel con la mía. Cada una de las caricias de su lengua sobre mi clítoris no hacia sino acelerar mi respiración, mis latidos y mis ansias de sentir su miembro y no sus labios entre mis piernas.
-¿Te ha gustado de veras?- pregunté con las mejillas sonrosadas por hacer aquella pregunta y por la respuesta que escaparía de entre sus labios. No tuve ocasión de escuchar su respuesta o de formular nuevas preguntas pues su cuerpo se irguió como respuesta, postrando el mío sobre la alfombra y convirtiéndome ahora en mera expectadora de sus acciones.
Mis ojos se cerraron al sentir el tacto de su cuerpo sobre el mío. Tacto que me dejaba helada en las partes que él iba abandonando para dedicarse por completo a besar mis muslos, anunciando sus actos, reflejo de los míos momentos atrás. Gemí, gemí como nunca antes lo había hecho al sentir como su aliento rozaba mi sexo, como su lengua, traviesa y experimentada comenzaba a recorrer lugares inexplorados y en los que no sabía que un simple roce podría hacerme estar tan cerca del cielo.
Sentí como mi espalda se arqueaba con cada movimiento de su lengua, como mis ojos se tornaban en ámbar y como la humana dejaba paso a la bestia, a la loba que afloraba con la luna llena, el miedo o la excitación y, sin duda, Errol me excitaba, mucho, muchísimo. Mis uñas se clavaron en su espalda, arañándola con desesperación mientras mis labios gemían su nombre sin tregua. Si aquello era lo que se sentía únicamente con sus labios sobre mi sexo, no quería ni imaginar lo que sería ser suya completamente, sentirle dentro de mi, ser un único ser al fundirnos en un sólo cuerpo.
Él sabía que cada vez estaba más excitada, y por ello, comenzó a aumentar el ritmo de su lengua hasta hacerlo frenético, hasta conseguir que mis uñas hicieran sangre en su piel y justo, cuando pensaba que aquello no podría ser más maravilloso, alejó su lengua de mi sexo, clavó su mirada en la mí y comenzó a juguetear con sus dedos, con cuidado de no romperme el himen en sus frenéticos movimientos y así, privarle de la sangre en mis muslos en nuestra noche de bodas. Sus ojos ámbar clavados en los míos, deseosos de no perderse cada expresión de excitación en mi rostro y, como respuesta, mi cuerpo pegándose al suyo aún más para que sintiera el calor que emanaba de mi piel y mis labios buscando los suyos, necesitados de besarlos, morderlos y jugar con su lengua.
Quería decirle muchas cosas, mas mis labios eran incapaces de articular palabra, sólo podían besarle y, en respuesta sus dedos aumentaban el ritmo, más si es que se podía. Y ahí estaban, las puertas del cielo abiertas ante mi en forma de orgasmo; mis ojos se cerraron irremediablemente y mi espalda se arqueó mientras que de mis labios escapó un gemido gutural, casi más un aullido o un gruñido que un gemido. Y de nuevo la calma, una sensación de flotar entre las nubes.
Abrí mis ojos con una sonrisa dibujada en los labios y contemplé la sonrisa que con picardía se dibujaba sobre los labios de mi prometido. Así, postrado sobre mi y con aquella sonrisa estaba del todo irresistible y yo no pude sino atesorar aquella imagen en mi mente y sellarla con un tierno beso en sus labios. -Te quiero Errol...- susurré contra sus labios aún con la respiración agitada por aquel encuentro y los ojos del color de la miel fundida. Su mano se deslizó con suavidad por mi rostro perlado de sudor y de nuevo, cerré los ojos para conservar aquel instante por siempre en mi mente. Ansiaba conservar cada recuerdo de aquel hombre que era puro fuego, pura pasión contra mis labios y ternura contra mi piel.
Dejé escapar una tonta risa al comprobar como no era capaz de articular palabra, como yo había conseguido llevarle al cielo cuando momentos atrás temía que mi inexperiencia me hiciera torpe e insegura entre sus brazos,mas sólo tenía que dejarme llevar para conseguir que él sintiera lo mismo que yo hacía cada vez que rozaba su piel con la mía. Cada una de las caricias de su lengua sobre mi clítoris no hacia sino acelerar mi respiración, mis latidos y mis ansias de sentir su miembro y no sus labios entre mis piernas.
-¿Te ha gustado de veras?- pregunté con las mejillas sonrosadas por hacer aquella pregunta y por la respuesta que escaparía de entre sus labios. No tuve ocasión de escuchar su respuesta o de formular nuevas preguntas pues su cuerpo se irguió como respuesta, postrando el mío sobre la alfombra y convirtiéndome ahora en mera expectadora de sus acciones.
Mis ojos se cerraron al sentir el tacto de su cuerpo sobre el mío. Tacto que me dejaba helada en las partes que él iba abandonando para dedicarse por completo a besar mis muslos, anunciando sus actos, reflejo de los míos momentos atrás. Gemí, gemí como nunca antes lo había hecho al sentir como su aliento rozaba mi sexo, como su lengua, traviesa y experimentada comenzaba a recorrer lugares inexplorados y en los que no sabía que un simple roce podría hacerme estar tan cerca del cielo.
Sentí como mi espalda se arqueaba con cada movimiento de su lengua, como mis ojos se tornaban en ámbar y como la humana dejaba paso a la bestia, a la loba que afloraba con la luna llena, el miedo o la excitación y, sin duda, Errol me excitaba, mucho, muchísimo. Mis uñas se clavaron en su espalda, arañándola con desesperación mientras mis labios gemían su nombre sin tregua. Si aquello era lo que se sentía únicamente con sus labios sobre mi sexo, no quería ni imaginar lo que sería ser suya completamente, sentirle dentro de mi, ser un único ser al fundirnos en un sólo cuerpo.
Él sabía que cada vez estaba más excitada, y por ello, comenzó a aumentar el ritmo de su lengua hasta hacerlo frenético, hasta conseguir que mis uñas hicieran sangre en su piel y justo, cuando pensaba que aquello no podría ser más maravilloso, alejó su lengua de mi sexo, clavó su mirada en la mí y comenzó a juguetear con sus dedos, con cuidado de no romperme el himen en sus frenéticos movimientos y así, privarle de la sangre en mis muslos en nuestra noche de bodas. Sus ojos ámbar clavados en los míos, deseosos de no perderse cada expresión de excitación en mi rostro y, como respuesta, mi cuerpo pegándose al suyo aún más para que sintiera el calor que emanaba de mi piel y mis labios buscando los suyos, necesitados de besarlos, morderlos y jugar con su lengua.
Quería decirle muchas cosas, mas mis labios eran incapaces de articular palabra, sólo podían besarle y, en respuesta sus dedos aumentaban el ritmo, más si es que se podía. Y ahí estaban, las puertas del cielo abiertas ante mi en forma de orgasmo; mis ojos se cerraron irremediablemente y mi espalda se arqueó mientras que de mis labios escapó un gemido gutural, casi más un aullido o un gruñido que un gemido. Y de nuevo la calma, una sensación de flotar entre las nubes.
Abrí mis ojos con una sonrisa dibujada en los labios y contemplé la sonrisa que con picardía se dibujaba sobre los labios de mi prometido. Así, postrado sobre mi y con aquella sonrisa estaba del todo irresistible y yo no pude sino atesorar aquella imagen en mi mente y sellarla con un tierno beso en sus labios. -Te quiero Errol...- susurré contra sus labios aún con la respiración agitada por aquel encuentro y los ojos del color de la miel fundida. Su mano se deslizó con suavidad por mi rostro perlado de sudor y de nuevo, cerré los ojos para conservar aquel instante por siempre en mi mente. Ansiaba conservar cada recuerdo de aquel hombre que era puro fuego, pura pasión contra mis labios y ternura contra mi piel.
Odalyn Landvik- Licántropo Clase Alta
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Re: Buscando las huellas de nuestro pasado (Errol) +18
La vi morir de placer entre mis brazos, con los labios abiertos gemía con el suave contacto de mis labios, mi lengua paladeaba su sabor, su olor, como se mojaba de forma salvaje a mi paso, estaba tan excitado que mi sexo volvió a alzarse, así era como ella me ponía, loco, estaba ciego por su belleza, por el olor a celo, por el olor a ella.
Un gruñido, casi un aullido escapo de sus labios cuando alcanzo el clímax, cuando con mis dedos en su interior la lleve a rozar el cielo, cielo que yo ya veía frente a sus labios, aquella mujer se había convertido en mi único anhelo.
Pose mi cabeza en su vientre mirándonos despacio, acompasando la jadeante respiración de uno y otro, aun con los labios rojos de tanto devorarnos.
Allí observando su bello rostro supe que siempre fue ella, esa alfa fuerte, bella, llena de vida y de muerte. Fiel, leal, sincera.
Nunca creí en eso que llamaban en los lobos el amor eterno, eso que sientes cuando ves a tu otra mitad, el ser que te complementa de un modo u otro, eso era ella para mi. La que daba sentido a mi ser, la que lograba entenderme con solo una mirada. Me retaba, me llevaba al abismo, me dejaba caer, me recogía, me acunaba, ella era fuego y hielo, ella era ahora todo mi universo.
La admire con el cabello revuelto y los labios aun entreabiertos mientras gateaba por su desnuda piel para abrasarme con ella de nuevo.
-No veo el momento de hacer oficial lo que yo hoy ya siento ,que eres mía, solo mía y que otro no volverá a tener tus besos -jadeé contra su boca acaparando sus carnosos labios, tomándolos sin tregua, sin descanso.
Así pasamos gran parte de la noche, enredados en uno, acariciándonos, jugando con cada curva, con cada tramo de piel de unos cuerpos incendiados.
Hasta que la risas cómplices dieron paso al abrumador sueño, que pegados, unidos por el destino nos encontró a ambos.
Abrí los ojos cuando los primeros rayos de luz entraron por el postigo del ventanuco de madera, sonreí buscando la piel que necesitaba al abrir los ojos, mas ella había desaparecido, dejando junto a mi cama el vació, un sueño efímero que roce entre mis dedos y que de no ser por el desastre de la alcoba, las frsas, las botellas bebidas y las promesas rotas hubiera pensado que todo lo había soñado.
Una misiva sobre la mesita de noche hizo que estirara mi brazo para leerla con calma, era de ella, lo decía su olor a bosque, a fresas.
Una pista había perturbado su sueño y lejos de despertarme, había decidido seguirla ella sola, prometía volver antes de que el alba del día siguiente la encontrara, para que la promesa hecha, esa que me juraba lealtad y amor eterno se cumpliera cuando pidiera a su hermano la mano de ahora mi prometida.
Fin
Un gruñido, casi un aullido escapo de sus labios cuando alcanzo el clímax, cuando con mis dedos en su interior la lleve a rozar el cielo, cielo que yo ya veía frente a sus labios, aquella mujer se había convertido en mi único anhelo.
Pose mi cabeza en su vientre mirándonos despacio, acompasando la jadeante respiración de uno y otro, aun con los labios rojos de tanto devorarnos.
Allí observando su bello rostro supe que siempre fue ella, esa alfa fuerte, bella, llena de vida y de muerte. Fiel, leal, sincera.
Nunca creí en eso que llamaban en los lobos el amor eterno, eso que sientes cuando ves a tu otra mitad, el ser que te complementa de un modo u otro, eso era ella para mi. La que daba sentido a mi ser, la que lograba entenderme con solo una mirada. Me retaba, me llevaba al abismo, me dejaba caer, me recogía, me acunaba, ella era fuego y hielo, ella era ahora todo mi universo.
La admire con el cabello revuelto y los labios aun entreabiertos mientras gateaba por su desnuda piel para abrasarme con ella de nuevo.
-No veo el momento de hacer oficial lo que yo hoy ya siento ,que eres mía, solo mía y que otro no volverá a tener tus besos -jadeé contra su boca acaparando sus carnosos labios, tomándolos sin tregua, sin descanso.
Así pasamos gran parte de la noche, enredados en uno, acariciándonos, jugando con cada curva, con cada tramo de piel de unos cuerpos incendiados.
Hasta que la risas cómplices dieron paso al abrumador sueño, que pegados, unidos por el destino nos encontró a ambos.
Abrí los ojos cuando los primeros rayos de luz entraron por el postigo del ventanuco de madera, sonreí buscando la piel que necesitaba al abrir los ojos, mas ella había desaparecido, dejando junto a mi cama el vació, un sueño efímero que roce entre mis dedos y que de no ser por el desastre de la alcoba, las frsas, las botellas bebidas y las promesas rotas hubiera pensado que todo lo había soñado.
Una misiva sobre la mesita de noche hizo que estirara mi brazo para leerla con calma, era de ella, lo decía su olor a bosque, a fresas.
Una pista había perturbado su sueño y lejos de despertarme, había decidido seguirla ella sola, prometía volver antes de que el alba del día siguiente la encontrara, para que la promesa hecha, esa que me juraba lealtad y amor eterno se cumpliera cuando pidiera a su hermano la mano de ahora mi prometida.
Fin
Errol Dow- Licántropo Clase Alta
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